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Diez años siendo tu costalero

Por fin llegó el día de estrenarme escribiendo un artículo, en esta nuestra revista, donde todos los hermanos de esta corporación tienen su hueco para contarnos sus sentimientos. Viéndome en la obligación, pues, este año hago 10 años llevando por las calles de nuestro pueblo a María Santísima de la Victoria y también para informaros que me han otorgado ser mayordomo de la misma. Todo empezó cuando mis tías convencieron a mi madre para que me hiciera un costal y tuviera todos los preparos para salir el Miércoles Santo como botijero de la virgen, acompañado de mi primo Miguel y Juanjo.

Me lo preparaban todo: el costal, la faja, camiseta de la cofradía, mis zapatillas de esparto… Bonito recuerdo de botijero, con una mano tirando del botijo y con otra agarrada al respiradero, caminando al mismo son de los pasos de los costaleros. Sin olvidar mi función, refrescar a los costaleros cuando paraban a descansar y estar pendiente de no perder el botijo cuando lo introducía debajo del paso. Desde ese momento, su cara, su mirada, hicieron que naciera mi fe en María Santísima de la Victoria, deseando con toda impaciencia, querer llegar a ser uno de los costaleros que la lucen por las calles de nuestro pueblo. Así fueron pasando los años, hasta que ya era demasiado mayor para ir de botijero al lado de ella y esperando cumplir los 16 años para poder portarla. En 2003, llegó el momento en el que me estrené como costalero de María Santísima. Diez años debajo de su trabajadera, viviendo Miércoles Santos inolvidables y sentimientos inexplicables. Este año me han nombrado mayordomo de la Virgen, preparar su paso para su salida y ser el encargado de ella, para mí es un privilegio y un orgullo. En Septiembre del pasado año, me estrené en la salida extraordinaria del XXV aniversario de su bendición. Fue un intenso nerviosismo, unas bonitas y agobiadas sensaciones sentidas mientras lo preparaba todo, para que ese día saliera todo bien, algo difícil de explicar. En este artículo he querido explicar el origen de mi devoción hacia esta imagen. Gracias a María Santísima, a día de hoy, sigo con la misma ilusión y nerviosismo del primer día, esperando poder llevarla y siendo su mayordomo durante muchos años más. Antonio Jesús Ruiz Agraz

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