A
nte la proximidad del nuevo año, volvemos a reiterar, en una suerte de serie inacabada, los mejores deseos de prosperidad y felicidad. A veces nos parece que ese rito, que cumplimos anualmente de manera inexorable, apenas tiene una caladura superficial, porque acudimos invariablemente a frases trilladas. Es claro que si transmitimos a nuestros destinatarios el augurio de circunstancias felices, nos topamos con las limitaciones del idioma, porque, para desear un buen año, no existen otras fórmulas que las usualmente empleadas. Esta pequeña digresión nos permite detenernos a reflexionar. Es evidente que podemos emplear un formulismo vacío. No obstante, podemos hacer un alto en el pensamiento y conferir un sentido profundo a la salutación. La circunstancia de que diversos acontecimientos se repitan con periodicidad, no les resta significación, particularmente cuando los destinatarios se encuentran unidos mancomunadamente en pos de objetivos comunes. Además, somos tributarios de una profesión que nos enaltece, y que nos llena de orgullo compartido. Hemos caminado tras los mismos ideales, contando para el caso con el bagaje de años de estudio y reflexión. Conocemos la naturaleza humana y en esta etapa de la vida, aceptamos con convicción plena, los valores encarnados por la amistad, la hidalguía, y aún nos conmueve la excelencia. Por estos y otros motivos, el fraternal abrazo que queremos hacer llegar a nuestros asociados, cobra en esta ocasión un relieve muy especial. Estamos convencidos de que los mejores deseos y anhelos que podemos transmitir, van encontrar el aprecio de nuestra gran familia, porque al hacerlo, sentimos también que el mensaje ha llegado. El Consejo Directivo
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