AUNIA 14

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Uí)ARERRiA 2006 P rimavera

Los Gancedo

El txistu elevado a arte

Historia d e u lia , *■’ marginación

La teja Usos tradicionales

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Construida a comienzos de! siglo XVi por la familia Salazar, ‘■ ■ ■ ■ ¡i fue reformada a finales del siglo XVh por Simón dé la Cuadr^^ ^ //, Tras haber sido restaurada por 'V,el Departamento de Cultura de f la Diputación Forar de Bizkala V - ' actualm ente s e -e n c u e n tra ^ abierta al público.

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En su interior se hEKecuperado el ambiente del taller ferrón y de / ' las carboneras del siglo XVIII y se han habilitado dos salas q u e (.',^ ¿ § ^ '^ ' * ' explican el funcionamiento de la,^ ferreria, así como su evolución lo largo del tiempo >en funcionamiei

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Horario de El Pobal

Invierno: mañanas de 10:00 h. a 14:00 h. Verano: mañanas de 1'0:p0-h. a 14:00 h. tardes de 16:00 h. a 20:00 h. Lunes cerrado. Visitas guiadas. Demostración del trabajo de'hierro.

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EN BUSCA DE... No, no es el arca perdida lo que nos quita el sueño, ni tumbas como la de Tut Ailj Amón. Son cosas más sencillas y simples pero, a veces, tan ocultas y deseadas como aquellas. Y es que Aunia, nuestra revista, se compone de texto e imágenes, un binomio tan necesario y útil como el del txistu y el tamboril. Si concebimos el texto como la parte masculina de un artículo, deberemos aceptar a la imagen como el lado femenino del mismo, un maridaje perfecto que nos ofrece la posibilidad de asomarnos por esas ventanas de luz y color que son las fotos y penetrar en ese mundo al que trata de acercarnos la simple lectura. Pero, ¡Ah! ¡Cuán difícil es llegar a establecer esa relación precisa entre palabra e imagen! Redactar un artículo requiere a menudo un gran trabajo de investigación, de síntesis, de coordinación y hasta de atrevimiento por cuanto se pretende decir y hacer. Pero, buscarle novias que le vayan bien, fotografías que proyecten su mensaje con claridad, imágenes que arrojen luz sobre la ambigüedad de muchas palabras es, a menudo, tarea tan ingrata como ardua, si no imposible, en muchos de los casos. Los museos atiborran sus sótanos y almacenes de objetos utilizados en otras épocas, vestidos y ropas de otros tiempos, vestigios arqueológicos de culturas pasadas que nun­ ca tendrán un hueco en las exposiciones permanentes ni en las temporales. Museos pú­ blicos y privados que, no obstante, difícilmente concederán el oportuno permiso para la toma de fotografías de sus materiales, aunque el fin de las mismas no tenga un sentido comercial y posibilite sacar a la luz parte de sus fondos nunca expuestos. Nuestra revista se nutre de artículos difíciles de ilustrar, enmarcados en pasajes históricos, en cuadros etnográficos, en contextos arqueológicos o, peor aún, en mitoló­ gicos, legendarios y de creencias religioso-naturales. Encargamos dibujos y mapas para este fin, pero, a menudo, debemos recrear escenas que, como en el cine, representen momentos ya perdidos y que no volverán a repetirse. Para todo ello precisamos de imágenes antiguas y documentos veraces, salvaguardados en archivos, y de objetos y materiales que han perdido la función para la que fueron creados. Son trabajos que requieren gran coordinación para juntar recursos materiales y humanos que ayuden a reconstruir el escenario que fue. A pesar de ello, queremos pedirle al lector que se muestre indulgente a la hora de juzgar la calidad y rigurosidad de las imágenes que tiene ante sus ojos, aunque sólo sea por la dificultad que entraña todo ello para una asociación que, como la nuestra, dispone de una economía muy limitada y difícil de incrementar. Afortunadamente, a la vez que algunos museos, colecciones y archivos celosos de lo suyo y recelosos de quienes, como nosotros, trabajamos sin objetivos mercantiles nos cierran sus puertas con la más amable de las sonrisas, escudándose en normativas infranqueables que nadie entiende, personas de reconocida calidad técnica y humana hacen y mueven lo imposible para que Aunia tenga sus imágenes; para que ese lado femenino tenga dispuestas y a punto sus ventanitas de luz y color, por las que poder asomarnos cada trimestre a esos mundos perdidos y que, por obra y magia -no tanto de la ciencia como del esfuerzo y voluntad personales-, se hacen realidad ante nosotros. Eskerrik asko a todos, pero especialmente a los que nos ayudan.


El alcalde de Bermeo JUAN CMLOS COlENETXEAy la teja, protUMnistas del ritual de propiedad realizado anualmente frente a la isla delzaro.

N.“ 1 4 Z k UDABERRIA Francisco J . Aure G aizka Bilbao Iñaki (ja rc ia U ribe M ikcl G orrorxatcgi N ieto Io ti M artínez de l . n e i D ani R cm en tcria Arruza I-edcrico Verástcgui C obián Ju lc n Zorrozua Santistcban

Infograñas; Fernando G . Baptista

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6 Usos simbólicos de la teja en la sociedad vasca Dani Rementeria A rruza

ARGITARATZAILEA

AUNIA K U LTU RA ELKARTEA Torrea. lf> - 0 1408 - LU IAO N D O « 9 4 5 891 976 www.aunia.or|; ZUZENDARITZA KTA ERREDAKZIO T A 1Í)EA

20 Laudio, un pueblo de tradición tejera Félix Mugurutza Montalban

Juanjo Hidalgo FeÜx Mugurutia DISEINUA F.TA MAKF.TAZÍOA

[cziar Baskaran Txaro Diego M O ID IZ T E G IA

48 Los Gancedo: el txistu hecho arte ]U A N p H id algo

Gráficas Lizarra • L IZ A R R A

D .L :N A 3 0 5 5 - 200 2 I.S .S .N .: 1 6 9 5 - 3 9 3 2

Eskerronak Luiaotuioko A d m in istrazio B atxarrari

64 El Bagdady y la torre de Murga Federico V erástegui C obián


Kultura, C a z tc ris et» Kirol

76 Pinturals murales de ta iglesia de San Pedro de Murueta ]ULEN ZORROZUA SANTISTEBAN

88 El Puente Bizkaia, un coloso de hierro IÑAK! G arcía U ribe

136 Eneko, Iñigo, Ignazio e 106 Agotes T otí Martínez de Lezea

118 Eljamón ibérico, manjar

Iñaki M ikel G orrotxategi N ieto

144 Publicaciones recibidas

totémico Francisco I .A ute

146 Nuestras publicaciones


¡Celebra el 22 de marzo! Día Mundial del Agua K a n tau rík o U rkid etza, Consorcio de A guas de A la ra in v ita a fe ste ja r a toda la ciudadanía de A ia ra el Día M un d ial del A g u a cuando se cum ple un año del com ienzo del Decenio In tern acion al p ara la Acción "e l agua, fu e n te de vid a". Kantauriko Urkidetza quiere acercarse a la población de Aiara para recordar la impor­ tancia que tiene el agua en nuestras vidas. Por eso desde hace varios años desarrolla labores de sensibilización con el objetivo de lograr un consumo responsable, por parte de tas y los habitantes, instituciones y empresas. ¿Po r qué celeb ram o s el día 22 de m arzo ? El Día Mundial del Agua es una celebración centrada en los problemas relacionados con el suministro de agua potable y la conserva­ ción del mismo. Celebración en la que se pretende incentivar la participación y cooperación de los gobiernos, las institucio­ nes, las empresas y la ciudadanía. Este año se cumple un año del comienzo del Decenio para la Acción, con el lema "el agua, fuente de vida". En estos diez años, se hará especial hincapié en la ejecución de planes de acción para el ahorro en el consu­ mo del agua. Ante el mal uso y la escasez se promoverá la utilización de métodos adecuados en la administración del agua a escala mundial. En definitiva, se trata de concienciar al conjunto de la población mundial de la importancia que tiene el agua para la vida del Planeta. Es en esta problemática del agua donde se

enmarca las labores de sensibilización del Consorcio de Aguas de Aiara, que con gran éxito conciencia a mayores y pequeños de la importancia de hacer un consumo respon­ sable del agua. También se desarrollan políticas de aguas específicas con cada sector. A g u a y cu ltura Los eventos llevados a cabo alrededor del mundo con ocasión del Día Mundial del Agua se centran cada año en un tema parti­ cular que ilustre los múltiples aspectos relativos al agua. Este año, el Día Mundial del Agua se celebra bajo el tema "A g u a y cu ltu ra ". Construimos nuestras ciudades cerca del agua; nos bañamos en el agua; jugamos en el agua; trabajamos con el agua. Nos sirve como medio de transporte y es fundamen­ tal para muchas industrias y para la agricul­ tura y la ganadería. Sin el agua que nos rodea -la humedad del aire, la fuerza de la corriente fluvial, el agua del grifo- nuestra existencia sería inconcebible. Desde Kantauriko Urkidetza se quiere hacer participe a todo AIARA de la importancia del agua en nuestras vidas, y se fomenta la implicación por parte de todos y todas en el consumo racional del agua, hasta llegar a ser un ejemplo.


Uraren Munduko Equna

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Munduko Eguna izan •itezkeela.

Egindako ahaleginak ■ zonontzeko eta bide beretik jarra.tzeko aukera. O sp atu d ezag u n !

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Kantauriko URKIDETZA Consorcio de Aguas Uren Paitzuergoa


TRAS EL PARTO, LA MUJER DEBÍA PERMANECER DURAN TE CUARENTA o Ia s s in s a l ir d e c a s a , s i p o r CUALQUIER EVENTUALIDAD TUVIERA Q U E AUSENTARSE, SE CUBRIA LA CABEZA CON UNA TEJA, DANDO POR HECH O -Q U EASIAÚ N SE ENCONTRABA BAJO LA PROTECCIÓN DEL HOGAR.


texto «D AN I REMENTERIA ARRUTA fotos « FELIX MUBURUTZA MDNTALBAN

E s te tra b a jo es un breve a n álisis de la sim b ologta de la teja en la cu ltu ra tra d icio n a l va sca , basado en los te stim o n io s q u e aparecen en las o b ra s clá sica s de la a n tro p o lo g ía y etnog rafía vascas. A lg u n o s de estos e jem p lo s en los q ue la teja es p ro ta g o n ista , su bsisten a ún en la a ctu a lid a d y m antienen la sig n ifica ció n q ue este o b je to tenía antaño.

T R A D I C I O N A L VASCA ve



ste trabajo de investigación es básicamente un repaso a la bibliografía clásica vas­ ca, en busca de ejemplos etnográfico^ que ilustren toda la simbo­ logia atribuida a la teja. En definitiva, un ejercicio de antropología de sillón, basado en testimonios retrospectivos recogidos por los grandes etnógrafos de la cultura vasca del siglo pasado -José Miguel Barandiaran, Julio Caro Baroja, etc - pero en el que también veremos algún elemento etnográfico del presente que todavía está vigente y a la vista de cualquier ojo inte­ resado. Pero la utilización de la teja como un elemento de significación no es exclusiva del folklore vasco. Por ello, a lo largo del trabajo se presentan algunos testimonios referidos a otros territorios, los cuales ilustran la utilización de este elemento en el folklore de otros lugares de Europa y la atribución de diferentes significaciones de la que es objeto.

La tejcj como elemento simbólico Hasta entrado el siglo XV la mayoría de las casas en Euskal Herria eran de madera y sólo a partir de entonces, patrocinados por los municipios y con la finalidad prin­ cipal de evitar los numerosos incendios, la construcción en piedra comenzó a ser co­ mún. La generalización de la teja, sin em­ bargo, no es tai i antigua en muchas zonas, ni tampoco las variaciones en la estructu­ ra de la techumbre. Hasta no hace mucho, buena parte de los tejados vascos eran de madera, siendo relativamente moderna la incorporación de la cubierta de teja o pi­ zarra en muchos ellos. Del mismo modo que ocurrió en otras latitudes, en este proceso de cambio de cu­ bierta, la teja, que en un principio era más

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TEJAS DE MADERA.

cara que la madera, convirtió esta techumbre en un símbolo de posi­ ción social. En otros con­ textos se le atribuyen las significaciones más dispares. Así podemos encontrar su simbologia vinculada a la fertilidad de la tierra, por ejemplo en el trabajo del antro­ pólogo italiano M. del Ninno (2003) que nos habla en este sentido de la utilización de la teja en la fiesta del Cavallo di fuoco. “caballo de fuego", en la localidad italiana de Ripatransone. Pero mas allá de ser un mero elemen­ to arquitectónico, la teja nos aparece en el folklore y la etnografía vasca como un elemento cargado de simbolismo, princi­ palmente representando "la casa", enten­ dida ésta como un operador social más que como una construcción. A su vez, en una prolongación de esa significación principal, aparece también como símbolo de la propiedad privada, frente a la comu­ nal. De hecho, en la actualidad se ha con­ vertido en un elemento museizable, en cierta manera por representar aquella concepción de la propiedad privada en la cultura tradicional.

La casa: ]a propiedad prwada y los comunales

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La relación analógica entre la casa y la teja es evidente. La teja es símbolo referencial de la casa, entendida ésta, como se apuntaba anteriormente, no como un

elemento constructivo en sí sino como un operador social. Desde la perspec­ tiva de la antropolo­ gía social, la casa, el baserri, ha sido considerado como la unidad más ele­ mental de organización social en el medio rural vas­ co, el “grupo corporativo" vasco por excelencia. Y desde este punto de vista conforma un microcosmos en el que se manifiesta la manera en el que el grupo organiza sus relaciones sociales, se apropia de los recursos naturales, elabo­ ra sus creencias y concibe las relaciones casa-universo. Por tanto, ha sido la unidad primera de organización social y principio regulador de la vida en común. Y a partir de él se entendían las otras relaciones y organizaciones sociales. Ha sido la clave de comprensión para entender la socie­ dad tradicional vasca en su globalidad. La casa tradicional es una residencia de transmisión indivisa, en base a la que se establecían las relaciones de vecindad, el acceso a los comunales y a la gestión comunitaria. Tradicionalmente se era algo en cuan­ to se era vecino, residente, miembro de una casa con derechos y deberes comu­ nitarios. El permanecer bajo la teja de la casa - y tener fuego encendido- daba ese estatus de vecindad. El nomadismo no creaba vecindad, sino la permanencia bajo la teja de una casa. Sin embargo, el estatus de vecino era de la casa, no del individuo. Un ejemplo claro son las fogueraciones, especie de censo antiguo organizado en función de las viviendas. El ser vecino daba acceso entre otras cosas a los comunales o terrenos de mon­ taña, utilizados colectivamente en orden a un aprovechamiento vecinal de pastos, aguas, caza, madera... en fin, de todos los recursos que ofrece el monte. Hasta principios del siglo XX, el 80% de la superficie de los pastos de montaña


pirenaicos eran de aprovechamiento pú­ blico. Los comunales se sustentaban bási­ camente en la unidad incuestionable del terreno. Eran indivisibles entre otras cosas porque no eran> propiedad privada de na­ die. Se podría hablar de derecho de uso, pero no de p ro p ie d a d . EN LAS MAIADAS Esta cosmoy SELES situados visión de los en terrenos c o m u n a le s comunales, los parece tener pastores no podían su origen en el pastoreo, cubrir con teja sus ya que pro­ chozas porque la b ablem ente TEIA SIGNIFICA las socieda­ PROPIEDAD des agrícolas PRIVADA privatizarían más el terre­ no. De ahí figuras territoriales como las parzonerías, facerías, mancomunidades, condominios, servidumbres, alcances, etc., formas de gestión de la montaña muy an­ tiguas y apropiaciones compartidas varia­ das entre valles y pueblos vecinos.

Pues bien. Frente a la citada propiedad comunal, hay que concebir la teja como un símbolo de la casa, representando también la propiedad privada. Una de las marcas que recordaba aquel estatus de comunalidad se daba en los tejados de las bordas de pastores, que no podían ser de teja, pues ia teja era símbolo de propiedad privada. El siguiente testimonio de Barandiaran (Obras com­ pletas t. III; 277-278) es especialmente aclarador respecto a esta simbología de la propiedad: “ La cubierta de teja es la techumbre más generalizada hoy en el País Vasco. Pero en las majadas y seles situados en terrenos comunales, los pastores no po­ dían cubrir con teja sus chozas -todavía no las podían cubrir en Entzia y en Aizicorri por los años 1918 y 1927, en que visité aquellas sierras-, porque la teja signifi­ ca propiedad privada. Esta razón me han dado siempre los pastores a quienes he preguntado por qué no ponen tejado a sus chozas. La teja es signo de propiedad inmueble"

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Podemos también encontrar refe­ rencias en este mismo sentido en S. Ott (1981) y en J. Martínez Montoya (1996). Ambos trabajan el tema del aprovecha­ miento comunal de los montes por parte de las poblaciones de los valles y de cómo la techumbre de las txabolas, olhas, cayolars de Santa Crazí (Urdatx) en Zuberoa y en la montaña alavesa respectivamente eran de chapa y madera, pues no eran permanentes, ni era posible su apropia­ ción individual y por tanto no era posible poner tejas a estas cabañas. Las txabolas tampoco se podían cerrar con llave ni ven­ der y el usufructo de la misma se perdía si en un año no se acudía a ella.

Lci tejd y el grupo fdinilicir

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La casa, como entidad protectora del gru­ po doméstico, aparece en varios ejemplos representada en la teja. Barandiaran por ejemplo, cuenta cómo hasta fines del siglo XIX estaba muy extendida la costumbre de enterrar o inhumar a los niños recién nacidos muertos sin bautismo, bajo el ale­ ro del techo de la casa -entre el goteral y el muro- o en la huerta contigua. En estos casos, dos tejas abarquilladas servían de ataúd para el cuerpo del infante, repre­ sentando la casa protectora. En los trabajos de J. Caro Baroja como Baile, familia y trabajo (1976), encontra­ mos también referencias curiosas respec­ to a la teja, concretamente refiriéndose a la "misa de parida". Según ello, la mujer pasaba por un periodo de impureza tras dar a luz. En dicho espacio de tiempo no podía salir de casa, ya que éste era un pe­ ríodo de purificación. Textualmente dice así: “ Entre los ritos relacionados con el na­ cimiento, uno de los mas significativos es el que estaban obligados las mujeres al ir “a misa de parida“ en Vera y en otros pue­ blos cercanos, hasta comienzos de siglo (XX). Iban a la iglesia con una teja pues­ ta en la cabeza para dar a entender que

hasta el momento de la purificación en el templo no habían transpuesto el umbral de la casa. Si antes de la misa tenían que salir a los alrededores de aquella por al­ gún motivo, siempre se ponían la teja. La casa protegía" También la refiere Barandiaran en su celebrada obra Bosquejo etnográfico de Sara, escrita durante el forzado exilio en aquella bella población labortana: "Después del parto, la mujer no debe salir de casa hasta el día en que, ya cura­ da, vaya a la iglesia a cumplir el rito lla­ mado elizan-sartze ‘entrada en la iglesia' que consiste en presentarse la madre con su niño en la iglesia y recibir la bendición post partum que les imparte el cura. En esta ocasión ella deja en la iglesia una vela y entrega al cura dos francos y me­ dio. Si durante el tiempo que media entre el parto y la ceremonia de elizan-sartze la mujer tuviera precisión de salir fuera de casa, debe hacerlo con la cabeza cu­ bierta con una teja. Ama Berjinal<berrogei egunez ebili zuela teila buruan errateute elizan sartu artean (Cuentan que la Ma­ dre Virgen llevó teja en la cabeza durante cuarenta días antes de entrar en la igle­ sia)". Tenemos otros ejemplos etnográficos de la misma práctica en otros lugares de la península ibérica como, por ejemplo, en Alcozar (Soria), tal y como se recogen en los trabajos elaborados por la asociación cultural local del mismo nombre: "Cuentan que nuestras abuelas no po­ dían salir de casa después del parto has­ ta no haber ‘salido a misa’, ceremonia de purificación que según unos, tenía lugar transcurridos treinta días y según otros a los cuarenta. El caso es que, para mante­ ner esta costumbre, las alcozareñas se sir­ vieron de una simple teja como represen­ tación o símbolo de la vivienda. De modo que, si una mujer recién parida se veía en la necesidad de salir a la calle, agarraba una teja entera (o un simple trozo) se la colocaba sobre la cabeza y... como si se hallara bajo techado".


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PARA FACILITAR LA MUERTE Y LA ASCENSIÓN DEL ALMA HACIA EL CIELO ERA COSTUMBRE APARTAR A LCU N A DE LAS TEJAS DE LA VIVIENDA.

Esta salida a misa era un acto de pu­ rificación después del parto, cuarenta días después del parto, porque así lo hizo la Virgen, según hemos comprobado en las informaciones que en su día recogiera Ba­ randiaran. Hasta ese día la madre no podía sa­ lir de casa y frente a una urgencia, como tener que ir al médico o algo similar, salir

con una teja en la cabeza implicaba seguir bajo la protección y el cerramiento sim­ bólico de la casa. Esta teja era el símbolo de la vivienda en la que debía permanecer mientras estuviera impura. Antaño también fue costumbre en al­ gunas localidades facilitar el tránsito del alma de un difunto hacia el cielo levan­ tándole una teja del tejado o abriéndole

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una ventana de la habitación. En estos casos se retiraba concretamente la teja sobre la habitación del fallecido, y en oca­ siones las tejas retiradas se colocaban en forma de cruz. La teja aparece de nuevo como un ce­ rramiento simbólico efectivo bajo el cual uno estaba a resguardo y protegido, pero también encerrado para proteger al exte­ rior de uno.

El grupo doméstico, ]a lierencici y el Fuero Otros testimonios etnográficos vinculan la teja a asuntos de herencias. El Fuero de Bizkaia permite al causante elegir libre­ mente su sucesor, aunque si tiene herede­ ros forzosos o legítimos, ha de elegir entre ellos, pudien-

EN LOS CASOS 1 •' j 1 DE exclwsion de \a herencia se utilizcibci Id fórmuld clásica: un real castellano (hoy 25 céntimos de peseta), una . . , , , teja, un árbol y UN PALMO DE TERRENO

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ramente simCólico y se p,asma en la fórmula de "... aparto con un palmo de tierra, una teja y un real de vellón”. Así lo refleja J. Martínez Montoya (1992): "Aunque el Derecho de Vizcaya conce­ día la posibilidad de desheredar, normal­ mente los segundones recibían una dote equivalente a la legítim a:.... Sin embargo no faltaban los casos de exclusión pura y simple utilizando la formula clásica: un real castellano (hoy 25 céntimos de pe­ seta), una teja, un árbol y un palmo de terreno". Y es que la casa no sólo protegía simbélicamente la salud de los integrantes del grupo doméstico, sino también sus intereses económicos y su estatus como

perteneciente a una casa. Podía ser des­ heredado y excluido del reparto de bienes pero seguía vinculado a la casa con dere­ cho de asilo de por vida, etc.

El limitado y amojonamiento de terrenos La teja tenía su presencia también en la delimitación de las parcelas y de los se­ les -demarcación tradicional para limitar terrenos pastoriles- de montaña. En lo referente a éstos, eran colocadas cinco piedras prismáticas, hincadas en el suelo a modo de mojones. Una de ellas se ubica­ ba en el centro, y le era grabada una cruz en su parte superior. En la dirección de los cuatro extremos de este mojón central se colocaban otros tantos mojones que de­ limitaban el sel Son comunes los docu­ mentos que dicen "...y a todos los cinco mojones de este sel, se le pusieron sus testigos de teja a los dos lados...". La teja era por tanto testigo del mojón. Y si por cualquier artimaña éste era movido de su sitio, la teja o tejas permanecían allí para atestiguar el verdadero emplazamiento. La misma práctica tenía lugar en la delimitación de terrenos pertenecientes a casas, según el testimonio recogido por Barandiaran en De la vida tradicional vas­ ca (1950); “La delimitación de los terrenos que pertenecen a una casa, más allá de las tierras de labrantías, se efectúa mediante mojones o piedras hincadas en el suelo, debajo de las cuales se depositan cascos de teja. Cuando existen dudas sobre la autenticidad de un mojón, la presencia o la ausencia de la teja resuelve la cuestión. Donde está la teja, allá ejerce su protec­ ción la casa, que a su vez se halla prote­ gida por la techumbre de tejas. La teja es pues signo de propiedad y símbolo de la casa y de sus derechos". Hasta donde llegaba la teja, hasta allí llegaba la casa y por lo tanto la propiedad privada.


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LA TEJA ERA USADA PARA DARVALIDEZA LOS MOJONES. MOJÓN DE LA CUMBRE DE KUKU TZA / ELO RRITXUCAN A (721 M); ■-.Y A DICHOS MOJONES REFORMADOS Y NUEVAMENTE PLANTADOS Y A LA PIEDRA DE LA CRUZ DE CU CUZA SE LES PUSO EN SU IN TERIOR CASCO S DE TEJA Y CARBÓN Y A ALGUNO S DE ELLOS, A PIQUE DE MARTILLO, LETRAS INICIALES CORRESPONDIENTES SIGNIFICANDO, POR UN LADO Y POR OTRO, LOS NOMBRES PROPIOS DE LOS MENCIONADOS VALLES DE O RO ZCO Y LLODIO PARA QU E NUNCA SE DUDE DE LA REALIDAD Y VALOR DE LOS MOJONES." APEO ENTRÉ LOS MUNICIPIOS DE O R O ZK O Y U U D IO , 1680.


PARA DEMOSTRAR LA PROPIEDAD DEL TERRENO, EL ALCALDE DE BERMEO LANZA CADA AÑO , COINCIDIENDO CON LA FESTIVIDAD DE LA MAGDALENA, UNA TEJA FRENTE A LA ISLA DE IZARO, GRITANDO LA FRASE:''HORRAINO HELTZEN DIRA BERMEOKO ITOCINAK", 'HASTA A Q Ui LLEGAN LAS GO TERAS DE BERMEO'. CON ELLO SE DA POR ACLARADA U ANCESTRAL DISPUTA DE LA PROPIEDAD DEL TERRENO ENTRE ESTA VILLA Y ELANTXOBE.


Fiestds de limitcido: Bermeo y las N\agda]eryas En ese mismo sentido de propiedad que veíamos anteriormente, el alcalde de Bermeo, en el momento de lanzar la teja frente a la isla de Izaro, recita esta frase: "Horraino helfáen dirá Bermeoko itoginak", ‘hasta aquí llegan las goteras de Ber­ meo’. Éste es el enunciado ritual que tiene lugar el día de la fiesta de La Magdalena, uno de los testimonios etnográficos del presente donde más claramente pode­ mos ver esta relación simbólica de la teja con la propiedad privada. El enunciado que recita el alcalde es performativo, es decir, un enunciado en el que realiza lo que formula: se toma po­ sesión de la isla lanzando una teja y di­ ciendo esa frase. O lo que es lo mismo: declarando la toma de posesión. El antropólogo J. Ignacio Homobono clasifica esta fiesta dentro de los rituales de limitado en su obra Espacio y fiesta en elPaísVasco (1982): “Una curiosa modalidad de este ri­ tual es la visita que realiza la corporación bermeana a la isla de ízaro, el día de la Magdalena. Situada frente a los puertos vizcaínos de Bermeo y Mundaka su pose­ sión fue, en el pasado, causa de desave­ nencias entre ambos. La tradición afirma que la cuestión fue dirimida en una regata cuyo ganador, Bermeo, se adjudicó la ju ­ risdicción sobre el islote: la actual visita constituiría una efeméride de este acon­ tecimiento (Muñoyerro, 1996). Una comitiva náutica parte de Ber­ meo capitaneada por el Ayuntamiento, incentivada por las raciones de vino que éste ofrece a las embarcaciones acompañantes.Tras arribar a ízaro, se da una vuel­ ta alrededor lanzando en las rompientes una teja como símbolo de posesión. La excursión marítima se dirige después a Elantxobe, cuyo alcalde entrega al de Ber­ meo la vara de autoridad para que sim­ bólicamente. la ejerza durante su estan­ cia. Tras diversos actos cívico-festivos se

emprende el regreso hacia Bermeo previa visita a Mundaka” Esta concepción de la fiesta como un rito de limitado, como una visita de ins­ pección a los mojones, viene establecida por las mismas ordenanzas de la villa de 1754 -en las que se actualizaban las orde­ nanzas de dos siglos atrás- las cuales obli­ gaban a los corporativos b e rm e a n o s E L D IA D E a verificar la MAGDALENA, la visita y orcomitivo berm eana denaban "... cap\tar)eada por e] que todos los a\cá\de arriba a la anos indefec• i j í j

tiblemente la justicia y R e g im ie n to hagan la visita general

expresada en

isla de, Izaro, da una i » i vuelta alrededor y en las rompientes lanza una teja C O M O S ÍM B O LO D E P O S E S IÓ N

Términos y Jurisd icció n, Yslas de Yzaro y San Juan de la Peña re­ conociendo si los mojones se hallan per­ manentes, movidos o arrancados (...) y el acto ponga por fe con individualidad el Secretario de Ayuntamiento...". La visita, como vemos, debe ser anual, tal y como ocurre con las txabolas comu­ nales de montaña y el limitado de terre­ nos. Se trata de verificar el amojonamien­ to para lo cual, como hemos visto, la teja era usada de testigo. En la actualidad la fiesta sigue manteniendo básicamente las formas del pasado y este carácter de fies­ ta de limitado. Este ritual bermeano es el único ejem­ plo vigente en la actualidad de este tipo de prácticas en las que la teja tiene un papel fundamental. Pero en la etnografía vasca podemos encontrar algunos ejemplos si­ milares. Uno de ellos era el que tenía lugar en la capital vizcaína, con el lanzamiento de una piedra que, probablemente, sustituía a una anterior teja. Dicho acto se ce­ lebraba cuando, una vez que la que fuera anteiglesia de Deustu se anexionara a la

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RITUAL DEL LANZAMIENTO DE LA TEJA FRENTE A LA ISLA DE IZARO, EN BERMEO-

villa de Bilbao, las autoridades bilbaínas iban, como todos los años, en romería a las fiestas de dicho lugar. Así lo describe J. I. Homobono; ‘l a prin­ DEUSTU, cipal visita de ANTEIGLESIA las realizadas ANEXIONADA a a Deusto te­ ]a villa de Bilbao, nía lugar en San Bartolo­ recibía el 24 de mé de Berriz agosto la visita de el día de su las autoridades que festividad (24 inspeccionaban de agosto). A carnicerías, pesos, la inspección mesones y tabernas de carnice­ y se añadía el acto rías, pesos, mesones y de arrojar una tabernas, se piedra a la Ría EN añadía el acto SEÑAL DE DOMINIO de arrojar una piedra a la Ría -frente a la torre de Lutxana- en señal de dominio. Finalmente, la coiporación de Bilbao presidía la romería celebrada junto a la ermita" En definitiva, en la cultura tradicional vasca encontramos la teja relacionada

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con diversas cuestiones: la prohibición en las techumbres comunales, la utiliza­ ción en los enterramientos de infantes no bautizados, el alma de los difuntos, la misa de parida, el Fuero, como testigo de los amojonamientos o en las fiestas de li­ mitado. Y en la actualidad, también en las vitrinas de los museos. Todos estos ejem­ plos etnográficos ilustran el significado simbólico que este elemento arquitectó­ nico ha tenido, asociado a la casa, eíxea, y como extensión de ésta a la propiedad privada. En los ejemplos de la actualidad se mantiene esa significación de casa y pro­ piedad privada, sin embargo es lo repre­ sentado, en este caso la casa, la que ha perdido el sentido que tenía en el pasado. Aun así, la teja como elemento museizable es mostrada en representación de esa casa tradicional con todas sus con­ notaciones sociales tradicionales. En este sentido se nos muestra como un símbolo de la lógica tradicional de la cultura vas­ ca. DANI REMENTERIA A R R U U AntropúloQO S o cial y C ultural


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jnque desconocider pqr la rnayoría de ^us habitantes, .lueblo de Laudia gozó de una (lestacablé actividad tejera, primera en ios hornos*tradÍcionale5 para, posteriormente, ser Sustituida por una vanguardista empresa creada a expensas del acaudalado Marqués de Urquijo.


tza no es sino algo meramente anecdótico ya que las explicaciones sobre funciona­ miento de la misma y el método de ela­ boración de las tejas puede perfectamente ombres de lugar como Tecalcarse y trasladarse tal cual a cualquier lleri, Tejería, Telleria o Te­ otro de nuestros pueblos. jera presentes en la docu­ Pero, sin duda, cuando la fabricación mentación del municipio elementos constructivos cerámicos de Laudio nos alertan sobre lade presencia histórica de complejos fabriles adquiere dedicadosel carácter de excepcionalidad en el municipio de Laudio es cuando la a la elaboración de ladrillos, baldosas y, de tejas se dota de una con­ como sus nombres delatan, de fabricación tejas. tinuidad histórica y aquellas antiguas La calidad del suelo del húmedo valle tejerías saltan en el tiempo para ser y que ya Pascual Madoz (1845-50) defi­ niera como “...en general arcilloso..." fue el factor primordial para que proliferasen este tipo de actividades preindustriales en el municipio. Casi milagrosamente, y salvaguardados por la abundante maleza que hasta no hace mucho ha cubierto el lugar, aún podemos disfrutar de los res­ tos de uno de aquellos hornos, en buen estado de conservación. No es algo ha­ bitual dado que, por la poca importancia que se les daba a este tipo de estructuras, las piedras solían ser reutilizadas en otras construcciones. La tejera en cuestión se ubica en las proximidades de la casería Zumeltza Behekoa en el laudioarra barrio de Gardea, un barrio, como veremos más tarde, de especial tradición cerámica. Se da por medio de este artículo la pri­ mera noticia de ella y podemos decir que no es sólo un elemento absolutamente desconocido por la población del pueblo en general, sino incluso por la de sus cer­ canías. Tan sólo algunos de los vecinos del lugar saben de ella y. por tradición oral, que se trataba de una tejera. Nadie ha oído hablar, por el contrario, de sus días de funcionamiento. A pesar de que, como hemos adelan­ tado más arriba, este tipo de actividad ar­ tesanal fue especialmente abundante en el valle de Laudio, no debemos caer en el chauvinismoy en la limitación de nuestras miras, ya que prácticamente cada pueblo de Euskal Herria contaba con su tejera. Por ello, intentar centrar este artículo en la hasta ahora inédita tejera de Zumel­

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sustituidas por complejos industriales, como posteriormente veremos. Tan di­ ferentes en las dimensiones y en otros aspectos varios pero tan similares en los fundamentos básicos de su labor. Son las consecuencias directas de los zarandeos producidos por la Revolución Industrial y que, si no en el caso de Laudio, sí supu­ so el fin de la elaboración de tejas en la prácticamente totalidad de los munici­ pios vascos. La gran calidad y ligazón de las arcillas del húmedo valle de Gardea en Laudio

hicieron que la fabricación de dichos ele­ mentos cerámicos se salvase de la que­ ma de la desaparición, pasando a conver­ tirse el terroso material en el estímulo principal para erigir la primera industria del que luego sería el pueblo alavés fabril por excelencia. También fue la industria de este tipo pionera y más importante en Álava. Hablamos de La cerámica de Llodio cuyo edificio aún se conserva, modélica­ mente reutilizado como sede de varias empresas de servicios y del Industríaldea de Laudio.

TEJA DE LAS CONOCIDAS COMO DE TIPO ÁRABE, CON INSCRIPCIÓN.

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El wso histórico de Icis tcjcis Suele atribuirse a los griegos el inicio del empleo de tejas para cubrir viviendas. Usaban, al parecer, unas láminas de cerá­ mica delgadas y ligeramente curvas. Pero serían los romanos quienes, una vez más, difundiesen su uso por la práctica totali­ dad de Europa. Sin embargo, dicha propagación no fue intensa y tan sólo parece limitada a las urbes de cierta importancia. Constan­ cia de ellas tenemos en los yacimientos

romanos de Arkaia, Iruña-Veleia, Oiasso... aunque eran de una tipología diferente a las que hoy estamos acostumbrados a ver: unas piezas cerámicas planas lla­ madas tegulam acompañadas de otras acanaladas que hacían la labor de la teja cobija y que se conocían como ímbríce o fmbrex. Al margen de ello, poco sabemos del momento de la generalización del uso de las tejas en nuestra comarca. Pero si no las usaban ¿cómo se cubrían las edifica­ ciones?

CUBIERTA VEGETAL EN TXABOLA PASTO RIL MAJADA DE O IDU l, EN ARALAR.

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Las primeras - y únicas mientras no se lleven a cabo otras intervenciones ar­ queológicas- constataciones de las técni­ cas primitivas p^ra el cubrimiento de las viviendas en la zona de influencia de Lau­ dio nos vienen de la mano de los cercanos y excelentes hallazgos correspondientes al asentamiento de Aloria, próximo a la ciudad de Urduña, y que debemos contextualizar en el período correspondiente a la romanización. Los restos de los esta­ blos y talleres allí estudiados -la vivienda no se logró localizar- demuestran que es­

taban construidos al uso de la época: unas paredes de mampostería de unos 60 cm de alto -tres pies romanos- sobre las que continuaban otras de, proSERÍAN LOS b a b le m e n ROMANOS quienes te, adobe Y difundiesen por protegiendo . i i ie r r \ Í^Ddo el conp r m e r a vez el USO junto, una cuTEJA bierta de lajas de piedra colocadas, a dos aguas, sobre un entramado de madera. Sin embargo, dichas edificaciones se asentaban sobre un fondo de cabaña pre­ vio a la romanización y datable en torno al siglo I a. C. Su construcción parece que es­ taba realizada con un pequeño perímetro mínimo de piedra sobre el que se levanta­ ban unas paredes de ramaje entretejido y barro, cubierto con techumbre vegetal, tal y como se hacía desde Asturías hasta Piri­ neos. Es lo que César Cayo julio definiera así: Casae more galíorum stramentis erant tectae ‘las chozas, según costumbre de los galos, estaban cubiertas de paja'. También conocemos otras variantes de cobertura usadas en la comarca y que prácticamente han llegado hasta nuestros días. Son las realizadas con tepes -aquí llamados "céspedes’'- y que no son sino unas losetas de tierra arrancadas con su hierba y colocadas bocabajo y superpues­ tas sobre el tejado. En cualquier caso, pa­ recen reservadas a cabañas pastoriles, de carboneros u otras similares, de una cali­ dad constructiva inferior, por su función de ocupación transitoria. Aún así, en este tipo de edificaciones también se usó tan sólo la cubierta vegetal, sin tierra, como nos sucedía en la época prerromana pero como todavía se usa en la actualidad en Somiedo. Aneares o en la misma sierra de Aralar. No podemos dejar sin citar dos refe­ rencias documentales, una para cada caso, haciendo referencia ambas a las chabolas pastoriles de Corbeia. La primera de ellas la hizo en 1850 el viajero y naturista ale-

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CUANDO IRRUMPE EL CASERlO VASCO (X V -X V I) YA NINGUNO DE ELLOS EXCLUYE EL USO DE lA TEJA EN SUS CUBIERTAS.

mán MoritzWillkom, cuyo relato dice así: "Numerosos rebaños de ganado vacuno y lanar (...) están al cuidado de algún pastor que otro, que en cabañas de piedras sin cimiento cubiertas de ramaje sin maleza pasan todo el verano". La otra es de un autor anónimo que publicó en 1877 lo siguiente: "Después de Arraba, se pasa la campa de los pastores llamada Egiriñao, donde éstos pasan todo el verano, privados de toda comunicación, trato y recreo, en medio de casi constan­ tes nieblas, mal guarecidos y peor abriga­ dos, en pobres chozas hechas de paredes de cantos sueltos y una cubierta de ba­ rro..." Pero volvamos a la presencia de la teja. No con mucho fundamento se ha comen­ tado en infinidad de ocasiones que en la vertiente cantábrica vasca su aparición es extremadamente tardía, en torno al XVIIXVlll. Nada más lejos de la realidad.

Si bien es cierto que, por los datos dis­ ponibles, ya antes del siglo V se dejaron de producir tejas y ladrillos en la Península Ibérica -aun­ que aquellos ES ROTUNDAMENTE matenales se p^LSO que nuestros

primeros caseríos

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no USASEN LA TEIA

gran frecuen­ cia -y a para el siglo XIII su uso estaba de nuevo generalizado en nuestro país. Muy lejos de lo que con tan poco acierto ha sido tantas veces difundido. La primera referencia documental vá­ lida para cerciorarnos de la antigüedad del uso de la teja en el municipio que estudiamos, el de Laudio, sería la que so­ bre el barrio de Anuntzibai se hace en las Bienandanzas y Fortunas, no lo olvidemos, escritas en el siglo XV. Dice así: "...E en­ trando en pos d'el, gerroles una moga la


puerta, que era de los de Anugivay, e que­ daron los suyos fuera; e matolo el uno por otro dentro e fue mucho malferido Diego Ferrandes con up cochillo en vaxo de la pierna. E entraron los suyos por las tejas e falláronlo malferido e al otro muerto; e tomáronlo a cuestas e leváronlo a la torre de la Muga porque venia mucho apellido de los enemigos, que era en su comarca, e guaregio alli bien de aquella ferida". En un lugar no excesivamente alejado de Laudio y con un siglo de anterioridad, sabemos de la existencia de una tejera. Se cita en 1330 en la carta fundacional de Villaro -hoy Areatza-, cuando se deta­ llan los límites de la nueva villa: "...todo el término que dicen desde San Bartolomé hasta la tejera de Arenaza en los campos de Aquinitene..." En cualquier caso, y en palabras del historiador y etnógrafo Alberto Santana, cuando irrumpe el caserío vasco en las décadas entre los siglos XV y XVI, ningu­ no de ellos excluye el uso de la teja en sus cubiertas. Es decir, el tan manido tó­ pico del caserón recubierto con piezas de madera no es cierto para esta comarca ya que su uso está limitado al noreste vasco y a parte del Béarn francés. En el resto de los casos, insistimos, es falso. Hoy por hoy, la presencia de tejas más antiguamente constatada en la vertien­ te atlántica vasca se data en torno a los años finales del XII o, quizá, primeros del XIII. Se trata de los restos de una cubierta perteneciente a una especie de lonja

TEJA MECÁNICA

o DE ENCAJE.

habilitada para dar servicio al tráfico por­ tuario y sobre cuyas ruinas se edificó la iglesia de San Antón, en la parte más ge­ nuina de la villa de Bilbo. Así lo atestiguan las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo allí bajo la dirección del arqueólogo Iñaki García Camino. Como última curiosidad, la teja más antigua conocida en la cornisa cantábrica peninsular, con la seguridad de la fecha inscrita en la misma, era -seLA GRAN DUDA gún nos informa 5 5 resolver cómo de nuevo Albererari nuestros

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siglo X V se expon^a ha^a no

romamzaaory y EL SIGLO Xlll

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hace mucho en un bar del barrio Posada de Llanes (Astu­ rias). Desgraciadamente, varios cambios de arrendatarios del local hacen que haya desaparecido. Todos los intentos por lo­ calizarla nos han resultado infructuosos y puede darse por extraviado tan interesan­ te elemento. En este breve repaso por la historia de las cubiertas de nuestras techumbres, tan sólo nos queda una gran franja histórica por resolver: la tocante a los templos an­ teriores al XII o las viviendas anteriores a los caseríos. Las excavaciones arqueológi­ cas realizadas no aportan ninguna solu­ ción contundente. Ante tal situación, se ha sugerido la posibilidad de que fuesen cubiertas vege­ tales, una opción válida para el caso de la vivienda pero que no convence del todo a expertos medievalistas para el caso de las primitivas iglesias» Bien pudieran ser, ahora sí, de tablillas de madera sujetas con clavijas del mismo material, similar a los templos rurales rumanos. Pero es una hipótesis prácticamente imposible de certificar ya que en una zona tan lluviosa y húmeda como la vertiente septentrional vasca, la conservación para la arqueología de dichos ele­ mentos es prácticamente imposible.

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Las tejds: aspectos técnicos Las tejas son, simplificando las cosas, unas piezas de barro cocidas que protegen las edificaciones contra el agua de la lluvia y que cubren las edificaciones combinando gran número de ellas. Una solución que aún pareciendo simple, no ha sido mejo­ rada tras más de dos mil años de existen­ cia. De esta función como cubierta pro­ viene su nombre, del latín tegulam 'teja' y ésta del verbo tegere 'cubrir'. Dejando a un lado las tejas del período de la romanización -ya hemos dicho que eran compuestas por dos variedades de piezas, una plana y otra ligeramente aca­ nalada-, existen otros tipos que han sido normalmente usadas en nuestro entorno. La principal de ellas, la que más acostum­ brados estamos a ver, es la que se conoce como teja árabe, realizadas en forma troncocònica y cur­

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vada de tal manera que puedan acoplarse las unas a las otras sin ningún sistema de fijación. Además usándolas en diferentes sentidos se crean una especie de lomos y de canales que hacen correr el agua de la lluvia tejado abajo. Ésta ha sido hasta no hace mucho la solución más aceptada y aún hoy en día cuenta con incondiciona­ les seguidores. Pero la forma curva que tantas virtu­ des le da, también se convierte en su ta­ lón de Aquiles, ya que son especialmente vulnerables ante los fuertes vientos, uno de sus grandes enemigos junto a la nidificación de los gorriones. Para solventar el problema, ha sido habitual colocar piedras sobre las tejas de los bordes de las cubier­ tas. Ya en épocas más modernas, esta operación se ha llevado a cabo usando cemento.

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Como curiosidad diremos que con este tipo de tejas son necesarias en torno a las 25-30 piezas para recubrir un metro cuadrado, con uq peso total de unos 4060 kg. Precisamente con el fin de evitar tan­ ta carga, ya en épocas más modernas se inventaron las tejas conocidas como fla­ mencas y que consisten en hacer en una sola pieza en forma de 'S' la función de las tejas árabes conocidas como cobijas y ca­ nales, es decir, las de arriba y las de abajo. Aunque sin demasiada presencia en nues­ tro país -curiosamente es en la actuali­ dad cuando la ya antigua variante mayor difusión está alcanzando-, no cabe duda de que supusieron un gran avance técni­ co por el ahorro de material y, en conse­ cuencia, peso. También se fabricaron tejas planas, con un gancho saliente que servía para su sujeción o con dos orificios para Doder

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al modo de las tejas de madera usadas en el noreste vasco. Pero en cualquier caso, su uso y presencia es mínima en nuestro país. De nuevo guiados por la obsesión de eliminar peso de la cubierta de las casas fueron inventadas las tejas mecánicas o de encaje. Ideadas en Altkirch (Haut Rhin, Francia) y patentadas por los hermanos Giladorni en 1840, irrumpieron rápida­ mente en nuestro país donde pronto em­ pezaron a fabricarse, primeramente en Cipuzkoa para, años después, llegar por primera vez a Álava por medio de la Ce­ rámica de Llodio. Estas tejas presentan en su cara superior una ranura y, en uno de sus costados, una solapa o reborde des­ tinado a encajar en la ranura de la teja adyacente. De esta manera, el peso me­ dio por metro cuadrado cubierto suele ser en torno a los 35-40 kg, muy inferior al conseguido con la teja árabe. Su apa­ rición supone el punto culminante en la evolución de la teja. Dejando a un lado éstas de fabricación más moderna e industrial y retornando a las tradicionales elaboradas en los hornos artesanales -también conocidos como hornos árabes- hemos de tener en cuenta que por cada cubierta de caserío se usaban y usan un promedio de 15.000 tejas. Así se comprende que prácticamente no exista municipio vasco sin una o más tejeras. Pero, además, el caserío necesitaba de un aporte continuo de tejas. El recam­ bio y recolocación de algunas piezas en un tejado, con el fin de evitar las gote­ ras, es algo que prácticamente se realiza cada año.También se estima que por cada generación se produce un recambio total de la cubierta. Pero, como hemos dicho, por ser algo paulatino y por no cambiarse nunca toda la cubierta de una vez, es ha­ bitual que en un tejado convivan tejas de todas las épocas y, en la mayoría de las ocasiones, con varios siglos de diferencia entre ellas. El tejado es, por así decirlo, el libro en donde está escrita la biografía del caserío.

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HORCAS USADAS EN LAS TEJERAS.

Fcibricdción de las tejos en Ids tejerías tradicionales Al margen del período de la romaniza­ ción. la fabricación tradicional de tejas ha sido una ocupación que en nuestra zona ha perdurado desde los siglos XII-XIII has­ ta liace 50 ó 100 años sin apenas altera­ ciones técnicas. Sin embargo, no cabe duda de que dentro de ese largo período, el siglo XVII ha sido el "siglo de oro" de los tejares. En dichacenturia se da el máxi­ LASTEIERAS mo auge del SOLÍAN estar ladrillo en la ubiccidcis en fugares construcción de caseríos y apartados y ercin prácticamen­ gestionadas por te toda nueva CUADRILLAS DE e d ific a c ió n TEMPOREROS hace uso de ellos. Arras­ trados por esa corriente, comienza a po­ pularizarse además el uso de las baldosas, especialmente en templos, en la segunda mitad del XVII y principios del XVIII.Tam­

bién se extiende el uso de los arcaduces -piezas de tubo cerámico para hacer ca­ ñerías-, todos ellos, tejas, ladrillos y otros, en cantidades como nunca se había cono­ cido hasta entonces. Es en esta época cuando proliferan las tejeras que han dejado tan notable mar­ ca en la toponimia. Se trataba de hornos árabes -se denominan así aunque son de origen romano- instalados en una exca­ vación realizada en terraplén, con el fin de aprovechar el terreno como elemento aislante, ya que una de las principales difi­ cultades sería la de elevar la temperatura para que se diese la cocción del material. No conocemos restos de ninguno de estos elementos en Laudio, aunque con seguridad existieron, por lo que no sería de extrañar que algún día pudieran locali­ zarse, si bien no todo el artificio, sí algunas evidencias. Como referencia, puede visitarse el tejar de Terlegiz, en Kortezubi, excelente ejemplar datado en el XVII, y que se en­ cuentra restaurado en el borde derecho de la carretera que nos lleva del casco urbano del pueblo a las cuevas de Santimamiñe.


Posteriormente se van generalizando las tejeras exentas, libres por sus laterales, aunque su existencia se constata fuera de nuestro territorio desde épocas ante­ riores, contemporáneamente a las em­ potradas en talud. La razón de tal cambio será, con toda probabilidad, la necesidad de hacer hornos mucho más voluminosos para poder atender a toda la demanda de materiaL De este tipo es la de Zumeltza Behekoa. Por sus características, puede ser datada en la primera mitad del siglo XVIll y, más concretamente, en torno al año 1730. Un ejemplar contemporáneo y prácticamente idéntico, aunque con la cubierta aún mantenida, puede admirarse en el barrio San Agustín de Elorrio. Pues bien, refiriéndonos a la elabora­ ción propiamente dicha, las tejeras solían estar ubicadas en lugares apartados y eran gestionadas por cuadrillas de tem­ poreros que, a remate -subasta- se ha­ cían con el negocio. Básicamente las te­ jerías se componían de cinco elementos bien diferenciados. El primero era el lugar de extracción del barro, elemento cono­ cido en Laudio con el nombre de "busti­ na" {del euskara buztina 'barro arcilloso'). Era el lugar de trabajo de los cavadores. Para evitar el acarreo, debía localizarse en las proximidades del centro de opera­ ciones. Eran a cielo abierto, nada que ver con las galerías subterráneas de muchos de los barreiros gallegos usados para el mismo fin. Otro elemento clave era el del lagar, una especie de piscina donde el barro era pisado una y otra vez con el fin de homogeneizarlo y evitar los poros en las piezas. También solían valerse de los pudrideros: uso alternativo de varias piscinas con el fin de que el barro humedecido se asen­ tase durante un largo período. De ahí el barro era pasado en montones -llamados "mudas" o "pilas"- al banco de trabajo, conocido como "masera", donde se mo­ delaban las piezas. Una vez formadas las tejas en el banco de trabajo se llevaban a la era, otra de las

TEJAR DE TERLECIZ.

partes imprescindibles en una tejera. Allí se extendían y se iban secando con ayuda del aire y el sol. Era la labor de los ten­ dedores, muy delicada, ya que debía des­ prenderse del molde de madera y dejarse en el suelo sin que se deformase. Una vez secas y endurecidas, se cargaban en el horno -e l quinto y principal componente de las tejeras- para ser cocidas y adquirir así la consistencia y durabilidad tan ex­ traordinarias que las caracterizan.

TEJERA DE AGUSTÍN, EL0 R R (0 .


La elaboración de los tejas Para obtener buenas arcillas, lo ideal era ir decantándolas en balsas. En ellas se vertían los trozos de tierra, cortados en capas finas para facilitar su mezcla, con agua que se tomaba de un regato siempre próximo. Se removía el conjunto con un

tablón o similar de forma que las piedrecillas y otros materiales pesados cayesen al fondo. Al verter nuevamente el agua, por la boca salía la arcilla pura y fluida que iba a otra balsa. Una vez evaporada gran parte del agua, se pisoteaba durante mu­ cho tiempo para amasarla y hacer que se convirtiera en un material maleable. Sin embargo esta operación no ha sido gene­ ralizada, ya que la mayoría se limitaba a dejarlo reposar en los pudrideros, sin más, para que se asentase y desapareciesen las materias orgánicas. También en algunos casos solía extraerse la tierra arcillosa en gran­ des cantidades y se dejaba amon­ tonada y expuesta a la intemperie hasta la temporada siguiente. Con los hielos del invierno, las lluvias y la oxidación de algunos de sus materiales, la pasta obtenida la

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siguiente temporada era mejor y adquiría mayor plasticidad. Una vez amasado el barro por pisoteo, se acarreaba hast3 el banco de trabajo del oficial tejero. Éste consistía en una mesa alargada de 1.5 m de largo por 0,50 m de ancho aproximadamente. Se encontraba ligeramente inclinada en altura hacia el trabajador, de tal manera que se manejase con comodidad: de hecho, solían hacerse a medida. La parte más alejada y elevada del banco se encuentra cerrada por tres tableros y genera un espacio para guardar el polvo de arcilla. Del banco pendían además, dos reci­ pientes cuadrados -uno a cada lado- he­ chos con trozos de tabla. En el de la de­ recha, más bajo que el otro, se guardaba agua y era el lugar donde además se re­ posaba el rasero, una herramienta que debía estar siempre húmeda para que no se pegase en el momento de usarlo. En el otro recipiente, a la izquierda, se guardaba una mezcla de barro y agua con la que se bruñía la teja para procurar cerrar todos sus poros. El polvo de arcilla, guardado en el ex­ tremo del banco y protegido del viento por unos trozos de tablero, servía para evitar que la arcilla quedase pegada al banco de trabajo. Para ello, dicho polvo se esparcía sobre la base del mismo antes de hacer cada una de las tejas. Una vez bien espolvoreada la base se colocaba sobre él un molde de madera mojado -era metá­ lico en otros casos- y que tenía la forma del patrón de lo que luego sería la teja. Con dicha herramienta también se con­ trolaba el grosor de las tejas ya que, una vez echado el barro en ella y prensado manualmente, se rasaba para eliminar los excedentes. En cualquier caso, las medi­ das del molde estaban dadas con una am­ plitud calculada ya que, tras la desecación y cocción, las piezas perdían una décima parte en su tamaño. Una vez desmoldada con ayuda de una lezna, la lámina de barro obtenida era colocada sobre una pieza de madera que

MOLDE Y RASERO.

tenía la forma de la teja y que era cono­ cida como el formal o cadavau. Es aquí donde ya adquiría la forma curva carac­ terística. Esta operación era antiguamen­ te realizada valiéndose del muslo de la pierna del tejero. Eran las conocidas como "tejas musleras"y son fáciles de distinguir por tener mu­ chas marcas de dedos para EN LA hacer el estiELABORACION d e ramiento de i ^ s tejas anticuas el la masa sobre molde usado solía el muslo. En ser el MUSLO DEL cualquiera de TEIERO los casos, una vez consegui­ da la forma curva, eran retocadas como ya se ha dicho, pasándoles por encima la mano mojada en una mezcla de barro y agua. Con esta operación se obtenía una superficie más tersa y se sellaban los po­ sibles poros. Las marcas de esta operación en las tejas viejas son inconfundibles. Seguidamente eran llevadas a la era para extenderlas y hacer que se secasen con el aire y el sol -de ahí que las tejeras

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sólo funcionasen en verano-, ya que no podían ser introducidas directamente al horno pues se romperían. En cuanto a la cocción, debía al­ canzarse una temperatura en torno a los 900-1.000 ®C. Por ello, en las condiciones que los tejeros solían fijar para su trabajo estaba la de exigir a los ve­ cinos grandes cantidades de combustible, especialmente de otaka -árgoma- por su gran poder calorífico. También era muy importante para hacer una buena cocción que el fuego estuviese uniformemente repartido por toda la cámara de combus­ tión. Para ello se ayudaban de unas horcas características. Normalmente el horno comenzaba a cargarse con ladrillos en filas superpues­ tas. No debemos olvidar que en estos hornos a la vez que con las tejas también se cocían ingentes cantidades de ladrillos. La distribución de la carga era algo de vital importancia. La primera de las filas de ladrillos era llamada "puente” y cada una de las siguientes tandas “daga". Entre es­ tas últimas se deja cierta separación para el paso del fuego. A continuación, y sobre el ladrillo, se ponían las tejas en filas su­ perpuestas, colocadas en posición vertical, aunque ligeramente inclinadas para tener un mayor contacto con el aire caliente. También hemos constatado en varias entrevistas realizadas para la elaboración de este artículo que en ocasiones la parte inferior del horno era rellenada con piedra caliza para cocerla y así conseguir cal En cualquier caso, aún siendo conocido, no parece algo generalizado. Una vez lleno el horno, se sellaba la puerta de carga con viejos ladrillos y arci­ lla con el fin de evitar las entra­ das de aire frío que p ro d u ­

FO RM ALO CADAVAU .

cirían un agrietamiento en las piezas. Cargada con combustible la parte infe­ rior o cámara de combustión, se le daba fuego. Durante varias horas se hacía un precalentamiento del material conoci­ do como "desudado". A continuación se daba "calda" para que calentase al máxi­ mo y se dejaba en su punto álgido -lla ­ mado "templa"- durante unas horas para ir posteriormente descendiendo lo más lentamente posible la temperatura. La fuerza del fuego era regulada por las boquillas y se mantenía así durante un largo período de tiempo que oscilaba de las 22 ó 26 horas en las más óptimas con­ diciones hasta las 6-8 jornadas, aunque hay quien asegura que la media era cocer durante "tres días y dos noches". La dura­ ción de la cocción dependía, claro está, del volumen de carga del horno. En este proceso los tejeros debían vi­ gilar la cocción durmiendo a turnos en al­ guna cabaña próxima. De ahí que este ofi­ cio siempre se haya tenido por extremadamente penoso. Antes de abrir el horno se debía dejar enfriar, operación que también podía durar varios días en función del volumen, hasta alcan­ zar los 35-40 °C. Estaba entonces listo para ser descargado.


Los hornos. El de Zwmdtza Behekoa Como ya se ha adelantado, el horno de Zumeltza Behekoa es dentro de los tradi­ cionales o árabes, de los que mayor volu­ men de producción pueden asimilar. Eso parece sugerir el hecho de no aprovechar un desnivel del terreno para incrustarse en él, sino que está exento, edificado sobre un terreno llano y compuesto de cuatro gruesos muros. Por su tipología sabemos además que corresponde a la primera mi­ tad del siglo XVIll. Está conformado por un cuadrado perfecto, de siete metros de medida exterior en cada lado, con cuatro muros de mampostería de un metro de grosor, un grosor que disminuye en unos 20 cm por su parte exterior y a una altura de 1 m desde el suelo en los laterales y de 2 m en el frontal. En conjunto, los muros alcanzan una altura de unos 3,50 - 3,75 m. sobre el so-

lar. Desde su punto más alto y con tres elementos en cada lateral, se elevan unos machones verticales de 2,75 para los más altos -centrales- y de 1,90 para los ba­ jos. Su función era la de EL HORNO DE sujetar una ZUMELTZA, cubierta que construido en torno protegiese a 1730 , debería el horno del ser consolidado y agua de la lluvia pero a restaurado como su vez lo su­ un elemento m ás ficientem en­ DE NUESTRO te elevada PATRIMONIO como para dejar trabajar a la hora de realizar la carga superior del horno y, muy importante, para que no se quemase con alguna chispa. Lo curioso de estos pilares es que son de cemen­ to, algo que al menos nos debe llevar a principios del XX época en la que, como

TEJERA DE ZUM ELTZA. ABAJO, LOS ARCOS Q U E DABAN ACCESO A LA CÁMARA DE COMBUSTIÓN.

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PUERTA DE ACCESO A LA ZO NA SUPERIOR DE CA RCA EN LA TEJERA DE ZUMELTZA.

sospechamos, dejó de utilizarse el horno. En cualquier caso, es un elemento que genera dudas. El horno muestra en la parte inferior de su frontal dos arcos que permitían la carga de combustible. Tienen una altura de abertura de 1,5 m y una anchura de 1,45 m. Entre ellos, una separación de un metro de muro. En uno de los laterales existe otra abertura a una altura de 1,75 m sobre el suelo. Por ella se cargaba del horno en su primera fase ya que las últimas filas se

hacían por la parte superior, a la que se accedía desde la parte trasera del horno. La interpretación de los restos del hor­ no de Zumeltza Behekoa no plantea duda alguna. La parte inferior era la cámara de combustión. Sobre ella y para separarlo del piso de la carga se hacía un entrama­ do con cruceta, sobre las que se ubicaban unos arcos de ladrillo. Cada cierta distan­ cia, existía una abertura para que el aire caliente pudiese acceder a la cámara de cocción del material. De ese piso separa­ dor entre cámaras nada queda -proba­ blemente por haberse reutilizado sus ma­ teriales en otra construcción- y el hueco interior es hoy todo uno. Como decíamos, el espacio superior era cargado con los materiales a cocer. Se accedía a él por la abertura lateral situada a media altura. Esta puerta había de ser perfectamente sellada durante la cocción ya que una entrada de aire, además de ennegrecer las piezas podía hacer que se agrietasen. Para cerrar el horno, en su parte su­ perior se hacía una bóveda de ladrillo a la que se le dejaban unos respiraderos pe­ queños y uno algo mayor en la parte más alta. En cierto modo, muy similar al sis­ tema de cocción de carbón usado en las carboneras de nuestros montes.

MAQUETA DE UNA TEJERA SIMILAR A LA DE ZUMELTZA, DONDE SE APRECIA CÓMO ERAN CARGADAS LAS TEJAS.

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AS TEJAS CON INSCRIPCIONES Con el fin de dejar constancia de la labor realizada, era costumbre escribir algún mensaje en cada hornada de tejas. Para ello era suficien­ te algo tan simple como hacer una incisión sobre el barro fresco ayudados por la lezna o alguna ramilla. Lo habitual es que aparezcan el nombre o marcas del teje­ ro y el año de la cocción ("Lo tendió Fernando de Parres el oño /S5/"), aunque las tejas fueron el soporte perfecto para saciar las más extrañas necesidades expresivas de los sufridos tejeros. Por ello no es difícil encontrar refe­ rencias a las lejanas novias o al nombre de su añorado pueblo entre otros. También fueron usadas para dar rienda suelta a las inquie­ tudes políticas {"República española / pero exisle caciquismo / para que siga el mangoneo") o para poner a prueba a los más pacien­ zudos tejeros {"Corredores españoles que tomaron parte en la vuelta de Francia el año 1934 y su clasificación"). También es muy co­ mún la realización de las operaciones aritméticas correspondientes a las diferentes hornadas sobre alguna de sus tejas, ,Otra opción igualmente válida era y' f aquella de '' í plasmar la palma de la mano sobre la blanda ^ arcilla, probable­ mente en aquellos

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IÑAKI MOTXOBE CO N TEJAS GRABADAS DE SU CASERIO EN AIARA,

casos en que el desdichado trabajador era analfabeto, Pero el asunto es más complejo de lo que parece y, según nos refiere Alberto ___ ^ Santana, ya en la romanización eran usados signos de identificación en los materiales . cerámicos para indicar propiedad. Parece además que ■>. pudiera \ estar arrai'■ \ gado en

anteriores cultos en los que preferimos no profundizar. Otro símbolo tan genera­ lizado como desconcer­ tante y que suele aparecer grabado por incisión en las tejas es el de unas marcas en forma de chinela. Como ya se ha dicho, en un mismo tejado de caserío conviven varias generacio­ nes y siglos de tejas. Por ello, encontraremos entre 8-10 tejas marcadas en cada uno de ellos. Todo es cuestión de calma y de fijarse un poquito.,.



Los tejeros Quienes han sido tejeros tienen marcado el recuerdo por las condiciones de miseria y penurias que se pasaban con él. Era el jefe de la cuadrilla quien cerraba los pac­ tos con los demandantes de tejas -priva­ dos o municipales-y pujaba en los rema­ tes tras haber llegado a un acuerdo sobre cantidades, medidas, etc. Una vez conseguido, el encargo traía los obreros, unos obreros que casi nun­ ca eran del lugar. Debían abandonar sus hogares en primavera para volver a ellos a comienzos de otoño, normalmente en San Miguel. Se aprovechaban los meses más calurosos del año porque, además de ser una labor desarrollada a la intemperie, era necesario hacer el secado previo de las tejas con el sol. Durante este tiempo, su vida era pe­ nosa como pocas, alejados de sus seres queridos, muchas veces en un país extra­ ño del que ni su lengua entendían, dur­ miendo en unas rústicas chabolas o teja­ vanas, comiendo poco y mal y trabajando normalmente en condiciones infrahuma­ nas. Era por así de­ cirlo, un trabajo marginal. De ahí que resulte muy extraño, por no decir imposible, encontrar un grupo de teje­ ros local. Hasta fines del XVIIl vere­ mos una y otra vez referencias a algún que otro "maestro tejero francés" en la docum enta­ ción de cual­ quier munici­ pio. Realmente procedían de Lapurdi y, más concreta­ mente, del pueblo de Kanbo. Evidente-

mente, la temporalidad y desplazamiento de sus trabajadores también implicaban unos inconvenientes, por lo que no fueron pocos los intentos e incentivos para que fuese realizado por operarios locales. El fracaso fue siempre notorio. Posteriormente, y desde mediados del XIX, irrumpen los tejeros asturianos que son quienes monopolizaron el trabajo de las tejeras hasta su desaparición. DESDE Principalmente MEDIADOS DEL procedían del XIX, irrumpen los municipio de Lia­ tejeros asturianos nes donde, aún actualm ente, que son quienes no hay aldea sin monopolizaron sus ancianos te­ el trabajo de las jeros dispuestos tejeras HASTA SU a contarnos sus DESAPARICIÓN penurias. Efectivamente, la me­ moria colectiva de este gremio no es nada condescendiente con la labor que les robó sus años de juventud. Otro pueblo de gran tradición tejera hasta incluso el último cuarto del siglo XX fue el gallego aun­ que no tuvo in­ fluencia en nues­ tro territorio. Curioso es cómo los teje­ ros usaban un lenguaje espe­ cial, una jerga, propia de su gre­ mio. En Asturias se conoce como la xíriga y en Ga­ licia como latín cabaqueiro. De ahí que cuando en Galicia se habla de las teUeiras lo hagan norm alm ente llamándolas directamente cabaqueiras, en alusión a la jerga de sus trabajadores.

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I. INTERESANTE

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MUESTRA DE ARQ UITECTURA IN D U STRIA L REHABILITADO PARA O TRO S USOS.

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Ld cerámica de Uodio Con este nombre se conocía la primera empresa instalada, a caballo entre los si­ glos XIX y XX, en el municipio de Laudio. En ella se produjeron tejas, ladrillos y otros elementos cerámicos durante ocho déca­ das y su presencia supuso la desaparición definitiva de unas tejerías tradicionales que ya languidecían por no verse capaci­ tadas para afrontar los vientos europeos de la Revolución Industrial. Cambian con las nuevas tejeras la concepción del horno y la mecanización de gran parte de los que hasta entonces eran penosos trabajos. Éstos y otros nu­ merosos ingenios hicieron que la fabri­ cación de tejas, ladrillos y otros dejasen ya de ser una labor artesanal para pasar a convertirse en una actividad netamente empresariaL La revolución principal viene dada porque se usa un nuevo sistema de hor­ no, en forma anular, y que se compartimenta en varios apartados para que sea de cocción continua. Esto consiste en que, gracias a unas subdivisiones, podía estarse cociendo y descargando simultáneamen­ te, sin tener que perder tiempo alguno en el calentamiento o enfriamiento del horno, como sucedía en los tradicionales. Eran los conocidos hornos Hoffman, una patente que procedía de Alemania y que pronto se extendió por el viejo continente como un reguero de pólvora. Fue Gipuzkoa el primero de nuestros territorios que vio instalar este tipo de in­ dustrias en su suelo. Así surgieron las em­ presas tejeras de Lasarte, Legazpi y Rente­ ría entre los años 1880-90. A Álava llegó por primera vez con la Cerámica deUodio, empresa resultado del olfato para los negocios del todopodero­ so Marques de Urquijo. Comenzó a fabri­ car tejas en torno al año 1900. Años más tarde se irían instalando varios hornos de este tipo, todos ellos en el municipio de Agurain, si bien nunca llegaron a tener la productividad del de Laudio.

Aún no tenía edad para vestir panta­ lones largos cuando nuestro informante, el/aud/oarra Valentín Laburu Olano ingre­ só en la plantilla de la Cerámica. A pesar de su corta edad -quince años- recuerda aún con una memoria prodigiosa el fun­ cionamiento de aquella empresa. El proceso comenzaba por la extrac­ ción de la arcilla. Aunque sabemos por otras fuentes que en su primera época el barro se extraía en las cercanías del barrio Tejería y que

trdn'noTmT TODA LA taco Dor me­ dio de un caMAQUINARIA mión, pronto interior era movida vieron que por la FUERZA DEL al otro lado AGUA del Nervión y más próxi­ ma a la nueva edificación existía tierra lo suficientemente buena como para hacer piezas de calidad. La cantera de arcilla se encuentra hoy tapada por la nueva ubica­ ción de la empresa Maderas de Liodio en un polígono industrial cercano. La correosa tierra era transportada en una especie de grandes cazos que, por el aire y pendidos de unos cables, hacían el recorrido. Lo más curioso es que este me­ canismo como toda la maquinaria interior era en un principio movida por la fuerza del agua, un agua que era acercada hasta el lugar por el cauce que nacía en la presa pegante al desaparecido caserío Bisarrena, donde actualmente se encuentran los Talleres Gometegui. Una serie de conductos abovedados subterrá­ neos hacían que el agua llegase hasta los dife­ rentes elementos que había de mover. Cada uno de los mecanismos contaba con su trampilla en el piso superior para poder descender por él a los túneles en caso de ave­ ría. La imaginación usada


para lle­ var la energía por medio de cientos de correas a cada uno de los ingenios es algo que aún hoy en día produce admiración a Valentín. La tierra excavada era llevada hasta el pudridero. Con este nombre se conocían una especie de balsas de unos 25 m de lar­ go por 10-12 de ancho y 1,50 de profun­ didad, en las que se dejaba reposar la tie­ rra para eliminar los elementos orgánicos y dar “otro tono" a la tierra. Tras perma­ necer una buena temporada LAS VENTANAS reposando, la ERAN adem ás tierra, que “en un principio es giratoñas para basta y áspe­ poder atrapar ]a mayor car\tidad DE ra", se conver­ tía en un nuevo VIENTO POSIBLE material más uniforme. Mezclada con abundante agua, se hacía que la arcilla pasase de piscina en piscina haciendo que por gravedad se de­ cantasen las impurezas. Después pasaba a los molinos, donde se transformaba en algo pastoso y libre de grumos. La masa resultante era, tras un proceso para perder humedad, inyectada a través de las “galle­ teras", cuyas bocas daban forma a ladri­ llos, etc. Luego las piezas eran cortadas a medida con un arco de cuerda, manual­ mente y de dos en dos. En el caso de las tejas se usaban unos moldes, tanto para las curvas como para las planas, y sobre ellos se imprimía la fuerza de una prensa compuesta por una palanca y un contrapeso. No fueron po-

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c e r A m ic a d e l l o d io e n e l p r im e r t e r c i o d e l s ig l o X X . EL e d i f ic io Q U E DISFRUTAMOS EN LA ACTUAUDAD ES, COM O PUEDE OBSERVARSE. PRACTICAMENTE LA MITAD DEL O R IG IN A L TAMBIÉN L U M A LAATENCIÓN EL GRAN NÚMERO DE VENTANALES: SERVÍAN PARA CANALIZAR LA MAYOR CANTIDAD DE VIEN TO POSIBLE Y ASÍ PODER HACER EL SECADO PREVIO DE LAS TEJAS EN SU INTERIOR.

eos los accidentes del lugary hubo incluso quien perdió el brazo. Al igual que sucedía en la fabricación tradicional, las tejas tenían que secarse antes de ser cocidas. En las épocas de ma­ yor bonanza se colocaban directamente al sol. Pero la actividad de este tipo de empresas cerámicas no era algo tempo­ ral como sucedía en aquellas artesanales por lo que hubieron de solucionarlo como siempre suele hacerse: con grandes dosis de ingenio. Las tejas aún frescas eran dispuestas en unas baldas que ocupaban la segun­ da y la tercera planta del edificio. Con el calor continuo que desprendía el horno iban paulatinamente secándose. Pero no acababa ahí la agudeza resolutiva. Las plantas superiores, tal y como aún puede observarse, tienen abundantes ventanas. Éstas eran además giratorias para poder ser colocadas en la posición adecuada y así actuar como pantalla para atrapar la mayor cantidad de viento posible. Su po­ sición se modificaba en función de la di­ rección del viento, algo que sorprendió a aquel Valentín jovenzuelo cuyos horizon­ tes habían visto poco más que su caserío natal de Senagorta en Olarte. Una vez secas las tejas, ha­ bía que bajarlas de nuevo al


horno. Esta pesada tarea de subir, bajar y transportar material era solventada con un sistema de vías, con sus cambios de agujas y plataformas giratorias incluidas, por las que se movían unas vagonetas. Un montacargas hacía que. además, cual­ quier elemento pudiese desplazarse sin problema alguno a cualquier punto de la fábrica independientemente de la planta en la que estuviese. Incluso permitía la unión para labores de carga y descarga con la línea de ferrocarril próxima, ya que la solicitud realizada por el Mar­ qués de Urquijo a la Compa­ ñía Ferroviaria del Norte para la concesión de una terminal y apartadero propios se había resuelto favorablemente. Si el ingenioso sistema de ventanales para aprovechar el viento y el más curioso aún complejo sistema de vías im­ presionaron en sobremanera al joven Laburu, no menos sucedía con el gigante horno. Con una capacidad para cocer 160.000 piezas simultánea­ mente, consistía en una es­ pecie de galería que circundaba

el interior de la empresa. Como ya he­ mos dicho, gozaba de la ventaja de poder compartimentarse por zonas para hacer simultáneamente diferentes procesos de la cocción. Esta galería que conformaba la cámara de cocción contaba cada poca distancia, unos 60 cm, con unas boquillas -aberturas- practicadas en su techo abo­ vedado, un techo que se elevaba del suelo dos metros aproximadamente. Por ellas se introducía carbón vegetal encendido, una vez perfectamente sellada la puerta de carga con ladrillo y arcilla para que no entrase ni una brizna de aire que echase a perder todo el lote. Cuando el fuego había adquirido cierta fuerza se arrojaba carbón de hulla, el combustible principal de este horno. Se sabía que había finalizado la cocción cuando, mirando por las boqui­ llas, se observaba que las piezas habían adquirido un color blanco característico. Pero, por sus circunstancias, las tejas dejaron de convertirse en el mejor ne­ gocio para esta empresa, ya que le eran solicitados en su misma puerta otros pro­ ductos cerámicos. Así las cosas, pronto la Cerámica de Llodio comenzó a declinarse a favor del ladrillo. Para ello se modernizó continuamente. Prueba de ello es el úni­ co elemento salvado de aquella empresa

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y que, a modo de monumento, se aprecia instalado frente al edificio: un molino tritu­ rador. Fue adqui­ rido para poder tratar los mate­ riales necesarios para la elabora­ ción de ladrillo refractario. Ésta fue la principal función de la Cerámica, es­ pecialmente desde que fuese adquirida en torno al año 1950 por la todopoderosa nueva empresa siderometalúrgica: Aceros de Llodio, S.A., fundada en 1940. A partir de entonces fabricó la totalidad de los ladrillos refrac­ tarios. moldes y aquellos elementos cerá­ micos que precisase la gran fundición. Pero tampoco Aceros consiguió esca­ par de su propia crisis, la crisis que afec­ tó al metal en las décadas de los 70-80. Años llamados de reconversión pero que fueron de impotencia, conflictividad y. sobre todo, de depresión colectiva. Eran los inequívocos síntomas, el preludio del final definitivo de la gran empresa por an­ tonomasia y, a su vez y sin que nadie se percatase de ello, ahogado en un mar de angustia social, el final irreversible de una actividad cerámica presente en el munici­ pio durante varios siglos. Ahora sólo queda parte de aquella em­ presa, ya que prácticamente la mitad de la misma había sido antes derribada por orden de Carlos Müller. el primer director de Aceros de Llodio. Por el pueblo corrió el rumor de que con sus maderas y otros materiales se construyó un bello chalet en el distinguido Neguri (Cetxo). Realmente, su veracidad poco nos importa. Hoy el edificio de la Cerámica se en­ cuentra reciclado para albergar una serie de oficinas. Las aéreas escaleras metálicas interiores nos permiten disfrutar de toda

la grandeza de su interior en la que es, sin duda, una rehabilitación modélica. El aspecto exterior cuenta además con todos elementos habituales de la estética arquitectónica del momento. Su trata­ miento de reforzamiento y estabilización de los elementos y el pintado en varios tonos, sin duda, realzan y ponen en valor todo lo que de interesante tiene el edifi­ cio: una exquisita muestra de la arquitec­ tura industrial inicial. Y para finalizar, nada mejor que una anécdota. En plena redacción de este artí­ culo se cumplió el 65 aniversario del histó­ rico y catastrófico huracán del día de San Valentín de 1941. Los daños fueron tan cuantiosos y tantos los tejados dañados o incluso totalmente arrancados, que el om­ nipresente Marqués de Urquijo, siempre benefactor en esta serie de situaciones, regaló todas las tejas necesarias a aque­ llos que lo necesitasen. En el momento de la posguerra en que el hambre más mella infería en las desvalidas economías do­ mésticas. aquello pareció el mejor de los regalos posibles. Algo que aún recuerdan los más mayores pero que. como sucedie­ ra con la tejera de Zumeltza Behekoa pri­ mero y como sucede con la Cerámica de Llodio hoy en día, está siendo paulatina­ mente devorado por la bestia del olvido. No puede darse por cerrado este ex­ tenso artículo sin agradecer a Alberto Santana y a María José Torrecilla la luz que han aportado para poder resolver las dudas que, sin duda, han ido surgiendo en su redacción. Igualmente son de agrade­ cer las facilidades dadas por el Museo do Pobo Calego en Santiago de Compostela y especialmente el Museo Etriográfico del Oriente de Asturias, en Porrúa (Llanes) para poder fotografiar muchas de las imágenes que ilustran este artículo, algo muchas ve­ ces imposible de conseguir en este tipo de estamentos. Ambos muestran un excelen­ te material sobre la fabricación tradicional de tejas y bien merecen una visita. FELIX HU6URUTZA


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CENTRO MUNICIPAL ;

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C om o si de un gigantesco m o­ jón se tratara, el m onte Zaidiaran (9 7 8 m ) sirve de hito fro n ­ terizo entre Trebiño y la Llanada alavesa. En su cum bre existió un im por­ tante castillo que ha venido da­ tándose en torno al siglo IX en la historiografía clásica. Nada sabemos de su origen si bien dicen las antiguas leyendas del lugar que dicho castillo fue construido por las brujas que allí habitaban. Es más; se cuenta que una de ellas -tam bién iden­ tificada en los relatos como una "m o ra"- acostumbraba a peinar­ se con un peine de oro, acom pa­

ñada de dos niños, en la puerta de dicha fortaleza. En cierta ocasión una pastorcilla los sorprendió y corrieron preci­ pitadamente al interior del casti­ llo, olvidando el peine, que cogió la zagala. Hasta que lo devolviese a su lugar una voz que le decía "dam e mi peinederé" atormentó a la joven m uchacha. Una vez entregado, finalizó la pesadilla. Lejos ya aquellos relatos popula­ res, en la actualidad una enorme cruz m etálica corona su cumbre. Fue instalada en dicho lugar en 1950 por la Sociedad Excursio­ nista Manuel Iradier.


texto « JUANJD HIDALGO fotos « ROBERTO ARRIBAS L o s ú ltim o s Q vo n ces t é c n ic o s en c u a n t o o lo

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osé Gancedo Martín nació en la localidad vizcaína de Zorrotza hace 82 años. Tendría que haber m pasado allí parte de su vida o, al n ^ o s , su juventud, pero el destino qui­ s q u e a su padre le ofrecieran el puesto de jefe de fundición en la empresa Coi­ sa de Amurrio, dedicada a la fabricación de raíles para el ferrocarril. Hubieron de trasladarse desde la industrial margen iz­ quierda de la Ría de Bilbao, en el punto de confluencia con las aguas del Kadagua, hacia el amplio valle de Amurrio, en el Alto Nervión. Dos lugares que, aunque cercanos -apenas distan 30 km-, re­ presentaban diferentes formas y ritmos de vida. La familia Gancedo cambió un paisaje negro y enmarañado de vivienda obrera e industria pesada por otro más racionalizado empresarialmente y ro­ deado de los verdes pastizales y suaves colinas que conforman la Tierra de Ayala. José -Pepe, como gusta llamarse por sus amigos-, tenía entonces dos años, por lo que apenas percibió alteración al­ guna en su corta existencia. Comenzó a ir al colegio de las monjas, que por aquel entonces ocupaba el solar en el que hoy se ubica el ambulatorio. Más tarde pasó a la escuela de Lucas Rey, un maestro casi mítico en el recuerdo de muchos amurrianos. “Y después la guerra" -dice Pepe-, “ya no hubo más escuela, todo se paralizó. Entré a trabajar en la empresa Lázaro Ituarte, de aprendiz de ajustador, donde estuve tres años, desde los 14 a los 17. En aquel momento sólo trabajá­ bamos los chavales, porque los mayores estaban en la guerra o en las cárceles". De aquí pasó Pepe a un taller que había puesto su hermano con otros dos socios y que se llamaba Bebag (iniciales de los apellidos Bedia, Barañano y Gan­ cedo), en el que fabricaban máquinas de carpintería. “Y de ahí a la mili, tuve que ir a la mili con 25 años por ser hijo de viu-

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da, y como el hermano pequeño no tenía todavía 14 años para empezar a trabajar pues yo aguanté hasta los 25, hasta que me llevaron". Dos años después, José Cancedo re­ gresaba del servicio militar a un Amurrio inmerso en los años cincuenta, poco in­ dustrializado, pero con la actividad pro­ pia de un centro comarcal, entre urbano y rural, que empezaba a ser pujante. Ni corto ni perezoso se asoció con Isusi para montar un taller de reparación de vehí­ culos, pero pronto se dieron cuenta que no era el negocio más apropiado para aquellos tiempos, en que el parque auto­ movilístico era todavía insignificante. No serían, empero, gratuitas éstas y otras experiencias acumuladas. Lejos de ser un fracaso, le sirvieron a Pepe de aprendizaje para convertirse en un profe­ sional cualificado y de grandes recursos de cara al futuro que le aguardaba. Así, decidió probar suerte en el mundo de la enseñanza, y para ello acudió a exáme­ nes a Madrid, donde acreditó el perfil de "Maestro industrial'’ para el puesto ofre­ cido en el instituto de Amurrio, llamado entonces “Gabriel M* de Ibarra" y hoy “Zaraobe". Once años más tarde hubo de pasar otro examen que le valió, por fin, para conseguir la plaza en propiedad. "A lo primero no había instituto, y dábamos unas clases en un local y otras en otro.


hasta que se hizo el que hay ahora y las casas para los maestros. Allí viví muchos años, en el primer piso”. Pepe enseñaba mecánica: ajuste, fresa, torno y hasta soldadura, materias todas ellas que sir­ vieron para despertar en él su ingenio y su capacidad creativa, muy importantes a la hora de entender la actividad que, como fabricante de instrumentos, ha ve­ nido y viene desarrollando hasta el día de hoy.

El empeño de hacer un txistu José Mari, hijo de Pepe, estudiaba música por aquel entonces cuando decidieron comprarle un txistu. Se lo encargaron a un fabricante de Bilbao, Joaquín Landaluze, pero la lentitud de éste -m ás de seis meses en realizar el encargo-, hizo que la desesperación llegara al hogar de los Gancedo. El ansiado instrumento se lo trajo Arcadio de la Torre, a la sazón director de la Banda de Música de Amurrio, y cuando lo tuvo en sus manos Pepe, no pudo por menos que exclamar: “ ¡Pues si van a tar­ dar seis meses en hacer un txistu, va a haber que empezar a hacer txistusV. En­ tonces. Arcadio se echó a reír y le dijo: *‘¡Sí, como que tú vas a ser capaz de ha­ cer un txistul".

En aquel momento, a Pepe le podía más el amor propio que la sana inten­ ción de fabricar una flauta. Él, que se sa­ bía hábil en el trabajo y mecánico fino; él, que había hecho incluso cigüeñales de coche..., ¿no sería capaz de fabricar un simple txistu? \ Nada más llegar a casa se puso manos a la obra, con todo el ardor de un toro joven, pero con toda la ciencia de que era capaz. Tomó el palo de cantar Santa Águeda, que era de acebo, y lo cortó a medida con el txistu que había compra­ do. Lo barrenó en su interior, le hizo los agujeros, la boquilla y la caja de sonori­ dad, pero... no tocó, no salió ni una sola nota de aquel primer silbo. "Hubiera po­ dido tocar, pero entonces yo no sabía por


qué no tocaba, ni dónde estaba el fallo" -confiesa Pepe con toda naturaiidad.Lejos de abandonar, se metió aún más en su particular pulso contra lo im­ posible, herido en lo más profundo de su orgullo. Dejó la madera a un lado y compró barras de ebonita, que no es sino pasta de goma virgen endurecida -m uy utilizada en la tubería eléctrica-, a un fa­ bricante de Bilbao llamado Goma Garay, ya desaparecido, pero que por entonces hacía incluso botas de goma. "...E hice uno, y otro, y otro, y muchos más, hasta veinte, y no tocaban, pero no tocaban porque yo no sabía qué pasaba, pero en realidad tocaban todos. Yo sabía que por las medidas y la forma en como lo hacía tenían que tocar, pero no daba con la solución" -confiesa José Gancedo sin tapujos, como es él, sincero. Hasta tres meses tardó Pepe en hacer tocar a una de CORTE LO N GITU DIN AL DE LA BOQUILLA MOVIBLE PARA AFINAR.

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aquellas flautas, un largo periodo de prue­ bas que acabó cuando José Mari, el hijo, aprendió con soltura a tocar el txistu, adi­ vinando, igualmente, la solución al proble­ ma que tanto acuciaba a su padre, pues a la altura de la lengüeta con la boquilla se daba una pequeña desviación que impe­ día al aire entrante llegar a su sitio. Nadie hasta aquel momento le había sabido dar respuesta a tai contratiempo, y es que los txistuiarís de la zona sabían tocar, pero no sabían por qué sí o por qué no tocaba una flauta. Corría el año 1967 cuando se hizo sonar al primero de los txistus fabricado en Amurrio.

Pepe y losé Mari: la saga de los Gancedo Es éste, precisamente, el momento de meter en escena a José Mari, el segundo de los protagonistas de este artículo e hijo del primero. Había querido el des­ tino que Pepe se casara con una amurriana y que de su descendencia nacie­ ran un chico y una chica. El aludido José Mari no sólo imitó a su padre en cuanto a la profesión, sino que además ocupó el mismo puesto de profesor de mecánica que aquél dejara en el Instituto Zaraobe de Amurrio, aunque con otra formación, más acorde con la tecnología que requie­ re el momento presente. Con 43 y 14 años respectivamente comenzaron la andadura en este incierto mundo, sin verse avalados por la tradición familiar, pero con ganas no sólo de fabri­ car sino, además, de reinventar el txistu. Unos años después, José Mari marchó a la mili y dejó solo al aita en el taller, "pero para entonces -como nos dice Pepe-, ya ha­ cía yo txistus en ebonita que tocaban". Joaquín Landaluze era, por aquel entonces, el mejor fa­ bricante de txistus que había en la zona y, aunque trabajaba en ebonita mayormente, también utilizaba el ébano para los clientes que pudieran permitírselo. Aparte de estos materiales, sólo el boj procuraba buenos instrumentos, una madera blan­ co-amarillenta de extraordinaria dureza, pero difícil de conseguir. “A Landaluze le pasaba que dependía de otros para hacer un txistu, ya que él era modelista y tenía que mandar a tornear. Trabajaba en un rinconcito de casa, debajo de una esca­ lera, y era ya mayor cuando yo empecé. Luego, también estaba el abuelo de José Ignacio Antsorena, el famoso Isidro Antsorena de Donostia; pero, éste los hacía a mano y también dependía de otros


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ANILLO CENTRAL T U B U U R DE ENLACE ENTRE LOS DOS CUERPOS.

para determinadas piezas. Recuerdo que en los comienzos estuve en su casa, porque en San Sebastián necesitaban txistus y los primeros los vendí allí. Pero, antes de comprarlos ios tenía que probar alguien que supiera de ello, y me mandaron don­ de Isidro Antsorena, y por eso le conocí. Isidro hacía txistus de ébano, totalmen­ te a mano, pero los tenía que enviar a tornear, y los torneros no jugaban limpio con él porque se quedaban con el cora-

TXISTUS CO N MONTAJE M ETÁLICO EN PLATA.

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zón del ébano, la parte más dura de la madera, y le daban las cañas torneadas en la parte más débil, con lo que se le abrían todas. Allí me enseñó el hombre una caja llena de ellos, todos abiertos, apenado porque le estaban engañando. Claro, él tenía que mandar hacer casi todo, incluidas las piezas de plata de los anillos. Nosotros, en cambio, desde el principio hemos controlado todo el proceso completo, desde que entran las barras de ebonita o de madera hasta que salen como instrumentos ya listos para ser tocados". La ebonita, la pasta de goma virgen, está a punto de acabar sus días. Pepe me muestra los tres moldes de acero que ha preparado josé Mari y la máquina de inyección de más de 300 toneladas de fuerza para empezar a sacar por sí mis­ mos los tubos de pasta de ABS, el susti­ tuto de la ebonita. Ellos compran tubo y chapa para hacer las partes metálicas, lengüetas y casquillos incluidos, y han construido o adaptado todas y cada una de las má­ quinas que componen el taller, máquinas para fabricación mecánica que han sido reformadas para cumplir la función en­ comendada. Algunas movidas por viejos motores de lavadora en perfecto rendi­ miento. Los Gancedo basan en la precisión y calidad el éxito de su trabajo, y para ello, todos los txistus fabricados, desde el pri­ mero al último, tienen que sonar igual de bien y ser igual de buenos, lógicamente salvando las distancias que hay entre un material empleado y otro. Esto, eviden­ temente, no ocurre cuando se carece de medios técnicos adecuados y, como se­ ñala Pepe: "cuando el proceso de fabri­ cación es totalmente manual se pierde precisión y no hay ningún instrumento que suene igual a otro, y esto no puede ser; tienen que salir todos igual de bue­ nos. No se puede andar haciendo txistus y que toquen la mitad de ellos bien y la otra mitad mal o regular".


AGUJEROS DELANTEROS DEL TXISTU Y ANILLA DE SUJECIÓN.

Las claves del nuevo txistu En este proceso, reconoce Pepe, ha sido vital la participación de José Mari, txistulari además de fabricante. El hecho de conocer las notas, saber tocar y afinar el txistu ha sido y es importante de cara a la calidad del producto que se realiza y que se entrega, un terreno en el que Pepe no era diestro en absoluto, aunque cada vez va aprendiendo más. De hecho, José Mari está continuamente pensando en qué hacer o qué no hacer para mejorar aún más en el proceso de afinación, un terreno en el que se han dado grandes pasos en los últimos años. En este sentido, algunas de las innova­ ciones más importantes aportadas por los Gancedo han sido la boquilla movible y el casquillo central, ambas patentadas bajo su firma. Con la creación del casqui­ llo central se evita poner el tradicional corcho, un "estorbo" que impide afinar el txistu. El casquillo permite desbloquear la unión entre la cabeza y el cuerpo in­ ferior mediante una llave, posibilitando alargar algo más este último y afinarlo dentro de su tono, a más o menos bri­ CABEZA DE SILBOTE

llante, lo cual ofrece la opción de que dos txistularis puedan ajustar sus instrumen­ tos al mismo tono y tocar juntos en un concierto. En cuanto a la boquilla movible, ésta admite que el músico dirija a su antojo el chorro de aire más abajo o más arriba, es decir, que el aire entre de manera más directa o menos directa en el momento de chocar con el frente de la lengüeta, que es donde se produce la turbulencia y el sonido. Además de Gancedo, sólo existe en la actualidad otro fabricante de txistus en Euskadi: Keler, en Zarautz. En su proceso de fabricación mantiene todavía el cor­ cho para las uniones, y lleva unas aran­ delas, una dentro y otra fuera, para po­ der alargar el cuerpo inferior y afinarlo. Ambos, Gancedo y Keler, coincidieron en Donostia cuando la Asociación de Txistu­ laris les impuso la medalla de plata. Para la propia asociación han traba­ jado en la restauración y reparación de muchos de los txistus que tenían reco­ gidos y guardados en cajas, algunos de ellos de hasta ciento y pico de años, todos ellos elaborados artesanalmente. Ante la pregunta que le hacemos de si eran mejores aquellos txistus que los de ahora, su respuesta es contundente y hasta con cierto matiz de enfado. "Los txistus de antes -sentencia Pepe-eran flautas hechas a mano, y la largura del mismo obedecía al gusto de cada fabri­ cante. La mayor parte de ellos estaban afinados en “ La" brillante y fallaban no­ tas, pero como los txistularis sabían to­ carlos con destreza disimulaban los fallos


.EL PRIMER TXISTU? En la Bafa Navarra, cerca de Hasparren, se encuentra el pequeño pueblo de Donámartirí o San Martín de Arbema, antigua capital del País de Arbela, rodeado de hermosas coli­ nas verdes, Saliendo de él en dirección a la cercana aldea de Isturilz, encontramos el cerro Gaztelu, en cuya cúspide se alzan las ruinas de una torre defensiva. Las entrañas de esta elevación, no obstante, se encuentran horadadas por tres cavidades de gran impor­ tancia para la arqueología y prehistoria, que han sido socavadas por las aguas del Arberua, a saber: Isturitz, localizada en el nivel más alto; Oxocelhaya, 15 metros más baja; y finalmente, Erterua, en el lecho por donde fluye hoy día el no. Passemard primero y Saint Périer después, desde 1912 a 1950, sacaron a la luz un total de 2 2 fragmentos de huesos de pájaros en los que se habían practi­ cado agujeros, en número de uno a cuatro, y un cierto pulimento de manera deliberada. Todas las flautas se realizaron utilizando huesos de grandes pájaros, como es el caso del buitre monje, al que pertenece un cubito per­ fectamente serrado y perforado para fabricar el primer txistu de la historia, hace ai menos 27000 años, en el periodo Gravetiense del Paleolítico Superior Curiosamente, en la misma cueva hay zonas de las que el ser humano pudo haber aprovechado las excepcionales cualidades sonoras y acústicas que ofrecen algunas formas estalactíticas de tipo cortina, utilizadas a modo de txalapofta. Si hubo alguna relación entre esta percusión, las flautas y el sonido de la voz humana nunca lo sabremos con certeza, pero existe un estudio que sí establece una con^espondencia entre ios emplazamientos donde se localizan las muestras de arte parietal y los lugares con mejor acústica y estalactitas percutibles de la cueva de Isturitz.

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y salían adelante con las canciones. Con aquellos txistus no se podía tocar como se toca hoy en orquestas, con piano, violines e instrumentos de todo tipo porque estaban desafinados totalmente”. Además de prescindir del corcho, tampoco utilizan las tradicionales aran­ delas de refuerzo que se colocaban a lo largo del cuerpo, “porque si tú pones una anilla aquí, otra aquí, otra aquí y otra aquí -nos explica Pepe con un txistu entre las manos mientras señala en él distintos puntos-, no se dilata la madera, y no se dilata donde están las anillas, pero... ¿qué ocurre donde no están?, pues que se dilata y que se rompen las notas en esos abombamientos al no tener una dilatación uniforme a lo largo del tubo. Entonces, nosotros hemos quitado todo, y Buffet, en París, que hace clarinetes de granadino - a casi seis mil euros cada uno-, les ha quitado también todas las anillas de metal que ha podido, porque veía, como nosotros, que sobraba."

Los Gancedo procu­ ran que el txistu salga perfecto, y para ello no dudan en utilizar las más modernas téc­ nicas de afinado, entre ellas la del diapa­ són electrónico. Hasta tal punto resulta importante esto hoy día que, cuando por alguna razón sale alguno desafinado se desecha sin contemplaciones, puesto que no es recuperable. La enfermedad del “desafinado" es completamente mortal para un txistu. “ En una ocasión -recuerda Pepe- hicimos 25 txistus para un grupo de chavales, y estuvieron aquí todos juntos, tocando cada uno con el suyo para probarlos a la vez. Aquello fue gloria bendita, verles tocar el txistu de manera igual, todos perfectamente sin­ cronizados." Ni Pepe ni José Mari saben a ciencia cierta cuánto tardan en fabricar un txistu. Normalmente los hacen de diez en diez, pero muchas veces ocurre que tienen que dejarlo porque les viene un pedido


de varias txirulas o de un silbóte, y tienen que atenderlo. "A decir verdad -nos ase­ guran-, no nos hemos preocupado nunca de controlar el tiempo, pero se tarda más en hacer uno sólo por separado que en series de diez como hacemos nosotros" Volviendo a los antiguos, se han visto txistus incluso fabricados en madera de manzano, de cerezo y de cualquier frutal que estuviera a su alcance y fuera apto para ello. Siempre ha habido gente dies­ tra capaz de hacer cualquier cosa con la madera, bien por entretenimiento o con alguna finalidad práctica. Luego los adornaban y hasta los pintaban de color. Pepe nos recuerda los silbatos que se hacían en primavera, cuando la madera sudaba y se podía ex­ traer fácilmente la corteza, “pues el txistu igual -asegura-, no es más que un silbo, pero un silbo que da todas las notas perfec­ tas".

Granadino y éhayyo, maderas nobles ^ara un txistu Casi diez años hubieron de pasar, no obstante, hasta que los Cancedo hicieron su primer txistu de madera. Los mejores txistuíaris utilizan ins­ trumentos de ébano o de granadino, pero a los Cancedo no les gusta demasiado el primero. Su expe­ riencia les dice que el ébano recibe más humedad, y por lo tanto tien­ den a hincharse y a agrietarse. El granadino, en cambio, es mucho más

duro, aunque son contados los que se fabrican en este noble material. “A un chaval no se te puede hacer un txistu de granadino aunque quiera y pueda pagarlo -comenta Pepe-, porque todos los días, sin dejar uno sólo, hay que ensayar con él y tocarlo para que esa humedad que ha cogido ya la madera no la pierda. El txistu se desarma si se deja secar, y no es que vuelva a su estado normal, sino que merma todavía más y se desarma. Esto es una cosa que les pasa incluso a los mayores, que se aburren, con que para no pasarle a un niño". Los Gancedo compran el granadillo en tacos de madera maciza ya corta­ dos a la medida que ellos piden a su proveedor de Valencia, un importador oficial de maderas exóticas procedentes de Áfri­ ca y Suramérica. Nada más recibir las piezas las taladran longitudinalmente de lado a lado y las desbastan. En­ tonces, las toman la medida con un calibre centesimal, registran el valor dado y la fecha en una libreta y los colocan, de forma vertical para que vayan secando. Así, el aire circula por el interior del taco como si de una chimenea se tratase y va perdiendo la humedad no sólo por fuera, sino tam­ bién por dentro. Al de un tiempo, vuelven a coger los tacos para tomar nuevas me­ didas y comprobar si la madera sigue mermando algo, es decir, secando de manera na­ tural Cuando la medida no varía nada respecto a la

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anterior, quiere decir que ya está estable y por lo tanto lista para entrar en el pro­ ceso de fabricación de un nuevo txistu. Tres millones de pesetas vale el metro cúbico de granadillo, 18.000 € ni más ni menos. Y, aproximadamente, unos 90 los

euros que, de madera en bruto, lleva cada instrumento realizado en granadillo, sin contar nada más, ni otro tipo de piezas, ni su elaboración, ni la mano de obra. Sólo el corazón del árbol, de color negro, sirve para este cometido, y así se entiende

A GEOGRAFIA DEL TXiSTU. UN ACERCAMIE La flauta de pko, recta y de tres agujeros -n u ^ tro txis^ tu - tiene su origen en el mundo pastoril, y como tal, ha sido conocida y utilizada por nume­ rosos pueblos y culturas europeas, así como de otros continentes. Buena muestra de ello es la perdu­ rabilidad del instrumento en gran parte de la Península ibérica, aun­ que con diferentes denominaciones y formas. Xipla, chifla, gaita, pito, chifío o flabiol son algunos de los nombres con que se conoce a otros tantos instrumentos, similares al txistu. en territorios como Asturias, León, Portugal, Zamora, Salamanca, Cáceres, Huelva, Tenerife, Aragón, Cataluña y Baleares. Y no debemos olvidar regiones como el Bearn, el Valle d'Ossau o la Provenza en Francia, ni el Oxfordshire de Inglaterra o el Alto Basso del norte de Italia, donde la flauta recta de pico ha tenido gran arraigo en el medio rural y en el ámbito del folklo­ re más enraizado con la tradición. El tamboril es, por otro lado, el instrumento indispensable para el acompañamiento de la melodía tocada por el txistu. Este maridaje ha resistido al tiempo y se ha bastado por sí sólo para dirigir una danza y acompañar en actos solemnes, celebraciones y festividades religio­ sas o paganas. En este sentido hay que mencionar el caso de Zuberoa, donde la tximla -una variante del txistu de menor tamaño y de una sola pieza- se hace acompañar por un salterio de seis cuerdas llamado


que sea tan caro, pues la parte exterior y ciara la desechan para la venta. Su dure­ za extrema, como la del ébano, las hace inapropiadas para la talla, a no ser que la labra se realice cuando está verde. En ese caso, a medida que el proceso de secado

ttun-ttun, en vez de por ei tradicional tamboril. El Alto Aragón, el Beam y el valle d'Ossau son otras zonas en las que ¡unto al chiflo se golpean las cuerdas del salterio, muy popular ya en la Edad Media. Y así debió ser el binomio formado por flauta y [per­ cusión, conocido tanto en ambientes cultos y cortesanos como juglares­ cos, populares y de àmbito rural. Y durante cientos de años parece que continuó de la misma manera, hasta que, en el siglo XVIll, ocurrió algo decisivo en lo que respecta al txistu. En aquel momento, un grupo de nobles vascos encabezados por el Conde de Peñaflorida, imbuidos del sentimiento enciclopedista de la Ilustración, impulsaron a sus contem­ poráneos txistularis a componer las nuevas músicas que sonaban en la Europa de aquel tiempo, además de adaptar y reinterpretar las ya cono­ cidas. Al mismo tiempo, el txistu era modificado para conseguir emitir una gama de dos octavas debidamente afinadas, y se inventaba el silbóte, un txistu de mayor tamaño que propició la escritura polifónica a varias voces. Aquei'a fiebre creativa y compositiva, trasmisora del gusto de la época, ha dejado una importante huella en buena parte de la música para txistu que escuchamos hoy día, tal y como sucede en el famoso Aurresku, originario en la segunda mitad del siglo XVll! y caracterizado por una reverencia muy propia de su tiempo. Al mismo tiempo que sucedía esto, los txistularis que se movían en el ámbito rural vasco continua-

avance, aparecerán irremisiblemente las consabidas grietas, tal y como exhiben la mayor parte de las caras y figuras del arte popular africano. Tan cierto es que, si no presentan grietas, no es ébano, con lo cual, es muy posible que se trata de

ron con sus melodías de siempre y sus canciones tradicionales, eso sí, aceptando los nuevos diseños nacidos del movimiento ilustrado. Con el andar de los años, ambos mundos, el rural y el urbano, han concebido dos tipos de txistularis distintos: ei primero, que aprende la música transmitida generacionalmen­ te; y el segundo, que aprende en escuelas con metodología académica e interpreta las melodías compuestas para txistu. No obstante, siempre ha habido contacto entre ellos y, por ende, influencias de unos en otros. La última fase evolutiva del txistu par­ te de los años setenta, con el impulso recibido desde el consen/atorio de Donostia y el buen hacer, incuestio­ nable y entregado, de un maestro como José Ignacio Antsorena. Todo ello acompañado, por supuesto, de los pequeños avances técnicos que, como los de Gancedo, han ayuda­ do a que el txistu actual sea capaz de interpretar en cualquier tono y con perfecta afinación. Y esto no ha sido tarea fácil en un instrumen­ to antiguo, pastoril, que carece de llaves y que cuenta tan sólo con tres agujeros para tocar todos los registros. Otras flautas re cta y de pico no lo han conseguide-y se han quedado para siempre en los museos y colecciones de etnografía, y sólo se desempolvan para acom­ pañar festejos de carácter folklórico, entrando en una suerte de despres­ tigio que lleva al olvido del instru­ mento. Negarle al txistu el derecho a evolucionar es negarle el futuro.

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TAMBORIL DE ACOMPAÑAMIENTO DEL TXISTU.

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una madera blanda y teñida después con betún para disimular su origen. Normalmente, hacen falta tres tacos para elaborar un txistu: uno para la cabe­ za y otro para la parte del "Fa" sostenido, que sería el instrumento en sí. El último taco se destina a la fabricación de otro cuerpo afinado en '‘Fa" natural e inter­ cambiable con el anterior para cuando se precise de él. Hay quienes piden incluso otro tono más, afinado en ‘'Sol", pero en estos casos se fabrica uno especial, con cabeza propia. El negro color de la noble madera, brillante del pulimento y sin ningún tipo

de barnices ni aceites, hace que destaque aún más el blanco metálico de la plata, por supuesto, laminada también en el propio taller y destinada a ornamentar el txistu, bien en liso o con finos detalles de grabado. Hasta cuatro veces más vale un txistu de granadillo que otro de pasta ABS o ebonita. Indudablemente, además de mejorar en calidad de material, tam ­ bién se mejora en cuanto al sonido, más dulce en el caso del ébano y más brillan­ te en el del granadillo. Una enorme flauta de madera aguar­ da en un rincón del taller para ser repa­ rada. Pertenece a un gran txlstulari do­ nostiarra que no consigue que nadie se la arregle. Un txistu de ébano de más de 80 años, de la casa Erviti de San Sebas­ tián ha sido ya reparado y espera a que venga su dueño. Otro de sus clientes más importantes es José Ignacio Antsorena, el famoso payaso Mirri, uno de los mejores txistuiarís del panorama actual. "Le he­ mos hecho varios txistus y ahora nos ha encargado una txirula en madera de boj” -comenta Pepe, orgulloso de trabajar para tan afamado músico profesional - . "El problema del boj -prosigue diciendoes que está protegido y no te dejan tirar; entonces, nos mandan de Navarra cuan­ do se autorizan entresacas o rozas para construir caminos o pastizales y han de cortar boj, sino, es imposible conseguirlo. Además, tiene otro problema el boj, y es que se mueve mucho y se agrieta". Pepe continúa hablando y hablando sobre la madera, sobre el mejor momento de cor­ tarla en la luna menguante de febrero, cuando la sabía está más dormida, para que no se apolille. Y busca sus martillos y herramientas para mostrarnos los man­ gos de fresno que él mismo obtiene de las podas en la luna adecuada y que se empeña en construir en su taller. Todo es mimo en él, y arte. Si hubiera hecho violines se habría llamado Stradivarius, Pepe Stradivari US. JUANJD HIDALGO


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H1 A YU N TA M IK N TO D E A M U R R IO le invita a conocer la figura de (¡A L ÍN D K Z con la realización de una serie tle actos culturales que danín eoniien/A) en esta prim avera y c u y o program a será anunciado con ia debida antelación.

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q u e e r a e l m a y o r d e lo s se is h i;o 8 de M a n u e l de M iir g a y Z a ld u a y A m b ro s ia de M u g a rte g u i y M a z a rre d o . T e n ia S 6 a ñ o s , p e ro vividos c o n u n a p le n itu d a s o m b ro sa .

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acido en Bilbao en 1827, su padre pertenecía a la éiite J L 1 ilustrada y ocupó el cargo de Diputado General de Bizl^aia entre 1840 y 1842. Defendió los Fueros desde posi­ ciones liberales, frente a la actitud belige­ rante de los carlistas. Su abuelo. José Murga y de la Ba­ rrera, fue el último Secretario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y ocupó cargos públicos durante la fran­ cesada, motivo por el que tuvo que exi­ liarse a Francia al regreso de Fernando Vil. Había sido alcalde de Bilbao en una épo­ ca convulsa conocida como la "Zamacolada", presidida por las tensiones entre el Señorío de Bizkala y la Villa de Bilbao, que comenzaba su pujanza y cuestionaba el monopolio del poder ejercido hasta en­ tonces por el Señorío. Su biblioteca abun­ daba en los clásicos y escondía también las obras prohibidas de los enciclopedis­ tas. No es de extrañar, por tanto, que nuestro personaje leyera ya a los ocho

años - y con fruición El Quijote- y dispu­ siera de un buen bagaje cultural. Destinado por su padre a la carrera de las armas ingresó muy joven en el Co­ legio General Militar de Madrid, tras su paso por Loiola, primero, y el colegio de San Antón después para hacer sus prime­ ros estudios. Poco afecto a la disciplina militar, pidió una licencia parcial en 1855 y se embarcó en Marsella rumbo a Crimea donde tomó su primer contacto con el mundo oriental. En esta remota penín­ sula, aparentemente poco significativa, estaba teniendo lugar una de las guerras más famosas de la historia. Ocupada por los rusos a Turquía, pidió ayuda este país a los aliados europeos. Los franceses, los ingleses -con ellos estuvo el propio lord Byron- y los piamonteses respondieron a la llamada y mandaron efectivos. Es­ paña se mantuvo neutral, a pesar de lo que hubo voluntarios insertos entre las tropas francesas, sobre todo. Murga fue en calidad de observador, aunque estuvo a punto de perder la vida en varias oca­ siones, como en el asalto a la famosa to­ rre Malakof, que fue la última acción de aquella singular guerra. El mismo cuenta, en una carta a su familia, cómo salpicó su casaca la sangre de un oficial que recibió un balazo en la cabeza mientras marcha­ ba a su lado. Allí vivió realmente multitud de anéc­ dotas, pero la favorita de sus biógrafos es la que refiere cómo salvó a unos pes­ cadores de Ondarroa. Al parecer, en uno de los muchos momentos tranquilos, y tediosos, de la contienda se encontraba paseando a caballo por las proximidades de la playa de Balaklava. Se fijó distraída­ mente en unos presos que iban custodia­ dos por soldados franceses e ingleses. Algo familiar le llamó la atención y se acercó. Su sorpresa fue mayúscula cuando, a los amedrentados prisioneros les oyó suplicar ¡en euskera! Habló con los soldados, pues dominaba tanto el francés como el inglés, quienes le explicaron que les llevaban a



fusilar por ser. sin duda, espías rusos, dada su manera de hablar. Luego se dirigió a los supuestos y horrorizados espías quienes, sin salir de su asombro DE SU LARGO ante aque­ VIAJE por d país lla milagrosa magrebí volvió con aparición que las experiencias les entendía y hablaba per­ y conocimientos fe c ta m e n te que constituirían el en su idioma, CUERPO PRINCIPAL le explica­ DEL LIBRO ron que eran pescadores de Ondarroa que habían perdido el rumbo y que una tormenta les llevó a aquellas hostiles tierras. Desentrañada la confusión, fue­ ron liberados y, sesenta años más tarde, sus descendientes aún llevaban pescado por Navidad desde Ondarroa a la casa de los Murga en Markina. En Crimea ya concibió la idea de viajar a Marruecos, para lo que se preparó con verdadera exhaustividad. Entre los años 1860 y 1862 viaja a París

y a Madrid, después de pedir la licencia definitiva del ejército. En Francia estudió árabe y obtuvo todos los conocimientos que le podían ser útiles, además de ad­ quirir todo tipo de utensilios, mapas y li­ bros para documentarse. En Madrid estudió cirugía menor y nociones de física y química. Y así per­ trechado pasó a África en enede 1863,


recorriendo todo el Imperio marroquí hasta llegar a Mogador, actual Essaouira.

El libro del Moro Vizcciíno De su largo viaje por el país magrebí vol­ vía con un buen cargamento de expe­ riencias y conocimientos que, recogidos en breves apuntes tomados a hurtadillas para no ser considerado un espía, iban a constituir el cuerpo principal del libro "Recuerdos marroquíes del Moro Vizcaí­ no" que publicó en Bilbao tres años más tarde. Desde entonces, su apodo ocupó el lugar de su nombre extendiendo su fama no sólo entre los arabistas sino entre el público en general. El Moro Vizcaíno se situó en la historia como uno de los más singulares viajeros españoles del siglo XIX.

El libro consta de un conjunto de en­ sayos de difícil clasificación. Hay apuntes históricos muy documentados, como el Origen de los Cherifs donde traza la ge­ nealogía de los descendientes del profeta, o La batalla de Alcazarquivir donde des­ cribe con gran exactitud, gracias a haber visitado el lugar en que ocurrió, los por­ menores de aquella escaramuza en que la muerte del rey Sebastián de / Portugal puso aquel / trono en manos de

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Felipe II. También hay ensayos etnográfi­ cos como la Descripción de las razas que habitan en Marruecos, y observaciones geniales que podrían entrar en los anales de la psicología comparada. Pero quizá la parte que ha sido considerada de mayor relevancia por los expertos ha sido la de­ dicada a los renegados, ya que se puede considerar ei primer trabajo importante sobre esas personas que, sobre todo hu­ yendo de la justicia española, se pasaban al país vecino y abrazaban la fe musul­ mana. El sentido del humor impregna sus páginas, lo que da prueba su inteligencia y su antidogmatismo. Como muestra, la palabras con que inicia su obra: “El autor renuncia generosamente a la propiedad de su obra, y por lo tanto, no perseguirá con todo el rigor de las leyes al que la reimprima: antes bien, si alguno tiene tal humorada, promete protegerlo comprán­ dole unos cuantos ejemplares". Editó de este libro 200 ejemplares y los regaló todos entre sus parientes y amigos. Excepto uno. Éste lo envió al Ayuntamiento de la Tierra de Ayala acompañado de una carta en la que ex­ plicaba el motivo de tan singular regalo. Decía así: Muy Ilustre Ayuntamiento de la M.N. y M .L Tierra de Ayala. -Como una ligera muestra de alta estimación el que tengo el des­ cender de esa Ilustre Tierra, en la que en 1.270 fundó mi Casa Solar Juan Sánchez Chicubín, célebre en la Historia de Ayala, ruego a esa Ilustre Corporación se digne acep­ tar el libro, que te remito, para que me dispense el honor de conser­ varlo en su Archivo. (...) No tiene mérito alguno; es solo el resulta­ do de las observaciones que he hecho en mis largos y peligrosos viajes por el Imperio de Marrue­ cos; viajes que, aún cuando trato de ocultar el objeto, los emprendí

con el único de dar a conocer la organización de aquel país y ser útil a la Patria si otra vez se llega­ se a suscitar una guerra como la que, en 1859 y 60 hizo alcanzar tanta glorias al Ejército Español. (...) En él he tenido la honra de servir últimamente como Capi­ tán de Húsares de Pavía y, perte­ neciendo a él, tuve la muy grande de ser, en 1855 uno de los Oficia­ les españoles que asistieron a la guerra de Crimea y uno de tantos que fueron al asalto de la célebre Torre de Malakoff. Perdóneme esa Ilustre Corpora­ ción este pequeño rasgo de vana­ gloria de un antiguo soldado: que se precia sobre todo del origen de su raza, y se ofrece por servidor de los que hoy viven en la cuna de aquella, y de los que gobiernan el suelo en que nacieron y reposan muchos de sus antecesores, de los cuales, ya que no su valor y su renombre, ha heredado su CasaSolar. JOSE de MURGA" Debajo firma en grafía árabe.

Ld torre de Murga En efecto, era ei propietario de la torre de Murga y tenía tan a gala su origen que nunca quiso usar el título TENÍA TAN A GALA nobiliario que su origen que nunca le correspon­ quiso usar el título día para que no solapase nobiliario que le su apellido. correspor\día para Aunque que NO SOLAPASE los Murga ha­ SU APELLIDO bían dejado de habitar la torre para Instalarse en Markina (BIzkaia) a mediados del siglo XVIll, sin embargo mantuvieron la propiedad y un contacto

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permanente con ella y con las autorida­ des de la Tierra de Ayala. Al poco de regresar de África, ya se puso en contacto con Domingo de Maortua. quien le escribe sobre asuntos de ad­ ministración desde el palacio de Murga. En otra carta del 15 de octubre de 1865. el alcalde de Murga José de Ariz contesta al ofrecimiento de ayuda hecho por el Moro en caso de que allí atacase la epidemia de cólera que se estaba de­ sarrollando en otras zonas. También le piden que interceda ante el Gobernador para que les ponga cirujano, que no tie­ nen en Murga, Olabezar ni Luiaondo. Su curiosa oferta se debe a los cono­ cimientos que. sobre el tratamiento del cólera, había adquirido durante la guerra de Crimea. Por tanto, su contacto con la Tierra de Ayala entre los años 1865 y 1869 está perfectamente documen­ tado. Des­

pués comenzó su azarosa y breve vida política. Como lo habían sido su padre y su abuelo, fue presidente de la Diputación de Bizkaia en los años 1870 - 1872. Pos­ teriormente hizo otra incursión al Reino de Marruecos, estuvo en el sitio de Bilbao de 1874 y, finalmente, murió en Cádiz en 1876 cuando preparaba su tercer viaje. Su huella, aunque olvidada por los actuales habitantes de Ayala, es preci­ so buscarla entre los sólidos muros de la torre que dio nombre a su apellido y que aún mantiene su porte altivo en la orilla del río Izoria, en el mismo lugar en que fue alzada por primera vez en el siglo XIII. FEDERICOVERASTEGUI CDBIAN


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DE ENTRE EL INTERESAN TE Y VALIOSO PATRIM ONIO H ISTÓ R IC O -A R TÍSTICO QUE ATESORA EL VALLE DE O RO ZK O HEM O S Q U ERIDO ACERCARNO S A UNO DE LOS DESTACADOS PERO QUIZÁS M ENO S CO N O C ID O S IN TEG RAN TES DEL M ISM O; EN CO N CRETO A LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE M URUETA QUE, EN SU IN TERIO R, Y AD O RN AN DO ALG UN O S DE SUS M URO S Y TECH UM BRES, NO S OFRECE LA PO SIBILID A D DE I CO N O CER UN NOTABLE EJEMPLO DE PIN TURA MURAL DEL SIGLO X V I.

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n dicho templo podemos disfrutar con la contempla­ ción de una serie de moti­ vos pintados, tanto de ca­ rácter religioso como profano que, tras permanecer ocultos bajo capas de enluci­ dos durante lustros, han sido recuperados

para nuestra vista y lucen esplendorosos tras ser convenientemente restaurados hace pocos años. Solo por la escasez de este tipo de representaciones en Bizkaia -podríamos citar el caso excepcional de las de San Andrés de Ibarrengelua u otros más mo­


destos como las existentes en la ermi­ ta de San Antolín de Irauregi- sería una obra a resaltar, pero es que además su calidad artística tampoco es desdeñable. La mencionada iglesia, no muy grande pero apropiada para atender las necesi­ dades espirituales de una feligresía rural como la de Murueta, ha llamado también la atención porque, a pesar de lo dicho respecto a su tamaño, es un sobresalien­

te ejemplo de arquitectura religiosa de la época del Renacimiento en nuestro terri­ torio histórico. Por eso se sabe quién fue el cantero encargado de levantarla allá por el año 1545; concretamente dicha labor recayó en juan Martínez de Urzaa -Archua para otros- permaneciendo sin embargo en el anonimato el autor de las pinturas que la decoran. La presencia de las mismas se explica porque dada la precariedad eco­ nómica de esta zona -holohúmeda- del País Vasco en la época de ejecución del templo, y más en estas áreas de peque­ ñas aldeas y barrios, una vez acabada la construcción material del mismo y antes de ejecutar los retablos o comprar otros elementos del ajuar litúrgico al no dispo­ ner ya de dinero -ya gastado en la obra de arquitectura- se solía proceder a en­ galanar la construcción con otras labores menos costosas como el enlucimiento y pinceladura de su interior.

Decoración oculta Mediante la técnica de la grisalla al tem­ ple -pintura a base de blancos, negros y grises que, en esta ocasión, se combina con el azul y el rojo de determinados ele­ mentos- se decoraban las bóvedas de la cubierta y también, simulando sillares de piedra alineados -llamados despieces-, se ennoblecía el resto de la obra imitan­ do materiales como la piedra que, por la falta de recursos aludida más arriba, no se podía emplear en todo el edificio. Cuando de nuevo hay fondos se procede a dotar a la iglesia de retablos, cuadros, etc., la­ bor que junto a posteriores enlucidos en blanco van a ocultar, como ha ocurrido en este caso, la decoración pincelada. En Murueta sabemos que antes de le­ vantar el actual retablo mayor -estructu­ ra neoclásica debida a Antonio Ruigómez en 1829- se había pintado en la pared del presbiterio el tema del juicio Final tal y como en las tareas de restauración


antes citadas pudieron ocasionalmente contemplar los encargados de la misma. Concretamente aparece representada la Resurrección de los muertos con los cuerpos de éstos saliendo de sus tumbas entre ángeles tocando trompetas y la fi­ gura de Cristo como juez. Será, al igual que el Calvario de gran tamaño situado encima de esta representación y tam ­ bién tapado por ei armazón del retablo, de la misma época que lA S PINTURAS las pinturas MÁS RELEVANTES de la cubierta son Icis de estilo de la iglesia renacentista que y anteriores se concentran en por tanto a las bóvedas del otras que ro­ dean al seña­ presbiterio y del lado retablo primer tram o de l A mayor. Estas NAVE DEL TEMPLO últimas co­ r re s p o n d e n ai momento en que se construyó el re­ ferido altar y en su realización entra en juego la técnica del trampantojo -del francés trompe l ’oeil que significa ‘enga­ ñar al ojo'- al simularse sendas horna­ cinas en donde se ubican las imágenes de dos mujeres -alegorías de la Iglesia y la Sinagoga, esto es, de la Nueva y Vieja Ley- además de una ventana fingida que

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hace juego con otra realmente abierta en el muro derecho de la cabecera del templo. Ambas son flanqueadas por unos grandes cortinajes que, descorridos de una forma muy teatral, están asimismo figurados pictóricamente. A pesar de su menor antigüedad suponen uno de los ejemplos más destacados del empleo de la referida técnica artística que se cono­ cen en el Señorío, otro factor que contri­ buye a subrayar la importancia de esta iglesia.

Pinturas renacentistas Pero las pinturas más relevantes son las de estilo renacentista que, realizadas en torno a 1570, se concentran en las bóve­ das del presbiterio y del primer tramo de la nave del templo. Junto a las mismas observamos ade­ más que, remarcando los nervios de ambas cubiertas, se dispone una fran­ ja pintada en gris y rojo, labor conocida como ordenanzas de grutescos que viene a ser una especie de cenefa decorativa hecha mediante plantillas en la que, en esta ocasión, se dispone un único motivo compuesto por un jarrón flanqueado por dos aves de cuello largo. Esa misma ban­ da rojiza es también visible recorriendo la



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parte alta de las paredes de la nave del tempio si bien aquí presenta una mayor riqueza ornamental pues, entre otros ele­ mentos, aparecen representados caballos, figuras humanas, animales fantásticos y decoración vegetal. Igual profusión se adivina en la greca que, sobre la escena del Juicio Final, permanece oculta tras el retablo principal. Con este tipo de imá­ genes profanas, y otras que se citarán más adelante, se pretende decorar y, al mismo tiempo, relajar los sentidos de los creyentes mientras el resto de imágenes, ya de carácter religioso, quieren servir de catecismo a los fieles que, en esta época, mayoritariamente no sabían leer pero sí entendían el sentido y significado de ta­ les figuras.

El simbolismo de las figuras Pasando a describir someramente las pin­ turas de Murueta observamos que en la cubierta de la cabecera del templo se dis­ ponen, sobre un fondo azul que simboliza el cielo, una serie de medallones de color rojo en los que se recortan las figuras de nueve ángeles, algunos de ellos sin alas, que portan los instrumentos de la Pasión de Cristo -conocidos como las Armae Christi- como, por citar solo algunos, la columna de los azotes, el látigo y la coro­ na de espinas. Estos elementos de tortura sirven para recordar que la Humanidad es salvada por el sacrificio y muerte de Je­ sucristo. En los espacios libres de la bóveda aparecen figuras humanas aladas, otras vegetalizadas, varias de ellas formando parejas, animales fantásticos, jinetes, es­ cudos, flores, jarrones y otros dibujos que suelen estar entrelazados por medio de una ornamentación de carácter vegetal. Son motivos profanos relacionados con el estilo decorativo conocido como ma­ nierismo fantástico que en la pinceladura norteña se desarrolla más o menos entre 1555 y 1575.

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En el techo de la nave de la iglesia, enmarcados por las referidas ordenanzas de grutescos, dentro de medallones azu­ les y sobre un fondo que imita la sillería aparecen distribuidos con regularidad los doce apóstoles con sus correspon­ dientes atributos, que normalmente son el instrumento de su martirio -la sierra de San Simón o la alabarda de San Ju­ das Tadeo- aunque también vemos otros objetos simbólicos como las llaves del Reino de los Cielos que porta San Pedro o la concha y el bordón que acompañan a Santiago el Mayor a quien se presenta como peregrino.


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Aparecen aquí por ser la base de la Iglesia y constituir los modelos a seguir por los fieles siendo pintados, más bien dibujados, como figuras de medio cuerpo y túnicas agitadas por el viento, presen­ tando algunas una destacada, por poten­ te, anatomía. Están realizadas en tonos grises si bien en ocasiones se animan cromáticamente un poco más al pre­ sentar algunos elementos de color rojo como la cruz de San Andrés, el mango de la espada de San Pablo o la copa del ve­ neno de San Juan Evangelista. Junto a los apóstoles encontramos también la re­ presentación de San Juan Bautista -con

el cordero como emblema- y un nuevo santo que no hemos podido identificar. Finalmente, en la parte superior del paño del muro de la bóveda, dos figuras de mayor tamaño y de cuerpo entero nos ofrecen la visión de los evangelistas Mar­ cos y Mateo, escribiendo ante sus mesas y con sus respectivos atributos del León y Ángel. Pintados en blanco sobre fondo negro son tal vez las piezas mejor elabo­ radas por el desconocido pintor del con­ junto descrito y que de nuevo remiten a modelos manieristas. El autor de esta labor pictórica tal y como ya hemos avanzado permanece

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en el anonimato. Sin embargo, dada la cantidad de ejemplos de obras de similar calidad realizadas con la LOS EVANGELISTAS técnica de la MARCOS y Mateo, grisalla que pintados en blanco ofrece la ve­ sobre fondo cina provin­ cia de Álava negro son tal vez -a la que las piezas mejor Orozko per­ elaboradas y que teneció hasta de nuevo REMITEN el siglo XVIIIA MODELOS y que son MANIERISTAS debidos en gran medida a maestros pintores de la ciudad de Orduña. pensamos que esta labor debió ser ejecutada por algunos de los allí avencidados.

Tras haber desechado a algunos nom­ bres como el de juan de Armona porque, a pesar de que en ocasiones completa con sus pinceles las obras de Urzaa, es más bien un buen pintor de motivos arquitec­ tónicos que no alcanza en la figura hu­ mana la calidad de las visibles en Murue­ ta, nos hemos decantado por apuntar la hipotética autoría de Juan Beltrán de Otazu. A este pintor de la ciudad de Orduña se le ha documentado -entre 1560 y 1592- en diversas iglesias de Álava como las de San Miguel de Vitoria-Gasteiz, Katadio-O rozko-y en otros lugares de Bizkaia y Navarra. De su calidad nos habla también su posterior faceta como pintor de caballete que llevaría acabo en distintas localidades de Castilla-León. JULEN ZDRROZUA SANTISTEBAN


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Escribir acerca dcl primer puente trasbordador del mundo requiere, en parte, de una complicidad con el mismo, complicidad que me viene del tiempo en el que tuve el placer de trabajar en él en calidad de relaciones externas. Allí supe de la importancia del Puente Bizkaia y aproveché la ocasión para documentarme al respecto.

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Bilbao, y seguido el de Burtzeña (Barakaldo), ambos obra de Antonio Goikoetxea. El Puente Bizkaia (1893), sin embar­ go, será el único elemento de toda Euskal Herria hecho por el hombre que ha sido declarado como Patrimonio de la Huma­ nidad por la Unes. Ésto ha dido debido, sobre todo, a que es único en su género, por ser pionero en un sistema de comu­ nicaciones mundial, y por ser grandioso, monumental y perfectamente estético. Su autor fue un hombre adelantado a su época, un inventor, un Iluminado pen­ sador. Pero, antes de introducirnos en su vida, veamos qué decía de él una revis­ ta contemporánea a la inauguración del puente (1893):"El Sr. D.Alberto Palacio ha tenido el pensamiento felicísimo de resol­ ver el problema para pasar de Portugalete a Las Arenas o viceversa y en él se ve desde luego su idea de establecer un puente de un solo tramo con 160 m de luz y a una iuiero en este artículo contar altura de 45 m sobre el nivel de la pleamar equinoccial. El tablero se cuelga, por cables muchas cosas, pero quiero de cuatro pilares apoyados directamente hacerlo sobre todo desde la en tierra: y lleva carriles a todo lo largo so­ d que trasmite esta gran obra, los cuales corren los rodillos de los que aportando una información precisa ybre poco pende el trasbordados que es el elemento conocida, a pesar de la fama, del referente arquitectónico más importante de especial la lla­ del sistema. El piso de este trasbordador, resulta al nivel de los puntos de mada Era Industrial: el Puente Bizl<ala. entrada y salida, y sus dimensiones y re­ Citan algunas fuentes que la fundición sistencias están calculadas para que pueda Santa Ana de Bolueta (1848) fue el pri­ recibir un carruaje enganchado o un coche mer edificio construido en dicha era, pero o wagón de ferrocarril cargados...". no muchos saben que ocho años antes En 1887, con tan solo 31 años, Alberto ya funcionaba la de San Miguel de Artunde Palacio comienza a dar forma al pro­ duaga, sita en los terrenos que hoy ocupa yecto del puente. Al poco tiempo tiene Mercabilbao (Basauri); una época aquella listo un estudio que cuenta con la altura en que la industria siderúrgica comenzaba necesaria para que los barcos con gran ar­ a emerger tras el final de la guerra carlis­ boladura pudieran pasar bajo la pasarela ta. No obstante, 47 años antes, en 1793, de unión de ambas orillas de la desem­ se construye el antecedente de todos los bocadura del río Ibaizabal en el Abra, co­ edificios erigidos en la Era Industrial: la Marinera del Pontón, un gigantesco edi­ nocida popularmente como la ría de Bil­ ficio cuadrado de piedra que actualmente bao. Había entonces mucho tráfico fluvial principalmente de mineral de hierro, ya alberga la ikastola de Bolueta en el barrio que Evaristo Churruca había quitado poco de Abusu (Arrigorriga), y del que dicen fue antes la tan temida barra de arena de Por­ el primer exponente industrial erigido en tugalete, propiciando la entrada de naves todo el estado español. En 1928 se cons­ de gran calado hacia el interior de la ría. truye el Puente Colgante de Cadenas, en

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El 10 de abril de 1891 comienzan las obras, visitadas por no pocas personali­ dades de todos los ámbitos, entre ellas la Infanta Doña Isabel de Borbón, quien visita Portugalete el 5 de agosto de 1893, monta en la barquilla y cruza, hasta seis veces consecutivas, de una orilla a otra, ^sin descender en ningún momento y dis­ frutando del puente como si de un tiovivo se tratara. El 28 de agosto de ese mismo año se inaugura el Puente Bizkaia, y para el acto se oficia una misa en la propia barquilla sobre la ría. La prensa interna­ cional se hace eco de la nueva creación de Alberto de Palacio, y es la revista, "La Ilustración Española y Americana", la que el 15 de agosto de 1893 muestra las pri­ meras imágenes del puente al mundo. Al poco tiempo comienzan a cambiar los hábitos de los habitantes de las dos orillas, comunicadas hasta entonces por unas pequeñas barcas a remo.

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Alberto de Palacio Elissagwe Parece ser que Alberto fue vasco de na­ cimiento por puro destino, dado que sus padres, Antonio y Estefanía, vivían en México hasta que tuvieron que exiliarse por la tiránica política del general Antonio López de Santa Ana, que desterró .a nume­ rosos políticos y librepensadores. Alberto Palacio nació en Sara (Lapurdl) en 1856. En el libro Cien años del Puente Vizcaya, cuyo autor es Alberto Santana, leemos: "El niño Paz Martín Alberto de Pa­ lacio vio la luz en la aldea de Sara, en una alcoba del caserío Benoiterie, solar de los Elisagüe y residencia de su tío materno, Martín, qup ejercía como boticario de la localidad. Nació a las siete de la tarde del día 24 de enero, fruto de un matrimonio excesivamente maduro para la época. Su padre. Antonio, un acomodado rentista rural de las Encartaciones vizcaínas con cierta fortuna labrada en México, tenía entonces 39 años, mientras que la madre. Estephanie, contaba 38 en el momento del parto”.

Su infancia transcurrió entre Sara y el caserón familiar de Cordexola. sito en el barrio de Sandamendi, siendo uno de esos afortunados casos de vascos trilingües. Pasó una adolescencia tranquila, alejado de las bombas carlistas que caían sobre Bilbao y Portugalete. al abrigo de los in­ ternados de San Zoilo y San Félix en Carrión de los Condes (Palencia). donde los Jesuítas cultivaron en él una profunda conciencia religiosa. Más tarde partió a Barcelona para cursar estudios superiores en la Escuela de Arquitectura. Licenciado en 1882 -tal y como escri­ be Alberto Santana en el citado libro- y con una desahogada posición económica, recorrió Francia con el fin de conocer las más importantes novedades constructi­ vas y convertirse así en uno de los pro­ fesionales mejor informado de la época. Regresó en 1883 rebosante de energía y con muchísimos proyectos en su mente. Ese año casó con Leonor Arana e tturribarria. una joven de 17 años perteneciente a una familia bilbaína de tradicional arraigo y cuyos abuelo y bisabuelo h * ía n sido

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FOTO DE PRINCIPIOS DEL SIGLO X X , CON EL PUENTE Y EL EMBARCADERO.

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alcaldes de la villa. La ceremonia se ofició en ta iglesia de San Nicolás, a un paso de la casa de la novia en la calle de la Estufa, de donde salió el cortejo nupcial Tuvieron cuatro hijos, tres varones y una mujer, fa­ llecida esta última al poco de nacer. Alberto de Palacio realizó el primer domo astronómico -observatorio cupular- construido en el mundo debido a un proyecto que presentó a un concurso, del que no consta fecha alguna, y que ganó. El matrimonio se trasladó a Madrid, donde Alberto, de 27 años de edad, cola­ boraba en importantísimas obras que es­ taban realizándose entonces, tales como el Palacio de Cristal del Retiro, el Banco de España, y la nueva Estación de Medio­ día, para la cual construyó la cubierta, una de las mayores luces de arco salvada sin tirantes en el mundo y auténtico alarde

estructural para la época. Fue la etapa más brillante de su carrera. Destacó como arquitecto racionalista y tecnológico, ca­ paz de competir en su propio terreno con los mejores especialistas en ingeniería. Se había convertido en un verdadero experto en el cálculo matemático de las nuevas estructuras metálicas y en resolver com­ plicados problemas de cargas y cimenta­ ciones, todo ello haciendo uso de un len­ guaje moderno, elegante y monumental

El pwente, su nombre, el constructor y el fincincicídor La obra del Puente Bizkaia constituye ei broche de oro de la fase de juventud vanguardista de Alberto de Palacio. En su domicilio bilbaíno, en el segundo piso del


número 18 de la CranVía, planeó lo que él mismo denominaba un "Puente Colgante en esqueleto”. Escribe entonces Alberto de Palacio: "El ideal de toda construcción consiste en lograr que no haya un solo átomo de materia que no preste todo su concurso para coadyuvar al fin que se le destina. Fundados en este principio de justa economía desecharemos de nuestro sistema todos aquellos elementos inútiles dejando en él los puramente indispensa­ bles para la resolución del problema”. Consigue Alberto de Palacio la adjudi­ cación de la construcción del puente el 1 2 de febrero de 1890 dictada por Real Or­ den, gracias a su amistad con un tal Puigcerver. Contrata la obra con u n constructor de Bilbao, el señor Alonso, quien moriría posteriormente atropellado por un carro. Es entonces cuando aparece en escena el

fabricante de cables francés, Ferdinand Arnodin, de claras carencias en su forma­ ción técnica, lo que provocaba no pocas disensiones y dudas entre éste y Alberto durante el proceso de construcción del puente. Tal fue así que decidieron some­ terse al arbitraje del ingeniero Contamin, apostando en ello el importe de la consul­ ta, cuya factura de 5.000 francos pagaría el que no llevara la razón. Sería finalmente el vasco quien ganara la apuesta. Curiosa es la historia sobre el propio nombre del Puente Bizkaia, conocido, en muchos casos, como el Puente de Portu­ galete, también ha sido llamado Puente Palacio o Puente Arnodin, en honor a su constructor. La polémica onomástica se enciende aún más en 1926, cuando en el rotativo ElUberal de fecha 12 de diciembre aparece la siguiente nota a pie de una gran foto del puente: "El Puente Vizcaya que debería llamarse Puente Palacio, honran­ do así al esclarecido arquitecto D. Alberto Palacio que lo planeó. Ha llegado la hora de pagar este homenaje a un vizcaíno de calidad, cuyos altos merecimientos fueron alguna vez injustamente postergados". En el periódico El Sol, con fecha de 14 de diciembre de 1926, se escribía que "...ha sido un ingeniero francés, M. Le Roy, el que ha reanimado el anhelo. Si se lla­ ma Torre Eiffel a la más bella de París ¿por qué no se ha de llamar puente Palacio al más hermoso de Vizcaya? Al más elegan­ te de España, añadiríamos sin grave riesgo de equivocación". Nos falta, pues, aclarar el porqué de su nombre oficial: Puente Bizkaia. Corría el año 1922 cuando Ramiro de Maeztu pro­ ponía un cambio de nombre, a lo que fue contestado por un accionista del perió­ dico El Pueblo Vasco, un 16 de diciembre de 1922, con la siguiente cita: "...se dio el nombre de Vizcaya porque el finado don Santos de Letona, que cooperó con su iniciativa y su dinero a la construcción, se negó a que llevara su nombre, y propuso el de Vizcaya, entendiendo encajaba me­ jor que cualquier otro".

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VISTA DESDE LA PASARELA DEL PUENTE HACIA EL ABRA. UN ENORME BARCO MERCANTE ES REMOLCADO RÍA ADENTRO PARA SER REPARADO EN LOS ASTILLEROS DE SESTAO. LA GRAN ALTURA DEL PUENTE BIZKAIA (62 M) PERMITE EL PASO DE ESTOS GIGANTES DEL MAR, UNA SOLUCIÓN OUE FUE TENIDA EN CUENTA HACE YA MÁS D£ 100 AÑOS.


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El patrono del pwente, la guerra y su reinaguración Una vez visitados todos los posibles luga­ res en los que Alberto de Palacio intentó conseguir financiación, nadie creyó en su idea de construir un puente en tensión con una altura y anchura semejantes, pues to­ dos creían que iba a caerse. Fue el empre­ sario de Cordexola. Santos López de Leto­ na. el principal accionista de la sociedad que costeara la construcción del puente, quien accedió

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presupuestado el proyecto. Este hombre había hecho mucho

Am éricas", tra ajan o Aoo^\/A i-M la industria derivada ARENAS ¡je tas telas. Transcurrido la mitad del tiempo de la construcción del puente, el presupuesto se multiplicó -hay cosas que no cambian en un siglo, hoy día también pasa lo mismo- e hizo falta otro millón y medio más. De nuevo. Alberto de Palacio acudió al señor Letona para requerir dicha cantidad. El empresario te hizo firmar un docu­ mento para que tuvieran él y sus descen­ dientes. y por cien años, la explotación mercantil del puente, y así fue. Exacta­ mente han sido 1 0 2 los años que la fami­ lia López de Letona ha estado al frente de su gestión, dos años más de lo estableci­ do debido al parón causado por la Guerra “in-Civil" Española. El 17 de junio de 1937 y en plena contienda militar obligan a todas las tropas que se hallaban en la margen derecha del Ibaizabal a trasladarse al otro lado de la

ría. y parece ser que, filtrada la noticia, esa noche una sección del batallón de inge­ nieros militares del Ejército del Norte co­ locan diversas cargas de dinamita en los anclajes que el puente apoya en Las Arenas (Areeta). Las explosiones derribaron el travesaño al amanecer, destruyendo también la maquinaria y las taquillas, amén de tas muchas edificaciones cercanas afectadas por los artefactos. El 5 de agosto de 1939 la Jefatura de Obras Públicas del Gobier­ no de España con delegación en Bizkaia aprueba el proyecto de reconstrucción del puente y, aprovechando las nuevas tec­ nologías existentes, se realizan diversas modificaciones en su tensión, suspensión, tracción y parte eléctrica. El 19 de junio de 1941 se inaugura la reconstrucción con una ceremonia propia de la época de Franco, con niños vestidos al efecto y un ritual presidido por el mi­ nistro franquista de Obras Públicas. Todo comenzó a las 19:00 h con la bendición por parte del Administrador Apostólico de la Diócesis, seguido del corte de la cinta inaugural, el viaje desde Areeta a Portu­ galete de las autoridades locales y provin­ ciales, sin olvidar los consabidos discursos y hasta un desfile militar. Hasta entonces, la cabina de mando de la barquilla se en­ contraba en lo alto de una de las torres de la orilla de Getxo, pero tras la remodela­ ción, el control de la barquilla se bajó al nivel del suelo, situándolo en uno de tos laterales. Cuatro años después se decide de nuevo su traslado a lo alto de la mis­ ma torre por motivos de visibilidad. En la actualidad, una moderna sala de control situada en el lado de Portugalete, con to­ dos los adelantos tecnológicos existentes, dirige el gobierno del trasbordados En 1963 se instala la tercera barquilla en el Puente Bizkaia: los 13 y 14 de abril de dicho año se realiza la operación de cambio. Desde entonces son 13.000 kg los que cuelgan del travesaño -la ante­ rior pesaba 2 2 .0 0 0 kg- una barquilla que construyó la empresa CASA en su facto­ ría de Puntales (Cádiz) y que se bendice


el 12 de mayo. El precio del paso por el puente llega a una peseta en 1965 y diez años después, en 1975, aparecen colga­ das las primeras pancartas reivindicativas, aprovechando el tránsito político de una dictadura a la democracia actual. Son mu­ chos los pasajeros diarios que no dan cré­ dito a los cartelones que por vez primera cuelgan desde lo más alto del puente. Más recientemente, en 1993, se celebró el pri­ mer centenario de esta magistral obra. A trece kilómetros de la villa de Bilbao, el puente se levanta a la entrada de la ría de Ibaizabal-Nervión como un gigantesco pórtico metálico que se abre a la inmen­ sidad del mar Cantábrico. Aparentemen­ te, el Puente Bizkaia une las dos orillas de un accidente geográfico, pero en realidad une dos mundos diferentes. La historia de Bizkaia a partir de la tremenda industriali­ zación de mediados del siglo XIX, hizo que en la margen izquierda de la ría se haci­ naran pueblos proletarios. Llegaron a ellos decenas de miles de inmigrantes de toda España, mientras que en la otra orilla, la margen derecha, se construían las más be­ llas mansiones burguesas del momento.

Así, la villa de Portugalete, fundada en el siglo XIII, fue transformada en un arra­ bal industrial de la cercana siderurgia, del mismo modo que Barakaldo y Sestao. Sin embargo, la orilla opuesta, lugar en el que sólo había unas cuantas cabañas entre dunas de arena y el pequeño puerto mari­ nero deAlgorta, el Puerto Viejo, se llenó de palacetes neogóticos, de estilo inglés, y de muchos edificios de apartamentos de lujo. Clara muestra de la prosperidad de Bizkaia, mostrando dos caras opuestas, enfrenta­ das, como bien escribe José Manuel Fajar­ do en la revista Ronda Iberia l^agazine, la de la abundancia y la de la necesidad. Dice Fajardo que entre ambas márgenes, antes de inaugurarse el Puente Bizkaia, no había más comunicación que un servicio de bar­ cas de remo que aseguraba, esforzada y dificultosamente, la travesía.

Gestión de! puente y pasarela En 1995 se sacó a concurso público la ex­ plotación del Puente Bizkaia y fueron va­ rias las empresas que licitaron, entre ellas

ANTIGUA POSTAL SACADA DESDE U S ARENAS HACIA UN PORTUGALETE ESCASAMENTE CONSTRUIDO-


la propia que estuvo gestionándolo desde su inauguración. Pero, fue una sociedad constituida a tal efecto, El Trasbordador de Vizcaya, la que resultó adjudicataria, valorando el jurado la idea de proyec­ ción turística que ésta propuso, amén de la remodelación general que se hizo bajo factura de 500 millones de pesetas. Des­ de entonces el coloso de hierro tiene una plantilla de 40 trabajadores para ofrecer, actualmente, el único servicio público en todo el mundo de un puente trasbordador durante las 24 h del día e ininterrumpida­ mente durante los 365 días del calendario anual. Dicha remodelación ha hecho que la pasarela, la estructura superior de ace­ ro y el pórtico de inspección, hayan sido reconvertidos para formar un pasadizo aéreo a través de la ría. que añade una dimensión espectacular para el disfrute del público. Al lugar se accede mediante dos ascensores panorámicos situados en ambas orillas que. según un folleto publi­ citario de la empresa Schindler, son casi tan revolucionarios como el puente origi­ nal de Alberto de Palacio. La panorámica que se ofrece desde los 50 m de altura de la pasarela sobre ambas márgenes de la

ría hace de ella una de las más impresio­ nantes vistas que podamos imaginar. Sin duda que el puente ha dejado huella en todo el que lo ha visitado, no en vano es el segundo lugar de toda Bizkaia, tras el Museo Cuggenheim, en cuanto al número de turistas recibido. Existió algún proyecto, como el de construir un restaurante en una de las torres del lado de Portugalete, en 1895, que nunca se llevaría a cabo, pero que sí se copiaría la idea en los otros puentes construidos en el mundo, una vez visto lo práctico y majestuoso del nuestro. En 1899, los laterales de la barquilla eran para la prímera clase, tenían bancos para sentarse y costaba su paso 10 céntimos. La parte central era de segunda y costa­ ba 5 céntimos y, por supuesto, también pagaban los animales. Como curiosidad hay que decir que hasta que el cobrador no recaudara 50 céntimos como mínimo, no se arrancaba. En 1902 se ilumina por primera vez ante la visita que hicieron los Reyes de España. En 1922 el piloto fran­ cés, Beaumont. realiza la primera pasada de un aeroplano por debajo del travesano del Puente Bizkaia, y un tal Mr. Tebar se arroja a la ría desde la pasarela enfundado

GRABACIÓN DEL VIDEO -CU P "ESPIRAL’ EN LA PASARELA DEL PUENTE (A Ñ O 2003).


en un traje especial y asido a una argolla que se deslizaba por un cable. Visto el potencial del Puente Bizicaia, en 1920 se comienza a utilizar como reclamo p u b lic ita rio de elementos LA PASARELA, que nada tie­ l A ESTRUCTURA nen que ver swperior de acero con él. Cinco y el pórtico de años después inspección, Vicin sido pasan bajo reconvertidos para su mirada los mejores tra­ form ar un pasadizo s a t lá n t ic o s aéreo a TRAVÉS DE de lujo del LA RÍA mundo, que se construyen en los astilleros de las dos márgenes de la ría, aguas arriba.

Otros puentes hermanos Una vez reconocida la función de comu­ nicación de dos orillas por un puente que trasborda a personas, animales, vehículos y materiales, se convierte en referencia arquitectónica mundial. Alberto de Pala­ cio registró la patente, pero fue su socio

y constructor del Puente, Ferdinand Arnodin, discípulo de Eiffel, quien se hizo con ella para construir otros transbordadores por medio mundo, según idéntico diseño del Puente Bizkaia. Así, vieron la luz los de Newport, Marsella, Rouen y Rochefort. Un total de 20 puentes fueron hijos directos del Puente Bizkaia, y muchos de ellos aca­ baron en la fundición para construir arti­ llería militar en las guerras mundiales. Tres años después de inaugurarse el Puente Bizkaia, en 1896, se construye el primero de los muchos que le siguieron. Fue en Bizerta, Túnez, en la base naval francesa y similar al nuestro. Como curio­ sidad decir que este puente fue desmon­ tado en 1909, pieza a pieza, y montado en Brest, Francia, donde se desmantelaría definitivamente en 1947. En 1899 se erigió el de mayor parecido físico al Puente Bizkaia en Rouen, Francia, donde fue volado en 1940 por los nazis, a consecuencia de lo cual el travesaño su­ perior caía encima de un remolcador que evacuaba gente. Nunca se reconstruyó. Al año siguiente se edificó en Martrou-Rochefort el único que actualmente existe de los seis que se construyeron en Francia, declarado hoy día Monumento Nacional.

TXISTU IA RIS EN W CEREMONIA DE HERMANAMIENTO ENTRE U CRUZ DE GORBEIA Y EL PUENTE BIZKAIA (A Ñ O 2001).

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EL PUENTE ES TESTIG O DE UN DÍA DE CELEBRACIÓN EN LA RiA. EL SENTIM IENTO OE UN PUEBLO SE FUNDE CON LOS COLORES DE SU EQ UIPO DE F Ú TB O L ESPEREMOS NO TARDAR DEMASIADO EN VO LVER A VERLO .

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Un claro ejemplo de la poca conciencia del pasado industrial es la demolición del puente francés de Nantes en 1952, cons­ truido en 1903 y de 191 m de travesaño, a pesar de las protestas de los vecinos que querían conservarlo. Marsella es otra de las ciudades con puente, levantado éste en 1905, con un restaurante en lo alto y la pasarela convertida en un reclamo tu­ rístico. En marzo de 1944 los alemanes prohíben su funcionamiento y en agos­ to lo derriban con una bomba. Tampoco Burdeos escapa a esta moda y comienza a construir el suyo en 1910, pero la obra es paralizada debido a la primera guerra mundial y nunca se acabó. Otro de los puentes descendientes di­ rectos del Puente Bizkaia es el de Newport, Inglaterra. Lo construye Arnodin, cómo no, y su tránsito es gratuito, excepto la visita a las torres. Funciona perfectamente hoy día, tiene 197 m de luz, el travesaño se si­ túa a 54 m de altura y tas columnas miden 74 metros. En 1908 y 1916enWarrington, se construyen sendos puentes para unir dos fábricas. Otro que está en funciona­ miento es el inglés de Middlesbronch, de 260 m de luz, aunque el mayor travesa­ ño del mundo correspondía al puente de Widnes, de 305 m, sustituido en 1961 por otro puente de los llama­ EN 1899 SE ERIGIO dos normales, el puente de m ayor de tránsito de carretera. parecido físico al En 1909, Puente Bizkaia en en la ciudad Rouen, Francia, que alemana de fue volado en 1940 Osten, se in­ POR LOS NAZIS augura un puente de 79 m de luz, convertido actualmente en uno de los principales monumentos de atrac­ ción turística. También en Alemania, en Kiel, un año después se construye otro de

128 m de travesaño que es dañado en la primera guerra mundial, por lo que deja de funcionar en 1914 y es derribado en 1923 porque las autoridades creían que deslucía la imagen de la ciudad. En otro punto de Alemania, en Randsburg, se edi­ fica uno de los más bellos. Por él pasan las vías del tren y una carretera. Es un puen­ te imponente, el orgullo y símbolo de la localidad y sigue actualmente en normal funcionamiento. El único que se construye en Estados Unidos es el de Duluth, en Minessota, en 1905. Pero, en 1930 es sustituido por otro levadizo, aprovechando las torres exis­ tentes del puente trasbordador. Un tri­ ple ejemplo constructivo lo tenemos en


la ciudad de Buenos Aires (Argentina), en el barrio de Boca, donde sobre el mismo río se construyen tres puentes similares, todos ellos a pleno rendimiento hoy día como Servicio público. El último puente de estas características se construyó en Río de Janeiro (Brasil), en 1915, pero se derribó veinte años después. El 5 de no­ viembre de 1887, Alberto de Palacio y Ferdinand Arnodin presentan simultánea­ mente un mismo proyecto de Puente Bi­ zkaia en Bilbao y París, respectivamente. Posiblemente, la colaboración mutua en el diseño del puente hizo que llegaran a un acuerdo para repartirse el mercado internacional, explotando patentes indivi­ duales, pero al final el hacedor del puente,

el vasco Palacio, se quedó sin la explota­ ción de la patente, y sin la caja de recau­ dos que diariamente se hacía en el Puente Bizkaia, y que fue a parar, como sabemos, a la familia de Santos López de Letona.

Premios para una \dea inteligente Sin duda, habré dejado en las teclas de mi ordenador -el tintero de la actualidadparte de la información que pensaba con­ tar en un primer momento, no obstante, este texto quiere honrar la memoria y obra de un pensador, de un intelectual como pocos, de un adelantado a su épo-

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ca. de un vasco que marcaría un hito en la construcción de puentes, en el transporte, en la ingeniería y en la arquitectura. Un vasco en el que muy pocos creyeron, ta-

ALGUNOS DATOS TECNICOS DEL >UENTE BIZKAIA El puente se sustenta sobre cuatro pilares, cada uno de ellos de cuatro patas, con una altura de 62 metros. Su anchura es de 160 m y en su conslnjcción no se utilizó la ' soldadura, dado que apenas estaba desarrollada. Está todo él remachado, roblonado según los expertos, y son 400.000 los roblones existentes en el puente, para cuya colocación no se utilizó andamíale alguno. El carro de la barquilla es articulado, mide 25 m y tiene 36 medas, 18 en cada lado. La barquilla puede soportar un peso de 50 toneladas y sus medidas son de 15 m de largo por 10 m de ancho y se desplaza por dos vías que se encuentran a 6,3 m de separación. La distancia aproximada desde la pleamar equinoccial hasta el tablero -también llamado travesaño o pasarela- es de 50 m. Las ban-as ' que penden de los 8 cables principales y sujetan , el tablero se llaman péndolas, y suman un total de 108, agolpadas de ocho en ocho según ios diferentes tamaños. La barquilla se dirige desde la sala de control mediante sistemas informáticos inalámbricos. Está sujeta al can-o trasbordador por 18 cables y es movida por 12 motores eléctricos de 2,2 kw. Los raíles o vías por los que circula la barquilla son idénticos a los de un tren pero de menor sección. El Puente Bizkaia se pinta cada cinco años debido a la erosión que le produce la salinidad del agua y el viento de la zona.

chado por muchos de loco ante su idea de construir el Puente Bizkaia. Cuando vieron que aquella mole de hierro no se caía en el día de su inauguración, muchos empe­ zaron a creer en aquel nadie proyecto, re­ petidamente copiado después en muchos lugares del mundo. Alberto de Palacio tuvo visión de la realidad futura y su obra resuelve un pro­ blema técnico de envergadura, con un planteamiento urbanístico y un trata­ miento formal de elementos estructura­ les de grandes dimensiones, posibilitando la navegación de grandes buques bajo su esqueleto. Alberto de Palacio estudió todas las soluciones posibles en la embocadura de la ría sin obstruir la navegación, primero un túnel, luego un puente giratorio o un puente fijo elevado, pero la más econó­ mica y eficaz resultó ser la que hoy con­ templamos: una barquilla de paso trans­ portada a lo largo de un puente superior. Como citaba la revista Nueva Forma en su n® 34 de 1968, la idea contada en su sim­ plicidad era nueva, y ésta se convertiría en el primer puente colgante y trasbordador del mundo. El Puente Bizkaia ha recibido ya nu­ merosos premios y, sin duda, algunos más aguardan por venir. Entre ellos, cabe des­ tacar el Europa Nostra, el más importante galardón cultural existente en Europa, con el que se premia también la filosofía de la empresa concesionaria como proyecto a futuro. Hace dos años se constituyó la Asocia­ ción Mundial de Puentes Transbordadores que preside la empresa El Trasbordador de Bizkaia. Fueron 20 los puentes "copiados" al nuestro, de los cuales tan sólo quedan ocho en la actualidad, precisamente los que constituyen dicha asociación: uno en América (Argentina) y siete en Euro­ pa (Inglaterra, Francia, Alemania y Euskal Herria).

Periodista y comunícador


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del 1 de abril al 1 de noviem bre)

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ùltimamente se conoce algo más s o b re ellos gracias a algunos es- tudios, novelas, artículos y al mu­ seo santxotena de sozate (Baztan) en la que puede visitarse una vi­ vienda y.conocerse algo más de ta vida de este g ru p o humano, la últi­ ma comunidad agote, que fue mo­ tivo de estudio p o r p a rte de . eruditos de! siglo x ix y xx. texto « T O T I MARTÍNEZ DE lEZEA to a s « GAIZKA BILBAD


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os estudiosos que se han ocupa­ do de este tema han planteado tesis diversas, aunque la mayoría está de acuerdo en un punto: los agotes serían descendientes de leprosos, mar­ ginados durante la Edad LOS AGOTES ERAN Media debido DESCENDIENTES al terror que de personas provocaba la marginales llegadas enferm edad de alguna parte que a todos los encontraron refugio niveles socia­ en am bas vertientes les. Algunos aventuran la de los Pirineos, p o s ib ilid a d DESDE HUESCA de que fue­ HASTA GIPUZKOA ran herejes del norte de Europa o cátaros que huyeron de sus lu­ gares de origen debido a las persecucio­ nes religiosas. Otros opinan que podrían ser descendientes de godos arríanos que se negaron a convertirse al cristianismo. También los hay que creen que serían

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descendientes de judíos o musulmanes, o de gentes perseguidas por la justicia. En una cosa parecen estar todos de acuerdo: los agotes serían descendientes de personas marginales llegadas de al­ guna parte que encontraron refugio en ambas vertientes de los Pirineos, desde Huesca hasta Cipuzkoa. Las fuentes de los estudiosos a la hora de plantear sus hipótesis han sido los documentos exis­ tentes que mencionan a los agotes y que datan del siglo XVII en adelante y el tra­ bajo de campo llevado a cabo sin resulta­ dos, dado el carácter introvertido de los habitantes de Bozate, hartos de que se les mire como a bichos raros cuando, en realidad, son exactamente iguales a to­ dos los demás vecinos del hermoso valle de Baztán: vascos euskaldunes. A estas alturas, el lector que descono­ ce el tema se estará preguntado en qué consistía la mencionada discriminación sufrida por los agotes. Pues bien, fueron muchas y variadas: no se les permitía tener tierras, casarse con personas no agotes, mezclarse con los no agotes en las fiestas, estudiar en la Universidad y seguir la carrera militar o la eclesiástica; estaban obligados a entrar a la iglesia por una portezuela, a utilizar la pila de agua bendita reservada para su uso, a ocupar la parte trasera del templo, a enterrar a sus muertos en tierra no consagrada, a bautizar a sus hijos de noche y sin toque de campanas: se les daba de comulgar con ayuda de unas pinzas de madera y su ofrenda de pan era separada de la del resto de los fieles no agotes. Esta situa­ ción duró, que se sepa, desde el siglo XII al XIX, si bien el XX todavía fue testigo de situaciones discriminatorias, como bien recuerdan algunos habitantes de Bozate.

¿y todo esto por qué razón? Los agotes no escribieron y, al parecer, tampoco hablaron. Por lo tanto cualquier hipótesis se basa en la especulación y en


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el estudio de los documentos existentes que, como ya se ha dicho, son tardíos si se tiene en cuenta que datan del siglo XVII y que, para entonces, este grupo llevaba ya por lo menos cinco siglos EN EL PAIS discriminado. VASCO FRANCÉS Q u in ie n to s lo comunidcid años son mu­ agote era \a chos años y m ás nwmerosci la simple ex­ plicación de hasta Id iiegada una enferme­ de ]a Revolución, dad como la momento en EL lepra no cu­ QUE DESAPARECE bre todos los interrogantes que se plantean en esta cuestión tan apa­ sionante como compleja. Cagots. agots, agotak, agotes, gaffos, chrestias, mesillos mesegueros, gezitas, patarínos. carpinteros o leprosos son al­ gunos de los nombres que nos han llega­ do. Los cuatro primeros tiene el mismo origen. En el País Vasco francés donde la comunidad agote era la más numerosa hasta la llegada de la Revolución, mo­ mento en el que desaparece, se les cono­ cía por cagots, que derivó en agotak en euskara y agotes en castellano. Se desconoce la raíz de esta palabra. Hay quien apunta a su origen bearnés, otros aseguran de que se trata de una pa­ labra compuesta por can y goth, lo que vendría a significar 'perro godo' en latín, en referencia a supuestos godos arríanos no cristianizados. Sin embargo, got sig­ nifica 'dios' en alemán y, lo que es más importante, también significa 'dios' en in­ glés: god (la - d final se aproxima fonéti­ camente a la - t). No hay que olvidar que Aquitania - y Lapurdi era aquitana-, per­ tenecía a Inglaterra desde el matrimonio en 1154 de la duquesa Leonor de Aquita­ nia con Enrique Plantagenet, rey de Ingla­ terra, y fue inglesa hasta el año 1452, es decir durante tres siglos. El nombre real del papa Clemente V -famoso por haber trasladado la corte papal a Avignon y, so­ \


bre todo, por haber suprimido la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, los templarios- era Bertrand de Got y era oriundo de Gascuña; En cuanto a gaffos, mesillos, gezitas y patarinos eran formas diversas para denominar a los leprosos. Es extraño, por otra parte, que únicamente en Iparralde y en el Béarn se denomine cagots a los le­ prosos y no ocurra igual en otros lugares de Francia. La lepra fue la enfermedad más te­ mida durante la Edad Media: se expan­ dió debido a las migraciones y guerras, y también a las peregrinaciones. En un inicio, y por ser el primer milagro atri­ buido a Cristo, la curación de un leproso llamado Lázaro, las autoridades civiles y eclesiásticas mostraron cierta benevo­ lencia hacia estos enfermos y se crearon los lazaretos, hospitales para leprosos. Sin embargo, con el tiempo y el aumento de su incidencia, los leprosos fueron consi­ derados apestosos y, aún peor: pecado­ res castigados por Dios con la terrible enfermedad. En algunos lugares de tparralde, los lazaretos también se llamaban cagoteríes. es decir: lugar de cagots y de ahí que se emparejen ambos términos. No obstante, en el siglo Xlll en Baigorri, Baja Navarra, se menciona la presencia de agotes en varias localidades, pero en esa misma zona existían dos lazaretos: en Ortzaize y en Bidarrai. Estando, como es­ taban, los leprosos obligados a vivir en las leproserías ¿cómo es posible que estos agotes, supuestos leprosos, vivieran fuera de ellas y que su presencia fuera admitida por quienes no lo eran? En la Edad Media la Iglesia acuñó un adjetivo para los heterodoxos, ya fueran herejes, gitanos, conversos, judíos, musul­ manes o paganos: los llamó 'leprosos es­ pirituales’. Si la lepra que roía la carne era temible, cuánto más lo era la lepra que roía el alma de los grandes pecadores y no se veía. No he leído ninguna tesis que mencione este hecho y, no obstante, es­ toy convencida de que es la base de la


teoría que equipara a (os agotes con los leprosos. Otro nombre con el que, según al­ gunos, se conocía a los agotes era el de chrestias, cristianos o creyentes, dirigido asimismo a los cátaros que se autodenominaban ‘buenos cristianos'. Esto ha dado pie a la presunción de que agotes y cátaros estuvieran emparentados y de que los primeros fueran huidos de las persecuciones que tuvieron lugar en el condado de Toulouse en el siglo XIII, en donde la quema de doscientos cincuen­ ta ‘perfectos' y ’perfectas' en Montségur continúa alimentando la imaginación de escritores y buscadores de misterios eso­ téricos. Sin embargo, cuatro años antes, en 1240, ciento ochenta y tres cátaros fueron quemados vivos en la región de Champagne, en el norte de Francia, con­ dado de Teobaldo, también rey de Na­ varra. Los cátaros de Toulouse huyeron hacia la Península por Cataluña y pudie­ ron hacerlo hacia el territorio inglés de Aquitania, pero, de haberlos en nuestra tierra, habrían llegado por el camino ¡ \ compos-

telano. Podría existir dicha relación dado que el Camino de Santiago fue la ruta de escape para muchos perseguidos, pero lo cierto es que no hay mención alguna de comunidades cátaras en nuestra tierra. En muchos pueblos del País Vasco francés y hasta la revolución francesa a los agotes se les conocía con el nombre de 'carpinteros', lo que no deja de ser cu­ rioso. La explicación es sencilla: los agotes no tenían derecho a poseer tierras y, por tanto, se ganaban la vida como tejedo­ res, carpinteros o canteros, oficios que agricultores, pastores y ganaderos con­ sideraban poco nobles, denigrantes por ser manuales. Se sabe que carpinteros y canteros navarros construyeron torres, conventos e iglesias en ambas vertientes de los Pirineos y que también trabajaron para los templarios en sus construccio­ nes. Igualmente se sabe que los llamados 'constructores de catedrales' pro­ cedentes de Alemania y de Francia llegaron a la Península por la ruta


EL DE CANTERO FUE, JU N TO AL DETEJEDO RES Y CARPINTEROS, UNO DE LOS OFICIOS HABITUALES DE LOS ACO TES, YA QU E NO SE LES RECONOCÍA EL DERECHO DE POSEER TIERRAS. DICHOS OFICIOS ERAN, ADEMÁS, DESPRECIADOS POR GANADEROS Y AGRICULTORES YA QUE, POR EL HECHO DE SER MANUALES, ERAN TEN IDO S COMO TRABAJOS HUMILLANTES, ENVILECEDO RESY BAJOS.

de Santiago y contrataron mano de obra especializada. Los únicos "especializados" en territorio vasco eran los agotes y existen marcas de canteros navarros en lugares tan lejanos como Valencia o León. Esta cuestión, la de no po­ der poseer tierras en el caso concreto de Baztan ha dado mucho que hablar y ha apoyado la tesis de la extranjería de esta comunidad. Sin embargo, es preci­ so conocer la organización social de las quince villas baztanesas agrupadas bajo un mismo ayuntamiento. El derecho a la hidalguía concedido por Sancho III el Ma­ yor sólo atañía a los habitantes nacidos en Baztan. Así pues, cualquiera que llega­ se "de fuera" era un extraño, pero, para que nos entendamos, podía tratarse de alguien que llegase de Zugarramurdi o de cualquier otro pueblo colindante. La mayor parte de las tierras de Baz­ tan eran - y son- comunales, para uso y disfrute sólo de sus habitantes y nadie que no fuese baztanés podía asentarse en ellas. Ahora bien, existían terrenos pri­ vados y el barrío de Bozate se halla pre­ cisamente en la heredad de Ordoki, pro­ piedad de los señores de Ursua, quienes asimismo poseían tierras en Baigorrí. En línea recta desde Bozate a San Esteban de Baigorrí hay unos veinte kilómetros. ¿Es acaso impensable que los señores de Ur­

sua llevasen mano de obra a su pro­ piedad de Baztan y de ahí la razón por la que los habitantes de Bozate no pudieran llegar a ser propietaríos? No hay explicación en cuanto a otros aspectos relacionados con los agotes, como el hecho de tener que colocarse en el fondo de las iglesias, ser bautizados de noche o no poder ser enterrados en tie­ rra consagrada. Siendo católicos como el resto de sus vecinos, tal discriminación no pudo deberse a su supuesta enfermedad -algo que estudios médicos y científicos han desmentido rotundamente-, sino a algo diferente. Hablamos de una época, la Edad Me­ dia, que vio la formación de las villas. Una villa significaba una calle, una iglesia y una muralla para defenderse de los sal­ teadores y de los abusos señoríales. Tam­ bién hablamos de una zona montañosa y de difícil acceso en aquel tiempo, de una tierra, la nuestra, en la que muchos habitantes vivían, y continúan haciéndo­ lo, desperdigados. La crístlanización de Euskal Herría fue tardía y, aún más, en la montaña. Que la Iglesia católica se hubie-

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BOZATE se impuesto en las poblaciones no signi­ fica que también lo liubiese hecho en las zonas más apartadas. Sin iglesia, sin cura que adoctrinase, el paganismo persistió durante mucho tiempo después de la lle­ gada del cristianismo. Las creencias paga­ nas -de pagus: 'aldea'mez­ NADA EN SU cladas con las FÍSICO los cristianas han diferenciaba de los subsistido entre nosotros hasta demás; ninguna hace bien poco señal, ninguna y subsisten en m arca, a pesar de nuestras leyen­ que se dijera que das, en los nom­ tenían rabo como bres de muchos lugares, en las los ANIMALES Y fiestas. ¡Cuánto QUE HEDÍAN más hace ocho siglos! Los “leprosos espirituales” de los que hablaba la Iglesia católica incluían a los paganos, y paganos eran los montañeses î vascos hasta bien entrada la Edad Media. Obligados a bajar a vivir a las villas y po­ blaciones, finalmente cristianizados, su

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conversión estaba bajo sospecha y por esta razón, mantenidos apartados. Durante ocho siglos los agotes fueran obligados a vivir marginados, sin apenas posibilidades de contacto con los no agotes. Cuando un agote abandonaba su lugar de origen y se asentaba en otra par­ te, el estigma desaparecía por una razón bien simple: no era conocido, nadie sabía que era agote, que vivía en tal barrio y era hijo de fulano y mengana, también agotes -como se inscribía en sus partidas de nacimiento a partir del siglo XVII-. Es decir, nada en su físico los diferenciaba de los demás; ninguna señal, ninguna marca, a pesar de que se dijera que tenían rabo como los animales y que hedían. Si a pe­ sar de su aislamiento no conservaron ni un solo vocablo, costumbre, creencia, uso de su vida anterior, “allá en el extranje­ ro", es porque nunca fueron extranjeros. Fueron vascos euskaldunes y, debido a la marginación, posiblemente los vascos más vascos de todos. TflTI MARTÍNEZ DE LEZEA Escritora e investigadora


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c / Arteako Aldapa, 12 • 01474 ARTZINIEGA «Araba - Álava Tel.: 945 396 210 E-mail: artziniegamuseo@euskalnet.net • www.artziniegamuseoa.org

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Diego, único habitant« civil de Isla Redonda. Al fondo, el canal y cordillera Darwin, próximos al Canal del Beagle, en U sh u a la ,' la tierra habitada m ás al su r del planeta. Foto enviada por los suscriptores Elvira Dfaz y Xavier Planas de Vilanova i la Celtrú (Barcelona)


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HARPIDETZARAKD DATUAK / BOLETÍN DE SUSCRIPCION Izena / Nom bre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . í^elbidea / Direcciún P K / C P . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Herria / Poblaciún. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Herrialdea / Provincia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Telefonoa / Teléfono. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . B-posta / e-m ail. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . O Harpidetza adierazitako zenbakiarekin (hori barne) basi nahi dut / Deseo suscribirm e a la revista Aunia a partir del número (incluida): □ 14 - □ 15 - □ IB

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S i en la Península Ibérica hay un aninial"toténiico p o r excelencia, A n dada e**te e^i e l cerdo, que encontramo,* repre^icntado una y ott^i9vez en la*t vieja^i talla^i ibéricas y en lo,/:¿xvoto.t a pa ^‘ -reci^o^f en lo,* antiguo<iÁi‘antuario^* de SaJ¿n^da*i divinidades* prerromana**. "T a n oninipre<*ente fu e el-cerdo en~ '

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a cría familiar deí cerdo, los ritos donde dormía arropado junto al matanceros y la elaboración de resto de la familia, familia ésta tan sus derivados son un resto de pobre que sólo un animal tan pro­ primigenia pureza llegado hasta noso­ ductivo como el cerdo les daba tros posiblemente desde la prehisto­ alguna oportunidad de sobre­ ria. El cerdo ibérico, tan racial como vivir, por eso tampoco, en su la fiesta de los toros, ocupa desde miseria, podían permitirse el siempre un lugar preeminente en lujo de dejar morir de frío a la ganadería y la alimentación un lechón. de toda la península tanto que Pese a tantos méritos el hasta hace apenas unos años, cerdo es sujeto de discor­ en las comarcas campesinas dia en el ámbito religioso prácticamente no había casa y, si los chinos lo conside­ en la que, independientemen­ ran como uno de los más te del estatus y el oficio de sus nobles seres asignándole el moradores, no se engordaran al cierre del ciclo animal en su menos un par de cerdos todos horóscopo, la Biblia en cambio los años. La capacidad de este es terminante: "Serán para vosotros animal de vivir casi con los des­ abominación, no comeréis sus carnes perdicios y sobras de la casa y poco más, y tendréis como abominación sus cadá­ le convirtió en la reserva natural de carne veres" (Lev. 11:24). "Quien tocare uno... de todas las familias. Era frecuente tam­ será inmundo" (Lev. 11:24), explayándose bién que, tras la matanza, los productos además en una serie de lindezas y razo­ de uno de los cerdos se guardasen para nes contra el cerdo, frente al 'pragmatismo consumir a lo largo del año en forma de del Corán, mucho más escueto a la hora embutidos y salazones, mientras que el de prohibir: "Solamente estas cosas te ha resto de la matanza se vendía para sanear prohibido el Señor, la carroña, la sangre las precarias economías habituales a los y la carne de cerdo" (Corán 2,168). Este trabajadores agrícolas. El mismo Saramahecho diferencial entre ambas orillas del go en su discurso de recogida del Nobel, Mediterráneo ha dado lugar entre noso­ recordaba cómo su abuelo, para aliviar su tros, durante tantos años islamizados, que miseria, criaba cochinos en su empobreci­ no invadidos, a una exaltación del cerdo da comarca de Ribatejo. Y, cuando en los y sus derivados muy por encima de sus fríos meses del invierno un lechón enfer­ evidentes cualidades prácticas y gastro­ maba, el abuelo se lo llevaba a la cama nómicas, así el más que popular cocido al

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MONTANERA DEL CERDO IBÉRICO, EN HUELVA.

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humedad de la necesaria y demasiada que muchos le atribuyen orígenes hebrai­ materia superflua", lo cierto es que en la cos, con la mera adición de unos tocinos corte del califato, los cristianos islamiza­ y embutidos, queda ipso facto convertido dos, trasegaban el cerdo acompañado de en cristiano viejo cuya indiscutible hidal­ buenos vinos de Córdoba, Cádiz o Málaga guía le hace digno de ser admitido a las más impolutas mesas cardenalicias, devi­ que conocieron grandes años de esplendor bajo la islamización, y aunque los poetas niendo así el simple puchero por obra del puerco, en toda una solemne profesión andalusíes no celebraron al gorrino con tan festivas odas como sí hicieran con los de fe. Sin duda cuando Maimónides se generosos caldos de la tierra, no por ello preguntaba en el siglo XII, aunque se lo hacían ascos a jamones, lomos o manitas preguntaba en su exilio de El Cairo, sobre los motivos que habían llevado a Yahvé a de cerdo. Solamente los judíos, siempre radicales, fueron observantes estrictos de prohibir el cerdo, seguramente pensaba la ley, lo que les valió ser apodados marra­ en los cristianos de su Córdoba natal a los nos. del árabe al-mahrán, lo prohibido. que habría visto más de una vez comerlo Pero si del cerdo se aprovechan has­ con singular delectación, sabiendo por su profesión de médico que éstos no enfer­ ta sus andares, del cerdo ibérico no cabe maban más que los más ortodoxos obser­ duda de que su producto estrella es el ja ­ món, manjar mitológico que ha poblado vantes de la ley rabínica. Y aunque Maimónides concluía que el de fantasías al intelecto colectivo del país. En realidad el jamón ibérico es un ente cerdo era nocivo porque "contiene más


mitológico de dudosa existencia para ios mortales del común, porque son pocos estos dichos mortales a quienes se les haya aparecido en carne y tocino. Ese ser quimérico tiene a sus espaldas un largo historial delictivo como arma del delito indispensable en todo tipo de sobornos, cohechos, pagos en especie de dudosa le­ galidad y recomendaciones de todo tipo, que sabido es que para que una recomen­ dación prospere nada mejor que acompa­ ñarla de un par de buenos jamones ibéri­ cos de montanera. Mano de santo. En los grises y tristes años de nuestra larguísima posguerra, tan colmados de penurias y carencias, el jamón, desde lue­ go, brillaba por su ausencia y se hablaba de él casi bajando la voz, casi en susurros, - ¿Sabes? Dicen que a Fulanito le han re­ galado un jamón de pata negra- con lo que Fulanito inmediatamente pasaba a

ser sospechoso de algún manejo. El ja­ món también aparecía en momentos más críticos como enfermedades muy graves que requerían de un poderoso reconstitu­ yente para el enfermo y entonces se hacía un poder y se compraban unas lonchas de jamón; que siempre se dijo que el jamón hace estómago. Otras veces la situación era más delicada y si al preguntar por el enfermo respondían que “ya sólo le están dando sopas y jamón" se podía prever que el desenlace estaba cerca y que, a parte de las propiedades medicinales siempre atribuidas al jamón, tal vez se pretendía que el doliente se fuese al otro barrio con alguna alegría en el cuerpo. Superadas las penurias, en los años se­ senta se produjo el despegue del jamón que apareció inundando los comercios y los recién estrenados autoservicios. Por todas partes había jamones y ya era fre­ cuente que muchos niños lo llevasen en el bocadillo a la escuela o que se ofrecie­ se como aperitivo en bodas y banquetes. Incluso muchos mesones mostraban al público una gran pared que lucía un abi­ garrado mosaico de jamones y algunos bares los colgaban en apretadas hileras sobre los mostradores, eso si, con un cazoletilla clavada para que la grasa que exudan no fuese a parar sobre las cabezas de los parroquianos. Y aquí fue donde el cerdo ibérico casi se extingue. Sí, porque entre tanta profu­ sión jamonera, para abastecer al merca­ do y. sobre todo, aumentar las ganancias, comenzaron a criarse, cada vez más, cer­ dos de razas alóctonas con individuos de mayor tamaño que los ibéricos. Así, vimos cómo las cochiqueras se poblaban de son­ rosados y filosóficos cerdos ingleses y de hipopotámicos cerdos blancos americanos que proporcionaban descomunales jamo­ nes de mucha carne y poca grasa, despro­ vistos de todo sabor y que, dada la falta de regulación de la época, se hacían pasar en sus etiquetados por ibéricos o por ori­ ginarios de algunas localidades de afama­ dos jamones como jabugo o Cuijuelo.

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¿A c [u é Udmamos cerdo ibérico?

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Hace tiempo ya que para evitar los frau­ des se reguló el sector de una manera, a lo que parece efectiva, y hoy día está perfectamente claro lo que es un cerdo ibérico y qué productos del cerdo pue­ den ostentar la denominación de ibérico. Esta legislación que ha sido modificada muy recientemente hace desaparecer, por ejemplo, el término de pata negra, ya que hay variedades de cerdos en algunos paí­ ses del este de Europa que también tienen el pelaje y las patas negras sin ser para nada ibéricos y que, más de una vez, al­ gún ganadero desaprensivo nos ha colado aquí de rondón. Por otra parte, dentro de la raza ibérica hay diferentes variedades de cerdos, como el Manchado de Jabugo y el Torbiscal en Sevilla, que no tienen ni piel ni pezuñas negras, lo cual no significa necesariamente que no pertenezca a un cerdo ibérico. En definitiva, un cerdo ibéri­ co puro es aquel cuyos progenitores sean de raza ibérica pura, aunque se permite, según la ley, que el macho reproductor, el verraco afortunado, pueda ser de las ra­ zas Hampshire, Landrace, Duroc, Yorshire o Meishan. Parece ser que la más apropiada para cruzarse con nuestros cerdos viene a ser la Duroc. El Real Decreto 1083/2001 exige que la hembra sea ibérica al 100 %, pero deja libertad sobre el semental, por lo que para que un cerdo sea ibérico bastará con que tenga sólo el 50% de pureza. Son muchos los que afirman que más importante que la raza de la que sea el cerdo es la alimentación que éste ha re­ cibido a lo largo de su corta vida entre su nacimiento y su sacrificio. Por eso, la ley establece las tres categorías en que se clasifican los productos ibéricos sujetos a la norma -jamones, paletas y cañas de lomos-, y que quedan establecidas según la alimentación que ha recibido el animal, definido principalmente por la montane­ ra, que es el tiempo en que los cerdos es­ tán en las dehesas alimentándose a base

de bellota. Así, según la montanera, los cerdos quedan clasificados de la siguiente manera según el Real Decreto: De bellota o terminado en monta­ nera: Aquel cerdo que se destina al sacri­ ficio inmediatamente después del apro­ vechamiento de la montanera, y que al menos reúna las siguientes características: La edad mínima de entrada en montanera es delO meses, el peso medio de entrada en montanera estará comprendido entre los 80,5 y 115 kilos (de 7 a 10 arrobas) y que reponga de peso en montanera como mínimo de 46 kilos (4 arrobas). De recebo o terminado en recebo: Aquel cerdo que después de reponer un mínimo de 28,75 kilos (2,5 arrobas) en ré­ gimen de montanera, a la que ha entrado con un mínimo de 10 meses de edad, su cebo es completado mediante aporte de piensos, constituidos fundamentalmente de cereales y leguminosas, hasta el mo­ mento del sacrificio De cebo: Aquel cuya alimentación se basa en piensos, constituidos funda­ mentalmente de cereales y leguminosas. La edad mínima de sacrificio será de 10 meses.

Cómo hacer un buen jamón Ya tenemos pues definida la materia pri­ ma para hacer nuestros jamones, y pues­ to que si lo consideramos strícto sensu, un jamón no es sino una pata de cerdo semimomificada, veamos ahora cómo es el proceso para conseguirlo, proceso sin duda ancestral y en realidad de una gran sencillez que sin duda enlaza con los pri­ meros intentos del hombre de la prehis­ toria por conservar sus alimentos durante largo tiempo. En primer lugar, en el despiece, el ja ­ món se suele cortar según el estilo del llamado corte serrano, es decir en forma de V, y especialmente importante que la pieza se desangre totalmente, pues en caso contrario el jamón se corrompería.


CERDO IBÉRICO EN MONTANERA. EN TIERRAS DE SA U M A N C A .

Para conseguir este desangramiento hay que tener buenas nociones de la anato­ mía del cerdo para saber donde están las principales arterias que irrigan la pata del jamón y presionar adecuadamente sobre ellas para que se vacíen. Tras pasar el jamón un día o dos al se­ reno, a continuación, como es conocido, viene el salado que se comienza aplicando manualmente una fina capa de sal seca y a veces también las llamadas sales de cu­ rado, cuyo uso se ha generalizado última­ mente y que incluyen nitritos y nitratos que aumentan el tono rojizo de la carne.

y algunos coadyuvantes de dichas sales tales como ascorbatos y azúcares. A con­ tinuación se cubre la pieza con abundante sal marina húmeda, pues así penetra con más rapidez hacia el interior del jamón, y se colocan sobre él algunos pesos para ayudar a la exudación del agua de su in­ terior. En general se tiene como norma tener los jamones enterrados en la sal un día por cada kilogramo de peso que tenga la pieza, procurando voltearlos diariamen­ te. En los procesos industrializados los ja­ mones son enterrados en la sal en pilas de entre cinco y ocho piezas, lo que elimina

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la necesidad de ponerles pesos. Pasado el tiempo indicado el jamón es la­ vado para eliminar el exce­ so de sal exterior y comienza el proceso de reposo o estabilización, donde ios jamones son colgados en secaderos abiertos a la circulación del aire y a bajas temperaturas, función que antes cumplían los desvanes de las casas. Durante este proceso, que suele durar unos tres meses, el jamón sigue perdiendo algo de agua y la sal se va repartiendo homogéneamente por toda la pieza. A continuación, la etapa de secado requiere de temperaturas mu­ chos mayores -debemos recordar que ta primavera está ya avanzada-, y de una duración que oscila entre ocho meses y un año. Durante este periodo se elimina prácticamente todo el agua y se produ­ ce el sudado, proceso en el que la grasa del jamón perfunde las fibras musculares impregnándolas con sus aromas. Parte de esta grasa también fluye al exterior junto con el agua, por lo que al final del proceso cada pieza ha perdido más de un 30% de su peso. Finalmente, los jamones son pasa­ dos a las bodegas de maduración, donde a lo largo de dieciocho meses se operan en ellos los sutiles cambios bioquímicos

y enzimáticos que consiguen los aromas, texturas y sabores propios del jamón ibé­ rico de bellota, una obra de arte que, por cierto, pocos bolsillos pueden pagarse. Hoy día todas estas fases de reposo, secado y maduración se hacen en cámaras cuya tem­ peratura, humedad y circulación de aire son perfectamen­ te controladas para conseguir un producto de calidad sin estar sujetos a posibles so­ bresaltos climato­ lógicos. Lógicamente, esto sólo ha sido posible recientemente gracias a la tecno­ logía, ya que antes, tanto un año entrado en lluvias como unos calores tempraneros podían dar al traste con la cosecha del año. De hecho, hemos visto cómo el pro­ ceso de elaboración del jamón requería de unas temperaturas y humedades que iban siguiendo sabiamente la pauta estacional las bellotas entran en sazón sobre octu­ bre y perduran hasta diciembre, mes de la matanza y donde comienzan los mayores fríos, mientras que el reposo acaba con la primavera, justamente cuando la fase de secado requiere menos humedad y más temperatura... Estas condiciones sólo sue­ len darse con regularidad en tierras altas del interior de la península. En el norte de España suele llover demasiado, el invier­ no se alarga mucho y, sobre todo, no hay encinas que produzcan hermosas bellotas; además, cebar a los cerdos con hayucos o castañas no consigue resultados pare­ cidos.

Denominación de origen protegido Por eso, no es casualidad que los mejo­ res jamones ibéricos se produzcan en las serranías de la mitad sur de la península.


especialmente en Andalucía. Sierra More­ na es sin duda el reino de los cielos para el cerdo ibérico y para sus jamones, tanto que inasta tres denominaciones de ori­ gen protegido velan por la pureza de sus productos de ibéricos. La DOP "Jamón de Huelva” que engloba a una serie de mu­ nicipios repartidos principalmente por las sierras de Aroche, Aracena y Nerva, y cuyo epicentro está, cómo no, en la mítica loca­ lidad de Jabugo. La DOP "Los Pedroclies" que abarca las comarcas del Alto Valle del Guadiate y Valle de los Pedroches, es de­ cir a la totalidad del norte de la provincia de Córdoba, zonas de magníficas dehesas y clima continental extremo. En las frías sierras de Granada esta vigente la DOP "Jamones de Trévelez" y, finalmente, la DOP "Dehesa Extremeña" abarca prácti­ camente al conjunto de las dos provincias extremeñas por lo que resulta un tanto dispersa, pero cabe destacar en ella lu­ gares como las sierras de Montánchez, también pertenecientes a Sierra Morena, cuyos jamones de siempre fueron muy celebrados. Parece que ahora se entiende por qué a nuestro clásico jamón se le lla­ ma jamón serrano para distinguirlo de los jamones cocidos o ahumados. Por último tenemos también la DOP “Guijuelo", pero cabe reseñar que esta localidad al ibéri­ co le aporta sobre todo su clima, ya que según algunas fuentes del sector, entre el 65% y el 90% de los jamones terminados en Cuijuelo proceden de fincas extreme­ ñas o cordobesas.

Cómo elegir un buen jc?món ibérico Ahora que ya lo sabemos todo sobre la alquimia de los jamones ibéricos, y ante tanta mixtificación y tanta leyenda ur­ bana como circula por ahí, es hora de preguntarnos ¿cómo, una vez dispuestos a rascarnos el bolsillo, acertar para com­ prar un jamón que esté en su mejor mo­ mento? Pues bien, según los pontífices

en gastronomías jamoneras, el jamón no debe ser muy grande -nunca de más de ocho kilos-, si ha sido realmente cebado con bellotas, y deberá tener mucha grasa superficial, por lo que al apretarle con el dedo quedará marcada la señal de éste. Así mismo, el exterior será feo y los mo­ hos no deberán asustarnos, pues cumplen su función en la estabilidad del jamón. Y si la grasa externa amarillea, pues mejor, porque si tira a blanquecina indicará que el jamón aún está tierno. Al corte debemos encontrar la carne finamente entreverada de tocino, lo que es una característica identificativa del Ibé­ rico, pues en otras razas la grasa es poca y suele aparecer claramente separada del músculo. La carne debe ser entre roja y púrpura, dependiendo del músculo don­ de practiquemos el corte. El aroma será intenso, pues en las fases finales de su procesado se producen en el jamón una JAMÓN CU RAD O PARA LA VENTA.


gran cantidad de sustancias volátiles que determinan su característico olor a jamón ibérico y que en sí mismo puede ser una definición de su aroma peculiar, incompa­ rable con cualquier otro, pero claramente reconocible aún para las pituitarias menos expertas. El sabor nunca será salado, al contrario, debe tener un punto de dulzor que precisamente certifica la correcta sa­ lazón de la pieza. La carne tendrá un sabor intenso y aromático, y la grasa detentará un paladar fluido y suave, aunque dada la íntima ligazón entre una y otra, será la conjunción de ambos sabores el resultado finaL

Cómo cortar bien el jamón

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Ahora una cuestión técnica, los pontífices aseguran que en el jamón el corte es tan importante como la materia prima y, si bien, de toda la vida de Dios el jamón se ha comido en tacos o en lonchas, parece ser que la actual ortodoxia o, mejor dicho, el actual estado de la ciencia jamonera, ordena comerlo en sutiles copos de vo­ lúmenes evanescentes, y seguramente

tienen razón porque el resultado es mag­ nífico. Coloqúese el jamón en un jamonero estable y estabilizado y dotado de torni­ llo para sujetarlo. Colóquese con la pezu­ ña hacia arriba y sitúese el conjunto en lugar espacioso y cómodo. Provéase uno de un cuchillo jamonero, es decir de larga, estrecha y rectangular hoja, y de otro más pequeño para las incisiones más precisas, afilados ambos como bisturís, tal y como requiere tan precisa operación -¡Ojo! La mano que no se use ha de estar a buen recaudo en la espalda del trinchante, ya veremos luego por qué-. Despójese pri­ meramente al jamón de las cortezas ex- ‘ ternas que se reservarán en un plato es­ pecífico. Después, lamínense a más grosso modo las capas de grasa que envuelven exteriormente el meollo del asunto has­ ta descubrir las rojas y aromáticas carnes del jamón. A continuación, háganse muy finos cortes de no mucho más allá de diez centímetros de largo y algo menos de ancho, que serán apilados con artística maestría en la bandeja donde se presen­ tará el jamón. Parece difícil y lo es, por eso un jamonero experto puede llegar a co­


brar hasta doscientos cincuenta euros por cortar toda una pieza. Claro que, mientras más experto, más finos serán los cortes y más durará ei jamón;;. Sólo un aviso para quienes se afanan en esta iabor gastronómica: hay que tener cuidado y ser prudentes. Está claro que los aromas, untuosidades, texturas y sabores del jamón ibérico de bellota o montanera pueden propiciar estados de conciencia alterados, no en vano la estadística nos señala que hasta cincuenta mil personas al año resultan heridas en los rigurosos trances de cortar jamón, todo lo cual su­ pone a nuestra sociedad, siempre según las estadísticas, un coste de quince millo­ nes de euros por los conceptos de aten­ ción de urgencias, tratamientos posterio­ res y bajas laborales. Así pues, cuidado, el jamón parece ser peligroso tanto para los bolsillos como para la salud, amén de su alto contenido en grasas, similares a las denominadas oleicas que se dan en el mundo animal. Empero, no temamos a los colesteroles que, a lo que parece, un buen jamón ibérico nunca hizo otra cosa que reducirlos para bien gozar de esas personas afortunadas que pueden pagarlo y gustar de ello.

Recetario Para terminar estas reflexiones sobre se­ mejante paradigma de nuestra gastrono­ mía aborigen, sería de recibo el dar algu­ nas recetas donde el jamón interviniese de manera notable, pero, ante la presencia de un manjar tal como el jamón ibérico, la prudencia aconseja no meterse en cami­ sa de once varas y consumir el susodicho jamón en su estado prístino aquí citado más arriba, porque para hacer sopas de ajo, picadillo, habas o guisantes con ja­ món, champiñones o croquetas, no hacen falta jamones ibéricos de montanera sino otros más normales y que están al alcan­ ce del común de los mortales. Aún así, el jamón ibérico, respetando la opción de ser

transformado en procesos coquinarios, puede dar un excelente juego en la cocina más como especia que como ingrediente. Veamos: Salmorejo cordobés: Unos cuantos tomates de huerta, de los que saben a to­ mate. Ajo a discreción, aceite virgen extra, vinagre del bueno, de Jerez o de Montilla a ser posible, sal y un huevo crudo. Todo a la batidora con el tomate pelado o sin pelar, al gusto de cada uno. Un buen achuchón de batidora hasta que todo quede homo­ géneo y de textura bastante espesa (nada de agua, esto no es un gazpacho). Una vez asentado el salmorejo en la fuente don­ de se va a presentar, mejor si es ancha y de poco calado, se le espolvoreado por encima un huevo duro finamente pica­ do, unos dados de jamón muy pequeños, casi unas limaduras, y unos correones de aceite haciendo espirales sobre la masa del salmorejo. Gloría bendita en días de calor, reconfortante, vitamínico y agrade­ cido. Su consumo en exceso suele requerir el oficiar una buena siesta después para contrarrestar sus mefíticos vapores. Desayuno molinero: Es de suponer que este desayuno sería el que tomaban los trabajadores de los trujales o almaza­ ras donde se extraía el zumo de las aceitu­ nas para producir el sin par aceite de oliva, tesoro de nuestras cocinas. Podría tratar­ se de una transposición del pantomaca de recia raigambre catalana, importado a las gastronomías sureñas a manos de antiguos inmigrantes de regreso a sus tie­ rras natales. Se tuestan, para ello, algunas rebanadas de pan y se untan, si se quiere, con un ajo fresco cortado a la mitad, lo que le confiere un sabor estupendo. El pan se restriega a fondo con tomate hasta que quede embebido de su pulpa y sus jugos, se le rocía de unos buenos correones de aceite de calidad y se cubre con pequeños y finos cuadrados de jamón. Tal vez sea sólo fusión, pero funciona. FRANCISCO J . AUTE Escritor e Investigador

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texto «JU A N JO HIDALGO

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amon de nuestros caseríos

iendo una de las piezas cárn icas nhás importantes de todas cuantas se ex­ traen del cerdo, ha sido y es el jamón uno de los productos tradicionalmente ela­ borados en nuestros caseríos, a pesar de tener algunos factores en contra y ante los que había que estar muy atento. Así, la excesiva humedad del territorio vasco -sobre todo en su vertiente atlánticalos inviernos templados y los ocasionales y nunca deseados vientos del sur no pro­ piciaban unas condiciones óptimas para el curado de estas mazas de carne, autén­ ticas despensas de la economía familiar. Hoy, la alteración de las costumbres do­ mésticas, sumadas al trabajo artesanal y al mimo que requiere la elaboración de un buen jamón ha hecho que nuestros caseros prefieran picarlo para ingrediente de chorizos o conservarlo en congeladores para consumirlo como carne fresca. No obstante, el jamón no ha sido una rareza en el medio rural vasco, y su ela­ boración -todavía en uso- ha estado más extendida de lo que pudiera parecemos, tal y como se desprende de las numerosas técnicas de conservación guardadas en la memoria de nuestros mayores. El jamón recibe diferentes denomina­ ciones según el territorio y según proceda de la parte delantera o trasera del cerdo.

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Así, las acepciones más comunes se re­ fieren a pemil o urdaiazpiico para los cuartos traseros, pero si son bra­ zuelos o paletillas -las patas de­ lanteras- se les denomina besoak o sorbaldak.

Preparado del jamón La primera labor, una vez despiezado el ja­ món, consiste en desangrarlo totalmente, procurando que no quede en el interior de sus venas y arterias ningún depósito de sangre que pudiera hacer que se corrom­ piera todo el mazo de carne. Para ello, hay que presionar correctamente sobre los vasos sanguíneos e ir limpiando los restos que aparezcan con un trapo limpio, fro­ tando a la vez la pieza con los ajos que previamente habíamos pelado y dispues­ to en un vaso con agua.

El salado En algunos lugares, una vez desangrados, se les colocaba encima sacos con peso o piedras planas para que les ayudara a su­ dar y a soltar la humedad. Se tenían así por espacio de dos o tres días antes de proceder a salarlos, el primer paso real­ mente eficaz para su conservación. A la

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DE IZQ U IERDAA D ERECH AY DE ARRIBA ABAJO:

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DESHUESADO DE LA PIEZA Q U E VA A PREPARARSE PARA JAMÓN.

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PIEZA DE JAMÓN CON EL TRAPO Y LOS AJOS ANTES DE SER PREPARADA.

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ANTES DE SALAR EL JAMÓN HAY Q UE PREPARAR LA PIEZA. PARA ELLO DEBE DESANGRARSE CORRECTAMENTE, PRESIONANDO LAS ARTERIAS QU E IRRIGAN LA PIERNA Y SECANDO CON ELTRAPO LA SANGRE QUE AÚN QUEDA EN ELLAS. DE LO CONTRARIO PODRÍA CORROMPERSE TODA LA MASA DE CARNE. ADEMAS DE LIMPIARLO HAY QUE IR PASANDO LOS AJOS POR TO DO ELLO, PREVIAMENTE REMOJADOS ENAGUA. EL SALADO DE LAS PIEZAS DEBE SER UNA LABOR MINUCIOSA, PROCURANDO QU E LA SAL PENETRE POR TODA LA PIERNA, CON ESPECIAL ATENCIÓN EN LAS ZONAS DE CARNE QUE TOCAN EL HUESO. LAS PIEZAS SE CUBREN TOTALMENTE D£ SAL Y SE IN TRODUCEN EN ELA5KA, UNA ESPECIE DEARCÓ N DE PIEDRA, DONDE PERMANECEN TANTOS D(AS COMO KILOGRAM OS DE PESO TEN GA CADA PIEZA. ÉSTAS DEBERÁN SER DADAS LA VUELTA DE V E Z EN CUANDO, YA QUE LA SAL DE LA PARTE INFERIOR SE HUMEDECE MÁS Q U E LA DE ARRIBA. UNA VEZ DESALADO EL JAMÓN DEBERÁ SER PREPARADO CO N UNA MEZCLA DE PIM ENTÓN, A JO Y V IN A G R E Y CO LGADO EN LUGAR AIREADO PARA QUE SEQUE Y VAYA CURANDO. ES EL SANCTA SANTORUM DE LA CASALISTOS PARA LA VENTA O PARA SER CONSUMIDOS-

hora de administrarles la sal había que tener en cuenta el volumen y peso de los jamones, ya que debían permanecer en salazón durante un tiempo considerable, tiempo que en cada casa se administraba siguiendo unos criterios propios y here­ dados de las generaciones precedentes. No obstante, la norma general aconseja tener las piezas en sal tantos días como kilos pesen, siempre bien cubiertas por ella, especialmente las zonas de carne cercanas al hueso. Precisamente son es­ tos, los alrededores del hueso, los que hay que tratar con especial miramiento, ya que existe la creencia -muchas veces constatada- de que la mosca gusta de depositar o "cagar" sus huevos en ellos.


con la consiguiente pérdida del jamón. La terrible y odiada mosca, conocida como moscarda de la carne, se denomina eltxarra en euskera. Las piezas se colocaban con la saladu­ ra dentro de un arca, teniendo cuenta de ir añadiendo más sal a medida que ésta se fuera humedeciendo y, por lo tanto, per­ diendo las cualidades que tan alto poder de conservación la confieren. El arca en cuestión puede cambiar de nombre y de aspecto según el lugar de Euskal Herria en el que nos encontremos. El urdai-aska es, en realidad, un arcón de madera, de fac­ tura más o menos sencilla, aunque puede llevar la tradicional decoración de simbo­ logia vasca. En otros muchos lugares, para

la misma función se han utilizado arcas de piedra, y siempre, unas y otras, llevaban tapa de madera para evitar la entrada de suciedad y de la tan temida mosca.

El desalado A las tres semanas de permanecer en sal -siempre teniendo en cuenta el gusto de cada casa-, se sacan los jamones y se me­ ten en agua, a remojo, para proceder al desalado. En lugares como Laudio, en el Alto Nervión, los habitantes de los case­ ríos ubicados a orillas del río introducían en él la pieza salada, atada previamente con una cuerda para evitar que la arras-


LA BELLOTA ES, EN LA MONTANERA, EL FRUTO MÁS BUSCADO.

trara la corriente. Este eficaz e inusual método fue también empleado con las bacaladas, teniendo siempre cuidado de que no se desalaran demasiado y atraje­ ran a los cangrejos -entonces abundan­ tes- hacia el goloso banquete.

El secado A continuación venía el proceso de seca­ do. En primer lugar recibía el pimentón, acompañado de ajo y hasta de vinagre en muchos lugares, bien untado por toda la superficie de la pieza, tras de lo cual se colgaba en un lugar de la casa bien airea­ do y fresco. Nuestros baserrítarras solían emplear para este fin el fuego bajo, con el calor suave y el humo que de él emanaba. Por el contrario, las más modernas coci­ nas de butano no propiciaban un buen ambiente para el curado, ya que los gases desprendidos de la combustión tendían a hinchar los jamones y que éstos se ma­

lograsen. También se utilizaban las buhar­ dillas o ganbarak de los caseríos, lugares abiertos al aire seco y frío del invierno, pero, también al temido viento sur, cuyos efectos sobre el súbito incremento de la temperatura ambiente podían arruinar el proceso de curación de una matanza.

La conservación El secado de jamones y paletas podía extenderse durante tres meses y más, prácticamente hasta la llegada de la pri­ mavera. Una vez secos y curados no se co­ mían inmediatamente. Era imprescindible conservarlos en el mejor estado posible, ya que, de lo contrario, la carne podía en­ durecerse demasiado y la grasa coger un color amarillo pálido y tomar un gusto rancio. Para alargar la vida de tan codicia­ das piezas, en muchos lugares se cubrían totalmente con ceniza y se guardaban de esta forma hasta su consumo, evitando la


ranciedad del alimento y la aparición de gusanos. En otras zonas se envolvían en telas de lino o de otro tejido para preser­ varlas durante un tiempo antes de llegar a la mesa. En cualquier caso, ios métodos empleados no diferían mucho de un terri­ torio a otro, ni de una casa a otra, aunque tenían sus peculiaridades, gustos diferen­ tes y hasta pequeños secretos de familia, heredados y guardados como tesoros.

Rdzds de cerdos autóctor\as En cuanto a las razas de cerdos más em­ pleadas en nuestros caseríos hay que de­ cir que fueron y son abundantes, variando en favor de las necesidades y gustos de cada época. Así y todo, la importancia de éste en la economía doméstica ha llevado desde antiguo a una continua mejora me­ diante cruces entre los cerdos autóctonos y los traídos de fuera. Entre los autóctonos, quizá el más extendido por todo el terri­

torio vasco haya sido el chato vitoñano o alavés, originario de este territorio y muy estimado por la gran cantidad de tocino que aportaba en la matanza y que servía tanto de condimento como de aporte graso en la preparación de las comidas de todo el año. Del mismo modo, cuando los aceites de origen vegetal fueron ganando terreno -especialmente el de oliva-, el chato vitoriano fue perdiendo reputación y se vio sustituido, en gran medida, por otros tipos de verracos menos volumino­ sos y más magros, importados de fuera iyork, iandrace, laberda, ...). La cerda baztanesa era otra de las ra­ zas autóctonas, procedente del norte de Navarra, donde acostumbraban a vivir en libertad, y desaparecida totalmente en la actualidad. La raza euskal txerria, origina­ ria de Iparralde, ha tenido mejor suerte que la anterior y se recupera en la zona del valle de Aldude, cercano a Baigorri y famoso por sus jamones. Sería interminable enumerar todas las razas, con sus variedades y denomi­ naciones diferentes según el lugar, que han tenido presencia en nuestro país. Cerdos pintos, negros, blancos y rosados: de orejas grandes y menos grandes; de cola enroscada o lisa; de largas cerdas o de piel lisa; de morro corto, largo o chato; de largas, anchas o gruesas patas; un sin­ fín de características físicas, anatómicas y fisiológicas que colmaban los gustos y necesidades de todos nuestros caseros y, sin duda alguna, de todos ellos se hicieron jamones y paletas además de otras deli­ cias gastronómicas. Hubo quien, incluso, traía cerdos extremeños para engordarlos con bellota en nuestros bosques durante la temporada de otoño, y en no pocas po­ blaciones vascas se echaban al monte con el mismo fin de aprovechar los suculentos frutos del roble y de la encina, y procu­ rar una alimentación que redundaría en beneficio de jamones, chorizos, tocinos, lomos, costillas..., ¡humm! JUANJD HIDALGO

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Sin tu g a n a ò u ò a s , lo s c u a t n o n o m b n e s m e n c fo n a ó o s so n a n o s d e Los que m a y o n a c e p ta c ió n h a n ò i& fn u ta ò o e n EciskaL Hennía. Peno enCtze tonno a

e llo s h a y g n a n d e s ó a d a s , p u e s to qu e m u c h a g e n te , cora m a y o n o m e n o n n a z ó n , p ie n sa q u e se t n a t a óe Las v a n ía n te s de u n ú n ic o n o m b n e . Como uenemos, ésCo no es asf y a q u e, e n n e a liò a ò ,

e s ta m o s a n te s d o s n o m b rte s, a u n q u e s u h ís to n ia es a n e c d ó tic a m e n te c o m p le ja . tíí;:t;^iííí^


además de ser en la actualidad un nombre eusquérico muy usado, es u n o jk J t ìt / n à s antiguos que - -cB B cé iiío s. En media no hay _L|PÍLlíLí!inLTTte en Euskal Herria ningún documento en el que no aparezca al me­ nos un Eneko. Este nombre fue portado por reyes, como el priniero de Iruñea, el ' g ^ u a iiL^ iL-M Étf'ti^ ^ va rra , que en el ■ aflO 5 4 ? aparece ífCTendo: Ego, rex Eneco, ‘yo, el rey Eneko'. También en el año 1043, en la corte del reino de Navarra tenemos al señor de Bizkaia: Eneco Lopiz de Bizcaia. Voces autorizadas en las investiga­ ciones etimológicas opinan que este nombre estaría compuesto de ene 'mío' -compárese con el nombre medieval Mío Cid, de idéntico significado- y el sufijo diminutivo -ko. Del originario Eneko -que por cier­ to debió acentuarse Éneko- evolucionó en romance hasta dar el nombre íñigo. De esta duplicidad surge un fenómeno atestiguado en varias ocasiones: aún re­ firiéndose a la misma persona, en la do­ cumentación escrita en latín, se respeta el nombre vasco Eneko mientras que, en los documentos en castellano, aparece el castellano íñigo.

Un ejemplo es el de San Eneco o San íñigo, abad de Oña (Burgos) denominado Eneco en latín e Iñigo en castellano. Pero el nombre de pila más conocido y el que origina la confusión es del cono­ cido santo de Azpeitia, Ignacio de Loiola. Como es conocido, fue herido en Iruñea cuando las tropas del rey navarro inten­ taban recuperar su capital y expulsara los conquistadores castellanos. Postrado en la cama de la torre de Loiola, el antiguo soldado decidió dar un giro a su vida y dedicarla plenamente a la religión cristiana. Para atestiguar que el cambio había sido íntegro y radical, pensó incluso en cambiar su nombre personaL De esta manera, el que fuera fundador de la Compañía de Jesús adoptó para sí el nombre de un santo de Antioquia, San Ignatius, que posteriormente el castellano convirtió en Ignacio. Su expansión estaba garantizada. Pero... ¿cómo se llamaba realmen­ te el santo guipuzcoano? Podría decirse que, evidentemente, se llamaba íñigo y que no es conocido ningún otro nombre. En cierto modo es una verdad, aunque a medias. Efectivamente, es íñigo el nom­ bre que mayoritariamente se documenta. Pero también hemos de tener presente que en aquella época el euskera esta­ ba condenado exclusivamente al uso oral y que es extrañísimo que tuvie­ sen reflejo en la documentación, justo lo contrario de lo que sucede con el castellano. Pero cuando San Ignacio escribió en latín su solicitud para via­ jar a Tierra Santa nos dio su nombre real de su puño y letra: Eneko. No hay duda: su nombre fue Eneko de Loiola. Posteriormente, cuando a me­ diados del siglo XVI la Iglesia creó sus registros, fueron forzados a desaparecer todos aquellos nom­ bres que considerasen paganos y, entre ellos, los eusquéricos. Así el nombre Eneko pasó a un sueño


a


del que no despertaría, hasta finales del siglo XX, gracias a las propuestas de los académicos A. Irigarai y J. M. Satrustegi. Sin embargo existen indicios que nos hacen pensar que el nombre eusquérico siguió utilizándose con normalidad a pesar de que el nombre oficial regis­ trado era obligadamente otro. Un buen testimonio es el del nombre del caserío de Olarte (Laudio) llamado Enekoena, 'la casa de Eneko'. Pero no acaban aquí los enredos de nuestro nombre. A finales del siglo XIX Sabino Arana Coiri, consciente de la marginaclón a la que habían sido sometidos los nombres propios vascos, publicó un santoral propio que cambiaría totalmen­ te el paisaje de nuestros nombres. A pesar de que el inicio de la anda­ dura de estos nombres, creados en su mayoría por el autor a partir de los origi­ nales latinos, hebreos o arameos, no fue fácil, se hacen habituales entre nosotros nombres como Kepa, Jon, Edurne, Miren

o Iñaki, éste último como denominación correspondiente al nombre Ignacio que, como hemos dicho, suplantó a un íñigo que era realmente Eneko. ¿Hay quién dé más? Ya más cercanos a nuestros días, cuando con el fallecimiento del general F. Franco finaliza su régimen dictatorial y la dura represión para con las lenguas que no fuesen el castellano, los vascos pudimos finalmente usar los nombres correspondientes a nuestra lengua. Es así como el nombre Iñaki adquiere una difu­ sión tal que incluso ha llegado a usarse en algunas ocasiones como sinónimo de vasco. De la misma manera, Eneko vuelve a ser habitual tras siglos de práctica des­ aparición. Esperemos que siga el mismo camino la lengua que lo vio surgir y que nos une a todos: el euskara.

MIKEL GDRRQTXATEGI NIETO Secretario de Ib Comisifin de Onomástica de Euskeltzaindia


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ETXE UZENAK OROZKON

AUTOR « Xabier Peñalver EDITA «Txalaparta

AUTOR « Pedro M* Ojánguren Irálakoa EDITA « Autoedición / 50 € / 295 págs.

Investigador incansable O R ÍG E N E S - de la prehistoria vasca y de los muchos indicios que por su escabrosa i geografía se esconden, ha sabido recoger en este libro de casi 400 páginas toda una sín­ tesis de nuestro pasado Híiás remoto, desde el Paleolítico hasta la X A 6 IE R P E Ñ A L V E R_____ Edad del Hierro. No olvida, sin embargo, hacer un recorrido por las materias primas utilizadas por el ser humano, ni la tecnología utilizada en la talla de la piedra, elaboración el hueso, cerámica, metalurgia y otras actividades. Del mismo modo, hace un interesante repaso sobre las formas de vida en la prehistoria, una cotidianeidad que nos acerca aún más a aque­ llos hombres y mujeres del pasado. Peñalver utiliza para ello un estilo narrativo cercano y fácil de leer y entender, especial­ mente dirigido a personas interesadas en descubrir la prehistoria de los vascos sin tener un conocimiento previo de todo ello.

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DISTRIBUYE « ointzar@euskalnet.net Con la disculpa de mostrar las varian­ tes históricas de los nombres de cada uno de los caseríos de Orozko (Bizkaia), el investigador da, quizá sin pretenderlo, una excelente información sobre muchos de los aspectos del pasado del municipio. El acierto de transcribir las frases documentales en su integridad y con fidelidad son un valor añadido al trabajo. Pero, ante todo, el principal aporte es el de disponer en una sola obra la práctica totalidad de la documentación histórica, partiendo de la Edad Media hasta nuestros días. Unos índices al final nos facilitan la navegación por este océano de datos curiosos.

VESTtGIOS MrirrARES DE LAS GUERRAS CARLISTAS EN ÁLAVA El Fuerte y Las torres de Vayagüen. El Encinal y Almoreta en Nanclares de la Oca AUTOR « Carlos Ortiz de Urbina Montoya EDITA « Diputación Foral de Álava / 320 págs. / 18 €

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Durante el siglo XIX la Llanada Alavesa sería escenario de numerosos con­ flictos bélicos de muy distinta naturaleza, entidad y protagonistas. La Bata­ lla de Vitoria, en plena Guerra de la Independencia, y la Batalla deTreviño, en la II Guerra Carlista, fueron algunos de estos eventos, sin desdeñar otros como el de la toma de Nanclares de la Oca durante la primera carlistada. Carlos es un riguroso y bien documentado historiador que ha estudiado con profusión de datos no sólo los conflictos sino también los numerosos restos arqueológicos que nos han quedado de ellos, especialmente los referidos a las torres defensivas, vestigios que reclaman una mayor atención y cuidado del que han gozado hasta el momento presente. En resumen, un libro imprescindible en a historia contemporánea de Álava, tanto por lo que aporta de novedad como por las puertas que abre.


LOS ORÍGENES DE HONDARRIBIA: DE SU PASADO ROMANO A 1400 AUTOR « María José Noain Maura EDITA « Hondarribiko udaia /12 € / 459 págs DISTRIBUYE« Elkar Megadenda

(www.elkar.com) La autora y arqueóloga hace un repaso a la evolución de la villa en sus épocas históricas A . más desconocidas. Para ello, subdivide el libro en tres grandes bloques. El primero, en versión bilingüe como el segundo, hace un si \ K I \ JO S I S Í U Í S M V I R \ repaso a la época de la romanización, aportan­ do nuevas informaciones basadas en las pros­ pecciones del Cabo de Higery ei propio casco histórico. El segundo se centra en su influyente pasado medieval.Todo ello se completa con un interesante apéndice documental

LANDÁZURI >Papeles de opinión AUTOR « Varios EDrrA« Sociedad Landázuri

Gratuito / 126 págs. DISTRIBUYE « www.landazuri.com Tras cuatro años sin ver la luz ha sido publicada la prestigiosa revista Landázuri en un número especial con el que pretende ponerse al día en su cita anual Al margen de los apartados habituales, se presentan veintidós artículos de diferentes autores y temáticas, todos ellos de una calidad y profundización exquisita. La asociación, conocida también por su celo en la conservación del patrimonio alavés, suple con creces su retraso editorial con la gratuidad y gran tirada del presente número, patrocinadas en gran medida por las institucio­ nes. Un gran detalle, sin duda.

LA SIERRA DE LA DEMANDA EN LA EDAD MEDIA. El Valle de San Vicente (ss.VIll-XII) AUTOR« David Peterson EDITA « Instituto de Estudios Riojanos CONTACTO « vpeterson@euskalnet.net

Este historiador galés, desembarcado en nuestro país, reparte su tiempo entre Durango y Fresneda de la Sierra, un tranquilo pueblo burgalés del Alto E N IA E IM D I K I M Tirón (Valle de San Vicente), muy cerca de la mug;^ con La Rioja. La razón no es otra que su tesis doctoral, centrada en la formación de fronteras en el Alto Ebro durante el período de transición entre laTardoantigüedad y la Edad Media, con especial hincapié en los diversos sustratos etno-lingüísticos que caracterizan y marcan a región. Así. la abundante toponimia vasca de la comarca, la inten/ención arqueológica en la iglesia de la Asunción (San Vicente del Valle) y los trabajos y conclusiones de los historiadores del altomedievo sobre algunos de los puntos de interés, entre los que se incluye la insólita fundación del monasterio de San Miguel de Pedroso el año 759, son diferentes puntos de apoyo, junto a otros, del presente libro. Su carácter académico, empero, no es óbice para que aquellos interesados en el tema no se acerquen a sus páginas con Interés. LA S B « U Oe lA M M AH M


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REVISTAS

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LIBJÌOS

PUBLICADO S

CUENTOS VASCOS. PINCELADAS LLODIANAS A U TO R « Gorka Urquijo (1895-1966) PRÓLOGO « David Río Raigadas

V.\sc lìS

PRIMERA EDICIÓN « Junio 2005 / 80 págs. / 3 €

Un total de 15 cuentos componen la obra original de Gorka, circuns­ critos casi exclusivamente al medio rural del Llodio de mediados del siglo XX, resultando una imagen literaria muy romántica del llamado mito mral vasco, en el que se Idealizan las formas de vida tradiciona­ les del País Vasco de entonces, a la vez que se rechazan los modelos urbanos que iban surgiendo en cada uno de nuestros valles. El cariño hacia su pueblo y el humor hacen acto de presencia en cada una de los relatos, perfectamente analizados y comentados en la introducción que David Río nos presenta a modo de necesaria explicación para compren­ der mejor las lecturas que más tarde nos esperan.

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LEYENDAS DE L A C A SA D EM AM AKA V O TK O S POEMAS [NCDITOS

LEYENDAS DE LA CASA DE MARIAKA Y OTROS POEMAS INÉDITOS A U TO R « Luis de Lezam ay Urquijo (1826-1899). PRÓ LO G O Y CO M ENTAwos a T o s T E X T O S « Juanjo Hidalgo PRIMERA EDICIÓN « Junío 2003 / 60 págs. / 2 € ~ ~

Son nueve poemas breves, más el épico dedicado al Fuerte Mariaka y otros dos relatos en los que el protagonista es Fabián de Mariaka, perso­ najes de leyenda adscritos a la casa-torre del mismo nombre.

JOSÉ PAULO ULIBARRI (OKONDO, 1755 - ABANDO, 1847) EUSKAL HIZTECIA - DICCIONARIO VASCO

JOSE PAULO UUBARRI

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A U T O R « Patxi Calé PRIMERA EDICIÓN « Diciembre 2003 / 144 págs. / 3 €

Con esta obra se pretende acercar al investigador y al público en general una parte de la obra de Ulibarri, aquel euskaltzale nacido en el Okondo del siglo XVtIL El trabajo de Patxi Calé ha consistido en transcribir y pre­ sentar de manera ordenada el pequeño diccionario recogido en la obra epistolar de Ulibarri, el Cutunliburua, acercándonos un total de 3274 palabras en un euskara del s. X I X , procedentes de sus lecturas y conver­ saciones, lo que supone un testimonio lexicográfico nada desdeñable.

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