La Gualdra 678

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José de Jesús Sampedro nació el 2 de noviembre de 1950 en la ciudad de Zacatecas. Fue docente universitario, tallerista, autor de los libros un (ejemplo) salto de gato pinto (1976, Premio Aguascalientes 1975), Si entra él yo entro (1981), La estrella, el tonto, los amantes (1985), y No estar y estar y (2012). En 2018 recibió el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde; en agosto del 2020 el Ayuntamiento de Zacatecas le otorgó la Medalla al Mérito Poético "Roberto Cabral del Hoyo"; ese año también fue nombrado miembro corresponsal de la Academia Mexicana de Lengua. Fue fundador y director del Festival y del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, así como del Premio Internacional del mismo nombre. Coordinó y dirigió desde 1974 la Revista Dosfilos; y fue editor de la colección de poesía Praxis/Dosfilos y de la colección de poesía y narrativa El Pez Soluble; dirigió también el suplemento Corre, Conejo. Falleció el 22 de julio de 2025 y en La Gualdra lo recordaremos siempre.

Juan Carlos Villegas. Retrato de Sam. Acuarela sobre papel. 2025.

Editorial

La Gualdra No.

Veintiocho de noviembre de mil novecientos cuarenta y seis no envejeceremos juntos. Este es el día para colmo: el tiempo desborda. Mi tan ligero amor pesa como un suplicio. Paul Éluard

El 27 de junio de 2020 escribía esto para José de Jesús Sampedro: “En medio de esta pandemia tan terrible, de pronto un rayo de luz cargado de magníficas noticias iluminó a Zacatecas con la buena nueva de tu nombramiento como corresponsal de la Academia Mexicana de la Lengua y eso me hace muy feliz porque se te reconoce todo el trabajo que has realizado desde hace muchos años en favor de la cultura y las artes desde nuestro Estado para todo el país”. Encontré este correo mientras buscaba fotos suyas y con él una larga lista de mensajes que solíamos intercambiar desde mucho antes de que se decidiera a tener un celular.

Encontré en el archivo una serie de correos en los que me mandaba, sobre todo, instrucciones para hacer los números especiales de La Gualdra cuando se acercaba diciembre, la fecha del Festival de Poesía Ramón López Velarde que inició en 1982 llamándose Festival de Poesía Praxis-Dosfilos y que aludía a la colección que reúne más de 100 libros de poetas del interior de la República; en 1988 cambió su nombre por el de Festival de Poesía Ramón López Velarde, y en 2007 por el de Festival Internacional de Poesía; desde ese año se entregó el Premio Internacional de Poesía Zacatecas junto con el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde para obra inédita -instituido desde 1982-.

Durante muchos años, José de Jesús, nuestro querido Sam, se encargó de hacer las gestiones -con la Universidad Autónoma de Zacatecas, instancias de gobierno, embajadas y distintos patrocinadores- para que ese festival se llevara a cabo y eso propició que en Zacatecas, cada diciembre, se reuniera un nutrido grupo de poetas del país y del extranjero. Fue el 2019 el último año que lo organizó; a partir del 2021 la Universidad Autónoma de Zacatecas decidió continuar con el premio sin la coordinación de su fundador y gestor durante 4 décadas.

El 15 de junio de 2022, Sam escribió: “Amigas, amigos: prioridades diversas me obligan a retirarme tanto de la coordinación del Premio Nacional de Poesía como de la coordinación del (hasta 2019) Festival Internacional de Poesía “Ramón López Velarde”, mismos que contribuí a fundar (y a transformar y a optimizar y a preservar) justo hace ya cuarenta años. A la benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas, a sus incluidas administraciones, les manifiesto (y les reitero) mi gratitud, extremadamente inmodificable”, porque así era Sam, agradecido. No hubo, hasta donde yo recuerdo, una carta similar de la UAZ.

Para esas fechas la enfermedad había ya lle-

gado a su vida y estaba dando una lucha singular para estar sano; sin embargo, nada impidió que su Revista Dosfilos continuara publicándose. Cierto es que en los últimos meses salió con menos regularidad debido, entre otras cosas, al cese de convenios institucionales, pero llegó el 2024 y con él la revista alcanzó el medio siglo. Quedó pendiente la celebración de esos 50 años ¡50! Tremendo y glorioso número para una revista cultural a la que dedicó dos tercios de su vida y que fue escuela para muchos de quienes nos dedicamos a la labor de difundir la cultura y las artes.

En Sam encontramos siempre un gran ejemplo a seguir. Nos puso la muestra de un trabajo disciplinado y amoroso, paciente, tenaz y apasionado de promoción, creación y gestión. Su un (ejemplo) salto de gato pinto, aquel libro emblemático con el que ganara el Premio Aguascalientes de Poesía hace 50 años lo catapultó como un poeta de vanguardia; luego publicaría más libros de su autoría, que si bien fueron pocos son suficientes para confirmar un talento sin parangón alguno. Sé, porque él me lo comentó, que en estos últimos años estaba dedicado a escribir; ojalá que algún día podamos conocer todo ese material hasta ahora inédito.

José de Jesús Sampedro siempre tuvo una sonrisa para la vida y con ahínco conformó una comunidad que vio en él los frutos de la constancia y amor por las letras. El 22 de julio falleció en su tierra natal acompañado de su familia. Su esposa Esther Cárdenas y Andrea Sampedro, su hija, estuvieron a su lado siempre. Al día siguiente, al finalizar el funeral, David Eduardo Rivera Salinas, Abel García Guízar, Georgia Aralú González Pérez y Alain Derbez le dedicaron unas palabras a manera de despedida; previamente la Banda de Tacoaleche llegó a tocarle un par de piezas de rock.

Su cuerpo fue cremado. Su urna, la de Pingo, una playera del América, una boina de Inter de Milán, su collar y una plaquita metálica con un elefante fueron colocados en una tumba del Panteón de la Purísima el 30 de julio; después de las palabras dichas por un sobrino suyo, el acto concluyó con el poema que inicia este texto y que ese día le fue dedicado por Esther.

Y su recuerdo, el de nuestro querido Sam, escribiendo, rodeado de su colección de elefantes, leyendo el periódico mientras caminaba por el centro histórico, o cantando su Blues del autobús en el festival,1 nos acompañará siempre.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1 José de Jesús Sampedro Blues del autobús, 2012: https://youtu.be/mRG1Yi8XaF0?si=5qJLCjfIRE34SZOX

Contenido 3

El

Despedida a José de Jesús Sampedro Marcos

José de Jesús Sampedro Por Sigifredo Esquivel Marin

El gato callejero de García de la Cadena 307 Por Rafael Catana Cruz Hanblecheyapi Por Verónica G. Arredondo

Bitácora Latinoamericana Un (ejemplo) salto de gato pinto Por Miguel Donoso Pareja

Por

Previo Por

3 8 6 4 5 7

Un rosario de huesos Por Jorge Humberto Chávez En Zacatecas Por Marco Antonio Campos

Sampedro, por ejemplo Por Javier Acosta
blues de Sam Por Yamilet Fajardo
Mímesis Por David Castañeda Álvarez
García Caballero
Sampedro
Armando González Torres
José de Jesús Sampedro

Sampedro, por ejemplo

José de Jesús Sampedro es uno de los poetas mexicanos más singulares de la segunda mitad del siglo veinte. Su libro un (ejemplo) salto de gato pinto (1975) lo convirtió en el ganador más joven del Premio de Poesía Aguascalientes, el más prestigioso del país. Un adolescente pasaba entonces al centro de la escena literaria nacional, un muchacho dotado con inusitada soltura y precoz sabiduría; un joven maestro de la prosodia, sediento de innovación, dispuesto a la creación de sorprendentes anomalías verbales.

Pero no sólo fue poeta, Sampedro fue una constelación cultural. Como editor fundó y mantuvo la legendaria Dosfilos, una revista-escuela para quienes nos interesábamos en la literatura más novedosa. En Dosfilos y en su hermana gemela, Diálogo, también dirigida por Sampedro, pudimos abrirnos al pasmo de las nuevas posibilidades poéticas, con autores y autoras de distinto signo, pero caracterizados por la voluntad de contemporaneidad que infundía Sampedro.

Creo que ésta fue una de las aportaciones más decisivas de Sampedro, especialmente a la cultura zacatecana: el ímpetu de producir presente; es decir, de dar paso a un discurso en sintonía crítica con la época. Este ímpetu marcó la pluralidad de tareas que desempeñó como poeta, editor, promotor cultural e instaurador de dos de los festivales y premios literarios más importantes de nuestro entorno, celebrados en torno a la figura tutelar de Ramón López Velarde, cuya memoria fue preservada y promovida con constancia y pasión por el recién fallecido José de Jesús Sampedro.

Hace treinta años, a mediados de 1995, Sampedro me pidió el primer obituario que escribí. Debía encargar-

me de sintetizar en un párrafo el perfil y el valor de la obra del argentino Roberto Juarroz, recién fallecido. Fue un reto que se restringía al ámbito literario; no comprometía mi esfera vivencial. Luego escribí más obituarios del estilo; pero con el tiempo se ha vuelto más difícil ir escribiendo a propósito del deceso de compañeros de viaje, de maestros y amigos.

La parte más difícil de un obituario es cuando el orden donde lo privado y lo público se rozan y a veces lo público pasa a un segundo plano, los pasajes más humanos que una presencia provocó en algunas de nuestras vidas. Por ejemplo los discos de José de Jesús que otro Sampedro, Rito, traía en secreto a mi casa; la tarde en que junto con mi hermano Vicente nos pusimos a escuchar las Various Positions de Leonard Cohen. Las visitas a la oficina de Dosfilos para recibir algún encargo de amigos mutuos, por ejemplo, el anuario de literatura breve de Al Gravitar Rotando que hasta este año publicó junto con el poeta jalisciense Óscar Tagle. Una tarde que pasamos revisando cierto libro, el cuidado en la posición de cada letra, en la solvencia de cada título, en la amplitud de cada verso. La vez que ya me iba y me detuvo: “Espérate, creo que no tenemos fotos juntos”. Las otras en que lo grabé a escondidas cuando dimos alguna lectura en común, sólo para tener un documento de esa rara cadencia, de esa elástica socarronería. Ya sé, la vez en que me pidió que le guardara el lugar en la fila del cine Sala Dos Mil, cuando llevaba de la mano a Andrea para ver una película de Disney, El Rey León, por ejemplo, y su petición: “Júrame que no se lo dirás a nadie mientras viva”. “A nadie, Sam”. “¿A nadie?”. “Sí, a nadie”. “Conste, ya luego haces lo que quieras. Yo ahorita regreso”.

El blues de Sam

6Por Yamilet Fajardo

MEl día es plomizo como un cuchillo oxidado o infame buena suerte hasta pronto.

José de Jesús Sampedro

6 de febrero 2025.

e hiciste recordar el tarareo del final, recostado, pensando en la canción de fondo en tu última página que se recordará por ese tirirín- tirirín dedicado a tu primer y único amor en la página 80. Las lágrimas ya sabes, sólo tú recuerdas esa calle y los días de lluvia. Pero ya no quedan calles ni días de lluvia, ni el agua rodando, la tristeza sí, en las coladeras. Es la gentrificación rosa. Pero no tenías que irte ahora que

el clima por fin es amarillo, ideal para estrenar la chamarra de ganso que guardaste por años para lucirla con la chica de la página 88.

¡Ay!, sólo digo que ya no habrá nadie que consulte en el diccionario de instrumentos agrícolas un “penetrómetro”. Y pise letra por letra en competencias de alto valor.

Está bien, sólo digo que te hará falta un bicolor por si a la mujer de la página 71 se le antoja algo para detener la muerte.

Retrato de José de Jesús Sampedro (1950-2025). Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

Mímesis

6 Por David Castañeda Álvarez

A José de Jesús Sampedro, in memoriam.

DISCULPE USTED si a veces lo arremedo y pienso en la palabra cetrino para referirme a los mirlos que inventé en el verano de mi juventud, pero es que ya no sé cómo se escribe un poema (si el poema es coordenada, ecuación o plagio; si el poema es ancla, gato, muleta o muletilla; si es forma, contenido o un estropeado juego de tabuladores y enters.)

Disculpe usted si camino en la Alameda y hablo con los árboles y paseo mi poodle imaginario, pero supongo que eso es lo que hace un poeta y eso me convertirá en poeta. Estimo que a esta hora Bretón lo ve y lo saluda. Yo lo imito, al menos en detenerme en las palabras cetrino y citrino para referirme a la dureza de las piedras y al aroma del cielo cuando ha dejado de llover. Le arremedo ese (ejemplo) salto de gato pinto con que se espantan las aves negras de esta ciudad.

Hanblecheyapi *

6 Por Verónica G. Arredondo

La voz endecha de mi árbol deshila raíces nidos de pájaros y el aleteo de las criaturas del aire

su corteza hormiguea en mis vértebras

me levanto al Sol e imploro hacia el Oeste y vuelvo al centro en el cenit hacia el Norte en el ocaso hacia el Este a medianoche hacia el Sur durante cuatro días

intentarán los seres del trueno entrar en este círculo

cruzo mis brazos sobre el pecho mientras el temblor derrumba el mundo que es mi árbol guardián

seré crisálida pendiendo de sus ramas para volver a nacer de día

El gato callejero de García de la Cadena 307

6 Por Rafael Catana Cruz

Tú y yo nos creíamos Robbie Robertson ése era un acertijo, tu lettera 32 era tu Stratocaster, tu voz con todos los gatos de García de la Cadena 307, Dos filos los de la infancia, los del amor a la intemperie, y tu alma un globo aerostático sobre la ciudad de Zacatecas una ráfaga de polvo, un terregal con niños en bicicleta, un Concorde de madera, un pálpito de tu vientre tu voz música explosiva, al mismo tiempo la timidez del corazón, detrás de tu casa las mariposas negras, la razón de de estas voces, el rockanrol, nunca te corrieron del Partido Comunista, tú los expulsaste, claro, naciste a medio siglo, tenías 18 en el 68. Tal vez The Birds, el tal Zimmerman, el amor, y tu buen humor, donde eran tus reuniones de célula, y además la carretera tu humor en la cercanía del sarcasmo, el rock, siempre esa música, tú sí eras polvito de estrellas, con todas las voces del laberinto.

El poema es rebelde, el poeta es iconoclasta, caminando sobre los adoquines con los pies mojados. Tus pasos sobre la avenida Insurgentes, tus pies con el polvo del desierto.

*En la lengua lakota significa “llorar o implorar por una visión”, es morir simbólicamente en la tierra.

A José de Jesús Sampedro
José de Jesús Sapedro. 18 de junio 2022.

José de Jesús Sampedro

En la década de los noventa, antes de Internet, era un adolescente cuando me acerqué al maestro José de Jesús Sampedro para publicar ensayos y aforismos mecanografiados, me publicó un par de textos en las revistas que dirigía: Dosfilos y Diálogo de la Universidad Autónoma de Zacatecas). Después tuvimos algunos desencuentros y nos distanciamos, pero nunca dejé de reconocer su invaluable aportación a las letras y a la cultura en México. Luego hubo conversaciones y reencuentros más afortunados, y eso fue todo en el plano personal, pero nuestra interacción fue mucho más allá.

Participé en diversos eventos culturales organizados por Sampedro y sus amigos. Así que, al igual que otras personas de mi generación y varias generaciones anteriores y posteriores, le debo muchísimo y en muchos sentidos, incluyendo gustos musicales y recomendaciones de libros que hacía en Dosfilos y Corre Conejo. La figura de Sampedro ha sido clave como gestor cultural de eventos culturales y artís-

ticos en Zacatecas y en toda la región centro norte del país; ha descentrado y renovado el campo y el canon de la literatura de forma profunda y profusa. En la segunda parte del siglo XX y hasta la fecha, destaca su legado en las letras mexicanas, su singularidad irreductible, equiparable únicamente al legado de José Agustín. Ambos renuevan por completo las letras mexicanas e introducen la contracultura y la estética Pop, y lo hacen con una frescura, vitalidad y maestría inusitadas. Si el crítico Harold Bloom dijo que la grandeza de Octavio Paz reside en introducir los mitos prehispánicos en la literatura moderna, la grandeza poética, o al menos parte de ella, entre otras aportaciones decisivas de Sampedro, fue introducir la imaginería de la contracultura, el Pop Art y el surrealismo desde una reinvención mítica personal y universal donde musicalidad, agudeza y humor se amalgaman de forma orgánica en poemas innovadores que vitifican las formas estéticas añejadas. Entre otras obras paradigmáticas, a finales de los setenta, cabe destacar un

(ejemplo) salto de gato pinto que irrumpe y rompe la escena literaria adocenada con sus coplas incendiarias de “muerte amoral de la moral / justine escupe tinta y un bombón”. Su poética novedosa ha revitalizado la literatura mexicana contemporánea. Quienes hemos colaborado en los festivales de poesía y demás actividades literarias y culturales organizadas por Sampedro y su círculo intelectual, somos deudores de su sabiduría y enseñanza. Los ámbitos literarios de Zacatecas y de las letras norteñas le deben mucho a su incansable quehacer y gestión. Su discreto e infatigable trabajo, realizado desde cierto anonimato y modestia, ha sido fundamental en los procesos y prácticas culturales de tierra adentro y al margen del centralismo cultural que aún padece este país. Sampedro ha sido de los pocos escritores consagrados en la provincia, sin pasar por el rito de iniciación de la metrópoli cultural. Por eso y por más estoy en deuda con Sampedro, ese poeta-pensador –que muy a su manera– ha fecundado el surrealismo. Caigo

Despedida a José de Jesús Sampedro

El 22 de julio de 2025 me enteré de la sensible muerte de José de Jesús Sampedro; la noticia empezó a circular al medio día. Mi amigo, el filósofo Caleb Olvera, fue el primero que me avisó, también Elena Bernal Medina, amiga suya y muy admirada por mí: ¿Oh, muerte dónde está entonces tu victoria?

Mi primer acercamiento con José de Jesús Sampedro fue vía telefónica, yo vivía en la CDMX y me llamó desde Zacatecas, fue muy cordial en su trato, como siempre lo fue conmigo; me llamaba para invitarme a las Jornadas Lopezvelardeanas dedicadas a Eduardo Lizalde, quien también tiene relativamente poco tiempo de fallecido, nuestro entrañable tigre. Eso fue en 2002. Hago moción porque han fallecido varios escritores muy queridos por mí a los que me unía el afecto y el trato, además de Sampedro (por ejemplo, murió hace pocos días la maestra Maricruz Patiño en Valle de Bravo).

A partir del rotundo éxito en todos los sentidos de esas jornadas de poesía dedicadas a Eduardo Lizalde, Sampedro me invitó a colaborar y comenzó a enviarme la importante revista Dosfilos, más añeja que Vuelta de Octavio Paz por diez meses, y acepté de muy buen agrado: de esa forma conocí los textos de Gonzalo Lizardo, Javier Báez Zacarías, Evodio Escalante, Víctor Roura, David Ojeda, Juan Gerardo Sampedro, Ignacio Trejo Fuentes, Rogelio Guedea, Eudoro Fonseca Yerena, Sergio Monsalvo, etcétera, todos ellos ya reconocidos; sí, pero también cabe añadir

muchos debates sobre la importancia de la revista Dosfilos: hemos visto cantidad de animadas publicaciones, pero pocas han logrado posicionarse en todo el país como Dosfilos. ¿Cómo hizo José de Jesús Sampedro para lograr que la revista funcionara y no cayera como otras muchas y viviera (grosso modo) 50 años? ¿Y escribir tanto como él lo hizo? Además fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Se dice fácil, pero, detrás podríamos ver uno de los más grandes como él, en cuanto a su maestría como profesor de la Universidad Autónoma de Zacatecas Francisco García Salinas, un enorme poeta en sus ágiles conversaciones, así como en sus amistades con otros grandes como Francisco Bernal, otro “notable” oriundo de Aguascalientes que también ya partió. En fin, Sampedro estuvo en el centro de los debates culturales de esta zona de México por mucho tiempo: Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato, etcétera. En 1975 ganó el Premio Aguascalientes de Poesía con un (ejemplo) salto de gato pinto. Entre otros libros, publicó también Si entra él, yo entro (1981) y refiriéndome sólo a este libro, resulta que ahí ya existe una voz propia que indaga sin concesiones al “baboso sentimentalismo” (como decía Ezra Pound), en visiones del futuro que, por lo menos para mí y mi generación, no parece nada desafortunado, a saber, un futuro donde todo es caótico, terrible y despiadado. ¿Se equivocó? No lo creo. El trato dado al amor, ironía y desesperación que conlleva la imposibilidad de

en la cuenta ahora de que mi interés en la obra de Gilles Deleuze, filosofía surrealista por excelencia, también es parte de esa enseñanza y amor por el surrealismo que nos ha dejado el maestro Sampedro; al respecto, regreso al inicio, cuando el maestro Sampedro me publicó, por primera y última vez, en Dosfilos un breve ensayo sobre Deleuze y Mil mesetas, justo después de que el pensador francés falleciera en 1995. Desde los setenta hasta la presente década, la obra e influencia de Sampedro se ha propagado dentro y fuera del país. Muchas de sus aportaciones son parte de nuestra cultura y literatura actuales, lo cual da cuenta de que los grandes maestros están consagrados a convertirse en lugares comunes de la literatura y la vida cotidiana. Su obra queda en espera de ser reunida y comentada con un aparato crítico que dé cuenta de su trascendencia e influjo. Empero, los vasos comunicantes sampedrianos –por utilizar una de sus metáforas predilectas– se propagan como virus en la letras contemporáneas y su efecto de largo alcance es ya irreversible.

Samno ser nadie y ser un poeta, etcétera, no es ni será nunca poca cosa.

Subrayo también el carácter reflexivo e irónico de la revista DosFilos, con magníficas ilustraciones en sus portadas de varios grandes músicos como Van Morrison, Los Lobos, Pink Floyd, Chuck Berry, Fats Domino, Cher, etcétera.

El 22 de julio, día del fallecimiento de Sampedro, Eudoro Fonseca afirmó: “Nadie como él hizo tanto por la cultura de la zona centro del país en los últimos años”; por supuesto que coincido con él.

José de Jesús era ingenioso en sus

bromas, amigable, divertido; gracias a él pude ir varias ocasiones a Zacatecas; la última vez que lo vi el año pasado, fui únicamente a mostrarle mi respeto a su entrañable ciudad. Recuerdo, cada dos meses, encontrar la revista en mi buzón, “me voy a ir al cielo” pensaba. Digo todo esto un poco triste, pero me quedo con lo mejor de él: su alegría, su pasión por cultivar la palabra, su forma de saber administrarse para ser coordinador de eventos literarios sin ninguna presunción, etcétera. Adiós, fulgurante y grandioso, fuiste desde siempre querido, Sam, adiós.

17 de diciembre de 2024.

Bitácora Latinoamericana Un (ejemplo) salto de gato pinto

6 Por Miguel Donoso Pareja

Un (ejemplo) salto de gato pinto (Editorial Joaquín Mortiz, México DF, 1976) de José de Jesús Sampedro, ganó, en 1975, el Premio Nacional de Poesía que se lleva a cabo anualmente en Aguascalientes. El libro, del que los editores señalan que “consigue un tono propio muy poco frecuente en mexicanas” y que es “logrado” y “renovador”, es difícil. En la introducción (ragtime), sin embargo, Sampedro nos da sus claves, en lo que, en nuestra opinión, se manifiesta una cierta desconfianza de los lectores y, por qué no, de los críticos. Su arte poético quedaría resumido en estos términos: “La poesía apareció de nuevo en medio de un intenso esfuerzo por significar la vida bajo búsqueda y consonancia de la revolución social, el inconsciente aparece como categoría poética: el hombre libre de fuerzas irracionales, la poesía hará suya la exigencia humana ya prevista, la transformación del mundo -primer objetivo- transforma también nuestra vida donde la poesía será al fin el centro, sin más”.

Esto, que en lo central tiene que ver por supuesto con los postulados surrealistas y la escritura automática, va en Sampedro bastante más allá, y el sentido global de sus textos no puede verse sino con un “sentido perceptivo” más acucioso. Como lo señala Serge Doubrovsky en Razones de la nueva crítica, “la profundidad de una obra […] tiene que ser entendida en el sentido perceptivo, del mismo modo como se habla de la profundidad de un campo visual, donde la multiplicación de los puntos de vista no agota nunca lo percibido y no llega nunca a esa visión plana y total que desplegaría ante ella su objeto. Por lo tanto, hay niveles de significación, definidos por el nivel de acuidad perceptiva. Y habría que recordar a Sartre cuando nos señala que “las mayores riquezas de la vida síquica son silenciosas; la literatura está formada por tantos silencios como palabras; lo que la literatura dice adquiere su plenitud por medio de lo que no dice”.

Más directamente en relación con el lenguaje, Merleau-Ponty formula la cuestión así: “Lo que queremos decir no se encuentra ante nosotros, fuera de toda palabra como una pura significación. Es sencillamente el exceso de lo que vivimos con respecto a lo que ya se ha dicho”.

Nos encontramos, entonces, ante lo que es la esencia de la poesía de Sampedro: una ambigüedad que no se queda en los significantes (como sucedía

con los dadaístas), ni se produce por ellos, sino una ambigüedad que se da por las características polisémicas de toda literatura de buena ley, por el exceso de significado que adquieren las palabras a partir de su sentido en la dinámica total del discurso.

Para un lector acostumbrado a la lectura “clásica”, esto es, “clara”, unívoca, el libro de Sampedro es difícil. Lo primero que dirán es que no se “entiende”, que es ininteligible.

Sin embargo, la poesía de Sampedro se siente, toca al lector no prejuiciado, lo conmueve, y llega hasta los excesos significativos de la otra parte importantísima de la escritura: el lector, sin el cual la escritura no existe o, por lo menos, no tiene ningún valor.

En este poema, por ejemplo, que leído linealmente, con el prejuicio de lo unívoco, no sería nada, hay una fuerte carga emotiva que toca al lector con facilidad si éste no se resiste:

“la menina de una metralleta escupe un (sapo se dibuja tenue scorpio en el aeropuerto apaciguado resplandor cae un helicóptero a 14 kilómetros de aquí Phnom Penh (resiste no ha de ser una ciudad bendita”.

Así, el libro de Sampedro podrá no ser entendido, incluso atacado, pero quedará. Como él mismo señala: “La poesía encuentra su identidad y la disuelve pero no la pierde”, porque el inconsciente, en la creación de Sampedro, no es un sistema cerrado, como en los psicoanalistas ortodoxos, sino abierto a las intercomunicaciones con el mundo exterior, con la historia, y su “surrealismo” no es tal sino una decantación de lo mejor que pudo tener dicho “ismo”.

José de Jesús Sampedro nació el 2 de noviembre de 1950 en la ciudad de Zacatecas. Fue docente universitario, tallerista, autor de los libros un (ejemplo) salto de gato pinto (1976, Premio Aguascalientes 1975), Si entra él yo entro (1981), La estrella, el tonto, los amantes (1985), y No estar y estar y (2012). En 2018 recibió el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde; en agosto del 2020 el Ayuntamiento de Zacatecas le otorgó la Medalla al Mérito Poético "Roberto Cabral del Hoyo"; ese año también fue nombrado miembro corresponsal de la Academia Mexicana de Lengua. Fue fundador y director del Festival y del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, así como del Premio Internacional del mismo nombre. Coordinó y dirigió desde 1974 la Revista Dosfilos; y fue editor de la colección de poesía Praxis/Dosfilos y de la colección de poesía y narrativa El Pez Soluble; dirigió también el suplemento Corre, Conejo. Falleció el 22 de julio de 2025.

Sampedro

José de Jesús Sampedro logró una temprana originalidad y madurez expresivas que, a sus veintitantos años, lo llevaron a alcanzar los mayores reconocimientos poéticos del país. Recuerdo la sensación de refrescante sorpresa con que descubrí los primeros textos de este autor: pequeñas partículas poéticas con un detonador sonoro y visual y con una perspectiva al mismo tiempo libresca e inocente. Partidario espontáneo de la contracultura y conocedor de las vanguardias, Sampedro era pródigo en tanto en ricas alegorías como en referencias intertextuales a la tra-

dición poética moderna; sin embargo, sospecho que sus mayores revelaciones acontecían en su observación de lo cotidiano, en esa mirada en la que se combinaban el niño y el vidente. Lo traté pocas veces, pero, en esas ocasiones, me concedió la familiaridad y fraternidad que se otorga a los conocidos de años. Acaso su modestia y su desprendimiento se manifiestan en el contraste entre su titánica tarea como editor y tallerista legendario que descubrió y animó varias generaciones poéticas y el poco empeño que puso en proyectar su propia poesía, que hoy es inconseguible. Urge circularlo.

“La suave Patria” es un poema único entre nosotros. Único e irrepetible. En efecto: originalmente publicado dentro de las casi siempre esmeradas páginas de la revista mexicana El Maestro, hacia el ahora ya remoto año de 1921, ni lo que dice el poema ni la manera en que lo dice han vuelto a manifestarse nunca a un nivel semejante aunque de cuando en cuando leemos o escuchamos ostentosos o humildes textos cuyo propósito último consiste en presentársenos bajo un matiz de raigambre patrio que (semántico o sintáctico maleficio) termina luego convirtiéndose en pa-

triotero. Más prolijo aún lo explica el crítico Marco Antonio Campos: “Sus imitadores [de ‹La suave Patria›, se entiende] nos han castigado con una imaginería de aldea o una mexicanidad de aparador, como si exaltar el sarape de Saltillo y la loza de Tonalá, los rebozos de Santa María y los bordados aguascalentenses, les dieran carta de poetas nacionales”. Ello resulta así porque Ramón López Velarde descubrió o percibió no una Patria externa, sujeta a los obtusos vaivenes de costumbrismo e historicismo que reivindica tanto nuestro contemporáneo sistema educativo, sino una Patria interna, íntima, mestiza

y criolla, “castellana y morisca, rayada de azteca”, como él mismo lo dice en otro de los momentos claves de su obra. Es decir: descubrió o percibió no una Patria ficticia, de oropel, sino una Patria justo a la medida de nuestra discreta (o secreta) magia cotidiana. Todas y cada una de las líneas de que consta entonces “La suave Patria” constituyen verdaderas ráfagas de sentido transmutadas de inmediato en metáforas (“pájaros de oficio carpintero”, o “la galana pólvora de los fuegos de artificio”, “a tu nopal inclínase el rosal”, o “la lujuria y el ritmo de las horas”, etcétera) que nos conmueven, que nos

fascinan. No en balde acota el también crítico José Emilio Pacheco que Ramón López Velarde experimenta un amor mayormente erótico que filial por la Patria: “[...] le habla como si fuera una muchacha que tiene ‹mirada de mestiza›, capaz de poner ‹la inmensidad sobre los corazones›, cabello rubio (el maíz que nos alimenta y a la vez torna en desierto la tierra que lo nutre)”. En síntesis: “La suave Patria” no es sino un modélico poema que traduce nuestra más profunda y nuestra más extensa idea de la Patria. De la inasible idea de la Patria. De la indeleble idea de la Patria. Volátil, fija.

6Por José de Jesús Sampedro
José de Jesús Sampedro en Las Jornadas Lopezvelardeanas. 17 de junio 2022.
8 de abril 2025

Un rosario de huesos

6Por Jorge Humberto Chávez

Apenas ayer estaba el hombre pensando en la gracia [de la muerte recién habló de la vanidad de la poesía y centró [su pensamiento en la forma de su fenecer y en la observación del beneficio [de cesar hoy que la muerte ha llegado y que ha cumplido su proceso [y forma oh caminante cruzas por este páramo que linda con el sendero y te dispones a una conversación sobre la fosa yacente bajo [la tierra ahora te digo esto que no sabes y que no puedes saber porque [debajo están los huesos blancos y pelados esperando tu voz para [despertar quizá creas que en la muerte no existen la reflexión

En Zacatecas

6Por Marco Antonio Campos

A(mañana)

la cima del monte llegan rumores, gritos, campanadas. El cielo es azul y el viento, el vieento, el vieeento, alza las alas y alza la ciudad y en el muro del horizonte la ilustra como grabado del siglo dieciséis.

Anoche, en el café de La Mina, un hombre contaba con voz que el bosque y la tierra hicieron áspera, que estaba satisfecho de la vida, que repetiría la vida paso a paso, que la felicidad podía leerse en las cicatrices de su rostro. Lo oías con los ojos bien abiertos, y a punto de llorar, dijiste: “Mira, yo al principio creí, pero hoy, mira...”

(atardecer)

El cielo róseo es la sombra de la casa más alta.

(noche)

Ves desde la plazoleta la iglesia de Santo Domingo y detrás de la iglesia el monte encendido. Tal vez sea la última vez que no regreses. Has amado esta ciudad como si fuera casi tuya, como si el odio de los otros fuera un deleite más para que fuera casi tuya. Y en la ciudad del viento regresa con el viento una mujer llamada Eugenia y no sabes si es a ella a la que amas o a la adolescencia admirable que fue ella. Más que imágenes de ahora, que la has vuelto a encontrar, te vuelven imágenes del otoño triste del ’66 y de la primavera del ’67, y repites con voz que solamente no oyes: “El cuerpo no es el mismo, el mundo no es el mismo, nada, nada se parece

A José de Jesús Sampedro
A José de Jesús Sampedro
Juan Carlos Villegas. Retrato de Sam. Acuarela sobre papel. 2025.

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