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EL JUEGO DE BOLOS - BOLA JOKOA B izkaiko Foru A ld u nd ia K u ltu ra S a lla D ip utación Fo ral de Bizkala D epartam ento de C u ltu ra E R A K U S K E T A - EX P O SIC IO N Lu g ar: Sala del Archivo Foral de Bizkala c/ M aría D iaz de H aro, 11 T f: 94-4067737 o n darea(g)b izkaia.net w w w .b izk aia.n e t Fe ch a s: Del 20 de Ju n io al 29 de Ju lio H o rario : 10-13 y 17-21 h. Sáb ad o s 10-14 h. Dom ingos y festivo s: Cerrado Durante siglos, el juego de bolos fue el deporte más difundido en Bizkala. La partida de bolos, celebrada en boleras im provisadas en cam pas, bosques o pórticos de iglesia era uno de los actos centrales en todas las fiestas y rom erías. Los bolos provocaban apuestas y peleas entre los p articip antes, y desataban auténticas pasiones entre el público. Hoy los b(^los son una actividad m inori­ taria en Bizkaia y m uchas de sus m odali­ dades de juego autóctonas están a punto de extinguirse. La exposición repasa la historia y difu­ sión del juego en Bizkaia, y m uestra los diferentes tipos de bolas, bolos y bole­ ras propios de las quince m odalidades de juegcT que hoy en día se practican, explicando las reglas y estrategias de los bolaris. Es un hom enaje a una cultura tradicional que puede desaparecer.

Bizkaia

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los Mkíngos se extendió por buena parte de Europa y llegó hasta Asia y América. No se sabe qué movía a los guerreros escandinavos, si la escasez de tierra fértil en sus lugares de origen o acaso el ansia de fortuna. Sus enemigos los acusaban de barbarie y de no tener piedad con los vencidos. Tampoco sabem os a ciencia cierta si sus barcos recalaron alguna vez en las playas de Euskal Herría o si entablaron algún tipo de relación, am istosa o no, con nuestros antepasados. En cualquier caso, nos hemos atrevido, con los pocos indicios que hay, a reconstruir algunos de los episodios que los vikingos pudieron haber vivido entre nosotros. Pero, no dejarem os aquí los avatares históricos, ni m ucho menos, porque en el pueblo de Luiaondo, en la Tierra de Ayala, se encuentran una cruz de piedra y un plantón de roble de especial significado para Bizkaia, pues hasta este simbólico lugar acom pañaban los caballeros, escuderos e hidalgos al Señor de Bizkaia sin cobrar sueldo alguno, ya que constituía el lím ite de su propio territorio. Además de esto, visitarem os un viejo hospital medieval, subirem os al m ítico Anboto, nos dejarem os aterrorizar por una bestia sobrehu­ m ana y nos irem os de arqueólogos a dos excavaciones para descifrar el pasado. Y entre tanto sobresalto, no debem os olvidarnos de reponer fuerzas, pues hay un artículo insuperable de repostería bilbaína. ¿ Y para beber? está claro, infusión de verbena.

"Ausartk! a k o m e ta tze a

da erdi garaitzea” dio gure herriko atso títz zahar batek. Hori príntzipío berori aplika geniezaloke ikerkuntza historikoari bestelako irtenbiderik ez dugunean. Eta príntzipío horren aplikazio zuzena dugu udako aldízkari berrl ho> nen estreinako artikuluan topatuko duguna: bíkingoak Euskal Herrian. Egia esateko, Iruñean egin zuten jazarraldíaz aparte ezer gutxi dago dokum entaturik. behinik behin, gaur egungo hístoríografia zlentifikoak exíjitzen dituen eskakizun zorrotzak aintzat hartzen baditugu. Hala ere, esan bezala, zenbaítetan au sart jo katu behar da begien aurrean dugunetlk harago Ikusí ahal Izateko. Horixe bera da Antxon Erkorekak azken ham arkadetan Euskal Herriko historia aberasteko hartu duen Ikerkuntza-erronka pertsonala. Eta gure artera hurblldu dízklgu lortutako em aitzak eta planteatutako hipótesi berritzaileak. Gauzak hórrela, íkusiko dugu ñola Jaun Zurla zen bíkíngo horietako bat, geroago Bizkaiko lehen Jauna izango zena. Pertsonaia bera agertuko zaigu Malatu Arbola edo Anboto m endíarí buruzko lanetan, batean, Padurako guduan buruzagí eta. bestean, Mari jaínkosaren señar. Edozein m odutan, asm akari edo egía izanda, írakurgai ederrak díra hauek udako garai ínform alean írudim ena askatzeko.

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El vikingo de la portada se (lama David ^oblnson, de nacionalkíad inglesay artesano de la madera.

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N .M IZ b . UDA A ntón Erkoreka M ónica Esteban Bxuldua F ern ando G . B aptista Jo sí M iguel L lano O iga M acías G arios O rtiz de Z irate D avid Rio Raigadas José Luis Solaun Bustinza G ab riel V ázquez

Mapas; NONDIK

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AUNIA KULTURA ELKARTEA Torrea, 16 01408 - LUIA ON D O V 945 89T O É . wwwjunia.org ZUZENDAWTZA ETA ERREDAKZIO TALDEA Juanjo Hidalgo Felix Muguruza

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6 Vikingos en Euskal Herria A n tó n E rko reka

2 4 El Arbol Malato F élix M u g u r u z a M o n t a lb á n

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DISEINUA ETA MAKETAZlOA Diego Yanta

Una mirada al pasado de Laudio: los cuentos vascos de Corka Da v id R io R a ig a d a s

MOLDIZTEGIA Gráficas IJzarra • LIZARRA

52 D .L :N A ¿ Q S S -2 0 0 2 /3 3 1 M - IB95-J93Z E sktrronak LuiaonJcko A Jm inistrazie B atzarrari

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El Santo Hospital de San Antón M ó n ic a E s t eb a n Ba s a l d u a


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El recìnto fortificado de Orduña

1 2 6 Verbena G a b r iel V

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]o sE L uis So l a u n Bu s t in z a

11 2 8 Publicaciones recibidas 82

La Pistia de Domaikia C a rlo s O

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Z a ra te

11 3 4 Nuestras publicaciones

9 6 Anboto, la montaña mágica de Atxondo }U A N ]0 H id a lg o

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Pastelerías y confiterías en Bilbao O lga H acías

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HISTORIA EZAGUTU, ETORKIZUNA PRESTATU

CONOCER LA HISTORIA, PROYECTAR EL FUTURO

Iruña Okako Aztarnategi Arkeologiko Erromatarra Yacimiento Arqueológico Romano de Iruña de Oca HORARIOS DE VISITA: Del 16 de octubre al 30 de abril: Martes a sábado, de 11:00 h. a 15:00 h. Domingos y festivos, de 10:00 h a 14:00 h. Lunes, cerrado. Del 1 de mayo al 15 de octubre: Martes a viernes, de 11:00 h. a 14:00 h. y de 16:00 h. a 20:00 h. Sábados, de 11:00 h. a 15:00 h. Domingos y festivos, de 10:00 h. a 14:00 h. Lunes, cerrado.

BISITA ORDUAK: Urríaren 16tik apírílaren 30era: Asteartetik larunbatera ll:OOetatik 15:00etara. Igande eta jaiegunetan 10:00etatik 14:00etara. Astelehenetan itxita. Maiatzaren letik urriaren 15era: Asteartetik ostiralera ll:OOetatik 14:00etara. eta 16:00etatik 20:00etara. Larunbatetan ll:OOetatik 15:00etara. Igande eta jaiegunetan 10:00etatik 14:00etara. Astelehenetan itxita.

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Los vikingos fueron los mejores navegantes de su época, unos buenos comerciantes y unos guerreros consumados que procedían, Rindamentalmente, de Dinamarca y Noruega. Hablaban idiomas similares, tenían la misma religión, el mismo carácter y las mismas costumbres, siendo su organización social totalmente igualitaria: “no tenemos señor, todos somos iguales”.


Casco real vikingo realizado con placas de hierro soldadas. Llevaba cotas de malla colgadas de él para proteger la zona del cuello, así como un antifaz para evitar daños en los ojos. El uso de cascos con cuernos no es más que una fantasía originada en el romanticismo y que falsea la realidad, por eso hemos querido plasmarla únicamente en la fotografía de portada.

120 embarcaciones llegó a conquistar la ciudad de París. El 860 intentan la conquista de Constantinopla introduciéndose a partir de entonces en la Europa del Este y el Próximo Oriente. Durante la segunda mitad del siglo IX ocupan, de una manera permanente, Irlanda y amplios terrítorios de Inglaterra, Escocia y Francia. Inician la colonización de Islandla y, a mediados del siglo siguiente, llegan a Groenlandia pisando el continente americano hacia el parecieron por primera vez en las año 1000. A partir de ese momento, con­ costas inglesas el año 789, aunque vertidos al cristianismo y asentados en los no mostraron sus verdaderas territorios conquistados se integran paula­ intenciones hasta el 8 de junio del 793, tinamente en la cultura medieval europea. cuando atacaron el monasterio de la Isla de Lindisfarne, en la frontera entre Inglaterra y Escocia. Los atacantes les arrancaron sus Vbsconicí en el siglo IX vestiduras a los monjes y los pasaron a cuchillo sin piedad o los ahogaron en el Los árabes conquistaron casi toda la agua, saquearon el monasterio, robaron sus Península Ibérica a principios del siglo VIII, tesoros y luego (o incendiaron. Tras sacrifi­ apareciendo desde mediados y finales de car todo el ganado para llevárselo a bordo, ese siglo focos de resistencia en las mon­ desaparecieron en sus embarcaciones. tañas del norte que se consolidaron con la Este sólo fue el comienzo de un largo creación de pequeños reinos. El territorio período de más de dos siglos de pillajes de Vasconia, en esa época, se mantiene despiadados en todos los países de independiente luchando contra el imperio Europa, que tuvo su cénit entre los años carolingio por el norte y el emirato de 840 y 1030. Si al principio eran pequeñas Córdoba por el sur, formándose en el bandas que desembarcaban de improvis­ mismo una serie de entidades como el to, saqueaban y desaparecían, cuando reino de Aquitania, el reino de Pamplona, comprobaron que los países saqueados luego reino de Navarra, Álava, Gipuzkoa y eran extremadamente débiles, empezaron el señorío de Bizkaia que han perdurado a invernar en las cercanías de sus “terrenos hasta nuestros días. de caza" y a organizar grandes ataques, Apenas disponemos de información como los del año 845 en que una flota de escrita de la Alta Edad Media en nuestro 600 barcos destruyó Hamburgo y otra de territorio y los restos arqueológicos son

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muy escasos, destacando entre ellos los enterramientos con abundante material de guerra de procedencia franca o germá­ nica de los siglos VI y VII que han apareci­ do en Finaga (Bizkaia), Aldaieta (Alava) y otros yacimientos de Navarra. En cambio la información administrativa del emirato y del califato de Córdoba es abundante y muy fiable ya que recoge con exactitud los ataques a los territorios del norte y los botines obtenidos. En ellos se detallan las “aceifas" o expediciones de saqueo que

lanzaban periódicamente contra el reino de “ Banbaluna" (Pamplona), "Alava” y "Qastilya” o “país de los castillos". En estos textos se citan los "alBashkunish" (los vascos) y, en algunas ocasiones, junto a ellos los "al-Madjus". Algunos autores como Sánchez-Albornoz y Mañaricúa han identificado ios madjus como vascones paganos sosteniendo, equivocadamente, una muy tardía cristia­ nización de los vascos. Los investigadores escandinavos más im portantes, como


Melvinger, no tienen ninguna duda en identificar madjus con vikingos, afirmando que este es el nombre con el que se les cita en fuentes árabes occidentales, mien­ tras que los historiados árabes orientales y los bizantinos utilizan el término "rus" para referirse a los vikingos.

Ld costa vdscd retaguardia de ]as incursiones vikingos Los historiadores que han estudiado los ataques vikingos a la Península Ibérica señalan el año 844 (230 de la hégira) como el inicio de las incursiones que se Inician en Lisboa el 20 de agosto, unos días después atacan Cádiz y el 5 de sep­ tiembre llegan a Sevilla, saqueándola durante un día y una noche hasta que vuelven a sus barcos. A partir de aquí se irán produciendo hasta cuatro grandes oleadas contra la Península Ibérica que van a term inar a principios det siglo XI.

La hipótesis que planteo, basándome en las fuentes árabes y en una relectura de las crónicas cristianas, es que los reyezue­ los vikingos utilizaron la costa vasca como retaguardia de sus ataques a la Península y lugar donde aprovisionarse y reparar sus embarcaciones. Posiblemente se trataba de reyezuelos vikingos de procedencia noruega que asentados en Irlanda, utiliza­ ban nuestra costa, aliándose con jauntxos locales o simplemente instalando sus fac­ torías. Cabe pensar que los lugares donde se pudieron instalar fueron Baiona, Urdaibai (Busturialdea) y tal vez también en la desembocadura det Bidasoa (bahía deTxingudi).

La montaña de los madjus Posiblemente el primer contacto entre vikingos y vascones se produjo en la


segunda y tercera década del siglo IX, es decir bas­ tantes años antes de los ataques a Lisboa, Cádiz y Sevilla. Tras la muerte de Carlomagno, el año 814, tene­ mos información sobre ataques a las costas de Aquitania y, a partir de esa época, se instalan en Baiona que se mantiene bajo su influencia a lo largo de los siglos IX y X. De esa época es otra referencia a una batalla entre el rey de Pamplona y las tropas del califa cordobés Al-Hakam en la que murieron numerosos caballeros navarros y con ellos “el mejor caballero de ios madjus" que se llamaba Saltan. Entre los meses de mayo y julio del año 823 (208 de la hégira), un nuevo ataque dirigido por Abd el-Kerim descendió por una garganta llamada Guerniq o Djernik, "detrás de la cual había una llanura donde tenía el enemigo sus almacenes y provisio­ nes: y cayeron las gentes del ejército sobre aquellos llanos y los tomaron, y en cuanto a las provisiones de aquellos almacenes se apoderaron de ellas... y salieron los musli­ mes gananciosos y triunfantes". En algún

textos se añade que Abd eUKerim envió "...sus falanges hasta la mar". Dos años después, en agosto de 825, una nueva aceifa o ataque musulmán ter­ minó con una violenta batalla que se desarro­ CABE PENSAR qwe lló al pie de una los ]ugares donde montaña que el se pudieron cronista deno­ instalar fueron mina Djabal alBaioncí, Urdciibai Madjus, es decir (Busturidldeci) y tcil "la montaña de los madjus", vez también en lo terminando con DESEMBOCADURA la derrota de los DEL BIDASOA cristianos. Las crónicas cordo­ besas conceden importancia a esta cam­ paña denominándola "la expedición de la victoria" (ghazwatal-fath). Si suponemos que la montaña de los madjus y Guerniq o Djernik se referían a alguna de las pequeñas aldeas de la llana­ da alavesa como Gereñu o la Gernika ala­ vesa que tuve ocasión de explorar cerca de Vitoria-Gasteiz, no es esperable que hubie­ ra almacenes que saquear triunfantemen-

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LOS INVASORES DEL NORTE Los vikingos surgieron de las brumas del norte en el siglo VIII. Un erudito de la época escribió sobre ellos: 'Nunca antes conoció Bretaña tal terro r como el que sufrimos ahora por una raza pagana*. Fueron grandes marinos, comerciantes y guerreros que saquearon y tomaron ciudades por asalto, aunque también atravesaron el Atlántico y descubrieron Islandla, Groenlandia

Cronología de la era vikinga 793 Un grupo de saqueadores ataca Lindisfarne, en Inglaterra; el prim er asalto vikingo conocido.

Los guerreros vikingos

Característico casco vikingo de hierro con protección para los ojos

Fueron guerreros feroces, muy bien equipados, entrenados y organizados. En su época, pocas veces fueron vencidos

8 4 5 ---------------------Carlos el Calvo, rey de Francia, ofrece plata a una flo ta asaltante danesa para que no ataque París. 8 5 9 -8 6 2 ------------La flo ta de Hastein y Björn Ironside ataca las costas de Francia, España, África del norte e Italia. 860 Vikingos suecos atacan Constantinopla. 865 El «Gran Ejército», una horda de vikingos daneses invade Inglaterra.

,7*TM

Sobre 982 E rikel Rojo descubre la isla de Groenlandia. 1.000 Lelf Eriksson deesembarca en Vlnland, Norteamérica. Sobre 1.100 Suecia se convierte al cristianism o. Todas las tierras vikingas son cristianas y se relacionan con sus países vecinos. La época vikinga lia terminado.

GRÁFICO: F ER N A N D O G. BAPTIST

El alfabeto vikingo se conocía con el nombre de 'futhark' por los seis primeros caracteres rúnicos (letras) F

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Mascarón de proa desmontable

LAS NAVES El drakkar fue la m ejor embarcación de su época por su ligereza y flexibilidad Los remos los usaban cuando el viento soplaba en dirección contraria

¿Cómo construían sus naves? Se coloca la quilla, una pieza de roble, resistente y larga. Se le unen dos piezas curvas para la proa y la popa

Los tablones se unen sobrepuestos (tingladillo) con clavos de hierro

Se colocan las cuadernas y los travesaños. Las planchas se atan o clavan en ellos

Se cortan planchas largas y finas, que se ensamblan form ando el casco

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Se entarim a la cubierta, dejando algunas planchas sin clavar

Los escu dos se s u je ta b a n en ios la te ra le s

T rav esaños C u ade rnas

Tipos de barcos Pequeñas barcas Pesqueras para el comercio comarcal

'KnCrr', embarcaciones de carga, anchas y lentas. Navegaban principalmente a vela

'D rekkar' (cabeza de dragón en nórdico, de donde procede la palabra drakkar), barcos largos y veloces, de poco calado, con los que recorrían grandes distancias ■ '

V ela re c ta n g u la r


te ni que la campaña recibiera ningún cali­ ficativo de victorioso. Las aldeas alavesas o cualquier otra población del país no tenían entidad ni ningún tipo de riqueza que pudiera interesar al emirato de Córdoba, en cambio una factoría vikinga situada cerca de la Gernika vizcaína, a orillas de la ría de Mundaka-Gernika sí podía tener interés para las expediciones musulmanas y ser considerada como una LAS victoria impor­ CO IN CID EN CIA S tante. entre ]aun En mi opi­ nión la monta­ Zuria-cu]ebro y ña de los mad­ Óldfr "el B lanco”jus, que algunos ív a rr "el Culebro" autores tradu­ SON OBVIAS cen como “ la montaña de los adoradores del fuego", podría referirse a alguno de los montes bocineros donde, en la Edad. Media vizcaína, se encendían hogueras y se hacían sonar las bocinas para llamar a la Asamblea o Batzarra que se celebraba precisamente bajo el árbol de Gernika. El monte bocinero más próximo es el Sollube, situado justamente sobre la localidad de Busturia, a poca distancia de Gernika.

Idun Zurid y Óláfr inn bvíti (Olcífr "el blanco")

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La leyenda del primer señor mítico de Bizkaia todavía pervive en Busturia, seña­ lando algunos que Jaun Zuria vivió y murió en el lugar denominado Torrezarreta. Una de las versiones más antiguas de la leyenda la recoge Lope García de Salazar, el siglo XV, y cuenta como la hija del rey de Escocia llegó a Mundaka, quedó preñada por un diablo que llaman "cule­ bro" y parió un hijo al que llamaron Don Zurián (Don Blanco). El hijo del rey de

León atacó el señorío llegando hasta Bakio. Los vizcaínos eligieron como capi­ tán al nieto del rey escocés que derrotó al ejército leonés en Arrígorriaga, siendo pos­ teriormente elegido Señor de Bizkaia con el nombre de jaun Zuria (Señor Blanco). Dos de los reyes vikingos que gobier­ nan Dublín entre los años 850 y 873, son el danés ívarr inn beinlausi y el noruego Óláfr inn hvíti cuyos nombres traducidos quieren decir ívarr "el Culebro" {beinlausi significa "sin huesos", "sin piernas" o “sin patas") y Óláfr "el Blanco". Parece que Ó láfr inn hvíti recibe su calificativo de "blanco" por haberse convertido al cristia­ nismo mientras que ívarr inn beinlausi, ívarr "el Culebro", fue pagano y acérrimo enemigo de los cristianos: rex paganissimus le denominan las fuentes inglesas. Se sabe con seguridad que este último asoló las costas de la Península Ibérica entre 859 y 860. Las coincidencias entre Jaun Zuriaculebro y Ó láfr “el Blanco"-ívarr "el Culebro" son obvias y podrí­ an deberse a la instala­ ción de algunas factorí­ as de ambos reye­ zuelos vikingos en la costa vasca


La Piedra de Jelling ^ es el testimonio en p ie d r a más importante ^ de la era vii<inga H e n toda Bscandinavia. ^ Fue erigida por el rey Harold Diente Azul en Jutlandia, Dinamarca, cuando se convirtió al cristianismo, y lo hizo en honor a sus padres. La Piedra tiene forma piramidal y es de granito rojizo. Uno de sus lados está cubierto de runas y habla de la memoria de lospadresdelHaroldy de su gloria como rey de toda Dinamarca. Los otros dos lados contienen ilustraciones, uno con una serpiente que se enrosca sobre el cuerpo de una gran bestia,y una pequeña inscripción rúnica que añade: y Noruega..., territorio nórdico que fuera conquistado por el rey l-larold. La tercera cara de la piedra contiene la imagen más antigua que de un Cristo se conserva en Escandinavia, acompañado de otra inscripción en la base que dice: e hizo cristiano ai danés, en clara referencia a la conversión al cristianismo de Harold, acaecida hacia el año 960. En esta reproducción de la piedra se ha intentado aJivinar la pigmentación original que cubría las figuras esculpidas en ella.


Reconstrucción de una casa del fuerte de Trelleborg, en la isla de Selandia. Estaba fabricada a base de tablones rectos hincados directamente sobre la tierra. La cubierta se sostenía mediante postes y presentaba un tejado realizado con tablas en forma de ripias sobrepuestas.

como base de operaciones y reaprovisio­ namiento de las oleadas de ataques que se producen a partir del 844 y del 858 contra la Península Ibérica.

Un rescate de 90.000 monedeas de oro

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Los secuestros eran una de las prácticas usuales de los vikingos, por los que obte­ nían suculentos rescates, generalmente en monedas, joyas y otros objetos preciosos. Uno de estos secuestros, del que sólo tenemos información por las crónicas ára­ bes, tiene por protagonista al rey navarro

García Iñiguez y ocurre en la oleada de ataques que asolan la Península Ibérica entre el 858 y el 861. Un historiadorárabe Nowairi lo descri­ be con estas palabras: “...los madjus fueron a la ciudad de Pamplona y allí cogieron prisionero al franco García, señor de esta ciudad, que pagó por su rescate noventa m il dinares". Otro historiador, Ibn-Jaldun, discrepa en el rescate que lo cifra en setenta mil dinares. “Al-Muqtabis" lo rela­ ta como ocurrido el 859 (245 de la hégira), señalando que "...hicieron algaras con­ tra los baskunis, matando a muchos y haciendo prisionero a su emir Garsiya ibn Wannaqo. El rescate se fijó en 70.000


[piezas de oro]. Por diferirse el pago del rescate, quedaron en rehenes sus hijos, y a él lo sol­ taron". La información sobre este suceso se completa en los "Anales de Ibn-Hayyán" en la que se cita al renegado Sarabánki (Sadund Ibn-Fath) diciendo, entre otras cosas, “...bajo el reinado de Mohammed, los madjus que des­ embarcaron en la costa occidental de España lo hicieron prisionero y lo rescató un mercader judío cre­ yendo hacer un bonito negocio. Sarabánki pagó algún tiempo a su acreedor el interés de la suma que había adelantado por él; pero más tarde se fugó y olvidando el préstamo del judío, le hizo perder su dinero". Como vemos, sumando la información que nos ha llegado de diferentes fuentes, podemos rehacer la novelesca historia del secuestro del rey navarro que deja a sus hijos de rehenes y consigue las 90.000 o 70.000 monedas de un mercader judío que al final pierde su dinero. La base l A BASE logística logística desde desde lo que se la que se pudo pudo llevar a cabo llevar a cabo un un secuestro secuestro largo Icirgo y complicado y complicado como éste, tuvo como éste, tuvo que estar nece­ que estar sariamente en necesariam ente la costa vasca. en la COSTA Probablemente VASCA estaría en Urdaibai, en Altamira o Mundaka donde las crónicas medie­ vales sitúan estos relatos legendarios, aun­ que no habría que descartar la desembo­ cadura del Bidasoa, donde estuvo el puer­ to romano de Oiasso que, según Estrabón, estaba comunicado con Pamplona me­ diante una calzada.

Antiguos sellos municipales de Donostia, Biarritzy Bermeo.

Mercenarios normandos En los siglos XI y XII convertidos al cristia­ nismo y dueños de amplios territorios, como Normandía, les vemos aparecer con el nombre de nomiandos en lugares tan distantes como Bizancio,Antioquía o Sicilia. En la Península Ibérica las tropas norman­ das participan como mercenarios, apoyan­ do a los reyes cristianos, en conquistas de ciudades como Barbastro, Zaragoza o Tudela. Estos normandos, herederos direc­ tos de los vikingos, actúan con la crueldad y contundencia de sus antepasados, descri­ biéndonos las crónicas cómo, en la primera de esas ciudades, degüellan a todos los sol­ dados que se habían rendido y a una gran parte de la población, llevándose al resto como esclavos.

La herencia nórd\ca en la Bizkaia nuclear Al margen de algunos pocos topónimos en la desembocadura de la ría de

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Mundaka-Gernika y algunos relatos legen­ darios de los primeros señores de Bizkaia, la huella de los vikingos puede encontrar­ se en la organización política de Bizkaia y en la construcción y terminología naval El señorío de Bizkaia era originalmente independiente, siendo gobernado por un Señor elegido por los hombres TODOS LOS libres del terri­ estudios sobre Id torio. El título, arquitectura con el paso de naval can táb rica los años, se con­ virtió en here­ en la Edad Media ditario y, tras la nos confirm an su invasión caste­ relación con las llana de 1175 y EM BARCACIONES la incorporación NÓRDICAS a este reino en 1179, acaba acumulado a los del rey de Castilla. El gobierno del territorio se ha realiza­ do por las Juntas Generales, que reunían un representante de cada localidad, deci­ diendo libre y democráticamente los asun­ tos de Bizkaia. En mi opinión esta organi­ zación democrática, en clara oposición con las sociedades feudales de su entorno, el modo de convocar la Asamblea o Batzarra en la ciudad santa de Gernika encendiendo hogueras en los montes y tocando la boci­ na en los llamados “montes bocineros", las asambleas vecinales para elegir represen­ tantes y otras características, pueden tener una clara influen­ cia nórdica.

Todos los estudios sobre la arquitec­ tura naval cantábrica en la Edad Media nos confirman su relación con las embar­ caciones nórdicas, los barcos tenían un perfil sim étrico, es decir, la popa y la proa eran iguales: su casco de sección en uve y el bastidor formado por finas cuadernas con forro a tingladillo, o sea, con las tablas solapadas, con los bordes super­ puestos. Estas embarcaciones las encon­ tramos representadas en los sellos de los municipios costeros de los siglos X lll y XIV, como son los casos de Donostia, Bermeo o Biarritz. Asimismo la semejan­ za entre alguno de los navios vikingos rescatados en el fiòrdo de Roskilde y las chalupas utilizadas por nuestros pesca­ dores desde la Edad Media hasta princi­ pios del siglo XX son evidentes. También un buen número de vocablos de carácter náutico utilizados por nuestros pescadores son de origen nórdico. A modo de ejemplo, algunos utilizados en Bermeo son los siguientes: ■ Estríborrá (estribor) compuesto por “styr" y “board" o sea "costado dere­ cho". ■ Baborrá (babor) de “bak” y "boord", "costado izquierdo". ■ Tolétie (tolete) del islandés ''thoU" o inglés "thole". ■ Lemié (timón) de “loodsman". "piloto". ■ Erlfrigie (reliriga) del neerlandés “ra" "verga” y "lijk" "relinga": cabo con que se refuerzan las orillas de las velas. ■ Eskotá (escota) del neerlandés "schoot": cabo que sirve para cazar las velas. ■ Baríngek del sueco ’Vranger”: costado de un buque. ■ Baláridríe (balandra), procede de “bylander", de "by": "cerca" y “land": "tierra” {en neerlandés "bijlander"). Estas embarcaciones, en sus trayectos, jam ás perdían de vista la costa.

Mascarón de proa tallado en madera con la imagen de unan bestia. Se usaba para asustar al enemigo.


Chalupa vasca de principios del siglo XX (ilustración de íñaki Barrenetxea) (Urkidi; Apraiz: "La construcción naval en Bermeo". Bermeo 1. 153-201)

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Una de las naves vildngas rescatadas en el fiordo de Rosldlde (SIculdelev 1) (Damgard-Sorensen 2002,271).


Uno de los barcos de piedra del gran cementerio de Lindholm Heje en Jutlandia, Dinamarca. Sólo los más poderosos podían permitirse un barco de verdad para que trasladara sus restos mortales al otro mundo. El resto dejefes y guerreros hacían marcar sus tumbas mediante piedras hincadas formando un barco imaginario.

¿Donde los encontrarícimos?

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Es curioso que. a pesar de la intensidad y gravedad de los ataques vikingos a la Península Ibérica, no se conoce ningún yacim iento arqueológi­ co ni ha aparecido ningún objeto de esta procedencia, a excepción de un objeto descontextualizado que se conserva en la colegiata de san Isidoro de León. Se trata de una pieza, fabricada con asta de ciervo, de 44 mm de altura, que por su decoración puede haber sido fabricada a finales del siglo X o principios del siglo XL Si la hipótesis que planteamos de la ins­ talación de alguna

factoría en la retaguardia, en la costa vasca, fuera cierta, y si las constnjcciones de madera y las prácticas de incineración de cadáveres nos hubieran dejado algún rastro, cabría plantear la posibilidad de encontrar sus vestigios en Baiona, posible­ mente en el subsuelo de la catedral y aledaños, en Txingudi y, más probablemente en Urdaibai, acaso en Mundaka o en Busturia. Concretamente he­ mos centrado nuestras investigaciones en Altamira de Busturia y con la ayuda de Eusko Ikaskuntza, hemos reali­ zado un estudio mediante sísmica de Pendiente de plata de una mujer vildnga que representa a una valquiria.


Monte SoUube desde ta ría de Urdaibai.

refracción. Para ello se crea una onda de compresión que atraviesa el subsuelo de la zona estudiada y se recoge en una serie de sensores o geófonos alineados en la super­ ficie del terreno. Así obtenemos una espe­ cie de foto del subsuelo en la que podemos diferenciar sedimentos, rocas y otros materiales según su densidad y espesor. El estudio se ha realizado en el gran meandro que forma el río Mape, entre la ladera sobre la que se asienta el barrio de Altamira de Busturia.Torrezarreta y la can­ tera de Atxurkulu. El resultado ha sido el descubrimiento de una especie de gran dolina o poza de unos 260 m de largo por 125 m de ancho y una profundidad de más de 7 m, rellena actualmente de sedimen­ tos. Una especie de canal de unos 4 m de profundidad la comunica con el cauce de la ría de Mundaka-Gemika atravesando el barrio de San Cristóbal. Cabe pensar que, antes de la colmatación de este gran espa­

cio con sedimentos estaría llena de agua formando una especie de ensenada cuyas riberas serían precisamente Altamira por el norte y Torrezarreta por el suroeste. Siendo así, ¿Dónde, si no, deberíamos buscar los rastros de los vikingos entre nosotros? ANTDN ERKOREKA Profesar de la UI^V-EHU

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« E R K O R E K A , A . (1995). Los vikingos en Euskal IHenia. Bilbao. « E R K O R E K A , A .; A L M A Z A N , V.; M O R A L E S , E.; G O N Z A L E Z C A M P O , M .; L A R S E N , A -C H .; K O N K O L E W S K Y , D . (2004). Vikingem e pá Den Iberiske Halva. Copenhage. Ed. cast.. Los vikingos en la Península Ibérica. « F IT Z H U G H , W .W . ; W A R D , E.L (Ed) (2000). Vikings. The N orth A llanlic Saga. Washington.

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Probablemente nadie había jam ás escuchado hablar de algo que hubiese despertado tantas expectativas. E s m ás, tampoco '■'faftfen n ciencia cierta hasta % u é punto l* r a importante aquello que estaba provocando una auténtica Dnvulslón el bsnorio de Bizkaia y especialmente en aquel pequeño pero inquieto pueblo de Luiaondo.

Imagen nocturna del monumento.


Antigua señalftica con el escudo de Bizkaia y que rememora la estrecha unión de este pueblo, hoy alavés, con aquella provincia.

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I ercano estaba ya el final de julio, en la plenitud del verano, en la mejor época para olvidarse de los habituales barrizales y las nieblas húmedas que se acomodaban, impávidas, en aquel alargado y umbrío valle y que tan inhóspi­ to lo hacían. ¿Pero qué sucedía para que en aquellas sosegadas noches de julio de 1591 la gente, excitada, no consiguiese pegar ojo? Meses antes se había recibido en el Señorío la comunicación de que el Juez Mayor de Valladolid, la máxima autoridad de entre los magistrados, se preparaba para visitar Bizkaia motivado por la necesidad de realizar una Inspección ocular ya que. a( parecer, debía resolver personalmente un muy importante pleito. Fue tal la expectación creada que el Señorío decidió echar la casa por la venta­ na para organizar unas fiestas de bienverwda como nunca antes se habían visto. Dicen los que lo contaron que a Bilbao acudieron auténticas muchedumbres de Bizkaia. Araba, Cipuzkoa y "...aún de Navarra, merindades de Castilla y la Montaña..." para presenciar aquella villa engalanada hasta la petulancia y cargada de torneos y fiestas de toros. No faltaron pasteleros, sastres o algún que otro polvo­ rista flamenco entre los más variopintos buscavidas que hasta allí acudieron incita­ dos por lo que se oía sobre lo extraordina­ rio del acontecimiento. Tampoco faltaron las heladas limona­ das elaboradas con nieve de Corbeia, toda

una demostración de bienestar por tomarse en pleno estío y de una respon­ sabilidad tal que se dejó en manos de un distinguido, un tal Ortuño de Altzibar, de Zeanuri. Se expidió invitación por esaito a los caballeros vizcaínos más relevantes del momento: entre otros muchos, nos llama la atención un tal "don Juan de Luyaondo". Pero lo que nos ha traído hasta estas curiosas anotaciones recogidas en el bil­ baíno diario El Noticiero de 15 de junio de 1879 y en el que se daba cuenta de los festejos celebrados prácticamente tres siglos atrás, no son los espectáculos y jo l­ gorio en sí sino el dar fe del valor que como símbolo fronterizo del Señorío de Bizkaia tenía adquirido el pueblo, hoy ala­ vés, de Luiaondo, y más conaetam ente, su celebrado Árbol Malato. Así, y volviendo de nuevo al relato de aquella histórica visita, no sabiendo cómo contentar a aquel juez especial que para los asuntos" de Bizkaia .existía en la Chancillería de Valladolid. no sabiendo cómo agasajarle con los m adres honores y boato, "...fueron -continúa la referenciaa recibir al señor Juez más allá de Orduña dos diputados, dos letrados, dos síndicos generales, los escribanos de juntas y los procuradores de las cabezas de tercio. Durante todo el trayecto de Orduña a Bilbao se establecieron arcabuceros provis­ tos de arcabuz, pólvora y cuerda o mecha para hacer salvas y, en torno "de do estuvo el árbol Malato", en Luyando, se apostó


doble rtómero de arcabuces para extremar allí tas.salvas". El estruendo dd)ló inmovilizar cada alma de aquel'expectante pueblo que, apostado, esperaba con ansia la llegada de aquello que tan espectacular se había pro­ metido y que había pasado a convertirse en d casi único tema de conversación durante las últimas semanas. Por fin estaba allí... llegaba a Bizkaia.

€1 Árbol Mcilato, s^b o lo de frontera No sabemos a ciencia cierta desde cuándo era considerado el Árbol Malato de Luiaondo como el más celebre, simbólico y renombrado hito fronterizo de Bizkaia. La e>^licación más recurrida y que más retrocede en el tiempo es la de la legenda-

ria batalla de Padura. en la cual se cuenta cómo, tras haber vencido los vizcaínos al ejército compuesto por asturianos y leone­ ses, persiguieron a éstos en su fuga hasta el . árbol Malato de Luiaondo, árbol que, desde aquel mismo instante, pasaría a ser la muga más reconocida de Bizkaia. Pero dejemos a un lado los detalles de una batalla sobre ta que tendremos oca" . sión de volver rrtós tarde. La historiografía legendaria, más basa­ da en sucesos maravillosos que históricos o verdaderos, hace concurrir en un momento concreto varios elementos: la batalla de Padura, el origen del Señorío de Bizkaia, la aceptación del cargo por parte ir del primer Señor de Bizkaia, Jaun Zuria, y cómo no, la aparición del Árbol Malato a modo de un indiscutible símbolo de lim i­ tación territorial Desde entonces y hasta nuestros días, no hay duda de que dicho

:t r r Imagen del pueblo de Luiaondo.

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elemento se ha convertido en el icono que más proyección ha dado a Luiaondo, resis­ tiendo como ningún otro todos los envites del tiempo. Aparte de la cita en la batalla de Padura, (a otra gran referencia que la histo­ ria hace del árbol en cuestión, es la que se constata en el Fuero de Bizkaia. El Fuero parece tener su origen en una serie de sistemas de ordenamiento y con­ vivencia y que, sim ilar a lo que sucedía en otros lugares, se basaba en unas costum­ bres asumidas por la comunidad y qqe venían aplicándose desde tiempos atrás. Dichas normas no fueron recopiladas por escrito hasta 1342, en una especie de esbozo que luego daría lugar, tras las ampliaciones y desarrollos correspondien­ tes, al llamado Fuero Viejo de Bizkaia, redactado en 1452. Es ahí donde se cita, en su ley quinta, la obligatoriedad a defender con las armas el territorio que tenían todos los vizcaínos, obligación que finalizaba en el Árbol Malato. A partir de ahí, irían a gue­ rrear con un pago por su servicio, como

simples asalariados, pero no sin compensaciór^ económica, tal y como debían hacer dentro del territorio vizcaíno. Es la misma disposición del Fuero la que más explícita­ mente detalla tales aspectos: "Que habían per fuero y ley, que los caballeros-escuderos, hombres hijosdalgo del dicho condado y Señorío, así de la tie­ rra llana como de las villas y dudad de él y sus adherentes, siempre usaron y acos­ tumbraron a ir cada cuando que el Señor de Bizkaia los llamase, sin sueldo alguno, por cosas que a su servicio (os mandase llaman pero esto hasta el Árbol Malato que es en Lujaondo. "Pero si el Señor, con su señoría, les mandase ir allende del dicho lugar, su Señoría les debe mandar pagar el sueldo de dos meses si hubiera de ir aquende los puertos: y para allende los puertos, de tres meses. Y así dando el dicho sueldo ende que los dichos caballeros, escuderos, hijos­ dalgo usaron y acostumbraron ir con su Señoría a su servido, doquiera que les mandasen. Pero no se les dando el dicho sueldo, en dicho lugar, nunca usaron ni acostumbraron pasar del dicho Árbol Malato. Y que la dicha exención y libertad así se les fue siempre guardada por los Señores de Bizkaia". Está'tíisposidón del Fuero ha hecho correr ríos' de tinta , aunque, en la mayoría de los casos, acompañando a una carga de idealismo tal que prácticam ente' ha desfigurado la realidad. Ésta, como siempre sucede, es menos-,fabulc«a qwe k) que. las apariencias nos tnuestran. En realidad^sucede que en torno al 12Q0 se producen en Europ3^-una serie de cambios sociales, econó­ micos y estructurales.-És­ tos se reflejíip en muchos aspectos de la vida y, entre ellos, en la codificación que^


de los desperdigados^ derechos feudales existerítes se hace, como decimos, en toda Europa. No impermeable a dichas corrien­ tes, también esa tendencia general afecta a nuestro ordenamiento legal. De ahí la redacción del Fuero Viejo.

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¿Tué el Árbol Mcilcrto? :y

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A l igual que sucede con el Fuero, también la existencia del famoso ¡cono de Luiaondo responde a unas razones más pragmáticas que las que nos han llegado durante siglos a través de las fantasiosas explicaciones. , La interpretación más coherente para aclarar la existencia del Árbol Malato es que durante la Edad Media, por simple sub­ ordinación, los aristócratas y nobles acom­ pañaban a los reyes o señores de rango superior en las diferentes aventuras m ilita­ res que aquellos planteasen, aceptando la

misión con la más absoluta obediencia y sin llegar jamás a ponerla en tela de juicio. Pero con el paso de los siglos, la noble­ za va paulatinamente alcanzando cotas más altas de poder y, cada vez asume con más incomodidad el tener que obedecer a los caprichos del Señor, que a partir de las últimas décadas del siglo XIV será el rey de Castilla. Un mandatario que en infinidad de ocasiones les aboca, gratuitamente, a auténticos desastres económicos y huma­ nos. Son éstos urws peajes que la pujante nueva nobleza no está dispuesta ya a asu­ mir. Es más, es tal el poderío que ha alcan­ zado que llega a desafiar el orden estableci­ do y a negarse a un vasallaje incondicionaL Ante la nueva relación de fuerzas, son pactadas las obligaciones militares con los reyes, señores, etc., así como las condicio­ nes de las mismas. De hecho, lo que anteriormente hemos visto en el Fuero, no es sino un contrato por

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Documento dei acuerdo de las Juntas Generales de Bizkaia. en el que se acuerda la realización de un monumento que rememore et Arbol Malato. Año 1603.

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jr servicios militares, con todos los aspectos económicos claramente especificados. Es éste y no otro el origen del Árbol Malato: una limitación en lo geográfico, una referencia nítida para acotar hasta dónde correspondía el servicio por subor­ dinación y a partir de qué punto comenza­ ban aquellos encaprichamientos del Señor y cuyas funestas consecuencias no se esta­ ba dispuesto a asumir. No a( menos gratui­ tamente.

El monumento

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Refiere Iturriza al hablar del Árbol Malato que "...después que por su antigüedad se secó, se colocó en sus raíces una cruz de piedra, costeada por el Señorío, el año 1730, para perpetuar su memoria". Pero, insistentemente, una vez más, la realidad se nos muestra laberíntica. Por ello, si pretendiéramos ubicar en el tiempo la existencia del famoso hito, nos percataríamos de que en el momento de la redacción del Fuero Viejo de Bizkaia, en el año 1452, se certifica claramente la pre­ sencia física del árbol. Podemos además suponer que, por el simbolismo que se le otorga, sería para aquel entonces un ejem­ plar de cierta envergadura y edad. Siglo y medio después, más concreta­ mente en 1603, sabemos que llevaba un largo período desaparecido ya que se expresa la preocupación de que su recuer­ do pudiera perderse. Sabemos este últim o dato por el acuerdo tomado en las Juntas Generales del Señorío celebradas en mayo de dicho año. El acta dice así: "Otrossi, atento que el árbol malato que dispone el Fuero de este Señorío, por el trascurso del tiempo se havía perdido y es necesario se buelva en poner en el propio lugar donde antes solía estar y lo dispone el dicho Fuero, se acordó y mandó quel dicho señor Hortuño de Algaybar y Francisco de

Urqui^a bayan al valle y Tlen^ de Ayala y aga poner el dicho arbot con una cmz de piedra con su letrero en que se declara que es el «ícho árbol, y cerca dello agan si fuere necessario las"*diligendas necessarias, que para ello les dio poder en forma". Pero todo parece sugerir que dicha resolución no se llevó a cabo ya que, en un nuevo acuerdo de 14 de junio de 1609, seis años después, se insiste en la necesidad de peipetuar la memoria del glorioso áito l: "Así mismo propuso el dicho síndico que si estubiere hecho algún decreto en razón del árbol malato, se guarde y cunpla; y si no hubiere, que al alcalde que es o fuere de la ciudad de Hurduña, se le come-, te para que plante un árbol en el puesto donde antes solía estar, para que se sepa donde hes el dicho lugar del dicho árbol malato, para en conservación de las fran­ quezas y libertades deste dicho Señorío, y que se bea el decreto que se hizo sobre ello en tiempo del licenciado V illa b e ta :y Montoya, corregidor, y el dicho alcalde cunpla como en él se contiene, y aga el dicho alcalde poner en dicho sitio una auz de piedra con su letrero que diga: aquy es el sitio del árbol malato". Desconocemos si este segundo acuer­ do fue ejecutado y se arruinó posterior­ mente o, lo más probable, que nunca se cumpliese. Decimos esto a tenor de lo recogido en el nuevo acuerdo de las Juntas Generales celebradas en Bilbao en 4 de noviembre de 1723 y que insiste, una vez más, en la necesidad de eternizar el recuerdo del "Arbol Malato quees en el lugar de Luyaondo". Dice así: "...en decreto de Regimiento General de diez y siette de Junio año de mili seiscien­ tos y nuebe para que no perdiese la memo­ ria de la sittuacion que ttubo y se conser­ vase la zittada franqueza y exención, se acordó que se plantase otro Arbol en el sitio antiguo y se pusiese una Cnjz de Piedra con letrero que dijese: Aqui es el sitio del Arbol Malato. Lo cual parece no haverse executa-


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do por omision de la persona a quien se comendo, por tanto Decrettaron y Mandaron sus Señorías queel Señor Sindico General, Don Juan Joseph de Aranguren y Sobrado haga cumplir y que se cumpla el referido Decreto fixando la Cruz de Piedra con la referida inscripción y lettrero y plan­ tando el árbol en el propio sittio antiguo baliendose para ello de tos medios y perso­ nas que fuesen ¿designados?".

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Aún así, hasta el año 1730 no se puso por fin el monumento. Casi tres siglos des­ pués de su instalación, recordamos aquella fecha al leer la inscripción que observa­ mos en el pétreo monumento.: "Este es el sitio donde estaba el memo­ rable Árbol de Malato, de que hablan las . historias y la Ley quinta del Título primero del Fuero del Muy Noble y Leal Señorío de Vizcaya. Año 1730."


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' rr^nte extraída de,^|B^ gínteras de Laudio, De sobre si se W n p líí la parta antafio jftrrtósas por \» extraordinaria ca ll-_ ' í*«®’ acuerdo que ordenaba también ptenta( un dad sus m aterfáles^^ en apariencia ^ árbol no sabemos nada pero es protílible bastante m ás m 9dern^ que no se IjevaSj^a cabo. 5 Nb sabeff^s nada¡al respecto* pero la El monamlrnto que^'-hoy disfrutamos oiral reco^k^en Luiaondo nos consiste e ri urta base piedra cuadrada tradición ^ciral en la que. erados de sus caffcsy a ren g ló iy^ ’habla ile que la ^Ipít^superlor se cayjípy.. corrido/Se encuentra grabado r texto más romp^ ep. ateún vendaval y jqtte p ^ e jlo arriba citado. El material parece sér roca fue imperada V ^ ^ r n ie n t e ,, eso" í ¿orí caliza de la zona de Ayala,^anda y í^ue- »m ejo rm ateriaL * " bradiza/pof lo que su estado de conserval^ alrnente se comenta quejélicho ción no es del todo óptimo. " 7, monumento estuvo en otra ubicfl^Ón.jusSobre díCha base se levanta la de-^ tamente en el lido opuesto d f la carretera piedra, elaborada en mejor roca-probablerayante ya q ^ .e l primitives camino^f^g^

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pasaba, al parecer, entre las actuales carre­ tera interior y circunvalación del pueblo. Pero no todo han sido glorias para el famoso monumento. Prácticamente hasta hace dos décadas, se encontraba en un total estado de abandono, entre zarzas y descuidado. Afortunadamente para todos, alguien debió sufrir viendo el lamentable estado y se acometieron unas mejoras del entorno que han contribuido a dignificar del lugar. Para ello se acondicionaron [os alrededores y se colocó una nueva placa con el siguiente texto explicativo: "Arbol Malato, hoy cruz, ayer libertad recuperada.

Aquí el vasco abandona el arma" y su ver­ sión en euskera: "Malato Zuhaitza, gaur egun gurutzea, antzinean zuhaitza, askatasun berreskuratua. Hemen euskaldunak arma uzten du". También se plantó un retoño del glo­ rioso roble de Gernika aunque, cosas incomprensibles de la vida, fue atacado y destruido -a l parecer por motivos políti­ cos- en una noche de irracionalidad. Hoy otro á ito l cualquiera, sin pedigree para que la intransigencia no se ensañe de nuevo contra él, da sombra y decoro a la cruz conmemorativa.

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El nombre

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El nombre de dicho árbol, malato, ha dado juego para las más variopintas explicacio­ nes. Las más conocidas son las dos que propuso el insigne Antonio de Trueba (1819-1889). Para la primera de ellas la hace derivar de malastu, que él traduce como “lozano". Su segunda hipótesis nos lleva a unos términos diametralmente opuestos al primero; sería a través de malíatu, "macerado", "golpeado". Esta ha sido la etimología que más se ha divulga­ do, probablemente motivada por aquel gesto de clavar las armas en el árbol que tas leyendas nos han acercado.

Por nuestra parte preferimos pensar en el térm ino , "malato", tom o "leproso". Recordemos qüe'de la m ism a,raíz surgen los italianos ma/ato "eníermo” o,, por ejeniplo, malade "enfermedad" en francés. A fevor de dicl^^ hipótesis tendríamos la ■otra denomirwción con la que Lope G^cía 'A lazar designa el célebre árbol en el si^lo XV; ”árbol gaf¿'. Con el término "gafo" se denominaban a aquellas personas que por enfermedad degenerativa, sólfan tener encorvados, en permanente contracción, los dedos de la mano. Era üna de las conse­ cuencias más palpables de la lepra. Podría, así, sin más, hacer rfeferencia a la disposición o forma del árbfol y sus camas.

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aunque est% vía daría perfecta cabida a cualquier otro planteamiento. A pesar de^ue todo parece indicarnos que ésa debe ser La vía. etimológica a seguir, no hemos de percTer de vista, sin em^rgOiv que a lo largo de la geografía vasca ewsten varios topónimos corno Malatua, j Malatuag^ o Malatu y que nos oblig?rían a buscar en otros iéspacios idiomáticos.

Nosta\0as del Árbol Malcito ■%

Tras derrota sufrida en las Guerras Carlistas y corwla consecuente abolición de los Fueros en 1876, una oleada de pesimis- ■

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rino y nostalgia se instala en el País Vasco. Las referencias a la pérdida de algo que se tenía como pilar estructural de la sociedad vasca y que es arrebatado bruscamente, por la fuerza, son continuas. Ello hace que los Fueros, las libertades vascas y. cómo no. incluso nuestro Árból Malato, queden idea­ lizados como nunca antes lo habían estado. Irrumpen así una serie de escritores, pintores, etc. que intentan acercamos por m^dio de sus obras a la perfección que, al parecer, se había dado hasta la ley de la abolición forai Sin duda la literatura neo-medievalista de Antoniq TnJ^ba. Juan Araquistain o ^ e n te Arana, creó un caldo de cultivo

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Cuadro EL ARBOL MALATO pintado por Mamerto Segui en 1882 en Roma. En él se representa, con gran exaltación del mito, a Jaun Zuria mostrando el Árbol Malato a los soldados supervivientes de la batalla de Padura. Hoy puede visitarse en el Museo de Euslcal Herria. en el palacio Allendesalazarde Gernika.

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perfecto para inspirar, infinidad de obras pictóricas con alusión mítica a los viejos fueros, Jaun Zuria, etc. Este tipo de obras son especialmente abundantes en la déca­ da posterior a 1880. Uno de ellos será el cuadro titulado El árbol malato y que su autor, Mamerto Seguí Arechabala (1862-1908) realizó en 1882 en Roma. El óleo le reportó, además, el segundo premio de la Exposición Provincial del mismo año y que habían organizado conjuntamente la Diputación de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao. En él se representa en grandes dimen­ siones -la imagen supera los dos metros de altura- a Jaun Zuña en el Árbol Malato, tras la batalla de Padura, adoctrinando a sus aguerridos soldados sobre cuál es el punto que deben guardar para siempre en sus memorias. Por ello en el cuadro, por querer exclusivamente realzar el mito, el paisaje parece no tener importancia alguna. Por el contrario, toda nuestra atención es acapa­ rada por la inevitable atracción que nos impone la figura de Jaur\ Zuria, ligeramente elevado sobre las gruesas raíces del recio roble, el árbol sagrado de los vascos. Sobra decir que las armas y vestimen­ tas representadas están lejos de cualquier rigor historicista pero no tiene demasiada importancia ya que el autor busca tan sólo recrear un paisaje de gran carga política, henchido de tanta mitología que hiciese superar la depresión anímica provocada, como hemos dicho, por la pérdida de los Fueros y mantener viva la esperanza de poder recuperarlos algún día. Lo que está fuera de duda es la fuerza del conjunto, de la composición, con una Intensidad expresiva tal que llega a sobre­ coger. Hoy es una de las piezas más seduc­ toras del Museo de Euskal Herria, ubicado en el Palacio Allendesalazar de Gernika y en donde puede disfrutarse en toda su ple­ nitud. También como muestra de idealización ante el legendario origen del Árbol Malato,

existen unos versos de corte épico medie­ val y que dicen: Odoldurik heldu ginian mallatu arbola onetara eta urren datozenak bere alan ikusiko gaitubela "Cubiertos de sangre llegamos a este Árbol Malato, y los que osen a volver nos verán del mismo modo", en clara alusión a la batalla de Padura. No hemos conseguido dar con el autor de dicha poesía si bien sabemos que Juan Gorostiaga la recoge, en su versión roman­ ce, en la obra Épica y lírica vizcaína antigua publicada en 1952. En ella dice que, en las alegaciones que el Padre Henao (16111704) hizo para tratar de resolver si el árbol del escudo de Bizkaia era el roble de Gernika o el de Luiaondo, cita además de las crónicas de Lope García Salazar, una "copla vulgar en Vizcaya y no de muy buen romance" y que refiere así: Llegamos ensangrentados en el árbol donde veis porque nos pinten con armas los venideros después A pesar de la discordancia, no cabe duda de que estamos hablando de la misma poesía.

La bdtdllci de Padura en Arngorriaga Existe una leyenda en Bizkaia que ha sido transmitida a través de los siglos y que sin duda es la más conocida de entre todas las que han surgido en su territorio. Según la misma, en las últimas décadas del siglo IX y en una fecha sin mayor pre­ cisión, hubo una gran batalla en Arrigorriaga y que fue de vital importancia para el nacimiento del Señorío de Bizkaia. • "V -t.

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Al parecer, habiéndose dado ciertas desavenencias y disturbios entre don Zenón -heredero de las tierras de Bizkaiay el rey de Asturias Alfonso el Magno, retu­ vo éste cautivo al primero en Oviedo. Tras varios años de padecimientos, exhausto, falleció don Zenón. Humillados y dolidos los vizcaínos por la pérdida de su caudillo, se sublevaron contra el rey Alfonso. Éste, para f>oner orden en aquella incómoda situación, envió sus ejércitos a Bizkaia, capitaneados nada menos que por su hijo, el príncipe Ordoño. Al campo de batalla salieron los vizcaí­ nos, guiados por un personaje llamado Jaun Zuria y que a la sazón se convertiría en el primer Señor de Bizkaia algo que, como veremos más adelante, choca con la documentación conocida. Vencieron los vizcaínos y persiguieron a los asturianos y leoneses hasta el Árbol Malato de Luiaondo, dejándoseles huir a partir de dicho lugar. Al parecer, fue tan ementa la batalla, tanta la sangre derramada, que las piedras del lugar quedaron totalmente rojas. De ahí que al lugar se le llamase a partir de entonces Anrigorriaga, de harrí ("piedra") y gorri ("roja(s)"), denominación hoy que se corresponde con el conocido municipio vizcaíno. Dice también la tradición que los muchos vizcaínos fallecidos fueron ente­ rrados, a modo de honor, en el mismo campo de batalla. También falleció el prín­ cipe enemigo Ordoño, al que se le resen/ó, por decencia, un enterramiento digno de su categoría. Así fue creado un gran sepul­ cro de piedra, con una hermosa cruz de piedra tallada en su tapa, y que aún puede verse en la entrada de la iglesia parroquial de Sta. M® Magdalena de Arrigorriaga. Los expertos en este tipo de elementos no dudan al datarlo en el siglo XV algo que. como veremos, pone en duda el origen mitológico atribuido.

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A pesar de ello, la creencia de que dicho elemento ha pertenecido al hijo del rey Alfonso, parece constatarse ya desde épocas notablemente antiguas. Así, en la partida bautismal de una criatura abando­ nada en la puerta de la iglesia y fechada a 20 de abril de 1621 se dice que "...se halló una aiatura junto a la puerta principal en el cementerio de la iglesia de La Magdale­ na de Arrigorriaga, sobre la piedra del sepulcro del príncipe de León que está sita junto a la dicha puerta...". Al parecer el sepulcro fue expoliado durante las invasiones napoleónicas de principios del XIX. Lo recoge perfectamen­ te el catalán Mañé y Flaquer en su libro El Oasis (1880); "...El cadáver permaneció Intacto hasta que los franceses' invadieron Vizcaya. Al saber los invasores que aquel era el sepul­ cro de un príncipe, tentados sin duda por la codicia, creyeron hallar alhajas de oro y plata, levantaron la tapa, arrojaron al suelo las cenizas y se llevaron una enorme espa­ da que se conservaba dentro. Cerca de este sepulcro existe un disco de piedra, eviden­ temente muy antiguo, que fue traído de otro punto del mismo valle". Hace referencia a una estela funeraria medieval que aún puede verse junto al sepulcro y que procede de la cercana necrópolis de Finaga. Por su tipología debió ser realizada en el siglo IX o X, es decir, fechas que en esta ocasión sí son más cer­ canas a la mítica confrontación bélica. Retomando de nuevo la leyenda de la batalla de Padura, al parecer, en los momentos más cruentos del enfrenta­ miento, vio Jaun Zuria -e l dirigente de los vizcaínos- cómo atravesaron el campo dos lobos con sendos corderos en sus fauces. Por eso, y por inmortalizar el momento más eminentemente histórico del Señorío, se incorporaron como iconos al escudo de Bizkaia. También existen vagas referencias a un par de cuadros de óleo que existieron en el


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El sepulcro atribuido a( príncipe Ordoño fue destruido por los soldados franceses que esperaban encontrar algún tesoro en su interior.

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Puerta principal de la parroquia de Arrigorríaga. A su lado, protegidos p po r una reja, el supuesto sepulcro del príncipe O rdoñoyla estela funeraria.

salón de sesiones de la casa consistorial de Arrigorriaga y que debieron hacer referen­ cia a la batalla del lugar. Uno de ellos, según nos refieren las noticias que de ello nos han llegado, se encontraba muy dete­ riorado. En el otro había "''una curiosa ins­ cripción" alusiva a los hechos de Jaun Zuria. Pero no sabemos nada más; nadie recuer­ da ya referencia alguna de aquellos cua­ dros. El historiador local Juan José Agirre nos sugiere que debieron perderse en el incendio que arruinó la casa consistorial hace más de medio siglo.

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La noticia de la batalla de Padura nos llega por dos vías. La primera es del conde I Barcelos, escrita en el siglo XIV. La misma leyenda pero con algún aditamento más la

publica posteriormente Lope García Salazar en el siglo XV. Es ésta la segungja constatación de la leyenda y a su vez la más conocida y sobre la que se han creado otras muchas versiones posteriores, eso sí, cada vez con mayor aporte de elementos fantasiosos. Por su belleza e interés reproducimos a continuación la cita de las bienandanzas y fortunas, obra escrita en el período 14711475 por Lope García Salazar. Para facilitar su comprensión se han realizado ciertas adecuaciones lingüísticas, especialmente ortográficas. Djce así: "Siendo este don Zuria hombre esfor­ zado e valiente con su madre allí cavo Mondaca, en edad de XXII años entró un fijo del Rey de León con poderosa gente en Vizcaya, quemando e robando e matando en ella porque se quitaran del señorío de León. E llegó hasta Baquio. E juntados ■y ■

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Estela funeraria medieval junto al supuesto sepulcro del principe. Procede de la cercana necrópolis de Finaga aunque su traslado al lugar actual no es moderno.

todos los vizcaínos en las cinco merindadeS, tañendo las cinco bocinas en las cinco merindades según su costumbre en Cemjca. E habiendo acuerdo de ir pelear con él para lo matar o morir todos allí. E enviáronle decir que querían poner este hecho en el juicio de Dios e de la batalla aplazada a donde él quisiese. E por él les fue respondido que él no aplazana batalla, sino con Rey o con hom­ bre de sangre real y que les quería hacer su guerra como mejor pudiese. E sobre esto acordaron de tomar por mayor e capitán de esta batalla a aquel don Zuria que era nieto del rey de Escocia. E fueron a él sobre ello e halláronlo bien presto para ello. E enviando sus mensajeros, aplazaron batalla para en Padura, cerca de donde es Vilvao. E llamaron a don Sancho Astegis, señor de Durango, que los viniese a ayudar a defen­ der su tierra. E vino de voluntad e juntóse ^

con todos ellos en uno. E habiendo fuerte batalla e mucho porfiada e después de muchos muertos de ambas partes, fueron vencidos los leoneses e muerto aquel hijo del Rey e muchos de los suyos. E murió aquel Sancho Astegis señor de Durango e otros muchos vizcaínos. E siguieron el alcance matando en ellos, que no dejaban ninguno a vida, hasta el árbol de Luyaondo. E porque se tornaron de allí pesándoles, llamaron el árbol gafo. E los leoneses que escapar pudieron, salieron por la peña de Gorobel que es sobre Ayala. E como encima de la sien’a dijeron 'a salvo somos', e por eso la llaman Salvada. E por­ que en Padura fue derramada tanta sangre, llamaron An'igorriag0, que dice en vascuen­ ce peña viciada de sangre, como la llaman ahora". En realidad no existe constancia docu­ mental alguna de aquella batalla de Padura

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por lo que, a pesar de que sí que sabemos que se dieron una serie de rebeliones y levantamientos contra los afanes expansionistas de aquellos nuevos reinos occi­ dentales de Asturias y León, no podemos, por cautela, ubicar la épica batalla fuera del terreno de las leyendas fabulosas. Tampoco tiene lugar en la documenta­ ción histórica el referido Jaun Zuria porque, como sabemos, el primer Señor de Bizkaia constatado es Eneko López. A eüo debemos añadir que, según los estudios realizados parece ser que la leyen­ da de la batalla de Padura se crea en tomo al siglo XIV, casi quinientos años después de los hechos descritos y que, por la cro­ nología de los personajes referidos, debie­ ron suceder en las últim as décadas del IX. Quienes conocen con más profundi­ dad la época medieval, opinan que la leyenda no es sino una invención para explicar la situación política de la Baja Edad Media, marcada por la necesidad de fijar por escrito las relaciones entre el Señor de Bizkaia y el Señorío y los derechos, obli­ gaciones, Impuestos o rentas que a cada uno correspondía. Es decir, surge para dar credi­ bilidad y estabilidad a una

situación que. siendo novedcsa, pretende presentarse como netamente tradicional y perteneciente a la personalidad misma del Señorío. Es, por así decirlo, una voluntad de explicarse a sí mismos su propia identidad. Como una bola de nieve, la leyenda va cargándose de más y más elementos según pasa el tiempo y así se convierte en el mejor oráculo para poder explicar, basándose en una tradición como decimos inexistente, cualquier aspecto referido al Señorío. Esto se produce fundamentalmente a partir de la abolición foral, cuando la leyenda había dejado ya de ser un instru­ mento útil para explicar la situación del momento, y pasa a convertirse en un mecanismo de autodefensa frente a las agresiones del centralismo borbónico. Tal y como sucede en aquella noticia que pre­ sentaba en el puro ambiente romanticis­ mo una visita realizada por el Juez Mayor de Valladolid tres siglos atrás... Inmersos ya como estamos en el siglo XXI, tan sólo nos queda luchar para que esa cruz que encontraremos cada vez que pasemos por Luiaondo, un pueblecillo ayalés entre Laudio y Amurrio, vuelva a con­ vertirse en elemento mítico, no ya para justificar ningún aspecto histórico, sino para gozarlo, ahora que lo conocemos un poco más, con toda la intensidad que se merece. FtUX MUGURUZAHQNTALBAN


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"M undu berri bat bizi behar da, azaldua izan baino lehen' "Un mundo nuevo debe ser vivido antes de ser explicado"

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A V E C E S S U C E D E Q U E U N O SE R E E N C U E N T R A CON S U S O R ÍG E N E S D E L M O D O M ÁS S O R P R E N D E N T E Y EN LO S L U G A R E S MÁS IN S O S P E C H A D O S . E S T O ES P R E C IS A M E N T E LO Q U E LE O C U R R IÓ A L Q U E E S C R IB E E S TA S L ÍN E A S EN E L V E R A N O D E L A Ñ O 2 0 0 0 E N R E N O (N E V A D A ).

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PASADO DE LAUDIO: L O S C U E N T O S V A S C O S DE G O R K A E n e f e c t o , POR A Q U E L L A ÉPOCA M E E N C O N T R A B A YO EN LA B ib l io t e c a d e E s t u d io s V a s c o s D E LA u n i v e r s i d a d D E N E V A D A , C O M P L E T A N D O MI T R A B A JO DE IN V E S T IG A C IÓ N S O B R E LA O B R A D E L E S C R ITO R V A S C O -N O R T E A M E R IC A N O R O B E R T L A X A L T , C U A N D O POR P U R A C A S U A L ID A D MI V IS T A SE F U E A PO SAR EN U N P E Q U E Ñ O V O L U M E N , DE A P E N A S 6 0 P Á G IN A S , T IT U L A D O C u e n t o s v a s c o s : p in c e l a d a s L L O D I A N A S , E S C R IT O POR U N T A L G O R K A Y P U B L IC A D O EN 1 9 6 7 .


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I libro presentaba en su la imagen de la iglesia de ^ Laudio-Llodio e incluía a modo de introducción una breve ofrenda por parte de la Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria, en la que se explica­ ba la colaboración de esta entidad en la publicación de esta obra como “una aportación más a la cultura local" y como un homenaje a título pòstumo a su autor, Jorge Urquijo, "Corka'', quien falle­ ció en 1966, en Areta, a la edad de 71 años. En este carácter de homenaje pòs­ tumo incidían también el prólogo de la obra, a cargo de Ibarrola, en representa­ ción de la cuadrilla “ Los Arlotes", y el apartado "in memoriam", escrito por el editor de la obra. Ángel de Urquijo. hijo de Corka. El libro propiamente dicho consistía en una selección de diversos relatos o "sketches" de Corka centrados en personajes y aspectos peculiares de Laudio y sus alrededores a mediados del siglo XX e incluía fotografías de la época y dibujos que servían para ilustrar algu­ nas de las historias.

En aquella ocasión, y debido a la necesidad de continuar con mi estudio sobre Robert Laxalt, apenas pude realizar una lectura superficial de algunas seccio­ nes de la obra de Corka y pospuse su lec­ tura detallada para tiempos futuros, aun­ que ya desde aquel entonces el volumen de Corka me interesó vivamente por la oportunidad que me brindaba de cono­ cer algo más sobre el pasado de mi pue­ blo, sobre una época de la que yo, como la mayoría de los nacidos en Llodio a par­ tir de mediados de los sesenta, sólo tenía referencias a través de las historias de nuestros mayores. Unos años más tarde, y tras una infructuosa búsqueda por diversas bibliotecas de Euskadi. volví a encontrar el libro de Corka, esta vez, en la Biblioteca de la Casa de Cultura de Vitoria-Casteiz. En esta ocasión, me llamó la atención, sobre todo, la capaci­ portada dad de Corka para retratar una serie de personajes y costumbres que él conside­ raba especialmente representativos de un modo de vida abocado a desaparecer por el empuje de la industrialización a mediados del siglo pasado. De hecho, Cuentos vascos no se caracteriza por su afán de exhaustividad a la hora de retra­ tar el modo de vida de los llodianos de aquella época ya que los 15 relatos que componen la obra se circunscriben casi exclusivamente al medio rural. En este sentido, puede decirse que la obra se sitúa próxima al llamado "mito rural vasco", una imagen literaria bastante extendida desde el romanticismo, a tra­ vés de la cual se idealizaban las formas de vida tradicionales en el País Vasco y se rechazaban los modelos urbanos. Véase, por ejemplo, el siguiente extracto de la obra, perteneciente al relato "Todavía quedan hombres como Benino": "De los paisajes que conocí de niño: de las costumbres que observé mientras la vida no exigió


de mí el sacrificio de tener que dejar mis lares, poco va quedando ya. Con el progreso industrial, nuestros pueblos alaveses, espe­ cialmente los de la zona N. N.-O. de la provincia han ¡do transfor­ mando su fisonomía, y ya no se ven en los montes de nuestras aldeas árboles de v e rd o r

gayo -robles, nogales, castaños y hayas- y sí, en camb¡o, p¡nos y más pinos de color botella. También es difíc¡l contemplar la grac¡osa figura del aldeano pea­ tón -con su chaleco al hombro, abarcas, pipa y paraguas- mar­ chando airoso camino de la feria. Estas estampas -que uno recuer­ da perfectamente- sólo se ven ya en la envoltura de los acreditados dulces vitorianos. Porque nues­ tros queridos “baserris" se han ido amoldando a las circuns­ tancias y no dan un paso a pie. Olvidándose del cla­ sicismo, se hafn meca-

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nizado, cuando no motorizado y -¡cuánto dolor me da decirio!ya no bailan el aurresku, sino el "bailón”. (Alabado sea el Señor)." (p. 46) En Cuentos vascos Corka desempeña el papel de cronista o "pintor" del Llodio tradicional que a través de sus "pincela­ das" Intenta ofrecer un retrato o “mosai­ co" que refleje para la posteridad determi­ nados aspectos de un modo de vida en vías de extinción. Así, Corka centra su atención en las costumbres típicas de la época en escenarios tales como tabernas y mesones, caseríos, ferias de ganado, fies­ tas populares... En particular, Corka mues­ tra su predilección por aquellos habitantes de Laudio y de sus alrededores que él con­ sidera como particularmente genuinos o "castizos". Se trata de personas reales, que seguro que permanecen en la memoria de un buen número de laudiarras: José Manu (carpintero), Seledón ("baserritarra" de Goikoetxe), Juanchu ("baserritarra" de Iturrialde), José Arbaizagoitia "Sagarmínaga" (ganadero), Benito Coya (trans­ portista de "pequeña velocidad", junto a su burro Platero), Dioni (la "neska" del mesón de Letona), José María Arbide (tra­ tante de ganado), "Johnny" Larrínaga (buhonero de Respaldiza y antiguo pastor en el Oeste americano) y, por supuesto, el afamado músico Ruperto Urquijo, al que Corka introduce de forma bien elocuente: "decir folklore llodiano es nombrar a Ruperto de Urquijo Maruri" (p. 55). Estos protagonistas de Cuentos vascos son des­ critos por Corka con afecto en algunos casos, con admiración, en otros, y a menu­ do también, con humor, ya que tal y como reza en el preámbulo de la obra, se trata de "historietas en las que campea el sano humor de quien contemplaba la vida con mirada optimista y corazón abierto” (p. 3). Véase, por ejemplo, el siguiente pasaje incluido en el relato "El piscolabis”:


Corka Urquijo, el autor, en el centro de la imagen retrospectiva.

"SELED O N Agora también menuda chapusa se nos ha venido al pueblo con esto del balón. [...] Disen que esto del deporte te han hecho pa conseguir el ausensia de los jóvenes de las tabernas. A lo mejor es sierto, pero en la práctica susede como con los embalses, que no hasen más que contener el agua de momento pa soltar el agua luego con más fuerza. [...] Lo que quiero darte a entender es, ni más ni menos, que la ausensia de los jóvenes en las tabernas es nada más que momentania. Un parén­ tesis, pa un desir. Porque la verdá es que van al campo, se exitan, se les seca la garganta gritando y vuelven a Lamusa luego... ¿Cómo dise Don Javier? Ah, sí: deshidra­

taos. Y en cuanto se arriman a la barra, ¡pa que te voy a contar! SANTI.- Ya sé, ya chiquito va y chiquito viene. Y ronda pa a ca 'y ronda pa allá. Si se gana, pa selebrar y se pierde...¡pa consolar! Beber por beber y sin sacarle gusto. Claro, luego vienen los ata­ ques de gamberrismo. SELEDON.- ¿Gamberrismo dises, Santi? Y algo más peor entavía: estos jóvenes alborotadores traen la subida del vino. [...] Tu no sé si sabes que el vino, como toda mercansía, está sujeto a la ley, rasional que le disen, de la oferta y la demanda. ¿Qué pides, como nos­ otros, modosamente, un cuartillito y te lo bebes sin desir ni pun? No pasa nada. Pero si se asercan a

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la barra sien o quinientos sedien­ tos al mismo tiempo pidiendo con insistensia vino, eso es la deman­ da y el encaresimiento. Entonces el tabernero sube el vino. ¡Con razón!" (pp. 16-17)

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El pasaje arriba citado también nos muestra el interés de Corka por reprodu­ cir fielmente el habla popular de la época, recurriendo para ello a poner en boca de sus personajes un castellano coloquial en el que la influencia del euskera es paten­ te en la pronunciación de determinados vocablos. En su afán por dotar de auten­ ticidad a su retrato del Laudio más tradi­

cional, Corka no duda tampoco en incluir en estas historias diversos términos en euskera, como "badaespada" (título del primer relato de la colección), “etxekoandre", "guishajo", “gueldi", "mutilzar", "guibelurdiñes", "mukurra'', "bolaleku"... En algunos casos Corka ^. incluye la traducción al castella5 \ no de estos términos, mientras que en otros deja que sea el lector no euskaldun el que reconozca su significado por el contexto en el que apare­ cen. La presencia en la obra de estos términos en euskera y de afirmaciones del tipo "Iparaguirre, el gran bardo euzkeldun" (p. 9) resulta un aspecto particular­ mente notable, sobre todo, si se tiene en cuenta que el libro se publica en 1967, en un contex­ to generalizado de represión y censura hacia la cultura en eus­ kera, y da fe del interés de Corka por reivindicar de algún modo el papel de esta lengua en aquella época tanto en Laudio como en Euskal Herria. El principal atractivo de Cuentos vascos: pinceladas llodianas no reside en sus cualidades literarias, aunque en algunas secciones la combinación de humor, dinamismo narrativo y recreación del habla popular resulte particularmen­ te afortunada, sino en su valor cultural e incluso sociológico. En efecto, el libro de Corka nos proporciona una ventana al pasado de Llodio, rescatando del olvido imágenes, historias, escenarios y perso­ najes representativos de un modo de vida y de un tiempo que muchos no conocimos. Por ello, sería de agradecer que en un plazo no muy lejano se publi­ case una reedición de esta obra. DAVID RIORAIGADAS Catedrática de Literatura Norteamericana UPV/EHU


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o tardé mucho en descubrir la existencia de un libro donde se J L ^ recogían las finanzas de aquel hospital, por lo que mi siguiente paso fue consultar en la iglesia de Saj2|a María de Amurrio, donde supuestamente debía encontrarse archivado. 037^3 ayuda del sacristán, Miguel Angel, y no syt esfuerzo, busqué entre gastadas y polvorientas estanterías el desfeado manuscrito. Ten(^ por fin en mis manos la me|horia de cuen­ tas del viejo h o s p ita l^ ' San Antón de Armuru y, con ella, l^fazón de ser de eke trabajo: rescatarlo del olvido. \,

el castellano, propio de los libros oficiales, y su lectura es difícil para alguien que sea profano en la materia, pues se encuentran palabras y grafías que hacen necesaria la presencia de un experto para su lectura e interpretación correctas. Se observa que las letras mayúsculas presentan una caligrafía elaborada y bella, así como las firmas, que son adornadas con rúbricas^ recargadas y de gran vistosidad.Además se perciben los cambios en la escritura con el correr de los siglos, ya que éste documento pasó por las manos de múltiples escribientes, mayordomos y curas, en sus casi 300 años de antigüedad. Se encuentra en un buen estado^de conservación y, salvo en el comienzo, que parece haber sufrido el ataque de algún xilófago, conserva todas las hojas intactas, sin rasgaduras ni hongos de humedad. Es un libro que abarca desde el s. XVI (año 15^8) hasta els. XIX (año 1826), y en él se encuentran recogidas las finanzas del Santo Hospital, sin olvidar las inspeccio­ nes hechas por eí visitador edesiástrco de turno o los cambios de hospitaleros y mayordomos^ siempfe^con profusión de detalles en la narración, y listados de Inventarios perfectamente claros y ocflenados. La primera cuenta se presenta así: “Ouenta Del Año De 1 5 ^ "En el lug&r de Amprno de la Tierra de Ayala a veinte y dos días del mes de mayo de mil quinientos y ^ ochentaiocho...”

El manuscnto Se trata de un libro de unos 20 x 30 cn^ con un grosor de unos 3,5 cm. Las cubiertas son de piel en color natural y en la por­ tada se halla escrito: “ Libro del S'^ospítal d§ Amurrio" Consta de 247 páginas, de las cuales estáp escritas 236. El lenguaje utilizado es

Ubicación _ Este hospital, llamado Santsntón de Armuru o Armunv, y tam bj^ 'de Amurrio, estaba situado junto a la hermita de San Antonio Abad, un lugar importante de paso donde^^nfluían los caminos que venían (Je Vitoria por Larrinbe; de Castilla y Ufduña por Derendano (actual Saratxo):


de Baímaseda? Artziniega y Aiara por Etxegoien y Olabezar; y Bilbao por Luiaondo. Además, no hay que olvidarlo, fue San Antón el, lugar de reunión de la Junta de Armuru, de origen medieval, en la que se'daban cita los cinco concejos de Amurrio, Larrinbe, Saratxo, Etxegoien y Olabezar para el gobierno de los montes comunales. No sería, pues, extraño, que el Santo Hospital cumpliera bien con su laboree beneficencia y de atención al via­ jero y peregrino ante la segura llegada de tantos homo viator (hombres del camino) con necesidades de atención y auxilio.

Ld institución jjóspitctlarici: institución de^eneficencia y

Los cristianos de^a Edad Media entienden la enfermedad como el mejor camino para alcanzar el cielo. Se produce así un cambio de actitud hada el enfermo, y los hombres del clero predican por todas partes los valores de la caridad y de la ayuda a enfer­ mos, pobres, hambrientos, tullidos, desva­

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lidos y desgraciados en general. El enfer­ mo es, por lo tanto, un ser que debe ser ayudado, y esto hace que aparezca la ins­ titución hospitalaria y que ésta se difunda rápidamente por toda Europa. Esta con­ cepción de la religiosidad hace que, ade­ más del alma, se cuide el cuerpo, convir­ tiendo a éste en objeto de cuidado y aten­ ción. De esta forma y a lo largo de toda la Edad Media irán apareciendo numerosos hospitales, tanto en las grandes poblacio­ nes como en las principales aitas europe­ as de peregrinación. En Euskal Herria se situarán, sobre todo, en las ciudades y villas, junto a importante santuarios y a lo largo de los caminos.que, de una mane­ ra u otra, iban hacia Santiago. Los hospitales ubicados en zonas rura­ les, como era el caso de San Antón, poseí­ an una característica importante, y es que eran totalmente gratuitos y no se distin-A guía a nadie por su nivel social o posibili­ dades económicas. Así lo corroboran numeroso datos como este correspon­ diente a una cuenta de 1738 en que se gastan "veinte y quatrp reales de vellón

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Ermita de Sari Antón de Armuru, en Amurrio. La casa del hospital se situaba en el solar que ocupa hoy el edificio de ladrillo rojo, en la parte dereciia de la imagen.


por quatro carros de leña que se dan para calentar los pobres, más quatro reales para escudillas y platos para los pobres." Sin embargo, había restricciones en la acogida, ya que el obispo Pedro de Lepe, de Calahorra, había ordenado que en las casas de su diócesis no fuese acogida persona alguna "sino es yendo de camino y por una sola noche, salvo caso de necesidad noto­ ria o enfermedad. [...] Es necesario tener cuidado con unos hombres vagantes, los cuales pasan la mayor parte del año en un territorio, mudando lugar y hospital cada quince o veinte días con título de pobres peregrinos, y esos no deben ser recibidos en los hospitales... [...] Hombres que con apariencia de buhoneros andan vendiendo cosas de poco valor por los lugares... haciendo siempre noche en los hospitales. Los cuales por justísimas causas nunca más sean admitidos en ellos, hacién­ doles ir a la posada, que son hom­ bres que manejan dinero." Desconocemos quién, I cuándo y cómo creó el Santo Hospital de Amurrio, pero, seguramente tuvo mucho que ver con un gesto de ppñerosidad cristiana por parte de alguna per­ sona con posibilidades econ micas y propiedad inmue^e suficiente »^¿omo para des­ prenderse de parte de efc. Pudo con^esponder a los inV ^-dos del siglo XVI, aunque bien pudiera haberse dado en los últimos años del siglo XV. A este respecto es valiosa la información que José Madinabeitia da en su Libro de Amurrio, donde ase^jra que anteriormente a^tíMb "hubo también cuentas,' pero como estaban Extendidas en papeles ^sueltos, l u ^ se perdieron." Por el inventario de 1625 sabemos cómo es físi­

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camente el hospital, muy parecido a cual­ quiera de los caseríos del centro de Amurric#'con terrenos alrededor, tal y como se cita: "Y en primer lugar le entre­ ga -un hospitalero a su sucesor- la casa del dicho hospital con güerta cerrada y los árboles que están en ella, con el quintanal con muchos árboles, robles, ciruelos, cere­ zos, nogales y las tres heredades de pan llevar que están en la aria de Lexarraga que no tienen cerraduras, cuyos límites son notorios." Así pues, lo más importante estaba hecho: la fundación, pero faltaba consoli­ dar la continuidad de la propia institución hospitalaria, tarea harto difícil de asegurar. Desde muy pronto tenemos noticias al respecto, ya que el mantenimiento econó­ mico del mismo provenía de las rentas que cobraban de los bienes de la propia casa^ospital (cuando los hubiera), y de las limosnas y donaciones que muchos vecinos hacían en sus testamentos como ofrenda de fe al Santo Hospital. En este sentido, es el Libro Primero de Flnadoi de la iglesia de Santa María el que nos deja constancia de las noticias más antiguas sobre el hospital, apareciendo una tal señora Marina de Landaburu en 1545,^ue hace testamento ante un tal señor Diego de Landa en el que ordena dar dos reales de sus bienes para la obra del Hospital de San Antón. Otra señora, Elvira de Mendiko, fallecida en 1562. "mandó den al hospital el corneo de la su cama"; y Martín de Bañueta, un amurriano que se enriqueció en las Indias y acaso avergonzado por la forma de ganarlo, envió en 1570 cien ducados "para que.se pusiesen en renta y de los réditos dellos fuesen sobcorridos lós pobres del hospital". Evidentepiente, no eran grandes donaciones, pero seguro que de gran provecho para la institución. En los libros de cuentas y registros de estos pequegí» hospitales rurales, prepa­ rados "para recoger peregrinos pobres, para recoger mujeres pobres, para curar


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Era frecuente el paso de clérigos por la casa del hospital, para los cuates había que tener una “cama de respeto "siempre disponible para facilitar su estancia.

jenfermos pobres, y para curar los pobres Is cosas, no es difícil imaginar la de árTtbos sexos”, seg^n palabras de a m a ^ situación sanitaria de la mayoría Granjel, no aparecen nunca ^tam ientos de hospitales, situación penosa que ruédicos^ni de ung(ientos^ éniptasfes. tannbién se viviría en el de San Antón de tampoco sa hacen referencias'a las d|\/erAmurrio y a la que todo el mundo parecía sas enfermedades de la época, ni a epide-_ estar irremisiblemente acostumbrado. Son mías como la peste, la l e ^ o la ?íTíTÍs, tan bastantes los datos referidos a fallecimien­ frecuentes en aquel t¿err1^ y con tan alta tos que podemos entresacar de las cuentas tasa de mortalidad. Sólo algunos hq^ tadel hospital y que nos dan una idea del les de las principal^ ctudádes contarán ^ i^ ^ ^ físico y anímico de muchos de (os con médico, cirujano, enfermeros y servi­ peregrino^ \^jeros que por él pasaron, y cio de boticario, a pesar de lo cual, la mor-' qué^o pudieron pipseguir el camino. talidatJ^en estos lugares seguiría siendo El primer nombre que conocemos es el enor|(hemente alta, pues los medios eran Jayme, un peregrii|o "santiagués" -a decir muy^escasos y el hacinamiento hospitala­ de Micaela Portill^ que al parecer murió rio insufrible, donde varios enfermos debí­ en el hospital de;í\murrio en el año1601. an compartir una misma cama. tras cuarenta días de sufrimiento y agonía.

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El Hotel-Dieu, en ta localidad francesa de Beaune.fue un antiguo y gran hospital erigido en el s. XVpara el cuidado de enfermos y viajeros, con una économía bien saneada y una atención hacia de Uijo hacia sus internos. En las imágenes pueden verse parte de las bien dotadas cocir^ sy algunas de (as camas del amplio sa ló n ^ tico , al ' cuidado siempre de las herm§nas religiosas.

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En id cuenta de 1685 aparecen detalladas varios gastos ocasionados por el falleci­ miento de diferentes enfermos transeún­ tes. cuyos entierros y honras fúnebres pagaba el hospital. Entre los finados se cita a un francés al que hubo que procurar!^ mortaja, un marinero y una pobre natural de Urkabustaiz. Otros gastos, sin embargo, se derivan de la atención de enfermos que parece ser corfieron mejor suerte. Entre ellos, los "...quatro reales que dio y gastó con otro p(^re en enviarle a caballo a la ciudad de Orduña con el Ldo. De Aspnjnza, mas los tres reales que gastó

el hospitalero con otro pobre, enfermo, mas quarenta y dos reales de velíón por la conduzion de catorce pobres enfermos, unos a la ziudad de Orduña y otros al ospital de Luiando...” Al parecer, tal como se desprende de la anterior lectura, el hospital de San Antón no reunía condiciones adecüadas para atender debidamente a los enfermos,‘.por lo que, cuando estos requerían de estan­ cias largas y especiales cuidados, se trasla­ daban a*" otros hospitales cercanos que seguramente contarían con mejores medios y personal sanitario, como f e de Laudio (existían dos en el s.XVI, uno en Santa M® del Yermciy otro en el valle) y Zuhatza (siglo XVI)o los ya mencionados de Luiaondo (citado ya en el año 1556) y Urduña. Precisamente en la ciudad vizcaí­ na se documentan hasta cuatro hospita-' les, dos extramuros: el de San Lázaro y e l de San Clertiente de/rblleta, y dos al res­ guardo de la muralla: el de Santa María y el de San Juan del Mercado.

El personal del hospital: hospitaleros, ínayordpmos, re d o re s y curas Como ya hemos comenJjKÍo, en estos pequeños hospitales la presencia del médico era escasa, y en ocasiones, como en el caso d|^ ospital de Amurrio, inexis­ tente, y | que lo importante era la acogida, en el sentido de hospitalidad y beneficen-


eia, y no la sanidad. Las personas al cargo La gente del lugar tenía en gran estima de estos centros^ no eran médicos sino los a los hospitaleros, y contrariamente a lo llamados hospitaleros, que se encargaban que pudiera pensarse, esta labor no sólo de atender, de dar de comer o de vestir a recaía en hombres, sino también en muje­ todos los pobres que llegaban a la casa, res, y muchas veces sj? adjudicaba a un teniendo presente siempre el carácter reli­ matrimonio del lugar, de fórma que*hubiegioso de la institución. ra un reparto de las obligaciones. De esta tos hospitaleros generalmente eran forma, la hospitalera se encar;gaba de vecinos de la zona que obtenían un salarlo atender a ^los huéspedes, de tener las . por su dedicación a los pobres y peregrinos. camas hechas y limpias y de que no falta­ Adquirían-el cargo mediante juramento se la lumbc^y algún mendaigo de pan en renovado cada año ante sus superiores: la cocina. El hospitalero se preocuparía líiayordomo, regidores, y hombres de más del mantenimiento y de arreglar los Iglesia. El hospital de San Antón era patro­ desperfectos de la casa, o de buscar, en su nato del concejo de Amurrio, pero lo regían defecto, carpinteros, albañiles o caldereros .^ «ctam ente los sacerdotes de la parro­ cuando fuese nece|||ío, además de reali­ quia de Santa María (cura beneficiado) y el zar pequeñ^ laboras en la huerta. alcalde del ayuntamiento, quienes nombra­ Los re d o re s habían de gobernar y ban un mayordomo para llevar la adminisadministjp las lir^snas, los bienes y las ^ jració n y gobierno del hospital A los hospi­ ren ta^ p la casa.%mbién llevaban a cabo taleros''se les entregab^>la casa con sus la inspEción del hospital Para ello tenían a enseres, los terrenos co lin ja n t^ -u n a su ^Bvicio a los mayordomos, que de f Dtqi^ñ^uerta y á ra le s frm ^s.^-fljbre f o r ^ más directa comprobaban el buen iodo y lo naás importante la o6 ligaci(^ de furicionamiento de la institución. Estos recoger y asistir a todos los pobres, agcia-^ m^ordomos ejercían su cargo durante un nos o enfermos con toda.^dSü^’X s f lo año, período que podía prolongai^e durante documenta el libro d^l K^pital en el año otros^ ce meses olhdefinidamente. Solían 1738, donde aparecei? recogidas estaioalarealizar inspecciones en la casa dos veces bras: "... se les entrepjon «ríos osprwieros vigilando la labor de los hospi­ obligándose de asísíir a los pobres con toda taleros parí cn¿e tod^ estuviese en buenas caridad, CMtdado y limpieza, y se les manda ■¿ofiíJiciones. Se enoi'r^aban de que se cum­ por los^ichos curas y regidores, recivan a pliesen las nonnas que regían el hospital de todos los pobres impedidos; y no reziban a cobrar los censos y rentas - íi los hubiera-, ningón vagabundo, ni a gente de mal vibir y al final del año de contrato, de escriturar y sin tiaenzia expresa de alguno de dichos los cargos y d eseao s que aparecen recogi­ señores pena de que serán castigados.*" dos en el libro del Santo Hospital


Fachada del antiguo Hospital de Santa María, en Vitoría-Casteiz. El ayuntam ient^ra el encargado de asegurar el buen funcionamiento de esta institución.

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Nos tenemos que trasladar a aquella época para entender en parte la seriedad y el rigor con que se hacía todo. El momento mismo en que el nuevo hospi­ talero tomaba posesión de su cargo y reci­ bía las llaves y enseres de la casa era un verdadero acto lleno de soleoM^idad. Se reunían para ello el regidor, el mayordomo y el cura beneficiario. El juramento formal se hacía sobre una cruz, fy despuis se tomaban las cuentas^ del año anteríbr, haciendo balance entre los cargos y los descargos. El siguiente documento de una cuenta del ^ o 1686 clarifica bien lo expresado anteriormente; “En el lugar de Amurrio vicaria de Ayala a dos dias del mes de febrero de mil y seis­ cientos y ochenta y seis años los Señores, Licenciado Don Francisco de Lezama Eguiluz Cura y beneficiado en Santa Maria de dicho lugar y Francisco d^ líÍ^ ssibay Regidores del dicho por ante mi el escrito servidor hicieron comparecer ante mi a Francisco de Bei^anza vecino de dicho lugar y Mayordomo del Hospital del que ha sido et año proximo pasado que también lo

es de este presente que a efecto de tomar­ le las quéntas de dicha su mayordomia de dicho año proximo pasado y para que las de con la justificación que se requierhe le renovo su juramento sobre una señal de la cnjz en debida forma y habiéndole echo bien y cumplidamente prometio darlas con toda verdad y fidelidad..."

Ld economíd

de]

Viospití^l

Además de los pequeños legados en ropa o dinero de los amurrianos más caritativos, qu? siempre se acordaban de su querido hospital en sus mandas testamentarias, la institución necesitaba de otras muchas ayudas para llevar a buen fin su cometido. El cobro délos censos y de las rentas en especie o dinero era parte importante en el capítulo de ingresos, pero en ocasiones venían mal dadas y podfa verse amenaza­ da la continuidad de la Casa. Así ocurrió en el año 160(5^ ando al nulo ingreso de réditos se añadía una epidemia de peste ante la que el Concejo de Amurrio no tuvo


Otra opción qué"mandar quemar las camas

y ropas del hospital, con el duro golpe que esto suponía.

Las cuentas del libro del hospital hacen especial mención a los cargos y descargos. El cargó hacía referencia al dinero que tenía el hospital y al obtenido de las ren­ tas y los censos, mientras que el descargo reflejaba los gastos que se habían produ­ cido a lo largo del período anterior. Al final se h a ^ balance, y resultaba una cantidad que sería utilizada a lo largo del año en curso para solventar las necesidades de la casa y los huéspedes. En el libro del Santo Hospital de Amurrio aparecen claramente reflejadas estas reuniones que tenían como finalidad el examen de las rfientas. Como ejemplo sirva esta cuenta que toman Pedro de Aldaiturriaga (cura beneficiario), y Fran­ cisco de Cañarte (regidor), con la presen­ cia del escribano Felipe de Lezama, a Francisco de Beotegui, mayordomo del hospital en el año 1661: "Cargo .. Primeramente se le hace cargo a Don Francisco de Beotegui de seis mil seiscien­ tos y setenta y seis que cobró de Domingo de Ugarte Mayordomo que fue del año antecedente en los cuales fue alcanzado pof final alcance comg, de sus cuentas parece. "Y t^ b ié n se le h ac^ atg ft’ de veinte ducados que. en los otros do^ años debió cobrar de la renta de los censos que tiene el dicjÿj, Hospílal < que hacen mrs (m arave^ s) siete mil quatrocientos y o ch íita. “Monta el cargo que se T i hace catorce mil dentó y cinquenta y seis mrs para los cuales da el des­ cargo siguiente: “ Descargo “Primeramente ocho reales de escudillas y platos en los dichos dos años que en cada año se dan a quatro.

"Y también cinco reales que dio a dos hombres con una cabalgadura y a una pobre tullida que no se podía tener en una cabalgadura hasta el Hospital de la ciudad de Orduña. "Y también tres reales a un calderero por echar un cerco de ferro a la caldera de dicho ospitaL "Y también diez reales que se dieron a un carpintero y a un cantero para arreglar la cozina del ospital cuando tomó lumbre que hacen mil trescientos y quarenta. "Y también a un peón que ayudó a dicho cantero a llenar de arena alrededor de la cocina tres reales/que hacen mil ciento y dos. "Y también ocho clavijas y dos" doce­ nas de clavos y veinte y cinco ladrillos que faltaron en la cocina tres reales y medio. "Y también seis reales que gasté en ir a Menagaray y al lugar de Maroño y a (a ciudad de Orduña a buscar albañil para hacer la chimenea con quatro reales que gastaron los albañiles Norcagarray y su hijo el día que binieron aber questo y con­ certarse que pagarles el cura. "Y también die?jy seis ducados que se pagaron al dicho Nprcagarray por la costa de hacer l^ chimenea que hacen cinco mil nobeciei]^s y ochenta y quatro como const^óel recibo del dicho albañil también por asisti al dicho albañil cuando estaba obrando en seis días personalmente ayu­ dándole y por ellos veinte y


quatro reales que hacen mrs ochocientos y diez y seis. "Y también dos reales que se dieron a una pobre de socorro que no podía ir sin cabalgadura por estar muy enferma y se contentó en que le diesen tos dos reales y se fue sin cabalgadura. "Y también se gastaron veinte reales con los canteros en arreglar las paredes del dicho ospitai con cuatro fanegas de cal que llevaron que hacen mrs seis y ochenta. "Y también se_ dieron por medio del cura quatro reales a un pobre para una gallina y lo demás necesario que estaba malo en el dicho ospitai y murió en él. "Y también se dieron a otro pobre que estuviera a caballo por medio del dicho cura dos reales para que fuese sin cabalga­ dura. "Y también en otros dos años de leña sesenta y cinco reales que hacen mrs dos mil doscientos y diez. "Y también ha hecho un cabezal, de cama de pluma con su corteza de Lom­ bardia que han dado que je , ha tostado veinte y dos reales que hacen mrs sete­ cientos y quarenta y ocho. ,.r "Y también a echo otro c a b ^ l de lana de lienzo nuevo para el dicho ospitai quince R” (reales) que hacen mrs qu^ientos^ die;^, "De manera que monta el descaíalo doce mil quinientos y^veínte y nueve rftrs que descalfados de los catorce mil y ci^ to y cinquenta y seis mrs queda debienoi el dicho Mayordomo mil y seiscientos y veinte y siete mrs salvo error los cuales dichos mrs mandaron los dichos Señores Cura y Regidor sostenga en su poder." En la página 104 encontramos otra^ cuenta completa donde pueden leerse el juramento, el cargo y el descargo del año 1685 realizadas por Francisco gk Bérganza: “Los bienes del hospital" Además de las pertinentes actas de los cargos y descargos, cada año se recogían

La beneficencia y la atención a los enfermos eran álgunas de las labores que más ^.preocupaban a las autoridades, como bien refleja este grabado.

diferentes inventarios. En estos se enume-raban al detalle las pertenencia^ que iban pasando año tras año de hospitalero en hospitalero. Entre estos bienes aparecen escudillas, platos, colchones, sábanas o mantas, útiles que reflejan claramente el espíritu de acogida y descanso hacia el viajero o enfermo con que surgieron estos lugares. A este respecto es altamente clarifi­ cante el inventario que eri el año 1689 hicieran Francisca de Aldama y Juan de Terreros, matrimonio hospitalero, antes de dejar los bi^pes del Santo Hospital en manos^ de los siguientes hospitaleros, Miguel de Agirre y Mari Domeka de Goier,


también matrimonio. Como era habitual, la veracidad del inventario y el cambio de manos se realizó bajo la supervisión del cura beneficiario francisco de Lezama, del regidor Pablo de Bañueta y det mayordo­ mo Frahcisco de Berganza. Inventario de 1689: “ Primeramente la casa del dicho ospital con su huerta y quintanal y tres heredades en la aria de Lejarraga y demás frutales que son noto­ rios sy? pertenencias y la dicha casa con sus aposentos y puertas con sus llaves quatro de ellas para cerrar y abrir, una artesa buena con su llave, una caldera de cobre grande de caber diez y ocho acumbres, unos lares de fierro, tres bancos de madera para sentarse, un escaño en la cocina, una arca bieja sin cerradura, cinco colchones de lana, tres cabezales de pluma andados, cinco undras tres nuevas y dos andadas de lienzo de la tierra, quatro sabanas las tres nuevas y la otra andada, tres undrillas nuevas y dos viejas." Todos ellos son enseres propios de cualquiera de los hogares de la época. Son útiles sencillos, algunos bastante usados ..(andados) y viejos. Platos y escudillas donde echar algún alimento caliente a los huéspedes: colchones, sábanas y mantas con que acoger a aquel que necesitara un l^ a r para el reposo: y algún banco (esca­ ño) de' madera para el d^canso de los via­ jeros alrededor del fuego. t

, / / .«/ . Visitadores eclesiásticos

trol sobre el estado y el orden de los bien­ es inmuebles eclesiásticos adscritos a’ la diócesis correspondiente. Además de sufrir la obligada visita, los encargados de regen­ tar el hospital debían de tener preparada una cama (cama de respeto), con sus sábanas y mantas, para uso del señor visi­ tador o de algún otro hombre de iglesia que pidiera asilo. Así queda, al menos, reflejado en la cuenta e inventario corres­ pondiente al año 1760: Más dos colchones, el uno grande que dizen tiene dos arrobas de lana y el otro bueno que le mandó Polonia de Yarritu Aldama: y asta hoy no le han entre­ gado sus herederos, n^s dos mantas de Palencia, nuebas de a tres rayas grandes, las que se encargaron al hospitalero para que tuviesen una cama de Respeto y si benia algún sacerdote, religioso o persona de obligaciones." ' i Antes ya, en el año 1727, se había ordenado "componer y entablar un cuarto para sacerdotes", y no es de extrañar, puesto que en el siglo XVIII no había posa­ da alguna en Amurrio^ el hospital hacía las veces de hosp^iería para todo aquel que debiera^perno^r en el pueblo. Alguna de e s t¿ visitas aparecen refle­ jadas e n jK las c u it a s , como esta del año 1 7 1 4 ^ * que “...su merzed el Señor LizenÉKio Don Bernardo Sanz Matheo,

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Los encargados del Santo Hospital, al igual que los mayordomo/de las distintasemiitas y los sacerdote^ 3é la zona, debían estar siempre atentos a la posible visita de algún responsable religio-’ so, enviado para ejercer la función de con-

Extracto del Libro de Cuentas del Hospital de Amurrio, en el que puede leerse la fecha de 1662.

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LA ENFERMEDAD DEL CORNEZUELO O FUEGO DE SAN ANTÓN Es de sobra conocido que los campesinos con escasos recursos se veían frecuentem ente obligados a aprovechar la harina del centeno para hacer pan, un pan que, a pesar de ser tenido com o de pobres, no ^ es de inferior calidad alimenticia a la del resto de panes conocidos. Ocum'a en los años con inviem os frios seguidos de veranos cálidos y húm edos que el centeno, debido a la adversa climatología, era atacado po r un hongo llamado C ornezuelo del Centeno, apareciendo com o una pequeña excrecencia de color púrpura o negro que se fijaba a los granos del cereal. Una vez m olidos estos, el parásito pasaba a la harina con la que se hacía la I masa, produciéndose la intoxicación con la ingesta del pan. Esa sustancia nociva, llamada ergotam ina, provocaba I en quienes ia consum ían el c ie n ^ de tos vasos sanguíneos, con ¡a posibilidad de gangrena y necrosis acompaña, ^ das de fuertes dolores, y la consiguiente pérdida de las extrem idades (m uy frecuente) y la m uerte. Los aim ores populares atribuyeron a San A ntonio Abad poderes curativos sobre esta enfennedad, p o r lo que muchos de estos enfennos em prendían marchas de peregrinadón, bien a Santiago o a otros lugares. A m edida que anda^ ban el cam ino los síntomas iban desapareciendo m ilagrosam ente, pero el efecto era de bido a que en su dieta diaria sustituían de manera inconsciente el consum o de pan de centeno po r el fabricado con harina de trigo, más abundante en los lugares po r los qu e pasaban. De este m o d o la intoxicación iba dism inuyendo progre­ sivamente y se curaban sin conocer el verdadero m otivo, atribuyéndolo al fuego de San Antón.

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Prebendado de la Santa Iglesia de la Calzada visitador general de este obispo de Calaorra y la Calzada por las Santas Iglesias sed de vacante bisitó est^ libro de quentas del ospital de este dicho lugar y resultan a su fabor seiscientos y nobenta y ocho reales. Y respe^Jo de haber tenido noticia de que dicho ospital se halla con nezesidad de algunos reparos mando su merzed que cobrados dich^'alcanzes se atienda sin dilación a dichc^ reparos."

El nuevo co ncep ^ &e bospitol Entre los años finales del s. XVIII y los pri­ meros del s. XIX la figura y concepción de los hospitales había cambiado paulatina­ mente, reflejando la evolución que se estaba produciendo en la sociedad. Dejaba de ser una casa de acogida y descanso^ para viajeros y se convertía en un lugar de atención al enfermo con un matiz exclusi­ vamente médico, perdiendo js u ‘ carácter benéfico y de hospitalidad. Así, los grandes avances técnicos y científicos que se habí­ an producido durante el siglo XIX, se refle­ jaron perfectamente en el mundo de la medicina y de la sanidad.

El Santo Hospital de Amurrio no sería una excepción a todo esto. Había conse­ guido mantener a duras penas su anda­ dura, pero desde finales del s.XVIll habían dejado ya de anotar en el libro los justifi­ cantes de cuentas. El último registro corresponde al año 1790, y desde esta fecha desconocemos lo ocurrido en la Casa hasta el año 1825, preclsaiffénte cuando llega el visitador general para rea­ lizar una inspección en el hospital El resultado no podía ser más desalentador, ya que la situación era de abandono total e incluso se ignoraba quienes eran sus patronos en aquel momento. Se hicieron* varios intentos para volver a poner en marcha la iilstituciór), pero se había perdi­ do el capital de los censos y la mayor parte de los ingresos con que había con­ tado desde antaño. Después de 300 años de caridad y acogida parecía que la histo­ ria del viejo hospital había llegado a su fin, y así fue. a pesar de que una nueva institución vendría a ocupar de alguna manera el lugar que había dejado aquel de San Antón, pero esa ya es otra historia de la que nos ocuparemos en otra oca­ sión. HÚMICA E^EBAN BASALDUA Licenciada en Medicina


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texto « JOSE LUIS SOLAUN BUSTINZA fotos « FELIX

EL RECINTO FORTIFICADO DE ORDUNA

UNA MURALLA PARA LOS VIVOS Y LOS MUERTOS A lo largo de este breve artículo intentaremos mostrar al lector la evolución histórica de uno de los recintos amurallados medievales mejor conservados de Bizkaia y, por qué no, del País Vasco. En concreto, el situado ¡unto ai costado norte de la iglesia de Santa María en Orduña, recientemente sometido a excavaciones arqueológicas.

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pueden ayudar al entendimiento de la evolución constructiva e histórica del recinto.

Las murdlids de íos vivos

grandes rasgos, se trata de una construcción pétrea de planta ectangular con más de 1500 m^ de superficie interior, delimitada por gruesos muros de 1,30 a 1,50 m. de anchura y protegida por torreones rec­ tangulares levantados en tos esquinales noreste, noroeste y sudeste. La cumbre­ ra de sus muros presentaba un paso de ronda protegido por un antepecho corrido, que en buena parte de su reco­ rrido ha desaparecido. Si tuviésemos que definir o caracte­ rizar de alguna manera su evolución histórica no dudaríamos en citar los dos principales usos a que se ha visto inmersa, culpables, en buena medida, de su actual conservación: uno primero como muralla de los vivos y otro segun­ do como muralla de los muertos. Las páginas siguientes pretenden, en conse­ cuencia, destacar la dualidad mencio­ nada, desarrollando algunas ideas que

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I 6S

Los trabajos efectuados en los últimos años parecen coincidir en que la villa de Orduña se formó en tres etapas sucesi­ vas, funcionando como elemento vertebrador del urbanismo el mercado o plaza de Los Fueros. Una primera, correspondiente a la fundación señorial de D. Diego López de Haro en 1229 y constituida por las calles Burdin, Artekale y Harategi, formaría el núcleo oriental: otra segunda, fundada por el monarca castellano Alfonso X en 1256, ampliaría la villa hacia el noroeste con seis nuevas calles (actual calle Zaharra, Francos, Orruño, Donibane, Lukas y Mikel Deuna) formando el núcleo sep­ tentrional: y otra tercera, fechada qui­ zás en el siglo XIV o XV, que puede identificarse con las calles Burgos, Barría y Kantarranas (núcleo meridio­ nal). Con anterioridad, cabe suponer la existencia de un castillo y quizás una primera puebla o núcleo poblacional asentado a sus pies, en la colina que se alza al sureste de la villa. Así, j. R. Iturriza y Zabala en su Historia Cenerai de Vizcaya (1967) apunta que durante el siglo VIII, con motivo de haber llega­ do los moros a Miranda, Pancorbo y cercanías del río Ebro, erigieron los naturales del contorno de Orduña de orden del rey don Alonso el Católico, un castillo en el plano de una elevada colina y al abrigo de él, a la banda oriental, una corta población que fue aumentado posteriormente con m oti­ vo del Fuero de Vitoria y título de villa que le dio don Lope Díaz de Haro. De hecho, las primeras menciones docu­


mentales existentes sobre Orduña nos remiten al siglo V III -Crónica de Alfonso III, que nos relata la actividad repobladora de A,lfonso I (739-757) y lo innecesario de conquistar y volver a poblar Alaba, uamque Biicai, Alaone et Urdunia ya que siempre estuvieron poseídos por sus propios habitantes-, por lo que no sería descabellado pensar en un origen altomedieval para esta primera puebla. Cada uno de los recintos antes men­ cionados debía encontrarse delimitado por murallas -aunque nada se dice de ellas en los referidos fueros de 1229 y 1256-, defendidas en algunas zonas por fosos y en otras por torres y barbaca­ nas, fundamentalmente en las puertas

de acceso. El plano mostrado en la figu­ ra adjunta muestra la ubicación de cada recinto y su hipotética línea de muralla. En este contexto, la construcción del recinto amurallado debió llevarse a cabo pocos años después del nuevo pri­ vilegio real otorgado por el Alfonso X a la villa en 1256 y la consiguiente ampliación de ésta hacia el noroeste, así como de la concesión del monopo^ lio del tráfico mercantil en 1257. Este último hecho debió suponer en los años siguientes un auge comercial traducido en un crecimiento demográfico, cir­ cunstancia que va a verse incrementada en el año 1288 con el privilegio otorga­ do por Sancho IV mediante el cual se concede una feria anual de ocho días de


duración, significando la primera conce­ sión de este tipo para una villa vasca. Una vez ubicada cronológicamente la construcción del edificio, nos corres­

pondía precisar su creta. En principio, ción en un extremo do como defensa

Trazado hipotético del castillo y primera puebla Trazado hipotético de la villa fundacional (1229) Trazado hipotético de la ampliación levantada por Alfonso X (1256) y el recinto amurallado Trazado hipotético del tercer recinto

funcionalidad con­ su anómala situa­ de la villa, actuan­ adelantada de un


espacio ya defendido por el templo for­ taleza de Santa María, así como el hecho de que se construyese a finales del siglo Xlll -coincidiendo, recordemos, con la concesión de la feria anual en 1288- hizo plantear la hipótesis de que pudiera ser el espacio designado para el mercado y feria de la villa. Esta teoría, sin embargo, parece totalmente descartada con las últimas intervenciones arqueológicas, ante la ausencia total de evidencias que pudie­ ra dejar un evento de esta índole y el convencimiento de que el mercado se estableciera en la actual plaza de los Fueros. De hecho, su anómala situación adquiere mayor lógica si observamos atentamente el plano de la villa. El recinto amurallado se emplaza en el lateral septentrional de la iglesia de Santa María, a modo de defensa ade­ lantada opuesta al castillo o fortaleza de San Martín que, al igual que el recinto, forma un baluarte adelantado. Conviene recordar que el castillo de San Martín se situaba en el extremo sureste de la villa, dominando la pobla­ ción, siendo un edificio de gran impor­ tancia por fuera y por dentro, defendi­ do por murallas de tal grosor que podí­ an por ellas pasar dos carros de p a re n par. Como apunta el historiador J. Valdeón en su artículo "Reflexiones sobre las murallas urbanas de la castilla m edieval” . La ciudad y las murallas (1991), a partir del siglo Xlll se inicia una nueva etapa en el desarrollo de las murallas urbanas de Castilla. Las tensio­ nes entre la nobleza y la monarquía, ini­ ciadas en tiempos de Alfonso X, la ofen­ siva señorial contra las ciudades o las guerras de bandos evidenciaron la fragi­ lidad de muchas antiguas murallas, insuficientes para proporcionar la opor­ tuna seguridad. En 1366, por ejemplo, Pedro López de Ayala señala que

Vista exterior de uno de los torreones de la muralla.


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Calahorra es una ciudad que non era fuerte, é los que en ella estaban non se atrevieron á la defender. La villa de Orduña no escapará a este nuevo escenario. Desde 1252 el descontento de D. Diego López de Haro, señor de Vizcaya, fue creciendo ante la política intervencionista de Alfonso X, hasta el punto de que a la muerte de aquel (1254) se puso en tela de juicio los derechos de D. Diego sobre los señoríos de Durango, Balmaseda, Orduña y las Encartaciones. Las cir­ cunstancias empeoraron con Don Lope Díaz de Haro, nuevo señor de Vizcaya, hasta el punto de levantarse contra el rey la Pascua de 1255. Tras conseguir sofocar la revuelta y tomar Orduña, el rey sabio concede nuevo fuero a la villa el 5 de febrero de 1256, lo que hizo cre­ cer aún más el descontento de Don Lope que, reunido con otros miembros de la oligarquía nobiliaria en Burgos, exponía sus quejas al rey y le reclama­ ba la entrega de Orduña y Balmaseda. La situación cambió tras la muerte prematura del heredero de Alfonso X, Don Fernando de la Cerda, y las preten­ siones del infante Don Sancho al reino frente a sus sobrinos los Infantes de la Cerda. Don Lope Díaz de Haro se con­ virtió en uno de los más firmes apoyos de Don Sancho, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos del reino tras morir Alfonso X en 1284 y subir al trono Don Sancho (Sancho IV el Bravo). Así, concede a Orduña su carta de “amayorazgamiento” e l1 7 de junio de 1284, por la cual daba a Orduña por mayorazgo de Vizcaya para siempre jamás, que no se partan una de otra en ningún tiempo et que ninguno non la pueda fieredar sino quien fincare señor de Vizcaya. No durará mucho esta situación ya que en 1288 Orduña vuelve a manos de la Corona tras la muerte del señor de

Vizcaya en Alfaro, causada por hombres del rey tras una corta disputa sobre sus tenencias y castillos. Sancho IV se encargará personalmente de ocupar las principales plazas fuertes de Álava, lle­ gando hasta Orduña y tomando la villa y su castillo. Tras su conquista, el monarca concederá a la villa una feria de ocho días en septiembre de este mismo año. Este breve repaso muestra, bien a las claras, el movimiento político de Orduña entre los señores de Vizcaya y la corona castellana durante el siglo XIII. En este contexto, no sería extraño pensar, por consiguiente, que el recinto fuera una construcción levantada por Alfonso X o Sancho IV con el objetivo de controlar, o al menos protegerse de las continuas pretensiones señoriales sobre Orduña, en especial del castillo emplazado en la colina opuesta. Así pues, las circunstancias internas de la villa pudieron aconsejar la construcción de una fortificación que, además de mejorar su defensa en el costado nores­ te. permitiera el acantonamiento de tropas en su interior, a modo de “ciudadela" moderna. En el fondo, su cons­ trucción puede considerarse un capítu­ lo más de los constantes enfrentamien­ tos de poder entre el Señorío y el Realengo. Y es que, el recinto amurallado de Orduña puede calificarse como una construcción concebida para mirar al interior de la villa, cerrada al exterior, sin ninguna puerta que la comunique con el espacio extramuros. Y a la vez introvertida, sin apenas relación con una ciudad que nunca ocupó su espacio a diferencia del resto de las murallas, asaltadas por la expansión urbana de las viviendas próximas. Sólo los muer­ tos, a finales del siglo XVIII y tras varios siglos de abandonado, decidirán ocupar de nuevo este espacio.


Enterramientos en su fase de excavación.

Lds mwrcillcís de los muertos Como resultado de la investigación documental y arqueológica efectuada en el recinto amurallado se pudo cons­ tatar tam bién la existencia de un cementerio datado entre finales del siglo XVIM y todo el siglo XIX. Integrado por más de 150 sepulturas correspon­ dientes a vecinos de Orduña -de las que se desconoce, sin embargo, su origen al no tiaberse conservado documento alguno que [as identifique-, puede con­ siderarse uno de los cementerios de época contemporánea más antiguos y singulares del País Vasco. Las sepulturas, además de hallarse perfectamente

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organizadas en hileras, se disponían en diferentes zonas dependiendo de la edad y condición seglar o eclesial del difunto, aunque lo más sorprendente era, sin duda, la presencia de lajas de piedra señalando y cubriendo las tum­ bas. Rasgos, en principio, más propios de una necrópolis medieval que de un cementerio decimonónico. Dejaremos para otra ocasión, sin embargo, la descripción detallada del cementerio y nos centraremos en otros aspectos del camposanto orduñés, más relacionados con la aptitud de la socie­ dad orduñesa hacia la muerte o el por­ qué de su construcción. Así, para el des­ arrollo de esta segunda parte del traba­ jo seguiremos al historiador francés Philippe Ariés, en especial, a su obra

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Estado actúa

Historia de la m uerte en O ccidente ( 2000), un recorrido histórico, etnológi­ co y antropológico sobre la muerte. Una muerte familiar y "domesticada" en el mundo medieval; oscura, extrava­ gante y erótica en la edad moderna; y pavorosa u obsesiva a finales del siglo XVtlI, marcando una autentica ruptura con la situación precedente. Es la muer­ te "romántica”, en la que el hombre la exalta, la dramatiza, la teme, con un nuevo culto a los muertos y a los cementerios. El objetivo de estas líneas, por consi­ guiente, es intentar mostrar cómo la construcción del cementerio de Orduña en el recinto amurallado fue reflejo de esa nueva concepción "romántica" hacia la muerte, en este caso de la sociedad


orduñesa, más allá de las evidentes necesidades prácticas o higiénicas que recomendaban su traslado desde el interior de la parroquia de Santa María. Un enfoque, en definitiva, concebido desde la historia de las mentalidades. Desde esta óptica, la construcción del cementerio esconde un nuevo culto a los muertos y con él a los cemente­ rios, de gran desarrollo en Francia, Italia o España. El culto moderno a las tum­ bas y cementerios es un fenómeno reli­ gioso propio de la época contemporá­ nea, iniciado a finales del siglo XVIII. Como señala Ariés este culto moderno no presenta relación alguna con los cul­ tos antiguos, precristianos, ni con las supervivencias de esas prácticas en el folclore. En la Edad Media los muertos

eran enterrados ad santos, es decir, lo más cerca posible de los santos o sus reliquias, en un espacio sagrado que englobaba la iglesia y todo el recinto que rodeaba a ésta. El entierro se efec­ tuaba en todos los sitios de dicho recin­ to, la iglesia y sus alrededores, los patios -atrium-, claustros, etc., aunque sin importar demasiado el lugar exacto de la sepultura, razón por la cual, en la mayoría de ocasiones, no era señalada con una inscripción, monumento o estela. Desde el siglo XIV y sobre todo el XVII, esta práctica cambiará, concen­ trándose el cementerio en el interior de las parroquias, a la vez que se tiende a localizar la sepultura familiar con el objetivo de atestiguar su presencia y

Restitución hipotética del torreón noreste y la muralla en el siglo XIII.

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permitir la visita piadosa o melancólica del ser querido. Sin embargo, la acumu­ lación de inhumaciones en el interior de las iglesias se hizo insoportable ya para el siglo XV IIl, convirtiéndose en objeto de críticas por parte de la sociedad de la época. Por una parte, la salud pública se veía comprometida por las emana­ ciones pestíferas y los olores infectos procedentes de las fosas. Por otra, la saturación en los suelos de las iglesias y la exhibición de osarios en desvanes, bóvedas, agujeros, etc., atentaban con­ tinuamente contra la dignidad de los muertos. Se reprochaba a la Iglesia el haber hecho todo p o r el alma y nada por el cuerpo, coger el dinero de las misas y desinteresarse de las tumbas. El estado de los cementerios se con­ virtió en un tema de actualidad en la opinión pública, que en el fondo no era sino una toma de conciencia de la pre­ sencia de los muertos entre los vivos. Así, a finales del siglo XVIIl la presencia de los cementerios comienza a ser apre­ ciada en las ciudades. Un nuevo culto a los muertos y a las tumbas se impregna entre sus habitantes, que no dudan en

hacerlo palpable. Se pretende que los vivos recuerden a los muertos en sus plegarias y que, como ellos, se converti­ rán en cenizas. La inscripción mural situada sobre la puerta del cementerio de Orduña refleja perfectamente esta nueva concepción frente a la muerte;

T O D O HOMBRE H A D E ENTRAR UNA VEZ SOLA EN LA CASA DE SU ETERNIDAD MORTAL MIRAME LO q u e YO SOY SERAS TU

A LA MUERTE HA DE SEGUIRSE UN JUICIO, U N FALLO ETERNO O ETERNIDAD DE U G L O R IA O ETERNIDAD DEL INFIERNO

Asimismo, en los escasos cemente­ rios franceses conservados de finales del siglo XVIIl se comprueba una yu x­ taposición entre la tumba y el elemen­ to vertical que señala su ubicación, bien en forma de estela o pequeño hito de piedra a los pies. En la mayoría de ocasiones sin ningún tipo de ostenta­


ción, a to más una inscripción biográfi­ ca y elegiaca, todo ello en una búsque­ da de simplicidad. Por consiguiente, la presencia de estelas en el cementerio de Orduña, señalando el lugar de la inhumación, se convierte en un ele­ mento perfectamente racional y lógico con la mentalidad de la época. Al igual que en los cementerios interiores de las iglesias durante los siglos XVII y XVIII, continua siendo necesario seña­

lar la sepultura, tanto para hacer ver que dicha fosa pertenencia al difunto y su familia, como para localizar el lugar exacto de la inhumación y poder visi­ tarlo. Es en este último punto donde se produce un verdadero cambio con la situación precedente. Desde finales del siglo XVIII se comenzará a visitar la tumba de un ser querido como quien va a la casa de un amigo o familiar, no sólo

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por parte de la población creyente, sino también por los agnósticos. La visita al cementerio se convierte en un acto permanente de religión. Aquellos que no van a la iglesia, cuando menos van al cementerio, evocando al muerto y cul­ tivando su recuerdo. Un culto público extensible a la sociedad, sensibilizada con la muerte y con los cementerios, que se convertirán en "parques organi­ zados" para la visita de los familiares, como se refleja en la documentación relativa a la construcción del cemente­ rio orduñés: “ los hoyos con distinción de sitios para párvulos, mayores y sacerdotes, y después plantar árboles y

arbustos propios de aquel lugar tan res­ petable." De este modo, el cementerio vuelve a ocupar en la ciudad el lugar físico y moral que había perdido al final de la Edad Media. Se convierte, así, en un componente más de las instituciones propias de toda población, como el ayuntamiento, la escuela o la iglesia. Decíase en el siglo X V I M : que no haya ciudades con cementerios. En el siglo X I X se dirá: que no haya ciudades sin cementerios. JO SE LUIS SOLAUN BUSTINZA Grupa de Investigeciún en Arqueologle de la Arquitectura (UPV-EHU)



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de

Salinillas Buradón

No resulta nada extraño que en el lugar sobre e! que luego se edificaría la villa medieval de Salinillas de Buradón, incluida desde 1975 en el riojano municipio de Labastida, apareciesen restos de la Edad de Hierro. Su ubicación, en una depresión formada entre las sierras de Toloño y Cabrera pero a su vez en una prominencia, hizo que desde sus orígenes se poblase como lugar estratégico para así controlar los diferentes territorios colindantes. Debemos retrotraemos en la historia para poder comprender que fue un enclave importantísimo, límite entre los reinos de Castilla y de Navarra o, también, entre las culturas musulmana y cristiana. Su interés táctico forzó el amurallamiento de la población con gruesas y altas paredes. Sus llamativas puertas norte y sur, las murallas recientemente restauradas así como las callejuelas que resuelven su ordenamiento urbanístico interior hicieron que todo el conjunto fuese declarado Conjunto Monumental en 1995. El nombre de la población nos sugiere además un pasado relacionado con la explotación de la sal, sospecha certificada ya en 1264 gracias a una provisión de Sancho IV y en la que se hace referencia a dicha actividad al menos desde el siglo anterior. Fue este mismo infante quien hizo trasladar la primitiva población -hoy con ubicación desconocida- hasta el emplazamiento actual. En la misma orden se dispuso la fortificación del lugar por ser plaza fronteriza con el reino de Navarra, algo cuyas consecuencias hoy disfrutamos.


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En toíjo el Valle de Zuía, [)ero e^ecial^entG en pdmaíkía, la pobíacMn^ si4rtit»re se ha eefremecído de terror al oír habrar de '"la Pisíja". U Rstia es una alimaña, urí ser mttawgieo que||ívé en el rnonl Carrascal, desde tiempos inmemoriales. A ella s e % han atribuido Igtísn de loftiss^fes aeaecidos'alofi ¿añadas de D ^ ^ ik ia , sobre todo ^ cuando se J^i^o d ucíd o en el entwno de este m o ^ , Qfcicadá est^ villa 3 el de A go . El mundo de la técnica y la razón e ir ^ u e ^ •'^vivimos hoy én Íía , han relegado a este desconcertante ser mítico a! recuerdo de antaño. La Pistia corre el peligro de morir, no de hambre, ni víctima de un héroe local, sino por el olvido de las nuevas generaciones.


omaikia es un pequeño pueblo del Valle de Zuia. A pesar de su [imitada población, cuenta con el orgullo de poseer el título de halla a los pies del Santuario de la Virgen de Oro, centro espiritual al que todo zuyano venera con profunda fe. Si nos acercamos a esta población desde Murgia, una vez atravesado el pue­ blo ^de Jugo, podemos contemplar, a [a derecha del camino, un boscoso altoza­ no. En lo alto de la tupida arboleda, y casi ocultas por la vegetación, se vislumbran unas peñas. Nos encontramos ante el monte del Carrascal. En sus faldas, por su parte oeste, nace el principal manantial del pueblo. Si el recorrido lo hacemos a plena luz del día, con una jornada soleada, nada nos podrá presagiar lo que la mitología local ha ubicado en este monte. Pero si queremos adentrarnos en el mundo fan­ tástico del mito, acerquémonos pasean­ do por este itinerario a la luz de la luna.

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dejándonos envolver por el sonido de la noche. Entonces es posible que sí pene­ tremos en la magia del misterio. Contaban los habitantes de la villa que la Pistia del Carrascal moraba en una cueva de la peña de Iruratxi. Por las noches, unos extraños y penetrantes rui­ dos, emitidos desde la maleza, delataban su presencia. Nadie sabía definirla con seguridad: para unos era un enorme y sangriento lagarto: para otros un temible pájaro, con garras asesinas; para otros era una descomunal serpiente de siete cabe­ zas, devoradora de todo ser vivo de los alrededores; no faltaban quienes la veían como una indefinida alimaña, capaz de tragar todo lo que se interpusiese en su camino... Eso sí, todos coincidían en afir­ mar que allí, en la atalaya de las peñas del Carrascal habitaba la Pistia, la bestia a la que se le acusaba de la desaparición de ganados e, incluso, en ocasiones, de ino­ centes personas. Nadie, en Domaikia, osaba sonreír, cuando se pronunciaba este nombre mal­ dito. Se hablaba de ella en voz baja, como villa. Se se quisiera si no atraer su aten­ TODOS ción. Cuando CO IN CIDÍAN en los muchachos a firm a r q ue cillí, tenían que lle­ en \a ata]aya de var los ganados a los pastos del ]as p eñas del Carrascal, los C a rra sca ] padres les pre­ hdbitdbcí \a Pistia, venían contra la bestia a la que este ser demo­ s e le a c u sa b a de níaco. Sobre to­ do se les adver­ la d esa p a rició n tía para que re­ de g an ado s y en gresaran al ho­ ocasiones de gar antes de [a IN O CEN TES [[egada de la PERSONAS noche, pues era entonces cuan­ do se hacía presente la Pistia, y se podía sufrir sus funestas consecuencias.


José Miguel Barandiaran recoge en la zona un mito que bien pudiera estar relacionado con el de la Pistia. Estas son sus palabras: "En Domailda hablan de un genio, con un ojo en la frente, que habita en una cueva de la región. Habiendo secuestrado a un muchacho, lo metió entre cadáveres. La puerta de la cueva se abría cuando el cíclope le decía: "¡ábrete. Charranea!". fórmula que en los valles de Zuiay Kuartango es: "¡ábrete, Checla!"»

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Si en alguna ocasión tardaban en encontrar a un animal doméstico por este bosque de encinas, se le l A PISTIA, según acliacaba a la Pistia su extra­ creían, se vío. Si un hijo enseñoreaba del regresaba tarde entorno al a casa, al ano­ ocultarse EL SOL checer. espe­ cialmente si estaba cuidando los ganados en un lugar cercano ai Carrascal, la familia se mostra­ ba muy preocupada hasta que no apare­ ciese el mozalbete.

La noche La noche es cuando se hacen presentes los malos espíritus, los seres malignos. El único lugar a salvo de ellos es la casa, en torno al fuego del hogar. La Pistia. según creían, se enseñoreaba del entorno al ocultarse el sol. Nadie se atrevía a de­ safiar su presencia, y a partir del crepús­ culo, las gentes se recogían en el pueblo, sin salir de éL Un cantar popular del valle decía en una de sus estrofas: "En Domaikia, al llegar la noche, siempre han solido temblar por miedo a que les salga la Pistia del Carrascal". Cuando alguien se ausentaba fuera de la villa, procuraba estar de vuelta antes de que la noche cubriese con su oscuro manto toda la naturaleza. Nadie había visto con certeza a la Pistia, pero todos le temían, incluido el cura del pue­ blo. Cuentan que hubo en Domaikia un sacerdote que tenía la costumbre de ir a jugar, por las tardes, la partida de cartas a Murgia. Cuando llegaba el atardecer, se despedía de sus contertulios, con preste­ za: “ Me voy a casa antes de que se haga

de noche, no sea que me salga la Pistia del Carrascal". Y es que el viejo camino, utilizado antaño para dirigirse a Murgia, transcurría junto al Carrascal, para mayor temor de los vecinos de Domaikia. El pánico que infundía este ser terro­ rífico era tan grande que, en muchas oca­ siones, ni siquiera de día se acercaban a este monte; o al menos, si podían evitar­ lo. Y si obligatoriamente tenían que tran­ sitar por allí, apresuraban el paso, para dejar atrás cuanto antes de aquel som­ brío lugar. Conteniendo ta respiración, aguzaban el oído y volvían la mirada tras


sus pasos, por si eran perseguidos por la legendaria Pistia. Pero no en todos los zuyanos produ­ cía la el mismo efecto terrorífico. Algunos de los pueblos, sobre todo los que no están tan cercanos a la villa, se mofaban con frecuencia de esta creencia ancestral. Cuentan que los vecinos de Murgia, cuando llegaba alguien de Domaikia, con tono burlón le pregunta­ ban: "¿Todavía no te ha devorado la Pistia del Carrascal?" Ante el pavor que se sentía por la pre­ sencia de la Pistia, la única defensa era la

oración confiada a la Virgen de Oro. En muchas ocasiones, los labios fervorosos de los feligreses de esta villa elevaron súplicas como ésta: "Santísima Virgen de Oro, líbranos de todo mal y de la Pistia del Carrascal"

Escudo Desde el comienzo de la heráldica, el simbolismo de los animales apareció

Vista del Monte del Carrascal, lugar de habitación de la Pistia.


reflejado en los escudos que adornaban torres, palacios e iglesias. No faltaron tampoco en ellos las bestias míticas, recogidas por su valor simbólico tradicio­ nal o por sus características legendarias. No hace

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sentativo. Como no existía un escudo propio, se ela­ boró uno, recogiendo los elementos más significativos de la villa. Los tres elemen­ tos que aparecen en él son: la palma del martirio de San Bartolomé, como patrón del pueblo; la cmz de Oro. lugar emblemá­ tico para todos los zuyanos; y ¡¡¡la Pistia del Carrascal!!! Ello nos da una idea de la importancia que, la creencia en este monstruo, ha tenido entre los vecinos de la villa. En este escudo aparece la Ristia repre­ sentada como un inmenso dragón, saliendo de la maleza del monte Carrascal

Antecedentes bíblicos Las bestias míticas, y en concreto la Pistia de Domajkia, tienen diversos anteceden­ tes; uno de ellos es el bíblico. Nos la encontramos en el Apocalipsis: "...Y vi sur­ gir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos. La Bestia que vi se parecía a un leopardo, con las patas como de oso, y las fauces como fauces de león..." (Ap. 13).

Pero ya mucho antes nos la encontramos en el Libro de Daniel: "Contemplaba (...) cuatro bestias enormes, diferentes todas entre sí. salieron del mar. La primera era como un león con alas de águila... A con­ tinuación la segunda bestia, semejante a un oso, levantada de un costado, con tres costillas en las fauces, entre los dientes... Después yo seguí mirando y vi otra bes­ tia, como un leopardo con cuatro alas de ave en su dorso; la bestia tenía cuatro cabezas... y una cuarta bestia, terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte: tenía enormes dientes de hierro: comía, trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas. Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos..." (Dn. 7, 2-7). Estas figuras de los sueños de Daniel o de las visiones apocalípticas nos pueden dar una idea de las terroríficas imágenes que poblaban las mentes de los habitan­ tes de Domaikia cuando oían hablar de la Pistia, la bestia.

Bwcearxdo en le? leyenda El hecho de que la leyenda otorgue a otro personaje mítico, Anxo, su residencia en este mismo lugar ha llevado a confu­ sión, y les ha hecho creer a algunos que Anxo, el gigante, y la Pistia, son lo mismo. Sin embargo, la Pistia es claramente un ser que pertenece al reino de los anima­ les míticos. Todas las referencias orales en Domaikia así lo atestiguan. También hay un dato muy significativo: en Kuar­ tango, con la expresión "los Pistias" se hace referencia a los animales salvajes, que viven ocultos en medio de lo más intrincado del bosque: lobos, jabalíes, etc. El euskera, a los animales salvajes y fero­ ces se les denomina "piztiak”. No nos debe extrañar que, el origen de la leyenda de la Pistia de Domaikia, venga dada por la existencia, en tiempos pasados, de alguna alimaña que produjo


grandes estragos en los ganados del entorno del Carrascal; ello haría que se le ubicase en este monte. Existen pocas bestias imaginadas que no estén basadas en alguna realidad animal. La falta de res­ tos fiables: huellas, excrementos, forma de matar a sus presas, etc. llevaría a que los lugareños se imaginasen una bestia

no habitual, un animal espeluznante, una criatura diabólica. En este caso, la bestia animal se con­ vierte en una bestia mítica precisamente porque nadie logra vislumbrar una silue­ ta nítida. Cuando alguien se enfrenta a un lobo, aún siendo muy dañino, sabe quién es su adversario y cómo luchar con

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él; sin embargo, cuando el enemigo es un ser difuso, indefinido, la realidad traspasa el umbral de lo tangible y s;<ie adentra en el mundo de lo imaginario. Ya tenemos la peana para sustentar lo mitológico. En muchos casos se les atribuían a estos seres míticos extrañas mezcolan­ zas de rasgos de unos y otros animales. Cuanto más monstruoso fuese, más im­ pacto causaba. Recordemos, a

NO NOS debfi extrañar que, el origen de la leyenda venga j j , d ada por la existencia, en tiem pos p a sa d o s, de ALGUNA ALIMAÑA

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este respecto, que en la Edad existían “bestiarios" en losquesereco-

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mas animales y humanas, dando lugar a variaciones apocalípticas. Pero, además de una supuesta base histórica, podemos zambullirnos en otros niveles, no menos interesantes, que se pueden ocultar tras este ser mítico. La Pistia bien puede representar el caos exterior, el mal que nos acecha, los peligros de la noche, las fuerzas descono­ cidas e imprevisibles de lo natural y lo sobrenatural La presencia de un demo­ nio-animal ha sido siempre advertida con temor por el ser humano, que lo ha imaginado como una figura misteriosa y potente. A esto hay que añadir que, muchas veces, nuestra cultura judeocristiana ha proyectado sobre el animal con­ notaciones negativas. Sólo una vida ordenada y guiada por la luz puede libe­ rarnos de vivir en el caos. Por otro lado, a un nivel inconsciente, la Pistia puede representar, no ya los peligros exteriores, sino los interiores, las pasiones más bajas del ser humano, las pulsiones más profurujas e inconcebi­

bles. Todos llevamos una bestia interior, de instintos salvajes. La Pistia sería el espejo donde veríamos reflejada la zona oscura de nuestra personalidad, de la que hay que cuidarse, protegerse. Es el mundo de la irracionalidad, la locura y el pánico (palabra que proviene de Pan. dios griego de la naturaleza). Ese mons­ truo que llevamos dentro siempre está ahí, agazapado. No sabemos cómo es, ni qué puede llegar a realizar, pero algo nos asegura que puede surgir de la oscuridad de nuestro interior en cualquier momen­ to, en la circunstancia más inoportuna e inesperada. Sólo hace falta que algo lo despierte. La Pistia como representación del caos de la naturaleza -por eso aparece en un monte con mucha vegetación-, es dominada por la representación del bien y del orden: la Virgen de Oro -máximo exponente de la religiosidad popular para los zuyanos-. También en ta otra lectura, no excluyente, sino complementaria -la Pistia como representación de caos inte­ rior de las personas, de las fuerzas des­ controladas que existen en cada uno de nosotros, del mal interior que nos domi­ na- aparece la Virgen de Oro, como fuerza superior, que nos tranquiliza.

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preguntarnos si es más que una

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casualidad que se haya elegido como patrono de Domaikia a San Bartolomé, en cuya representación aparece encadenando al demonio, sím­ bolo de las fuerzas del mal. Es posible que. todo ello, haya hecho que un ser mítico de esta naturaleza arraigue con tanta fuerza en la tradición colectiva de la villa de Domaikia. Es


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mucho más que un hipotético depreda­ dor, que en su día pudo causar un cierto estrago entre los animales domésticos del lugar. Sobre él recayó toda l A CR EEN CIA de una representa­ su s a p a r\c\o n es ción del mal en el m onte exterior e inte­ rior, y por eso la C a rra sc a l se ha creencia de sus tran sm itid o de apariciones en generación EN el monte Ca­ GEN ERA CIÓ N rrascal se ha transmitido de generación en generación. Quizás estuvo un día, de forma física, en estos parajes; pero de lo que no hay duda es que des­ pués ha quedado arraigado en el interior de cada uno de los vecinos de la localidad. Al no quedar definida con exactitud su figura exterior, la Pistia ha ganado en

m isterio y terror. La penumbra de donde surge hace que cada cual proyec­ te sobre ella las formas que más pesa­ dillas le producen. Cada uno se la ima­ gina en su manera más horrible y san­ guinaria. En el fondo, hay tantas Pistias como habitantes del lugar. Cada uno llevamos una dentro. Proyectadas si­ multáneamente sobre el monte Ca­ rrascal, ha quedado grabada a fuego en la memoria colectiva de nuestro pue­ blo. Cada vez que el abuelo previene de la presencia de la Pistia a su nieto, le está poniendo sobre aviso de algo más que de una leyenda trasnochada; le previene sobre el mal que le acecha desde dentro y desde fuera de él mismo. CARLOS DRTIZ DE ZARATE Etnógrafo y sacerdnte

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Un poco de historia

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n pleno corazón del Duranguesado, entre los municipios vizcaí^ nos de Elorrio y Abadiño, y el ala­ vés de Aramaio, se oculta uno de los valles interiores más hermosos de toda la corni­ sa cantábrica: Atxondo. La propia etimolo­ gía del nombre, haitz-ondo, hace referen­ cia a su ubicación junto a la Peña Anboto, cuya cumbre, elevada hasta los 1331 metros, constituye la máxima altitud de todo el municipio. En el otro extremo y por el fondo del valle discurren las aguas con sabor a bosque del río Arrazola, cuyo cauce desciende hasta los 141 metros de altitud en el término de Apatamonasterio, lugar donde une su caudal al del IbaizabaL Estamos, pues, ante uno de los dos mayo­ res desniveles que pueden encontrarse en Bizkaia, junto al que desde el valle de Arratia representa la cima de Gorbeia {1481 m), y por lo tanto ante uno de los retos montañeros más exigentes e ilusion a n t ^ A ^ t r e todos cuantos podamos \uestras m ontaña^^ Euskal

Son tres los núcleos rurales que componen el municipio de Atxondo: Arrazola, AxpeMartzaa y Apatamonasterio, siendo este último el que mayor número de habitantes reúne y la actual sede del ayuntamiento. En este monasterio de abades o de cléri­ gos, según la interpretación de Iturñzar, cuyos vestigios (si los hubiera) aún no han sido hallados, aparecieron algunos de los restos arqueológicos más antiguos del valle, como son unos sepulcros de época Alto-Medieval, tallados en piedra de una sola pieza, que debieron servir para alber­ gar los cuerpos de personajes con poder e influencia dentro de aquella comunidad. Uno fue hallado en la iglesia de San Juan Bautista, en Axpe, otro en la ermita de Santiago del barrio del mismo nombre, y los otros dos en las inmediaciones de la desaparecida ermita de San Pedro ApostoL cuyo lugar fue ocupado más tarde por la actual parroquia de Apatamonasterio. Estas tierras del Duranguesado, como la mayor parte de Bizkaia, pertenecieron al potente Reino de Asturias hasta bien entrado el siglo X. No tardarían, sin em­ bargo, en cambiar de dueño, mediante la intervención de Sancho Carcés I de Navarra, quien las incorporó al viejo reino. Así, el Condado de Durango de aquel tiem­ po fue un extenso territorio conformado por los valles del propio Duranguesado, además de las comarcas de Zornotza, Arratia-Bedia y Orozko. A punto de acabar el siglo XII, en 1199, volvería toda la zona a cambiar de mano, esta vez hacia la órbita castellana dirigida por el rey Alfonso VIII, quien había deter­ minado hacerse con buena parte del dominio navarro sobre las tierras de Araba. No obstante, agradecido al Señor de Bizkaia, Diego Lopez de Haro, por los servi­ cios prestados a su causa en la batalla de las Navas de Tolosa, decide recompensarle n el Condado de Durango, quedando así



adscrito para siempre a Bizkaia y pasando a convertirse en merindad con presencia en las Juntas de Gernika. No debiéramos acabar este pequeño recorrido por la historia sin mencionar uno de los elementos de autogobierno popular más notorios de Euskal Herria: las Juntas de Cederiaga, en Abadiño. Allí, bajo el roble de la ermita de San Salvador en asamblea extraordinaria, y dentro de la casa Astola, en sesión ordinaria, se reunían los repre­ sentantes de las doce anteiglesias que componían la merindad para tratar los asuntos del valle. No dejarían de celebrar­ se hasta el final de la última guerra carlis­ ta y abolición de los Fueros Vascos en 1876, cuando las tradicionales formas de gobierno perdieron todas las atribuciones que habían venido conservando desde la Edad Media.

El Atxondo profundo Adentrarse en este fabuloso valle es acceder a un mundo rural de caseríos dis­ persos y escasa población, diseminada entre verdes praderías y bosquetes a los pies del gigante de roca que supone el m ondM M ^to. Aquí y allá pueden verse lies caseríos de u |^ o dos i Hería en la fachadaJBjndos d(

la bondad económica del siglo XVIII en todo el Duranguesado. Alternándose con ellos, las viejas caserías de dinteles de madera y amplios soportales todavía gozan de buena salud y cumplen con el cometido agropecuario para el que fue­ ron erigidos. No es difícil ver pequeñas concentraciones de ellos, formando barrios, en torno a ermitas de modesto valor artístico pero de gran devoción popular. Dejando a un lado Axpe, otro valle de espectacular belleza, proseguimos hacia el núcleo de Arrazola, situado aguas arriba. Paralelo a la carretera, además del río se alinea un recuperado camino sobre la anti­ gua vía del tren minero. La anteiglesia de Arrazola tuvo el voto número ocho en las Juntas de Cederiaga y, al igual que el resto de núcleos de Atxondo, se identificó con el bando oñacino en los conflictos medieva­ les. La vieja ermita de San Miguel parro­ quia del pueblo desde 1510, preside el cen­ tro principal de Arrazola, con su portada gótica y su torre sobre arco de entrada. El conjunto arquitectónico de la plaza nos transporta inevitablemente a otro tiempo, y se complementa con la extraordinaria vista que desde la fuente, en la que nos abastecemos de agua, ofrece la impresio­ nante cara este del Anboto, incomparable arco de montaña.


Travesía de la cara Este de Anboto.

A S C E N S IO N DEL M ONTE ANBO TO

De Arrazóío a Zabdlandi Iniciamos el recorrido en la misma fuente de la plaza de Arrazola, siguiendo la carreterilla que asciende entre los caseríos Zumelaga, Arbe, Goikoazpi, Goikogana, Mendia e Iturritza. Pasado este último lle­ gamos a una bifurcación en la que toma­ mos a la derecha, siguiendo las marcas blancas y amarillas del PR-2012. A los 15 min llegamos al caserío Atxekoa, punto final del asfalto e inicio del verdadero sen­ dero. Allí mismo giramos a la izquierda, por encima de una cabaña de piedra, hasta una segunda construcción destinada al alber­ gue de ovejas. Pasamos una valla y nos internamos en el pinar para bordearlo por su derecha, en el límite con la zona de campas del caserío. El roquedo aflora en la parte superior, donde los pinos dejan paso a un relicto encinar cantábrico y algunas hayas de gran porte. En este punto el sen­ dero inicia un brusco ascenso entre la roca caliza de más de 200 m de desnivel, cons­ tituyendo sin duda el tramo más exigente de esta parte del recorrido. Hemos abandonado las tierras del valle, los árboles y pastizales, entrando de lleno en la inmensidad de la pared oriental


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de esta descomunal montaña de piedra. En el suelo se alternan el sustrato calizo con el desgastado lapiaz y las pedrizas rodadas por la erosión, lo que unido a la pronuncia­ da pendiente hacen del avance una tarea difícil Tan sólo las especies vegetales calcícolas subsisten entre el roquedo, hierbas duras y ralas, y algún espino majuelo ator­ mentado por el viento y el frío. La dureza de la pendiente demanda un caminar lento y cadencioso pero firme, parecido al ritmo de ascensión exigido en una alta montaña de Pirineos o de Picos de Europa. En Anboto falta la altitud de aque­ llas, pero no los desniveles ni el majestuo­ so entorno de roca y grandes paredes de su vertiente este. El tortuoso sendero nos sitúa a la altu­ ra de un gran abrigo bajo roca con unas solitarias hayas guardando la entrada. Es un punto clave en la ruta, pues, a partir de aquí, el recorrido se convierte en travesía para superar los cuatro espolones que nos separan del bosquete próximo a Zabalandi. De este modo nos introducimos en terreno de roca viva, con la vista puesta en el impresionante barranco de Artaun que desciende desde los profundos nichos cali­ zos, cobijados bajo la espectacular y abrup­

ta pared^te de Anboto. L nos observa desde el balcón’ comunicada con el túnel Gerrikokobie y colgada en el abismo muy cerca de la cum­ bre. También los ojos de Ezkillar y de Bentaneta, erosionados por la acción del agua sobre la roca caliza, actúan como centine­ las de piedra, y se dice que en algún momento del año, cuando el sol se escon­ de tras la peña, sus rayos atraviesan el ojo de Bentaneta e iluminan como un foco el lugar donde se ubica la ermita de San Roque, abajo en el valle. Prosigue el sende­ ro saltando de espolón en espolón hasta salir al viejo hayedo que conduce a Zabalandi, donde el denso y fresco verdor de sus campas resalta entre el blanco impoluto de las calizas que lo rodean ( 1 h 20min). Este hermoso lugar ha sido utilizado desde antiguo por el pastoreo tradicional, y sus caminos han servido de paso a gentes, mulateros y mercancías tanto del lado de Atxondo como de los vecinos Aramaio y Otxandio, si bien, el famoso puerto de Urkiola enseguida se convirtió en la gran vía de penetración hacia Bizkaia desde las tierras de Araba, bien descendiendo por el Cristo de Atxarte, bien utilizando el camino de Mañaria.

Monte Ipiztey refugio Pake-Leku desde las campas de Zabalandi.

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De Zabaiìaryài a ]a cumbre de Anboto Hoy, los caminos que por aquí pasan, son utilizados sobre todo por montañeros que, desde Urkiola, Kurtzeta, Besaide y los valles cercanos, ascienden a Tellamendi, Orisol, Ipizte o Anboto, precisamente nuestro objetivo en esta excursión. Dejando la pista que viene desde Urkiola a nuestra izquierda y el camino que nos ha traído hasta aquí a nuestra derecha, iniciamos el ascenso de la gran montaña dando la espalda al bello promontorio rocoso del Ipizte. La senda comienza dando giros por un terreno mixto de hierba y roca, para continuar en fuerte pendiente a través de la caliza hasta la zona alta. El ojo kárstico de Bentaneta aparece cercano al sendero y es muy difícil sustraerse a la ten­ tación de asomarse por él y contemplar el desplome hacia los barrancos de Artaun y Errekaundi, y el valle de Arrazola. Desde aquí, apenas cien metros de desnivel nos separan de la cumbre, un verdadero nido de águilas por la espectacularidad de todas sus vistas y la sensación aérea que produ­ ce estar en ella (50 min). Podemos descen­ der a Zabalandi por el mismo itinerario o bien seguir hacia el oeste para dar un pequeño rodeo en busca de una pendiente más suave a través del hayedo.

De Zabaìanàì a Arrazola Buscamos el refugio Pake-Leku, bajo el esbelto torreón del monte Ipizte, para ini­ ciar el camino de regreso siguiendo un iti­ nerario diferente al de subida. Dejamos el citado refugio a nuestra derecha y segui­ mos la pista (CR-123) que recorre el cor­ dal hacia Tellamendi y Besaide durante unos minutos, hasta encontrar un poste de señales indicadoras de njtas de senderismo. En este lugar, desde el que la vista de Anboto se asemeja a una perfecta pirámi-


Caserío Urrutia en Arrazola. con ventanas ojivales de origen gótico-renancentista y fechado en torno al año 1500.

de, abandonamos el itinerario de Besaide para continuar por otro trazado denomina­ do PR-2011, con marcas de pintura blanca y amarilla. Estamos en la parte alta del barranco Errekaundi, por cuyo fondo discuten las aguas de toda esta cabecera al amparo de un enorme bosque de hayas. En el descen­ so encontramos fuertes desniveles que nos sumergen más y más bajo la impresionan­ te pared este de Anboto, cuyas colosales di­ mensiones nos siguen sorprendiendo. El ca­ mino prosigue en fuerte zig-zag atraído por el mmor del agua desbocada en el arroyo. Altivas hayas crecen junto a otras más re­ torcidas de gruesos troncos y amputadas ramas, producto de la despiadada poda de otros tiempos. Este bosque sufrió, como tantos otros, aquella fiebre del carbón para abastecer la insaciable demanda de las ferrerías, y aquí, no lo olvidemos, hubo una de las más fuertes. Aún pueden verse nume­ rosos vestigios de carboneras, con la super­ ficie allanada y oscurecida por los restos de la combustión, y de txabolas de piedra, a lo largo de todo el ban’anco de Errekaundi.

El sendero se hace uno con el cauce del arroyo y lo cruza para seguir paralelo a su trayecto, en un descenso rectilíneo y más suavizado por la pendiente. Es aquí, preci­ samente, donde el camino se convierte en calzada, en vía de comunicación perfecta­ mente concebida y constmida para tal función: el transporte de mercancías y, pre­ ferentemente, de las toneladas de carbón vegetal producidas cada año en este bos­ que hacia los almacenes de las terrerías de valle. El viejo empedrado, gastado y roto, aunque todavía notable en varios tramos, es conocido como romano por la creencia popular, pero el análisis de estos vestigios, en la mayor parte de los casos, no resiste una cronología inferior a la Edad Media, y las más de las veces ni siquiera al S.XVII. Pequeños saltos de agua y hermosos remansos juguetean con gnjesos troncos de haya, ahuecados por el tiempo, mientras seguimos el camino parcialmente excava­ do en la roca. El bosque se va nutriendo de más especies antes de dar (M laT ^ in a r, último antes de llegar al' río del~^B>Atxekoa o Agarre, se


en el cruce co nW pinar la uierda o de la derecha ( 1 h).

Mdri, Id DdíTici de Anboto Es Mari una divinidad femenina de gran poder, considerada como la principal entre los demás genios y númenes de la mitolo­ gía vasca. Los nombres con que se la cono­ ce y los lugares de los que se dice son su morada llegan a ser excesivamente exten­ sos y detallados a lo largo y ancho de Euskal Herria.Tal es así que. como bien cita Barandiaran, nosotros también la llamare­ mos simplemente Mari, como lo hacían los pastores de Urkiola que. al mostrarme desde el prao de Zabalaundi. sito al pie del pico de Anboto, una de las cuevas de esta sienta, me decían: ara or Marijen kobia "he ahí la cueva de ta Mari". Pasa siete años en su cueva de Anboto y otros siete en la de Supelegor de Itxina, en Gorbeia, aunque también se traslada a sus moradas del Oiz, del Mugarra, de Balzola o de Munjmendi y tantas otras. La creencia popular asegura que sus antros están ricamente adornados y repletos de oro y piedras preciosas. Del mismo modo, va elegantemente vestida, peina sus cabe­ llos con peines de oro y desmadeja hilo con devanaderas de idéntico metal Se le atribuyen maridos como Sugaar o Culebro y hasta el mismísimo Señor de Bizkaia Don Diego López de Maro, con quien tuvo un hijo llamado Iñigo Guerra. También se la considera hija del Señor de Muntxaraz, esta vez con el sobrenombre de Mariurrika, jugando de esta forma con la historia real y la leyenda que la creencia popular ha Ido forjando en torno a este genio. Mari se traslada de un lugar a otro envuelta en llamas, como si de una bola de fuego se tratase. En general se la considera una diosa buena, que premia a quienes creen en ella y atiende a quienes la piden consejo o favor. Pero también puede casti­

gar a los que mientan, roben, se jacten en demasía o no cumplan sus mandamientos, y no son pocos los pastores a los que ha quitado algún carnero o pueblos y fincas particulares a las que ha enviado pedrisco y fuerte tormenta. No es fácil acceder a la cueva de la Dama de Anboto (1160 m), situada cerca de la cumbre pero abierta a la pared este. No obstante, si alguien pretende acercarse a ella para pedirla consejo deberá observar una serie de normas para no enojarla; así, la tuteará al dirigirse a ella, no se sentará mientras esté dentro de su morada aún


cuando la propia Dama se lo pida, y cuan­ do salga del antro lo hará andando hacia atrás y sin dar nunca la espalda a la Señora y, por supuesto, sin llevarse ningún objeto de la cueva por tentador que esto resulte. Mari, la diosa de la mitología vasca, sigue viva entre nosotros, en la toponimia de nuestra geografía, en los cuentos de nuestros mayores y en las brumas de nues­ tras montañas. No las disipemos con un soplo de modernidad porque entonces habremos destruido parte de nuestra iden­ tidad como pueblo, un peligro real que no debemos menospreciar en absoluto.

]ja vid verde del tren minero Este agradable paseo de apenas 5 km de recorrido y escasos 100 m de desnivel, permite recuperar el antiguo trazado ferroviario del viejo tren minero. La vía se construyó desde Apatamonasterio hasta el barrio de Errotabarri, en Arrazola, con el fin de transportar el mineral de hierro que se extraía en el valle, cuyas minas habían sido explotadas con anterioridad entre los años 1739 y 1751 para satisfacer la demanda de una ferreria cercana a la ermita de San Roque. Se calculó para el

La cara Este de Anboto con la larga cicatriz del barranco de Artaun en medio de la pared. En la zona inferior izquierda se aprecia parte de las campas del collado Zabalanc" -

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Ermita de San Roque, en Arrazola. La fachada principal, bajo pórtico, está cerrada con una impresionante verja de madera.

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traslado anual de 50.000 Tm. pero las minas nunca dieron para tanto, llegando el año que más a las 37.000 Tm. Para 1920, fecha en que se cerraron, tan sólo aporta­ ban al ferrocarril 20.000 Tm de mineral, por lo que éste inició su declive como medio de transporte mínimamente renta­ ble, manteniéndose a duras penas hasta el año 1946. El itinerario es cómodo y puede reali­ zarse a pie desde Apatamonasterio en poco más de una hora, descubriendo luga­ res de gran belleza, con numerosos cursos de agua, saltos y restos de canales para el abastecimiento de antiguos molinos, vegetación de ribera y autóctona, hermo­ sos barrios y destacables caseríos como los conocidos Urrutia (antes de llegar a Arrazola), con hermosas ventanas ojivales de origen gótico-renacentista, y Ollargane (poco antes de la ermita de San Roque), algunos_años más moderno que el antela inscripción más antigua rva en un e d ifi^ ^ iv il en año 1519. El recow^FinaliZc

en Errotabarri, conocido también como El Tope, donde la vegetación envuelve los restos de la estación que servía de punto final al ferrocarril y las ruinas del viejo poblado minero que allí hubo, integrado mayoritariamente por trabajadores astu­ rianos. Aunque la vía verde finaliza aquí, es interesante saber -para aquellos que des­ een alargar la excursión- que en Errota­ barri tiene lugar el inicio de un interesan­ te camino, señalado con marcas amarillas y blancas, que asciende hacia Besaide en apenas una hora de marcha, lugar de gran significado para los montañeros vascos y punto en el que convergen las mugas de los tres territorios históricos de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. Además, en la primera parte del ascenso puede seguirse todavía la pista de los numerosos restos de la pasada actividad minera, tales como esco­ riales, bocaminas, casas del poblado y hasta un horno para la calcinación del mineral. JUANJD HIDALGO


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texto « OLGA HACÍAS fo to s « FELIX HUGURUZA

P a s te le ría s confiTerías

Bilbao (

1877 2005 -

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I.os que v iv im o s o hem o s v iv id o en Bilbao, sie m p re hem os oído h a b lcird e los cífcimtidos p asteles que, desde tie m p o s que no se recu erd an , se vie n e n e la b o ra n d o en esta v illa . FJ g usto de los b ilb aíno s p o r los dulces, e xte n siv o al resto de los h a b ita n te s de B izk a ia , ha sido sie m p re objeto de los co m e n ta rio s de p ro p io s y e xtrañ o s.


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desde los mismos hogares. La cuajada, la intxaur-saltsa, las manzanas asadas o en compota, las peras al vino, el arroz con leche, las natillas y el flan, han sido postres habituales en las casas de los vizcaínos y, por ende, de los bilbaínos. Dentro de una preparación más sofisticada, pero no por ello sin dejar su sencillez, los canutillos de Bilbao a la crema y los citados pasteles de arroz y bollos de mantequilla constituían una delicatessen para los paladares más refinados. Para degustarlos, nada más que acercarse a cualquiera de las pastelerías que jalonaban el Casco Viejo y el Ensanche bilbaíno. Esta variada relación de dulces, que no desmerecía en nada de aquellas que se podrían encontrar en la carta de los mejo­ e siempre, bajo pretexto de acer­ res restaurantes, tenía como seña de iden­ carse al Casco Viejo de Bilbao, ya fuesen los lugareños o los llega­ tidad la sencillez tanto en sus materias pri­ dos de otros pueblos de la provincia mas o de como en su elaboración. En la base de esta repostería se encontraban los produc­ tierras limítrofes, encontraban una oportu­ tos lácteos y sus derivados, de los que nidad para entrar en cualquiera de las tra­ Bilbao contaba dicionales pastelerías y confiterías que jalonaban esta parte de la ciudad, con el con un buen suLAS propósito de dar buena cuenta de los pro­ ministro, tanto T R A D IC IO N A L E S en calidad , ductos que se ofrecían. Los que más o como en cantip astelerías a los menos nos defendemos en estas lides, no dad, y que probrillcintes sdlones podemos por menos que recordar los bollos de mantequilla, o los pasteles de venía de las d e café, no había arroz, tan sólo dos ejemplos de este buen mismas lecheríexcu sa p a ra no hacer y merecida fama que durante lustros as situadas eri la d eg u sta r ury buen villa o en las ^ se han ganado las pastelerías de Bilbao. comarcas cercaP^^Stel E N T O D O En el Casco Viejo se reunían ya en el ñas. Otro tanto B IL B A O último cuarto del siglo XIX algunas de las pasaba con los tiendas del Bilbao de toda la vida, entre huevos, y en cuanto a las harinas y los azú­ ellas, confiterías y pastelerías de reconoci­ cares necesarios para elaborar estos man­ do prestigio. Esta labor dulcera no se puede jares, tampoco faltaban en Bilbao de una desvincular de una serie de factores inhe­ buena calidad y a unos precios relativa­ rentes al propio devenir de la población de mente asequibles. En efecto, al ser esta la villa y a su cultura culinaria. En toda villa puerto de entrada y salida de mer­ Bizkaia, la tradición por el buen comer cancías provenientes del interior de la me­ siempre ha sido un hecho y, dentro de ella, seta y de la ribera del Ebro (harinas) y. tam­ los postres han pervivido como un ele­ bién, de las colonias españolas en ultramar mento primordial. La repostería que desde (azúcar), el suministro de estos productos siempre se ha podido degustar este terri­ estaba garantizado, además, con unos pretorio, ha sido muy variada, comenzando

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cios más bajos al no estar tan agravados por cargas impositivas aduaneras ni por el precio del transporte que encarecían su costo en otros puntos del interior. Sea como fuese, la proverbial fama de la pastelería bilbaína fue extendiéndose y, con ella, la afición no ya solo de sus habi­ tantes, sino también de sus visitantes, por deleitarse de una rica variedad de dulces que, ha decir de los entendidos, no se daba en ninguna otra ciudad del Norte de

España. Aún así, la tradición y el gusto por los dulces de toda la vida, no desmerecían las innovaciones y el buen hacer de los maestros pasteleros de Bilbao.

Orígenes y desarrollo de las pastelerías y confiterías bilbaínas Cuando en 1908 se presentó en Bilbao el libro La Pastelería, firmado por Emiliano de


Arriaga bajo el seudónimo de Un Chimbo, se daban todas las claves que el fenómeno de estos establecimientos suponía para Bilbao. Esta obra estaba ambientada en torno a 1850, con esta villa como fondo, en la que las pastelerías eran el centro de reunión preferi, do porsus habiE L C A F E S U IZ O tantes. En efec-

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sus dulces, era algo que estaba muy ligado a la idiosincrasia de habitantes de la capital vizcaína, y buen ejemplo de esto, lo consti­ tuyó la aparición del Café Suizo en esta ciudad. El cronista Antonio Trueba indicaba que a principios del siglo XIX ya había cafés en Bilbao, generalmente regentados por Ita­ lianos ó suizos. Un francés de origen italia­ no, apellidado Rovina, abrió uno de estos establecimientos antes de la Guerra de la Independencia en la calle del Correo. En 1814 le traspasó el local a un suizo de ape­ llido Bélti que, a su vez, se lo traspasó al año siguiente a dos compatriotas suyos, llamados Francisco Matossi y Pedro Franconi. Estos dos últimos, aparecieron en Bilbao en 1813 y se contaba, no sin cierta exageración, que habían hecho el viaje desde Suiza hasta Bilbao a pie, alimentán­ dose casi exclusivamente con la leche de una cabra que traían consigo que, a su vez, se sustentaba con el pasto que encontraba en el camino. Lo cierto es que cuidaron con mimo y esmero del animal hasta el final de sus días. Franconi tenía fama de excelente pastelerò, y pronto alcanzó gran estima en Bilbao, en particular, por unos pasteles especiales que elaboraba y vendía perso-

nalmente en las romerías. Matossi, de edad más avanzada y educación más esmerada, pronto se granjeó la estima de la comuni­ dad de comerciantes extranjeros de Bilbao y el respeto de los naturales de la villa. Por iniciativa de Matossi, éste tomó el traspa­ so del café de Bélti y se asoció en la empresa con su paisano Franconi, sin que este último dejara de acudir a las romerías a vender sus pasteles. Ambos socios deci­ dieron dar el nombre de Café Suizo a su localTal era el nombre que se recogía en el tablón que se colocó en la puerta del esta­ blecimiento y que rezaba lo siguiente: "Café Suizo de Matossi y Compañía. Fábrica de licores de todas clases, y se ven­ den vinos generosos españoles y extranje­ ros." Cuando en tomo a 1830 se construyó la Plaza Nueva, se le dio al Café Suizo una nueva entrada por ella, quedando la anti­ gua entrada correspondiente a la calle Correo destinada sólo al servicio de pastelería.Trueba describía el interior del local de la siguiente manera: "en un aparador o mostrador situado a la izquierda se ven pasteles de diferentes clases y un templete de dulce, y en otro aparador de la parte opuesta se ven sorbetes y otros helados y licores". Dos mozos atendían a la clientela del local Además, hay que tener en cuenta, que este modelo de establecimiento mez­ cla de café y pastelerfa fue extendiéndose por distintas capitales españolas, de la mano de los propietarios del Café Suizo de Bilbao. En efecto, el local de la Ribera tuvo tan-

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to éxito que el D U LCES mismo Pedro Franconi decidió abrir una sucursal en Burgos y de aquí dio el salto a otras impor-


tantes ciudades españolas, incluso hasta en Madrid se abrió un establecimiento, que se convirtió en el centro de reunión de todo lo más selecto de la sociedad y de la farándu­ la de la villa y corte. Lo paradójico fue que a medida que esta compañía multiplicaba los cafés suizos por España, el de Bilbao fue entrando en un lento declive, propiciado por el cambio de gustos y costumbres.

Dulces y trcjcliciones Una de las primeras pastelerías de las que se tiene reseñas en Bilbao era el estableci­

miento de Las Delicias, propiedad del señor Echave y que estaba enclavado en la calle del Víctor, en el Casco Viejo de la villa. En 1877 con motivo de los carnavales, anun­ ciaba que se pondría a la venta "la riquísi­ ma crema para tostadas", preparada espe­ cialmente para este objeto, siendo su pre­ cio de cuatro reales y medio la libra, pudiendo gozar del beneficio de medio real en libra los que hiciesen el encargo de vís­ pera. Además, se facilitaban prospectos para que se pudiesen confeccionar las tos­ tadas con más facilidad y mejor acierto. Por lo que el señor Echave incitaba a los bilbaínos a que no desperdiciasen la oca­

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sión que se les presentaba de endulzar con riquísimas tostadas "las penas amargas" que les rodeaban. La actividad industrial de este pastele­ ro iba más allá de dispensar en su esta­ blecimiento sus acreditados productos. Con motivo de las fiestas de agosto de Bilbao, solicitó en julio de 1879 del Ayuntamiento de Bilbao, el permiso nece­ sario para instalar en el Arenal de esta villa una tienda de campaña donde ven­ der sus "riquísimas pastas y exquisitos sorbetes" mientras durasen los mencio­ nados festejos. Obtuvo el visto bueno de la autoridad y finalizado el periodo festi­ vo, la comisión de los festejos del consis­ torio bilbaíno le dio un voto de gracias por este pabellón que habían levantado en el citado ArenaL Avanzado el año 1879, se acercaba una de las fechas más Indicadas para el consu­ mo de los dulces. Nos referimos a las Navidades. Desde los periódicos de Bilbao, los pasteleros y confiteros de esta villa recordaban al público la proximidad de "las pascuas de nacimiento". Estos indus­ triales no podían, por menos, que confesar que todos sus establecimientos se esmera­ ban aporca en presentar en sus escapara­ tes gran variedad de golosinas, capaces de satisfacer al más caprichoso aficionado a los dulces. En Bilbao, el gusto por lo dulce se iba refinando a la par que se iban abriendo nuevos establecimientos que ofrecían una esmerada variedad de productos. En 1884, la pastelería La Palma Bilbaína, hacía saber a su clientela, que además de hallarse sur­ tida de todo cuanto abarcaba el ramo de la confitería, pastelería y repostería, encon­ trarían en este establecimiento los sabro­ sos pasteles titulados: Milasone, Solferinos al moscatel. Alfonsinos, Severines al marrasquino. Libros de hojaldre, Píos nonos. Mantecadas de Astorga y Vizcaínos de avellana. Además, también se elabora­ ban novedades en pasteles de hojaldre y

de cualquier clase que se le encargase. Recalcaba el anuncio de este estableci­ miento a sus clientes, que se fijasen bien en las Mantecadas de Astorga, bocado exquisito, que estaban elaboradas por un "inteligente oficial" traído ex profeso de dicha población. Y claro, tampoco había que olvidar el esmeradísimo servicio que prestaban gratis, última novedad, para


convites de bodas y bautizos, que no podí­ an concebirse sin la presencia de tan pre­ ciados manjares. El gusto de los bilbaínos por los dulces no parecía decrecer, a pesar de las noticias que llegaban sobre adulteraciones en la fabricación del azúcar, amén de que se considerase a este producto como un ele­ mento de transmisión de graves enferme­

dades como el cólera, y de que con la pér­ dida de las colonias de las Antillas aumen­ tasen los impuestos que recaían sobre éL En 1899, los comerciantes de azúcar de Bizkaia solicitaron al Gobernador civil que se bajasen estos derechos arancelarios, puesto que además de ser un producto de primera necesidad, su carestía podía lesio­ nar grandemente los intereses del público.


Al parecer, los temores de estos comer­ ciantes quedaron conjurados, puesto que con motivo de la celebración del día de San José en 1890, se comentaba desde los periódicos bilbaínos, que los que realmen­ te hicieron su agosto por esa festividad fueron los confiteros de la villa, ya que ade­ más de por sus calles y por sus casas, tam­ bién por los lugares habituales de concu­ rrencia en los días festivos, hubo semejan­ te ir y venir de colinetas, de pasteles y de dulces, que era imposible no caer en la ten­ tación de agasajarse con una de estas exquisiteces aunque uno no se llamase Pepe o Pepa. Y es que la tradición rezaba que en fecha tan señalada se obsequiara a los que celebraban su onomástica con un pastel, o cualquier otro tipo de dulce que se terciase. Por las mismas fechas, la Confitería de la Cran Vía, situada en la calle de dicho nombre en el Ensanche bilbaíno, comuni­ caba que accediendo a las indicaciones de numerosas personas que quedaron alta­ mente satisfechas de los torteles a la Suiza elaborados para la fiesta de San José, este establecimiento decidió elaborarlos de nuevo para las siguientes Pascuas, así como también, las exquisitas empanadas a la mallorquína y otros pasteles nuevos que, a juicio del anuncian\ te. habrían de tener, segura' . mente, gran aceptación.

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El monopolio del azúcar y los pasteleros bilbaínos Esta fruición de los bilbaínos por los dulces, contrastaba con las quejas de los fabrican­ tes bilbaínos ante el constante aumento del precio de los azúcares. Para potenciar la industria española del azúcar, basada en la producción de la remolacha azucarera, el Gobierno prohibió la importación de este producto, principalmente del de caña pro­ veniente de las islas caribeñas. Esta protec­ ción a la producción del azúcar trajo consi­ go la formación de un trust o sindicato azucarero que dominaba el precio de este producto bajo la vista gorda del Gobierno, con el consiguiente incremento de su pre­ cio sin control alguno. Aún así, en Bilbao se seguía disfrutan­ do de los dulces en cuanto la oportunidad se presentaba, y con la celebración del día de Todos los Santos en 1890, las pastelerí­ as y confiterías de la villa, aumentaban la producción de sus obradores para hacer frente a la demanda de los buñuelos de viento, cuyo consumo era obligado en esta indicada festividad. La Confitería de la Can Vía. comunicaba a su clientela que para el día de Todos los Santos, estarían disponibles en su establecimiento los tan renombrados y exquisitos buñuelos de viento (Beinets), elaboración especial de esa casa, que tanta aceptación habían alcanzado el año anterior. Del mismo modo, hacía saber está confitería que pondría a la venta el mismo día de la fes­ tividad y como novedad, otra especiali­ dad, los panecillos de almendra con dife­ rentes variedades de yema, coco, café, etcétera, "al estilo de Madrid". Eso sí. este establecimiento suplicaba a su respetable clientela que hiciese los encargos a tiem­ po. Se acercaban las Navidades del año 1890, y con ello la gran oportunidad espe­ rada por todos los amantes de los dulces para disfrutar de ellos más que en ningún


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otro momento del año. Para muestra del gusto que los bilbaínos sentían por los dulces, el anuncio de la Confitería Navea, situada en la calle de la Cruz del Casco Viejo bilbaíno. Según este establecimien­ to, si sus convecinos gozaban ya de ratos dulces presen­ ciando los toros y los partidos de NI EL pelota, aún serían MONOPOLIO del más dulces los azúcar, ni su ratos que les pro­ carestía hicieron porcionarían en la perder a los mesa los dulces elaborados en bilbaínos su esta confitería pasión POR LOS con su finísimo PASTELES m a z a p á n . Además, añadía esta publicidad, que el citado estableci­ miento estaba recibiendo diariamente exquisitos géneros de dulces para los rega­ los de Navidad, de Fin de Año y de Reyes. La costumbre entre los bilbaínos de rega­ lar dulces con motivo de estas fiestas se estaba extendiendo, tal y como se estaba

poniendo de moda en otras poblaciones de Europa. Con motivo de la campaña de Navidad de 1890, la Confitería déla Gran Vía, anun­ ciaba su Inmenso surtido en turrones de sabroso mazapán, anguilas, caprichos, cajas de todos los tamaños e infinidad de artí­ culos variados propios de esa temporada. Comunicaba también su especialidad en turrones de guirlache y de gramúa, y tam­ bién panecitos pequeños de turrón, de nieve, miel, etc. etc. Por su parte, la Confitería Navea notificaba que había recibido piñas frescas de la Habana y cirue­ las de Burdeos. Además, aseguraba este establecimiento que el día 12 ó 13 de diciembre recibirían Ovos molhes de Brasil, galletas extrafinas Palmers y dátiles de Persia, sin olvidar el gran surtido que ofre­ cía de objetos de fantasía, frutas y dulces de París y caramelos de Suiza. Desde luego, consideraban los propietarios de este local que era una buena oportunidad para los que tuviesen que hacer obsequios. Comenzó el siglo XX y todavía perdu­ raba la guerra de los comerciantes de

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azúcar y fabricantes de dulces bilbaínos contra el monopolio de los azucareros amparados por las autoridades guberna­ mentales. En noviembre de 1905 se llegó al punto álgido de este conflicto, que pareció quedar conjurado en octubre del año siguiente con un acuerdo firmado entre el Gobierno y los productores de azúcar. Dentro del primer tramo de este siglo XX, las pastelerías y las confiterías bilbaí­ nas fueron refinando, aún más si cabe, sus propuestas. El Casco Viejo de la villa, dejó de ser el tradicional bastión de este tipo de actividades comerciales, y en el Ensanche de la misma, a los estableci­ mientos que de este tipo ya existían, se fueron añadiendo nuevos locales de una elegancia que podían competir tanto por la exquisitez de sus salones, como por el prestigio de sus productos, con cualquiera de los cafés de las más renombradas ciu­ dades europeas. Uno de los más afamados de estos establecimientos fue el Lion d ’ Or, café, repostería y confitería, que contaba con un salón reservado para señoras y familias, además de un servicio esmerado de té, chocolate y fiambres variados. Del mismo modo, ofrecía exqui­ sitos dulces nacionales y extranjeros, amén de sabrosos postres.

Los pasteles ¿wn producto de primerd necesidad? En 1915 dio comienzo lo que se dio en lla­ mar el problema de las subsistencias, es decir el incontrolado y constante aumento de los precios de los productos de primera necesidad, en particular del de los alimen­ tos. De nuevo, las materias primas utiliza­ das para la elaboración de los dulces, sobre todo el azúcar, se vieron afectadas por fuertes subidas, sin que los sucesivos Gobierno promulgasen unas medidas efec­ tivas que frenasen esta carestía. La situa­ ción no parecía tener visos de solución y a finales de este año 1915 los fabricantes, almacenistas y cafeteros de Bilbao protes­ taron ante el Gobierno por lo que conside­


su precio fue aumentado a treinta, treinta raban el inmotivado aumento del precio y cinco, cuarenta, cuarenta y cinto y cin­ del azúcar. Esta queja estaba firmada entre cuenta. Cesó la guerra, se firmó la paz, bajó otros, por la Casa Artiach, fabricante de el precio del azúcar, y el de los huevos, y el galletas y por Martina de Zuricatday e de la leche, y el de la harina, y los pasteles Hijos, obrador de pastelería, nombres de seguían costando a real cada uno. Se pre­ sobra conocidos por los amantes de los guntaba el repórter que cubría esta noti­ dulces de Bilbao. cia, sí esto era justo, sí era equitativo, e Hubo que esperar a principios de 1920 incluso, sí hasta era moral. Añadía, este para que el Gobierno abriese las fronteras periodista que el mismo se eximía de dar al azúcar extranjero y evitar, de este modo, contestación alguna a sus preguntas, por­ los monopolios que hacían subir su precio. que a fin de cuentas, eran las autoridades Sin embargo, no fue hasta principios del las que tenían la palabra con respecto a año siguiente, cuando el mismo Gobierno este asunto, y muy especialmente el acordó mantener la reducción del arancel Gobernador Civil de Bizkaia, quien, según para el azúcar en un intento de frenar la sus informaciones, era un gran amante de presión del trust azucarero. Por estas mis­ los pasteles. mas fechas, el Gobernador civil de Bizkaia Acercándonos a los años treinta del convocó al presidente del gremio de confi­ siglo XX, la fabricación del dulce en Bilbao tería de Bilbao a una reunión. En ella, había pasado de ser una actividad de unos hablaron sobre el acuerdo de la Junta cuantos pequeños obradores de pastelerí­ Provincial de Subsistencias para solicitar a as, a ser una industria que movía un impor­ los confiteros y pasteleros que rebajasen tante volumen de negocio. Algunas de las los precios de sus productos, en vista de la pastelerías de toda la vida aún pervivían, sensible baja que habían tenido las mate­ pero, a modo de ejemplo, la casa más rias que utilizaban para su fabricación. El importante del norte de España, en cuanto presidente del gremio alegó que era nece­ a la fabricación de dulces, estaba instalada sario tener en cuenta que recientemente en Bilbao. La aldeana, que tal era el nom­ se había elevado los jornales a los opera­ bre de esta empresa y que estaba situada rios, por lo que no se podía pensar en la en el muelle de la Merced, hacía alarde en reducción que el Gobernador solicitaba. las Navidades de 1928 de su exquisita y Aún así este último insistió en la necesidad surtida producción, en particular, de capri­ de que se bajasen los precios. En vista de chos y de anguilas, en una exposición sin esto, el presidente del gremio prometió parangón, que podía ser visitada por todo reunir a sus asociados para tratar este aquel que quisiera. asunto. Un nuevo elemento vino a añadirse a la Parece ser que no se llegó a ningún devoción de los bilbaínos por el dulce, nos acuerdo, porque a mediados de 1921, referimos a los turroneros que. provenien­ desde las páginas de los periódicos bilbaí­ tes del levante español, se acercaban todas nos se comentaba que mucho se estaba la Navidades hasta esta villa para vender tratando sobre el alza y la baja de las sub­ sistencias. con toda la atención fijada en eb^ sus productos. En 1928 se les podía encon­ trar en los rincones de los portales y en los pan, el aceite o el carbón. Sin embargo, huecos que algunos comercios les cedían nadie mentaba a los pasteles que, aunque ; para ejercer su industria. Ofrecían a sus no eran un artículo de primera necesidad, clientes bloques de turrón del de Alicante, tenían no pocos partidarios. En los prime­ de Valencia y de Barcelona, a ios que se ros años de la Guerra Europea, dos paste­ añadían otras variedades, con fnjtas escar­ les costaban veinticinco céntimos: después

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chadas o compuestos por distintas capas de diferentes colores. Estos turroneros también vendían mazapanes y peladillas con los que deleitarse durante las fiestas navideñas. Sin embargo estos no eran los únicos turrones que los bilbaínos podían degustar. En algunas de las pastelerías de la villa se vendía el llamado turrón de Sokonuzko. Este nombre le viene del de un pueblo de Méjico, cuya traducción es pepita de cacao, por lo que fácilmente se puede deducir cual era el ingrediente fundamen­ tal de este dulce. Efectivamente, se confec­ cionaba a base de tres capas de diferentes chocolates y lo comenzó a fabricar un cocinero de Bilbao que estuvo hace 100 años en el citado pueblo mejicano, donde aprendió los secretos de la elaboración de los dulces de chocolate.

Ld consolidación del cictwcil sector pastelero de Bilbao

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Llegó y pasó la Guerra civil Española, y con ella el periodo de escasez durante la autar­ quía franquista. En los años sesenta del

siglo XX, nuevos tiempos de desarrollismo cambiaron el panorama social de Bilbao, en los que a las tradicionales pastelerías con sus productos de siempre, se sumaron nuevas alternativas dentro de una dinámi­ ca empresarial y de oferta cada vez más diversificada. Dentro de lo que podemos considerar como las pastelerías de toda la vida, nos encontramos en Bilbao con la casa Zuricalday, que cuenta con sendos estable­ cimientos en la calle Ercilla y en la del Dr. Areilza. De merecida y reconocida fama, entre sus productos destacan los bollos de mantequilla, y es que estos pasteles, dentro de su sencillez, han ganado un justo renom­ bre dentro y fuera de Bilbao. Su secreto, la esmerada calidad de unos bollos de leche, rellenos de exquisita crema de mantequilla, a la altura de los paladares más exigentes. La desaparecida pastelería de Santiaguito, situada junto a la iglesia de Santiago en las Siete Calles, era también famosa por otro icono de la pastelería bilbaína, nos referi­ mos a los pasteles de arroz. Éstos constitu­ ían otro ejemplo de la sencillez, tanto por sus materiales como por su elaboración, convertida en auténtico deleite.


Entre estas pastelerías tradicionales de Bilbao nos encontramos, además, con la de Arrase, en la Gran Vía, especializada en pastas de té y trufas; y, también. La Suiza, enclavada en la calle Marqués del Puerto, con una amplia selección de tartas. Por su parte, la pastelería Jáuregui, que ha sido cerrada recientemente, estaba situada en la plaza del Ensanche, y ofrecía una deli­ ciosa pastelería y mermeladas caseras. Pertenecientes a otro tipo de gestión empresarial del sector pastelero bilbaíno, y dentro de una nueva hornada por lo que se refiere a la concepción más vanguardista de la elaboración de los dulces, cabe indi­ car las cadenas de pastelerías, Urrestarazu, Artagan y Nevada, con sus principales des­ pachos en Alameda de Urquijo, Avenida Zumalacárregui y M® Díaz de Haro, respec­ tivamente. Dentro de esta reseña, tampo­ co podemos olvidar la Heladería Alaska, en la calle Marqués del Puerto y la Cafetería Lago, en la calle Correo. Tradicionalmente, el consumo de dul­ ces se ha asociado y se sigue asociando a una serie de festividades, unas veces reli­ giosas y otras paganas. A su vez, en cada una de estas fechas se daba buena cuenta de uno o más tipos de pasteles, pastas u otro tipo de gollerías que eran propios de esa determinada celebración, y en el caso que nos ocupa, lo mismo podían ser o no exclusivos de Bilbao. De este modo, el 6 de enero, festividad de Reyes, se consumía el Roscón; el tres de febrero, San Blas, los macarrones, las rosquillas y los mendaros; el 19 de marzo, San José, todo tipo de dul­ ces para los que cumplían ese día su ono­ mástica; en Carnavales, las tostadas de pan y de crema; el 1° de noviembre. Todos los Santos, huesos de santo y buñuelos; en Navidades, turrones artesanos, mazapanes y angulas de mazapán. A estas festividades de toda la vida, se añadieron nuevas cele­ braciones con dulces ex profeso para su consumo durante esos días: el 14 de febre­ ro, San Valentín, tartas, pasteles y bombo­

nes con forma de corazón; el 19 de marzo se reconvirtió en el día del padre y se pusieron de moda las txirloras (virutas), por aquello de San José carpintero; en Pascuas, entraron con fuerza las monas y los huevos de chocolate; y, por último, el primer domingo de mayo, día de la madre, se ha hecho también obligado el consumo de tartas, pasteles y bombones.

Los pasteles más emblemáticos de Bilbao Como colofón final de este artículo, queda por hacer una breve reseña de algunos de los pasteles más emblemáticos de PASTELES DE Bilbao. Ya hemos ARRO Z y bollos de indicado que los bollos de mante­ m antequilla son quilla son unos los dulces de los protago­ bilbaínos MÁS nistas indiscuti­ EM BLEM ÁTICOS bles de la repos­ tería bilbaína. En opinión de algunos, su origen está en los bollos que se elaboraban en el Café Suizo, a los que a alguien se le ocurrió abrirlos por la mitad y untarlos con crema de mante­ quilla. Hay mucha gente que estaba en la creencia de que los bollos que se servían en este café eran un producto genuinamente de Bilbao, aunque si bien,


su receta original debía de provenir de la repostería suiza, siendo posteriornnente ésta adaptada por los propietarios de este local a los gustos de los bilbaínos. La Carolina, es otro pastel que surgió de la Inventiva de un pastelero bilbaíno, que ante la inapetencia de una hija suya que llevaba este nombre por los dulces, decidió idear un pastel que le gustara a l A CAROLINA FUE la niña. La solu­ el invento de un ción fue sencilla, una base de biz­ postelero de cocho de almen­ Bilbao por dras con meren­ a g ra d a r A SU H 1|A gue por encima y cubierto con chocolate y cobertura de yema de huevo. Al parecer, a la criatura le gustó el nuevo pastel, por lo que el pastelero decidió bau­ tizar su creación con el nombre de la hija. Fue tanto el éxito que este tipo de dulce alcanzó entre los niños, que surgió la cos­ tumbre de preparar para las fiestas infanti­ les una tarta llamada también carotina, que constaba de una base de bizcocho de almendras a la que se superponían sucesi­ vas capas alternas de merengue y de biz­ cocho, se cubría todo con otra capa merengue y, por último, se bañaba con la cobertura de chocolate y yema de huevo. Otra de las tartas más emblemáticas de Bilbao ha sido la Tarta Saint Honoré. Ésta se realizaba sobre una base de bizco­ cho a la que se iban añadiendo chuchos (petit choux), dándole al conjunto la forma de cesta. Luego, se rellenaba todo ello con crema njsa, que era el resultante de mezclar la crema pastelera con claras batidas a punto de nieve, y por último, se decoraba con hilos de caramelo. Para finalizar, llegamos al pastel de arroz, (^luchas son las teorías sobre el ori­ gen de este dulce. La más curiosa, que no exenta de visos de realidad, es la que refie­ ren marinos bilbaínos, para quienes este pastel tiene su origen en los pasteles que

en Filipinas se hacían con harina de arroz. Traída esta receta a Bilbao por los marinos que hacían la carrera de Indias, la harina de arroz se sustituyó por la de trigo, y es aquí donde reside precisamente la paradoja de este dulce, que ha mantenido su nombre inicial de pastel de arroz, sin que cuente con este ingrediente para su elaboración y sin que, por lo tanto, sepa a arroz. Mientras tanto, hay otros que apuntan a que el ori­ gen de este pastel está en rellenar una base de hojaldre con una crema espesa de arroz con leche, uno de los postres más estimados por los bilbaínos, y cubrirlo todo con otra capa de hojaldre. De todos modos, sea cual fuese su origen, este pas­ tel se ha convertido en santo y seña de la repostería bilbaína. OLGA HACÍAS Universidad del Pafs Vasca

Chefi Bilbao Djanguren y Carmen Rojo Izaols

« INGREDIENTES: * * • • -

125 gr. de m antequilla 1 litro de leche tem plada 20 0 gr. de azúcar 100 g r de harina 3 huevos

« ELABORACIÓN: Se derrite la mantequilla en el mismo molde donde se va a hacer, m ejor si es redondo, A parte, en un bol grande se echa la mantequilla derretida y el azúcar, se remueve bien para que se una; a continuadón se añaden las tres yemas de huevos y se sigue removiendo. A continuadón se va echando la harina, poco a poco. Después la leche templada, tam bién poco a poco, y seguir removiendo. Por últim o, se baten las tres claras a punto de nieve y se echa a la mezcla. En el m olde se echa un poco de harina y se sacude por todo alrededor. Se mete al hom o fuerte 10 m inutos y luego se aja un poco. Si es que se dora la parte de aniba, se pone papel de alum inio y para saber sí está, se comprueba con una aguja.


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cual se esparcía por el lugar con el fin í X de alegrar a los comensales. Planta, en r< da por nuestros antepasados ^ definitiva, de mucha magia y poder que utilizada como panacea para . padecimientos.También lia- V i representa a la hechicera y que nos conecta con los mundos ocultos y _____ )tierba Sagrada y Hierba c/e ^ y mágicos de la naturaleza. San Juan, puesto que se recoge por \ / En elixir floral la utilizaremos para esa época mágica de nuestro calenda- ^ ¿ la tensión y el exceso de trabajo, mejo­ rio, es muy conocida y tal vez poco apro­ rando nuestro magnetismo, buen vechada en sus múltiples remedios. En humor y la alegría interna. Tam­ nuestros "baserris" se utiliza mucho, sobre bién ayuda a equilibrar nuestra todo en forma de cataplasma para la energía, voluntad y capacidad sinusitis y de pomada para las de influir en los demás con habili­ heridas. Pero, además, tiene dad y positivismo. múltiples utilidades como antiinfeccioso En infusión recomendamos seguir interno en casos de bronquitis y fie­ esta formula: Hervir durante 1 ó 2 bres. Es un excelente hepático y minutos un puñadito de la planta podemos utilizarlo para combatir en agua y dejarla reposar 5 minu­ la hepatitis y los cálculos, tanto tos. Tomar 1 ó 2 tazas al día en hepáticos como renales. Del mismo tratamientos no muy largos. modo, va bien contra los desarreglos esto­ macales e intestinales con diarreas. GABRIEL VA20UEZ Es un buen estimulante y afrodisíaco Herbolaría de Ipiñaburu (Zeanuríl suave. Así mismo, tonifica y regula el siste­ ma nervioso en casos de estrés. Debe evi­ tarse, no obstante, durante el embarazo, TOirnLLA DE VERBENA: Freír unos aios O picados e n una sartén co n aceite; aunque si podemos utilizarla para facilitar e£ seguidam ente a ñ a d ir unas ram as o brotes el parto y para aumentar el flujo de la [óvenes d e verbe na y calentar to d o sin KJ leche de la madre. qu e se qu e m e . Retirar e l aceite q u e tenga Por vía externa, ya hemos mencionado y a ñ ad ir una dara m o n ta d a para hacer la tortilla. Esta tortilla la po ne m o s e n tre dos su uso en forma de pomada, aplicable sobre gasas y la colocam os en la frente, d o n d e todo a heridas y granos infectados.También la suietarem os y m a n te n d re m o s du ran te puede utilizarse como ingrediente para toda la noche, a lo la rgo d e 7 ó 9 noches hacer la famosa “tortilla de verbena", tal y seguidas. Esto aliviará gra n d e m e n te la sinusitis y ta m b ié n podrá usarse sobre como veremos más adelante en el receta­ granos infectados. Si n o conseg uim os una rio. En cuanto a las cataplasmas, otro de los cura com p le ta rep etirem os é m ism o usos externos, deberá cogerse para ello la tra ta m ie n to después d e d o s semanas. planta fresca o bien hervida previamente en t VINO DE VERBENA: M a c e ra r la p lan ta vinagre o en aceite, y se aplicará en neural­ fresca co n raíces (9 0 grs) e n 1 litro d e gias, jaquecas e inflamaciones y reumas. v in o b la n co d u ra n te 5 ó 7 días. F iltrar y g u a rd a r e n sitio fresco. T o m a r una Para estos casos de reumas, y otros de tor­ c o p ita e n las c o m id a s principa les. Es ceduras y dolores articulares podemos pre­ d ig e s tiv o y e s tim u la n te ge n e ra l, y actúa parar un alcohol con la planta fresca a la co n tra la he pa titis, p e ro n o se d e b e abusar. T a m b ié n p o d e m o s h e rv ir la manera del alcohol de romero. pla n ta e n el v in o d u ra n te 5 m in u to s y Como podéis ver, es muy útil e intere­ rep osarla 12 horas, tras lo cual la sante esta planta que antiguamente se filtra re m o s y g u a rd a re m o s pa ra to m a rla utilizaba para atraer el amor y la buena d e l m is m o m o d o . suerte, y para las fiestas y celebraciones, la

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Este libro está hecho con la mirada en el pasado y el corazón en el presen­ te. La selección de textos, estudios y comentarios que forman este docu­ mento vivo de la vida local, puede considerarse como la más completa recopilación historiográfica de este trozo del “Botxo" que comienza en Bilbao la Vieja y se alarga hasta Zabala. Por sus páginas desfila toda la población del arrabal, la que existió en la Edad Media y la más próxima a nuestro tiempo, compuesta por mineros y ferrones, comerciantes, putas, clérigos y frailes de toda condición, los fran­ ceses de la Convención, los de la Zamakolada, y hasta un Godoy y el mis­ mísimo Unamuno. Toda una suerte de historias que se fueron condensando en las paredes, la mugre, tos recovecos y la memoria de estos barrios.


TIEMPOS TURBULENTOS. En el reinado de Ricardo I Corazón de León

LA CERÁMICA COMÚN DE ÉPOCA ROMANA EN EL PAÍS VASCO

AUTOR« Gonzalo Iribarnegaray

EDITA« Centro de Patrimonio Cultural Vasco

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(Eusko Jaurlaritza) / 470 págs. {en euskera y castellano) / 26 € Versión digital incluida

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Este joven autor de ^<EM (PO S 33 años de edad nos presenta aquí su ‘T V m V L ^ E m O S opera prima, en la que nos narra la his­ toria de distintos per­ sonajes a lo largo de la última década del siglo Xtl. Como figura principal aparece un cruel Ricardo, acom­ pañado de otros nombres conocidos de la historia como su hermano Juan Sin Tierra, el Papa Clemente lil o Saladino, su eter­ no enemigo y gran unificador del Islam. Las vidas de estos y otros personajes se cmzan irremisiblemente en una serie de traiciones, pasiones, luchas, amores y desengaños, con todos los aditamentos propios de una Edad Media convulsa, que se movía al son de la espada y con el telón de fondo de la Tercera Cruzada.

AUTOR « Ana Martínez Salcedo

La autora considera a la cerámica como un importante represen­ tante del material mueble de los asenta­ mientos de época romana. Los materia­ les cerámicos, en general y, de manera especial, la llamada cerámica común, for­ man parte, en el mundo antiguo, de numerosas actividades de la vida cotidiana; cocinar, comer, almacenar... sin olvidar el uso secundario de algunos de estos recipientes en los rituales funerarios, así como su empleo como envases para el transporte de distintos alimentos y conservas. De esta varie­ dad funcional se deriva una gran riqueza tipoló­ gica que ha pemriitido a la autora diferenciar hasta 14 categorías de recipientes con más de un centenar de tipos y variantes. El volumen es un ensayo de carácter científico y muy técnico.

ETNOGRAFÍA DEL ENCLAVE DE TREBIÑO, I. Colección LANKIDETZAN AUTORES « Antxon Agirre Sorondo, Isidro Saenz de Urturi Rodríguez, Luis S. Garamendi Salazar

y Juan José Galdós López. EDITA « Eusko Ikaskuntza con el patrocino de los Ayuntamientos de la Puebla de Arganzón y del Condado deTreviño. / 320 págs. en blanco y negro. La colección "Lankidetzan" nace en 1996 con la intención de poder encau­ zar los esfuerzos necesarios entre Eusko Ikaskuntza y los municipios intere­ sados en desarrollar trabajos de investigación, en variadas disciplinas. Un modélico ejemplo de buen resultado lo ha conseguido la presente publicación, primera parte de una obra más extensa en su planteamiento y que pretende recoger exhaustivamente aquellos aspectos etnográficos que el tiempo ha permitido llegar a nuestros días. Los autores, reconocidos etnógrafos y con infinidad de publicaciones en su haber, repasan con exquisitez analítica, todos y cada uno de los aspectos referidos a las fiestas, religiosidad popular, cuentos, leyendas, oficios tradi­ cionales, agricultura o pesca del enclave de Trebiño. Es el resultado de la aplicación en el trabajo de campo de la metodología creada por j. M. Barandiarán y que usualmente aplican los grupos de inves­ tigación Etniker.

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Kantauriko Urkidetza garantiza la calidad de las aguas en nuestros hogares El C o n so rc io d e A g u a s d e A ia ra , K a n ta u rik o U rk id e tz a se c o n so lid a co m o e n tid a d q u e c o n tro la y v ig ila la c a lid a d d e la s a g u a s d e c o n su m o p ú b lico .

K a n ta u rik o U rk id e tz a co m o g e s to r d e to d o e l p ro ce so

Para cumplir con la regulación es preciso contar con una serie de requisitos:

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• Una unidad de control y vigilancia aprobada por la administración sanitaria. • Elaborar programas anuales de análisis del agua. • Establecer una comunicación constante con los centros comarcales de salud pública.

La adopción por la unión europea de estánda­ res de calidad de las aguas cada vez más exigentes exigen de los organismos competen­ tes (ayuntamientos y concejos) nuevos requeri­ mientos. Como consecuencia de la fuerza que esta entidad ha cobrado, y de la moderna tecnología con la que cuenta en sus instalaciones, Kantauriko Urkidetza ha recibido la encomienda de sus miem­ bros (ayuntamientos y concejos) para la gestión del control, vigilancia e información de la calidad de las aguas de consumo público en Aiara, La n o rm a tiv a y la s e n tid a d e s lo c a le s

La normativa obliga a las entidades locales a disponer de un sistema que garantice la calidad del agua que llega a los hogares. Este sistema puede ser propio o concertado.

M á x im a e fica cia

El hecho de que sea Kantauriko Urkidetza quien gestione el proceso, garantiza una mayor eficacia en el desarrollo de las tareas que le competen. Kantauriko Urkidetza es quien se encarga de la regulación de los recursos de agua, el tratamiento para su potabilización y la puesta a disposición en las redes municipales. Debido a esto y por su carácter comarcal se configura como el sistema de organización óptimo para la gestión de los servicios relacionados con el ciclo del agua. Es la entidad con mejor prepara­ ción, tanto técnica como humana, para desarrollar el proceso de forma conjunta. De esta manera se evita la pérdida de información y se optimizan los recursos, que habría de emplear cada ayuntamiento. K antauriko URKIDETZA


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E s t e la s : la s p ie d r a s qu e h ab lan

E l re t o m o d e l lo b o

La m eteorologa en el A lto Nervión

La sierra de Arrola i La torre de Mariaka I Santxotena 1 La Petronila I Robert Laxait I El roble de Atxondo I Sta. M* delYermo

La ciudad romana de Imña-Veleia i El bacalao I Los banios de Orozko I Ei empedrado de St° Tomás de Zeberío I Ara de Gordeliz

AAGOTADA HITUTA iiied'dv qu" Rappel en d Salto del Nervión i La cueva de Maríazulo I Castañas y ericeras i Perderíka Belaustegigoitia I Urduña: la ciudad y la memoria


Loberas: vestigios de una lucha milenaria

Et'mologias; los mmbres en versión origirtal

Tierra de Ayala: paso hacia Compostela

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Pico del fraile y Naranjo de Sulnes I Neandertales en Axlor I EUhocolate I Cofradía de San Roque de Laudio I El castilto de Onjuña

.e rsró n o r ig in a l

Jesús de Calindez I Batalla romana en Kuartango I Ban^nadores i Ferreria de El Pobal t Trashumancia en la Tierra de Ayala I El bonito

■v- - r .1 Com postela

La judería de Vitoria I Nombres de pila I El barrio de Aldama I Aralanlaruta de los gentiles i Los puentes de Bilbao i intxaur-saltsa

E l sa n tu a rio ru p estre de Arenaza

Brujas y lamias en laudio t Túnel de San Adrián I Historia dd lince en Gorbeia i Arbitrios y fielatos I LacercadeVillaño I Los caracoles

También puedes leer AVNIA en las bibliotecas de: ARABA.

Agurain, Alegría-Dulantzi, Amurrio, Aram aio-lbarra, Arraía-M aeztu, Artziniega, Asparrena, Bastida, Eltziego. Foru Artzibategia, C obiaran, G uardia, Iruña O ka, Kampezu, Lantaron, Lantziego, Laudio, Legutíano, Lezo, M oreta, Oion, Okondo, Puentelarra, Urizaharra, Urkabustaiz, Villar, Zalduondo, Zuia. Sancho e l Sabio, U PV-Casteiz.

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GIPUZKOA.

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ISTAS

Y

LIBROS

PUBLICADOS

CUENTOS VASCOS. PINCELADAS LLODIANAS

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A U T O R « Gorka Urquijo (1895-1966) PRÓLOGO « David Río Raigadas PRIMERA EDICIÓN « Junio 2005 / 70 págs. / 2 €

Un to ta l de 15 cuentos componen la obra original de Gorka, circunscritos casi exclusivamente al m edio rural del Llodio de mediados del siglo XX, resultando una imagen literaria m uy rom ántica del llam ado m ito rural vasco, en el que se idealizan las formas de vida tradicionales del País Vasco de entonces, a la vez que se rechazan ios modelos urbanos que iban surgiendo en cada uno de nuestros valles. El cariño hacia su pueblo y el hum or hacen acto de presencia en cada una de los relatos, perfectam ente analizados y com entados en la introducción que David Río nos presenta a m odo de necesaria explicación para com prender m ejor las lecturas que más tarde nos esperan.

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LEYENDAS DE LA CASA DE MARIAKA Y OTROS POEMAS INEDITOS

LEYENDAS D I l A CASA DE MARIAKA Y OTROS POEMAS i n Ci x i o s

A U T O R « Luis de Lezama y Urquijo (1826-1899). PRÓLOGO Y COMENTARIOS A LOS TEXTOS « Juanjo Hidalgo PRIMERA EDICIÓN « Jupio 2003 / 60 págs. / 2 €

Son nueve poem as breves, más el épico dedicado al Fuerte M ariaka y otros dos relatos en los que el protago­ nista es Fabián de M ariaka. personajes de leyenda adscri­ tos a la casa-torre del m ism o nom bre.

JOSE PAULO U L iB tR R I

OSÉ PAULO ULIBARRI OKONDO, 1755 - ABANDO, 1847) EUSKAL HIZTECIA - DICCIONARIO VASCO AUTOR « Patxi Calé PRIMERA EDICIÓN « Diciembre 2003 / 144 págs. / 3 €

Con esta obra se pretende acercar al investigador y al públi­ co en general una parte de la obra de Ulibarri, aquel euskaltzale nacido en el O kondo del siglo XVIN. El trabajo de Patxi Calé ha consistido en transcribir y presentar de manera ordenada el pequeño diccionario recogido en la obra episto­ lar de Ulibarri, el Gutunliburua, acercándonos un to ta l de 3 2 7 4 palabras en un euskara del s. X IX , procedentes de sus lecturas y conversaciones, lo que supone un testim onio lexi­ cográfico nada desdeñable.

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