Un hombre y una mujer (Un homme et une femme), este año el Festival de Cannes ha decidido desdoblar su tradicional cartel para homenajear la romantiquísima película de Claude Lelouch, con Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant. Su banda sonora, compuesta por Francis Lai, se ha incrustado irremediablemente en el cerebro de varias generaciones de espectadores. La película se llevó la Palma de Oro en 1966, y seguidamente ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
[Lo que esperamos del Festival Cannes en esta edición, por Sergi Ramos]
Cartel Oficial del Festival de Cannes 2025, diseñado por Hartland Villa.
El jardín es un espacio que en la historia universal ha tenido una especial atención e importancia. Por ejemplo, los Jardines Colgantes de Babilonia, los jardines de la antigua Roma, los jardines de Versalles, los jardines botánicos, los de Moctezuma y el mismísimo Jardín del Edén, fundamental en la cultura católica.
En la poesía, personalmente recuerdo dos poemas que me parecen muy bellos con una referencia a estos espacios: “Primavera”, del inglés Gerard Manley Hopkins, donde pareciera que todo acontece en el “acorde del dulce ser primordial de la tierra/En el jardín del Edén…”; el otro, “Vi lavandas sumergidas”, de Antonio Gamoneda, donde dice estar que la existencia “es un jardín torturado”. Un oxímoron bellísimo.
Más allá de las referencias históricas y literarias, quiero referirme al más reciente libro de Fabio Morábito, Jardín de noche (Sexto Piso, 2024), autor al que vuelvo cada vez que no tengo prisa en la vida, que puedo sentarme a leer su narrativa o poesía sin la urgencia de salir corriendo.
Doce son los cuentos que florecen en este jardín. Y es su estructura el verdadero gozo de la obra. Morábito decide utilizar dos frases (préstamo de Murakami) que se repiten como mantras: con la que inicia todos los cuentos, “El tiempo pasa veloz cuando miro el jardín”, y “debieron de haber transcurrido muchas horas, porque todo alrededor estaba oscuro”, con la que suele cerrar. Esta técnica, que bien podría ser una perspectiva múltiple, me recordó al
Cuando miro el jardín
6 Por Mario Alberto Medrano
guion escrito por Vicente Leñero para la película de Jorge Fons.
Estas estaciones parecen ser una o dos, en realidad. La protagonista de uno de los cuentos aparece en otro, con otra historia, pero con el mismo pasado, que nos es revelado por ciertos objetos, manías, señas, silencios, música; por ejemplo, en los relatos “La evolución de Darwin” y “Gracias a los aviones” entendemos que la narradora/protagonista es la misma, pero en un conflicto diferente, bajo el mismo techo, con el idéntico vecino ex rockero, ahora parapléjico, que le pide bailar mientras él enciende la radio. Ella, la de uno y otro cuento, ama los aviones y está sola.
Otro ejemplo lo representan “La acampada” y “La raíz”. En estas historias la protagonista es una abuelita, quien desea consentir a sus nietos. En la primera, lo hace a través de una tienda de campaña que construye en el jardín, pero ellos nunca llegan; en la
segunda, ya con ellos en su casa, descubre un socavón en su patio provocado por la raíz de un árbol. En ambas, la anécdota pasa por el sinfín de engaños que la mujer debe tejer para salvaguardar a sus nietos y mantenerse a salvo de los regaños telefónicos de su hija. Morábito le otorga una cronología al personaje, lo mueve de una historia a otra, con un código sólo para ella, dentro de esas viñetas que tienen vida propia.
Añadido a lo anterior, hay un ecosistema que se repite: todas las protagonistas son mujeres; lo hombres o están muertos, o mueren, o engañan o desaparecen o son jardineros; las protagonistas acompañan su vida con un gin-tonic; siempre hay una malla de bugambilias que separa un jardín de otro; la presencia de ratas o tlacuaches es constante, como el simbolismo del río subterráneo o la historia debajo de la evidente; el deseo sexual frustrado o simulado.
Éste es un universo que se rebobina. El leitmotiv o anáfora con la que comienza nos permite pensar en una serie de sketches sobre la soledad y lo sombrío. El autor alejandrino orilla a sus personajes a las cornisas de las piscinas sin agua que se construyen en el jardín, a los metros cuadrados que las resguardan y generan una sensación de seguridad y confort, una sensación de resignación y aislamiento.
Mientras leía Jardín de noche, recordé irremediablemente “Las puertas indebidas”, cuento incluido en Grieta de fatiga, de un hombre que entabla una “amistad” con alguien del otro lado de la puerta en un cuarto de hotel. Hay algo en la literatura de Morábito que se revuelve en un viento de cotidianidad y el hastío por la vida rutinaria, pero donde todo pareciera se resuelve mediante reflexiones hondas y verdades contundentes, dichas sin estridencia.
Ya sea en Lotes baldíos, Lunes todo el año, También Berlín se olvida, Cuentos populares (fascinante reinterpretación de la tradición), El idioma materno o Caja de herramientas, Fabio Morábito ha conseguido sostener una voz muy propia. Es un escritor singular y único en la actualidad. A Morábito le interesa la habitación y los hallazgos entre el silencio y deseos simulados. Jardín de noche juega con el tiempo y el espacio. Entrar a su literatura es recorrer la Espiral de Fibonacci, donde la armonía y la estructura son nociones de la belleza y la inteligencia. Así como la espiral de Leonardo de Pisa, la literatura de Morábito es hipnótica y simétrica.
Desayuno en Tiffany’s, mon ku
Todo listo para la 78 edición del Festival de Cannes ¿Una nueva generación?
6 Por Sergi Ramos
Festival de Cannes 2025
En los últimos días de abril se puso en marcha la maquinaria de comunicación del Festival de Cannes, abriendo un goteo permanente de noticias con listas de filmes seleccionados, composición de jurados, selecciones de última hora, premios honoríficos y selecciones de ultimísima hora. El cine mexicano no cuenta con ninguna película representada, pero el cineasta Carlos Reygadas forma parte del jurado para la
Una competencia sin veteranos
La programación de las últimas ediciones se había caracterizado por la importante presencia de los venerables patriarcas del festival, como Marco Bellochio, Ken Loach o Aki Kaurismäki, algunos en mejor forma que otros. Otros, como Francis Ford Coppola y su Megalópolis, presentaron proyectos que llevaban madurando durante lustros, incluso décadas.
En la selección oficial de este curso, no queda apenas rastro de figuras tutelares que hayan surcado la alfombra roja de la Croisette, en mil y una curtidas competencias. Sólo los hermanos Dardenne, verdaderos tótems del festival, presentan su décima selección con Jeunes mères (Jóvenes madres), película filmada en una maternidad. Los belgas han acumulado cinco premios desde que en 1999 presentaran Rosetta, cuya actriz protagonista, Emilie Dequenne, falleció hace apenas unas semanas.
Cine de autor para todos los públicos
El resto de la competencia, sin ser tan añejo ni de renombre, deja entrever una solera que promete una buena añada, de la mano de realizadores (algo) menos curtidos. Flota en el aire de Cannes la convicción de que las últimas ediciones han resultado un gran éxito, y es cierto que los cinéfilos han aplaudido sin demasiados reparos la calidad general de la selección.
Además, se ha conseguido que las ganadoras de las dos últimas Palmas, Anora de Sean Baker y Anatomía de una caída de Justine Triet, hayan apartado de un manotazo la idea de un cine de autor hermético y consagrado a una happy few y hayan cosechado un importante éxito no sólo crítico, sino también de público. Este camino de rosas, como también sucedió con Parasite de Bong Joon-ho en 2019, ha culminado en la otra gran recompensa ubicada en la otra orilla del charco, los Oscar de Hollywood. Esta confabulación entre Hollywood y el cine de autor promovido desde Europa, sospechosa a ojos de los cinéfilos más vanguardistas, pareció confirmarse en las palabras de Thierry Frémaux, delegado general del festival, cuando en medio de la presentación de la presente competencia, soltó que las nuevas generaciones de autores se habían reconciliado con la narración cinematográfica.
Una competencia oficial con algunas caras conocidas
Si dejamos de lado a los Dardenne, la competencia a la Palma de Oro deja paso a una generación más joven, cuyos nombres más conocidos para el gran público son probablemente los de dos estadounidenses, Wes Anderson y Richard Linklater.
El primero lleva cierto tiempo perdiendo el crédito entre algunas capillas de críticos, y en particular desde su úl-
tima presencia en la Croisette, con Asteroid City, aunque la filmoteca francesa le esté dedicando ahora mismo una exposición. Esta vez llega con The phoenician scheme, con un elenco que demuestra que no ha perdido el tirón entre la crème de los actores hollywoodienses, y que cuenta entre otros con Benicio del Toro, Scarlett Johansson o Tom Hanks. El recorrido de Richard Linklater ha sido celebrado por otros festivales, en particular Berlín, con su trilogía Before… con Ethan Hawke y Julie Delpy de eternos protagonistas. Su último trabajo, Nouvelle vague, no podía escapársele al festival francés, ya que se trata de un viaje a 1959 y al rodaje de À bout de souffle (Al final de la escapada) , el primer largometraje de Jean-Luc Godard que lo propulsó inmediatamente al cielo de la cinefilia más exigente. Queda por ver si Linklater se queda en el homenaje o decide darle el mismo tono irreverente que adoptó hace unos pocos años Le redoutable de Michel Hazanavicius. El danés Joachim Trier ha sido seleccionado con su último opus, Valor sentimental, un drama familiar interpretado por Renate Reinsve y Elle Fanning, tras recibir un amplio reconocimiento, no sin alguna polémica, con su retrato femenino (que no feminista) La peor persona del mundo.
La consagración del género El género fantástico, gracias a su va-
riante nueva carne, ha conseguido hacerse un lugar en las últimas selecciones, confirmado por el inesperado éxito que supuso La sustancia de Coralie Fargeat. Este año cuenta con la vuelta de Julia Ducournau -vencedora en 2021 con Titane - con Alpha , relato de una futurista epidemia. Ari Aster, director de culto iniciador del llamado “horror elevado”, presenta Eddington, un western con Emma Stone, Joaquín Phoenix y Pedro Pascal. La escocesa Lynne Ramsey vuelve a explorar la maternidad desde el prisma de lo sobrenatural con Die, my love , como lo hiciera con Tenemos que hablar de Kevin, y tras la decepcionante Nunca estarás a salvo. Cuenta también con un casting glamour: Jennifer Lawrence y Robert Pattinson, y la gratamente recuperada Sissy Spacek.
Desde España Estaremos especialmente atentos a la doble presencia de filmes españoles en la competición oficial. La catalana Carla Simón cierra con Romería la trilogía con reminiscencias autobiográficas y rurales iniciada con Verano 93 y Alcarrás. Oliver Laxe, ganador en distintas secciones con O que arde (2019) y Mimosas (2016), vuelve con Sirat a rodar en el Magreb, esta vez con un elenco de actores profesionales entre los cuales se encuentra el catalán Sergi López.
Palma de Oro y sigue la colaboración con el festival de Morelia.
Bajo un cielo de plomo
El cada vez más aterrador estado del mundo parece haber afectado un buen número de producciones, que dan cuenta de situaciones políticas opresivas ubicadas en el presente o en un pasado reciente.
El festival sigue con su tradición de invitar al cine iraní. Jafar Panahi vuelve con Un simple accident (Un simple accidente), después de su muy pesimista No bears. Se trata de su primera película rodada en el exilio, tras su encarcelamiento en 2022 por protestar contra el régimen. Su compatriota Saeed Roustaee mostrará Woman and child, después de la celebrada sátira Los hermanos de Leila, en competición en 2022.
Desde otras coordenadas geográficas, también se ha programado una buena dosis de cine político. El sueco de origen egipcio Tarik Saleh, observa de nuevo el autoritarismo, con su habitual envoltorio de cine negro, en Las águilas de la república. El documentalista Sergei Loznitsa vuelve a interrogar, desde la ficción, las raíces de las derivas totalitarias del antiguo bloque soviético en Dos fiscales, ubicada durante el estalinismo. Mario Martone, realizador italiano que también oscila entre el documental y la ficción, propone en Fuori una biografía de la estancia en prisión de la actriz y escritora italiana Goliarda Sapienza, después de Nostalgia, su conmovedor retrato del hampa napolitana. En este apartado también podríamos incluir el último trabajo del brasileño Kleber Mendonça Filho, O agente secreto, thriller político localizado en el Recife de los años 70, interpretado por Wagner Moura. La cineasta indie estadounidense Kelly Reichardt, unánimemente celebrada por la crítica con First cow, homenajea también el cine de los 70 con The mastermind, una historia de atracos en la época del Vietnam y de las luchas feministas.
El cine francés, además de la película de Julia Ducournau, presenta dos propuestas atractivas y una promesa. Desde el cine policiaco, Dominik Moll propone con Dossier 137 una relectura del episodio de los “chalecos amarillos” que sacudió Francia en 2018, mientras que la siempre interesante Hafsia Herzi presentará su tercer largometraje como
realizadora, La petite dernière (La hija menor). El festival abrirá con Partir un jour, de Amélie Bonnin, primer largometraje inspirado por un, nos dicen, brillante cortometraje.
Para no dejarse a nadie en el tintero, completan la selección la alemana Mascha Schilinski, con Sound of falling, un drama rural que abarca cuatro generaciones de mujeres, la japonesa Chie Hayakawa, vista en 2022 en la Semana de la Crítica con la distópica Plan 75, y The history of sound, un drama histórico ambientado en la Primera Guerra Mundial con tintes LGBT, del sudafricano Oliver Hermanus, que realizó anteriormente Living, un remake de Vivir, de Akira Kurosawa.
Y un apunte de última hora: la inclusión este último viernes de la última cinta de Bi Gan, prodigio del cine chino, que deslumbró al festival (y a un servidor en especial) con la virtuosísima Largo viaje hacia la noche y su interminable plano secuencia en 3D. Resurrección, su última propuesta, se presenta como un viaje por la historia de China a través del prisma de unas mil y una noches futuristas.
El jurado de la competición oficial estará presidido por la actriz francesa Juliette Binoche, y contará entre sus miembros con el mexicano Carlos Reygadas, además del coreano Hong Sang Soo, la india Payal Kapadia (realizadora de la maravillosa La luz que imaginamos), o la actriz Halle Berry, entre otros, formando un equipo de marcado corte autorista.
Una cierta mirada y películas fuera de competencia
Las secciones oficiales fuera de competición, que se han multiplicado estos últimos años, suelen proponer películas no tan sesudas y aptas para todos los paladares. Este año cuentan como cabeza de cartel con el incombustible Tom Cruise, en el último episodio de Misión imposible: Sentencia final, así como de Spike Lee, Highest 2 lowest, con Denzel Washington, y de Ethan Coen, con Honey don’t. En esta categoría entra también una propuesta en español, el musical La ola del chileno Sebastián Lelio, realizador de dramas como Gloria y su remake hollywoodense Gloria Bell o Una mujer fantástica.
La competencia Una cierta mirada vuelve a presentarse como un laboratorio para dar a conocer a cineastas noveles o provenientes de países con poca tradición cinematográfica. La selección, a menudo algo irregular, ha permitido descubrir sin embargo auténticas joyas, como la china Black dog de Guan Hu en el curso pasado. Entre las seleccionadas en esta edición, estaremos especialmente atentos a A pale view of hills del japonés Kei Ishikawa, que con sus anteriores A man y Previously saved version propuso unas interesantes reflexiones sobre la identidad.
Aquí encontramos también dos obras latinoamericanas. El colombiano Simón Mesa Soto, que ya fue seleccionado en la Semana de la Crítica en 2021 con Amparo, un filme sobre el reclutamiento forzoso de los jóvenes marcado por un formalismo austero, presenta esta vez Un poeta, una comedia sobre un escritor fracasado que decide acompañar a una joven adolescente. El chileno Diego Céspedes, después de su premiado corto El verano del león eléctrico, presentará La misteriosa mirada del flamenco. Entre los noveles, el festival ha decidido dar la alternativa a actores que se han pasado a la realización, entre los cuales destacan dos mediáticas actrices, Scarlett Johansson con Eleonor la grande, sobre una mujer de 90 años que reconstruye su vida después de la muerte de una amiga; y La cronología del agua, dirigida por Kristen Stewart, que adapta la novela autobiográfica de la escritora Lidia Yuknavitch. También Harris Dickinson, intérprete de Triángulo de la tristeza y Babygirl, probará suerte con Urchin, retrato de un joven marginal londinense.
Apuntes sobre las secciones paralelas En las secciones paralelas del festival, cabe destacar la siempre exigente programación de la Quincena de los Cineastas, con dos nombres importantes, el alemán Christian Petzold con Espejos n°3; y Enzo, la obra inacabada por Laurent Cantet, recientemente fallecido, que se encargó de finalizar su cómplice Robin Campillo, Palma de Oro en 2017 con 120 latidos por minuto. También estará presente el japonés de origen coreano Sang-Il Lee, autor de la destacable Rabia en 2016.
Acid, la sección de cineastas independientes presentará la obra del argentino Lucio Castro, Drunken noodles, historia de un joven artista llegado a Nueva York. También ha sido seleccionado el último capítulo de la trilogía documental Noche oscura del francés Sylvain George, centrada en los jóvenes exiliados que sobreviven en las calles de París.
El realizador español Guillermo Galoe ha sido seleccionado por la Semana de la Crítica con Ciudad sin sueño, ambientada en un poblado gitano. Además, prestaremos atención a Left-handed girl, de la taiwanesa Shih-Ching Tsou, co guionizada, producida y montada por Sean Baker.
También en el marco de la Semana de la Crítica, les informaremos sobre la tradicional presencia del Festival Internacional de Cine de Morelia, con una selección de cortometrajes de los mexicanos José Eduardo Castilla Ponce (Aguacuario), Julia Granillo Tostado (Ser semilla), Adolfo Margulis (Spiritum) y el venezolano afincado en México Juan Víctor Manrique (Buscando un burro).
La competencia de cine inmersivo, tras el éxito del curso pasado, ha sido prolongada en una segunda edición, con una selección de nueve piezas.
Chabadabada
Un hombre, una mujer, este año el festival ha decidido desdoblar su tradicional afiche para homenajear la romantiquísima película de Claude Lelouch, con Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant. Su banda sonora, compuesta por Francis Lai, se ha incrustado irremediablemente en el cerebro de varias generaciones de espectadores. La película se llevó la Palma de Oro en 1966, y seguidamente ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Otro precedente que, como señalamos anteriormente, el festival buscará repetir este curso. Con otro estilo y desde otras coordenadas, la Quincena de Cineastas repite la propuesta de realizadores pintores inaugurada con Takeshi Kitano el año pasado, encargándole el afiche al controvertido estadounidense Harmony Korine. Otros tiempos, otras costumbres.
Festival de Cannes 2025
Eddington, de Ari Aster Resurrection, de Bi Gan. Romería, de Carla Simón. Sirat, de Oliver Laxe.
ron para media suela. Son del 26 y él calza del 27, pero tenía que causar buena impresión en el Colegio Washington, donde se ofrece una vacante para maestro de historia.
Junto a una señora que casi le pone su canasta en las piernas, Epicuro recuerda a Odilón y sus fajos de billetes de mil pesos. En el barrio el prestanombres tiene fama de tracalero. La gente sabe que hace negocios chuecos para lavar dinero de políticos; vive en el multifamiliar para simular; su casa grande, porque tiene varias chicas, está en el Pedregal de San Ángel y tiene grandes jardines y alberca. Epicuro siente un retortijón en el estómago, no sabe si es la repugnancia que siente por Odilón o sus tripas que quieren desayunar. Se levanta violentamente y grita ¡puerta! Por las ventanillas ve la puerta del Colegio Washington, abierta ya para los alumnos que tienen clase a las 7 de la mañana. Se baja de pedalazo sin que el camión se detenga…
Una hora después Epicuro sale de la dirección del Colegio Washington azotando la puerta. Su orgullo, ampollado como los dedos gordos de sus pies, supura rencor. Un pelagatos de la escuela le exigió hablar sólo en inglés.
“Si no puedes o no te gusta —lo tutea confianzudo— nada tienes que hacer aquí. En esta institución sólo tienen cabida personas educadas y cultas…”. Epicuro estalla ante la insolencia: “Chinga a tu madre americano de mierda”, y de un manotazo descabeza al presidente Lincoln que, con su sombrero de copa, los observa extrañado.
En la parada del pesero, Epicuro decide olvidar el trago amargo con los gringos. Cuánta razón tenía Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, piensa Epicuro mientras camina en dirección a la casa del tío Calixto para saber qué mosca le picó.
“Sobrino —le dijo por teléfono días atrás— pásate por la casa, te tengo un regalazo, un tesoro de la Revolución que te puede sacar de prángana”. Epicuro lanza un escupitajo en
la banqueta y apura el paso entre las protestas de los dedos gordos de sus pies. “Sácanos de aquí cabrón… o toma un taxi”, piensa el maestro que son los dedos atormentados por los bostonianos.
IV
La tienda con restaurante y juguetería está atascada de gente que compra de todo. “Esta noche es Noche Buena, noche de felicidad… Esta noche es Noche Buena y mañana Navidad…”, se escucha la voz de Lucho Gatica. Epicuro, su esposa y sus hijos salen cargando cajas de regalos. Con una mancha del mole de los romeritos en su camisa, el maestro de historia sonríe contento. Dijo que sí a cuanto le pidieron. No regateó precios y pagó en efectivo, con billetes de mil pesos. En la entrada del multifamiliar, Epicuro y su familia encuentran una ambulancia forense y dos patrullas con las luces de sus torretas titilando. Dos camilleros salen cargando una camilla con un cadáver cubierto por una sábana. “Mataron a Odilón a balazos… le dispararon en la cara”, anuncia una vecina a la familia de Epicuro sin que nadie le preguntara nada. Un policía se acerca a Epicuro y le pregunta si es el profesor Garcilazo.
—Soy yo —responde.
—Súbase a la patrulla, vamos a la delegación —ordena el policía.
—¿Para qué asunto? —replica Epicuro.
—Usted súbase… allá le explicarán —arguye el uniformado y lo empuja
hacia el interior del vehículo.
V
Por la ventanilla de la patrulla, Epicuro ve a un Santa Claus de plástico colgado de un poste con gesto burlón. Tiene varios agujeros, uno en la cara. Recuerda a Odilón la noche anterior en su departamento.
—¿Cuánto quieres por la pistola? —pregunta el prestanombres mientras examina el arma y apunta hacia la ventana, cerrando un ojo.
—Fue de Pancho Villa… 100 mil pesos —responde Epicuro.
—¿Puedes garantizarme que fue de Villa? —inquiere Odilón.
—No… sólo mi palabra de profesor de historia —confiesa Epicuro.
—Tu palabra es suficiente… te doy 80 mil —ofrece Odilón y pone sobre la mesa una caja de cartón llena con fajos de billetes de mil pesos.
Epicuro sale del departamento de Odilón, pero no alcanza a cerrar la puerta. La ventruda del escándalo del otro día se abre paso de un caderazo. La acompaña un enano cacarizo que lleva un cuchillo en la mano. Epicuro espera unos momentos y escucha alegatos e insultos en el interior del departamento.
—Chíngatelo… —ordena la ventruda al enano que tomó la pistola de Pancho Villa. El enano levanta el revólver con las dos manos y apunta a Odilón… una bala destroza la cara del enano que rueda por el piso soltando el revólver del centauro.
Odilón devuelve su pistola escuadra
a la sobaquera, arrebata a la ventruda la caja de cartón con el dinero y recoge la pistola de Villa.
—Maldita tarántula, ya te llevó la chingada — sentencia Odilón.
VI
En la delegación de policía, el agente del Ministerio Público le habla a gritos a Epicuro.
—Míster Harrison, director del Colegio Washington, exige una disculpa diplomática y que pagues los daños al presidente Lincoln. Si te niegas o no tienes dinero, mi cuate, esta noche cenas pavo en el reclusorio. Y quién sabe cuándo te suelten.
Epicuro no escucha lo que le dice el agente porque mira atentamente a la mujer ventruda con su fondo de nylon rojo, custodiada por dos gendarmes en un rincón de la delegación.
—Serían 200 dólares de indemnización y 25 mil pesos de multa —resume el agente del Ministerio Público.
—¿Qué hizo aquella mujer? —pregunta Epicuro.
—¿La conoces? ¿Es tu amiguita cariñosa? —revira el funcionario.
—Le he visto en el multifamiliar donde vivo —explica Epicuro.
— Es una furcia… cae aquí con frecuencia… ahora está metida en un lío gordo… mató a su padrote, un enano que también era pájaro de cuenta… Se metieron a robar en la casa de un político muy importante y respetable; iban por dinero y una pistola de colección que perteneció a Pancho Villa valuada en por lo menos dos millones de pesos… esta gorda no se libra de 40 años de cárcel. Pero en qué quedamos mi cuate… ¿pagas o te mando al reclusorio?
Odilón entra en la agencia del Ministerio Público y el agente se olvida de Epicuro para recibirlo zalamero, con los brazos abiertos:
—Licenciado, cuánto honor tenerlo por aquí… no se me preocupe. El caso lo tenemos resuelto. La furcia ya confesó todo. La justicia en México, señor licenciado, es implacable y eficaz… de la justicia en México, mi señor, nadie se burla… faltaba más…
Río de palabras
Francisco Villa
Dos veces fue otoño [Parte
palabras
Alas siete de la mañana emprenden una danza los primeros rayos del sol; es el ritual del amanecer. Ondas doradas y cálidas acarician las formas rígidas de los cristales, recorren algunos libros y objetos para bajar, tímidamente, a los primeros planos de la escalera. Allí se detienen como si observaran lo que hay debajo, como si desearan ir al jardín. Por los vanos de las ventanas ya abiertas, se cuelan sonidos matinales. Se escucha un murmullo como la corriente de un río que, al poner atención, se revela como la marcha de automóviles en la autopista cercana. Aves, de diversos colores, dialogan entre sí; hablan con el sol y con la hierba seca del otoño, anhelando la transformación del paraje. Perros lejanos encuentran eco en los que los vecinos tienen fuera del patio y discuten sobre las posibilidades del nuevo día. También al amanecer hay sones metálicos y de motores, propios de las melodías ejecutadas en una construcción; muy cerca de aquí pasará el tren al aeropuerto y ahora todo está cambiando de manera precipitada. Son las siete de la mañana y recuerdo que es la misma hora y el mismo ritual que aconteció el día en que murió mi madre.
Narcisa Graciela Solano Corona fue la segunda hija del matrimonio compuesto por Clara Corona Contreras y Fortino Solano Camacho; quienes habitaron por muchos años el llamado paraje Tlazintla* del conocido “Cerro del Tule”. Allí nací, el otoño de 1982, a dos predios de donde habitaban mis abuelos; en el Centro de Salud, mismo que continúa en funciones. Era el año en que se presentaba al mundo el
Compact Disc, E.T. volaba por los aires en las pantallas cinematográficas y el maestro Gabriel García Márquez recibía el Nobel de Literatura por su obra Cien años de soledad.
Mi madre me contaba que ese día se registró un apagón por lo que, sin luz eléctrica, las enfermeras y médicos se alumbraban entre velas. Así llegué, justo cuando las campanas de la capilla, del Barrio de Guadalupe, llamaban a la doctrina. No sé si ese ritual inesperado, en mi nacimiento, me conectó con el entendimiento del mundo desde lo emotivo, desde lo sensible, pero si sé que el contexto emocional y social en mi vida, marcaron el camino hacia el proceso creativo y el arte.
Frutas, verduras y colores Cuando era pequeño, mi madre me llevaba en sus brazos al tianguis del centro del pueblo. Recuerdo que en los años ochenta se realizaba en las calles del primer cuadro los lunes, miércoles, viernes, sábado y domingo. Era un mar de gente que transitaba en diversas direcciones, allí se enmarcaban formas atractivas, olores
deliciosos y colores impactantes; gamas que aprendí a reconocer gracias a Graciela. Lo primero que nombré de las formas, en aquellos puestos, fue su cromatismo; le decía blanco a una cebolla, rojo a una manzana y verde a un limón, evocación primigenia e inconsciente de mi futuro vínculo con el poeta francés Arthur Rimbaud: “A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales diré algún día vuestros nacimientos latentes”.1
En ese momento mis abuelos maternos ya eran muy conocidos en el pueblo, por sus oficios y aportaciones a la comunidad, por lo que mi estancia al lado de los comerciantes se prolongaba varias horas. Fortino es recordado por la elaboración y venta de barbacoa, oficio que cultivó de su abuelo y que me enseñó a los 8 años. Acción que detonó estímulos impactantes en mí, tras ver el sacrificio de los animales y encontrarme envuelto en las vibraciones cromáticas, calor de los órganos internos o de la sangre de los borregos. Mi salida consciente, ante esta catástrofe, fue decir -cuando sea grande quiero ser médico-.
Mi abuelo también participó en la lucha campesina del municipio, gracias a ello se lograron pozos de agua para los habitantes, carreteras que ahora son vías principales y escuelas de gran importancia. Fue servidor público: director de agua potable, regidor, suplente de un presidente municipal, militante político y ejidatario.
Mi primer dibujo, del que tengo memoria, lo realicé a los 5 años en uno de sus terrenos ubicado en los llamados ejidos de Cajiga, hoy transformados en parte de la autopista que conecta al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Un día, Fortino, me llevó a preparar el campo para la siembra; recuerdo que la máquina trituradora, parecida a un tractor, se movía por la planicie mientras el sol de la mañana subía en el horizonte. En un pedazo de cartón que encontré tirado, dibujé la escena que mis ojos infantiles observaban. Recuerdo elaborarlo con unos colores de madera que siempre acostumbraba a llevar. Se lo mostré a mi abuelo y él, orgulloso, lo presumió con los trabajadores. Yo me fui a explorar las nopaleras que se encontraban en la orilla de los terrenos, sin saber que el arte sería parte fundamental en mis días. Fue la primera y única vez que noté a Fortino orgulloso de mí.
[Continuará]
* Palabra proveniente del náhuatl que significa “Lugar situado abajo”. 1Fragmento del poema “Vocales”. En el libro, Rimbaud. Poesía Completa, Ediciones 29, 2003.
Foto de Ángel Solano
Río de
Filtrar el recuerdo
6 Por Lucía Rivadeneyra
El mar es nuestro bosque. Reinaldo Arenas
“Paseo el corazón de humo que me quedó en el pecho”, escribe Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964) en Lo que transcurre, libro que vio la luz hace unos meses. Salió del horno luego de una cocción a fuego lento en donde hierven emociones vigorosas, las cuales son aprehendidas por la poeta para que no se disuelvan como el humo. Son versos-olas, van y vienen como un movimiento marino y se quedan en el recuerdo con todo y sus olores.
Ésta es una obra hecha con respiraciones agitadas y con ellas arma, en más de un sentido, un caldero de palabras salobres y humedades con sensaciones térmicas de no sé cuántos grados y con duelos que pesarán siempre. Para todas las personas que creen que la inspiración pasa cuando uno la invoca, debo decir que ésta sí llegó, pero -como decía Picasso- encontró a Odette en el escritorio, con el lápiz en la mano; es decir, estaba trabajando. Sólo así se escriben versos como: “Fui el aliento en tu espalda / la bruma en tu mirada / una fruta madura abriéndome en tus dedos”.
Lo que transcurre es un solo cuerpo, estructurado por “Ciudad de invierno”, “Interludio con lluvia”, “Lo que transcurre”, “Interludio de sol” y “Diario del verano”. Este cuerpo está sostenido por el oficio que Alonso ha ido solidificando y que ha generado una musculatura que abriga la médula del hueso poético. El corazón del poemario es para mí, justamente, “Lo que transcurre”. El orden en que lo presenta nos lleva de una sorpresa a otra. Hay una sutileza en el estilo, una dulzura que golpea, una riqueza de lenguaje que lleva a la pared de salitre, a la mesa de madera o a la ropa de invierno como “una montaña de recuerdos”. Estos poemas que Odette ofrece son una vida filtrada en la memoria porque nadie se va, porque no hay olvido y si alguien se va, cuando menos se espera, aparece en los sueños. Poemas hilvanados como un rosario de pasiones, palabra tras palabra, verso tras verso, imagen tras imagen.
Va de la madrugada a la noche entre “mil esquirlas de luz”. Me gusta que haya retomado algunos poemas de Últimos días de un país porque redon-
Lo que transcurre, de Odette Alonso, Ediciones Furtivas.
dean el rumbo de este libro. Así, lo que tenemos en las manos es una edición redonda, estructurada con versos que pueden acompañarnos siempre como, por ejemplo: “Es un duelo de pánicos la noche” o “No habrá otro rastro que la humedad del llanto”, o “…y el miedo / como hoguera / nos incendia”, o “Hundo el puñal en la estatua de hielo”. Sus palabras son una isla de sal y vapores y de deseos atrapados. El mar es el gran personaje, es una reminiscencia que late.
Mientras leía, pensé en la lucha de las palabras, en la seducción de LA palabra, el encuentro y el amor y la muerte, esta última en sus diversas formas: la ruptura, el adiós, la migración, el recuerdo, el abandono -a veces involuntario; pero aquí, la poeta sí sale victoriosa y, aunque marina, es terrenal.
El sentido del humor es una de las características de la autora y gracias a él sabe aligerar, con sabiduría y para bien, la densidad de ciertos obstáculos que la vida pone en todas las veredas. Justo esos momentos, ella los transforma en imágenes intensas, une un poema con otro, con versos propios como epígrafes y todo con un objetivo:
la unidad poética.
La también narradora y promotora cultural, quien reside en México desde hace más de 30 años, tiene entre otras publicaciones el ya mencionado Últimos días de un país, con el que obtuvo el Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2019, en Mazatlán; Old Music Island que ganó el Premio Nacional de Poesía LGBTTTI, Zacatecas 2017; Insomnios en la noche del espejo que fue merecedor del Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén; también ha publicado Con la boca abierta y otros cuentos, Las otras tempestades, Hotel pánico, y De humo y miel (antología 1989-2024), por mencionar algunos.
Gracias por este poemario tan luminoso, Odette, ya que al terminar la lectura y relectura sabemos que “No será el amor quien nos rescate / ni sueños de celuloide la historia de estos días”; además, tus versos nos recuerdan que, a pesar de todo, cualquiera que sienta el pulso de la vida, trae “un colibrí volándole en la espalda”, mientras adentro y allá a lo lejos está Lo que transcurre. *Alonso, Odette. Lo que transcurre. (2023). Ediciones Furtivas. Nueva York.
Teatro
Introyectos
6 Por Vanessa Carlos
Hay obras que no sólo son presencia, sino que irrumpen.
Introyectos (Dir. Mario Cristerna / Co-Dir. María Ovalle) basada en el cuento de Fernanda del Monte, es una de ellas. Con una potencia escénica cruda, simbólica y una desgarradora honestidad emocional, se despliega una visión profunda, perturbadora, y hermosa dentro de su abismo. El escenario minimalista (a cargo de Servando López) se extiende sobre una oscuridad oracular, donde descansa el mapa de una caracola y escasas piezas de madera: una silla, una cruz vertical, un pequeño banco. La obra desarrolla un universo íntimo que explora el drama de una figura fragmentada, con conflictos identitarios, especulares de una máscara semitransparente a través de la compleja visión de un hijo y sus tortuosos vínculos familiares.
Un hombre delgado, con la piel casi adherida al hueso, ataviado con un blanco absoluto, remite a una pureza cercana a la soledad, casi violenta,
aparece en escena. Somatiza el lenguaje. Su voz, la materia que sostiene la experiencia.
El sonido (a cargo de Pais Villagrana), el ritmo, la resonancia son protagonistas centrales. No acompañan ni decoran, sumergen, construyen, recrean atmósferas casí oníricas propias de la introyección sensible. El silencio y la locura dialogan por la llaga de su alma, como quien atraviesa un desierto interminable.
El monólogo o mejor dicho, el diálogo fantasmal es una corriente de conciencia desgarrada, un flujo sin filtros ni consuelo, donde se funden frases en libertad, recuerdos, delirios, voces internas, símbolos. Un niño —o el eco de la infancia convertido en hombre— intenta liberarse de la figura materna, de la violencia visceral, de la sombra del padre ausente, del hermano incierto que puede o no existir.
La infancia como tierra sagrada donde se libran las batallas más oscuras, recordando lo que recita T. S. Elliot en su tierra baldía, april is the cruelest
month… un mes en que la lluvia no refresca, sólo hace germinar al miedo.
El personaje entra y sale de sí mismo. Se cubre con una bolsa negra; tiembla, juega, sufre. pide que lo saquen. Se introduce en un armario. No puede hablar. Cada acción está cargada de sentido simbólico, y sin embargo nunca pierde su autenticidad emotiva. El fuego se apaga lentamente. Nadie lo escucha. Nadie lo entiende. Pero como espectadores, resentimos la pregunta por lo real.
La puesta en escena es hipnótica. La dirección apuesta por una tonalidad que intensifica el contenido sensible.
La actuación es magistral: el intérprete sostiene la tensión durante toda la obra desde la corporalidad extrema, una voz capaz de atravesar el rango del susurro al grito, y una presencia que encarna la fragilidad y la furia. Es un ente que se quiebra, una psique que se dispersa, una identidad que se vuelve espectro dentro de su crisis existencial. Introyectos es, en esencia, una meditación sobre el dolor procesal, sobre
las memorias que nos habitan sin aviso, sobre los fantasmas familiares que llevamos dentro y hablan desde la herida. Su estructura circular refuerza la sensación de encierro, de repetición, de destino atrapado. No hay redención fácil. Hay verdad. Y la verdad, en esta obra, es incómoda, bella, devastadora. Esta propuesta no sólo destaca por su complejidad artística y emocional, sino por su capacidad de conectar con algo profundamente humano con el espectador: el deseo de liberarse de lo heredado, de lo impuesto, de lo que duele pero aún no tiene nombre. Introyectos se alza como una experiencia escénica radicalmente contemporánea, que desafía los límites de la lengua teatral y abre un espacio donde la locura, la infancia, la violencia y la sensibilidad comulgan sin concesiones. Por todo ello, Introyectos no es simplemente una obra destacada: es una obra necesaria, por su valentía poética, su potencia simbólica y su excelencia interpretativa.