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El sagrado ofcio del Trabajo
Si bien el origen de la palabra remite a un elemento de tortura, el trabajo es lo que nos constituye personal y profesionalmente como sujetos. Rosario, como ciudad, es bautizada como hija de su propio esfuerzo, identidad que nos reconoce y pertenece. Si bien el diccionario nos dice que denominamos trabajo al conjunto de actividades realizadas con el objeto de alcanzar una meta, solucionar un problema o producir bienes y servicios para atender las necesidades humanas; tiene su origen etimológico en la palabra latina tripalium que signifca tortura. En el Siglo VI, en la antigua Roma, los reos eran atados a un cepo formado por tres maderos cruzados donde quedaban inmovilizados mientras eran sometidos al azote. Luego, cuando se inventó la palabra trabajo se la relacionó con el tripalium ya no como azote sino como sufrimiento.
Más allá del origen de la palabra y su signifcado negativo; el trabajo como tal, puede ser abordado de diferentes puntos de vista y diversas áreas. El trabajo hará que el individuo actúe, desarrolle y mejores sus habilidades para lograr sus sueños, de alcanzar metas en la vida y dignidad personal. Nos enseña a conquistar nuestro propio espacio, pero también a convivir con otras personas, no solo pensar en uno mismo, sino, a considerar a los demás, trabajar en equipo; así contribuímos a la autoestima personal y realización profesional.
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Cuando nos referimos a un trabajo sacrifcado, de inmediato hacemos relación a un sujeto que cumple un horario a disgusto en un ámbito que padece. Sin embargo, sacrifcio, signifca lo contario: hacer sagrado el ofcio. Para ello es vital “trabajar de lo que a uno le gusta”. En la niñez mientras uno soñaba con ser bombero o maestra, no faltaba la pregunta: ¿qué vas hacer cuando seas grande? Respuesta que vamos obteniendo en nuestra formación escolar y familiar y la pasión por “algo” que nos va a perflar y determinar la “vocación”. Cuando esa vocación está latente todo es más sencillo, pero muchas veces hay frustraciones en el camino o el adulto que sentencia “con ese trabajo te vas a morir de hambre”. Pero cuando esa llama está encendida no habrá nada que detenga la necesidad de sentirse realizado en esa pasión.
Rosario en el recuerdo
El profesor y Licenciado en Historia Paulo Menotti, señala que previo a las leyes laborales obtenidas en la década del 40 “la gente se presentaba a su trabajo cada día, sin tener la certeza de continuidad; es decir, ese día trabajaba, pero al día siguiente le podían decir que no regrese”. El docente de la UNR explica que Rosario, tuvo en sus origenes, “a agricultores, ganaderos y contrabandistas como los primeros trabajadores del Pago de los Arroyos, que se asentaron en derredor de la Capilla, hoy la Catedral”. Tal vez, Juan Fuentes, personaje llegado de España en 1879, en la primera gran ola inmigratoria, represente aquello que el historiador local, Juan Alvarez, defnió a Rosario como “hija de su propio esfuerzo”. Fuentes tenía campos donde hoy está la localidad que lleva su nombre. En plena bonanza económica de los años 20, erigió en pleno centro de la ciudad, en la esquina de las calles Santa Fe y Sarmiento, el imponente Palacio

Fuentes, en cuyo punto más alto, a modo de veleta, los vientos mueven lo que fuera su primer arado de reja, herramienta vital con la que amasó su fortuna. Cuando consultaron las razones de semejante edifcio, Fuentes contestó: “Donde se come pescado se dejan las espinas”, en referencia a la ciudad que le permitió el ascenso social.
Puerto y ferrocarril
Menotti traza un perfl de aquella Rosario forjada por el trabajo que “tuvo dos ejes fundamentales: el puerto primero y el ferrocarril después. “Para 1820 éramos la Villa del Rosario y durante el rozismo se discute qué papel tendrá la Aduana. Urquiza, en 1851, se opone a Rozas e instala aquí un puerto de ultramar para competir con Buenos Aires. Es un espaldarazo para la ciudad y la región, ahí fue declarada ciudad. Los comerciantes genoveses y piamonteses que explotaban el tráfco fuvial con Montevideo y Asunción serían nuestra primera burguesía. A diferencia con la ciudad de Santa Fe, no hay apellidos patricios. Rosario, tiene un crecimiento importante desde mediados del Siglo XIX. Sin dudas, el perfl de ciudad pujante lo fueron tallando las olas inmigratorias que nos transformaron en referente comercial e industrial”. Como postales de aquellos años dorados, de pleno trabajo, quedan edifcios emblemáticos, hoy, reconvertidos en centros comerciales.

La ciudad tendrá un carácter funadamentalmente comercial entre los años 1880 y 1890 donde el trabajo rural y ofcios como ladrilleros, ceramistas, yeseros o carpinteros serán quienes tendrán un papel vital en la construcción. Para el año 1900, Rosario cuenta con cien mil habitantes y en 1914, el 50 por ciento de los ciuidadanos son extranjeros. En los talleres del ferrocarril Central Argentino se reparaban el interior de vagones y daba empleo a más de seis mil trabajadores. Más de tres mil obreros, en su mayoría mujeres, atendían en la Refnería de ázucar (hoy Puerto Norte); en 1917 se construye el frigorífco Swift donde llegaron a trabajar más de seis mil personas, lo mismo ocurría con el servicio de tranvías que generaba nuevos empleos. En la década del 20, la creación de la Bolsa de Comercio fue trascendental: al puerto llegaban 300 barcos por mes. “Fuimos el Granero del Mundo y la Chicago Argentina, la bolsa norteamericana esperaba el cierre de la cotización del trigo y el maíz para ellos poner el valor –agrega Menotti–. Era muy común la expresión 'andá a levantar bolsas al puerto' cuando alguien decía estar desocupado. Fue hasta los años 40 que el cereal se embolsaba, hasta que llegaron los silos elevadores.”
A la crisis, más trabajo
En pleno auge y creciemnto de Rosario llega la crisis del 30 que impacta seriamente en el campo. Peones rurales se insatalan en las periferias en busca de trabajo, se levantan pequeños talleres o fabricas en las afueras y la obra pública sale a mitigar el desempleo. Se realizan los acceso a la ciudad por zona sur, y oeste, se moderniza el puerto, la construcción de la avenida costanera en el tramo de Av. Alberdi a La Florida, la pavimentación del Bv. Rondeau, construc-


Fotos vitreaux edifcio Diario La Capital de Rosario
ción de hornos crematorios de basuras, se amplió el Parque Independencia, se habilitó la Av Belgrano, fueron trabajos que sirvieron para embellecer a la ciudad en plena crisis. El Licenciado Menotti agrega que después de la Segunda Guerra Mundial y la llegada del peronismo “le devuelven a Rosario una impronta obrera, donde los frigorífcos en la zona sur le dan un creciemiento notable; o la textil Estexa (hoy Centro Comercial Portal Rosario), se llegó a fabricar más de 1.200.000 metros de tela en una empresa en la cual trabajan más de 1.300 obreros, en su mayoría mujeres. Cerámica Alberdi o Cristalería fueron también polos importantes de pleno empleo o la Cooperativa de Tamberos de Rosario (COTAR) y La Virginia en Arroyito, donde los propios trabajadores bautizaron a su barrio como café con leche porque en su mayoría eran empleados de esas dos importantes fabricas. También, la acería Acindar genera 1.300 puestos de trabajo y el barrio que hoy lleva su nombre creció a su alrrededor, hoy solo queda como testigo mudo sus tres inmensas chimeneas por Av Francia al 4400.”
La historia y el presente confrman que Rosario es hija de su propio esfuerzo. Y cuando la crisis económica se interpuso, hubo distintas maneras de levantarse. Las Pymes o emprendedores que se repusieron con nuevos proyectos lo confrman. Nada hace más digno al hombre que el trabajo. Sobre un andamio, en la ofcina, en un torno, con una herramienta en la mano o tecleando una computadora, frente al aula o en un quirófano; sea la actividad que lo movilice, si se realiza con pasión no será la tortura del tripalium que dió origen a la palabra trabajo, sino, la bendición de hacer sagrado el ofcio.
El trabajo de inventar historias
