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Retrato del artista adolescente, por José Roberto Mendirichaga

James Joyce (1882-1941), antes de haber publicado en 1916, hace un siglo, Retrato del artista adolescente, había escrito versos para música y una no muy perfecta pieza de teatro. Escribió también cuentos cortos. Su primera novela fue Dublineses (1914), a las que siguieron, además del Retrato…, Ulises (1922) y El despertar de Finnegan (1939).

La novela autobiográfica se divide en cinco capítulos. El inicio son los recuerdos del adolescente Stephen Dédalus acerca del hogar. Batalla Stephen para adaptarse al nuevo sistema de vida colegial con los jesuitas, consistente en oración, estudio y deporte. El objetivo central es la salvación eterna. Al inicio, debe sufrir la humillación de un compañero que lo arroja a una charca inmunda, lo que le provoca un resfrío que lo manda a la cama. Va a su casa para las vacaciones de Navidad y es testigo de las posiciones familiares en contra y a favor de la Iglesia. Para el resto del curso, ha de sufrir el injusto castigo del padre Dolan.

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En el segundo capítulo, Joyce describe el cambio de residencia de Sallins a Dublín y, a la vez, el cambio de colegio de Clongowes al Belvedere de Dublín; el reencuentro con Eileen, una chica encantadora; el pleito con Heron y Boland; la muerte del tío Charles; y el viaje de Stephen con su padre a Cork, donde habrían de despertar las bajas pasiones, sumado a un sentimiento de frustración en su intento por fortalecer a su familia. En el tercero, el escritor irlandés consigna los ejercicios ignacianos, compendiados en un retiro, donde el predicador pinta los horrores del pecado y sus castigos. El estudiante externo Stephen, quien tiene ya 16 años, adquiere conciencia de su vida pecaminosa y se debate entre el bien y el mal. Toca la confesión general y él prefiere irse a una iglesia alejada, donde un viejo sacerdote lo confiesa, de tal manera que el día de la misa final del retiro, éste comulga con el resto de sus compañeros. “¡Una nueva vida!”.

Contiene el capítulo cuarto cómo Stephen, debido a su buena conducta, es visto como candidato para ingresar a la Compañía de Jesús, lo que él rechaza. Sigue en la vida de la mortificación pero se extraña de que los sentidos no logren ser totalmente dominados. En tanto, la familia del protagonista de la novela sufre los rigores del cambio de empleo del padre. Al señor Dédalus le gustaría que el hijo, una vez concluidos sus estudios preparatorios, fuera a la Universidad. Camina Stephen hacia el mar y allí ve a sus compañeros nadar; observa también a una linda joven bañista, la que le despierta hermosas sensaciones.

Finalmente, en el último capítulo, el novelista busca la definición del arte, apoyándose en autoridades clásicas, lo que hace a través del diálogo con sus maestros y sus compañeros. Stephen busca escapar de lo que denomina redes, a saber: nacionalidad, lengua y religión. El arte adquiere así una dimensión sucedánea. Vuelve a ver a Eileen y esto le evoca un efluvio de bellos sentimientos que se concretan en un poema. Al final de la novela, hay un diálogo muy interesante entre Stephen y su compañero Cranly, quien intenta conocer la posición de Stephen respecto a la fe. Stephen confiesa que ha perdido la fe, pero no el respeto a sí mismo. La madre de Stephen asegura que ha de volver a la fe, porque tiene “un espíritu tornadizo”. §

Notas

Joyce, James. Retrato del artista adolescente, Tr. de Dámaso Alonso, Clásicos 5570, Alianza, Madrid, 2001, 293 pp., ISBN 8420634972.