LA JORNADA Lunes 4 de abril de 2022
¿Algo positivo en la política de EU hacia AL? FULTON ARMSTRONG*
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i bien muchas políticas del gobierno de Joe Biden hacia América Latina –en particular hacia Cuba, Venezuela y con respecto a las actividades de China– son en buena medida las mismas que en la era de Trump, algunas de las acciones y declaraciones sugieren enfoques más matizados sobre otros asuntos regionales. El director del Consejo Nacional de Seguridad para el hemisferio occidental, Juan Gonzalez, ha sido la persona clave para mantener la línea dura hacia Venezuela y Cuba. A principios de marzo se reunió en Caracas con el presidente Nicolás Maduro, quien más tarde declaró: “Hemos acordado trabajar en una agenda que mira hacia adelante”, pero el gobierno negó que fuera así y sigue sosteniendo que el líder opositor Juan Guaidó es presidente de Venezuela. Sobre Cuba, según varias fuentes, Gonzalez vetó el año pasado un plan prometido para dar marcha atrás a la suspensión dictada por Trump al flujo de remesas hacia la isla. En fecha reciente sostuvo que las nuevas sanciones contra Rusia llevan también la intención “por designio” de poner presión sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua. En audiencias en el Congreso celebradas en febrero y marzo, otros altos funcionarios han expuesto diversas prioridades del gobierno. La jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, testificó que el hemisferio está “bajo asalto desde un montón de desafíos transfronterizos que amenazan directamente a nuestra patria”. Dijo que, además de ayudar a la región con el covid-19 y la “crisis climática”, la política estadunidense es contrarrestar la “marcha implacable” de China para expandir su influencia en la región y sus “retos a la influencia estadunidense”. También juró combatir a las organizaciones criminales trasnacionales, que “operan casi sin oposición y dejan una huella de corrupción y violencia que crea condiciones que permiten a la República Popular China y a Rusia explotarlas, amenazar la seguridad de los ciudadanos y socavar la confianza pública en las instituciones de gobierno”. Afirmó que su comando está “poniendo en acción una disuasión integrada”. En un testimonio vertido en febrero, el secretario asistente de Estado para el hemisferio occidental, Brian Nichols, elogió la reciente Cumbre por la Democracia del presidente Biden y reconoció que “demasiados ciudadanos ordinarios han visto que sus gobiernos fallan en cumplir sus aspiraciones de un futuro mejor”. También señaló que la iniciativa Reconstruir un Mundo Mejor de su gobierno, que incluye inversiones para responder a las necesidades de infraestructura de países socios, contrarres-
OPINIÓN tará la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y “ayudará a demostrar que las democracias pueden dar resultados para sus pueblos”. Su contraparte en la Oficina de Narcóticos Internacionales y Asuntos de Aplicación de la Ley, Todd Robinson, puso énfasis en los programas de fortalecimiento del estado de derecho conforme a la Estrategia de Causas de Raíz, aunque hizo notar que, “en ciertos casos”, los gobiernos carecen de voluntad política para enfrentar la corrupción que está en la raíz de sus problemas nacionales. La administradora asistente de la USAID para América Latina, Marcela Escobari, testificó que su prioridad es mitigar el daño causado por el covid-19 y el cambio climático. Al criticar el estado de la democracia y los derechos humanos en “casos extremos” como Venezuela, Cuba y Nicaragua, expresó preocupación por el “retroceso democrático” en otras partes, señalando que “aun en democracias más establecidas, han surgido tendencias autoritarias”. El gobierno estadunidense no ha expresado de qué manera sus pasos difieren de los enfoques agresivos y transaccionales que caracterizaron el involucramiento del gobierno de Donald Trump con la región. La Casa Blanca presionó duramente al Fondo Monetario Internacional (FMI) para llegar a un arreglo con Argentina, a cuyo gobierno Trump mantuvo a distancia, y ayudarla a evitar un impago de su préstamo de emergencia de 2018. La vicepresidenta Kamala Harris ha dado fuerte apoyo a la presidenta hondureña Xiomara Castro desde que asumió el cargo, en enero, y probablemente ha contribuido a la decisión de Washington de solicitar la extradición del predecesor en la presidencia hondureña, Juan Orlando Hernández, aliado de Trump, bajo cargos de narcotráfico. En sus testimonios ante el Congreso, los funcionarios actuales han hecho repetidas observaciones acerca de las percepciones y la realidad de los desafíos locales en América Latina. Su énfasis en la corrupción y la falta de voluntad para atender esos flagelos sugiere una conciencia de que no todo está bien, incluso en países que Washington considera democracias. Después de una lenta respuesta inicial, el gobierno ha sido generoso en dar apoyo a la distribución de vacunas y a elevar la capacidad de los sistemas de salud pública para responder con eficiencia a la pandemia de covid-19. Estos factores sugieren que, si bien las gastadas políticas de cambio de régimen hacia Cuba y Venezuela y la “disuasión integrada” contra China y los cárteles de la droga podrían seguir en el centro del enfoque de Washington hacia los asuntos hemisféricos, existe conciencia de cómo una cooperación más profunda con la región podría promover al mismo tiempo los intereses de Estados Unidos y los de América Latina. La próxima Cumbre de las Américas podría ser la mejor oportunidad para que el gobierno estadunidense busque un significativo terreno común en torno al imperativo de fortalecer la gobernabilidad democrática, reto que el liderazgo de Washington percibe actualmente como compartido con virtualmente todas sus contrapartes en la región. *Miembro de número y profesor adjunto del Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de la American University; ex funcionario de Inteligencia Nacional (2000-2004) y asesor principal del Comité de Relaciones Exteriores del Senado (2008-2011). Publicado originalmente en AULABlog del Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos. Traducción: Jorge Anaya
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La Semar y los juegos de guerra del Pentágono CARLOS FAZIO
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ientras el eje Estados Unidos/OTAN/Unión Europea libra una guerra híbrida contra Rusia con epicentro en Ucrania, por razones de “seguridad nacional” y con la mira puesta en su enemigo principal, China –que le disputa la hegemonía del sistema capitalista−, el Pentágono busca reforzar el control sobre lo que en la primera mitad del siglo XX los teóricos geopolíticos Alfred Mahan y Nicholas Spykman definieron como el “Mediterráneo Americano”: zona marítima que abarca los litorales del golfo de México y el mar Caribe; área integrada por México, los países de Centroamérica, Colombia, Venezuela y el cinturón de islas que se suceden desde Trinidad a la punta de Florida. A partir de entonces, para EU el linde entre Norte y Sudamérica no estaba en el canal de Panamá, sino al sur de Colombia y Venezuela. “Espacio vital” que, como sostenía Mahan retomando la visión del “destino manifiesto”, debía permanecer bajo la exclusiva e indisputada tutoría de EU. Lo que implicaba para México, Colombia y Venezuela, según definió de manera cruda y elocuente Spykman, “una situación de absoluta dependencia con respecto a Estados Unidos, de libertad meramente nominal”. Ante la emergencia de un multipolarismo (EU, China, Rusia) que está erosionando la “dictadura del dólar” y la sacrosanta hiperglobalización del “mejor de los mundos posibles de toda la historia de la humanidad” (Fukuyama dixit, 1992), la situación parece encaminarse hacia un nuevo “equilibrio de poderes”, noción que antes de la guerra fría consistía en la existencia de varias potencias capitalistas rivales y con cierta equivalencia entre sus respectivas capacidades expansionistas. En un contexto de exacerbada disputa hegemónica y cuando 80 por ciento del comercio mundial circula por rutas marítimas, cobran relieve las actividades de los comandos Norte y Sur del Pentágono en el hemisferio. En particular, el protagonismo de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, quien en sendos testimonios ante el Comité de Servicios Armados del Senado en Washington, los días 8 y 24 de marzo pasado, dijo que China es el “competidor estratégico a largo plazo” de EU y continúa su “marcha implacable” para expandir su “influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en América Latina y el Caribe”, desafiando “la influencia de EU en todos esos dominios”. A Richardson le preocupa que China esté invirtiendo cerca de 35 mil millones de dólares en infraestructura y producción energética en Argentina, Colombia, Cuba, Jamaica, Panamá y Perú. Por lo que pidió mayor inversión para la cooperación securitaria subregional en tres áreas claves: la capacitación y capacidad de ejércitos y cuerpos de seguridad para la “protección de fronteras” y la “seguridad interna”; la exportación de formación “de otros países en América Latina”, y para “operaciones de mantenimiento de paz”. Señaló también que Rusia está aumentando sus relaciones y compromisos en “nuestro cercano extranjero”, y destacó los dichos del vicecanciller ruso en enero último, sobre que no podía “afirmar ni
excluir” si Rusia enviaría activos militares a Cuba o Venezuela, países que, según Richardson, “ofrecen a Putin un punto de apoyo en nuestro hemisferio”. Respecto de Venezuela, repitió la propaganda del Comando Sur de que el gobierno de Nicolás Maduro “participa activamente en actividades de narcotráfico y alberga dentro de sus fronteras a grupos terroristas regionales”. El 28 de marzo, Richardson recibió al comandante general de las Fuerzas Militares de Colombia, general Luis Navarro. Colombia, país extra-OTAN, es el principal aliado regional de EU y el gobierno de Iván Duque ha estado lanzando provocaciones armadas transfronterizas contra los estados venezolanos de Apure y Zulia, a través de grupos civiles irregulares (mercenarios, paramilitares y narcotraficantes). Asimismo, los días 27 y 28 de febrero, las fuerzas navales del Comando Sur y la Cuarta Flota de EU realizaron un ejercicio marítimo de “entrenamiento de guerra antisubmarina” con la Marina colombiana en el mar Caribe, que incluyó al submarino de ataque rápido Virginia USS Minnesota (SSN 783) y al buque de combate litoral Freedom USS Billings (LCS 15). En ese contexto, y siguiendo los cánones del “destino manifiesto” en su proyección actual, llama la atención el papel que el Pentágono quiere hacerle jugar a la Armada de México en sendos ejercicios militares donde la Semar figurará como “coanfitrión”: Tradewinds, auspiciado por el Comando Sur, y otro que responde a la Iniciativa de Seguridad Marítima Estadunidense (Namsi, por sus siglas en inglés), en la que participan el Comando Norte y el Comando de Operaciones Conjuntas de Canadá. Ambos ejercicios de capacitación y simulación de guerra se desarrollarán simultáneamente entre el 7 y el 21 de mayo en la zona marítima de Quintana Roo. Tradewinds tiene un enfoque de colaboración multinacional y multidominio (terrestre, aéreo, marítimo, anfibio y escenarios de ciberseguridad) y busca fortalecer la interoperabilidad militar entre las fuerzas navales, terrestres y policiacas de 23 países, entre ellos varios de la OTAN. A su vez, Namsi responde a los acuerdos realizados en el marco de la Alianza para la Prosperidad y la Seguridad de América del Norte (ASPAN, 2008), y su fase operacional, la Iniciativa Mérida, para combatir el terrorismo, el crimen organizado y la piratería (ver “Ejercicios militares en el Caribe mexicano”, Ana E. Ceceña y David Barrios). Enclavada en el “mar Mediterráneo” de EU, por su cercanía la zona marítima de Quintana Roo abarca los megaproyectos del Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (colocado por el gobierno de López Obrador bajo responsabilidad de la Semar), espacios, ambos, asiento de la riqueza petrolera del sureste mexicano y de sus selvas tropicales. Al consolidarse como aliado subordinado de la estrategia militar continental del Pentágono −y funcionar como bisagra de sus comandos Norte y Sur en un área de gran importancia geopolítica, por ser la vía de conexión entre las rutas marítimas de los océanos Atlántico y Pacífico−, en momentos de rediseño de las hegemonías y de confrontación de EU/OTAN contra China y Rusia, México podría quedar involucrado en una situación de guerra real. Miremos Ucrania.