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Francisco Artacho
El fleteado es un estilo artístico de pintar y dibujar típicamente porteño, que se caracteriza por líneas que se convierten en espirales, colores fuertes, el uso recurrente de la simetría, efectos tridimensionales mediante sombras y perspectivas, y un uso sobrecargado de la superfcie. Nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, hacia fnes del siglo XIX como un sencillo ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos y con el tiempo se transformó en un arte pictórico propio de esa ciudad.
Su repertorio decorativo incluye principalmente estilizaciones de hojas, animales, cornucopias, fores, banderines, y piedras preciosas. En diciembre de 2015 fue declarado patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por el Comité Intergubernamental de la UNESCO.
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El hombre toma un piolín choricero, le pasa varias veces tiza, extiende sus brazos y marca sobre el pizarrón tres renglones. Con la misma tiza, con trazo frme, y pulso de cirujano, escribe MSR Edición Limitada. “Lo quieren con fruletes?”, pregunta y su mano adorna cada letra. A los 66 años, Francisco Artacho es uno de los pocos letristas rosarinos que mantiene vivo el viejo ofcio del fletero; autodidacta, a los 14 años se presentó en la agencia de publicidad De Rico, ese mismo día terminó de pintar las letras de acoplados Montenegro y desde entonces los pinceles son una extención más de sus manos.
La técnica pictórica del fleteado se desarrolló a fnales del Siglo XIX con la llegada de los inmigrantes, en su mayoría italianos, quienes decoraban e identifcaban los carros que circulaban entre el mercado y el puerto de Buenos Aires. En Rosario, los hermanos catalanes Blas y Enrique Monné, anarquistas escapados de España, pusieron un local de cartelería en Maipú entre Córdoba y Rioja en 1907; pintores de la talla de Antonio Berni, Julio Vanzo o Ambrosio Gatti, se formaron allí. Aunque la crítica la haya considerado un arte menor, en 2015 la UNESCO declaró a este arte decorativo popular como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En su taller de calle San Juan al 4600, se acumulan en bolsas latas de gaseosa o cerveza y Artacho aclara que las parte al medio y “me sirven de recipientes, al usar muchos colores, los combino y al poco tiempo ya no los puedo volver a utilizar”. Sobre un atril, recién terminado, la sonrisa de Carlos Gardel está envuelta por todo lo que un buen fleteado debe tener: fores, volutas, hojas de acanto, cintas argentinas, bolitas, moños, líneas muy estilizadas y una amplia variedad de fores; también se utilizan dragones o pájaros con caras similares a un dragón . “Es muy común ver una imagen de Gardel, la Virgen de Luján, Evita, Maradona, Tita Merello, Olmedo y tantos otros personajes de la cultura popular rodeados por este arte; como también frases ocurrentes o dichos populares en la parte trasera de un camión, por ejemplo”, explica Artacho.
El fleteado tiene su inspiración en el arte barroco, está sacado de los frentes que se hacían en las casas antiguas con esas molduras barrocas; eso se plasma luego, según las épocas, a los carros, colectivos o camiones. Nació en la ciudad de Buenos Aires, a fnales del siglo XIX, como un sencillo ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos y con el tiempo se transformó en un arte pictórico propio de la ciudad, hasta tal punto que pasó a convertirse en el emblema iconográfco que mejor representa a los porteños. El fleteador Enrique Brunetti cuenta que en la avenida Paseo Colón existía un taller de carrocerías en el que trabajaban colaborando en tareas menores dos niños humildes de origen italiano que se convertirían en destacados fleteadores: Vicente Brunetti (quien sería el padre de Enrique) y Cecilio Pascarella. En aquel entonces tenían nada más que 10 y 13 años de edad. Un día el dueño les pidió que dieran una mano de pintura a un carro, que en esos tiempos estaban pintados de gris, el color que exigía una ordenanza municipal. Tal vez por travesura o sólo por experimentar, el hecho es que pintaron los chanfes del carro de colorado, y esta idea gustó a su dueño. A partir de ese día otros clientes quisieron pintar los chanfes de sus carros con colores, por lo que otras empresas de carrocería imitaron la idea. Así, según este testimonio, se habría iniciado el decorado de los carros. Y el siguiente paso fue colorear los recuadros de los mismos empleando fletes de distintos grosores.
Artacho sotiene que el flete “es un contorno de color y el secreto está en encontrar un equilibrio, que no esté tan recargado, tiene que haber sutileza en el trazo” y continúa: “se utiliza lo que llamamos banda de fliteado: un pincel de pelo muy largo y mango muy corto, en general es de pelo de camello u oreja de vaca, con buena carga para tener un tiraje mayor, trazos de un metro o metro y medio. El repiqué es otra de las tecnicas utilizada en las letras y aclara que “no es fleteado, se ve a la letra como si fuera en tridimensión, tienen volumen, brillo, sombra y contra sombra; es la que más tiempo demanda y donde dejo los ojos...”


El artista recuerda su paso por la Municipalidad donde fue letrista y también fleteó colectivos de las líneas B, E y 202. “Había mucho trabajo, obviamente todo se hacía a mano, carteles de Prohibido Estacionar, Contramano, Máxima 40 o fechas...hacía de todo, pero nada me daba más placer que fletear un coche”. En 1975, la ciudad de Buneos Aires por una ordenanza municipal, prohibió “el pintado de insignias, adornos y otros elementos decorativos” argumentando que se desconocería el recorrido de las lineas de colectivos porque todas parecían iguales y confundían a los pasajeros, la misma fue derogada en 2006.
En tanto, en ocasión del Mundial 78, unos meses antes, Artacho fue convocado por Coca Cola para hacer toda la cartelería, desde la vía pública hasta el estadio de Rosario Central. En aquellos años tuvo maestros que le enseñaron el arte del fleteado como Rubén Tomé y Alberto Bono, “verdaderos genios que compartían su saber de manera generosa , incluso con Bono y Pancho Laría fuimos socios en un taller durante 22 años, Cronos Letreros. En Rosario fui el primero en hacer gigantografías cuando eran toda una novedad y ya la tecnología iba de a poco reemplazando el trabajo a mano. Hoy hay que estar al día y como letrista hago trabajos en rotulado, impresión digital y ploteado. Si bien hay una vuelta a lo artesanal, el problema son los costos”.
En su actual taller Artacho realiza carteles donde la técnica del flete embellecen al Monumento a la Bandera. “Me gusta colocar al Monumento y poner la frase Rosario siempre estuvo cerca o Rosario en tu corazón o Rosario te espera, es una manera de “vender” la ciudad, que nos conozcan. También me encargan frases con el escudo de Newell's o de Central”. El artista sabe bien el esfuerzo del trabajo, una enfremedad temprana de su padre lo obligó a salir a la calle a los 14 años, su madre recortaba suela para una zapatería y “mi padre trabajaba en el guardarropas de un boliche en Fishertón, Sayonara, y a veces iba a dar una mano, terminé ayudando al barman y ahí un mozo amigo me recomendó que fuera a la agencia De Rico. Tuve la suerte que ingresé a pintar carteles, tuve facilidad y estuve siempre atento a lo que mis maestros me enseñaron. No hay día que no me siente a fletear y quiero transmitir esta pasión, este trabajo a los más jovenes, por ello estoy tramitando con el Ministerio de Educación de la provincia la posibilidad que los jovenes puedan tener el título de Letrista y Fileteador.


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