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Editorial
En la aldea global
En este flamante número podrás encontrarte con distintos reportajes y entrevistas de carácter internacional. Por un lado tenemos la glosa acerca de nuestras queridas alumnas Celia Cabo y Luna Vivaracho, cursando este año estudios en distintos puntos de Estados Unidos. Por otro, la crónica apasionada de la penúltima estancia Erasmus + del proyecto de microteatro Big problems go mini, en Velingrad, la capital spa de los Balcanes. Y por supuesto el reportaje sobre el encuentro entre distintas alumnas y alumnos recién llegados de países de Centro y Sudamérica a España y a nuestro instituto.
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Siendo tres acontecimientos totalmente distintos entre sí, están mucho más unidos de lo que parece. Y es que la globalización que desde hace ya tiempo figura en los libros de texto y vosotros tenéis que aprender –de mala gana, a veces- está presente en tantos aspectos de nuestra vida que ni nos damos cuenta. La aldea global sobre la que tanto se ha teorizado tiene sin lugar a dudas sus aspectos regulares y malos pero también buenos y muy buenos, como es esa facilidad de acceso y de conocer otras culturas distintas con sus peculiaridades pero también con sus muchas semejanzas con la nuestra.
Otra consecuencia de esta globalización es la cada vez mayor homogeneidad de contenidos y modos de aprendizaje entre los países de la Unión Europea, porque al fin y al cabo las distintas leyes educativas –tan diferentes sólo en su apariencia o en su promoción- lo que hacen no es sino plasmar las directrices comunes, que intentan se consigan una serie de objetivos estratégicos a medio plazo.
El caso es que si nos ponemos a pensar son muchísimas más las cosas que nos unen, que os unen a vosotros –tanto si hablamos de Europa como de América como de países de otro continente- que las que os separan: el miedo a hablar en público por primera vez, cuando estáis inseguros o titubeantes por lo que dirán los demás; la sensación de infinita dicha que se siente cuando comienza un viaje de estudios, con todas las vivencias por estrenar y por eso impolutas; la rebeldía adolescente contra lo establecido, contra lo que ya sabemos que no funciona; las risas compartidas, la complicidad, la chispa, la rabia también y el hastío no conocen de fronteras ni nacionalidades, y esa es la magia que nos envuelve a todos cuando se producen los encuentros Erasmus +, aunque sea con países de personalidades tan marcadas y distintas como la alemana, la búlgara y la española.
Nuestro director de cine más internacional, Pedro Almodóvar, ha confesado sorprenderse al ver proyectadas sus películas en países recónditos, porque en las escenas que él pensaba nadie iba a entender –por ejemplo, cuando Chus Lampreave interpreta a una abuela manchega, con sus dichos y sus manías- era justamente cuando toda la sala se venía abajo de la risa y de la ternura. Porque todos compartimos un fondo común, y lo más local es casi siempre lo más universal, de ahí el acierto del término aldea global. Somos tan distintos pero tan iguales, por todos los confines. ¡Celebrémoslo! Y rompamos barreras.
