13 minute read

Don Moisés Sáenz Garza, maestro y diplomático, por Francisco Valdés Treviño

Uno de los nuevoleoneses más destacados en la historia de México es don Moisés Sáenz Garza. Una muestra del reconocimiento y admiración que se le tiene a su memoria es el hecho de que 15 escuelas y 6 bibliotecas en Nuevo León llevan su nombre. La más importante de estas es la Escuela Normal Superior, en la cual los profesores cursan estudios para obtener los grados de licenciatura, maestría y doctorado en educación.

Nació en el municipio de Apodaca, específicamente en el poblado llamado “El Mezquital”, el16 de febrero de 1888. Sus estudios de primara y secundaria los realizó en Nuevo León. La preparatoria la cursó en el Colegio Civil, aquí en Monterrey, y en la Escuela Preparatoria, en Coyoacán. Se tituló de maestro en la Escuela Normal de Xalapa y de ahí partió a los EE.UU. donde obtuvo el grado de doctor en ciencias y en filosofía en la Universidad de Columbia. Retornó a México e inició el ejercicio de su carrera como educador. Entre los numerosos cargos que desempeñó son de mencionarse el de director de Educación en el estado de Guanajuato y en la ciudad de México, director de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM y el de director de la Escuela de Verano también de dicha Universidad. Catedrático de Filosofía en la Escuela Nacional de Maestros. Oficial Mayor, subsecretario y, durante unos cuantos meses, secretario de Educación Pública de México. También fue director general de la Beneficencia Pública y presidente del Comité de Investigaciones Indígenas. Uno de sus mayores logros fue haber creado las escuelas rurales, es decir, las escuelas en el campo, y las misiones culturales que llevaban a los pueblos ayudas y orientaciones en el campo, la agricultura, la ganadería, la salud y, obviamente, en la educación.

Advertisement

Se ocupó muy eficazmente del progreso y bienestar de los millones de indígenas que en aquellas décadas formaban parte importante de la población mexicana. Fue el organizador del Primer Congreso Indigenista, que se reunió en Pátzcuaro en 1940. Director del Instituto Indigenista Interamericano (ojo, internacional) y también fue el autor de un programa para la creación de un Departamento de Asuntos Indígenas y, además, de un Programa de protección legal del indio mexicano. Estableció las bibliotecas ambulantes. Uno de sus mayores logros históricos fue haber creado en México la educación secundaria, en 1926.

Desde mediados de 1931 y hasta principios de 1932, realizó un largo viaje a Centro y Sudamérica. Fue comisionado por la Secretaría de Educación Pública para investigar sobre las instituciones educativas de diversos países, especialmente aquellas que tuvieran que ver con la educación de los indígenas. Dichos países fueron: Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Ecuador, Perú y Bolivia. En ellos, se entrevistó con jefes de estado, ministros o secretarios de educación y demás funcionarios relacionados con esta materia. Muy especialmente, todo aquello que tuviera que ver con la enseñanza en las zonas indígenas. Por ejemplo, en Guatemala, durante 15 días se internó en las regiones donde vivieran los indígenas, para conocer directamente su forma de vida. Al concluir su estancia en dicho país centroamericano, viajó a El Salvador y a Costa Rica, para llegar finalmente a Ecuador y continuar su misión. Ahí permaneció más de un mes y, al igual que en Guatemala, se internó en las zonas indígenas ubicadas en las provincias. Además, en Quito, la capital de Ecuador, dictó dos conferencias, una intitulada “La obra educacional en México”, que ofreció en la Escuela Normal de Maestros, y la otra llamada “El genio de la vida en México”, en la Universidad Central.

Para proseguir sus investigaciones sobre los sistemas educativos y la situación de los indígenas, llegó a Perú en diciembre de 1931. Estuvo también poco más de un mes. Su estancia no se circunscribió a la ciudad de Lima. Interesado cabalmente en el cumplimiento de su encomienda, visitó las zonas de los pueblos incas, aunque en esos meses llueve mucho por aquellos rumbos.

Fue así como visitó Arequipa, Cuzco y Kaira, y cruzó el Lago “Titicaca” para internarse en Bolivia. Hasta esos momentos todas sus funciones estaban íntimamente ligadas con la educación. ¿Cómo fue posible, entonces, que el gobierno de México lo retirara de esas funciones y lo designara como representante diplomático? La explicación es que, generalmente, el gobierno de México designa como embajadores o ministros plenipotenciarios en los demás países a mexicanos de connotada inteligencia y, además y muy especialmente, que hayan realizado actividades relacionadas con el país a donde los comisionan. Pues bien, la intensidad con que realizó sus recorridos por regiones de Centro y Sudamérica, y su vocación de maestro, seguramente le habían permitido conocer y familiarizarse con los pueblos de aquellos países. Por lo tanto, no resulta extraño, más bien es explicable, que año y medio después de haber concluido aquel viaje a Centro y Sudamérica se haya pensado en él para que representara a México en alguna de aquellas naciones. Generalmente, el presidente de la República nombra a los representantes de México en el exterior tomando en consideración el conocimiento que esas personas tengan del país a donde se les destine.

El presidente de la República, general Abelardo L. Rodríguez, lo designó ministro plenipotenciario ante el gobierno de Ecuador el 3 de noviembre de 1933. Dicho nombramiento era a partir del 1 de enero de 1934. En aquel entonces, los medios de comunicación no eran tan rápidos y numerosos como en la actualidad. Es por esto que presentó sus cartas credenciales hasta el 25 de mayo ante el presidente Abelardo Montalvo.

Una persona puede tener ya el rango de Embajador y no laborar en una Embajada. Puede ser el secretario de Relaciones Exteriores, o subsecretario, o representante ante un organismo internacional, por ejemplo: la ONU, la UNES- CO, la OEA, etc.

Durante el cumplimiento de las funciones de don Moisés como representante de México en Ecuador, aquí se efectuaron las elecciones presidenciales en las que resultó triunfador el general Lázaro Cárdenas. Correspondió entonces a don Moisés Sáenz Garza la delicada tarea de cuidar que en Ecuador se conocieran fielmente las medidas progresistas e innovadoras que disponía el presidente Cárdenas.

En relación a esto, don Moisés informó a la Secretaría de Relaciones Exteriores en una comunicación fechada el 19 de diciembre de 1934 lo siguiente: “Por fortuna, en el Ecuador no hemos tenido que sufrir las informaciones tendenciosas sobre el momento mexicano y en general sobre nuestro país. Por el contrario, la prensa, (entonces todavía no había televisión) por lo común, al referirse a México, ahora y desde hace mucho tiempo, lo hace en términos de cordialidad, simpatía y admiración. Es una cordialidad que expresa justamente el sentimiento general del pueblo del Ecuador hacia México.” Para dar una idea del interés que en Ecuador se tenía sobre México y muy especialmente la importancia que se le reconocía al gobierno del general Lázaro Cárdenas, baste mencionar que el periódico La Tierra publicó íntegro el discurso pronunciado por el general en la ceremonia de toma de posesión como presidente.

Fue tan exitosa y brillante la breve actuación de don Moisés en el Ecuador, que se le honró al poner el nombre de “Moisés Sáenz” a la escuela mixta de un municipio llamado Arriaga. Con la modestia que caracterizó a don Moisés a lo largo de su vida, en carta fechada el 25 de septiembre de 1934, calificó el hecho de la siguiente manera: “La designación es a la vez que una gentil atención al suscrito, un reconocimiento de la obra emprendida en México en pro de la educación.”

Muy breve fue su estancia al frente de la Legación pues presentó sus cartas credenciales el 25 de mayo de 1934 y nueve meses después, febrero de 1935, se le nombró con el mismo cargo para Dinamarca, cambio sumamente extraño, pues habiendo sido designado ministro plenipotenciario en Ecuador por razones muy justificadas, dado su amplio conocimiento de ese país, especialmente en materia educativa, resulta difícil comprender que se le haya designado también enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno de un país escandinavo como es Dinamarca.

Fue designado el 1 de febrero de 1935 y llegó a Copenhague el 4 de mayo de ese año y presentó sus cartas credenciales cinco días después; en aquellos tiempos era inusual que tan rápidamente un nuevo representante de algún país fuera recibido tan rápidamente. Informó a la Cancillería Mexicana de la situación política, económica y social de ese país. Su impresión sobre la situación económica de la sociedad danesa era que allá no existían ni la riqueza ni la pobreza extremas. “El standard de vida es alto, la gente come bien, viste bien, vive bien.” Calificaba la vida política de aquel país como tranquila.

Poco tiempo representó a México en Dinamarca. Siete meses después de haber presentado sus cartas credenciales, el presidente Cárdenas expidió, el 3 de diciembre de 1935, el acuerdo designando a don Moisés Sáenz Garza como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México ante el gobierno del Perú. El agrement había sido solicitado el 25 de noviembre de 1935 y el día 28 fue contestado positivamente. ¡Apenas tres días después! Tal celeridad se explica porque en Perú todavía se le recordaba gratamente desde su viaje que había realizado en 1931 y era ampliamente conocido por su labor educativa, especialmente en el ámbito de los indígenas.

Arribó a Lima el 6 de mayo de 1936 y el 14 del mismo mes entregó las cartas credenciales al general Óscar Benavides, presidente del Perú. En junio de 1937, ambos países elevaron el rango de sus mutuas representaciones, pasando de legaciones a embajadas.

Don Moisés fue recibido con verdadero entusiasmo dado el prestigio de que gozaba en los círculos políticos y educativos. La prensa de Lima hizo comentarios muy elogiosos a su designación como embajador. Por ejemplo, el periódico La Crónica publicó una nota en la cual, entre otras cosas, decía: “Grato es el regreso de quien, durante su pasada gestión diplomática, no sólo se ha ganado múltiples simpatías por su alto espíritu, su serenidad, su tino y don de gentes, sino también por su intensa labor intelectual.” Presentó sus nuevas cartas credenciales el día 13 de ese mes de julio al mismo presidente peruano, ante quien había presentado las de ministro plenipotenciario: el general Óscar Benavides. En ambas presentaciones los discursos de don Moisés Sáenz Garza fueron muy diferentes. En la primera ocasión fue exclusivamente protocolario, formal; en el segundo introdujo un tema que siempre había manejado desde sus iniciales estudios sobre el indigenismo en América Latina: la integración americana. En aquellos momentos se originó un problema esencialmente político y delicado, pues el gobierno peruano había puesto fuera de la ley al APRA, (Alianza Popular Revolucionaria Americana), partido de oposición fundado en México, precisamente por su postura internacionalista. No se suscitó problema alguno pues el embajador Moisés Sáenz Garza se refería a la integración americana con inteligente delicadeza y el presidente Benavides fue igualmente cortés.

Con alguna frecuencia don Moisés viajaba entre México y Perú. En febrero de 1940 vino a nuestro país para organizar el Congreso Panamericano Indigenista por indicaciones del propio presidente Cárdenas. Démonos cuenta que don Moisés siempre se ocupó a lo largo de su vida de los temas que tuvieran qué ver con los indígenas. En ese mismo año, el general Manuel Ávila Camacho llega a ser Presidente de México; don Moisés presentó su renuncia al nuevo mandatario, misma que no le fue aceptada. Alguna vez me contó su sobrino, el también embajador Fernando Elías Calles, que, sin saber el motivo, se encontraba en Perú una pequeña avioneta propiedad de México. Don Moisés dispuso que se destinara como ambulancia para auxiliar a los enfermos habitantes de la selva peruana. Imaginémonos con esto, ¡cuánta admiración y gratitud se le tenía en aquel país!

A mediados de septiembre de 1941, empezó a declinar su estado de salud. La Secretaría de Relaciones Exteriores ordenó al funcionario Rafael Fuentes, quien trabajaba en nuestra embajada en Chile, que se trasladara urgentemente a Lima para quedara como segundo allí, debido a su delicado estado de salud. A pesar de los cuidados médicos que tuvo, falleció el 24 de octubre de 1941, a los 53 años de edad.

Por su bien ganado prestigio, su muerte fue muy sentida por el gobierno y el pueblo peruanos. Si cuando llegó a Perú ya con el rango de embajador la prensa se explayó en elogios hacia su persona, con su muerte, a los elogios se sumaron numerosas y sentidas expresiones de condolencia. Los periódicos La Crónica, El Universal, El Comercio y La Prensa, dedicaron amplios espacios a su trayectoria y muerte.

Incluso los periódicos de Ecuador publicaron notas y artículos lamentando su deceso, pues todavía lo recordaban muy gratamente. Fue sepultado con honores el 25 de octubre en el Panteón de Bellavista, en Lima. Para que nos demos cuenta de cuánto se le quería y admiraba y el respeto que le tenían, los jefes de las misiones diplomáticas, acordaron en todas y cada una de las embajadas de sus países, izar sus banderas a media asta y no realizar, durante 10 días de duelo, actividades sociales oficiales.

Semanas después de su fallecimiento, Rafael Fuentes, quien se había quedado como encargado de negocios ad interim, gestionó que sus restos mortuorios se enviaran a México. Para ello, tuvo que solicitar a la Secretaría de Relaciones Exteriores que le enviara la cantidad de 191 dólares, destinados a pagar su traslado a La Habana a bordo del barco chileno “Aconcagua”. Sirva este dato como prueba de las penurias por las que pasaban nuestras representaciones en el exterior.

El barco zarpó hacia Cuba el 3 de noviembre. Los restos fueron acompañados por su hermana María de Jesús Sáenz y su hijo Josué Sáenz, quienes se habían trasladado a Perú los días previos a su fallecimiento. Desde La Habana, el cadáver fue trasladado al puerto de Veracruz en un barco de nombre “Monterrey”. ¡Vaya coincidencia!. Llego el día 17 –es decir, tardó 2 semanas el traslado– y al día siguiente terminó su largo viaje cuando llegó por tren a la ciudad de México, donde fue sepultado en el llamado Panteón Moderno.

Cuarenta años después, el 29 de junio de 1981, por acuerdo del entonces presidente de México, licenciado José López Portillo, los restos llegaron a su merecido destino final: la “Rotonda de los Hombres Ilustres”, ubicada en el Panteón de Dolores de la ciudad de México. Este nombre de “Rotonda de los Hombres Ilustres” fue modificado el 4 de marzo de 2003 por el de “Rotonda de las Personas Ilustres”, en razonable y justo reconocimiento a las mexicanas que se distinguieron con sus aportaciones a nuestra vida nacional. Ya se encontraban en la Rotonda: Ángela Peralta, cantante de ópera, 1937; Virginia Fábregas, actriz de teatro, 1950, y Rosario Castellanos, poetisa, escritora y diplomática, 1974.

Posteriormente, fueron inhumados allí los cadáveres de: Emma Godoy, escritora y defensora de la dignificación de la vejez; María Lavalle, pionera de la participación de la mujer en la administración pública y Dolores del Río, actriz de la época de oro del cine mexicano.

Don Moisés Sáenz Garza, durante 3 regímenes presidenciales, fue ministro plenipotenciario o embajador. Su fecunda labor duró poco más de 17 años.

Publicó, entre otros, los siguientes libros: Some Mexican Problems, 1926; El Sistema de las escuelas rurales en México, 1927; Sobre el indio peruano y su incorporación al medio nacional, 1933; Carapan. Bosquejo de una experiencia, 1936; México íntegro, 1939, y Perú. Joyas, telas, cerámica, 1947.

Mucho, pero quizás no lo suficiente, se le ha reconocido su prestigio en el desarrollo de la educación de México. Particularmente, como ya lo mencioné al principio, en Nuevo León llevan su nombre 6 bibliotecas: una estatal que se encuentra en Monterrey, otra municipal también en Monterrey; 3 en Apodaca y una en General Escobedo; y quince escuelas: 3 de nivel preescolar en Apodaca; 7 primarias: 2 en Guadalupe y una en cada municipio de: Monterrey, Apodaca, General Terán, Linares y General Escobedo; 4 escuelas secundarias: en Monterrey, en García, en Salinas Victoria y en Apodaca. También lleva su nombre la Escuela Normal Superior del Estado. En la plaza principal del pueblo donde nació, El Mezquital, existe en su honor un monumento, y en el centro del municipio de Apodaca existe un Museo y Casa de Cultura que lleva su nombre y en el que también existe un busto erigido en su honor. En mayo de 1991 fue declarado por el Congreso del Estado, a iniciativa del entonces gobernador, licenciado Jorge Treviño, Benemérito de la Educación Nuevoleonesa. §