Oretana 2021

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La poesía, paso a paso

PEDRO TENORIO: Poeta, amigo, hombre solidario ANTONIO DEL CAMINO Me dicen , Pedro, que el maldito virus Llamó a tu puerta y destrozó tu casa, Que la noche ha partido hacia tu encuentro, Que te han nacido silenciosas alas. Te quedas en tu verso con nosotros, Bueno, prudente, amigo, viva llama.

Escribí estos versos el 25 de abril del presente año, apenas enterarme del fallecimiento, a causa de la Covid 19, del poeta y amigo Pedro Tenorio Matanzo (1953/2021). Seis versos, a vuelapluma, con los que quería expresar tan doloroso hecho y constatar la presencia del hombre más allá de la muerte. Dicen que nadie termina de morir hasta que no muere la última persona que le recuerda, de modo que Pedro seguirá mucho tiempo entre nosotros; primero, porque fuimos muchos los que le tratamos, apreciamos y quisimos, y, porque, además, sus versos, estoy seguro, soportarán con claridad el peso y el paso de los días.

Debimos de conocernos a finales de 1984 o en los primeros días de 1985. Él había llegado a mi ciudad para dar clases en el Instituto Gabriel Alonso de Herrera, creo que un par de años antes, y yo entonces, por motivos laborales, vivía fuera de Talavera, adonde acudía cada dos o tres fines de semana. En 1983, con su libro Muertos para una exposición, obtuvo un accésit del Pre-

mio Rafael Morales, convocado por el Ayuntamiento de Talavera, que fue publicado un año más tarde en la Colección Melibea. Un libro de corte muy personal, profundo y hermético a la vez, magníficamente estructurado y en el que el autor evitaba dar pistas sobre sí mismo. En las solapas, entre otras claves para enfrentarse a su lectura se decía: Poesía reflexiva y metafísica –El tiempo, la muerte– la de Pedro Tenorio, quien afirma que su propósito es “hacer mío, por la palabra, lo que sin ella me sería extraño”. Como apuntaba, debimos de conocernos por las fechas que señalo, porque en diciembre del 84 —perdóneseme la referencia— a mí me concedieron un accésit del Premio Adonais, de modo que, estando aún reciente, Pedro, en la dedicatoria de su libro, con letra flamígera y clara, escribió: “Escribo Antonio y tiembla si mano de aprendiz. ¡Felicidades por tu Adonais!” Fue una de las primeras muestras de generosidad que me mostró, de las muchas que tendría conmigo a lo largo de todo el tiempo que nos tratamos. No sabía él que, leyendo sus versos, quien se sentía un verdadero aprendiz en el oficio de versificar era yo, pues he admirado siempre la belleza formal de su poesía, poblada de imágenes, metáforas y hallazgos luminosos, al tiempo que su profundidad metafísica y clarividente. Y aunque su producción publicada en todos estos años no ha sido muy extensa, son prueba de lo que digo poemarios como A este lado del Evila, La luz se calla o el último libro aparecido en vida del autor, La piel del agua. En cada uno de ellos queda su impronta inconfundible, su preciso decir, su contención;


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