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a. Confederación Nacional Agraria (CNA
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táctica fueron las comunidades campesinas y las cooperativas agrarias. Las primeras, debido al bajo nivel de conciencia política y a la reactualización de relaciones paternalistas con el Estado, aceptaban la afiliación, tomándola como un requisito más para lograr la ejecución de obras públicas o la solución de algún trámite administrativo. A las segundas, en cambio,se les incluía abiertamente mediante distintos mecanismos de presión. Tal forma de afiliación ocasionaba contrasentidos; por ejemplo, que los trabajadores de una empresa como socios de la cooperativa estuviesen afiliados a la CNA, mientras que como miembros del sindicato lo estuviesen a la CCP u otra entidad intermedia.
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En octubre de 1974, en su congreso de constitución, 18 federaciones agrarias dieron nacimiento formal a la Confederación Nacional Agraria, que entonces declaró incluir a más o menos 400 mil campesinos y trabajadores agrícolas. Hasta 1977 la CNA alcanzó un total de 3,365 organizaciones de base y 159 Ligas Agrarias, reunidas en 20 federaciones agrarias departamentales: "Atusparia-Ucchu Pedro" de Ancash, "Tupac Amaru II" del Cusco, "Rumi-Maqui" de Puno, "Chino Velasco" de lca, "Selva Maestra" de San Martín, "Nor-Oriente Peruano" de Amazonas, "Illa Thupac" de Huánuco, "Luis de la Puente Uceda" de Paseo; "Juan Velasco Alvarado" de Apurímac, "Juan Taype" de Huancavelica, "Selva Socialista" de Loreto, y las de Lima, La Libertad, Lambayeque, Ayacucho, Piura-Tumbes, Cajamarca, Junín, Tacna-Moquegua y Arequipa, entidades que afiliaban 679,825 miembros (cuadro 51 ).
Resulta sumamente ilustrativo examinar la composición de la CNA pues permite conocer sus rasgos característicos más importantes. En primer lugar, es interesante señalar que la mayor parte de sus afiliados (30 %) se ubicaba en Junín y Cusco que, como hemos mencionado, hasta antes de la reforma aparecían como bastiones del movimiento campesino independiente. De otro lado, es también notable el predominio de las comunidades campesinas, que representaban el 61 % de las bases y el 76% de los campesinos afiliados; mientras que las cooperativas agrarias de producción alcanzaban el 15 %de las bases y el 9.5 % de los afiliados. Esto revela ausencia de la mayor parte de los componentes del sector asociativo (sólo 158 de los 778 grupos campesinos, 29 de las 60 SAIS, 252 de las aproximadamente 1,000 comunidades nativas y 75 de más de los 600 sindicatos agrarios habían considerado atractivo incorporarse a la CNA) e, igualmente, los magros resultados del intento de organizar al campesinado sin tierras. Debe subrayarse también la casi inexistencia de organizaciones de propietarios, índice de que nuevamente la realidad discrepaba del proyecto, dado que si bien la CNA asumía una representa
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ción pluriclasista, ésta favorecía a sectores campesinos y en la práctica dejaba de lado los propósitos conciliatorios para los que fue creada.
Por otra parte, este mismo examen permite apreciar el grado en que primaba la adhesión forzada y formal de comunidades campesinas y cooperativas agrarias en la organización de esta nueva entidad central. No obstante, acogía a organizaciones de base creadas a raíz de intensos procesos de movilización, tales como la Liga de Supe, Barranca y Pativilca, o las ligas formadas por los sindicatos del departamento del Cusco.
En este último caso es posible percibir una distinta causa de afiliación: la identificación con el proyecto político militar, atribuible a la confusión ideológica originada por el mensaje cooperativo, y la retórica antiimperialista y anti-oligárquica que usaban los teóricos del régimen. En estas circunstancias, el papel del mensaje cooperativo era reforzar la diferenciación social del sector proletario beneficiado respecto al conjunto proletario, semi proletario y campesino no beneficiado, incidiendo en que por haber accedido el primero a la condición de propietario ya no tenía intereses en común con los segundos. La retórica política, en cambio, recogía de algún modo el débil nivel de conciencia política de las bases a fin de subordinada a la acción estatal. Sin embargo, las organizaciones así incorporadas no fueron mayoría, por el contrario correspondían sólo a algunos valles de la costa y sierra, sin alcanzar significación en el gran conjunto formado por las que se afiliaron respondiendo a motivaciones formales o de clientelaje.
Por estas razones, si bien por su número de afiliados la CNA aparecía como la mayor organización campesina del país, resultó relativo el apoyo de sus bases por el carácter formalista y vertical que predominó en su creación y consolidación.
Desde su establecimiento la CNA logró paulatina presencia en instancias estatales, como los ministerios de Agricultura y Alimentación, Tribunal Agrario, Banco Agrario, CENCIRA, e incluso en el proyecto de "socialización" de la prensa se le asignó uno de los más importantes diarios capitalinos. Sin embargo, la decisiva influencia estatal no permitió que sus representantes pudiesen llegar hasta las últimas consecuencias en sus demandas de solución a los problemas de sus bases. Aun así y, sobre todo durante los dos últimos años del gobierno de Velasco, los sectores del campesinado influidos por la CNA le dieron un importante sustento político al régimen, fustigando las acciones del movimiento popular y apoyando toda medida gubernamental. Igual sucedió a comienzos del gobierno de Morales Bermúdez, cuyo intento de constituir un Frente de Defensa de la Revolución fue respaldado sin reservas por la CNA. Poco a poco, sin embargo, en la medida que sus demandasno podían ser satisfechas y que el discurso ideológico participacionista se
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apartaba de la realidad, surgieron importantes fuerzas internas que, reivindicando su identificación con los objetivos iniciales de las reformas, pugnaron por el cambio de estrategias pasando del diálogo a la acción, y del aislamiento a la unión con otras fuerzas populares. Ocurrió ello, sobre todo, a partir del incremento de la presión de las bases y del endurecimiento del gobierno ante las actividades de la Confederación, algunos de cuyos líderes llegaron a ser reprimidos y se concretó, en 1976, con la incorporación del general Leonidas Rodríguez Figueroa, anterior jefe del SIN AMOS, en calidad de asesor de la CNA y la elección como presidente de la misma de Avelino Mar Arias, ex presidente de la FARTAC y del Frente de Defensa de la Revolución.
Dichos visos de autonomía le valieron la pérdida del favor estatal e incluso dieron lugar a un intento fallido, promovido por SINAMOS en 1977, para renovar a sus dirigentes, reestructurar su organización y modificar su comportamiento. De ahí que, en respuesta, los siguientes pasos de la CNA fueran de franca oposición al gobierno y deunión con otras fuerzas laborales, como la CGTP y la CCP.
Este distanciamiento culminó en mayo de 1978 con la decisión del gobierno de revocar, parcialmente, el D.L. 19400. La nueva norma dispuso que ligas y federaciones siguiesen funcionando aunque no articuladamente, dado que declaró disuelta la dirección nacional de la CNA y desconoció su representatividad. Medida de tanta trascendencia se explica sólo por el fracaso de los distintos intentos del gobierno para que la CNA se ajustara a los parámetros inicialmente fijados y que ostensiblemente había ignorado. Se corroboraba así la discordancia entre lo buscado y lo obtenido por la reforma en lo que a participación campesina se refiere.
Este desenlace se relacionaba, también, con el desarrollo político del campesinado no sujeto a la organización gremial estatal. Este, basándose en el convencimiento que la estructura de las empresas asociativas y el aparato de mediación y controllimitaban una efectiva participación, e influido por los cambios políticos operados paralelamente al proceso de transferencia de la tierra, había optado desde tiempo atrás, mediante otras vías, por cristalizar una organización alternativa autónoma.
b. Confederación Campesina del Perú
La CCP en momentos previos a la reforma agraria atravesaba una grave crisis política y de organización, que se agudizó al iniciarse el proceso, con el doble resultado de apresurar el colapso de sus cuadros directivos y establecer las condiciones para la re activación de sus bases. Esto debido a que, al igual que otros sectores de la sociedad, los dirigentes de la CCP no supieron
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responder ante un proceso no previsto en sus perspectivas de análisis. El temor a ser superados por las realizaciones del gobierno los llevaron a condenar la reforma considerándola "falta de radicalidad" y "ajena a los verdaderos intereses campesinos". Al mismo tiempo, y pese a sus contradicciones, las acciones reformistas ganaron la atención de las bases que por vez primera vislumbraban la posibilidad de conseguir la tierra con algún respaldo legal. Una y otra actitud tenían necesariamente que llegar a un punto álgido, lo que ocurrió cuando los dirigentes de la CCP se opusieron a las adjudicaciones argumentando que "la tierra debía de recibirse gratuitamente" o que el D.L.17716 no era "la verdadera revolución agraria por la que habían luchado".
Si se considera, además, que los requerimientos políticos llevaron al gobierno a tolerar, cuando no a alentar ciertas formas de movilización, se entenderá por qué muy rápidamente las bases modificaron su perspectiva, lo que dio paso a la renovación de sus dirigentes y que optaran por nuevas modalidades de acción. En estas circunstancias la CCP quedó virtualmente reducida a su mínima expresión y sin mayor influencia en sus tradicionales bastiones.
De otro lado, en el proceso iban apareciendo contradicciones que en la práctica negaban los enunciados ideológicos oficiales. Lejos de generar frustración o pasividad, motivaron que las organizaciones de base decidieran hacerlos realidad por sus propios medios, como en los casos dela lucha contra la parcelación por iniciativa privada y las afectaciones logradas mediante la "toma de tierras". Paradójicamente esta táctica cobró fuerza, no entre el campesinado serrano que la había aplicado exitosamente años atrás en la región central y sur de la sierra, sino entre los asalariados y comuneros costeños. Tales experiencias de movilización hicieron necesario contar con una dirección centralizada, lo que favoreció la renovación de los cuadros dirigentes de la CCP.
Este proceso no fue simple. Al perseverar en su equívoca posición los antiguos dirigentes pretendieron mantener el control mediante la fuerza. Así el IV Congreso que debía realizarse en la comunidad campesina de Eccash, en el Callejón de Huaylas, se frustró dada la marginación de la que fueron objeto las principales organizaciones asistentes a dicho evento. Estas bases finalmente se reagruparon en la Asamblea Nacional Campesina de Huaura, realizada en agosto de 1973. No obstante su aislamiento, la antigua dirección de la CCP se negó a aceptar su derrota y creó una entidad paralela de escasa representatividad. Similar conducta se produjo en Huaura, cuando un segundo pequeño grupo disidente decidió abandonar la asamblea y organizar una nueva CCP. Pese a que hasta ahora tres organizaciones reclaman para sí la legitimidad, tales maniobras nomellaron el poderoso impulso de las bases mo
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vilizadas que, superando estos problemas, a escala nacional ratificaron su afiliación a una sola entidad gremial.
El IV Congreso Nacional, finalmente realizado en Torreblanca-Huaral en mayo de 1974, que eligió como secretario general a Andrés Luna Vargas, fijó el punto a partir del cual se restableció la vigencia de la CCP. Desde entonces se convirtió en el canal de participación campesina más importante del país, contando con el respaldo de múltiples organizaciones campesinas de la sierra, desorganizadas desde la represión a las guerrillas de 1965; y, sobre todo, de los sindicatos de trabajadores agrícolas de la costa que fueron 65 de las 144 bases asistentes a este evento. Entre sus afiliadas se cuentan las federaciones campesinas departamentales de Piura, Lambayeque, Cajamarca, Huancavelica y Cusco; las federaciones provinciales de Andahuaylas, La Convención, Canchis, Espinar, Paucartambo, Acobamba, Tayacaja, Jauja, Satipo y Melgar; y las de los valles de Huaura-Sayán, Huaral, de las quebradas del río Apurímac, y del valle del Mantaro. Además, es apoyada por sindicatos y comunidades campesinas de los departamentos de La Libertad, Ancash, Pasco, Junín, Puno, Ica y Moquegua. Aun cuando no existe un registro actualizado de sus miembros, es posible inferir su composición a partir del análisis de la asistencia a sus cuatro últimas asambleas nacionales. A éstas acudieron en total 343 bases, constituidas en su mayoría por sindicatos costeños (39 %) y comunidades campesinas (33%), y en menor medida por asociaciones y comités de campesinos sin tierra de la sierra, organizaciones empresariales (cooperativas y SAIS) creadas por la reforma agraria y también bases de la CNA (cuadro 52).
La CCP, contando con aproximadamente 250 mil afiliados, reunidos en 500 bases, ha demostrado constituir una organización alternativa capaz de reivindicar en mejor forma las demandas de amplios sectores del éampesinado, y se ha erigido en una fuerza política gremial de primer orden a nivel nacional, responsable de la movilización posterior a la reforma agraria (Mejía 1979). Situación manifiesta en la magnitud de las acciones que ha propiciado y dirigido. Sin duda, las principales, las "tomas de tierras" efectuadas en Piura (Chocán, Buenos Aires, La Golondrina, Chulucanas, Morropón y Frías en el Alto Piura), Lambayeque (Reque, Collique Bajo, Carniche, Potrerillo y Vi..TÚ), Cajamarca (Huacataz, Pomabamba, San Marcos, Negritos, Tual), Lima (Caluza, Santa Inés en Huaura; Boza, Torreblanca, San José en Huaral), Andahuaylas (Toxama, Huancahuacho, La Laguna) y últimamente Cusco (Eqqeco-Chacán y Antapampa en Anta) y Puno. Destaca también su tenaz defensa por la vigencia de los sindicatos, la movilización en contra del pago de la deuda agraria, el rechazo a la política de comercialización estatal del algodón, desarrollada sobre todo hasta 1975.
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No debe soslayarse tampoco su influencia sobre los sectores más politizados de la CNA, algunos de los cuales imitaron sus métodos o se vincularon con ella. Muestra de lo primero son, por ejemplo, las ocupaciones de tierras realizadas en los fundos La Providencia (enero 1974) y San José (noviembre 1974) por la Liga Agraria de Supe, Barranca y Pativilca; Manchay, en Lurín (noviembre 1974) y Huarabí Bajo, valle del Chillón, (junio 1975) por la Liga Agraria Los Tres valles de Lima; Tongorrape, Lambayeque, (noviembre 1975) por la Liga Agraria de Motupe; así como las ocupaciones de siete molinos realizadas por la Liga Agraria del valle del Chira (diciembre 1974). Lo segundo se empieza a vislumbrar a partir del II Congreso Extraordinario de la CCP, realizado en Querecotillo, que contó con representantes de 4 Ligas, una Federación Agraria y numerosas bases de la CNA.
Desde 1976 la CCP experimenta una crisis interna motivada, en lo fundamental, por el surgimiento de agudas pugnas políticas, el permanente hostigamiento y represión gubernamentaly los efectos negativos de la práctica e ideología cooperativa en los sindicatos costeños, sus bases más importantes. Como resultado se debilita orgánicamente, sufre un estancamiento en su acción y pierde el dinamismo que la caracterizó, como lo evidencia la ausencia masiva de sus bases en la gran movilización nacional de julio de 1977. Pese a ello, desde fines de ese año esta tendencia empieza a ser superada, al producirse nuevas acciones de sus bases que la orientan a movilizarse, ya no en el sentido mismo de la reforma sino contra la estructura de tenencia y propiedad que ésta consolida. Esto le permite tener una participación más activa en los paros nacionales de febrero y mayo de 1978, así como encabezar tomas de tierras en la sierra sur.
Un somero balance de su estructura revela que, pese a su vital experiencia de movilización, no ha logrado un mayor desarrollo de su organización institucional. Por otro lado, es posible percibir que uno de los factores decisivos para su consolidación ha sido captar a líderes locales y regionales con autonomía y representatividad, en momentos en que la constitución de la CNA se producía mediante métodos opuestos. Sin embargo, la politización de estos líderes y el traslado de sus disputas partidarias al ámbito gremial constituye una de sus debilidades más evidentes. Finalmente, debe también destacarse que lo esencial de su dinamismo continúa reposando en las respuestas espontáneas de los sectores campesinos, sobre los que ejerce influencia, ante las contradicciones de la reforma.
Al margen de la CCP y la CNA ha quedado gran parte de los pequeños propietarios costeños y de zonas ganaderas serranas como Cajamarca y Arequipa. Aparentemente esto se debe a que ninguna de las dos entidades ha sido capaz de captar sus aspiraciones básicas e incorporarlas a su estructura.



