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La huída

Escrito por Ana Belén Bernal

Por veces es complicado entender a la vida, verla, sentirla, abrazarla, ya que, cual repelente a sus encantos, cada día se asoman las lágrimas en el recorrido de nuestros rostros, nuestra quebrantada vida. Ni asomamos a darnos cuenta de que vivimos en la mayor paradoja: recibir tal regalo como el aire en los pulmones y el corazón en sangre, solo para arrebatarnos todo aquello que alguna vez, en un lejano sueño de infancia, parecían cuentos y fantasías hechas realidad,

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la aventura en lo desconocido, los mil caminos en lista, para ver más adelante en la historia que ninguno nos llevaría a la nuestra. Simplemente antes la vida parecía vida, y lo fue hasta la inesperada aparición de la incertidumbre en la madurez, donde atestigüé el escape de mi alma y junto a ella, la añoranza de la emoción, el sentimiento y el consuelo. Solo bastó un suave toque en las mejillas para sentir el vacío de mi ser, y el emerger de un sin fin de dudas en los rincones desconocidos de mi espíritu.

Un día repentinamente, reinó el silencio, el escape de la vida, el éxito en el abandono de quien no vive sin tener un pequeño destello de su magia. Con tanta frialdad, dio rienda suelta a la soledad del pensador frente a la inmensidad del universo, siendo no solo prisionero de la inevitable perdición, sino también de la constante añoranza de sus dulces toques al amanecer, justo al encuentro del vacío existencialista con las seguras palabras de la conciencia.

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