La Gualdra 633

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“Con casi 20 obras publicadas, este norteño [Jorge Valdés Díaz-Vélez], en su más reciente publicación, Los ojos del caballo, hace una especie de recapitulación de algunos temas y vuelve al origen. Recupera intermitencias de la infancia, como en el poema que da título al libro. […] A estas alturas, sus lectores sabemos que su estilo, totalmente pulido, tiene una intensidad que no termina. Es un poeta de poder, con una pulcritud que se derrama y humedece; sabe mantener una suavidad que golpea: ‘El llanto no hace pozos en la arena’”. Lucía Rivadeneyra

Jorge Valdés Díaz-Vélez en Casa Marie José y Octavio Paz, CDMX.

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La Gualdra No.

La colección Liber Ivonis fue presentada en Zacatecas en Godiva Galería; se trata de un proyecto editorial de Taberna Libraria Editores comandada por el poeta Juan José Macías. La Serie Elogios está conformada por cinco libros: Elogio del ateísmo, de Sergio Espinosa Proa; Elogio de la inferencia, de Alfredo Castellanos; Elogio de la (in)comunicación, de Mónica Muñoz Muñoz; Elogio del “yo” culposo, de Alejandro García; y Elogio de lo imposible, de Juan José Macías.

El nombre de la colección (Liber Ivonis) es muy interesante y sobre él, la editorial dice que “Libro de Eibon. Livre d’Eibon o Liber Ivonis, fue inventado por Clark Ashton Smith, y es uno de los libros prohibidos incluidos con más frecuencia en los mitos de Cthulhu. Ashton Smith formó parte del círculo de Lovecraft y creó el libro sobre la idea de reunir una biblioteca multicultural y peligrosa que contuviera los ‘secretos del mundo conocido’”. Cthulhu es el nombre de un dios que aparece en un cuento de Lovecraft publicado por primera vez hace ya casi 100 años, en 1926, llamado The call of Cthulhu. Cthulhu es una criatura extraterrestre que llegó a nuestro planeta mucho antes de que el hombre lo poblara y permaneció dormida en una ciudad oculta bajo el agua esperando que emergiera para despertar, lo que representaba una seria amenaza para la humanidad. De esta narración surgen los mitos que llevan el nombre de la criatura y de ahí surgen nuevas historias como Liber Ivonis, en donde se cuentan las andanzas de un hechicero -Eibon-, en donde podemos imaginar detalles sobre los aspectos culturales hiperbóreos y enterarnos sobre una sinnumero de hechizos y rituales practicados desde mucho tiempo atrás. Cuento esto porque el puro nombre de la colección que nos comparte Taberna Libraria Editores es un gran acierto y despierta la curiosidad por leer cada uno de los elogios que presenta -están ya a la venta en Godiva Galería en la calle Fernando Villalpando 206 en la ciudad de Zacatecas-. En espera de tener ya la colección completa comparto aquí algunos datos encontrados en el portal de ISBN sobre los libros, a manera de invitación para que vaya por ellos y empiece a leerlos: Elogio del ateísmo -de Sergio Espinosa Proa-: “La creencia nos hace menos, no más. En cualquier caso, hay de creencias a creencias. Las asociadas al monoteísmo se han exhibido no sólo incapaces de proponer soluciones, sino que han suscitado miríadas de problemas. […] En este elogio del ateísmo queremos simple y llanamente invitar al lector a pensar de otro modo. Nada fácil”.1 Elogio de la inferencia, de Alfredo Castellanos:

mediante este libro “se intentará arribar a la ruta de algunas inferencias que, de alguna manera, han servido para rumiar nuestro devenir histórico en el mundo del conocimiento. Al final de esta propuesta, signaremos temerariamente algunas inferencias literarias sobre diversos temas”.2

El Elogio de la (in)comunicación, de Mónica Muñoz Muñoz, “aborda y diserta sobre las implicaciones paradójicas de elegir la lengua como el camino principal de las relaciones interhumanas. […] El concepto de (in)comunicación se revela también desde los estudios de la sociolingüística y la pragmática, pues a partir de ejemplos se demuestra que el hablante, confundido ante la norma, ante el prestigio abierto o encubierto de un código sobre otro, sufre el lugar que habita y le habita…”.3

Elogio del “Yo” culposo, de Alejando García Ortega, “es un conjunto de textos de naturaleza híbrida entre el ensayo, la narración, la viñeta, la crónica, la receta, la reflexión breve, el diario, en donde el tema central es el disfrute de los sentidos […] El discurso es manifestación de platillos, bocados, postres, bebidas que producen gran satisfacción en el consumidor y lo llevan a resignificar estos actos muy a menudo acompañados de la culpa o la señalización del exceso”.4

Elogio de lo imposible, de Juan José Macías: “Adelantemos que una Obra de Arte se conforma —cómo decirlo— de pedacitos sueltos de un amable o débil imposible, de tal modo que la vida buena resulta también de innúmeros posibles malogrados. Para entrar en materia, establezcamos de una vez por todas la tesis de que, a cambio de los imposibles, hay posibles muy bellos por estar, de alguna parte, rotos”.5

Enhorabuena a Taberna Libraria Editores por la colección y a todos los autores que participan en ella.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1https://isbnmexico.indautor.cerlalc.org/catalogo.php?mode=detalle&nt=423660

2https://isbnmexico.indautor.cerlalc.org/catalogo.php?mode=detalle&nt=427061

3https://isbnmexico.indautor.cerlalc.org/catalogo.php?mode=detalle&nt=423662

4https://isbnmexico.indautor.cerlalc.org/catalogo.php?mode=detalle&nt=423658

5https://isbnmexico.indautor.cerlalc.org/catalogo.php?mode=detalle&nt=423657

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Recursos de la nostalgia Por Claudia Campos

Aprehender la vida Por Lucía Rivadeneira

El arte de tomar café [Parte 8] Por Sigifredo Esquivel Marin

Lo que usted ignora de la burocracia del Ego en Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, de Miguel de Cervantes Saavedra Por Daniel Sibaja

Al filo del agua, de Agustín Yáñez Por Miguel Ángel de Ávila González

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Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com

Roberto Castruita Diseño Editorial

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa

Recursos de la nostalgia Libros

Porque somos memoria, somos historias, somos tiempo y palabra. La palabra enuncia lo que ya no está.

Cada vez que recordamos, sin darnos cuenta, echamos la mirada al cielo, como si viajáramos, como si estuviéramos soñando. A lo largo de los textos y anécdotas que se relatan en Recursos de la nostalgia , nuestro Zacatecas vuelve a ser. Los textos e historias que se incluyen en esta obra no son sólo las memorias, hay también una serie de recursos icónicos que emanan de los edificios, bastimentos, casas, calles y recintos en el centro histórico y en todo el territorio que comprende nuestra entidad. Dentro y fuera, en su magnífica estructura y con sus ecos e imágenes, estos vestigios nos ofrecen fragmentos de vida y arraigo que, al asociarse con las descripciones detalladas de provienen de la tradición oral, constituyen una trama de significados compartidos, eso que desde la academia conocemos como nuestro patrimonio cultural.

Esas edificaciones que mantienen su esplendor a pesar de los años, nos muestran que basta con verlas para sentirse atraído y vivir una especie de viaje en el tiempo. Esta experiencia de encuentro con el pasado está comprendida también en ese sumario narrativo invisible que reside en el espíritu de una cultura, y que no es otra cosa que el patrimonio vivo contenido en las personas.

Entre sus páginas y a manera de inventario encontramos un total de cincuenta y ocho ilustraciones/aguatinta, todas realizadas por Salvador Pintor, con la sutileza del detalle, luego de un recorrido extenso en tiempo y espacio por la geografía zacatecana. En ellas podemos apreciar de manera plausible, la expresión tácita de la idiosincrasia de una época que a veces nos parece tan lejana. Estas imágenes son una invitación constante para recrear los escenarios del pasado; al observarlas un murmullo casi imperceptible invadirá nuestra mente, desatando un impulso de aventura, para ir y conocerles de cerca. El contenido visual del libro es a la vez goce estético y tesoro histórico, ya que contiene muchas re -

liquias que Zacatecas posee, custodia y, a veces, esconde en su patrimonio. Para su elaboración se reunieron también una serie de artículos, testimonios y anécdotas, que dieron cabida a un exquisito contenido, que lo mismo va de lo chusco a lo solemne. Por su diversidad el texto nos regala un caudal incomparable en estilo y léxico; el discurso va de lo coloquial, académico, poético, político, histórico y hasta jurídico y se combina y matiza de manera extraordinaria en una comprensión diversa de Zacatecas, de su cultura y de su gente. Se describe con perspicacia el efecto del paso del tiempo y comprende un universo de nostalgia, historia, costumbres, valores físicos y estéticos, que han conformado la identidad de los zacatecanos. Identidad que se renueva con el intercambio diario entre visiones y versiones de Zacatecas. Por otra parte,

este libro anhela esquivar el riesgo de que, en el vaivén de una contemporaneidad acelerada, el pasado pueda diluirse silenciosamente. Con herencia europea, Zacatecas se erigió desde la monumentalidad de su arquitectura y caudal minero. Su arquitectura barroca es un indicio que declara que la belleza también se encuentra en la mixtura. Así son sus ciudades y pueblos, extraordinarios, llenos de contraste, de lo humano, de la vida misma: un singular caleidoscopio de experiencias y escenarios. Quienes amablemente participan de esta obra, exponen en textos breves, elaborados desde su especialidad, profesión o experiencia, lo que habría de conformar un ligero acercamiento a las formas de ser y de hacer de los zacatecanos. Entre sus páginas participan Araceli Letechipía Vega, quien nos traslada a un pasaje de la historia

del Mercado González Ortega; Marlem Silva Parga nos lleva a un místico encuentro con religiosidad popular y construcción de rituales fúnebres en Pinos; Román Santillán con una extraordinaria descripción del Barrio del Rebote de Barbosa; una fascinante charla con la señora Guadalupe López de Lara, vecina del centro de la ciudad de Zacatecas; José Enciso Contreras nos invita a reflexionar sobre la importancia de la conservación del patrimonio cultural en Zacatecas y a su vez, nos narra de manera justa, qué personajes y cómo participan de esta visión por preservar el patrimonio zacatecano, y de entre ellos nos presenta a Salvador Pintor como uno de los más críticos y férreos defensores de la identidad y propiedad común zacatecana; por su parte Jesús Zúniga Teniente nos aporta una visión sobre la importancia del Camino Real Tierra Adentro al que Zacatecas no sólo pertenece, sino que tiene una de las mayores contribuciones en los usos y objetivos del mismo; Pedro Sánchez Ventura se dio a la tarea de mostrarnos desde su vasta experiencia la Danza de los Matlachines un verdadero legado de tradición; en su texto Alberto Silva nos propone la creación de un organismo plural cuyo objetivo fuera el cuidado y protección del patrimonio que constituye el Centro Histórico de la ciudad capital Zacatecas; y por último, Salvador Pintor, nos expone una visión del patrimonio, con su mirada de artista y como gestor, pero más todavía como un zacatecano orgulloso de serlo. Pintor, coordinador del libro, no se contenta con compartir lo que a su oficio y pasión de artista concierne, sino que nos lleva por una mirada crítica a observar y valorar, esto que hemos venido repitiendo, el legado y la cultura viva que forman nuestra identidad.

Recursos de la nostalgia nos lleva sin duda a interrogarnos entre otras cosas ¿qué hemos perdido sin decir palabra? ¿Cuánto habremos de perder? ¿Cómo hemos transformado nuestro espacio? Y por supuesto ¿cómo es hoy Zacatecas?

A propósito del libro Recursos de la nostalgia. El Patrimonio histórico, artístico y cultural de los zacatecanos , coordinado por Salvador Pintor.

Poesía Aprehender la vida

Jorge Valdés Díaz-Vélez llegó a este mundo en medio del calor de Torreón, Coahuila, en 1955. El puro nombre de esa ciudad con doble rr y tres vocales fuertes, da sed, parece que se atora en la garganta. Ciudad de clima extremo que puede llegar a cero grados en invierno o a los 45 en la primavera o el verano. No obstante, con cierta necedad, a Jorge lo ha acompañado el calor.

Salió de Torreón a los 17 años porque lo llamó la psicología, pero “la vida estaba en otra parte”. Aunque terminó la carrera, se fue de México. Se entregó al viaje y qué mejor que en el servicio exterior; pero no quemó las naves. Dejó muchas anclas. Se fue buscando agua y la encontró dulce y salada.

En cualquier lugar del mundo se puede tener vivencias intensas, pero el viaje... aunque sea un “viaje alrededor de mi cuarto” al estilo de Xavier de Maistre (1763-1852), el viaje -creo- nos transforma. Y Jorge Valdés DíazVélez se fue formando y conformando como un escritor en su país y en países como Costa Rica, Argentina, Cuba, Estados Unidos, Marruecos, España y Trinidad y Tobago durante su valioso trabajo en el servicio exterior. Desde Voz temporal (1985) y Aguas territoriales (1988) a Cuerpo cierto (1995) se puede encontrar en él una voz definida y sus temas constantes: el viaje, el desierto, la mujer, el amor, el deseo, el insomnio, el regreso al origen. En 1985 obtiene el Premio Latinoamericano Plural; en 1998, por La puerta giratoria, gana el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes; a éstos le siguen, entre otros, el Internacional de Poesía Miguel HernándezComunidad Valenciana 2007 por  Los alebrijes (uno de mis favoritos); y el Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado 2011. En 2003, publica Jardines sumergidos; en 2005 ve la luz Cámara negra y no se ha detenido. Incluido en decenas de antologías, él sorprende libro tras libro; cada vez más sólido, nunca se desborda. Hace unos días le preguntaron si se torturaba al escribir o por qué se contenía tanto. A lo que respondió que no vivía torturado ni se limitaba. Creo que ya es su estilo y su debilidad por los endecasílabos y los heptasílabos y por algunas formas clásicas como el soneto o la silva, incluso el haikú. Quizá la forma sea quien decide hacia dónde va y cómo. En toda su obra se advierten sus lecturas, da pistas de sus autores amados en epígrafes y en sutilezas. El ritmo del coahui-

lense seduce, lleva de principio a fin cualquier tema, hay muchos guiños…

AL OTRO DÍA

Después de tanto amor qué va a quedarnos sino esta cicatriz que es la memoria de polvos adheridos al olvido, este impulso de ser menos nosotros y más el tú que nos devora, el otro ese rojo dolor tatuado en seda.

Si algo tiene final son las historias contadas al revés de algún espejo. No lo dudes, amor, y no pretendas ignorar que después habrá otro cielo y otro ciclo y después otro comienzo. Somos todos al fin sustituible materia insustancial frente al deseo que aspira, sin embargo, a ser eterno en el frágil tumulto de la vida.

Hace ya muchos años, a estas alturas ya

no sé qué son muchos, Jorge y yo nos encontramos en algunos espacios. No olvido uno: la Casa del Poeta donde tuvo una lectura. Para mi sorpresa, llegó el escritor Sandro Cohen, su editor, quien sólo asistía a eventos de ese tipo cuando participaba. Jorge fue la excepción. Rememoro que al charlar me dijo: es poeta. Gracias a las redes sociales estamos un poco al día. Además, cómo no saber de un hombre como él que va por la vida domando a las rudas palabras y con ellas cuenta historias

/// Jorge Valdés Díaz-Vélez en la Casa Marie José y Octavio Paz. CDMX:

breves. Sí, generalmente, sus composiciones son cortas.

Siempre he pensado que es un hombre de palabra y de palabras y las conjuga con la diplomacia. Se ha podido mover por el mundo en diversas lenguas y parece jugar con la propia porque la domina. En 2008, en Bellas Artes hubo un homenaje, si mal no recuerdo a Víctor Hugo Rascón Banda, quien murió tres meses después. Alguien dijo, al referirse a la mesa: “aquí están ‘Los bárbaros del Norte’”. Debo decir que no había duda. Hago memoria de creadores extraordinarios como Nellie Campobello (Durango, 1900-1986), Inés Arredondo (Culiacán, 1928-1989), Carlos Montemayor (Parral, 1947-2010), el mismo Víctor Hugo Rascón Banda (Chihuahua, 1948-2008), Enriqueta Ochoa (Torreón, 1928-2008), Daniel Sada (Mexicali, 1953-2011), Rosina Conde (Mexicali, 1954), José Ángel Leyva (Durango, 1958), Dana Gelinas (Monclova, 1962), Luis Aguilar (Tamaulipas, 1969-2022)… Hoy en día hay muchos que no rebasan los 40 años y son bárbaros, bárbaros, bárbaros.

Hemos oído la frase “en Zacatecas donde termina la cultura empieza la carne asada”, se le atribuye a Vasconcelos; si fuera así, en aquellos años, algo había de cierto en el sentido de que, aunque hubiera toneladas de talento, había que venir a “la capital”, es decir, a la Ciudad de México o peor aún ¡a México! Para poder crecer. Dadas las dimensiones de nuestro país, cruzar de Chiapas a Mexicali implicaba -en los años treinta- más o menos unos tres días. Empero, hoy por razones que todos conocemos el norte florece sin que las semillas y las plantas se tengan que mudar al

exDF.

Con casi 20 obras publicadas, este norteño, en su más reciente publicación, Los ojos del caballo, hace una especie de recapitulación de algunos temas y vuelve al origen. Recupera intermitencias de la infancia, como en el poema que da título al libro. De igual forma, en “Conversación con mi madre” da un panorama de ella, de sí mismo, de Torreón y también, claro, de la distancia y la lejanía. Se mantiene en su brevedad y en su concreción. A estas alturas, sus lectores sabemos que su estilo, totalmente pulido, tiene una intensidad que no termina. Es un poeta de poder, con una pulcritud que se derrama y humedece; sabe mantener una suavidad que golpea: “El llanto no hace pozos en la arena”. He de agradecer que comparte sus cantos en “el feis”, así que lo leo con frecuencia. Estos días he mantenido una lectura constante y prolongada de su obra. Por tanto, me queda claro que se descubre y redescubre y a todos los que nos acercamos a su trabajo nos pasa lo mismo; por si fuera poco, nos estremece. Quién no tiembla en su sano o no muy sano juicio al leer, por ejemplo, este verso:

“El sentir de la vida no fue el mismo cuando nombré el amor y hablaba el miedo”.

Después de leer y releer a Jorge Valdés Díaz-Vélez, me siento honrada por coincidir con él en este tiempo, en la palabra, en la admiración y en el cariño. Es imposible tener un poema favorito de él, hay tantos y tantas circunstancias que siempre que vayamos a su encuentro tendremos la respuesta que necesitamos. Su obra es testimonio de que ha sabido aprehender la vida. Por eso, elegí éste de Jardines sumergidos:

DOY FE

Donde dice la noche debe leerse el día, donde aparezca sombra deben estar tus manos; en donde diga brisa, ciudad que me abandona; donde dice relámpago, memoria o travesía; donde se nombra el fuego puede escucharse música; el mar agonizante donde aparezca el mar; debe decir la isla si puse ahí tu cuerpo; la dársena o deseo, cuando la niebla diga; debe quedarse desierto donde escribí desierto; diluvio, adonde tierra; el tren, en vez de túnel; donde dice la playa debe decir tu sexo, prolongación del viaje contra la luz confusa; donde escribí la muerte, debe decir la vida; donde dije la vida, debe decir la muerte, máscara bajo mis huesos, desesperanza, canto sin flor, presente simultáneo, destino.

Sólo resta agregar: Donde dice poesía debe leerse Jorge Valdés Díaz-Vélez. Doy fe.

Texto leído durante el homenaje a Jorge Valdés Díaz-Vélez en la Casa Marie José y Octavio Paz, en la CDMX, el sábado 10 de agosto de 2024.

Río de Palabras

El arte de tomar café

[Parte 8]

Fenomenología de una taza de café o la experiencia secreta del objeto Contemplo la taza. Su estructura ergonómica perfectamente acabada sugiere geometrías perfectas. Al tacto es un objeto armónico silencioso que guarda la dicha más directa que constituye un sorbo de café como experiencia universal. Imagino que la primera y la última taza de café tiene la, do, re, mi fa, sol, es decir: la música del universo en un cuenco. Ahí está la taza, parecería inerte, objeto meramente instrumental, pero no, de ninguna manera, una taza nunca es mero recipiente, ni siquiera una desechable si la contemplamos bien; atesora un vasto cúmulo de relaciones que se expresan y simbolizan en cada interacción.

La relación afectiva y personal que establecemos con los objetos los desidentifica, los retrotrae a su singularidad única e intransferible. Ningún objeto tiene un significado en sí mismo, tampoco nosotros somos pequeños demiurgos que dotamos de significado a las cosas. Ni somos pequeños dioses ni las cosas están muertas. El significado de las cosas flota entre nosotros y las cosas. La relación que establecemos con las cosas personales e íntimas siempre es una relación poética, una forma de habitar el universo desde el asombro sin más. No hay significado que no sea ya una configuración estética del mundo. La imagen de la taza precede al objeto. Toda taza antes de ser realizada ya había sido proyectada como tal, es decir, como una taza para tomar algún líquido. Desde el guijarro más elemental y primitivo hasta la última taza biodegradable, la taza sirve de recipiente para tomar alguna bebida, pero su ingesta siempre es cultural y simbólica. Entre la proximidad y la lejanía, como las arañas, vamos construyendo una red de significaciones que amueblan el mundo de sentido.

Mientras escribo esto en el teclado de mi computadora y lo leo en un ultramoderno monitor, contemplo los objetos circundantes que van habitando mi entorno de sentido: una fotografía familiar, anteojos, una ventana, libros y más libros y una taza de café y manchas de café en el escritorio. En su lenguaje silencioso los objetos queridos me hablan el idioma secreto de los afectos, añoranzas y recuerdos reinventados. No es una oficina, ni siquiera un pequeño estudio sino un fragmento de la sala de mi casa que funge como sucedáneo de la habitación propia del escritor, de un escritor de medio tiempo –y medio pelo– recluido en un rincón de su casa escribiendo mientras la familia duerme. El espacio íntimo queda simbolizado en la taza del café que al ser degustada me regresa a la morada íntima: experiencia originaria de estar en casa. El

aroma del café que exhala la taza me reconecta con el mundo de los ensueños y con la memoria íntima. El sorbo del café activa la imaginación material en tanto estado de metamorfosis pura, es decir, en tanto imaginación vital en su devenir plástico creador. Hay objetos animados por el ánima íntima impertérrita e inmemorial.

En la taza del café habita la ensoñación de multiversos contenidos en cada trago que abre un paisaje de eternidad como pasadizo secreto a otra temporalidad virtual. Y la taza deja de ser tal y deviene el rostro mismo del enigma en sus mutaciones más desconocidas y desconcertantes, por fortuna, otro trago, regresa el alma al cuerpo que es donde verdaderamente logra recobrar vitalidad. Y entonces una taza de café es un médium para comunicarse con los espíritus entre reinos. La transparen-

cia y la impenetrabilidad del objeto se vuelven refractarias al lenguaje que al nombrarlo lo petrifica y lo borra. Pero justo antes, un fulgor exhala como último suspiro y nos dice que las cosas nunca son lo que parecen, pero tampoco lo que creemos. Su ser muta en el misterio que se expresa como epifanía del milagro, así pues, una taza de café es únicamente una taza de café, pero también es, y siempre será, otra cosa que suma y resta algo que se contrae y se excede; entre el exceso y la falta, la objetualidad de la taza adquiere una extraña consistencia repelente a nuestra humana búsqueda de sentido. Por fortuna el sorbo delicioso de la taza de café nos regresa la tranquilidad y el confort anhelados.

[La última parte la próxima semana]

[1]

Lo que usted ignora de la burocracia del Ego en Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, de Miguel de Cervantes Saavedra

[Cuenta la Señorita Saigón, en la segunda parte de esta historia y tercera salida del autor, que los del taller y los de internet estuvieron casi dos años sin verlo, por no advertir y pasar por la memoria las cosas incómodas, pero no por eso dejaron de leer palabras encomendadas a su madre y hermanos, encargados de guardarle las pastillas, dándole de comer frutas y verduras para el corazón y el cerebro, de donde pudieran hallarse, según sus párrafos, toda su buena locura. [...] / Estaban presentes en la plática la madre y la terapeuta, y se cansaron de escuchar su Voz, con tan mal entendimiento; pero el psiquiatra, cambiando el primer objetivo, que era de no hablarle de cosas literarias, no quiso hacer de esto todo un drama. / —¡Ay! — dijo en ese mismo punto la terapeuta—. ¡Que lo salven si mi paciente desea volver a ser escritor frustrado! / A lo que dijo Daniel: / —Escritor cambiante he de morir, y si sube o si baja el mundo, cuando las letras quisieran y cuan débil me encuentre, otra vez digo que su verbo hoy me confunde.]

Todos caemos en esa trampa. Más allá de los libros de autoayuda o la cuenta de seguidores en redes sociales, me di cuenta de que "compararme" había sido este último año el verbo más dañino de mi lenguaje. Escuché decir a alguien: "Si te estimas demasiado, vigílate bien..."; y no fue claro hasta darle oportunidad a estas manos sus páginas y leer de nuevo las palabras de Miguel de Cervantes Saavedra. Lo tomé por sorpresa, sencillo y rudimentario, cuando creía que mi forma de leer era la menos adecuada, sobre todo para una dieta cargada de medicamentos, hojas naturales, verduras, carnes, sopas, rutinas de ejercicio, meditaciones forzadas y largas horas de terapia. Decidí indagar el viaje de "Don Quijote de la Mancha, Segunda parte" (Alfaguara, 2004), ¿con qué propósito? Reconocer mi locura en un café de la ciudad, mientras mis días corrían hacia otra sala de urgencias con la excusa de responder: "Aún mis adicciones y mi cerebro están desfasados del hito holograma de la sociedad convencional". Y henos aquí, con lo mejor, escribiéndonos para: ...escribirles. En esta ocasión, el Quijote y Sancho han salido en busca de más aventuras, por la proliferación de un libro apócrifo, donde hablan de hazañas engañosas del Caballero de la Triste Figura y su escudero. Qué cosas tan sencillas fueran el crecer sin heridas o el morir sin marcar la piel de nadie. Hemos pronunciado con astucia y lo hemos publicado para compartir a tantas personas: "Vive el presente y con humildad...", pero la parte más fea es que no bastaría, porque llegó a ser etéreo el sermón de: "El problema es que no eres abierto"; o el simple: "Eres muy egoísta"; así como el: "Soy un animal feliz, manda DM...". Lo presentí mucho antes de estar a punto de internarme: ...la autoestima había sido profanada por una terrible burocracia del Ego. [—A nosotros nos hace falta una verdade-

ra inversión —respondimos—. Falso es que tengamos un vehículo del año; pero lo cierto es que me muevo con dos ruedas más que con mi cerebro. Buena suerte me dé la Literatura, ya sea lo que me otorgue, si escribiera por usted, aunque me ofrecieran millones de seguidores como los de su perfil público. Mandaría al carajo a toda su gente por el valor de mi forma de sobrevivencia; ya que anaranjado es el color de mi juramento. Pues años me han de sobrar para seguir tecleando, habiendo faltado tanta moral en mi ciudad; y más, cuando entonces la escritura se vuelve gratificante junto a personas sin exigencias ni gente que busca su autoestima a costa de la tuya.]

Y así ni don Quijote, o el mismo Sancho,

me pusieron al centro del tablero, las piezas siempre hemos sido nosotros, lo hemos escrito antes. De esa manera, pregúntese: "¿Qué Dios detrás de Dios ha comenzado la trama de su vida?, ¿hacia dónde se dirige tan campante?, ¿quién es el menos humilde ahora?, o acaso usted, ¿no comete errores?, ¿dónde los esconde?, ¿a quién?, ¿por qué?".

Cuántas veces el problema de Alonso Quijano fue mostrar el lado más ficticio como la solución de las verdades. En el mismo fragmento en el que se enfrenta al Caballero de los Espejos, tal vez, se haya puesto de acuerdo con sus palabras, y por ello, vence y no es vencido. El conflicto no es la pregunta. No. El dilema es que pocos son los que se ofrecen al mundo sin avergonzarse de

/// Del libro Miguel de Cervantes Saavedra, Vida y hechos del Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha. Londres. J. y R. Tonson, 1738. 4 vol. en 4º mayor.

sus montones de mentiras. Hoy lo supe, el problema no habían sido nuestras máscaras en nuestros perfiles. Es mejor que no lo ignore, es hoy el año en el que le envío mi cuerpo vestido. La peor versión de mí para el Mundo. Lo confieso. Me avergoncé de mí mismo cuando me di cuenta de que la vida era una fiesta de disfraces: ...y yo asistí con mi rostro real.

Me gustaría saber qué ha sido de usted y su autoestima, ¿por qué sigue sentado en aquella banca leyendo libros?, escríbame si gusta al siguiente correo: daniel.sibaja97@gmail.com

*Mérida, Yucatán.

Libros

Al filo del agua, de Agustín Yáñez

6 Por Miguel Ángel de Ávila González

Al filo del agua , de Agustín Yáñez, nos presenta un mundo anquilosado, supersticioso, en un poblado al borde de la desesperanza, las mujeres enlutadas, de rezos que se extienden hasta el amanecer, donde la vergüenza es imperdonable, los deseos prohibidos y la sensualidad es terreno de lo diabólico, de la simiente de la maldad mayor.

La vida del pueblo y sus habitantes parecen estar condenados a la tristeza y a la fatalidad. Cualquier deseo está prohibido y, si se permite, debe pasar por la bendición insoslayable del párroco.

Sus personajes Marta, María, Gabriel, Damián, Micaela y Luis Gonzaga son el rodar de las canicas que chocan, ruedan sin encontrar la libertad, la sensualidad, el amor, pero sí la amargura, la frustración, la muerte y la locura.

No obstante, deja ver la claridad de la condición humana de los pueblos; bajo el poder eclesiástico los espíritus son sometidos y, cuando pretenden liberarse, no encuentran más que desilusión.

El pueblo protagonista de su novela es Yahualica, pero hay una vinculación definitiva entre éste y cualquier pueblo del centro de México: Villanueva, Jerez o Tlaltenango.

Predomina en el pueblo un sombrío patrón de vida, una sesión particular de la religión católica, idéntica a la que conocemos en los sermones, catecismos, manuales, distribución de las horas del día impresos para precisar con minucia los ejercicios espirituales y determinar la estricta organización de las procesiones de Semana Santa.

El señor cura don Dionisio y sus ministros, los padres Martínez y Reyes, pasean con trajes talares y, al pasar, los hombres van descubriéndose, los niños les besan la mano. Cuando llevan el Santísimo, un acólito va tocando la campanilla: las personas se postran en las calles en la plaza.

Cuando las campanas anuncian la

elevación y la bendición, las personas se arrodillan donde se encuentren. Cuando las campanadas dan las doce los hombres se quitan el sombrero. El señor cura se esmera en preparar detalladamente los ejercicios espirituales. Desarticula o resuelve los problemas reales o supuestos que los feligreses esgrimen como pretexto para no asistir en esta ocasión. Los practicantes de los ejercicios espirituales de esa Cuaresma meditaron: el lunes en el pecado todo el día; en martes en la muerte; el miércoles en el juicio; el jueves en el infierno; el viernes en la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y en la parábola del hijo pródigo que fue objeto de la última distribución de la noche. Sigue la confesión general: me acuso padre de haber asistido a una reunión de la logia, de haber participado en una huelga… La apacible rutina del pueblo se violenta cuando llegan los fuereños y la trastornan. Entre éstos están los que regresan a vacaciones desde Estados Unidos, los norteños; o los que alguna vez salieron del pueblo y actualmente residen en Guadalajara y regresan a las fiestas con sus parientes; o quienes han salido del pueblo para visitar las grandes urbes, centros de pecado, y regresan alterados a desquiciar la vida del pueblo; o quienes encerrados en sus casas leen libros prohibidos y se perturban con esas lecturas llevadas por el diablo.

El poder de la religión lo ejerce el cura don Dionisio, quien con su celo extremo controla todos los momentos de la vida de sus feligreses. Su percepción del sacerdocio lo traslada a su vida personal y la de sus fieles; se entera e influye hasta a en la más ligera libertad de expresión de alegría o de ternura de sus semejantes.

Se trata de una novela que condensa un gran capítulo de nuestra historia mientras presenta un retrato fiel de la sociedad mexicana.

Agustín Yáñez, Al filo del agua , Editorial Porrúa, octava edición, México, 1968.

/// Agustín Yáñez. Foto de la Biblioteca Agustín Yáñez, del Colegio de Jalisco.

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