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Estrategia exportadora para el desarrollo de Argentina

"Estrategia exportadora para el desarrollo de Argentina"

Por el Mg. Alejandro Vicchi, consultor en desarrollo económico, comercio internacional y responsabilidad social, autor del libro "Estrategia exportadora para el desarrollo de Argentina".

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Diversificación a base de valor agregado

Hay bastante consenso en la necesidad de modificar el perfil exportador. Diversifi- car nuestra oferta exportable, sobre todo, porque hoy la misma está basada en commodities (es decir, pro- ductos cuyos precios los fija el mercado internacional). Pero ¿cómo hacerlo? Una manera es aumentando el valor agregado nacional. Tenemos algunos complejos exportado- res industriales que tienen un desempeño interesante, pero la participación, en el pro- ducto terminado, de nuestro valor agregado, es menor a la mitad. Incorporar insumos importados es necesario, pero la meta debería ser que el crecimiento del nivel de ex- portación esté por encima del costo que nos implicaron esos insumos de origen exterior, es decir, que ese crecimiento de la exportación se explique por el valor agregado que hemos incorporado a nuestros pro- ductos. Ahora bien, cuando hablamos de sumar valor agregado no necesariamente nos referimos a una mayor industrialización. Sino que, puede lograrse, también, a través de la adición de servi- cios, tales como la logística, o la denominación de origen, la marca país, las certificaciones orgánicas, etc. Hoy día el foco no está tanto en el producto, sino en los servicios que los acompañan.

Los servicios como estrategia de inserción

El diseño de las estrategias de inserción comercial, se ha basado mayormente en aspec- tos económicos: cómo com- petir con el tipo de cambio, mejorar los costos, conseguir ventajas sobre aranceles de importación en accesos a otros mercados, etc. Hoy la tecnología permite una de- manda muy especializada, y las estrategias enfocadas en el valor del producto no tienen frutos si los bienes y servicios que se ofrecen no dan con la preferencias y los gustos de la demanda en mayor propor- ción con respecto a nuestros competidores ya sea locales o del mercado internacional. Y dado que cada vez es más fácil copiar el producto, ac- ceder a las materias primas y poder comercializarla en el mercado, la adecuación a los gustos de la demanda se está enfocando en la experiencia del servicio: la información que acompaña el producto, la capacitación, el servicio de post-venta, la trazabilidad, etc. Es este abanico de posibi- lidades el que exige y capta la atención del comprador.

En Argentina se han fomen- tados sectores exportables fuertes, pero hay una necesi- dad de especialización de cada uno de estos sectores, en vir- tud de los servicios aledaños, que deben incluirse dentro de la canasta exportadora, y que además son, internamente, generadores de empleo.

Nuestros productos pensados como franquicias

Entre los servicios de los que venimos hablando, hay uno que resulta de importancia capital: el marketing. Se he hecho famosa la frase: “dejar de ser el granero del mundo para ser el supermercado del mundo”. Es decir, que ahora nuestros productos no sean simplemente commodities, sino que tengan una marca y lleguen envasados a la góndola de todo el mundo. Y aunque contamos con algunos pro- ductos no-commodities que se han posicionado bien en el exterior, tales como la mar- roquinería, la carne y el vino argentinos, es muy difícil encontrar afuera una fideli- dad a las marcas. No existe tal cosa como una fidelización del cliente. El cliente quiere cuero, carne o vino de buena calidad, y el local multimarca se lo pro- vee. Pero nuestros productos podrían ser mañana reemplazables por otros similares. Somos un proveedor más, y por tanto las condicio- nes las pone el supermercado en destino. Hoy nos compra, mañana deja de hacerlo. Por tanto habría que revisar esa idea de ser “el supermer- cado del mundo”, más bien deberíamos llegar al directa- mente al consumidor mediante bocas de expendio o puntos de venta propios. Es decir, pensar nuestras mar- cas como franquicias, como cadenas de restaurantes, de parrillas argentinas, de tiendas de cuero, de vinerías, donde se promocione la marca país a través de productos comple- mentarios, y de esta forma se difunda nuestra cultura, nues- tra música, nuestros destinos turísticos. En materia de crecimiento del comercio exterior, las políticas públicas son determinantes. Prácticamente todos los países que muestran un buen desempeño, poseen un rol activo y claro de sus gobiernos. Las sedes diplomáticas pujan por acuerdos de apertura y baja de aranceles en el exterior. Los Ministerios de Comercio Exterior, desarrollan políticas de aper- tura inteligente, determinando prioridades a través de un delicado juego de restriccio- nes y fomentos, que incluyen regímenes arancelarios y beneficios fiscales. Y las agen- cias estatales, buscan capacitar y ayudar a los empresarios (tal la función de nuestra Agencia de Inversiones y Comercio In- ternacional). Argentina cuenta con toda esta estructura, pero los resultados no son los espe- rados, no por falta de institu- ciones, sino por otras razones fuera del contexto específico del comercio exterior. Así, por ejemplo, las políticas cambiaria y tributaria, no suelen alinearse al objetivo de mejorar el desempeño ex- portador. Y ello incluso se traduce en un mal desempeño de las instituciones propias al comercio exterior. Entonces, un actor clave como la Adua- na, se enfoca principalmente en la recaudación, perdiendo de vista la importancia del ingreso de divisas al país. Y vemos como realiza procedimientos excesivos de control que no tiene otra justificación que la tributaria, y que en la práctica, juega en contra del incremento de las exportaciones argentina. Ello, sin ahondar en cuestiones bu- rocráticas, y de falta de trans- parencia que son problemas históricos que todos quienes participan del comercio inter- nacional en este país las conoce. Para quebrar con todas estas cuestiones, se necesita una política de Estado abarcativa, clara y fuerte.

Alineación de los distintos actores

Dentro de lo que son las políti- cas de Estado es fundamental entender que el crecimiento de nuestras exportaciones se logrará en la medida que haya una cadena de actores y siste- mas que trabajen en la misma dirección. No se puede circunscribir la tarea exclu- sivamente a la Cancillería o el Ministerio de Desarrollo Productivo. Es necesario que todo el gabinete del Gobierno Nacional esté alineado con este objeto y trabaje en esa dirección. Entre otras razones porque se necesitan que los diferentes ministerios que intervienen más específica- mente en el comercio exterior, conformen una cadena, y no sean eslabones inconexos. Si el Ministerio de Economía se encarga de las políticas tributarias (y por tanto de él depende la Aduana) y otro Ministerio regula la logística, ¿cómo se alinean ambos para no generar pérdidas de tiempo, y por tanto de competitividad? Una buena amalgama estaría dada por la generación de un nuevo marco legal. La promo- ción de exportaciones se re- gula por medio de la ley 23.101, que fue una de las primeras sancionadas luego del regreso de la democracia y que nunca se llegó a aplicar en su to- talidad. A casi cuatro décadas después de su sanción, precisa de una adecuación a los tiem- pos actuales. Hablamos siempre de alineación, de coordinación, pero no de centralización. Pues hay demasiado trabajo para llevar a cabo, y el universo de organismos provinciales de promoción de exportaciones y cámaras de comercio exterior cumplen un rol fundamen- tal, porque están en contacto con las realidades locales y las necesidades empresariales. Los organismos nacionales de- berían apoyarse y aprender de ellos, y actuar de vaso comuni- cante.

Contacto:

www.estrategiaexportadora. com.ar

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