11-04-2020

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||  Nacional  ||

Sábado, 11 Abril 2020

6 crónica

Amores que hicieron historia En torno al Himno Nacional mexicano se cuentas muchas historias: que si los derechos los tiene un estadunidense, que si la letra tiene vigencia o no, que si es “demasiado”. Pero cuando se realizó el concurso del que salieron triunfantes la letra de González Bocanegra y la música del español Jaime Nunó, muchos personajes de la vida cultural mexicana se involucraron, querían figurar. Pero hubo un caballero que por amor, participó en el certamen, y no sabía que, al mismo tiempo, entraba en la historia nacional.

Un himno nacional por tu amor:

la pasión de Francisco González Bocanegra

[ Bertha Hernández ]

¿Y

bien….? El puñado de hojas empezó a salir por debajo de la puerta. Una mano femenina las levantó del suelo. Después, todo fue historia. O quizá se terminaba una y comenzaba otra. Porque después de leer aquel texto, Guadalupe González del Pino abrió ¡por fin! la puerta, y abrazó emocionada al hombre que amaba, el poeta Francisco González Bocanegra. Fue necesaria una buena dosis de presión femenina, pero ahí estaba: la letra con la que el vate participaría en el concurso para darle a México un himno nacional.

EL PRESIDENTE QUIERE UN HIMNO. Es México, y es algún mo-

mento de noviembre de 1853. Apenas el día 12 se ha publicado la convocatoria hecha por el oficial mayor del Ministerio de Fomento, el liberal Miguel Lerdo de Tejada: este país necesita un canto patriótico y lo tendrá por medio de un certamen: “Deseando el E. Señor Presidente que haya un canto verdaderamente patriótico, que adoptado por el Supremo Gobierno sea constantemente el “Himno Nacional”, ha tenido a bien acordar, que por este ministerio se convoque un certamen, ofreciendo un premio, según su mérito, a la mejor composición poética que mejor sirva a este objeto, y que ha de ser calificada por una junta de literatos, nombrada para este caso…. Otro premio se destina, en los mismos términos, a la composición musical para dicho himno, extendiéndose esta convocatoria a los profesores de ese arte…” Se trataba de que, en 1854, los festejos cívicos patrióticos fueran importantes y memorables: se cumplirían 25 años de la victoria del ejército mexicano sobre la intentona invasora y reconquistadora del español Isidro Barradas. Aquel triunfo, ocurri-

Podría argumentarse que fue el toque mágico de las musas… pero siendo más terrenales y objetivos, no fue un toque, sino un empujón más o menos fuerte, propinado por una mujer que, ciertamente era la musa del caballero en cuestión...

Guadalupe González del Pino

do el 11 de septiembre de 1829 en Pueblo Viejo, a orillas del río Pánuco. Como las tropas vencedoras estaban encabezadas por Antonio López de Santa Anna y Manuel Mier y Terán, a partir de aquel día, Santa Anna fue conocido como “el héroe de Tampico”, “el héroe del Pánuco” o “el campeón de Zempoala”. Pues bien: el héroe del Pánuco no estaba dispuesto a que tal aniversario pasara inadvertido. Hoy, es muy probable que muchos mexicanos no hayan oído hablar de la derrota de Barradas, pero en 1853 era un asunto muy importante. Era un sucesos que, un cuarto de siglo después de haber ocurrido seguía llenando de orgullo a los mexicanos, que, por otro lado, tenían aún la dolorosa cicatriz de la invasión estadunidense, ocurrida

apenas seis años atrás. En esas condiciones aparecía la convocatoria del gobierno santannista, y alborotaría al mundo artístico y literario.

PUESTÍSIMOS PARA PARTICIPAR. A mucha gente le interesó

el concurso para tener un himno nacional. Guillermo Prieto aseguraba en su vejez que su popular y malévola canción, “Los Cangrejos” había nacido de un rato de aburrimiento en su destierro en Querétaro —ordenado por Santa Anna— y que, con toda la mala fe del mundo, la envió, por medio de un amigo, al concurso. Si esto fue cierto, el jurado debe haberla arrojado al cesto de la basura nada más echarle un vistazo. Pero “Los Cangrejos” estaba

destinada a tener un destino de gloria y carcajadas en otros campos de batalla. El certamen atrajo a otro tipo de personalidades, con menos ganas de molestar al presidente. Fueron 25 los poetas, 24 varones y una mujer, los que enviaron a la oficina de Miguel Lerdo de Tejada sus creaciones. El jurado estaba compuesto por tres prestigiadísimos escritores consagrados: José Bernardo Couto, José Joaquín Pesado, y Manuel Carpio. A ellos se les entregó, pasado el plazo fijado de 20 días, a partir de la publicación de la convocatoria. Había de todo entre los aspirantes a la gloria: lo mismo novatos y principiantes que jóvenes valores y algunos ya muy consolidados. La única concursante mujer, Catalina Espinosa de los Monteros, ofrecía como única y sentida credencial para competir, su condición de patriota e hija de un teniente coronel de caballería. Otros de los poetas, conscientes de que también era buena cosa quedar bien con el presidente, agregaron epígrafes de dedicatoria a Santa Anna, y algún exaltado afirmaba que, si a él le tocaban los laureles del triunfo, sería muy feliz de que se los colocara “la heroica espada del héroe de Tampico y Veracruz”. Pero ninguno de ellos ganó. El vencedor era un hombre de treinta años, potosino, que era poeta, asistente y partícipe en la famosa Academia de Letrán, y que era sobrino de un ex presidente, José María Bocanegra. Y si bien el poeta laureado no carecía de talento, al parecer no tenía muchas intenciones de entrar al concurso. Pero, entonces, ¿qué lo impulsó a crear la que se convertiría en la letra del himno nacional mexicano? Podría argumentarse que fue el toque mágico de las musas…


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11-04-2020 by La Crónica de Hoy - Issuu