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Revolución sexual, por Armando Hugo Ortiz

En vísperas de iniciar el tercer milenio, se levantaron evaluaciones y encuestas para integrar una lista de los descubrimientos e invenciones más notables del siglo XX.

En este tipo de ejercicios nunca habrá unanimidad, pero en esa ocasión, la mayoría de los resultados incluyó entre lo más destacado a la píldora anticonceptiva. Tal vez la trascendencia se deba a su impacto polivalente, pues influyó en las esferas médica, política, religiosa y sociológica. Se le considera uno de los factores clave en la llamada revolución sexual que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX, consistente en revalorar la moral y los comportamientos sexuales en la cultura occidental.

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El primer esteroide anticonceptivo fue elaborado en 1951, por un trío de jóvenes bioquímicos que trabajaban en la compañía Syntex de México, S. A., en la ciudad de México. Integraron el equipo: Carl Djerassi, de 28 años, George RossenKanz y el mexicano, Luis Ernesto Miramontes (1925- 2004). Este último tenía entonces 26 años.

El doctor Miramontes nació en Tepic, Nayarit, y junto con su familia se mudó a la ciudad de México. Su formación representa un rotundo mentís a los detractores de la educación pública mexicana, pues cursó todos los estudios, desde la primaria hasta a la profesional, en escuelas “de gobierno”. Hizo el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria y la licenciatura en la Facultad de Ciencias Química de la UNAM.

El 15 de octubre de 1951, el grupo de jóvenes científicos consiguió la síntesis de la sustancia que llamaron noretisterona; en principio consideraron que podía utilizarse para los desórdenes menstruales y la infertilidad femenina. Posteriormente concluyeron que ingerida por la vía oral, altera el ciclo menstrual de la mujer e impide la ovulación, y con ello la fecundación. La noretisterona fue el elemento activo de la píldora anticonceptiva.

Luego de varios años dedicados a concluir el protocolo de investigación, en 1960, la compañía Syntex solicitó y obtuvo de la Agencia de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos, el permiso para la comercialización de la píldora. Desde ese mismo año se empezó a utilizar en la Unión Americana y su uso pronto se diseminó por todo el orbe.

Al igual que las vacunas, antibióticos y medicamentos trascendentes, la píldora tiene muchas bondades: es de bajo costo, sin reacción colateral notoria y su efecto es reversible, al suspender el tratamiento se recupera la fertilidad. Existen hoy otras alternativas como el dispositivo intrauterino, el parche anticonceptivo, la píldora del día siguiente, la esponja anticonceptiva, el anillo vaginal, el implante hormonal subdérmico. También procedimientos quirúrgicos como la vasectomía, ligadura de los conductos seminales en el varón, y la salpingoclasia, ligadura de las Trompas de Falopio. Estos procedimientos son irreversibles. La píldora es el contraconceptivo más práctico y funcional, con 99% por ciento de eficacia.

Cuando empezó a usarse la píldora en México, seguía vigente el adagio machista de que la vieja debía estar como la carabina: siempre cargada y arrinconada. Se mencionan casos de mujeres que prácticamente sólo tuvieron su menstruación inicial; desde entonces por siempre embarazadas o en el puerperio. La píldora se convirtió en munición de la carabina que abandonó el rincón; gracias a ella la mujer, por lo general junto con su pareja o sola, pudo elegir su futuro como madre, tener el control de su cuerpo, decidir la cantidad de hijos que quería y el momento deseado. Le permitió, pues, la actividad sexual sin la preocupación del embarazo.

Desde el siglo XIX las demandas de la mujer se habían enfocado a la equidad de derechos en el matrimonio (en ciertos actos legales necesitaba el permiso del marido); más tarde se luchó por mejorar las condiciones laborales y del ámbito político, como el derecho al voto femenino. Desde 1965, en la efervescencia de las movilizaciones estudiantiles en los países occidentales y el advenimiento de la píldora, se planteó también considerar para la mujer el acto sexual como placer y goce, y no sólo para la procreación.

Cuando se popularizó el uso de la píldora, la Iglesia Católica tomó cartas en el asunto: en 1963, Juan XXIII nombró una comisión de teólogos para valorar el nuevo medicamento; tras fallecer este pontífice, dicha comisión continuó su labor bajo su sucesor, Juan Pablo VI.

Legal y médicamente se considera que la vida empieza desde la unión del óvulo y un espermatozoide, o sea, con la fertilización. A partir de este momento la píldora es inocua. Sin embargo, la Iglesia Católica asumió en 1968 que la mujer no debía tomarla, pues provocaba en algunos casos el aborto. En la Encíclica Humanae Vitae, pontificó que la mentalidad anticonceptiva conduciría al adulterio, el divorcio, el aborto legalizado y la desintegración de la familia. La mayoría de los países aceptó y hasta promovió el uso de este anticonceptivo, salvo casos singulares como España. Allí, durante la dictadura de Franco, la píldora fue considerada ilegal y perseguida penalmente, y sólo se aceptó en la década de los 80, luego de la muerte del dictador.

La Iglesia Católica continúa en su postura original y se opone a todo método anticonceptivo, salvo el ritmo biológico y la abstención. Es poco probable una variación en corto o mediano plazo. Recordemos que en el caso de Galileo Galilei, el Vaticano tardó casi cuatro siglos en rectificar su punto de vista.

Se dio la coincidencia de que, por esos años 60 del siglo XX, surgieron voces de alarma entre algunos teóricos sobre la explosión demográfica. Se pintaban panoramas apocalípticos con la sobrepoblación. La mayoría de los gobiernos no sólo aceptó, sino también auspició entre las mujeres la rutina de las 28 píldoras por mes. Resultó un método confiable y económico para el control de la natalidad y la planificación familiar.

El doctor Miramontes continuó con sus trabajos de docencia e investigación en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNAM y en el Instituto Mexicano del Petróleo. Es notorio que cuando falleció en 2004, hubo poco reconocimiento a su obra en la esfera gubernamental. Tal vez haya influido que el presidente era Vicente Fox Quesada, católico reconocido y con una fiel devoción hacia el Vaticano y el papa Juan Pablo II.

La píldora fue catalogada por instituciones mundiales como una de las 40 invenciones más importantes generadas entre 1794 y 1964. En el 2005 la Academia Mexicana de Ciencias denominó la invención del doctor Miramontes como la contribución mexicana más importante a la ciencia mundial en el siglo XX. Colateralmente, la píldora ayudó a disminuir el número de abortos hechos de manera ilegal o clandestina, a cargo de médicos, prácticos y comadronas, y a evitar consecuencias trágicas en algunos casos. En otro aspecto, su uso generalizado no propició el incremento de las relaciones premaritales, que han existido en toda la historia de la humanidad.

Una faceta más de la liberación sexual fue la apología, entre algunos grupos, del amor libre o las relaciones sexuales colectivas. Para algunos, esto significaba promiscuidad, orgías. Las comunidades de este tipo ya se habían presentado desde el siglo XIX, en especial en los Estados Unidos, sobre todo por la iniciativa de migrantes europeos bajo la mística del Nuevo Mundo.

Con el advenimiento de la píldora, de momento quedaron en la historia otros métodos anticonceptivos: el ritmo biológico, el coitus interruptus y el condón. Con todo y la píldora, continuaron los esfuerzos para legalizar el aborto inducido antes de los tres primeros meses de embarazo, sólo bajo expresa solicitud de la mujer, sin necesidad de dictamen médico o jurídico. Europa y los Estados Unidos fueron pioneros en atender esta demanda. En la ciudad de México se legalizó desde el 2007. Como consecuencia, los hospitales públicos están obligados a atender a la mujer que solicite este procedimiento. Las estadísticas a la fecha señalan que no se ha incrementado el número de abortos.

La tendencia a la liberación sexual tuvo un reflujo desde la aparición de la epidemia de VHS a principios de los años 80. Se habló entonces de sexo seguro con el uso del condón; el slogan fue: sólo con tu pareja, (sin especificar el sexo de la misma).

La aparición del sida y el haber satanizado en principio a los homosexuales como propagadores de esta enfermedad, propició que ellos salieran del closet a ventilar a la luz pública prácticas y conductas disimuladas o clandestinas. Se pasó así, de la lucha por la equidad de género a conseguir la tolerancia a la diversidad de orientación sexual. En el orbe se organizaron grupos de lesbianas, homosexuales y personas que simpatizaban con esta demanda; se cabildeó al respecto, primero para legalizar uniones del mismo sexo, con todos los derechos y prestaciones de los matrimonios heterosexuales; después para obtener el derecho de estos matrimonios a la adopción de hijos. En este aspecto, la ciudad de México también va en avanzada en nuestro país, pues aceptó el matrimonio homosexual en diciembre de 2009.

El lenguaje también tuvo cambios. Palabras de uso común en México por décadas, como: marica, joto, puto, manflora, machorra, marimacho, se consideran hoy agresiones “homofóbicas”, éste uno de los tantos términos novedosos. Más de un bocón ha tenido que acudir a los tribunales para responder judicialmente por demandas de esta naturaleza.

La liberación femenina y la revolución sexual fueron aceptadas por la mayoría de los varones heterosexuales sencillamente porque no había opción. De manera indirecta se compartió con la compañera el beneficio de controlar el número de hijos; se entendió que tanto hombres como mujeres pueden hacer de su vida un rehilete, y que otras conductas y preferencias se deben, no tanto compartir o respaldar, sino al menos tolerar.

Directamente, el heterosexual no había recibido beneficios, y aparentemente así iba a concluir el siglo y milenio, cuando apareció otra píldora, considerada por muchos como la versión masculina de la anticonceptiva: la pastilla azul, la vitamina V, el Viagra.

Desde la prehistoria, cuando presuntamente se dio la transición del régimen matriarcal a patriarcal, han quedado testimonios arqueológicos del falo como signo de la supremacía masculina. En un país tan machista como el nuestro, el asiento de la virilidad se localiza en el pene, prácticamente desde la infancia.

Desde la época en que México se transformaba de país campesino en urbano, algunos mozuelos buscaban lugares poco frecuentados para presumir erecciones, practicar masturbación en grupo, y en ocasiones competir para ver quién eyaculaba primero, con mayor potencia y a más distancia.

Posteriormente, al llegar el momento de “cumplirle” a cabalidad a la mujer, se recomendaba al varón próximo al matrimonio el reforzar su dieta, ingiriendo mariscos en abundancia, pues eran revitalizantes sexuales muy efectivos.

El lenguaje agresivo y alburero del mexicano tenía y tiene connotación sexista. Se ufana de la fogosidad por los coitos que se pueden tener en una noche con una o varias mujeres y aun con otro varón (“siendo agujero hasta de caballero”); algunos afirmaban perder la cuenta de los orgasmos conseguidos. Sobre su abundancia, alguno se jactó de la conveniencia de establecer su cremería o lechería, alucinación de los futuros bancos de esperma.

Con el paso de la edad disminuía la agresividad del lenguaje, y también las señales que mandan sus hormonas para la actividad sexual. De la cópula diaria se pasaba a la terciada, luego a la semanal. Una reflexión popular asienta que cuando eres joven, la preocupación durante el acto sexual es evitar al máximo la eyaculación y prolongar el goce; ya de viejo, la preocupación es simplemente terminar pronto.

Llegaba un tiempo en que se bromeaba acerca del esfuerzo para juntar la “gotita”, el “encargo” mensual para la esposa o compañera. Todavía hay en algunas cantinas un popular cartel de la pareja de gordos desnudos en la cama: el varón manipula su miembro buscando en vano la erección, mientras la mujer se carcajea.

De manera silenciosa, sin oportunidad de una despedida formal, llegaba el momento en que: “Nomás no paraguas”, “Nicaragua ni Managua”, “Ni con el himno nacional” (se le para). Una opción era seguir el consejo del poema “Desiderata”: acatar dócilmente el consejo de los años y abandonar con donaire las cosas de la juventud. Pero con frecuencia la libido persiste en la mente y siempre se busca una vez más; se decía que la última instancia era el sexo oral.

El maestro Armando Jiménez en su compilación de la Picardía mexicana, incluye unos versos publicados en El Jarochito, Veracruz, en 1913, posteriormente enriquecidos por otros líricos. Helos aquí:

Así terminamos todos. Qué triste es llegar a viejo/es un constante sufrir el chile se hace pellejo/la vieja te hace pendejo todo se te va en dormir/y aunque tengas buena vieja no te le puedes subir.

Crecen los hijos/merma la dicha pasan los años/merma la vida crecen las cejas/merma la vista crecen los huevos/merma la picha (pero si merma la picha/crece la lengua ¡y sigue la dicha!).

Menciona además un refrán: “El que llega a los sesenta y nueve, no pasa del sesenta y nueve”, aludiendo a una postura para el intercambio de sexo oral en simultáneo.

Entonces, como en cuento de hadas, apareció el Viagra y siguió la dicha. Con respecto a la píldora anticonceptiva, el maestro Luis Ernesto Miramontes comentó en alguna ocasión respecto a su hallazgo: “Me siento afortunado, porque el investigador en su afán de encontrar la verdad, ignora qué hallará finalmente y cuál será la magnitud o campo en que repercutirán los resultados”.

Algo similar sucedió con la pastilla azul. En la investigación sistemática que llevan a cabo todos los laboratorios en busca de nuevas sustancias médicas, la compañía farmacéutica Pfizer experimentó en Inglaterra, en Sandwich Dover, con un compuesto al que llamó sildenafilo. Originalmente se pretendió utilizarlo para la hipertensión arterial pulmonar, enfermedad poco frecuente, y la angina de pecho, pero los estudios revelaron que producía una erección del pene más prolongada en tiempo y potencia. Se descubrió que se debe al incremento de irrigación sanguínea en las cavernas del falo. Queda la curiosidad sobre cómo se llegó a tal inferencia, pues este efecto sólo se presenta cuando hay excitación sexual.

Cumplido el protocolo, el medicamento fue patentado por Pfizer en Inglaterra, en 1996. Como descubridores quedaron registrados Peter Dumm y Albert Wood.

El nombre comercial Viagra deriva de un vocablo del idioma sánscrito que significa “tigre”, por los monumentos de este animal con el pene erecto que se encuentran en los portones de muchos templos hindúes. La FDA autorizó su venta pública en 1998. Salvo situaciones muy específicas, puede ingerirlo cualquier varón sin efectos colaterales indeseables.

El primer nicho de consumidores fue el de los varones de la tercera edad con dificultades de erección, consideradas entonces inevitables. Con el fenómeno de envejecimiento de la población de los países del primer mundo, resultó ser un mercado sustancioso. Tal vez de manera inducida como estrategia publicitaria, aparecieron artículos médicos y estadísticas para aseverar que la disfunción eréctil no era exclusiva de los ancianos, sino que se presentaba a cualquier edad y por causas disímbolas. Otra deficiencia novedosa fue la eyaculación precoz. Con esto se amplió el campo de clientes y hoy la ingieren varones de cuarenta o cincuenta años. Sin embargo, los mismos laboratorios insisten en su inocuidad cuando no hay disfunción eréctil.

Pfizer obtuvo sustanciosas ganancias durante los primeros años, pero después surgió la competencia de otras marcas, algunas eficaces y otras fraudulentas. La variedad de medicamentos y el hecho de que la patente del Viagra ya prescribió, han provocado que estos fármacos se abaraten.

En el apogeo del Viagra al inicio del tercer milenio, don Gabriel García Márquez publicó en 2004 su novela Memoria de mis putas tristes, donde el protagonista es un anciano que para festejar su cumpleaños 90 decide desflorar a una doncella de 15. No se localizó información respecto a que la novedad del Viagra haya influido en la novela, pero sí muchos comentarios sobre lo inverosímil del protagonista, incluyendo las acotaciones jocosas de su querido amigo José Saramago. El dicho más frecuente es que Memorias de mis putas tristes es la mejor obra de realismo mágico de García Márquez.

Gracias a las novedades farmacológicas es posible prolongar el placer de la erección, pero sólo se difiere el momento en que el varón afronte la misma disyuntiva: abandonar con donaire las cosas de la juventud o ensayar el sesenta y nueve.

El avance de la ciencia médica en el siglo XX coadyuvó en la revolución sexual, en la liberación femenina, en avanzar hacia la tolerancia de otras modalidades de parejas y en prolongar la edad del goce sexual. Para algunos, gran parte de ello sólo fue mera aceptación pública de actitudes y prácticas consideradas tabú en el mundo occidental, pero que han sido cotidianas en la historia de la humanidad.

Tal vez lo más revolucionario fue lo que comentó uno de los padres de la píldora anticonceptiva, Carl Djerassi. Él expresó que gracias a esta se pudo efectuar el acto sexual sin obligadamente procrear. En el despunte del tercer milenio, merced al avance de la genética y la fecundación in vitro, se disoció el sentido inverso del binomio: hoy se puede procrear sin actividad sexual. §