La Gualdra 607

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 607 /// 6 DE FEBRERO DE 2024 /// AÑO 13

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Juan Antonio Sánchez, el Kuajanais.

“…su muerte llegó el 7 de febrero de 2004, cuando tenía apenas de 39 años, a causa de una cirrosis hepática por un alto consumo de alcohol (no lo digo yo, lo dicen los comics que dibujó Manuel Denna en “El señor de los pistillos”) y eso dejó mucho de qué hablar. No llegó a una maduración total que deviniera en catarsis, pero dejó una parte de su interés creativo en un archivo visual de negativos de 35 mm -la mayoría en blanco y negro-, algunas diapositivas a color y fotografías impresas que aún se pueden comprar en cierta galería local; pero, sobre todo, dejó en claro que romper los paradigmas que se dictaban en la realización de fotografía en los 80s y 90s lo ayudó a despuntar su creatividad sin límite…”. Viviana Vargas

[“Emulsiones y alcohol. A 20 años de la fotografía de Juan Antonio Sánchez, el Kuajanais”, en esta edición]


La Gualdra No. 607

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LA GUALDRA NO. 607 /// 6 DE FEBRERO DE 2024 /// AÑO 13

Editorial “Dios les dé de beber a esos borrachos / quienes despiertan en la madrugada, / totalmente agotados, balbuceando / sobre el pecho de Belcebú, mientras una vez más, / espiando a través de las ventanas, / observan cómo se avecina / el terrible puente quebrado / del amanecer”,1 decía el escritor inglés Malcolm Lowry en su “Oración para borrachos”; murió antes de los 50 años a causa del alcoholismo, una enfermedad letal que aún hoy en estos días no acaba de entenderse como eso, como una enfermedad; el consumo de alcohol en Zacatecas está por arriba de la media nacional desde hace décadas y ese monstruo acaba año con año muchas personas. Hemos crecido romantizando de alguna forma la figura del alcohólico entre otras cosas porque muchos crecimos con la idea de que tomar es sinónimo de diversión; porque el acto de tomar, por ejemplo, aparece en canciones rancheras y norteñas como signo de valentía, de bravura o de remedio para estar mejor de lo que se está; pero nadie nos dice de los estragos terribles que ocasiona, sobre todo en ciertas personas cuya tolerancia al alcohol es inexistente. ¿Cuántos casos conoce de hombres y mujeres que han fallecido debido al alcoholismo? Yo más de los que quisiera. En este número gualdreño, a propósito del tema que nos ocupa, aparece en portada el rostro de un fotógrafo zacatecano que falleció el 7 de febrero de 2004 debido a las complicaciones derivadas de haber tomado tanto y desde muy pequeño. Leo el texto de su hija aquí publicado y me doy cuenta de que Juan Antonio Sánchez no alcanzó a cumplir 40 años y me sorprendo mucho porque siempre pensé que era mucho mayor y no era así. Conocí a Juan Antonio Sánchez a mediados de la década de los 90 porque fue el encargado de tomar una fotografía de la fachada lateral del ex templo de San Agustín. Si la memoria no me falla, el clarinetista Luis Humberto Ramos, quien en aquel entonces coordinaba el Coloquio Musical de Zacatecas, le había comisionado esa imagen para que apareciera en el cartel y programa del Coloquio en el que se presentaban músicos de prestigio internacional en el Teatro Fernando Calderón. Recuerdo perfectamente que para realizar las tomas se tuvo que contratar una grúa y que Juan Antonio se subió en ella; ahí, trepado, en las alturas, lo vi por primera vez. Luis Humberto Ramos creía en él y veía en

este fotógrafo muchas cualidades, por eso lo apoyaba de manera cotidiana; en esa misma época una serie de fotografías de este autor se exhibía en un bar -ya desaparecido- del centro llamado El Arcano, se trataba de las imágenes de una mujer desnuda, de espaldas, posando en una nopalera (una de esas imágenes aparece en este número). Recuerdo también que en la calle Genaro Codina Juan Antonio tenía su estudio y Luis Humberto y yo llegamos a visitarlo ahí, donde recibía a sus amigos y a sus clientes y donde nunca faltaba, por supuesto, el alcohol. Ya entrado este siglo, Luis Carrera-Maul impartió un taller de arte público a donde Juan Antonio Sánchez se inscribió, y pese a que asistía eventualmente a las sesiones, no logró concretar un proyecto que consistía en utilizar contenedores metálicos de café Illy para hacer una instalación que, así, platicada, sonaba muy interesante porque quería que además hubiera intervenciones en vivo con métodos fotográficos antiguos. En fin, no se pudo, el alcohol ganó y poco tiempo después el cuerpo de Jean-Antoine no pudo más. A 20 años de su prematuro fallecimiento, su hija Viviana nos comparte un texto y una selección de imágenes que aparecen en esta Gualdra y que puede usted ver en esta edición. El 20 aniversario del fallecimiento de Juan Antonio Sánchez, coincide también con el del nacimiento del boxeador Ricardo Pajarito Moreno, quien nació el 7 de febrero de 1937 en Chalchihuites, Zacatecas; se convirtió en profesional cuando apenas tenía 17 años y llegó a ganar por KO 19 de sus 20 primeras peleas; fue tal su éxito que ganó, además de peleas, muchas simpatías, fama y dinero, el mismo que perdió por su adicción al alcohol. El Pajarito Moreno falleció en soledad y a causa de la misma enfermedad que Kuajanais, la de esos “tragos de amargo licor”. No los olvidamos. Que descansen en paz. Que disfrute su lectura.

Contenido Un viaje circular en el Coecillo, como eterno retorno en espiral Por Elena Bernal Medina

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Emulsiones y alcohol A 20 años de la fotografía de Juan Antonio Sánchez, el Kuajanais Por Viviana Vargas

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Malinche, de Laura Esquivel Por Miguel Ángel de Ávila González

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Desayuno en Tiffany’s, mon ku El eco-cinema: un cine de verdadera actualidad Por Carlos Belmonte Grey

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Vivir es increíble [Diez] Por Edgar Khonde Past lives, de Celine Song Por Adolfo Núñez J.

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com Traducción tomada de: Isaí Cabrera González, “Poemas mexicanos de Malcolm Lowry. El alcohol y el eterno ciclo de la vida y de la muerte”, Revista Replicante, 2 de octubre 2022, en: https://revistareplicante.com/poemas-mexicanos-de-malcolm-lowry/ 1

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Un viaje circular en el Coecillo, como eterno retorno en espiral para defender su derecho a la democracia, se encontraban protestando por un fraude electoral y fueron baleadas, en la que luego se llamó la plaza de los Mártires:

Medina

[…]Quédate aquí, no partas en la noche porque detrás de estos sombríos muros tiene que haber una morada tierna donde, callando en la quietud suave, se nos entregue todo… […]Todo lo que buscaste inútilmente a lo largo del día por este laberinto de signos y de símbolos de la ciudad antigua, lo encontrarás seguro si te quedas a oír en el silencio una música que no se oye… Antonio Colinas

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o sé si a ustedes les pasa lo mismo que a mí al reencontrarse con un libro, que es como si fuera con un amigo, al descubrir que sigue la relación a pesar de la distancia física y el tiempo de ausencia; aunque no siempre queremos volver a la relectura, pero cuando lo hacemos, miramos con una mezcla de sorpresa y recuerdo de lo que se había quedado ahí, en nuestro ser, para pensar y sentir. En este diciembre pasado, me reencontré por tercera vez, con la novela La Noche del Coecillo,1 de Alejandro García y veo que a sus treinta años de vida del texto, sigue teniendo vigencia, pues los barrios son las células de las ciudades, sin ellos y sin su gente, se desarticularía la sociedad. Son justamente las personas del pueblo quienes le dan vida y fortaleza al país, a través de su idiosincrasia y trabajo físico insustituible. Pero ¿qué pasa en esta noche, en este relato del Coecillo?... ¿a dónde nos lleva el autor de Cris, Cris Cri Cri?2... Con la mirada masculina de Otoniel y femenina de Maruca, ambos hermanos, él un chiquillo que despierta a la sexualidad y ella una ya casi quinceañera enamorada del Ojitos, todavía con mucha ingenuidad; vamos transitando por el barrio, recorriendo sus calles y sus recovecos, no sin antes advertir que todo espacio ya tiene su dueño ganado por derecho de piso; incluyendo a las personas que lo habitan, quienes ya forman parte de esa territorialidad de la que difícilmente saldrán. En este trayecto, se agudizan los sentidos, como dice Otoniel: La boca sabe diferente según sea el lío en que uno ande metido. Ahora me sabe a otra cosa. Si le entras a los pleitos a pedradas, la boca se seca, no te sale saliva, como si te advirtiera que te cuides y más cuando vas en fuga porque los otros tuvieron más parque a la mano. Ya tranquilo, debajo de los lavaderos de la vecindad, la saliva aparece, te sabe sabrosa. El barullo de la calle te trae otros sabores. Te asomas y ves la bola de

gente, los gritos, los empujones, el que ya sangró y busca refugio, el que reparte madrazos, la señora que insulta mientras busca a los suyos.3

Si retomamos el tema de la territorialidad y del barrio, qué decir de las bandas, con pleitos infinitos, heredados de generación en generación, que ya forman parte de la historia del lugar y de cada una de las familias del barrio. Aquí no fue la excepción, se vive el enfrentamiento de los yuricos del Coecillo, contra los golfos del barrio de San Miguel; pleitos que a fin de cuentas se hacen cotidianos, aún con sus propios miedos. Como parte de esa misma dinámica, también podemos ver los pleitos íntimos, familiares que comienzan con gestos, palabras y terminan con golpes entre los adultos y con guerra de tamales entre los niños. Así nos dice Otoniel: Pobres tamales, la furia se nos pasó a nosotros de otro modo. Destelladas, descontones sobre la carne, arrancones de hojas, escupidas de masa. Éramos los indios alrededor de las caravanas. […]Ya no peleábamos cuerpo a cuerpo, solo matábamos y nos íbamos sobre el otro. Así, ya no saboreé, ya no mastiqué, ya no puse orden, metí la mano al bote las veces que me dio la gana y duro contra los cara pálida, al corazón a la carnita humeante, viene la oreja con pelos, la trompa grasosa a mi boca y al suelo-masa, al diablo las hojas. No sé quién fue el primero, pero empezaron los disparos entre nosotros. […] Los indios peleaban aventando a sus víctimas y chúpate esa, primito, en la mera boca abierta y si no cierras el ojo te conviertes en pirata.4

Pero hay otros enfrentamientos que no se olvidan, como fue el del 2 de enero de 1946, fecha en la que cientos de personas,

Ese día ocurrió un episodio triste de la historia de León, Gto., con muertos sobre el suelo y una plaza principal teñida de sangre. [...] Se oyó un trueno claro, como de cuete (sic) y luego un disparo como de pistola y se desató una enorme balacera. A golpes secos de los máuseres pronto se impuso el tableteo de las ametralladoras Thompson que estrenaba el ejército. La gente Horrorizada empezó a correr en todas direcciones ciega de pánico, en busca de una salida, pero coches particulares y vehículos militares las habían bloqueado todas...”. […] Así finalizó un episodio triste de la historia de León con muertos sobre el suelo y una plaza principal teñida de sangre, según el diario de circulación de esa época, Juventud Bizarra, aseveró que fueron 300 personas lesionadas y 40 defunciones.5

Las personas del barrio lo saben, hay una historia subterránea en todas las ciudades, que es reconocida por su gente. El Coecillo no es la excepción. Nos dice Maruca: “[…] Mi papá seguro nos recuerda la vez que mataron a un gential en la plaza y cada dos de enero se viste de luto y se va al mitin de los mártires del 46. Él estuvo el día de la matanza, era un chamaco y salió ileso de puro milagro”.6 Qué buen recordatorio para este tiempo de pre elecciones electorales donde se están disputando la presidencia de México candidatas de dos coaliciones, una más afín al pueblo y otra, que simula y es un títere más de los grupos de poder; esperemos que no exista el fraude electoral, no queremos otro 2 de enero. A Alejandro García, en su narrativa, le interesa mostrar los hechos históricos que marcaron a la ciudad y a su gente, para que no queden sepultados en el pasado. Que salgan a la luz y sean un parteaguas en la idiosincrasia del ciudadano y de la historia de su ciudad. Al margen de la historia, en la narración también se dan los momentos de placer, de contemplación, como cuando Otoniel pasa inadvertido y mira cómo las mujeres de la vecindad se bañan en los lavaderos, o cuando Maruca recuerda al Ojitos y puede percibir en su memoria, su aroma de Jockey Club. Es la memoria, uno de los hilos conductores en la narración, donde está presente el escritor, quien recorre el Coecillo, dejando su corazón ahí, en su barrio de infancia. Pareciera que él es otro personaje más en la historia, quien desde el

presente, observa cómo se ha metamorfoseando su terruño, cómo va cambiando hasta dejar de ser, sin perder su esencia: […] Avanza unos pasos y ve la placa azul. Avenida Morelia. Luego cambia su nombre por Ramos, la que lleva al puente sobre el río del Muerto. Sigue por la calle la Luz, entra en la curva y aparece la fachada del Mercado de viejo. La misma pared alta, amarilla con bordes naranja. Entonces ¿qué ha cambiado? ¿Será porque es de día? Entra y se confunde con vendedores, clientes y puestos. Mundo inmenso. Mundo pequeño. Lo mismo.7

Entonces sabemos que no hay escapatoria, que siempre tenemos la necesidad de retornar al lugar donde nos hicimos, donde quedaron los aromas y paisajes urbanos, que nos recuerdan nuestra infancia y adolescencia, donde tuvimos nuestros primeros encontronazos con la vida, nuestras primeras experiencias amorosas, que eran más puras e intensas. Los personajes tienen sus claroscuros y nos hacen pensar que no somos ni buenos ni malos, más bien pintitos, como diría mi papá. Podríamos pensar en un chavo banda, que roba y a su vez, que defiende a los suyos; o en un Bebeto, que ayuda a todo el mundo y es generoso, pero que también está buscando la oportunidad de satisfacer su lívido y toquetear a las muchachas más tiernitas del barrio hasta llegar hasta las últimas consecuencias. Todo mundo intuimos las caiditas de las personas, sabemos por qué lado cojean y sin embargo, reconocemos que son parte de nuestra historia de vida. Es justamente eso lo que hace entrañable esta novela. Somos por la memoria que los otros tienen de nosotros, somos por el recuerdo de lo vivido en un tiempo, que dejó una huella en nosotros. Somos porque recorrimos unas calles una y tantas veces, a diferentes horas y temporadas del año, sin darnos cuenta que algún día sólo las recorreríamos en nuestra memoria, ésa que se va transformando como el mismo recuerdo en nuestra cabeza, con sus sabores y sus sinsabores, para poder transitar y seguir en él. 1 Alejandro García, La Noche del Coecillo, Taberna Libraria Editores, México, 2023, p.p. 138. 2 Alejandro García, Cris, Cris Cri Cri, Lectorum, Col. Marea Alta, México, 2004, p.p. 168. 3 Alejandro García, Op. Cit., p. 85. 4 Ibid., p. 89. 5 Recuperado en: https://www.elsoldeleon.com.mx/local/martires-del-2-deenero-2868625.html 6 Op. Cit., p. 96. 7 Ibid., p. 81.

Libros

6 Por Elena Bernal


Fotografía

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Emulsiones y alcohol A 20 años de la fotografía de Juan Antonio Sánchez, el Kuajanais 6 Por Viviana Vargas

U

n ordenamiento político, económico y artístico marca el inicio de la década; en el contexto de Zacatecas entre 1980 al 2000, en esta provincia con un tamaño, estructura y crecimiento poblacional pequeño, su transformación cultural, religiosa y social afectó directamente la producción fotográfica de Juan Antonio Sánchez, alias el Kuajanais o Jean-Antoine, como solían llamarlo sus allegados. Él puso a la fotografía dentro de una realidad social, que no es más que una puesta en escena; hizo que el mundo girara y pusiera el dedo en un Estado que no tenía gran reconocimiento en la fotografía durante esos años; aunque ya estaba Pedro Valtierra y su recién fundada Agencia de Fotógrafos Cuartoscuro, no había nadie más con ese reconocimiento. Este año es su aniversario luctuoso número 20, por eso mencionaré unas palabras muy generales respecto a su trabajo a partir de una visión personal con respecto a lo que fueron sus años de trabajo sin pausa; dos décadas en la historia de la fotografía zacatecana que combinan aquello relacionado al significado del mensaje de Juan y la interpretación del espectador. Tomé como fuente lo dicho por las personas que convivieron con él, que conocieron su trabajo, sus proyectos y, sobre todo, su forma de ser. Juan no quiso hacer foto documental, pensaba que era propaganda (y aun así trabajó de fotorreportero para diferentes periódicos locales, qué ironía). Fue muy criticado por su fotografía de desnudo (que mostró en el suplemento cultural El Unicornio en aquellos años), por dedicarse a fotografiar cuerpos femeninos cuando el país vivía su gran devaluación (él fotografió más mujeres que Warhol a hombres). Juan Antonio Sánchez fue un adelantado, defendía el entorno, su ambiente, abrió la fotografía al cielo, cambió su línea del horizonte, construyó puntos de fuga y perspectivas para destacar sus fotos de sombras y de texturas; jugó con la composición y captó formas abstractas en un solo disparo. Luego realizó un arduo trabajo en el laboratorio; ponía el negativo en la ampliadora y cada impresión era una foto nueva permaneciendo fiel a lo que sentía con respecto a esa imagen; hubo personas que vieron ese

proceso y que dan cuenta sobre cómo le dedicaba días enteros. La mitad de sus fotos era postproducción (dependía de sus ideas, sus enamoradas y sus cambios de humor),

ése era su proceso creativo; a eso él le llamó “Fotomurales y virados selectivos” y con ello recorrió varias partes de la República Mexicana y algunos países más. Logró becas para creado-

res con trayectoria por el Fondo Estatal en el área de Artes Visuales, realizó exposiciones, hizo catálogos, vendió y malbarató obra y fundó el Centro de Investigación Fotográfica en la calle


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Fotografía

Dr. Hierro 403 en el Centro Histórico de Zacatecas. Se tienen evidencias visuales de sus bocetos de cuando se adentró a realizar escultura con material de fierro policromado, de cuando hizo grabado y cuando pintó con gis y acuarelas; él dedicó su tiempo a la incansable tarea de buscar proyectos que llenaran su mundo con sombras y texturas, con puertas y ventanas, dejando una gama tonal exquisita; que cuentan de los hechos y procesos creativos tal cual los estuvo sintiendo. La fotografía que realizó Juan Antonio la clasifiqué en seis géneros: documental, retrato, desnudo, arquitectura, paisaje y abstracto, de los cuales en esta ocasión se muestran tres de forma muy general (documental, desnudo y arquitectura). Desgraciadamente, su muerte llegó

el 7 de febrero de 2004, cuando tenía apenas de 39 años, a causa de una cirrosis hepática por un alto consumo de alcohol (no lo digo yo, lo dicen los cómics que dibujó Manuel Denna en “El señor de los pistillos”) y eso dejó mucho de qué hablar. No llegó a una maduración total que deviniera en catarsis, pero dejó una parte de su interés creativo en un archivo visual de negativos de 35 mm -la mayoría en blanco y negro-, algunas diapositivas a color y fotografías impresas que aún se pueden comprar en cierta galería local; pero, sobre todo, dejó en claro que romper los paradigmas que se dictaban en la realización de fotografía en los 80s y 90s lo ayudó a despuntar su creatividad sin límite y a innovar en temas y cosas respecto a la fotografía que hicieron volver la mirada a Zaca-

tecas; eso perdura en la actualidad. A final de cuentas, lo que queda es el retrato de un hombre que luchó día a día

por seguir su sueño. La fotografía y él eran uno. Nadie puede decir lo contrario. Descansa en paz, papá.


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Malinche, de Laura Esquivel 6 Por Miguel Ángel de

Libros

Ávila González

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a novela nos invita a conocer el mundo de Malinalli al lado de Hernán Cortés teniendo como contexto la conquista de México y nos muestra la evolución interna que Malinalli experimentó con la mezcla de dos mundos lo que al final ocasiona el mestizaje tanto físico como cultural. Esta narración es una mezcla de historia y ficción; complementa lo histórico y otorga al relato un máximo grado de expresión, ayudando al lector en los antecedentes de la conquista. Con sensibilidad exquisita, la autora nos proporciona una nueva visión de Malinalli o Marina (la que llega del mar), cuando la bautizan y nos la vuelve más nuestra, entrañablemente querida. La novela abarca desde su nacimiento, en un parto difícil asistido por su abuela, hasta que Jaramillo rehúsa enarbolar el Pendón de San Hipólito. Abordamos únicamente un aspecto de las muchas lecturas con que puede abordarse este libro; a partir del contacto de Cortés con Jerónimo de Aguilar en territorio maya y la responsabilidad de éste al ser una persona que puede apoyar al logro de los objetivos de la expedición que es encontrar tierras, riqueza e infieles par su conversión al cristianismo. Aguilar había convivido con los mayas por lo que conoce tanto de la lengua como su cultura; cuando Cortés llega a Yucatán el problema de comunicación quedó resuelto al ver la posibilidad que le ofrecía Aguilar como intérprete, negoció con él ofreciéndole un lugar privilegiado si permanecía a su servicio. Lamentablemente después de salir de territorio maya la eficiencia de Aguilar deja de funcionar al encontrarse con un obstáculo lingüístico: el náhuatl, cuyo desconocimiento da oportunidad a Malinalli de integrarse al grupo español dejando la posición de esclava que tenía con las otras diecinueve mujeres que fueron regaladas a los españoles. Es así como Aguilar y Malinalli llevan a cabo una función lingüística y cultural. Ella dominaba el náhuatl y el maya y aquél el maya y el castellano. Empero, de los dos intérpretes Malinalli fue posicionando más sólidamente su participación pues empieza a aprender castellano; por lo tanto, Cortés decidió prescindir de Aguilar relevándolo de sus funciones. Malinalli apoyó a Cortés otorgándole toda la información pertinente de los pueblos y territorios mexicas, informándole de la tiranía que estos pueblos vivían por la dominación de los aztecas; y proporcionaba información sobre los aspectos políticos, religiosos y las costumbres de las culturas que encontraban. Con esto, Cortés aprovechó para establecer alianzas y así llegar hasta el imperio azteca derrotándolo. La novela enlaza la historia con la ficción e incorpora eventos que fueron existentes durante la travesía proporcionando cierto grado de verdad histórica; por ejemplo, que estaba penado con la muerte ver directamente a la cara a Moctezuma y Mali-

nalli narra la emoción que sintió cuando se desempeñó como intérprete en el primer encuentro directo que tuvieron Cortés y Moctezuma. Ella fue separada del hijo que procreó con Cortés cuando tenía un año y cuando lo encuentra tres años después, narra el dolor que siente porque ya no la reconoce como madre. Entrelaza lo que es ser mujer en las sociedades prehispánica, española y mesti-

za. La historia da cuenta también de que los españoles nunca se bañaban y su ropa expedía un olor nauseabundo que por más que se afanaba no podía quedar totalmente limpia. Más que las armas, la lengua de Malinalli fue determinante en la conquista de Tenochtitlán. Desafortunadamente Moctezuma estaba esperando a Quetzalcóatl y en su lugar llegó Cortés. Malinalli creyó que éste pondría fin a los sacrificios humanos, pero

acabaría descubriendo la crueldad no menos sangrienta de los conquistadores en su ambición y codicia. Es un libro que vale la pena leer. Será del agrado tanto de historiadores como de personas no versadas, está escrito en un lenguaje sencillo y accesible. *** Laura Esquivel, Malinche, Editorial Punto de lectura, octava reimpresión, México, 2012.


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Desayuno en Tiffany’s, mon ku

El eco-cinema: un cine de verdadera actualidad 6 Por Carlos Belmonte

Grey

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a desde hace unos meses en Europa ha habido manifestaciones de agricultores contra los gobiernos. En Francia, ésta fue la segunda semana de intensas movilizaciones de agricultores que con sus tractores salieron a las autopistas y las bloquearon o bien hicieron operaciones “Caracol” (avanzan a su velocidad en las vías rápidas). Esta semana, amenazaron y lo cumplieron por un par de días, con bloquear el mercado de Rungis (el más importante centro de abasto de alimentos de Francia) y las entradas principales de París. Las demandas son que la Unión Europea o les permita utilizar ciertos pesticidas o bien les dé subvenciones para mantener los precios de una agricultura sostenible y orgánica; también solicitan protección frente a importaciones de países donde hay menos control laboral y de calidad, lo mismo se refieren a España que a Marruecos, puesto que, en países como Francia,

Alemania y Holanda, los gobiernos ejercen una rígida vigilancia. El lector se preguntará a qué viene esta larga introducción. Justamente se hace para presentar a los lectores un género cinematográfico que desde ya unos diez años ha ganado terreno entre los documentalistas y algo entre las ficciones: el eco-cine o el cine ambiental, como se suele clasificar genéricamente; un cine que se preocupa por denunciar, criticar y evidenciar los desastres ecológicos y climáticos. Vamos a comentar tres ejemplos contemporáneos del género: La rivière (2023) es un documental francés dirigido por Dominique Marchais, cuyo tema es la contaminación de los ríos y el impacto ecológico en el ecosistema. Cierto, una consecuencia por demás evidente, se podría decir. Sin embargo, el documental da un paso más y lleva a problematizar las supuestas prácticas ecologistas que también afectan, como las creaciones de compuertas y desniveles de agua, los cambios climáticos locales. Un documental apoyado

/// La riviére (2023), documental francés dirigido por Dominique Marchais.

principalmente por intervenciones de científicos y no tanto en las opiniones de habitantes locales o agrupaciones civiles. Viaje a los pueblos fumigados (2018) es un documental del argentino Fernando E. Solanas. Aquí, el director le dio argumentos a su denuncia al neoliberalismo latinoamericano investigando las consecuencias de la agroindustria promovida por la compañía trasnacional Mosanto en el territorio norte de Argentina. Solanas filmó desde un helicóptero a los tractores arrasando los bosques de la región de Salta, mostrando los terrenos ya limpios y listos para ser surcados y plantados de soya. Luego se sube a un camión con un grupo de indígenas que han visto la posibilidad de sacar algo de beneficio a la deforestación, recuperar la madera del árbol caído para venderla antes de que toda la arboleda sea quemada. En una sola secuencia Solanas pone en la plana los tres problemas principales: la deforestación, el desplazamiento de las comunidades indígenas y el cultivo intensivo de una semilla ajena a la agricultura local.

A última floresta (El último bosque) (2021), un documental del brasileño Luiz Bolognesi. Un antropólogo que se metió de cineasta para aprovechar las herramientas del audiovisual, es decir, entrar al recurso de la antropología visual para registrar etnias contemporáneas. Se trata de un documental sobre los peligros que sufren los Yanomami de la amazonia brasileña y del sur de Venezuela; de los peligros provocados por las mineras que buscan explotar y despojar sus tierras; y de los peligros provocados por el gobierno actual que está concediendo los permisos para continuar las inspecciones de estas mineras. Se pueden mencionar más ejemplos: en México Se escuchan aullidos (2020) de Julio Hernández Cordón; y en Colombia La tierra y la sombra (2015), de César Augusto Acevedo. Pero aún no es un género que tenga impulso ni de producción y mucho menos de exhibición. Sería tiempo ya, de comenzar a programar muestras y difundir películas sobre los graves problemas ecológicos de las regiones.

/// Viaje a los pueblos fumigados (2018), documental del argentino Fernando E. Solanas.

Cine

/// A última floresta (El último bosque) (2021), documental del brasileño Luiz Bolognesi.


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LA GUALDRA NO. 607 /// 6 DE FEBRERO DE 2024

6 Por Edgar Khonde

Cine

Río de Palabras

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e aseguré de tener cerrada la puerta con triple llave y de ponerle candados a las ventanas. Me preparé durante meses disparando cualquier tipo de arma. No iba a fallar. Era mi primera vez y la última también. Por si acaso, llené la bañera con agua. Me dispararía con una .45 en la bañera y si no moría inmediatamente estaba seguro de que me terminaría ahogando. Pero entró tu mensaje. Leí. Estaba de acuerdo contigo, te lo debía. Era la cuarta o quinta vez que caminabas frente a mí y me saludabas. Yo pensé que te conocía de alguna parte y te devolvía el saludo. Tardé un tiempo en comprender que éramos vecinos y que ésa era la razón de la cortesía. Pero para la sexta vez, quizá hubo una anomalía en mi sudoración, en mi ritmo cardiaco. Ibas con otro vestido y ese fragmento de perro que yo consideraba una imitación llamada Toothless. Yo no podía dejar de mirarte ni de tocarte y el Pug cada día me consideraba una parte más de ti. Reconozco que vivir era increíble. Es increíble el viento y la lluvia, el frío y el calor, la noche y la mañana. Hasta es increíble que me gustara mi trabajo de vendedor de seguros y me comprara un automóvil y pensara en el futuro. Pero me di cuenta de la trampa. Me di cuenta de que la cotidianidad y la costumbre aca-

Vivir es increíble [Diez]

ban con todo. No soy de los que ama para siempre, no soy de ese tipo de héroes. Soy de los que se aburre pronto, de los que han planeado su suicidio desde la puta

Past lives, de Celine Song

cuna. Pero te lo debo, cuidaré de Toothless este fin de semana. Me cambiaré de lugar y de nombre. Me cambiaré de cara y de boca. Me cambiaré

6 Por Adolfo Núñez J.

E

n Aftersun (2022), el inolvidable debut de Charlotte Wells, la joven directora elabora, sin manipulaciones ni efectismos, una dolorosa reflexión sobre el modo en el que las personas nos aferramos de manera incesante a nuestros recuerdos, a fragmentos de lo que fue y a imágenes de lo que pudo haber sido. Todo dentro de una puesta en escena de situaciones comunes y cotidianas, pero que trascienden por su naturalismo, su cuidado al detalle y por una honestidad dolorosa e insólita en el cine actual. Con su primera cinta, Wells demuestra una sensibilidad y una maestría digna de los cineastas más consagrados. Cada una de estas características también se encuentran presentes en Past lives (2023), la extraordinaria ópera prima de Celine Song. Se trata de una singular obra fílmica que alberga más de lo que muestra en el exterior y que, sin reservas ni tapujos, se centra en las angustias e interrogantes que surgen a partir de las decisiones que hemos tomado en diferentes momentos de nuestras vidas. Con una estructura de tres tiempos, la cinta narra la historia de Nora (Greta Lee) y Hae Sung (Yoo Teo), dos amigos de la infancia que viven en Corea del Sur y que son separados una vez que la familia de ella migra hacia Canadá. Ambos se reencuentran en dos momentos distintos de su adultez: primero entablan una comunicación a la distancia, por medio de las redes sociales; después ocurre en persona, en la ciudad de Nueva York, sitio donde Nora vive desde hace muchos años junto a su esposo Arthur (John Magaro). Estos reencuentros entre ambos perso-

de voz, mis palabras serán distintas, ambiciosas. Creceré 10 centímetros; me volveré de otro color. Hablaré dos lenguas, cantaré canciones extrañas y bailaré como nunca lo hice. Nadie me reconocerá. Ésa es la única forma de acabar con la angustia, el tedio y el aburrimiento. Quizá me convierta en locutor o deportista. No te dejaré nada. Me escaparé por un ducto del desagüe como rata hasta que alcance el mar. Y en el mar perderé un ojo para portar un parche y ser pirata. De esa forma construiré mi nueva consciencia. Como loco o como mendigo, continuaré recorriendo más puertos. Vivir tiene que ser increíble, irreal, monstruoso. Toothless tiene sueño, yo también, cuando recibas esta carta me habré ido. Cuida al perro. Te prometo no meterme ningún tiro. Te prometo también que la siguiente vez que me encuentres no me reconocerás y pasarás a mi lado esquivando mi inmundicia.

najes abrirán las puertas hacia ciertos anhelos, al mismo tiempo que aflorarán sentimientos que tal vez se encontraban frustrados o incompletos. Con una técnica excepcional y una profunda melancolía, Song navega a lo largo de veinte años en la relación de sus protagonistas, en un vínculo que se encuentra ligado a la afinidad, a la memoria y al sentido de pertenencia. Dicha conexión se encuentra cimentada en el concepto coreano del in-yeon, que significa “destino” o “providencia”, y que se utiliza para explicar el lazo creado entre algunas personas, capaz de trascender el espacio y el tiempo. La directora hace uso de estas nociones respecto a las almas gemelas y el destino, para reflexionar, con suma gentileza, sobre lo imprevisible, lo imposible y lo inconcluso de la vida. De manera claramente autobiográfica, Song reconcilia esa parte de sí misma en Nora, quien guarda un océano de emociones en su mirada, que brotan en cada una de sus conversaciones con Hae Sung, pero que también se encuentran presentes en sus momentos íntimos con Arthur. En apariencia una historia de amor, Past lives realmente es una película sobre aprender a dejar ir una parte de nosotros mismos y el duelo interno que eso implica. Es, de igual manera, un bellísimo relato sobre la forma en la que percibimos el tiempo, no de manera lineal o lógica, sino dispersa y emocional. Es una historia sobre aceptar la mortalidad propia y abrazar nuestras decisiones, aciertos y errores. Todo siempre guardando esa vaga y triste esperanza de que, quizá en otra vida, todo vuelva a ser posible una vez más.


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