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Cecilia Carranza Saroli

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Miriam Duré

Miriam Duré

«Con pasión es difícil que se apague la llama olímpica»

La navegante rosarina Cecilia Carranza Saroli hace un año obtenía la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro junto a Santiago Lange. Hoy, instalada en Buenos Aires, becada en el CENARD, entrena con el horizonte en Tokio 2020 y aprovecha para divulgar la náutica: «como en el hockey o el tenis, cuando hay logros para el país, los chicos se acercan al deporte»

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Hay cosas que Cecilia Carranza Saroli no quiere perder jamás, ni negocia. La luna sobre el mar, el amanecer en el Paraná, la calma del yoga y las enseñanzas de su padre. Lleva todo ese equipaje donde va, donde se muda, y se prometió que siempre haría un alto en su ajetreada vida a bordo de diferentes embarcaciones para ver la belleza de los paisajes, los rumores del silencio en el océano o el asado dominguero. Es que Cecilia Carranza Saroli es pasión en estado puro. Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro 2016 junto a Santiago Lange en clase Nacra 17 mixta de vela, la catapultó a una fama desconocida. Aprovecha la ocasión para contagiar a que más gente se sume a la náutica, habla con fervor de un deporte con poca y mala prensa. Se lo señala como un «deporte caro», «para una elite», «para un mundo privilegiado». Etiquetas que la navegante no niega pero se defende y dispara: «Fue así, pero desde hace unos años la náutica puede ser practicada por cualquiera al que le interese. Hay muchos clubes que dictan cursos y es notable la cantidad de jóvenes que se acercan a tomar clases».

A los seis años, su padre Francisco la llevó a navegar por el río Paraná en su velero de madera año 34, que aún conserva en la amarras del Yacht Club Rosario. Fue amor a primera vista. El aire en la cara, el pelo al viento, la sensación de libertad que sintió en los vaivenes de las olas que pegaban contra la embarcación la marcaron para siempre. A los diez años ya navegaba clase Optimist y a los 19 tuvo que tomar la decisión más importante: dedicarse a la náutica de manera profesional. No tardarían en llegar las medallas desde el año 2002 cuando fue campeona argentina femenina Junior, subcampeona mundial en 2014, campeona panamericana en 2011, varias veces campeona sudamericana, tres veces campeona de los Juego ODESUR y varias veces campeona argentina. Integró el equipo olímpico argentino de vela los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro el año pasado junto a Santiago Lange obtuviera el logro mayor.

Carranza Saroli destaca la labor en equipo para obtener el oro y subraya cuál es tu tarea arriba del barco: «hay tácticas y estrategias similares y diferentes; como en el tenis, hay canchas rápidas y lentas. Santi manejaba el timón y un control de vela que le da forma. Yo soy la responsable de las tres velas. Hay una distribución de tareas ahí arriba. Si comparamos con un auto, Santi lleva el volante y yo el embrague y acelerador. Yo sería la velocidad del barco».

Quiso la vida que el binomio formado por Lange que ganaría la medalla de oro debiera enfrentar el cáncer de pulmón de Lange. Y que la energía puesta en la superación opacara la participación de Carranza, sin la cual la medalla de oro no estaría en la Argentina. Pero a ella no le importa. Solo pretende que su pasión por las velas no le impida ver cuál es el mejor momento para retirarse, cosa que quiso hacer este año pero que no logró. «El objetivo Tokio 2020 siempre está», agrega.

¿Quién le inculcó el amor por este deporte? Mi padre. Nos traía a mis tres hermanos y a mí al club y soñaba con que navegáramos, pero solo lo consiguió conmigo.

¿Cree que se trata de un deporte elitista? Estaba visto como un deporte elitista, pero hoy ya no lo es. Esa fantasía viene de años atrás, pero fue cambiando y hoy el río es para todos. Siempre digo que con muy poquito podés vivir el Paraná en todo su esplendor. A mí particularmente no me gusta salir a “pasear”, pero veo que cada día hay más personas haciendo cursos para navegar. Lo que creo es que hay que poner un poco de orden y de responsabilidad, porque hay muchos accidentes por descuido.

¿Qué cambió en su vida desde que ganó la medalla de oro hasta este momento? Imagino que hay un antes y un después de semejante logro. Sí, claramente. A nivel personal y respecto de cómo me tomo yo lo que hago, no cambió nada. Y eso se debe a que siempre fui muy profesional. En cuanto a lo demás, ahora tenemos la posibilidad como equipo de estar cerca de la gente contando una historia y experiencia que es muy linda. Hemos recibido mucho cariño de la gente y eso es algo que nunca me imaginé en mi carrera deportiva. La medalla no nos sorprendió, porque tanto Santiago como yo veníamos compitiendo muy bien y ganando trofeos. Lo que pasa es que vivimos en un país muy futbolero y no mucho más.

¿Y eso a qué se debe? A que no hemos sabido trabajar para llevar el deporte a todo el país y hacerlo popular. Sí pasó con el hockey o el rugby, pero no con la náutica. Deseo de corazón que podamos cambiar esto. Veo tantas chichas y chicos soñando con un objetivo como el nuestro. Lo que logramos fue épico por la enfermedad de Santiago. Eso le dio épica, gloria. Lo viví como un evento muy emocional y nos tocó en un momento de la vida de Santi que le dio sal y pimienta para que realmente sea una hazaña. Pensá que a la enfermedad, se le sumaba que también competían sus hijos… Para nosotros es muy lindo contar nuestra historia. ¿Qué encontraste en el agua que no te dio la tierra? Mi papá cuando era chica me dijo: «quien se maneja en el agua al fnal tiene un mundo más grande que los demás». Es decir, el mundo es 70 por ciento agua, quien domina esas aguas tiene un universo más grande que el que solo se mueve en la tierra. Siempre me sentí con mucha libertad porque de verdad creo que mi mundo era mucho más grande y lo disfruto desde ese lugar, me da sensación de libertad, me da una herramienta… El agua te hace fuerte, hay cosas que pasan ahí que no pasan en la tierra y hay que estar bien para enfrentarlas.

¿Cómo fue llegar a tierra después de haber logrado la medalla dorada? Me sentí muy preparada en ese momento, de hecho visualicé mucho ese día con ese resultado y sucedió todo lo que había imaginado. Por lo tanto lo tomé con mucha paz y tranquilidad. Después pasa el tiempo y por la cabeza pasan un montón de cosas. Por ejemplo, pensaba que iba a terminar mi carrera deportiva ahí y de pronto me pregunté “por qué no”. Este es un deporte que te permite tener una carrera larga.

¿Y qué hay en tierra por fuera de la navegación? Hay familia, hay vida real… Lo que pasa que cuando estoy en el agua no me acuerdo de nada ni de nadie, pero van pasando los años y me doy cuenta de que en tierra pasan cosas y si no estás atenta, no las volvés a vivir. Poco a poco estoy aprendiendo a valorar las cosas que pasan en tierra.

¿De qué otras pasiones te privás? Del deporte en general. Hay cosas que no hago por el riesgo de lesionarme, como esquiar, jugar al fútbol… Pero tampoco me quejo.

¿Qué plus hay que tener para este deporte? Tiene muchísimas variables y hoy después de tantos años de competir me doy cuenta de que lo más importante es planifcar y entender de dónde sacar más provecho. Para ganar, tenemos que estudiar la embarcación, las mareas, los vientos, la preparación mental, física, espiritual. Enton-

ces la clave de este deporte es dónde invierto más tiempo, porque la verdad es que no me dan las horas del día para hacer todo.

¿Después del oro se sueña con otro logro similar? No sé si tengo la presión de seguir, me di cuenta que quería seguir y me cuestiono cómo manejar esa situación. Es difícil que se te apague la llama olímpica.

¿Cómo es un día normal de trabajo? Después de los Juegos, me fui a vivir a Buenos Aires. La verdad es que no me quería ir, pero no podía seguir yendo de prestada a la casa de amigos, me alquilé un departamento y allí me establecí. He sido becada por la Secretaría de Deportes de la Nación y el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo. La rutina es ingresar al CENAR a las 7.30 a entrenar, al mediodía almuerzo en casa, duermo una siestita porque es importantísimo el descanso para el deporte; hago yoga, voy al kinesiólogo, y en el tiempo libre hago cosas para mí. Me gustan mucho las actividades manuales, mirar pelis, leer. Tengo un hobby que es el baile, pero nunca me tomé el tiempo. La música me enciende. Ahora en Buenos Aires estoy relacionándome mucho con el teatro y me fascina. Es algo que nunca había hecho. La emoción que me genera me hace sentir que en otra vida estuve ahí arriba.

¿Cómo fue el día que ganaron la regata que les dio la medalla? En la última regata de Rio surgieron un montón de problemas, pero estábamos preparados para enfrentarlos. Y si hay algo que hicimos bien, fue prepararnos para enfrentar problemas. Ese día tuvimos penalizaciones, pero pudimos, lo hicimos y para mí fue fundamental porque en el barco el trabajo duro lo hago yo.

¿Cuando uno tiene pasión por algo hay un plus? La pasión es la clave, es el motor para poder dar más que lo que da otro, porque cuando hay pasión te sobra energía. g

TIENE EL TALENTO DE LOS ELEGIDOS

A Cecilia le gusta que la mencionen a través de su apellido compuesto: Carranza Saroli. Nació el 29 de diciembre de 1986, en Rosario, tiene 30 años. Su pasión por el yachting se la debe a Pancho. «Mi papá conserva su barco hace 50 años, es una embarcación de madera de 1934. Al ir a un club náutico desde chica, me subieron arriba de un barco. A partir de ahí, me quedé unida al agua”, explica. Junto a Santiago Lange, integra la dupla que hizo historia en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 tras conseguir la medalla dorada en la categoría Nacra 17. Aquel logro representa el punto más alto de su carrera deportiva.

«La pasión es el motor para poder dar más que lo que da otro, porque cuando tenés pasión te sobra energía».

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