Edición 831

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Edición del 18 de febrero de 2024 Año 116 - N°6.6425

Representante Legal y Director:

Obispo Óscar Blanco Martínez OMD

Editor: Pbro. Fredy Subiabre Matiacha fredysubiabre@gmail.com Impresión:

Patagónica Publicaciones S.A. Diseño Editorial: Jacqueline D.

www.iglesiademagallanes.cl

Semanario fundado por Mons. José Fagnano el 19 de enero de 1908

VOLVER A DIOS DE TODO CORAZÓN

C

Homilía del P. Óscar Blanco en la catedral de Punta Arenas al iniciar la cuaresma el miércoles de ceniza el 14 de febrero de 2024

omo si fuera ayer, cuando estuvimos en nuestro templo catedral, como comunidad cristiana puntarenense, comenzando la cuaresma 2023. Ya estamos de vuelta para volver a vivir la cuaresma de 2024. La Cuaresma es el camino a la Pascua, en el sentido que nos prepara a vivir el misterio más grande en la vida de nuestro Señor. Las semanas que comprende el tiempo de Cuaresma, deben ser días de esperanza y conversión. Existe la expresión “estar hecho polvo”, -disculpen si no he elegido la mejor expresión para comenzar esta reflexión- se entiende cuando la persona está sumamente abatida, cansada física y psicológicamente, por alguna adversidad que ha tenido que enfrentar. Es posible que más de alguno de los que hoy estamos aquí, al final de un día difícil, nos habrá salido del alma esta expresión: “Estoy hecho polvo”. Pensemos y nos preguntamos: ¿cuándo tuve esa sensación?, ¿sé de alguien que hoy se encuentra en esas condiciones? Con seguridad y prontitud se nos vienen a la memoria las imágenes que este mes de febrero hemos visto por los medios, las situaciones límites que viven las personas víctimas de los incendios en la V Región. El fuego convirtió la vida de personas en cenizas, lo mismo que sus bienes materiales, todo está convertido en escombros y cenizas. También en nuestra ciudad de Punta Arenas, el domingo recién pasado, un incendio en una planta acuícola redujo a cenizas la construcción. En

ambas situaciones encontramos personas abatidas, cansadas física y psicológicamente, lo han perdido todo, han perdido vidas, bienes y fuentes de trabajo. Con seguridad pueden sentirse; “estar hecho polvo”. Una vez más una catástrofe recuerda nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto las falsas y superfluas seguridades con las que hemos construido nuestros proyectos y prioridades. El fuego, en esta ocasión, pone al descubierto el maquillaje con los que disfrazamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la novedad y lo inmediato. No nos hemos detenido ante los llamados de atención, no hemos despertado ante la guerra, no decimos nada ante la injusticia, no hemos escuchado el clamor de los pobres y de nuestra casa común, el planeta tierra. No hemos aprendido nada de experiencias pasadas. Las cenizas, que hoy recibimos, nos recuerdan que venimos del polvo y al polvo volveremos, que necesitamos creer y convertirnos al evangelio. Necesitamos hacer un cambio, no volver a cometer los mismos errores del pasado. Necesitamos “renacer de nuestras mismas cenizas” y llenarnos de la gracia de Dios. La cuaresma es entrar en un camino que tiene como propósito renovar nuestra vida en Dios. Cada año la cuaresma quiere ser un tiempo para bajar las revoluciones, parar y escuchar el llamado de amor permanente que nos hace Dios: “Vuelvan a mí de todo corazón” y en este tiempo de una manera especial. La conversión no es algo del pasado, es decir: “me convertí”, no, siempre nos estamos convirtiendo, no es algo que queda atrás, garantizado de una manera definitiva. Es verdad que, el bautismo, como forma de vida, es una llamada y una respuesta al Señor, pero luego, bien lo sabemos, a esta opción de vida, le sigue una serie de contradicciones. Y esta es nuestra experiencia cotidiana, la caída, el venir a menos, el no estar a la altura de las circunstancias, con respecto al camino del Señor, que hemos asumido con todo nuestro ser. De ahí la necesidad de la conversión, necesidad de un retorno a Dios, de recuperar la alegría y el entusiasmo del primer amor. La conversión es también, ser consciente de una promesa de parte de Dios, una promesa de vida, que viene de uno que nos ama, esa

promesa de un bien mayor, genera en nosotros el deseo de regresar a Él. Es posible que no hayamos caído en una vida pecaminosa, terrible, de corrupción, no, pero en el fondo de nuestro corazón, palpita el deseo de volver a los brazos de Dios de manera más intensa, y esto es también conversión. No sólo salir de un camino de mal en el que he caído, como puede ser un vicio, una mala relación, un error cometido, vuelvo por amor, por amor a Dios. “Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamentos., desgarren su corazón y no sus vestiduras y vuelvan al Señor su Dios” (Jl 2,12-13). En la conversión lo esencial es regresar a Dios. El papa Francisco, en su mensaje de cuaresma 2024, nos recuerda que: “Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud”. También queremos seguir los consejos del papa Francisco a vivir esta cuaresma en clave sinodal, como lo hemos propuesto en nuestras orientaciones pastorales. “Caminemos juntos, ¡con alegría porque el Señor está contigo!”. Nos sugiere que la cuaresma sea también, “un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad

de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. También a nosotros Jesús nos dice: “No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan” (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas”. Tenemos motivos y razones para vivir este año 2024 la cuaresma con esperanza y conversión a Dios. La Virgen María Madre de Dios y auxilio de todos los cristianos nos acompañe en el caminar de cada día.


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