SUPLEMENTO CULTURAL NO. 632 /// 12 DE AGOSTO DE 2024 /// AÑO 14 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
“Jorge Ortega tiene: ‘la paciencia del geólogo que observa los cimientos de la palabra para urdir versos exactos’. Por lo que Hotel del Universo (Mantis editores, 2023), es un libro esculpido con temple. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen 2022, convocado por el Instituto Sinaloense de Cultura. El jurado estuvo integrado por las poetas Yendi Ramos y María Baranda, y por el poeta Mijail Lamas, tras considerar a Hotel del Universo como […] ‘un trabajo imaginativo, con una interesante diversidad temática y que fragmenta el relato anecdótico; además, apuesta por una renovación formal del poema en prosa y la construcción de una sintaxis original’”. Armando Salgado
[Más de Hotel del Universo, de Jorge Ortega, en esta edición]
Jorge Ortega. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
La Gualdra No.
Con enorme beneplácito recibimos la noticia que durante la Feria Nacional del Libro Zacatecas 2024, a celebrarse del 23 al 31 de agosto, Esther Cárdenas recibirá un merecido homenaje por su contribución a la difusión de la literatura y los libros. No puedo pensar en alguien mejor que ella, que ha dedicado más de la mitad de su vida a la promoción de la lectura, para que reciba esta distinción por parte del Gobierno del Estado de Zacatecas a través del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Esther es zacatecana, aunque las circunstancias hayan propiciado su nacimiento en la ciudad de Durango. A ella la relacionamos directamente con la Librería Andre.a, que durante años fuera la librería más importante no sólo de la ciudad sino de la región centro norte del país; comandada por ella, durante las últimas décadas la librería se encontró al inicio del Callejón del Santero en el centro histórico de la ciudad de Zacatecas y hace unos años -durante la pandemia- se mudó unas puertas más abajo.
Fue en esta última ubicación cuando decidió cerrar definitivamente, pero optó por continuar con su actividad en línea; esa noticia nos llenó de tristeza a quienes veíamos a ese espacio como el lugar en el que encontraríamos los libros que buscábamos y otros más que ni siquiera imaginábamos estuvieran ahí; porque Esther no vendía libros, vendía la posibilidad a los lectores de encontrar puertas a otros mundos mediante la lectura.
En la Andre.a, durante muchos años, se llevó a cabo un sinnúmero de presentaciones editoriales y en ellas convergían autores, editores, lectores -y algunos curiosos que terminaban por convertirse en lectores también-. Ese lugar fue además la sede de conferencias, exposiciones y conciertos; no sólo era una librería, fue un centro cultural al que Esther y su equipo de trabajo le invirtieron su más fino trabajo y dedicación.
Como dato curioso debo mencionar que cuando alguien preguntaba cuál era el callejón del Santero, se solía decir: “El de la Librería Andre.a”, y a la fecha se sigue diciendo también; podría decirse que el nombre con todo su peso seguirá siendo un referente en nuestra ciudad durante mucho tiempo; y es que ahí fue el lugar de reunión para que los que aquí vivimos conociéramos y conviviéramos con autores como José Agustín, Almudena
Grandes y Paco Ignacio Taibo II, por mencionar sólo algunos; sin contar a todos los invitados que llegaban a Zacatecas al Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde cuando lo organizaba José de Jesús Sampedro.
Esther ha sido presidenta de la Asociación de Libreros de Zacatecas también por muchos años y le ha tocado gestionar su participación en las ferias del libro de la ciudad. Cuando en La Gualdra iniciamos en junio de 2011, Esther y su hija Andrea tuvieron en este espacio editorial la columna Castillo de sal si puedes y en ésta dio testimonio de todo lo que implica ser gestora y promotora y de los avatares suscitados con los funcionarios en distintas épocas; pero también de una gran cantidad de libros y películas que nos recomendaba puntualmente -es una gran cinéfila también-. Ojalá retome la columna algún día.
Su impecable actividad profesional va de la mano de su absoluta generosidad; Esther ha sido para quien esto escribe, una de las personas que más ha confiado en mi trabajo desde el inicio. Gracias a ella realicé muchas de las primeras entrevistas para La Gualdra a personajes de la literatura que llegaron a venir a Zacatecas en diferentes momentos. Hay una en particular que recuerdo con especial cariño, la realizada a René Avilés Fabila (1940-2016) en agosto de 2013 y publicada en septiembre de ese año. Al lugar de la entrevista me acompañó Esther y me presentó con su amigo, porque el escritor y ella habían forjado una amistad muy fuerte décadas atrás, cuando siendo ella estudiante lo había invitado para que él diera una plática en nuestra ciudad.
Debo hablar ahora quizá de lo más importante: Esther sabe ser amiga. Brinda su amistad de manera franca y sincera y sabe estar presente siempre; es una conversadora encomiable y tiene una memoria prodigiosa. “Andábamos sin buscarnos, pero sabíamos que andábamos para encontrarnos” es la frase de Julio Cortázar con la que ella puede dar inicio a una plática amena sobre el autor argentino, pero también una con la que podemos imaginar siempre su relación con los libros y la lectura. Enhorabuena, Esther. Que disfrute su lectura.
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General
Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Exposición de Juan Carlos Villegas en Fort Worth, Tx Por Jánea Estrada Lazarín
Hotel del Universo -la clarividencia hierve-, de Jorge Ortega Por Armando Salgado
El arte de tomar café [Parte 7] Por Sigifredo Esquivel Marin
Problemista, de Julio Torres Por Adolfo Núñez J. 3 4 6 5 7 8
Pablo Neruda en Morelia Por Lucía Rivadeneyra
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com
Roberto Castruita Diseño Editorial
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
Exposición de Juan Carlos Villegas en Fort Worth, Tx
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Por Jánea Estrada Lazarín
El pasado 2 de agosto se inauguró en Fort Worth, Texas, la exposición Nuestras raíces zacatecanas, del artista plástico Juan Carlos Villegas, en la galería del Artes de la Rosa Cultural Center for the Arts de esa ciudad. La organización estuvo a cargo de la asociación Comunidades Zacatecanas, a través de Alejandra Valdez; y con la colaboración del Center of Mexican American Studies (CMAS) de la Universidad de Texas en Arlington (UTA) y el Consulado General de México en Dallas. Juan Carlos Villegas, originario de Potrero de Gallegos, una comunidad de Valparaíso, Zacatecas, presentó una serie de 20 piezas integrada por obras de distintas colecciones que aluden al tema de la migración, el eje central de la muestra. El primer núcleo temático está relacionado con el paisaje y en él están incluidas las obras en donde aparece una serie de parajes y escenarios de fondo relacionados con los paisajes zacatecanos primordialmente.
Hay una pintura que realizó precisamente para esta exposición, Camelia, un óleo sobre tela en el que se fusionan dos paisajes: por un lado, el de Zacatecas, y por el otro, el de
Fort Worth; al centro de la pieza, una mujer con vestido de escaramuza charra monta un caballo y es esa fuerza femenina la que une no sólo a las dos ciudades, sino a dos culturas; en esta hibridación de dos culturas permanece el orgullo de provenir tierra mexicana y el respeto por la tierra en la que se vive y se trabaja (muy duro) para darle a sus familias la posibilidad de una vida digna. Están, también, los paisajes de carácter onírico; como provenientes de un sueño nos develan el cómo concibe el artista escenarios diversos en los que pueden apreciarse, incluso, “lo que las personas pueden llegar ver en el desierto en su deambular”.
En el otro núcleo temático están los personajes, los que aparecen caracterizados a punto de la representación en fiestas populares, y los que nos muestran el rostro viendo de frente, sin máscaras y cuya mirada nos comparte más sobre su historia de vida. Hay, sin embargo, una constante: la bifrontalidad; nada es como parece, los rostros sonrientes pueden en realidad esconder una realidad totalmente distinta. Aquí algunas consideraciones de Juan Carlos Villegas sobre su exposición:
“Pinto y dibujo siempre con la convicción de que la soledad es inhe-
rente al ser humano; llegamos solos a este mundo y así partiremos: no podemos escapar a nuestro sino por más acompañados que transitemos nuestras vidas. Me atrae tanto lo infinitamente pequeño como lo inconmensurable del universo... el tema de la singularidad y los límites de la realidad tal y como la conocemos; pero, estoy particularmente interesado en observar la condición humana. Mis raíces son zacatecanas y en ellas encuentro paisajes y personajes solitarios que tienen relación con lo que alimenta nuestra tierra en todos los sentidos, las fiestas del pueblo, los seres en su viaje imaginario, la nostalgia y la melancolía.
Con recurrencia he abordado a los personajes del Coloquio de la fiesta de mi pueblo [Potrero de Gallegos, Valparaíso, Zacatecas], caracterizados en el escenario o puestos en un contexto totalmente distinto, como una especie de metáfora para hablar de todos aquellos seres que son orillados al destierro.
Los personajes inmersos en esos paisajes solitarios parecieran vivir en
una realidad, la del recuerdo, que, de tan efímera, no les permite escapar, ¿quién podría hacerlo? Decía Tomás Méndez que ‘Uno que es provinciano tiene el carácter triste’, yo agregaría que uno, desde tierra adentro, tiene el carácter forjado por lo agreste del clima y por el ímpetu para enfrentar las adversidades y para encontrar la belleza como fin: el trabajo todo lo vence”.
La inauguración estuvo a cargo de Gerardo Villalpando, presidente de Comunidades Zacatecanas DFW; Martina Treviño, presidenta de la mesa directiva de Artes de la Rosa Cultural Center for the Arts; Xavier Medina, del Center of Mexican American Studies (CMAS) de la Universidad de Texas en Arlington (UTA); Evelyn Vera, cónsul adscrita del Consulado General de México en Dallas; y por Alejandra Valdez, gestora de la exposición e integrante de Comunidades Zacatecanas DFW.
La exposición permanecerá en exhibición todo el mes de agosto, con un horario de visita de lunes a viernes, de 10 a 17:00 horas (fines de semana con previa cita), en Artes de la Rosa Cultural Center for the Arts, 1440 N Main St., Fort Worth, TX, 76164.
Poesía
Hotel del Universo -la clarividencia hierve-, de Jorge Ortega
Por Armando Salgado
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Ir por la calzada del poema. Antes de navegar por los asideros cósmicos de Hotel del Universo quiero compartir un fragmento de una entrevista que efectué a Jorge Ortega para este suplemento cultural La Gualdra , de La Jornada Zacatecas , publicada en 2018. En este espacio hablamos en parte sobre los múltiples caminos del poema y esto fue lo que él respondió:
“La poesía es el común denominador de todas las artes. Tanto la música como la arquitectura, atravesando por la pintura, el cine, la danza o la escultura, aspiran inevitablemente a lo poético o a los estados de sublimación o extrañamiento que suscita la poesía como postura estética y experiencia humana. En este sentido, todas las calzadas de la creación artística conducen a la Roma del poema o contienen de entrada su germen, el de la intencionalidad poética como un ejemplo de plenitud consumada. Ahora bien, la poesía en tanto que destino literario carece de causa lógica, es una marca de nacimiento. Por mera fatalidad, está en uno antes de que cobremos noción del mundo, predisponiendo nuestra receptividad. Como la rosa sin por qué de Angelus Silesius, florece porque florece”.
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Geología de la prosa. Anteriormente comenté que Jorge Ortega tiene: “la paciencia del geólogo que observa los cimientos de la palabra para urdir versos exactos”. Por lo que Hotel del Universo (Mantis editores, 2023), es un libro esculpido con temple. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen 2022, convocado por el Instituto Sinaloense de Cultura. El jurado estuvo integrado por las poetas Yendi Ramos y María Baranda, y por el poeta Mijail Lamas, tras considerar a Hotel del Universo como […] “un trabajo imaginativo, con una interesante diversidad temática y que fragmenta el relato anecdótico; además, apuesta por una renovación formal del poema en prosa y la construcción de una sintaxis original”.
Este libro entabla una mirada perspicaz donde cada poema permite apisonar la grama, lazar, fumar; libar y sor-
ber […] un diálogo en torno a la vida y obra de uno de los poetas malditos que reconfiguró la poesía escrita hasta
ese momento: Arthur Rimbaud, quien fue “Un país de marfil”, una ruta indómita para descender a uno mismo. En
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Hotel del Universo se aprecia la solvencia técnica de la escritura, así como la realidad de quien escribe. Ambos materiales se combinan para forjar un cuaderno de viaje que permite apreciar la experiencia vital de Ortega, así como el rastro arqueológico-poético de Rimbaud.
Piedad Bonnett dijo que: “El lenguaje de la poesía está hecho para revelar y estremecer, uno como autor se emociona y emociona diferente con la poesía y con la prosa. […] la poesía, con su sentimentalismo necesario, debe tener su freno para no desdibujar el lenguaje poético”. Jorge Ortega cincela palabras con devoción poética:
“El sudor y la brújula” (fragmento)
Empujar a contrapelo el bloque de mármol de una tempestad, remojar la crisma en el biombo de agua de lo que está por desencadenarse, labrar la tersura de un paraje con la voracidad del leopardo que flota de tan raudo, achicando el presente.
Actuar, verbalizar, actuar. El tiritar de la candela en la convulsa noche al descampado preludia el diamante de la estrella polar. (p. 24)
Radiografía lírica. Los poemas en prosa que aparecen en Hotel del Univers o se vinculan estrechamente con las Iluminaciones del joven Arthur, escritas en 1886. En lo personal poseo una traducción al español de este libro a cargo del escritor cubano Cintio Vitier. En el prólogo Cintio plasma un itinerario de corrupción seductora que fue embistiendo el carácter de la obra rimbaudiana, ese “diamante en la noche de un pozo”, expresa. Jorge Ortega a su vez logra una sagaz travesía por el desierto del propio Rimbaud, con todas sus extensiones que incluyen familia, viajes, y los intereses del joven bardo rodeados de los valores anticanónicos de la época, junto a esas otras devociones que alimentan el deseo ebrio de luz, y su envés.
De esta forma, se compaginan dos poéticas: la mirada fija de Jorge Ortega frente al abismo de Rimbaud, y la eterna necesidad de caer, desde la escritura, hasta el envés del precipicio que también hierve, para tocar fondo en la superficie. Como saltar hacia atrás, o regresar de la utopía en picada, de manera centrífuga, con la mente en blanco y las venas que hierven frente a una revelación. Así son las influencias literarias, puntos luminosos que indican por dónde andar y para qué caer. Hay un tipo de poesía que suele mirar el precipicio más allá del lenguaje y su atracción al abismo es totalmente humano. Al fin, han sido las caídas lo que evolutivamente permitió reconstruir nuestra experiencia para resolver situaciones de
peligro, los cambios constantes y a la reconfiguración continua del entorno (incluido la geografía interior) lo que permitió que se reconfiguraran las narrativas de la vida nómada, clásica y moderna.
De tal modo que Jorge Ortega decide caer en la influencia rimbaudiana para salir de ese desierto con los ojos deslumbrados por dicho abismo, como quien descubre que sus manos además de asir pueden soltar, o como quien cierra ojos para comprender su propia sombra. Estas “revelaciones” van de un lado a otro quemándolo todo. Lo dice Ortega en uno de sus versos: “Avanzas con urgencia rumbo a una claridad que se te esconde”.
Dicha luminosidad movediza -oscura y absorbente- es la que Jorge Ortega describe durante seis actos: se gesta el camino del genio maldito; la bonanza abandona el lugar de origen reduciéndolo al sitio más aborrecible; la travesía se expande por los confines de la descomposición colectiva; hay un descenso al infierno sin descuidar la porción de fuego personal; hay una dilatación donde se trafican armas, se vende marfil, la prostitución es un animal heredado; la cosificación es una dote que también se comparte para fincar la putrefacción económica de finales del siglo XIX.
El resto es historia. Jorge Ortega ofrece un camino sinuoso para develar el pensamiento de esta “cuna de fatalidad” frente a la figura del niño genio que adoptó lo maldito como una gracia cósmica. Rimbaud fue el gran traductor del vacío, la caída, el mundo marginal, las calles fétidas, lo enfermo y el desplazamiento de la peste humana a través del impulso victoriano de esa época que sólo tenía ojos para colores pasteles, los vestidos suntuosos y los privilegios para unos cuantos, como un pensamiento que había contaminado a Europa. Todo eso que no era Rimbaud. Posteriormente él se despojaría del atuendo lírico para hurtar la carne, mutilar sus credos y dejar un grave registro en cartas dirigidas a su madre y hermana. Para ampliar esta multitud de hechos se sugiere leer el Retrato hablado de Arthur Rimbaud escrito por Michel Butor.
“Punto de fuga” (fragmento)
[…] los que partan sin titubeos y aguanten cabalgar hacia el alba mientras los demás pernoctan o celebran con munificencia, los que se decidan por desdibujarse y expongan la carne al pillaje de las fieras, los que, en suma, releguen el
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silabario de los pordioseros y se adentren en los barbechos del silencio para rendirse ahí, hallando el alivio en el apocamiento, el descanso en el repliegue, haciendo del anonimato la medida del cosmos. (p. 25-26)
La raíz anómala . Jorge Ortega en su libro El ancla y el arado. Apuntes sobre poesía iberoamericana y otras afinidades (2014) menciona que: “El poema es un síntoma de la insuficiencia del silencio o del margen de error del lenguaje humano, por lo que la poesía no se distingue muy estrictamente por su virtuosismo sino por la raíz de anomalía que la provoca. […] el poema es, en la mejor de las situaciones, un pie de página, una apostilla, una acotación a la realidad que nos jalona y en la que nos consumimos”. Por lo que Hotel del Universo es una invitación a un país de marfil donde la aproximación al abismo es sólo uno de los múltiples caminos del poema, que permitirán reconocer en el otro, nuestro rostro. ***
Jorge Ortega, Hotel del Universo , Mantis Editores, México, 2023, pp. 109.
Poesía
El arte de tomar café
[Parte 7]
Río de Palabras
Por Sigifredo Esquivel Marin
El Café Ambulante Sócrates como paradigma de la filosofía en la calle Recientemente leí un ensayo titulado Sócrates Café, de un hombre norteamericano que se pasó la vida promoviendo debates filosóficos en todo su país y lo bautizó “Café Sócrates”. Fue a todo tipo de lugares de reunión social desde bares y cafés, hasta colegios y centros sociales y penitenciarios, pasando por orfanatos y asilos, de norte a sur, de este a oeste, recorriendo la Unión Americana para entablar diálogos filosóficos y fundar más espacios de “Café Sócrates”. Pagó los gastos de su bolsillo ganándose la vida como pudo con tal de tener tiempo y recursos para seguir viajando y organizando cafés filosóficos. No fue rico, pero tuvo la satisfacción de hacer lo que realmente le gustó rodeado de gente que hacía lo mismo; por eso se preguntaba si estaba loco, y respondía que sí, pero eso era lo de menos: “No promuevo el Sócrates Café para enseñar; lo hago para que me enseñen a mí. Siempre aprendo más de los demás que lo que ellos aprenden de mí. Cada reunión me permite beneficiarme de los puntos de vista de muchas personas” (Phillips 20).
En cada reunión transcurrida libre y caóticamente, sin ningún orden preestablecido, se suscitan muchas más preguntas que respuestas, más dudas e inquietudes que certidumbres. Frente a intelectuales que creen tener un monopolio de respuestas correctas, se trata de seguir buscando, mediante el diálogo en encuentros horizontales. Las únicas verdades son que siempre queda algo por descubrir y que no hay verdad última. Y toda verdad última puede ser apenas el comienzo de una animada charla. Por lo mismo “Sócrates Café” no tiene que celebrarse en un café, cualquier sitio es bueno para improvisar, puede ser la cima de una montaña, la calle misma o en alguna iglesia, no hay ningún lugar privilegiado para ello. Y se llama “Sócrates Café” porque es un homenaje al espíritu vivo de Sócrates, a su búsqueda apasionada y vital por el arte de la interrogación dialógica. Sócrates somos todes, cada persona que se atreve a cuestionar sus creencias más firmes. En tanto podamos mantener una conversación libre, lo más desprejuiciada, relajada, autocrítica y con sentido del humor, estamos siguiendo el método socrático de la mayéutica que no es sino el arte de ser y devenir humanos mediante la palabra justa compartida.
América Latina, un buen café como principio del mundo Aquí todo comienza y termina con un buen café, romances y acuerdos diplomáticos y eventos artísticos y culturales. Los establecimientos de café han democratizado la cultura cívica del diálogo y la tolerancia política. Han sido escuelas de aprendizaje, creación y procreación de diversos acontecimientos fundamentales para la historia patria y universal. Al respecto el gran poeta y notable ensayista Ramón López Velar-
de había escrito en un texto próximo a su obra maestra La suave patria, “La novedad de la patria”, una relectura de una cartografía onírica e imaginaria. En dicho ensayo señala que habría que reinventar la noción de patria en América hispánica desde una complejidad multicolor semejante al café con leche:
Hijos pródigos de una patria que ni siquiera sabemos definir, empezamos apenas a observarla. Castellana y mo-
risca, rayada de azteca, una vez que raspamos de su cuerpo las pinturas de olla de silicato, ofrece –digámoslo con una de esas locuciones pícaras de la vida airada– el café con leche de su piel (López Velarde 232).
En otras obras López Velarde alude a la mezcla barroca de nuestra cultura e identidad y la vuelve a comparar con la bebida y la comida típicas: el café con leche, el flan, la capirotada.
Toda una fiesta de manjares múltiples multiplicados. Por su parte el genio cubano de José Lezama Lima también alude a nuestro ethos barroco cultural y nuestro horno transmutativo que adopta y adapta todo lo venido de fuera a partir de un ejercicio de resignificación local más no provinciano. Y también bajo esa alegría bulliciosa melancólica, el gran escritor, apenas ahora conocido por propios y extraños, Nicolás Gómez Dávila, acuña en sus cuadernos aforísticos denominados Escolios, deliciosas glosas sobre la condición sudamericana insular, que bajo una buena taza de café se dispone a leer en su vasta biblioteca de Bogotá: el ser universal en sus infinitas variaciones. Asume que la vida no es sino un combate cotidiano contra la estupidez propia. Esa misma alegría impregnada del espíritu latinoamericano se deja escuchar a ritmo tropical en Juan Luis Guerra y sus cuatro cuarenta:
Ojalá que llueva café en el campo que caiga un aguacero de yuca y té del cielo una jarina de queso blanco y al sur una montaña de berro y miel oh, oh, oh, oh, oh ojalá que llueva café
[Continuará]
Pablo Neruda en Morelia Libros
Por Lucía Rivadeneyra
La pasión fortalece a los investigadores. Es fuego que acecha entre papeles y es preciso aprender a conservarla. Algo semejante pasa en el amor, sólo que en el amor no hay metodología y, a pesar de ser un tema perenne, en él se puede ir de lo cursi a lo sublime. En la investigación seria no se corren los mismos riesgos; hay otros, claro, pero al menos no existe el de la cursilería. Hay que indagar, comprobar, verificar, constatar, buscar, buscar y buscar.
Rafael Calderón (Morelia, Mich., 1976) se ha entregado a esta tarea. Es el hombre efeméride, así le digo yo. Siempre atento a los lustros, a las décadas, a los centenarios de mujeres y hombres de palabra y de palabras que han pasado por sus ojos. Sus lecturas son amplias y es un gran bibliófilo. Hace meses me habló de los discursos que pronunció Pablo Neruda en la capital del Estado de Michoacán. Ya entonces, andaba entre papeles y realizaba entrevistas. Charlamos al respecto y pasó el tiempo. Ahora, justo en el 120 aniversario del natalicio del hombre del Cono Sur y en el centenario de la edición de Veinte poemas de amor y una canción desesperada publica el libro Pablo Neruda en Morelia
Antes de presentar los discursos “A la juventud de Morelia” (1941) y “Discurso de Michoacán” (1943), éste con motivo del doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Calderón redacta la Introducción en la que plasma el sentir de un periodo irrepetible en la vida cultural de esa capital: los años cuarenta. Brinda a los lectores un contexto valioso sobre el asunto y un panorama de las cuatro visitas que hizo el poeta. Ofrece antecedentes, comparaciones y consecuencias. Menciona incontables nombres de personajes que hoy en día pueden resultar ajenos a muchos. No obstante, forman parte de Michoacán, de nuestro país y algunos pertenecen al mundo.
En una época como la que vivimos, cuando estudiantes de nivel licenciatura creen que Argentina o Brasil son países de Centroamérica o que las únicas poetas mexicanas son Sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos o jóvenes que no saben leer un reloj de manecillas (esto es real), qué van a saber sobre Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto. Sin embargo, Rafael Calderón apuesta, siempre apuesta; por eso, habrá quienes después de acercarse al texto, lo sepan. El chileno llegó a México como cónsul general por el gobierno de su país y vivió aquí tres años. Fue a Morelia gracias a la motivación de otro poeta, el español Rafael Alberti. Cuando la descubrió la llamó “campana de coral ceniciento”. Quiso a México e hizo muchos amigos. Afirma en sus memorias que es “florido y espinudo”.
Pido disculpas por el tono intimista, pero este “michoacano y austral”, como se auto definió, es parte de mi vida, por eso esta publicación me conmueve doblemente. Primero, porque habla de su obra que me ha acompañado desde la infancia; y, segundo, porque levanta imagen de su estancia en mi ciudad natal, a la que también se refirió como “la ciudad de los párpados rosados”. Estuvo en 1941, 1943, 1944 y 1949; su última estadía fue fugaz y clandestina, calificativos estupendos de Calderón. Se puede afirmar que la Introducción está dirigida a los que saben mucho, poco o nada sobre el diplomático. No sólo se refiere a aquellos años de ebullición cultural en el Estado y en su capital tanto en la música como en la pintura, la literatura, el cine... El investigador rebasa esa década maravillosa y va más allá, incluso comenta poemarios como Odas elementales (1954), Plenos poderes (1962) o sus memorias Confieso que he vivido (1974), editadas póstumamente.
Es un panorama breve y conciso; sin duda, una introducción al nacido en Parral, Chile. Hay en el libro fotografías valiosas y una selección de 15 poemas; incluye, entre otros, “Oratorio menor” (a Silvestre Revueltas, de México, en su muerte), “Farewell” (Crepusculario, 1923), “Un canto a Bolívar”, “El Vino” o “Viaje por la noche de Juárez”. Los poemas elegidos tienen una razón: son los que leyó en público en sus visitas. El poeta tuvo una postura política definida. Nunca dio, como se dice de manera coloquial, “el bandazo” y lo demuestra en su quehacer poético desde sus primeras composiciones hasta las últimas.
Rafael Calderón proporciona un referente bibliográfico que ilumina. Y como bien dice el también ensayista: “… aunque es muy común que entre los lectores devotos de Neruda una y otra vez se cite alguno de los discursos de Morelia, han sido poco difundidos. Algo comprensible en un autor con semejante caudal de
títulos publicados. Siempre resulta interesante el encuentro con la obra dispersa y marginal, la aparentemente olvidada”. Es, por tanto, un verdadero lujo este ejemplar, coeditado con Conalep. Ojalá se hagan muchas ediciones.
El Nobel de 1971, al hablar de su primera inquietud al conocer esta ciudad, escribió: “La quise conocer como se quiere entrar en las ciudades dormidas de la selva, una Morelia dormida en el agua del tiempo”. Pablo Neruda no sólo entró a la ciudad, la despertó de uno de sus muchos sueños y la dejó tatuada. He aquí el testimonio de algunas de las vivencias de un hombre “fugaz y clandestino”, aunque también eterno.
Calderón, Rafael (Compilación e Introducción), Pablo Neruda en Morelia, Conalep, Michoacán / Centzontli Pájaro de 400 voces, México, 2024, 106 pp.
Problemista, de Julio Torres
6 Por Adolfo Núñez J.
Alejandro (Julio Torres) es un joven originario de El Salvador, quien migra a la ciudad de Nueva York para cumplir el sueño que ha tenido desde que era un niño pequeño: ser un fabricante de juguetes. Aunque sus intenciones son nobles, las dificultades no se harán esperar para el protagonista; la principal es que debe conseguir un trabajo que le patrocine una visa en Estados Unidos.
Su única opción es volverse el asistente de Elizabeth (Tilda Swinton), una excéntrica y conflictiva mujer que se compromete a patrocinarlo si logra organizar una exposición con las pinturas de su esposo (RZA), quien se encuentra criogenizado y en espera de despertar muchos años en el futuro.
Ésta es la descabellada premisa de Problemista (2023), el debut en la dirección de Julio Torres, comediante conocido por su trabajo como guionista en Saturday Night Live y creador de la serie Los Espookys (2019-2022). Se trata de un relato basado en sus experiencias personales al momento de lidiar con los confusos trámites que tuvo que realizar siendo un migrante latino en Estados Unidos.
Lejos de ser un retrato dramático sobre las complejidades migratorias en el país vecino, Torres decide abordar estas cuestiones desde la comedia, la fantasía y el absurdo, con una puesta en escena que recuerda por momentos al cine de Michel Gondry y Charlie Kaufman.
De tal manera, muchas de las se -
cuencias que se muestran en pantalla, más allá de evocar una realidad lógica o creíble, son una representa -
ción hiperbolizada, por un lado, de las emociones internas del protagonista, principalmente de sus angustias
y frustraciones. Por el otro, como un reflejo de su profunda imaginación al momento de apreciar el mundo que lo rodea.
En medio de esta incansable odisea, el filme centra su atención en el vínculo entre Alejandro y Elizabeth, dos seres que no podrían ser más dispares en sus situaciones personales, pero que, como bien lo indica el título, cuentan con una peculiar habilidad para resolver y crear todo tipo de problemas. Es por medio de sus interminables dilemas y tribulaciones que ambos personajes acaban entablando una profunda amistad.
La película también pone sobre la mesa temáticas como el sentido de pertenencia, la familia, el arte como expresión y la búsqueda de una identidad. Ideas que, en manos de otros realizadores, bien podrían caer en sentimentalismos o en manipulaciones, pero que aterrizan, gracias al enorme ingenio y creatividad de Torres, en reflexiones empáticas, inteligentes y hasta irónicas.
De naturaleza meta-moderna, Problemista es una propuesta atípica y fascinante, hecha con enorme pasión y originalidad, que logra mostrar una cara del sueño americano tal vez desconocida para algunos. Entre el surrealismo, la sátira y la crítica, también se trata de una bellísima oda al conflicto, el desorden y la contradicción, cuestiones que resultan profundamente humanas. Con su encantador debut, Torres propone que tal vez la mejor manera de abrirnos paso en el mundo es si dejamos entrar algo de caos a nuestra vida.