

APUNTES IGNACIANOS
ISSN 0124-1044
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El Hijo Prodigo en el proceso de Perdón y Reconciliación en los EE.
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Apuntes Ignacianos
Número 75 Año 25
Septiembre-Diciembre 2015
Aporte de los Ejercicios Espirituales
al Proceso de Perdón y Reconciliación
XV Simposio sobre Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
Espacios para el Espíritu Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11
Bogotá - Colombia
Nuestros Números en el 2016
Enero-Abril
Amigos en el Señor.
Inmemoriam Javier Osuna Gil, S.J.
Mayo-Agosto
Misericordia y Ejercicios Espirituales
Septiembre-Diciembre
XVI Simposio de Ejercicios Espirituales Inspiración de los Ejercicios Espirituales para el cuidado de la Casa Común
Aporte de los Ejercicios Espirituales al Proceso
de Perdón y Reconciliación
La reconciliación de Colombia a la luz del Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola .......................................................... 8
Alejandro Angulo Novoa, S.J.
Verdad y Misericordia en la Primera Semana de EE. ............
Ruth María Otero, rjm.
El encuentro con Jesús como Camino de Perdón y Reconciliación
Juan Daniel Gómez
El mal no tiene la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección ....................
Moisés Roberto Peña Martínez, S.J.
El aporte de la Contemplación para Alcanzar Amor al proceso del Perdón y la Reconciliación .................................
Benito Baranda
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Paneles
Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe .............................
Merlis Mosquera Chamat
Perdón y Reconciliación desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales ..........................................................
Enrique Gutiérrez, S.J.
Sobre la Estética del Perdón y la Reconciliación
Juan Pablo Sanabria Velásquez
Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como Psicoanalista .....
Sofía Uribe Arbeláez
Reconciliación y Perdón: la experiencia de amar y sentirse
Manuel del Cristo Quiroz, S.J.
Presentación
Con el presente número de la revista, Apuntes Ignacianos cumple veinticinco años de vida. Por ello, queremos aprovechar la oportunidad para agradecer a todos nuestros lectores por su interés y apoyo, sin los cuales esta labor resultaría imposible. En esta ocasión nos complace presentar las ponencias y paneles del XV Simposio de Ejercicios Espirituales, el cual se llevó acabo los días 31 de julio y 1 de agosto del 2015.
Desde el año 2001 el CIRE, juntamente con la Pontificia Universidad Javeriana, han venido realizando los Simposios de Ejercicios Espirituales; y desde el año 2002 Apuntes Ignacianos ha recogido y publicado la totalidad de los trabajos que se han presentado en estos importantes encuentros. Los primeros doce Simposios fueron concebidos de forma tal que sirvieran como lugar de encuentro y reflexión en torno al texto de los Ejercicios. Así pues, se partió del estudio de diversos enfoques de la experiencia nacida en Manresa en XVI (Apuntes Ignacianos No. 34, 2002), y de otros trabajos enfocados en aspectos preliminares, por así decirlos, de esta particular mistagogía: «La preparación de la persona para los EE.EE.» (Apuntes Ignacianos No. 37, 2003), «El acompañamiento en los EE.EE.» (Apuntes Ignacianos No. 40, 2004), y «‘Principio y Fundamento’ como horizonte y utopía» (Apuntes Ignacianos No. 43, 2005). Posteriormente, se publicaron diversos trabajos que ahondan en los aspectos más relevantes de Primera Semana: «El problema del mal en Primera Semana» (Apuntes Ignacianos No. 46, 2006), «Del rey temporal al Rey Eternal» (Apuntes Ignacianos No. 49, 2007), «Encarnación, nacimiento y vida oculta» (Apuntes Ignacianos No. 52, 2008). La Segunda Semana fue el objeto de estudio de los Simposios VIII y IX, en donde se trataron, respectivamente,
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los Preámbulos para hacer elección (Apuntes Ignacianos No. 55) y lo concerniente a elección y reforma de vida (Apuntes Ignacianos No. 58). Tercera y Cuarta Semana fueron abordadas en los Simposios realizados en los años 2010 y 2011 (Apuntes Ignacianos No. 61 & 63, 2011), culminando el estudio completo del texto de los Ejercicios con el XII Simposio dedicado al estudio de la Contemplación para Alcanzar Amor (Apuntes Ignacianos No. 66, 2012).
Concluido el estudio completo de los Ejercicios Espirituales, los últimos tres Simposio han servido para poner a dialogar la espiritualidad ignaciana, tal y como se concreta en los Ejercicios, con nuestra realidad actual. Es precisamente en esta línea que ahora nos complace presentar los trabajos del XV Simposio, «Aporte de los EE.EE. al proceso de perdón y reconciliación». Así pues, en este número se publican trabajos que nos pueden ayudar comprender y abordar la crucial etapa histórica por la que atraviesa Colombia actualmente en su caminar hacia la construcción de una paz duradera. El objetivo del Simposio fue «poner a hablar a los Ejercicios desde sí mismos» frente a la realidad del proceso de paz que vivimos actualmente en Colombia con tanta ilusión y esperanza; particularmente en tanto en cuanto este proceso necesita de perdón y reconciliación entre y para todas las partes involucradas, es decir, para toda la población.
El primer artículo recoge la importante ponencia del padre Alejandro Angulo, en la que comparte su honda y original reflexión en torno a la reconciliación de Colombia a la luz del Principio y Fundamento. Habiendo dejado el listón bien alto, y sirviendo como de telón de fondo, la propuesta del padre Angulo es seguida por una serie de ponencias que tratan aspectos tan definitivos como los aportes que desde Primera Semana se vislumbran, en clave de verdad y misericordia, para la construcción de la paz (Ruth María Otero, rjm). Seguidamente, el doctor Juan Daniel Gómez aborda la cuestión del encuentro con Jesús como camino de perdón y reconciliación y el padre Moisés Roberto Peña, S.J., aborda el perdón y la reconciliación como dimensiones fundamentales de la Resurrección. La última de las ponencias está recogida en el quinto artículo de este número, «El aporte de la Contemplación para Alcanzar Amor al proceso del Perdón y la Reconciliación», preparado por el sociólogo, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, doctor Benito Baranda. Finalmente, los últimos seis artículos de la Revista recogen una serie de experiencias que diversas personas han hecho, o acompañado, desde los EE.EE., en clave de reconciliación, las cuales fueron compartidas
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en los diversos paneles del Simposio. Así, Merlis Mosquera Chamat nos comparte su experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe; el padre Enrique Gutiérrez, S.J., Presidente de la Asociación de Colegios de la Compañía de Jesús en Colombia – ACODESI, analiza el perdón y la reconciliación en el contexto de la experiencia de los EE.EE. por profesores de colegios jesuitas; Juan Pablo Sanabria plantea unas interesantes reflexiones sobre la experiencia del perdón y la reconciliación en el ejercicio de una espiritualidad ignaciana laica; la psicóloga Sofía Uribe pone de manifiesto algunas consideraciones sobre el aporte de la espiritualidad ignaciana en el contexto del perdón y la reconciliación en el ámbito del psicoanálisis; el hermano Manuel del Cristo Quiroz, S.J., indaga sobre la reconciliación y el perdón como experiencia de amar y ser amado y, finalmente, el profesor Wooldy Edson Louidor nos comparte un testimonio de vida que habla de la humanización que procede del perdón y la reconciliación.
Con deseos sinceros de que estos trabajos aporten un granito de arena en la construcción de la tan anhelada paz en Colombia, dejamos en sus manos este numero de la Revista, esperando seguir contando con ustedes, queridos lectores, los próximos veinticinco años, y más allá.
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La reconciliación de Colombia a la luz del
Principio y Fundamento de
los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
Alejandro Angulo Novoa,
S. J.*
EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
l texto del Principio y Fundamento de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola tiene dos palabras clave, criado y fin, cuando afirma que el hombre es criado para un fin. Es decir, que ni el origen del hombre, ni la razón de su existencia, se encuentran en el hombre mismo, sino que todo ser humano tiene una dependencia radical de otro ser que San Ignacio llama Dios, al cual le atribuye señorío universal.
Esta es la radicalidad total de creer en la trascendencia: el ser humano no es ni el principio ni el fin de nada. En esta creencia no hay orgullo que valga. Algunos otros, más autosuficientes, llamarán ‘suerte’ o ‘acaso’ a la trascendencia, porque afirmarla les produce urticaria mental y prefieren negociar con la incertidumbre. De todas maneras, la doble afirmación de San Ignacio es irrefutable y el resto de su declaración es una consecuencia de esta doble premisa y se puede resumir en la palabra indiferencia, entendida como el desapego de todo aquello que podría desviar al ser humano de su
* Doctor en Demografía de la Universidad de la Sorbona de París. Tiene estudios de Licenciatura en Filosofía y Teología de la Universidad Javeriana de Bogotá. Maestría en sociología de la Universidad de California de Berkeley. Actualmente Superior de la Comunidad Colegio San Bartolomé La Merced en Bogotá.
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La reconciliación de Colombia a la luz del Principio y Fundamento de los EE. de San Ignacio de Loyola
único verdadero fin, a saber: alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. No cabe duda de que esta explicación ignaciana de la existencia tiene más estética que dejar al ser humano y su entorno en manos de su propia suerte.
La acción humanitaria, se rige por dos principios fundamentales: procurar el bien de todos y no hacer daños
Nos encontramos, pues, ante dos postulados indiscutibles que nos remiten a la fe bíblica en un origen divino de todo cuanto existe y nos descubren una orientación que rige el proceso de nuestra vida como seres humanos y, de paso, de todo cuanto existe. El origen es Dios. Y el fin es el mismo Dios. Dios es el creador de la vida. Y el sentido profundo de la vida es el servicio de ese Dios que nos da la vida. Por consiguiente, nuestro libre albedrío goza de libertad en un orden que la limita: no todo vale. Hay prohibiciones indiscutibles. Pero, además, en lo que no está prohibido, deberíamos aplicar el mismo criterio orientador de usar solamente lo que más nos conduce hacia nuestro fin que es Dios. Ese es el principio y fundamento de una vida ordenada. No podemos olvidar que los ejercicios que San Ignacio nos propone son para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima.
En este marco, la idea de la reconciliación del país, entendida como el restablecimiento de las relaciones pacíficas en nuestra vida social, calza sin esfuerzo, porque se trata de establecer o restablecer el orden de la vida donde ha imperado el desorden de la muerte. O sea, de quitar de nuestras relaciones sociales todas las tendencias desordenadas y después de quitadas, buscar y hallar el bienestar de todos los ciudadanos. Al fin y al cabo la política en su acepción primigenia es el servicio de los ciudadanos por los conciudadanos. Y este servicio, como lo acaban de descubrir los teóricos de la acción humanitaria, se rige por dos principios fundamentales: procurar el bien de todos y no hacer daños.
Esa historia del bien de todos ya se había conceptualizado en la escolástica como el bien común, que fue posteriormente denostado como insignificante por quienes cultivan el pensamiento único y exclusivo. Estos tales pensaron, según su costumbre, que el bien común era uno solo, lo cual les
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Alejandro Angulo Novoa, S.J.
parecía, con razón, absurdo. A nadie se le puede reprochar la falta de imaginación ni la carencia de pensamiento complejo. El significado auténtico de bien común cristiano era el bien de cada persona, el cual sin solidaridad es imposible. El desorden de nuestra sociedad materialista es precisamente la sustitución de la solidaridad por el individualismo, con las consecuencias de desigualdad e inequidad que conocemos en nuestros días. El texto del Principio y Fundamento nos brinda una salida de ese desorden, sobre la base de dos virtudes teologales y una actitud psicológica espiritual: las dos virtudes son (A) la humildad trascendental que reconoce nuestra dependencia de Dios, y (B) el respeto del orden finalístico trascendental que orienta hacia Dios todo cuando somos y hacemos. Y la disposición psicológica espiritual es el control de los propios deseos para escoger siempre los que más nos conduzcan hacia nuestro objetivo trascendental. Las tres virtudes conforman un mecanismo poderoso para distinguir y remediar los desórdenes que amenazan nuestra convivencia y nuestra propia vida.
EL VALOR DE LA OFENSA Y LA ESCASEZ DE LA JUSTICIA
El desorden de la sociedad colombiana, como lo acaban de diagnosticar 14 eruditos historiadores, tiene causas múltiples, cuyo común denominador es la injusticia institucionalizada, que ha terminado por engendrar una horrible creatura: la desigualdad social creciente. Lejos de procurar el bien de todos, los sucesivos estamentos del poder político en Colombia, se han dedicado a perseguir sus propios intereses a toda costa y han descuidado gravemente a las poblaciones campesinas y urbanas pobres, así como a los grupos indígenas y negros. Al arrebatar por la fuerza todos los privilegios, los dueños del poder han reducido las oportunidades para la mayor parte de la población, causándole serios daños no reconocidos ni resarcidos. Este es el núcleo de la ofensa que origina la guerra.
Basta con echar una ojeada a las estadísticas de la habitación, la nutrición, la salud y la educación en el país, para verificar que la carencia y la mala calidad son la regla general para la mitad y tal vez más, de la población. Pero, sobre todo, es necesario mirar con detalle la historia de la apropiación del suelo, en especial el cultivable, para comprender que la violencia ha sido la partera de la historia colombiana, con una duración y una sevicia más intensas de lo común entre humanos. Este desorden del sistema político no es todo resultado de la poquedad de los recursos materiales, sino más bien de
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los humanos. Y esta poquedad humana no pudo menos de ser considerada ofensiva por algunos grupos que estaban experimentado el despojo reiterado de sus tierras, ejecutado con la fuerza de las armas de los privilegiados poderosos, en una larga historia de robos realizados y justificados solamente por la fuerza. Nada de diálogos ni participación, sino insultos y balas. Es una historia secular de ofensas a la dignidad de millones de seres humanos desterrados dentro de su propio territorio. Y esa ofensa violenta, terminó por engendrar una reivindicación igualmente violenta. Según los connotados historiadores del conflicto armado, esa historia de injusticia legalizada, de insurgencia y contrainsurgencia, es más o menos larga. Pero lo que aquí nos interesa es señalar que el factor común a todos los episodios del conflicto armado, desde hace muchos años, es la injusticia establecida como principio de relacionamiento entre los colombianos, el abuso del compatriota consagrado por el uso. Esa injusticia ha estado tan arraigada en nuestra tierra, que Colombia es tal vez el único país del mundo que la ha consagrado como principio administrativo, definiendo seis estratos que registran la desigualdad social y le dan carta de ciudadanía. La desigualdad, así cultivada con esmero, es la hija mayor de la injusticia.
Por consiguiente, cualquier reflexión acerca de cómo reconciliar esos estratos para una convivencia soportable, tiene que comenzar por reconocer el tamaño y la gravedad de la ofensa. La violación criminal de la dignidad humana, perpetrada por unos colombianos contra otros, escudándose en la protección de un derecho de propiedad usurpado, en la mayoría de los casos, con derramamiento de sangre, no puede ser más grave. Cada lado se arroga el derecho de deshacer la creación de Dios con el sofisma de que posee un derecho fabulado por su imaginación y consolidado a garrote y a bala. La gravedad de la ofensa consiste, entonces, en que es un atentado contra el ser humano en cuanto tal, o sea, en cuanto criado para alabar y servir a Dios. Y por consiguiente es también una ofensa al Señor de la Vida. Es un desorden total, o si prefieren, un pecado mortal.
Como ya insinué, esa ofensa conlleva la erradicación de las necesidades básicas a fuerza de cultivar la esclavitud que mantiene poblaciones enteras en la miseria, como le consta a cualquier persona que haya recorrido los campos de batalla de Colombia. En este estado de destitución sistemática ningún hombre o mujer puede alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor, porque los cuidados de la supervivencia ocupan su mente hasta el
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Alejandro Angulo Novoa, S.J.
punto de oscurecer la intuición fundamental de San Ignacio y sustituirla por la búsqueda instintiva del sobrevivir. En estos casos, además, ni siquiera hay lugar para apelar a la propia dignidad, porque, en tan deplorable estado, la persona se halla ‘exilada en su propia patria’: la pobreza extrema le arranca a la gente sus derechos ciudadanos de hecho, aunque se piense y se diga que los tiene por derecho.
Más aún, en muchos casos esa pobreza desesperada y desesperanzada impide reconocer el principio y fundamento de la existencia humana y conduce más bien a renegar de la vida infrahumana a la que se halla sometida. En el peor de los casos, esas carencias impelen a intentar, a su vez, soluciones de fuerza para remediarlas, con el resultado fatídico de que el principio y fundamento de la existencia humana es la aceptación monda y lironda de la criminalidad. Este es uno de los desórdenes que minan cualquier convivencia.
La criminalidad en Colombia, paga, el conflicto armado es rentable
Sin embargo, la peor injusticia ofensiva de Colombia resulta del montaje oficial de un sistema criminal diseñado para el enriquecimiento rápido. Esta injusticia es, desde luego más ofensiva que la criminalidad común, porque sus raíces se hunden en la corrupción mental que da origen al desorden político. La criminalidad común es el peaje de las sociedades de los seres vivientes, pero la criminalidad política es la aberración del entendimiento humano y su descomposición fatal. Es en este sentido en el que uno de los historiadores ya citados señala como ingrediente primordial del conflicto colombiano actual, la irrupción de la criminalidad como herramienta de trabajo en todos los niveles de la sociedad. La criminalidad en Colombia, paga, el conflicto armado es rentable. El homicidio es una forma de relación y de gobierno. Lo que provoca esta inundación inmoral es un deterioro de la inteligencia y del afecto que impele a usar el conflicto armado como fuente de enriquecimiento. Por esa razón es una ofensa mayor, dado que mata para enriquecerse con la sangre. No mata por necesidad sino por lucro. Y ese es su desorden gravísimo, mortífero y adictivo, reafirmado con la impunidad, que es otro desorden social grave, fruto del desorden mental de los individuos.
Subrayo el aspecto de la adicción a todos estos desórdenes, porque al tratar de reconciliar a las víctimas con sus victimarios es preciso tener
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claro que muchas de las ofensas, es decir, de los homicidios y robos, son el producto de personas adictas al asesinato y al robo. Y este no es un problema de moral sino de higiene social. Es un descalabro social evitable. La adicción al crimen se desarrolla en los seres humanos que deciden, cuando nadie ni nada se lo impide, entrenarse en usar su rapacidad y ferocidad naturales, en lugar de apartarse de ellas como les sugiere Ignacio de Loyola. Es el rechazo a la indiferencia y la negación de su posibilidad. Es borrar, por ignorancia o por malicia, el principio y fundamento. El itinerario mental de estos desórdenes tiene que ver con el acostumbrarse a seguir los instintos naturales en vez de ejercitar el apartarse de ellos cuando pueden hacer daño a otros. Así se fraguan los criminales avezados. El ejercicio aconsejado por San Ignacio, de acostumbrarse a usar solamente lo que uno necesita, es el entrenamiento en racionalidad espiritual que conjura la adicción al desorden y favorece la adicción al orden. Porque en la noción de orden está implícita la noción de límite. Esta es la consecuencia que San Ignacio saca de su visión trascendental, junto con su formidable intuición psicológica. Pero las sociedades no tienen aparatos para ese entrenamiento a menos que los construyan y los usen. Y cómo los van a crear y usar si no saben que la política es, o debiera ser, un ejercicio espiritual y que la economía no es para la acumulación y el consiguiente despilfarro, sino para ejercitar el compartir.
Sin este ejercicio de la indiferencia, tampoco habrá reconciliación, porque le falta su principio y fundamento que es el rechazo visceral del desorden. La indiferencia frente a la posesión de bienes detecta cuándo el deseo de poseer se convierte en codicia y deja ver cómo la codicia conduce al robo. Y en este momento la conciencia indiferente frena el deseo porque no conduce a la persona a su objetivo trascendental. La adicción al orden conlleva el usar siempre lo que más conduce al fin para el que estamos ordenados como seres humanos y no usar nunca lo que nos desvía de ese ordenamiento. Obtener esa claridad requiere ejercicio para abrazar algo que nuestra fragilidad no entiende: la gestión adecuada del siempre y el nunca. Eso es lo que quiero significar con adicción.
Como se ha fraseado por las víctimas, es necesario el nunca más. Al igual que para los adictos al alcohol, la reconciliación de Colombia postula una organización de Asesinos y Ladrones Anónimos, a la cual acudan los criminales que están detrás y delante del conflicto armado y declaren con profunda vergüenza y convicción: hemos matado, hemos robado; nunca
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más matar, nunca más robar. La confesión del crimen compensa la ofensa, la promesa de no reincidir conjura la injusticia. Sin esta actitud y sin esta terapia, individual y social, la ofensa seguirá siendo un valor colombiano, coronado por el éxito, y la justicia seguirá de capa caída dentro de nuestras fronteras, asediada por la impunidad. En tales circunstancias la reconciliación no tiene futuro.
EL ORDEN DE LA RECONCILIACIÓN
Siguiendo la intuición fundamental del orden ignaciano, es decir, la referencia continua al fin de la existencia, es preciso ahondar en la actitud fundamental que San Ignacio llama indiferencia, la cual se entiende no como ausencia de interés, sino todo lo contrario, como sumo interés. Es decir como la pasión por el orden, porque en ese orden se manifiesta el amor. Tenía razón San Agustín al definir la paz como «la tranquilidad en el orden». Él supo de primera mano el verdadero significado del ordenamiento divino y su efecto sensible y eficaz en el equilibrio del alma enamorada de Dios cuando practicó su propia reconciliación mediante su ordenamiento.
El orden de la reconciliación es el orden del amor
En nuestro contexto contemporáneo, tanto el orden como el amor encuentran resistencia, gracias al desarrollo del libertinaje que se hace pasar por libertad. Y los sucedáneos de orden y de amor más aceptados hoy, están lejos del ideal de San Ignacio. Esta es, en parte, la explicación del conflicto armado colombiano y por esa razón es muy pertinente aquí ahondar un poco en la manera como se reconstruye el orden del amor mediante la reconciliación.
El orden de la reconciliación es el orden del amor, como he discutido en otro lugar, porque reconciliar es recomponer relaciones humanas y éstas son resultado de tres niveles de amor que caracterizo allí como reconocimiento, respeto y amor propiamente dicho. En ese ensayo desglosé las relaciones humanas como niveles de confianza. El reconocimiento es la confianza incipiente que nos permite ver en el otro un posible aliado y no un contrincante. El respeto es una confianza mayor, cimentada en la valorización racional del otro, que nos hace verlo como un ser muy estimable y difícil de agredir. Y el amor propiamente dicho es la entrega de sí mismo al otro con una confianza que tiene un componente emocional tan grande que hace palidecer la razón.
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En ese sentido, la alabanza de Dios que postula San Ignacio es un reconocimiento lleno de admiración frente a la grandeza de la Vida: una primera relación al maravillarse ante la obra divina. La reverencia, puede equivaler a lo que he llamado respeto y supone una relación personal mucho más estrecha y vinculante que la sola alabanza. Y el servicio es el culmen del amor, la entrega de sí mismo a Dios, que convierte la acción humana en camino de divinización, según la expresión de San Pablo identificándose con Cristo, y según San Ignacio, en todo amando y sirviendo a Dios nuestro Señor.
La reconciliación que busca pacificar las relaciones sociales en Colombia, no tiene más fondo que la restitución de la confianza
Esa entrega, según San Ignacio, es la única que nos puede llevar a mirar sin apego todo lo que existe, comenzando por nuestro propio ego, nuestra fama, nuestro prestigio. Y ese desapego no es una carencia de interés sino un interés muy refinado, una entrega tan intensa, que anhela complacer sin pausa al Señor nuestro, a quien además reverencia y alaba, en todo lo que ve y en todo lo que hace. No es fácil encontrar una descripción más precisa del amor a Dios, de sus condiciones y de sus resultados.
Suena paradójico que la fuerza del amor total sea la que nos conduce a la indiferencia frente a todo aquello que no puede envolverse en ese amor. Pero el texto de los ejercicios es transparente cuando atribuye ese significado particular y más profundo a la palabra indiferencia. Si pensamos en la experiencia mística que consiste en el arrobamiento de los sentidos en el amor de Dios, se disuelve la paradoja, porque quien está de veras poseído por Dios no puede tener ojos para ninguna otra realidad, o si se quiere, toda su realidad está contenida en esa orientación a la divinidad, y lo que no esté allí, sencillamente no existe. La otra formulación de ese amor apasionado es el famoso «en todo amar y servir» de San Ignacio, que no es otra cosa que la indiferencia en acción.
Ahora bien, la reconciliación que busca pacificar las relaciones sociales en Colombia, no tiene más fondo que la restitución de la confianza. Los historiadores antes citados detectaron que también en Colombia, como en cualquier otro lugar del globo, la confianza es el camino real hacia la convivencia humana. Y un incisivo estudio de hace algún tiempo, señaló,
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con gran acierto, la desconfianza como la cualidad más nociva del convivir colombiano. Una desconfianza que impide el reconocimiento del compatriota, bloquea el respeto de su dignidad y de sus bienes, y arranca de raíz el amor. Los colombianos desconfiamos del Estado, del gobierno y de todo lo que nos rodea. El pecado capital para el talante colombiano es dejarse de alguien. La virtud teologal, que corresponde a ese ego-dios es aprovecharse de cualquier descuido ajeno y de cualquier ocasión por indelicada que sea. El primer mandamiento de la ley consuetudinaria colombiana es, pues, «No se deje y aprovéchese siempre que pueda». El dicho estudio denominó «almendrón» esta cultura del vivo que saca provecho de la debilidad ajena y la describió como el máximo de racionalidad privada y el mínimo racionalidad colectiva. O sea, la antítesis del amor y el opuesto de la trascendencia. El fruto maduro de esta actitud egoísta frente a la vida es el conflicto armado que solamente puede resolver el Leviatán, haciendo uso de toda su fuerza, en la dictadura. Si no logramos interponer la reconciliación, los colombianos vamos, y algunos con gran entusiasmo, hacia el triunfo final del absolutismo.
Si no logramos interponer la reconciliación, los colombianos vamos, y algunos con gran entusiasmo, hacia el triunfo final del absolutismo
Una forma de conjurar al Leviatán dictador es la reconciliación política, cuyo sistema puede ser adaptado con precisión a partir de la doctrina moral del catolicismo para la reconciliación sacramental con Dios y que, en su antigua fórmula, escalonaba cinco pasos: examen de conciencia, contrición de corazón, propósito de la enmienda, confesión de boca y satisfacción de obra. Dichos pasos se pueden adaptar a la reconciliación social que lograría poner fin al conflicto armado colombiano. A tal efecto, las iniciativas de paz han barajado modelos análogos. Los más socorridos son perdón y olvido y perdón y reparación.
En el marco del principio y fundamento, el olvido es inaceptable porque atenta contra la facultad vital de la memoria, que sirve, a su vez, de base para el examen, la contrición, la enmienda y la satisfacción. El olvido anula la reconciliación. Por tanto la única fórmula aceptable es perdón y reparación, que garantizan juntos la resolución inquebrantable de los victimarios de aceptar su culpabilidad, confesar su crimen, pedir perdón y reparar los daños inferidos. Y al mismo tiempo, incluyen la resolución también inquebrantable
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de las víctimas de perdonar y andar a reconstruir, hombro a hombro con los victimarios, lo que fue destruido. Ese es el orden de la reconciliación.
En el escenario actual de las conversaciones de la Habana, ninguna de las dos partes se ha manifestado dispuesta a enfrentar toda la responsabilidad que conlleva el orden de la reconciliación y no sabemos si algún día lo harán. Ni el gobierno, ni las guerrillas aceptan toda la culpabilidad acumulada por los respectivos crímenes cometidos. El gobierno, como representante del Estado, cree que sus abusos de poder y su utilización arrogante de la fuerza pública contra la población indignada están justificados por una legitimidad de papel, comprada con un clientelismo empecinado en llamarse democracia. Y ese mismo gobierno, aliado con otra buena parte de la nación, justifica, además, el paramilitarismo, como la respuesta propia a la guerra sucia de la insurgencia. Por su lado, las guerrillas justifican su guerra sucia como la única manera de derrotar a un enemigo más fuerte, al que declaran, sin más ni más, ilegítimo de hecho, en razón de sus abusos contra una población desprotegida. Ambos lados se consideran los campeones de sus respectivas justicias, sin darse cuenta de que ambas justicias son parciales e injustas. Ambas partes se autoproclaman representantes de una población que no sabemos cuál sea, porque en la realidad, la población colombiana es la víctima inerme de las injusticias cometidas por ambos ejércitos y por sus respectivas cuadrillas de atracadores. Ambos contendores, a su vez, son víctimas de su propio invento. Y ese odio asesino es atizado por esas mismas cuadrillas que se lucran gracias al negocio criminal de las armas que subtiende a todos los abusos de la política.
El orden de la reconciliación exige, en primer lugar, el examen de la conciencia civil por ambas partes. Este recibe el nombre técnico de Comisión de la Verdad. Las dos partes han dado un primer paso en esta dirección al nombrar la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Pero la verdadera comisión de la verdad será cuando todos los ciudadanos admitamos todos que En esta dirección nos hemos equivocado y que no queremos seguir errando. Esta es la contrición de corazón. No basta que una docena de individuos cuenten nuestra historia, por diferentes que sean sus relatos y sus interpretaciones; es necesaria la conciencia nacional de que la guerra ha sido un crimen nacional en el que Colombia entera, por acción o por omisión, ha permitido que unos colombianos maten a otros y que esa matanza es inaceptable y que hay que acudir a todos los medios para detenerla cuanto antes.
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Un examen de conciencia de envergadura nacional no se ha hecho; por el contrario, se ha promovido, en la mayoría de los casos, la autojustificación basada en la condena del otro. Ninguna contrición de corazón. Todo lo que observamos es una clara inversión del orden de la reconciliación que usa el recurso natural de la autodefensa, a pesar de que usado en esa forma no conduce al objetivo propio de la sociedad civil. No hay indiferencia, hay apego a la codicia y al poder que son, ya de por sí, desórdenes inconducentes al bien común, como es obvio. Pero la adicción al desorden impide a las personas ver esa verdad. Poder llegar al reconocimiento de ese desorden es lo que busca el examen de conciencia y lo que tenemos que lograr entre todos.
El siguiente capítulo en la comisión de la verdad es la confesión pública de los crímenes, que debería desembocar en la satisfacción de obra. También hemos empezado a recorrer este sendero, pero el confesionario de la justicia está tan desvencijado y mohoso que todavía no se ha podido establecer con claridad quién le hizo qué a quien. Por esa razón, tampoco se entrevé cómo vamos a seguir haciéndonos los unos a los otros. En la satisfacción de obra, que supone la restitución de los terrenos robados, nos hemos extraviado, con plena advertencia y pleno consentimiento, en el torbellino de una justicia penal sin equidad y sin norte, rebosante de contradicciones e inconsistencias que lo único que aseguran es la impunidad parcial o total. Por todas estas razones el conflicto social armado continúa y nos urge reconciliarnos.
El Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales es, pues, la hipótesis de trabajo, la cual supone a su vez, la buena voluntad del ejercitante y del ejercitador, que para San Ignacio se traduce en que «todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y, si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende; y, si mal la entiende, corríjale con amor; y, si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (EE. 22). La buena voluntad permite establecer el mínimo de confianza imprescindible para que la comisión de la verdad funcione y nos salvemos de la guerra. Pero la verdad solamente se ve cuando practicamos la indiferencia. En ese momento la verdad nos hace libres.
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Verdad y Misericordia en la Primera Semana de EE.
Ruth María Otero, rjm*
INTRODUCCIÓN
La Primera semana de EE. induce a un proceso de conversión profunda, a pasar del estado de dejarse llevar por la vida, a tomarla en las manos y querer ponerla al servicio, por gratitud.
En un escenario de violencia, en el que pareciera que se ha perdido el rumbo y el valor de la vida, sólo un proceso que incluya el perdón y la reconciliación puede volver a orientar la vida de la sociedad.
Frente a la complejidad de la violencia y por lo tanto del perdón y de la búsqueda de la paz, se presenta aquí un salto cualitativo, pasar de los procesos personales de reconciliación y de perdón sanador, que es lo que, en general, plantean los Ejercicios, a pensar en un perdón social. Esto se presenta como un problema, no basta con hacer procesos individuales. Los Ejercicios y toda la tradición cristiana, abren la conversión a su dimensión social, y esto se ha vivido en cada época según lo posible y lo que las ciencias humanas han ido mostrando. Hoy no podemos hablar de procesos de perdón
* Religiosa de Jesús María. La hermana Ruth es Licenciada en Filosofía y actualmente Superiora Provincial de las Religiosas de Jesús María en Argentina.
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que no tengan una referencia social. Los Ejercicios no apuntan a un perdón puramente de sanación intrapersonal, ni sólo con Dios, pero tampoco se explicita en ningún momento la proyección social del perdón.
Por un lado sabemos que no hay transformación de la sociedad sin conversiones personales, por otro lado, en el contexto de violencia social, de una larga guerra, cabe poner la esperanza en la educación de las nuevas generaciones.
Pienso que el aporte de las herramientas formales y de los contenidos de la Primera Semana de los Ejercicios va principalmente por este lado. La necesaria conversión, personal, a lo social, al servicio, a ponerse a disposición de un proyecto mayor en el que nadie me es indiferente.
CONDICIÓN PARA LA PAZ, LA VERDAD
Elementos de la Primera semana que ayudan a vencer las barreras que no dejan reconocer la verdad en orden al perdón:
La verdad, como reconocimiento pleno de la condición pecadora y del pecado mismo supone un proceso, un camino que a veces es arduo. San Ignacio sabe esto y busca estratégicamente abrirnos los ojos. Con paciencia va haciendo que nos veamos y desde distintos ángulos va llevándonos al reconocimiento de la verdad. Quizá un aporte importante sea este, el de asumir que no es fácil reconocer el propio pecado. Que sólo se puede aceptar que somos pecadores y la responsabilidad de lo que hemos hecho cuando nos sentimos valorados, no por lo que hacemos, sino por lo que somos. Es decir, que sólo ante un Dios misericordioso y capaz de amar al ser humano por sobre lo que hace, es posible reconocer profundamente el mal en nosotros. Por eso la Primera Semana es esencialmente una mirada al amor misericordioso de Dios que ilumina con ternura el desamor de la criatura, ante la cruz del que murió por amor a los pecadores.
Hay barreras psicológicas que nos impiden reconocer, y la Primera Semana va abriendo esas barreras, de dos maneras. Con la materia de las meditaciones. Es decir pasando la memoria, la inteligencia y la voluntad por una serie bien armada de verdades importantes, y por otro lado con las
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Misericordia
herramientas de auto-observación que la batería de exámenes nos propone. El objetivo es abrirnos al agradecimiento, atravesando el reconocimiento de la propia maldad y llevarnos al compromiso, lúcidamente, y sabiendo que no podemos apoyarnos en las propias fuerzas sino en la gratuidad del que nos salva.
Exámenes:
Se podría decir que son herramientas de auto conocimiento. San Ignacio reconoce la necesidad de conocerse para dialogar, para el encuentro plenamente libre con Dios, para diálogo de vidas que son los Ejercicios.
Todo el proceso de la primera semana lleva, indirectamente, porque no ese su objetivo, a una revisión de la autoimagen y a una nueva construcción de la misma, basada en la verdad. Esto, en nuestro tiempo, tan propenso a inflar la autoestima con pocos fundamentos, es un gran aporte a un camino de reconciliación, real. La verdad es la primera condición de la justicia. Pero por otro lado, la primera semana, recorre senderos peligrosos, en el sentido de que los Ejercicios conducen al ejercitante por desfiladeros en los que puede caer en la auto justificación, en los escrúpulos, en la culpabilidad malsana. Sin embargo el fruto de una nueva autoimagen más realista vale la pena.
La verdad es la primera condición de la justicia
Y en este sentido de búsqueda de la verdad sobre uno mismo hay que entender toda la batería de exámenes que San Ignacio pone en la Primera Semana.
Lo mismo que las reglas de discernimiento que ayudan a no perderse en el mundo de «pensamientos» que nos invaden y a elegir con libertad dentro de lo que nos pasa.
Dejando fuera el PF, comienza la Primera Semana con Examen Particular y Cotidiano (24) Con tres tiempos y dos veces examinarse. Podemos rescatar de esta práctica, a los efectos de buscar la verdad de uno mismo, varias cosas:
• La necesidad de pedir ayuda a Dios para ver. Este reconocimiento de la propia ceguera en materia de pecados o defectos propios. Si bien
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puede suponerse un cierto voluntarismo, y una suposición de avance por el mero hecho de proponerse, examinarse y dolerse, viene todo enmarcado en un diálogo de humildad, de impotencia para mirar.
• Y un ritmo de observación que no deja escapar nada. Hay una sospecha de que se nos escapa del conocimiento la verdad más profunda en las pequeñas acciones, palabras y pensamientos de cada día. El comparar, para constatar el crecimiento en la virtud, comienza siendo de medio día en medio día, luego de semana en semana y de mes en mes. No se espera un proceso rápido ni está puesta la eficacia en la voluntad. Es un ejercicio de observación y de humildad, minucioso.
A continuación el Examen general (32) con la introducción de los tres pensamientos. Que supone una antropología lúcida, de libertad y de condicionamientos.
«Presupongo ser tres pensamientos en mi» San Ignacio descubre en sí mismo primero esta presencia de fuerzas contradictorias. Les llama tres pensamientos uno que sale de la propia libertad y los otros dos contrarios uno que viene del buen espíritu y otro del malo.
Por un lado le da cabida a estas fuerzas que están más allá de nuestra libertad, que nos influyen para bien y para mal, y no dependen de nosotros. Es una constatación que podemos hacer, y supone una antropología de la que se pueden traer, a los efectos de esta búsqueda de la verdad, una visión por lo menos condicionada de la libertad en todo ser humano, que nos hermana en esta contingencia. Y nos hace capaces de reconocer que no estamos plenamente libres cuando actuamos, que tanto si hacemos el bien, como si hacemos el mal, estamos influenciados. Pero hay un pensamiento que sale de la propia libertad y puede decidir, elegir, cómo obrar frente a las influencias.
Esto llevado a un plano social, nos abre caminos de discernimiento de la comunicación, y puede ser útil pensar qué es lo que asumimos de lo que oímos, como una sociedad se va a apropiando de ideas, imágenes en las que también Dios y el mal espíritu nos mueven. Hay una necesaria distancia entre lo que nos pasa y lo que «recibimos o lanzamos»1.
1 Ejercicios Espirituales 313.
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A continuación pone, San Ignacio el examen de pensamiento, palabra y obra .
Hay una genialidad en el examen de pensamiento,(y cuando San Ignacio habla de pensamiento, se refiere a todo el contenido mental y afectivo que nos habita, son sentimientos, imágenes, frases, relaciones, deseos) en coherencia con la introducción de los 3 pensamientos2. Se trata de un trabajo espiritual, no de una búsqueda de pecados.
No soy responsable de los «pensamientos» que se generan en mí sino de lo que hago con ellos.
¿Qué hago con el dolor, el deseo de venganza, los recuerdos? San Ignacio no propone en ningún momento evitar que aparezcan, lo que en el fondo sabe que llevaría a negarlos. La propuesta es reconocerlos, pero no apropiármelos tan pronto. Esto de «pensamientos que vienen de fuera», no los provoco, no son invento mío, vienen, por ejemplo de experiencias dolorosas, que no he elegido vivir. Lo propiamente mío es lo que elijo. ¡Tanta gente ha sacado el bien de experiencias dolorosas!
Sí elijo, qué hacer con ellos, se habla aquí de resistir, y también de merecer, este merecer, me gusta entenderlo como pararse frente al pensamiento y tomar postura. Así como en un primer momento el sujeto es pasivo frente a los pensamientos que vienen de fuera, aquí se trata de ser activo en el resistir. Sin entrar en la clasificación moral, propia de la teología de su tiempo, podemos interpretar también aquí el «pecar», opuesto al «merecer» como un debilitamiento de las fuerzas para resistir.
Y aquí entra la libertad, entretenerme con el mal pensamiento voluntariamente, alimentarlo y hacerlo mío, parte de lo que elijo, me debilita. Aceptarlo y reconocerlo sin apropiármelo sin identificarme con él es resistirlo, y «merecer».
También aquí llevándolo al plano social hay una manera de interpretar esto del «pecado mortal». Es lo que causa la muerte, y este «pecado mortal» se origina en la aceptación de un pensamiento. Tanta muerte ha venido de
2 Ibíd., 32.
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la aceptación de ideas, ideologías, que dividen. Y de la misma manera la paz y la reconciliación pueden venir cuando se da cabida a lo que Dios inspira, y se discierne y resiste lo que lleva a la división y a la muerte.
El examen de la palabra es también una herramienta muy actual.
Observar las palabras que decimos es un camino de auto conocimiento y de constatación objetiva de lo que nos habita. Ya que de la abundancia del corazón habla la boca3. Con nuestras palabras revelamos más de lo que nos decimos a nosotros mismos. Y por otro lado el poder de la palabra está bien comprobado, es capaz de cambiar muchas cosas.
Al hablar del juramento por el Creador (39), habla de hacerlo con verdad, necesidad y reverencia. Este consejo se puede extender a toda palabra, es la actitud con la que las palabras pueden llevarnos a elaborar procesos de perdón. Ponerle condiciones a las palabras ayuda a comunicar lo que realmente elegimos y no tantas cosas, que a veces no ayuda comunicar, en un mundo saturado de información. Y en el que tantas veces lo importante queda tapado por un cúmulo de informaciones innecesarias.
Lo mismo puede decirse de la palabra ociosa (40). Donde vuelve a aparecer la finalidad como criterio de juicio de la palabra. Es decir ¿para qué hablo?
El bien ordenar del PF, sólo es mala palabra la que se ordena a un mal fin. Y cualquier palabra dicha con la intención de hacer mal al prójimo, por más bien dicha que esté, debilita en los procesos de crecimiento espiritual del que la dice.
En el N° 41 habla de «No decir cosa de infamar o murmurar» y tener en cuenta estos criterios en los procesos de perdón me parece que aporta una herramienta práctica. Para hablar del mal que ha hecho el otro pone dos condiciones:
• Que sea público, o conocido, y aquí entra el prevenir a otro contra un mal que le pueda suceder.
• Que sea para el bien del que lo ha cometido.
3 Cfr. Mt 12, 34.
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y Misericordia
Esto, de que la gravedad de revelar algún mal de otro, (sea o no verdad), es proporcional a la gravedad de la revelación, puede venir a iluminar lo de hablar con reverencia, no basta con que lo que se diga sea verdadero, ni que esté orientado a buscar la verdad, hay que tener en cuenta a la persona de la que se habla. Y aquí nos acercamos al tema del amor y cuidado a los victimarios, no sólo a las víctimas.
Por último, el examen de la obra; que muy pr ontamente queda reducido a los principios morales y a las obligaciones contraídas. Y esto es quizá porque es en los pensamientos y las palabras donde se genera la acción. Y donde se juega el camino espiritual que lleva a actuar de tal o cual manera. Y porque a Ignacio no le interesa tanto la confrontación con un código moral, en los Ejercicios, como el encuentro con el amor que desarma y hace cambiar.
Para el examen podemos tomar la importancia de comenzar reconociendo, agradecidamente
Estos exámenes, puestos en el texto antes de entrar en la materia de la Primera semana toman forma en el «modo de hacer el examen general y contiene en sí cinco puntos»4.
De este modo de proceder para el examen podemos tomar la importancia de comenzar reconociendo, agradecidamente. Esta acción de gracias como actitud va a ser, en definitiva, un fruto de la primera semana, pero es también el ambiente que hace posible el conocimiento de sí. O más bien, el enfoque que se necesita para encontrar la verdad sobre uno mismo.
El segundo punto: pedir gracia. También revela la sospecha de que naturalmente no sabemos mirarnos bien, de que nos hace falta, esta distancia del discernimiento para poder mirar con verdad la propia vida. Y las circunstancias dolorosas que hemos sufrido o provocado.
Vuelve a aparecer aquí el ritmo constante y minucioso que no deja escapar lo que podría revelarnos la verdad, en el «demandar cuenta». Recién después de esto, aparece el pedido de perdón, como fruto de un proceso de
4 Ejercicios Espirituales 43.
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mirarse con verdad, enfocando desde la gratitud y pidiendo ayuda para ver. Y el proponer enmienda es un acto de esperanza, de confianza, en la ayuda de Dios y en el proceso que ver con claridad va provocando.
Todos estos elementos llevan a una adecuada imagen de sí mismos, como pecadores perdonados y por lo tanto amados. Siguiendo a García Domínguez podemos decir que una adecuada imagen de sí mismo lleva a expectativas realistas, y estas a mayor consistencia y madurez, como en un círculo virtuoso.
Por último de estos elementos formales, aparece la confesión general, como una manera de abrir la propia historia en su proceso más largo a la conciencia propia y a un testigo. Para este tema de la confesión sacramental y la contribución a la paz, hay un artículo muy bueno de Elías López S.J.5.
• Ejercicios
Ya en la materia de las meditaciones de primera semana, se inicia un proceso de deconstrucción de la autoimagen y de reconstrucción de la misma en basada en la verdad, y con expectativas realistas.
¾ «Primer ejercicio es meditación con las tres potencias sobre el primero, segundo y tercer pecado» (45)
¾ Segundo ejercicio, meditación de los pecados 2 preámbulos 5 puntos y un coloquio (55)
¾ Tercer ejercicio, repetición y triple coloquio (62)
¾ Resumen (64)
¾ Quinto ejercicio infierno (65)
5 La confesión al sacerdote expresa la estructura relacional del proceso de perdón que busca restaurar las relaciones, ayudado de un mediador que representa al tiempo a la víctima, a la comunidad y a Dios, los tres dañados de algún modo. El diálogo con el sacerdote-mediador en el momento de la confesión no exime del diálogo directo con la víctima, la comunidad y Dios cuando sea necesario y posible. Los cuatro diálogos se ayudan y enriquecen mutuamente. En la filosofía del lenguaje, una experiencia no es real, consciente y asumida del todo mientras no se expresa. Elías López S.J., Abrir el confesonario a la paz, la justicia y el perdón.
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y Misericordia en la Primera
La composición de lugar6 para los 4 primeros Ejercicios es la misma y es un fuerte llamado a los afectos a través de la imaginación, a vernos en el desequilibrio, la tensión bipolar, la impotencia del encierro, «encarcelada», y el aislamiento social. Hoy puede ayudar quedarse con las imágenes de encarcelamiento, cadenas… esclavitudes… destierro, soledad, chiquero. Ciertamente no es una imagen alentadora ni tranquilizadora y apunta todos los cañones a desestabilizar una imagen de sí armada y defendida. Que es lo que después busca reconstruir. Sin esta desestabilización de la propia imagen y sus justificaciones es difícil encarar un proceso de reconciliación profundo.
También hay una progresión en intensidad afectiva de las peticiones de los Ejercicios de la primera semana:
¾ «Vergüenza y confusión de mí mismo, viendo cuántos han sido dañados por un solo pecado mortal, y cuántas veces yo merecería ser condenado para siempre por mis tantos pecados» (48)
¾ «Crecido e intenso dolor y lágrimas de mis pecados» (55).
¾ «Interno sentimiento de la pena que padecen interno sentimiento de la pena que padecen los dañados, para que si del amor del Señor eterno me olvidare, por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado» (65)
Un muy buen comentario de las peticiones de los Ejercicios es el de Santiago Thió de Pol, S.J.7 Es importante no olvidar que el objetivo de pedir estos sentimientos es el encuentro con el amor gratuito y la misericordia de Dios por el ejercitante, que va a terminar suscitando la gratuidad y la entrega en él.
En el Primer ejercicio la materia de los puntos es una recorrida por la historia del pecado, que tiene como trasfondo la creación de los ángeles y del mundo y el pecado de un hombre justamente condenado. Es la dinámica
6 «…la composición será ver con la vista imaginativa y considerar mi ánima ser encarcerada en este cuerpo corruptible y todo el compósito en este valle como desterrado; entre brutos animales. digo todo el compósito de ánima y cuerpo»
7 Santiago thió i de Pol, S.J., Pedir lo que quiero, comentario de las peticiones del libro de Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola (Eides 36), Barcelona 2003.
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de mirar el proyecto de Dios y dejarse conmover por la oposición al mismo en otros. Mirar fuera para poder aborrecer sin defensas. Como la historia que cuenta Natán a David, para concluir diciendo «tú eres ese hombre». Y en este ir aplicando la memoria, entendimiento y voluntad para comparar, con el propio pecado y poder reconocer que según una pura justicia, no merece perdón. Y que si se me perdona es por puro amor y gratuidad.
El segundo ejercicio apunta toda la artillería directamente contra el narcisismo que busca mantener la imagen de omnipotencia y que se defiende de la verdad; y con ella de la misericordia y el amor gratuito; los cuales regalan la realidad de una condición vulnerable que es amada.
Aquí Ignacio propone comenzar mirando los pecados a lo largo de toda la vida y para ello propone dividir el tiempo, como hacía también en los exámenes, como una manera de mirar más objetiva. Los lugares en que ha vivido y las conversaciones. Vuelven a aparecer las palabras como reveladoras de nuestra verdad. No se trata aquí de un examen minucioso, como el que él hizo en Monserrat, y que luego repetía en medio de la lucha contra los escrúpulos, no se habla aquí de la confesión, sino que se busca el abandono confiado en la misericordia. Prácticamente estos dos Ejercicios no dejan otra salida al ejercitante que abandonarse en el amor salvador de Dios.
En el segundo punto la fealdad y malicia, es aplicar el entendimiento a comprender desde otra lógica, no la misma desde la que nos hemos movido al pecar. Supone un cambio de perspectiva, el ejercicio anterior ha ayudado a este cambio, haciéndonos mirar «desde fuera» el mal cometido por otros. Aquí no podemos cambiar los parámetros que teníamos con los demás. La fealdad y malicia del pecado es fácil de ver en pecados ajenos, lo difícil es verla en los propios. Aquí la fealdad no es una categoría moral sino estética, que provocará al ejercitante a una conversión de la sensibilidad.
En tercer punto aparece el efecto de zoom, una mirada que se aleja hasta contemplar el tamaño de mi pequeñez no sólo en el universo sino en comparación con el Creador. Y esto puede ayudar a los culposos, tampoco mi pecado puede ser tan grande siendo yo tan pequeño. Pero esta serie de comparaciones lleva a la memoria el entendimiento y la voluntad a esforzarse en responder a la pregunta ¿quién soy yo? Desde la humildad, la autenticidad y la desnudez de cualquier justificación. Aquí también, hace que se desarme la
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y Misericordia
imagen engrandecida y sobredimensionada de la tendencia narcisista, ubica al ejercitante en su justa medida.
Luego de esta cruda mirada sobre la propia realidad, la mirada se dirige a Dios, frente al cual estamos en todo el ejercicio, para terminar reconociendo en el quinto punto con crecido afecto y admiración la misericordia y paciencia de Dios expresada en toda la creación.
Como en la película Intensamente de Pixar y Disney, se mueven todas las emociones, podemos imaginar el papel de cada una de las emociones, en estos Ejercicios de la primera semana. El temor, el desagrado, el enojo, la tristeza van poniendo al ejercitante a la puerta del encuentro amoroso y confiado con Dios.
El tercer y cuarto ejercicio son repetición y resumen de estos. Pero el tercero agrega un triple coloquio. Hay también un hilo en los coloquios que propone Ignacio, desde el primer ejercicio hasta el coloquio del quinto ejercicio que agrega el tema de la división del tiempo, en, antes, durante y después de la venida de Cristo. El triple coloquio aporta luz, sobre los condicionamientos de la libertad, la oscuridad motivacional, el desorden de las operaciones. Siguiendo a García Domínguez8, podemos afirmar que con el término operaciones Ignacio abarca todos los actos corporales y mentales, sean intencionales o no. Los dinamismos psíquicos. Y al repetir tres veces la petición de conocer internamente y aborrecer, el pecado, el desorden de las operaciones y «las cosas mundanas y vanas»9, lo contradictorio con el ideal, también en el ambiente que lo rodea y condiciona. Se busca también reconocer que sin ayuda nos manejan otras fuerzas.
De alguna manera así como la petición marca un objetivo en cada ejercicio, los coloquios marcan el don que se recibe, o el ambiente en el que culmina el ejercicio. Este ambiente de misericordia y agradecimiento es el que hace posible el encuentro con la verdad y la nueva imagen de sí mismo que el ejercitante estrena.
8 luiS María garcía doMínguez, La reconciliación con sigomismo en la Primera Semana de los Ejercicios: Manresa 310 (enero-marzo 2007) 37-51.
9 Ejercicios Espirituales 63.
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El
tema central de la Primera
Semana es la misericordia de Dios y no el pecado
Todo el camino de la primera semana entrega como fruto, entre otros el autoconocimiento sincero y confiado. Quizá lo mismo podría decirse de las reglas, que van llevando a una auto observación, con una distancia justa para comprender lo que me ocurre, sin juicios y con decisión de elegir en la verdad.
Este arduo camino a la aceptación personal, con los propios pecados a la vista y sin defensas, se nos muestra como un requisito para un proceso de paz, verdadero.
Cuando una sociedad puede reconocer sus pecados y arrepentirse de ellos confiando en la buena voluntad de la otra parte y viceversa, es posible el camino hacia la paz. El reconocimiento de la verdad por más dura que sea es el primer paso en el proceso. Un paso que puede llevar mucho tiempo pero que es importante fundar bien. La paz será una casa sobre roca, sólo si asienta en la verdad.
CAMINO
PARA LA RECONCILIACIÓN:
LA MISERICORDIA
La Primera semana y la experiencia de misericordia
Ya hemos dicho que el marco indispensable para poder reconocer y aceptar el propio pecado es la misericordia. Es sabido que el tema central de la Primera Semana es la misericordia de Dios y no el pecado. Centrarse en el pecado es volver a centrarnos en nosotros mismos y eso es de donde los Ejercicios nos quieren sacar. Salir del propio amor, querer e interés y ponerme a amar y servir.
Seriedad del mal: el infierno
Para poder considerar la misericordia sin caer en una imagen superficial, de olvido y perdón automático de una bondad barata. Es necesario reconocer que el mal es también grande, que lleva en sí semillas de muerte definitiva.
No he hablado del quinto ejercicio al hablar de la verdad porque me parece un buen pórtico para hablar de la misericordia, si bien toda la Primera Semana habla de la misericordia, este contraste con la seriedad del mal le da la
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y Misericordia en la Primera
profundidad que la misericordia reclama. Si bien al hablar del quinto ejercicio hay aspectos que disuenan con nuestra sensibilidad teológica, hay un contenido espiritual y místico que supera el lenguaje teológico y es siempre actual.
El quinto ejercicio es una aplicación de sentidos, o una «meditación sensible». Se dirige a la sensibilidad y ya en la petición se pide interno sentimiento de la pena de los dañados10. Es una experiencia del mal, que busca, abrir a tomar conciencia de las consecuencias definitivas del mal. González Faus S.J.11, comienza su artículo sobre el mal y la misericordia en la Primera Semana de Ejercicios, recordando al Dante y la Divina Comedia como un camino de búsqueda del amor que debe pasar por el infierno. No es seria la misericordia que no abre los ojos a lo terrible del mal. Se trata de dejarse afectar por el infierno, del propio pecado y el infierno social, el que el pecado provoca.
El dolor de tantos desplazados, de niños y familias que no se consuelan de sus pérdidas. La experiencia del infierno hace reconocer la necesidad de la misericordia. Y sólo pasando con los sentidos despiertos por el infierno, se comprende la dimensión del mal, y se puede recibir y dar misericordia. González Faus propone aplicar los sentidos a los infiernos que ha creado el mal moral. Y reconocer que somos víctimas y pecadores. Las víctimas también son pecadores y al revés, el mal moral nace también de las víctimas.
El pecado destroza la creación de Dios, y esto se constata tanto en el plano personal, con la ruptura del orden en el propio corazón como en plano social, y ecológico.
El coloquio de este ejercicio es ante Cristo que me ofrece la salvación, y ante la historia del mundo que se ha cerrado a esta salvación antes, durante y después de la venida de Cristo para salvarnos. ¡Para que yo reconozca que Dios me quiere salvar, y que si yo también quiero, el infierno no es para mí, ni para nadie!
Con la experiencia de los infiernos, puede nacer la solidaridad, el dolor del infierno, no sólo hace que uno se cura en sano, por el temor, como pide
10 Ibíd., 65.
11 JoSé ignacio gonzález FauS, S.J., El mal y la misericordia: introducción a la Primera Semana de los Ejercicios (Eides 52), Barcelona 2008.
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la petición; sino que pone en marcha, puede ir poniendo al servicio, en gratuidad. El que está en contacto con los infiernos, no puede quedarse quieto.
Misericordia
La misericordia es lo que la Primera Semana quiere hacer experimentar. Todos los coloquios, con que terminan las oraciones son «de misericordia».
La misericordia no tiene requisitos, pero si, frutos que son posibles con ciertas disposiciones
En el Primer Ejercicio el coloquio es ante la imagen de Jesús puesto en cruz, con el trasfondo de la Encarnación, «de Creador ha venido a hacerse hombre», y «de vida eterna a muerte temporal», por mis pecados. Pone ante un amor gratuito, e invita a responder desde la gratuidad. Y es la gratuidad una primera característica de la Misericordia, es amor que no puede merecerse. No hay ningún merecimiento previo para la misericordia, pero sí una puerta abierta a responder desde la gratitud, como quien aprende a amar del amor que recibe. La misericordia no tiene requisitos, pero si, frutos que son posibles con ciertas disposiciones.
El coloquio del segundo ejercicio, viene después de haber considerado el cuidado de Dios por el ejercitante a través de sus criaturas, reconoce que la vida que ha tenido hasta ahora es don gratuito, regalo amoroso.
El triple coloquio del tercer ejercicio que se dirige a Nuestra Señora, al Hijo y al Padre, pidiendo conocimiento interno, del propio mal, no sólo de los pecados sino también del desorden de las operaciones, es decir de las dinámicas no conscientes, que no se ordenan al fin del Principio y Fundamento, supone que se está ante quienes conocen, mejor que el ejercitante los dinamismos del mal en él.
Es una oración de transparencia, que no sólo, no intenta ocultar nada, sino que pide que se le dé a conocer el propio mal que no ve. El amor misericordioso no es un amor ciego, el que ama sabe del mal en el amado y puede ayudar a vencerlo.
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y Misericordia
El coloquio del quinto ejercicio nos pone ante la historia de salvación, la misericordia se revela y es posible cerrarse ante ella, es posible cerrarse a la esperanza de que Dios me salve, como los que no han creído antes de la venida de Cristo, es posible cerrase a la salvación presente, y no reconocerlo hoy y también es posible no reconocer su acción en el pasado, en la propia historia y en la historia del mundo y, entonces, cerrarse a la gratitud y por tanto a la gratuidad.
La misericordia que se nos revela en Jesús, en su vida y en su muerte y resurrección es lo que deja a la luz la seriedad del pecado. Es sólo a la luz de esta misericordia, que podemos darnos cuenta del mal que supone ponernos enfrentados al amor. La conciencia se hace lúcida por la revelación de la misericordia. Aparece en los coloquios un Dios que mendiga nuestro amor que ofrece un perdón antes de que se lo pidan que lejos de cualquier venganza se humilla y se abaja, da su vida por la salvación del que lo ha ofendido. Es importante pasar por la experiencia de que nos desconcierte y nos confunda y avergüence este Dios que «por mí», hace el ridículo buscándome. Es recomendable al dar la primera semana insistir y desde la multitud de textos bíblicos que se pueden tomar, proponer la experiencia de centrarse en la misericordia de Dios, para no quedar auto referenciados en el pecado.
DEL YO AL NOSOTROS
Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Si bien los Ejercicios, están pensados como un proceso personal, espiritual, el Dios al que abren y al que refieren al ejercitante es siempre un Padre Nuestro, Nuestro Señor, Nuestra Señora, y siempre nos llevan a amar y servir con otros.
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Ruth María Otero, rjm
La misericordia de Dios que experimentamos en la Primera semana no es un privilegio exclusivo, el «para mi» y «por mí» de los Ejercicios, es también para los demás.
La verdad en relación con la justicia
Uno de los aspectos importantes del proceso de paz es la justicia, uno de los caminos a recorrer para la reconciliación de los pueblos. Y dentro de la justicia el primer paso es la verdad, se habla de justicia transicional, en sociedades que necesitan hacer un proceso de paz. Un modelo concreto de justicia transicional es el denominado «TARR», siglas inglesas para: Verdad, Responsabilidad, Reparación y Reconciliación. Y hay una tendencia a utilizar conjuntamente medidas relacionadas con estos cuatro conceptos para lograr un sentido de justicia integral y una paz más sostenible en sociedades transicionales12. El primer paso es la verdad.
También hay diversos aspectos de la verdad que tienen que ser tenidos en cuenta y el concepto de la verdad es complejo. Pero la verdad a la que nos invitan los Ejercicios, esta verdad a la que nos educa San Ignacio con los exámenes, que comienza por reconocer la propia contingencia, y con ella la gratuidad de la vida y el don de todo lo recibido. Quizá sea el germen del «enteramente reconociendo»13 de la petición de la contemplación para alcanzar amor. Y es una verdad mediada por la misericordia que nos hace vencer las barreras de la distorsión con que solemos mirar el mal que sentimos que se nos ha hecho o el que hemos hecho. Creo que el aporte de esta mirada de sinceridad y autenticidad sobre lo vivido, y las herramientas que los Ejercicios dan para ello, puede ser valioso. De hecho en los procesos personales de perdón, el primer paso suele ser dimensionar el mal recibido, objetivarlo, con distancia. Dejar de contarnos la historia que nos contamos una y otra vez, teñida por el dolor.
12 elíaS lóPez, Abrir el confesionario a la paz, la justicia al perdón, 2007. Un modelo concreto de justicia transicional es el denominado «TARR», siglas inglesas para: Truth (Verdad), Accountability (Responsabilidad),Reparation (Reparación), Reconciliation (Reconciliación) ParMentier, StePhan, Global Justice in the Aftermath of Mass Violence: The Role of the International Criminal Court in Dealing with Political Crimes, ponencia presentada en el XIII Congreso Mundial de Criminología: «Reduciendoel Crimen y Promocionando la Justicia: Retos a las Ciencias, Políticas y Prácticas», Río de Janeiro, 10-15 de Agosto de 2003.
13 Ejercicios Espirituales 233.
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y Misericordia
En Argentina en la década de los ´90, se buscó una paz sin proceso. Con leyes como la de «punto final» u «obediencia debida» como para sanar rápidamente las heridas de la sociedad, después de la durísima represión del gobierno militar. Pero este perdón sin verdad, o sin investigación y reconocimiento, generó más dolor y la sensación de impunidad e injusticia.
En la década siguiente, se ha buscado ir hasta el fondo de los hechos y se ha dado culto a la memoria, pero con una verdad parcial, que niega toda la responsabilidad de la guerrilla y divide rápidamente en buenos y malos, intentando convencer de una justicia que deja fuera a muchas víctimas y se ensaña con victimarios que son también víctimas.
La verdad más difícil de reconocer es la del propio mal, la del mal que hemos hecho, y esa es la que necesitamos buscar, con las herramientas de la propia observación y la valentía de dejarse juzgar. Sólo es posible desde la confianza en la misericordia. Aquí el discernimiento se hace necesario, no voy a profundizar en las reglas de primera semana, pero son valiosas para reconocer lo que pasa por dentro. «Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones que en la ánima se causa, las buenas para recibir y las malas para lanzar» El sólo título nos da la pauta de esta distancia necesaria para observar las mociones y juzgar sobre ellas. Sentir y conocer, recibir y lanzar. Se trata de una verdad discernida, la única verdad que puede conducir a la justicia y a la paz.
Insuficiencia de la sola justicia sin misericordia
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos14.
He visto varias veces por la televisión después de un juicio, donde es condenado el acusado, a los periodistas preguntar a las víctimas si la sentencia es lo que esperaban. Me asombra el dolor en las víctimas, por más que la pena sea la máxima posible, no es esto lo que va a satisfacer su corazón. Hay como una desilusión, por más que hayan peleado y buscado la justicia.
14 Mt. 5, 7-10.
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Qué diferente al perdón que se otorga atravesando el dolor. Qué diferente a la imagen de Jesús en la cruz perdonando y regalando su misericordia.
La capacidad de sentir al otro que me ha ofendido y herido como «de los míos», viene del poder reconocerme yo también entre los victimarios.
Hasta que no podamos reconocernos como hermanos todos, víctimas y victimarios hermanados en nuestra necesidad y regalados por el amor de un Padre común. No habrá justicia que nos satisfaga.
Los Ejercicios nos ponen en un ambiente donde es posible y necesaria la auto acusación. Frente a Jesús crucificado, no queda otro camino, que reconocer, y entregarse a la misericordia, desde allí se reconoce la hermandad con todo hombre.
La descripción de la consolación puede hacernos vislumbrar los sentimientos de un corazón sin divisiones, es el fruto del Espíritu. «Amor de su Criador y Señor» «ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas». Esta hermandad con referencia al Padre común es lo propio del cristianismo. Este amor que encuentra a Dios en todos los demás es fermento de paz duradera. Y es lo que podemos aportar hoy a la sociedad que busca si encontrar caminos para la paz.
Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. LS 229.
En síntesis:
Pasar de los procesos personales de reconciliación y de perdón sanador, que es lo que plantean los Ejercicios, a pensar en un perdón social implica un cambio de plano, no se puede hacer simplemente. No basta con procesos individuales pero estos son necesarios.
Si ponemos la esperanza en la educación de las nuevas generaciones y encaramos un trabajo por la paz, a largo plazo podemos insistir desde allí en buscar la necesaria conversión personal a lo social, al servicio, a ponerse a disposición de un proyecto mayor en el que nadie me es indiferente. Y creo que en este plano podemos intentar recuperar el aporte de la ascética de auto observación que nos ofrecen los exámenes.
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Misericordia
Examinar pensamiento palabra y obra o al revés desde los hechos qué palabras y que pensamientos nos llevaron a ellos. Mirar la pobreza de las ideologías y los slogan que nos han llevado a hechos violentos, para desandar el camino.
Reconocer estas ideologías como «pensamientos que vienen de fuera» ante las cuales soy libre, puedo juzgarlas y no identificarme.
También el examen de la palabra puede aportar criterios de comunicación en tiempos de reconciliación social. Esto de no hablar sin tener claro lo que se busca. Y dentro de lo que se busca, que sea el bien de quien escucha, o de aquel de quien se habla. Las palabras son el arma tanto para la reconciliación como para la violencia.
Y del examen de la obra, por sus frutos los conocerán. Los pensamientos y palabras que terminan justificando actos violentos tienen un germen de muerte. Creo que más allá de una clasificación moral muy cuestionable, hablar hoy de pecados mortales, tiene sentido.
Los Ejercicios de la Primera Semana pueden aportar también para la educación y para el análisis de lo vivido, el ambiente de confianza necesario para reconocer. Y el camino estratégico de comenzar mirando el mal en otros, quizá en la generación anterior, para con un «Tu eres ese hombre», reconocer que nuestro hoy será juzgado por las futuras generaciones.
Poder reconocernos en nuestro pecado, y sabernos aceptados es condición para una reconciliación verdadera. Y tomar distancia para ver no sólo las buenas intenciones de mi facción y el mal objetivo del otro, sino también las buenas intenciones del otro y el mal objetivo que con nuestras buenas intenciones generamos.
Hacernos sensibles a «los Infiernos», hay un camino de educación de la sensibilidad que da un discernimiento instintivo. Si enseguida puedo reconocer como infernales el aislamiento, la crueldad, la falta de respeto por la vida, no caeremos tan fácilmente en la violencia.
La confianza en el amor que se nos da como perdón nos abre a la certeza de que algo bueno y mejor está por venir si nos disponemos.
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El encuentro con Jesús como Camino de Perdón y Reconciliación
Juan Daniel Gómez R.*
omo hijo de un militar de alta graduación nacido en Vélez, Santander, en 1905, y de una paisa de pura cepa, nieta de los fundadores y nacida en El Jardín en 1914, un pueblo del suroeste antioqueño, me crie en un hogar católico en el que el la vida espiritual, el sentido de la trascendencia y la práctica de los rituales religiosos eran importantes. Yo diría que éramos practicantes en el justo medio, ni católicos fanáticos, ni católicos meramente de etiqueta. Íbamos a misa todos los domingos, rezábamos el Santo Rosario todos los días en familia y frecuentábamos los sacramentos como lo hacían casi todas las familias colombianas a comienzos de la segunda mitad del siglo pasado.
Yo era un niño –y de algún modo sigo siendo– con bastante imaginación, de manera que bien puedo imaginar vívidamente, por ejemplo, las condiciones históricas y sociales, las personas y lugares en los que se desarrollaron novelas como los de «Crimen y Castig» de Dostoyevski, las historias del capitán Alatriste, un filibustero ideado por el novelista español (de Cartagena) Arturo Perez-Reverte, o imaginar decir en lontananza a Juvenal Urbino el personaje de El amor en los tiempos del cólera al llegar de Francia en barco a la otra Cartagena, la de indias: «pero al ver los chulos en los tejados de las casas, al ver las ropas de los pobres tendidas en las barandas de
* Doctor en Psicología (Neurofisiología Cognitiva y Comunicación Intercultural) de la LudwigMaximilians Universität en Munich. Post-Doctorado en Investigación y Adicciones de la University of Toronto. Actualmente es docente de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.
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EL ANTIGUO TESTAMENTO
Recuerdo vívidamente las composiciones de lugar que yo mismo me hacía mientras mi mamá en las noches y para que durmiera, en vez de contarme cuentos infantiles clásicos, me contaba cuentos de Cosiaca –un grosero pero graciosos personaje de la antología paisa– y al pie de los más sabios y ejemplares pasajes de la Historia Sagrada, los cuales relataba bellamente de memoria. Del Nuevo Testamento tengo en mente, por ejemplo, esa parábola que Lucas pone en boca de Jesús en el Capítulo 16, versículos 9 a 31, donde relata la historia de dos hombres y el destino de cada uno de ellos: el pobre Lázaro, lleno de llagas y sin socorro, es llevado luego de su muerte al seno de Abraham, en tanto que el rico Epulón, que viste de púrpura y lino fino y banquetea cada día, sufre tormentos en el Hades luego de ser sepultado. Solo por exagerar un poco, como hace cerca de medio siglo todavía veo idéntica la imagen de un opulento y tacaño gordiflón en un palacio despreciando a un pobre plagado de llagas que los perros lamían. En un segundo cuadro veo claramente el mismo ricachón en el infierno, clamándole al Señor: «ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llama».
Guardo de mi infancia eidéticas escenas bíblicas construidas con elementos procedentes de inimaginables abrevaderos, entre ellas de mi propia imaginación. Tengo en mi memoria y en mi mente una composición clara de Moisés, el legislador y líder espiritual venerado por el judaísmo, el cristianismo, el islam y el bahaísmo, cuando con el pueblo de Israel finalizaban el épico paso del mar rojo, al tiempo que las huestes egipcias con sus cuadrigas halados por briosos caballos eran aplastados entre un embravecido mar partido en dos.
Creo que el Faraón llega a mi imaginación del molde del sarcófago de Tutankamon; se me representa viendo las aguas convertidas en sangre, padeciendo la invasión de ranas, de pijos y de moscas, brama y bala el apestado ganado del faraón en mis oídos, hieden y se asoman a mis ojos las úlceras y el salpullido de su pueblo, el granizo, las langostas, las tinieblas. Podría intentar hacer un dibujo o una película con atributos escénicos bastante realistas de un
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 38-44 sus balcones, fue cuando supe que no era nada más que otra presa de las trampas de la nostalgia».
Juan Daniel Gómez R.
supuesto egipcio descendiente directo de los dioses, gimiendo la muerte de su primogénito, después que Aarón extendiera la vara que por el poder que Dios le dio a Moisés para que las siete plagas de Egipto no tocaran a su pueblo.
Tal vez mi primo lázaro, mi abuelo Moisés, Baltazar, Elías o las MaríasRestrepo de mi familia materna, mi hermano José mi tío Juan o mi otro tío Daniel, y muchos otros personajes de la historia y de la narrativa judeo-cristiana, lugares como Cartago, Antioquía de Siria, Alejandría, Armenia, Belén, Betania, Betulia, Damasco, Líbano, Filadelfia, Jericó, Jordán, La Tebaida, Mesopotamia, Palestina, Salamina, Samaria, Tabor, Tarso, Támesis y tantas otras personas y lugares son y fueron las fuentes, los preceptos elementales básicos para hacerme la composición de los rostros sagrados, y las escenas de las Santas Escrituras.
Existen imborrables en mi mente, María hermosamente inmaculada, quizás lavando lienzos muy blancos bajo el cielo azul y el sol ardiente pisando la arenosa tierra de Israel en las claras tardes de estío; están José, un carpintero patriarcalmente bello, que aunque el Pagola diga que era obrero en mi mente sigue siendo un carpintero, María Magdalena, Caifás, Pilatos, los apóstoles pescando, los cobradores de impuestos, los soldados romanos, los tetrarcas y muchos otros rostros evangélicos.
JESÚS HOMBRE, Y JESÚS DIOS Y HOMBRE
Las representaciones sociales de Jesús hombre, una más o menos refinadas, son parecidas a las mías. En el arte cristiano me gusta mucho por ejemplo el niño Jesús de Giuseppe María Crespi y hermoso niño pintado por de Heinrich Hoffman conversando con los sabio y doctores en el templo. Lo veo también a mi manera llamando a los apóstoles. Pero no imagino al Jesús que levantó a Lázaro ni a Lázaro el de la escena de Giotto di Bondone. Me gusta el Jesús hombre, el Ecce homo de Murillo, y el Jesús del madero que trato de representarme en la tercera semana de ejercicios, a veces similar al de Salvador Dalí, se me presenta, imaginativamente, ya distante.
Ahora bien, imaginarme concretamente al Jesús resucitado, ese que resucitado llamó hermanos, y por su nombre a los discípulos, el verdaderamente vivo entre los muertos y que está sentado a la derecha del Padre, a ese Jesús sí que siempre me fue y me ha sido muy, pero muy difícil de
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imaginar, de verlo, reconocerlo. Como lo saben las personas con quienes me confieso, mi principal inquietud religiosa, espiritual, siempre fue no poder encontrarme con Jesús Dios y hombre. Parte de mi preocupación ha sido que todos los rostros que buscaba para hacerme una idea satisfactoria del Jesús de la cuarta semana, es que eran, son y creo que siempre serán, imágenes demasiado imperfectas para la idea que a mí me transmiten las diversas mediaciones que lo representan y las lingüísticas cognitivas desde las que se enuncia a Jesús resucitado. Incluso las Sagradas Escrituras y las diferentes manos literarias que dan testimonio de Él se quedan cortas –pido perdón a quien le parezca un disparate garrafal esta última afirmación y espero me dispense en un momento al explicarme. Mi incapacidad de hacerlo, o más bien mi necesidad de verlo, afortunadamente para mí, ha desparecido de repente. Perdón por este nuevo disparate. Desapareció hace muy poco tiempo, un día en que no lo vi, sino que creo que en verdad re-conocí al Señor mi Dios para mí de modo imaginado, ya les cuento cómo, en mi segunda experiencia de Ejercicios Espirituales de mes, apenas hace un año.
UN ENCUENTRO CON JESÚS HOMBRE/DIOS RESUCITADO
Sucedió un sofocante mediodía, en el descanso posterior al almuerzo en Chinauta, muy cerca de Fusagasugá, en mi cuarta semana de Ejercicios, precisamente unas horas después de la mañana en la que hacíamos al despertar la reflexión sobre la «séptima aparición», la del incrédulo Tomás, bajo el tema: «los que no vieron y creyeron», en estado tranquilo al comienzo y en el desarrollo del Ejercicio, y en estado de consolación con Dios, con los demás y conmigo mismo al final del Ejercicio, mientras hacía mi habitual trotada diaria en alrededores de la casa de Ejercicios de las monjas Bethlemitas.
Dicen los médicos que padezco de la típica insuficiencia cardiaca de los llamados «deportistas de alto rendimiento». Dice mi cardiólogo que al igual que un jugador del Real Madrid, cuando las pulsaciones en mi muñeca se bajan más o menos 35 pulsaciones por minuto, experimento una hipotensión parecida a la «hipotensión ortostática» que todos experimentamos cuando estando acurrucados muy rápido nos ponemos de pies y sufrimos un terrible mareo, una sensación de disautonomía, y una muy desagradable sensación de desmayo inminente. Como dije, a todos nos dan hipotensiones ortostáticas, pero es que a mí además me pasa que, a dicho fenómeno le sucede un real desmayo, un «síncope cardiogénico», en el que literalmente experimenta
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Juan Daniel Gómez
una verdadera near dead experience –una experiencia cercana a la muerte–en la que la función cardiorrespiratoria de la cual es responsable el sistema nervioso autónomo de detiene por completo unos segundos, después de los cuales, por lo general, se vuelve a recobrar.
Después de la tercera vez que me ocurrió ya hace 13 años, comencé a experimentar durante el pre-síncope, irreprimibles ataques de pánico. Pánico de morir súbitamente y, sin más, perder mis seres más queridos, mis hijos, mis hermanos, mi familia más cercana, los amigos, compañeros y allegados. Sentía un irreprimible miedo físico de verme obligado a tener que dejar el regalo de la vida que tan poco valoraba cuando estaba sano, el viento, el agua que baja del monte, los pajaritos y su canto, las lagunas y los peces, la montaña, la madera, el arte, la cultura, el mar y el cielo. Lo peor es que se aparece en ese instante un inmenso, ruin y mezquino miedo de perder las cosas materiales, la casa, el fútbol, los negocios, el «compu», ese aparato sin el cual la vida hoy por hoy para muchos de nosotros la vida es imposible, la sensualidad y el sexo, las banales posesiones, la ropa que llevaba puesta, y el sin fin de aquellas cosas por las que, normalmente, se experimentan los apegos. La última vez que me ocurrió un síncope, sentí infinita angustia de pensar que si moría allí en la carretera, alguien robaría mi billetera y mi teléfono, mucho antes que otro alguien llegara a recoger mi cuerpo. A pesar que llevaba tres semanas largas de Ejercicios Espirituales y de estar aparentemente convencido de que todos eran medios para alcanzar el fin mayor, esto es, ser uno con Él y en el Señor, esta vez tuve miedo de morir por siempre, como el hombre de poca fe que con frecuencia soy.
Pasaba al lado de un vivero cuando sentí el pre-síncope. Vi al encargado y tuve la intención de acercármele a decirle que, si algo me pasaba, llamara desde mi teléfono celular a la casa de Ejercicios y a mi familia para no quedar ahí tirado como cuando muere un animal. Pero no en vano y a su debido tiempo dio fruto la ignaciana enseñanza oculta de los Ejercicios y sentí que gratis habíamos recibido del Señor el don de la vida, que gratos y sin condición existía para todos por igual, justos y pecadores, ricos y pobres, musulmanes, judíos y cristianos, y en ese don sentí el amor de Jesucristo resucitado, quien después de preguntarle si me recibía todavía pecador, sudado, y frágil, con el espectáculo de la naturaleza de la vida y de la muerte que estaba presenciando y experimentando en carne propia, me decía venga así tal como está, o es que el sol ha dejado de calentarlo y de alumbrar a usted y al resto por
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encuentro con Jesús como Camino de Perdón y Reconciliación
igual, o si el agua ha dejado de correr y de saciar la sed. O si las flores han dejado de embellecer cotidianidad; venga Juan Daniel que para todos estoy partiendo el pan de vida, yo lo perdono, lo perdoné desde el momento en que por usted y por todos los demás entregué la vida en sacrificio. Fue así como reconocí a Jesús resucitado, como los discípulos de Emaús, en el partir del pan. Es un Jesús que está en todos nosotros y que sólo podemos reconocer cuando nos llama por nuestro propio nombre y cuando acontecemos en comunión el mandamiento del amor.
Desde ese día no he experimentado nunca más un síncope y cuando tengo bradicardia y me da un poco de miedo, reconozco que el señor me ha perdonado y hecho posible en el partir del pan, en la justicia y en la fe el milagro de la paz, el de la reconciliación.
Fue así como reconocí a Jesús resucitado, como los discípulos de Emaús, en el partir del pan
A manera de epílogo sobre mi reflexión acerca de mi encuentro con Jesús como camino de Perdón y reconciliación, quisiera poner a su consideración Ver y creer Vs. Creer. Y ver.
https://www.youtube.com/watch?v=waP-i2nPtvM
En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio la composición de lugar, que en mi opinión equivaldría a lo que neurociencia cognitiva denominamos «imaginería mental», representa una herramienta facilitadora importante para el encuentro con Jesús. Es interesante que deje a nuestra imaginación la construcción de representaciones propias sin sugerir ninguna imagen visual.
Por otra parte, también es un hecho que las imágenes pertenecen a la historia de la fe cristiana y que tal vez aparecieron para transmitir de manera didáctica a iletrados y seglares las Sagradas Escrituras, aunque éstas no se puedan considerar, de manera estricta connaturales a la fe cristiana. Después de todo, en la misma Biblia de algún modo se les resta valor, al llamar «bienaventurados» a aquellos que antes de ver creyeron. Las imágenes
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Juan Daniel Gómez R.
en la fe católica también pueden representar una herramienta facilitadora importante para el encuentro con el Jesús hombre/Dios (encarnado).
En el cristianismo hay quienes muestran un legítimo escepticismo y a veces un amable desprecio por el valor de las imágenes; pero también hay quienes, por ejemplo, anhelan tener la alegría de ver una imagen que les represente lo más aproximadamente que sea posible su idea de Jesús, de María o de alguna escena bíblica clave que les sirva para afianzar o mantener su fe. En realidad ambas actitudes no tienen mucho sentido cuando se trata de liberar la peculiar tensión existente en el cristianismo entre el «ver-y-creer»” y el «creer antes que ver».
Al transmitir mi testimonio sobre la manera en que reconocí a Jesús en el partir del pan, experimentando su perdón y reconciliándome con mis racionales dificultades de imaginar un Dios/hombre, en lo personal aprendí que para creer no hay que ver, sino que para ver hay que creer. La fe, creer, es el fruto de la experiencia de acontecer el mandamiento del amor, una experimentamos y nos hacemos testigos del amor de Dios, cuando nos amamos a nosotros mismos y podemos dar de aquello que tenemos, amando del mismo modo a los demás y al medio ambiente que compartimos.
Para terminar cabe enfatizar que las imágenes sólo son imágenes. Pero también que esta limitación fundamental de las imágenes, ha sido la base para que durante siglos éstas hayan contribuido, no solo a la comprensión de las sagradas escrituras, sino también a la comprensión de nuestra fe.

Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 38-44
El mal no tiene la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección
APORTES DE LA 3ª Y 4ª SEMANA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA AL PROCESO DE PERDÓN Y RECONCILIACIÓN
En esta breve ponencia quiero mostrar que situarse existencialmente en el horizonte de la Resurrección favorece y dinamiza el avance en un proceso de perdón y reconciliación. Dicho de otra manera, quiero mostrar que una perspectiva de Resurrección aumenta la probabilidad de perdonar y ser perdonado, de asumir la responsabilidad que cada uno tiene en la construcción de la reconciliación y de acoger la paz como fruto de lo anterior.
En esta propuesta, recorreré, a la luz de la tercera y cuarta semana de los Ejercicios Espirituales Ignacianos, los siguientes cinco momentos necesarios para avanzar en dicho proceso:
1. Reconciliarse con la realidad de la presencia del mal.
2. Perdonar al ignorante.
3. Comprender que el mal nunca tiene la «última palabra».
* Tiene una Maestría en Teología de la Pontificia Universidad. Realizó una Maestría en Cristianismo y Relaciones Interreligiosas en Heythrop College – University of London. Actualmente es el Director del Centro Pastoral San Francisco Javier de la Pontificia Universidad Javeriana.
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Moisés Roberto Peña Martínez S.J.*
Moisés Roberto Peña Martínez, S.J.
4. Acoger la paz, como uno de los efectos de la Resurrección.
5. Amar, al menos, con la misma intensidad del mal causado.
Quiero aclarar desde el inicio que en esta ponencia no haré un análisis exhaustivo de todos los elementos que nos brindan la tercera y cuarta semana de los Ejercicios, lo cual sería muy interesante y rico, pero ni el objetivo, ni el tiempo de esta ponencia lo permitirían. Sin más preámbulos, les invito a aproximarse a esta propuesta desde la perspectiva de Resurrección planteada.
Reconciliarse con la realidad de la presencia del mal
Un paso necesario en el proceso de perdón y reconciliación es reconciliarse con la realidad del mal presente en la historia de la humanidad y en la historia personal. El mal existe, está ahí y nos alcanza a todos. Esto es una realidad que hay que aceptar y sobre esa aceptación continuar el proceso hacia el perdón y la reconciliación. Es necesario reconciliarse con la existencia del mal, no con el mal.
Reconciliarse con la existencia del mal, no significa que hay que reconciliarse con el mal. Aceptar libremente y en paz que el mal existe y nos afecta, es muy diferente a considerar que es normal y natural generar mal con nuestras acciones o mantenerse indiferentes ante el mal generado por las acciones de otros. Reconciliarse con la existencia del mal no implica hacerse cómplice del mismo asumiendo una cómoda posición de indiferencia o de conformismo.
Es necesario reconciliarse con la existencia del mal, no con el mal
De hecho, movilizarse en contra del mal y sus efectos es una de las mejores y más rápidas maneras de reconciliarse con su existencia y de evitar tanto la indiferencia, como el conformismo, que lo único que logran es sumarse al mal mismo y aumentar sus efectos. Mientras no se empiece a aceptar la presencia del mal en nuestra historia y en la historia de la humanidad, no estaremos en capacidad de tomar acciones concretas para reparar sus efectos. Estaremos paralizados y por lo mismo más vulnerables a seguir padeciendo sus efectos.
Uno de los impedimentos más comunes para lograr la reconciliación con la existencia del mal, es permanecer en el paradigma idealista de una
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El mal no tine la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección
Tomar conciencia del
mal que generamos y del mal que nos afecta nos desbloquea y nos abre al proceso
de reconciliación
vida sin que el mal la afecte. Ese paradigma común entre nosotros, en algunos de manera más consciente que en otros, nos paraliza en la etapa de negación del mal que nos afecta: «esto no me puede estar pasando a mi»; «esto no puede estar pasando, esto no puede ser verdad». Dicho paradigma también nos puede paralizar en la etapa de la autocompasión: «por qué me está pasando esto a mí, si yo no le hago mal a nadie». Estas son las expresiones típicas de dichas etapas, pero no son las únicas posibles. En ocasiones las expresiones son mucho más elaboradas y por lo mismo son más difíciles de detectar como signo de parálisis en el proceso de reconciliación con la presencia del mal en el mundo. Sólo a manera de ejemplo: «los de tal o cual religión, país, raza, organización, etc. son unos violentos» frase que esconde una negación de la violencia generada por correligionarios, coterráneos, colegas, etc. y esconde también la violencia generada por las propias acciones, gestos, actitudes, etc. Todos hemos causado mal y todos hemos padecido los efectos del mal causado por nosotros mismos y por los demás.
Tomar conciencia del mal que generamos y del mal que nos afecta nos desbloquea y nos abre al proceso de reconciliación. Hay que sobreponerse a los efectos del mal que nos afecta, comprometerse realmente a evitar realizar acciones que causen mal a otros o a lo otro y comprometerse activamente en la reparación de los efectos de todo mal a nuestro alrededor.
La tercera semana de los Ejercicios Espirituales Ignacianos nos ayuda a «contemplar» de primera mano la realidad de la presencia del mal en la vida de todos, sin excepción, pues el mismo Jesús sufre los efectos del mal causado a él por otros. Veamos algunos de sus aportes.
Un primer aporte surge de la petición de la primera contemplación en el número [193] (…) demandar lo que quiero: será aquí dolor, sentimiento y confusión porque por mis pecados va el Señor a la pasión. Esta petición nos sugiere que san Ignacio, en un primer momento, quiere invitar al ejercitante a tomar conciencia de los efectos que sus acciones generadoras de mal tienen sobre los demás, es decir, que los lleva a la pasión con Jesús. Dicha toma
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Moisés Roberto Peña Martínez, S.J.
de conciencia puede ayudar al ejercitante a dar otro paso necesario en un proceso de reconciliación: el arrepentimiento de corazón por el mal causado.
Los pecados propios, o el mal que cada uno causa, llevan a otros a la pasión. Dicho de otra manera, el mal que cada uno genera hace padecer a otros. Tomar conciencia, efectiva y afectiva, de ese padecimiento causado a otros, seguramente hará brotar, de manera espontánea y natural, dolor, sentimiento y confusión. Si alguien no siente dolor, consternación y confusión por el mal que ha causado, seguramente no está muy cerca aún del arrepentimiento y de la disposición necesaria para pedir perdón y para recibir el perdón dado.
Conviene señalar en este punto «el otro lado de la ecuación», el dolor, sentimiento y confusión, no son exclusivos de quien ha causado mal y se arrepiente. Aquel que ha padecido o está padeciendo el mal causado por otros, también experimenta dolor, consternación y confusión. También ha de experimentarlos quien no lo causa y no lo padece, pero lo presencia en la relación de terceros. El dolor, sentimiento y confusión serán experimentados por todo aquel que no esté escudado en la indiferencia o en la justificación de las dinámicas del mal. «Balanceada la ecuación» podemos afirmar que el mal siempre causa dolor, consternación y confusión, lo cual es una realidad innegable. Experimentarlos es perfectamente normal, el problema aparece cuando no los experimentamos. Experimentarlos en cualquiera de las tres posiciones –causante, paciente o espectador– es un indicador que nos movemos y vamos por el camino del perdón y de la reconciliación.
Es importante aclarar que aunque sentir dolor, sentimiento y confusión es algo perfectamente normal y deseable para dinamizar el proceso del perdón y de la reconciliación, no es el objetivo, ni el fin último. Es necesario pasar por ahí, pero esa no es la etapa final. La persona no se puede quedar allí, pues muy seguramente eso la llevaría a generar dinámicas no deseables de culpabilidad, de autocompasión y de lamentación, en lugar de dinamizar el avance hacia el perdón, la reconciliación y el compromiso actuante en la disminución del nivel de mal en el mundo. Sentir dolor, consternación y confusión es una etapa del proceso, pero no es el fin del mismo.
Un segundo aporte, que refuerza lo dicho hasta ahora, puede ser tomado del cuarto punto de la primera contemplación en el número [195]
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El mal no tine la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección
(…) considerar lo que Cristo nuestro Señor padece en la humanidad o quiere padecer, según el paso que se contempla; y aquí comenzar con mucha fuerza y esforzarme a doler, tristar y llorar (…). En este punto de la contemplación pareciera que san Ignacio quiere hacer aún más evidente que la pasión de Cristo no es un hecho histórico correspondiente a un pasado remoto, sino que por el contrario, sigue aconteciendo en este eterno presente.
Es Cristo quien sigue padeciendo en la humanidad. No como un eterno condenado al padecimiento, sino como una muestra clara de su opción permanente de querer padecer con el débil, por puro amor. Es Cristo entonces a quien seguimos haciendo padecer cuando el mal que generamos alcanza a otros y los hace padecer. Aquí el contraste entre voluntades se hace evidente, Cristo quiere padecer con el que padece haciendo el opposito per diametrum1 a la voluntad del que lo hace padecer.
Como ya se dijo, san Ignacio seguramente no busca que durante la tercera semana el ejercitante haga un recuento histórico de la pasión de Cristo. Lo que probablemente espera es que el ejercitante contemple de un lado, cómo Cristo padece en él y en los otros, y de otro lado, que el ejercitante tome conciencia de la manera cómo él y los otros lo siguen haciendo padecer en la humanidad. Lo anterior no es para crear en el ejercitante sentimientos de culpabilidad, sino para motivar en el ejercitante su deseo de actuar decididamente para suspender dicho padecimiento, haciéndolo movido por su voluntad de amar.
Esta idea parece reforzarse en la petición de la segunda contemplación en el número [203] (…) demandar lo que quiero, lo cual es propio de demandar en la pasión, dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí. Para San Ignacio, la identificación del ejercitante con Cristo es fundamental. En este caso, a partir de la identificación con el dolor y el quebranto de Cristo el ejercitante tiene la posibilidad de llegar a las lágrimas y pena interna por el mal causado por sus acciones.
1 En la décimo segunda regla para sentir y conocer las varias mociones que en el ánima se causan, san Ignacio propone que frente a las tentaciones del enemigo, el ejercitante debe ponerles mucho rostro haciendo exactamente lo contrario a lo que el mal espíritu lo está moviendo. Cfr. EE [325].
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Experimentar con Cristo su dolor y quebranto es el camino que propone san Ignacio para ayudar al ejercitante a tomar conciencia de las consecuencias de sus acciones y de esta manera, encaminarse hacia un verdadero arrepentimiento de corazón. Experimentar dolor, quebranto, lágrimas y pena por la pena causada a otros, hace posible avanzar en el proceso de reconciliación. Si alguien sigue justificando el mal causado a otros, no será posible avanzar en dicho proceso. Es necesario suspender toda justificación y aceptar plenamente el horror del mal causado a otros y dolerse por éste para poder seguir por el camino del perdón y la reconciliación. Es imposible perdonar a quien justifica su falta o a quien ni siquiera reconoce que cometió una falta. Dicha imposibilidad no tiene su origen en quien ofrece el perdón, sino en quien ha causado el mal, porque su negación no le permite auto-habilitarse para recibir el perdón dado. Nadie necesita, ni valora, ser perdonado de lo que cree que no ha hecho.
Es imposible perdonar a quien justifica su falta o a quien ni siquiera reconoce que cometió una falta
Si no hay conciencia del padecimiento causado, no hay posibilidad de dejar de generarlo y menos aún de llegar a repararlo. Si no hay conciencia del padecimiento sufrido con Cristo, no hay posibilidad de perdonar y reconciliar-se. Si no hay conciencia del padecimiento causado y sufrido por otros, no hay posibilidad de decidirse a actuar amorosa y comprometidamente en contra de la dinámica del mal.
Un tercer aporte viene del primer preámbulo de la segunda contemplación en el número [201] (…) y San Pedro derrocando la oreja a Malco, y Christo poniéndosela en su lugar (…). San Ignacio toma este detalle presentado sólo por uno de los evangelistas2 y le propone al ejercitante tenerlo en cuenta en las contemplaciones sucesivas de la tercera semana. Además, le sugiere contemplar el mismo pasaje en la media noche del segundo día3 agregando, en el número [291], un poco más de detalles: San Pedro hirió a un siervo del pontífice, al qual el mansueto Señor dice: (Torna tu espada en su lugar),
2 Si bien los cuatro Evangelios relatan en el pasaje del prendimiento de Jesús que uno de los que estaban con él cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote, es sólo Lucas quién explicita el detalle de la curación que Jesús le hace al siervo. Cfr. Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-53; Lc 22, 47-53; y Jn 18, 3-11.
3 Cfr. Ejercicios Espirituales 208.
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Se ha dicho que el mal –causado, padecido y/o presenciado– genera dolor, consternación y confusión. Se ha dicho también que causando mal se hace padecer a los otros y a Cristo con ellos. Y se ha dicho que ser indiferente ante el mal presenciado o justificarlo, paraliza el proceso de perdón y reconciliación e impide asumir el compromiso activo para disminuir el nivel de mal en el mundo. Lo anterior muestra que responder con mal al mal es potenciar la dinámica del mal que aumenta el nivel de padecimiento de la humanidad, lo cual claramente no es el camino para minimizar los efectos del mal en el mundo. Aquel que con sus acciones causa mal, es también un ser humano que va a padecer el mal causado por una reacción violenta de su víctima, lo cual en el contexto general de la humanidad es un aumento del nivel de padecimiento. Causar mal como respuesta al mal padecido es aumentar el padecimiento de Cristo que padece en la humanidad. Cada acción o reacción que genera mal, aumenta el padecimiento de Cristo.
Entonces, ¿cómo proceder contra el mal padecido? ¿Frente al mal presenciado? y/o ¿contra el mal causado? Parece que la respuesta sólo puede ser una, se ha de proceder con Amor. Se ha de proceder con acciones que generen bien o que contrarresten los efectos del mal. Se ha de proceder de la manera cristiana más radical: amando al que con sus acciones nos causa mal. Esa es la invitación más exigente de Jesús: Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen y rueguen por los que los difamen4. Pero ésta no es sólo su invitación, sino que es también su manera de vivir, como lo podemos contemplar también en la tercera semana.
Con el amor no se aumenta el padecimiento de la humanidad. Por el contrario, el que padece, experimenta alivio al saberse amado; el que se siente amado, más rápidamente alcanza el arrepentimiento por el mal que ha causado; y el que actúa con y por amor, es más eficaz a la hora de actuar en contra del mal presenciado.
4 Cfr. Lc 6, 27-35 y Mt 5, 38-48.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 45-65 y sanó la herida del siervo. Esta especial atención sobre este pasaje abriga probablemente la esperanza que quien hace los Ejercicios comprenda que el mal no se combate con mal.
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Podemos decir a manera de síntesis de esta primera parte que tomar la cruz diaria del seguimiento de Jesús está directamente relacionada con la aceptación de los efectos del mal en nuestra propia vida5, pero a pesar de ello no desfallecer en el seguimiento, en la búsqueda de la minimización del nivel de mal en el mundo y de sus efectos, en la búsqueda del bien universal, en la esperanza firme en la resurrección y en la salvación.
Jesús manifiesta, aun estando en la cruz, la importancia del perdón
Pero la aceptación de la existencia de la realidad del mal no es suficiente, sólo es el primer paso en el proceso de reconciliación. Luego de dicha aceptación, se hace necesario el perdón. No un perdón general, sino un perdón concreto a aquellos que nos han causado mal, lo hayan hecho de manera consciente o de manera no consciente.
Perdonar al ignorante
[297] De los misterios hechos en la cruz (…) Primero: habló siete palabras en la cruz: rogó por los que le crucificaban; perdonó al ladrón; (…). Es bueno en este punto recordar el texto de Lucas6 que san Ignacio invita a contemplar, a hacer repeticiones y a aplicar sentidos; el Evangelio dice: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen7. Es claro que Jesús manifiesta, aun estando en la cruz, la importancia del perdón. En este caso, el perdón al arrepentido: el ladrón; pero también el perdón a los que le están causando el padecimiento en el cual él se encuentra. Estas dos formas de perdón son muy importantes, la
5 La invitación a aceptar la presencia del mal en nuestra propia historia y en la historia de la humanidad no es exclusiva de la tercera semana de los Ejercicios Espirituales Ignacianos, se encuentra también abundantemente a lo largo de los Evangelios. Algunos ejemplos de esta realidad son: Mt 10, conocido como el «discurso apostólico» en el que se indica los posibles efectos del mal que padecerá el seguidor de Jesús; Mc 13, conocido como el «discurso escatológico» y sus paralelos en Mt 24 y Lc 21, en el que se anuncian los padecimientos y persecuciones por dar testimonio de Jesús; Mc 10, 28-31 que a diferencia de sus paralelos, Mt 19, 27-30 y Lc 18, 28-30, anuncia las persecuciones que vendrán junto con las recompensas a las renuncias de los seguidores de Jesús; y Mc 9, 23-26 que sintetiza la radicalidad del seguimiento diciendo «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» o sus paralelos en Mc 8, 34-38 y Mt 16, 24-28.
6 En el título del número [297] San Ignacio sólo cita el capítulo 19 de Juan. Sin embargo, en los puntos él hace referencia a lo relatado por los cuatro evangelistas sobre la crucifixión. Aquí se tomarán estos dos detalles relatados en el Evangelio de Lucas.
7 Cfr. Lc 23, 34 y 43.
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primera abordada un poco en el punto anterior, pero en esta última conviene detenerse como otro aporte fundamental y paso siguiente en el proceso de perdón y reconciliación.
La expresión «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen», evidencia un factor muy importante a tener en cuenta en los procesos de perdón y reconciliación: la ignorancia. No se puede partir de la base que todo el que con sus acciones genera mal, lo hace de manera consciente y deliberada, así sus actos sí lo sean. Hay una parte significativa del mal causado de la cual no se es consciente. Quien causa mal no tiene conocimiento absoluto de todos los efectos de sus acciones. Es posible que ignore totalmente el mal que está causando, es posible que conozca y sea consciente de parte del mal causado, pero siempre ignorará una parte de los efectos indirectos y colaterales de sus acciones. En otras palabras, quien causa mal no alcanza a dimensionar toda la magnitud de los efectos del mal causado, los cuales siempre serán mayores de lo que la persona alcanza a ser consciente, incluso mayores de lo que la persona alcanza a imaginar. Siempre se causa más mal del que se cree, se sabe y se puede imaginar.
Lo anterior evidencia una realidad, aún la persona con las más perversas intenciones y que perpetúa sus acciones de la manera más consciente y deliberada, ignora en buena medida el mal que va a causar. Este elemento de ignorancia es en el que se fija Jesús para perdonar a los que lo han crucificado y lo siguen haciendo padecer de muchas otras formas en la cruz. Jesús encuentra en la ignorancia de ellos motivo suficiente para que sean perdonados. Lo que hace aún más contundente esto, es el hecho que Jesús perdona justo en medio de su padecimiento. No unos días después o cuando ya ha tenido tiempo para recuperarse de los efectos del mal padecido. Jesús lo hace en el punto culmen de su padecimiento.
Este modo de proceder de Jesús recuerda otra invitación de los Ejercicios Espirituales que aunque no sea presentado en el texto de la tercera o cuarta semana, sin duda las atraviesa de principio a fin. Se trata del Prosupuesto, el cual claramente nos invita a siempre salvar la proposición del prójimo y a encontrar siempre la manera para que el que está en un error se salve. Aplicar el Prosupuesto Ignaciano al proceso de perdón y reconciliación facilitaría encontrar maneras amorosas para que el que ha causado mal comprenda lo perverso de sus efectos, se corrija y se salve.
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Para dinamizar el proceso de perdón y reconciliación, se hace necesario aceptar que quien causa mal, no es consciente de todo el mal que está generando. Siempre hay un factor de inconsciencia o de ignorancia en aquel que causa el mal. Y por su ignorancia hay que perdonarlo. Las autoridades judías al decidir darle muerte a Jesús estaban favoreciendo la estabilidad general del pueblo, conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación8, pero lo que realmente estaban decidiendo era matar a su salvador. Ignoraban que era el Mesías esperado.
Este pasaje del Evangelio también recuerda que hay un tipo de mal que es más frecuentemente ignorado por todos, se trata del mal que se presenta bajo apariencia de bien, como dice San Ignacio sub angelo lucis9 . En ocasiones, no es solamente que el causante del mal ignore la magnitud de los efectos de sus acciones, sino que está convencido que con ellas está haciendo un bien, incluso un bien más universal. En este caso, a la ignorancia se suma la equivocación, la ingenuidad y la falta de discernimiento, todos estos factores en los que también se puede encontrar motivos para perdonar a los causantes de mal. Sería interesante desarrollar más este tema, pero no en esta ponencia para respetar la invitación que han hecho los organizadores a concentrarse en el texto de la tercera y cuarta semana.
Volviendo a la tercera semana, en el número [196], San Ignacio invita al ejercitante a (…) considerar cómo la Divinidad se esconde (…). Separándose un poco de la interpretación tradicional del texto y de la que el mismo texto sugiere se mostrará otra perspectiva de la ignorancia de la que se viene hablando. Se trata de la ignorancia de Dios o mejor, del desconocimiento de la permanente presencia de Dios en todo10. El mal esconde la Divinidad, causar mal a otros esconde la Divinidad presente en quien causa el mal y en quienes lo padecen. El mal busca esconder a Dios, pero no lo puede desaparecer. En situaciones de mal, hay que buscar más intensamente a Dios, pues uno de los claros efectos del mal es que lo esconde, que lo quiere hacer desaparecer, que lo oculta. Es por esto que en situaciones de mal es necesario un discernimiento más profundo y cuidadoso para ver a Dios a pesar del escenario desolador, doloroso, turbador y consternador de los efectos del mal
8 Cfr. Jn 11, 49-50.
9 Cfr. Ejercicios Espirituales 332.
10 Considerar esta afirmación a la luz de la Contemplación para Alcanzar Amor, especialmente los números [235] a [237].
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En este segundo momento de la ponencia se ha dicho que en la ignorancia del causante del mal se puede encontrar un motivo suficiente para perdonarlo. Sin embargo, aceptar la ignorancia del otro es aceptar el compromiso de ayudarlo a salir de la misma. No basta con reconocer la ignorancia del otro, hay que buscar todas las formas posibles para que el causante del mal conozca y se haga consciente de todos los efectos de sus acciones. No hay que dejar ignorante al ignorante. Hay que buscar todas las maneras para que conozca, tome conciencia, se arrepienta, pida perdón, reciba el perdón dado y se comprometa en la construcción de la reconciliación por el mal causado.
El mal esconde la Divinidad, pero la Divinidad siempre está allí
San Ignacio quiere ayudar a que el ejercitante salga de su ignorancia y para salir de la ignorancia se requiere tomar plena conciencia del mal causado, padecido y presenciado, es por eso que él le propone al ejercitante que mude las adiciones, que contemple, que haga las correspondientes repeticiones y que traiga los sentidos11 sobre las contemplaciones hechas.
Durante la tercera semana, el ejercitante se involucra personalmente en lo orado. Es decir, contempla los efectos del mal padecido por Jesús, lo conoce y comprende viviéndolo en su contemplación. Esto lo llevará seguramente a conocer y comprender los efectos del mal que él mismo causa, padece y presencia. Contemplar es una de las formas de disminuir la ignorancia que tiene el ejercitante sobre el mal que lo rodea. Se ha de contemplar, porque el mal y sus efectos no se conocen, ni se comprenden si éste se mira de lejos o si se pretende conocer solamente mediante un mero ejercicio intelectual.
Mal, perdón y reconciliación no son algo para comprender racionalmente, son algo que se hace necesario vivirlos para iniciar un proceso de comprensión. De la contemplación de los efectos del mal en los inocentes, hay que sacar algún provecho que ha de incluir: la toma de conciencia del
11 Cfr. Ejercicios Espirituales 204.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 45-65 en el mundo. Encontrar a Dios padeciendo con las víctimas y padeciendo su ocultación en el victimario es dar un paso en el proceso de reconciliación. El mal esconde la Divinidad, pero la Divinidad siempre está allí.
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mal causado por las propias acciones; el dolor por los efectos de dicho mal; y la toma de conciencia de la irracionalidad del mismo. Este proceso no es un ejercicio racional o puramente mental, se trata de una vivencia completamente encarnada, por eso hay que contemplar lo que Cristo nuestro Señor padece en la humanidad. Contemplar para involucrarse, para dejar la ignorancia y la inconciencia.
Comprender que el mal nunca tiene la «última palabra»
Aunque los efectos del mal –padecido, causado y/o presenciado– son tan grandes que siempre habrá una proporción de ellos que ignoremos, se puede afirmar con certeza que el mal no tiene la «última palabra», no gana la guerra.
La muerte no es el fin, pues la resurrección es la continuación plena de la vida
Para algunos, el mal más grande que se le pude causar a una persona está relacionado con la muerte, matar aparentemente acaba con todo. El mayor de los efectos causados por el mal encuentra su lugar en la muerte. Pero, incluso la muerte, no limita la realidad de la vida en la lógica del Resucitado. Si la muerte acabara con todo, si fuera efectivamente el mal radical sería irreconciliable, no habría manera de perdonar la muerte, sería imposible recibir el perdón por matar, sería imposible alcanzar la paz y por supuesto tampoco sería posible la reconciliación.
Sin embargo, la lógica del Resucitado muestra que la muerte no es el final, ésta es un paso en el proceso vital de un ser humano. Para los cristianos, aún la muerte tienen solución, la muerte no es el fin, pues la resurrección es la continuación plena de la vida. Es por esto que en la lógica cristiana, la muerte es también perdonable porque no es el fin, así lo entendió Jesús, por eso resucitó y por eso perdonó a quienes lo estaban matando.
La muerte se puede perdonar, porque no es el fin. El que mata puede recibir el perdón, porque aun matando, no puede acabar con la vida. Luego de la muerte se puede alcanzar la paz y construir la reconciliación, porque ni la muerte ni el mal tienen la «última palabra». La «última palabra» la tiene la vida plena que viene con la Resurrección.
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Es por esto que desde la resurrección se aumenta la posibilidad de dinamizar el proceso de perdón y reconciliación. Desde la lógica del Resucitado es posible perdonarlo todo. Desde la perspectiva del Resucitado es posible recibir el perdón por todo. Desde el horizonte del Resucitado es posible alcanzar la paz. Desde la experiencia del Resucitado es posible reconciliarse. Desde la habitación del Resucitado entre nosotros podemos repararlo todo y minimizar los efectos del mal presente.
Todo indica que san Ignacio veía esto, pues el cambio de tono entre la tercera y cuarta semana es enorme. Basta con mirar el contraste entre las peticiones de la tercera semana y de la cuarta semana. Las peticiones de la tercera semana, que ya fueron comentadas en la primera parte de este escrito, apuntan a una dinámica interior muy diferente a la que genera la petición de la cuarta semana que encontramos en el número [221] (…) demandar lo que quiero, y será aquí pedir gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor. Del dolor, el sentimiento, la confusión, el quebranto, las lágrimas y la pena interna se pasa de un momento a otro a la alegría y el gozo intensos. Este cambio sólo es posible manteniéndose unido a Jesús, ahora Resucitado. La alegría y el gozo sólo vienen de unir los sentimientos propios, a la gloria y gozo del Resucitado.
Siempre debemos vivir en clave de Resurrección
Una vivencia auténtica y sana de ese cambio de tono interior, sólo es posible si el ejercitante se mantiene unido a Cristo durante su pasión y muerte, pero también sigue unido a él ahora que está resucitado. Hay que unirse a Jesucristo Resucitado durante todo el proceso, no es posible avanzar en este proceso y hacer tal cambio, si no estamos unidos a él. Desde la perspectiva del Resucitado el dolor no se vuelve sufrimiento, el sentimiento no se convierte en resentimiento, la confusión no se torna en desesperación o perdición, el quebranto no muta en derrumbamiento, las lágrimas no llevan a la depresión y la pena interna no se transforma en culpabilidad.
Tanto en los Ejercicios Espirituales como en la vida cotidiana, pasar por la experiencia del dolor, la consternación, la confusión, el quebranto, las lágrimas y la pena interna por fuera del horizonte de la Resurrección será vano y hará inalcanzable el perdón, la paz, la reconciliación, la alegría y el gozo. Siempre debemos vivir en clave de Resurrección.
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San Ignacio le propone al ejercitante vivir esta semana tan intensamente como la anterior por medio de las contemplaciones, las repeticiones, los sentidos y ayudado por las correspondientes adiciones12. Esperando también aquí que el ejercitante logre una comprensión profunda de vivir unido al Resucitado y comprender así que el arrepentimiento, el perdón, la reconciliación, la reparación y la paz son posibles, aunque alcanzarlas sea un proceso y no un hecho puntual.
La perspectiva de Resurrección es la única que puede dinamizar un proceso de perdón y reconciliación. Es también la perspectiva de Resurrección la que evita que alguien se regrese en dicho proceso, pues los efectos del mal son tan fuertes y profundos que es factible que vuelvan a tener incidencia en la persona que va avanzando en dicho proceso. Además, es la perspectiva de Resurrección la que ayuda a mantenerse atento y descubrir las diferentes formas de mal encubierto.
Otro contraste de la cuarta semana con respecto a la tercera está relacionado con la percepción que se tiene de la Divinidad. En la cuarta semana, número [223], el ejercitante es invitado a (…) considerar cómo la Divinidad, que parecía esconderse en la pasión, parece y se muestra ahora tan milagrosamente en la santísima resurrección, por los verdaderos y santísimos efectos de ella. Lo primero a notar es que en este punto san Ignacio aclara que la Divinidad no estaba escondida en la pasión, sino que parecía esconderse y que ahora se muestra milagrosamente por sus efectos.
En la tercera semana son los efectos del mal los que más se muestran, los que más aparecen. Pero en la cuarta semana éstos se ven reducidos y sobrepasados por los efectos de la Resurrección que aquí toman el protagonismo. Si bien hay unas huellas claras de la pasión en el Resucitado, los efectos que se experimentan son los correspondientes a la Resurrección. El nuevo estado del Resucitado no niega el paso por la pasión y la muerte, pero éstas se ven superadas por la plenitud de la vida que trae consigo la Resurrección.
De la misma manera pasa con la realidad del mal –causado, padecido y/o presenciado– en la humanidad, sus efectos no desaparecen por afrontarlos desde la perspectiva de la Resurrección, pero quedan reducidos frente a los
12 Cfr. Ejercicios Espirituales 222 y 226.
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efectos del arrepentimiento, el perdón y la reconciliación. En un proceso de perdón y reconciliación ayuda que se fije más la atención en los efectos de una eventual reconciliación, que en el proceso en sí o en el hecho mismo de perdonar y reconciliarse. De otro lado, son los efectos los que mostrarán y conformarán si hubo real arrepentimiento, perdón y reconciliación. Algunos de esos efectos son paz, gozo, alegría, reconocimiento de los justos, etc. Así como los efectos del mal esconden la Divinidad, los efectos del arrepentimiento, el perdón y la reconciliación evidencian la presencia de la Divinidad.
Quien trae el oficio de consolar es el que ha padecido los efectos del mal y se ha sobrepuesto a éstos gracias a la Resurrección
Otro aporte interesante que ofrece la cuarta semana de los Ejercicios Espirituales a un proceso de perdón y reconciliación es el expresado en el número [224] (…) mirar el oficio de consolar, que Cristo nuestro Señor trae, y comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros. En primer lugar, es importante notar que san Ignacio señala que Cristo nuestro Señor es el que trae el oficio de consolar. Es decir, quien trae el oficio de consolar es el que ha padecido los efectos del mal y se ha sobrepuesto a éstos gracias a la Resurrección. En un proceso de perdón y reconciliación los que traen el oficio de consolar son los que han sufrido los efectos del mal y los han superado, perdonando desde una perspectiva de Resurrección. En otras palabras, son las víctimas las que luego de perdonar pueden consolar a los demás, por eso su participación en cualquier proceso de perdón y reconciliación es fundamental.
Para comprender mejor cual es el oficio de consolar conviene en este punto recordar lo que san Ignacio comprende como consolación13 y que lo expresa en la tercera regla de discernimiento de primera semana, señalando que: surge de una moción interior que genera un crecimiento en el amor a Dios que trae como consecuencia amar toda cosa criada en el Criador y no en ella misma; también puede traer lágrimas motivadas por el amor que experimenta por su Señor; es todo aumento de esperanza, fe y caridad; y es también todo gozo interno que atrae a las cosas celestiales y a la propia salud del alma, quietándola y pacificándola en su Criador y Señor.
13 Cfr. Ibíd., 316.
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Así que en el lenguaje ignaciano consolar no es animar, dar palmaditas en la espalda, calmar, decirle «pobrecito», tranquilizar, alentar o cualquier otra acepción común del término. Consolar es favorecer en el otro la posibilidad de experimentar una moción interna que lo lleve a amar más a Dios, a hacerse más libre de todo lo creado, a conmoverse por el amor que experimenta por Dios, a aumentar su esperanza, su fe y su caridad y a sentirse movido a ahondar su experiencia espiritual, todo lo cual traerá quietud y paz en Dios.
Acoger la paz como uno de los efectos de la Resurrección
En este cuarto momento conviene hacer notar que la paz no se hace, ni se negocia y que tampoco es el fin. La paz es uno de los efectos del arrepentimiento de corazón, del perdón, de la reconciliación y de la reparación. Centrarse en lograr la paz puede ser un mal bajo apariencia de bien, pues negociar un ambiente pacífico puede dejar por fuera muchos elementos claves y necesarios para avanzar en un verdadero proceso de perdón y reconciliación. La paz no es el fin, es uno de los efectos de alcanzar la reconciliación.
Aunque san Ignacio sólo menciona la expresión «paz con vosotros» en la sexta aparición del Resucitado14, que es la aparición a sus discípulos reunidos estando Tomás ausente, las versiones bíblicas de varias de las apariciones propuestas por él al ejercitante sí hacen mención a ese típico saludo del Resucitado: la paz esté con ustedes15. Éste no es un detalle menor en la dinámica del Resucitado, pues es él quien trae la paz. Sólo aquel que ha perdonado todo, incluso la muerte, es el que puede llevar consigo la paz y trasmitirla a otros. Para resucitar hay que perdonar, perdonar permite recuperar la vida y la vida plena trae paz y gozo. En un proceso de perdón y reconciliación es necesario abrirse para recibir la paz que ofrece el Resucitado.
Amar, al menos, con la misma intensidad del mal causado
Detengámonos finalmente en el tercer punto de la contemplación de la octava aparición, en el número [306], (…) y enconmendó las ovejas a Sant Pedro, primero examinado tres veces de la charidad, y le dice: (Apacienta mis ovejas). El Resucitado le encomienda una muy importante misión a Pedro, pero
14 Cfr. Ibíd., 304.
15 Cfr. Lc 24, 36; Jn 20, 19; 21; 26.
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lo hace luego de examinarle sobre su capacidad de amar, sobre su capacidad de comprometerse por amor en el acompañamiento, cuidado y bienestar de su rebaño. Asumir una gran misión, requiere desplegar una gran capacidad de amar. Las misiones de las personas estarán de acuerdo con su capacidad de concretar en acciones comprometidas su amor.
Esta idea conviene relacionarla con la segunda contemplación que san Ignacio propone al ejercitante en el segundo día de la tercera semana, el mismo día en que ha propuesto contemplar el pasaje de la oreja de Malco comentado anteriormente16, dice el primer punto de dicha contemplación [292] lo llevan atado desde casa de Anás a casa de Cayphás, adonde Sant Pedro lo negó dos veces, y mirado del Señor (saliendo fuera lloró amargamente). Sin detenerse en la precisión de porqué san Ignacio habla de dos veces y no de tres como lo dicen los Evangelios, fijemos la atención en que probablemente pueda haber una relación entre esas tres negaciones y esas tres respuestas de Pedro a las preguntas del Resucitado. El Resucitado quiere mostrarle a Pedro que su capacidad de amar es igual, incluso mayor que su capacidad de negar, de traicionar. El Señor quiere que la amargura de Pedro causada por sus negaciones, desaparezca y se convierta en compromiso de amor en favor de los demás. El Señor no sólo perdona el mal causado por Pedro, sino que le encomienda una importante misión en favor de los demás. El Resucitado le da la opción de una nueva vida en la que Pedro puede dejar su amargura de traición y colocar toda su pasión en favor del bien de la humanidad.
Con lo anterior, el Resucitado no está exigiendo a Pedro más allá de sus capacidades. Incluso se puede decir que en la lógica del Resucitado, ni siquiera se espera que el perdonado ame en la misma intensidad de su falta, pues sabemos que a las preguntas del Señor a Pedro si lo amaba, él le contestó que lo quería. Al final el Resucitado acepta la capacidad de amar de Pedro, no le exige más de lo que puede, y le plantea la pregunta en el mismo nivel que Pedro ha respondido y puede comprometerse17. Y desde allí le ofrece una
16 Llama la atención que san Ignacio coloque en la misma contemplación el doble desacierto de Pedro. Primero, responder con mal al mal cortando la oreja de Malco y segundo, causar más mal con sus negaciones. Lo cual invita a una gran reflexión al contrastarlo con la contemplación colocada más adelante en dónde el mismo Pedro hace su triple confesión de amor y manifiesta su compromiso con la misión de acompañar, cuidar y asegurar el bienestar de la humanidad. Lo cual muestra una vez más que el «mal no tiene la última palabra».
17 Cfr. Jn 21, 15-19. Aunque no hay acuerdo entre los exegetas sobre si la diferencia entre los dos verbos usados en este pasaje, amar-agapao y querer/tener afecto-fileo, es intencional de Juan o
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nueva misión, una oportunidad para cambiar su vida y desplegar su amor en la medida de sus capacidades. No se ha de exigir un compromiso mayor a las capacidades de quien se comprometerá.
Es interesante notar que las preguntas no tienen un fin en sí mismas, el Resucitado le pregunta a Pedro sobre su capacidad de amar, no para restablecer una relación personal, sino para entregarle una nueva misión de acuerdo con su capacidad de amar. Ya Pedro no es quien lo niega, ahora Pedro es quien apacienta sus ovejas. El Resucitado le da la oportunidad a Pedro de afrontar una nueva vida no marcada por la traición, por el mal causado, sino una vida marcada por la acción comprometida en favor del acompañamiento, cuidado y bienestar de la humanidad. La relación reconciliada de Jesús y Pedro ya no se basa en una relación entre el traicionado y el traidor, sino que dicha relación es una relación de co-laboradores en la misma misión en favor de los demás. El centro ya no es la relación de los dos, el nuevo centro es la misión conjunta que asumen en bien de los demás.
Todo proceso de perdón y reconciliación ha de tener como fin generar una misión conjunta en favor de toda la sociedad
Todo proceso de perdón y reconciliación ha de tener como fin generar una misión conjunta en favor de toda la sociedad. Una vez el que ha padecido el mal ha perdonado y el causante de mal se ha arrepentido de corazón, ha sido perdonado y ha recibido el perdón, es el momento adecuado para establecer una nueva relación entre ellos como co-laboradores en la misión de asegurar el bienestar de todos los demás, de la sociedad, de la humanidad en general. Todo proceso de perdón y reconciliación ha de establecer proyectos claros de reconstrucción de la sociedad en los cuales el compromiso activo de los causantes del mal es requisito indispensable, compromiso que ha de tener si el Evangelista simplemente los usa intercambiablemente. Es claro que en este relato en particular, si se miran las preguntas completas, hay un desescalamiento de la pregunta de Jesús a Pedro. La primera pregunta usa el verbo agapao e incluye un comparativo con los demás discípulos: ¿me amas más que éstos? Para la segunda pregunta, se sigue usando el mismo verbo, agapao, pero se suprime el comparativo: ¿me amas? Finalmente, la tercera pregunta cambia el verbo agapao por el verbo fileo y se mantiene la supresión del comparativo: ¿me quieres? o ¿me tienes afecto? Si a lo anterior se suma que Pedro siempre usó el verbo fileo en sus respuestas, se puede decir que Jesús desescaló su pregunta hasta el nivel en que Pedro, ahora consciente de su fragilidad, podía contestar o comprometerse sin riesgo de volver a traicionarlo.
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El mal no tine la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección
su fuente y base en la capacidad de amar de cada uno para no exigirles más de lo que pueden dar e inducirlos así al incumplimiento de su compromiso.
¿Puedes generar tanto bien, como el mal que has causado? Sería la pregunta general que resumiría este planteamiento. El perdón espera del perdonando una inmensa capacidad de amar, ojalá que supere el mal causado o que por lo menos lo iguale. En el proceso de perdón y reconciliación no puede haber impunidad, los que han hecho el mal deben reparar lo hecho con tantos actos de amor como los actos de mal realizados. Sólo así los perdonados podrán acoger el perdón que les ha sido concedido a ellos por sus víctimas, de lo contrario, su culpa los llevará a la autodestrucción. Pero si no hay real arrepentimiento y conciencia del mal causado, lo único que sucederá, tarde o temprano, será que sigan causando mal, que sigan en la inconciencia, que sigan en la ignorancia.
Sin actos concretos de reparación a las víctimas y/o actos concretos en favor de la sociedad en general con los cuales se construya la reconciliación, el proceso de perdón y reconciliación se verá truncada, obstaculizada e incluso frustrada. La capacidad con la que se ha causado mal, ha de utilizarse en la generación de bien.
A manera de síntesis…
Son muchos los elementos de aporte que la 3ª y 4ª semana de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio pueden ofrecer a un proceso de perdón y reconciliación, en esta ponencia se han presentado algunos, pero son más los que se han dejado de presentar, por eso con el ánimo de resaltar algunos de los pocos presentados ofrezco el siguiente intento de síntesis.
Un proceso de perdón y reconciliación exitoso, que traiga como una de sus consecuencias la paz, debe pasar por la aceptación del mal existente en el mundo cuyos efectos alcanzan a quien lo causa, lo padece y lo presencia. Dicha aceptación no se debe confundir con un cómodo conformismo o una cómoda indiferencia naturalizada, dicha aceptación implica asumir un compromiso de reparación del mal causado y de minimización del mal presente en la sociedad. Para lograr que los implicados en el proceso asuman ese compromiso ayudarán tres cosas: primero, que ellos comprendan un poco mejor los efectos del mal que han causado y que ignoraban, encontrando en esa
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ignorancia suficiente motivo para perdonar; segundo, que comprendan que el mal no tiene la «última palabra», incluso si uno de sus efectos fue la muerte, la cual siempre es superada por la plenitud de la vida; tercero, que no hagan de la paz el objetivo del proceso, pues ésta es una consecuencia o efecto del arrepentimiento de corazón, del perdón y del compromiso activo con la construcción de la reconciliación. Este compromiso implica la reparación del mal causado y el trabajo conjunto para minimizar los efectos del mal en el mundo.
Dicho de otra manera, la vida plena expresada en la Resurrección es el horizonte y la base sobre la cual se puede comprender y aceptar el mal causado, padecido y presenciado, favoreciendo así el arrepentimiento de corazón, el perdón y el compromiso activo con la construcción de la reconciliación. Este compromiso implica la reparación del mal causado y el trabajo conjunto para reducir el nivel de mal en la vida personal, en la sociedad, en la humanidad y en el universo en general. Compromiso que ha de ser asumido como respuesta positiva a la oportunidad de una nueva vida en Dios, haciendo su voluntad y co-laborando en su misión18.
Sin compromiso activo para disminuir los efectos del mal en el mundo, no puede haber perdón, ni reconciliación y por supuesto tampoco habrá Resurrección, ni paz.
No todo el que me diga: ´Señor, Señor`, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel Día: ´Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: ´¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!` (Mt 7, 21-23).
O como lo expresa san Lucas: Pero os volverá a decir: ¨No sé de dónde sois, ¡Retiraos de mí, todos los malhechores!` (Lc 13, 27).
¡Muchas Gracias!
Para quienes más deseen afectarse luego de esta ponencia, a continuación se presenta en este documento algunos otros aportes que la
18 La propuesta de co-laboración en la misión de Dios ha de entenderse desde la Contemplación para Alcanzar Amor, especialmente en su número [236]. b
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El mal no tine la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección
tercera y cuarta semana de los Ejercicios brindan a un proceso de perdón y reconciliación.
Otros aportes para un estudio posterior
• [206] la mudanza en las adiciones busca que la conciencia del mal causado sea permanente hasta alcanzar lo pedido. No se trata de un dolor acomodaticio, sino de un dolor real que atraviesa toda la vida.
• [208] las autoridades no asumen su responsabilidad de hacer justicia, de detener la injusticia y por lo mismo se vuelven victimarios por su inoperancia y por su falta de acción y compromiso con la justicia. Unas autoridades inoperantes llevan a más violencia, mal y destrucción. Son tan culpables como los perpetuadores de los actos violentos.
• [209] el proceso de perdón y reconciliación, al igual que la 3ª semana de Ejercicios, ha de ser más largo o más corto según la persona. No hay que alargarlo para el que avanza rápido. No hay que acortarlo para quien no avanza en el mismo.
• [210 -217] ayuda llevar esta consideración de las Reglas para Ordenarse en el Comer, a la cotidianidad de la vida en todos sus aspectos. No sirve aplicarla por momentos, ha de ser de aplicación permanente. Los excesos son signo de no conciencia del mal causado, esto es lo que pasa con los victimarios, pronto pasan a los excesos en comida, bebida, etc., lo cual muestra su inconciencia del mal causado. Es necesario ordenarse en el comer y en el ejercicio diario de vivir, para evitar retrocesos en el proceso. Es necesario ordenarse en el vivir, pues todo exceso o defecto es un indicador del mal presente en la vida propia o en la de terceros.
• [219] el paso por el infierno, entre la muerte y la resurrección, es otro aspecto a considerar en un proceso de perdón y reconciliación. El infierno es un paso intermedio, es la radicalización del mal. Cuando se es consciente de estar en un infierno, ya se ha muerto y se encamina a la resurrección.
• [229] las adiciones deben ayudar a tener presente siempre los efectos del Resucitado. Esto ayudará a no devolverse en el proceso de perdón y reconciliación.
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El aporte de la Contemplación para Alcanzar
Amor al proceso del Perdón
y la Reconciliación
Benito Baranada*
A
gradezco al CIRE por darme la oportunidad de compartir estas reflexiones con ustedes y especialmente al Padre José Roberto por entusiasmarme a participar, estoy muy contento de poder acompañarlos y de que me hayan obligado a volver de manera más íntima a los Ejercicios Espirituales, aquellos que por primera vez me tocó experimentar en 1975 a los 16 años, y que un año después ante la escasez de sacerdotes nuestro grupo tuvo que acompañar a otros ejercitantes de la misma edad, y que en los años sucesivos por intermedio de los Ejercicios Espirituales un ramillete de jesuitas y laicos nos han permitido vivir y crecer profundamente en la fe junto a mi esposa Lorena (en particular al interior de la CVX). GRACIAS.
Además hay un doble regalo adicional que deseo agradecer: la semana y el tema escogido que es aquel de la contemplación para alcanzar amor y estar aquí en Colombia buscando juntos luces para el proceso de perdón y reconciliación. gracias nuevamente.
* Él es Doctor en Sociología con mención en exclusión social de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Vinculado desde adolescente a la Compañía de Jesús en varias de sus obras. Miembro de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX). Colabora en diversas actividades sociales y educativas de la Compañía de Jesús en Chile. Actualmente es el Presidente de la Fundación América Solidaria.
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REFLEXIÓN INICIAL
En esta 4ª semana se conectan los Ejercicios Espirituales con la vida cotidiana, las dos notas iniciales de la Contemplación para alcanzar amor (230-231) señalan que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras y que este amor consiste en la comunicación de las dos partes.
Los preámbulos (232-233) me ponen delante de nuestro Señor, los ángeles y los santos que me interpelan, y en seguida me invitan a pedir cognocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconosciendo pueda en todo amar y servir a su divina majestad.
En los cuatro puntos siguientes (234-237) ya se vislumbra cómo la disponibilidad al Señor desde su amor debe ser interiorizada y asimilada existencialmente, trayendo a la memoria los bienes recibidos, el amor experimentado; el Tomad Señor y recibid es la expresión más magnífica de esta disponibilidad que finalmente se resume en buscar, encontrar y amar a Dios en todas las cosas. Sin lugar a dudas este es un nuevo modo de orar plagado de esperanza. Vernos, escucharnos, estar próximos y presentes.
Sin embargo cabe preguntarse antes de avanzar en estas reflexiones, y retomando lo vivido íntimamente en las semanas anteriores de los Ejercicios Espirituales, ¿qué podríamos identificar en el mundo de hoy como todas las cosas en las cuales hay que buscar, encontrar y amar a Dios? ¿En qué mundo y continente Dios nos invita a que esta vinculación amorosa suceda? ¿Cómo se conecta esta realidad con el perdón y la reconciliación?
MAPEANDO EL CORAZÓN Y LA RAZÓN: LA CARTOGRAFÍA DEL AMOR Y DE LA RECONCILIACIÓN
En un mundo crecientemente ‘líquido’ donde la ‘fragilidad de los vínculos humanos’ causa estragos y sufrimiento1, el amor aparece como el espacio de re-construcción de lo humano, de esperanza en la recuperación de la dignidad, en el reconocimiento de la igualdad dentro de la diversidad y
1 Z. Bauman, Amor líquido. Efe, Madrid 2013. e. Fromm, Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI, Madrid 1987. s. Paugman, Le lien social. Puf, París 2008.
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en la re-instalación de la justicia como gran articulador de la inevitable vida colectiva. Es por ello el espacio de la experiencia religiosa por excelencia.
Así lo vivimos en nuestro continente, en particular en la sufrida América Latina y el Caribe donde sus habitantes, familias y comunidades fueron tempranamente despojadas de sus riquezas más íntimas, estructurándose un patrón de convivencia que pretendió sustituir la verdad antropológica de la construcción social de la humanidad (desde la diversidad)2 por una que la edificaba sobre individualidades agrupadas por poderes, intereses, supuestas superioridades, prejuicios, discriminaciones, descalificaciones que llevaron (y aun nos conducen) a sumisiones brutales (hoy más sutiles) que actuaron –y actúan– como negación de la igual dignidad de cada persona.
Muchos no queremos ver esta realidad, es como lo dice Saramago al final de Ensayo sobre la ceguera3: ‘ciegos que, viendo, no ven’. ¡Los Ejercicios Espirituales nos impulsan a ver!
Lo que colectivamente se experimenta en la actualidad entre los diversos pueblos y naciones, los grupos socioeconómicos y culturales, en nuestras ciudades y villas, al interior de cada hogar y en las relaciones laborales, en las mismas comunidades eclesiales4 y que en casi la totalidad del territorio ha sido impactada por procesos políticos violentos, es nada menos que la expresión de esta sangrante herida de la ruptura comunional, la huella profunda del pecado que surge inicialmente de la negación –del no reconocimiento– de la dignidad del otro, una negación a veces explícita que lleva a la muerte física, otras veces –la más frecuente– una negación perpetua que lleva al atropello crónico de los ‘otros’, a la ceguera que impide reconocer la igualdad y por lo tanto proceder con justicia.
Los Ejercicios Espirituales ignacianos aparecen aquí como un lugar espiritual y psicosocial para mirarnos y mirar este acontecer de una manera detenida, profunda, humana, y desde nuestro origen y destino común, para reposicionar lo humano, ‘nuestro ser hechos a imagen y semejanza’ de un Dios amoroso, de un Abba cariñoso y acogedor que en esta misma 4ª semana se nos presenta y afecta nuestra vida. En este sentido los Ejercicios Espirituales
2 r scruton, Filosofía Moderna. Cuatro Vientos, Santiago 1999.
3 a. saramago, Ensayo sobre la ceguera. Alfaguara, Madrid 1998.
4 v. codina, Sentirse Iglesia en el invierno eclesial: Boletín de Espiritualidad, Asunción 2014.
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El aporte de la Contemplación para Alzanzar Amor al proceso del Perdón y de la
no son una ‘predica’ sino que se relacionan con el kerigma cristiano, es decir esperamos por intermedio de ellos llegar a la verdad por la conversión, una auténtica conversión que se manifiesta en que el mundo nuestro llega a ser cada vez más el mundo de Dios. En ella entramos en el horizonte de Dios, como el mismo Cristo, Abraham y los discípulos (Hebreos 11 y 12).
Esa es la ruta de los Ejercicios Espirituales, hay que caminarla y rumiarla, más aún ahora en esta última semana que nos re-conecta con Principio y Fundamento, con el sentido de nuestra existencia.
Iniciemos pues este recorrido desde este ver todas las cosas, es decir el mundo.
UN MUNDO RASGADO
Una exposición de los múltiples sufrimientos originados por la ruptura comunional en nuestro continente nos la hizo hace muchos años el poeta peruano César Vallejo en el poema Los Heraldos Negros5, dice:
Hay golpes como en la vida, tan fuertes…Yo no sé. Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, La resaca de todo lo sufrido Se empozara en el alma…Yo no sé.
Son pocos; pero son…Abren zanjas oscuras En el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán talvez los potros de bárbaros atilas; O los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma, De alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones De algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
5 c. vallejo, Obra Poética Completa., Caracas 1985.
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¡Y el hombre…Pobre…pobre! Vuelve los ojos, como Cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; Vuelve los ojos locos, y todo lo vivido Se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
La razón en estos siglos ha conducido sus reflexiones por diversos caminos y su expresión contemporánea dominante en la política, economía, cultura y frecuentemente en la práctica eclesial, está referida a la exacerbación del individualismo, a la reafirmación de que ‘en la soledad’ se puede encontrar ‘completitud’6, que los seres humanos se ‘autoconstruyen’, buscan el ‘éxito y la excelencia’ aisladamente, compitiendo, que solo se puede contar con ‘los mejores’ y que en esta ardua tarea los ‘compromisos sociales y las responsabilidades colectivas’ son un lastre del cual es necesario desprenderse o simplemente limitarse a cumplir con lo mínimo para asegurar luego los logros personales (y usarlos en función de uno mismo), este es el mundo que estamos levantando, es un mundo que surge de nuestro operar como seres humanos7, peligrosamente ‘mercantilizados’.
La manifestación del sufrimiento acumulado es diversa y la razón actual no alcanza
a comprenderlo en su plenitud
La manifestación del sufrimiento acumulado es diversa y la razón actual no alcanza a comprenderlo en su plenitud –de lo macro a lo micro– (ni menos está dispuesta a ver sus orígenes), desde las guerras entre naciones y las guerras internas, los odios de clases y las violencias políticas y religiosas, la conflictiva vida familiar y las violencia callejera, las pugnas intraeclesiales, la brutal desigualdad social… etc. Los que siempre están allí experimentando y resistiendo el sufrimiento cotidiano eso sí son los más excluidos los que llevan la mayor carga, el gaucho argentino Martín Fierro lo expresaba con rudeza8:
6 r scruton, op. cit.
7 H. maturana, El sentido de lo humano. Hachette, Santiago 1992.
8 j. HernándeZ, Martín Fierro. Andrés Bello, Buenos Aires 2010.
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Para él son los calabozos, Para él las duras prisiones En su boca no hay razones Aunque la razón le sobre, Que son campanas de palo Las razones de los pobres
El corazón por su parte ha buscado refugio a la creciente inseguridad que le provoca la acentuación de esta libertad individual en el encierro en sí mismo, en la profundización del egoísmo y ha debido levantar barreras para disminuir la angustia limitando compromisos, amistades, ideales, responsabilidades y transformaciones. Además ha buscado argumentos afectivos para justificar –fundar– esta posición. A su vez ha impulsado un movimiento de negación de la diversidad ante el temor de la dispersión y desestructuración, ignorando con ello las riquezas humanas multiformes y multiculturales, amputando su existencia9 para jibarizarla, sometiendo a Dios y su creación a las cadenas de los caprichos y deseos de unos pocos basados en una violenta uniformidad.
La no referencia al otro, o más directamente el ignorar la alteridad, pone un obstáculo nuevo en la búsqueda de Dios y en la identificación del sentido de la existencia. ¡La negación de la alteridad es la negación de Dios! Los Ejercicios Espirituales son un buen canal para refrescar este silencio existencial y recomponer la humanidad dañada ya que partiendo de una aguda introspección con el hilo conductor de la contemplación, nos lleva finalmente a mirarnos para mirar a los demás, en Cristo y con Cristo. Y esto lo hace desde la razón y el corazón. Las personas tenemos hambre y sed de este sentido en la sociedad contemporánea, sin ignorar nuestra existencia singular y asumiendo la realidad social.
Los Ejercicios Espirituales ya han abierto gruesos surcos de reflexióncontemplación, de análisis-comprensión, y de motivación interior para transformar las condiciones estructuralmente injustas que someten tanto a la razón como al corazón de las personas, comunidades y naciones, dejando entrar allí la luz del Señor.
9 Z. Bauman. Múltiples culturas, una sola humanidad, Barcelona 2008.
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Así es pues como los Ejercicios Espirituales, y en particular la contemplación para alcanzar amor, nos re-involucran en lo humano tocando la raíz de los engaños, cegueras, sorderas y silencios, lo hace magistralmente ‘mirando la viga en el ojo propio y no la paja en el ojo ajeno’ y reconociendo desde la humildad la pertenencia a una comunidad (y la necesidad de ella), lo que nos hace extremadamente vulnerables, nos desnuda. En este sentido la libertad interior es la clave de los Ejercicios Espirituales, una liberación profunda que nos permite ‘descubrir a Dios en todas las cosas’, para ser de verdad ‘contemplativos en la acción’ para desencadenar ese amor ‘sometido y oculto’ que solo es posible sublevarlo en el proceso de conversión infinito, base de la justicia y cuyo indudable motor es la resurrección.
Es por supuesto derrotada la alienación que nos ha herido ya que:
La contemplación es un ejercicio para «ver» por todas partes a Dios que nos «abraza en su amor y alabanza»; para alcanzar la gracia de descubrir la realidad, la historia, la propia vida, los acontecimientos diarios, en su más profunda dimensión: atravesados por el dinamismo vivificante del Amor10.
UNAS ADVERTENCIAS
Para entender los aportes y las limitaciones de esta reflexión desde la 4ª semana de los Ejercicios Espirituales, comparto con ustedes los tres presupuestos que la guiarán y cruzarán constantemente:
h Primero la necesidad de asumir el sufrimiento provocado por la violencia y las profundas huellas de la muerte en cada ser humano y en la sociedad, es decir esa impronta del pecado que nos destroza. Es un asumir recíproco tanto de víctimas como de victimarios que permanecen mutuamente alienados, atrapados y lamentablemente encadenados. Esto es lo que los mismos Ejercicios Espirituales nos provocan desde las primeras semanas, en particular está fuertemente acentuado en la 1ª y allí nos conmueve profundamente.
h Segundo como consecuencia de lo anterior requerimos ser honestos y hacernos cargo del itinerario tortuoso (pero liberador) del perdón y la reconciliación, más allá de los profundos dolores y de los temores, esto sin lugar a dudas nos hace vulnerables frente a nosotros mismos
10 www.cpalsj.org/wp-content/uploads/.../Anexo-No-16-Alcanzar-amor.pdf pág.. 3.
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y los demás, devela nuestras propias incongruencias, violencias y encierros. Este trayecto solo se es posible en una constante conversión que implica abajarse, desde la ‘humildad’, experimentando la ‘misericordia’ y ‘enmendando la propia vida y estado’, solo así gozaremos de la posibilidad de perdonar y reconciliarnos. ¡Hay que cambiar de vida! Es necesario pues repasar los tres modos de humildad para que el abajarse nos abra a la reconciliación auténtica.
h Tercero en este itinerario espiritual resulta indispensable disponernos a la expansión en nuestras vidas del amor ya que solo él nos introduce en ‘lo humano’ de la mano de lo divino11, este es evidentemente un proceso. Es inevitable prepararnos para convivir con las contradicciones profundas que implica enfrentar las ausencias concretas del amor en la vida cotidiana de cada uno de nosotros como lo son por ejemplo: la exclusión social, las tensiones y humillaciones familiares, la agresividad en los negocios, la competencia irracional en los estudios, las violencias en la política, las descalificaciones y prejuicios…etc. Retornamos inexorablemente a Principio y Fundamento para solamente desear y elegir ‘lo que más nos conduce para el fin que somos creados’.
LA
CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR (230), ITINERARIO DE LA RECONCILIACIÓN:
MIRADAS, RELACIONES Y MODO DE PROCEDER
Es en los ámbitos personales y comunitarios donde el aporte de los Ejercicios Espirituales como ‘fuente de agua viva’, ha ido dejando sus huellas en medio del sufrimiento y como trampolín hacia una reconciliación verdadera. En este necesario ‘andar humanizante’ de carácter procesual podemos identificar a lo menos tres ámbitos de la existencia personal que requieren ser ‘trabajados’ desde los Ejercicios Espirituales –y que están sumergidos en su hilo conductor– para ‘en todo amar y servir’, estos son: las miradas, las relaciones y el modo de proceder.
11 H. maturana, op. cit. Juan Pablo II 1979. Encíclica Redemptor Hominis nº 10.
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Permítanme pues modestamente desmenuzar en este clima reflexivo y de oración estos ámbitos que terminan por modelar nuestra existencia interior y exterior.
Miradas: contemplación Ejercicios Espirituales:
San Ignacio nos propone dos preámbulos (232 y 233): el primero se refiere a estar delante de Dios, y el segundo dice textualmente:
Pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo eternamente reconociendo pueda amar y servir a Dios
¿Dónde está pues Dios para que obtengamos ese conocimiento interno de los bienes recibidos? ¿Dónde eternamente lo puedo reconocer, amar y servir?
Esto implica una ‘mirada nueva’, es decir una manera diferente de entrar en el mundo, de mirarse a sí mismo y a los demás, de ser y estar en la realidad, la contemplación desde sus inicios nos coloca en la vertiente más franca, directa y real, y ésta es que ‘Dios es amor’ (1 Juan 5, 8). Sin embargo la realidad contemporánea nos muestra continuas rupturas de este amor, pecados que se manifiestan en el odio al prójimo y en los deseos de destrucción, la sociedad líquida nos desafía diariamente estas verdades existenciales haciendo lo contrario del proyecto inscrito en nuestra propia naturaleza desde la creación y re-establecido con la redención: somos seres comunionales y por lo tanto nos realizamos en el vínculo digno con los demás. El pecado se fragua en la ruptura comunional, por lo que para salir de él es necesario reestablecer la relación de dignidad que en su extremo Cristo la plantea al desafiarnos con el ‘amor a los enemigos’ (al diferente, al considerado inferior…etc.).
El pecado se fragua en la ruptura comunional
La ‘mirada renovada’ es pues la puerta inevitable de la ‘conversión’ (‘El que ama a su hermano permanece en la luz’, 1 Juan 2, 10) que es la puerta del amor y de una auténtica reconciliación. Esto conlleva un arduo trabajo interior ya que la alienación como fruto de la ruptura comunional, del daño a la imagen de Dios, se instala primero en el victimario y luego en la víctima (y su entorno), es este el umbral del angustiante camino de la indignidad, la alienación en efecto no hace más que nutrir un profundo sentimiento de
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inhumanidad que se va construyendo ‘malignamente’ de manera recíproca y se expresa en la negación de la excepcionalidad y riqueza del otro, la negación del imago Dei.
Ante las múltiples adversidades para llevar adelante este camino es necesario –como lo sugiere San Ignacio desde la dinámica inicial de los Ejercicios Espirituales– contemplar, asumir, ver, escuchar, vivir, re-experimentar la cercanía…un largo sendero luego de las crisis, los desprecios, los asesinatos, la violencia, las agresiones, los egoísmos, las ofensas… Es el camino para salir de las dinámicas de ‘venganza’, ‘revancha’, en los prevalece la ética de la reciprocidad: ojo por ojo, diente por diente, y pasar a aquellas donde los espacios son ocupados por una ética de la gratuidad enraizada en la dignidad humana: ‘traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes’ (Lucas 6, 31) y se radicaliza en la afirmación de Jesús: ‘amen a sus enemigos’ (Lucas 6, 36). Esto parte por la presencia.
Joan Chittister es certero al indicar que:
Hasta que no aprenda a escuchar no tendré nada qué decir de la vida. Vivir sin escuchar es no vivir; es simplemente marchar a la deriva (…) Tenemos que aprender a escuchar a las Sagradas Escrituras. Y tenemos que aprender a escuchar a la vida que nos rodea12.
El padre Federico Carrasquilla desde estas mismas tierras –oyendo el clamor de los más excluidos y abandonados– nos impele a ‘escuchar a los pobres’ desde su realidad integral, desde sus riquezas humanas en medio de las pobrezas materiales y de las injusticias sociales13.
La compañía de personas significativas me puede llevar a contemplar y comprender interiormente la ‘excepcionalidad del otro’, su riqueza y singularidad, su valor y dignidad, más allá de su brutalidad, de su violencia y de sus atropellos, de lo que me ha dañado o ha dañado a otros. La oración y el discernimiento colaboran en este andar, lo aprendimos en las 3 primeras semanas al experimentar la miseria y mirarnos de manera más auténtica, y queda luego refrendado excepcionalmente en la 4ª semana. La dinámica de los Ejercicios Espirituales es una dinámica de conversión que basa su camino en espiral en la oración contemplativa que permite el discernimiento,
12 j. d. cHittister, Schola, México D.F. 1998.
13 F. carrasquilla, Escuchemos a los pobres, EDITA, Ecuador 2000.
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Benito Baranda
la identificación de la voluntad de Dios. En medio de los sufrimientos más extremos esto puede iniciarse humildemente desde la presencia.
Ya en la primera semana de los Ejercicios Espirituales se experimentan las semillas de esta ruta, es así como tomando conciencia del ‘sentido del pecado personal’ nos aproximamos a aquel del ‘amor misericordioso’ que despierta en nosotros el ‘sentido del estupor’ al maravillarnos y admirar ‘tanto amor recibido’.
Eso sí cabe recordar que en los Ejercicios Espirituales el camino al amor presupone la humildad, las tres maneras (164-168) que me parece oportuno recordarlas: la primera que se hace posible en el abajamiento (‘que así me baje y me humille cuanto en mi sea posible, para que en todo obedezca la ley de nuestro Señor…’), la segunda es la indiferencia ante lo creado (‘que no quiero ni me afecto más…’), y la última es imitar a Cristo en su vida (‘por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor…’). Sin humildad difícilmente entrará en nosotros la gracia del Espíritu Santo que predispone a la reconciliación
Al asumir el dolor provocado por la violencia y la muerte, la propia sed de venganza despertada, el propio ánimo de revancha suscitado, me involucro en el flujo de la presencia, aceptación, comprensión y amor, inclusive al acercarme al sufrimiento de otros, a la violencia originada por la exclusión y la pobreza, logro retomar mi propia humanidad, esa dignidad perdida. Por ello se comprende aquello que Franco Basaglia señalaba desde la psiquiatría al decirnos que ‘el contacto es la única posibilidad real de cura’14, al re-vincularnos desde el reciproco reconocimiento de la dignidad se hace posible la con-versión, la sanación. Ello supone activar la humildad profética (en este mundo líquido, soberbio y vanidoso) y para ello es recomendable seguir la huella propuesta por Joaquín García Roca y que él mismo ha llamado abajamiento15, es decir un desprenderse de los privilegios del status, del poder, el dinero, de la raza, de la clase social, de todo aquello que ha ocultado lo más precioso y frágil de nuestra humanidad.
Los Ejercicios Espirituales nos permiten ver, palpar, sentir, gustar y escuchar la humanidad que hemos sumergido por las discriminaciones, el
14 F. Basaglia, (ed.) L’istituzione negata. Baldini & Castoldi, Milano 1998.
15 j. garcía roca, Exclusión social y contracultural de la solidaridad, Madrid 1998.
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El aporte de la Contemplación para Alzanzar Amor al proceso del Perdón y de la Recnciliación
maltrato, los prejuicios…etc. y nos llevan a una posición de comprensión de la humanidad del otro desde la dignidad.
La geografía humana de la diversidad propia de nuestro rico territorio Latinoamericano y Caribeño recibe desde la trayectoria de los Ejercicios Espirituales una nueva mirada, en particular la 4ª semana llega a coronar desde su ‘contemplación para alcanzar amor’ una revolucionaria visión de la persona y la sociedad, nos permite vernos tal cual somos, re-conocernos como hijos de Dios, ¡hermanos, hechos a su imagen y semejanza, simplemente así!
Relaciones: Amor (esperanza)- Ejercicios Espirituales
El itinerario provocado por la ‘nueva mirada’ desde la dignidad que se desata en la 4ª semana gracias a la contemplación para alcanzar amor, moviliza profundamente la compasión y la empatía. Es un amor que evoluciona, que es dinámico, que está en proceso, que se perfecciona gracias a la contemplación, que se alimenta del discernimiento diario y que nos trastorna en la vida ordinaria y en los moldes culturales habituales.
Leemos que:
La contemplación para alcanzar amor es para desear y suplicar la gracia de que dejemos de «resbalar» sobre la superficie de la realidad y aprendamos a «taladrarla» hasta ver brotar la corriente de vida del Espíritu, que la impregna totalmente. Esta dimensión última de la creación y de la historia solo se revela totalmente a la mirada contemplativa, como un don de Dios, que hay que suplicar. Así lo indica san Ignacio en el 2º preámbulo [EE 233]16
Resulta algo insólito para el mundo actual las relaciones fundadas en este amor, Zigmunt Bauman dice que:
El precepto que exige ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’, dice Freud, es uno de los fundamentos de la vida civilizada. Y es también el más opuesto a la clase de razón que promueve la civilización: la razón del autointerés y de la búsqueda de la propia felicidad. Este precepto fundante de la civilización sólo puede ser aceptado, adoptado y practicado si uno se rinde ante la admonición teológica credere quia absurdum, creerlo es absurdo17
La expresión en la vida de Jesús de esta transformación se ve en su agonía: la Verónica y el Cireneo son la manifestación de la compasión y la
16 www.cpalsj.org/wp-content/uploads/.../Anexo-No-16-Alcanzar-amor.pdf Pag. 4.
17 Z. Bauman, 2013. Op. cit.
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Benito Baranda
empatía, ‘estar ahí’, en el silencio de la contemplación que es el nutriente más potente del amor ya que logra aplacar los ánimos de venganza, la furia del dolor desencadenado en revancha, en el desear al otro el mal que me ha sido causado a mí, en ese deseo ilimitado de castigo perpetuo, de extrañamiento humano, en pocas palabras de indignidad (‘fui tratado indignamente por lo tanto el que lo hizo debe ser tratado indignamente a perpetuidad’)… en los vínculos renovados se va fraguando el perdón, las relaciones nuevas que se nutren de la dignidad y que permiten un trato igualitario honesto y franco.
Anselm Grün afirma que:
Perdonar significa en este caso un acto de liberación para uno mismo. Uno se libera de la energía negativa que emana del otro. Ya no se le permite dominar el interior (…) Pero es necesaria mucha paciencia hasta que la voluntad del perdón conduzca al verdadero perdón, hasta que el corazón atormentado se haya calmado frente al otro18.
Este horizonte que surge del reconocimiento de la dignidad del otro es el que me impulsa a las relaciones de igualdad, cuando ocurre esto me hago vulnerable y es allí en esa precariedad y vulnerabilidad donde se puede re-crear la existencia, el perdón y la reconciliación auténtica ya que me he despojado de mi omnipotencia, prepotencia, sentimientos de superioridad intelectual, económica, cultural, étnica…etc. La relación renovada desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales me involucra en mi propia precariedad y me hace vulnerable ante los demás especialmente en los vínculos que voy generando, Karl Rahner19 nos habla del ‘riesgo de la relación’, dice ‘el hombre se confía necesariamente a otros y tiene que confiar (…) uno arriesga más que lo que esas razones parecen apoyar’. Ese es el amor desde la realidad vulnerable de cada ser humano es presupuesto de la justicia y fruto de la redención, y es posible vivirlo cuando el Espíritu Sato nos ‘revoluciona’ interormente.
San Alberto Hurtado, S.J. insistía en afirmar que ‘el que se da, crece’, una relación horizontal, digna e igualitaria paradojalmente nos permite ser mejores personas e indudablemente es un buen trampolín para la reconciliación.
18 a. grün, ¿Por qué a mí? El misterio del dolor y la justicia de Dios, Buenos Aires 2011.
19 Karl raHner, s.j., Amar a Jesús, amar al hermano, Santander 1983.
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Modo de proceder: JUSTICIA (fe y justicia) –Ejercicios
Espirituales
La movilización a la acción del ‘perdón’ y la reconciliación tienen como antecedente obligado la conversión, en efecto sin ingresar en el dinamismo constante de la conversión no es posible alcanzar el perdón, esto se logra con la contemplación del ‘otro’ y la activación interior de la ‘compasión y la empatía’ tal cual lo aprendemos en los Ejercicios Espirituales (que es además otro de sus grandes aportes), estos son los procesos de madurez que se activan y que se fundan en la humildad lo que permite manejar interiormente la tensión de este individualismo deterior ante que nos invade y que es fuente de ruptura comunional y pecado, en efecto logramos así reconocer lo «individual, única, especial» que es la relación de cada uno con Dios (el encuentro personal con Cristo) que nos redime y nos abre al prójimo. Ya que la conversión pasa por ese encuentro personal e individual, pero no se queda en él debido al riquísimo carácter «trinitario- comunitario» que tiene este vínculo entre Dios y el hombre por lo que nos vemos ‘obligados’ a abrirnos y donarnos a los demás, como consecuencia natural de esta conversión. Y en esa apertura lo hacemos necesariamente desde una posición de justicia.
La movilización a la acción del ‘perdón’ y la reconciliación tienen como antecedente obligado la conversión
En efecto, a diferencia de un «individualismo estéril y egoísta» que encierra en sí mismo, es decir que nos deja allí (y que es la oferta de muchos de los llamados ‘nuevos movimientos de espiritualidad universal’), el abajamiento que acentúa la conversión nos posibilita ese «mirarnos para mirar a los demás, en Cristo y con Cristo» (gran regalo de los Ejercicios Espirituales). Evidentemente la naturaleza de este encuentro con Cristo no es para quedarse mirándose a uno mismo o a Cristo, sino que es para salir a servir, hacer comunidad (Iglesia, familia, sociedad), derrotando en su terreno al mal, justamente desde lo colectivo (y me refiero al pecado social y estructural), que oprime al hombre. Esa es la búsqueda más intensa de la justicia, la que se re-crea cuando efectivamente el amor se pone en obras.
Lo anterior no es factible iniciarlo como auténtico proceso de conversión si no enfrentamos ese pecado individual que nos aliena y subyuga, que envanece y mete la soberbia en nuestras venas, ese que nos aleja de Dios y
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nos lleva a rechazar su amor. Los Ejercicios Espirituales nos abren un surco que implica un arduo trabajo espiritual caminarlo, en esta contemplación para alcanzar amor (en la que se espera un re-nacer como lo vemos en Nicodemo) ese pecado social que nos ha dañado y deteriorado es fruto del pecado individual de muchos (todos nosotros, que excluimos, explotamos, humillamos, torturamos, denigramos, discriminamos…etc.), y por lo tanto la conversión y el llamado al cambio de estructuras, pasa por una conversión personal, por perdonarnos para perdonar, es en ese contexto donde se hace posible que el flujo de la gracia del amor nos traspase y que despierte esa justicia transformadora de la redención de Cristo.
Los Ejercicios Espirituales magistralmente nos exponen a este abajamiento como fuente de mayor cercanía con Dios y con el prójimo, como origen natural del amor y la justicia; recordemos brevemente que el itinerario pedagógico en el cual nos involucramos como ejercitantes es muy concreto: asumirnos creatura – reconocer nuestro pecado individual y colectivo – encontrarnos con Cristo – aceptar su amor incondicional – elegir amar y servir, uniendo fe y justicia.
Es esa solidaridad la que echa sus raíces en el amor, un amor pleno, Karl Rahner afirma que ‘el amor cristiano al prójimo, la fraternidad, adquiere una categoría y una dignidad enteramente distintas cuando se vive como forma concreta del amor personal a Dios’20. Cada ser humano está invitado a experimentar que pasa por ‘renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad’ (Ef 4, 20-24)
La vida del sacerdote anglicano Michael Lapsley que nos invita a ‘reconciliarnos con el pasado’ desde su propia experiencia de destrucción, amenaza y miedo21 en Sudáfrica, es una gran lección que da certeza a estas afirmaciones y que funda una solidaridad que aún traspasada por el sufrimiento logra redimirse dinámicamente gracias al amor.
Este amor expresado en solidaridad se nos presenta como una acción sanadora de reconciliación: me introduzco en la vida del ‘otro’ saliendo de
20 Ibídem.
21 m. laPsley, Reconciliarse con el pasado, Madrid 2014.
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El aporte de la Contemplación para Alzanzar Amor al proceso del Perdón y de la Recnciliación
mi propia alienación de ‘víctima o victimario’ para ‘re-ingresar’ en el mundo de un ser excepcional, singular…los Ejercicios Espirituales nos enseñan que la auténtica conversión se comienza a realizar cuando ‘nuestro mundo llega a ser cada vez más el mundo de Dios’, para ello es necesario ‘entrar en el horizonte de Dios’ (Hebreos capítulos 11 y 12).
Esta ‘salida de uno mismo’ por intermedio de la solidaridad, expresada de manera concreta y profunda en Isaías 58 al referirse al ayuno que le agrada al Señor, es el inevitable corolario de un proceso de conversión constante que se desencadena gracias al dinamismo del amor, de la gratuidad y el perdón.
Para el mundo de hoy esto es un escándalo, en muchos casos una aberración: perdonar al que me ha torturado, asesinado un familiar, violado, agredido, destruido, humillado, resulta casi incomprensible desde la perspectiva del hombre contemporáneo, sin embargo he aquí la gran contradicción que es justamente el umbral de la humanización: ‘ya no les digo ojo por ojo y diente por diente… amen a sus enemigos, perdonen a los que los han dañado’ (Lucas 6).
El itinerario de la reconciliación que lo permite el amor realiza una trayectoria tortuosa, difícil, que solo es posible efectuarla desde una ‘abajamiento humilde’ en la contemplación del ‘otro’ lo que implica una nueva mirada, y se inicia al re-descubrir su dignidad en medio de las atrocidades de quien ha infligido a otros un sufrimiento extremo, lo que se logra con nuevas relaciones y un modo de proceder justo y amoroso, fundado en la admiración, en el gozo y la gratuidad, donde si es posible dejar al Espíritu Santo actuar.
En conclusión la escala que nos lleva al este amor gratuito y justicia real (que son una luces que iluminan el proceso de perdón y reconciliación) debe –gracias a la experiencia de los Ejercicios Espirituales– necesariamente comenzar desde la humildad, pasando por un activo abajamiento y alimentando una conversión constante, que se trasforme en obras concretas de justicia.
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Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe
Merlis Mosquera Chamat*
INTRODUCCIÓN
A
gradezco la invitación del CIRE a este Simposio, es para mí un honor hacer parte de este panel y tener la oportunidad de reflexionar juntos sobre los aportes de la experiencia de los ejercicio espirituales al llamado de la reconciliación y el perdón; sobre todo en este momento que vivimos en Colombia, cuando en los territorios confirmamos que la búsqueda de una paz sostenible es clamor y una necesidad muy sentida de buena parte del pueblo colombiano.
Las ideas que quiero compartir surgen de la experiencia de trabajo con refugiados y desplazados internos en el Servicio Jesuita a Refugiados para América Latina y el Caribe. Desde hace algún tiempo hemos venido reflexionando sobre las posibilidades de caminar hacia la reconciliación, desde nuestros contextos de trabajo en el ámbito local, nacional, regional e internacional, lo que les compartiré es fruto de diversas discusiones y de un
* Licenciada en Educación, Mención Ciencias Pedagógicas y Especialista en Procesos de Aprendizaje de la Universidad Católica Andrés Bello. Magister en Migración, Investigación e Intervención Social de la Pontificia Universidad de Comillas en España. Magister en Acción Humanitaria de la Universidad de Deusto en España y el University College of Dublin. Actualmente es la Directora Regional Servicio Jesuita a Refugiados para Latinoamérica y el Caribe en Bogotá
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Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe
ejercicio de reflexión conjunta entre nuestros equipos y con las personas que acompañamos.
Los aspectos que abordaré inician con el contexto de trabajo con refugiados y desplazados, luego revisaremos la visión de reconciliación desde el SJR y finalmente intentaré plantear algunos aspectos que ilustran cómo los Ejercicios Espirituales pueden ser una fuente y pedagogía para acércanos a la paz.
CONTEXTO DE TRABAJO CON REFUGIADOS Y DESPLAZADOS
Es indudable que tras la posibilidad que brindan las negociaciones en la Habana, en los corazones de los colombianos y en especial de las víctimas del conflicto armado se ha encendido la esperanza de la Paz; pero, somos conscientes que la sola firma de los acuerdos no será suficiente para lograr la de paz duradera y sostenible que necesita Colombia.
La aspiración de muchos es que los acuerdos entre el gobierno Colombiano y las Farc-EP sean el inicio de un «tránsito hacia la disminución de los niveles de violencia en el país»; sin embargo, somos testigos de que la guerra no se detiene en las regiones y que estamos negociando en medio de la confrontación armada.
El saldo de víctimas registradas oficialmente en Colombia durante los últimos treinta años, ha dejado como resultado más de siete millones de personas, entre las cuales seis millones han sufrido desplazamiento forzado. Además, por causa de la guerra se ha expulsado entre quinientas y setecientas mil personas del país, quienes están buscando protección internacional en países como Ecuador, Panamá, Venezuela, entre otros.
En los últimos tres años Colombia ha estado entre los dos países con mayor número de desplazados internos en el planeta. Además, se acentúan nuevas dinámicas de violencia producto del narcotráfico, la minería, el despojo de tierras, la extorsión; y estos fenómenos han dejado cerca de 538.614 personas desplazadas en los últimos tres años.
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Hoy la situación no ha cambiado mucho; aunque es cierto que ha disminuido el número de desplazamientos internos, una dinámica gota a gota de movilidad forzada, empuja a cientos de personas a dejar sus lugares de origen. Detrás de los números; hay rostros e historias cargadas de sueños y proyectos, heridos por un conflicto que nos coloca en el doloroso lugar de ser una de las crisis humanitaria más grandes y prolongadas del mundo.
En términos ignacianos podríamos decir que vivimos en la meditación de la dos banderas; por una parte con condicionamientos externos como la violencia, el sufrimiento, la injusticia y la falta de oportunidades que ponen en riesgo nuestra libertad; y por otra, el deseo profundo de practicar el bien, comprometerse con las causas justas, y como dice Ignacio «conocer la vida verdadera, y encontrar la gracia de vivir en un lugar humilde, hermoso y afable».
POR QUÉ NOS
SENTIMOS LLAMADOS A LA RECONCILIACIÓN
Ser persona humana significa ser guardianes los unos de los otros. Sin embargo, cuando se pierde la armonía, se produce una metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir y suprimir. ¡Cuánta violencia se genera en ese momento, cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia! Basta ver el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas.
Papa Francisco
La misión del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) es acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados y otros desplazados forzosos. Como organización católica y como obra de la Compañía de Jesús, nos inspiramos en la compasión y el amor que Jesús mostró por los pobres y excluidos.
Partimos del acompañamiento cercano, del compartir la vida codo a codo; en ese caminar van surgiendo nuevas perspectivas de trabajo, una de ellas es el llamado a promover comunidades más hospitalarias y a generar espacios donde la reconciliación sea una oportunidad de crecimiento. Asumir estos nuevos desafíos nos permite mantenernos fieles y renovados en nuestra misión con uno de los grupos más excluidos de la humanidad, las personas refugiadas y desplazadas.
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Como SJR, creemos que nuestra presencia entre los refugiados puede ser un «signo eficaz del amor y de la reconciliación de Dios» (Carta del JRS, 2000). Desde hace algunos años hemos venimos reflexionando sobre cómo trabajar desde el horizonte de la reconciliación en medio de la violencia; creemos que es todo un desafío, porque es cierto que cicatrizar las heridas espirituales, psicológicas y físicas que ha dejado la guerra, ameritan tiempo y un proceso que abarca dimensiones personales, espirituales, políticas y que involucran diferentes espacios de la vida familiar, comunitaria y nacional.
Desde nuestra experiencia de reflexión, vemos la reconciliación como «un viaje que quizás nunca llegue a su destino, pero se puede lograr mucho si emprendemos ese camino que busca curar heridas»; y no hay dos viajes iguales, cada persona, comunidad y nación debe poder decidir cuándo y de qué manera quiere vivir su proceso. Esta es una primera pista para trabajar desde el horizonte de la reconciliación.
Por otra parte, «el objetivo de la reconciliación, entendida como la recuperación de unas relaciones armoniosas», también nos presenta el desafío del perdón. Hay quienes distinguen entre perdón y reconciliación, otros no. Lo importante en este caso es poder sanar el dolor o comenzar procesos de perdón más allá de las discusiones teóricas; y saber que el perdón puede formar parte del proceso de reconciliación, siempre y cuando se dé como desde un espacio de libertad, como un proceso personal y social que puede durar décadas o generaciones, o avanzar más rápido.
Hay personas que también entienden el perdón y la reconciliación como una virtud, como una gracias que se puede dar de manera natural, como un milagro, pero es mejor si es acompañado.
Desde esta visión sería prácticamente imposible para el SJR cumplir con su misión sin trabajar en la reconciliación, ¿Cómo podemos acompañar a los refugiados si no respondemos a su deseo de paz y de curar las heridas? ¿Cómo podemos estar presentes en zonas de conflicto y posconflicto si no apoyamos a las comunidades en su búsqueda de la reconciliación y la restauración de la justicia? ¿Cómo podemos servir a los refugiados víctimas de la intolerancia, si no construimos puentes con las comunidades de acogida?
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Hemos trabajado siempre por la reconciliación, aunque sin nombrarla como tal. Por ejemplo, hemos participado en programas comunitarios que involucran la educación para la paz, el diálogo, la resolución de conflictos y la prevención del desplazamiento; la educación y el apoyo psicosocial son áreas a las que prestamos una atención especial porque han contribuido a curar heridas y dar esperanza.
A través de nuestras acciones de incidencia promovemos la búsqueda de la verdad, la rendición de cuentas y la justicia; solo así podemos abarcar plenamente nuestra misión de reconciliación.
LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES EN CLAVE DE RECONCILIACIÓN
En nuestro servicio a los refugiados, me pregunto cómo el SJR puede construir comunidades participativas. ¿Cómo construir algo más duradero, algo que fortalezca la humanidad de aquellos con quienes trabajamos? ¿Cómo podemos ayudarles a vivir y caminar hacia la reconciliación, a curar las heridas profundas a menudo conectadas con el desplazamiento violento, para que puedan surgir comunidades de paz?
P. General de los jesuitas, Adolfo Nicolás S.J.
Los ejercicios espirituales se convierten en una fuente y un modo para encontrarse con Dios y con uno mismo. Supone para los sujetos una actitud de apertura y diálogo; en tanto desde la fe y los valores de inclusión y solidaridad, abordamos las causas de la desigualdad estructural y trabajamos en colaboración con otros para crear comunidades con justicia, diálogo, paz y reconciliación.
Hemos trabajado siempre por la reconciliación
Las cuatro semanas de los Ejercicios son una pedagogía que nos permite ir a la raíz de nuestra desintegración y encontrar caminos de sanación y liberación. Por ejemplo, durante la emergencia y la experiencia de desarraigo, tanto los desplazados o refugiados, como los acompañantes, nos sentimos tentados a poner el acento en el hacer, hacer talleres, hacer visitas, hacer reportes, trabajar incansablemente para sobreponernos al dolor y a las dificultades del momento; sin embargo este hacer puede degenerar en un activismo desenfrenado y desintegrador, que como dice el jesuita Jesús Acosta González, S.J., nos hace poner el énfasis en la tarea sobre el don.
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Merlis Mosquera Chamat
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Ayuda para ello situarnos en la primera semana, tenemos que ser muy conscientes de los males que causan y perpetúan la división. Si miramos la dura realidad vivida por tantas personas desplazadas sin profundizar, sin nombrar las fuentes subyacentes de la violencia y la desesperación, seríamos poco más que ingenuos benefactores, piadosos pero sin criterio.
Es importante hacer conciencia sobre cuáles son las dinámicas que mueven los conflictos a los que nos enfrentamos; y el impacto de las persistentes injusticias, los gobiernos débiles, la explotación de la etnicidad y la religión, las injerencias externas y los intereses económicos. Sería en este caso reconocer el pecado, la indiferencia y la pérdida de la libertad a la que estamos llamados para «alabar, hacer reverencia y servir a Dios».
Desde la perspectiva de la reconciliación, las relaciones se han roto por una profunda y recíproca desconfianza, el odio y la violencia; muchas de las víctimas se sienten culpables a causa de su participación en el mal y en el sufrimiento; el reconocimiento de esa experiencia como pecado, no tendría sentido sino desde la experiencia amorosa de encuentro con Dios, pero movidos por el ánimo y con la libertad de reconsiderar el fin último de nuestras vidas, nuestro «Principio y Fundamento».
La segunda semana nos revela la experiencia vivida por Cristo como un modelo a seguir; ya se apuntan tomas de posturas, decisiones, opciones a definir, que se irán confirmando, aclarando, profundizando en las siguientes etapas.
Lo que debe guiar nuestra toma de decisiones será principalmente la dinámica de conocimiento, amor y seguimiento de Jesús. Ahora, ayuda poner la mirada nuevamente en el contexto, pero desde una perspectiva relacional, ver a las personas en su complejidad y diversidad, pero como apunta Carlos Domínguez Molano, S.J., «evitando el riesgo de eludir la dureza, la perplejidad y la ignorancia que esa realidad supone para unos y otros; eso implica también advertir las riquezas, las oportunidades y las posibilidades que esa misma realidad encierra».
Es que vivimos en un mundo ambivalente; e Ignacio también refiere los aspectos positivos de la condición humana: paz y guerra, salud y enfermedad, risas y llanto, vida y muerte. En clave de reconciliación, es frecuente el testimonio de muchos acompañantes que reconocen la esperanza como una cualidad
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de los desplazados o refugiados; es que los expertos definen como resiliencia, esa capacidad de sobreponerse a las experiencias dolorosas y continuar la vida sacando el mayor provecho de los recursos y capacidades con que se cuenta. Es reconocer con profunda convicción que no todo está perdido.
La tercera semana invita a matizar y enriquecer las opciones de vida en un contexto duro; el contexto de la Pasión de Jesús. Volvemos a la aplicación del principio de realismo donde las convicciones y deseos que definimos al calor de la esperanza en la condición humana, se ven interpeladas, por las posibles consecuencias: persecución, represión e incomprensión, la cruz.
Los desplazados y refugiados nunca dejan de soñar y viven con humildad y madurez
la pesadez
Desde la esperanza del perdón y la reconciliación nos invita a solidarizarnos entrañablemente con el dolor y la frustración por la historia de sufrimiento. No se trata de ser masoquistas o re-victimizar a las víctimas, se trata de trazar un estilo de vida que tome en cuenta estas realidades y nos ayude a desear optar profunda y radicalmente por oponernos a dinámicas destructivas para nosotros y para los demás, a las estructuras injustas y deshumanizadoras de nuestra sociedad, esas que se oponen a la construcción del Reino de Dios.
La cuarta semana, definida por Ignacio como la «contemplación para alcanzar amor», nos abre a una experiencia de trascendencia y divinidad, de gozo y alegría: La resurrección.
Porque la muerte y la desgracia no tienen la última palabra; y desde la certeza de que la vida tiene un sentido y que nuestras opciones, nuestras luchas, nuestros sueños y utopías sirven para caminar.
Soy testigo de que los desplazados y refugiados nunca dejan de soñar y viven con humildad y madurez la pesadez del sistema; mientras nosotros, los acompañantes a veces nos cansamos de tanta queja, de tanto dolor, de tanta burocracia administrativa, ellos y ellas no dejan de vivir en el amor; el amor a su tierra, a sus hijos, a sus deseos y a sus convicciones.
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Merlis Mosquera Chamat
Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe
Jesús Acosta González dice que «Ignacio termina los Ejercicios Espirituales como empezó, con el amor». Y créanme, es cierto que ese amor se materializa día a día, en la vida de muchas familias refugiadas y desplazadas que rehacen sus vidas, que luchan poco a poco para salir del círculo de la violencia; en aquellos que emprenden sus pequeños negocios y pueden enviar a sus hijos a la escuela; en quienes luchan por sus territorios, se resisten al desplazamiento y se aferran a la tierra como su vida misma. Estas personas existen y son las que hoy impulsan el deseo de en todo amar y servir.
Crear espacios seguros para curar las heridas, promover la reflexión y el diálogo, y trabajar juntos con la esperanza de un futuro reconciliado y mejor.

Los Ejercicios Espirituales como fuente y pedagogía para acércanos a la paz
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 82-89
Perdón y Reconciliación desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales
Enrique A. Gutiérrez T., S.J.*
INTRODUCCIÓN
Q
uiero agradecer al CIRE la invitación que me ha hecho para compartir con ustedes la experiencia de acompañar procesos de Ejercicios Espirituales orientados al perdón y la reconciliación.
No soy una persona que tenga amplia experiencia en este campo. Sí en la orientación de los Ejercicios Espirituales a diferentes grupos de personas, particularmente profesores de los Colegios de la compañía de Jesús en las diferentes ciudades donde tenemos presencia.
Es lógico tener presente que la experiencia espiritual de cada persona es única e irrepetible. Sin embargo, el enfoque puede hacer que dicha experiencia logre diferentes propósitos y finalidades. Hoy quiero compartir con ustedes cómo es posible orientar la experiencia con un enfoque particular que nos permita visualizar un determinado propósito. Quiero hacer este compartir siguiendo el esquema que se nos propone en lo que hemos llamado
* Magister en Educación de la Universidad de Londres. Licenciado en Teología y Filosofía y Letras, con especialización en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Actualmente es el Presidente de la Asociación de Colegios de la Compañía de Jesús en Colombia – ACODESI.
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Perdón y Reconciliación desde la experiencia de los Ejercicios
la Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico, o como es conocido más coloquialmente el Paradigma Pedagógico Ignaciano.
En la experiencia personal de vivir los Ejercicios Espirituales he tenido la oportunidad de vivir la Sanación, el Perdón y la Reconciliación, tanto dándolos como recibiéndolos.
CONTEXTO
Los profesores de un colegio son una población que tiene características particulares que los hacen ser personas abiertas a la experiencia de los Ejercicios Espirituales de una manera especial. Tienen en común su trabajo en una misma entidad que tiene una visión, una misión y unas políticas comunes. No vienen de diversos contextos institucionales, tienen en común una misma vocación y unas tareas semejantes: son profesores.
Además, el hecho de pertenecer a un colegio de la compañía de Jesús, les da otro elemento, el conocimiento mayor o menor que puedan tener de la espiritualidad ignaciana, de los procesos propios de los ejercicios, de la dinámica interna como se llevan esos procesos. Normalmente, los grupos que he podido acompañar ya han tenido experiencia de haber vivido los ejercicios, lo cual facilita las cosas.
Desde el punto de vista personal, cada uno llega a la experiencia con una serie de historias, situaciones, vivencias, problemas, éxitos y fracasos que se deben tener en cuenta cuando se va a acompañar la experiencia. Influye también el tiempo que puedan llevar vinculados a la institución. Algunos llevan ya un buen tiempo vinculados, lo que les permite poder profundizar en la experiencia. Otros llevan menos tiempo, lo que hace que puedan estar más abiertos a la experiencia por la novedad que puedan encontrar en la experiencia.
Cuenta también lo que ha sido su experiencia y su desempeño al interior del colegio. Esto influye muy fuertemente en la manera que viven la experiencia. Cuando ha habido momentos fuertes, de tensión, eso aparece a lo largo de la experiencia. Lo mismo cuando su desempeño ha sido positivo. Esto se debe tener en cuenta también. Influye además el momento del año escolar en el cual se vive la experiencia. Hay mayor disponibilidad cuando se
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hace al comienzo del año escolar que cuando se hace durante el año escolar, especialmente, cuando se ha tenido un final de período o semestre.
Influye también el que alguna manera haya o no un conocimiento previo de las personas del grupo que va a realizar la experiencia.
EXPERIENCIA
Plantear la experiencia de los Ejercicios Espirituales desde la perspectiva del perdón y la reconciliación se convierte en una invitación para reencontrarse consigo mismo, mirarse con gran honestidad en lo que ha sido la historia de su vida, descubrir que muy posiblemente hay heridas que no han sido sanadas, conflictos que no se han resuelto, problemas que no se han afrontado, situaciones que no se han asumido.
Llevar al ejercitante a mirarse con toda serenidad y descubrir lo que ha sido su vida, lo que hay en su interior provoca sentimientos muy fuertes de rechazo, de culpa, de no aceptación e incluso de no perdón. Es en este contexto donde la tarea del acompañante, del orientador de la experiencia, adquiere gran importancia. Es una invitación a la sanación interior, a perdonarse a sí mismo, a reconocer que todos fallamos y que esto no nos hace peores o mejores que nadie. Nos hace sencillamente humanos, reconociendo nuestra propia fragilidad e invitándonos a reencontrarnos con ese verdadero yo que hay en nuestro interior. Para esto se necesita una gran capacidad de escucha y de paciencia para respetar los procesos que se dan en cada persona.
Plantear la experiencia de los Ejercicios Espirituales desde la perspectiva del perdón y la reconciliación se convierte en una invitación para reencontrarse consigo mismo
En otros, se da la situación de que hay heridas causadas por otra u otras personas. Surgen entonces sentimientos de rencor, de deseos de venganza, de desearle el mal al otro. Y los sentimientos son más fuertes mientras más profunda sea la herida causada. Nuevamente, la capacidad de escucha
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Perdón y Reconciliación desde la experiencia de
es clave en estas situaciones. Comprender que podemos fallar, que podemos haber causado daño a otros o que otros nos lo hayan causado es difícil.
Tanto en una como en otra situación, la capacidad de aceptación de sí mismo, del otro, son claves para comprender que mantener el resentimiento lo único que produce es un daño mayor. Surge la necesidad de invitar a reconocerse amado por Dios, con toda la fragilidad, comprendiendo que “el Señor es lento a la ira y rico en misericordia” y que estamos llamados a asumir en nosotros las actitudes que nos permitan comprender y perdonar.
La contemplación de pasajes del evangelio como los de Zaqueo, la mujer adúltera, la samaritana, el hijo pródigo, ayudan a irse liberando de esa carga negativa que puede haber en el corazón de los ejercitantes que se reconocen como personas que han fallado o a quienes les han fallado.
Surge entonces la dinámica del perdonar y ser perdonado. Comprender que se debe perdonar lo imperdonable como expresión de amor, no es fácil. Se necesita interiorizarlo desde la experiencia del perdón de Dios que es expresión de su amor. Este paso no es fácil, pero cuando se logra, la persona siente una liberación interior muy grande, se siente libre de una carga muy pesada.
Hace un tiempo debí acompañar a una persona que pos diversas circunstancias no era capaz de perdonar a su padre que lo había abandonado aun antes de nacer. Lo invité a perdonarlo de corazón, así no se lo expresara. Me dijo que no era capaz. Le dije que lo intentara. Después de unos meses volvió a conversar conmigo y me manifestó que había sido capaz de perdonarlo, que no lo había exteriorizado, pero que se sentía muy libre y aliviado.
REFLEXIÓN
Este momento del proceso se da particularmente cuando el ejercitante tiene la oportunidad de confrontar su propia experiencia con lo que es la vida de Jesús, lo que Él ha hecho por nosotros, su manera de acercarse a las personas, su comprensión de la necesidad y la situación de quien se acerca a Jesús. Es un proceso de interiorización y de confrontación intenso. Normalmente, los resultados, cuando este paso se hace a conciencia, ayudan a que la persona empiece a sanarse interiormente, a perdonarse de corazón
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y si es con respecto a otra persona a perdonarla y a comprender que las actuaciones son la mayoría de las veces, fruto de la fragilidad humana.
En esta etapa, adquiere gran sentido la contemplación de la parábola del buen samaritano y de la mujer pecadora a quien mucho se le ha perdonado porque ha amado mucho. Cuando nos ponemos en la situación del hombre herido al borde del camino, comprendemos que podemos ser nosotros mismos quienes pudimos haber estado en dicha situación. Al mismo tiempo, si nos ponemos en la situación del buen samaritano, entendemos que la tragedia del otro, su dolor y su sufrimiento nos afectan y nos cuestionan.
Dar y recibir perdón se convierten en momentos privilegiados dentro de la experiencia. Es muy posible que las personas que van a recibir o a dar el perdón, no estén dentro de la experiencia, pero el hecho de hacerlo en el corazón produce un efecto de paz y serenidad que le ayuda a la persona a seguir adelante.
ACCIÓN
Dentro de la dinámica de la experiencia de los ejercicios, la acción se expresa cuando se da el paso a la reconciliación. La consideración del hijo pródigo abre la puerta para comprender que la reconciliación es la expresión del perdón. Es conveniente tener presente que el dar o recibir perdón es un acto eminentemente personal. Es la libre decisión de cada persona. Es el paso necesario previo a la reconciliación que es como la palabra misma lo dice «restablecer la armonía, la comunión» es reintegrarse a la comunidad de la cual se había alejado.
La reconciliación debe ser un momento privilegiado del proceso de los ejercicios. Bien sea que se pueda hacer dentro de la experiencia, cuando es posible, o que se haga poco después. La alegría que esto le produce a la persona que se reconcilia es muy grande. Al mismo tiempo, le da paz y serenidad. Es el primer fruto de la reconciliación.
La reconciliación, mirada desde la perspectiva del hijo pródigo, es hacer realidad la frase del evangelio que nos dice que «si cuando vas a poner la ofrenda sobre el altar, caes en la cuenta de que tienes algo contra tu her-
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Perdón y Reconciliación desde la experiencia de
mano, ve primero a reconciliarte con él y luego vuelve a colocar la ofrenda sobre el altar».
Los procesos de perdón y reconciliación no son fáciles. Sin embargo, para quienes durante la experiencia de los Ejercicios Espirituales toman la decisión de recorrerlos, encuentran un nuevo sentido y dimensión a su vida.
EVALUACIÓN
Considero que esta parte puede verse desde el compromiso posterior que el ejercitante asume a la luz de la experiencia vivida. Sus acciones serán la manera de hacer vida el compromiso que surge de lo que se ha interiorizado y de los retos que se le han planteado.
Desde la educación tenemos mucho que aportarle a la construcción de un nuevo país. Formando en y para la reconciliación, creemos que estamos aportando lo que más podemos: cimentar una espiritualidad honda y desde allí ayudar en la formación de profesores que sean constructores de paz. Y desde los profesores llegar a los estudiantes para sanar corazones.
Desde la educación tenemos mucho que aportarle a la construcción de un nuevo país

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Sobre la Estética del Perdón y la Reconciliación
Juan Pablo Sanabria Velásquez*
REFLEXIONES SOBRE LA EXPERIENCIA DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN EN EL EJERCICIO DE UNA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA LAICA
erdonar es una experiencia espiritual constante, una búsqueda de realización humana intemporal, un proceso personal inagotable motivado por una decisión individual en permanente reactualización. Más que un sacramento o un acto social acabado, es un don de la gratuidad cuyo sentido profundo es superar el odio y el resentimiento internos, restaurar en quien vive en perdón la riqueza y plenitud de la vida para la cual fue creada, y en consecuencia lanzarla a la experiencia del amor divino encarnado en la misión.
El actual texto es una reflexión en torno a esta idea, inspirada y construida con base en el testimonio personal de los Ejercicios Espirituales de 30 días, ideas claves de Carlos Rafael Cabarrús S.J. sobre la espiritualidad ignaciana como una experiencia laica, y concepciones particulares sobre el
* Estudiante de Ciencias Políticas y Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Actualmente es Miembro y facilitador del Programa de Formación en Habilidades Sociales para la Paz – AHIMFA, en la Vicerrectoría del Medio Universitario de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá
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perdón y la reconciliación planteadas por referentes académicos de los Estudios para la paz.
Los aportes de este escrito se enmarcan en los diversos diálogos, posturas e inquietudes que exploran los aportes de los Ejercicios Espirituales a los procesos de perdón y reconciliación en Colombia. Las preguntas que guían la reflexión exploran el tema desde una perspectiva laica1, propuestas como un lugar alternativo para abrir el panorama a nuevas miradas, nuevos interrogantes, nuevos diálogos sobre la «crisis espiritual» por la que atraviesa el país, donde la polarización, resentimientos y odios sociales, producto de años de guerra, antagonistas del perdón y la reconciliación, parecen ir en contracorriente con la mayoritaria adhesión de los colombianos a la fe de la Iglesia Católica.
Sobre las nociones de perdón y reconciliación
Toda reflexión sobre algún tema inicia delimitando las fronteras de su observación. Es útil entonces que empecemos por preguntarnos: ¿de qué hablamos cuando hablamos de perdón? ¿Se perdona una persona o un acto? ¿Cuál es el sentido de perdonar? La aparente obviedad de las preguntas contiene la diversidad y complejidad de las realidades que nombra, por lo que intentar agotarlas en una única respuesta es una tarea inoficiosa e improbable en este lugar. Abordarlas, sin embargo, exige que hagamos una distinción parcial entre el proceso y experiencia espiritual del perdón y dos connotaciones usuales en varias esferas del habla pública: el perdón como sacramento de fe, y el perdón como acto social o transacción económica.
El primero de ellos, el sacramento de la penitencia, la confesión o la reconciliación, dado por la «absolución sacramental del sacerdote», a través del cual el miembro de la iglesia católica obtiene «la misericordia de Dios, el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron por sus pecados» (Vaticano, s.f.), es un tema al que renunciamos. Esto, por razones no distintas a la laicidad de la
1 Cuando nos referimos a las nociones de laico y laicidad hacemos referencia a la persona en su condición de autonomía e independencia frente una confesión religiosa particular, en ejercicio de una espiritualidad secular. Es decir, aquella persona que no participa de la institución y confesión de la Iglesia católica, sin que ello niegue su ejercicio espiritual religioso –que mueve a re-ligarse con otros–.
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que partimos y a nuestro fundamental interés por la experiencia vital detrás del proceso de perdonar, y no del sacramento del perdón.
Fuera de la confesión religiosa e instalada en ámbitos públicos y políticos está la segunda acepción, la del perdón como acto social o transacción económica –algo que se otorga o se intercambia en función de una contraprestación equivalente–, la cual posee un sentido de condicionalidad con varios aspectos diferenciales en cada esfera de uso.
En el ámbito jurídico, por ejemplo, el perdón es una <<posibilidad humana [que] es el correlato de la posibilidad de punir (…) según la ley: «El castigo, (…) tiene en común con el perdón que trata de poner término a algo que, sin intervención, podría continuar indefinidamente». Es entonces muy significativo, es un elemento estructural del dominio de los asuntos humanos, que los hombres sean incapaces de perdonar lo que no pueden punir, y que sean incapaces de punir lo que se revela imperdonable>> (Derrida cita a Arendt, 2003, pág. 15). Esa última imposibilidad del perdón es contemplada particularmente frente a escenarios de genocidio, violación masiva y crímenes en contra de la humanidad en escenarios de conflictos armados internacionales o de conflicto armado dentro de una nación.
Otro ejemplo, más enmarcado en el ámbito social y político, asigna la condicionalidad del perdón a través de aquella «presuposición tan ampliamente difundida según la cual sólo se podría considerar el perdón con la condición de que sea pedido, en un escenario de arrepentimiento que atestiguase a la vez la consciencia de la falta, la transformación del culpable y el compromiso al menos implícito de hacer todo para evitar el retorno del mal». Aquí la condicionalidad apunta, según J. Derrida, a engendrar un proceso de reconciliación (nacional o internacional) propicia a una normalización, lo que convierte el perdón en un cálculo estratégico, al servicio de finalidades determinadas, donde su dimensión de pureza, desinterés y gratuidad se eliminan del todo.
Adicional a estas dos, una tercera concepción parte de la pregunta por la experiencia humana –espiritual, psicológica, estética– detrás de los procesos de perdón. Es esta la acepción que nos ocupa, sobre la que reflexionamos, y aquella que abordamos a partir de la vivencia de los Ejercicios Espirituales
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Ignacianos, sin desconocer la indisoluble interdependencia entre ésta y las anteriores nociones.
Así, desde esta mirada, perdonar adquiere un sentido trascendental y espiritual; es de hecho una experiencia sine quan non para vivir la espiritualidad Ignaciana misma desde una postura laica, que lleva a experimentar el perdón y la reconciliación como condiciones espirituales en construcción y ejercicio constante que devienen de la experiencia incondicional y gratuita de sentirse perdonado. Dicha incondicionalidad, sin embargo, posible en el modo de amar enseñado por Jesús e interiorizada por la persona que siente y gusta internamente de los Ejercicios Espirituales Ignacianos, si bien se hace expresión de amor divino a partir de su humanidad implica un reto mayúsculo en nuestros ámbitos personales, sociales y públicos; no por algo distinto a que en estos lugares perdonar un acto, una persona, e incluso a nosotros mismos, suele involucrar un proceso transaccional que condiciona la experiencia del perdón a eventos como la penitencia, la condena, el arrepentimiento de quien ofende, o el hecho de que éste sea pedido.
La clave de la experiencia espiritual del perdón en el ejercicio de una espiritualidad ignaciana laica se cristaliza en la vivencia del carisma ignaciano
Dada esta realidad ambivalente e incluso paradójica, y en una apuesta por la renuncia a todo «utilitarismo social» del perdón, hacemos una distinción entre la experiencia de perdonar y los procesos de reconciliación social que intentan la <<reconstitución de una salud o de una «normalidad», [que] por necesarias y deseables que puedan parecer a través de amnesias, [los trabajos de duelo], etc. [no dejan de ser tan sólo] una estrategia política o una economía psicoterapéutica>> (Derridá, pág. 23). Lo anterior, no sin antes preguntarnos ¿Dónde yace la gratuidad del perdón humano en la espiritualidad Ignaciana? ¿Si no es para reconciliarnos, cuál es el sentido del perdón?
Sobre el perdón como experiencia ignaciana
La clave de la experiencia espiritual del perdón en el ejercicio de una espiritualidad ignaciana laica se cristaliza en la vivencia del carisma ignaciano. Éste es entendido como aquella forma en que Ignacio de Loyola comprendió
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y vivió el evangelio de Jesús. Para quienes fuimos y somos ejercitantes, el carisma ignaciano es aquel estilo de vida, encarnado en los hábitos y acciones que forjan nuestra cotidianidad, que emana de haber gustado, sentido y experimentado en nuestra historia personal el amor incondicional enseñado por Jesús de Nazareth, y que en la profundidad de su experiencia funde nuestro sentido de vida con el suyo. El método de vivencia y aprendizaje de dicho carisma son los Ejercicios Espirituales Ignacianos.
Aunque para muchos hablar de espiritualidad Ignaciana puede ser sinónimo de pertenecer a la Compañía de Jesús, ser jesuita o incluso de pertenecer, profesar y practicar la fe Católica, lo cierto es que hablar de una espiritualidad Ignaciana laica no es en sí una paradoja. En «La espiritualidad ignaciana es laical», Carlos Cabarrús, S.J. caracteriza de manera concreta cómo los Ejercicios Espirituales Ignacianos y los paradigmas y prácticas de la espiritualidad que devienen de su enseñanza son en principio y esencia laicos. En ese sentido, no sólo resalta el carácter laico de Ignacio de Loyola cuando vivió las experiencias espirituales que desembocarían en la escritura de los Ejercicios Espirituales, sino que describe aquellos rasgos de la ignacianidad y del laico o laica ignaciano (a), quienes gracias al modo y orden planteado por los Ejercicios viven con mayor énfasis la experiencia y apropiación estética de la vida de Jesús –sentir, gustar y hacer como Jesús– que la enseñanza de la doctrina de la Iglesia:
«La espiritualidad Ignaciana, la ignacianidad, nace pues como un carisma laical, descubierto por un laico [Ignacio de Loyola] y con una metodología –los Ejercicios– que fueron concebidos desde esta perspectiva.(…) La Compañía de Jesús da un modelo de cómo se hace cuerpo un carisma, pero no lo agota, por principio». (Cabarrús, s.f, Pág. 2)
Así como dicha experiencia profunda es el fundamento mismo de la espiritualidad Ignaciana, también es el fundamento de un carisma ignaciano del perdón. Un perdón que en la misma vivencia de los Ejercicios Espirituales es el que «matiza y empuja todos los rasgos de la espiritualidad Ignaciana». Esto se observa desde y a lo largo de las cuatro semanas de Ejercicios, donde «la experiencia fundamental (…) es la del (a) pecador (a) perdonado (a) a quien el perdón se le convierte en misión, pues no es a pesar de ser pecadores, sino precisamente por ello (1 Co; 1, 25) por lo que nos invita a seguir a Jesús» (Cabarrús, s.f, Pág. 4).
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En otras palabras, el carácter ignaciano del perdón se aprende justo ahí cuando nos reconocemos como pecadores y sin embargo somos llamados a ser compañeros2. «Tal vez es lo más profundo de esto, que precisamente por eso de ser pecador(a) perdonado(a) [el ejercitante] es llamado(a) a «compartir el pan», justamente porque primero, con su pecado, de alguna manera, traicionó>> (Cabarrus, s.f. Pág. 6). En ese sentido, la experiencia profunda de sentirnos amados y perdonados gratuitamente en nuestra fragilidad y vulnerabilidad, es el lugar espiritual donde se funda la posibilidad humana de experimentar por otros el perdón y el amor a la manera de Jesús. ¿Es esto realmente posible?
Sobre la estética del perdón
En contraste con la «economía psicoterapéutica» y la «estrategia política» detrás del perdón como acto social, se encuentra la experiencia espiritual, y por tanto humana, del perdón incondicional. Un perdón que no encuentra su sentido en la normalización de la vida social de una nación, ni en la reconciliación, ni en el acto de absolver culpas, ni en el acto de reconocimiento de las responsabilidades por parte de un victimario, ni por su petición, ni mucho menos por la condición de que dicho victimario cambie. Ese perdón, la gratuidad de su carácter, tiene un único y personal sentido: la mayor gloria de Dios; «Gloria Dei vivens Homo» – ¡que la persona tenga vida!3.
La vivencia del carisma ignaciano particularmente permite y ejercita esa singularidad del proceso de perdón bajo la propuesta y principio de la
2 Comprendemos por pecado, aquella actitud o acto en contravía con el único mandamiento explícito que Jesús dio a sus discípulos: «que se amen los unos a los otros; que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros» (Jn 13: 34-35); relativo también a lo escrito por San Pablo, según el cual pecado sería no hacer «el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Rom, 7:19).
3 Esto tiene alguna consonancia con nociones del perdón planteadas por corrientes espirituales brahmánicas como el Budismo, donde «el perdón significa la habilidad de renunciar a la ira y el resentimiento [por cuanto] destruye tu paz mental. No puedes sentir la felicidad mientras que mantengas la ira. (…) Con la mente tranquila hay paz mental, más salud para el cuerpo. Una mente agitada nos destruye la salud». Más allá de los diferentes sistemas teológicos que enmarcan una y otra postura, la congruencia se encuentra en la búsqueda de una salud espiritual personal que experimenta, alimenta y potencia el amor propio, la plenitud de la vida, el amor divino. Para profundizar en la noción del perdón desde el Budismo Zen, véase Dalai lama, y Víctor chan, The Wisdom of Forgiveness, 2004.
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La vivencia de la espiritualidad ignaciana y de los Ejercicios nunca es impuesta, la experiencia del proceso de perdón tampoco lo es
Cura Personalis4, tanto en el caso de quienes vivimos dichos procesos, como en el caso de quienes los hemos acompañado (jesuitas y laicos) a través del acompañamiento espiritual. Bajo el ejercicio de este principio existen varias comprensiones que subyacen tal experiencia humana.
La primera, y quizá más importante de ellas, es que así como la vivencia de la espiritualidad ignaciana y de los Ejercicios nunca es impuesta, la experiencia del proceso de perdón tampoco lo es. Es la persona misma, sintiendo y gustando en su propia vida personal los misterios de la vida de Jesús, quien se siente llamado a «hacer y reaccionar respecto del don recibido sin contentarse con quedarse en la superficie de las impresiones y sentimientos, sino sintiendo interiormente el don recibido y gustándolo en el fondo de su ser» (EE. 2)5 .
La segunda es que dicho carisma lleva a una experiencia inacabada, intemporal y constante del perdón, de la misma manera como constantemente se vive en el amor de Jesús. En ese sentido, así como un laico ignaciano nunca va a decir: «he amado tanto que no puedo amar más», precisamente porque el amor en Jesús se reactualiza cada día en la misión de amor hacia el prójimo, de la misma manera nunca podrá decir: «he perdonado tanto que no puedo perdonar más». No por una razón diferente. Siempre existirán aquellos que nos ofenden y viviremos en perdón, y siempre estaremos más o menos susceptibles al pecado y experimentaremos ser perdonados. De ahí que el amor y el perdón nunca sean eventos acabados, sino condiciones de una espiritualidad humana en constante ejercicio.
4 «care of the whole person; (…) individualized attention to the needs of others; (…) distinct respect for unique circumstances and concerns, and an appropriate appreciation for singular gifts and insights» –«Cuidado por la persona en su integralidad; atención personalizada a las necesidades de los demás; distinción y respeto por sus circunstancias y preocupaciones únicas, y una apropiada apreciación de la singularidad de los dones y percepciones profundas–» (traducción no oficial); (Georgetown University, S.f)
5 La cita de los Ejercicios es tomada del documento «Cura personalis», escrito por P.h. KolVenbach, S.J., en el cual se tratan algunas prácticas y sentidos claves, de la experiencia y acompañamiento de los Ejercicios Espirituales, desde el «cuidado de la persona». Para ahondar dicho tema, puede leerse KolVenbach, S.J, 2007, en línea.
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Paralelo al carisma ignaciano –personal e inacabado– del perdón, viene a nosotros sin embargo una cuestión aún no resuelta: ¿es realmente posible experimentar una incondicionalidad del perdón?
Muchas son las ideas y las posturas que plantean una reflexión al respecto. Una de ellas, ciertamente, es que una persona no puede experimentar el perdón, sea por un acto o por un victimario –y por tanto no puede renunciar al rencor, ni al resentimiento, ni experimentar alguna forma de amor–, si los actos de victimización se siguen ejerciendo, y si no existen, al menos en el ámbito social, una construcción ética de la memoria y de la verdad. A este hecho, por demás cierto desde una lectura psicológica del los hechos traumáticos, se antepone la trascendental pregunta por el sentido puro del perdón: <<Si digo «te perdono con la condición de que, al pedir perdón, hayas cambiado y ya no seas el mismo», ¿acaso te perdono?; ¿Qué es lo que perdono? y ¿a quién?; ¿Qué perdono y a quién?; ¿Perdono algo o perdono a alguien?>> (Derrida, 2003, pág. 15)
Estas preguntas y cuestiones en principio paradójicas parecen tener un lugar de abordaje en el ejercicio laico del carisma ignaciano frente a la experiencia perdón. Desde dicho lugar, parece cumplirse un hecho: aun aceptando unánimemente que se nos niega la dimensión psicológica, estética y espiritual del perdón por la prolongación de la experiencia traumática, experimentamos la gratuidad y la incondicionalidad en la indiferencia frente al deseo de que tanto el acto violento como quien lo comete sean distintos en sus respectivas temporalidades6.
Dicho de otra forma: experimentamos la gratuidad y la incondicionalidad en el proceso de perdón a través de nuestra indiferencia frente al arrepentimiento, cambio o petición de perdón por parte de quien nos ha violentado, así como en la indiferencia frente al deseo de que los actos de violencia hubieran sido distintos o, en su defecto, no se hubieran dado en su acontecimiento pretérito; una gratuidad que pareciera paradójica al devenir de condiciones previas –que cesen los actos victimizantes y existan garantías de no repetición, así como procesos de verdad y memoria–, pero
6 Partiendo de la condición de su no repetición, en el caso del acto o evento victimizante la indiferencia es frente al deseo de que aquel (o aquellos) hubieran sido distintos. Ello conlleva al desarrollo de una actitud de aceptación frente al pasado doloroso y del crecimiento espiritual a partir de él.
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que en últimas responde a un llamado de amor, cuidado y preservación de la vida propia; una gratuidad, fundada en la indiferencia ignaciana frente a los deseos propios y en el ejercicio activo, en y desde la persona misma, de la cura personalis.
A modo de conclusión
Los aportes de los Ejercicios Espirituales Ignacianos a los procesos de Perdón y Reconciliación, personales y sociales, desde una perspectiva laica, se cifran en su modo y orden, su carisma, para abrir al ejercitante la posibilidad de vivir una experiencia estética del perdón, la sanación, el amor y la Gloria de Dios –Gloria Dei vivens Homo– en su propia vida y existencia. Esto supone, fundamentalmente, que los Ejercicios Espirituales, el carisma ignaciano de la vida laica, y la condición espiritual bajo la cual vivimos constantemente en el amor y el perdón, están condicionados a que la persona tome la decisión, acepte la invitación, y se disponga vivir, sentir, gustar y experimentar aquella plenitud existencial que glorifica a Dios, presente en todas las expresiones de vida y gratuidad que nacen en nuestro mundo y nuestra humanidad.
Esa decisión –la de gustar los Ejercicios, la de vivir en perdón y amor–es personal. Nunca podrá ser producto de una instrucción o imposición, ya que esto negaría toda naturalidad, individualidad y gratuidad del proceso de perdón. Como toda gratuidad, está y estará disponible y siempre abierta a ser vivida a través de los Ejercicios Espirituales que Ignacio propuso. Eso mismo lleva a comprender que las reconciliaciones y las paces sociales, recubiertas con un carisma ignaciano, sean la consecuencia de que las personas se experimenten perdonadas, amadas, llamadas a encontrar a Dios en la misión con el prójimo, en búsqueda constante de la plenitud en la propia vida, y no el fin o propósito de «perdonar».
Aunque dicha realidad parezca recubierta de un carácter utópico, al menos si la pensamos como realidad social, lo cierto es que comprender su dimensión permite observarla como un sentido de dirección de los procesos políticos y sociales en el marco de una nación o una sociedad en conflicto. Esto, haciendo su distinción con aquellos procesos políticos, jurídicos y sociales previos –reconciliación como normalización de la vida nacional; la reparación moral de las víctimas dada por el reconocimiento de las responsabilidades y la petición de perdón por parte de victimarios, entre otros– que en su sentido
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de necesidad pueden llegar a desconocer la experiencia espiritual profunda detrás de la decisión de vivir en perdón.
Lo anterior lleva a que la reflexión por la dimensión espiritual del perdón y la reconciliación se amplíe a la reflexión por el lugar y los modos en los que se enseña y se ejercita la espiritualidad misma, desde instituciones eclesiales como la Iglesia Católica, hasta las obras sociales, educativas, laicas y religiosas, reevaluando y ponderando su rol en la construcción de paz en un país como Colombia, teniendo en cuenta su influencia directa sobre la posibilidad de modificar las condiciones de realidad que desencadenan los conflictos sociales detrás del enfrentamiento armado.
Al respecto, hace poco en su columna de opinión en el diario El Tiempo. com titulada «Obispos de la Reconciliación», Francisco de Roux S.J., antiguo provincial de la Compañía de Jesús, se preguntaba por el sentido de la reconciliación en un país predominantemente católico como Colombia.
En el ambiente de crisis social a propósito de las tenciones entre Gobierno y las FARC-EP en el proceso de negociación en la Habana, De Roux hacía transparente una paradoja de la vida pública nacional:
Aunque el 80% de los colombianos [son] católicos y la inmensa mayoría creen en nuestro señor Jesucristo, el ambiente dominante es contrario a la reconciliación». Y añade: «Cabe preguntarnos qué hay detrás de este rechazo a la reconciliación y de dónde emana la desconfianza, cuando sabemos que el fracaso de las negociaciones acrecentaría la victimización y pospondría por años el regreso a una mesa de diálogo ¿Acaso no es esto evidencia de una profunda crisis espiritual entre nosotros, que no somos capaces de aceptarnos y valorarnos como seres humanos? (De Roux, 2015).
La transparencia de la paradoja no nombra nada nuevo. Lo que resulta interesante y novedoso de su postura, sin embargo, escondido en la fundamental afirmación detrás de la pregunta retórica, es vincular la reconciliación al tema de una crisis espiritual que subyace a la imposibilidad de su realización. Es fundamental, porque permite que toda pregunta, interés o indagación por los aportes de los Ejercicios Espirituales al perdón y la reconciliación en Colombia esté directamente vinculada con una pregunta profunda por el modo y orden en que se concibe, se enseña y se ejercita la espiritualidad cristiana en nuestros días. Pregunta cuya amplitud y profundidad renunciamos a tra-
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tar, pero que es útil para abrir las puertas a nuevos rumbos del diálogo entre espiritualidad, ciencia y sociedad, donde los acuerdos no se realicen sobre las minucias de las palabras, los discursos y los dogmas, sino sobre las prácticas que posibiliten la experiencia de Dios en medio del caos de lo humano.
Referencias Bibliográficas
• c abarrú S , c . La espiritualidad ignaciana es laical; apuntes sobre «Ignacianidad» (en línea); disponible en: http://www.cpalsj.org/wpcontent/uploads/2013/04/La-espiritualidad-ignaciana-es-laical.pdf; recuperado: 18 de Julio de 2015.
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• De roux, F. (2015). Obispos de la reconciliación, Columna de opinión en Eltiempo.com (en línea); disponible en: http://www.eltiempo.com/ opinion/columnistas/obispos-de-la-reconciliacion-francisco-de-rouxcolumna-el-tiempo/16066136; recuperado: 16 de Julio de 2015.
•
• DerriDa, J (2003). El siglo y el perdón, entrevista con Michel Wieviorka (Mirta Segobiano, Trad.) en El siglo y el perdón seguida de Fe y saber; De la Flor, págs. 7-39.
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• GeorGetown uniVerSity, School oF meDicine. What is Cura Personalis, (en línea); disponible en: https://som.georgetown.edu/about/curapersonalis; recuperado: 23 de Julio de 2015.
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• KolVenbach, P. (2007). Cura Personalis (en línea); disponible en: http:// www.cpalsj.org/wp-content/uploads/anos_anteriores/KolvenCuraPersonalis15ene07.pdf; recuperado: 18 de Julio de 2015.
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• Santa SeDe. Sacramento de la penitencia y la reconciliación (en línea); disponible en: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/ p2s2c2a4_sp.html; recuperado: 22 de Julio de 2015.
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Juan Pablo Sanabria Velásquez
Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como Psicoanalista
Sofía Uribe Arbeláez*
Es muy grato, estar con Ustedes, en esta oportunidad para haber podido pensar y desde allí, compartir algo de lo que me ha significado el seguimiento de Jesús, desde la Espiritualidad Ignaciana, en mi trabajo terapéutico como Analista.
Los Ejercicios Espirituales y el Psicoanálisis tienen en común la propuesta de realizar un viaje hacia el interior, en el que se devela el conocimiento de la verdad del propio ser y se construyen maneras para un ir siendo, cualitativamente distinto de nuestro punto de partida. Es un viaje que requiere acompañamiento, pues la subjetividad se construye y deconstruye, se reinventa, por así decirlo, en las relaciones con otros.
El haber podido «sentir y gustar internamente»1, la presencia viva e incondicionalmente amorosa de un Dios que me habita, potencia en mi ser de terapeuta esa actitud fundamental del Psicoanálisis que es comprender
* Tiene Maestría en Psicología Social Comunitaria de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, y es psicoanalista. Actualmente es docente de la Facultad de Administración de Empresas en la Universidad de los Andes en Bogotá.
1 San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales. Anotación dos.
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al otro y lo que sucede en la relación que sostenemos, para juntos evidenciar las verdades que se deslizan desde el terreno de lo inconsciente.
«Sentir y gustar» un amor que está más allá de cualquier merecimiento, trueque, resultado, acierto o error… Un amor que está vivificando la propia vida que somos, aun desde la presencia del mal que también forma parte de nuestro ser, de manera gratuita y siempre disponible es en sí misma, una experiencia transformadora.
Transforma las imágenes de Dios que se han entronizado en la cultura, como dispositivos de control, que presentan a un Dios celoso, juez, castigador, amante de sacrificios, de ritos y cuyo seguimiento supone la adhesión a unas doctrinas y unas normas. Ese no es el Dios que reveló Jesús y desde los Ejercicios Espirituales, se vuelve a un conocimiento íntimo que desterritorializa lo anterior, para poner en primer plano la experiencia del amor, que de suyo, implica el pensamiento, la misericordia, la compasión, la entrega y la apuesta por construir, aún desde la mayor adversidad. Un Jesús presente que no retrocede ante la destrucción y el mal, sino que permanece vivo, no corruptible por la muerte y firme en la acogida, ofertando siempre la restitución de la propia humanidad.
Trasforma la preponderancia de los cánones, hacia privilegiar el encuentro; para adentrarse en una experiencia personal donde el estar con Jesús, nutre la vida. Y la ética es la consecuencia de esa relación con Él, que en últimas promueve la propia construcción y por ende, la de los demás. Si tuviera que partirse de la virtud y de cualquier forma de excelencia para relacionarse con Dios, sencillamente Él no podría tener nada que ver con nuestra humanidad y nada qué aportar a nuestra vida real.
Transforma la mirada de sí mismo, pues al ver con El, tanto nuestras luces, como nuestras sombras; en la humildad de quien se desnuda, se verifica un proceso de reconciliación realista de lo que se es y se van abriendo horizontes de sentido, de potencia, de lo que se puede en adelante ir siendo.
Esa reconciliación personal profunda que sólo es efectiva porque me he sentido completamente amada y acogida, aceptada exactamente como soy, transforma el modo de relacionarme conmigo misma y de relacionarme con los otros. Esa reconciliación contiene el saberme comprendida y perdonada,
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Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como psicoanalista
para sacar vida, aún desde las experiencias de dolor y de muerte. En esa batalla épica entre los impulsos hacia la vida y hacia la destrucción, con ese Jesús que he conocido como ejercitante, se ha venido dando un triunfo de la vida que hay en mi vida.
Yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Sobre cumbres peladas haré brotar ríos y fuentes en medio de los valles. Transformaré el desierto en un estanque y la tierra seca en manantiales2.
Esa convicción interna, tiñe de esperanza el encuentro con mis pacientes e incide en mi relación con ellos, así nunca lo explicite con palabras, sino desde la actitud y desde la fuerza de poder contenerlos en sus afectos destructivos, sin que ellos, desbaraten nuestra relación.
Del mismo modo, incluye en mi mente, como posible, el horizonte del perdón y este factor, silente pero presente, ayuda a movilizar procesos de transformación.
Así como «los puntos ciegos» sin resolver en el analista son un obstáculo para acompañar competentemente a los pacientes, lo vivido y resuelto, son un garante para el buen desenvolvimiento del proceso. El saberme acompañada y perdonada, sin que diga una palabra al respecto, abre para ellos, desde lo que a mi corresponde, la posibilidad del perdón. En mi experiencia, he trabajado con víctimas y desde allí les comparto.
El perdón y la elaboración de duelos, son arduos trabajos psíquicos. No hay recetas, ni fórmulas al respecto, pues se trata de asuntos que van mucho más allá de la voluntad, del deber ser o de cualquier criterio de obligación. Como analista no puedo prescribir a alguien que perdone, no sólo porque no serviría de nada, sino porque este tipo de intervenciones no se hacen en Psicoanálisis. Incluso hacerla en algún caso, podría causar daño al paciente, pues podría vivirlo como una asociación mía con el agresor en su contra, banalizando su dolor o bien, como una especie de orden persecutoria, cuyo no cumplimiento implicaría la humillación de sentir que «no da la talla» y poner en riesgo la alianza terapéutica. Pero, el perdón como experiencia y posibilidad real en mi mente, me hace buena compañera de camino, en el caso de que la víctima, que es quien tiene la autoridad y el derecho de hacerlo, desee com-
2 Isaías 41 / 17-18.
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prometerse con tan enorme tarea psíquica, que a la vez implica reafirmación y construcción de salud mental, el salir del encapsulamiento del pasado y el resignificar las experiencias desde otros sentidos y tejer nuevas narrativas.
Una paciente, que sufrió durísimos maltratos por parte de su padre, incluyendo agresiones sexuales, me dijo una vez:
Desde que era niña, le pedí a Dios que transformara a mi papá. La respuesta a esa oración es que me ha transformado a mí.
La clave de su transformación fue el refundar su identidad desde el trabajo que la condujo hacia perdonarlo a él y a sí misma, abordando un proceso doloroso, un largo parto de sí, que para nada es mágico. Hay una nueva vida que se gesta en clave de perdón. Incluye un proceso largo que parte de la necesidad de romper confusiones para hallar la verdad de la ofensa como existente, ante otro ser humano que es el analista. También es preciso superar el juego de las identificaciones y desidentificaciones con el agresor, para llegar a una diferenciación respecto de éste, a un salir de la absolutización de la experiencia sufrida para dejar de girar en torno de ella, rompiendo las cadenas del resentimiento. Es también hacer duelo por lo que se siente perdido por la ofensa y ese proceso que no es lineal, ha de soportar la tormenta de la exteriorización y puesta en escena de los afectos dolorosos, del odio, de la impotencia, de la ira, de la vergüenza y del deseo de retaliación. Es renunciar a la venganza y soltarse del victimario. El contacto con la propia destructividad, permite que la víctima elabore eternos conflictos que fundan la humanidad de todos, como son: la posibilidad propia tanto del amor y como del odio, la renuncia de la omnipotencia a favor de la aceptación de la realidad y de la diferencia, así como la ubicación frente al deseo, en interjuego con la ley y el reconocimiento de lo verdadero en oposición a lo falso.
Mantener vínculos desde el odio y permanecer en él, ancla y limita la movilidad de la vida. Por eso se convierte en una carga intensa y pesada que demanda liberación. A la vez, el propio encuentro con el potencial destructivo, hace que en muchos casos, la víctima descubra algo de humanidad que comparte con el agresor, sin que eso signifique justificarle, excusar, minimizar o negar el daño recibido. Pero, sí facilita que inconscientemente no actualice su pasado doloroso, en un intento errático de deshacerse de él,
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Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como psicoanalista
estableciendo en el presente relaciones de sometimiento que perpetúen su condición de víctima.
El perdón es el resultado de un trabajo de refundación de la propia subjetividad, que implica recuperar la dignidad de quien es capaz de dar y de no haber dejado destruir su capacidad generativa, con movimientos que atraviesan el espectro de la esperanza – desesperanza y cuyo resultado ha de ser cuidado, para no repetir sin diferencias.
Podemos hablar de diversos escenarios en el trabajo del perdón. Entre esos están:
Aquellos donde la ofensa es perpetrada por alguien a quien sí le duele y sí le afecta el daño que ha causado. En esos casos, el reconocimiento sincero de lo hecho, el arrepentimiento, el que quien ha sido victimario se conmueva, compartiendo el dolor causado y desde allí, el propósito de reparar y de no repetir, facilita que se recomponga un clima de confianza que haga que la víctima le otorgue el perdón, que pueda haber reconciliación, es decir, restitución y mantenimiento de la relación.
El perdón es el resultado de un trabajo de refundación de la propia subjetividad
La contemplación, como modo de conocer y orar sensible que nos propuso San Ignacio, hace posible implicarse en la experiencia de un Pedro que llora amargamente la cobardía que se agazapaba detrás de su poco control de los impulsos, al haber negado a Jesús. Le duele su falta de compromiso, el desconocer toda su experiencia existencial de haber compartido la cotidianidad de la vida con Jesús, rechaza su miedo que lo conduce hacia el túnel oscuro, corruptible de la traición y pide un sincero perdón, dispuesto a reparar lo hecho. El reconocimiento de su fragilidad, lo lleva a superarla, en el contexto de una relación donde es amado por su Maestro, que aún desde la experiencia de la cruz, siguió apostando por él, al punto de hacerlo piedra, referente de esa nueva comunidad, de la Iglesia. La relación se sostiene y se reinventa como resultado del pedir perdón y ser perdonado, valga decir, entrañablemente perdonado, que es una radical forma de ser también, visceralmente amado.
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La reconciliación con lo que es y con lo que se es, implica aprender a amarse, incluyendo la limitación
El segundo escenario tiene que ver con el perdón de la persona a sí misma, cuando la imagen idealizada de sí, se erige en instancia persecutoria que no corresponde con el ser real que es y con lo que puede construir en su vida. Acá, el perdón supone hacer duelo de la condición de no ser omnipotente y trabajar ese Ego, probablemente muy herido, que aprendió a sobreponerse con imágenes perfectas del mundo y de sí mismo, que se rompen indefectiblemente cuando se sale del guión de las fantasías, por el ineludible contacto con la vida. La tiranía de lo ideal que no deja disfrutar lo real, maltratando a la propia persona, lleva a la rigidez, al síntoma, al sofocamiento de la afectividad, a la estereotipia, a la sensación de sin salida o por el contrario, a la elaboración del propio narcisismo, que conduce hacia el perdón por no poder ser perfecto, eternamente estable en los logros y actor único todopoderoso de lo que acontece en el mundo. Significa salir del entrampe del sadismo en contra de sí mismo, que impide el disfrute de la vida, del ataque de lo bueno que hay porque no es perfecto y del goce masoquista de volver malo lo bueno o del autocastigo.
La reconciliación con lo que es y con lo que se es, implica aprender a amarse, incluyendo la limitación, la incertidumbre, la imposibilidad de control total, el error, el fracaso y todos los afectos posibles en el abanico humano, produciendo un ejercicio de comprensión, compasivo y misericordioso consigo mismo. Es romper la implacabilidad del juicio y restituir desde la salida de la culpabilidad, la conexión con el amor mismo. En ese caso, la compañía comprensiva, realista y acogedora del analista, procura otro modelo relacional, donde todo lo incompleto cabe, lo que no está pulido y terminado también. Sentir que se puede ser reconocido, querido y acompañado, no a pesar de ello, sino con ello; inaugura una nueva posibilidad de ser y estar en el mundo, consigo mismo.
En estos casos, mi propia experiencia de sentirme amada con mis heridas, con mi mal, con mis errores, con todas y cada una de mis fragilidades y no, a pesar de ellas, o en una lógica de premios y castigos, o de canje de
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buenas acciones para recibir bendiciones, facilita desde mi mente, el avance inclusivo de los pacientes con sus partes no aceptadas de sí mismos.
El tercer escenario, tiene que ver con el perdón de lo que sencillamente es imperdonable y donde el perpetrador no tiene el más mínimo dolor por el daño causado, ni lo reconoce, buscando por el contrario, en ocasiones, endilgarle la responsabilidad a la víctima o a lo que sea y que por ende, no es vivido como problemático, ni mucho menos se pretende reparar. No hay categorías que permitan dar cuenta de la tortura o de la barbarie. En estos casos, el sano sentido del amor por sí mismo y la misericordia consigo mismo, construyen el fundamento para efectuar el arduo trabajo de elaboración del mal recibido, que lleva al regalo del perdón. Un buen equipamiento psíquico de base, sin duda lo facilita y si se trata de una persona que en ese límite decide apostar por la fe, va a fortificar sus recursos para poder regalarse y regalar la desatadura vital que significa el perdonar. El cansancio con lidiar con el peso del odio, también alimenta el deseo de emancipación. Es inevitable dentro de lo que somos como humanos, el odio, pero es posible que no tome el control, haciendo combinaciones donde el amor prime, para ir más libre por la vida.
Llega a mi memoria el rostro de alguien que atrapado por el odio y viendo cómo éste afectaba negativamente todas las áreas de su vida, sencillamente se pone de rodillas y repite las palabras de Jesús:
Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odian; bendecid a quienes os maldicen; orad por los que os calumnian. (…) Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros. (…)3
Su oración era un clamor de liberación y un ir sublimado lo destructivo. No se trataba de reprimir su odio, ni de esconder sus propias mociones asesinas, ni dejar de deleitarse en sus fantasías retaliativas. Justamente, al orar desde ello, fue integrando la posibilidad del amor en sí mismo, llegando al final del proceso a soltarse del perpetrador y del hecho inenarrable que había vivido. Esto, en unión con su trabajo analítico, le permitió refundar su vida, usando esa experiencia como nuevo catalizador de sus recursos, antes presentes, pero hasta entonces desconocidos para sí mismo.
3 Lucas 6 / 27 – ss.
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Y para finalizar, de cara al tiempo que vivimos en Colombia, es insoslayable la pregunta por el compromiso personal en la construcción de la cultura de la paz en nuestro país. Me gusta pensar que podemos cambiar las armas por palabras, para llegar a acuerdos que nos introduzcan realmente en el posconflicto. Me entusiasma el reto de asistir a la fundación de un nuevo país, donde tenemos que construir otro pacto social, de acuerdo con nuestras actuales necesidades y en donde la ley sirva para la humanización y no, para la continuación de la guerra. Conviene no confundir la Justicia Transicional con la impunidad, ni con renuncia al orden jurídico que hace que la vida de todos sea posible.
Estamos en mi sentir, en un tiempo de Éxodo. Allá y entonces, el pueblo de Israel salió de la esclavitud, para ir recuperando la dignidad de su libertad y en medio de ello, tuvo que pactar unas normas de convivencia que aseguraran la permanencia de sus vidas. Acá y ahora, podemos, siguiendo la voz de las víctimas directas del conflicto armado, salir de las ataduras del odio, de la destructiva «ley del talión» y erigir nuevos pactos, donde el perdón como inclusión, como escuela de discernimiento y como acontecimiento salvífico, sea la decisión para que se recompongan nuestras relaciones personales y colectivas.
Mira, yo pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desgracia. (…) Yo pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición, el agua y el fuego. Tú eliges4.
Para preguntarnos:
Siguiendo a San Ignacio, ¿Qué podemos «desear y elegir», desde el perdón y la reconciliación, a nivel personal y colectivo, para conducirnos en Colombia hoy, de acuerdo con «el fin para el que fuimos creados»?
4 Deuteronomio 30 / 15 – ss.
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Reconciliación y Perdon: la experiencia de amar y sentirse amado
Manuel del Cristo Quiroz, S.J.*
Es necesario expresar el sentimiento de gratitud que tengo con los organizadores de este simposio, por invitarme a compartir parte de mi experiencia a este evento tan importante, por la confianza depositada, muchas gracias.
Si en Tierralta pusieran cruces en las calles donde se han cometido asesinatos, tendrían que clavar una en la puerta del cementerio, hasta donde ha llegado la muerte a irrespetarse a sí misma, como aquel 22 de diciembre de 1982 cuando mataron a don Nicolás Negrete Babilonia y otra en la iglesia San José, hasta donde ha llegado la muerte a matar a Dios. Por estas calles que hoy vuelvo a caminar, han sido acribillados dos curas, dos exalcaldes, un líder indígena, un ex personero, un coronel, el sobrino de un obispo y cientos de Francisco, decenas de Aurelio, docenas de Manuel y miles de otros anónimos porque sí y porque no. A Tierralta se llega fácil, aunque aquí haya sido difícil vivir1.
Así inicia un artículo titulado, Tierralta, el pueblo donde cada calle tiene un muerto, del periodista Carlos Marín Calderin para la revista Don Juan. Desde este articulo inicié mi reflexión para la elaboración de este compartir. Podría haber empezado con algo más gentil y menos escandaloso, pero veo
* Hermano de la Compañía de Jesús. Realizó un Trienio Humanístico Teológico en la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Actualmente estudiante de Trabajo Social en la Fundación Universitaria Monserrate en Bogotá.
1 Carlos Marín Calderín, Tierralta, el pueblo donde cada calle tiene un muerto: Don Juan (2013). Portal web: www.revistadonjuan.com/historias/
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Manuel del Cristo Quiroz, S.J.
necesario ponerlos en contexto para entender el duro reto al que nos enfrentamos cuando buscamos encontrar el rostro amoroso de Dios en donde muchas veces las guerras, las heridas propias y de los otros nos sobrepasan.
Podemos quedarnos anclados como simples espectadores a las tristes realidades que ocurren en nuestro entorno, perder la capacidad de percibir la presencia del Dios bondadoso, del Dios del amor o ser conscientes de la invitación que se nos hace desde la vivencia de los Ejercicios Espirituales a reconstruir relaciones rotas, a promover la reconciliación y la paz.
Dentro de la elaboración de este compartir, surgieron en mí muchos interrogantes sobre los procesos, los retrocesos, los logros obtenidos en esta experiencia de amar y de sentirme amado. De aceptar mi vida y los diferentes acontecimientos de mi historia personal, mis heridas, ser consiente de los hechos que no podía cambiar y asumirlos con humildad para poder vivir mi presente con alegría y esperanza confiado en Dios. Tratar de afrontar y enfrentar mi vida con actitud serena y tranquila, perdonando lo que haya que perdonar e incluso perdonarme: hacer consciente que ese perdón es el amor mismo que sale a mi encuentro.
La invitación que se nos hace desde la vivencia de los Ejercicios Espirituales a reconstruir relaciones rotas, a promover la reconciliación y la paz
¿Ven esa flor de loto que crece en el barro? Bueno, así deben ser ustedes, en medio de la porquería que los rodea, tienen que mostrarse diferentes. Decía el Padre Neftalí Martínez, camino al corregimiento Santa Fe de Ralito. En principio, no hacia tan conscientes lo que expresaba «Nefta», en esos momentos me motivaba más la experiencia de viajar, de conocer lugares cercanos a mi pueblo, de ver otras caras y conocer otras historias; sin embargo, cuando empecé a preguntarme sobre mi proyecto de vida, cuando sentí que mi herida estaba conectada a la de muchos, esta reflexión tuvo gran eco en mí, la hice mi consigna y me ayudó a percibir que aún en medio de tanta porquería habían personas que ayudaban a que esa realidad fuera diferente, que a pesar de las cruces propias se esmeraban para que las cruces de los otros no se hicieran tan pesadas.
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Reconciliación y Perdón: la experiencia de amar y sentirse amado
La primera toma de consciencia sobre las heridas que tenían muchas personas de mi pueblo y que se conectaban con las mías, la viví a los 12 años; recuerdo que llegué a la Parroquia San José de Tierralta y vi un grupo de familias instalando carpas en el parque central, eran personas de la vereda El Diamante, que habían sido desplazadas por grupos paramilitares: familias que posteriormente fueron trasladadas a un asilo para ancianos. En ese momento yo hacía parte de un movimiento de niños que se llamaba Niños por la Paz, y una de las actividades que empezamos a realizar fue la de visitar estas familias y organizar eventos recreativos para los niños que vivían allí, tratar de hacerle más llevadera su estancia. Algo que me impresionó fue escuchar cómo narraban lo que les había sucedido, cómo salieron de su tierra, cómo asesinaron a varios de sus vecinos. Esta experiencia me motivó a volcarme a trabajar por otros, a tratar de hacer algo diferente en medio de tantas dificultades.
Estas fracturas de un mundo roto son una invitación clara y contundente a ser conscientes de nuestra vulnerabilidad y de las fragilidades que presentamos, ver esas heridas como un signo de esperanza y ver el proceso de reconciliación como una realidad. Una realidad que nos implica, que nos compromete con la justicia y que fundamentalmente reside en la esperanza de un Dios para el que nada es imposible. Esto nos muestra claramente que aunque la reconciliación es una meta, también es un proceso que se va gestando en el diario vivir, en lo cotidiano.
Desde mi vivencia de los Ejercicios Espirituales, uno de los grandes logros ha sido el tomar consciencia de que soy creado y re-creado por un Padre amoroso que me invita a sentir y a vivir un amor generativo. Experimentar la misericordia en mi propio ser y cotidianidad, comprender y profundizar que, desde el amar y sentirme amado, puedo conectarme con mis fuentes de vida y establecer puentes de comunicación que ratifiquen el sentido del amor que viene de Dios y que acontece a través de la relación con el otro. Ahora bien, en los Ejercicios Espirituales y, particularmente, en la búsqueda de nuestro Principio y Fundamento, se despierta en cada ser el deseo de brindar amor incondicional. Amor que se experimenta en el contemplar, en el conocer y en el gustar internamente a ese Dios que se nos dona y que nos invitan a actuar.
A partir de ese hacer consciente el amor de Dios, he podido ver los Ejercicios Espirituales como un verdadero proceso en el cual cada momento
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del Cristo Quiroz, S.J.
tiene relación con los contenidos anteriores y posteriores. Dentro de la dinámica ignaciana propuesta en Ejercicios, puedo reconocer el amor que habita en mí y en los otros, puedo sentir la misericordia que Jesús se anticipa a darnos; saber que puedo dar amor aún desde mis cruces, experimentar gozo desde el triunfo de la vida sobre la muerte, y llevar la experiencia espiritual vivida durante los Ejercicios a la cotidianidad: la realidad del Dios encarnado se nos hace ahora parte de la vida.
Regresando al título que lleva este compartir que hago, Reconciliación y perdón: la experiencia de amar y sentirse amado, queda en mí un interrogante: ¿Qué sucede cuando no hago consciente el amor que produce vida? Difícilmente podemos ser testigos de ese amor incondicional que fundamenta el perdón. Nuestro acercamiento a vivir un proceso de reconciliación y perdón, tiene que partir desde el reconocimiento de nuestras fragilidades, de nuestras heridas, asumiéndolas como parte de este proceso. Reconocer que se necesita de Dios y de su gracia para poder avanzar, hacer consciente la presencia y la relación personal que tenemos con Él y, desde allí, saber que precisamente por tener heridas podemos ser sanados.
Por tanto, es tarea nuestra ejercitar la mirada, la sensibilidad para ver a Dios habitando en todo. Descubrir a un Dios que se comunica, que nos lo da todo y se da a sí mismo en todo, un Dios que acontece en todo. Quiero finalizar con una oración del padre Pedro Arrupe, S.J. que recoge en gran parte mi experiencia en el proceso de amar y de sentirme amado, de descubrir que es allí en lo que vivo diariamente donde Dios se me hace el encontradizo en mi propia realidad:
No hay nada más práctico que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse rotundamente y sin ver atrás. Aquello de lo que te enamores, lo que arrebata tu imaginación, afectara todo. Determinará lo que te haga levantar por la mañana, lo que harás con tus atardeceres, cómo pases tus fines de semana, lo que leas, a quien conozcas, lo que te rompa el corazón y lo que te llene de asombro con alegría y agradecimiento. Enamórate, permanece enamorado, y esto lo decidirá todo.
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Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría
Wooldy Edson Louidor*
INTRODUCCIÓN
Hablar de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola me remite directamente a mi biografía, en la que he tratado de hacer realidad el principio ignaciano «el sentir y gustar internamente de las cosas»1, fundamentalmente desde tres dimensiones de mi vida: lo que soy (mi identidad personal), lo que hago (mi quehacer profesional), y lo que anhelo de corazón para mi país Haití y mi continente América Latina-Caribe (mis sueños y utopías sociales). Los Ejercicios Espirituales son parte importante de mi historia personal; por lo que siempre me he considerado «ignaciano».
«El sentir y gustar internamente de las cosas» es un principio que ha dado sentido a mi vida personal y, concretamente, a mi trayectoria profesional. Me ha permitido tocar fondo, desde la pregunta que siempre me hago
* Maestría en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás en Bogotá. Licenciado en Filosofía y Ciencias sociales del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente en Guadalajara, Jalisco, México. Actualmente es el Coordinador del Programa de Formación Integral para Académicos, en el Centro Pastoral San Francisco Javier y docente de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.
1 «…Porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, más el sentir y gustar internamente de las cosas», Ejercicios Espirituales 2.
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en distintas formulaciones (sobre todo, cuando siento la necesidad de hacer un «pare» en mi camino), a saber: si lo que hago me hace plenamente feliz; si estoy dónde «debo» estar, si disfruto de lo que hago, si estoy dando todo lo que puedo dar al máximo; si estoy conectado internamente con mis tareas y funciones laborales, con la institución donde trabajo, con la relación personal que estoy cultivando, o con la lucha social con la que me comprometo.
Me propongo, en esta ponencia:
1. Narrar mi historia personal con los Ejercicios Espirituales como fuente de sentido que da «sabor» (gusto interno) a mi proceso biográfico;
2. Describir cómo los Ejercicios Espirituales son una fuente de sabiduría (saber que se siente) para fundamentar el horizonte de mi quehacer académico-profesional, principalmente en los temas que vengo trabajando desde más de una década: las relaciones haitiano-dominicanas, las migraciones y el desarraigo (de los indígenas y los negros).
De allí el título de mi ponencia «Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría».
MI TESTIMONIO DE VIDA CON LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Un primer contacto que impactó el resto de mi vida
En el sistema educativo haitiano, en el que estudié la Primaria, la Secundaria y el Bachillerato, los estudiantes tenían un contacto bastante interesante con el estilo de educación de los Jesuitas. Se decía en los manuales de clase que Descartes había recibido una educación jesuita en el Collège La Flèche (en Francia), por lo que este filósofo francés insistía siempre en la importancia de usar (con discernimiento) la razón. Mis profesores, principalmente los de Literatura Francesa y Filosofía, aprovechaban este dato para hablar de los Jesuitas, de su propuesta educativa y de su influencia en las Humanidades - principalmente en el siglo XVII (considerado el siglo de oro de
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Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría
la literatura francesa)- y en la Ilustración francesa en el siglo XVIII (le Siècle des Lumières, le Siècle des Philosophes).
El colegio fue el primer lugar, donde escuché hablar de los Jesuitas; lo cual me dejó con el gusto de conocer un poco más de este grupo de intelectuales religiosos que tenía una concepción tan peculiar de la vida. De hecho, la primera cita que tuve con los Jesuitas de Haití en 1994 (el padre Godefroy Midy), me la buscó mi profesor de Filosofía de un Colegio anglicano (Collège Saint-Pierre en Puerto Príncipe) donde terminé el Bachillerato. Desde entonces, los Jesuitas no han desaparecido de mi vida personal.
En 1995, cuando era un joven de apenas 19 años que vivía en Puerto Príncipe (capital de Haití), hice los Ejercicios Espirituales en la vida corriente, siendo acompañado por una hermana religiosa canadiense de la Congregación «Las hermanas de Cristo Rey». Fue así como tuve mi primer acercamiento con la espiritualidad ignaciana. Me impactó sobremanera la vida de Ignacio de Loyola (el peregrino) y el camino que ofrece a un joven [como yo, en aquel entonces] con fuertes inquietudes espirituales (e incluso vocacionales), con una gran pasión por la justicia y con el deseo de comprometerse con su pueblo sufriente desde una sólida formación académica.
Encontré, en lo poco que entendía de la espiritualidad ignaciana, este camino apasionante de integración en varias dimensiones: integración de la fe (renovada con un lenguaje cercano) en la vida cotidiana (muy difícil en aquel entonces en Haití); de la búsqueda espiritual personal y la rigurosa formación académica en la pasión por el servicio a los pobres (que representan más del 50% de la población haitiana). Si bien no me apasionaba mucho la fe en Jesucristo (me parecía «doctrinal»), sin embargo, me encantó esta «nueva» propuesta de servicio a los demás, principalmente a los más necesitados, desde una fe encarnada en la historia del pueblo, en una iglesia comprometida con la lucha por la justicia, y una academia intelectualmente sólida pero que aporta a la solución de problemas contextualizados.
Ser libre para servir mejor
Mi llegada a México en enero de 1996 me permitió conocer un poco más de la espiritualidad ignaciana y, sobre todo, de los Ejercicios Espirituales. Tuve la oportunidad de hacer los Ejercicios Espirituales de un mes en
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Wooldy Edson Louidor
Tapalpa (Jalisco, México), con el acompañamiento del padre jesuita mexicano Sergio Cobo. Confirmé en esos Ejercicios Espirituales que el servicio a los más pobres era mi principio y fundamento; pero al mismo tiempo sentí el llamado interno a crecer en libertad personal para desapegarme incluso de mí mismo y de todo lo que era importante para mí: mi identidad haitiana, mis raíces negras, mis vínculos familiares y amicales en Haití, etc.
Discerní que, para servir mejor, era necesario ser muy libre y tener un corazón generoso y disponible para ir a dónde podía ser más útil, para trabajar con quienes «la vida» me pusiera y en las «fronteras» adonde me enviara. Desde ese momento, empezaba a disfrutar de mi estancia en México, superando la dolorosa experiencia del desarraigo. Pude dar el salto interno para «habitar», cuerpo y alma, la realidad de este país tan bello, diverso, acogedor. Fue un ejercicio liberador de «desprendimiento» (desapego) que me dolió mucho, pero me dio alas para volar, para entender quién soy yo, cómo y desde dónde quiero estar y vivir (estando lejos de mi tierra y de «los míos»).
Confirmé en los Ejercicios Espirituales que el servicio a los más pobres era mi principio y fundamento
El discernimiento personal que hice durante este tiempo me llevó a conocer el mundo de los indígenas mexicanos (en concreto, los huicholes) y a trabajar con los jóvenes indígenas de esta etnia que habían emigrado de sus comunidades (de la Sierra) a la metrópoli Guadalajara [la segunda ciudad más importante de México]. De allí, apareció en mi vida personal y mi trayectoria profesional la pasión por el trabajo con los migrantes y la lucha por los derechos humanos de las víctimas de exclusión y discriminación (principalmente racial o étnica). Allí encontré mi vocación como persona (ser defensor de los derechos humanos) y también como académico (ser un estudioso de las migraciones). Esta «nueva» vocación era una gran novedad para mí y para mis compatriotas haitianos que vivían en México; esta novedad se podría resumir en esta frase que me dijo sarcásticamente uno de mis compatriotas: «¡Un negro trabajando apasionadamente con indios!»
Sin embargo, en el fondo de mí, yo me convencía cada vez más de que la causa por la que estaba luchando por los indígenas era similar a la causa de los negros y mi pueblo haitiano, a saber: la defensa de nuestra dignidad. Me convencía de que no había ninguna contradicción entre estas dos luchas,
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Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría
porque en el fondo era una sola; y de que negros e indígenas, estábamos en la misma situación y teníamos la misma condición de subalternos (desde luego, con sus respectivas especificidades) en el continente americano.
Al poner el corazón en ambas trincheras, sentía mucha libertad y una fuerte dosis de desprendimiento. Mi intensa lucha social fue expresión de esta gran libertad interior, de este desprendimiento y de este ir más allá de “mis” fronteras de identidad, raza, etnicidad, «haitianidad», para abrazar y reivindicar la dignidad humana en contra de los múltiples rostros de la exclusión y la discriminación. Ser muy libre para servir más y mejor.
Ya en 1998 (hasta agosto del 2012) empecé a trabajar con los indígenas huicholes en Guadalajara, aportando a la elaboración de un diagnóstico sobre la presencia de los indígenas en Guadalajara y realizando una investigación sobre el choque cultural (analizado desde la variable del idioma) entre los migrantes indígenas mixtecos y la sociedad tapatía a la que llegaban. En aquellos años disfrutaba mucho de ambos trabajos: por un lado, el acompañamiento a migrantes indígenas y la defensa de sus derechos y su dignidad; por el otro, la investigación sobre la migración.
MI TRAYECTORIA PROFESIONAL
Además de ser una fuente de sentido para dar sabor a mi vida personal, los Ejercicios Espirituales han sido una fuente de sabiduría para mi trayectoria profesional.
El «prosupuesto»2
Además del principio «el sentir y gustar internamente de la cosas», me ha impactado el llamado «prosupuesto», principalmente su principio «salvar la proposición del próximo». Me ha servido para el desarrollo de mi propia propuesta académica sobre la hermenéutica filosófica (que, para mí, está fundamentada en la vida como su punto de partida y su finalidad) y –lo más
2 Prosupuesto: «Para que así el que da los exercicios espirituales, como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen christiano ha de ser más prompto a salvar la proposición del próximo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquira como la entiende, y, si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» Ejercicios Espirituales 22.
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importante– para contribuir a la solución del conflicto entre el cristianismo (la iglesia católica y las sectas protestantes) y el vudú3.
Siendo nieto de dos sacerdotes vudú, de un pastor protestante y de una católica muy ferviente, sufrí mucho de las consecuencias del conflicto religioso cristianismo-vudú en Haití que fragmentó mi familia y llevó a mis padres a separarse (siendo ambos muy jóvenes). Viví en carne y hueso las consecuencias de este conflicto religioso, tejido de intolerancia.
Me di cuenta que el «prosupuesto» permitía comprender que nadie tiene la última palabra o detiene la verdad absoluta
Me di cuenta que el «prosupuesto» permitía comprender que nadie tiene la última palabra o detiene la verdad absoluta. Que lo que nos hace humanos es el diálogo, en el que cada uno debe tratar de entender y «salvar» la opinión del otro incluso en contra de la propia opinión.
Me he ido preguntando: ¿Qué tanto los católicos y los protestantes han estado dispuestos a escuchar la «proposición» del practicante vudú en Haití? ¿A considerarlo como conciudadano, como «prójimo»? ¿Por qué esta resistencia, sobre todo, del protestante (radical) a aceptar convivir o que los suyos compartan y hagan familia con practicantes vudú?
Como académico, argumenté que el vudú ha mostrado más capacidad hermenéutica de diálogo (para «salvar la proposición del próximo») que las otras religiones existentes en Haití, por la simple razón de que la apuesta del vudú ha sido por actualizar, adaptar, aplicar sus mensajes (los de los loas o espíritus africanos) al hoy del pueblo haitiano; por lo que ha desarrollado una gran capacidad de análisis e interpretación de la realidad, el contexto y la coyuntura haitiana, para adaptarse y hacer su aporte en pro de la liberación del pueblo (resistiendo como religión o cultura «subalterna», desde un lenguaje sincrético y formas de resistencia muy creativas).
3 Defino el vudú (su equivalente en Cuba es la «santería» y en Brasil «candomblé») como un complejo sistema de sabidurías, creencias, modos de organización socio-política y prácticas religiosas y culturales, heredados de África, que han servido a los afros del continente americano para conectarse con África (con los dioses, los ritos, los mitos que tuvieron que abandonar, por culpa de la trata negrera). El vudú es la conexión de los afros del continente con África, desde el destierro: es una metamorfosis del desarraigo.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 119-127
Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría
La contemplación de la Encarnación
Otro principio de los Ejercicios Espirituales que ha sido fecundo para mi vida académica ha sido esta articulación de la diversidad de personas y la unidad del género humano, tan bien trenzada en la contemplación de la Encarnación4.
En esta Contemplación, San Ignacio nos invita a mirar la diversidad de las personas sobre la faz de la tierra y contemplar el momento en que la Trinidad toma la decisión de salvar al género humano. A la luz de ella, alcancé a entender la raíz del por qué ha sido difícil, para República Dominicana, aceptar la diversidad (incluyendo sus raíces afro-haitianas en su identidad); para América Latina, aceptar nuestra diversidad (incluyendo lo afro, lo indígena); y para el mundo, tratar con la alteridad (encarnada en los migrantes, que son los otros o los extranjeros por antonomasia, principalmente quienes están con necesidad de asistencia y protección).
Comprendí que la hospitalidad (o, mejor dicho, la falta de hospitalidad o la hostilidad) era el meollo del asunto, a saber: la incapacidad para reconocer al otro como otro (diferente de mí) y acogerlo en su alteridad como un miembro del género humano (y no como una amenaza, un enemigo, por el hecho de que sea diferente). La hospitalidad, correctamente entendida, invita a acoger la diversidad de cada persona y tratarla como un miembro del género humano (dignificado y salvado por Dios).
En República Dominicana, persiste esta negativa de las autoridades de este país y gran parte de la sociedad a reconocer al dominicano de ascendencia haitiana como dominicano diferente (pero dominicano, al fin y al cabo); en Haití, ha sido difícil para una buena fracción del pueblo haitiano aceptar
4 Principalmente estos dos puntos de la Contemplación:
«El primer punto es ver las personas, las unas y las otras; y primero, las de la haz de la tierra, en tanta diversidad, así en trajes como en gestos; unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos nasciendo y otros muriendo, etcétera. 2°: ver y considerar las tres personas divinas como en el su solio real o throno de la su divina majestad, cómo miran toda la haz y redondez de la tierra y todas las gentes en tanta ceguedad y descienden al infierno…» Ejercicios Espirituales 106.
«2° punto: el 2°: oír lo que hablan las personas sobre la haz de la tierra, es a saber, cómo hablan unos con otros, cómo juran y blasfemian, etc.; asimismo lo que dicen las personas divinas, es a saber: ‘Hagamos redención del género humano’, etc.» Ejercicios Espirituales 10.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 119-127
la decisión de quienes emigran a República Dominicana (un país donde no quieren a los haitianos), pero sin entender que esta decisión se debe –en gran parte– a las malas condiciones de vida en Haití. El drama de los dominicanos de origen haitiano se manifiesta tanto en República Dominicana (donde son rechazados por tener sangre haitiana) como en Haití (donde son incomprendidos por ser dominicanos hijos y/o nietos de emigrantes haitianos). Allí se palpa la negación de la diversidad y la negativa a tratar al otro diferente como miembro del género humano (o como ser humano).
La misma situación se presenta con los negros e indígenas en América
Latina: aún no se ha reconocido en la práctica que somos una región también negra e indígena (no sólo mestiza o descendiente de europeos) y que hay que ajustarnos y ajustar la educación, la política, la cultura, la economía, la historia, etc., a esta diversidad que somos. La exclusión y la discriminación de ambos grupos étnicos en nuestra región se deben al rechazo sistemático de su diversidad, su otredad, su alteridad, por parte de una sociedad occidentalizada que niega ambas raíces suyas consideradas inferiores e indignas (no humanas). De hecho, ambas comunidades étnicas figuran entre los grupos más marginados de la región geográfica más desigual del mundo: América Latina y el Caribe.
Finalmente, el drama de la mayoría de los 232 millones de migrantes internacionales (voluntarios) y los migrantes forzados (principalmente, los refugiados y los desplazados) en el mundo se debe fundamente a su alteridad, al hecho de que sean «otros»: los «otros» que no pertenecen a la comunidad adonde llegan. Son extranjeros, incluso aquellos que están en su propio país, por ejemplo, los desplazados. Esta «hostilidad» se puede agravar, si el migrante-otro-extranjero es pobre, negro, mujer o sufre de otro estigma (terrorismo, narcotráfico, etc.).
He ido entendiendo que la pregunta clave para el tema de las migraciones es la siguiente: ¿Cómo abrir las fronteras no sólo geográficas, sino las del derecho (internacional y nacional) y de la ciudadanía, las fronteras políticas, económicas, culturales, simbólicas al migrante/otro/extranjero para encontrarse con él y acogerlo en su alteridad (sin borrarla ni ser borrado por él)? ¿Cómo construir un mundo humano, es decir, sin imponer ninguna clase de fronteras (visibles o invisibles) a otro ser humano por el hecho de ser «otro», «diferente», «extranjero»? ¿Cómo hacer de todo (Estados, Derecho,
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 119-127
Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría
Relaciones Internacionales, Globalización, etc.) un medio o una mediación para lograr este fin? ¿Cómo colaborar con esta obra divina a la que Dios nos está invitando, a saber «hacer redención del género humano» y no sólo de mí, de mi familia, de las personas que quiero, de mi comunidad, de mi país, de mi etnia, etc.?
A MODO DE CONCLUSIONES
En las tres realidades arriba mencionadas (los dominicanos de origen haitiano, los desarraigados negros e indígenas, y los migrantes), me parece que el reto es el mismo: cómo reconocernos diferentes (como personas), pero iguales como miembros del género humano, es decir, parte de una sola humanidad y –por lo tanto– dotados de derechos fundamentales y de dignidad. Reto al que la Contemplación de la Encarnación da pistas interesantes para aportar a su solución en los siguientes términos: saber mirar al mismo tiempo la diversidad de las personas en la faz de la tierra (la diversidad es parte de nuestra condición humana) y el género humano (nuestra pertenencia a la misma humanidad, digna de ser salvada porque Dios mismo toma la decisión de salvarla y nos invita a esta obra divina).
Como académico, he sido impactado por esta mirada tan fecunda que se puede sacar de esta Contemplación: ver la faz y redondez de la tierra y el género humano en ella (el globo) y también ver cada persona (bien localizada) con su diferencia y unicidad. Ser capaz de contemplar la diversidad de las personas (no sólo las diferencias étnicas, sino también las diferencias de culturas, cosmovisiones, ideologías, religiones, filosofías, intereses, etc.) y la unidad del género humano, que se esconde en la humanidad que hay en o debajo de esta diversidad. Y lo más importante, «el sentir y gustar internamente» de la misión que Dios nos encomienda: humanizarnos cada vez más como personas (tan diversos que somos, cada uno) y humanizar todo lo que hacemos como género humano (la ciencia, la filosofía, la política, la religión, la economía, etc.). Dejar que esta misión dé sabor a nuestras vidas.
Esta búsqueda de mayor humanización como persona, sociedad, continente y género humano, desde una mirada hospitalaria (capaz de ver, acoger y tratar al otro diferente como un ser humano, venciendo nuestro propio encerramiento identitario), es el camino hacia la reconciliación con nosotros mismos, con nuestros prójimos y con la humanidad.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 119-127
Índice desde el 2006 al 2015
AUTORES
Autor Título Vol.N°AñoPág.
AGUILAR
José Alejandro, S.J.
AIZPÚN
José Javier, S.J
ÁLVAREZ
Patxi, S.J.
AMAYA
Gonzalo, S.J.
ANDRÉS
Jesús, S.J.
ANGULO
Alejandro, S.J.
ARANGO
Elkin, S.J.
Aportes para la CG 35 en los temas de la ecología, el medio ambiente y la sostenibilidad 17512007101-106
La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología 2266201253-71
La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante 2265201285-93
Educación de calidad para todos 2367201326-32
Discernimiento. Perspectiva pastoral de la elección y la reforma de vida 2058201085-96
Una nueva pastoral vocacional 1751200760-86
Espiritualidad y construcción de paz 2471201457-68
La reconciliación de Colombia a la luz del Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola2575201548-18
Palabras de inauguración. VI simposio 174920078-9
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
ARANGO
José Roberto, S.J.
ARIAS Virgilio, S.J.
BAENA Gustavo, S.J.
BARANDA Benito
BEDOYA
Sol Beatriz
BLASZCZAK Gerard, S.J.
BRUCKNER Thierry
BUSTAMANTE María Leonor
«Con Cristo he sido crucificado, vivo yo, más no yo, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2-19ss) 2163201118-42
Javier Osuna Gil, S.I. –1931-2015 2574201569-83
«Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo» [345] 2472201441-57
Ejercicios Ignacianos y Comunidad 2060201026-57
Identificación con Cristo y Discernimiento Ignaciano23-2469-702013-143-17
El aporte de la Contemplación para Alcanzar Amor al proceso del Perdón y la Reconciliación 2575201566-81
Decreto 6 «La colaboración en el corazón de la misión»
Unidos en el corazón de la construcción del Reino 1854200888-99
Seducida y enamorada por el Rey Eternal 17492007148-155
La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor22662012129-135
Comentarios al Panel2367201321-25
Bajo la mirada de Dios16462006101-105
El camino del llamado17492007156-162
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
CAICEDO
Marcela
CAJIAO
Silvio, S.J.
CAMACHO
María Teresa
CARDONA Mauricio
CASTAÑEDA
Aurelio, S.J.
CASTAÑEDA Zulma
CASTILLO
María Josefina, A.C.I.
CAVASSA
Ernesto, S.J.
CAYCEDO
Jorge, S.J.
CODINA
Víctor, S.J.
Toda una vida corriendo detrás de Jesús para alcanzarlo y más amarlo24722014101-105
Palabras de clausura. VIII simposio 19552009160-162
Dos banderas, Tres binarios, Tres grados de humildad 19552009132-138
Dimensión antropológica de la elección 2058201055-69
Discernimiento y la acción de Dios en el mundo empresarial: una aproximación experiencial 23-2469-702013-14199-208
El proceso de elección de los Ejercicios aplicado a una opción vocacional1955200987-99
Relato de una experiencia de laicos 2264201240-48
El testimonio de un hueso duro de roer 16462006106-114
La mujer como acompañante espiritual en el proceso de elección y reforma de vida 2058201070-84
Decreto 5 «Gobierno al servicio de la misión universal» Una primera aproximación 1854200873-87
La Pasión según San Ignacio 2161201127-45
Ante todo Dios 25732015205-211
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
CODINA
Víctor, S.J.
Claves para una hermenéutica de los Ejercicios257320155-37
Conforme a nuestra profesión de humildad y baxeza 2574201569-83
Contemplar a Cristo en los pobres 25732015187-204
«Dos banderas» como lugar teológico 1955200987-99
«Dos banderas» como lugar teológico 2573201580-104
Los Ejercicios en la vida del pueblo latinoamericano 25732015105-120
Enviados a la Viña del Señor 2574201584-99
Experiencia espiritual desde los pobres 25732015177-186
Jesucristo 2573201538-47
La Mistagogía Ignaciana25732015136-154
La noche oscura del P. Arrupe 25742015146-155
La Paradoja Ignaciana2574201513-27
Una presencia silenciosa. El Espíritu Santo en los Ejercicios Ignacianos2573201548-79
¿Quién fue realmente Ignacio de Loyola? 257420155-12
La religiosidad popular en los Ejercicios de San Ignacio 25732015121-135
La restauración de la Compañía (1814) 25742015134-145
San Ignacio y Paulo IV2574201534-68
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
CODINA
Víctor, S.J.
Sentirse iglesia en el invierno eclesia 25742015100-133
El tema del camino en Ignacio de Loyola 2574201528-33
Teología de la liberación y espiritualidad ignaciana25732015155-176
CORREA
Carlos E., S.J. La contemplación ignaciana: camino a la iluminación 1852200834-58
COSTADOAT
Jorge, S.J.
CRUZ
Luis Raúl, S.J.
CHAVERRA
Jefferson, S.J.
DA SILVA
Anthony, S.J.
Palabras de inauguración. VI simposio 174920073-7
Fe en Cristo Resucitado2163201160-74
La fe de la Iglesia en el creyente Jesús 2163201175-83
Alimentar y nutrir la experiencia de oración 195620093-47
Los Ejercicios Leves. Ayudas para el servicio de Dios 2060201077-96
La novedad ignaciana de las ‘Dos banderas’, los ‘Tres binarios’ y las ‘Tres maneras de humildad195520096-65
El Primer Modo de Orar. Un modo de ordenarse en el clima de oración 1648200662-74
Considerar a dónde voy y a qué [EE 239] 2472201496-100
Colaboración en la Educación Jesuítica 2367201399-110
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
DE MORI
Geraldo, S.J.
DE ROUX
Francisco J., S.J.
DÍEZ
Inmaculada, S.A.
ENDEAN
Philip, S.J.
ESCOBAR
María Consuelo
FALLA
Ricardo, S.J.
GARCÍA
José, S.J.
GARRIDO
José Rafael, S.J.
GIRALDO
Javier, S.J.
GÓMEZ
Hugo Nelson, S.J.
GÓMEZ
Juan Daniel
GONZÁLEZ
Benjamín, S.J.
La antropología de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: Lectura narrativa o diacrónica236820133-24
Pertinentes de ideas1751200787-100
La contemplación en los Ejercicios Espirituales18522008106-109
«Reglas para el ministerio de distribuir limosnas» [337] 2472201427-40
La cruz y las gracias de los Ejercicios 21612011102-103
La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor 2266201299-110
Martirio. Algunas reflexiones espirituales 2011247120143-18
La Pasión en las pasiones tardomedievales 216120113-26
La música en la oración Ignaciana 1956200990-108
La realidad de la cruz en Colombia 2161201146-62
Palabras de inauguración. VIII simposio 195520093-5
El encuentro con Jesús como Camino de Perdón y Reconciliación 2575201438-44
Contemplar al Dios que se hace historia desde América Latina 1852200859-89
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
GONZÁLEZ
Jaime Emilio, S.J.
GRIMALDO Gloria Cecilia
GRANADOS Luis Fernando, S.J.
Aparecida y la Mística de la Misión. Algunos elementos de Espiritualidad Misionera 1853200830-56
Deseos de Conversión e Idoneidad. Claves para hacer los Ejercicios Espirituales 2368201375-97
Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder 206020103-25
Entre el miedo y el deseo del silencio 1957200927-51
Llamados a la fidelidad, al carisma y a la Iglesia 185420083-25
Nadal, la segunda mente de Ignacio de Loyola 175020073-25
Orar y encontrar fácilmente a Dios 1956200948-69
¿Quid agendum? La búsqueda continua de la voluntad de Dio 1751200739-59
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola 2265201222-41
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales según la práctica regulada por los Directorios 2265201242-65
Contemplación ignaciana a la luz de la Psicología1852200890-105
El cambio implica Aprender a aprender y Aprender a desaprender 1647200677-93
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
GUERRERO
Luis Guillermo
GUTIÉRREZ
Alberto, S.J.
GUTIÉRREZ
Enrique, S.J.
GUTIÉRREZ
Mario, S.J.
HERAZO
Benjamín
HERNÁNDEZ
Andrés, S.J.
HERNÁNDEZ
Juan, S.J.
HUANG
Daniel Patrick, S.J.
«¿Qué está haciendo Dios y a qué nos llama su acción en Colombia?» 23-2468-702013-14161-181
Contexto histórico de la meditación del rey temporal 1749200710-28
La «Conversación espiritual» en los orígenes de la Compañía de Jesús 1648200613-20
Decreto 1 «Con renovado impulso y fervor» 1854200826-33
Perdón y Reconciliación desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales2575201590-95
La palabra en el silencio. Clave esencial de la pedagogía ignaciana 1957200916-26
Vivir el pecado en la Primera Semana 16462006115-118
Conspiración para amar22662012120-128
¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina? 2161201163-80
Una reconciliación frustrada y su superación 2471201419-42
Informe de Nairobi: reflexiones sobre la identidad jesuítica desde la 70a Congregación de Procuradores 2367201358-74
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
JARAMILLO
Carmen Caminos de reconciliación para la construcción de paz desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales2472201484-89
JARAMILLO
Jorge
JIMÉNEZ
Julio, S.J.
KVIATKOVSKI
Nora Beatriz, RJM
LIBÂNIO
João Batista, S.J.
LOMBARDI Federico, S.J.
LONDOÑO Alejandro, S.J.
LONDOÑO Fernando, S.J.
Experiencia personal en la meditación de las Dos banderas 19552009139-143
Experiencia de los Ejercicios Espirituales personalizados con laicos en Colombia 2264201258-74
En camino hacia la experiencia de Ejercicios2264201249-57
El Discernimiento Espiritual en el conjunto de los Ejercicios y en la vida cotidiana 23-2469-702013-1440-69
Perspectiva Pedagógica1646200671-100
Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas 2367201341-57
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor a la vida cotidiana 22662012111-113
Primera Semana 2059201049-55
Una experiencia espiritual urgida de preparación. Los Ejercicios ignacianos de mes 226420124-26
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
LONDOÑO
Fernando, S.J.
LOUIDOR
Wooldy Edson
LOWNEY
Chris
LUCCHETTI
María Clara
MADERA
Ignacio, S.D.S.
MADRIGAL
Santiago, S.J.
MAHECHA
Carlos Guillermo
MARSH
Robert R. , S.J.
MARTÍNEZ
Juan José, S.J.
MARTÍNEZ
Víctor M., S.J.
Tercera Semana de Pasión 2059201074-82
Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría25752015119-127
Liderazgo - Nacido de la Misión Jesuita 2367201375-88
Ejercitarse... para amar2266201272-93
Un cuerpo animado y movido por el Espíritu Divino 226520127-21
¿Dónde fue a parar la opción por los pobres en la Iglesia después de Aparecida? 1853200818-29
Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia2472201458-81
El Señor acabó con mi vida 24722014106-115
Mirando a Dios que te mira. La tercera adición de Ignacio 2368201325-35
Un camino de libertad: Disposiciones para elegir bien 2058201097-116
El oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae: entre el gozo y los efectos de la resurrección 216320113-17
Palabras de clausura. VII simposio 18522008144-148
La Vida Religiosa en Aparecida. Un estilo de vida, llamado a dar vida desde la vida 185320083-17
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
MEJÍA
Jorge Julio, S.J.
MEJÍA
Wilson, Pbro.
MELLONI Javier, S.J.
MERCHÁN
Juan Carlos
MERCIECA
Eddie, S.J.
MESA José Alberto, S.J.
MESA Teresa, RJM
MOSCOSO
Arturo, S.J.
MOSQUERA Merlis
NAVARRETE Luis Felipe, S.J.
La Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana 2266201240-52
¿Qué hace posible ejercitarse espiritualmente?2264201227-32
Una experiencia de Discernimiento parroquial23-2469-702013-1440-69
Los Ejercicios como experiencia mística 2060201058-76
La experiencia de los Ejercicios Espirituales y la construcción de la paz y la reconciliación 2472201482-83
Perspectiva Ignaciana. Algunas notas obre el aporte ignaciano 1646200613-19
La educación jesuita: Aceptando las nuevas fronteras, un continuo caminar226720134-20
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor en la perspectiva de mi vocación a la vida religiosa y mi apostolado en la formación22662012114-119
Características del sujeto dispuesto para hacer Ejercicios 2265201266-82
Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe 2575201582-89
Aproximación bíblicoteológica 2266201217-39
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
NAVARRO
Ana María
O’MALLEY
John, S.J.
O’ MALLEY
Seán Patrick, o.f.m. cap.
OROBATOR
Agbonkhianmeghe, S.J.
ORTIZ
José María
OSUNA
Javier, S.J.
OTERO
Ruth María, rjm.
PALACIO
Carlos, S.J.
Título Vol.N°AñoPág.
Mi experiencia en el Discernimiento 23-2469-702013-14188-193
Cinco misiones del carisma jesuita. Contenido y método 175120074-38
Homilía en la fiesta de San Ignacio, Boston, julio 31 de 2012 23672013100-107
Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela 2367201389-99
Palabras de clausura17492007170-174
«Contemplación de la vida del Rey Eternal» [EE 91100] en los Ejercicios y en la vida de San Ignacio1749200729-64
Cuarta Semana y contemplación para alzanzar amor 2059201083-101
Verdad y Misericordia en la Primera Semana de EE. 2575201519-37
«.... Ansí nuevamente encarnado» (A propósito del «conocimiento interno del Señor») 2162201178-95
Los «misterios» de la vida de Cristo en los Ejercicios Espirituales 2162201196-121
Para una teología del existir. Lectura de la Segunda Semana de los Ejercicios Espirituales 216220113-59
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
PALACIO
Carlos, S.J.
PARRA
Alberto, S.J.
PEÑA
Moisés Roberto, S.J.
PERDOMO Catalina
PEREGRINA Concepción, RMI.
PÉREZ
Juan Camilo
PINEDA
Jorge Humberto
PRIETO
José de Jesús, S.J.
Presupuestos teológicos para ‘contemplar’ la vida de Jesús 2162201160-77
«La divinidad se muestra en la resurrección por los verdaderos y santísimos efectos de ella» (EE 223)2163201143-59
Ser y hacer de los discípulos en la América nuestra1648200621-52
El mal no tiene la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección 2575201545-65
Me sedujiste y me dejé seducir (Jr. 20, 7) 17492007163-169
En servicio y entrega18522008115-123
«Tres modos de orar» [238] 2472201415-26
Experiencia de contemplación en los Ejercicios Espirituales 18522008110-114
Evolución en la manera de hacer y dar los Ejercicios. Actores de los Ejercicios y tarea del que los da2059201032-39
La oración de contemplación, crecer en conocimiento, afectación y entrega 1956200970-80
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
PRIETO
Autor
José de Jesús, S.J.
QUIROZ
Álvaro, S.J.
QUIROZ
Manuel del Cristo, S.J.
RINCÓN
José Leonardo, S.J.
RESTREPO
Álvaro, S.J.
RESTREPO
Darío, S.J.
Pedro Arrupe, hombre con un sentido profundo y muy personal de Dios 1750200776-84
Amar y servir siendo un cuerpo apostólico 1648200653-61
Reconciliación y Perdon: la experiencia de amar y sentirse amado 25752015115-118
Perspectiva Pedagógica1646200657-70
Decreto 4 «La obediencia en la vida de la Compañía de Jesús» 1854200869-72
«Reglas para ordenarse en el comer para adelante»
[EE 210-217] 247220145-14
Anotaciones, Adiciones y Principio y Fundamento2059201040-48
Aprender a sanar heridas1647200642-56
«Bienaventurados los que trabajan por la paz...» ¿Cuál paz? 2471201443-56
Origen y novedad de la contemplación ignaciana1852200811-33
Pedro Arrupe: un profeta de Dios 1750200770-75
Tres hombres que descubrieron para qué vivir164820063-12
Tres modos de orar de los Ejercicios Espirituales1956200981-89
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
RESTREPO
Iván, S.J.
RODRÍGUEZ
Cecilia, A.C.I.
RODRÍGUEZ
Gabriel Ignacio, S.J.
RODRÍGUEZ
Hermann, S.J.
Aprender a perdonar y a perdonarse 164720063-24
El comienzo de la Segunda Semana 2059201056-63
La elección y la reforma de vida desde el texto ignaciano 205820103-31
Puntos para el examen de conciencia 19552009163-165
Las Reglas de Discernimiento en sus contextos de 1a y 2a Semanas23-2469-702013-1418-39
Una visión de conjunto de los Ejercicios 205920103-31
La toma de decisiones desde los Ejercicios de San Ignacio 19552009121-131
Palabras de inauguración. V simposio 164620063-9
Palabras de inauguración. VII simposio 185220083-7
Aprender a vivir con el propio dolor 1647200625-41
Contemplación para Alcanzar Amor 226620124-16
Decreto 2 «Ite. Inflammate omnia» Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma 1854200834-44
La oración en las pláticas espirituales del P. Jerónimo Nadal en Coimbra (1561) 1750200726-69
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
RODRÍGUEZ Hermann, S.J.
Peregrinación interior de Pedro Fabro 1749200790-113
El Problema del mal en la Primera Semana 1646200610-12
ROZO Miguel, S.J.
SALAMANCA
Li Mizar
SALAS Uriel, S.J.
SANABRIA
Juan Pablo
SÁNCHEZ
Gina Paola
SARASA
Luis Guillermo, S.J.
SERRA
José Luis, S.J
SESBOÜÉ Bernard, S.J.
SOSA
Palabras de inauguración. VII simposio 185220087-10
Papel de la Imagen pictórica 2266201294-98
Cuatro principios para la contemplación 18522008124-143
Sobre la Estética del Perdón y la Reconciliación2575201596-106
Un encontrón con el Discernimiento 23-2469-702013-14182-187
¿Elegidos o Electores?: una perspectiva en clave bíblica 2058201032-54
Arar la tierra. La preparación para Ejercicios en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México2265201294-101
Cuando Dios se calla. Silencio de Dios, silencio del hombre. 195720093-15
Arturo Marcelino, S.J. Decreto 3 «Desafíos para nuestra misión hoy». Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI 1854200845-68
TEJADA Carolina
Ejercicios y construcción de paz 2472201490-95
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
TRIGO
Pedro, S.J.
TRIVIÑO
Roberto, S.J.
TREJOS
Rafael
TRUJILLO
Sergio
URIARTE
Javier, S.J.
URIBE
Sofía
VALDEZ
Luis, S.J.
VÁSQUEZ
Carlos, S.J.
Contribución de la perspectiva teologal de los Signos de los Tiempos a la práctica situada de los Ejercicios y contribución de los Ejercicios al Discernimiento de los Signos de los Tiempos 23-2469-702013-1470-160
Disposiciones fundamentales para la elección. Banderas, Binarios, Maneras de humildad y Eleción2059201064-73
Post-Ejercicios 20592010102-106
Solo el amor... 19552009144-150
Para la libertad 19552009151-159
«Más adelante en el Señor Nuestro» –Francisco Javier y su camino de servicio al Rey Eternal– 1749200765-89
Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como Psicoanalista 25752015107-114
La meditación del rey temporal desde el hoy de América Latina 17492007114-147
La preparación para los Ejercicios Espirituales2264201233-39
«La perspectiva pedagógica de las Banderas, los Binarios y los Grados de humildad» 19552009100-120
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
VELASCO
María Isabel
VÉLEZ
Álvaro, S.J.
VÉLEZ
Olga Consuelo
VILLEGAS
Juan C., S.J.
VILLOTA
Gerardo, S.J.
ZAPATA
Guillermo, S.J.
ZAS FRIZ
Rossano, S.J.
Título
Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica 1646200620-37
Pedro Arrupe General de la Compañía de Jesús. Nuevas aportaciones a su biografía 1750200785-88
Las mujeres en un mundo crucificado 2161201181-101
«Cómo manejar la Transferencia según el código del Reino de Dios» 1647200666-76
Ortopraxis de los Ejercicios Ignacianos 22652012102-125
Sicología mística de las tres vías 2368201369-74
El sonido del silencio. Camino a la contemplación e indiferencia ignaciana1957200952-65
Aprender a cultivar la interioridad 1647200657-65
El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva Filosófica 1646200638-56
«Él es lo primero y principal» El itinerario místico de Pedro Fabro 2368201336-68
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
MATERIAS
Autor
CAVASSA
Ernesto, S.J.
CODINA
Víctor, S.J.
DA SILVA
Anthony, S.J.
GARCÍA
José, S.J.
Título Vol.N°AñoPág.
COMPAÑÍA DE JESÚS – HISTORIA
Decreto 5 «Gobierno al servicio de la misión universal» Una primera aproximación 1854200873-87
Conforme a nuestra profesión de humildad y baxeza 2574201569-83
Enviados a la Viña del Señor 2574201584-99
La noche oscura del P. Arrupe 25742015146-155
La Paradoja Ignaciana2574201513-27
¿Quién fue realmente Ignacio de Loyola? 257420155-12
La restauración de la Compañía (1814) 25742015134-145
San Ignacio y Paulo IV2574201534-68
Sentirse iglesia en el invierno eclesia 25742015100-133
El tema del camino en Ignacio de Loyola 2574201528-33
Colaboración en la Educación Jesuítica 2367201333-40
La Pasión en las pasiones tardomedievales 216120113-26
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
GONZÁLEZ
Jaime Emilio, S.J.
GUTIÉRREZ Alberto, S.J.
HUANG
Daniel Patrick, S.J.
LOMBARDI Federico, S.J.
MESA José Alberto, S.J.
Llamados a la fidelidad, al carisma y a la Iglesia185420083-25
Nadal, la segunda mente de Ignacio de Loyola 175020073-25
¿Quid agendum? La búsqueda continua de la voluntad de Dio 1751200739-59
Contexto histórico de la meditación del rey temporal 1749200710-28
La «Conversación espiritual» en los orígenes de la Compañía de Jesús 1648200613-20
Decreto 1 «Con renovado impulso y fervor» 1854200826-33
Informe de Nairobi: reflexiones sobre la identidad jesuítica desde la 70a Congregación de Procuradores 2367201358-74
Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas 2367201341-57
La educación jesuita: Aceptando las nuevas fronteras, un continuo caminar226720134-20
O’MALLEY John, S.J.
QUIROZ Álvaro, S.J.
Cinco misiones del carisma jesuita. Contenido y método 175120074-38
Amar y servir siendo un cuerpo apostólico 1648200653-61
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
RESTREPO
Darío, S.J.
RODRÍGUEZ
Hermann, S.J.
VÉLEZ
Álvaro, S.J.
URIARTE
Javier, S.J.
ZAS FRIZ
Rossano, S.J.
AMAYA
Gonzalo, S.J.
CARDONA Mauricio
Pedro Arrupe: un profeta de Dios 1750200770-75
Tres hombres que descubrieron para qué vivir164820063-12
Peregrinación interior de Pedro Fabro 1749200790-113
Pedro Arrupe General de la Compañía de Jesús. Nuevas aportaciones a su biografía 1750200785-88
«Más adelante en el Señor Nuestro» –Francisco Javier y su camino de servicio al Rey Eternal– 1749200765-89
«Él es lo primero y principal» El itinerario místico de Pedro Fabro 2368201336-68
DISCERNIMIENTO
Discernimiento. Perspectiva pastoral de la elección y la reforma de vida 2058201085-96
Identificación con Cristo y Discernimiento Ignaciano 23-2469-702013-143-17
Discernimiento y la acción de Dios en el mundo empresarial: una aproximación experiencial 23-2469-702013-14199-208
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
KVIATKOVSKI
Nora Beatriz, RJM
MEJÍA
Wilson, Pbro.
NAVARRO
Ana María
RESTREPO
Iván, S.J.
SÁNCHEZ
Gina Paola
TRIGO
Pedro, S.J.
AGUILAR
José Alejandro, S.J.
AIZPÚN
José Javier, S.J
El Discernimiento Espiritual en el conjunto de los Ejercicios y en la vida cotidiana 23-2469-702013-1440-69
Una experiencia de Discernimiento parroquial23-2469-702013-1440-69
Mi experiencia en el Discernimiento 23-2469-702013-14188-193
Las Reglas de Discernimiento en sus contextos de 1a y 2a Semanas23-2469-702013-1418-39
Un encontrón con el Discernimiento 23-2469-702013-14182-187
Contribución de la perspectiva teologal de los Signos de los Tiempos a la práctica situada de los Ejerci-cios y contribución de los Ejercicios al Discernimiento de los Signos de los Tiempos 23-2469-702013-1470-160
EJERCICIOS ESPIRITUALES
La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología 2266201253-71
La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante 2265201285-93
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
ARIAS
Virgilio, S.J.
BAENA
Gustavo, S.J.
CAMACHO
María Teresa
CAYCEDO
Jorge, S.J.
CODINA
Víctor, S.J.
CORREA
Carlos E., S.J.
CRUZ
Luis Raúl, S.J.
«Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo» [345] 2472201441-57
Ejercicios Ignacianos y Comunidad 2060201026-57
Dos banderas, Tres binarios, Tres grados de humildad 19552009132-138
La Pasión según San Ignacio 2161201127-45
Claves para una hermenéutica de los Ejercicios257320155-37
Los Ejercicios en la vida del pueblo latinoamericano 25732015105-120
Jesucristo 2573201538-47
Una presencia silenciosa. El Espíritu Santo en los Ejercicios Ignacianos2573201548-79
La religiosidad popular en los Ejercicios de San Ignacio 25732015121-135
La contemplación ignaciana: camino a la iluminación 1852200834-58
Los Ejercicios Leves. Ayudas para el servicio de Dios 2060201077-96
La novedad ignaciana de las ‘Dos banderas’, los ‘Tres binarios’ y las ‘Tres maneras de humildad195520096-65
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
DE MORI
Geraldo, S.J.
DÍEZ
Inmaculada, S.A.
ENDEAN
Philip, S.J.
GONZÁLEZ
Jaime Emilio, S.J.
La antropología de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: Lectura narrativa o diacrónica 236820133-24
«Reglas para el ministerio de distribuir limosnas» [337] 2472201427-40
La cruz y las gracias de los Ejercicios 21612011102-103
Deseos de Conversión e Idoneidad. Claves para hacer los Ejercicios Espirituales 2368201375-97
Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder 206020103-25
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola 2265201222-41
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales según la práctica regulada por los Directorios 2265201242-65
GRIMALDO
Gloria Cecilia
HERAZO
Benjamín
JARAMILLO
Jorge
KVIATKOVSKI
Nora Beatriz, RJM
Contemplación ignaciana a la luz de la Psicología1852200890-105
Vivir el pecado en la Primera Semana 16462006115-118
Experiencia personal en la meditación de las Dos banderas 19552009139-143
En camino hacia la experiencia de Ejercicios2264201249-57
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
LONDOÑO
Fernando, S.J.
MADRIGAL
Santiago, S.J.
MARSH
Robert R. , S.J.
MARTÍNEZ
Víctor M., S.J.
MEJÍA
Jorge Julio, S.J.
MELLONI
Javier, S.J.
MOSCOSO
Arturo, S.J.
OSUNA
Javier, S.J.
Una experiencia espiritual urgida de preparación. Los Ejercicios ignacianos de mes 226420124-26
Primera Semana 2059201049-55
Tercera Semana de Pasión 2059201074-82
Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia 2472201458-81
Mirando a Dios que te mira. La tercera adición de Ignacio 2368201325-35
El oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae: entre el gozo y los efectos de la resurrección 216320113-17
La Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana 2266201240-52
¿Qué hace posible ejercitarse espiritualmente?2264201227-32
Los Ejercicios como experiencia mística 2060201058-76
Características del sujeto dispuesto para hacer Ejercicios 2265201266-82
«Contemplación de la vida del Rey Eternal» [EE 91100] en los Ejercicios y en la vida de San Ignacio1749200729-64
Cuarta Semana y contemplación para alzanzar amor 2059201083-101
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
PALACIO
Carlos, S.J.
PARRA
Alberto, S.J.
PINEDA
Jorge Humberto
PRIETO
José de Jesús, S.J.
RESTREPO
Álvaro, S.J.
RESTREPO
Darío, S.J.
RESTREPO
Iván, S.J.
«.... Ansí nuevamente encarnado» (A propósito del «conocimiento interno del Señor») 2162201178-95
Los «misterios» de la vida de Cristo en los Ejercicios Espirituales 2162201196-121
Para una teología del existir. Lectura de la Segunda Semana de los Ejercicios Espirituales 216220113-59
«La divinidad se muestra en la resurrección por los verdaderos y santísimos efectos de ella» (EE 223)2163201143-59
Experiencia de contemplación en los Ejercicios Espirituales 18522008110-114
Evolución en la manera de hacer y dar los Ejercicios. Actores de los Ejercicios y tarea del que los da2059201032-39
«Reglas para ordenarse en el comer para adelante» [EE 210-217] 247220145-14
Anotaciones, Adiciones y Principio y Fundamento2059201040-48
El comienzo de la Segunda Semana 2059201056-63
La elección y la reforma de vida desde el texto ignaciano 205820103-31
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
RESTREPO
Iván, S.J.
RODRÍGUEZ
Gabriel Ignacio, S.J.
RODRÍGUEZ
Hermann, S.J.
SERRA
José Luis, S.J
TRIVIÑO
Roberto, S.J.
VALDEZ
Luis, S.J.
VELASCO
María Isabel
Puntos para el examen de conciencia 19552009163-165
Una visión de conjunto de los Ejercicios 205920103-31
Palabras de inauguración. V simposio 164620063-9
Palabras de inauguración. VII simposio 185220083-7
Contemplación para Alcanzar Amor 226620124-16
El Problema del mal en la Primera Semana 1646200610-12
Arar la tierra. La preparación para Ejercicios en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México2265201294-101
Disposiciones fundamentales para la elección. Banderas, Binarios, Maneras de humildad y Eleción2059201064-73
Post-Ejercicios 20592010102-106
La meditación del rey temporal desde el hoy de América Latina 17492007114-147
La preparación para los Ejercicios Espirituales2264201233-39
Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica1646200620-37
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
VILLEGAS
Juan C., S.J.
ZAPATA
Guillermo, S.J.
ANGULO
Ortopraxis de los Ejercicios Ignacianos 22652012102-125
El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva Filosófica 1646200638-56
ESPIRITUALIDAD DEL CONFLICTO Y LA RECONCILIACIÓN
Alejandro, S.J.
BARANDA
Benito
FALLA
Ricardo, S.J.
GÓMEZ
Juan Daniel
GRANADOS
Luis Fernando, S.J.
GUTIÉRREZ
Enrique, S.J.
HERNÁNDEZ
Juan, S.J.
Espiritualidad y construcción de paz 2471201457-68
La reconciliación de Colombia a la luz del Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola257520158-18
El aporte de la Contemplación para Alcanzar Amor al proceso del Perdón y la Reconciliación 2575201566-81
Martirio. Algunas reflexiones espirituales 2011247120143-18
El encuentro con Jesús como Camino de Perdón y Reconciliación 2575201438-44
El cambio implica Aprender a aprender y Aprender a desaprender 1647200677-93
Perdón y Reconciliación desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales2575201590-95
Una reconciliación frustrada y su superación 2471201419-42
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
JARAMILLO
Carmen
MERCHÁN
Juan Carlos
MOSQUERA
Merlis
OTERO
Ruth María, rjm.
PEÑA
Moisés Roberto, S.J.
QUIROZ
Manuel del Cristo, S.J.
RESTREPO
Darío, S.J.
RESTREPO
Iván, S.J.
RODRÍGUEZ
Hermann, S.J.
Caminos de reconciliación para la construcción de paz desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales2472201484-89
La experiencia de los Ejercicios Espirituales y la construcción de la paz y la reconciliación 2472201482-83
Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe 2575201582-89
Verdad y Misericordia en la Primera Semana de EE. 2575201519-37
El mal no tiene la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección 2575201545-65
Reconciliación y Perdon: la experiencia de amar y sentirse amado 25752015115-118
Aprender a sanar heridas1647200642-56
«Bienaventurados los que trabajan por la paz...» ¿Cuál paz? 2471201443-56
Aprender a perdonar y a perdonarse 164720063-24
Aprender a vivir con el propio dolor 1647200625-41
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
SANABRIA Juan Pablo
TEJADA Carolina
URIBE Sofía
VILLOTA
Gerardo, S.J.
ARANGO
Elkin, S.J.
BEDOYA
Sol Beatriz
BRUCKNER Thierry
BUSTAMANTE
María Leonor
CASTAÑEDA
Aurelio, S.J.
CASTAÑEDA Zulma
Título Vol.N°AñoPág.
Sobre la Estética del Perdón y la Reconciliación 2575201596-106
Ejercicios y construcción de paz 2472201490-95
Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como Psicoanalista 25752015107-114
Aprender a cultivar la interioridad 1647200657-65
ESPIRITUALIDAD IGNACIANA
Palabras de inauguración. VI simposio 174920078-9
Seducida y enamorada por el Rey Eternal 17492007148-155
Bajo la mirada de Dios 16462006101-105
El camino del llamado17492007156-162
El proceso de elección de los Ejercicios aplicado a una opción vocacional1955200987-99
Relato de una experiencia de laicos 2264201240-48
El testimonio de un hueso duro de roer 16462006106-114
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
CASTILLO
María Josefina, A.C.I.
CODINA
Víctor, S.J.
CORREA
Carlos E., S.J.
CHAVERRA
Jefferson, S.J.
DE ROUX
Francisco J., S.J.
ESCOBAR
María Consuelo
GONZÁLEZ
Jaime Emilio, S.J.
GUTIÉRREZ
Mario, S.J.
JIMÉNEZ
Julio, S.J.
LONDOÑO
Alejandro, S.J.
La mujer como acompañante espiritual en el proceso de elección y reforma de vida 2058201070-84
Contemplar a Cristo en los pobres 25732015187-204
Experiencia espiritual desde los pobres 25732015177-186
La Mistagogía Ignaciana25732015136-154
Palabras de inauguración. VI simposio 174920073-7
Considerar a dónde voy y a qué [EE 239] 2472201496-100
Pertinentes de ideas1751200787-100
La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor 2266201299-110
Entre el miedo y el deseo del silencio 1957200927-51
La palabra en el silencio. Clave esencial de la pedagogía ignaciana 1957200916-26
Experiencia de los Ejercicios Espirituales personalizados con laicos en Colombia 2264201258-74
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor a la vida cotidiana 22662012111-113
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título
LOUIDOR
Wooldy Edson
LUCCHETTI
María Clara
MAHECHA
Carlos Guillermo
MARTÍNEZ
Juan José, S.J.
MERCIECA
Eddie, S.J.
PRIETO
José de Jesús, S.J.
PARRA
Alberto, S.J.
RESTREPO
Álvaro, S.J.
RODRÍGUEZ
Cecilia, A.C.I.
RODRÍGUEZ
Hermann, S.J.
Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría 25752015119-127
Un cuerpo animado y movido por el Espíritu Divino 226520127-21
Ejercitarse... para amar2266201272-93
El Señor acabó con mi vida 24722014106-115
Un camino de libertad: Disposiciones para elegir bien 2058201097-116
Perspectiva Ignaciana. Algunas notas obre el aporte ignaciano 1646200613-19
Pedro Arrupe, hombre con un sentido profundo y muy personal de Dios 1750200776-84
Ser y hacer de los discípulos en la América nuestra1648200621-52
Decreto 4 «La obediencia en la vida de la Compañía de Jesús» 1854200869-72
La toma de decisiones desde los Ejercicios de San Ignacio 19552009121-131
Decreto 2 «Ite. Inflammate omnia» Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma 1854200834-44
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor
ROZO
Miguel, S.J.
SALAMANCA
Li Mizar
SESBOÜÉ
Bernard, S.J.
SOSA
Arturo Marcelino, S.J.
VÁSQUEZ
Carlos, S.J.
VILLEGAS
Juan C., S.J.
O’ MALLEY
Seán Patrick, O.F.M. cap.
AGUILAR
Título Vol.N°AñoPág.
Palabras de inauguración. VII simposio 185220087-10
Papel de la Imagen pictórica 2266201294-98
Cuando Dios se calla. Silencio de Dios, silencio del hombre. 195720093-15
Decreto 3 «Desafíos para nuestra misión hoy». Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI 1854200845-68
«La perspectiva pedagógica de las Banderas, los Binarios y los Grados de humildad» 19552009100-120
«Cómo manejar la Transferencia según el código del Reino de Dios» 1647200666-76
HOMILÍAS
Homilía en la fiesta de San Ignacio, Boston, julio 31 de 2012 23672013100-107
OTROS TEMAS DE ESPIRITUALIDAD
José Alejandro, S.J.
ÁLVAREZ
Patxi, S.J.
Aportes para la CG 35 en los temas de la ecología, el medio ambiente y la sostenibilidad 17512007101-106
Educación de calidad para todos 2367201326-32
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
BEDOYA
Sol Beatriz
BLASZCZAK
Gerard, S.J.
CAICEDO
Marcela
Decreto 6 «La colaboración en el corazón de la misión» Unidos en el corazón de la construcción del Reino 1854200888-99
La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor22662012129-135
Comentarios al Panel2367201321-25
Toda una vida corriendo detrás de Jesús para alcanzarlo y más amarlo24722014101-105
CAJIAO Silvio, S.J. Palabras de clausura. VIII simposio 19552009160-162
CARDONA
Mauricio
COSTADOAT
Jorge, S.J.
GIRALDO
Javier, S.J.
GÓMEZ
Hugo Nelson, S.J.
GONZÁLEZ
Benjamín, S.J.
GONZÁLEZ
Dimensión antropológica de la elección 2058201055-69
Fe en Cristo Resucitado2163201160-74
La fe de la Iglesia en el creyente Jesús 2163201175-83
La realidad de la cruz en Colombia 2161201146-62
Palabras de inauguración. VIII simposio 195520093-5
Contemplar al Dios que se hace historia desde América Latina 1852200859-89
Jaime Emilio, S.J. Aparecida y la Mística de la Misión. Algunos elementos de Espiritualidad Misionera 1853200830-56
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
GUERRERO
Luis Guillermo
HERNÁNDEZ
Andrés, S.J.
HERNÁNDEZ
Juan, S.J.
LIBÂNIO
João Batista, S.J.
LOWNEY
Chris
MADERA
Ignacio, S.D.S.
MARTÍNEZ
Víctor M., S.J.
ORTIZ
José María
PERDOMO Catalina
PEREGRINA
Concepción, RMI.
RINCÓN
José Leonardo, S.J.
SARASA
Luis Guillermo, S.J.
«¿Qué está haciendo Dios y a qué nos llama su acción en Colombia?» 23-2468-702013-14161-181
Conspiración para amar 22662012120-128
¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina? 2161201163-80
Perspectiva Pedagógica 1646200671-100
Liderazgo - Nacido de la Misión Jesuita 2367201375-88
¿Dónde fue a parar la opción por los pobres en la Iglesia después de Aparecida? 1853200818-29
Palabras de clausura. VII simposio 18522008144-148
Palabras de clausura. VI simposio 17492007170-174
Me sedujiste y me dejé seducir (Jr. 20, 7) 17492007163-169
En servicio y entrega 18522008115-123
Perspectiva Pedagógica 1646200657-70
¿Elegidos o Electores?: una perspectiva en clave bíblica 2058201032-54
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Autor Título Vol.N°AñoPág.
TREJOS Rafael Solo el amor... 19552009144-150
TRUJILLO Sergio Para la libertad 19552009151-159
VÉLEZ
Olga Consuelo
VILLEGAS Juan C., S.J.
CRUZ Luis Raúl, S.J.
DÍEZ Inmaculada, S.A.
GARRIDO José Rafael, S.J.
GONZÁLEZ Jaime Emilio, S.J.
Las mujeres en un mundo crucificado 2161201181-101
Sicología mística de las tres vías 2368201369-74
El sonido del silencio. Camino a la contemplación e indiferencia ignaciana1957200952-65
ORACIÓN
Alimentar y nutrir la experiencia de oración 19 5620093-47
El Primer Modo de Orar. Un modo de ordenarse en el clima de oración 1648200662-74
La contemplación en los Ejercicios Espirituales18522008106-109
La música en la oración Ignaciana 1956200990-108
Orar y encontrar fácilmente a Dios 1956200948-69
OROBATOR Agbonkhianmeghe, S.J. Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela 2367201389-99
PÉREZ Juan Camilo
«Tres modos de orar» [238] 2472201415-26
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
PRIETO
Autor Título
José de Jesús, S.J.
RESTREPO
Darío, S.J
RODRÍGUEZ
Hermann, S.J.
SALAS
Uriel, S.J.
ARANGO
José Roberto, S.J.
CODINA
Víctor, S.J.
NAVARRETE
Luis Felipe, S.J.
PALACIO
Carlos, S.J.
La oración de contemplación, crecer en conocimiento, afectación y entrega 1956200970-80
Origen y novedad de la contemplación ignaciana1852200811-33
Tres modos de orar de los Ejercicios Espirituales1956200981-89
La oración en las pláticas espirituales del P. Jerónimo Nadal en Coimbra (1561) 1750200726-69
Cuatro principios para la contemplación 18522008124-143
TEOLOGÍA ESPIRITUAL
«Con Cristo he sido crucificado, vivo yo, más no yo, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2-19ss) 2163201118-42
«Dos banderas» como lugar teológico 1955200966-86
«Dos banderas» como lugar teológico 2573201580-104
Teología de la liberación y espiritualidad ignaciana25732015155-176
Aproximación bíblico-teológica 2266201217-39
Presupuestos teológicos para ‘contemplar’ la vida de Jesús 2162201160-77
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
VIDA RELIGIOSA
ANDRÉS
Jesús, S.J.
ARANGO
José Roberto, S.J.
MESA Teresa, RJM
MARTÍNEZ Víctor M., S.J.
Una nueva pastoral vocacional 1751200760-86
Javier Osuna Gil, S.I. –1931-2015 2574201569-83
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor en la perspectiva de mi vocación a la vida religiosa y mi apostolado en la formación22662012114-119
La Vida Religiosa en Aparecida. Un estilo de vida, llamado a dar vida desde la vida 185320083-17
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 128-165
Colección
Apuntes Ignacianos
Temas
Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)
Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»
Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).
Formación: Propuesta desde América Latina.
Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada. Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.
Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.
La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.
Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
Congregación General N° 34. Nuestra Misión y la Justicia.
Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)
Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 166-169
Temas
El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.
En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...
Afectividad, comunidad, comunión. (agotado)
A la mayor gloria de la Trinidad (agotado)
Conflicto y reconciliación cristiana.
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical.
Discernimiento comunitario y varia.
I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado)
«...Para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz»
La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.
Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida.
Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El «Principio y Fundamento» como horizonte y utopía.
Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.
Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 166-169
Temas
V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.
Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.
Contemplativos en la Acción.
Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento. Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE.
Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto. Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 166-169
Temas
XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (II)
XII Simposio sobre EE: Contemplación para Alcanzar Amor «En todo Amar y Servir»
Educación y Espiritualidad Ignaciana. I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita. Caminos para el encuentro con Dios.
XIII Simposio sobre EE: Discernimiento y Signos de los Tiempos.
Espiritualidad y construcción de la Paz.
XIV Simposio sobre EE: Y después de los Ejercicios... ¿Qué?
Escritos Ignacianos I. Víctor Codina, S.J.
Escritos Ignacianos II. Víctor Codina, S.J.
Apuntes Ignacianos 75 (septiembre-diciembre 2015) 166-169
Aporte de los Ejercicios Espirituales al Proceso de Perdón y Reconciliación
Presentación 5
Ponencias
La reconciliación de Colombia a la luz del Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola 8
Alejandro Angulo Novoa, S.J.
Verdad y Misericordia en la Primera Semana de EE. 19
Ruth María Otero, rjm.
El encuentro con Jesús como Camino de Perdón y Reconciliación 38
Juan Daniel Gómez
El mal no tiene la «última palabra»: Perdón y Reconciliación son posibles en el horizonte de la Resurrección 45
Moisés Roberto Peña Martínez, S.J.
El aporte de la Contemplación para Alcanzar Amor al proceso del Perdón y la Reconciliación 66
Benito Baranda
Paneles
Experiencia desde el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en América Latina y el Caribe 82
Merlis Mosquera Chamat
Perdón y Reconciliación desde la experiencia de los EE. 90
Enrique Gutiérrez, S.J.
Sobre la Estética del Perdón y la Reconciliación 96
Juan Pablo Sanabria Velásquez
Algunas consideraciones sobre el aporte de la Espiritualidad Ignaciana a mi trabajo como Psicoanalista 107
Sofía Uribe Arbeláez
Reconciliación y Perdón: la experiencia de amar y sentirse amado 115
Manuel del Cristo Quiroz, S.J.
Los Ejercicios Espirituales, entre sabor y sabiduría 119
Wooldy Edson Louidor
Índice desde el 2006 al 2015 128
Colección Apuntes Ignacianos 166