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Del 22 al 30 de agosto se llevará a cabo la Feria Nacional del Libro Zacatecas 2025. Muy merecidamente en esta ocasión la FENALIZ estará dedicada a Eduardo Campech Miranda, promotor de la lectura, escritor, formador de mediadores e incansable textoservidor, quien fuera colaborador de La Gualdra durante muchos años. Campech dedicó más de tres décadas de su vida a fortalecer el vínculo entre las bibliotecas y la sociedad. Invitamos a nuestros lectores a que se sumen a este reconocimiento, nos vemos el 22 de agosto en la inauguración.

Detalle del Cartel de la FENALIZ 2025.

La Gualdra No.

Editorial

Del 22 al 30 de agosto se llevará a cabo la Feria Nacional del Libro Zacatecas 2025. Muy merecidamente en esta ocasión, el Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde decidió que la FENALIZ estará dedicada a Eduardo Campech Miranda, promotor de la lectura, escritor, formador de mediadores e incansable textoservidor, quien fuera colaborador de La Gualdra durante muchos años.

Nuestro querido Campech dedicó poco más de 35 años de su vida a fortalecer el vínculo entre las bibliotecas y la sociedad. Hace 7 años, cuando aún colaboraba asiduamente en La Gualdra, nos mandó un texto titulado “Carta abierta a la Biblioteca Pública Central Estatal Mauricio Magdaleno”; lo recibí el 30 de agosto de 2018 y fue publicado en el número 351 con fecha del 3 de septiembre de ese año; al inicio puso una frase de Ismael Serrano: “brindemos que hoy es siempre todavía / que nunca me gustaron las despedidas”. Hoy la compartimos aquí nuevamente:

“Querida biblioteca: Hace más de veinticinco años que nos conocemos. Veintinueve, que se cumplirán en este mes, para ser precisos. Ya en alguna oportunidad pequé de indiscreción y narre la historia de amor, entre tú y yo, de un cuarto de siglo (‘Nadie me preguntó, pero lo quería contar…’); hace algunas semanas me despedía del Departamento de Fomento a la Lectura para encabezar un nuevo proyecto. Ahora me dirijo a ti para despedirme. Dudo que sea para siempre, volveré como lector. Pero antes quiero romper el silencio.

En los anteriores escritos no compartí que trabajar en tus instalaciones fue un sueño que surgió una tarde, en la Sala General de la antigua sede (frente al Jardín Independencia). Una idea fugaz cruzó mi mente: ‘Estaría padre trabajar en la biblioteca´. Meses después se cumplía. El primer año no fue grato. Nos íbamos conociendo, adecuando uno al otro. Por eso no resultaba extraño que cada corto tiempo acudiera con el C. P. Ubaldo Bramasco Ávila, entonces Coordinador Estatal, a renunciarle y rechazar el contrato quincenal que me vinculaba laboralmente con la institución. Pero cada quincena salía de aquella oficina con quince días más de contrato. En ti formé y consolidé amistades, lo mismo entre el colectivo bibliotecario, que entre los directivos, y desde luego, los usuarios y lectores. Me diste la oportunidad de ser testigo de amores, desamores, confesiones, trayectorias y desarrollos.

Historias de vida que dejan un aprendizaje. En tus muros inicié una familia. Mudos observadores de cada persona que ingresaba. De filias y fobias, encuentros y distanciamientos. Personajes y personas, niños que hoy son ciudadanos reconocidos, niñas que hoy buscan una sociedad más incluyente. Quizá no imaginábamos entonces que esos nombres brillarían a nivel nacional años después.

En las decisiones y políticas que se tomaron desde tu cabeza conocí la negligencia y el compromiso, la solidaridad y el egoísmo, el error y el éxito. Quedará para los estudiosos de tu historia valorar cada aspecto en su justa dimensión. Será el tiempo el que pondere los aciertos o reclamos. Pero no sólo de directivos, sino de todos quienes colaboramos, propusimos, nos opusimos, omitimos acciones en pro de la biblioteca. Te agradezco, por otro lado, ser factor para conocer muchos municipios zacatecanos, y después, impulsora de mi desarrollo profesional. Me recibiste con los libros abiertos y con los libros abiertos me despido. En más de una ocasión expresé que la Biblioteca (y la misma Coordinación, esa ambigüedad administrativa nos lleva a identificarte lo mismo desde lo coloquial) funcionaba con, contra y a pesar del Coordinador. Y así es, así ha sido demostrado. Lo mismo aplica a este servidor. También he dicho que si bien cada una de las personas que trabajamos en tu interior somos importantes, ninguno somos imprescindibles. Me voy y me llevo un gran amor por ti, me voy pero algo de nosotros ha quedado en el otro”.

Eduardo Campech se despedía en esa carta de una biblioteca que lo vio llegar y regresar repetidamente debido a circunstancias burocráticas ajenas a él; su estancia en la Biblioteca Mauricio Magdaleno, sin embargo, fue permanente hasta el día de su fallecimiento el día 1 de noviembre de 2024. De eso hablaremos en la inauguración de la FENALIZ el próximo 22 de agosto. Invitamos a nuestros lectores a que se sumen a este reconocimiento en el que recordaremos al textoservidor más apasionado, al profesional de la mediación y promoción de la lectura, al amigo Campech. Nos vemos el viernes 22 en Plaza de Armas.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

i https://ljz.mx/03/09/2018/carta-abierta-a-la-biblioteca-publica-central-estatal-mauricio-magdaleno/?fbclid=IwY2xjaw MOFFhleHRuA2FlbQIxMQABHqyZT4J5FM-rC0gW2GV-bqJKJT19RgZpA0KlSNAIUdx3L3D9iobRsiynqy04_aem_ZojGv7VOeRvM779ymrloQ

Contenido

De lo

Directorio

Gualdra lagualdra@hotmail.com

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Sandra Andrade Diseño Editorial Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com

"Una mirada a la historia reciente" de Adolfo Vladimir [Fototeca Zacatecas Pedro Valtierra] Por La Gualdra
Uno lleva consigo los signos que le habitan [Sobre el libro El viento del boulevard] Por Fernando Trejo
Mis últimas clases de griego, Sobre Han Kang, premio Nobel de literatura [Parte 2, Los ojos] Por Daniel Sibaja
La extraña genialidad de Lago Por Mario Alberto Medrano
Dos veces fue otoño [Parte 4] Por Ángel Solano
divino, la creación y la IA [Parte 1] Por Jesús Ugarte Vázquez

"Una mirada a la historia reciente" de Adolfo Vladimir

[Fototeca de Zacatecas Pedro Valtierra]

Adolfo Vladimir Valtierra tiene formación humanística, es egresado de la Licenciatura en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas y desde hace 12 años trabaja como fotoperiodista, gran parte de esos años como fotógrafo para la Agencia Cuartoscuro en la CDMX y ahora como corresponsal en Zacatecas. Ha realizado diferentes coberturas como es el caso del movimiento Zapatista y las iniciativas del Congreso Nacional Indígena, la visita del Papa Francisco a México, la visita de Barack Obama a la isla de Cuba, la muerte de Fidel Castro, entre otras; ha fotografiado en diferentes estados de la República la violencia y violación de derechos humanos desde el 2011 hasta la actualidad, se especializa en temas de defensa del territorio, y desde hace siete años ha documentado la lucha de las madres y la búsqueda de sus desaparecidos, del cual realiza un proyecto documental.

Además, ha sido colaborador cotidiano en varios medios mexicanos y extranjeros: Pie de Página, A dónde van los desaparecidos, Revista Ballast, entre otros, así como parte del reportaje “Los explotadores del agua en México”. En el medio MCCI fue ganador del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación “Javier Valdez” en el año 2020. Y también ganador como equipo del Premio Nacional de Periodismo 2022, con el reportaje multimedia “Fragmentos de la desaparición” publicado en Quinto Elemento Lab.

El 15 de agosto fue inaugurada la exposición "Una mirada a la historia reciente" de Adolfo Vlamidir. La colección está conformada por más de 50 imágenes realizadas durante varios años y que hoy son una muestra significativa de su trabajo periodístico y documental. La exposición puede ser visitada de lunes a viernes de 10:00 a 17:00 horas, la entrada es libre. Permanencia hasta noviembre de 2025.

Uno lleva consigo los signos que le habitan

[Sobre el libro El viento del boulevard]*

Uno lleva consigo el pueblo que le habita, los signos de la ciudad que fuimos, los signos de la ciudad que alguna vez habitamos a destiempo. Se vuelve analogía, añoranza, territorio perdido. En El viento del boulevard, de la poeta Mirtha Luz Pérez Robledo (Frontera Comalapa, Chiapas, 1960), así sucede. Nos invita a un viaje íntimo, como desde el interior de un auto, para observar a través de la ventana la secuencia de imágenes que chocan, pasan y no se detienen.

Durante este trayecto, el recorrido es infinito, volviéndose medular en la figura de varios elementos: Nadia, la madre, el viento y la lluvia. Esta última es una figura recurrente, que aparece como nutriente:

a la orilla de las aceras si tiene suerte y llueve si el agua sucia de las casas corre por la calle la planta del diente de león florecerá… (p.14)

O como añoranza a la casa, a su patio, a su calle de barro: “Tras la lluvia todavía es de arcilla la ciudad en mis ojos / como estrella lejana que se asoma en un charco” (p.16).

La lluvia también aparece en la voz de la familia como “residuos diamantinos”, o en el poema Bullanguerías, con el tono de quien se resigna a ser un elemento más en el escenario de un cuarto, una casa o un departamento: “Ha llovido desde las dos de la tarde y desde hace varios días / solo veo la ciudad desde mi ventana” (p. 18).

De igual manera, desde el olor, el viento y la lluvia se manifiestan en el poema Estío: “Me gusta ese olor a agua que viene del oriente / las golondrinas dispersas construyen el verano / a lo lejos la lluvia transluce el paisaje…” (p. 23).

Ser nuevo residente en una ciudad, en un mapa más amplio, en la cartografía de un croquis que se desdobla infinitamente, en el cosmos de millones y millones de habitantes, nos puede hacer creer que somos diminutos ante el monstruo. Tal es el caso en el poema El cristal con que me mira un Dios inmóvil, en el que la poeta se asume como un dibujo miniatura: un caracolito de arroz.

El viento del boulevard no es un libro fragmentado. Al contrario, el hilo con el que la voz de la poeta nos lleva de principio a fin, hace que el lector vaya superponiendo un poema-ciudad con otro. Es como una transición sobre dos imágenes en la edición de un filme. Y así, con un desvanecido, nos encontramos en la acera de la página 29 con el poema Balada para Simona y, posteriormente, con textos para Shanti, Sendic y Nadia.

Maceración de los instantes es un poema dividido en ocho partes, que pasa a pertenecer a ese librero de poemas que están en los estantes de la poesía mexicana. Mirtha Luz recuerda a Nadia, la evoca, la vuelve vida. Dentro de un estudio-cocina, como ocho escenas cinematográficas a manera de flashbacks, o incluso de flashforwards, la autora estudia cada fragmento: el almíbar, los chiles jalapeños, la mesa puesta para cenar alguna noche, en “la dudosa calma aderezada”.

Las dos de la mañana

La cerradura de la puerta da un chasquido de luz almendrada

Hojaldre tu risa sobre mi ánimo tus pasos de camino azucarado (p. 35)

Es en la cocina donde sucede el alimento del alma, el consuelo, el bocado de la devoción. Estos poemas son como extractos de viejas postales que Mirtha encontró para escribir en ellos olorosos cortometrajes.

En LuNadia crecen 16 poemas como árboles, carámbanos, tatuajes; poemas de “aromáticas espigas” y de lluvia. Las palmas del viento arrastran algunas hojas que, dice la poeta, pretenden decirle algo. Mirtha Luz escribe:

Dejaré que una miríada de luciérnagas me eleve y la luz de las violetas sobre el agua me convertirá en luna

Entonces todo volverá a su cuerpo (p. 53)

La luna, la lluvia, Nadia, el agua y un “Tarro de espumoso mar” para que “gire en las pupilas de la tierra ebria”. La resurrección en el poema, el atajo a la verdad indómita, la líquida certeza del texto ocurre en varios de los poemas de este apartado, como en LuNadia LLENA y PrimaVERA:

Apenas esta mañana soñaba un sueño Cerré los ojos ya despierta Kukulkán vino a traerme un rumor de luna llena y primavera (p. 57)

Asimismo, dice:

Mis manos se han vuelto viento

y todo lo que toco puede volar (p. 59)

Soy Flor que crece del cielo mi tallo óseo florece en mi pelvis de mariposa alada (p. 62)

Una muchacha sueña besos de sal sobre la arena El viento abraza a la luz y LuNadia danza en el salón azul de la quimera (p. 66)

Es mi corazón una ofrenda de flores para vos […] Mis palabras coloridas adornan tu recuerdo y en el cenotafio que mi memoria te erige estás más viva que nunca (p. 67)

En la tercera y última parte, la poeta Mirtha Luz, “de la mano de los jazmines” nos habla de su madre, de aquellos cantos de su infancia. En 5 poemas ángeles y once alas, la triada hija-madre-abuela cierra un episodio, un momento, como una elucubración de su vida en diferentes parajes, ciudades, escenarios.

Entre lunas y soles, estrellas y árboles, la poeta dice: “Nunca una nube en medio del alto mar / se deslíe sin que el sol la llene”. Sin embargo, también entre fisuras, padecimientos, ensoñaciones médicas, nos entrega el siguiente ángel: “La recuerdo lágrima viva / por el dolor del mundo / bebiéndose la luna en las pastillas / sosteniendo su mundo en las farmacias / La recuerdo” (p. 78).

La poesía mística de Mirtha Luz, en este libro, sucede en varios momentos, como en el siguiente verso: “Alzóse nueva la luna / tras las sombras / la mariposa de obsidiana / se acurrucó en el techo / con sus alas abiertas como el ángel” (p. 79). No está de más recordar que esta figura, en la tradición prehispánica, representa a la muerte. Recordamos el poema Doña Luz de Jaime Sabines en su tercer fragmento: “Decías que una mariposa negra es el alma de un muerto”. Sin embargo, en el caso del poema de Mirtha, sucede como una premonición, como el aviso irremediable de la ausencia próxima.

Una ventana abierta, un pedazo de sol colocándose en la esquina, árboles que platican entre ramas, breves instantes, “nubes que forman mil mariposas juntas”, las alas abiertas de la muerte, perros que mastican silencio. Éste es un libro de poesía que sobrepasa la aritmética de la aversión. No existe, en la sentencia, la desolación. Es un libro que contiene vida, una llaga madura que trastoca tres generaciones, que emite un sonido, que “hornea música”, que “huele a anís y albahaca”. Porque la albahaca zurce las distancias con su olor, cura de mal tiempo.

En El viento del boulevard, Mirtha Luz Pérez Robledo nos invita a un viaje poético donde lo cotidiano se entrelaza con lo místico y lo personal se funde con la naturaleza. Es una obra lírica que invita a la reflexión, a detenerse en los pequeños detalles y a encontrar la poesía en la vida cotidiana. La riqueza de sus imágenes y la profunda sensibilidad de su voz poética lo convierten en un libro memorable.

*Editorial Ultramarina, 2021), de Mirtha Luz Pérez Robledo. Fernando Trejo (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1985). Ha publicado, entre otros, los libros de poesía Las armas que me dejó la guerra, Tristera y Junk. Ha sido becario del PECDA, del IMCINE y del FONCA. Ha obtenido, entre otros, el Premio de Literatura Joven Max Rojas, el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal, el Premio Nacional de Poesía Tijuana 2022 y los Juegos Florales Nacionales de Guamúchil 2025. Es director general del Colectivo de Arte y Cultura Carruaje de Pájaros.

La extraña genialidad de Lago

No conocía la obra literaria de Eduardo Lago sino hasta hace poco. He comenzado a leer su novela Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee, que relata la historia de Hallux, un escritor y periodista quien está obsesionado con El original de Laura, la última novela publicada de Vladimir Nabokov, la cual considera tiene un secreto interno, que es una obra inacabada, por lo que se da a la tarea de conseguir un escritor fantasma, Stanley Marlowe, para que se encargue de terminarla, de encontrar la incógnita de las fichas que la acompañan.

Hay elementos que le otorgan un halo policiaco, desde la búsqueda, casi detectivesca, de Hallux por un escritor fantasma; el perfil de Marlowe, muy parecido a su homónimo creado por Chandler, un tanto soberbio, solitario, un fantasma que está detrás únicamente de sus deseos; una mujer adinerada, Gloria Laugthon, atractiva, pero algo vulgar, y quien busca a Marlowe para que escriba la autobiografía de su esposo, un hombre de la clase alta y poderosa de los Estados Unidos, y quien está a punto de morir; una isla alejada a donde va a parar el escritor y de quien sabemos, únicamente, por su diario, que Hallux encuentra.

Y todo lo anterior cobra especial sentido, pues Eduardo Lago se propone hacer una novela que se burle del género negro, y lo hace desde el sarcasmo, desde la crítica honda por parte de sus dos personajes centrales

(Hallux y Marlowe), y lanza con mordacidad una serie de sentencia para decirle al lector que la literatura no tiene futuro, que todo en el panorama está estancado.

A veces enciclopédico, otras intertextual, otras intelectual, las demás burlón, Lago representa al escritor/ ensayista, al autor que siempre tienen una declaración de principios estéticos, estilísticos, narrativos en voz de un personaje. Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee tiene este conflicto palimpséstico de reinventar una obra, de crear otro universo en torno a un universo ya creado. Se habla, con mucha agudeza de Nabokov, a quien consideran un escritor con un par de obras notables, pero de quien se interesan más por su biografía.

Con un gran control del ritmo en las peripecias, la novela avanza de un lugar a otro, de país en país, con un

aire de cosmopolitismo (una cualidad en Lago), con la certeza de que el autor descubrirá, en algún momento, el nudo y su solución. Además, son constantes las muestras de lucidez sobre la literatura, la hispanoamericana y la norteamericana, con muchos trazos de acerva crítica al mundo editorial, el cual, suele ridiculizar, sobre todo por la producción masiva de best-seller.

A Lago lo encuentro muy cercano a dos escritores, compatriotas suyos: Enrique-Vila Matas y Javier Marías. Del primero, hay el humor y la reinvención, especialmente en el Mal de Montano, una novela que se vincula tanto con Siempre supe que no volvería a verte, Aurora Lee, como Llámame Brooklyn, la más afamada y premiada de las suyas; de Marías, hay una unión particular: el ejercicio de traducción. Marías, a quien le debo un entendi-

miento del Tristam Shandy, leyó muy bien la novela escrita en inglés, así como Lago, y ambos, considero, trataron de orquestar sus novelas escritas en español con modelos ingleses y norteamericanos.

Colaborar en este espacio me ha empujado a descubrir, como es este caso, y redescubrir obras y autores.

La de Eduardo Lago es una muy grata sorpresa. Estoy en camino de leer su narrativa: Llámame Brooklyn, La estela de Selkirk; y su trabajo ensayístico: Walt Whitman ya no vive aquí: Ensayos sobre literatura norteamericana y Todos somos Leopold Bloom Razones para (no) leer el Ulises.

Cabe mencionar que Lago es un estudioso (obsesivo, diría yo) de la obra de James Joyce, y ha puesto gran empeño en analizar y revisar las diversas traducciones al español que se han hecho del Ulises, así como del Finnegans Wake, novela onírica, impenetrable, compleja, incluso podría decirse que desarticulada.

Para finales de agosto, Eduardo Lago estará en México para presentarse en la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios para hablar sobre el español, donde compartirá mesa con Concepción Company, así como con Sandra Lorenzano, en otra actividad sobre el español y la migración.

También estará presentando La estela de Selkirk en el Centro de Enseñanza para Extranjeros, de la UNAM, el próximo 29 de agosto a las 17:00 horas.

Libros

Literatura

Mis últimas clases de griego, Sobre Han Kang, Premio Nobel de Literatura

[Parte 2, Los ojos]

Alimenta al cuervo para que te saque el ojo. Refrán griego

Club de lectura

Los ojos —No puede ser que un estudiante tenga más control emocional que tú. Pero esto es sólo una evaluación para mejorar. Te recuerdo, todos tenemos una retroalimentación. No tienes iniciativa en tus guardias, no tienes autoridad y ahora hay que trabajar en conjunto con otros profesores para realizar proyectos interdisciplinarios. Mira, estos apuntes son nuestras áreas de crecimiento. No puedes involucrarte tanto con tus estudiantes, no hay que tener favoritos. Además, no cumpliste con tus objetivos y sigues fallando en esto desde el 2022, son tres años con lo mismo. Tus proyectos sobresalieron, en lo académico está todo bien. Pero en lo emocional… Si estás en desacuerdo con algo, puedes escribirlo en este espacio de la página… Mis oídos no fueron testigos de una simple vida. Quise dejar de escuchar los rumores de mi persona en los pasillos del colegio. Pude contenerme, sin tirar la toalla. Escribo esto después de no llorar. Luego de un año lleno de avances personales, de nostalgias y de adioses. Así abro de nuevo La clase de

griego (2023) de Han Kang, una vez decapitada mi cabeza llena de palabras sobre la mesa. Descubrí que no podré ser suficiente ante algunas cuantas personas. Jamás. Pero sí podré construirme otro sitio, y he de mirarlo hecho verdad.

Incluso en la época que podía hablar, ella era una persona de voz queda / Y ella no deseaba amplificar de ese modo su persona / […] bajo el sol del patio descubrió los fonemas de su lengua materna / ¿Se acuerda por casualidad del primer sueño que tuvo? / Podría hacer pequeños agujeros en cada una de las letras.

Esos meses del 2025 diseñé mi último examen de griego. Era difícil ajustar el alfabeto a las necesidades de mis alumnos, cuando los compañeros del trabajo me juzgaron por impulsivo e indiferente. Por ejemplo: …la señorita φ tenía una neurodiversidad particular y era complejo comunicarse con los otros, el muchacho ω venía de Francia y era arduo traducir los ejercicios de la prueba, la señorita π era muy organizada y no cabía duda de su talento, en cambio, el señor μ inició a consumir tabaco y su empleo de medio-tiempo

por las tardes lo trasnochaban; a quien nunca voy a olvidar es al señor λ, quizá fui duro con él, pero en el transcurso de los meses se convirtió en el mejor de la clase, sacando todos los puntos de la prueba escrita.

—¿Qué es? ¿Un poema? ¿Un poema en griego? / —¡Profesor! —exclama el joven estudiante de filosofía—. ¡Mire el poema que ha escrito en griego! / A veces me quedo pensando / en lo extraño que es formar parte de una familia / en lo extrañamente triste que es eso / Cuando apague la lámpara, vendrá la oscuridad / la noche de mis ojos, que es más oscura que la brea, que es casi la misma con los ojos abiertos o cerrados. —Te recuerdo que yo también tengo a mi padre enfermo —dijo la directora de la sección—. Y no mezclo mi vida personal con el trabajo. Lo primero son los estudiantes y como colegio debemos protegerlos. Tienes que entender que esto sólo es un empleo pasajero, no nos quedaremos aquí toda la vida. Descubrí que en este sitio nadie comprendería todos mis sueños en griego, tampoco la manera de desempeñarme, nada de lo que hiciera cambiaría las cosas, nada detuvo mis palabras esparcidas por el viento, mi inestabilidad, mis proyectos, mi propia forma de ver la vida. Terminé mi Club de lectura sobre esta novela surcoreana en el Márago Coffee de la Emérita, con muchas personas nuevas interesadas por los libros de Han Kang. Descubrí también que me había equivocado, el hombre de la trama no era un viejo, sino un joven profesor como yo, que perdía la vista aceleradamente. ¿Y qué es eso? ¿Eso de color morado oscuro? Ah, es el mar. Y eso blanco es el hielo. Son los glaciares. ¡Oh, ahora mismo está nevando! ¿Lo ve? Esos puntitos blancos que brillan… ¿No lo ve?

Hoy tengo una fobia al mar y no sé desde cuándo no me cabe en la cabeza ir a la playa.

Resplandor.

Penumbra.

Sombra.

[…] porque te añoré con locura deseando que tú no fueras tú. Lo intenté desequilibradamente anhelando que Daniel no fuera ese Daniel. Y lo traté de hacer todo con lo mejor que pude. —¿Puede oírme? Aquí estoy, soy Daniel, ¿Hay alguien más arriba? Tengo tus libros guardados en el segundo piso. Se me han roto las gafas y tengo muy mal la vista… Toma mi mano. ¿Podría llamar a alguien? No estás solo, hay un lugar para ti, necesitas esperar un poco

más. Necesito un taxi para ir a una óptica antes de que cierren… Lo intentaste, hiciste lo mejor para todos ellos. ¿Puede oírme? Hoy no fue suficiente, Daniel, no fuiste suficiente para estas personas. Han Kang tiene ese poder de envolver la lectura en un estado luminoso, blanco y endeble. Su escritura pudo unirme a varias personas nuevas en mi vida. Creo en el poder de las palabras desde que era un niño. Reconocer una lectura en grupo junto a su obra fue el regalo más lindo después de quedarme desempleado. Lo vi en una fotografía del Club de lectura, ahí estaba, en esas hojas y las sonrisas de mi gente. —Esto es por tu bien —dijo el principal director del colegio—, pero si decides no firmar e irte a conciliación, temo que debemos cerrarte las puertas de esta institución. Estamos en crecimiento y sabes que ésta será tu casa. Lamentablemente siempre te vas a encontrar con personas así toda la vida y tienes que aprender a vivir con eso. Espero que escribas un libro sobre esta experiencia. Que veas esto como una oportunidad más que como un fracaso. Te debo todavía el código de reglamento que diseñaste. No te sientas mal si cuando regreses hayamos implementado todas tus ideas. Discúlpame, en serio, por no darte todo mi apoyo. Espero que estés muy bien.

—En la sala de urgencias se oían demasiadas cosas al mismo tiempo / Ella percibe que sus pausas y los ruidos de los insectos se entrelazan en un curioso desfase rítmico / Ella recuerda a las personas que ha visto en la sala de urgencias de un hospital / Se intercala de nuevo el silencio, y esta vez suenan primero los chirridos, como rasgueos de un instrumento tradicional de cuerdas / —Cuando supe que un día perdería la vista, le pregunté a mi madre si todo se volvería completamente oscuro… El libro de La clase de griego (2023) me vio perder muchas cosas en el camino. De pronto tu dedo índice empezó a escribir algo en mi hombro desnudo. Tuvimos ganas de llorar. Pero no quisimos llorar. Pudimos ver la voz de todos mis estudiantes esparcidos por el aire. Es verdad, no sé hacia dónde voy. El silencio nos fue cubriendo las rodillas, la cintura, y por fin, como también Han Kang lo escribió, las palabras comenzaron a caer de nuestros ojos hacia la cara. Juro que volveremos a levantarnos, querido lector, que estas palabras nos escuchen en la quietud. Y que encontremos pronto otro libro más en nuestros cajones: …para leerte y escribirte, antes de que todo haya desaparecido.

Daniel Sibaja (Mérida, Yucatán, 1997) Ver la Parte 1 de este texto en: https://ljz.mx/09/05/2025/mis-ultimas-clases-de-griego-sobre-han-kang-premio-nobel-de-literatura/

La secundaria y el caos

Corrían los primeros años de la década de los 90; en México se gestaban diversos acontecimientos que transformarían la vida pública del país. El asesinato de Colosio en 1994 y el levantamiento del EZLN en Chiapas, ese mismo año, son algunos ejemplos de los eventos que marcaron el imaginario colectivo de nuestra sociedad. En el mundo, Alemania se reunificaba tras el fin de la Guerra Fría; pero iniciaba la llamada Guerra del Golfo. En 1994 Nelson Mandela era elegido presidente de Sudáfrica, después de haber estado encarcelado 27 años por oponerse a las injusticias sociales. En el 96 nacía el primer ser vivo clonado, la oveja Dolly. Yo ingresé en el año 95, a la educación secundaria, cursando tres años en la ESTIC No. 53 “Vicente Suarez”, escuela popular localizada en la comunidad de San Juan, perteneciente al mismo lugar de mi nacimiento, Tultepec. Pocos fueron los compañeros de primaria que encontré en mi nueva escuela; muchos se fueron a municipios vecinos, como era mi deseo original, pero dadas las circunstancias económicas tuve que quedarme, otro poco más, en mi pueblo de origen. Mis nuevos compañeros se caracterizaron por ser una hermandad, por generar colectividad y lazos entrañables; aún mantengo contacto con muchos de ellos, a otros los dejé de ver y algunos más han muerto. Cómplices de mis locuras y testigos de la llama creativa que se encendía poco a poco en mi alma.

Tengo presente los tiempos de la adolescencia como caóticos, de descubrimiento y enseñanzas constantes, de risas y un claro acercamiento a los procesos conectados con la subversión y la rebeldía. En esos años mi gusto por las lecturas esotéricas y lo paranormal me llevó a protagonizar actos que generarían molestia en la población escolar, en los docentes, pero sobre todo en los padres de familia. Recuerdo perfectamente que después de ver la película

The Craft, dirigida por Andrew Fleming, transformé mi manera de vestir; prácticamente era un adolescente con tintes góticos y darketos. Organicé a mi grupo de amigos, leíamos textos bíblicos como el Apocalipsis y libros de “hechicería” (populares en aquellos años por su fácil adquisición en puestos de revistas o papelerías) publicados por Editores Mexicanos Unidos. Con todo este material y vestidos de negro nos reuníamos en casa de los compañeros para hablar de diveros temas existenciales.

Tiempo después compré una tabla Ouija y la llevé a la escuela. Realizábamos nuestras sesiones espiritistas como las mismísimas hermanas Fox. Nos escondíamos en la biblioteca con el pre-

Dos veces fue otoño

[Parte 4]

6Por Ángel Solano

texto de organizar el acervo bibliográfico pero realmente creábamos nuestra cofradía. Todo marchaba extraordinariamente hasta que un día fui acusado de herejía y de liderar una secta de adoración al anticristo, en una junta de padres de familia. Esa ocasión mi madre salió enfurecida, preocupada y apenada, no daba crédito de las cosas que su hijo realizaba a diestra y siniestra, yo tampoco entendía el potencial imaginativo de la señora que me acusó y menos de la seguridad con que lo compartía ante la concurrencia. Yo, líder de una secta blasfema.

Con el paso de los días tuve que cambiar de paradigmas, dejé a un lado los procesos “mágicos” y me enfoqué en los culturales, al final siempre estaban ligados. Como parte de una clase, realizamos una obra de teatro, misma que aún tenía por temática lo sobrenatural, fuimos la mejor presentación del grupo. Hice el guion, la selección de actores y la escenografía. La actuación de la protagonista y antagonista fue tan convincente que detonó aplausos del público, por supuesto que sabían la real enemistad de mis actrices, quienes se odiaban por temas sentimentales.

Mi obra se llamaba “Excursión Satánica” que me recuerda, ahora y de forma muy burda, el cuento “Los sueños en la casa de la bruja” del escritor estadounidense Lovecraft, el cual muchísimos años después descubriría. Y digo que muy burdo porque una escena se desarrollaba con unas brujas ataviadas con minifalda bailando “Children”, de Ro-

bert Miles, pieza trance muy popular en los años 90, mientras un par de estrobos y una cámara de humo contextualizaban el ritual pagano; acto que se movía entre el sueño y la realidad. Esta parte de la obra causaría conmoción en las orientadoras de la “Vicente Suárez”, al considerarla un acto prostitutil.

A pesar de los incidentes, la presentación fue exitosa. Como consecuencia se me ocurrió dar funciones a todos los grupos de la secundaria en el salón de usos múltiples, espacio que se adaptaba maravillosamente a la propuesta. Avanzamos de forma rápida, se consiguió un equipo de sonido e iluminación gracias a una compañera que tenía amoríos con el líder sonidero del pueblo. Otros compañeros obtuvieron unas cortinas muy gruesas que instalamos como telón, se mejoró la escenografía y la utilería. Los boletos se vendieron en 2 pesos. Teníamos todo preparado, el primer grupo llegó, se notaba el entusiasmo y la expectativa. Habían entrado los primeros alumnos cuando de pronto irrumpió el secretario académico para hacer de nuestro conocimiento que la obra estaba cancelada. Gritos, reclamos y argumentos que usamos para exigir el derecho a ocupar el espacio escolar, se manifestaron duramente. La negativa continuó y tuvimos que abandonar el proyecto. Nunca regresamos el dinero

recolectado de los 12 grupos que integraban la escuela, no recuerdo bien el destino de todo el monto, pero una parte sirvió para pagar algunos gastos y organizar una comida con el equipo.

Tras mi fallido intento con las artes escénicas y ante el descontento grupal por el trato de las autoridades escolares, incursionamos en actos “terroristas” como forma de protesta. Recuerdo claramente que un lunes por la mañana, antes de realizar los acostumbrados honores a la bandera, colocamos una media repleta de tierra, amarrada en el asta que se encontraba al centro del patio. La sorpresa fue contundente, los asistentes reían y se escandalizaban cuando, iniciado el recorrido de escolta, se percataron de aquel objeto pagano que colgaba de forma grotesca. Otra acción similar ocurrió en una ceremonia cívica donde, como forma de protesta, cantamos el Himno Nacional Mexicano a gritos. Inmediatamente nos llevaron a la oficina de la directora, sin mayor sanción que un regaño. Con el paso de los años, entendería que estas dinámicas estaban profundamente relacionadas con el arte que realizaría posteriormente.

Los años transcurrían con vértigo, en ocasiones más lentos y otras a la velocidad de la luz. Mi capacidad creativa me ayudaba a pasar materias que no me gustaban; intercambiaba con los docentes dibujos en el pizarrón por puntos extras, así comencé a realizar periódicos murales cada fecha conmemorativa. Por ejemplo, en el taller de secretariado, dibujaba temas coloquiales y aspectos de la materia, ocultando caricaturas de los maestros a quienes conocíamos por su apodo, el Supermán, la Chupacabras, la Picochulo o la Venada, en los paisajes gráficos que eran recibidos con agrado. El último año llegó rápido, el concurso de ingreso a educación media superior también, yo tenía con claridad que deseaba estudiar en uno de los Colegios de Ciencias y Humanidades pertenecientes a la UNAM, ni tardo ni perezoso coloqué en mi papeleta con 30 espacios sólo uno, CCH Naucalpan. A los pocos días mi madre estaba esperándome en la oficina de orientación y me obligaron a colocar por lo menos otras dos opciones. Entonces escribí, debajo de la ya inscrita: UNAM-Prepa 9 y DGETI #165, el cual tenía una carrera técnica en Diseño Gráfico. El 22 de junio de 1997 a las 8:30 horas presenté el examen. El destino habló y meses después mi madre consultó el periódico para darse cuenta de que su hijo había ingresado al sistema de bachillerato de la máxima casa de estudios del país. [Continuará]

Ver las parte 1, 2 y 3 de este artículo en:

https://ljz.mx/18/05/2025/dos-veces-fue-otono/ https://ljz.mx/18/06/2025/dos-veces-fue-otono-2/ https://ljz.mx/10/07/2025/dos-veces-fue-otono-parte-3/

de palabras

Ángel Solano.

De lo divino, la creación y la IA

[Parte 1]

6 Por Jesús Ugarte Vázquez

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Luis Borges

Ensayo

Durante mucho tiempo se relacionó al artista con lo divino. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, vinculaba el poder creador del artista con la intervención proveedora de Dios. Las habilidades eran otorgadas desde lo alto y la perfección, que es lo que constituye la obra primigenia de todo, se encontraba en las manos de los mejores artistas como instrumentos que comunicaban un mensaje celestial a través de sus obras. Es una idea que se puede encontrar en todas las religiones abrahámicas y durante gran parte de la Edad Clásica y el Medievo. Se separaría después el arte de Dios y se instauraría paulatinamente un arte más crítico, blasfemo, que no buscaba sino la libertad estética, la belleza de lo cotidiano, sin dejar de ser ajeno a lo más horrendo de la vida. La simplicidad del lenguaje en pos de un estilo menos rebuscado y más cercano al lector es una herencia que se encuentra desde principios del siglo XX en los poemas de Rubén Darío o en los cuentos de Borges. La segunda mitad del siglo pasado trajo consigo una verdadera revolución de ideas en torno al

artista y su creación. El Nadaísmo, en su Primer manifiesto nadaísta, reflexionó acerca de la idea arquetípica del arte y Dios; de los artistas y sus dones otorgados. Les interesaban las impurezas, los sucesos que hablan más de lo absurdo y todas sus posibilidades. El hombre desvinculado de todo lo divino para hacer un arte que sólo puede provenir de un simple mortal, con todas sus imperfecciones, pues «[…] el arte es, en última instancia, lo No-Divino, lo No-Real, o sea, lo que extrae el espíritu del mundo caótico de los elementos dispersos en la Naturaleza».

Las impurezas, así como las enfermedades, pueden traer consigo la sorpresa del genio, de una novedad inesperada o una técnica única. Lezama Lima y su desafiante libro Paradiso son un ejemplo de esto. Al escritor cubano se le cuestionó por el uso excesivo de comas. Julio Cortázar, que participó en la revisión del libro, recibió la respuesta del propio Lima cuando éste le dijo que era por asma que el texto estaba así, sincopado. Un detalle que le valió la comparación con Marcel Proust, quien padecía la misma enfermedad y abusaba de la

misma puntuación. Y como éste, hay varios ejemplos en el arte. No hay obras perfectas. La creación navega muchas veces sobre aguas turbulentas que no pueden —ni deberían— ceder a un ritmo cadencioso, regular y sin asperezas. Así en la vida como en el arte, el hombre está condenado a la entropía. Gonzalo Lizardo lo expresa así hablando de la novela: «[…] no debería aspirar a la pureza sino al sincretismo: a la perfecta amalgama de todas las impurezas. Por eso le viene bien cierto grado de “malignidad” […]».

***

Fernando Bujedo, arqueólogo y profesor, puso a prueba un detector de IA con su propia tesis de maestría de 2017, resultando que más del 80% de su texto había sido creado por una IA. Después, examinó las primeras líneas del Quijote, y de nuevo apareció que más de tres cuartas partes del texto habían sido generadas por una IA. Esta noticia se difundió, y de milagro no salió algún iluminado a proponer una teoría sobre viajes en el tiempo o la influencia de vida extraterrestre. Lejos de este evidente error, ¿acaso nosotros no nos podríamos dar cuenta de que algo está escrito con IA? Creo que la crisis de esa detección no está en si lo que se escribe es «correcto» en términos de lo sintáctico o lo ortográfico —me parece de lo más razonable usar una herramienta así, por ejemplo, para enviar mensajes dentro de un bullshit job empecinado en burocratizar todo—, sino en que, esencialmente, la IA no dice nada nuevo, como muchas de las tesis que replican incesantemente lo que el otro dice en una suerte de cita de la cita de la cita. Aunado a esto, se le suma un estilo apenas sometido por la petición detallada en el prompt, desde el que se entrena para sonar de tal o cual forma, pero nunca con una voz propia, homogeneizando así el texto genérico que puede ser el de fulano o zutano.

Sabemos que «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme» jamás lo escribiría una IA porque requiere escapar del lugar común, de ese lugar seguro, de los mensajes bien claros: tema que siempre se encarga de destacar en sus correcciones diciendo «tu texto podría ser más claro si…», dando una solución facilona a continuación. Pero, sobre todo —como me diría un profesor en la carrera—, porque «hace falta que te arrolle un poco la vida».

Una de las ideas más polémicas en cuanto a la producción de obras artísticas es encontrar el origen de la voluntad de crear, el impulso del que emana el genio artístico. Es un tema que ha

sido explorado y comentado de forma abundante tanto por teóricos como artistas, pero que aún guarda una división marcada entre los que opinan que de la inspiración se puede obtener toda la abundancia creadora, como si se tratara de un asalto divino o un momento de iluminación, y los que se aferran a creer que, con el dominio de la técnica y el trabajo arduo, constante y sin descanso, conquistarán algún día la «gran obra». Cualquier posición termina por ser frustrada a partir de los hechos, pues algunos artistas acertaron con grandes creaciones en un momento en el que pudieron decir que fue por inspiración, que detrás de ellos estaba Dios susurrándoles una melodía como a Mozart, y otros, que fue con disciplina y sacrificios, como Montaigne y sus diez años enclaustrado en una torre.

Creo que estas ideas fracasan por omisión de la otra. El trabajo como fuente exclusiva del arte es el artista sin materia estética. Es decir, no es posible hablar de un escritor que, a fuerza de estar escribiendo todos los días, o que domine a la perfección alguna técnica, dé en el blanco, como una suerte de ventaja probabilística en donde se escribe más para que de todo haya algo que acierte, como lo afirma el Teorema del mono infinito, con la diferencia de que no se tiene tanto tiempo ni tantas pulgas. Ya lo decía Platón cuando afirmó que «[…] quien se acerca al templo de las musas sin inspiración, pensando que basta conocer el oficio, es un adocenado cuya presuntuosa poesía será opacada por las canciones de los maniáticos». Por otro lado, la escritura sin trabajo es una imposibilidad. La escritura es en sí un trabajo, y cuando no es trabajo no puede ser escritura. Cuando se dice o se escucha decir a alguien que no está inspirado o que «las musas no bajan», es porque se está pasando por un bloqueo creativo —que por lo regular se resuelve trabajando— o porque simplemente se encuentra una excusa a la inactividad. Cuando ese gran momento de inspiración llega, se manifiesta en el trabajo sin el que la idea quedaría varada hasta disolverse en la memoria y perderse. Bueno, la IA viene a acabar con todo este desquiciado mamotreto con su «ven y dime lo que quieres», que es el chatbot. Una especie de fuente de los deseos, un oráculo, un embaucador que resulta haber incitado a un hombre belga ecoansioso a quitarse la vida y a otra persona, a matar a sus bullies. Vaya, incluso existe quien espera la llegada de un mesías: una IA sensible, omnipresente y superinteligente que arreglaría los problemas del mundo. ¿Por qué no iba a decir un detector que la IA es el mismísimo Cervantes?

Don Quijote contemporáneo, imagen creada con IA
Jorge

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