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Número 86 - Año 29
- Agosto 2019
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Enero — Abril 2019
Ser Compañeros de Jesús...
... Por la Acción de «la» Espíritu
Mayo — Agosto 2019
La Palabra es: Camino, Verdad y Vida
Número actual
Septiembre — Diciembre 2019
El Arte y los Ejercios Espirituales
Este número de la revista tiene un contenido muy significativo para este momento en el que iniciamos un nuevo año litúrgico cargado de facetas, muchas de ellas sombrías y complejas pero otras llenas de confianza y esperanza.
La exhortación de San Pablo: «Dense cuenta del momento que viven», (Rom. 13, 11-14) al comenzar el nuevo adviento, es de gran actualidad. La vida y la realidad que tenemos necesitan y buscan ser iluminadas por la Palabra y la presencia humana del Señor Jesús.
Ciertamente necesitamos hacer una relectura cristiana de los acontecimientos que nos acompañan. ¿Qué nos puede decir la Palabra de Dios a quienes deseamos ser conscientes del momento que vivimos? ¿Cuál puede ser la esperanza dentro de un horizonte sombrío?
El tiempo de adviento nos regala a través de la Palabra, una notable catequesis para asimilar en todas sus fases la interpretación del Evangelio, poder profundizar en la fe y con ello, seguir adelante con renovada energía y esperanza.
«Yo soy el camino. Y ¿a dónde nos lleva el camino? A la verdad y la vida (…) Permaneciendo junto al Padre se descubre la verdad y la vida; al vestirse de carne, la Palabra se hace camino. Levántate, el mismo camino viene hacia ti y te despierta del sueño en que estabas dormido, si es que en verdad te despierta; levántate, pues, y anda». (San Agustín, Tratado Ev. San Juan 34). La verdad y la vida nos pone en camino hacia nosotros mismos, hacia los otros y hacia el Padre.
El P. Luis Raúl Cruz, S.J. nos ofrece unas orientaciones para la reflexión y la interiorización del Adviento que Dios quiere, en orden a celebrar la vida de Dios que se hace historia con nosotros, un Dios cercano, humano, que permanece en nuestros deseos de poder conocerlo más para amarlo más y seguirlo mejor. ¿Cómo hacerlo?
Necesitamos orar, orar con las Escrituras para seguir asimilando el itinerario de la gracia en nuestras vidas. Estas páginas invitan a detenernos en la Lectio Divina y los modos de orar, verdaderas joyas de la espiritualidad ignaciana, una espiritualidad que es profundamente evangélica y nos pone a caminar con el Peregrino, Ignacio de Loyola. Un camino que se va conociendo experimentándose y que es difícil definir sin haberlo andado personalmente pero sabiendo que el único camino verdadero e irremplazable es el mismo Señor Jesucristo.
Finalmente, y para dar estímulo a la oración, les ofrecemos una selección de oraciones del muy conocido P. Pedro Arrupe, S.J., en el espíritu de la reciente apertura de la causa de beatificación.
Luis Raúl Cruz, S.J.*
El tiempo de Adviento, tiempo de preparación para celebrar la Vida de Dios que hace historia con nosotros, a través del Verbo que sale del silencio. Lo que sigue a continuación, son ideas puestas por escrito, de pronto para repetir lo que es sabido de múltiples maneras –disculpen por ello– por ser el primer beneficiado al realizar este escrito, porque al menos aclaro cosas y de pronto no tanto para quienes toman entre sus manos estas simples notas.
La intención es aportar una ayuda breve para este tiempo de reflexión e interiorización. Que el sentir y gustar, con un corazón, inteligencia y voluntad dispuesta, nos prepare a la navidad… porque es época de Vida Buena, por eso creo que las primeras páginas de reflexión (¿sobrantes?) Son de cosas sabidas y repetitivas –disculpas por ello–
La moda –informática, de vestuario, ideas del momento…–, maneja los hilos de las tendencias por la cuales se mueve el mundo de hoy, en la que todo está al alcance de la mano, auspiciado por la aparente seguridad de tener todo bajo control, porque hace creer que todo se sabe, se conoce de antemano el resultado, se logra la respuesta de la programación y en el ajuste al libreto se consigue la respuesta en la mecanización o instrumentalización de la vida. La consecuencia ha sido la pérdida paulatina de la iniciativa o de la creatividad, bajo la apariencia de ficción en la autonomía, pues la originalidad está en la apariencia, una sutil uniformidad de ideas, un aparente sentido de vida, la «sensibilidad» insatisfecha, con la ilusoria diferencia sin resistencia alguna de estar en la onda del momento, que acalla el grito del vacío cada vez más creciente.
La identidad del ser humano no está en la idolatría de ideas, lugares, modas, personas, sino en ir al interior. Ser yo mismo, no comienza en sí mismo, es decir, viene de fuera para vivir dentro, que le permite no quemarse en la zarza ardiente, creyendo que puede servirse de ella entrando allí con los pies descalzos2, porque Dios no es una invención humana, sino el totalmente Otro, que se ha dado a conocer (hemos visto su gloria)3 y se ha revelado como aquel que está más allá de nuestras representaciones. No en vano se dice que la suprema manifestación de la gloria esta sobre una cruz4. Dios no encaja en previsiones o representaciones espontáneas que de Él hacemos. Él aparece más allá de nuestros deseos, no es moda del momento, sino presencia continua con alternativas siempre nuevas por la cercanía a la humanidad; sin que muchas veces se caiga en la cuenta de ello5 .
Dios está cerca de nosotros, no se agota en su entrega, siempre conserva su enigma y discreción, y ahora, cuando vuelve a la pasarela de la Iglesia la moda del Adviento, con sus aires de vida y esperanza, en la repetición de la buena noticia de Dios en medio de nosotros,
1 San Ignacio De Antioquía.
* Miembro del Equipo CIRE.
2 Cfr. Ex 3, 3-5.
3 Jn 1, 14.
4 Cfr. Jn 17, 24.
5 Cfr. Gn 28, 16.
la pregunta por nuestra identidad humana y la confrontación en nuestra propia vida con el llamado y presencia de Jesús para que seamos hijos de Dios y hermanos suyos es más fuerte. No es por moda que se acerca la Navidad, sino porque volvemos a sentir a Dios cercano en el silencio elocuente de su presencia que anima y le da sentido a nuestra historia y vida.
Sea una oportunidad gratuita para que le asumamos y tomemos en serio, hasta ser carne y corazón con él. La mirada a los Evangelios se convierte en melodía para escuchar las palabras de Jesús en las que habla del reino, el cual es presentado con imágenes y ejemplos de la vida agrícola, poco comunes hoy, que no conmueven; suenan carentes de sentido y realidad, con impresión de poca seriedad. La sorpresa de Dios está en los ejemplos simples con los cuales insinúa su realidad grandiosa y siempre nueva. La costumbre de lo extraordinario, mirado como algo espectacular, genera ovación y causa admiración, fácil de asumir por el asombro y perplejidad que produce. En cambio, Dios en lo común y corriente, en lo evidente le gusta sugerir y revelar sus secretos.
Llega Adviento, tiempo de espera. Dios que se acerca, Dios que ya llega. Esperanza del pueblo, don y tarea.
Dios no es espectáculo, él acontece en lo simple, en lo que no da brillo. Al hablar de su reino y su presencia utiliza imágenes sencillas que insinúan el desarrollo del cambio por medio de la fuerza y vigor de la transformación que habita dentro. Es una labor de artesano que con paciencia –como todo en la vida– descubre los caminos secretos, sugerentes y creativos de realización6
Lo cotidiano, común y diario es el espacio y el tiempo en el cual se percibe la presencia de un Dios, oculto ciertamente, pero vivo y activo, por ser una sorpresa y un amor cercano en las realidades habituales, como cuando se organiza un trasteo, en el cual se sacan cosas nuevas y viejas7.
La Palabra de Dios se ha hecho un hombre, Jesús de Nazaret, y gracias a él, las realidades del mundo hablan de la llegada de Dios: Dios se ofrece en lo cotidiano, no se impone, se presenta como un amante tímido, discreto que necesita acogida para hacerse realidad, aunque para Dios no hay nada imposible8. La fuerza de Dios corre por los ríos del amor y crece en los manantiales de la fe, que alienta y fortalece los caminos de la esperanza de todos.
El problema no es hacer intervenir a Dios, sino cuánto estamos dispuestos a abrirnos a su acción. Dios tiene necesidad de personas para encontrar y ayudar a los desfavorecidos, y hacerlo abiertamente. Sigue la falta de hombres y mujeres de buena voluntad que le acojan en el centro de su vida. No nos falta Dios, somos nosotros los que le faltamos a Él. En su Hijo y en el Espíritu nos lo ha
6 Cfr. Mt 13, 31-33.
7 Ibíd., 13, 52.
8 Lc 1, 37.
dado todo: se nos ha dado a Sí mismo9. Cuestión nuestra es acogerle, confiar en él y abrir nuestras manos a los hermanos que pasan necesidad, primer paso del mandamiento del amor10.
Empezando otra vez el mismo camino, por el recorrido que traza el Adviento, podría decirse que El Verbo sale del silencio, para colocar al alcance de todos, la tienda del encuentro11. Dios, en cercanía divina, en la humildad de su presencia y cercanía con la humanidad. Sea una oportunidad de buscar el camino y de apertura al encuentro, porque Dios se asoma en fragilidad y manifiesta su presencia con nosotros, de tal manera que, podamos sentir que somos espacio y especie en cambio y crecimiento en la vida (conversión); así mismo cobrando ánimo para el camino12 de la vida en común y social.
Una invitación ha llegado hasta la puerta… ahí comienza el camino del testigo, porque si libremente la asume, la contrapartida es el compromiso, o si es rechazada la respuesta por la negatividad es de la misma manera. Dios reclama definición con respecto a él, por ello no se puede ser mediocre, ni tibio, sino definido13. Los cristianos, en un mundo plural como el actual, han de definir y proponer lo que es el cristianismo, así mismo, marcar las diferencias. El cristiano no puede silenciarse y pasar tranquilo en medio de la sociedad. Adviento es un ejercicio propicio para transformar la realidad; percibir en el silencio y la contemplación lo que pasa en el mundo, en las comunidades y familias, así como en cada uno de nosotros para pasar a la acción.
El seguidor de Jesús, sabe que corre el riesgo del testimonio y la profecía, con todas sus consecuencias, para no terminar asimilado por un sistema que tolera todo para engullir fácil a todos; por el contrario, si acepta la fe en diversas condiciones de pluralidad (ideológica, cultural, religiosa…) no se pueden callar las convicciones, hay que hablar de lo que alimenta la esperanza, lo que da sentido y expresar con gestos, palabras y acciones la fe. Así mismo, mantener el continuo aprendizaje de ser distintos por el marcaje de las diferencias pronunciadas sin ofensa, con respeto, cercanía y sencillez.
El Silencio del Verbo se volvió Palabra. El Verbo sale de su silencio y mantiene su camino en medio de la humanidad, es presencia activa, llamada cautivadora, invitación sugerente, sin imponerse, pero sin esconderse en la realidad… floreciendo en la marginalidad y asumiendo la historia para transformarla desde dentro… es Dios-con-nosotros, junto a nosotros presenta su carta de credencial en medio de la humanidad, siendo uno de tantos, pero no uno como tantos, porque es el liberador del pecado14 .
Este camino de preparación para la celebración del Verbo hecho Carne en medio del río de la historia humana, nos reta como cristianos a sentir el llamado a la conversión y al crecimiento en nuestra manera de vivir, para ser testigos que manifiestan en su cotidianidad la fe como experiencia de entrega, donación, contemplación y gratuidad.
9 Cfr. Gál 4, 4-7.
10 Cfr. 1 Jn 4, 20-21.
11 Cfr. Jn 1, 14; Is 54, 2.
12 Cfr. 1 Rey 19, 7.
13 Cfr. Ap 3, 15-16.
14 Cfr. Fil 2, 5-11.
La Iglesia divide el año en tiempos litúrgicos15, y a lo largo del mismo, presenta la ruta de la Vida Verdadera como un peregrinar (ir de camino) continuo para seguirle a Él (el mismo ayer, hoy y siempre)16. Quiénes son sus seguidores son a su vez testigos, que comunican lo que han visto, oído y lo entregan con alegría17. Las diversas expresiones de la liturgia remiten al misterio e invitan a fortalecer, celebrar y vivir la fe.
La Iglesia, en su manera de proceder, mantiene vigente el recuerdo (pasar por el corazón) continuo de la realidad de la fe, expresada en su oración, la vida sacramental, la práctica del servicio de misericordia, así como en la cotidianidad de la celebración de la vida en la Eucaristía. Ella hace evidente (realidad por descubrir) en la liturgia la fuente y el culmen de toda la vida cristiana.
Hacer camino: Adviento
La vida divina –que no podemos ni concebir ni nombrar sin que nos abrume la impotencia de todo pensamiento y de toda palabra– se basta a sí misma18
En el horizonte nuevamente el camino se aproxima, se vislumbran las luces de un nuevo comienzo, se acerca los deseos profundos de nacer de nuevo… en este tiempo que la iglesia llama «adviento».
Adviento es la llegada de una presencia comenzada, porque no caben los miedos, ni los chantajes de la vida asegurada, así que lo único seguro en este tiempo es el éxodo, la aventura de estar en la senda de la presencia de vida, porque es un empujón en humanización y como lo expresan los profetas y los poetas invitan a hacer camino al andar.
Esperamos a un Dios con rostro; con un rostro humano que es verdaderamente de Dios. Es el misterio esencial del cristianismo, el misterio de la Encarnación. No somos náufragos a la deriva con esperanzas inciertas de salvación.
El Adviento no es, pues, un paso del tiempo para preparar la Navidad. Celebramos a la vez la última Venida del Señor que dará todo su sentido y plenitud a nuestra historia; pero también celebramos al Señor que viene cada día a nosotros con una presencia muy real,
15 Se pueden distinguir por los nombres y los colores, que puede sugerir la dimensión festiva de la vida cristiana, que tiene sus particularidades y acentos propios y que se ha de tener siempre presente, así como la apertura para avanzar en el camino. Tiempo litúrgicoColorTestigos
ADVIENTO NAVIDAD
CUARESMA
PASCUA
ORDINARIO Morado Blanco Morado Blanco Verde de Esperanza de Amor de Crecimiento de Vida de Buena Noticia
Falta un color, ¡el rojo! Que presenta al testigo por excelencia cuando se celebra su entrega total en su muerte, así mismo en la fiesta del Espíritu Santo y cada vez que se recuerda un mártir de la Iglesia.
16 Heb 13, 8.
17 Cfr. 1 Jn 1, 1-4.
18 Maurice Zundel, El Evangelio Interior, Santander, España 2002, 34.
que despierta en nosotros el deseo de conocerlo internamente para que le amemos y le sirvamos en la cotidianidad de la vida a través de la vida en común que compartimos en compañía de los demás.
Acoger al príncipe de la vida y de la paz implica estar con los ojos abiertos y el corazón dispuesto para acercarnos a Dios. El viene, viene siempre y su presencia aquí y ahora nos invita a estar en cercanía con nuestros hermanos y hermanas víctimas de atropellos e injusticias, así como del mundo del consumo, para que con sumo cuidado acompañemos en la búsquedas de alternativas a quienes en medio del diario vivir la confianza se afianza en aquello que expresa en el canto liberador de María «Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Ayudó al pueblo de Israel, su siervo, y no se olvidó de tratarlo con misericordia»19
La vida es lo que importa en medio del desierto que suele quedar luego de la sobreexplotación de los recursos materiales, humanos. En medio del desierto existe espacio para la vida y allí en la inmensidad brota de lo desconocido y aparentemente sin vida el retoño de vida que renueva el mundo.
Un mundo que cree que los altos rendimientos de los medios de capital, la ostentación de poder y fuerza, el poder persuasivo de las armas y el discurso agresivo son los mecanismos para establecer la justicia y defender la vida, está dando señales de un camino diferente a la apuesta de Dios. El camino divino, tiene una lógica que es el de la debilidad y la ternura, del acostumbramiento a la humanidad, se hace presente en la marginalidad, la pobreza, la necesidad y desde la cercanía a las situaciones de fragilidad y pequeñez, acompañar a todos.
El adviento que Dios quiere no es sólo un tiempo sin más, es una actitud profunda de lucha, esfuerzo, entrega. No es tiempo cronológico, de eficacia y de intercambio sino tiempo «kayrótico»20 que supera los límites del calendario al abrir espacio y generar caminos de humanidad en el aparente sin sentido que nos envuelve, simplemente porque Dios está de nuestra parte.
El adviento auténtico –«en espíritu y verdad»– cultiva y desarrolla la esperanza, enciende todas las lámparas de la espera, abre todos los oídos de la escucha, dispone cuidadosamente el interior del ser humano para la acogida. Tiempo de esperanza, decimos, pero esperanza significa muchas cosas. Decir esperanza es decir deseo, confianza, paciencia, vigilancia, compromiso, valentía, alegría,
19 Lc 1, 51-54.
20 Existen dos maneras de describir el tiempo: Cronos que tiene que ver con medida y que podríamos decir es el tiempo de calendario o de reloj y el otro que es Kairos que significa tiempo de salvación y de más uso en la experiencia cristiana.
humildad, paz… todo aquello que es bueno y nos es dado esperar… cual fruto silencioso y dádiva del Espíritu, de todo aquello que tanto añora, necesita y desea el ser humano21
El adviento que Dios quiere, espera como respuesta el desplegar bien las velas de tu nave o que ensanche el espacio de tu tienda, para vivir el encuentro22 y que pongas el motor en marcha; que salgas una vez más del puerto de ti mismo y que te arriesgues en busca de la tierra prometida23; que venzas tus apegos y comodidades, que te impiden crecer; que superes tus miedos, que te paralizan; que sacudas tus rutinas, pura mediocridad; que confíes más.
Y una vez que te hayas revestido con los trajes de la esperanza, predícala, siémbrala, sé su testigo. Da la mano al que te pide, levanta al que está caído, fortalece las rodillas vacilantes, di palabras de consuelo a los corazones tristes, ofrece razones para luchar a los que están desencantados, pinta de color toda la vida. Son muy necesarios los profetas de la esperanza que ayudan a mirar más allá y a explorar en profundidad la realidad que nos envuelve, para descubrir las señales de Dios, que se hace presente en lo creado con su acción incesante y su creatividad sin fin24
2. ¿Ser espectador o estar a la espera?
La presencia de Dios en la historia es una insinuación silenciosa y efectiva, que se hace perceptible por las obras de la creación y el poder transformador de seres humanos.
La actitud de quien desea vivir en movimiento esta época espiritual, pasa a través de una identificación mayor con quien es presencia comenzada. Dios nos visita y queremos salir a su encuentro. Es un camino dinámico hacia una promesa que ya se posee en primicia, porque Dios se expuso para hacernos testigos de su vida, ser presencia que irradia luz, fermento del sabor del evangelio. La comunicación, de dar y recibir, por medio de una entrega activa, para hacernos tienda para que habite el Mesías.
21 Cfr. Gál 5, 22ss.
22 Cfr. Is 54, 2.
23 Cfr. Gn 12, 1-4.
La preparación propia de este tiempo no está en las expectativas de éxito, consumo de cosas, gastos para presumir, regalos para impresionar… sino en la disposición interior de preparar el corazón, de mirar el horizonte y el atrevimiento de caminar de cerca con Dios; El que ha venido a visitar a su pueblo y que renueva la faz de
24 Cfr. BenjaMín GonZáleZ Buelta, «Ver o perecer» Mística de ojos abiertos (El Pozo de Siquem 195), Santander 2006, 61-78.
la tierra. Este encuentro nos permita adquirir sus sentimientos y deseos para querer hacer las cosas bien y de nuevo… es decir, no se puede tener la sensibilidad de televisor que se conmueve ante lo que ve ante sus ojos, pero es una mirada anestesiada, que no compromete la vida del todo, al no existir implicaciones de fondo.
Este tiempo de espera activa, consiste en aceptar la propuesta de despertar, de atrevernos a ser distintos porque está en juego la bondad de Dios que ha aparecido entre nosotros25. Él cuenta con nosotros, que en muchas ocasiones no esperamos que llegue nada nuevo, quiere hacernos sentir la plenitud de la vida, la totalidad del amor, la inmensidad de la ternura, presente en el contraste de la fragilidad, la pobreza e indefensión de un niño.
Una espera comprometida implica sensibilidad mayor, solidaridad y cercanía con tantos hombres y mujeres de diversas edades, pueblos, tradiciones y ambientes sociales que viven situaciones de sufrimiento, pobreza, soledad, enfermedad, injusticia, violencia…
El camino que propone el adviento no se transita en soledad, sino en compañía de otros. Hay que aportar nuestro grano de arena, contribución para un mundo distinto… unimos nuestras manos y arrimamos nuestros hombros para que el Reinado de Dios siga presente.
Aprovechar el tiempo de Adviento, para sensibilizar la conciencia, tanto en la vida personal, eclesial y social; así como, en la realidad concreta que nos arropa. Pero ¿Cuál es mi (nuestra) realidad? Una vez, estamos frente a nosotros mismos, nos descubramos con la necesidad, importancia y vida de oración. Que la espera sea activa, porque la oración hace necesario el silencio interior, así como la apertura a sentir y gustar la presencia divina. Se darán muchos signos en nosotros. Tendremos la tentación, tal vez, de dejar las cosas como están, pero la fidelidad al Espíritu irá transformando y dando cambios. La espera ilusionada del encuentro con Dios, nos haga vivir en fidelidad con el misterio de la vida, nos lance a ser testigos del servicio y defensa de la vida y la justicia.
«Esperar» es situarnos en estado de receptividad. «Esperar con esperanza» es estar convencidos de que nos va a llegar algo que supera nuestras fuerzas y que debe venir: el reinado de Dios en su plenitud. Esto supone dos exigencias espirituales: la alegría respecto de lo que esperamos y la vigilancia respecto de nosotros mismos.
En esta espera, hay que contar que se da una espera pasiva de los no comprometidos, o de quienes desean que todo siga a su favor; pero existe la espera creadora y desafiante de quienes no contentos con lo que pasa, arde en sus corazones sueños de futuro y semillas de transformación a favor del pueblo.
Esta espera de vigilancia y expectativa, equivale a estar pendientes de manera atenta y eficaz sobre algo o sobre alguien durante un tiempo, hasta alcanzar el fin deseado. El requisito de tener los ojos abiertos y cuidar con responsabilidad, se hace más que necesario y evidente. La vigilia nació como tiempo de vela que precede a una fiesta y a su vez, sirve de preparación; tiene siempre un sentido escatológico de esperanza… ahí está la espera activa que vivimos en Adviento26 .
25 Cfr. Tit 3, 4.
26 Cfr. casiano Floristán, «El evangelio en los tres ciclos litúrgicos», Santander 1993, 35-39.
…Las brisas de Dios soplan por doquier sus continuas insinuaciones hacen presencia. Mi espíritu y mi corazón están alerta como los ojos del centinela. Estoy esperando. Te busco, Señor. Estoy en vela. ¡Es adviento!
Palabra que nos visita Palabra que es de nuestra misma esencia.
Te busco en la oración y Tú me abres, Señor, como un amigo siempre presente, cuando se llama a la puerta.
Te busco en el Evangelio y Tú te acercas, Señor, como un amigo siempre presente, cuando se le pide luz para atravesar la noche; como un amigo siempre dispuesto a ofrecer lo mejor que tiene.
Te buscamos cada día y te vemos, Señor, donde se siembra la alegría, dónde se elimina la mentira, donde se suprime la injusticia.
Para encontrarte, Señor, ¡hay que estar en vela! Tú estás a la puerta y llamas. Llamas al espíritu y al corazón.
Aquí está el lugar donde Dios vive con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir27 .
Jesús vino en un momento y lugar concretos. En este tiempo de Adviento aparece en el centro la fe y la esperanza, puesto que, en medio de la realidad difícil, cruenta, abrumada y abatida por diversas situaciones del mal, hace presencia la liberación de Dios. Él es para los seres humanos fuente de sentido y finalidad de toda la existencia humana y de la creación.
27 Ap 21, 3-4.
Lo que estamos celebrando tiene una historia que nos ubica ante el futuro en horizonte de plenitud, porque el Señor y su Reinado vendrán con una palabra última de plenitud. Pero eso no es para otros tiempos remotos, sino que se hacen presentes de manera encarnada e histórica: Nuestro Dios y su Reinado están viniendo como salvación liberadora que se hace presente como vista para los ciegos, andar para los cojos, esperanza para los desesperados, buena noticia para los pobres28 .
Nos vinculamos a una esperanza real, pero crucificada. Creemos en un reinado de Dios de justicia, amor, paz, bondad, fuente de vida cuando es acogido, pero sabemos de igual manera que puede ser ignorado, despreciado, rechazado y por ende, muchos seres humanos serán empobrecidos, asesinados… y sin embargo, apostamos por una historia que permanece abierta y en el surco de la misma creemos que las semillas del reinado de Dios son fecundidad y fuente de vida; no nos damos por derrotados, sino sembradores en el silencio de un futuro distinto en medio de las dificultades del presente.
Es la hora de encender el corazón para que no apaguemos los sueños de alguien que quiera ir más allá, que desee arriesgar, que se atreva a salir, que se atreva a vivir el Adviento. Somos, por tanto, llevados a traspasar aquel punto a partir del cual se empieza a vivir la nueva vida en el Espíritu, que está amaneciendo. Los grandes maestros del Espíritu tipifican este salto como paso de la actividadesfuerzo-protagonismo a la pasividad-gratuidad teologal. Ese gran momento en que el protagonista único es el Señor. Momento inefable en que presentimos en nosotros aquello de «no soy yo, sino Cristo en mí»29. Suele llegar preparado por una durísima lucha interior sostenida contra el propio «yo» hasta el sí desapropiado, humilde y agradecido, que simplifica unificándonos. El camino lo marca la obediencia de la fe.
Ser testigos de la espera, se vive con agradecimiento y compromiso en medio de la realidad de hombres y mujeres que viven diversidad de situaciones; así mismo interpelados y con el deseo de estar al servicio y en defensa de los últimos. Nuestra Iglesia latinoamericana nos invita a ser discípulos y misioneros de la esperanza y, al mismo tiempo, ser testigos del testigo fiel30 en medio de la realidad diversa y sufriente de nuestros pueblos latinoamericanos, por eso:
Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25-37) recordando que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana. Damos gracias a Dios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la alegría características de nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo por las abuelas y los abuelos, las madres y los padres, los catequistas, los rezadores y tantas personas anónimas cuya caridad ha mantenido viva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades31
28 Cfr. Lc 4, 16-21.
29 Gál 2, 20.
30 Cfr. Ap 1, 5.
31 Aparecida 26.
Los creyentes, testigos de la espera por vivir en justa cercanía y presencia del «sol que nace de lo alto»32 despiertan el entusiasmo, contagio y pasión por la vida. Dios se hace hombre en Jesús de Nazaret y trae la Luz, la claridad, aunque en muchas ocasiones sea difícil vislumbrar el horizonte, vivir la fe como aventura arriesgada, de quienes se encuentran en camino hacia la Navidad.
Dios se hace hombre, pero su encarnación es difícil de apreciar porque nunca responde a las expectativas. La liturgia que prepara la Navidad ofrece una serie de herramientas –avisos o señales– útiles para cualquier cristiano que está en camino, que busca algo fundamental que ilumine su vida y no se conforme con lo que existe, ni con lo que lleva puesto. Estar en camino, de cara a la realidad, con el deseo de sembrar semillas de vida y esperanza. Dios mismo mantiene con nosotros una distancia que nos construye:
«Tú eres el Señor de la justa cercanía, del sacramento necesario sin tanto frío y noche que quede crudo nuestro barro, ni tanto sol y medio día que tu fuego nos calcine»33
En las escrituras encontramos personajes que prepararon sus vidas, colocaron su entusiasmo y vitalidad para preparar al pueblo a recibir el Mesías… siguiendo sus huellas y ejemplos, son una ayuda para aceptar y seguir las huellas de Dios-con-nosotros. En este camino los diversos testigos con su experiencia de vida, brindan luces para el peregrinar. «Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras»34
En medio del gran movimiento, la rutina y el afán que suele traer la vida, a estas alturas del año; llegó el tiempo de preparación para la navidad, llegó la hora de despertar del sueño35 y no ser extraños durmientes que calificamos como fantasías e ilusión todo aquello que nos desborda. Las voces del adviento insisten que viene Dios, quien no está cansado de nosotros.
32 Lc 1, 78.
33 BenjaMín GonZáleZ Buelta, s.j., La transparencia del Barro: salmos en el camino del pobre, Santander-España 1989, 115.
34 Benedicto XVi, homilía del 28 de Noviembre de 2009.
35 Cfr. Rom 13, 11.
La escritura acompaña y dirige este tiempo litúrgico, envía diversos mensajes, embajadores, señales e imágenes para ser conscientes de la apertura a quien se acerca. Llegó la invitación a abrir caminos a la gran noticia de la cercanía de su presencia silenciosa… Personajes como Isaías, Juan el Bautista, María muestran que la plenitud del tiempo es nuestro tiempo y Dios se acerca para «acampar entre nosotros»36
1. Isaías: El profeta de la esperanza
Este profeta nos anuncia cómo será el Mesías que vendrá. El con su palabra y su estilo de vida sacude la conciencia del pueblo para crear en él actitud de espera. Una exigencia continua en su anuncio es la pureza de corazón, es decir, un cambio profundo de actitud ante Dios y de compromiso a su llamada.
Los profetas son los centinelas de la relación entre Dios y su pueblo. Denuncian el pecado de los seres humanos y anuncian la acción salvadora de Dios. Representan siempre la esperanza e invitan a la conversión, es decir, la vuelta del hombre a Dios y al hermano. Los profetas vigilan el cumplimiento de la Alianza y denuncian las rendiciones del pueblo en el orden e idolatrías que causan daño en diversos aspectos de su vida.
Algo característico e insistente en Isaías, el acento en la renovación interior que llevará a cabo el Espíritu que da a su pueblo. El destinatario de esta transformación será el «resto» de Israel, es decir, los pobres y los humildes que ponen su total confianza en Dios. Ellos los portadores de las promesas y de quienes nace el pueblo mesiánico.
Ante un mundo en cambio y una realidad que pide respuestas es necesario discernir los signos de los tiempos. Interpelados por Dios que invita a ser su presencia en el mundo actual, estando presente en medio de la vida y la historia, los sufrimientos y tristezas, las esperanzas y proyectos. Allí ser testigos, discípulos-misioneros que contamos con la palabra de esperanza y el ejemplo de quienes en otros momentos han sido luz y guía de un pueblo que busca al Señor.
El desafío continuo de purificar intenciones, aquilatar decisiones y estar en apertura a lo que Dios quiere y desea para la humanidad son un llamado de atención a las invitaciones e insinuaciones de Dios. La historia del pueblo de Israel y la Iglesia evidencian una serie de sutilezas e infidelidades al Señor. Un peligro continuo y marcado por el formalismo religioso alimenta la falsa certeza de ser justos sin conversión, afianzado en el ser herederos de las promesas, nutrido en el cumplimiento de la ley, expresado en prácticas religiosas o ascéticas, que deja tranquilos, pero distancian de lo que Dios quiere… en lugar de ser un pueblo dispuesto y sensato que en su vida diaria vive en la luz37 .
¾ ¿Qué tan deseosos estamos de que Dios nos renueve?
¾ ¿Este tiempo de espera nos desafía a la apertura a Dios… queremos correr el riesgo de esta oferta o, por el contrario, mejor seguimos en el nido de nuestras seguridades?
36 Jn 1, 14.
37 Cfr. Is 9, 2-7.
¾ ¿Existe en nuestro horizonte la esperanza o es un simple recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue?
¾ ¿Cuál es nuestro deseo profundo de preparar el corazón para vivir el misterio del nacimiento del Señor?
preparador de un pueblo
Hombre escogido por Dios, encargado de señalar el Mesías, que ya ha venido; así mismo, con su estilo de vida es modelo de austeridad y de ardiente espera. La fuerza de su presencia y la convicción de su mensaje insisten en la necesidad de preparar los caminos del Señor. La invitación y estímulo de realizar una espera activa y eficaz del Mesías. No esperamos la llegada con los brazos cruzados. Es preciso poner en juego todos nuestros modestos recursos para preparar la venida del Señor.
La idea que para él está en la base de la preparación inmediata a la venida del Mesías y del anuncio del reino es la síntesis de todo el movimiento y de toda la predicación profética: el cambio de mentalidad, el camino en la rectitud hacia el día del Señor, la vigilancia en la espera y en la esperanza; todo esto tiene que ser al mismo tiempo la situación espiritual y la conducta del pueblo que acoge su predicación: «Preparar el camino al Señor, allanar sus senderos»38
El Bautista es signo de la intervención de Dios en su pueblo; como precursor del Mesías tiene la misión de preparar los caminos del Señor39, de anunciar a Israel el «conocimiento de la salvación»40 y, sobre todo, de señalar a Cristo ya presente, en medio de su pueblo41
La palabra, tan impetuosa, se convertirá en la proclamación de la presencia de Cristo: «En medio de ustedes hay uno que no conocen»42 . El con su estilo propio de vida, prepara a quienes buscan la luz; así mismo, no busca atraer sobre si al pueblo, sino colocarlo en la senda del Mesías. «No era él la luz, sino testigo de la luz»43. Los ojos y el corazón de muchos de sus contemporáneos se mostraron obtusa y pertinazmente insensibles y cerrados a la presencia de luz…
En las tinieblas se encendió la luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: el Señor ya llega. Preparen los caminos, porque ya se acerca. Adornar la vida con la conversión, con traje nuevo para la fiesta. Ya llega la fiesta. Juan el Bautista no es la luz, sino quien nos anuncia la luz. Ojalá tengamos la audacia de ser luz que ilumine y fuego que arde… Envueltos por la luz del Señor y encendidos en el amor.
¾ ¿Qué tan dispuestos nos encontramos a crecer en el camino de la conversión, bien sea por un giro real de cambio o porque queremos ir más adelante en el servicio del Señor?
¾ ¿Preparamos con nuestro testimonio y estilo de vida el camino para que otras personas se abran a la presencia de Dios?
38 Mc 1, 1-3.
39 Cfr. Is 40, 3.
40 Lc 1, 77-78.
41 Cfr. Jn 1, 29-34.
42 Jn 1, 26.
43 Jn 1, 8.
¾ ¿Qué dicen, sienten o piensan los otros –cristianos o no– cuando conocen nuestra manera de vivir… les parece que estimulamos a vivir de una manera esperanzada la vida… somos creíbles con nuestro testimonio?
3. María: culminación de la espera
El tiempo seguía su marcha y el pueblo de Israel esperaba su Mesías, por eso en María se da un sí definitivo y largamente esperado… Ella se convierte con su apertura y acogida en la fiel y amable servidora de la palabra hecha carne; la recibe en su seno y en su corazón, le prestó su vida y su sangre. María es Jesús comenzado. Ella hizo posible la primera navidad y es ejemplo de apertura a todas las venidas de Dios a los seres humanos.
María, Madre de Dios, totaliza la preparación espiritual de Israel, en su sí claro, sencillo y comprometido. En este sí audaz convergen todas las auténticas aspiraciones de su pueblo y el género humano se ve tocado e invitado en su experiencia. La iglesia se encuentra a sí misma en ella: «También la iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, precisamente para que por la iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles»44
María, tu nombre que repetimos muchas veces quiere expresar el todo por el todo de la humanidad que cree en Dios. Tu vida acompaña tu nombre como la espléndida pobreza, la pequeñez gloriosa, el ocultamiento que sólo Dios podía ver y ante el cual se acerca; porque tu fe es de mujer fuerte, tu feminidad es donación total al servicio de Dios y en complicidad con el Espíritu, tu silencio y carne ofrecida a la Palabra.
«Cuando venga mi Hijo, me callaré.
Si él es la Palabra yo ¿qué?...
Belén está ya cerca, casi se ve.
Se acaba la tarea que comencé.
44
Porque cuando en mis brazos nacido esté, el «hágase» que dije repetiré.
Y ya no diré nada. Ya ¿para qué?
Si él es la Palabra me callaré» José Luis Martín Descalzo
¾ ¿Estamos en apertura para aceptar la encarnación de Dios y ser testigos suyos?
¾ ¿Cuál sería nuestra mejor preparación para seguir adelante con un adviento plenificante de vida y esperanza?
¾ María recibió y dejó crecer la semilla fecunda de la vida en el curso de su rutina cotidiana ¿nos atrevemos a vivir como Dios quiere la vida que tenemos?
Nuestra Señora del sonoro sí
Si confiamos en la palabra de Dios la salvación es un hecho, el único requisito imprescindible es la respuesta a esa fidelidad de Dios con un SÍ, como María. Dios pide disponibilidad, apertura, docilidad de la creatura a Él, para llevar a cabo su plan de salvación para la humanidad entera.
¡María mujer creyente!, Acepta su pequeñez y vacío, porque descubre que la raíz de su existencia está en Dios, no por ideas, sino por la esperanza de que Dios salvará a su pueblo, por eso firma ¡un cheque en blanco con su sí!, Para dejarse conducir por Dios, sin saber hasta dónde llegaría.
Un sí permanente, gozoso, humilde contrario a la falta de compromiso, interés y suficiencia que campea en muchos campos de la vida actual. Un sí libre, responsable, consciente, fruto de la lucidez, por la capacidad de riesgo y coraje, pues nada es seguro.
Un sí enamorado, que al amado nada le puede negar… Dios regala su intimidad profunda, da a conocer su rostro y misericordia entrañable y teje la historia con hilos de gracia y libertad. Él se hizo carne, niño, pobre, camino para estar en el corazón de la humanidad.
María viste de carne a Dios, haciendo posible con su sí la presencia de Jesús en la humanidad, una decisión que cambió la suerte del mundo porque en el Hijo Dios arriesgó todo, se ha entregado todo.
María no es una diosa, por mucho que la idealicemos; no es una diosa, pero está endiosada; es una nada, pero amada de Dios, es un vacío, pero llena de Dios, es una esclava, pero dio su carne a Dios… es una mujer que levanta la esperanza de la humanidad… porque está en «estado», señal de vida y victoria.
María colócanos junto a tu hijo para que más le amemos y le sigamos… y siguiendo su palabra seamos testigos vivos del evangelio.
¾ ¿Estamos disponibles para hacer presente a Dios, para hacer carne y vida el Evangelio?
¾ ¿Trabajamos para construir el Reino de Dios, un mundo donde habite la justicia y la Paz?
¾ ¿De qué tenemos miedo? ¿De decir que SÍ?
Todo lo que uno ama es hermoso, porque el amor es una sobredosis de luz, que hace bellas todas las cosas… siembra de inocencia y esperanza, niñez y sueños, creatividad y juego… todos juntos en este tiempo del Adviento.
Si levantas la mirada al horizonte y ves nubarrones, no pondrás quejas por el cambio en el tiempo, sino que se llenará de alegría, como el campo que espera la lluvia que empapará la tierra y hará germinar semillas, reverdecer las hojas y florecer de vida… agradecerá la artesanía que crea el agua que transforma la tierra.
Si en otra ocasión, vuelves los ojos al horizonte y percibes otro atardecer en una bella puesta de sol, vislumbras los cambios cromáticos de luz y color en el firmamento; contemplas los cambios, tanto en las sinuosidades de las montañas, así como en las siluetas juguetonas de las nubes que danzan al ritmo del color y de los destellos de luz.
De estas y otras muchas maneras expresivas podemos ver el tiempo del Adviento. Cual niño que empieza a descubrir el mundo, lanza la pregunta siempre abierta y cuya respuesta no es fácil en un continuo ¿por qué…? Adviento invita a la apertura en la cercanía divina que tiene cara de niño… sugerencia ratificada en que para llegar al reino hay que tener dicha carta de presentación…. Adviento es posibilidad, descubrimiento, acercamiento, abajamiento, conversión, discernimiento, contemplación, asombro, espera, profecía, alegría, esperanza, confianza, camino, fiesta... Adviento es Jesús de Nazaret.
Los padres ven en los ojos de su hijo pequeño la esperanza de sueños por alcanzar, vuelcan en el su amor, ternura, y todas sus fatigas y luchas de cada día reciben de pago la sonrisa que borra todo afán, el abrazo que mitiga todo cansancio, el beso que cura los dolores, la mirada que enloquece…
Me imagino a Abraham contando estrellas, creando figuras en el firmamento y jugando desde ya con la promesa ante la presencia de un hijo en su niñez anciana o la niña Sara, a pesar de las risas o precisamente, por ellas recibirá la alegría de dar a luz un niño… Desde el Adviento miramos la Navidad, vemos a Dios hecho niño… por eso es bueno volver a recordar el consejo “hacerse como niños” caminando al encuentro de Emmanuel…
Emmanuel,
Dios en nosotros: la soledad vencida, plenitud de gozo.
Emmanuel,
Dios para nosotros: nos entrega su vida, nos lo entrega todo.
que estremece el cosmos. EUCARISTÍA 1989, 60
Emmanuel, Dios con nosotros: la salvación nos llega nos sonríe a todos.
Emmanuel, Dios por nosotros: se acabaron los miedos, y los estorbos.
Emmanuel, Dios con, en, por, para nosotros: es la buena noticia
Una mirada interior
Con Jesús niño-Dios, abrigamos la esperanza que nace en cada Adviento, para escuchar los clamores de tu pueblo, y animar en nuestras vidas la semilla de tu Reino, para ser Mensajeros de tu Amor, testigos de vida aquí en este tu suelo. Navidad, fiesta del hombre, fiesta de Dios. Queremos ser tus Testigos, danos la fuerza Señor.
Mucha gente se queja de los demás porque son intensos, es decir agotan y molestan con sus impertinencias, exigencias, propuestas y maneras de actuar. Creo yo que hay que vivir intensamente el Adviento y la vida, para crecer en el amor hacia los demás y que la vida se parezca más a la de Jesús, de manera que cuando regrese pueda decir: «Siervo bueno, pasa a tomar parte del banquete de tu Señor»45 .
45 Mt 25, 21.
Tomemos como ejemplo a María. En ella aparece el modelo de los que piensan primero en los demás, de los que han puesto al centro de la vida a Dios, de los que no se dejan convencer por las voces del mundo, sino que permanecen fieles al compromiso hecho con El Dios que salva. Prepararnos como ella, por medio de la oración y sobre todo deseando que el Reino sea una realidad en la vida, en la familia, en la sociedad y en todo el mundo.
Vivir un Adviento diferente que prepare para el encuentro con Jesús, al cual descubrimos en el prójimo o si yo me acerco a la gente, en los sacramentos, en la oración y finalmente en él mismo cuando seamos llamados a su presencia… Como los magos, postrarnos a los pies del niño Jesús, y ofrecer la vida. ¡Divina Sapiencia suma, que a tanto olvido se atreve!46.
Este tiempo de preparación… sea ocasión propicia de disponer el corazón para recuperar la sensibilidad atrofiada, la creatividad arrinconada por tanto afán; de tal manera que con confianza, frescura, optimismo y entusiasmo preparemos el pesebre del corazón para el recién nacido… La preparación requiere darle vuelta al corazón para mirar con esperanza los cambios que hay que darle a la vida; y ser cada vez más imagen y semejanza de Dios.
No bastan buenas intenciones, sino decisiones sencillas, frescas, sugerentes que alimenten un futuro nuevo. Queremos celebrar la vida de Dios que está con nosotros y jamás abandona a su pueblo.
Ahora se acerca el tiempo de compartir la alegría de vivir, la fortaleza de esperar, la confianza de luchar. En medio de la noche la luz con su derroche, despejó el horizonte de la densa niebla que aniquila sueños y mete miedo… pero no pudo derrotar el futuro de un mundo nuevo
El tiempo y el espacio permiten hacer memoria en el corazón de la palabra fecunda del Señor. Adviento es un llamado que responder a todo lo que dentro de nuestro ser clama plenitud y vida; se sugieren textos bíblicos que iluminen el encuentro con el Señor.
¾ Es un tiempo de BÚSQUEDA y de DESEO de una vida que no tengo y que no alcanzo (Cfr. Jn 3).
Ven, Señor, visítanos con tu paz, y nos alegraremos en tu presencia de todo corazón; guíanos por tus sendas y caminemos guiados por tu luz (Is 2, 1-5; Mt 8 ,8)
Que la presencia de tu Hijo, ya cercana, nos renueve, para que florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Ven, Señor, visítanos con tu paz (Is 11, 1-10)
¾ Es un tiempo de ENCUENTRO, de AMOR, de deseo de RELACIÓN ENAMORADA, de comunión integral (Cfr. Hch 2, 42-47).
Viene nuestro Salvador, no hay nada que temer, hay que ser fuertes. Nuestro Dios, viene en persona. Nuestro Dios viene y nos salvará. Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos (Is 35, 1-10; Sal 85, 9-14; 25, 4-11)
¾ Es un tiempo de DESPERTAR, de admitir la ALEGRÍA SILENCIOSA de Dios que se hace vecino nuestro. (Cfr. Mt 25, 1-13)
46 josé luis Blanco VeGa, ...Y tengo amor a lo visible, Santander-España 1997, 62.
Peregrin
Despierta, Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo, tu siempre a visitar al pueblo, porque eres nuestra luz y salvación (Sal 27). Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos. Concédenos la libertad verdadera porque esperamos ti, que sana los corazones destrozados, venda las heridas (Sal 146, 1-7)
¾ Es un tiempo de GRATUIDAD, de reconocer la GRACIA de Dios. Alguien nos ha regalado muchísimo. (Cfr. Ef 2, 4-10). Anima, Señor, nuestros corazones. Tu Señor, nos tomas de la mano, porque eres nuestro auxilio (Is 41, 13-20). El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida. Ven, Señor, visítanos con tu amor, paz y alegría, porque estamos desvalidos y sin méritos propios, acude, compasivo, en nuestra ayuda (Sal 1).
¾ Es un tiempo de SILENCIO no externo o estructural sino interior (Cfr. 1 Re 19, 9-13): ¿Qué haces aquí? –Nos dirá el Señor. Señor, ilumina las tinieblas de nuestro espíritu con la gracia de la venida de tu Hijo. Señor, enséñame tus caminos (Sab 18, 14-15; Tit 3, 4-5;)
¾ Es un tiempo de ESPERANZA para dar esperanza (Cfr. 1 Rom 5, 1-5)
Tú, Señor, estás cerca. Escúchanos, Señor, socórrenos. Preparemos el camino del Señor, allanemos senderos, porque siempre con gran cariño nos reúne (Is 54, 1-10).
¾ Es un tiempo de GESTACIÓN en lo oculto y en lo secreto (Cfr. Mt 6, 4.6.18): ¿Por qué en lo secreto? En lo secreto está la verdad. (Is 43, 16-21)
Alégrate María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
¾ Es un tiempo de SORPRESA (cfr. Lc 1, 26-38): ¿Por qué a mí? ¿Cómo es posible?
La alegría del evangelio, sorprende siempre porque se dilata en el tiempo; se disfruta en el presente, pero sigue siendo objeto de la promesa (Mc 4, 26-29; Jn 16, 21; Mt 12, 33)
¾ Es un tiempo de PLENITUD: Se trata de buscar el Reino de Dios... Porque lo demás es perder el tiempo (Cfr. Mt 6, 25-34).
Es él quien nos envuelve en su amor, quien nos visita y nos redime, haciéndonos objeto de sus promesas y su fidelidad. Es Dios quien piensa en nosotros, y no nosotros en él. Todo lo que se nos anunciaba a lo largo del Adviento se cumple sacramentalmente en la Navidad (Lc 1, 67-79).
Vayamos caminito de Belén paso a paso en el andar; unidos como hermanos hasta la casa del Pan.
Ven, compartamos el pan y la esperanza, de quien rompe el gran silencio y se vuelve la alegría de un pueblo, en el silencio madura, se encarnó el Verbo.
Peregrinos que viajan a Belén paso a paso en el andar; con alegría en el corazón rumbo a la casa del Pan.
Ven, compartamos el pan y la esperanza, de quien rompe el gran silencio siempre es la alegría de un pueblo, rompe los esquemas, con su advenimiento.
Detén un poco tus afanes y prisa de viajero… el Dios de los cielos está dormido en un pesebre
Ven allí y confía anhelos, proyectos y sueños. Los nombres que ya has pensado, las caricias que vas guardando, las fuerzas que a veces faltan, el cansancio de algunas noches, la alegría franca compartida y recibida las dudas y miedos que acompañan, la confianza y la fe que alientan. El tibio pulso de la vida que llevas dentro, crece contigo y llena de esperanza. Compañía inseparable de tu presencia, fruto de un amor sincero acrisolado en tu voluntad fecunda, presencia del misterio divino en el encuentro profundo del amor humano.
Compañía… que da sentido a la existencia. Sorpresa… que altera el ritmo de la vida.
Proyecto… que se multiplica para adelante. Misterio… que crece y me colma día a día.
Tú conoces mi voz, mi sentir y mi silencio. Tú sabes lo que necesito sin que murmure palabra. Tú, que conoces el corazón busca en el mío y enciende la llamita de vida que alojas en mí, para que en todo pueda amar y servir.
Textos tomados de las Palabras de un profeta de nuestro tiempo, que no pudieron acallar, palabras con sabor a pueblo, con sabiduría de Evangelio… para sentir que sus palabras no han quedado en el vacío y son semilla de un mundo nuevo.
Dios viene, y sus caminos son bien cercanos a nosotros.
Dios salva en la historia.
En la vida de cada hombre, que es su propia historia, allí sale Dios al encuentro. Qué satisfacción saber que no hay que irlo a buscar al desierto, no hay que irlo a buscar a tal o cual punto del mundo.
Dios está en tu propio corazón.
10 de diciembre de 1978
Se caracteriza María y la Iglesia en América por la pobreza.
María se destaca entre los pobres que esperan de Dios la redención.
María aparece en la Biblia como la expresión de la pobreza, de la humildad de la que necesita todo de Dios.
Y cuando viene a América, su diálogo de íntimo sentido maternal hacia un hijo lo tiene con un indito, con un marginado, con un pobrecito.
Así comienza el diálogo de María en América en un gesto de pobreza, pobreza que es hambre de Dios, pobreza que es alegría de desprendimiento.
Pobreza es libertad.
Pobreza es necesitar al otro, al hermano, y apoyarse mutuamente para socorrerse mutuamente.
Esto es María y esto es la Iglesia en el continente.
Si traicionó alguna vez la Iglesia su espíritu de pobreza, no fue fiel al evangelio, que la quería destacada de los poderes de la tierra —no apoyada en el dinero que hace felices a los hombres— apoyada en el poder de Cristo, apoyada en el poder de Dios. Ésta es su grandeza.
12 de diciembre de 1977
Se quiere conservar un evangelio tan desencarnado que, por lo tanto, no se mezcla en nada con el mundo que tiene que salvar. Cristo ya está en la historia. Cristo ya está en la entraña del pueblo. Cristo ya está operando los cielos nuevos y la tierra nueva.
3 de diciembre de 1978
Benditos son los pies de los que llegan para anunciar la paz que el mundo espera, apóstoles de Dios que Cristo envía, voceros de su voz, grito del Verbo. De pie en la encrucijada del camino del hombre peregrino y de los pueblos, es el fuego de Dios el que los lleva como Cristos vivientes a su encuentro.
Como el niño
Abrid, pueblos, la puerta a su llamada, la verdad y el amor son don que llevan; no temáis, pecadores, acogedlos, el perdón y la paz serán su gesto.
Gracias, Señor, que el pan de tu palabra nos llega por tu amor, pan verdadero; gracias, Señor, que el pan de vida nueva nos llega por tu amor, partido y tierno.
Himno de la Liturgia de las horas
Como el niño que no sabe dormirse sin cogerse a la mano de su madre, así mi corazón viene a ponerse, sobre tus manos al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela su sueño de inocencia y de esperanza, así descansará mi alma segura, sabiendo que eres tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura, tú aliviarás el último cansancio, tú cuidarás los sueños de la noche, tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente la antorcha de la luz y la alegría, y por las horas que te traigo muertas tú me darás una mañana viva.
José Luis Martín Descalzo
El pueblo que fue cautivo y que tu mano libera no encuentra mayor palmera ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo para enramar tu victoria, y no te ha visto en su historia, Dios de Israel, más cercano: ni tu poder más a mano, ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor! Gritad: «¡Hosanna!», Y haceos como los niños hebreos al paso del Redentor.
¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor! Amén.
José Luis Blanco Vega Himno de la Liturgia de las Horas
¡Que te entregas!, ¡luz que te niegas!, a tu busca va el pueblo de noche: alumbra su senda.
Dios de la luz, presencia ardiente sin meridiano ni frontera: vuelves la noche mediodía, ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora, iba en la noche tu grandeza; vio el desierto, y destellaron luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto como cilicio de tinieblas; para tu pueblo amanecías bajo los techos de las tiendas.
Eres la Luz, pero en tu rayo lanzas el día o la tiniebla: ciegas los ojos del soberbio, curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste fuego a la entraña de la tierra, guarda encendida nuestra lámpara hasta la aurora de tu vuelta.
José Luis Blanco Vega (Himno de la Liturgia de las Horas)
Señora del Adviento, señora de los brazos vacíos, señora de la preñez evidente y extenuante.
Cuánto deseamos que camines con nosotros.
Cuánto necesitamos de ti, mujer del pueblo, que viajas presurosa y alegre a servir a Isabel, a pesar de tu vientre pesado y fatigoso.
Entre las dos tejerán esperanzas y sueños.
Señora del Adviento, señora de los brazos vacíos, también nosotros estamos preñados de esperanzas y sueños.
Soñamos con que el canto de las aves no vuelva a ser turbado por el ruido de las balas.
Soñamos con nuestros niños sin temores, cantando al fruto de tu vientre ya cercano.
Soñamos con los niños de Colombia durmiendo tranquilos al arrullo de un villancico.
Soñamos que nuestros viejos mueren tranquilos y en paz murmurando una oración.
Soñamos con que algún día podremos volver a tener sueños y utopías y esperanzas.
Señora del Adviento, la de los brazos vacíos, visítanos como a tu prima.
Monta tu burrito y ven presurosa. Nuestros corazones son pesebres huecos y fríos donde hace falta que nazca tu hijo.
Ven, señora, con tus gritos de parto a calentar nuestros corazones, a seguir tejiendo esperanzas con nosotros, como lo hiciste con Isabel. Solo así, en medio de la noche iluminada por tus brazos ahora llenos y por tus pechos que amamantan, podremos volver a soñar... podremos gritar ¡es navidad!.
47 https://www.ciudadredonda.org/articulo/seora-del-adviento-de-los-brazos-vacios Sept 9 de 2019.
–¿Y cómo os diría yo lo que un ángel desbarata?
Fue como tener seguras las paredes de la casa y en un vendaval sin ruido ver que el techo se levanta y entra Dios hasta la alcoba diciendo:
–Llena de gracia, no me levantes paredes ni pongas muro a tu casa, que por entrar en tu historia me salto yo las murallas.
Si Virgen, vas a ser madre, si esposa, mi enamorada, si libre, por libre quiero que digas: «He aquí la esclava».
–He aquí la esclava, dije.
Y se quedó mi palabra sencilla, sencillamente en el aire arrodillada.
María de Nazareth madre de nuestro Señor, compañera de nuestras marchas, ven a visitarnos, quédate con nosotros. Te necesitamos, madre buena, vivimos tiempos difíciles, atravesamos bajones, tenemos caídas, nos agarra la flojera, nos inmoviliza la apatía, nos da rabia la solidez de la injusticia.
48 josé luis Blanco VeGa, ...Y tengo amor a lo visible, Op. cit., 55.
49 http://www.buenasnuevas.com/espiritualidad/oraciones/oracion-31.htm Sept 9 de 2019.
María, virgen de la Esperanza. Contágianos tu fuerza, acércanos el Espíritu que llena tu vida. Ayúdanos a vivir con alegría, a pesar de las pruebas y las cruces que encontramos en el seguimiento de tu hijo. Que no nos desaliente la lentitud de los cambios, que las espinas de la vida no nos ahoguen la semilla del Evangelio. Que no perdamos la utopía, de creer que es posible otro mundo y otra sociedad. Que no bajemos los brazos en la lucha por la justicia y en la práctica de la solidaridad. Que no se enturbie nuestra mirada, al punto que no veamos la luz del Señor que nos acompaña siempre, que camina a nuestro lado, que nos sostiene en los momentos duros.
María, tu creíste y te jugaste la vida. Y no te fue fácil. También pasaste tiempos de incertidumbre, de no entender las cosas que pasaban, de sufrimiento y soledad. Y saliste adelante, con buen ánimo y entrega. Nos enseñaste con tu ejemplo que para dar vida hay que entregar la vida, todos los días, en las buenas, y en las malas, y en las más o menos. Siendo una muchacha, estando comprometida, corriste el riesgo de decir sí al plan de Dios. Confiaste en El y el sueño de Dios se hizo realidad.
Madre, en nuestros días Dios sigue soñando. Su Reino de hermanos está muy lejos de ser realidad. Y nos pide, como a ti en Nazareth, que demos lo mejor de nosotros para ayudarlo a realizar su Proyecto. María, ¡cómo cuesta decirle sí al Señor! Cómo cuesta decir sí más allá de las palabras, decir sí con los hechos, con actitudes, con gestos. Enséñanos a esperar en el Señor, a confiar en su palabra, a dejarnos guiar por su Espíritu, a llenarnos de su buen humor y alegría. Enséñanos a escuchar su voz, en la realidad de todos los días, en el sufrimiento de tantos, en las ansías de liberación y cambio, en la sed de justicia de las mayorías. Enséñanos a orar para no perder la Esperanza y para darle raíces sólidas. Enséñanos a orar para discernir donde poner los esfuerzos y descubrir nuestro lugar y misión. Enséñanos a orar para no desalentarnos en las dificultades y contratiempos.
María, camina con nosotros, acompáñanos, fortalece nuestra esperanza para que sea el motor de nuestra entrega. Anuda nuestra esperanza al proyecto del Padre. Que tengamos firmeza y hasta terquedad para seguir adelante. Que nuestros corazones se llenen de la esperanza que libera para vivir el amor solidario. Lo que se espera se consigue con esfuerzo, con trabajo y con la vida. Que seamos fuertes en la fe, comprometidos en la solidaridad y firmes, muy firmes, en la Esperanza del Reino.
Luis Raúl Cruz, S.J.*
Se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte «predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior»1
No es un método, sino un camino, una ayuda para leer, entender, gustar y sentir con frecuencia las Escrituras y conocer más a Jesucristo2, por eso, es una forma de entrar en diálogo con Dios, que habla a través de su Palabra. La Lectio Divina es para escuchar la Palabra de Dios y, que hace a la persona capaz de participar en el diálogo trinitario como hijo en el Hijo3. Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo4 y si eso sucede, las consecuencias son graves porque seremos platillos discordantes en la sinfonía de la evangelización, «predicadores vacíos de la palabra, que no la escuchan por dentro».
Para hacer la Lectio Divina no hay que buscar al azar el texto de oración, porque la Palabra de Dios no se desperdicia. Puede seguirse de acuerdo al leccionario litúrgico y acepta este texto que la Iglesia ofrece para cada día, o bien ir leyendo un libro de la Biblia desde el comienzo hasta el final.
Es un camino de ida y regreso, que va de la Escritura a la vida «El espíritu del Señor está sobre mí... porque me ha enviado... esto se cumple hoy en mi»5. Y de la vida a la Escritura; este camino es la propia vida en la que hay que prestar atención al momento en el que vivo para tratar de descubrir la huella de Dios. Si la vida se llena de la Palabra de Dios, puede verlo todo desde esa nueva perspectiva del amor, la comprensión, el perdón. Es una secuencia creciente de vida, que se nutre a sí misma en la vida de quien profundiza en la palabra de Dios, porque se juntan el cielo y la tierra en fecunda, porque la Palabra no cae en el vacío6
Dios habla a través de toda la Biblia. Cada pasaje debe leerse en el conjunto de la Biblia. No debemos aislarlos y quedarnos con fragmentos como verdades absolutas. Las diversas partes de la Escritura son como los ladrillos que forman una casa: juntos construyen el proyecto de Dios para nosotros. Las palabras de la Biblia hablan de nosotros; reflejan lo que estamos viviendo. No son sólo palabras del pasado y para el pasado, sino que ayudan a interpretar lo que hoy sucede y a entenderlo. Es como el mapa que orienta a reconocer el lugar por donde caminamos. Leemos la Biblia a partir de nuestra fe en Jesucristo, vivo en medio de nosotros. Él es la «llave» principal de la Biblia. Sin esta fe nuestros ojos estarían cerrados para comprenderla, como los del desorientado etíope7. Acercarnos a la Biblia en comunidad, teniendo muy clara la importancia que, la lectura individual debe preparar y continuar la lectura comunitaria.
* Miembro del Equipo CIRE.
1 concilio Vaticano ii, Dei Verbum, 25.
2 Cfr. Flp 3, 8.
3 Cfr. Rom 8, 29-30.
4 Cfr. concilio Vaticano ii, Dei Verbum, 25.
5 Lc 4, 18-21.
6 Cfr. Is 55, 10-11.
7 Cfr. Hch 8, 30-31.
¾ Escucha: Es necesario acercarse a la Palabra de Dios con reverencia y en actitud atenta. La Palabra de Dios es para nosotros, como la zarza, un misterio atrayente. «Moisés, no te acerques; quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es sagrado»8 .
¾ Compromiso de vida: Uno de los mayores obstáculos que dificultan y hasta hacen imposible la práctica de la Lectio Divina es la falta de coherencia entre la lectura orante de la Palabra y el tipo de vida que llevamos. Es hacer perceptible como «Cristo vive en mí»9 y no palabrería dulzarrona y aparente.
¾ Perseverancia: Progresiva adecuación a la pedagogía de Dios, acostumbrarse a Él. Somos impacientes y queremos ver resultados, Dios escribe derecho en líneas torcidas, por eso los planes de Dios siguen otros esquemas, de tal manera que el encuentro con la Palabra vaya cambiando la mentalidad utilitarista y aprenda la sabiduría escondida de la Cruz10 .
La lectura cristiana de la Biblia
No es cualquier lectura la que parece que hay que hacer, se lee con el mismo espíritu con que fue escrita, y ser fiel a la intención de sus autores, cuyo principal propósito fue confirmar y fortalecer la fe de las comunidades a las que se dirigían11. La lectura ha de ser atenta y respetuosa del Antiguo y Nuevo Testamento, con referencia a las situaciones de vida, en un ambiente comunitario de apertura al Espíritu y con la luz que trae la presencia del Resucitado.
La luz de la pascua de Jesús es la que ilumina nuestra comprensión de las Escrituras. Como sucedió con los discípulos de Emaús12 y con los apóstoles13, el Resucitado es quien sigue poniendo fuego en nuestros corazones y abriendo nuestro entendimiento para que comprendamos adecuadamente las Escrituras. Quienes han tenido la experiencia de encontrarse con él y leen las Escrituras desde esta certeza, descubre en ellas un sentido más profundo. Jesús resucitado coloca una luz nueva y más penetrante que guía en la comprensión del mensaje que encierran las Escrituras para hoy. La pedagogía del resucitado en el camino de Emaús, se convierte en la pedagogía del anuncio del Señor14 para ser discípulos misioneros que llevan la alegría del Evangelio.
En la espiritualidad ignaciana, la «Lectio Divina» es sencillamente un modo óptimo de orar con la Escritura, que presenta estrecha similitud con la contemplación indicada por Ignacio en el texto de los Ejercicios.
8 Ex 3, 1-6.
9 Gál 2, 20.
10 Cfr. 1 Cor 2, 23-24.
11 Cfr. Lc 1, 4; Jn 20, 30-31.
12 Cfr. Lc 24, 13-35.
13 Ibíd., 24, 45.
14 Cfr. Hch 8, 26-40.
La Lectio Divina tiene una serie de pasos, que hay que recorrer y vivir, son simples, pero no significan que sean superficiales, sino que lo simple es apertura a lo profundo y bello.
1. Preparación: La Palabra esperada (Statio)
Como pasa en la vida, la preparación previa a la acción es tan o más importante que la propia acción. Por lo tanto, es necesario pararse para liberar la mente y el corazón, de todo lo que distrae o molesta, para ocuparse en la «escucha» de la Palabra. El lugar al que Dios te atrae a sí para hablar a tu corazón y colmarte abundantemente, transformando los abismos angustiados de tu corazón en valles y puertas de esperanza15. Sosegar la casa, hacer silencio exterior e interior y desde nuestra necesidad, pedir luz para ver bien lo que trae la Palabra y fuerza para lanzarse a lo que vemos.
«El Maestro está ahí y te llama»16, y para oír su voz hay que silenciar otras voces, para oír la Palabra hay que bajar el tono de las palabras. Hay tiempos más apropiados que otros para el silencio: el corazón de la noche, por la mañana temprano, al atardecer... Tú verás, según tu horario de trabajo, pero permanece fiel a ese tiempo y determínalo en tu jornada de una vez por todas. No es serio acudir al Señor en la oración sólo cuando tienes un agujero en tus compromisos, como si el Señor fuera un tapagujeros. Hacer la Lectio Divina puntualmente, cada día, no dispensa de examinar la relación entre la Palabra y las palabras. Éstas, por su cantidad y su calidad, pueden sofocar la voz divina y no permitir que aquella crezca y dé en ti su fruto17 .
Para esto:
¾ Buscar el momento adecuado para la oración, como hacemos cuando hemos de llevar a cabo algo importante, o conversar seriamente con alguien... no vale cualquier momento.
¾ Buscar un lugar adecuado que ayude a no distraerse, a no tener interrupciones continuas, que pueda centrar la atención...
¾ Poner un tiempo, no caer en la tentación de «lo que me apetezca o me guste», «hasta que aguante», «mientras no me aburra…»
¾ Dedicar tiempo a calmar el corazón a tranquilizarme y entrar en disposición, de abrir el oído y de sintonizar el corazón.
¾ Leer como palabra de presencia el Salmo 119(118) 1-20.
15 Cfr. Os 2, 16-17.
16 Jn 11, 28.
17 Cfr. Mc 4, 13-20.
2. Lectura:
En la medida en que leamos la Palabra de Dios, entenderemos más dicha palabra, por eso, hemos de aprender a leerla bien, superando la actitud del turista que pasa superficialmente por los sitios «ya lo he visto», impresionando los lugares en su cámara de fotos y no en su corazón. La Palabra de Dios es «Palabra» por lo que no hemos de tener miedo en utilizar sobre ella todos los recursos que utilizamos en cualquier otro texto cuando hacemos comentarios de textos. En este momento, hacemos silencio y abrimos el oído y el corazón: «Voy a escuchar lo que dice el Señor»18 .
No leas el texto una sola vez, sino varias, e incluso en voz alta. Si te sabes un pasaje casi de memoria y te ves tentado a leerlo con rapidez, no tengas reparo en recurrir a medios que te impidan esa lectura rápida y superficial: escribe el texto y vuelve a copiarlo. No leas sólo con los ojos, antes presta mucha atención a procurar imprimir el texto en tu corazón.
¾ Hacer una lectura reposada, sin prisa. Parar, detenerse y observar los detalles, leer varias veces, familiarización con ella, es perderle el miedo.
¾ Buscar el sentido de toda la lectura en referencia a su contexto, para esto hay que leer los comentarios que la Biblia lleva al pie de página, los textos paralelos, la introducción al libro del que hemos sacado este texto, informarme sobre el autor, el contexto histórico, forma literaria... cuanto más sepa, más descubro, y más disfruto...
¾ Algunas preguntas elementales deberían ser: ¿Qué dice el texto?, ¿Quiénes son los protagonistas?, ¿A quién habla?, ¿Qué cosas me parecen fundamentales?...
3. Meditación: La Palabra comprendida (Meditatio)
A la lectura atenta sigue la meditación reposada, el rumiar la Palabra, aquello que ha sucedido históricamente, debe actualizarse en nosotros. Comprendo la Palabra de Dios como palabra de Dios para mí hoy... es «guardar todas las cosas en el corazón» (Lc 2,19) y «Señor, levántate, socórrenos»19. En otras palabras, la meditación es semilla de oración, para ello:
¾ Recojo las palabras que más me han llamado la atención: ¿Qué significan para mí? ¿Por qué me importan o interesan?
18 Sal 85, 9.
19 Ibíd., 44, 27.
¾ Interiorizo o rumio estas palabras, haciendo que de la mente pasen al corazón y tomen vida en él; ¿qué siento yo?, ¿Cómo me siento yo?
¾ Veo mi vida y la vida, mi historia y la historia a la luz de esa Palabra ¿Qué me sugiere?, ¿Qué me pide? ¿Qué me exige?
4. Oración: Mi palabra responde a la Palabra (Oratio)
De la meditación brota la oración, como respuesta al Señor que ha hablado, la Palabra enciende nuestras palabras: es una luz que ilumina mi vida en todo sentido, es una propuesta que me desconcierta y me llama a la súplica, es un gozo que me invade y me invita a la alabanza... la Palabra leída y meditada, nunca deja indiferente porque enseña a leer mi historia en clave de historia de Salvación... La oración no es funcional, comercial, utilitaria... no sirve para... tiene sentido en sí misma, es amistad gratuita. Con sencillez desde la forma de ser, dejar que la Palabra brote, la respuesta sé dé. Señor, ante la palabra tuya yo..., «Porque nosotros no sabemos orar como conviene»20 es decir ¿Qué le digo a Dios?
Sólo el que persevera y se acostumbra a la Palabra sabe que Dios es siempre fiel y que no deja de hacerse el encontradizo, de hablar al corazón; sabe que hay tiempos en los que la Palabra de Dios se hace rara21, y a los que sin embargo, siguen tiempos de presencia de la Palabra; sabe que estos tiempos de dificultades, de desánimo, de aridez espiritual son un regalo que recuerda lo lejos que está todavía nuestro pleno conocimiento de Dios. No te detengas ya en reflexionar demasiado, entra en diálogo y habla como un amigo habla a su amigo22 .
5. Contemplación: La Palabra Encarnada, asumida (Contemplatio)
La oración da paso (cuando se da la gracia) a sentirnos mirados con ternura, aceptados totalmente, inundados de paz, en silencio se descubre el amado, y eso basta. Ya no hay palabras, descubre el misterio de Dios que inunda de alegría, y cae de rodillas. La voz y acción del Espíritu resuena siempre, ya sea potente, ya sea más discreta23 en la conciencia personal. Concentramos nuestra oración en «notar» y «hacer pausa» allí donde se ha tenido previamente «mayor sentimiento espiritual o conocimiento interior»24, que «deja el ánima en el Señor Nuestro consolada». Me hago consciente de ¿cómo cambia el texto mi vida? Y en las insinuaciones del Espíritu me siento afectado ¿qué
20 Rom 8, 26.
21 Cfr. 1 Sam 3, 1.
22 Cfr. Deut 34, 10.
23 Cfr. Ejercicios Espirituales 175-177.
24 Ejercicios Espirituales 62, 118.
compromisos he de asumir para que se realice el Reinado de Dios y su justicia? Entonces brota desde el fondo del corazón un poema bello25. Ya no es una simple lectura, ni tampoco un estudio. Es como prender o encender un fueguito, para quedarse a su lado mirándolo lento, mientras dejas que el calorcito se te meta dentro del corazón.
6. Discernimiento: La Palabra confrontada (Discretio)
Es la llegada del momento de concretar la voluntad de Dios, aterrizar la vida. Cada ser humano es un ser único, irrepetible, original y vive su vida desde coordenadas muy distintas, por lo que la respuesta no es automática, mecánica, global... es personal y madura. Es el momento del «examen de la oración»26 .
Discernir, es interpretar la Palabra de Dios en la situación concreta en que uno se encuentra, es descubrir lo que Jesús ha querido decirme para el aquí y ahora de mi vida. Es el momento de aclarar, recoger y recapitular todo lo que he ido viviendo en la Lectio:
¾ ¿Qué me pide, sugiere o exige Dios, en la situación concreta e histórica que vivo hoy? ¿Qué debo yo hacer por Cristo?27 .
¾ ¿Qué medios he de poner para llevar a la práctica lo vivido en oración?
¾ ¿Qué sentimientos experimento?
7. Intercomunicación: La Palabra compartida (Collatio)
25 Cfr. Sal 45, 2.
26 Cfr. Ejercicios Espirituales 77.
27 Ejercicios Espirituales 53, 197.
28 San Gregorio Magno.
La respuesta a la Palabra de Dios, no es en solitario. « Muchas cosas en la Sagrada escritura que por mí mismo no he podido entender, las he entendido poniéndome delante de mis hermanos, me he dado cuenta que se me daba la inteligencia por medio de ellos » 28 .
¾ ¿Cómo lograr que los otros, me ayuden a discernir y poner en práctica lo orado?
¾ Busco lugares o espacios de encuentro, para compartir y dialogar sobre lo que he orado.
8. Respuesta: La Palabra en acción (Actio)
La Lectio Divina conduce a la vida cotidiana. Desde lo alto de la montaña somos enviados al valle de la vida, a la plaza del pueblo, al taller, al trabajo... es muy difícil pasar de la contemplación a la acción. La Palabra de Dios a medida que habita en nosotros, habilita para ser nosotros mismos palabra-signo-expresión del amor y de la comunicación de Dios. Más aún la concreción en el servicio a los hermanos, autentifica el encuentro con Dios. La oración, por muy alta y contemplativa que sea, si no tiene proyección fraterna, si no mejora la vida social, comunitaria es una oración falsa y una farsa, porque ella siempre aterriza en las realidades de la vida, jamás es una evasión.
¿Cómo concreto lo que he vivido en mi oración?, ¿Qué medios tengo que poner? ¿Cómo lo voy a revisar?
Si Dios te ha llamado a la soledad, al silencio, a un momento de diálogo con él, es para hablar a tu corazón. Pero bien sabes que el corazón puede ser incircunciso29, de piedra30, estar dividido31, ciego32. Todas estas expresiones indican que el corazón del creyente puede estar lejos de Dios, no tocado por la fe. Pero también, a veces, el corazón del creyente puede estar embotado por desórdenes y agobios de la vida33, puede estar endurecido, enfermo de esclerosis, hasta el punto de no reconocer ni comprender las palabras y la acción del Señor34, puede ser inestable, inconstante, olvidadizo, propenso a tergiversar el sentido de la Palabra35. Tú que deseas escuchar a Dios, toma tu corazón en la mano, elévalo a Dios, para que lo transforme en un corazón de carne, para que lo unifique, lo sane y lo purifique. Sólo un corazón de niño puede recibir los dones de Dios36 .
29 Cfr. Dt 30, 6; Rom 2, 29.
30 Cfr. Ez 11, 19.
31 Cfr. Sal 118, 113; Jer 32, 29.
32 Cfr. Lam 3, 65.
33 Cfr. Lc 21, 34; Jn 4, 18.
34 Cfr. Mc 6, 52; 8, 17.
35 Cfr. 2 Pe 3, 16; Lc 8, 13.
36 Cfr. Mc 10, 45.
Sólo un corazón hecho nuevo por el Señor está abierto y disponible para la escucha. El Señor ha prometido dar un corazón nuevo a quien lo invoque37, inclinarlo hacia su palabra si se presenta a él convencido de su propia esclerosis38. Cada día grita: «¡Ojalá escuchen mi voz! ¡No endurezcan el corazón!»39 El corazón duro encuentra dura la palabra de Dios, y esto les puede pasar también a los creyentes: «Esta palabra es dura. ¿Quién puede soportarla?»40 .
La Lectio la dirige y enseña el Espíritu Santo. Es el Espíritu quien presidió la generación de la Palabra, es él quien la hizo –palabra hablada o palabra escrita– a través de los profetas, los sabios, Jesús, los evangelistas, es él quien la dio a la Iglesia y la ha hecho llegar intacta hasta ti. Inspirada por el Espíritu Santo, sólo este mismo Espíritu puede hacerla comprensible41. Obra de suerte que el Espíritu Santo pueda descender sobre ti y que, con su fuerza y su presencia, retire el velo de tus ojos para que veas al Señor42. Es el Espíritu el que da la vida, mientras que la «letra sola» mata. Por eso una Lectura espiritual significa lectura en el Espíritu Santo y con el Espíritu Santo, para ser aterrizado en la vida y no como si fuéramos de otra realidad, porque muchas veces esa es la impresión que damos los cristianos y no fomentamos nada, sino que vacunamos e indisponemos contra la vida divina.
Aguárdalo, porque «aunque tarde, de seguro que vendrá»43. Ten por cierta la palabra de Jesús: «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta más razón dará el Padre celestial el Espíritu Santo a quienes se lo pidan»44. Oirás en tu interior su palabra eficaz: «Effeta. Ábrete»45 y no te sentirás ya solo sino acompañado ante el texto bíblico, como el etíope que leía el profeta Isaías, pero no comprendía hasta que Felipe le dio alcance. Éste, gracias al Espíritu Santo recibido en Pentecostés, le abrió el texto y le cambió el corazón46, lo mismo que el Señor había abierto la inteligencia de las Escrituras a los discípulos de Emaús47
Sin la presencia del Espíritu Santo, la Lectio Divina se queda en un ejercicio humano, un esfuerzo intelectual, todo lo más un aprendizaje de sabiduría, pero no Sabiduría divina. Con su ayuda estamos en el camino para encontrarnos con la Palabra viva de Dios.
En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos más íntimos. Toda criatura es transparente ante ella; todo queda desnudo y al descubierto a los ojos de Aquel al que debemos dar cuentas48
37 Cfr. Ez 18, 31.
38 Cfr. Sal 118, 36.
39 Sal 94, 8; Heb 3, 7.
40 Jn 6, 60.
41 Cfr. concilio Vaticano ii, Dei Verbum, 12.
42 Cfr. Sal 118, 18; 2 Cor 3, 12-16.
43 Hab 2, 3.
44 Lc 11, 13.
45 Mc 7, 34.
46 Cfr. Hch 8, 26-38.
47 Cfr. Lc 24, 45.
48 Heb 4, 12-13.
Luis Raúl Cruz, S.J.*
El título de este escrito proviene de la primera anotación de los Ejercicios Espirituales. Allí Ignacio define los ejercicios espirituales. En este caso, para acentuar aquello de la meditación, la contemplación e inferir que es posible presentar la Lectio Divina como otra espiritual operación, retomo lo dicho por el Peregrino y presentar un poco lo que puede ser estos procesos interiores a la luz de la Palabra.
La meditación y contemplación tienen lugar en el proceso de los Ejercicios Espirituales, la Lectio Divina que, en los últimos años ha vuelto a tomar vuelo e importancia, es un proceso más amplio de encuentro con la palabra, pero está interrelacionado con la oración por todo lo que implica de trabajo interior. Ignacio no usa el vocabulario clásico de la Lectio Divina, parece muy similar lo que Ignacio llama meditación con el camino mencionado. Opino que el camino de los ejercicios espirituales, entendidos como actividad espiritual son una excelente introducción al trabajo de la Lectio Divina.
La sucesión más completa (…): Lectio-meditatio-oratio-contemplatio-consolatio-discretio-deliberatio. Del primer cuatrinomio nace la consolación o desolación: Del discernimiento de la consolación o desolación nace la discretio sobre cuya base ser realiza la deliberatio, con vistas a la acción2 .
Es una actividad de carácter mental en la que se manejan conceptos, ideas; se distingue, induce, deduce, explica, combina y aplica diferentes ideas sobre un tema. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, es una forma de oración, porque
Meditar lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Aquí se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: «Señor, ¿qué quieres que haga?»3
1 Ejercicios Espirituales 1.
* Miembro del Equipo CIRE.
2 juan Manuel García loMas, Ejercicios Espirituales y mundo de hoy, Congreso Internacional de Ejercicios Loyola, 20-26 septiembre 1991 (Manresa 8), Bilbao 1991, 16.
3 catecisMo de la iGlesia católica, Cuarta parte: La Oración Cristiana, Vaticano 21997, n° 2706.
La meditación gravita en centrar la atención en un pasaje de la escritura para dejar que el Espíritu lo grabe o imprima en el corazón… por eso, se lee, se relee, se rumia hasta que forme parte del ser espiritual, de tal forma que la palabra impregne todo mediante el uso de las facultades de la memoria, inteligencia y voluntad. El proceso asimilativo y del trabajo meditativo se realiza en un ambiente reflexivo, de tal forma que de manera gradual, se va moviendo lentamente el ser hasta lo que Dios desea dar a la creatura, es un asunto exigente por el trabajo y lo que lleva de exigencia de clarificación.
La memoria ejercicio mediante el cual se saca del olvido propio los beneficios de Dios y se hace emerger de la distraída atención hasta el momento actual en medio del mundo y de la propia vida la presencia divina. Es despertar el «Magníficat» que el Espíritu quiere cantar en la vida propia. El papel de la memoria es el recuerdo (la presencia: ¡acuérdate de Jesucristo!)
La inteligencia permite comprender la novedad de las palabras de Cristo, su actualidad para la vida y el camino de discernir mejor lo que él quiere y desea. No es un ejercicio para la comprensión especulativa del texto, sino que trata de un aferrarse a él como una palabra que es espíritu y vida. La inteligencia hace un esfuerzo por penetrar el sentido de la palabra, con la certeza que la verdad da libertad y con la convicción fuerte que anima la fe, la esperanza y el amor. La inteligencia permite «apoderarse» y «empoderarse» de dicha palabra que evidencia la importancia del conocimiento interno del Señor.
La voluntad estimula el deseo de la propia vida ahora movida a lograr una meta digna, de tal forma que la vida, las palabras y las actitudes de Jesús movilicen el ser y se quiera tener los sentimientos del corazón. En los ejercicios espirituales continuamente se hace esto presente con la oración preparatoria, y el coloquio. La voluntad aficionada a la conexión con el Señor se despierta y se expresa a través de decisiones en comportamientos de vida para ser transparencia de Dios en el mundo.
En los Ejercicios Espirituales de manera explícita se menciona la meditación4 y así mismo, aparece sugerida como ejercicio secuencial5. Es una experiencia que, limitada por los condicionamientos humanos abre al encuentro con el infinito. En los ejercicios espirituales la meditación está orientada por la temática del texto ignaciano, para ello se prepara el tema sobre el cual se va a trabajar durante una hora6. La meditación en la perspectiva ignaciana ubica al ejercitante en su relación con el mundo, su proyecto de vida, sus hábitos, costumbres, como en una mirada al pasado y al futuro con el fin de poder sacar provecho.
El uso de la meditación en los Ejercicios Espirituales plantea toda una escuela dialógica para el trabajo de las grandes meditaciones en la estructura de los Ejercicios: como la meditación del Rey eternal7 y las Dos Banderas8, de tal manera que el ejercitante pueda examinar su vida con respecto a realidades que le confrontan más allá de su yo y le colocan a responder en una apuesta de la vida, tanto en el trabajo con Cristo, como en colocarse debajo de su bandera.
4 Cfr. Ejercicios Espirituales 1-2.
5 Ibíd., 45.
6 Ibíd., 13.
7 Ibíd., 91-98.
8 Ibíd., 136-148.
Asimilar la riqueza de la Sagrada Escritura es un privilegio único; por eso, conviene realizar algunas anotaciones, así como los temas de interés que se «estudia». En la lectura meditada se trata de tener claridad que centre la atención, y después hacer una lectura muy despacio. En cuanto leas, medita, en cuanto medites, leas. Si aparece una idea interesante, detenerse; levantar los ojos del libro, profundizar la idea, sacarle jugo a aquel pensamiento, aplicándolo a la vida. Si no se entiende nada, volver atrás, hacer una amplia relectura y ver en más amplitud (contexto) aquella idea. Si hay ganas de conversar con el Señor… hacerlo con calma. Si no se produce algo especial, seguir con la lectura reposada, concentrada y tranquila.
En ambiente comunitario permite luego de la lectura del texto bíblico, en contexto de confianza, sinceridad, que cada quien haga su reflexión espontánea delante de los demás asistentes. Hay que evitar ser el «protagonista» o de expresar ideas «brillantes» como si fuera lo más importante, se busca que la meditación comunitaria sea una escuela de vida y amor.
La inteligencia pondera, amplía, asocia lo que se ha despertado en ella, haciendo comparaciones, reflexiones, aplicaciones... Considera aspectos y los relaciona con otros datos de la revelación y/o vivencias o experiencias de la propia vida. La voluntad, afectada y movida a partir de la memoria y la inteligencia, procura eliminar resistencias, vencer repugnancias y adherir a las inspiraciones y llamadas divinas. Por último, toma resoluciones a partir de las mociones del buen espíritu. Meditar es crear una situación de recogimiento, de silencio interior, para reflexionar, asimilar los misterios de la fe y lo que Dios obra. Este trabajo no es nada fácil en este tiempo cuando las personas absorbidas por muchas actividades y compromisos, preocupaciones y problemas, con la agenda copada les parece imposible detener un poco la marcha para reflexionar, nutrir y fortalecer la vida espiritual, a través del contacto con Dios.
Ignacio, con la meditación esboza un modelo de oración (meditación) que puede realizarse de manera personal, y que consta, en principio, de cuatro momentos principales:
¾ Composición de lugar. Al iniciar el camino de la meditación, el orante evoca y «compone» o recrea en su imaginación el encuadre de una determinada escena evangélica. De esa forma puede concentrarse enteramente en ella.
¾ Discurso mental. Centrado en la escena, el orante ha de pensar a fondo acerca de ella. Así discurre: organiza y elabora los diversos aspectos del misterio, para descubrir lo que ellos significan. La oración tiene un rasgo de razonamiento.
¾ Participación del corazón. El orante no consigue resolver con su discurso los secretos que le ofrece el evangelio. Por eso debe introducirse en el misterio. Ya no piensa, no razona. Deja que Dios mismo hable en su hondura, al interior del corazón, y de esa forma participa en el misterio.
¾ Transformación de la voluntad. La oración se convierte en nuevo compromiso que brota del amor de Cristo, en actitud de entrega radical a la misión del evangelio: no el yo quien se decide y compromete; es el mismo Cristo que actúa con su fuerza salvadora a través de la existencia.
Contemplar
Tener ojos para ver más allá de las apariencias, atravesar la opacidad de lo humano de Jesús hasta que se haga transparencia, expresión y revelación de Dios. En los EE Ignacio no deja la selección de los misterios de la vida del Señor a la decisión del ejercitante. El itinerario para contemplar está atravesado por la actividad del ejercitante que sumerge su libertad ante un Cristo «imaginado» puesto en cruz, como en el triple coloquio9 a la realidad presente de Cristo que llama10 de la exterioridad de su pasado histórico a la actualidad del que vive y hace vivir aquello del afectarse para el servicio al ofrecerlo todo, pasando por aquello de pedir ser recibido debajo de la bandera de Cristo, hasta la identificación total con Él11
«La contemplación no solo es un asunto de estar en la vida, sino de estar «con El» en la vida. El yo se ha des-en-si-mismado para arraigarse en el Compasivo, el estar en el mundo es para siempre con El, por El y para El»12. Mediante la fe y la presencia que no falla del Espíritu se siente el aquí y ahora de la Escritura; por eso, es «como si presente me hallase»13. La palabra de Dios es viva y eficaz14 incide de modo único, inmediato sobre la vida del creyente, de tal forma que actualiza y puede ser contemporáneo del misterio contemplado15. El encuentro directo con el Cristo vivo en la oración contemplativa genera en el creyente la identificación con Cristo, el ser alter christus, poseer el sensus Christi, que trae como consecuencia el oficio misionero.
Una oración más simple e íntima, en la que se sale de sí mismo hacia el Señor, que se desea conocer internamente para más amarlo y seguirlo16. Las ideas del pensamiento son más estorbo que ayuda, que en la contemplación sólo basta una palabra, una imagen o un gesto de Jesús. En la contemplación se expone a la irradiación de la luz que surge de los «misterios», el proceso de oración se ha hecho más simple, espontáneo, pero no improvisado.
Ignacio indica como pistas para la contemplación el ver las personas, oír lo que dicen, mirar lo que hacen y sacar algún provecho. Desde lo visible se va a lo invisible, se revela el rostro de Dios, se descubre lo que en Cristo estamos llamados a ser. No es un ejercicio de simple imaginación, pero se apoya en ella. Este esfuerzo de la imaginación y la reflexión que acompañan es en sí una buena oración. El tiempo suele pasar rápido en la nueva conciencia en la que se asimila el conocimiento de Cristo. El interés de lo que relata el evangelio no consiste en su exactitud histórica, sino en disponer de materia sensible, para que a partir de fijar la atención en lo concreto que relata el evangelio Dios se dé a conocer, de suerte que su amor invada e impulse al servicio, orientados y conducidos por el impulso del Espíritu.
El fin de la contemplación es despertar la facultad del asombro y la pasión por el reinado de Dios, cuando él dijo que si no somos niños será difícil la llegada al reinado con Él, porque un niño con tanta facilidad se asombra... por eso, está a sus anchas en el Reinado de Dios. Eso pretende ser la contemplación, porque transforma por asimilación y el Espíritu modela los rasgos de Jesucristo.
9 Ibíd., 53.
10 Ibíd., 95.
11 Ibíd., 97, 147, 167.
12 toni catalá, s j , Condiciones del encuentro con el Dios fuente de la Vida: Manresa 323 Vol. 82 (abril-junio 2010) 129.
13 Ejercicios Espirituales 114.
14 Cfr. Heb 4, 12-14.
15 Cfr. Peter-Hans KolVenBacH, s j , Decir ... al «indecible». Estudios sobre los ejercicios espirituales de San Ignacio, (Manresa 20), Bilbao 1999, 47-61.
16 Ejercicios Espirituales 104.
La contemplación no es solo percepción; ésta se descubre en una obra de arte o una puesta de sol por el placer estético que produce, mientras que la contemplación asombra, tanto al contemplar un atardecer, como una simple piedra... el contemplativo sigue haciendo lo de siempre, no cambia nada aparentemente, lo sucedido es en lo profundo del corazón que está lleno de asombro. La contemplación es hacerse presente en la vida del Señor desde un texto bíblico. Una aventura de meterse dentro a buscar una respuesta muy sentida y profunda que afecta todo, lo cual es un esfuerzo de estar presente con Jesús en un misterio concreto de su vida. Es estar en un ambiente familiar para que el Espíritu de Dios tome posesión y sentirse divinamente afectado y tocado. La contemplación se lleva suavemente y es gozosa, puesto que moviliza los afectos, moldea la sensibilidad y dispone a la acción por su inmediatez. Se trata de llegar a un mundo que está más allá de los sentidos.
Lo contemplado deja la huella para la vida diaria porque imprime en el corazón las actitudes de la vida del Señor y con el recuerdo reaviva la experiencia tenida, no importa hace cuánto tiempo o en qué lugar. Ignacio proponía en los ejercicios la aplicación de sentidos17. Ejercitar en la oración la vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato que abren los sentidos del corazón. Acceder a Jesús y a las escenas del Evangelio como si presentes estuviéramos. Es el modo en que nuestra sensibilidad se va haciendo semejante a la de Jesús. «Actuar corporalmente como Jesús para ser interiormente como él»18
La experiencia de la aplicación
Se puede hablar de ver, es decir, detener la mirada sin otra preocupación que dejarse penetrar por lo que se contempla. Lo mismo sucede con las palabras que se escuchan y que se graben como palabras vivas.
El sentido del olfato, un sentido más sutil, que en el evangelio hay que saber oler. Los olores son transparentes, rozan la sensibilidad, son sutiles, importantes. Llenan instantes de nuestra historia. Conviven y traspasan situaciones de la vida. Llegan a lo más íntimo y espiritual de cada uno. Los olores, humildemente, sin ocupar lugar, son capaces de cargar de emoción momentos claves. Esos olores, aromas o fragancias cuando en otras ocasiones se vuelven a percibir rememoran aquellas situaciones como si de una grabación se tratara, trasladan a esos momentos trayendo a la mente recuerdos ya olvidados.
Gustar!!! Ignacio aconseja que sea internamente. Es tener el gusto de Dios. Lo que colma al ser humano y le alimenta no es solo el conocimiento, y menos la acumulación, sino la posesión cordial de las realidades divinas. Finalmente, el sentido del tacto, un deseo profundo del amor. El sentido del tacto es el más extendido en el cuerpo humano… está más expuesto y por tanto en mayor contacto… y la presencia solo se hace estrecha por el tacto. Dios está en la realidad que tocamos...
La contemplación quiere despertar el deseo de amor y comunión sin necesidad de palabras, en la que todo se unifica y se da la transformación por Cristo en el Espíritu.
17 En la tradición ignaciana algunas anotaciones y adiciones van orientadas a encauzar la sabiduría del cuerpo como método oracional. Dice Ignacio: «Entrar en la contemplación cuándo de rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a buscar lo que quiero (…) en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré...» (EE 76).
18 Cfr. josé a. García,s j , Aprender a orar con el Padre Arrupe: Sal Terrae 1116 ,Tomo 95/9 (Octubre 2007) 787-799.
Es un ejercicio personal cuyo objeto es la palabra de Dios. Es un método activo que implica movimiento y compromiso que supone atención y disponibilidad.
James Martín propone un camino sencillo de realizar esta experiencia espiritual de la Lectio Divina, a través de cuatro pasos20 que permiten sentir y gustar la palabra de Dios y dinamizar el encuentro con Dios que transforma la vida.
¾ Leer: ¿Qué dice el texto? En primer lugar, se lee el texto. Al nivel más básico, uno se pregunta: ¿Qué sucede en este pasaje del Evangelio? A veces, conviene usar un comentario bíblico o leer la explicación de la propia Biblia para entender mejor el contexto.
¾ Meditar: ¿Qué me dice Dios a mí en este texto? En este punto, uno ve si hay algo que Dios quiere darle a conocer en este pasaje. Casi siempre uno puede relacionarlo con algún suceso o experiencia de su vida.
¾ Rezar: ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre el texto? Usa esta parte de tu oración para decirle al Señor cómo te sientes al respecto. Sé honesto y no te preocupes: ¡A Dios no le sorprende ninguna emoción!
19 Cfr. Diccionario de espiritualidad Ignaciana. Bilbao, Mensajero Sal Terrae, 2007, p 1370-1376. a restrePo, Peregrinos con Ignacio: Apuntes Ignacianos 21 (septiembre-diciembre 1997) 53. d. aleiXandre, Lectio Divina y oración Ignaciana: Manresa 325 Vol. 82 (Octubre-Diciembre 2010) 369-378; d. restrePo, Lectio Divina, oración vital del cristiano: Apuntes Ignacianos 38 (mayo-agosto 2003) 32-52. Varios., «Lectio Divina» y Espiritualidad ignaciana, Cuadernos de Espiritualidad Ignaciana, Chile (29), 1984.
20 Cfr. jaMes Martín, «Más en las obras que en las palabras». Una guía ignaciana para (casi) todo, (Principio y Fundamento 8), Bilbao 2012, 157-163.
¾ Actuar: ¿Qué hacer como resultado de la oración? Finalmente, uno actúa. La oración debe movernos a actuar, aunque esto solamente signifique ser más compasivos y fieles.
Saborear y escuchar. Hay otro modo de rezar la Lectio Divina ligeramente diferente, en el cual uno se queda meditando sobre una idea, una sola palabra o una frase que uno escoge del pasaje leído. El segundo modo de orar21 podría ayudar para la Lectio Divina o meditación y su fundamento es el buen uso de la imaginación y el intelecto. De esta manera uno puede «saborear» el texto. La Lectio Divina se limitaría nada más que a una oración concentrada o un descanso apacible, una gratitud sin palabras. En todos estos momentos, la voz de Dios viene al encuentro; por eso, cuando rece, sienta que Dios le habla, ¡ponga atención y escuche!
Ignacio, conocedor o no de la Lectio Divina, propone siempre la necesidad de disponerse a la lectura de la Escritura «cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gracias y dones de la su divina y suma bondad»22 así como la importancia de reposar el espíritu, para considerar a donde voy y a qué23. La iniciativa y atracción son de Dios, por tanto, el ejercitante no anticipe nada, ni disperse la atención en otros elementos fuera de los ejercicios espirituales, de tal manera que esté centrado en «leer el misterio de la contemplación que inmediate tengo de hacer»24
Ejercitar la Lectio es escuchar la palabra, centrar la atención y que empape el corazón. Esta sugerencia es una insinuación a tener presente siempre la historia de la cosa a contemplar, propuesta en las contemplaciones para no olvidar la cercanía de leer, escuchar y movilizar toda la atención, por eso, la importancia de la narración fiel de la historia25
Que el texto se convierta en Palabra es la clave de la meditatio. Ignacio lo va a decir escuetamente como ejercicio o espiritual operación26 de tal manera que va a insinuar que es estar presente en la escena27 tanto así que, el ejercitante es invitado a adentrarse en la escena, de tal manera que haga contacto con lo evocado por el texto bíblico, más que una simple actividad de reflexión. Es detenerse en el personaje bíblico, en la escena y la palabra que más ha causado conmoción interior. Es una experiencia más de afecto que de raciocinio como solemos pensar, por eso es similar a una aplicación de sentidos28 para sacar provecho.
La experiencia de Dios permite al ser humano entrar en familiaridad con él. La oratio es la sintonía de corazón a corazón que impacta todo el ser, y la creatura se siente invitada a dar respuesta al «considerar que deben responder los buenos súbditos a rey tan liberal y humano»29. Al ser una experiencia plena de confianza –cual coloquio de corazón a corazón–30 en dicho intercambio de plenitud, la
21 Cfr. Ejercicios Espirituales 249-257.
22 Ejercicios Espirituales 20.
23 Cfr. Ejercicios Espirituales 239.
24 Ejercicios Espirituales 127.
25 Cfr. Ejercicios Espirituales 2.
26 Ibíd., 1.
27 Ibíd., 114.
28 Ibíd., 121-126.
29 Ejercicios Espirituales 94.
30 Cfr. Ejercicios Espirituales 54.
creatura manifiesta sus razones y peticiones según el misterio que contempla. Es expansión del afecto que pide lo que más desea31 e igualmente, sentir en profundidad lo que ha despertado y movilizado el corazón para responder a sus llamadas o insinuaciones.
Finalmente, la contemplatio, la Palabra del Señor llega a lo más profundo del corazón, la Palabra más allá de las palabras, que hace que la persona salga del propio amor querer e interés32 y se abra en disposición de poder en todo amar y servir33. Ser más transparentes por la familiaridad con Dios en apertura total a la acción e insinuación del Espíritu, de tal manera que unifique y de coherencia entre palabra y la vida.
La contemplación ignaciana34 se realiza por medio de los misterios de la vida del Señor para experimentar su inmensidad y poder guiar a otros en esta experiencia. En la segunda semana de los Ejercicios, Ignacio presenta al ejercitante este modo de interiorizar de manera viva y eficaz el misterio de Cristo, de forma imaginativa y sensible porque
Se trata, por consiguiente, de un vaivén referencial que va de la humanidad del Verbo (el verdadero sentido de la «historia») al sujeto orante, y viceversa del sujeto a Jesús de Nazaret: el «reflectir» (reflejo) de la Luz infinita en el espejo del alma pura, guiado por el Amor, obra del Espíritu. Por tratarse de una actividad superior el Padre comunica a su Hijo por connaturalidad o impregnación, dando a conocer internamente al orante a la persona de Jesús y su verdad35 .
La contemplación va entre la labor de la humildad y la gloria del pantócrator. Ignacio es heredero de la Devotio Moderna36, más no sabemos cómo adquirió esta forma de oración, lo cierto es que esta forma de oración a través de la contemplación de los misterios de la vida de Cristo, el Espíritu concede el conocimiento interno de conocer en el espíritu desde lo más profundo del corazón; así mismo, desvela el interior del misterio de Jesús, por eso es a la luz de los ojos de la fe pascual37
31 Ibíd., 199.
32 Ibíd., 189.
33 Ibíd., 233.
34 Cfr. Francisco jálics, s j , La fase contemplativa de los ejercicios ignacianos (Eides 85) Barcelona 2018.
35 SantiaGo arZuBialde, Teología de los Misterios de la vida de Cristo y contemplación ignaciana: Manresa 325 Vol. 82 (octubre-diciembre 2010), 353.
36 De gran influjo en la cristiandad, al ser de carácter reactivo contra la especulación intelectual, por una parte, y el exceso y superficialidad de las devociones exteriores por otra. Dentro de esta corriente Cristo y su humanidad constituían los ejes centrales de sus meditaciones y los caminos para alcanzar el crecimiento espiritual. Lo más importante de la vida de Cristo aparte de su misma persona, eran los ejemplos y circunstancias de su vida, que en buena medida tenían que ser imitadas por todos los cristianos. Por ello, meditaban continuamente la pasión del Señor, la muerte, el juicio. Esta búsqueda de Jesús, hace que todo pase a un segundo plano, trayendo en muchos casos cierto desprecio a la reflexión, el estudio, compensado con un apasionamiento bíblico. Muchas veces deslizaron los grupos de esta tendencia al moralismo, traducido en un esforzado amor a las virtudes. La metodización de la vida espiritual es la nota predominante de la «Devotio Moderna», buena hija de la escolástica decadente. ricardo García Villoslada, S.J., Rasgos característicos de la Devotio Moderna: Manresa 28 (1956) 315-350.
37 Cfr. SantiaGo arZuBialde, Op. cit., 348-349.
¡Por favor, sean valientes! Les diré una cosa. No la olviden. ¡Oren, oren mucho! Estos problemas no se resuelven con esfuerzo humano. Estoy diciéndoles cosas que quiero recalcar, un mensaje, quizás mi canto de cisne para la Compañía. Tenemos tantas reuniones y encuentros pero no oramos bastante.
Un nuevo nacimiento, una vida nueva, vida de hijos de Dios. Este es el milagro del Espíritu…esto presupone una delicada atención a las voces del Espíritu, una interior docilidad a sus sugerencias y por lo mismo, más todavía, una plena disponibilidad que sólo una sincera libertad de todos y de todo hace posible y eficaz. «El viento sopla donde quiere, y oye su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu» Me viene a la mente la comparación con el planeador de arrastre cuya fuerza y capacidad de velocidad, la tiene toda y solamente del dejarse llevar dócilmente sin ninguna resistencia, del aeroplano que lo conduce.
Vivir hoy, en todo momento y en toda misión el ser «contemplativo en la acción», supone un don y una pedagogía de oración que nos capacite para una renovada «lectura» de la realidad –de toda la realidad– desde el Evangelio y para una constante confrontación de esa realidad con el Evangelio.
Les pido una nueva exigencia: la de buscar, si es necesario, otros modos, ritmos y formas de oración más adecuados a sus circunstancias…y que garanticen plenamente esta experiencia personal de Dios que se reveló en Jesús.
Hoy, más quizás que en un cercano pasado, se nos ha hecho claro que la fe no es algo adquirido de una vez para siempre, sino que puede debilitarse y hasta perderse, y necesita ser renovada, alimentada y fortalecida constantemente. De ahí que vivir nuestra fe y nuestra esperanza a la intemperie «expuestos a la prueba de la increencia y de la injusticia», requiera de nosotros más que nunca la oración que pide esa fe, que tiene que sernos dada en cada momento. La oración nos da a nosotros nuestra propia medida, destierra seguridades puramente humanas y dogmatismos polarizantes y nos prepara así, en humildad y sencillez, a que nos sea comunicada la revelación que se hace únicamente a los pequeños.
Así, cuando invito a los Jesuitas y a nuestros laicos a profundizar en su vida de fe en Dios, y a alimentar esa vida por medio de la oración y de un compromiso activo, lo hago porque sé que no hay otro modo de producir las obras capaces de transformar nuestra maltrecha humanidad. El Señor habla de «sal de la tierra» y «luz del mundo» para describir a sus discípulos. Se saborea y se estima la sal, se disfruta de la luz y se la estima. Pero no la sal insípida ni la luz mortecina.
Notas del P. Pedro Arrupe S.J.
Queremos ofrecer algunas oraciones del P. Pedro Arrupe, S.J., con las cuales exhortamos y animamos para tener una intimidad orante con el Señor de la vida.
Pidámosle a Él que nos enseñe. El lugar más apreciado por nosotros debería ser el sagrario: Sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Pidámosle que nos enseñe a orar como Él lo hizo, en aquella inefable comunión con su Padre: Doce nos orare. Enséñanos a orar.
Pidámosle que prenda fuego a nuestros corazones, como hizo con los discípulos de Emaús: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino?
Éstos son tiempos difíciles. Son tiempos de prueba y de desafío, pero son también tiempos de oportunidad. Y frente al desafío y a la oportunidad, nosotros sabemos adónde acudir: Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
Reunidos aquí para celebrar el «Mysterium fidei», el misterio de la fe y del amor, a la pregunta del Señor: –¿Me amas?
Respondamos con Pedro: –Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo.
Y con nuestro Padre y Fundador, hagamos ese ofrecimiento que nosotros y nuestros novicios hacemos en los Ejercicios y a lo largo de nuestras vidas, repitiendo hoy con especial fervor:
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer...
Que Cristo Resucitado nos conceda su amor y su gracia, porque eso nos basta.
Fracción de: «A los maestros de novicios, Jesús el único modelo, 5 de junio de 1970»
Siempre que me he acercado a ti y he visto que no tuviste «donde reclinar la cabeza» y que tuviste por lecho de muerte una cruz, me siento traidor al ver que tengo cada día más, que me siento víctima de una sociedad de consumo y que necesito cada día más cosas.
Y sin embargo, «sólo una cosa es necesaria». Me parece que comienzo a intuir lo que es ser «pobre como Tú».
Sé que la condición de seguirte es dejarlo todo. «El que no deje todo lo que posee, no puede ser mi discípulo».
Siento que me dices que me despoje de todo y que confíe en Ti.
Me pides que me lance a tu Providencia con los ojos cerrados y que todo lo demás se me dará por añadidura, incluso la verdadera eficacia de nuestro apostolado.
Que tú eres la gran seguridad, el gran «seguro» del «inseguro».
Ese salto en el vacío oscuro de la fe es muy difícil y supone confianza ciega.
Coloquio sobre la pobreza, México D. F., noviembre, 1972.
Nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera.
Mantengamos intacto el principio:
El que se abre a sí mismo hacia el exterior debe no menos abrirse hacia el interior, esto es, hacia Cristo.
El que tiene que ir más lejos para socorrer necesidades humanas, dialogue más íntimamente con Cristo.
El que tiene que llegar a ser contemplativo en la acción procure encontrar en la intensificación de esta acción la urgencia para una más profunda contemplación.
Si queremos estar abiertos al mundo, debemos hacerlo como Cristo, de tal manera que nuestro testimonio brote, como el suyo, de su vida y de su doctrina.
No temamos llegar a ser, como Él, señal de contradicción y escándalo… Por lo demás, ni siquiera Él fue comprendido por muchos.
De su libro
En Él solo la esperanza.
Yo os diría que todo se puede resumir en ser amigos de Cristo, pero amigos verdaderos.
Él ya nos ha elegido por amigos: «Vosotros sois mis amigos».
Ahora es necesario que nosotros le elijamos a Él como amigo nuestro, pero amigo de verdad, como nuestro mejor amigo.
Para convertirnos a Él, para unirnos más íntimamente a Él, para identificarnos con Él, no hay camino más recto que el que pasa por la Eucaristía.
Señor, enciérrame en lo más profundo de tu Corazón.
Fracción de:
A los jóvenes en Asís,, 06 de septiembre de 1979.
Y, cuando me tengas ahí, quémame, purifícame, inflámame, sublímame, hasta la satisfacción perfecta de tus gustos, hasta la más completa aniquilación de mí mismo.
Orar con el Padre Arrupe. José García, S. J. 04 de mayo de 1974.
El mundo de hoy necesita la verdadera luz de la esperanza que le devuelva la alegría y el bienestar.
Para ello necesita un descubrimiento más en medio de tantos como va haciendo: el descubrimiento de Dios vivo.
Así como Ignacio, también nosotros nos podemos sentir fuertes y alegres: «No temáis la empresa grande, mirando vuestras fuerzas pequeñas, pues toda nuestra suficiencia ha de venir del que para esta obra os llamó y ha de dar lo que para su servicio es necesario...
Baste a nosotros hacer
según nuestra fragilidad lo que podemos y el resto queramos dejarlo a la divina providencia, a quien toca y cuyo curso no entienden los hombre y por eso se afligen de aquello que debieran alegrarse».
Esa parte que le toca hacer a Dios en la vida del mundo y en vida personal de cada uno de nosotros es la base granítica de la esperanza de Ignacio y debe serlo también de nuestra esperanza. Nuestra fragilidad natural no puede impedir el funcionamiento y el desarrollo del plan divino.
Señor, quiero vivir en tu casa por tiempo sin fin. Enséñame dónde está tu casa.
Señor, estando en tu casa, contigo, ponme con tu Padre.
La casa del Señor es «casa de oración», por eso, entrado en la oración siento mi corazón herido por la hermosura de tu Corazón, que es la «casa del Señor».
Te doy gracias, Señor, por este favor desbordante: «Los humanos se nutren De la enjundia de tu casa».
Por eso, hasta la hora que sea, sin un momento de descanso, enséñame tu hermosura. «Día y noche están tus ojos abierto sobre este templo, sobre el sitio donde quisiste que residiera tu oráculo».
Así, abrasado en el fuego de tu Corazón, pueda yo penetrar en la hermosura del Señor, y también enseñar a los demás las riquezas de ese Corazón. La pasión por tu casa me consumirá.
Por eso, sin salir nunca de tu casa «habitaré en la casa del Señor por años sin término».
Cor Iesu, domus Dei et porta coeli, miserere nobis. Final de un comentario a las Letanías del Sagrado Corazón en sus años de Maestro de Novicios. Japón, 1954.
Enséñame tu modo de mirar a la gente, como miraste a Pedro para llamarle o para levantarle, o como miraste al joven rico que no se decidió a seguirte, o como miraste bondadoso a las multitudes agolpadas en torno a Ti, o con ira cuando tus ojos se fijaban en los insinceros.
Quisiera conocerte como eres: tu imagen sobre mí bastará para cambiarme.
El Bautista quedó subyugado en su primer encuentro contigo, el centurión de Cafarnaún se sintió abrumado por tu bondad y un sentimiento de estupor y maravilla invade a quienes son testigos de la grandeza de tus prodigios.
El mismo pasmo sobrecogió a tus discípulos y los esbirros del Huerto cayeron atemorizados. Pilatos se siente inseguro y su mujer se asusta. El centurión, que te ve morir descubre tu divinidad en tu muerte.
Desearía oírte y quedar impresioado por tu modo de hablar; oyendo, por ejemplo, tu discurso en la singaoga de Cafarnaúm o el Sermón de la Montaña cuando te dirigías a la muchedumbre enseñando con autoridad, una autoriad que sólo del Padre te podía venir.
Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)
Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»
Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).
Formación: Propuesta desde América Latina.
Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada.
Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.
Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.
La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.
Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
Congregación General N° 34.
Nuestra Misión y la Justicia.
Nuestra Misión y la Cultura.
Colaboración con los Laicos en la Misión.
«Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)
Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio.
El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.
En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...
Afectividad, comunidad, comunión. (agotado)
A la mayor gloria de la Trinidad Conflicto y reconciliación cristiana.
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical. Discernimiento comunitario y varia.
I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado)
«...Para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz»
La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE. Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida. Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El «Principio y Fundamento» como horizonte y utopía. Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004. Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana. Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro. Contemplativos en la Acción.
Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento.
Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales.
La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE.
Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto.
Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.
XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (II)
XII Simposio sobre EE: Contemplación para Alcanzar Amor «En todo Amar y Servir»
Educación y Espiritualidad Ignaciana. I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita. Caminos para el encuentro con Dios.
XIII Simposio sobre EE: Discernimiento y Signos de los Tiempos.
Espiritualidad y construcción de la Paz.
XIV Simposio sobre EE: Y después de los Ejercicios... ¿Qué?
Escritos Ignacianos I. Víctor Codina, S.J.
Escritos Ignacianos II. Víctor Codina, S.J.
XV Simposio sobre EE: Aporte de los Ejercicios Espirituales al Proceso de Perdón y Reconciliación
Discernimiento Espiritual. In memoriam Javier Osuna Gil, S.J.
Misericordia y Ejercicios Espirituales
XVI Simposio sobre EE: Inspiración de los Ejercicios Espirituales para el cuidado de la Casa Común
Apuntes personales para dar Ejercicios
XVII Simposio sobre EE: La Alegría del Amor en la Familia
La Congregación General 36
Ejercicios Ignacianos. Aparato Critico (AC)
Ayudas para el «Camino Ignaciano»
XVIII Simposio sobre EE: Ejercicios Espirituales para Jóvenes
Ser Compañeros de Jesús... Por la Acción de «la» Espíritu
La Palabra es Camino, Verdad y Vida
La Lectio Divina… Lectura frecuente de las Sagradas Escrituras
Luis Raúl Cruz, S.J.
Todo modo… de meditar, de contemplar (…) y de otras espirituales operaciones
Luis Raúl Cruz, S.J.
Oraciones del Padre Pedro Arrupe, S.J. Pedro Arrupe, S.J.
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