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Vivencias de una Madrugá
Viernes Santo 2022
La madrugada de 2022 ha sido la primera que he vivido siendo hermana de la cofradía, y vistiendo la túnica morá. Me hice hermana muy tarde, con dieciséis años, pero ya desde pequeña tenía gran ilusión por ver cada Viernes Santo a Nuestro Padre Jesús Nazareno procesionar por las calles de Daimiel.
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Todas las madrugadas me despertaba muy temprano e, incluso, la noche anterior me costaba mucho dormir de la ilusión que tenía de ir a la Paz a ver salir la procesión. Este año no fue distinto a los otros, e incluso podría decir que fue más especial, si cabe. Tenía una mezcla de nervios y entusiasmo mientras me vestía por primera vez con mi túnica morá.
Además, disfruté cada minuto de la procesión como una niña pequeña. A esto tenemos que sumarle que llevábamos los años anteriores con una Semana Santa marcada por el COVID y, por ello, las ganas de vivir una Semana Santa bastante parecida a una “normal” eran inmensas.
Espero poder disfrutar de muchas madrugadas más al lado de mi familia y amigos, y sentir de nuevo la mezcla de emociones que viví este año.
Marta López -Tercero Sánchez de Pablo
El Viernes Santo siempre ha sido un día especial y muy significativo para nuestra familia. El deseo de la abuela de tenerlo todo preparado semanas antes, y la ilusión nuestra porque cada madrugada del Viernes Santo sea ella quien nos ponga todo el atavío de un morao. Desde el año pasado la ilusión se multiplica. Inculcar al pequeño de la casa lo que significa ser un morao, que la abuela pueda vestir a su bisnieto, la emoción de ver a Jesús por las calles de Daimiel, y la costumbre del chocolate con churros al llegar a casa. Son sentimientos únicos y que, aunque pase el tiempo, siempre se recuerda y se recordará como momentos exclusivos de un Viernes Santo.
La Semana Santa es muy importante para mí y lo vivo con mucha alegría y emoción. Por encima de todo, lo que más me gusta es ver a nuestro Padre Jesús Nazareno procesionar y que le toquen el niño perdido. Realmente lo vivo todo el año, ya que desde que era una cría siempre voy todas las noches a la ermita a rezar a Jesús. En mi familia todos somos hermanos (mi marido y mis hijos) y siempre lo hemos vivido mucho. Sobre diez días antes ya empiezo a preparar guantes, cordones, túnicas, medallas, capillo, planchar todo... Se hace con mucha ilusión. Ya en la madrugada del Viernes Santo siempre me gusta ir al mandato de la cofradía y esperar para ver salir a la Virgen y a Jesús, los encuentros, las bandas... pero sobre todo el momento del Niño Perdido que me emociona muchísimo. Mientras pueda iré a verlo de salir y seguiré yendo a rezar, a agradecer a Jesús lo que tengo y a pedir por mis familiares y allegados.

Ascensión Díaz del Campo González Mohíno
Raras fueron esas dos madrugás pasadas, en las que no pudimos procesionar con normalidad debido a lo que ya todos sabemos, pero por fin llegó la madrugá de 2022. Comenzó tras los últimos acordes de Flagelación, como de costumbre me encaminé a acompañar al Señor ante el monumento de la parroquia de San Pedro Apóstol, un momento necesario para encauzar estos días. Después me dirigí a realizar la ruta cofrade, visitando la parroquia de Santa María, la casa museo de los moraos y la ermita d Nuestra Señora de la Paz. Tras un rato de descanso, en casa se empezó a oír ruido, era mi madre, la que siempre tiene todo previsto, quien comenzó a ayudar a vestir las túnicas a mis hermanos y mi padre. Más tarde era yo el que comenzaba a ponerme la túnica que no cambia de color, pues se acercaba la hora y había que estar listo para hacer sonar, junto a mis compañeros, la banda sonora de la madrugá.
Salí de casa y me dirigí hacia la ermita de la Paz, en el camino me encontré con hermanos moraos que se apresuraban para llegar a tiempo a la procesión. Al llegar al parterre ya se escuchaba la primera banda acompañando al paso del Niño Jesús, pues éste ya estaba en procesión. Conforme subía la calle Jesús, observaba la salida de los pasos de la casa museo, y como de costumbre saludé a mis primos maternos, que como todos los años dejan su vida ajetreada de la capital, y se vestían para acompañar a Nuestro Padre Jesús Nazareno por las calles de Daimiel.
Al llegar al punto de encuentro, en el pretil de la ermita de la Paz, fui observando cómo la gente se arremolina entorno a este punto expectantes. Tras un rato de espera, se abrieron las puertas de la ermita, el director levantó la batuta para dar la entrada y se comenzó a escuchar “Virgen del Primer Dolor”, a la vez que la imagen con dicho nombre salía a la calle y avanza por la calle Sacristía de la Paz para llegar pronto al que después sería su momento con su hijo. Mientras las puertas se volvieron a cerrar y volvimos a la espera.
De repente las luces del pretil se apagaron y a lo lejos se vislumbrara algo de claridad, las puertas se volvieron a abrir, ahora sí, es uno de los momento que muchos esperamos durante todo el año. Se comenzó a escuchar un tímido fliscorno interpretando el inicio de la marcha “Niño Perdido” a la vez que Nuestro Padre Jesús Nazareno comenzó a aparecer. Todo el mundo permanecía callado y se empezaron a ver innumerables cámaras y móviles captando el momento, sólo interrumpido por el aplauso de los más efusivos, al llevarse al hombro la carga que este año les tocó portar.
Después comenzamos a formar las filas, para discurrir por la calle Jesús, el director nos indica “Es mi Jesús”, marcha que no interpretábamos desde hacía bastante tiempo, pero que sirvió de homenaje a su compositor, que nos dejó meses antes. Tras esta marcha, ya sabíamos que otra marcha debíamos interpretar, pues bajando la calle Jesús, no podía ser otra que “Nuestro Padre Jesús” y seguidamente, y antes de llegar al encuentro con su madre, “La madrugá”. Con todo ello volvió a la normalidad la madrugá daimileña, para que de nuevo volvieran a florar los sentimientos, recuerdos y vivencias cofrades.
José Luis Cejudo Martín-Portugués

