La Gualdra 677

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Fernando Huerta (Villanueva, Zacatecas, 2002) piensa en la vida del otro en continuo movimiento y plasma cómo el ser que pasa por un sitio no vuelve a ser igual cuando pasa nuevamente por ahí “una persona que camina todos los días por los mismos lugares a la semana siguiente ya no será igual; en el mismo instante que deja el espacio deja de ser la persona que era, porque todo cambia, hasta químicamente el espacio cambia”.

[Más de Transeúntes; contrastes del trayecto humano, de Fernando Huerta, en esta edición]

Fernando Huerta. Voyeur del encuentro inaudible. De la serie Transeúntes; contrastes del trayecto humano.

La Gualdra No.

Esta temporada de verano trae consigo muchos eventos culturales en Zacatecas; aquí les compartimos algunos de ellos para que vayan agendando durante sus vacaciones a cuáles de ellos asistirán.

Comenzamos por las exposiciones de artes plásticas, el 17 de julio, a las 13:00 horas, se inaugura en las bóvedas del Centro Cultural Ciudadela del Arte, la exposición colectiva en la que se presentan los resultados de los beneficiarios en artes visuales del PECDA Zacatecas 2024. Fernando Huerta mostrará parte de la exposición “Transeúntes; contrastes del trayecto humano” (de la que hablamos en este número en páginas centrales); Angel Michel Rodríguez Casas, “Vacío”; Natalia Álvarez Maldonado “Interrupción. Palabras labradas con la lengua afilada”; Luis Adán Nieto Sánchez “Señas particulares (Nomás los recuerdos quedan)”; y Jhován López Castañeda “El Dios Muerto de las Tierras Pintas”. Estos proyectos de artes visuales fueron realizados con el apoyo del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC) a través del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico PECDA Zacatecas 2024. A esta exposición los invito especialmente a asistir porque estas nuevas generaciones de artistas compartirán con los espectadores el resultado de lo que están realizando actualmente y es una buena oportunidad para conocerlos y conversar con ellos acerca de lo que hacen. El Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez inaugura el 18 de julio, a las 18:00 horas dos nuevas exposiciones: en la sala temporal I, Luis Felipe de la Torre celebra 42 años de dedicarse a la pintura con su exposición “Versus Amnesia” en la que hará un homenaje a sus maestros y amigos que lo han acompañado en este trayecto de vida profesional; nacido en 1962 en el estado de Jalisco, es egresado de la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda y siempre ha estado muy cercano a Zacatecas. En la sala temporal II, del MAAMF, ese mismo día se inaugura también “Luz infinita”, de José Armando Navarrete, escultor y alpinista originario de Fresnillo, Zacatecas, quien, de acuerdo con el INCUFIDEZ es “reconocido por sus logros en montañismo de alto nivel. Ha alcanzado importantes cumbres, incluyendo el Monte Everest, la montaña más alta del mundo, y el

Manaslu, la octava montaña más alta, ubicada en el Himalaya. Navarrete ha realizado varias expediciones en el Himalaya y ha expresado su orgullo por representar a México y Zacatecas en estos retos extremos”; esperamos con interés qué nos presentará en esta muestra.

El 25 de julio, Susana Salinas inaugurará “En morada solitud”, en el antiguo templo de San Agustín, a las 18:00 horas, exposición con la que celebra 25 años de creación artística. Susana es originaria de Querétaro, pero ha vivido la mayor parte de su vida en Zacatecas por lo que la consideramos zacatecana. En fechas recientes ha realizado una serie de adelantos de lo que nos mostrará en esta exposición y ya estamos esperando verla completa.

La Red Estatal Museos de Zacatecas reúne a 15 museos comunitarios de los municipios de Jalpa, Monte Escobedo, Guadalupe, Ojocaliente, Tlaltenango, Río Grande, Vetagrande, Villa González, Noria de Ángeles, Trancoso, Momax y Nochistlán; en esta temporada prepara su programa “Verano en el Museo 2025”, en el que “grandes y pequeños podrán disfrutar de actividades gratuitas y para todas las edades, pensadas para descubrir, jugar, aprender y reencontrarse con las historias y tradiciones que dan vida a cada comunidad”, nos dice Felipe Gallegos, quien nos invita a estar al pendiente en sus redes sociales para conocer fechas y horarios de los talleres que ahí se impartirán, así como de las visitas guiadas y conversatorios que están preparando para toda las familia. El Festival Zacatecas del Folclor Internacional se llevará a cabo del 27 de julio al 3 de agosto en el centro histórico de Zacatecas y seguro también habrá programación en sedes de otros municipios; recuerde que no sólo son espectáculos de baile los que se presentan, sino que también hay un ciclo de música del mundo que hace de este festival uno de los más atractivos del año. También en las redes sociales del IZC pueden checar oportunamente la programación. Nosotros nos vamos unas semanas de vacaciones y nos reencontramos con ustedes en agosto. Deseamos sea una buena temporada veraniega para todos.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

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1 https://www.facebook.com/INCUFIDEZ/posts/%EF%B8%8Fjosé-armando-navarrete-ulloa-es-un-destacado-alpinista-originario-de-fresnillo-/995354992622718/

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Inventar la herida Por Mario Alberto Medrano
Transeúntes; contrastes del trayecto humano de Fernando Huerta Por Jánea Estrada Lazarín
El Museo Zacatecano, Wirikuta y la reconfiguración de la identidad cultural Por Victor Hugo Ramírez Lozano
Sinners, de Ryan Coogler Por Adolfo Núñez J.
Desayuno en Tiffany’s, mon ku Desmenuzar las estatuas: Alpha, de Julia Ducournau [Cannes 2025] Por Sergi Ramos

Recién tuve la oportunidad de leer Malacría (Sexto Piso, 2025), de Elisa Díaz Castelo. Esta, su primera novela, es un laboratorio estilístico con una historia familiar como centro neurálgico, donde convergen tres generaciones: Cecilia (abuela), Perla (madre) y Ele (hija).

Las novelas que he tenido la oportunidad de leer sobre la relación hostil y compleja entre abuela-madre-hija o abuela-nieta o madre-hija están narradas con un tono específico: el de la tragedia, ya sea como una recapitulación de anécdotas turbulentas y crueles o el ritmo es tan acelerado como un tren a punto de estrellarse o hay una nostalgia que cae como un polvo e inmoviliza el tiempo, pero no las llagas. Pienso en un puñado. Por ejemplo, la de la uruguaya Rafaela Lahore, Debimos ser felices, cuya trama y tono se parecen muchísimo a los de Malacría; Mugre rosa, de Fernanda Trías; El cielo de la selva, de Elaine Vilar Madruga; Las vigilantes, de Elvira Liceaga, por mencionar sólo algunas. El disparo de arranque de esta novela es una llamada telefónica para

Inventar la herida

avisarle a Ele, quien será el centro, la protagonista principal, que su madre, Perla, había desaparecido. Salió de casa y no había vuelto en más de 12 horas. Este detonador le servirá a la autora para enterar al lector que la relación con la madre es violenta, que la abuela sufre epilepsia y que Ele se corta los muslos con una navaja. Así el inicio, con la información necesaria para orquestar un entramado de la tragedia, de la falta de comunicación y el odio. Poco después, se van destejiendo más y más las capas de la historia. La abuela revela un asunto de violación con un alemán y la madre, una científica, filósofa, pasa el tiempo en disertaciones sobre la existencia misma. Ele, por su parte, es participante y testigo de la urdimbre de la familia.

Como en las obras que mencioné, Malacría también apuesta por tener protagonistas mujeres, y esto, aunque resulte evidente, tiene un sentido, pues muestra el perfil muy particular de generaciones o tres tiempos distintos, y busca, de alguna manera, despojar a los hombres de contar historias

que no les pertenecen. Pienso en una espléndida novela de Robert Musil, Tres mujeres, cuyo narrador en tercera a veces resulta artificioso. Sin bien es cierto que la novela de Díaz Castelo también tiene un narrador omnisciente, hay algo más cercano y con una voz más íntima.

Que Malacría sea una novela con prosa poética no es de extrañar si sabemos que Elisa es, ante todo, poeta. Testimonio de lo anterior son Principia, El reino de lo lineal y Proyecto Manhattan, donde hay una vinculación milimétrica entre el lenguaje y la ciencia, entre el acto poético y el hecho científico. Al igual que en su poesía, como novelista Díaz Castelo no abandona estos temas, pues son recurrentes en su reciente obra.

Considero que las tensiones en la novela son pocas y los nudos argumentativos se diluyen pronto, aunque siempre queda una tensión constante. Dicho esto, es en la forma donde se sustenta la novela. Elisa procura a lo largo de las 263 páginas elaborar poesía de la narrativa, es decir, a veces llega a la exageración de las des-

cripciones, lo que hace sus personajes y narrador se parezcan mucho, que hablen similar, que no exista una diferencia entre uno y otro.

Sin duda, hallar la palabra justa, la imagen perfecta es uno de los objetivos centrales de las y los poetas. Aquí, en Malacría, se tiran parrafadas poéticas que no cuentan mucho, sino que son un artefacto que permite darle profundidad y belleza a lo contado, pero sin que se mueva la acción de la novela. Y sí, para el poema esto es esencial, pero considero que para la novela podría resultar un obstáculo en la lectura, incluso llegar a sonar repetitiva la forma en que se busca contar y describir.

Me parece, lo repito, un gran laboratorio literario lo que ha hecho Elisa Díaz Castelo. Su novela cuenta la historia de una familia y toda familia siempre es una novela. Apuesta, como diría Cyril Connolly, a la novela mayor, intentó meter toda una genealogía en unas cuantas páginas, lo cual es un reto importante.

Malacría es su herida y su creación. La tragedia y su misterio.

Malacría, de Elisa Díaz Castelo

Transeúntes; contrastes del trayecto humano de Fernando Huerta

Fernando Huerta (Villanueva, Zacatecas, 2002) es un artista visual multidisciplinario especializado en dibujo, pintura y performance, con formación en artes visuales por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Su práctica artística se basa en la acción, la catarsis y la contemplación del entorno cotidiano en el espacio público, donde transforma y reconfigura elementos urbanos como materia de creación. Desde 2018 inicia en el camino del arte, obteniendo reconocimientos y premios locales en fotografía, pintura y dibujo. Además, fue beneficiario del PECDA Zacatecas 2024.

Fernando es cofundador y miembro activo del Colectivo 404 y ha par-

ticipado en más de 15 exposiciones colectivas dentro y fuera del estado de Zacatecas. Entre ellas destacan Ser cotidianos, LASCIVIA, Disidencias (parte del IV Congreso Internacional de Artes Visuales) y Aproximaciones: pintura contemporánea en Zacatecas. Adicionalmente, ha colaborado activamente con el Festival Internacional de Performance CORPÓREA en sus ediciones en Sierra de Órganos, Oaxaca, Xalapa y CDMX, en la Antigua Academia de San Carlos. Ha presentado dos exposiciones individuales: Desencuentro y Transeúntes; contrastes del trayecto humano; esta última fue inaugurada el mes de mayo en Zacatecas en la Casa Municipal de Cultura y las imágenes que aquí presentamos son parte de esa muestra.1

Fernando
Fernando Huerta. Ofrenda de ánimas, 28 de octubre
Fernando Huerta. Deriva, hoy decido robarle al tiempo.
Fernando Huerta. Alguien que recuerda tus pasos.

Transeúntes; contrastes del trayecto humano fue un proyecto apoyado por el PECDA Zacatecas en su edición 2024; estuvo integrado por 10 pinturas y 10 fotografías digitales basadas en los transeúntes de los espacios públicos de Villanueva y Zacatecas. Durante la temporada que exhibió su exposición, realizó un recorrido guiado en el que habló de cómo había surgido esta serie. Recordó El diccionario de las penas oscuras, de John Koenig, en el que el autor se da a la tarea de nombrar lo que no tiene nombre y le da voz a esas emociones difíciles de explicar, inventando palabras para definirlas; en ese sentido y en el entendido de que todos tenemos vidas complejas, Fernando piensa en la vida del otro en continuo movimiento y plasma cómo el ser que pasa por un sitio no vuelve a ser igual cuando pasa nuevamente por ahí “una persona que camina todos los días por los mismos lugares a la semana siguiente ya no será igual; en el mismo instante que deja el espacio deja de ser la persona que era, porque todo cambia, hasta químicamente el espacio cambia”, afirmó este joven artista zacatecano mostrando que hubo un exhaustivo trabajo de campo en el que no sólo registraba a los personajes que luego pintaría, sino que iba tratando de imaginar cómo estos transeúntes dejaban la huella de cómo fueron en ese momento y de cómo al volver a pasar se reencontraban con aquello que dejaron de ser.

Las imágenes fueron captadas en espacios geográficos diferentes y en sus pinturas logró mostrar una especie de abanico temporal de personajes que se desdoblan como si el tiempo fuera uno solo, como si hubieran sido captados en el pasado y el presente en planos superpuestos, en donde la memoria deja su huella y transforma el aquí y ahora sin que nos percatemos siquiera. Con los espacios físicos pasa igual, cambian de manera constante y de tanto pasar por ahí no nos damos cuenta; entonces surge el sonder -la palabra inventada por Koenig para definir esa emoción que surge cuando comprendemos la complejidad humana y el valor de la diferencia-. Fernando Huerta nos conmina a reflexionar sobre los contrastes de esa complejidad de la vida, el tiempo, el cambio y la memoria; crea su propia narrativa visual a partir de sus lecturas y de un sistema que parte de la observación y el estudio para formular una especie de hipótesis de cómo será lo que viene cuando ya no estemos aquí.

Fernando Huerta. Sin rumbo no sin destino, solo camina.
Fernando Huerta. Sustracción de movimiento en acción catalítica.
Fernando Huerta. Siluetas incendian catedral.

Patrimonio

EEl Museo Zacatecano, Wirikuta y la reconfiguración de la identidad cultural

ste año se cumplen tres décadas de la apertura del Museo Zacatecano, el cual marcó un hito en la vida cultural de nuestra ciudad. Distinguiéndose de los demás, nació en un ambiente cultural muy diferente, más consolidado y quizás con más compromisos, pues su creación en 1993, se dio cuando el Centro Histórico de Zacatecas ya había sido inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial, y no antes como los otros museos. Sus colecciones “semilla” fueron la de Hierros Forjados Coloniales, la de Retablos Populares Mexicanos y la principal, y más fuerte: la de Arte Huichol, centrada en la colección formada por el doctor belga Enrique F. Mertens y que el Gobierno del Estado había adquirido durante la gestión del Gral. Pánfilo Natera.

La Colección Mertens, introdujo formalmente una expresión cultural que, hasta ese momento, permanecía en gran medida ajena a la narrativa identitaria de Zacatecas, si bien por un tiempo estuvo exhibida en algunos salones del Instituto de Ciencias (hoy Prepa 1) era a modo de una caja de las maravillas, como una recopilación de objetos bellos, coloridos bordados con punto de cruz, curiosos e intrigantes, pero en general ajenos a los valores culturales vigentes en aquel momento.

La cultura wixárika -la huichol- con sus profundas raíces espirituales y su vibrante cosmogonía, era vista como algo distante, desconectada de la idiosincrasia local. Sin embargo, el tiempo y una comprensión más profunda de la naturaleza propia de la cultura y su dinámica, han comenzado a desdibujar algunas ideas ¿fronteras? preconcebidas. La presencia de la Colección Mertens en el corazón de Zacatecas, justamente en la antigua Casa de Moneda y Ensaye, fue, en sí misma, un acto de “puente cultural”. Al exhibir la riqueza del arte huichol, el Museo Zacatecano no sólo ofreció una ventana a una tradición artística, sino que también inició un diálogo largo y silencioso sobre la interconexión de los pueblos y sus territorios espirituales. Poco a poco, la percepción de su presencia en Zacatecas ha ido transformándose, dejando de lado las divisiones territoriales políticas y superando los caprichos orográficos de la geografía mexicana.

Durante los siglos del virreinato, del XVI a los primeros años del XIX, los polos de desarrollo minero a la vera de la Ruta sagrada a Wirikuta, primordialmente los de Zacatecas, esperaban con ansia a las peregrinaciones de huicho-

les provenientes de la costa del Nayar, pues consigo traían cargamentos de sal, la cual era necesaria para el beneficio de la plata en el proceso de amalgamación de patio; dicha sal, por su mayor pureza que la saltierra traída de las salinas de San Luis Potosí, funcionaba mejor en las reacciones químicas y por lo tanto, recuperaban más metal con menos gastos, pues además, la adquisición salina se hacía por intercambio de bienes y servicios, y no estaba gravada con algún impuesto. Así, su ruta entre Zacatecas y Guadalupe, por ejemplo, se trazaba siguiendo las haciendas mineras, justo sobre lo que hoy ocupa el boulevard metropolitano. El espacio sagrado para unos, y econó-

mico para otros, se unía dando lugar a la convivencia e interdependencia de ambos. Tanto de ida como de regreso de Wirikuta, los peregrinos ofrecían su mano de obra en los centros urbanos, rancherías y haciendas ganaderas como jornaleros, trabajadores agrícolas y también en las faenas propias de la minería. Algunas mujeres eran empleadas en labores domésticas y vendían sus artesanías. Aquel trajín de siglos y convivencia en un mismo espacio, al menos hasta mediados del siglo XIX, entretejieron un tapiz cultural e identitario, del cual apenas podemos darnos una mínima idea. Hoy, la cultura universal se concibe en una dimensión más robusta, con una

fuerza capaz de formar y transformar el espíritu humano, desvinculada de las líneas cuasi arbitrarias que fragmentan territorios y se plasman en los mapas. Esta reconfiguración de la identidad cultural cobra una relevancia aún mayor al considerarla para su reconocimiento de la Ruta sagrada a Wirikuta en la Lista del Patrimonio Mundial por la UNESCO. Este camino ancestral, vital para la cosmovisión wixárika y que fue necesario para el sostenimiento de la minería y algunas comunidades rurales, atraviesa vastas extensiones de territorio, su trayecto tiene una extensión de 450 kilómetros, inicia en el corazón del territorio huichol, latiente entre los estados de Nayarit, Durango,

Bordado Huichol. Autor anónimo. Flores de peyote, Colección Mertens. Museo Zacatecano

Jalisco y Zacatecas; atraviesa Zacatecas y culmina cerca de Real de Catorce en San Luis Potosí.

Paradójicamente, mientras el mundo se prepara para honrar esta ruta milenaria, muchos zacatecanos aún persisten en la noción de que la cultura wixárika "no es de aquí". Esta resistencia subraya la persistencia de viejos paradigmas que se aferran a una visión restrictiva de la pertenencia y la identidad. El desafío actual radica en armonizar la riqueza de la herencia cultural wixárika con la identidad zacatecana contemporánea. Cuando se creó el Museo Zacatecano se sembró una semilla. Gracias a sus salas y a la colaboración de varios investigadores y asociacio-

nes como Conservación Humana A.C. en distintas etapas de su consolidación, hemos logrado un mejor entendimiento de las formas de convivir, pensar y amar de los wixáritari. El reciente reconocimiento de la Ruta sagrada a Wirikuta como Patrimonio Cultural de la Humanidad, ofrece una oportunidad invaluable para que Zacatecas, lejos de la promoción turística y mercadológica, abrace plena y responsablemente su rol como parte de un territorio cultural mucho más amplio, que hilvane, como sus hilazas de colores, lo ancestral y lo moderno. Es tiempo de reconocer que la cultura no se confina a las demarcaciones político-administrativas. Por el con-

trario, fluye y se entremezcla con la tierra, dando frutos y enriqueciendo a todos aquéllos que están dispuestos a ver más allá y a reconocer la profunda conexión que nos ha reunido en un mismo crisol, en el cual, se funden identidades y -también- se separa la escoria. Sólo así podremos construir una identidad más sólida y auténtica, que integre a la sociedad y aquilate de manera más justa nuestro patrimonio compartido.

Las manos que se han levantado a favor de este reconocimiento el 12 de julio pasado en la 47ª. reunión del Comité del Patrimonio Mundial en París, no sólo han avalado la importancia que la Ruta sagrada a Wirikuta represen-

ta para la humanidad, sino también, ponen de manifiesto el calibre cultural de Zacatecas, pues a esta última inscripción se suman los sitios ya inscritos del Itinerario Cultural del Camino Real de Tierra Adentro (2010) y la del propio Centro Histórico de Zacatecas (1992). Esto convierte a Zacatecas en un verdadero punto de referencia mundial; un lugar donde dos venas culturales que nos dan identidad se encuentran: una precortesiana y otra hispana, que se han hallado su cruce en nuestra ciudad, al pie del cerro de la Bufa. Zacatecas es, como un punto de cruz -único e irrepetible- que forma parte del infinito bordado de la cultura universal. ¡Qué maravilla y enhorabuena por México!

Patrimonio Mundial

Mapa del corredor biocultural. Conservación Humana A.C.
Autor Andrés Valenzuela. Sin título. Mural de estambre. Cera de campeche sobre madera. 1966. 88 x 636 cm.
Museo Zacatecano. Antigua Casa de Moneda. Foto Victor Hugo Ramírez Lozano
Detalle. Bordado Huichol. Autor anónimo. Flores silvestres y rombos de serpiente. Colección Mertens. Museo Zacatecano.

Cine

La fecha es 1932. Luego de vivir ahí durante algunos años, los gemelos Smoke y Stack (Michael B. Jordan) abandonan la ciudad de Chicago, donde han ganado una suma considerable de dinero trabajando para la mafia local, y regresan al pueblo rural de Clarksdale, Mississippi, de donde son originarios. Su objetivo es montar un centro nocturno donde se pueda interpretar música en vivo y que incluya baile, venta de alcohol y juegos de apuestas. Como característica distintiva, se trata de un sitio destinado únicamente a las personas de color.

Sinners, de Ryan Coogler

6Por Adolfo Núñez J.

En el lapso de 24 horas, ambos hermanos se reencontrarán con familiares como su primo, el joven guitarrista Sammie (Miles Caton); con viejos amores como Mary (Hailee Steinfeld) y Annie (Wunmi Mosaku); con amigos de años y con músicos tan decadentes como encantadores, tales como Cornbread (Omar Benson Miller) y Delta Slim (Delroy Lindo).

Además de resolver los típicos problemas que se presentan al abrir un local por primera vez, los gemelos deberán enfrentar otro tipo de dificultades y amenazas, desde los supremacistas del Ku Kux Klan que se encuentran al acecho, hasta un peligro mucho más sobrenatural pero no por ello menos intimidante: un grupo de vampiros sedientos de sangre. Estos últimos son liderados por un joven de origen irlandés llamado Remmick (Jack O’Connell).

Luego de haber trabajado para distintas franquicias como la saga de Rocky (Creed, 2015) o el universo cinematográfico de Marvel (Black Panther, 2018), el realizador Ryan Coogler presenta su más reciente trabajo, un filme que integra un sinfín de elementos temáticos y narrativos, al mismo tiempo que deambula por distintos géneros cinematográ-

ficos con enorme soltura, desenfado e intensidad. El resultado es, además de impredecible y muy entretenido, algo que se siente distintivo y singular frente a todo lo que se oferta en el panorama hollywoodiense actual.

A medio camino entre el cine de género, de denuncia, de época, y musical, Sinners (2025) es, por una parte, una reconstrucción del Estados Unidos sureño y rural de Jim Crow, época en la que se institucionalizó la segregación en áreas como el transporte, la educación, la vivienda y el acceso a espacios públicos. Bajo dicho contexto, Coogler marca evidentes paralelismos con las problemáticas raciales del presente, así como con las políticas autoritarias de la administración en turno.

A su vez, Sinners es una película sobre armar un grupo para organizar una fiesta, creando en dicho proceso un sentido de comunidad y pertenencia, muy similar a lo logrado en la maravillosa Lovers Rock (2020), de Steve McQueen. Si en dicho filme el elemento integral es la música reggae, en la cinta de Coogler es el blues, género con una profunda carga simbólica y cultural. El realizador ilustra dicha relevancia histórica en múltiples secuencias musicales, coreografiadas a

Desayuno en Tiffany’s, mon ku

manera de videoclip, donde, por medio del blues, pasado, presente y futuro se unen como un todo. Sinners también se empapa de los mejores aspectos del cine de género, más alineada hacia un terror serie B que remite a From Dusk Till Dawn (1996) de Robert Rodríguez y, sobre todo, al cine de John Carpenter, más en concreto a su obra magna, The Thing (1982). Coogler hace uso del fantástico y lo macabro para meditar en cuestiones como la otredad, el rechazo, la manipulación y la apropiación cultural.

En la suma de todos sus elementos, el resultado es una audaz y muy inventiva propuesta, una cinta desaforada y desinhibida, que incluso dentro del delirio y la acumulación encuentra cierto grado de lógica y hasta un núcleo emocional que se logra sentir relevante. Coogler reflexiona cómo es que, ante las múltiples formas que puede encarnar el mal, sean seres sobrenaturales, supremacistas blancos, o cualquier otra figura de represión, el arte se vuelve un canal de fuga, con la capacidad de crear espacios de unión y de libertad. Toda expresión que permita entender de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos, también nos puede servir como un refugio ante la subyugación.

Desmenuzar las estatuas: Alpha, de Julia Ducournau [Cannes 2025]

6Por Sergi Ramos

En Alpha, largometraje de Julia Ducournau presentado en competición oficial por la Palma de Oro en el Festival de Cannes, coexisten por lo menos tres películas.

Tres en uno

La primera entronca con Titane, su anterior largometraje ganador de la Palma de Oro en 2021, con una aproximación del cuerpo marcada por el género fantástico. Allí, retomaba la idea de una hibridación entre el hombre y la máquina desde las coordenadas del body horror, con una evidente influencia de David Cronenberg. Esta vez, parte de otro género, la ciencia ficción distópica, en una realidad donde un virus contamina a los adultos transformándolos poco a poco en estatuas de mármol.

La segunda película funciona como el referente histórico de la primera, la que se oculta tras el símbolo de las estatuas. Desde los créditos de inicio, en el que vemos un brazo lleno de marcas de pinchazos de aguja, entendemos que esa epidemia no es otra cosa que la aparición del SIDA a inicios de los años 1980. Sus víctimas: los homosexuales y sobre todo los heroinómanos, que se pinchan

en los rellanos de los edificios o se mueven en las discotecas marginales. Como Amin, el tío de Alpha, la joven protagonista de trece años.

La tercera película es un melodrama que abarca el ámbito familiar. Alpha, tras emborracharse en una fiesta, se hace un tatuaje con una aguja usada. Inmediatamente, su entorno teme que haya sido contaminada por el virus, y se ve aislada y acosada. Su madre, médica en un hospital, ve con angustia cómo su hija puede estar infectada por el mismo virus del cual fue víctima su hermano Amin. Esta relación entre madre, hija y tío, sobre la dificultad de crecer y de acompañar el crecimiento, constituye el verdadero núcleo de la historia, cuyo resultado acaba viéndose perjudicado por el dispositivo estético de Ducournau.

Una estética de la agresión

Alpha navega entre estas tres películas, proponiéndole al espectador atar cabos, y pasar de una a otra. Los créditos de inicio mostraban los pinchazos en las venas de Amin, y cómo Alpha los unía con el trazo de un rotulador.

La realizadora francesa apuesta por oscilar entre lo real y lo simbólico, saltar

entre distintas épocas y crear múltiples niveles de realidad sin cumplir plenamente su programa de desorientar al espectador. Dota a cada época de un tono cromático específico o a la madre de un peinado distinto, marcas que le sirven de guía.

Ducournau aspira a filmar la fragilidad de los cuerpos enfermos, a pesar de que los convierta en mármol. Pero al mismo tiempo maltrata a sus personajes, desbocando emociones, atravesando y golpeando las carnes o sometiéndolos a convulsiones permanentes. Su mirada aparentemente empática despliega

una estética de la agresión que no deja espacio para que sus personajes puedan respirar, ni para que el drama familiar pueda alcanzar un pleno desarrollo. También chirría la aplicación de la estética del horror, directamente extraída de Titane, a un núcleo esencialmente dramático, con tremendos resultados para el espectador. Música enfática, montaje epiléptico, primerísimos planos… Una gramática enfurecida que compartió con otras cintas mostradas en competición, y con la que se pretende triturar sin piedad a los personajes y al espectador.

Sinners, de Ryan Coogler
Alpha, de Julia Ducournau

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