

APUNTES IGNACIANOS
ISSN 0124-1044
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Visión de Ignacio de Loyola en la Storta, de Cristo cargando con la cruz. Pintura de la capilla de San Ignacio en la Universidad de Seattle, washington.
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Apuntes Ignacianos
Número 77 Año 26
Mayo-Agosto 2016
Misericordia y Ejercicios Espirituales
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
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Nuestros Números en el 2016
Enero-Abril
Discernimiento Espiritual. In memoriam Javier Osuna Gil, S.J.
Mayo-Agosto
Misericordia y Ejercicios Espirituales
Septiembre-Diciembre
XVI Simposio de Ejercicios Espirituales Inspiración de los Ejercicios Espirituales para el cuidado de la Casa Común
Presentación
Apreciados lectores, con el presente número de la revista Apuntes Ignacianos les presentamos una especie de guía de lectura de la Bula Misericordea Vultus. No podíamos dejar pasar tan importante suceso eclesial sin aprovechar para reflexionar en torno a la Misericordia y los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Por esta razón, muy complacidos y honrados de contar con la colaboración importante y generosa de nuestros autores, a continuación les ofrecemos tres reflexiones muy originales, relevantes y de gran actualidad en torno a esta fundamental relación. Esperamos que estos textos enriquezcan su lectura de la Bula y sirvan para dar luces y enriquecer la vivencia de este Año Jubilar.
En primer lugar, encontrarán ustedes el texto del padre Juan Hernández Pico, S.J., «El Espíritu de la Primera Semana de los Ejercicios y la Misericordiae Vultus». En este original y juicioso estudio el padre Hernández plantea una lúcida comparación entre la Bula como parte de una novedosa estrategia pastoral frente a la experiencia concreta de la misericordia en el pecador perdonado de Primera Semana. En el segundo artículo tenemos el placer de encontrar la reflexión del padre González, «El llamado de la Misericordia y el deseo de Conversión: Los Ejercicios de la Primera Semana». Nuevamente, nos situamos en el ámbito de la Primera Semana, Semana de la Misericordia, para reflexionar de forma profunda sobre el papel fundamental de la conversión. El padre González nos regala una interesantísima reflexión sobre la importancia de los Ejercicios leves, en conexión especialmente con el acompañamiento de la juventud en su camino de conversión. Para cerrar este número, tenemos el gusto de presentar la provocadora reflexión del padre
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Ricardo Barba, «La herida en San Ignacio». Con su texto el padre Barba nos confronta a entender y vivir el dolor, el sufrimiento, en su inmediatez, como ventana y lanzadera a la misericordia.
Así pues, los dejamos con estas importantes y originales reflexiones, convencidos de que serán de gran utilidad. Nuevamente, queremos expresar nuestro sincero agradecimiento y admiración para con los autores.
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El Espíritu de la Primera Semana de los Ejercicios y la Misericordiae Vultus
INTRODUCCIÓN: LA COMPARACIÓN ENTRE UN CLÁSICO DE LA ESPIRITUALIDAD Y UNA ESTRATEGIA PASTORAL
o es fácil relacionar un clásico, como son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, con un escrito pastoral circunstanciado de un papa. ¿De qué se trata con un clásico? «Todos nosotros nos vemos obligados a reconocer –y en ocasiones a articular nuestras razones para un tal reconocimiento– que ciertas expresiones del espíritu humano comunican tan atinadamente una verdad que esta se impone vitalmente sin que podamos negarle un cierto carácter normativo»1. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola son una de esas expresiones del espíritu humano que comunican una verdad que ha llegado a ser normativa. Y esa verdad es que las personas pueden aventurarse por un itinerario espiritual (un viaje, una peregrinación…) que puede desembocar en un cambio de vida o lo que se ha llamado una conversión, que habitualmente implica un impresionante enamoramiento. Al
* Licenciado en Filosofía de la Facultad Eclesiástica de Filosofía de los Jesuitas de Loyola, España. Licenciado en Teología, del Philosophische und Theologische Hochschule Sankt Georgen, Frankfurt/Mein, República Federal de Alemania. Master en Sociología, del Department of Sociology, de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos. Actualmente es profesor en la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» de El Salvador.
1 DaviD Tracy, The Analogical Imagination, New York, Crossroad 1981 (esta edición 2002), 108. Traducción mía.
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Juan Hernández Pico, S.J.*
contrario, el escrito con el que Francisco, obispo de Roma, anuncia el año jubilar de la misericordia, me parece la justificación de una estrategia pastoral para intentar cambiar la imagen de Dios como severo juez inaccesible de la humanidad y proponer a Dios como un padre amoroso que se porta con nosotros como una madre, y tratar al mismo tiempo de que clérigos y laicado dejen de vivir en la Iglesia y en el mundo angustiados con la culpa o invitados a abandonarla para encontrar la paz, y sean en cambio misericordiosos consigo mismos y con los demás como Dios es misericordioso. ¿Es posible comparar un clásico confirmado por siglos en su valor humano con una estrategia para humanizar una institución cuyo valor está por verse? Intentemos la comparación y veamos el resultado.
Si intentamos primero una comparación a un nivel cuantitativo sobre la palabra misericordia, los resultados son muy diferentes. En el texto de la primera semana de los Ejercicios Espirituales, dedicado al encuentro con el mal y a la contraposición entre dos experiencias humanas profundísimas y contrapuestas, la experiencia del pecado y la experiencia del perdón, encontramos la palabra misericordia dos veces en 26 números (del 46 al 72). La primera, en el segundo ejercicio, que es una meditación «de los pecados», su historia personal, la ponderación de su malicia, el contraste entre la persona que peca y Dios contra quien peca, y la admiración por no haber sido aniquilado. Ahí todo termina en un «coloquio de misericordia» [61]2.
La segunda vez que el texto habla de misericordia es en la meditación del infierno. Ahí de lo que se trata es de expresar gratitud, es decir de dar salida a una experiencia profunda de gratitud porque la persona ve que ni antes de que Jesús llegara a este mundo ni durante su vida ni después de su vida en este mundo se ha encontrado en una situación de desgracia definitiva, de fracaso absoluto, de condenación, sino que lo que ha experimentado siempre ha sido que Dios «ha tenido… tanta piedad y misericordia» de ella [71].
Si en cambio vamos a la Bula Misericordiae vultus, con la que Francisco convoca al Año Jubilar de la misericordia, la palabra misericordia la encontramos 148 veces en los 25 números del texto. Evidentemente una comparación cuantitativa no nos sirve.
Para entrar en una comparación cualitativa, hemos de variar el método. Es preciso adentrarnos en la concepción de fondo de ambos documentos.
LA BULA «EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA»: ESTRATEGIA PARA CAMBIAR EL MODO DE PROCEDER FRENTE AL PECADO EN LA IGLESIA Y LA IMAGEN DE DIOS QUE LO HA JUSTIFICADO
¿Qué pretende Francisco al convocar el año jubilar de la misericordia y al escribir este documento para convocarlo? Parece que lo que pretende es cambiar el modo de proceder de la Iglesia. Parece que parte de una intuición: en la Iglesia la Jerarquía, es decir los obispos y los sacerdotes, diocesanos o religiosos, y también los laicos líderes de movimientos, catequistas, administradores, etc., se dejan inspirar más por la ley que por el amor, por la severidad que por la compasión. Pero Francisco cree que este hábito contradice lo que fue Jesús de Nazaret y lo que es Jesucristo crucificado y resucitado. Y es esto lo primero que quiere con el año jubilar: que la Iglesia vuelva a Jesucristo, «el rostro de la misericordia del Padre»3. Con esta frase comienza el documento y detrás de la palabra rostro escuchamos el Evangelio de Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que estaba en el seno del Padre, lo ha explicado»4, es decir en él hemos visto al Padre, él ha sido su rostro. Ahí aparece Jesús como rostro del Padre. Pero Francisco añade: «rostro de la misericordia del Padre» y entonces, detrás de la palabra rostro leemos también una gran parte de los Cuatro Evangelios, aquella dedicada a narrar la humanidad de Jesús, sensible para con la miseria en su continua preocupación por la vida y la salud, por el bienestar de la gente, por el perdón anticipado, etc. Confirmando esto, afirma Francisco en este documento que «los signos que [Jesús] realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia»5. El Evangelio de Lucas proclama: «sean misericordiosos como su Padre es misericordioso»6. Y es esta la convocatoria de Francisco,
3 PaPa Francisco, Documento Bulla Misericordiae Vultus, 1.
4 Jn 1, 18.
5 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 8.
2 Entre [ ] se suelen citar los números en que está dividido el texto de los Ejercicios Espirituales.
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6 Lc 6, 36. En latín, de donde proviene, la palabra misericordia está formada por otras dos: miseria (miseria, desgracia, desventura) y cor, cordis (corazón, sensibilidad, valor). Y llamar a una persona misericordiosa es como decir que tiene sensibilidad para la miseria, que se deja conmover por ella y busca soluciones para ella.
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su gran llamado a la Iglesia e incluso al mundo. Lo que Francisco dice es que necesitamos un mundo donde haya «corazón», es decir sensibilidad y soluciones para la miseria. Y desde luego una Iglesia que se deje conmover por la miseria y en concreto por el pecado para dar a las personas pecadoras el abrazo del Padre7. Y en este contexto recuerda el texto que San Beda el Venerable escribió sobre la elección del publicano Mateo: «Jesús miró a Mateo con amor misericordioso y lo eligió: miserando atque eligendo»8. Siempre me ha cautivado esta expresión, tanto que quise hacerla mi propio lema, como aparece en su escudo.
Francisco además afirma que ha escogido el 8 de diciembre de 2015 para abrir la Puerta Santa y así iniciar el año jubilar de la misericordia. Y que lo ha hecho porque ese día celebramos en la Iglesia el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Y recuerda con gran cariño las palabras del discurso inaugural de san Juan XXIII:
En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad… al elevar la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella9.
Quiere Francisco mantener la verdad, pero una verdad no impositiva y sí dialogante. A pesar de estas palabras, es preciso recordar que la primera puerta abierta en el año jubilar la abrió Francisco en Bangui, capital de la República Centroafricana, el 29 de noviembre de 2015 durante su viaje a ese país. El único obispo de Roma que ha abierto la puerta santa fuera de Roma y antes que en Roma. Y al hacerlo, rezó así:
Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. En toda la República Centroafricana y en todos los países del mundo que sufren la guerra pidamos la paz, amor y paz10. Francisco afirma también que en las parábolas llamadas de la misericordia en el Evangelio de Lucas11 «encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque
7 Cfr. Lc 15, 20.
8 Cfr. Hom. 21: CCL 122, 149-151.
9 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 4.
10 Palabras tomadas del texto sobre la visita a la República Centroafricana «Papa Francisco, el Prime pontífice en abrir una puerta santa fuera de Roma», en Internet, visto el 1 de junio de 2016 a las 3.45 p.m.
11 Cfr. Lc 15, 1-32.
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la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela en con el perdón». Por eso pide que «escuchemos la palabra de Jesús que ha señalado la misericordia como ideal de vida y como criterio de credibilidad de nuestra fe. ‘Dichosos los misericordiosos porque encontrarán misericordia’ (Mt 5, 7) es la bienaventuranza en la que hay que inspirarse durante este Año Santo»12.
Frente a estas palabras: «ideal de vida» y «criterio de credibilidad» no puede extrañarnos que enseguida proponga Francisco que «la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia». Y añade una vez más: «la credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo… Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia»13. Su exhortación apostólica postsinodal, «la Alegría del amor», insiste en que
La misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos… ya que la misericordia –repite– es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia… –Impresiona la continuación de esta frase–: Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia14.
Creo que estas palabras de Misericordiae vultus y de Amoris Laetitia muestran la verosimilitud de lo que ya he dicho antes: parece que lo que Francisco pretende con el Año Santo es cambiar el modo de proceder de la Iglesia a todos los niveles desde el énfasis en la ley a la acentuación del amor, tanto que piensa que de este cambio depende la credibilidad de la Iglesia. Si tenemos presente y recordamos el modo de proceder extremadamente burocrático e incluso insensible con que la Curia Romana ha tratado en la Iglesia a muchos teólogos, a las religiosas estadounidenses y muchos de los asuntos pastorales, caeremos en la cuenta de cómo es preciso que cambie en su modo de proceder para reflejar la ternura y la misericordia que fueron señales preclaras de la acción de Jesús de Nazaret como los Evangelios la han transmitido. Este cambio de rumbo en las actitudes de la jerarquía y del
12 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 9.
13 Ibíd., Op. Cit., 10.
14 PaPa Francisco, Exhortación Apostólica Post Sinodal Amoris Laetitia, 310.
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laicado es el que Francisco intenta pilotar: «Ha llegado el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón»15.
Que esta recuperación de la misericordia a todos los niveles en la Iglesia es objetivo principal del liderazgo cristiano de Francisco aparece de nuevo cuando escribe que «la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona»16. En «la Alegría del amor» repite textualmente esta manera de calificar la misericordia: «también frente a las más diversas situaciones que afectan a la familia, ‘la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio… ’»17. Dicho sencillamente: sea lo que sea de las decisiones canónicas con las que la Iglesia afronte los problemas de las personas divorciadas y vueltas a casar, de los grupos familiares con un núcleo de personas homosexuales, de los amores sin compromiso definitivo entre jóvenes, etc., nada podrá hacerse con fidelidad a Jesucristo sin una actitud radical de ternura y misericordia.
Francisco es consciente de que este será un camino difícil y complicado. Lo muestra cuando se refiere a las dificultades para visitar las Puertas Santas, en Roma o en otros lugares y a las duras peregrinaciones que muchas veces serán necesarias para cumplir ese objetivo, así como a las etapas espirituales concomitantes: «no juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados, perdonen y serán perdonados…; nadie puede convertirse en el juez del propio hermano», ni puede «exponerlo al descrédito,… comprometer su reputación y…dejarlo a merced del chisme» hablando «mal del propio hermano en su ausencia»18. Francisco extiende su llamado hacia la apertura del corazón
A cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales que… el mundo moderno… crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos…19
15 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 10.
16 Ibíd., 12.
17 Exhortación Apostólica Post Sinodal Amoris Laetitia, 309.
18 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 9.
19 Ibíd., 15.
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Francisco ha complementado la fuerza de estas palabras con la fuerza de sus gestos, el último de ellos el viaje a la Isla de Lesbos para estar con los refugiados sirios que huyen del horror y del fanatismo de la guerra y son encarcelados porque los pueblos ricos no los reciben.
Llama también el obispo de Roma a reflexionar durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales, a «despertar nuestra conciencia… ante el drama de la pobreza… En cada uno de estos ‘más pequeños’» –afirma aludiendo al famoso texto de Mateo en su capítulo 25–«está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros los reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado». No es este texto jubilar de Francisco el que toca más a fondo el problema del mal estructural. Lo hizo con mayor profundidad y con un acento más profético en «El Gozo del Evangelio». Veamos dos ejemplos. Ambos caen plenamente dentro de un «discernimiento evangélico». En el primero,
Francisco denuncia con fuerza «una economía de la exclusión y la inequidad»; afirma que hay que negarla sin dudar porque «esa economía mata», y la ubica en aquellos límites claros que «el mandamiento de ‘no matar’ [impone] para asegurar el valor de la vida humana». «No puede ser –afirma Francisco– que no sea noticia que muere de frío un anciano» sin techo; «no se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad». Se adentra inmediatamente en la economía y afirma: «hoy todo entra dentro del juego de la competencia y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil»20.
No cabe duda de que este texto denuncia la cruel falta de compasión con que una parte del mundo contempla las profundas injusticias que acontecen en el sistema económico actual y en los medios de comunicación que discriminan la existencia real de dos terceras partes de la humanidad.
En el segundo texto Francisco se atreve a señalar las causas de esta situación, plasmada en la primera gran crisis de la globalización neoliberal. Y señala la idolatría y el fetichismo del dinero. No habla directamente de la falta de misericordia pero está presente cuando señala «la dictadura de la economía sin un rostro y un objetivo verdaderamente humano»:
20 PaPa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 53.
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Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo21.
Sin embargo en la bula jubilar El rostro de la misericordia, Francisco apunta a dos hechos terribles que no ha tocado en documentos anteriores con la misma fuerza. Primero, el crimen organizado y segundo, la plaga de la corrupción. Y se atreve a ofrecerles también la experiencia de la misericordia y, para ello, la invitación a la conversión:
Pienso en modo particular en los hombres y mujeres que pertenecen a algún grupo criminal… Por su bien les pido cambiar de vida. Se lo pido en el nombre del Hijo de Dios que si bien combate el pecado nunca rechaza a ningún pecador. No caigan en la terrible trampa de pensar que la vida depende del dinero y que ante él todo el resto se vuelve carente de valor y dignidad. Es solo una ilusión. No llevamos el dinero con nosotros al más allá… La violencia usada para amasar fortunas que escurren sangre no convierte a nadie en poderoso ni inmortal…22.
Y continúa el obispo de Roma:
La misma llamada llegue también a todas las personas promotoras o cómplices de corrupción. Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hasta el cielo pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social… impide mirar el futuro con esperanza porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres…es una obstinación en el pecado que pretende sustituir a Dios con la ilusión del dinero como forma de poder… ¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón…23.
21 Ibíd., 55.
22 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 19.
23 Ibídem.
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«El rostro de la misericordia» toca también la relación problemática entre la justicia y la misericordia. No se trata evidentemente de la búsqueda de la justicia como respuesta a la injusticia estructural en que vivimos en el mundo de hoy. Se trata de la justicia con la que las instituciones de gobierno de la sociedad responderán al crimen. Francisco afirma con valentía que no es posible detenerse en esa justicia. No lo dice literalmente, pero insinúa que la justicia legal no es siempre justa, que entre las personas presas hay muchas sentenciadas injustamente y que la justicia gubernamental está minada muchas veces por el racismo y el desprecio de los pobres así como por los privilegios raciales, étnicos y económicos. ¿Cuál es el porcentaje de presos de raza negra en las cárceles de los Estados Unidos, comparado con el de raza blanca? Por eso dice claramente: «La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla. Por eso Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón». Sabe que está caminando por terreno movedizo y añade: «Esto no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin, sino el inicio de la conversión»24.
Ser
confesores no se improvisa
Francisco llama también en este documento a la recuperación del sacramento de la Reconciliación: «De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia», e insiste «en que los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre». Afirma gravemente que «ser confesores no se improvisa», que significa «participar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de la continuidad de un amor divino que perdona y que salva». En mis muchos años de presbítero y en mis clases de Sacramentos siempre me ha llamado la atención lo poco que se menciona, entre los textos bíblicos que apoyan el sacramento de la reconciliación, el capítulo 15 del Evangelio de Lucas y dentro de él la escena del regreso del hijo pródigo a la casa del Padre. En cambio, Francisco lo menciona y se detiene en él:
Cada confesor deberá acoger a los fieles como el padre en la parábola del hijo pródigo: un padre que corre al encuentro del hijo… Los confesores están llamados a abrazar a ese hijo arrepentido que vuelve a casa y a manifestar la alegría por haberlo encontrado. No se cansarán de salir al encuentro también
24 Ibíd., 21.
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del otro hijo que se quedó afuera, incapaz de alegrarse, para explicarle que su juicio severo es injusto y no tiene ningún sentido ante la misericordia del Padre que no conoce límites. No harán preguntas impertinentes, sino como el padre de la parábola interrumpirán el discurso preparado por el hijo pródigo…
Finalmente, el papa concluye con una afirmación que revoluciona la práctica de este sacramento: «En fin, los confesores están llamados a ser siempre, en todas partes, en cada situación y a pesar de todo, el signo del primado de la misericordia»25.
Subrayar el valor de la misericordia ayuda también, escribe Francisco, para un acercamiento con nuestros hermanos de la fe judía y musulmana. Y, habiendo empezado su convocatoria jubilar con una de las pocas definiciones de Dios en el Antiguo Testamento –«Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y pródigo en amor y fidelidad (Ex 34, 6)–»26, enfatiza que la misericordia nos relaciona con el judaísmo. Y que también nos relaciona con el Islam que invoca a Dios como «misericordioso y clemente». Por eso, «este Año Jubilar vivido en la misericordia, puede favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas»27.
Misericordiae vultus termina prácticamente con una reflexión sobre María, a quien llama Francisco «la Madre del Hijo de Dios» y «la Madre de la Misericordia», según la famosa oración de la Salve. La llama también «la Madre del Crucificado Resucitado» y «la Virgen María». «Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne». Por eso quiere el papa que «la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios». Como hemos dicho al comienzo
25 Ibíd., 17. Todos los textos citados en este largo párrafo pertenecen al número 17 de Misericordiae Vultus. Me he permitido poner en cursiva las palabras con que Francisco subraya el alcance primordial de la misericordia, a mi juicio por encima de restricciones canónicas vigentes aún a propósito de la dificultad de perdonar varios pecados. El hecho de que el mismo papa haya decidido enviar a todos lados «misioneros de la misericordia» durante la Cuaresma con la facultad de perdonar toda clase de pecados canónicamente reservados a la Sede Apostólica, muestra el camino que se ha empezado a abrir: si se pudo durante la Cuaresma del Año Santo, ¿por qué no siempre? ¿Se puede encontrar pecado más grave, perdonado de inmediato, que el que cometieron el hijo pródigo y su hermano: primero, reclamar la herencia antes de la muerte del padre, que en la cultura hebrea equivalía a desearle la muerte al padre; después dilapidarla con una vida disoluta; y, en el caso del hermano enojado, negar la alegría del perdón a su hermano sin que pasara por previos castigos?
26 Documento Bulla Misericordiae Vultus, 1.
27 Ibíd., 23.
es este el objetivo de este documento de convocatoria del Año Santo de la misericordia: cambiar una imagen de Dios, muy extendida entre todo el Pueblo de Dios, que considera a Dios fundamentalmente con un alejamiento notable de la humanidad, como el Dios omnipotente y juez severo, incluso implacable. En cambio la meta de Francisco es que redescubramos «la alegría de la ternura de Dios»28.
Vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros
Este documento papal termina reiterando que se trata de un Año Santo extraordinario. Pero en contraste, su finalidad es «vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros», un Padre que «nunca se cansa de ofrecer misericordia y es siempre paciente en el confortar y perdonar»29. El Año Santo de la misericordia es extraordinario. Pero su objetivo es hacer de la experiencia de la misericordia de Dios algo ordinario, cotidiano, «en la vida de cada día». Bien sabe Francisco que la vida de cada día es el mayor valor, la vivencia fundamental en la existencia humana.
LA PRIMERA SEMANA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES, EXPERIENCIA PERSONAL ESPIRITUAL DEL MAL EN EL CORAZÓN Y EN EL MUNDO Y DEL PERDÓN DE DIOS
El valor fundamental de la Primera Semana –o etapa– de los Ejercicios Espirituales es el enfrentamiento de la realidad del mal, ineludible en esta historia bien como pecado o responsabilidad personal bien como pecado del mundo o estructuras de mal o de pecado históricamente conformadas como ambiente que nos rodea y oprime.
Ignacio de Loyola desarrolla esta etapa a través de cinco ejercicios de meditación, cuyos instrumentos fundamentales son la memoria de ciertos acontecimientos, su comprensión intelectual y la decisión voluntaria frente a ellos. Al ejercicio de estas tres «potencias»30 se encomendaba la meditación. En
28 Ibíd., 24.
29 Ibíd., 25.
30 La filosofía y la teología escolástica, que es la que Ignacio estudió en la Universidad de París, concebía a la memoria, la inteligencia y la voluntad como tres potencias o capacidades del alma
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el primer ejercicio, Ignacio propuso meditar sobre una especie de historia de los pecados, primero sobre el pecado de los ángeles, que la teología entendía como un pecado de orgullo, segundo, sobre el pecado de los primeros padres de la humanidad, Adán y Eva, que la teología aceptaba tomando como fuente históricamente literal los relatos bíblicos de los tres primeros capítulos del Génesis; y tercero, sobre toda persona que por un solo pecado mortal haya sido condenada al infierno. Naturalmente, hoy cualquiera persona que dirija los Ejercicios debe presentar esta meditación con ayuda de una visión teológica y bíblica actualizada. Ya en tiempo del mismo Ignacio de Loyola, su secretario, Juan de Polanco, añadió por dos veces la palabra «quizá» –forte en latín– en dos versiones latinas del texto de los Ejercicios matizando así la afirmación ignaciana de la persona que por un solo pecado mortal haya sido condenada al infierno31. Pero tal vez el punto más importante de este primer Ejercicio está en lo que Ignacio llamó el coloquio, es decir la conversación con que termina la meditación. Cuando dice «coloquio», Ignacio quiere decir un diálogo entre la persona y Dios como entre dos amigos o entre un siervo y su señor, según que prime la confianza o la reverencia, es decir la cercana hermandad con Jesucristo y la filiación con Dios o el reconocimiento de la distancia y la diferencia entre el ser humano y su creador [54]. En la conversación entre la persona que hace los Ejercicios y Dios, o el Verbo encarnado, Jesús de Nazaret, a veces plícitamente Jesús crucificado [53], se trata de hablar como un necesitado que pide lo que le hace falta o como quien se sincera sobre su propia culpa, o sencillamente comunicándose con gran apertura sobre «sus cosas» y aconsejándose sobre ellas [54]. Pues bien, aquí Ignacio indica que el que hace los Ejercicios imagine que está hablando con Cristo crucificado a punto de morir por sus pecados, y que se haga tres preguntas: «qué he hecho por Cristo, que hago por Cristo y qué debo hacer por Cristo», sin que eso impida otras formas de dialogar.
Ignacio Ellacuría, por ejemplo, dirigió en 1971 unos Ejercicios Espirituales a compañeros jesuitas de la Provincia de Centroamérica. En esos Ejercicios, al llegar a la presentación de esta meditación sugirió que habláramos así en esa conversación final del primer ejercicio de la Primera Semana: «qué hecho yo para bajar de la cruz a los crucificados de hoy, qué hago hoy para bajar de la cruz a los crucificados de este mundo, y qué voy a hacer espiritual encarnada («encarcelada») en el cuerpo material. 31 sanTiago arzubialDe, Ejercicios espirituales de San Ignacio. Historia y análisis. (Manresa 1) Bilbao-Santander 1991, 127, nota al n. 52 del Libro de los Ejercicios.
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para bajar de la cruz a los crucificados de este mundo». Así le imprimía a este «coloquio» una historización fundamental, presidida por su convicción personal y teológica de que
Entre tantos signos, como siempre se dan, unos llamativos y otros apenas perceptibles, hay en cada tiempo uno que es el principal, a cuya luz deben discernirse e interpretarse todos los demás. Ese signo es siempre el pueblo históricamente crucificado, que junta a su permanencia la siempre distinta forma histórica de su crucifixión. Ese pueblo crucificado es la continuación histórica del siervo de Yahvé, al que el pecado del mundo sigue quitándole toda figura humana, al que los poderes de este mundo siguen despojando de todo, le siguen arrebatando hasta la vida, sobre todo la vida32.
No cabe duda de que esta historización del primer ejercicio de meditación de la Primera Semana, acerca a esta al lenguaje de la bula Misericordiae vultus, que, como hemos visto, se preocupa por poner la convocatoria al Año Santo de la misericordia en el contexto de los crucificados de este mundo al hablar las «situaciones de precariedad y sufrimiento [que] existen en el mundo de hoy», del «drama de la pobreza», de la presencia de Cristo entre los más pequeños mencionados en el juicio de las naciones (Mt 25, 31-45), cuya «carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga» o de «llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna», etc. Pero sin embargo lo que marca la meditación es aquello que el ejercitante debe pedir como fruto de ella: «vergüenza y confusión de mí mismo, viendo cuántos han sido dañados por un solo pecado mortal y cuántas veces yo merecía ser condenado para siempre por mis tantos pecados» [48]. Esa profunda experiencia espiritual se ve, por ejemplo, cuando uno lee a Dorothy Day, la gran santa laica estadounidense:
Cada mañana como cuatrocientos hombres llegan a la calle Mott para ser alimentados. Es difícil decirles, con alegría y franqueza, ‘Buenos días’ cuando pasamos por allí para ir a misa. […] Más bien, uno tiene ganas de tomarles las manos y decirles: ¡Perdónennos, perdónennos! Todos los que estamos más cómodos, que tenemos un lugar donde dormir, tres comidas al día, trabajo remunerado, nosotros somos responsables por la condición de ustedes.
32 ignacio ellacuría, «Discernir el signo de los tiempos», en Escritos teológicos II, San Salvador, UCA Editores, 2000, 134. Una manera parecida de historizar la primera semana se encuentra en Dean brackley, Espiritualidad para la solidaridad: nuevas perspectivas ignacianas, San Salvador, UCA Editores 2010, 29-62.
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Somos culpables de pecados propios y ajenos. ¡Perdónennos y que Dios nos perdone a todos!33
Pasemos al Segundo Ejercicio de la Primera Semana. Es una meditación sobre los pecados propios. El fruto de esta experiencia espiritual, como se expresa en lo que se desea recibir, es «crecido e intenso dolor y lágrimas de mis pecados» [55]. Se proponen cinco puntos. El primero es una memoria de los pecados propios en la vida de uno, teniendo en cuenta los lugares donde he vivido y la casa donde he habitado, mis conversaciones, y mi trabajo. El segundo punto es una ponderación de la malicia de esos pecados, incluso aunque no hubiera mandato de no cometerlos. El tercero es un ejercicio de verdad, desmitificando mi orgullo, puesto que muchos de mis pecados se deben a una conciencia desorbitada de mi importancia. El cuarto, al contrario, tratar de poner en su lugar a Dios contra quien he pecado, adquiriendo una conciencia adecuada de su grandeza. Y el quinto, tratar de admirarme de que mi propia vida no se haya vuelto contra mí, destrozando mi dignidad y mi autoestima. Al final viene esa conversación cuyo tema va a ser la misericordia y la gratitud por poder abordar mi vida de manera radicalmente diferente desde una experiencia de conversión.
En el examen de la oración hemos de tratar de descubrir cómo nos ha consolado el Espíritu Santo
El Tercer Ejercicio de la Primera Semana nos introduce a un método de orar nuevo: la repetición, volviendo a vivir los momentos cumbre del primero y segundo ejercicio. Pero cuál es el criterio para que la repetición no aburra, sino que ahonde la experiencia. Se trata de sacar provecho de una herramienta que Ignacio de Loyola ha ofrecido ya: el examen de la oración. Nos ha dicho que después de cada experiencia de oración, habitualmente de una hora, hagamos un balance de lo que hemos vivido. Y ese balance se ha de fijar especialmente en lo que él denomina «consolaciones» y «desolaciones». Aquí el método ignaciano de orar rebosa de cercanía al Nuevo Testamento y en especial a los Evangelios. El Evangelio de Juan particularmente nos anuncia que Jesús, tras su muerte y resurrección, nos enviará al Paráclito, uno de cuyos significados es «el Consolador» (Jn 14, 26). En el examen de la oración hemos de tratar de descubrir cómo nos ha consolado el Espíritu Santo, a veces inflamándonos
33 Citado por Dean brackley, Op. cit., p. 45.
Sentir y gustar de esa misericordia o ese perdón internamente
en amor de Dios, a veces haciéndonos llorar de amor también o de dolor por nuestros pecados o por el sufrimiento de Jesús en su pasión, Pero también, sencillamente aumentando nuestra fe, esperanza y amor, o alegrándonos con el gozo de vivir y de vivir servicialmente. De acuerdo con lo que Ellacuría o Brackley nos enseñaron a historizar, nuestras lágrimas pueden ser también porque nos traspasa el corazón la injusticia contra la vida de los pobres o por los intentos de convertirlos en masas engañadas y movilizadas por falsos liderazgos que no respetan su dignidad. La desolación, en cambio, es oscuridad, turbación, movimiento hacia la cobardía o la venta de nuestra libertad, pérdida de fe, esperanza y amor y tentación a vivir egoístamente. La repetición, como modo de orar consiste entonces en recoger las señales y las indicaciones de consuelo y ver a qué contenidos, pasajes o imágenes de la meditación han acompañado y detenernos en ellos de nuevo, así como también detenernos en lo que nos ha provocado disgusto, para estar dispuestos a desenmascarar nuestros temores hacia la propuesta de conversión que experimentamos. Ignacio nos anima además a vivir nuestra conversación final con María, con Jesucristo y con el Padre. Todo ello con el fin de desenmascarar la raíz interna de donde brotan en mí los frutos del mal, el juego de las pasiones que me alejan del bien y lograr además un nuevo conocimiento más profundo del mundo, es decir de ese ambiente histórico-estructural donde se respira el mal y nos acosa.
El cuarto ejercicio de la primera semana es un resumen del tercero. Se trata de otro modo de orar. Ya no hay que buscar nada nuevo. Ignacio pretende que el recuerdo se centre en el corazón de lo que se siente que le ha sido regalado a la persona que hace los Ejercicios. Es como una aplicación en la oración de lo que Ignacio de Loyola dice cuando avisa que el director de Ejercicios no se alargue innecesariamente en la presentación de los mismos ejercicios, «porque no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente» [2]. Estamos en el corazón de la experiencia espiritual. Aquí no toca, por ejemplo, desentrañar la misericordia con mayor o más profunda meditación. Lo que toca es «sentir y gustar de esa misericordia o ese perdón internamente».
Finalmente, Ignacio propone un quinto ejercicio, sobre el infierno. ¿Cómo se inserta esta meditación del infierno en la experiencia espiritual que
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Ignacio de Loyola pretende recibir como don durante los Ejercicios Espirituales? Hemos de retrotraernos a su época. Ya en su tiempo la Divina Comedia de Dante, con su itinerario o peregrinación por el infierno, el purgatorio y el cielo, era, para quien podía leer, la gran obra poética que define el mapa de la realidad en este mundo y más allá de la muerte. No hay que olvidar que muchas de las figuras que aparecen en el Infierno en La Divina Comedia son personas cuyas trayectorias han sido profundamente inhumanas durante su vida terrena. Dante no es solo un poeta. Su poema es una herramienta, más aún un arma de feroz crítica contra quienes, a su juicio, se dejaron llevar por la codicia, por la violencia, por la idolatría del poder en este mundo y, así, un arma de crítica contra similares personajes de su época. Para Ignacio, la meditación del Infierno es sobre todo de un gran realismo: la gente no se mueve siempre por el amor; para prevenir el mal o disuadir de cometerlo, el temor es una herramienta importante y algunas veces más eficaz que el amor. Después de los puntos de la meditación, que intentan imaginar la desgracia de los condenados, pero que no eran tan difíciles de imaginar en un mundo donde eran bastante normales los horrores de la prisión y de la tortura así como de la ejecución por crímenes menos graves que los que hoy en algunos países (Estados Unidos, China, etc.) se castigan con la pena de muerte. Ignacio termina la meditación que intenta introducir a la experiencia del temor preventivo del pecado con una conversación donde por segunda vez se agradece a Dios por «tanta piedad y misericordia» [71], es decir por darme una segunda o tercera oportunidad para rehacer mi vida. Es evidente que podemos historizar esta experiencia en nuestra época, agradeciendo no haber pasado personalmente por Mauthausen o Auschwitz, por las cárceles y las brutales torturas y asesinatos de las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Uruguay o Chile, por los secuestros en Colombia o en México, por las masacres de Cuarto Pueblo o de San Francisco en Guatemala, del Sumpul o del Mozote en El Salvador, o por los bombardeos israelíes de la Zona de Gaza. Nos sobran infiernos terrenales en los barrios marginados de nuestras ciudades y en las zonas rurales de los países pobres del mundo.
Karl Rahner afirmaba que no aceptar la posibilidad del infierno era menospreciar la realidad de la libertad humana. Juan Luis Segundo escribió un libro para disentir de Rahner y afirmar que la realidad del infierno es incompatible con el tipo de libertad finita de las personas humanas y con la misericordia infinita de Dios. Escribía Karl Rahner:
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En la doctrina del infierno sostenemos la posibilidad de una condenación definitiva para todo individuo –en cada caso para mí, pues de otro modo no se daría ya la seriedad de una historia libre. Pero esta apertura en el cristianismo no es necesariamente la doctrina de dos caminos de igual rango… En la confesión de la vida eterna en el Símbolo Apostólico profesamos que el mundo, la humanidad en general, por el poder de la gracia de Dios en Jesucristo halla una consumación feliz, positiva34.
Por su parte, Juan Luis Segundo escribía:
…He estado tratando de buscar en las fuentes mismas del mensaje cristiano cómo reformular el pensamiento sobre el ‘infierno’. Y cómo hacerlo de manera que…el gran llamado a la seriedad de la libertad sustituya a lo que, bajo el título de ‘infierno’ (y llevando tras sí todo el imaginario que aún le está acoplado) cumplía en la teología corriente –más mal que bien– la función de llamar la atención sobre una dimensión absoluta de la libertad (confundiéndola con un poder infinito que la libertad humana nunca poseyó)…
Es decir que la dimensión absoluta de la libertad humana, que hay que asumir, no equivale a un «poder infinito» de la misma libertad humana para decidir su suerte para siempre. El infierno entonces es algo que sucede a algunas personas en el tiempo histórico. ¿Y qué es ese algo? «El ‘infierno’ no es ni más ni menos que el dolor con que afectamos a otros, o el que, pudiéndolo evitar, no lo hacemos por temor, pereza o costumbre». Yo añadiría «y el dolor con que nos afectamos a nosotros mismos». Juan Luis Segundo añade que, dicho eso, no insiste «en llamarlo así y, para ser mejor comprendido, he indicado que prefiero una expresión extraña, pero digitalmente35 justa, a mi parecer: ‘el absoluto menos’, o sea, el absoluto que, en lugar de crear y construir amor, constituye el extremo sector ‘menos’ de nuestras opciones, siempre limitadas y finitas»36. Es ese temor de dañar brutalmente a los demás y de dañarnos a nosotros mismos el que podría librarnos de enredarnos en el mal cuando ya no nos inspira el amor.
34 karl rahner, Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo, Barcelona 1979, 509.
35 El lenguaje digital, contrapuesto al icónico, juega con un «vocabulario abstracto que habla de valores y distingue entre ellos,… es el lenguaje que denota y describe y el más usado en la ciencia». El lenguaje icónico es «un lenguaje hecho de imágenes y de connotaciones mímicas». Véase Juan luis segunDo, La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret. De los Sinópticos a Pablo, Santander 1991, 50.
36 Juan luis segunDo, El Infierno. Un diálogo con Karl Rahner, Montevideo, Ediciones Lohlé-Lumen, 1997. Todas las citas se encuentran en las pp. 178-179.
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EL NÚCLEO DE LA COMPARACIÓN: UNA ESTRATEGIA
PASTORAL FRENTE A UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL
Nos toca ahora abordar la comparación entre la bula de convocatoria del Año Santo Jubilar extraordinario y el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Más concretamente, la Primera Semana o etapa de él.
Lo primero que diferencia a la bula de convocatoria del Año Santo extraordinario de los Ejercicios Espirituales es su objetivo. Ya lo dijimos al comienzo de este artículo. La bula es parte de una estrategia pastoral del papa Francisco, que intenta transformar profundamente la manera de ver a Dios en la Iglesia Católica y, como consecuencia muy importante, la manera de tratarse los fieles católicos al interior del Pueblo de Dios. Se trata de una estrategia pastoral compleja, uno de cuyos elementos principales es lograr que el Concilio Vaticano II vuelva a ser la Carta Magna eclesial que Juan XXIII quiso, interpretando así de forma penetrante los deseos de una mayoría del laicado, de teólogos y de pastores en la Iglesia de la década de los 60. Francisco sabe muy bien que la forma de interpretar el Vaticano II en la Curia Romana y por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, consiste fundamentalmente en mantener la letra del Concilio y dar una versión hermenéutica que intenta controlar institucionalmente los «daños» y restablecer la Iglesia jerárquica lo más cerca posible de su dominio absoluto. Y sabe que eso es en realidad desterrar el espíritu del Vaticano II. Dicho en forma simplista, pero no falsa, con la bula se trata de una parte de una política eclesial para mantener o restaurar el énfasis en la fraternidad del Pueblo de Dios por encima de la acentuación de la autoridad de la Jerarquía. Y ello en forma de una estrategia pastoral. El resultado depende de mantener la coherencia de los gestos y las acciones pastorales de Francisco con el contenido de esta estrategia y de mantener y reforzar la adhesión personal a Francisco de una mayoría del Pueblo de Dios, laical sobre todo pero también de un grupo creciente en la jerarquía clerical. El público meta, por decirlo así, es principalmente un sector comprometido del Pueblo de Dios y una base entusiasta y entusiasmada de apoyo que desvela hacia dónde van los buenos sentimientos de una mayoría en la Iglesia y en la humanidad.
En cambio, el objetivo de los Ejercicios Espirituales y, por tanto, de la Primera Semana –o etapa– de ellos, es promover y facilitar una experiencia profunda de Dios y del mundo en personas que se comprometen a empezar a
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caminar por esa senda angosta, pero fascinante, de la aventura del encuentro con Dios y las consecuencias de este encuentro para la vida diaria de esas personas. El público meta se reduce idealmente a cada una de las personas que aceptan recorrer ese camino. Los Ejercicios Espirituales son en su versión más exigente un camino personal hacia Dios. Aunque también pueden hacerse grupalmente. El presupuesto fundamental es el deseo de Dios de encontrarse y comunicarse con las personas, preferente, pero no exclusivamente, creyentes, para entablar un diálogo sobre la orientación de su vida. El objetivo es recibir y obtener la máxima honradez espiritual posible para ir distinguiendo entre las inclinaciones y deseos egoístas y las altruistas, y así disponer a la persona para tomar una decisión lúcidamente honrada y generosa sobre el camino de su vida.
Los Ejercicios
Espirituales son en su versión más exigente un camino personal hacia
Dios
Así pues, en esta comparación que se nos ha pedido entre la Bula Misericordiae vultus y la Primera Semana –o etapa– de los Ejercicios Espirituales, la diferencia fundamental que encontramos es que con la bula se trata de una parte de una estrategia pastoral para cambiar la imagen de Dios y, consecuentemente la práctica de la Iglesia –como Pueblo de Dios y como institución acentuadamente jerárquica», mientras que con los Ejercicios Espirituales y todas sus «semanas» o etapas se trata de poner las condiciones necesarias para promover una experiencia de Dios que concluya en una decisión de ordenamiento o reordenamiento de la vida personal. La diferencia se puede proponer sencillamente como la que hay entre dos actividades humanas, una de las cuales es, en términos creyentes o al menos religiosos, una estrategia pastoral para intentar cambiar una práctica eclesial y la imagen de Dios que la sustenta, y la otra es una experiencia espiritual para intentar decidir sobre el camino personal y la experiencia de Dios que lo indica u orienta.
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CONCLUSIÓN
Después de haber presentado el carácter de dos documentos que se me ha pedido comparar, la Bula de convocatoria del Año Santo de la Misericordia, «el rostro de la misericordia», del papa Francisco, y la Primera Semana –o etapa– del Libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, y de haber intentado su comparación, llego a las siguientes propuestas conclusivas, por supuesto discutibles y dialogables:
1) No es fácil comparar dos documentos cuya historia editorial y pública es profundamente diferente. La bula «el rostro de la misericordia» es parte de una serie de palabras y gestos de Francisco, que constituyen una estrategia programática tanto para cambiar un modo de proceder pastoral en la Iglesia Católica haciéndolo mucho más sensible a la misericordia que a la aplicación canónica de la ley, como para cambiar la imagen de Dios que lo justifica, de un Dios predominantemente juez severo de conductas a un Dios padre tierno y comprensivo de personas, que son sus hijas e hijos y hermanas y hermanos entre sí. La Primera Semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola es, en cambio, una parte constituyente de un camino para llegar a una experiencia espiritual personal de Dios, del mundo y de la persona humana que los hace. Una experiencia espiritual personal de conversión y enamoramiento.
2) La bula «el rostro de la misericordia», en cuanto parte importante de una estrategia programática pastoral, apenas tiene historia. Es un importante factor en un giro del gobierno de la Iglesia que pretende volver al Concilio Vaticano II y a la interpretación históricamente válida de él como hito fundamental de un cambio de énfasis. Este cambio acentúa el carácter de «Pueblo de Dios» de la comunidad humana que cree en Jesucristo y atenúa el carácter de «institución jerárquica» de esa misma comunidad. Este cambio fue uno de los objetivos del papa Juan XXIII y de la mayoría de padres conciliares del Vaticano II. Pablo VI mantuvo con bastante fuerza este cambio. Pero Juan Pablo II y Benedicto XVI favorecieron y, hasta cierto punto, impusieron una interpretación «lite» del Vaticano II, cuya marca fundamental fue la recuperación de la influencia e incluso del poder autónomo de la Curia Romana –parte fundamental de la «institución jerárquica» eclesiástica–.
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De los 54 años que han transcurrido desde el comienzo del Vaticano II, 35 han correspondido a los gobiernos de Juan Pablo II y Benedicto XVI. El giro que Francisco intenta imprimir, uno de cuyos hitos es el Año Santo jubilar de la misericordia y la bula que lo convoca, tiene algo más de 3 años de historia y su futuro no está asegurado. En contraposición, el Libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola se ha convertido en un clásico de la espiritualidad cristiana y lleva más de cuatro siglos y medio fundamentando la experiencia espiritual personal que promueve.
3) Esta es mi conclusión final. La bula «el rostro de la misericordia» pretende orientar tanto al Pueblo de Dios como a la «institución jerárquica» eclesiástica hacia uno de los pivotes más originales y enfáticos del mensaje de Jesús de Nazaret, el Cristo crucificado y resucitado: la revelación de la misericordia como principal actitud del Dios de Jesucristo frente a la humanidad. La Primera Semana de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola pretende dar los fundamentos para una profunda experiencia personal del mal en el corazón humano y en el mundo, y para una profunda experiencia de la victoria de Dios sobre el mal por la misericordia y el perdón, tanto en el corazón humano como en el mundo.
Estos dos énfasis distintos producirán tanto mayor fruto cuanto más complementarios sean. La misericordia y el perdón solo responden a la realidad humana cuando se afianzan en una experiencia profunda del mal en el corazón humano y en el mundo y de la necesidad de su denuncia y de la lucha contra él desde una conciencia histórica que ve el egoísmo incapaz de solidaridad y las estructuras que crucifican a las personas como los escándalos mayores hoy. Pero la experiencia profunda del mal en el corazón humano y en el mundo solo en un Pueblo de Dios fundamentado en la misericordia encontrará un cauce para transformar la Iglesia de todos los días en la Casa común abierta a la humanidad.
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El llamado a la Misericordia y el deseo de Conversión.
El llamado a la Misericordia
y el deseo de Conversión
Los Ejercicios de la Primera Semana
Jaime Emilio González Magaña, S.J.*
LA CONVERSIÓN Y LA INDULGENCIA
El Jubileo Extraordinario de la Misericordia será, sin duda, un período de oración y reflexión en que todos estamos llamados a tener la mirada fija en Dios para poder ser signo eficaz del obrar del Padre en este «tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes»1. Preocupado por la situación del mundo, el Santo Padre insiste en la necesidad de contemplar el misterio de la misericordia que es fuente de alegría, de serenidad, de paz y condición para nuestra salvación; es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad y es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado2. Un aspecto central de este
* Jesuita y biblista boliviano. Realizo estudios de Filosofía en la Universidad Católica de Boliviana. Estudió Teología en la Universidad Pontificia Comillas en Madrid, España. Doctor en Teología del Instituto de Estudios Superiores de la Compañía de Jesús en Brasil. Actualmente docente del Instituto de Espiritualidad en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma.
1 S.S. FranciSco Misericordiae Vultus. Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de abril, Vigilia del Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, del Año del Señor 2015, tercero de su pontificado, n. 3.
2 Ibíd., n. 2.
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año de gracia es, seguramente es el de la indulgencia3 para experimentar la misericordia de Dios y para que se fortalezca la fe de cada creyente a la vez que la promoción de un deseo eficaz de conversión que nos permita dar un testimonio eclesial cada vez más creíble en una sociedad que se esfuerza por alejar más a Dios de la vida cotidiana. De ahí que el Papa afirme enfáticamente: «es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con una reflexión sobre la misericordia»4. Es en este contexto en el que podemos recuperar la experiencia de San Ignacio de Loyola y su contribución a la Iglesia a través de los Ejercicios Espirituales. Nuestro objetivo será, por tanto, proponer un aspecto peculiar de la práctica ignaciana como un instrumento eficaz para ayudar a quienes manifiesten su deseo y necesidad de conversión y el llamado a la misericordia en un momento histórico de tanta confusión y superficialidad como el que estamos viviendo, muy similar al que vivía la Iglesia en el nacimiento de la Compañía de Jesús cuando el pueblo de Dios requería una catequesis seria y responsable5.
Uno de los principales méritos de Ignacio fue, sin duda, el darse cuenta de la profunda necesidad de conversión
LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES «UN TALLER DE CONVERSIÓN»
Uno de los principales méritos de Ignacio fue, sin duda, el darse cuenta de la profunda necesidad de conversión que se sentía en el contexto histórico que le tocó vivir. Repasó cada una de las etapas por las que había pasado en su agitada vida y, pedagógica y ordenadamente, redactó una serie de Anotaciones, Reglas y Adiciones que le servirían para que otros pudieran hacer los Ejercicios Espirituales, consciente de que podrían obtener el mismo fruto que él había conseguido6. Aprendió a discernir adecuadamente las necesida-
3 Ibíd., n. 22.
4 S.S. FranciSco, Carta con la que se concede la indulgencia con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia del 1 de septiembre de 2015.
5 Cfr. Jaime emilio González maGaña, Los Ejercicios: Una oferta de Ignacio de Loyola para los jóvenes, México 2002.
6 Cfr. andréS martín, melquiadeS. (1975). Los Recogidos. Nueva Visión de la Mística Española (1500-1700), Madrid 1976. La Teología Española en el siglo XVI, I, (BAC Serie Maior 13), Madrid
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des de su entorno, dándoles la impronta necesaria para que coadyuvaran al hombre de su tiempo a favorecer su conversión y, con ella, la vuelta a Dios, a sí mismo y a los demás. El deseo de conversión era generalizado; había anhelos de cambio en el culto, en la piedad popular y en la práctica cristiana. Muchos deseaban prepararse mejor y estudiar las fuentes de la fe, la Sagrada Escritura, la Tradición de los Padres y los místicos con la ayuda de la obra de Erasmo de Rotterdam. El mismo Ignacio, cuando ya existían los colegios jesuitas limitó el uso de algunos de sus libros, mas no los prohibió todos7 y lo mismo sucedió en el generalato de Diego Laínez, incluso después del Índice de 1557, cuando algunos colegios seguían usando sus textos8. La reforma comenzó propiciando la vuelta a posiciones o concepciones de la vida, la fe o la religión que se consideraban originales y que era necesario recuperar para que la existencia humana fuera lo que debía ser. Iserloh afirma que ese estadio primigenio nunca ha podido ser alcanzado por el hombre y que, en consecuencia, «reforma» significaba a comienzos del siglo XVI «la adaptación a nuevos hechos y abertura a las necesidades de la hora»9.
En este contexto, los Ejercicios Espirituales fueron una respuesta a la búsqueda del hombre y desde que se dieron a conocer, atrajeron a muchos cristianos de buena voluntad que querían practicarlos para ordenar su vida y buscar la voluntad de Dios en ella. Ignacio de Loyola sabía que los Ejercicios podían colaborar en una reforma de la Iglesia católica que partiera precisamente del deseo de conversión, es decir, de la necesidad del hombre por volver a encontrar su «forma». Advirtió la necesidad de conversión en la Iglesia y supo ver más allá de un simple espacio físico limitado, de un período temporal concreto; deliberó que el peligroso ambiente que se vivía en la Universidad de París le urgía para buscar una honda y legítima conversión que les llevara a la salvación personal así como a la del prójimo10 y ofreció su experiencia
1977. La Teología Española en el siglo XVI, II, (BAC Serie Maior 14), Madrid 1979. Pensamiento teológico y vivencia religiosa en la reforma española (1400-1600): Historia de la Iglesia de España, Vol. III.
7 monumenta HiStorica SocietatiS ieSu. Monumenta Ignatiana. (1909), Series prima, Sancti Ignatii de Loyola Epistolae et Instructiones, Tomus nonus, Vol. 37, Matriti: Typis Gabrielis López del Horno, 721-722. En adelante: MHSI.
8 MHSI. Lainii Monumenta. Epistolae et Acta Patris Jacobi Lainii, Tomus secundus 1557, Vol. 45, Matriti: Typis Gabrielis López del Horno 1912, 304.
9 Hubert Jedin, Manual de Historia de la Iglesia, Tomo V, Reforma Católica y Contrarreforma, (Biblioteca Herder, Sección de Historia Vol. 80), Barcelona 1972, 44.
10 MHSI. (1934). Monumenta Ignatiana, Ex Autographis vel ex antiquioribus exemplis collecta. Series tertia, Sancti Ignatii de Loyola Constitutiones Societatis Iesu, Tomus primus. Monumenta
El llamado a la Misericordia y el deseo de Conversión. Los Ejercicios de Primera
personal como un instrumento útil para que otros pudieran conseguir sus propósitos además de que fue siempre consciente de que era urgente formar hombres que respondieran adecuadamente a las necesidades del momento histórico que vivían11. Sin embargo, era necesario buscar una adecuada adaptación a la práctica ignaciana que respondiese convenientemente a los diversos tipos de personas que la solicitaban así como de sus necesidades. Al inicio, todos los candidatos eran jóvenes y estudiantes universitarios pero no todos tenían el mismo talante o el mismo carácter, tampoco las mismas experiencias. A cada uno de ellos lo preparó y acompañó en su proceso de maduración espiritual hasta que llegó el momento de darles el modo y orden según lo que él había vivido en Manresa. La experiencia que vivió cada uno de los primeros compañeros fue determinante para que fuera integrando en el cuerpo de su obra las correcciones, matizaciones, adiciones y anotaciones con el fin de ofrecerlos a más gente que se interesaba en su método. De acuerdo a la práctica creciente del retiro se comenzaron a hacer diversas adaptaciones que tomaran en cuenta el tipo de persona que solicitaba el retiro, sus necesidades vitales y los frutos que pretendía lograr con su oración.
Un elemento muy importante que Ignacio consideró en las Anotaciones a su obra se refiere al sujeto que hace los Ejercicios. El término está referido siempre a personas concretas y hace alusión a las cualidades que ha de tener una persona para ser capaz de asumir compromisos serios, libres y responsables. La concepción del sujeto fue siempre muy importante pues abarca al conjunto de la persona humana y asume que el individuo es único e irrepetible. Para definirlo se consideran sus dones naturales, sus capacidades y, en muchos casos, Ignacio privilegió a personas que resultaban interesantes aun cuando no tuviesen la preparación adecuada para realizar una misión precisa. Cuando se habla de que una persona tiene sujeto se está haciendo referencia a que posee una serie de cualidades que puede poner al servicio de Dios y que se tiene la certeza de que se obtendrá mucho fruto. Las Anotaciones clarificaban cómo debía llevarse a cabo el retiro completo, los que sólo pedían «algunos ejercicios», los Ejercicios leves o los abiertos. Había personas de poco subiecto o de poca capacidad natural; otras deseaban una experiencia más completa y algunas más se planteaban incluso la posibilidad de elegir o
Constitutionum praevia, Vol., 63, Romae: Pontificiae Universitatis Gregorianae. Parte VII, cap. 2º, [622].
11 H. outram evennett, (1968). The Spirit of the Counter-Reformation, Cambridge University Press 1968, 43-66.
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reformar su estado de vida y dejarse transformar por el Espíritu de Dios sin oponer ningún tipo de resistencia. A todos aquellos que necesitaban algún tipo de preparación se les ayudaba de tal forma que fueran capaces de vivir la experiencia completa. Quien «daba modo y orden» se entrevistaba con el candidato y detectaba sus necesidades, cualidades y límites, y gracias a ello se debió el auge inusitado de los Ejercicios en los primeros años de su práctica ya que siempre fueron personalizados. De acuerdo cada persona se definía el tipo de retiro que se iba a dar y a nadie se le negaba la posibilidad de tener un encuentro personal con el Señor. Cuando no se daban los Ejercicios en alguna de sus modalidades, la experiencia se llamaba de otra forma, por lo que en la documentación contemporánea es corriente encontrar la expresión «conversaciones espirituales» o «conversaciones en Ejercicios», entre otras. Este tipo de actividades se utilizaba en muchos casos como preparación para la vivencia de los Ejercicios. En otros casos, se potenciaba la predicación que serviría, asimismo, de preparación para el retiro. Del estudio de cada una de las Anotaciones, podemos concluir que siempre se tenía mucho cuidado en no llamar Ejercicios a aquellas prácticas que no lo eran. Las Anotaciones constituyen la concreción de los principios básicos mínimos para vivir los Ejercicios como un taller de conversión. Igualmente son una escuela de elección y de búsqueda para hacer efectivo el deseo de encontrarse con el Señor de todas las cosas, en lo rutinario, en los signos de los tiempos, en la vida de la Iglesia, en los hombres mismos.
Cuando la Anotación 18ª12 menciona la edad, se refiere a que un candidato a hacer los Ejercicios debe reunir los requisitos para ser considerado sujeto digno de hacerlos. En ningún momento se menciona la «falta de edad» como un elemento prohibitivo para vivir el retiro. En todo caso, si es que se puede hablar de limitación, ésta se aplicaba a personas en edad avanzada que no podían asumir con paz las exigencias del método ignaciano, que estaban cansadas o su entendimiento ya no les ayudaba para comprender el llamamiento que se hace repetidamente a lo largo de los Ejercicios. Es central que quien da el modo y orden conozca cercanamente al candidato y que pueda dar razón de su edad, procedencia, cultura, capacidad, estudios y preparación. De ese conocimiento dependerá la clase de Ejercicios que se le pueden acom-
12 EE, Annotationes 18ª, Autographum, en MHSI. (1919). Monumenta Ignatiana, Exercitia Spiritualia Sancti Ignatii de Loyola et eorum Directoria, Ex Autographis vel ex Antiquioribus Exemplis Collecta, Series Secunda, Vol. 57, Matriti: Typis Successorum Rivadeneyrae, pp. 242-244. En adelante: MHSI. Ex.
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pañar. La Anotación 18ª es sumamente flexible en estos casos y especifica las condiciones para que los Ejercicios se adapten a cada sujeto, para que la experiencia sea verdaderamente provechosa. Según el conocimiento que se tenga del candidato, se han de aplicar los Ejercicios leves, los abiertos o, en su caso, preparar al sujeto para la experiencia exactamente y en retiro. Según la concepción ignaciana, lo ideal sería que preparáramos a las personas para la experiencia completa. Sin embargo, eso de ninguna manera quiere decir que las otras dos clases de experiencias sean de menor importancia, como muchas veces se ha creído13. En la praxis de Ignacio y los primeros compañeros se constata que hubo muchos casos en que los candidatos hicieron los Ejercicios leves a los que se les daba mucho valor pues eran perfectamente válidos para comprometerse responsablemente con alguna misión. Los Directorios nos advierten que hay toda una gama de Ejercicios leves: para aquellos ejercitantes que tengan capacidad y se les considere idóneos para el retiro completo pero que sólo quieren llegar a un cierto grado de contentamiento espiritual. En este caso, el contenido varía y se pueden ampliar algunas adiciones y reglas de discernimiento de la primera semana «si fuere necesario». En otros casos, aun cuando se espera mucho fruto del ejercitante, basta con darles los Ejercicios de la primera semana, los tres modos de orar, los sacramentos, el modo de distribuir limosnas y de discernir los escrúpulos. Se supone un conocimiento personal aun antes de comenzar la experiencia, de ahí que especifique las distintas capacidades y situaciones que el ejercitante puede presentar. La anotación 18a prevé que a cada quien se le dé únicamente la carga que «pueda descansadamente llevar», según su propia naturaleza, condición y propósitos al entrar al retiro. La adaptación privilegiaba los Ejercicios de la primera semana en cuanto al proceso de oración, al silencio y la disciplina que se requiere para proceder con éxito. También se mencionan como «algunos destos exercicios leves». ¿En qué consiste esta práctica? ¿Para quiénes están pensados? ¿Cómo surgieron y cuál es su contenido? ¿Qué relación tienen con los «Confesionales» de la época?
13 Cfr. miGuel nicolau, A quiénes se deben dar todos los Ejercicios, y a quiénes sólo algunos: Manresa 98, Vol. 26 (enero-marzo 1954), 23.
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Apuntes
LOS EJERCICIOS LEVES Y LOS «CONFESIONALES»
Dado que Ignacio de Loyola no tenía estudios cuando se dedicaba a compartir su primera experiencia de conversión, es legítimo afirmar que se valió de las enseñanzas recibidas de ciertos libros catequéticos en su estancia en el Monasterio Benedictino de Montserrat bajo la guía del Abad Jean Chanones. Estos libros eran conocidos como «Confesionales» o «Manuales de confesión». Se utilizaban para preparar la confesión general, se distribuían para ayudar a los penitentes en la complicada tarea de vivir el sacramento14 ya que contenían una lista de los posibles pecados que se podían cometer. Esos libros servían de ayuda, tanto al confesor como al penitente, pues eran una especie de sumario de los casos y censuras reservadas, formas extraordinarias de absoluciones, un interrogatorio de los pecados y de los remedios de ellos así como instrucciones de cómo desempeñar el oficio de la confesión en beneficio de las personas15. Jerónimo Nadal (jesuita de la primera generación quien sistematizó la espiritualidad ignaciana), relaciona también los confesionales con el primer modo de orar de los Ejercicios cuando menciona que podemos trabajar como materia de meditación diaria la doctrina cristiana y fundamentalmente los temas de los mandamientos y los dones del Espíritu Santo, ambos contenidos y explicitados en los confesionales como apartados de los que había que revisarse antes de la a confesión16. El penitente debía acusarse de no haber ejercitado y usado
El temor, piedad, consejo, sabiduría, fortaleza, ciencia, entendimiento, contra los malos pensamientos y malas temptaciones, vicios y pecados, para vencer y desecharlos, antes con mucha pereza y negligencia, no usando dellos, mas dejando las armas que para esto Dios me había dado para defenderme muy flacamente me he dejado vencer, de lo cual digo mi culpa17.
Según la Anotación 18a, los mandamientos y los siete pecados mortales deben ocupar un puesto central en la meditación de la gente sencilla e iletrada que desea satisfacer su alma en cierta medida y a ello dedica la primera manera de orar que es, junto con los cinco sentidos corporales es «dar forma, modo y ejercicios, cómo el ánima se apareje y aproveche en ellos,
14 JoSé calveraS, Los «Confesionales» y los Ejercicios de San Ignacio: Archivum Historicum Societatis Iesu Vol. 17 (Jan 1, 1948), 51, nota 1.
15 Cfr. Constituciones, parte IV, capítulo 8, [407]
16 Cfr. Jerónimo nadal, Pláticas Espirituales en Coimbra 15614, Granada 1945, 195.
17 JoSé calveraS, Op. cit., p. 67.
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y para que la oración sea acepta, que no dar forma ni modo alguno de orar»18. Es muy posible que Ignacio haya previsto este tema en la anotación que nos ocupa muy influenciado también por los confesionales de su tiempo, y concretamente en el «Arte para bien confesar» y el «Arte de Confesión» de un benedictino anónimo, así como en otros textos menos conocidos19. En la meditación sobre los mandamientos, era costumbre detenerse a pensar en la consideración de las faltas personales para descubrir la manera como se ha vivido el mandato y hacer un examen a fondo de los pecados para poder acusarlos al confesor. Ignacio retoma esta costumbre cuando nos habla de la conveniencia de considerar y pensar en «cómo lo he guardado y en qué he faltado», de modo que se haga un examen, un escrutinio de los pecados, con el objeto de acusarme, pedir perdón e intentar enmendarme de los fallos que recuerde haber cometido20. El examen concienzudo de los pecados y faltas favorecía una buena confesión y a eso estaban encaminados los confesionales y la práctica que sugiere, inspirándose en ellos de modo que el ejercitante pueda confesar aquellas faltas generales y de acusación obligatoria si se quiere pedir perdón de los pecados mortales y, también, aquellos fallos u olvidos que estorben la paz y la buena conciencia del penitente. Confesar los detalles, omisiones e imperfecciones permitirá una mayor entrega a la actividad de la gracia divina21. Los confesionales estipulaban –y era práctica comúnmente aceptada– que al término del examen minucioso de cada mandamiento y al descubrir claramente los pecados que había que confesar, el penitente debía acusarse de cada uno de ellos, con absoluta precisión y pedir perdón por todo lo cometido. De ahí que Ignacio asuma esa práctica para el primer modo de orar e insiste en que después de la acusación se pida la gracia para enmendarse. Según la Anotación 18a, mientras más nos damos cuenta de la acción que Dios ha realizado en nosotros, llenándonos de su gracia, será más fácil detectar la naturaleza de nuestras faltas en contra de Él, es decir, contra su luz, oponemos nuestras sombras.
18 Ejercicios Espirituales 238.
19 JoSé calveraS, Op. cit., p. 68. Los Textos completos del Confesional «Arte para bien confesar», pueden verse en las páginas 80-88.
20 Cfr. EE 241-242. Coincide con los Confesionales: la Confesión de eScobar, textos 52-54 y el Arte de confesión, textos 46 y 47, así como varios textos del Confesionario de ciruelo. JoSé calveraS, Op. cit., p. 69-70. Cfr. algunos textos completos de estos Confesionales: Confesión breve del Maestro andréS de eScobar en las p. 95-97; Arte de Confesión breve en p. 92-94 y Confesionario del Maestro Pedro ciruelo en p. 97-99.
21 Así lo establecían los textos 46, 47, a iiij, 7v, 11v del Arte de Confesión anónimo y la Suma de confesión de fray Antonino. calveraS, Op. cit., p. 71-72.
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Jaime Emilio González Magaña, S.J.
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Finalmente, cuando menciona que «para mejor conocer las faltas hechas en los pecados mortales, mírense sus contrarios, y así para mejor evitarlos proponga y procure la persona con sanctos ejercicios adquerir y tener las siete virtudes a ellos contrarias», asume la costumbre de los confesionales que establecían la misma práctica de los contrarios para corregir, especialmente, los pecados mortales y así se decía, por ejemplo, que:
El primero remedio contra la gula es ayunar, y es cosa de gran virtud... como dice san Gregorio, según arte de medecina, las cosas contrarias son curadas por cosas contrarias; las calientes con las frías, y las frías con las calientes... Otro remedio es que el hombre faga lo contrario de lo que solía facer, es a saber, que si solía comer de mañana, lo cual es vicio, que lo mude en virtud y coma a la hora convenible; y si solía comer muchas veces, que es vida de bestias, que coma dos veces, que es vida de hombres; y si acostumbraba beber muchas veces, beba solamente al ayantar y a la cena. Y si solía comer apriesa, que coma mesuradamente...22.
Como puede observarse, el lenguaje es prácticamente idéntico por lo que no debe resultarnos extraño que este tipo de prácticas tuviera un gran ascendiente en la vida espiritual de Ignacio. La relación de los confesionales se deja ver nítidamente en los Ejercicios leves que se describen en la Anotación 18a, especialmente por lo que se refiere al modo como Ignacio los daba en Alcalá de Henares a la gente ruda e iletrada, a algunas mujeres y jóvenes universitarios que no podían entender grandes discursos teológicos o algún contenido doctrinal demasiado elevado. De esa forma, con base en la enseñanza de los confesionales y en lo que Ignacio había aprendido de ellos, buscaba que sus oyentes entendieran los mandamientos y la naturaleza de los pecados mortales, los preceptos de la Iglesia, los cinco sentidos y las obras de misericordia23. No hablaba de cosas nuevas sino solamente de cosas elementales y obvias pero que quizá no habían sido asumidas ni entendidas por la gente sin letras. Las verdades que predicaba el estudiante vasco eran las de amar a Dios, los mandamientos, los evangelios y otros santos como San Pablo.
Cosas simples eran las que predicaba Ignacio en los inicios de su actividad apostólica y esos fueron los contenidos recogidos y redactados de una
22 De la Suma de San Antonio, fol. XXXIX. Citado por calveraS, Op. cit., p. 73. 23 calveraS, Op. cit., p. 74-75. MHSI. (1977). Monumenta Ignatiana, Series Quarta, Scripta de San Ignatio, Fontes Documentales de San Ignatio de Loyola, Documenta de San Ignatii familia et patria, iuventute, primis sociis, Vol., 115, Romae: Institutum Historicum Societatis Iesu, 334. En adelante: MI. FD; MI, FD, 325, 332.
manera sencilla en la Anotación 18a dando cuerpo al contenido de los llamados Ejercicios leves: los mandamientos, las tres potencias que hay que emplear para amar a Dios con toda el alma. En el segundo examen se toca el aspecto de jurar por el Criador y la criatura y el examen general de los Ejercicios24; en el sexto se toma en cuenta lo que hay que prever para examinarse «del pensamiento»25 y se recomienda hacerse indiferente a todas las cosas mundanas hasta vencer las afecciones desordenadas. Los preceptos de la Iglesia son también materia de los Ejercicios leves, al igual que los siete pecados mortales, los cinco sentidos corporales, las obras de misericordia corporales y espirituales. Igualmente, se dan ayudas para realizar una confesión general que abarca una contrición del corazón, confesión de boca y la satisfacción de obra, recogen la manera de pensar de Ignacio cuando daba este tipo de Ejercicios y que son también contenidas en algunos de los confesionales de la época26. Los Ejercicios leves toman en cuenta también el hecho de que no es bueno olvidar que para una perfecta contrición es necesario asumir que hemos pecado desde que hemos nacido y que las cosas que hemos hecho en contra de Dios bastarían por sí solas para enviarnos al infierno. Por su parte, el «Confesional de Tostado» decía que:
E aún más podemos considerar, que todo el tiempo en que estovimos en pecado perdimos, e este es muy gran daño. Ca Dios nos dio el tiempo e espacio de vivir para obrar en el mesmo algún bien según el cual merezcamos la gloria de paraíso. E todo el tiempo que estamos en pecado no aprovechamos cosa alguna para ello, mas antes del todo nos perdiamos27.
Los confesionales invitaban a que el penitente pensara en las veces que se ha pecado «contra Dios todo poderoso por enfermedad de la natura, contra su Hijo, por ignorancia y ceguedad del ánima, contra el Espíritu Santo por malicia, obstinación, etc.»28. Ignacio nos invita a pensar en las veces en
24 Cfr. Ejercicios Espirituales 39.
25 Cfr. Ejercicios Espirituales 33-37.
26 MHSI, Summa delle prediche di M. Ignatio sopra la dottrina Xiana, en: MHSI: (1911). Series prima, Sancti Ignatii de Loyola Epistolae et Instructiones, Tomus duodecimus, Vol., 42, Matriti: Typis Gabrielis López del Horno, 666-673. En adelante MHSI. Epp. et Intr.
27 Texto b2 r-v del Confesional del Tostado calveraS, Op. cit., p. 76. Véase el texto completo del Confesional del Tostado en las p. 88-92.
28 Texto 51 de la Confesión breve de Escobar. calveraS, Op. cit., p. 76.
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Emilio González Magaña,
S.J.
que, por nuestra fragilidad hemos pecado contra el Padre, por nuestra ignorancia, hemos ofendido al Hijo y por nuestra iniquidad, al Espíritu Santo29.
CONTENIDO DE LOS EJERCICIOS LEVES
Sabemos que Ignacio de Loyola previó tres clases de Ejercicios: los «completos» ya sea que se practicaran exactamente, en absoluta soledad, en silencio, y retirados de las actividades habituales aproximadamente durante treinta días. En los llamados «abiertos», se daba prioridad a quienes no podían hacer a un lado el trabajo ordinario y dedicaban aproximadamente unas dos horas a la oración bajo el acompañamiento personalizado de un experto durante un período que no se podía definir con exactitud. Otro tipo de Ejercicios corresponde a los llamados de primera semana y que son mencionados en la Anotación 18a cuando se habla de «exámenes de conciencia, orden para confesarse más a menudo y conservarse en lo que ha ganado». Se supone en esta segunda clase que el ejercitante ha comenzado ya el retiro y, ya sea por tener «poco subiecto» o tener «poca capacidad natural» se observa que no se obtendrá mucho fruto de seguir adelante y ante esa situación, se decide dar sólo los Ejercicios de la primera semana con el fin de conservar lo ganado pero no llegar a puntos de elección ya que esa materia está reservada sólo a cierto tipo de ejercitantes. Ignacio llamó «Ejercicios leves» a aquellos que se dan a las personas que, o no pueden hacer los completos por incapacidad natural y los que no los quieren hacer de esa manera ya que consideran que necesitan corregir sólo algunos aspectos concretos de su vida30. Estos Ejercicios contienen el examen particular, el examen general y el modo de orar con los mandamientos. Notemos la insistencia en que el examen, ya sea particular o general, predisponga al sujeto para una práctica sacramental sana, ya sea del sacramento de la reconciliación como el subsecuente de la comunión. A estos primeros Ejercicios también los llamaba el «servicio de Dios»31.
Lo que predominaba en las personas que hacían estos Ejercicios era su deseo de vivir mejor su vida de fe pero que, por alguna razón, no podían acceder a la experiencia completa que ofrecía el método ignaciano. Así pues, los Ejercicios leves son para todo tipo de personas que quieren llegar hasta
29 MHSI. Epp. et Intr., 666.
30 Ibíd., p. 242.
31 clemente eSPinoSa, Los Ejercicios de San Ignacio a la luz del Vaticano II. (I Congreso Interncional de Ejercicios. Loyola 1966), (BAC 280), Madrid 1968, 624.
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cierto grado de contentar su ánima, esto es, que desean quedar contentos y satisfechos de su vida interior. Haciéndose eco de sus deseos, el método ignaciano los preparaba para enfrentar retos más ambiciosos y ponía los fundamentos para quienes quisieran seguirse preparando y ejercitarse con el método exactamente y en retiro para discernir y buscar radicalmente lo que Dios les pedía y deseaba para ellos. Sus destinatarios pertenecían a diferentes sectores de población en los que había gente sencilla y sin conocimientos y también había gente de niveles «educados» pero con un craso desconocimiento de las verdades de la fe, inclinados a la novedad de corrientes iluministas y alumbradas y, muchas veces, heréticas. Para ellos Ignacio previó en la anotación 18a la forma de catequizarlos con la enseñanza de los mandamientos, los pecados capitales y los preceptos de la Iglesia, cinco sentidos y obras de misericordia32. A todos se les proporcionaba las bases mínimas para que pudieran defender su fe de los ataques de los reformadores y vivieran, asimismo, una fe más consciente y situada en la realidad. Aun cuando se les ha llamado «ejercicios catequéticos»33, eran verdaderos Ejercicios y se establecía un auténtico diálogo entre quien daba «modo y orden» y el ejercitante. Se trataba de una experiencia dialogal que cuestionaba las raíces más profundas y personales de la historia de quien buscaba la conversión y una forma de vivir el «más» en su momento. El ejercitante compartía sus sentimientos, sus mociones, sus ideas; Ignacio, por su parte, seguía atentamente el curso de los acontecimientos y respondía a las dificultades encontradas.
Su método y sus palabras nos hacen ver la confianza que él tenía en la eficacia de su procedimiento que asume la fe de sus oyentes pero también percibe claramente que hay que llenarla de contenidos religiosos y de un mínimo orden en materia de oración preparatoria, reflexión, petición para que todo esté solamente dirigido a Dios, exámenes, coloquios y diálogos con el Señor de la Vida34. El deseo de conversión de mucha gente encontró en los Ejercicios leves un instrumento de suma utilidad y muchos le pedían a Ignacio que les enseñara ese «servicio de Dios»35. Constatamos que el éxito de la práctica ignaciana se debió, sobre todo, al trabajo de adaptación, al
32 carloS Wennemer, El Ejercitante según las 20 Anotaciones de San Ignacio: Manresa 29 (Enero 1932), 59.
33 cándido de dalmaSeS, Los Ejercicios dados según la Anotación 18: Historia y Método: Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Vol. X, Nº 35 (1980), 11. Véase también la Introducción en p. 7.
34 Cfr. iGnacio iParraGuirre, Práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en Vida de su Autor (1522-1556), (Bibliotheca Instituti Historici S.I. Vol. III) Bilbao 1946, 42-43.
35 MI, Processus Complutenses (1526-1527). MI. FD, 332-335.
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hecho de captar la situación de sus oyentes, ponerse a su nivel y propiciar en ellos un proceso de crecimiento personal y apertura a la acción de Dios. Ignacio veía que «se hacía fruto a gloria de Dios» y era testigo de que «muchas personas hubo que vinieron en harta noticia y gusto de cosas espirituales»36 e iniciaban un camino de acceso a Dios mediante los recursos sencillos y habituales que la misma Iglesia tenía para su ministerio: la oración, el examen, la Eucaristía y los sacramentos. Supo reconocer la validez del método de lo sencillo, lo común, lo ordinario y lo asumió en plenitud, le dio su impronta personal y, con el tiempo, pidió a sus compañeros que usasen los mismos medios, que los valorasen y se dispusiesen a ayudar a los demás a vivirlos en igualdad de circunstancias. Ignacio Iglesias afirma que los contenidos de los Ejercicios leves son:
Los clásicos de una formación cristiana que se pretende entramar mediante la experiencia del amor gratuito y desbordante, que es Dios: Creer - OrarObrar - Recibir. Experiencia ajustada («plicada») para que el ejercitante la «pueda descansadamente llevar y aprovecharse». A este aprovechamiento pertenece el ponerse en camino, ahondando progresivamente su condición de creatura y de hijo mediante una relación oracional y sacramental, que va generando en él la necesidad vital de un cierto grado de compromiso (obras de misericordia). Es contenido también la historia interna (mociones), que se va produciendo, en cuya lectura es iniciado el ejercitante»37.
Los Ejercicios leves coinciden fundamentalmente con los Ejercicios completos en cuanto que parten de la certeza de que el ejercitante ha de actuar y participar dinámicamente y que el tiempo empleado varía según las personas y sus necesidades, pero se tienen noticias ciertas de que en ocasiones duraban hasta «un mes arreo»38 o continuo, como en el caso de María de la Flor en Alcalá de Henares. Con base en su experiencia de Loyola, orada y discernida en Manresa, Ignacio les pedía a sus ejercitantes que se percataran especialmente de las reacciones o «mociones» que surgían en su interior después de sus meditaciones y ratos de oración y les enseñó los efectos de los dos espíritus, el bueno y el malo. Adaptándose a sus oyentes, les habla-
36 Autobiografía, 57; MHSI. (1943). Monumenta Ignatiana, Series Quarta, Scripta de San Ignatio, Tomus I, Fontes Narrativi de San Ignatio de Loyola et de Societatis Iesu initiis, Vol. I, Narrationes. Scriptae ante annum 1557, Vol., 66, Romae: Monumenta Historica Societatis Iesu, 440. En adelante: MI. FN.
37 iGnacio iGleSiaS, «... se han de aplicar los tales Ejercicios” (EE. 18) (o la Anotación 18ª y la evangelización hoy): Manresa Vol. 65 n° 256 (Julio-Septiembre 1993), 259-260.
38 MI, Processus Complutenses (1526-1527). MI. FD., 334.
Uno de nuestros grandes retos en este Jubileo
Extraordinario de la Misericordia es el de ofrecer los Ejercicios como un legítimo instrumento de conversión
ba de que algunas veces se sentirían tristes y otras alegres; que entablarían una lucha entre el deseo de las cosas de bien y las malas y eso les producirían algunas sensaciones de tristeza por los deseos de cambio que se operaban en el interior de las ánimas. Igualmente, procuró que distinguieran la diferencia entre el pecado mortal y el pecado venial así como los medios para vencer las tentaciones. Propiciaba el inicio de una experiencia, de una relación de amistad y diálogo con el Señor, con la Iglesia y con los demás hermanos y para ello insistía que las personas con verdadero deseo de Dios partieran de su historia personal concreta y desearan una verdadera conversión que les permitiera reconocer su fragilidad, su limitación humana de modo tal que pudieran abrirse a dimensiones insospechadas de una auténtica relación con el Señor, Dios Eterno.
LOS EJERCICIOS LEVES EN LOS DIRECTORIOS
Uno de nuestros grandes retos en este Jubileo Extraordinario de la Misericordia es el de ofrecer los Ejercicios como un legítimo instrumento de conversión. Sin duda alguna, nos ayudará analizar la práctica iniciada por Ignacio de Loyola y continuada por los primeros jesuitas y el modo como fueron sistematizando los contenidos de estos Ejercicios leves. Su testimonio lo encontramos en diversos documentos que fueron difundidos por varios instructores bajo la forma de «Directorios» hasta llegar al Directorio Oficial de 1599, publicado por Claudio Acquaviva, quinto Prepósito General de la Compañía de Jesús. Su intención fue la de unificar el ministerio ante el notable aumento de la demanda de la propuesta ignaciana y la diversidad, y aun errores, en las formas de acompañamiento. El contenido de la materia sujeta a meditación según los Directorios es más o menos homogéneo, con algunas variantes significativas. En términos generales, podríamos decir que hay coincidencia entre lo que se llamaba Ejercicios leves con los Ejercicios de primera semana y esto nos ayuda para conocer la forma como se practicaban en esos primeros años del ministerio jesuítico. Por su propia naturaleza, es casi imposible evitar las repeticiones en los temas, sin embargo, intentaremos reseñar sólo lo nuclear y remitir a la lectura de los textos completos
Jaime
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según se cite en su oportunidad. Un tema recurrente es el de «algunos exámene», que a veces se concreta aludiendo al examen general y al examen particular39. El contenido de los Ejercicios leves lo forman «algunos» modos de orar, particularmente el primero40, los diez mandamientos y los pecados mortales41, la recomendación de la confesión general y la comunión42. Para aquellos ejercitantes que tengan capacidad y se les considere idóneos para los Ejercicios completos pero que sólo quieren un cierto grado de contentamiento espiritual, el contenido de estos Ejercicios varía y se puede ampliar con algunas adiciones y las reglas de discernimiento de la primera semana, «si fuere necesario»43. Para aquéllos que tienen buen entendimiento y de quien se espera mucho fruto, basta darles la primera semana, de la misma manera que quienes los hacen «exactamente», los tres modos de orar, los sacramentos y si tuvieren necesidad de ello, el modo de distribuir limosnas y de discernir los escrúpulos44.
Los Ejercicios de primera semana son aptos para todos, especialmente para quienes son considerados idóneos y de quienes se espera que más tarde hagan los completos. Entre estos candidatos están los alumnos de algunos colegios de los que se supone habrán de entrar a la Compañía de Jesús. A estos ejercitantes, además del contenido de la primera semana, es menester que se den algunas meditaciones de la segunda que sirva como introducción en el modo de meditar. Aunque los candidatos sean idóneos, no se darán las elecciones pues éstas son sólo para los Ejercicios exactamente y en retiro45. En el caso de que hubiese personas idóneas y doctas para los Ejercicios completos, pero fuesen débiles y enfermizas, el contenido de la primera semana se podrá complementar con algunas meditaciones de la vida de Cristo46, algunas reglas para sentir con la Iglesia o para ordenarse en el comer, «según lo dicte la discreción y lo permita el tiempo, y luego sean
39 Directorio 2 (5), D. 5 (22), D. 17 (9). MHSI., VOL. 76. Monumenta Ignatiana, Series secunda. Tomus II, Directoria (1540-1599), Romae: MHSI, 1955, pp. 87, 112, 190-191. En adelante sólo se anotará la letra «D» con el número del Directorio y entre paréntesis el número del párrafo correspondiente.
40 Cfr. D. 3 (14), D. 5 (16), D. 5 (18), D. 6 (4), D. 17 (9), D. 20 (12), D. 27 (5). MHSI, Directoria..., Op. cit. p. 87,109-110, 114, 190-191,149, 460-461.
41 Cfr. D. 3 (14), Ibídem., p. 87.
42 Cfr. D. 5 (22), D. 20 (11), D. 20 (13, 14). Ibídem., p. 112, 281.
43 Cfr. D. 20 (11), Ibídem., p. 281.
44 Cfr. D. 20 (14), D. 32 (6), Ibídem., p. 281, 535.
45 Cfr. D. 7 (12, 32), D. 22,23 (50). Ibídem., p. 124, 129, 389.
46 Cfr. D. 4 (1), D. 18 (32), Ibídem., p. 90-91, 250.
despedidos»47. Cuando una persona «no es demasiado capaz... de la que no pudiera esperarse gran cosa... por hallarse impedida por el estado del matrimonio, se le podrá añadir, conforme a su capacidad, algo de las semanas siguientes, a fin de dirigirle en el estado en que se halla, para que viva bien en él»48. De la misma forma, cuando el ejercitante ha manifestado que, aun cuando no tiene estado inmutable, no piensa tratar de su estado de vida, no hay que tratar el tema de la elección. Sólo en casos en que el acompañante pueda sugerírselo al ejercitante
... bien en este lugar, bien en el ejercicio de las banderas del cuarto día ( el cual también será útil a los que no determinaron tratar de las elecciones), si pareciera éste idóneo para un estado más perfecto, y no tiene estado inmutable, o si no tuviera que hacerse seria deliberación de estado, sino de otro asunto de gran importancia para el bien común privado del mismo, según criterio del instructor...49.
En algunos casos, los ejercitantes no van a hacer elección de estado de vida, pero sí necesitan reformar algunos aspectos importantes de su actuar y para ello buscan enmendar algunos asuntos que consideran centrales. A este respecto, la práctica sugiere que, como un apoyo que redundará en beneficio de otras muchas personas, el instructor ayudará a su ejercitante proponiéndole algunos de los modos de elección:
Además de los ejercicios que disponen a las elecciones (tal como el de las dos banderas y de los tres binarios de hombres y de los tres grados de humildad, y el preludio para hacer elección, que aunque no necesariamente, si útilmente se podrían echar por delante), debe ejercitarse y dictársele el primero y segundo modo de las elecciones del tercer tiempo más que del segundo...50
Cuando no haya alguna elección concreta que hacer, pero se vea que el ejercitante está buscando seriamente hacer la voluntad de Dios y trabajar por su mayor gloria, se pueden dar también «las meditaciones del rey temporal y de las dos banderas y de los tres modos de humildad..., así como la primera meditación sobre el Fundamento»51. Para ese tipo de personas que buscan purificar perfectamente su conciencia, en ocasiones es bueno que se
47 D. 20 (14), Ibídem., p. 281.
48 D. 33, 4, 43 (145), Ibídem., p. 668.
49 D. 20 (75), Ibídem., p. 306.
50 D. 20 (92), Ibídem., p. 318.
51 D. 22-23 (64), Ibídem., p. 393-394.
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le hable de los modos de procurar el amor espiritual, junto con los ejercicios de la primera semana, especialmente los modos de orar y los exámenes de conciencia52. Tomando en consideración lo expuesto por varios de los Directorios, podemos concluir que el contenido de los Ejercicios es amplio y varía siempre en función de la persona que se ejercita y sus necesidades de conversión. No hay nada fijamente estipulado sino que las únicas normas fijas son la discreción y la experiencia del acompañante que se ponen en práctica en la marcha del retiro. Notamos la flexibilidad de las normas y sugerencias de los Directorios que siempre hacen mención a «lo que convenga», en función de la persona, según se vea conveniente, si parece necesario u oportuno, se le podría proponer esto o lo otro, etc. Las adaptaciones a los Ejercicios están, pues, siempre en relación con lo que se pretende buscar y obtener en el retiro, mirando siempre la disposición y situación personal de quien se ejercita.
DESTINATARIOS DE LOS EJERCICIOS LEVES
Los Ejercicios leves son fundamentalmente para quien «se quiere ayudar para se instruir» que bien puede ser todo tipo de cristianos que desea profundizar su preparación religiosa, un aumento de su fe y de su confianza en Dios que fortalezca su deseo de convertirse a Dios sinceramente. También son para quienes desean ayudarse en un determinado camino de conversión ya iniciado que los sitúe en una posición más aventajada, es decir, «para llegar hasta cierto grado de contentar su ánima». De esta forma, constatamos que sus destinatarios pueden ser muchos, ya que se pueden extender a todo quien los solicite, y «quienquiera que tenga buena voluntad será desto capaz»53. Los inicios de la práctica de dar Ejercicios nos indican que Ignacio fue universal, que no se cerró a nadie, que, partiendo de la propia indigencia doctrinal, se abrió a todos y les ofreció su propia experiencia. Más tarde, en el momento de corregir sus notas de Manresa y redactar el texto definitivo, en París y Roma, siempre de acuerdo a la experiencia que había ido adquiriendo, haría algunas matizaciones sobre el modo de dar los Ejercicios a distintos grupos de gentes y fue entonces cuando, limitó la experiencia completa sólo a aquellos de quienes se esperaba mucho fruto y éstos eran precisa y mayoritariamente, jóvenes que todavía no habían hecho opción definitiva en su vida y adultos que todavía podían elegir, gracias especialmente a su edad, en función de
52 Cfr. D. 17 (9), D. 22-23 (60), Ibídem., p. 190-191, 391.
53 Constituciones 649.
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un compromiso que los ligara en libertad y obediencia al mayor servicio de Dios, sin constreñir, desde luego a una opción única por su «compañía». Los Ejercicios, con sus distintas maneras de vivirse en plenitud buscarán precisamente ese «magis», machacón y hasta obsesivo que vive en su ser más profundo el vasco de Loyola y que trasladará del «servicio de Dios» al que animaba en Alcalá de Henares a la «mayor gloria de Dios» que contagia a los jóvenes compañeros de París54.
La práctica del ministerio de los Ejercicios fue configurando poco a poco el sujeto a quien estaban destinadas fundamentalmente las diferentes clases de retiro. Los Directorios nos ayudan a precisar con más detalle el tipo de personas que estaban en la mente de quien daba modo y orden y para quienes se iban a dirigir las recomendaciones prácticas para buscar la unificación de criterios en el modo de vivir el método ignaciano. Si, como hemos visto antes, el contenido de estos Ejercicios se adaptaba a cada tipo de personas, es verdad que, al menos en teoría, este tipo de práctica estaba pensada en función de un sector muy especial que, o bien no podía continuar con el retiro completo de treinta días o, sólo buscaba un cierto grado de perfección espiritual, un determinado grado de avance en su estilo y proyecto de vida. Con el propósito de visualizar el tipo de personas que estaba a la base de los Ejercicios leves, los Directorios nos dicen que los de la primera semana están pensados para aquéllos que, por diversas razones no reunieron los requisitos indispensables que señala el Directorio 4 (1), es decir aquella persona de la que se espera mucho fruto, que tenga talentos aventajados en arte y ciencia, que tenga edad y competente ingenio para poderse aprovechar, que esté disponible para elegir estado de perfección, deseoso de elegir su estado de vida, de ser posible, apto para la Compañía y que no sean casados, o religiosos o inhábiles. A quienes no reúnan esas condiciones se les puede invitar a que practiquen los Ejercicios de la primera semana que serán complementados, algunas veces por algunos de la segunda semana55. El Secretario Juan Alfonso de Polanco, transmitiendo la mente del fundador, insiste en que no se haga acepción de personas y sexo y recomienda ampliamente su práctica a todos los jesuitas reconociendo la ayuda que han dado como instrumento eficaz en
54 Un Directorio anónimo muy antiguo explica cómo hay que dar los Ejercicios leves. Véase Quae exercitia quibs personis danda; ac primo si sit rudis et illiteratus, haec et hoc ordine, en MHSI, Ex, pp. 886-887. Véase también JoSé calveraS, (1953). Aplicación de los Ejercicios: Manresa Vol. 25, N° 95 (abril-junio 1953), 229-256.
55 Cfr. D. 4 (1), MHSI., Directoria..., Op. cit. p. 90-91.
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la búsqueda de vocaciones para la Compañía de Jesús, gracias a los cuales muchos compañeros conocieron que su sitio estaba en la Orden. Polanco los recomienda también como «utilísimos para casados (hombres y mujeres) y otras personas seglares o religiosas»56. Se extienden para hombres casados y otros que no son aptos para la vida religiosa, y se les pide que sean ellos quienes vayan a la iglesia o a la casa del acompañante para que reciban las instrucciones sobre el modo de orar y examinar su conciencia57.
Por regla general se pide que se den primero a quienes ofrezcan alguna garantía de que, por medio de ellos, se podrá llegar a más personas como facilitadores de una evangelización según el modo de proceder de la naciente Orden. Los de la primera semana, serán una especie de test para decidir si los sujetos pueden, o no, continuar con la experiencia completa y si ellos mismos pueden ser candidatos idóneos para ingresar a la Orden58. En este proceso de búsqueda y selección, hay que priorizar sujetos con ingenio y que, aunque no quieran elegir estado de vida, se les pueda proponer una buena experiencia de acuerdo con su condición, ocupaciones, fuerzas y voluntad. Para ello, se pide que se concedan tantas horas como deseen59. Una vez descartados los sujetos idóneos para hacer exactamente los Ejercicios, se considera que los destinatarios principales para los Ejercicios de este tipo son «los rudos», es decir, aquellas personas a quienes les resulta especialmente difícil un proceso profundo de meditación e interiorización como el que exige el retiro completo. Casi a la par de este tipo de personas, los Directorios mencionan a los «iletrados», «poco instruidos» o «no letrados» o «simples e indoctos». Los distintos apartados consideran importante atender a estas personas pero no dedicarles mucho tiempo dada su capacidad de aprehensión. Para su atención, se remite a las adaptaciones y acomodaciones sugeridas por la Anotación 18ª y se recomienda dar básicamente lo que ya hemos indicado a propósito de los contenidos60. Se menciona, asimismo, a ejercitantes «flojos»61 o quienes son débiles, enfermizos, quienes tienen poco
56 D. 5 (1, 5), Ibídem., p. 106-107.
57 Cfr. D. 5 (7, 11), Ibídem., p. 108-109.
58 Cfr. D. 5 (18), Ibídem., p. 110.
59 Cfr. D. 17 (6), Ibídem., p. 220.
60 Cfr. Los Directorios: D. 17 (3), D. 18 (19, 24), D. 33, 34, 43 (82), D. 46 (22), D. 47 (71). MHSI, Directoria..., Ibídem., p. 189-190, 220, 248-249, 617 y miGuel loP, S.J., Ejercicios Espirituales y Directorios, (IFB. Biblioteca de Difusión Cultural 13), Barcelona 1964, p. 499-500, 538.
61 D. 46, (22), miGuel loP, S.J., Op cit., p. 499-500.
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juicio o poca salud y de quien, en general se espera poco fruto 62. A este tipo de sujetos, lo mismo a aquellos a quienes sus ocupaciones no les dan lugar para concentrarse en una adecuada oración mental, se les deben dar los Ejercicios «más fáciles». Finalmente, un tercer gran grupo de personas, especialmente consideradas como destinatarios de los Ejercicios leves, son aquellas que no les falta inteligencia idónea pero sólo están dispuestos a dedicar ocho o diez días a purgar su conciencia; o para quienes, en su opinión, sólo necesitan un apoyo para seguir caminando bajo la guía del Espíritu; aquellos que, sólo necesitan llegar a un cierto grado de contentamiento espiritual, sin ir más allá; para quienes no se disponen o no conviene emplear mucho tiempo con ellos o, sencillamente para aquellos de quien no se espera mucho fruto pues se debaten entre bajos deseos y amor de las cosas mundanas63.
Para hacer bien los Ejercicios se nos insiste en que no basta la capacidad natural sino que hay que sumarse:
Un ánimo firme y decidido y una voluntad pronta a conseguir cualquier grado de virtud y perfección que cada uno entendiere que le es sumamente conveniente, por lo cual con aquellos que ya están determinados a sólo a salir de sus pecados [con una confesión general] y a ponerse en gracia de Dios, no hay para qué pasar de la primera semana64
No hay que detenerse con aquellas personas que ya han fijado un límite en su camino hacia la conversión y presos de sus propios deseos, no quieren ambicionar los bienes de arriba. Con este tipo de sujetos se logrará muy poco por lo que es mejor que dejen el sitio para personas más aptas65. La mente de Ignacio era una cuando escribió su libro y se fue modificando conforme iba poniendo en práctica y compartiendo su propia experiencia. De acuerdo a esa experiencia compartida con sus compañeros, y con el deseo e unificar los criterios en torno al modo de dar los Ejercicios, fueron surgiendo los distintos Directorios para los acompañantes, sin embargo, lo que regía el modo de dar los Ejercicios y la selección de candidatos era la experiencia misma, el hecho de tener delante a personas concretas con problemáticas y deseos distintos, con capacitaciones y formaciones dispares, con edades
62 Cfr. D. 18 (28-32), D. 32 (3-4), MHSI, Directoria..., Ibídem., p. 250, 534.
63 Cfr. D. 18 (27), D. 20 (9-11), D. 32 (5), MHSI, Ibídem., p. 249, 280-281, 534. D. 46 (23), miGuel loP, S.J., Op cit., p. 500.
64 D. 47 (73), miGuel loP, S.J., Op cit., p. 538.
65 D. 47 (74), miGuel loP, S.J., Op cit., p. 539.
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y temperamentos variados. Enseguida veremos cómo en la práctica se iba detectando en realidad a las personas que eran capaces o no, a las personas idóneas o no, de vivir una experiencia espiritual como la propuesta por Ignacio y sus compañeros. Intentaremos ilustrar con un ejemplo una constatación más del espíritu a la vez universal y personal de Ignacio cuando de elección de personas se trata, y que encontramos hacia 1546 a partir del texto de «Lo que ante todas cosas se deue proponer al que ha de ser instruido y examinado, deseando entrar en esta Compañía de Jesv nuestro Criador y Señor...»66. Nos estamos refiriendo al texto más antiguo que se conoce y quizá, el primero en ser escrito. Se ha dicho que es el texto verdaderamente ignaciano y que después, alguno de sus colaboradores y, más concretamente, Juan Antonio de Polanco, habría modificado el pensamiento del fundador en los textos o redacciones siguientes. El conjunto del texto nos lleva a palpar lo que estaba en la mente de Ignacio en los momentos de redactar las Constituciones de la Orden y nos ayuda a darnos cuenta de la manera como vuelca su experiencia al decirnos que no a todas las personas se debe tratar con la misma medida o exigirles lo mismo a todos. Se trata del testimonio del Prepósito General quien expresa su opinión acerca de las distintas formas de entender y tratar a las personas que se acerquen a la Compañía para ser admitidos y, como lo afirma Codina67, podemos hacer extensivas sus opiniones a la selección de los candidatos para hacer los Ejercicios.
Primero, en lo concerniente a la concesión de los grados, Ignacio cree firmemente que no se puede tratar de la misma forma a todos los candidatos y, con base en las diferentes capacidades y teniendo en cuenta el fruto que se espera de ellos, se admite, o no, a profesión, suponiendo la indiferencia del sujeto para dejarse gobernar por la Orden que sabe qué es lo mejor para ambas partes68. De la misma forma, se asume naturalmente que hay letrados, coadjutores y escolares, todo según las costumbres de la época y se da por hecho normal que:
66 MHSI, MI. (1936). Ex Autographis vel ex antiquioribus exemplis collecta. Series tertia, Sancti Ignatii de Loyola Constitutiones Societatis Iesu. Tomus secundus. Textus hispanus, Romae: Pontificiae Universitatis Gregorianae, p. 118-125.
67 Cfr. arturo codina, Un comentario de San Ignacio a la anotación 18: Manresa Vol. 6 N° 24 (Octubre 1939) 314-319.
68 MI, Examen cum Declarationibus, Nº 32-35, 118.
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Los letrados teniendo su proprio modo de ser examinados, y assimismo los coadjutores y escolares según que está declarado en el examen de cada vno dellos, veniendo algunos con deseos creçidos de ser vnidos y admitidos en esta Compañía, de los quales no se puede tomar pleno juizio para qué effecto o profesión de vida serían más apropiados y aprobados en ella: serán los tales instruidos y examinados como personas indifferentes...69.
Cuando haya alguna duda sobre la idoneidad «en grado conveniente» para estar ubicado en determinada situación, se deben dar las mismas oportunidades pero asumiendo que el examen arrojará ciertos resultados que iluminarán la situación. No se trata, de ningún modo, de rechazar a la persona, sino de examinar sus capacidades para el mayor servicio y éste será el que debe determinar no sólo los grados sino también los candidatos a la Compañía y a hacer los Ejercicios. Lo más importante, según el texto citado, es la indiferencia del candidato, su disposición a buscar solo la voluntad de Dios y, entendido esto, lo que se dice para encontrar el sitio adecuado para el servicio de Dios en la Compañía, vale para determinar la idoneidad del sujeto que hace Ejercicios de modo tal que las personas «sean contentas y satisfechas en todo, proçediendo con mayor claridad y conoçimiento de todas ellas, siendo todas cosas guiadas y ordenadas para mayor servicio y alabança de Ntro. Criador y Señor»70.
Queda establecido que el candidato a la incorporación a la Compañía –y a hacer los Ejercicios, diría yo– ha de pasar por una serie de pruebas y exámenes tendientes a evidenciar su capacidad, su preparación, su idoneidad para precisar si es apto para realizar el mayor servicio de Dios. De conformidad con esto, realizará conjuntamente una serie de experiencias que avalen los resultados obtenidos partiendo de la doctrina cristiana que han de comunicar, predicar, enseñar y contagiar a otros. Se les da «a cada uno de ellos su volumen o libro della o de otra forma en escrito, según las personas, lugares y tiempos y que cada uno se hallare capaz para encomendar a la memoria. Los que no tuuieren letras algunas según la capaçidad dellos sean ayudados y enstruidos en ella»71. Es claro que lo que determina la capacidad o ineptitud de los ejercitantes son sus dones naturales, una forma determinada de ser, un conjunto de valores, cualidades, experiencias acumuladas, una prepa-
69 Ibídem., p. 118.
70 Ibídem., p. 122.
71 Ibídem., p. 124.
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ración académica y el conjunto de ellas harán viable, o no, la experiencia. Asimismo, las Constituciones son claras en indicar que, para la admisión:
Ayuda el ver las tales personas para conocer lo esterior dellas quanto a la aparentia, lengua, edad, salud y fuerzas corporales; y quanto a lo interior, tratándolas en conuersatión; porque el gesto, voz, plática, meneos y otras señales exteriores dan testimonio de las interiores, así del entendimiento como de las inclinationes naturales y habituales, y tanto más si en la conuersatión se les da ocasión de más descubrir sus intenciones y el amor que tiene a las cosas del seruitio de Dios y a las del mundo, y así mesmo el seso o juicio que tienen. Y si diuersas personas le tratasen, siendo en alguna manera prudentes in Domino, mucho le descubrirán72.
¿QUÉ FRUTO SE ESPERA DE LOS
EJERCICIOS DE LA PRIMERA SEMANA?
En primer lugar, los Ejercicios leves pueden coadyuvar al reto de acompañar a muchos jóvenes que están deseosos de Dios y buscan iniciar un camino de conversión. La Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia afirma que:
Muchas personas están volviendo a acercarse al sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida. De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior73.
Reiteradamente hemos afirmado que lejos de despreciar el ministerio con los jóvenes, los Ejercicios nos ofrecen, realmente, un instrumento eficaz para acompañarlos en las difíciles circunstancias por las que atraviesan la sociedad y la Iglesia de nuestros días. En este sentido, es conveniente recordar que por lo que se refiere a la edad, en los Directorios se afirma que:
Si no se han de acettar, siendo niños de quienes se puede tener buena speranza, se podrían exhortar sus padres o los que los tienen a cargo, que los
72 MI, De cómo se han de admitir los que no se sabe si son idóneos o no. en Constitutuionum Textus a, (1547-1550), C. 3, Op. cit., p. 135.
73 S.S. FranciSco. Misericordiae Vultus... Op. cit., 17.
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entretuuiesen algú tiempo en studios y en buena disciplina, haziéndoles confessar, y ayudarse spiritualmente de las casas o collegios de la Compañía, estando de fuera, dando speranza que como crezcan, si perseueraren en sus buenos propósitos, podrán ser admitidos74.
Queda claro que los niños (recordemos que en la época de Ignacio muchos niños asistían ya a los Colegios Mayores a las clases de Gramática, como etapa preparatoria para acceder a las universidades) deben esperar un tiempo razonable para solicitar su admisión. En cuanto a los límites de edad para ser admitidos sólo se añade a partir del texto A, en 1550 que: «quanto a la salud, fuerzas y edad; la qual para tomar a probatión debe pasar de 14, y para admitir a professión, de 25 años». Estos datos fueron confirmados en los textos de 1556 y 159475. En la mente de Ignacio está perfectamente claro que cada persona merece un tratamiento especial, según «el talento y capacidad de cada uno de los tales» ya que, siguiendo ese criterio y «teniendo los ojos donde deuemos, no poco fructo spiritual se puede seguir a mayor gloria de la su diuina magestad». Encuentro un paralelismo notable entre el texto del «Examen» y la Anotación 18, pues ambos defienden la hipótesis de que hay que darse cuenta de los valores de cada sujeto, valorar los talentos de cada uno de ellos y, partiendo de esa «inteligencia», proceder con ellos en consecuencia.
Estos textos expresan un deseo manifiesto de aprovechar a la persona con todas sus capacidades y, al mismo tiempo, procurar que esa persona aproveche con la misma intensidad y fruto la experiencia que se ofrece. El Examen se dirige a quien pretende ingresar en la Compañía de Jesús; el texto de la Anotación 18ª, por su parte, nos previene del peligro de invitar a hacer Ejercicios a jóvenes y adultos, y, sin fijarnos en sus características y dones personales, masificarlos de tal forma que ellos, con todos sus deseos e intereses por buscar la voluntad de Dios, no logren lo que se habían propuesto. Igual que la Orden sería irresponsable si distorsiona el proceso de admisión cuando no se personaliza el ingreso de un candidato; también la aceptación a Ejercicios podría estar erróneamente encauzada, precisamente por banalizar las indicaciones y no asumir su importancia. Máxime en nuestros días en que la gente no acepta fácilmente el riesgo inherente a buscar a Dios y dejarse hallar por Él. Por esta razón, si aplicamos lo dicho en el Examen en el sentido de que:
74 MI, De los que pretenden ser resciuidos, Ibídem., C. 2, p. 133.
75 MI, Textus A, ca. 1550; Textus B, ca. 1556 y Textus D, anno 1594, Ibídem., p. 280-281.
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Para ser más guiados y endereçados a mayor gloria diuina, viendo en ellos el entendimiento, cómo les ayuda el órgano de la voz, compostura y gracia cómo les acompaña. En el tal exercitio, euitando oçiosidad, serán ocupados en pensar de cosas buenas; y como las han de dezir delante de los otros de casa, y pensando y exhortando de las tales buenas y santas cosas... creçiendo sus deseos para seminar la palabra diuina, acabados los trabajos de sus estudios, hallándose para ello hábiles76.
La Anotación 18ª me parece particularmente exigente y debería constituir una garantía tanto para el que da modo y orden como para el ejercitante de que se tomará en serio la experiencia de oración, sin abaratarla, masificarla o despersonalizarla, aun cuando la intención sea buena en sí, estoy convencido de que en este caso, por la importancia de los Ejercicios, perfectamente conscientes de que el fin no justifica los medios.
Con los Ejercicios leves se nos presenta una oportunidad única para colaborar en la preparación a la confesión y la búsqueda de la conversión de los jóvenes
Es un hecho que con los Ejercicios leves se nos presenta una oportunidad única para colaborar en la preparación a la confesión y la búsqueda de la conversión de los jóvenes en nuestros días. Con la ayuda por el texto ignaciano del Examen, podría formular una hipótesis de trabajo más o menos en los siguientes términos: si se me presenta la oportunidad de dar Ejercicios a un joven y a un adulto que bien puede ser éste religioso o religiosa, seglar profesional o letrado y debo elegir entre los dos aquella persona que ofrezca más garantías de que redundará en mayor fruto individual y colectivamente comunicando ese fruto a los demás. El primero tiene más «gracias naturales» que se manifiestan en una serie de cualidades personales, está en vías de poseer una preparación académica sólida, tiene don de gentes y una capacidad de liderazgo evidentes, es abierto, crítico, sensible a los signos de los tiempos, cercano al dolor del pueblo de Dios, con dones proféticos de anunciar el mensaje evangélico y denunciar las injusticias, etc. El adulto tiene una excelente formación académica, muy buena voluntad, es excelente persona y, aunque
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ha vivido muchas experiencias que le han permitido madurar, carece de todas las demás gracias que el anterior. Ignacio nos hace ver que:
Donde su diuina magestad infundiere igualmente sus gracias y dones spirituales en ellas, siendo ellas assímismo igualmente capaçes para reçiuirlas; aquella que tiene las tales gracias naturales será mayor instrumento para el prouecho universal y spiritual de las ánimas, que la otra que no fuere de dotada de ellas...»77
En nuestro hipotético caso, los dos, el joven y el adulto están en igualdad de circunstancias por lo que se refiere a los dones recibidos de Dios, sin embargo, es el joven el quien tiene más capacidades naturales; luego entonces, si he de ser fiel a la mente de Ignacio, debo guiarme más por las perspectivas que ofrece para el mayor servicio de Dios y bien de las ánimas y sin fijarme únicamente en la edad de los posibles ejercitantes, elegiría al más joven para enfocar mi trabajo como acompañante espiritual en una experiencia de Ejercicios.
Ahora bien, sigo profundizando en el caso y ajustando nuestro razonamiento con la mente de Ignacio, debo ver siempre lo que más le agrada a Dios y,
Estimando cada cosa lo que vale, y poniendo en el primo lugar aquellas que hazen gratas las ánimas con su Criador y Sor., y consequenter las que fueren gratuitas, y después las que son naturales; siendo entera verdad que en las primeras consiste todo el bien nuestro; con esto para ayudar a otros muchos, teniendo las primeras, muy mucho aprouechan las 2as y 3as78.
Esto es, el mayor bien nuestro es buscar sólo la voluntad de Dios, quitar aquellas afecciones desordenadas que nos impiden elegir lo que es nuestro Principio y Fundamento y que esto es lo grato a los ojos de Dios, me queda claro que debo privilegiar las capacidades del segundo y tercer tipo pues más fácilmente se puede lograr el mayor fruto no sólo a la persona que va a hacer los Ejercicios, sino, por su medio, a muchas más. En este caso, el joven tiene prioridad incuestionable sobre el adulto. Es evidente que los dos han recibido dones y gracias de Dios pero muchas veces éstas son «más raras y menos comunicadas de quien todo puede» y, los talentos, dones y
77 Ibíd., p. 125.
78 Ibídem.
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cualidades son tan prometedores en el más joven que tenemos la certeza razonable de que con el tiempo pueden llegar a ser naturales en él y pueden enfocarse, trabajarse y conducirse hacia el mayor bien de las ánimas más fácilmente que con la persona de más edad. Parece ser que ante una disyuntiva semejante, es el mismo Ignacio quien nos ayuda a tomar la decisión, que quizá no sea del todo fácil, pero que nos recuerda que debemos inclinarnos siempre a los que «más» nos conduce al fin último y a la mayor gloria de su divina majestad79. Es muy probable que hayamos privilegiado a las personas mayores, con preparación o sin ella, pero con buena voluntad y que, supuestamente, están ya en el camino del mayor servicio de Dios como los sacerdotes, religiosos y religiosas. Pudiera ser, asimismo que, hayamos partido del presumible hecho de que han logrado ya la madurez y la sensatez por su experiencia de la vida pero sin detenernos a pensar en que:
Considerando el valor y peso de las primeras y 3as gracias, así como mucho se yerra en buscar las primeras gracias y dones spirituales inmediate de mano de Nro. Criador y Señor, no curando de los medios que nos pueden ayudar, ni queriendo gastar ni emplear las 3as con la possibilidad de nuestra libertad, coniunta diuina gracia que siempre nos mueue y asiste en nosotros, sin dexarnos tiempo alguno...80.
No obstante, podríamos equivocarnos al creer que los adultos, solamente por tener más edad, reúnen todos los requisitos para hacer unos buenos Ejercicios pero esto puede que no sea así ya que las gracias primeras hay que potenciarlas y favorecer los dones y talentos personales que todos estamos llamados a perfeccionar.
Y la contrapartida de la situación anterior consiste en el riesgo de absolutizar la preparación, la madurez, la experiencia y cualidades de un sujeto al punto de creer que eso bastaría para vivir con intensidad y profundidad la experiencia ignaciana. Esto podría ser una trampa que nos lleva a despreciar no sólo a los más jóvenes sino a aquellos que no reúnen todos los requisitos según los criterios del mundo como pudieran ser personajes con algún relieve social, académicos reconocidos, quienes ostentan posiciones privilegiadas o que estén muy bien relacionados en la sociedad o la Iglesia. Cuando absolutizamos los dones naturales, sin contar con los que agradan a
79 Ibídem.
80 Ibídem.
Dios, cometemos el error del que nos previene Ignacio quien ha aprendido que lo más importante no es el prestigio que da el mundo, unos apellidos ilustres, un puesto relevante en los altos mandos de la dirección y administración de una sociedad o una empresa por lo que claramente nos advierte que:
Erramos y nos perdemos del todo, quando siguimos las 3as no siendo asidos ni adornados con las primeras; porque las 3as es mucho peor tenerlas, quando con ellas no vamos con las primeras ni aprouechamos con ellas, siendo ellas enteramente cumplidas para vnirnos en verdadero amor con la diuina bondad; lo mismo que de las 3as entendiendo de letras acquisidas, no poco importa para los escolares que sean instruidos del poco o por mejor dezir de ningún valor dellas antes más dañosas sin las primeras81.
Sin duda, estamos ante el reto decisivo de acompañar adecuadamente a nuestros jóvenes y formarlos con paciencia, asumiendo sus dificultades, inquietudes y luchas. No podemos negar que, a pesar de las tentaciones de una sociedad secularizada, hedonista y relativista, en medio de sus fragilidades psicológicas y afectivas y aun de una crasa ignorancia en cuestiones religiosas, son ellos quienes ofrecen siempre mayores perspectivas para que profundicemos un trabajo de levadura y de esperanza, aun cuando todo indique que el viento nos sea contrario. Precisamente porque somos conscientes de los desafíos que nos ha presentado el Santo Padre en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, no debemos dejar pasar la magnífica oportunidad de ofrecer adecuadamente los Ejercicios a los jóvenes y colaborar con ellos para despertar en ellos el deseo de tener más esperanza en el futuro de modo que puedan transformar este mundo, que será de ellos y sus decisiones. Podemos coadyuvar, asimismo, en la labor de modificar su imagen negativa y aun contraria a la Iglesia que hemos favorecido quienes supuestamente estamos consagrados a su servicio. Estamos llamados a no desmayar en nuestra misión de crear sinergias que favorezcan una auténtica «nueva evangelización», que para muchos, será la primera, en medio de un mundo que no conoce a Cristo y que, aunque no se quiera aceptar, está deseoso de conversión a Dios y a los demás. Los Ejercicios
Los Ejercicios siguen siendo un instrumento eficaz para promover la vivencia de una fe viva, dinámica, actuante y misericordiosa
81 Ibídem.
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siguen siendo un instrumento eficaz para promover la vivencia de una fe viva, dinámica, actuante y misericordiosa, inserta en los problemas de la historia, con los ojos abiertos a las necesidades de nuestro tiempo, creyentes de una tradición eclesial pero totalmente abiertos a los signos de los tiempos82.
Ante un reto de tal magnitud, los Ejercicios leves representan para nosotros una coyuntura que no podemos dejar pasar desapercibida para clarificar estrategias pastorales adecuadas para preparar ejercitantes que se familiaricen con la práctica del examen, no sólo como quien hace un catálogo moralista de faltas a la conciencia «para limpiarse y mejor se confesar», sino «los exámenes», el particular, el general, el de la oración, sobre los modos de orar, sobre los mandamientos, etc. de modo tal que puedan descubrir y «sentir» el paso de Dios por su vida y acudan a confesar sus pecados, favoreciendo así toda una dinámica de crecimiento espiritual con la confianza plena en la misericordia de Dios que no rechaza a nadie, que no desprecia a nadie, sino «ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona»83. A este propósito, para el diseño de un proyecto pastoral espiritual, podemos iluminar nuestra acción con el testimonio de San Pedro Fabro, joven universitario, con muchas «letras», compañero y amigo cercano de Ignacio y primer sacerdote en la Compañía de Jesús. Como buen acompañante espiritual, Ignacio constató que era una persona insegura, escrupulosa, con una imagen falsa de Dios y un pasado lleno de miedo e inmadurez. Sin embargo, vio en él tantas posibilidades que lo envió a prepararse con el Doctor Castro, antes de vivir la experiencia completa en París84. Con enorme paciencia y lucidez, comenzó su preparación con los Ejercicios leves que le permitieron vivir el sacramento de la reconciliación fiándose más del Señor que de sí mismo. La conversación espiritual asidua, el reconocimiento de sus defectos y limitaciones y la confianza, transparencia y apertura a Ignacio, no fueron obstáculo para su preparación, más aún, le permitieron que purificara sus escrúpulos, sus miedos e inseguridades y que todo su ser se preparara y dispusiera para la experiencia completa. Esa
82 Cfr. miGuel ánGel Fiorito, El Examen como preparación a la Confesión y la Anotación 18: Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Vol. X, Nº 35 (1980), 76.
83 S.S. FranciSco Misericordiae Vultus... Op. cit., 3.
84 MHSI. Fabri Monumenta. Beati Petri Fabri. Primi Sacerdotis e Societate Jesu. Epistolae, Memoriale et Processus. Ex Autographis aut Archetypis Potissimum Deprompta. Matriti: Typis Gabrielis López del Horno 17914, p. 494. En adelante: FM.
labor serena y paciente permitió que, con el tiempo, San Pedro Fabro fuera reconocido por el propio maestro de Loyola entre el grupo de los primeros compañeros y los jesuitas de la primera generación como el mejor en dar y seguir el retiro. Y esto especialmente relevante pues todo el grupo de aquellos apóstoles eran hombres de una gran personalidad y dedicación al Reino de Dios y la Iglesia.
La práctica de San Ignacio de Loyola como quien «da modo y orden» le permitió asumir que para hacer bien los Ejercicios «exactamente y en retiro» era muy conveniente que las personas, incluso las más competentes y capaces, se hubieran ejercitado en el primer modo de orar y, de ser posible, en que hicieran su confesión general ayudados por los puntos de la primera semana. Quienes eran considerados idóneos y de quienes se esperaba mucho fruto podían tener problemas dentro del retiro cuando se trataba de asimilar los términos ignacianos de los sentidos corporales, las tres potencias, los sentidos imaginarios, buscar cuál es la verdadera raíz del pecado y todo esto aun cuando se suponía que Ignacio daba seguimiento a sus ejercitantes de una forma totalmente personalizada. Ni qué decir de nuestros días en donde estos términos pueden parecer totalmente fuera de la realidad pues se quiere aceptar sólo lo científicamente comprobable; cuando se ha perdido la conciencia del pecado personal y evadimos rotundamente nuestra implicación en el pecado social y las injusticias que cometemos también desde lo estructural. Si se intentara relativizar de alguna manera los Ejercicios leves de la Anotación 18a, sin querer asumir la importancia que Ignacio le daba al examen contenido en ella, sería tanto como no querer ver su intencionalidad cuando ayudaba a las ánimas, por rudas o de poco subiecto que fueran. Equivaldría a minusvalorar los esfuerzos del estudiante mendigo por acercarse a todo tipo de gente y, partiendo de ella misma, continuar, o no, con la experiencia completa85, pero después de poner las bases, de llevar luz donde todo era obscuridad, de indagar en las motivaciones que llevaban a mujeres, estudiantes y hombres rudos o letrados a la búsqueda de amar y servir a Dios en todo, solamente para su mayor gloria.
85 daniel Gil, La Anotación 18 y el Primer Modo de Orar: entrum Ignatianum Spiritualitatis, Vol. X, Nº 35 (1980), 82.
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FRANCISCO DE ESTRADA Y LOS EJERCICIOS DE LA PRIMERA SEMANA
Uno de los jesuitas de la primera generación que mereció ser considerado por San Ignacio de Loyola como uno de los que daban mejor los Ejercicios de la primera semana que aprendió de San Pedro Fabro, fue Francisco De Estrada86. Su experiencia nos permite conocer la oportunidad de la aplicación de este tipo de Ejercicios en un tiempo de confusión y una problemática eclesial difícil y con pocas esperanzas de solución. Nos ayudará, asimismo, a fortalecer nuestra opinión manifestada en este escrito en el sentido de que, con la ayuda de la práctica ignaciana, adaptada adecuadamente a la situación eclesial actual, en medio de sus luces y sombras, podremos secundar los esfuerzos del Santo Padre en una evangelización novedosa y desafiante con la conciencia de que es urgente:
Contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado87
Francisco De Estrada nació en 1519 en Dueñas, de la Diócesis de Palencia, en España. Muy joven aún entró en la Compañía de Jesús, después de haber quedado profundamente impresionado por la personalidad de Ignacio a quien conoció cuando, de regreso de Nápoles, lo encontró en su camino a Monte Casino para dirigir los Ejercicios al Doctor Ortiz. Una vez que hizo los Ejercicios bajo la dirección de los dos mejores directores, San Ignacio y San Pedro Fabro, se determinó a darse por entero a Cristo en su Compañía88. Desde entonces y, a pesar de su juventud, pues contaba sólo con veinte años, prácticamente sin preparación y estudios, asimiló de tal forma el método ignaciano que se dedicó a promoverlo y a difundirlo en las tierras adonde fue destinado en misión como Siena, Montepulciano, Brescia y Roma. Desde el principio de su vida como jesuita, se caracterizó por su excelente elocuen-
86 MI. FN, I, 658.
87 S.S. FranciSco. Misericordiae Vultus... Op. cit., 2.
88 MI. FN, I, 244.
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cia, su fogosidad en el don de la palabra y el modo como acertaba a hablar de las cosas de Dios tanto a sabios y doctores como a personas sencillas y sin ninguna doctrina. Su pasión apostólica ha sido, sin duda, lo que más le caracterizó así como su colaboración e innegables méritos en la difusión y posterior expansión de la Orden, aun cuando más tarde su apostolado quedó oscurecido con sus limitaciones y defectos humanos asó como algunos errores en sus decisiones que los historiadores han puesto en evidencia.
Su amor a Dios y a la Iglesia, su brillante elocuencia, así como la fuerza de su personalidad, colaboraron decisivamente para que muchas personas hicieran los Ejercicios. Su paso por las distintas ciudades no podía pasar inadvertido y, más aún, era solicitado por los jesuitas para que les ayudara a preparar el terreno en el corazón de los fieles, según la estrategia apostólica adoptada por los primeros compañeros en los inicios de la expansión de la Orden. Francisco De Estrada asumió el ministerio de la predicación con verdadero entusiasmo pues juzgaba que si los jesuitas estudiaban durante tanto tiempo era porque la Iglesia necesitaba excelentes predicadores, no sólo doctos, como decía Nadal, sino doctísimos89. Cuando predicaba mientras estudiaba filosofía en Lovaina, San Pedro Fabro lo orientaba con algunos rudimentos de teología para que sus sermones tuvieran más efecto, sobre todo, con los más jóvenes. Pero, más que los conocimientos que iba adquiriendo, lo que realmente impactaba de sus homilías y conversaciones espirituales era el testimonio de un apóstol que no hablaba de sí mismo sino de aquello que primero había meditado en su oración e intimidad con Dios. La gente percibía que sus sermones no estaban vacíos de sentido o llenos de fácil elocuencia docta sino que estaban avalados por su identidad religiosa90. La fuerza de su palabra era tal que llegaba a lo profundo de las personas, transformaba los sentimientos y con sus sermones aumentaba maravillosamente el amor en sus oyentes que se disponían del todo a la obra de Dios91. Una vez que Estrada había preparado el camino, los acompañantes y confesores sabían que sus oyentes estaban más que dispuestos a la obra de Dios, a través de su mediación.
De su misión apostólica podemos destacar que sucedió a Jerónimo Doménech (otro insigne jesuita de la primera generación) en el Rectorado del
89 MHSI. Monumenta Paedagogica Societatis Iesu II, (1557-1572), Vol., 100, Romae: Institutum Historicum Societatis Iesu 1974, 112.
90 MHSI. FM, 458-459.
91 MI. FN, I, 245.
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Emilio González Magaña, S.J.
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Colegio de Lovaina. Su fundación se remonta al año de 1542 cuando un grupo de españoles y flamencos al frente del valenciano Doménech llegaron a Bélgica expulsados de París a causa de la cuarta guerra entre los reyes Francisco I de Francia y Carlos I de España y el motivo de la expulsión fue por el hecho de que eran súbditos de éste último. Fue también un eficiente colaborador de San Pedro Fabro en la práctica de los Ejercicios y se le recuerda, además, por su excelente trabajo con los estudiantes de la Universidad de Lovaina mientras estudiaba teología. De esos Ejercicios, ganó varios jóvenes que decidieron entrar en la Compañía de Jesús. Ocho de ellos fueron enviados a Coimbra y uno a Colonia para que prosiguieran sus estudios92. Con ideas tan manifiestamente claras sobre la idoneidad de los candidatos a la Orden, sobre la importancia del testimonio que todos, como miembros del cuerpo apostólico debían dar a los jóvenes interesados en ella, decidió trabajar con «la cabeza», y desde ahí, preparar el camino para quien quisiera o pudiera ser capaz de hacer los Ejercicios, o al menos, no estorbase a quienes los quisieran hacer. Según De Estrada, era mejor ir primero con los que ocupaban un sitio de privilegio en la Iglesia y la sociedad para ponerla en buena disposición con el Instituto de la Compañía de Jesús y solo después, descender al cuerpo, con el que sería más fácil trabajar. Su teoría la puso en práctica en Lovaina con Ruardo Tapper, el Canciller de la Universidad, ilustre teólogo, canónigo de Lieja, inquisidor de la fe de Bélgica, consejero de Carlos V y Felipe II, y, aunque asumía la posibilidad de que no diera mucho fruto por sus múltiples ocupaciones, lo hizo con la conciencia de que una vez hecho el retiro, les sería más favorable. El Canciller quedó maravillado de su exposición y se mostró más que dispuesto a hacer el retiro y continuar después bajo su dirección y guía93. Con el mismo propósito orientó la búsqueda de conversión con el método ignaciano a un ilustre canónigo de Metz pues sabía bien la influencia que tenía sobre muchos en esa ciudad94. Todo momento era bueno para aquél fervoroso jesuita y sus proyectos de acceder a las grandes personalidades por lo que aprovechaba todas las oportunidades que se le presentaban. Una de ellas fue con el secretario del arzobispo de Valencia quien se encontraba en Bruselas y que había conocido a San Pedro Fabro en Maguncia95. La ocasión de conocerse se presentó con la entrega de unas cartas del jesuita saboyano
92 MHSI. Epistolae Mixtae ex variis Europae locis, Tomus primus (1537-1548), Vol. 12, Matriti: Excudebat Augustinus Avrial 1898, 127-128. En adelante: EM.
93 MHSI., EM, I, 130, 154 y FM, 455.
94 Ibíd., I, 134-135.
95 Ibíd., I, 136.
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para la comunidad y él no dejó pasar esa ocasión baladí; le habló con aquel fuego tan característico en él; como no se podía detener por sus asuntos, sin dilación alguna le escribió y pronto recibió no sólo su respuesta sino a él mismo para concertar todo lo referente al retiro. Una nueva misión estropearía sus planes, pero no dejó al aire al esforzado secretario y lo encomendó a San Pedro Fabro, quien a la sazón se encontraba en Colonia, para que viviese la experiencia tan recomendada bajo su experimentada guía.
Su juventud y su celo fueron determinantes en la conversión de muchos personajes ilustres. Sin embargo, no todo en su misión fue éxito apostólico ya que conocemos un caso en el que fue, precisamente su juventud, la que le estorbó para que pudiese influir fructuosamente con otro señor del mismo tipo de los mencionados anteriormente. Por petición expresa de Pedro Fabro, Francisco De Estrada se dirigió a cinco leguas del lugar para hablar con el Maestro Nicolás Esch (van Esche), preceptor de San Pedro Canisio. Con anterioridad a esta entrevista, Pedro Canisio había recomendado a Nicolás que hiciera los Ejercicios con Estrada pero quiso el Señor que en esa ocasión, su fuerza expresiva y la vehemencia de sus palabras no impresionaran al sabio y erudito varón, más aún, Estrada fracasó en su intento precisamente porque su juventud no fue del gusto y satisfacción de tan ilustre personaje. Como aprovechado discípulo, comunicó fiel y detalladamente su fracaso a su maestro Pedro Fabro96 y, gracias a esto podemos dar cuenta y razón del método que seguía Francisco De Estrada y cómo lo variaba según la edad, y la preparación de los personajes a quien él atendía prioritariamente. Sabía combinar retórica y persuasión con su testimonio coherente y vida sencilla. Sus palabras llenas de un amor personal a Jesucristo convencían a señores doctos y letrados para que hicieran los Ejercicios y a muchos jóvenes los entusiasmaba por la coherencia con su forma de vida y su trato respetuoso, cercano y lleno de afecto con sus compañeros jesuitas. También entendió que no siempre debía ser él quien desarrollara el rol prioritario o quien debía destacar sino, con la conciencia de que la misión era de Dios y no de él, aprendió a ser colaborador humilde y disponible a los demás. Su papel complementario como copartícipe de otros jesuitas con diferentes carismas y habilidades, le permitió profundizar y desarrollar la grandilocuencia de sus predicaciones al grado que llegó a convocar muchedumbres que se sentían atraídas por
96 Ibíd., I, 130; iGnacio iParraGuirre, Op. cit., 19.
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el sentimiento, la sinceridad, el ardiente carácter y lo extraordinario de su oratoria como podemos constatar en el testimonio de Andrés de Oviedo97.
Era común que se ganara el afecto de la gente con sus sermones por lo que, cuando terminaba sus predicaciones, muchos se le acercaban para pedirle consejo y ayuda y era entonces cuando aprovechaba para invitarlos a hacer los Ejercicios. Si había que preparar el sujeto, daba los Ejercicios de la primera semana, si se percataba del deseo claro de conversión y preparación, los remitía a otro jesuita, conocedor y experto, sobre todo en el tema de la elección. De acuerdo con esto, muchos, se retiraban inmediatamente a practicar el retiro como sucedió en Lovaina en 1543 con un:
Portugués, sacerdote y Maestro en artes, el qual, despues de averle oydo una prédica, vino luego á nuestra posada, tocado del amor de nuestro Señor Dios y rogó mucho á M. Francisco le ynstruyese en cómo pudiese aprovecharse en serviçio de nuestro Señor98.
Y más tarde en Alcalá en 1549, cuando movió a la devoción y a practicar los Ejercicios a muchos y selectos estudiantes99. Hacia 1548 lo situamos en Coimbra en estrecha relación con jóvenes y se cita particularmente a uno de Oporto. De igual forma sabemos que dio los Ejercicios a varios estudiantes, algunos de los cuales ingresaron a la Compañía100. En 1553, cuando muchos mancebos, algunos de diecisiete y dieciocho años solicitaron su ingreso a la Orden, Francisco De Estrada dio los Ejercicios a «dos estudiantes theólogos, personas virtuosas [que] han pedido les quisiesen dar los exerçiçios. Ambos quedan en ellos aquí en el Collegio: creo que se aprovecharán en spíritu, porque tienen disposiçión para ello»101.
97 MHSI. EM, I, 146-147; Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Jesu Historia, auctore Joanne Alphonso de Polanco, Tomus Primus (1491-1549), Vol. 1, Matriti: Excudebat Tipographorum Societas 1894, 193.
98 MHSI. EM, I, 154.
99 cHriStoval de caStro. Historia del Colegio Complutense de la Compañía de Jesús, 2 Vols., Compluti: Manuscrito del Colegio de Alcalá 1600, libro III, cap. 5º.
100 MHSI. Litterae Quadrimestres, Tomus primus (1546-1552), Vol. 4, Matriti: Excudebat Augustinus Avrial 1894, 523.
101 MHSI. Litterae Quadrimestres, Tomus secundus (1552-1554), Vol. 6, Matriti: Excudebat Augustinus Avrial 1985, 97.
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y el
Francisco De Estrada murió en 1584102 pero nosotros podemos continuar su obra ofreciendo los Ejercicios de la primera semana y colaborar, desde modo, en la misión eclesial a la que el Papa Francisco nos ha invitado:
Para vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida. La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la misericordia su anuncio. Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo103.

102 MHSI., EM, I, 19, 22, 26, 38, 42; JoHn o’malley, (1993). Los Primeros Jesuitas, (Manresa 14), Bilbao 1993, 86.
103 S.S. FranciSco. Misericordiae Vultus... Op. cit., 25.
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llamado a la Misericordia
deseo de Conversión. Los Ejercicios de Primera
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La herida en San Ignacio
P. Ricardo Barba Monsalve*
Ser capaz de sufrir, ser humano. Junto con otras dimensiones, el dolor es la realidad más determinante e inevitable. Sin embargo hay dolores que podrían haberse «evitado», que no son necesariamente causados por las consecuencias naturales de la vida, sino que son consecuencia directa de decisiones humanas. En este segundo carácter se ubica la cruz de Jesús de Nazaret y la herida de guerra de Ignacio de Loyola.
SER HERIDO
Hay un común acuerdo, entre los estudiosos de la Escritura, que muy posiblemente los relatos de la pasión de Jesús fueron los primeros relatos que se contaron y escribieron en la vida de las primeras comunidades cristianas. Bien podría decirse que, desde el relato de la pasión y la experiencia de la resurrección, se construye y se escribe todo el contenido de lo que hoy llamamos Evangelios. Desde el dolor del Crucificado se desenvuelve la vida de anuncio, predicación y construcción del Reino, propuesto y vivido por Jesús.
La cruz de Jesús y sus consecuencias parten la historia de la humanidad. La vida terrena de Jesús se estrella contra la cruz y en ella sucumbe.
* El padre Barba es colombiano, vive en España hace más de 30 años, donde se ordenó como sacerdote en 1995, y está incardinado en la diócesis de Urgell, Cataluña. Se doctoró en filosofía con la tesis: «La violencia como normalidad: Colombia un laboratorio de poder».
Pero es esa misma cruz la que da paso a su resurrección. Desde allí (cruzresurrección), se desata el camino de la Iglesia. La cruz del dolor es una potencia que desata la historia, descubre la contundencia del mal y, de manera simultánea, realiza la única voluntad del Padre: La Vida. Este momento de la cruz, momento del dolor, resulta ser un momento álgido y vital para todo creyente, como lo fue para Jesús. En un doble hecho: por la vivencia sacramental de la cruz de Jesús y porque cada uno lleva su propia cruz. De hecho en la vida de muchas personas, el momento de dolor –una enfermedad grave, un accidente, una crisis profunda y dolorosa, un conflicto importante, un riesgo de muerte, etc.– desata toda una potencia de vida y de conversión. Es precisamente el caso de Ignacio de Loyola. Su herida de batalla le clavó en el lecho del dolor y detuvo su camino. La herida le mostró la realidad de sus opciones de vida y sus acciones:
Hasta los 26 años de edad fui hombre dado a las vanidades del mundo; principalmente me deleitaba en ejercicios de armas, con un deseo grande y vano de ganar honra1
No es la voluntad de Ignacio la que realiza esta primera y fundamental ruptura, es la intensidad del dolor y su situación de fracaso.
Escribe, «decían que por haber estado mal puestos la otra vez, o por haberse zafado en el camino, estaban fuera de su lugar, y así no podía sanar. Y se hizo de nuevo esta carnicería ...»2. Esta carnicería llegó a ser su momento de ruptura. El inicio de una Nueva Vida. El golpe mortal a una vida que ya no volverá a vivir nunca más. Ignacio ha sido crucificado. Muerte y Vida, unidas en el tránsito de la cruz: «Y seguía aún empeorando, sin poder comer y con los demás síntomas que suelen ser señal de muerte»3 dice él mismo en su autobiografía. La vida de Ignacio de Loyola, sobretodo la vida posterior a su herida, es el desarrollarse de esta experiencia, que le mostró las señales de la muerte, sus causas y sus efectos. Pero al mismo tiempo le mostró el horizonte de la Vida, en el servicio al Señor de la Vida. Los Ejercicios Espirituales (EE) hacen pedagogía del tránsito. Todos aquellos que han vivido los EE se enfrentan a su propio dolor, sus causas y sus consecuencias. Y son acompañados para superarlos.
1 Autobiografía 1.
2 Ibíd., 2.
3 Ibíd., 3.
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El dolor vivido en presencia de Dios nos lanza por sí mismo a presentir y vislumbrar el horizonte de la Misericordia
El tránsito no son tres días en el sepulcro, es toda una nueva etapa que se va consolidando y realizando poco a poco. Con altibajos y errores, con cambios de dirección y desconcierto. La cruz sigue proyectada en el nuevo camino, pero no es una cruz que cierra el paso, que se consume en sí misma. Es una cruz que proyecta a un horizonte. En medio del dolor se halla la certeza de un horizonte: «confiando muy poco los médicos en mi recuperación, me aconsejaron que me confesara»4. He aquí el primer efecto del dolor y del peso aplastante de la cruz, asumida como experiencia de «muerte» en la presencia de Dios: la cruz abre a un nuevo horizonte. En ella se descubre que existe algo más, algo muy diferente a lo que se ha vivido hasta ahora: Hay Más. Tras ese Más caminará en adelante el Peregrino. El dolor ha roto una forma de vida, un espacio y un tiempo de vida: «podía dárseme por muerto». En esa misma ruptura la persona es lanzada a una búsqueda, a un más allá, dentro de la historia y dentro de su misma vida personal. La «sin salida» del dolor es la potencia que lanza al afuera, al Más Allá. Esta dinámica de muerte-vida la desarrollará Ignacio en su vida personal y en los EE.
DISCERNIR, VER HASTA ENCONTRAR EL FONDO, EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE TODO
El dolor vivido en presencia de Dios nos lanza por sí mismo a presentir y vislumbrar el horizonte de la Misericordia. Para Ignacio, en el lecho del dolor no había esperanza, no había salida, prácticamente nada que hacer, le dicen los médicos: «si hasta la media noche no sentía mejoría, podía dárseme por muerto». Pero, «y así quiso nuestro Señor que aquella misma noche comenzara a sentirme mejor»5. En ese dolor abierto por un Más Allá, Ignacio recibe respuesta. Respuesta efectiva, gratuita, incondicional, generosa, tierna y aliviadora. Una Acción divina, que aligera y elimina el peso aplastante y cerrado de la cruz: «se juzgó que estaba fuera de peligro». Desde ese momento, para Ignacio, el Creador es aquel que cuida la vida, que tiene misericordia de él, es quien
4 Ibídem.
5 Ibídem.
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rompe la consecuencia natural del mal que hacemos. Su herida es fruto del amor a las armas y a la arrogancia del honor, de esa herida es salvado. Para él es evidente la Acción del Creador, totalmente gratuita, compasiva y generosa. Ignacio se reconoce como aquel que es amado por su Señor y Dios. Salvado por aquel que lo creó. Nada habrá más importante que esta realidad. Antes bien, todo debe ser dispuesto para colaborar en esta salvación generosa y gratuita. Todo es poco para unirse a la Voluntad de su Señor: «Tomad, Señor, y recibid ….». Se ha realizado en él el sacramento de la cruz.
La actividad de la primera y segunda semana de EE gira en esta perspectiva. Es innegable que una de las certezas que Ignacio quiere que el caminante de los EE viva es el reconocimiento de la realidad de su propio dolor. Del dolor personal: cuáles son sus heridas, dolorosas, profundas, incluso infectadas. Dónde, en qué momentos y cómo se hicieron –o se las hicieron. Y desde esas heridas, que marcan una ruta, exponerse plenamente a la Presencia del Creador. Para permitir actuar a Dios. Son heridas, por lo tanto, que afectan corporal y espiritualmente. Además se experimentan en tres realidades: las heridas de Jesús, las heridas del mundo y las heridas personales. En las dos primeras semanas se pretende descifrar la evidente tragedia del hombre y su mundo. Este descubrimiento llevará, necesariamente, a decidir. Dónde, cómo, por qué y por quién está crucificado Jesús, está sangrando el mundo y está herido el ser humano. Allí, el peregrino verá que él y el Mal forman parte de las causas. Es un despliegue y un descifrarse de dolor. El dolor divino y el dolor humano. Esta visión producirá efectos imborrables y determinantes en la vida de quien está en el campo de batalla de la historia. Y permitirá encontrar la verdad más evidente: «todo lo que hay en mí servirá a mi Creador. Servirá a la Vida».
Sólo se puede conocer la Misericordia en el lecho o la cruz del dolor
Las Heridas que por Misericordia, Gratuidad y Generosidad son curadas, mostrarán las dinámicas de la historia. Jesús en la cruz es todo dolor, el ser humano es su historia es puro sufrimiento –muerte, guerra, codicia, arrogancia, etc–. Dentro de esa historia, la salvación, que es misericordia gratuita y generosa del Creador, actúa; Dios no habla, hace. Sin esa experiencia de la Acción divina, que se convierte en certeza en San Ignacio, no hay paso siguiente. No se avanza. Es la consciencia del dolor vivido, el momento crucial de una camino de salud, de salvación, lo que permite caminar y luchar
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Apuntes
bajo la bandera de Jesús. Sólo se puede conocer la Misericordia en el lecho o la cruz del dolor. Sólo cuando se está herido se experimenta con toda su potencia lo que es el Amor. Por ello, en los EE, la cruz-dolor es proyectada como un potente reflector que ilumina la realidad. Y el caminante podrá ver, oír, tocar, sentir y gustar la realidad, mediante la experiencia de sus heridas y las heridas de Cristo «será aquí dolor, sentimiento y confusión, porque por mis pecados va el Señor a la pasión»6. Esas heridas desvelan que la Realidad está impregnada de dos polaridades, dos bandos, dos banderas, dos dinámicas en la historia. Dentro de la historia, un Capitán y un caudillo luchan, en escalada de combate total. El Mal, como una cruz eterna de sufrimiento, y el Bien, como la superación de todo dolor y sufrimiento humano, que conduce al lugar de la Vida.
En el momento y la realidad de la Cruz combaten las fuerzas del mal y las potencias del Bien. Dolor o Salud, Muerte o Vida. En los EE se plantea esta disyuntiva, en las primeras etapas del camino. No hay neutralidad, ni posición prudente en esta polaridad. De aquí en adelante se tendrá que decidir. Para ello se debe alcanzar la certeza del poder del dolor. Sin ambigüedades, ni posiciones relativamente convenientes. Toda neutralidad es pacto con el mal. La amenaza de un infierno de dolor centra sobre la realidad de la historia, en el aquí y ahora, y por tanto marca la posición futura a corto y largo plazo. Se ha de tomar partido, se tiene que decidir. Esta es la misma situación de los protagonistas de la parábola del buen samaritano: frente al herido, el Samaritano –Dios– se detiene y actúa. En las dos primeras semanas lo que se juega el caminante es dolor y sufrimiento, o Vida y servicio a la vida. Qué posición quiere ocupar, cómo dirige su vida, a quién quiere servir: al señor del mal, padre del dolor, o al Señor de la Vida, creador del paraíso. «Determiné martirizarme por mi propio gusto»7 o servir al Reino hasta el martirio. En verdad, la elección está marcada por la experiencia de la herida. Y el unirse a la Voluntad de Dios es unirse a la acción de Misericordia que Él realiza. La delicada y potente acción que el Espíritu realizará en el caminante está enmarcada en la situación del herido del camino. Los EE pueden ser vistos como una acogedora sala de curas intensivas.
6 Ejercicios Espirituales 193.
7 Autobiografía 4.
TODO POR EL TODO
La herida de batalla en Ignacio, el sufrimiento y convalecencia de ese momento, representó para él la evidencia del mal. El mal es dolor, el mal produce dolor, el mal perpetúa el dolor. El rostro del mal es el dolor. La herida de guerra es para Ignacio el rostro del mal vivido hasta ese momento. Ese sufrimiento es la concreción de una vida dedica a la riqueza, la vanidad y el honor del mundo que, al final, sólo producen muerte y sufrimiento. Como consecuencia, su radicalización, en ocasiones extrema. Por ello su nunca más el mal, ni nada que se le parezca.
Llegados a este momento de reconocimiento, está ya hecha la tarea? No, todo lo contrario. La tarea no es una primera decisión radical. La tarea es descubrir y discernir continuamente cómo se debe caminar de aquí en adelante. Cómo se hace para verdaderamente deshacer la materialidad y fuerza del mal. Descartada para Ignacio la opción de las armas de guerra violenta, es otra guerra, otra estrategia, otras armas, otro tipo de combate. Sufrir no es un hecho conceptual, es una situación, una experiencia, una realidad. Las situaciones que se producen a partir del sufrimiento no son conceptos son vida. Por ello, a pesar del gran trabajo mental que los EE comportan, no hay nada de evasión o intelectualización de la realidad. Lo que se vive es un delicado y procesal camino de experiencia vital.
En la medida que se hace elección, por la consciencia adquirida de la maldad propia y del mundo, se descubre, simultáneamente, una Presencia que ha guiado hasta ese primer momento de salvación. La herida, sus causas y consecuencias, desvelan que hay una Voluntad más allá de todo dolor y de todo mal, que quiere Sanar. Una Voluntad que no forma parte del dolor, ni del mal, pero que sí habita en él y actúa siempre a favor de la vida. Se empieza, así, un adentrarse en el reconocimiento y la experiencia de la bondad y la gratuidad del Creador. Ahora es el momento de ser recibido y aceptado8. Y como aquel que sigue una presa de caza, poco a poco se va encontrando las huellas de un Amor, que ha obrado siempre de manera gratuita y generosa. El Gratis de toda vida. La generosidad y gratuidad en las cuales se crea y realiza la vida humana, se hacen evidentes. Se es viviente por pura gratuidad, no por una casualidad vacía de sentido, sino por una gratuidad y bondad que,
8 Cfr. Ejercicios Espirituales 183.
Apuntes Ignacianos 77 (mayo-agosto 2016) 64-74
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necesariamente, remiten a una Voluntad. Todo está hecho para la salud de la vida. Nada garantiza que el ser humano esté aquí, ni siquiera su propia conducta, pues es ejecutor de dolor y maldad. Entonces, todo existe, y el ser humano también, por una Voluntad generosa, buena, amable, que así lo quiere, Principio y Fundamento.
Dios está en el camino y lucha en la batalla. Y sólo en el camino y en la batalla se le encuentra
El ser humano perdido, ha vivificado y potenciado un mundo cuyas fuerzas se alimentan y orientan en el sufrimiento y la muerte, es decir, el mal. Pero hay una Presencia original, anterior a todo dolor, que quiere la Vida. Quiere la vida en plenitud, liberada de cualquier realidad de mal y sufrimiento. En esta consciencia cada creyente decide unirse a esta Presencia-Voluntad de Vida.
EL CAMINO DE LA MISERICORDIA
A partir de la segunda semana, Ignacio desata, despliega, el relato y la escena evangélica. Se introduce el caminante en la acción, en la historia de una Voluntad de vida, que sostiene toda existencia. Se oye, se ve, se saborea cómo actúa y conduce Dios. Nos pone en presencia de todos aquellos que han mostrado la acción de Dios: su primer y fundamental revelación: Jesús. Y su más fiel discípula: María. Dios es para el hombre pura acción, y solo en su actuar le podrá ver. La acción divina no se desarrolla como acción trascendente, de principios absolutos y fuerza destructora. La acción divina se ajusta, se realiza, en un descenso a la fragilidad, en un someterse a los atares y desgracias de la vida humana. Dios es un caminante, un Capitán en lugar humilde, hermoso y gracioso9. Dios está en el camino y lucha en la batalla. Y sólo en el camino y en la batalla se le encuentra. Es el compañero de batalla, que en las noches se sienta a dialogar con sus compañeros de lucha. Dios es el cariñoso amigo que limpia, cura y acaricia las heridas de su amigo. Dios es el hermano en el camino del vivir. Y es mucho más hermano y compañero, cuando se yace en el lecho por las heridas del mal.
Dios, incluso, llega a ser el herido del camino, a quien se debe atender, cuidar y servir. Dios es un crucificado, destrozado por el peso del mal.
9 Ejercicios Espirituales 144.
Dios no es imposición, ni fuerza que arrasa. Dios es Padre, Hermano, Madre, compañero y amigo. Dios en su combate contra el dolor es también víctima. Pero es allí, en la cruz, donde despliega todo la potencia que cura y se compadece. Esta es su arma contra el mal y el dolor, la Misericordia.
La Cruz de Jesús muestra que el compromiso divino va hasta las últimas consecuencias. La cruz de Jesús es una cruz que no agrede, que no ataca, que se consume en sí misma hasta encontrar la Potencia Divina. El camino del dolor es llevado hasta la carnicería del propio cuerpo. No por un masoquismo o sacrificio de auto satisfacción, sino por un amor que cargará con todo, antes de vengarse o castigar. Esta será la gran propuesta que hace Jesús a cada caminante: «quieres venir conmigo, para estar conmigo»10. Que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente al servicio…11, no es sólo una intención para iniciar la oración, es sobre todo una manera de vivir.. Dentro de este compromiso por parte del Padre y en la realidad del dolor, Ignacio desarrolla todo su realismo militar. El compañero de Jesús es un combatiente que aprenderá a usar el mismo dolor como potencia de salvación. El dolor pierde el dominio sobre la vida y se usa como instrumento de crecimiento: penitencias, esfuerzos, dedicación, gimnasia de adelgazamiento de las cosas mundanas y fortaleza de músculo para promover, defender y cuidar la Vida. En este combate se requiere un soldado fuerte, interna y exteriormente.
Cuidar la vida dada por Dios, ésta es una de las características psicológicas y espirituales de Ignacio. Característica que quiere traspasar a los suyos y a todo aquel que practique los EE. Es cuidadoso, detallista, casi obsesivo. Acompaña al compás, sabe que la materia es delicada: dolor, sufrimiento, maldad, bondad, decisión. Sabe que el guía sólo puede preparar, indicar, señalar. Como todo camino en el dolor, sólo cada uno lo puede hacer, sólo cada uno encontrará su paso y descubrirá su Horizonte. Pero el horizonte y el primer adiestramiento, Ignacio los cuida al extremo. No por una manía compulsiva, sino por una clara conciencia de la fragilidad de todo ser humano. Y por la clara consciencia de la Presencia, en todo el caminar de los EE, del autor de la Vida.
10 Ibíd., 93.
11 Ibíd., 46.
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A MANERA DE CONCLUSIÓN, EL MODELO DE MISERICORDIA
En la biografía de Ignacio de Loyola, la herida de guerra explica, descifra y marca todo el camino. No como un puro hecho pasado, que impulsó unos pasos siguientes, sino como una presencia continua, que le enseña y le permite ver por dónde caminar. Porque en esa herida de guerra, él descubre la realidad personal y del mundo, además de una Presencia. Una Presencia misericordiosa y amable, aliviadora y reparadora, tierna y constante. Tremendamente solidaria. Esta Presencia evidencia la potencia del mal y las consecuencias de dolor que la maldad desata. El mal encadena, somete, amenaza, invade, quema, amarra. El mal se sirve precisamente de la fragilidad de la naturaleza humana (punto 3, de las dos Banderas). Sin embargo, es la misma fragilidad y la caída misma, la que desata la Misericordia del Creador. En y por la misma herida opera la salvación.
El dolor que el poder del mundo produce está vencido en su mismo origen. Es en la misma herida donde se desata la potencia del Señor de la Vida. Dentro del combate hay un lugar humilde, hermoso y afable, donde está el único Capitán. El buen Señor Jesús, enviado por el Padre. De hecho, el lugar humilde, hermoso y afable es el mismo Cristo. Sus palabras a sus siervos y amigos llaman y producen la libertad: pobreza frente a la riqueza... Oprobio o menosprecio frente al honor mundano .... Humildad frente a la soberbia. Desde aquí toda libertad es posible. El combate es una liberación.
Lo que se ha hecho en este texto es la descripción de un itinerario vital. Ignacio de Loyola desvela un secreto, el secreto de toda vida. Su realidad, su encerramiento en las heridas del mal y el sufrimiento, pero al mismo tiempo su salida. La experiencia de la herida es una experiencia de apartamiento, descendimiento, iluminación y elección. En este camino, el ser humano se descentra y se re-centra en su Origen. Sólo así se vence al mal. Cada ser humano y el mundo se desenvuelven en medio de una racionalidad perversa12, que por su misma dinámica implica una respuesta concreta y exclusiva de Dios. En medio de esta perversidad, que debilita al ser humano y a toda la naturaleza, Dios actúa en su más íntima esencia: la Misericordia.
12 Pablo RichaRd, Pag. Web amerindia.org. Racionalidad perversa de la violencia.
El trabajo de los EE y la autobiografía de Ignacio de Loyola son el relato de la Misericordia divina. Misericordia a la que está llamado a practicar quien ha optado por el Rey Eternal, por el Capitán de la fuerzas de la vida. El camino no es cumplir una voluntad de una vez y para siempre, sino hallar una Voluntad. No es poseer una santidad, sino vivir una entrega. Por ello, después de ser aceptado, se camina. No es ascender a una perfección, sino descender a una situación concreta de vida, que desata las fuerzas necesarias para la Salud. En este descenso se aprehende el daño que padece el ser humano y la creación, se reconoce el daño que se hace a los demás, y justo en este aprehender se permite la acción de la potencia del Espíritu que sana. Esta operación divina-humana no es neutra, afecta y marca un camino. Finalmente «el Espíritu de la profundidad me enseña que soy un servidor»13. Para ello el ser humano fue creado, para ser un servidor de la Vida, un cuidador.
Hay que tener presente que,
Pues no peleáis contra seres de carne y hueso, sino contra las autoridades, contra las potestades, contra lo soberanos de estas tinieblas, contra espíritus malignos del aire. Por tanto requerid las armas de Dios para poder resistir el día funesto y manteneros venciendo a todos14.
La herida humana no es sólo una cuestión de carne y huesos, es sobre todo una realidad universal, una racionalidad perversa, una lógica que desata fuerzas que condenan y matan al hombre15. Ignacio lo experimentó en su lecho de dolor y lo irá experimentando durante toda su vida. Los EE pretenden, entre otras metas, que el caminante reconozca su participación en estas «potencias» de la oscuridad, plante cara y elija otra lógica, otras potencias, las del Reino. La acción no es fácil, requiere atención, esfuerzo, concentración. Sabiendo que, al final, la plenitud de este camino no se alcanzará, sin la intervención plena de Dios: «el mismo Señor desea dárseme...»16.
13 caRl Gustav JunG, El Libro Rojo, Buenos Aires 2012, 177.
14 Ef 6, 12-13.
15 s.s. FRancisco. Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, 296.
16 Ejercicios Espirituales 234.
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P. Ricarado Barba Monsalve
La mayoría de los seres humanos son, «un cuerpo flagelado…. en fuga»17, que huye del dolor, necesita por tanto ser «reconocido, tocado, y asistido con cuidado»18. Esta es la delicadeza que demuestra Ignacio en los EE, y ésta es la misión a la que el Rey Eternal invita a sus seguidores, miembros de la Iglesia19. Al final son heridos de guerra quienes recogen y cuidan a heridos de guerra. Se es curado para curar: hacer lo que el Capitán, que fue crucificado, hace. Esto implica vivir con el Capitán:
El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante…20.
Que puede suscitar mayor compasión y misericordia, que ver al ser que amamos herido en la cuneta del camino. La respuesta a esta herida es Dios mismo.

17 s s. FRancisco Misericordiae Vultus, 15.
18 Ibídem.
19 «No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña». Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, 291.
20 Ejercicios Espirituales 231.
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Colección Apuntes Ignacianos
Temas
Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)
Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»
Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).
Formación: Propuesta desde América Latina.
Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada. Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.
Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.
La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.
Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
Congregación General N° 34.
Nuestra Misión y la Justicia.
Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)
Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)
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El Superior Local (agotado)
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En busca de «Eldorado» apostólico.
Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...
Afectividad, comunidad, comunión. (agotado)
A la mayor gloria de la Trinidad (agotado)
Conflicto y reconciliación cristiana.
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical. Discernimiento comunitario y varia.
I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado)
«...Para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz»
La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.
Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida.
Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El «Principio y Fundamento» como horizonte y utopía.
Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.
Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
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V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.
Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.
Contemplativos en la Acción.
Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil
Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento.
Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE. Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto. Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.
Apuntes Ignacianos 77 (mayo-agosto 2016) 75-78
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Temas
XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (II)
XII Simposio sobre EE: Contemplación para Alcanzar Amor «En todo Amar y Servir»
Educación y Espiritualidad Ignaciana. I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita. Caminos para el encuentro con Dios.
XIII Simposio sobre EE: Discernimiento y Signos de los Tiempos.
Espiritualidad y construcción de la Paz.
XIV Simposio sobre EE: Y después de los Ejercicios... ¿Qué?
Escritos Ignacianos I. Víctor Codina, S.J.
Escritos Ignacianos II. Víctor Codina, S.J.
XV Simposio sobre EE: Aporte de los Ejercicios Espirituales al Proceso de Perdón y Reconciliación
Discernimiento Espiritual. In memoriam Javier Osuna Gil, S.J.
Misericordia y Ejercicios Espirituales
