AUNIA 21

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estos no dudaron en instalarse en los cercanos núcleos de Vitoria-Gasteiz, Lizarra/Estella o Agurain-Salvatierra, aun­ que ya con anterioridad a las décadas de los años cincuenta y sesenta habían abandonado muchos la región para bus­ carse la vida en las siderurgias y factorías de Bilbao, Eibary Donostialdea. En 1955, el 31,51% de la población activa alavesa lo era del sector primario, es decir, agrícola. Por entonces, el sector industrial tan solo ocupaba al 30% de aquella población, parecida cifra al del todavía incipiente sector servicios. Así, de todos aquellos agricultores censados en Santa Cruz de Kanpezu a mediados del siglo XX, hoy no queda ni una décima parte. Sin duda, eran muchos labradores para pocas tierras, con la significación económica que esto tenía. Treinta años después, en 1985, la po­ blación activa de Álava presentaba ya otro panorama, con un sector primario atendido por un 3,4%, un sector indus­ trial que llegaba al 41,5%, y un sector servicios en constante crecimiento, con un 37,6% del total. Sin embargo, en aquellos años comenzaba a destacar una sombra que acuciaba como nunca a una buena parte de la población con edad de trabajar: el paro, una lacra socioeconómi­ ca que, en la provincia, llegaba en aquel año al 17,4%, muy por encima del 2,41% que presentaba en 1975. Quisiera finalizar, más que con una aseveración categórica, con una impresión. Una impre­ sión humilde y, a su vez, carga­ da de confianza a la hora de dar validez a la teoría que, desde un principio, hemos barajado en este estudio antropológico. Una impre­ sión que surge de la evidente influen­ cia que tuvo la pobre economía de la zona de Kanpezu en el desarrollo de la actividad de los "trabajado­ res del bosque", más conocidos como furtivos. En este sentido, las teorías de Godelier se han

visto reflejadas a lo largo de este proceso investigador, y han venido a corroborar la influencia significativa de la economía so­ bre la cultura de un grupo humano. Cuando oigáis hablar en los medios de comunicación, películas, o series tele­ visivas de algún furtivo, posiblemente detenido por la policía por cazar algún animal en peligro de extinción en cual­ quier parque natural de Euskadi, la Península Ibérica o de cualquier otro país, os pediría que no asociéis esta cruel acti­ vidad con la de los furtivos o "trabajado­ res del bosque" que yo he intentado, con mayor o menor éxito, describiros. Debemos recordar, una y otra vez. que aquellos furtivos de la zona de Kanpezu eran hombres respetuosos con la naturaleza, y que se vieron abocados a este ejercicio por pura necesidad econó­ mica, ya que no había otra salida en el pueblo. De hecho, cuando la situación -en cuanto a ingresos se refiere- mejoró, la familiar figura del furtivo, como perso­ na que recurre al aprovechamiento del monte en sus diversas variantes (caza, pesca, micología, etc.), fue desaparecien­ do paulatinamente hasta dejar de existir, convertidos en trabajadores de la indus­ tria y alejados del fantasma del hambre y la necesidad que tanto había acuciado a las gentes de la Montaña Alavesa. ^‘Cuando tuve un trabqjo y unasperricas alfinal de mes, lo dejé. ¡No he vuelto al monte ni a por abarras! Pa que te des cuenta de los amores que le tengo yo a estar todo el año como un cabr... esperando un jabalí o cazando micharros que te atravesaban la mano con sus dientes. Casi te diría que no he vuelto al monte ni a pasear.**

JESÚS PRIETO MENDAZA Antrapúlogo y profesor coiabaradnr de la Universidad de Deusto


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