La Gualdra 569

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A través de un montaje lúdico, lleno de humor y lucidez, el Quijote utiliza el poder evocador del libro como medio de transporte, que abierto al azar, conduce al público a fascinantes episodios del imaginario de la obra cumbre del idioma español. El famoso caballero, inigualable ejemplo de la humanidad para ir más allá de sí misma, inspira valor a la audiencia para alcanzar sus más nobles anhelos. Quijote, vencedor de sí mismo se presentó en el Teatro Ramón López Velarde en el marco del Festival Cultural Zacatecas 2023.

[Más sobre esta obra en páginas centrales]

SUPLEMENTO CULTURAL NO. 569 /// 10 DE ABRIL DE 2023 /// AÑO 12 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Quijote, vencedor de sí mismo, Dir. Claudio Valdés Kuri. Foto: Pablo Pedroza.

No.

Llegamos al teatro temprano, había poca gente y una pequeña angustia quiso invadirme; sería una lástima que no vinieran a ver la obra, pensé, pero poco a poco fueron llegando los asistentes hasta llenar la mitad de la sala del Teatro Ramón López Velarde. Esa especie de angustia de que no llegara más público se debía principalmente a que las obras de teatro de Claudio Valdés Kuri suelen ser una experiencia extraordinaria; previamente había visto por lo menos 5 de ellas, todas diferentes, pulcras y de una belleza inusitada; todas sus puestas en escena, además, son una especie de clase de buen teatro: actuación, dramaturgia, dirección, iluminación, producción, escenografía son, por decir lo menos, impecables.

Las luces se apagan, una voz en off da la tercera llamada y en el centro del escenario aparece don Quijote -Rodrigo Carrillo Tripp- en una posición complicada: tendido sobre el piso parece tener una pierna atorada en un hilo invisible que no le deja bajarla… a su lado, un libro abierto, es el libro que sobre él ha escrito Miguel de Cervantes Saavedra, ése que muy pocos han leído completo, pero que de alguna forma ha estado presente en nuestras vidas, ya sea porque nos obligaron a leerlo en parte durante los años de escuela, por las múltiples representaciones visuales que existen del ingenioso hidalgo, o porque hay frases que se han vuelto parte de nuestra vida cotidiana -aunque algunas, atribuidas a él, ni siquiera aparecen en el libro-.

Don Quijote habla e invita a alguien del público a

que pase y le ayude; de inmediato un joven sube y sigue sus instrucciones, toma el libro y comienza a leer en voz alta y el personaje que sigue piernas arriba le interrumpe de vez en cuando para clarificar algunas palabras que, por el desuso, pueden ser incomprensibles. Ahí la primera lección: si no entiendes algo investiga, el texto puede ser complicado, pero es fascinante si dedicas tiempo a su comprensión (y el texto es equiparable a la vida misma).

El ayudante improvisado cierra el libro y don Quijote finalmente puede incorporarse para quedar solo nuevamente en el escenario; no hay escenografía alguna, no hace falta, el diseño de iluminación es perfecto y va marcando los ritmos y los tiempos, qué maravilla. Don Quijote hace una reflexión primaria sobre los dos tomos que sobre él se han escrito, sobre “el autor” que determina qué le ha de acontecer (“¿Quién es tu autor?”, pregunta a las personas ahí presentes). Otro espectador sube para nombrarlo “caballero” y de ahí en adelante es la vorágine, el remolino de sucesos contados en distintos capítulos que al azar va seleccionado de un libro con fuerzas superiores a las de su voluntad. Lo abre y lo cierra, salta, se adueña del escenario, lo llena, nos llena a todos. Cuando sube un voluntario más e interpreta a Cardenio y luego otros dos más que interactúan con él, el público va de la risa al llanto, porque sí, nos reflejamos en sus desventuras y desasosiegos: “A todos nos pasan cosas malas, pero saldrás adelante”, algo así le dice don Quijote y parece decirnos a todos

también.

Luego, una espectadora ilustrada -Irma Sánchez Gutiérrez-, la única que sí ha leído los dos tomos completos, sube y comienza un nuevo ritmo, el de la reflexión, el de ver que todos tenemos un libro con fuerzas poderosas, de recuerdos buenos y malos, de situaciones en las que mientras hemos necesitado ayuda hay quienes, sumidos en la apatía han preferido callar y negarnos auxilio, pero también están los otros, los que nos muestran su solidaridad. Al final -y qué final-, la espectadora propone salvar a don Quijote -porque en el tomo 2 el autor ha decidido que muera- y sabe que sólo los anhelos más preciados lo pueden salvar; por eso pregunta al público cuáles son esos anhelos y es ahí cuando, la tarde del 7 de abril en Viernes Santo, la magia del teatro nos cubrió: un niño del público gritó “¡El reciclaje!”, dos filas más atrás alguien más dijo “Cuidar a los niños y a las niñas”… el niño que habló al principio remató: “La paz, que también regrese la paz”. Y fue así como comenzó a escribirse la primera página del tomo 3 de la vida de don Quijote, quien desde el proscenio nombró a todos los presentes como “caballeros” y “caballeras” para poder enfrentar las vicisitudes de este mundo. Todos de pie. Y yo continúo aplaudiendo la labor de Teatro de Ciertos Habitantes desde aquí. Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Manuel Felguérez en el Seminario de Zacatecas

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Quijote, vencedor de sí mismo Teatro de Ciertos Habitantes en Zacatecas

Por Jánea Estrada Lazarín / Fotografía de Pablo Pedroza

Hans Blumenberg o la reconstrucción de la filosofía después de la debacle de modernidad

Por Sigifredo Esquivel Marín

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La constancia del aire

Por Ernesto Castro

Hospital, cuartel o centro cultural: breve historia de un edificio en Zacatecas

Por Lidia Medina Lozano

Su tierra

Por Pilar Alba

Por Juan Diego Chávez García 4 7 8 6

2 LA GUALDRA NO. 569 /// 10 DE ABRIL DE 2023 /// AÑO 12
569 La Gualdra
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores. Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
Directorio
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
Editorial
Contenido

6Por Juan Diego Chávez García*

Manuel Felguérez en el Seminario de Zacatecas Arte

El 13 de abril del 2019 se llevó a cabo en el Seminario de Zacatecas un evento para rendir homenaje al maestro Manuel Felguérez. Además de recordar su trayectoria, fue la ocasión para que reconociera oficialmente un cuadro pintado por él en el Seminario en el año de 1967. Por este motivo el evento se llamó “Felguérez vuelve al Seminario”.

En ese acto narró las circunstancias en las que pintó el cuadro al cual dio el título de “Cristo atado a la columna”. En aquel lejano 1967 fue invitado por el entonces rector del Seminario, el padre Carlos Torres Hernández, a dar una plática a los seminaristas. El maestro dijo no recordar sobre qué tema les habló, pero podemos decir que muy seguramente fue sobre su trabajo artístico.

Además de la plática en ese entonces, le prepararon un lienzo y unas pinturas de colores y lo invitaron de improviso a hacer una pintura religiosa en ese momento para el Seminario. Hacía tiempo que se dedicaba a lo abstracto y geométrico y lo tomó por sorpresa pintar algo más expresionista, comentó el maestro, pero aceptó el reto. Se le ocurrió entonces hacer la espalda de un Cristo, ya que esa parte del cuerpo es prácticamente un cuadrado, comentó, al cual añadió un brazo y el cuello.

Decidió pintar una espalda castigada, explicó vivamente, en la que tenía que haber rojo, rayas y dejar huella de que había sido tremendamente azotado. Además, continuó, contamos con una gran tradición y calidad mexicana de cristos sangrientos que no existe en otros países. Tenemos cristos llenos de sangre que reflejan violencia, tirados al piso y deshechos por tantos golpes y eso influye en uno, pues está muy presente en la historia del arte de nuestro país, expresó Felguérez.

El tipo de acabado que le dio a la obra refleja un Cristo flagelado, pues es lo que quería transmitir. Haberla trabajado de esa manera, teniendo en cuenta las consideraciones explicadas, le permitió terminarla ese mismo día durante su visita de 1967 para poder cumplir con la petición que le habían hecho los formadores y seminaristas. En la obra se aprecia su firma y el año 67, y desde entonces se custodia en el Seminario.

El maestro Felguérez confesó no haber sabido nunca más de dicha pintura hasta pocos meses antes de su “vuelta al seminario” en el 2019, cuando le enviaron unas fotografías del cuadro para preguntarle si era una obra suya auténtica, a lo cual respondió inmediatamente que “Sí, sí es de a de veras”, y le pidieron entonces también acudir nuevamente al Seminario para ratificar su autenticidad, lo cual sucedió 52 años después. Explicó también que el hecho de que la pintura represente un pedazo de torso coincide con el tipo de obra que

realizó en ese periodo de su carrera artística al final de la década de los años 60´s.

Después de su intervención sobre la historia y origen del cuadro, entre el maestro y el ex gobernador Alejandro Tello Cristerna, develaron la valiosa obra teniendo como testigos de honor a nuestro obispo don Sigifredo Noriega Barceló; a la Dra. Cristina Rodríguez de Tello; a la esposa del propio artista, doña Mercedes Oteyza; al padre Ascensión Martínez Escobar; y a todos los seminaristas quienes siguieron con

gran interés todo el evento.

En su primera visita al Seminario en 1967, con gran visión se le pidió a Felguérez dejar un recuerdo de su paso por el Seminario. Hoy el “Cristo atado a la columna” es testimonio del aprecio del ilustre maestro por nuestro Seminario, el cual tiene un lugar destacado en la historia de las artes plásticas de Zacatecas, de México y del mundo. El Seminario se alegra por poseer la que se dice ser su única obra religiosa y agradece que haya podido visitarlo

nuevamente. Por eso, para corresponder a estos gestos, elevamos nuestras oraciones para que el maestro esté ya contemplando la belleza infinita de Dios. ¡Gracias!

En este link se puede ver el video de su visita al Seminario de Zacatecas el 13 de abril de 2019: https://fb.watch/6q61XNrtMQ/

*Sacerdote de la Diócesis de Zacatecas. Coordinador de la Dimensión Diocesana de Educación y Cultura.
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/// Manuel Felguérez. Cristo atado a la columna. 1967.

Quijote, vencedor de sí mismo Teatro de Ciertos Habitantes en Zacatecas

6Por Jánea Estrada Lazarín / Fotografía de Pablo Pedroza

El pasado 7 de abril, dentro de las actividades programadas en el Festival Cultural Zacatecas 2023 la compañía mexicana Teatro de Ciertos Habitantes se presentó en el Teatro Ramón López Velarde. Se trata de una obra que originalmente fue creada por esta compañía teatral para conmemorar el 400 aniversario luctuoso de Miguel Cervantes Saavedra a invitación del Festival Cervantino en el año 2016; desde entonces permanece en su repertorio y en Zacatecas tuvimos la fortuna de que se presentara aquí.

La dirección es de Claudio Valdés Kuri es un prestigioso director y dramaturgo mexicano, que ha sido merecedor de múltiples reconocimientos por la crítica especializada en México y en el extranjero como: Mejor Director Visitante de la Ciudad de Nueva York, Laurel de Oro del Festival Mess de Sarajevo, Mejor Director Internacional del Festival de Brighton, entre muchos otros. Importantes instituciones le han comisionado y coproducido sus obras: Festival Internacional de Edimburgo, Theater der Welt (Alemania), Wiener Festwochen (Austria), Kunsten Festival des Arts (Bélgica), Teatro Real (Espa ñ a), Festival Internacional Cervantino, Compañía Nacional de Teatro, entre otros. Fue miembro fundador y cantante del cuarteto vocal de música antigua Ars Nova. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Claudio Valdés Kuri realiza junto con Mónica Hoth la dramaturgia de esta obra; el diseño de iluminación estuvo a cargo de Josafat Aguilar; el diseño de vestuario, de Jimena Fernández; producción, Rodrigo Vázquez Maya; coordinación general, de Fabrina Melón; asistencia general, Aline Lemus Bernal; community manager, Alan Escalona.

Los intérpretes, Rodrigo Carrillo Tripp -en el papel de don Quijote- e Irma Sánchez Gutiérrez nos dieron una clase de bien actuar, arriba y abajo del escenario. Nuestro reconocimiento a todos quienes participaron en la obra; ojalá haya oportunidad de que vuelvan a presentarse en esta ciudad.

“A través de un montaje lúdico, lleno de humor y lucidez, el Quijote utiliza el poder evocador del libro como medio de transporte, que abierto al azar, conduce al público a fascinantes episodios del imaginario de la obra cumbre del idioma

español. El famoso caballero, inigualable ejemplo de la humanidad para ir más allá de s í misma, inspira valor a la audiencia para alcanzar sus más nobles anhelos.

Don Quijote de la Mancha ha permanecido vivo desde que fue concebido por Cervantes hasta nuestros días. Se pregunta si tiene vida propia o es un invento de su autor. En compa -

ñía de una joven espectadora, el ingenioso caballero andante se verá envuelto en una vorágine de historias cervantinas y contemporáneas en las cuales irá tras su máximo enemigo, el hechicero Festón, que en la actualidad se ha transformado en el Gigante de la Apatía que aplasta los anhelos del público.

A través de un virtuoso desempeño actoral, Quijote,

vencedor de s í mismo presenta una aventura audaz, divertida y conmovedora, en la que los espectadores se vuelven parte esencial de la puesta en escena, que los llevará a redescubrir el gozo por la lectura, a encontrar nuevos significados sobre el fracaso y recuperar los anhelos por el bien común”. Teatro de Ciertos Habitantes

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Teatro

Hans Blumenberg o la reconstrucción de la filosofía después de la debacle de modernidad

Por Sigifredo Esquivel Marín

Mi querido amigo y maestro Juan Carlos Orejudo Pedrosa ha contado, con profunda admiración y respeto, que Hans Blumenberg debido a que tuvo que interrumpir sus estudios por la Segunda Guerra Mundial, cuando pudo retomarlos se impuso la tarea de dormir poco más de cuatro horas diarias para trabajar el resto en el más ambicioso proyecto de reconstruir en las ruinas de la filosofía moderna un sistema intelectual entre la filosofía, la historia de las ideas y la filología, un proyecto filosófico capaz de hacer frente a la recreación de una filosofía que responda y corresponda a la contemporaneidad, su proyecto original de vida reconstruye la metaforología desde una perspectiva renovada de fenomenología, hermenéutica y filosofía de la cultura.

Verdades antropológicas fundacionales, mitos, símbolos y metáforas serían el subsuelo radical de nuestra condición humana y su elucidación desvela el hilo de Ariadna de su urdimbre metafísica y existencial. Y ése va a ser justamente el propósito y motivo central de un pensador tan entregado en cuerpo y alma como sus admirados maestros Husserl y Heidegger a la tarea de refundar el pensamiento moderno. Si Pascal había señalado que hay dos espíritus filosóficos: el lógico-matemático de geometría y el espíritu de fineza o de cordialidad que expresa la lógica del corazón más que la de la razón, en el pensamiento de Blumenberg coinciden ambas modalidades filosóficas expresivas.

Obras maestras y paradigmáticas como Descripción del ser humano (México, FCE, 2011) y Paradigmas para una metaforología (Madrid, Trotta, 2003) despliegan un apabullante saber y una formación intelectual rigurosa y sistemática que nos recuerdan a los más grandes pensadores del sistema filosófico moderno, mientras que hermosos y sugerentes ensayos filosófico-literarios como La inquietud que atraviesa el río (Barcelona, Península, 1992) y Naufragio con espectador (Madrid, La Balsa de Medusa, 1995), así como algunos textos de carácter autobiográfico y fragmentario, nos muestran la otra faceta, a saber, la del fino estilista amante de las paradojas, sutilezas, detalles e imágenes literarias elocuentes.

Personalmente, claro está, me quedo con el segundo, con el ensayista

atento al presente que recrea viñetas narrativas y poéticas íntimas que invitan a pensar e imaginar por cuenta propia. Estas últimas obras referidas acercan al pensador alemán a alguien como Claudio Magris más que a la pesada lápida de la tradición del idealismo alemán. Naufragio con espectador es un fresco poético descriptivo del suje -

to moderno y las vicisitudes que salen al paso. A partir de una lectura atenta de diversas obras literarias, artísticas e intelectuales, nos muestra cómo es que la resignación y la serenidad están en las antípodas del yo moderno y su voluntad de dominación. En esta notable obra ensayística nos señala que el hombre moderno, bajo las figuras del Casanova y del Aventurero, oscila entre la resignación y la búsqueda de nuevos estímulos. Nos recuerda esa imagen del hombre frente al mar contemplando la catástrofe en el célebre cuadro de Caspar David Friedrich como observador impasible y meditabundo del naufragio ajeno. Empero, nos aclara, que al hombre moderno le queda la sabiduría del naufragio, la cual consiste en hacer un inventario de las consecuencias de navegar a la deriva sin brújula y sin sentido, y, no obstante, jamás dejar de seguir buscando, jamás rendirse. La metafórica del naufragio es la narrativa de la existencia humana. Ya no hay lección, ni moraleja ni moral ni enseñanza del naufragio. El ser moderno naufraga y no le queda otra más que interiorizar

su desgracia sin sentido.

Todavía Montaigne asume que la resignación es parte del autoconocimiento en tanto una forma de aceptación que más tarde va a ser depurada como una suerte de nihilismo heroico. La resignación presupone un signo trascendente que regula el orden universal, sin orden ya no hay posibilidad de resignación. Resignarse implica renunciar al mundo y el mundo es la empresa de la modernidad, hacer mundo, colonizarlo, dominarlo. Noción de pacotilla e ideología de mercado, la resiliencia es un concepto sicologista posmoderno que presupone la capacidad autónoma del sujeto para superar situaciones traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, una ruptura amorosa, un duelo imposible. Es un proceso psicológico que busca adaptarse ante circunstancias adversas, no obstante, lo hace reforzando la ideología individualista de consumo posmoderno narcisista. En las antípodas del hombre rebelde de Camus: “Me rebelo, luego existimos”, la rebelión como experiencia resistente, en lugar del sujeto resiliente, la experiencia heroica de una subjetividad sobreviviente contra viento y marea. Aceptar el naufragio es aceptar que la catástrofe y el fracaso son inminentes e inmanentes a la vida misma. Debajo de las anécdotas triviales, el pensador alemán, excava profundamente hasta encontrar oro molido para desentrañar nuestra humana condición. Sus obras hacen de la filosofía y las artes herramientas y cartografías para recrear lúcidamente una subjetividad atenta a las metamorfosis del mundo contemporáneo. Su lectura nos invita a pensar nuestra contemporaneidad resignificando sus horizontes de sentido.

Como en las buenas sesiones terapéuticas, quizá sea mucho tiempo después de su lectura que nos caiga el veinte y logremos conectar con sus luminosas ideas. La obra entera de Blumenberg nos hace pensar que todavía es posible hacer filosofía a la altura de nuestro tiempo, seguir y proseguir su tarea es un trabajo fundamental que nos toca retomar antes de que sea demasiado tarde para corregir el rumbo de la debacle de la modernidad.

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/// Hans Blumenberg. 1920-1996.
Filosofía

6 Por Ernesto Castro*

Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra.

Blas de Otero

Quizá lo más general, para después particularizar en este acercamiento a sin defensa, antología poética [1993-2021] de Ricardo Solís, publicado por Keli Ediciones en el 2022, sea iniciar con unas cuantas preguntas: ¿somos resultado del tiempo?, ¿el tiempo se crea a medida que discurrimos, con todo lo que esa palabra, discurrir, conlleva? ¿Es el tiempo efecto de nuestras acciones, omisiones, ideas y vacíos, o éstos surgen gracias al primero? ¿Somos el tiempo? O, mejor dicho, ¿somos nuestro tiempo?

Definitivamente, éstas no son preguntas que nos acompañen inapagable y tortuosamente durante la cotidianidad, o que nos impidan, al conducir, ver la luz roja de un semáforo y, mínimo, nos haga obtener una fotoinfracción que será enviada a nuestro domicilio justamente la semana en que no tenemos ni un quinto. No son, pues, preguntas redituables de facto, más allá de que tengan una respuesta certera. Pero, ojo, no por ello no existen ni carecen de sentido. Es ahí donde, creo, la poesía toma su camino, donde las cosas parecen no existir o tienen la carcasa de la banalidad, y, sin embargo, son elementos que te sostienen la vida. Por lo menos esa vida que nada o poco tiene que ver con comportamientos o acuerdos sociales asfixiantes.

Inicié con las preguntas sobre el tiempo porque considero que una antología poética es como un mapa en el transcurrir de los días, meses, años; es un camino donde queda el rastro de lo que fue y de lo que se fue

A la civilización se le ocurrió medir el tiempo en números; a los poetas, en palabras; y no es que la poesía no sea parte de la civilización, muy a pesar de Platón, que no contaba con la constancia del gremio.

En sin defensa, título provocadoramente sencillo que nos puede llevar desde un juego de futbol hasta un sistema endócrino en declive, Solís deja el rastro de la palabra. Y justamente así comienza su viaje, como lo menciona en el primer libro de la antología, Poesía nómada (1994):

Y resbalamos en la palabra descalzos, sin defensa.

Es bueno que precise que mi visión del poeta, y creo que también la de Solís, es la de un trabajador del lenguaje, como un músico lo es de los sonidos y un carpintero de la madera. En esta labor, la del poeta, también el trabajo hace el resulta-

do. Sin defensa nos muestra cómo el autor ha adquirido una pericia para el manejo de su herramienta; pero vacuo sería sólo señalar la técnica si no consideramos la huella que deja el poema en quien se adentra a leerlo (Trapisonda, 1998):

esto es sólo un oficio de comienzos un dos tres y vuelta sin fin al sitio primario solar de la palabra…

Hablando de su labor como antologador de su propio trabajo, imagino que hay en ello un segundo acto de creación; es decir, construir con su propio material un nuevo entramado, dejando en el orden, más allá de un camino cronológico, las señales de un mapa hacia un lugar que toca al lector descubrir.

En los 17 libros que componen la antología hay una línea que transcurre, que discurre. Un camino de piedras dónde poner el pie para poder caminar sobre el agua, como un audaz Jesucristo.

A cada cierto paso se habrá de encontrar, por lo menos a mí se me reveló así, como una pista, el guiño al lenguaje, el beso o pellizco glúteo a la palabra. Por ejemplo, en el poema “La Cholla” (El fuego dormido, 2000): “La arena es sólo la constancia del aire”.

(2002) se muestra un trabajo más desafiante, los signos de puntuación son expulsados totalmente, el ritmo es la idea y el aliento. Aquí el paréntesis recobra su naturaleza de injerto, de pausa.

Aunque en cuanto a la extensión del poema este libro es muy diferente al último de la antología, Señuelos, en cuanto a riesgo y sentido lúdico es similar.

La constancia del aire Libros

No quiero concluir sin antes mencionar un poema de Ciclo del can (1996), titulado “Peludio”, donde el erotismo confluye y la acronimia y el cruce léxico llevan al lector a la cópula entre las palabras:

Y hay aquí una clave posible, que se despeja de la siguiente manera: Arena= poesía. Constancia= labor o trabajo lingüístico. Aire= poeta.

Es decir: “La poesía es sólo el trabajo lingüístico del poeta”. Entiendo al autor al reverenciar y mencionar, a veces con asombro, otras con desesperanza y otras tantas con duda, a la palabra escrita, o sólo pensada o pronunciada. Y lo entiendo porque padezco el mismo trastorno: un impulso frenético y desolador hacia el espectro del lenguaje. Comparto y “comparto” lo que menciona en el poema “Closing (in)”, (Tonos de lo claro, 2007):

Todo comienza y termina en las palabras. pobres necias tristes brutas lacias simples locas breves sucias palabras.

Desde esta perspectiva que estoy delineando, la domesticación, por así decirlo, de los elementos mínimos de significado, es parte del trabajo del poeta –y no sólo del poeta, sino de quien escribe cualquier texto–. Ver un escrito donde no sobra ni falta un vocablo, donde las pausas y separaciones son precisas, es tan asombroso como ver un rascacielos.

El levantamiento de un poema es un acto creativo no sencillo y necesitado de los ojos y el entendimiento del lector; de este lado, desde los ojos de quien lee, el poema toma el sentido, y es acá donde el poeta, el trabajador de la hoja en blanco, toma una dimensión que raya de lo místico “El poeta es un pequeño dios”, decía Huidobro; hasta en lo artificial “Es un fingidor”, decía Pessoa.

Desde los primeros poemas de Ricardo, hasta los últimos de la antología (Señuelos, 2021), la conciencia del labrado de la palabra y el cuidado de la forma persiste, aunque con más ahínco y riesgo en algunos títulos. En Superficie sucesiva

Ahuyentómame, enfermámame, salvadócil lumbre de plateados dedos; despiertímame, asombrázame, bella bestiamada que sabe donde sus dedos detonan, donde labra su labio con limpieza cicatristes marcas en mi cuerpo; muerdecídete y acobárdame la duda que te miente, que te mata.

La meteorología se basa en periodos de treinta años para clasificar ciclos climáticos; es un lapso significativo en la vida orgánica del planeta y sus transformaciones. Tres décadas de labor poética también están sujetas a las mutaciones, Sin defensa es un documento que revela esta metamorfosis en el estilo de los textos de Ricardo Solís, y un espacio para que el lector acceda a un trabajo arduo en el tallado de la palabra escrita, labrado fino e incansable, con la constancia del aire.

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Escritor, traductor y periodista. Radica en Guadalajara desde 1999, fue becario del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artístico (PECDA) de Jalisco (2011-2012), y, por breve tiempo, jefe de Bibliotecas de Zapopan. Es autor, entre otros, de los libros Poesía nómada (1994), Ciclo del can (1996), Los peces todos (1997), Trapisonda (1998), El fuego dormido (2000), Piel de lo posible (2000), Superficie sucesiva (2002), Díada (2004), La luz abandonada (2007), Tonos de lo claro (2007), Cantusar (2008), Ámbito (2008), Cuerpo en mi cuerpo (2010), Agua grabada (2012) y la novela De paso (2019). Ganador del Premio Nacional de Poesía “Bartolomé Delgado de León” en 1996, del Concurso del Libro Sonorense tanto en 1998 como 2003, del Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” en 2005, del X Premio Nacional de Poesía “Tijuana” en 2006 y del Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” en 2007.

* Ernesto Castro es escritor y corrector de textos. Escribe para Cuarto de Guerra y ha colaborado con Partidero, en Guadalajara.

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/// Ricardo Solís.

Historia

Hospital, cuartel o centro cultural: breve historia de un edificio en Zacatecas

Una obra de gran envergadura en tiempos del Porfiriato fue la construcción del Nuevo Hospital de la Ciudad de Zacatecas. El espacio fue diseñado en grandes dimensiones con pabellones iluminados que pudieran albergar gran cantidad de enfermos. El nuevo nosocomio fue construido entre 1890 y 1901 con las ideas de los higienistas del siglo XIX, bajo un modelo ilustrado de pabellones con la intención de reemplazar el viejo hospital del periodo colonial. El edificio fue proyectado bajo el modelo francés de Jean-Baptiste Le Roy que consistía en un sistema de pabellones por una serie de edificios rectangulares separados entre sí, por un amplio jardín. Este diseño se regía por la aplicación de la teoría de la circulación del aire, es decir, crear edificios que fueran fácil de ventilar e iluminar, que solucionaran el problema de la sobrepoblación de pacientes, a los tratamientos y la eficacia de éstos para su curación; lineamientos de progreso y modernidad en el ámbito clínico.

Los trabajos comenzaron en enero de 1890 en un terreno alejado de la población ubicado en el cuartel IV llamado Barrio del Calvario. La obra fue puesta en manos del reconocido ingeniero José Noriega, pero por varias razones, el edificio que ya contaba con un noventa por ciento de avance en su construcción se suspendió en el año de 1901.

Río de Palabras

Las causas fueron por las malas condiciones higiénicas en que se hallaba el terreno del “calvario”: primeramente, el terreno estaba en la parte norte poniente de la población y por los vientos predominantes el hospital recibiría las emanaciones de la ciudad. Por otra parte, el arroyo principal que atravesaba el centro de la ciudad llevaría en subcorrientes todos los desperdicios del futuro hospital, infectando a su paso necesariamente la ciudad. Además, en el sitio designado, no había el agua necesaria para los usos del establecimiento, ni llegaría a esa altura para distribuirla a la población por la compañía abastecedora de ese líquido. Por ello lo accidentado del terreno, -según opinaba el Ingeniero José Árbol y Bonilla- también reduciría el plano a un 40% en la parte de jardines, perjudicando la higiene del establecimiento, hundiendo las diferentes salas que provocarían humedad y falta de ventilación.

Con la clausura de la obra en 1901, el nuevo hospital nunca llegó a tener la función para la que se había destinado, siendo utilizado para otras necesidades apremiantes de la po-

6Por Pilar Alba

Somos de donde nacemos, la vida que tengamos después no importa. Nuestra razón, nuestro caminar, pero sobre todo nuestro sentimiento estará volviendo siempre a estas raíces. El viejo, se queda callado viendo al horizonte y retoma su monólogo. No vaya a pensar mal, no es que desprecie todo lo que me dio ése que ahora dice que es su país. Si no me hubiera ido a lo mejor me hubiera muerto de hambre, aunque lo hubiera preferido. Ima-

blación, como instalar a todos los pordioseros que se encontraban por las calles para recluirlos como hospicio provisional, sin contar que las malas condiciones del inmueble fueron constantes durante todo el periodo. Vemos pues que a pesar de que se trató de construir un edificio nuevo para cubrir la urgente salud de la población, la carencia de experiencia

—a la par de la urgencia e impaciencia de las autoridades por llevarlas a cabo, optimizando recursos— terminaron en un derroche financiero que no logró cubrir las necesidades demandadas. Sin embargo, se intentó dotarlo de gran belleza para romper el antiguo estilo tradicional al otorgarle una fachada neoclásica con tintes neorrenacentistas. Después de la

Su tierra

gínese, allá me la pasaba trabaje y trabaje, más duro que ese burro viejo que ve ahí en el corral, ensillado, ahora nomás sirve para pasearlos a sus hijos y a ustedes cuando vienen. Allá el jale lo es todo, despertarse ir a las yardas, ver crecer las flores, el pasto, pensando en cuánta de esa tierra nomás de adorno podría dar maíz o árboles frutales. Allá lo que abunda es la co-

mida, a veces pensaba que sólo comía para calmar el hambre de la alegría que me faltaba. Por eso en cuanto pude me vine, la tierra siempre lo llama a uno. No crea, a veces sí me las veo duras, pero pues un cinco de allá son como cien de aquí y con eso ahí la llevamos, pero pues lujos o viajes, todo eso que sueña uno que va a hacer cuando está joven pues nomás no, no

Revolución Mexicana el edificio fue transformado en el Cuartel Militar y en la década de los noventa se destinan las intalaciones para las oficinas centrales del Instituto Zacatecano de Cultura.

* Docente-investigadora de la Unidad Académica de Estudios de las Humanidades. UAZ.

nos alcanza. El viejo deja su asiento y va al fuego a atizar con leña para que no se consuma. Pero también, no crea, aquí tampoco está uno del todo contento, de aquí somos, pero pues allá se nos queda otro pedazo de alma, por eso andamos como divididos, pero pues la tierra llama, es como un hilo que lo jala a uno, como una cuerda que lo ata, que le dice: de aquí eres, aquí quedarás enterrado, aquí vendrán tus hijos que andan desbalagados a pasear de vez en cuando a oler estos aires, a encontrar una vez más su tierra. Calla, mirando una vez más al horizonte.

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/// Edificio del Instituto Zacatecano de Cultura, Ramón López Velarde. /// Edificio del Nuevo Hospital de Zacatecas durante el Porfiriato.
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