5 minute read

El disparador

Next Article
Cecilia Rodrigo

Cecilia Rodrigo

La niebla – Rebeca Corominas, 2º E

Estaba a punto de acabar la semana. Tenía muchas ganas de que llegara el fin de semana. Estaba prevista nuestra primera ruta de la temporada. Esta vez iríamos a Peña Lara, un pico de 2400 m de la Sierra de Guadarrama. No iba desde que tenía ocho años y me hacía mucha ilusión volver. Guardaba muy buen recuerdo de aquella excursión.

Advertisement

Por fin llegó el sábado diecinueve de noviembre. Amaneció un día

espectacular, con un sol radiante y una temperatura muy buena para la época en la que estábamos. Nadie faltó a la cita: todos los amigos estaban allí. El día prometía ser estupendo.

Avanzamos bastante durante la

mañana. Cuando estábamos en una

de nuestras paradas para comer algo, el día comenzó a nublarse y las nubes se fueron posando sobre la ladera del pico como si quisieran envolverlo. De pronto, una niebla espesa nos invadió por completo. No podíamos vernos los unos a los otros, salvo que estuviéramos muy próximos, a menos de dos metros. Los más pequeños nos pusimos muy nerviosos, era como si nos hubieran trasladado a otro lugar y a otro tiempo. Comenzamos a llamar a nuestros padres. Nos decían que estuviéramos tranquilos, nada iba a ocurrirnos. Muchos de ellos habían vivido

alguna experiencia parecida y sabían cómo actuar; ¡Calma, seguir nuestras indicaciones y disfrutad de esto!, fueron sus palabras.

Encendimos las linternas, sacamos las cuerdas que siempre llevábamos en nuestras mochilas, nos atamos unos a otros y emprendimos la marcha hacia la cima. Fuimos cantando todas las

canciones que recordábamos y contando todos los chistes que nos sabíamos, incluso nos dejaron oír los chistes de los mayores… No recuerdo cuánto tiempo pasó, para mí fue al mismo tiempo una eternidad y un segundo hasta que volví a ver a mis amigos, a mis padres, el paisaje, el cielo que parecía más azul que nunca, el sol brillando como si le hubieran

sacado brillo….y al mirar hacia abajo, una gran nube, que parecía de algodón nos separaba del suelo. Era como estar en el cielo, sostenido por un colchón blandito y calentito. Todos estábamos alucinados, sorprendidos, maravillados, y nuestros rostros asustados habían desaparecido. La nube convertida en niebla que nos había hecho sentir desprotegidos era como si ahora nos mimara y nos meciera en la cuna.

Aquella noche nos quedamos hasta tarde riendo por los comentarios que cada uno hacíamos sobre nuestra experiencia vivida..

En la profunda niebla – Jaime Guilén, 2º E

Hace ya mucho tiempo, el uno de noviembre de 1945 en un pequeño y triste pueblo pesquero situado al norte de Escocia ocurrió uno de los misterios más extraños de los últimos años.

En Inverness llueve doscientos setenta y seis días al año y los otros ochenta y nueve hay una fuerte niebla que inunda todo.Pero ese día, por primera vez en veinte años, se veía un rayo de luz que se proyectaba en la cruz de la iglesia abandonada.

En aquel pequeño pueblo solo había cuatro familias: los Augherburg, los Caraig, los Burton y los Hasturf. Cuando se levantaron los Caraig y vieron ese rayo de luz, fueron a llamar a sus vecinos. Ya estaban todos reunidos, asombrados por la brillante luz que reflejaba la cruz de la iglesia, cuando una nueva familia llegó con aspecto tenebroso y se alojaron en la casa que estaba vacía desde mucho tiempo atrás. Los nuevos vecinos se acercaron a saludar; tenían un acento extraño. Al irse hacia su casa dejaban un rastro triste y tras ellos parecía cerrarse de nuevo la niebla que inundaba todo el pueblo. Pasaban los días encerrados en la casa. Se les veía mirar al exterior escondidos tras las cortinas y a menudo se escuchaban extraños alaridos.

Las familias se reunieron en la plaza, los adultos estaban hablando y los chicos jugando con Tokio, el perro de los Augherburg. Cuando le estaban lanzando una pelota vieja, jugando para ver quién la tiraba más lejos, un lanzamiento fue directo hacía la casa de los nuevos vecinos y el perro salió corriendo detrás de ella. La cogió pero se le cayó dentro de la casa y entró a por ella.

Con la niebla no podían ver hacía dónde iba Tokio exactamente, por lo que se separaron para buscarlo. Poco a poco la niebla inundaba más y más el pueblo y se perdieron. Intentaron llamar a la policía pero tampoco había cobertura por el rayo que cayó en la antena la noche anterior. Al tiempo se encontraron los Burton y los Caraig, mientras que los Hasturf y los Augherburg estaban cayendo en la trampa de los nuevos vecinos. Querían separarlos para que les diese tiempo a llevar a cabo su plan.

Escucharon a Tokio aullar y fueron todos corriendo hacía allí. Se encontraron enfrente de la casa de los nuevos vecinos. El hijo de los Burton, Tom, miró por a través de los cristales hacia el interior de la casa y vio a Tokio malherido en el suelo y con signos diabólicos a su alrededor.

Sin saber qué hacer fueron a la iglesia abandonada para refugiarse cuando se volvió a ver esa luz en la cruz. Al entrar, empezó a sonar el órgano, se escuchaban pasos, cada vez se acercaban más y el pequeño de los Caraig, aterrorizado, se puso a rezar en silencio. El cielo se empezó a aclarar y en un abrir y cerrar de ojos no había nadie allí. Solo se encontraron la ropa y unas cenizas que parecían las de los vecinos, y se escuchó: Esto no ha terminado, preparaos .

En el próximo El Disparador

Tu historia debe cumplir con estos requisitos:

-Piensa en la palabra «nada» y en las sensaciones o situaciones que te inspire. En el texto que nos mandes, este término puede tener un significado literal o, por el contrario, más figurativo. Tú decides. Al igual que el género, puede ser prosa o verso. Para relato corto, la extensión será entre 350-500 palabras, y si en cambio la poesía es lo tuyo, nos encantará recibir poemas con una extensión de entre 15 y 30 versos. -Revisa el texto, haz las correcciones oportunas y elige un título sugerente. Envíaselo a los responsables de esta sección en formato .odt o .doc

-Se publicarán los mejores textos recibidos.

This article is from: