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Una Semana Santa desde la vocación personal Semana
Santa 2022, en Daimiel
Quisiera comenzar con un texto que, al momento de redactar, ha venido a mi mente y que, a su vez, refleja lo que sentía, es la experiencia que tiene Elías en el Monte Horeb, cuando percibe que Dios se deja oír en el silencio de la brisa suave, que puede ser entendida como la intimidad y suavidad de nuestra propia vida.
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Y después del fuego, el susurro de una brisa apacible. Y sucedió que cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con su manto, y salió y se puso a la entrada de la cueva. Y he aquí, una voz vino a él y le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? (1 Rey 19, 12 - 13)
Durante toda mi vida, puedo decir que he vivido la Semana Santa de formas totalmente diferentes. En los respectivos procesos formativos siempre he encontrado acciones concretas que me han llevado adentrarme en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. El hecho de venir a España marca por así decirlo, unas expectativas concretas en lo referente al modo de vivir la “ Semana Mayor ”. Una semana llena de solemnidad, procesiones y otros actos litúrgicos pocos vistos en el lugar de donde soy.
Con lo anterior, quiero expresar que han sido vivencias totalmente diferentes a nivel personal. En la medida en la que he ido creciendo espiritualmente, he comprendido la profundidad de lo que es la Semana Santa como tal, y no meramente como un acto del momento, algo sagrado y ritualista. Debo confesar que esperaba una Semana Santa grande, con los ritos repetitivos de siempre; pero no por ello carentes de sentido y de profundo contenido espiritual. Pero me he encontrado unos días donde elementos esenciales como la comunidad, el sentido de cercanía con el otro, participar de las celebraciones con los jóvenes de la pastoral juvenil pasionista, que durante toda la semana estuvieron en este convento viviendo con cada uno de nosotros esta magnífica experiencia, además, con cada uno de ellos, se llevaron a cabo las ceremonias religiosas, así como diferentes momentos que nos llevaban precisamente al encuentro con lo que se celebraba.
Otros de los momentos más significativos que han tenido esta Semana Santa 2022 fueron: el primero, el contemplar al Cristo muerto, la noche del Viernes Santo con los jóvenes pasionistas, religiosos y hermanos novicios. En los años que tengo uso de razón, no había tomado conciencia de desprenderme de mis propios ruidos y contemplar allí la imagen de un Jesús inerte, un Jesús cautivador, un Jesús que interpelaba.
Otros de los momentos más significativos que han tenido esta Semana Santa 2022 fueron: el primero, el contemplar al Cristo muerto, la noche del Viernes Santo con los jóvenes pasionistas, religiosos y hermanos novicios. En los años que tengo uso de razón, no había tomado conciencia de desprenderme de mis propios ruidos y contemplar allí la imagen de un Jesús inerte, un Jesús cautivador, un Jesús que interpelaba.
El segundo momento fue la vigilia pascual, una celebración que daba respuesta a esa pregunta que me inquietaba. Era el momento de ser partícipe, testigo de lo que la noche del viernes contemplaba. Era Cristo el que estaba en ese momento en mí; había felicidad, emotividad, alegría y llanto. Era algo que no podía expresar en el momento. El ver a todos allí reunidos, tantos jóvenes, religiosos como personas mayores, me daba la certeza de estar en el lugar correcto y que tanto como uno como otros, estábamos perplejos de lo que celebrábamos.
También la procesión del Cristo de la Luz, un suceso lleno de muchas emociones, el verlo salir de nuestra ermita, significaba mucho para mí. Una alegría inmensa ver a cada uno de los cofrades con sus respectivas túnicas negras, capillos y rosarios, solo podía significar una cosa, era toda una familia pasionista que se reunía entorno a su único Señor y que sería llevado por las calles de Daimiel.
Si bien es cierto, me considero una persona muy reflexiva y los demás actos litúrgicos como la salida de Nuestro Padre Jesús, con el primer rayo del sol, la mañana del Viernes Santo, me llevaba adentrarme aún más en el misterio del Triduo Pascual que habíamos iniciado la tarde anterior con la Misa In Cena Domini.
No era una mañana cualquiera, pues desde muy temprano, se vivía ya en Daimiel una de sus celebraciones más apreciadas y por ello, salían de sus casas los hermanos de la Cofradía de Jesús Nazareno, con sus túnicas moradas, sus altos capillos, sus coronas y sus cruces. Hasta el más pequeño, daba testimonio en aquella gélida mañana de su amor por el “Nazareno”.
Quizá esta Semana Santa tuve la oportunidad de interpelarme a mí mismo, mi forma de vivir estas fechas especiales, estos días sagrados en los que se nos invita a seguir las huellas del cordero, aquel que se hizo obediente hasta la muerte, como leemos en el cantico de Filipenses. Esta fue para mí la Semana Santa en la que más que “estar ”, viví cada momento. dicha celebración orientada siempre a retomar mi propia vida, mi historia, descubrir que es mediante el silencio en el que Dios se manifiesta, es el lugar en el que Él nos espera para que logremos escucharle. Una oportunidad para contemplarlo como pasionista, pegado al madero, siendo testigo de tan inmensa obra de amor, viviendo de la misma forma, las tradiciones de los Daimieleños en esta semana llena de muchas tenciones, preparaciones, emociones y principalmente, de la fe y el amor que le tienen las distintas cofradías y archicofradía a la Semana Santa, para que todo esté bien dispuesto alrededor se hallaba mi familia, no solo la de sangre, sino miles de personas ataviadas con ropajes púrpuras, aquellos también eran y son familia, pese a que nos los conocía, nos unía un sentimiento, un nudo en la garganta en los instantes previos a la salida de nuestro titular, un frio gélido con las primeras notas de “ El niño perdido”, eso nos unía, porque “Morao ” es familia.
Jóvenes. Palabra que automáticamente nos lleva a pensar en poca experiencia, pocas vivencias o incluso pocos sentimientos. Pero precisamente, somos los jóvenes los que vivimos las cosas con más ímpetu, más emoción, más ganas. Es por eso que quiero mostrar como algunos de los jóvenes de la Cofradía viven y expresan que es para ellos ser morao, ese sentimiento que no cualquiera entiende.
Yo vivo el ser morao con mucha ilusión y sobre todo en la época de la Semana Santa, ya que en mi familia siempre la hemos vivido con pasión. La imagen de Jesús de Nazareno me transmite mucha tranquilidad, así como la imagen del Niño Jesús o la imagen de la Virgen del Primer Dolor.
· Carlos ·
Viernes santo, pasión morada, orgullo de pertenecer a una gran familia más que a una Cofradía. Día donde todos los nazarenos esperamos ansiados su madrugada para poder desfilar junto a Nuestro Padre Jesús y nuestra Virgen del Primer Dolor.
· Alicia ·
Para mí, ser Morao es un sentimiento, una forma de vida alrededor de Nuestro Padre Jesús Nazareno y no simplemente un número de hermano. Es esperar durante todo el año el primer rayo de luz de la madrugada de Viernes Santo, donde con los nervios a flor de piel, la lágrima deslizándose por el capillo y el vello de punta, comienza a vislumbrarse la imagen de nuestro titular, que al son del Niño Perdido se eleva al cielo.
Para mí, ser Morao es sentir compasión por los desfavorecidos y necesitados, ayudarles a llevar su pesada cruz como hizo el Cirineo con Jesús. Ser Morao es fe, acudir al refugio a rezar cuando algo está saliendo mal, encomendar tu vida al Nazareno que escucha firmemente nuestros lamentos.
¿Qué es “ Morao”? ¿Qué es pertenecer a esta cofradía? Eso mismo me pregunté yo cuando apenas tenía 9 años, minutos antes de que comenzara a desfilar aquella mañana de Viernes Santo: ¿Por qué mi padre me apunto nada más bautizarme? La respuesta quedaba ante mis ojos, a mi
Que gran orgullo es ser Morao, ser miembro de esta cofradía, de esta gran familia que tanto representa para mí y para este maravilloso pueblo. · David ·

Este anuario se terminó de imprimir el día 22 de febrero, Solemnidad de Santa Leonor. Daimiel, año del Señor de 2023
