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Derna y Gloria
Cuando la pasión de combinar los sonidos supera la adversidad
Los ojos de ella son enormes, bellos como la noche, misteriosos como la verdad. Pobres de pobreza y grandes de búsqueda; quedos de miedo. Cuando coloca su violín debajo del montón se transforma, sus ojos se cierran fuertes y el arco comienza a jugar sobre las notas que Beethoven dibujó.
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¿Qué pensará el pensar de ella cuando el Mi, el La y el Re se combinan irremediablemente? ¿Serán los momentos innombrables, fnales, viscerales en que por fn es feliz? Su vida, de momento, no lo es tanto. Vive como puede y el azar se lo permite, en Ludueña, un barrio del noroeste rosarino, de origen ferroviario, atravesado por las vías transporta (¿transportaba?) cargas hacia el puerto. Un barrio atravesado por la brutalidad de la miseria: el hambre, la droga, la violencia de género.
Ella, cuyo nombre no importa, empezó este menester para salir de las calles barrosas que la hubieran condenado, con tan pocos años, a una vida intelectual opaca, con suerte... De a poco, el violín le hizo conocer el pentagrama, las notas, los tiempos, los espacios, los valores de cada una. Y la pasión.
¿Sabía nuestra protagonista que sus oídos habían nacido para el arte de combinar los sonidos y que, en defnitiva, ella y Vivaldi, por caso, tendrían los mismos maravillosos momentos de la mano de estas breves y fnas cuerdas?
«La imaginación crea la realidad». Richard Wagner.
Llueve sobre Ludueña. Ella camina con el estuche del violín bajo el impiadoso chaparrón mientras sus compañeros toman mate cocido y comen unos bolllos esta mañana brutal de falso invierno. Detrás vienen apuradas Derna Isla y Gloria Machado. Derna, es además presidenta de la Fundación Allegro Argentina, y su nombre original es oriundo de Libia y que su abuelo clavó en su memoria cuando fue a África a pelear y lo emboscaron, es la directora, la que maneja la batuta de esta orquesta que ya tocó en los mejores escenarios de Rosario y del país.
Gloria Machado, pelea mechón a mechón para que su pelo negro rebeldísimo quede más o menos acomodado cuando Marcelo, nuestro fotógrafo, la apunta con la cámara, la mira cuando habla.
Es inútil. El mechón gana la partida, pero qué importa. Ella es la Directora General de la Escuela Orquesta Barrio Ludueña, que ya tiene 12 años de ensayos, pero la sabiduría de centurias. Esa sapiencia que da la pasión, que en la escuela Luis Mora de Olguín, unos 300 chicos de entre 13 a 15 años vienen a aprender, sobra y rescata. Para Derna, al igual que para Jimi Hendrix, la música es su religión. Viene de una familia apasionada, de un padre que se instaló en Serodino, el mismo pueblo donde nació Juan José Saer y donde ella nació hace 43 años bajo el signo de piscis.
Cuenta Derna, como si todo fuera una melodía desencadenada, que la pasión la heredó de aquel hombre que se juró sería médico. Y lo hizo, terminó la escuela media y se recibió de doctor. «Cuando llegué a Ludueña venía de trabajar en República de la Sexta, —relata la directora de orquesta— enseñando a chicos que tenían difcultad de lectoescritura. Era el año 2005 y yo pretendía, la verdad, algo subversivo», dice.
Parece que de la Sexta la habían echado y que allí comenzó su peregrinar por más de 20 escuelas de la ciudad, «y siempre había señales del Padre Montaldo, hasta que llegué acá». (N. de la R.: el sacerdote salesiano, Edgardo Montaldo, referente del barrio Ludueña que estuviera a cargo de la capilla Sagrado Corazón en Ludueña y un comedor que alimenta a cientos de niños). «Llamé a Montaldo —dice la profesora, experta en fauta traversa, adoradora de las expresiones artísticas y de la libertad— y me acerqué un jueves a visitarlo. Le dije que quería formar una orquesta con niños y adolescentes… —sonrisa cautivadora—. El sacerdote me dijo después que yo le hablaba con ciertos ‹tonos› (musicales) y dio luz verde y ayuda para que esto fuera una realidad. ¿Cada uno de nosotros tenemos potenciales? Sí. Y dejame aclarar algo: yo creo que todos los niños lo tienen. Por eso estoy acá.
¿Cómo fue el comienzo? Sumamente resistido por la gente al comienzo. Los padres no entendían que sus hijos podían tocar un instrumento que, por otro lado, aún no existía.
¿Y cuál fue el disparador? Tocar la música que a ellos les gustaba. No Mahler, cumbia por ejemplo. Y después siguieron hasta que los clásicos llegaron solos. Los padres estaban muy ansiosos por comprobar los resultados de esas clases y cuando los vieron con un violín, un chelo, una viola interpretando música para la mayoría de ellos desconocida. Fue grandioso: a partir de allí ayudaron de todas las maneras que se te ocurran y lo siguen haciendo.
¡Qué lección de vida! ¿No, Gloria? (Machado sonríe cómplice, con esa boca generosa de risa que nos regalará durante toda la entrevista). Sí, claro. Mirá, todos los integrantes adultos de este programa venimos de la música, así que te imaginás lo que es ver a un chico que jamás pensó en tocar un instrumento, tocando en un teatro como El Círculo, por ejemplo. Ellos, los chicos, al principio no saben qué instrumento elegir y la búsqueda es de una riqueza enorme. Es más, te diría que a partir de que los chicos tocan en la orquesta, cambió la fsonomía del barrio, porque de escuchar cumbia, pasaron a la música cásica, por ponerte un ejemplo.
¿Qué compositor les gusta a los chicos? GLORIA: Astor Piazzolla les encanta. DERNA: Y cuando lo escucharon, les llamó mucho la atención el Aleluya de (George Frideric) Händel.
Herbert Von Karajan, el enorme Director de Orquesta, decía que «El arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta». Y podemos agregar: Ni los sueños, pesares, alegrías y ambiciones de quienes interpretan. Porque los integrantes de la Orquesta Ludueña sienten una pasión por lo que hacen que pocas veces se ha visto.
La droga es parte de la vida barrial, como lo es en otros lugares de Rosario y del mundo, pero en la mayoría de los chicos que aprenden a tocar un instrumento, afortunadamente es la excepción y ellos lo saben. Por eso están hartos de la estigmatización y, en cambio, preferen que los que quiera oír, apoyen este emprendimiento, que para los intérpretes es vida, un cambio en el futuro, pasión, amor, belleza y bondad.






«La música tiene poder sanador. Tiene la habilidad de sacar a la gente fuera de sí misma durante unas horas».Elton John
«Desde que empezamos hasta ahora —dice Machado— hemos capacitado a muchos chicos. Algunos están en el profesorado o en la universidad y siguen practicando con su instrumento».
¿ Derna, sentís pasión por lo que hacen? Sí, claro. ¡Por supuesto! Y sus familias tienen pasión, sobre todo cuando pueden sostener la escolaridad de los chicos. Desde el comienzo hubo un ida y vuelta con ellos y los padres, lo que nos ayudó a entenderlos a todos y a la situación de riesgo en la que muchos estaban. Nosotros tenemos niñas mamás que tocan en la orquesta y acompañamos en todo.
Gloria y Derna callan, son mujeres que saben. Ellas alimentan a estos chicos, les dan comida y música; aportan diariamente para que esa comida del estómago y del alma los nutra. Ellas saben. Por eso cuando la cronista habla de los «chicos que aprenden a tocar», las dos dicen, a coro: «Ellos son músicos, grandes músicos, no importa de dónde vengan. Los convoca la pasión ¿quién los va a poder parar?».
Los sábados son días bravos y hermosos en Ludueña. No, lector, no siempre lo bravo es malo. Piense, nada más, que en los teatros más importantes del mundo se grita esa palabra para adular. Acá, en la Argentina, en Rosario, estamos mal acostumbrados a esa expresión. ¿Deberíamos modifcarla? Cuando se trata de la Orquesta Ludueña, defnitivamente. Porque el sábado es el día de ensayo. Entonces la cumbia muta a Chopin, el hombre también pobre a quien el maestro Franz Liszt presentó detrás de un cortinado para que todos lo aceptaran por como tocaba y no por su aspecto.
Los sábados los chicos ensayan. Desde lejos se los ve llegar, a veces con su instrumento, otras con las manos vacías, pero acompañados de sus familias que aportan vituallas para el mate. En la escuela los espera el instrumento que ya forma parte de su vida. Afnan, apuran, cierran los ojos y comienzan. Entonces, el silencio se multiplica. Como el respeto por estos jóvenes que descubrieron que la pasión tiene pentagramas. g
«Si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco». Tchaikovski
















«La música constituye una revelación más alta que ninguna flosofía» . Ludwig van Beethoven

