

APUNTES IGNACIANOS
ISSN 0124-1044
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Apuntes Ignacianos
Número 72 Año 24
Septiembre-Diciembre 2014
Y después de los Ejercicios... ¿Qué?
XIV Simposio sobre Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
Espacios para el Espíritu Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11 Bogotá - Colombia
Nuestros Números en el 2015
Enero-Abril
Número monográfico sobre Discernimiento y Política
Mayo-Agosto
Escritos Ignacianos I, del P. Víctor Codina, S.J.
Septiembre-Diciembre
XV Simposio de Ejercicios Espirituales
Aporte de los Ejercicios Espirituales al proceso de perdón y reconciliación
Y después de los Ejercicios... ¿Qué?
«Reglas para ordenarse en el comer para adelante» [EE 210-217] ......................................
Álvaro Restrepo, S.J.
«Tres modos de orar» [238] ...................................................
Juan Camilo Pérez
«Reglas para el ministerio de distribuir limosnas» [337] .....................................................
Inmaculada Diez de Sollano, S.A.
«Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo» [345] ........................................................
Virgilio Arias Salazar, S.J.
5
15
27
41
Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia ....................... 58 Santiago Madrigal, S.J.
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Presentación
Hay quien afirma que es más difícil salir de los Ejercicios Espirituales que entrar en ellos. Y no le falta razón, pues luego de un tiempo de retiro físico de personas, del trabajo ordinario, de los problemas cotidianos, durante ocho días o un mes, el choque de regreso a la vida ordinaria pone en crisis al recién salido del recogimiento espiritual, pues muy pronto se da cuenta de manera impactante de que, si bien él hizo Ejercicios, la realidad no.
Sin embargo, el ejercitante sale no sólo con una honda experiencia que ha transformado su mirada del mundo, de Dios y de las cosas que lo coloca ante ellos de forma diferente y más comprometida, sino también con unas herramientas que deberá poner en práctica en su vida cotidiana para mantener el espíritu de la Contemplación para Alcanzar Amor: «en todo amar y servir», para lo cual se entrenó durante la experiencia. Tales herramientas, además de la oración y contemplación diarias, y del examen cotidiano y la asiduidad a la Eucaristía, son, sin duda, las diferentes reglas que Ignacio inserta en el texto de los Ejercicios en muy precisos contextos y, también, los modos de orar de los cuales se servirá el «ejercitado» en su día a día.
Después de los Ejercicios, pues, sigue la vida cotidiana como ejercicio permanente de «buscar y hallar a Dios en todas las cosas» valiéndose el sujeto de esas herramientas aprendidas y practicadas. El XIV Simposio sobre Ejercicios Espirituales que se realizó el 1 y 2 de agosto pasados, buscó profundizar en las diferentes reglas de los ejercicios en su contexto textual, pero también en su contexto histórico. ¿Qué le dicen al mundo de hoy las reglas para sentir los escrúpulos, en medio de esclavitudes de nuevo cuño, por una parte, y en situaciones donde la laxitud de conciencia lleva a des-
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trozar la vida de tantos hombres y mujeres? O, ¿cómo resuena a unos oídos postmodernos, las del ordenarse en el comer y cómo aportan estas reglas a un contexto de construcción de una sociedad verdaderamente reconciliada? ¿Qué aportan al hoy eclesial y al individualismo generalizado de la sociedad que ha generado una sociedad violenta y a la defensiva, las reglas para sentir en la Iglesia? En un mundo globalizado y, paradójicamente, casi incapaz de solidaridad, ¿cómo pueden ser leídas las reglas para repartir limosnas? Los modos de orar, ¿de qué manera hablan a una sociedad de la ocupación y el activismo frenéticos?
Son dos las perspectivas con las que se quisieron abordar las reglas: por una parte, como insumo para continuar viviendo la vida diaria con el espíritu de los Ejercicios. Por otra, como aporte a nuestra particular vida cotidiana en Colombia, embarcada en un proceso de reconciliación nacional y de construcción de la paz. De manera que las dos perspectivas se unifican al pensar en que nuestra vida cotidiana luego de los ejercicios en Colombia está marcada hoy por esa tarea de reconciliación.
En este nuevo número de Apuntes Ignacianos, como ya se ha hecho tradición desde el 2001, presentamos las ponencias completas del XIV Simposio. La primera de ellas, del P. Álvaro Restrepo, s.j., comenta las «Reglas para ordenarse en el comer para adelante» luego de presentarlas como un ejercicio espiritual y de tocar la temática central que ellas implican de los deseos, el apetito y los gustos.
El Dr. Juan Camilo Pérez, en la segunda ponencia, presenta los modos de orar a los que se refiere Ignacio en los Ejercicios resaltando en ellos sus implícitos y las características que le son propias a cada uno.
La ponencia acerca de las «Reglas para el ministerio de distribuir limosnas» estuvo a cargo de la hermana Inmaculada Díez de Sollano, S.A. Ella aclara ante todo que si bien las reglas se dirigen a los clérigos que tiene a su cargo distribuir limosnas o cuidar de los pobres, esas reglas nos tocan hoy a todos los cristianos, ya que si queremos seguir de cerca al Señor, tenemos que buscar la forma de compartir bienes. Teniendo en vista estos destinatarios, Inmaculada relee las reglas y las actualiza para hoy, presentando primero la regla original y luego la lectura que propone.
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El P. Virgilio Arias, s.j., psicólogo de profesión y director de la casa vocacional Manresa de la provincia Colombiana, abordó en su ponencia las «Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo». Para terminar con algunas aplicaciones de las notas sobre los escrúpulos a los hombres y mujeres en el contexto nacional actual, Virgilio contextualiza estas «notas», que así las llama propiamente Ignacio, en el entorno del texto de los ejercicios y en la vida de San Ignacio, y luego profundiza en el texto mismo de las seis notas.
La última ponencia, a cargo del P. Santiago Madrigal, s.j., quiere mostrar, que de acuerdo con la pregunta que conduce el simposio: «Y después de los Ejercicios, ¿qué?», los ejercicios están orientados para crecer en el sentido de la Iglesia, obviamente, examinando el texto mismo de las reglas. Estas, por otra parte, concluyen el itinerario de los ejercicios, cerrando con unas palabras que a la vez que cierran las reglas, cierran también todo el conjunto del itinerario mistagógico de los Ejercicios: por estar en uno con el amor divino, palabras que resuenan con las del Principio y Fundamento: el hombre es creado. Esta perspectiva sinóptica sirve de impulso para abordar las reglas en cuestión.
Presentamos además la colaboración de seis personas que participaron en dos paneles, uno sobre «Ejercicios y construcción de paz», en el cual hicieron sus aportes Juan Carlos Merchán, docente de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana e investigador del Centro de Investigación y Educación Popular – CINEP; Carmen Jaramillo, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Javeriana y, finalmente, Carolina Tejada, delegada para la niñez, juventud y mujer en la Defensoría del Pueblo – Bogotá. El otro panel tuvo como tema «Lo que ayudó u obstaculizó a mantenerse en el proceso transformador iniciado en Ejercicios»; aquí presentaron sus aportes Jefferson Chaverra, s.j., estudiante de magister en Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana, Marcela Caicedo, estudiante de psicología de la Universidad Javeriana y Carlos Guillermo Mahecha, miembro de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) en Bogotá, acompañante de Ejercicios en el Centro de Pastoral de la Universidad Javeriana.
De esta manera, a través de estos catorce simposios, completamos el estudio del texto ignaciano de los ejercicios con las publicaciones correspondientes de cada uno de ellos, y abrimos también estos eventos a otras posi-
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bilidades que la vida cotidiana, para la cual son los Ejercicios Espirituales, nos vaya proponiendo en relación con la Espiritualidad ignaciana.
Las reglas de discernimiento no fueron abordadas en este simposio ya que el de 2013 se dedicó a ellas. Las ponencias de entonces están publicadas en el número doble 69-70 que salió a principios del 2015.
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«Reglas para ordenarse en el comer para adelante» (EE 210-217)
Álvaro Restrepo, S. J.*
Los Ejercicios que seguramente hemos vivido y acompañado me recuerdan la parábola del sembrador: «La semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden y dan una buena cosecha»1.
En los Ejercicios hemos aprendido a orar, a discernir, a comprender que no los comenzamos partiendo de cero. Nos embarcamos en esa experiencia trayendo como equipaje nuestra vida concreta, nuestras relaciones, el hoy de nuestra patria con su urgencia de paz y con las multitudes que vegetan en las periferias de nuestras ciudades y en los campos. Pero, sobre todo, nos hemos topado con el Dios siempre mayor. Por la acción de su Espíritu nos fuimos adentrando en «el conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga».
«Y DESPUÉS DE LOS EJERCICIOS… ¿QUÉ?»
La respuesta no puede ser sino una: la experiencia de los Ejercicios forma parte de un proceso vital, continuo que, en cuanto tal –y como las semillas de la parábola– ha de dar frutos so pena de languidecer y aun morir.
* Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Exprovincial de Colombia y Argentina. Actualmente Superior de la Comunidad San Ignacio en Medellín, Antioquia. 1 Mt 13, 23.
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Álvaro Restrepo, S.J.
De ahí que el que ha hecho los Ejercicios no deba contentarse con pensar que tiene clara su opción fundamental, o que en los Ejercicios hizo ya una elección, que elaboró una reforma o proyecto de vida. Tampoco le basta haber con descubierto su consigna o vocación principal. El Espíritu es movimiento, es vida, es fuego. Dios es «el Dios de las sorpresas», «el Dios siempre mayor».
El Espíritu es movimiento, es vida, es fuego
Si nuestro proceso vital se fundamenta en que Jesús es nuestro compañero de camino2, entonces y como veremos, las «Reglas para ordenarse en el comer para adelante» adquieren su sentido y su valor.
Tratándose de la primera charla del Simposio acerca de las Reglas, es oportuno abundar un tanto en su razón de ser y en la utilidad que tienen para quienes practican y dan los Ejercicios.
Trataremos los siguientes temas:
• Qué no son estas Reglas.
• Las Reglas como «ejercicio espiritual» y no algo meramente teórico.
• En el libro de los Ejercicios encontramos Reglas con mayúscula y otra clase de reglas con contenidos muy diversos.
• Los deseos, el apetito y los gustos.
• Comentario a las Reglas para ordenarse en el comer.
• Los múltiples retos que comporta la expresión «para adelante».
Qué no son las Reglas para ordenarse en el comer
Cuando comencé a preparar el tema me interesé en una serie de escritos que el Colegio de San Ignacio en Medellín ha ido publicando a propósito de temas pedagógicos relacionados con el comer y beber. Tomo una frase de la revista «Contacto ignaciano»:
El momento de consumir los alimentos y compartir con otras personas es la ocasión para demostrar el cultivo de unas buenas maneras, producto de una formación personal proyectada socialmente.
2 Cfr. Lc 24, 13-35.
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También me llamaron la atención las fotos que el departamento de Comunicaciones del Colegio presenta a los alumnos en las carteleras. Aluden, por ejemplo, a las dietas de moda y a sus desventajas, a las comidas rápidas, snack, etc.
En todo esto encontré elementos que de alguna manera tienen que ver con las Reglas para ordenarse en el comer.
Una última acotación: no se trata de Reglas para lo prohibido. Son suficientes los mandamientos. Ni tampoco de equiparar lo que me gusta con lo pecaminoso. Lo que me gusta es de suyo bueno porque es creado por Dios. Entre los ejemplos más obvios de su continua acción creadora en nosotros están la comida y la bebida.
Las Reglas son un «ejercicio espiritual»
Para San Ignacio «Ejercicios espirituales» son
Todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente y de otras espirituales operaciones, según que adelante se dirá.
Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, de la misma manera todo modo de preparar y disponer el alma, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad de Dios en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman ejercicios espirituales3.
Para que una «Regla ignaciana» se transforma en un auténtico «ejercicio espiritual» son precisas tres cosas:
a. Entrar en contacto con la Regla.
b. Recibir la explicación de los «puntos». Son las orientaciones para el que se ha de ejercitar en las Reglas. El que da los Ejercicios debe actualizarlas e inculturarlas teniendo muy en cuenta «personas, tiempos y lugares».
c. Contar con la apertura y la disposición positivamente acogedora del ejercitante. Sobra que es fundamental el acompañamiento.
3 Ejercicios Espirituales 1.
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Álvaro Restrepo, S.J.
Diversas Reglas encontramos en libro de los Ejercicios
En cinco casos el ejercicio está precedido del sustantivo plural: «Reglas»:
h Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones que en el ánima se causan (313-336).
h Reglas para el ministerio de distribuir limosnas (337-344).
h Reglas para sentir y entender escrúpulos (345 -351).
h Para el sentido verdadero que en la Iglesia debemos tener (352-370).
h Reglas para ordenarse en el comer (210-217).
Pero si ampliamos el horizonte, parece legítimo señalar que en el libro de los Ejercicios hay muchas más «reglas», nacidas de la rica y variada experiencia espiritual de Ignacio de Loyola. Encuentro por lo menos las siguientes:
Las Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los Ejercicios Espirituales (1-20).
El Presupuesto, tanto para el que da los Ejercicios como para el que los recibe (22).
El Examen particular y cotidiano (24-31).
El Examen general de conciencia (32-43).
Las Adiciones para hacer mejor los Ejercicios y para hallar lo que se desea (73-93).
La Elección y, en ella, varios subtemas que van del número 169 al 189:
○ El Preámbulo para hacer elección,
○ Las indicaciones Para tomar noticia de en qué cosas se deba hacer elección,
○ Los Tres tiempos para hacer sana y buena elección,
○ Los Modos para hacer una sana y buena elección.
○ Las recomendaciones Para enmendar y reformar la propia vida y estado.
○ Los Modos de orar y sus temáticas: (238-258).
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Los deseos, el apetito y los gustos:
Todos nosotros experimentamos deseos y gustos en las cosas y en las relaciones que tenemos. Por ejemplo: en comer, dormir y en la relación con otras personas. En el aprendizaje y en el uso de las tecnologías modernas, en la formación académica y continuada, en la lectura, en el descanso, los deportes, en el cultivo de la espiritualidad, etc.
Sabemos que «todas las cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado»4. Por tanto, todo eso es, de suyo, bueno.
La indiferencia ignaciana es sinónimo de juventud de espíritu y de libertad
Pero en el texto mismo del Principio y Fundamento escuchamos un toque de alerta. Debemos hacernos «indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y que no le está prohibido. De manera que no queramos más de nuestra parte salud y enfermedad, riqueza que pobreza, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin para el que fuimos criados»5.
En palabras de Hugo Rahner, la «indiferencia ignaciana es sinónimo de juventud de espíritu y de libertad». En otros términos, la indiferencia ignaciana conlleva capacidad de cambio, apertura y búsqueda constante del ‘magis’.
Los Ejercicios hubieran quedado incompletos si no hubieran abordado el tema de la necesidad de transformar nuestra apetencia por el gusto y de insistir en la importancia del dominio propio.
La 3ª Semana es el momento justo para ordenar el apetecer humano, los deseos y los gustos en cosas que son buenas, en cosas que a veces son convenientes y en cosas que nos son necesarias.
4 Principio y Fundamento 23.
5 Ibídem.
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Álvaro Restrepo, S.J.
Ignacio pone punto final a las contemplaciones de la humanidad sufriente de Jesús con un «ejercicio» que tal vez nos sorprenda: las Reglas para ordenarse en el comer para adelante.
Encontramos al menos 2 razones por las estas Reglas que se proponen en los Ejercicios de Mes:
Junto con la oración y el descanso son los únicos gustos que el ejercitante puede darse durante el Mes de Ejercicios. A este propósito recordemos que en varios los «Directorios para el que da Ejercicios» se dice que se pregunte cada noche a quien los recibe qué desea comer al día siguiente, y que se le dé lo que pida.
Y hay un segundo motivo para presentar estas Reglas: en definitiva, de todos los gustos que podemos tener en cosas que nos son necesarias, el primero -el gusto por antonomasia y el más primario- es el comer.
El deseo, en nuestro caso el apetito, posee una dinámica propia que tiende automáticamente a la satisfacerse. Sabemos de sobra que el deseo se transforma, se acomoda, se disfraza; en pocas palabras: se desordena.
Un deseo desordenado se caracteriza:
3 por el egoísmo que busca la propia complacencia y autosatisfacción, 3 por ser ansioso y actuar de prisa,
3 porque no se sujeta a control y termina por dominarnos, 3 porque de ordinario su horizonte es el disfrute, la satisfacción inmediata y sensible.
En cambio, un deseo ordenado:
3 es desinteresado y limpio, 3 gusta de la amistad, del amor desinteresado y de la entrega, 3 es sobrio y delicado, 3 busca lo que le conviene para ser fiel a su vocación personal, para trabajar apostólicamente y para servir a los demás, 3 se caracteriza por la paz y porque se conforma con lo que se tiene.
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Reglas para ordenarse en el comer para adelante (EE 210-217)
Los engaños del mal caudillo (139-142)
Si echamos una mirada al mundo actual es innegable que en muchos de nuestros contemporáneos predomina la realización del placer y del gusto. Por doquier constatamos tendencias y actitudes que privilegian el bienestar y la búsqueda frecuente e insaciable de lo light, de lo fácil. Asistimos a toda una forma de entender y de vivir la existencia sin que la vida comporte sacrificios y renuncias. Un mundo así no está regulado sino que es caótico: sus deseos pulsiones no están ordenados.
Conocimiento de la vida verdadera (143-146)
Qué contraste tan grande entre el mundo que acabamos de describir y lo que un hombre de los Ejercicios: el Padre Pedro Arrupe, nos dice en su «Invocación a Jesucristo modelo».
Señor, meditando el modo nuestro de proceder, he descubierto que el ideal de nuestro modo de proceder es el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en ti, los ojos de la fe para contemplar tu iluminada figura tal como aparece en el Evangelio.
Tú mismo nos dijiste: ‘les he dado ejemplo para que me imiten’. Quiero imitarte hasta el punto que pueda decir a los demás: ‘sean imitadores míos como yo he sido de Cristo’.
Dame, sobre todo, el ‘sensus Christi’ que Pablo poseía; que yo pueda sentir tus sentimientos, los sentimientos de tu Corazón con que amabas al Padre y a los hombres. Danos esa gracia que vivifique nuestra vida toda, incluso en las cosas exteriores.
Que aprenda de ti, como lo hizo San Ignacio, tu modo al comer y beber; cómo tomabas parte en los banquetes; cómo te comportabas cuando tenías hambre y sed, cuando sentías cansancio tras las caminatas apostólicas, cuando tenías que reposar y dar tiempo al sueño.
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Álvaro Restrepo, S.J.
Comentario a las Reglas para ordenarse en el comer
Sus fuentes.
Juan Casiano (360–435). Escribe que la discreción espiritual es una virtud propia de los ancianos quienes, por su naturaleza humana y sus experiencias de vida, son capaces de evitar los extremos tanto por exceso como por defecto. Para Casiano el ayuno es el medio ascético por excelencia para vencer la gula.
San Benito (480–547). Iniciador del monacato occidental y fundador de los benedictinos. Recomendaba a sus monjes la lectura de Casiano. La Regla de su Orden repite casi palabra por palabra algunos pasajes de Casiano.
San Vicente Ferrer (1350–1419). Dominico. Escribió unas reglas acerca de la comida y de la bebida que, se asemejan a las de San Ignacio, y que han hecho pensar a más de uno que Ferrer fue para Ignacio una fuente inspiradora.
Pero, sobre todo, no olvidemos que Ignacio de Loyola en Manresa -en ocasiones escrupulosamente- dio especial importancia a la penitencia y al dominio de las pasiones. Y que en Manresa también experimentó consolaciones y mociones espirituales e intelectuales lo condujeron a conocer profundamente el actuar de Dios y su presencia en lo creado6.
Su estructura.
Podemos agrupar estas 8 Reglas en 4 bloques diferentes:
a) Reglas 1ª 2ª 3ª = EE 210 - 212.
Son una invitación a la temperancia, a privarnos de lo superfluo y de lo perjudicial para la salud. Enfatizan la sencillez, lo popular, lo pobre. En la cultura mediterránea el pan era la comida de los pobres.
6 Cfr. Autobiografía 18-34.
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Los «manjare»: lo relacionado no sólo con los gustos sino con las finuras, con lo exquisito.
Lo «excepcional»: para Ignacio los manjares deben conservar su carácter de «extraordinario». Podemos darnos gustos de esta clase pero colocándolos siempre en el rubro de lo no habitual. De lo contrario, se convertirán en hábitos.
b) Regla 4ª = EE 213
Es oportuno hacer a continuación una referencia muy clara y citar textualmente el número 89 de los Ejercicios. La Regla 4ª se le asemeja pero no alcanza la profundidad y riqueza del número 89 de los Ejercicios:
Cuando la persona que se ejercita aún no halla lo que desea, así como lágrimas, consolaciones, etc., muchas veces le aprovecha hacer mudanza en el comer, en el dormir y en otros modos de hacer penitencia de manera que nos mudemos, haciendo dos o tres días penitencia y otros dos o tres no. Porque a algunos conviene hacer más penitencia, y a otros menos.
Y también porque muchas veces dejamos de hacer penitencia por el amor sensual y por un juicio erróneo, pensando que no podremos tolerar (ciertas renuncias o sacrificios) sin notable enfermedad. Y al contrario, porque algunas veces, hacemos demasiado, pensando que el cuerpo (lo) pueda tolerar.
Y como Dios nuestro Señor en infinito conoce mejor nuestra naturaleza, muchas veces en las tales mudanzas (cambios o experiencias diferentes) da a sentir a cada uno lo que le conviene
c) Reglas 5ª 6ª y 7ª EE 215 – 216
El criterio clave para el ejercitante es la imitación de Jesús. No se trata de repetir miméticamente lo que él hacía. Lo fundamental, como nos decía el Padre Arrupe en su «Invocación a Jesucristo modelo», es procurar mediante la ayuda de Dios apropiarse de las actitudes más profundas de Jesús en el comer y en todo lo relacionado con los gustos.
d) Regla 8 EE (217)
Es una especie de examen. Cuando el ejercitante ha satisfecho su apetito o comprende que se ha excedido, es llegado el momento apto para
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Álvaro Restrepo, S.J.
que tome distancia crítica frente a la presión del apetito. Más allá de una improvisación de última hora, se encuentra en condición de determinar lo que le conviene y de hacer el propósito de ajustarse estrictamente a lo razonable.
«Para adelante»
Al añadir San Ignacio a la Regla la expresión «para adelante», nos recuerda que estamos ante un proceso cuyo resultado positivo se irá consolidando «en el tiempo»7. Si traemos a la memoria lo que suponen el Principio y Fundamento, la indiferencia, la 3ª semana de los Ejercicios y las Reglas para ordenarse en el comer, el camino de la experiencia humano-espiritual se abre «para adelante» a aplicaciones tal vez insospechadas.
Con ese par de palabras: «para adelante», los Ejercicios no solo nos invitan sino que nos exigen llevar a cabo un examen muy a fondo de otras cosas y relaciones (cada uno sabe dónde le aprieta el zapato) que tienen que ver con nuestros gustos y apetencias.
Por ejemplo: en las relaciones familiares y en las amistades: ¿somos capaces de salir de nosotros mismos para darnos a los que nos necesitan? En la elección de los destinatarios de nuestro quehacer apostólico: ¿qué lugar otorgamos a los pecadores, a los pobres, a los enfermos? ¿Cuáles son nuestras actitudes y compromisos con la paz y la justicia?
«Para adelante»: ¿qué sentimos o entendemos que nos pide el Espíritu con respecto al manejo del tiempo y del descanso, a nuestra forma de divertirnos, al empleo de las tecnologías modernas y de los medios de comunicación: internet, TV, cine? ¿Nos preocupamos de veras por formarnos permanentemente en teología, espiritualidad, en lo político-social?
Termino planteando la misma pregunta que me hizo recientemente un amigo a quien le comenté lo que iba a compartir con ustedes. ¿Podríamos considerar las Reglas para ordenarse en el comer para adelante, como las reglas de discernimiento de la 3ª semana?
7 Cfr. Tres tiempos para hacer sana y buena elección, Ejercicios Espirituales 175-188.
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«Tres modos de orar» [238]
EJuan Camilo Pérez*
l objetivo de este breve escrito es muy sencillo: acompañar la lectura de los numerales [238-260] de los Ejercicios Espirituales para subrayar la importancia y pertinencia de estos tres modos de orar después de los Ejercicios. No cabe duda de que estos tres modos de orar son verdaderos ejercicios espirituales. Esto queda muy claro desde el comienzo mismo del texto de los Ejercicios:
[1] ANOTACIONES PARA TOMAR ALGUNA INTELIGENCIA EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
QUE SE SIGUEN, Y PARA AYUDARSE, ASI EL QUE
LOS HA DE DAR COMO EL QUE LOS HA DE RECIBIR
La primera anotación es que por este nombre, ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras espirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la mesma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales.
* Doctor en Derecho Público por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Especialista en Ejercicios Espirituales Ignacianos por la Pontificia Universidad de Comillas de Madrid y actualmente Miembro del Equipo CIRE.
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Juan Camilo Pérez
Igualmente claro es que estos tres modos de orar tienen un lugar propio dentro de los Ejercicios, a saber, durante la Cuarta Semana1. Esta particular ubicación del texto que ahora nos ocupa dentro de los Ejercicios los proyecta ya como herramienta, como modo de continuar ejercitándose después de los Ejercicios. Por ello, al hablar de estos tres modos de orar en el contexto de Cuarta Semana desde la riqueza condensada en los Directorios, el padre Calveras afirma:
En suma, el redactado definitivo del Directorio oficial no excluye: a) que se propongan los modos de orar como complemento doctrinal, lo cual debe hacerse con los ejercitantes nuevos, y puede repetirse con todos los demás, recordándoselos y encomendándoles su práctica, como suele hacerse con los exámenes general y particular, y con los documentos; b) que se aproveche de ellos en sus Ejercicios cualquier ejercitante, para mejor hallar el fruto buscado; c) que se ensaye en la práctica de los tres modos, antes de terminar los Ejercicios, quien los hace completos por primera vez. Exageraría sin duda en la interpretación de este pasaje del Directorio, quien creyese que en él se excluye de la práctica de los modos de orar indistintamente a todos los que han hecho los Ejercicios. Lo mismo haría quien viese en ellos un género de oración más imperfecto, y sólo para personas rudas, al leer que «se ponen como complemento doctrinal, y por razón de los más rudos y menos capaces»2.
Puntualiza el padre Calveras más adelante con relación a estos tres modos de orar después de los Ejercicios que:
El proponer y ensayar los modos de orar al finalizar los ejercicios, cuando se hacen por vez primera, y el recordar y recomendar su práctica cuando se repiten, es evidente que tiene por objeto el que se ejerciten después oportunamente. El Directorio del P. Polanco cierra el capítulo de los modos de orar, advirtiendo al director que exhorte al ejercitante a que en adelante se ejercite más en aquel modo de orar que sintiere serle más provechoso, con libertad para tomar otros que en la práctica hallare útiles para su aprovechamiento,
1 [4] La cuarta: dado que para los ejercicios siguientes se toman cuatro semanas, por corresponder a cuatro partes en que se dividen los ejercicios; es a saber, a la primera, que es la consideración y contemplación de los pecados; la 2a es la vida de Cristo nuestro Señor hasta el día de ramos inclusive; la 3a la pasión de Cristo nuestro Señor; la 4a la resurrección y ascensión, poniendo tres modos de orar: tamen, no se entienda que cada semana tenga de necesidad siete o ocho días en sí. Porque como acaece que en la primera semana unos son más tardos para hallar lo que buscan, es a saber, contrición, dolor, lagrimas por sus pecados; asimismo como unos sean más diligentes que otros, y más agitados o probados de diversos espíritus; requiérese algunas veces acortar la semana, y otras veces alargarla, y así en todas las otras semanas siguientes, buscando las cosas según la materia subyecta; pero poco más o menos se acabarán en treinta días.
2 J. Calveras, Los tres modos de orar en los directorios: Manresa 61, (1994) 339.
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[…] otros directorios hacen mención de los modos de orar en los consejos o avisos para perseverar que en capítulo especial proponen para el ejercitante3.
Ahora bien, antes de pasar a revisar cada uno de los numerales que ahora nos ocupan, resulta muy pertinente recordar que no sólo sirven estos tres modos de orar en el proceso mismo de los Ejercicios, y después de ellos, sino que además, y concretamente el primer modo descrito por San Ignacio, sirve también como preparación para los Ejercicios, y también en el contexto de los llamados «Ejercicios leves». Esto queda muy claro en la decimoctava anotación, en la que se establece:
La décima octava: según la disposición de las personas que quieren tomar ejercicios espirituales, es a saber, según que tienen edad, letras o ingenio, se han de aplicar los tales ejercicios; porque no se den a quien es rudo, o de poca complisión, cosas que no pueda descansadamente llevar y aprovecharse con ellas. Asimismo, según que se quisieren disponer, se debe de dar a cada uno, porque más se pueda ayudar y aprovechar. Por tanto, al que se quiere ayudar para se instruir y para llegar hasta cierto grado de contentar a su ánima, se puede dar el examen particular, núm. [24], y después el examen general, núm. [32]; juntamente por media hora a la mañana el modo de orar sobre los mandamientos, pecados mortales, etc., núm. [238], comendándole también la confesión de sus pecados de ocho en ocho días, y si puede tomar el sacramento de quince en quince, y si se afecta mejor de ocho en ocho. Esta manera es más propia para personas más rudas o sin letras, declarándoles cada mandamiento, y así de los pecados mortales, preceptos de la Iglesia, cinco sentidos, y obras de misericordia. Ansimesmo, si el que da los ejercicios viere al que los recibe ser de poco subyecto o de poca capacidad natural, de quien no se espera mucho fruto; más conveniente es darle algunos destos ejercicios leves, hasta que se confiese de sus pecados; y después, dándole algunos exámenes de conciencia, y orden de confesar más a menudo que solía, para se conservar en lo que ha ganado, no proceder adelante en materias de elección, ni en otros algunos ejercicios, que están fuera de la primera semana; mayormente cuando en otros se puede hacer mayor provecho, faltando tiempo para todo4
Queda pues claro que los tres modos de orar son un complemento, un compendio en el que se presentan «unos métodos de oración (modos y conte-
3 Ibíd., p. 340.
4 Ejercicios Espirituales 18.
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PRIMER MODO DE ORAR
Con respecto al primer modo de orar hay que comenzar por recordar que el mismo San Ignacio subraya su particularidad al afirmar que esta manera de orar «es más dar forma, modo y ejercicios […] para que la oración sea acepta»6.
Tres Modos de Orar, y sobre los Mandamientos
La primera manera de orar es cerca de los diez mandamientos, y de los siete pecados mortales, de las tres potencias del ánima y de los cinco sentidos corporales; la cual manera de orar es más dar forma, modo y ejercicios, cómo el ánima se apareje y aproveche en ellos, y para que la oración sea acepta, que no dar forma ni modo alguno de orar7.
La estructura y el contenido del primer modo de orar guardan una estrecha relación o semblanza con la estructura y el contenido del Examen General8. Tal y como evidencia arzubialde, retomando el esquema del primer modo de orar descrito por Calveras en 1928, el contenido central de ambos ejercicios guarda una reciprocidad casi perfecta. Si bien el primer modo de orar parte no de un «dar gracias a Dios nuestro Señor por los beneficios recibidos», sino de un tomar conciencia al estilo de lo propuesto en la tercera adición de Primera Semana9 y en la quinta nota de Segunda10, sirve esta instrucción para recordar la importancia y necesidad de orar con todo el ser, desde la propia corporeidad:
Primeramente se haga el equivalente de la tercera adición de la segunda semana, es a saber, antes de entrar en la oración repose un poco el espíritu asentándose o paseándose, como mejor le parecerá, considerando a dónde voy y a qué. Y esta misma adición se hará al principio de todos modos de orar11.
5 santiago arzubialde, s.J, Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y Análisis, Bilbao, 1991, 515.
6 Ejercicios Espirituales 238.
7 Ibídem.
8 Ejercicios Espirituales 43
9 Ibíd., 75.
10 Ibíd., 131.
11 Ibíd., 239.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 15-26 nidos) destinados a enseñar a orar, para ser ejercitados durante los mismos Ejercicios y después, fuera de ellos, en el tiempo de la perseverancia»5.
Inmediatamente San Ignacio explicita, en cuatro numerales, un proceso que sigue y refleja, desde otra perspectiva que se explicitará más adelante, los cuatro últimos puntos que configuran el ejercicio del Examen General12:
Una oración preparatoria: así como pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que pueda conocer en lo que he faltado acerca los diez mandamientos, y asimismo pedir gracia y ayuda para me enmendar adelante, demandando perfecta inteligencia dellos para mejor guardallos, y para mayor gloria y alabanza de su divina majestad13.
Para el primer modo de orar conviene considerar y pensar, en el primer mandamiento, cómo le he guardado, y en qué he faltado; teniendo regla por espacio de quien dice tres veces Pater noster y tres veces Ave María, y si en este tiempo hallo faltas mías, pedir venia y perdón dellas, y decir un Pater noster. Y desta misma manera se haga en cada uno de todos los diez mandamientos14.
1a nota. Es de notar que cuando hombre viniere a pensar en un mandamiento, en el cual halla que no tiene hábito ninguno de pecar, no es menester que se detenga tanto tiempo; mas, según que hombre halla en sí que más o menos estropieza en aquel mandamiento, así debe más o menos detenerse en la consideración y escrutinio dél. Y lo mismo se guarde en los pecados mortales15.
2a nota. Después de acabado el discurso ya dicho sobre todos los mandamientos, acusándome en ellos, y pidiendo gracia y ayuda para enmendarme adelante, hase de acabar con un coloquio a Dios nuestro Señor según subyecta materia16.
En primer lugar se indica, al igual que se hace en [43,3], la importancia de pedir «gracia para conocer los pecados, y lanzallos». No obstante, en [240] se explaya más Ignacio en describir el efecto de esta gracia que conllevará «perfecta inteligencia» de las faltas, lo que hace resonar con mayor claridad la densidad de la gracia que se pide, y de sus frutos, y que recuerda el coloquio del tercer ejercicio de Primera Semana en donde se pide gracia para tres cosas: «la primera, para que sienta interno conocimiento de mis pecados y aborrecimiento dellos; la segunda, para que sienta el desorden de mis operaciones, para que, aborreciendo, me enmiende y me ordene; la tercera, pedir conocimiento del mundo, para que, aborreciendo, aparte de mí las cosas mun-
12 Ibíd., 43.
13 Ibíd., 240.
14 Ibíd., 241.
15 Ibíd., 242.
16 Ibíd., 243.
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danas y vanas»17. Es decir, esta «perfecta inteligencia» subraya la «sospecha generalizada sobre la estructura de nuestro yo (mi visión de la realidad, mis actitudes, mi manera de elaborar los datos que llegan a mi conocimiento)»18.
El primer modo de orar es pues una invitación, una herramienta para desenmascarar el «yo», para tomar conciencia de su real estructura, de «las deformaciones que pueden condicionar nuestra misma oración, convirtiéndola en algo proyectivo»19. Tal y como sostiene arzubialde:
La materia del primer modo de orar es toda la perfección cristiana en su conjunto. No es, pues, un examen de conciencia convencional, ni tan siquiera una preparación inmediata para la confesión, sino que va destinado a que el hombre se conozca a sí mismo y conozca mejor lo que a Dios le agrada o desaprueba; a que reconozca la inmoralidad propia y ajena, y cómo debe practicar la misericordia y las demás virtudes cristianas más elementales. Por esta razón es todo un resumen de gran parte de los sentimientos de la I Semana, que debe ser explicado y practicado en ella20.
Conviene recordar aquí algunas de las geniales intuiciones de Chercoles que esclarecen de forma singular el proceso de preparación para la oración que se contiene en este primer modo de orar. Cuando se mira la materia que se propone para el primer modo de orar se constata una especie de secuencia que comienza por considerar y pensar, por contrastar y contrastarme frente a los diez mandamientos21, a los pecados mortales22, a las potencias del ánima23 y a los cinco sentidos corporales24. Se propone en últimas una especie
17 Ibíd., 63.
18 a CherColes, La oración en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, (IDES 49), Barcelona 2007, 10.
19 Ibíd, Op. cit. p. 5.
20 santiago arzubialde, s.J, Op. cit., p. 519-520.
21 Cfr. Ejercicios Espirituales 241.
22 [244] 2o sobre peCados mortales. Acerca de los siete pecados mortales, después de la adición se haga la oración preparatoria por la manera ya dicha, sólo mudando que la materia aquí es de pecados que se han de evitar, y antes era de mandamientos, que se han de guardar; y asimismo se guarde la orden y regla ya dicha y el coloquio. [245] Para mejor conocer las faltas hechas en los pecados mortales, mírense sus contrarios, y así para mejor evitarlos proponga y procure la persona con santos ejercicios adquerir y tener las siete virtudes a ellos contrarias.
23 [246] 3o sobre las potenCias del ánima. Modo. En las tres potencias del ánima se guarde la misma orden y regla que en los mandamientos, haciendo su adición, oración preparatoria y coloquio.
24 [247] 4o sobre los CinCo sentidos Corporales. Modo. Cerca los cinco sentidos corporales se tendrá siempre la misma orden, mudando la materia dellos. [248] Nota. Quien quiere imitar en el uso de sus sentidos a Cristo nuestro Señor, encomiéndese en la oración preparatoria a su divina majestad, y después de considerado en cada un sentido, diga un Ave María o un Pater
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de camino de deconstrucción que permitirá, mediante la gracia, reconfigurar o recomponer, convertir el yo, evangelizando nuestra visión de la realidad, nuestra percepción de nosotros mismo y nuestra realidad, nuestras actitudes y hábitos, nuestra memoria, entendimiento y voluntad, hasta que la gracia penetre y convierta nuestra sensibilidad misma:
[…] la visión de la realidad de cada persona justifica sus actitudes, condiciona las potencias del alma (se acuerda de lo que le interesa y olvida lo que le ha interpelado) y, por último, hasta sus sentidos corporales (uno oye lo que le halaga y no oye lo que le desagrada).
Por eso es tan importante para Ignacio que el ejercitante confronte su visión de la realidad con los Mandamientos, sus actitudes con las actitudes negativas que representan los pecados mortales, su manera de usar la memoria, el entendimiento y la voluntad y los sentidos corporales (puede uno vivir de clichés y prescindir de la realidad). Sólo tomando conciencia de los desajustes en esta confrontación podré asegurar un acceso más correcto, no sólo a la realidad sino una apertura honesta a Dios25.
La secuencia de la materia propuesta en este ejercicio pretende desandar caminos que se han ido torciendo a lo largo de la vida. Caminos que se han construido mediante la recopilación de información, de datos, que han entrado a nuestro «laboratorio» (memoria, entendimiento y voluntad) a través de nuestros sentidos corporales, de nuestra propia sensibilidad y que se han concretado y arraigado en hábitos y actitudes que han determinado de forma inmediata nuestra visión de realidad, de forma proyectiva, limitada, embotada. De ahí la genialidad de Ignacio, en el sentido de que «de cara a la praxis todo nos lo jugamos en la sensibilidad»26:
[…] si nuestra sensibilidad va siendo la de Jesús, nuestra respuesta a la realidad se parecerá a la suya, nuestro seguimiento a Jesús estará más garantizado. Esta nota, pues, refleja la importancia que san Ignacio otorga a los sentidos corporales. Todo nos lo jugamos en la sensibilidad: somos nuestra sensibilidad, no lo que pensamos ni lo que nos emociona. La sensibilidad corporal, como veíamos más arriba, nos posibilita el acceso a la realidad (sin ella no hubiésemos salido de nuestro ‘vacío’ inicial, nacimos ‘en blanco’); pues bien, nuestra respuesta noster; y quien quisiere imitar en el uso de los sentidos a nuestra Señora, en la oración preparatoria se encomiende a ella, para que le alcance gracia de su Hijo y Señor para ello; y después de considerado en cada un sentido, diga un Ave María.
25 A Chercoles, Op. cit., 6-7.
26 Ibíd., p. 10.
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a la realidad (nuestra praxis) también de- penderá de ella. La incorporación de la sensibilidad en un proceso de conocimiento es culminación, no inicio27.
SEGUNDO MODO DE ORAR
El segundo modo de orar es «contemplando la significación de cada palabra de la oración»28. Se conserva la adición del primer modo de orar29, es decir, se vuelve a llamar la atención sobre la atención del ejercitante: que sea enteramente consciente de «a dónde va y a qué», que se ponga en una actitud de reverencia que despierte su entendimiento, y toda su afectividad. Se ora desde el corazón.
Ignacio llama a este modo de orar contemplación [249]. Si la oración puramente vocal consiste en la articulación de palabras con la mera atención material necesaria para la recitación de un texto determinado, la oración «vocal y mental» a un mismo tiempo presta atención al significado de las palabras y simultáneamente a la persona a quien éstas van dirigidas. La palabra es entonces el vehículo y el vínculo de comunión. Hasta el punto de que a este modo de orar lo podemos llamar contemplación en la medida en que se ejercita descansada e intuitivamente, pero de modo afectivo desde el amor30.
Pero este tomar conciencia implica necesariamente un entrar en sintonía con la misma corporalidad, con la realidad material desde la que se ora, que no es otra que la realidad misma. Por ello, es fundamental ponerse en actitud de escucha, de silencio, reposar un poco el espíritu, tomando conciencia del cuerpo mismo, «asentándose o paseándose». Es menester hacer transición del ajetreo de la cotidianidad desnuda a la cotidianidad habitada, a la realidad del encuentro íntimo que sólo es posible en la materialidad de esa misma realidad. Esto queda aún mas claro al sondear con profundidad las palabras de Ignacio:
El segundo modo de orar es que la persona, de rodillas o asentado, según la mayor disposición en que se halla y más devoción le acompaña, teniendo los ojos cerrados o hincados en un lugar sin andar con ellos variando, diga Pater, y esté en la consideración desta palabra tanto tiempo, cuanto halla significaciones, comparaciones, gustos y consolación en consideraciones pertinentes a la tal palabra; y de la misma manera haga en cada palabra del Pater noster, o de otra oración cualquiera que desta manera quisiere orar31.
27 Ibídem.
28 Ejercicios Espirituales 249.
29 Cfr. Ejercicios Espirituales 250.
30 santiago arzubialde, s.J, Op. cit., p. 526-527.
31 Ejercicios Espirituales 252.
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Oramos con
el cuerpo, desde el cuerpo
Oramos con el cuerpo, desde el cuerpo. Por ello, debemos saber disponerlo para que sira también de medio para realizar el silencio de la atención. Se insiste así pues en la quietud postural, en concentrar la mirada, en no dejar que vague nuestra intención. Sólo así podrá adentrarse el ejercitante en la consideración contemplativa de cada palabra. Una consideración que desde el afecto, intuitivamente, descubrirá significaciones profundas de las palabras de las oraciones. Sólo en este ambiente contemplativo podrá el ejercitante hallar las significaciones de la palabra, y de ahí el gusto y las consolaciones pertinentes. Este trabajo que dispone y abre el corazón al encuentro profundo exige tiempo, esfuerzo32. Exige estar atento a las mociones, sin prisa, de ahí que sea necesario detenerse al ritmo del gusto y la consolación, no pasar adelante si en una palabra se descubre materia que suscita mociones, que posibilita escuchar a Dios en lo más íntimo del corazón33. Y será precisamente desde este silencio que retumba en el corazón que el ejercitante encontrará la luz para poder terminar su oración, su contemplación, en un coloquio afectivo, para que, «en pocas palabras convirtiéndose a la persona a quien ha orado, pida las virtudes o gracias de las cuales siente tener más necesidad»34.
Este segundo modo de orar permite al ejercitante un encuentro renovado con la palabra, con la Palabra, preñada siempre de significado vivo y vivificante, actual. Que precisamente se pierde con la oración mecánica y superficial. No es pues una especie de recitación mágica, obligada, sino verdadero encuentro, cordial, tierno, con Aquel que nos habita y que es más íntimo que nuestra propia intimidad. Ahora bien, al hablar del ejercitante,
32 [253] La primera regla es que estará de la manera ya dicha una hora en todo el Pater noster, el cual acabado dirá un Ave María, Credo, Anima Christi y Salve Regina vocal o mentalmente, según la manera acostumbrada.
33 [254] La segunda regla es que si la persona que contempla el Pater noster hallare en una palabra o en dos tan buena materia que pensar, y gusto y consolación, no se cure pasar adelante, aunque se acabe la hora en aquello que halla; la cual acabada, dirá la resta del Pater noster en la manera acostumbrada. [255] La tercera es que, si en una palabra o dos del Pater noster se detuvo por una hora entera, otro día, cuando querrá tornar a la oración, diga la sobredicha palabra, o las dos según que suele; y en la palabra que se sigue inmediatamente, comience a contemplar, según que se dijo en la segunda regla. [256] 1a nota. Es de advertir que, acabado el Pater noster en uno o en muchos días, se ha de hacer lo mismo con el Ave María, y después con las otras oraciones; de forma que por algún tiempo siempre se ejercite en una dellas.
34 Ejercicios Espirituales 257.
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recordar que nos referimos a aquel que ha hecho ya los Ejercicios, y que precisamente después de esta experiencia desea no perder esta el contacto con esta intimidad divina. El ejercitante que ha experimentado la conversión, que la experimenta, y que precisamente en estos tres modos de orar tendrá un arsenal de herramientas que le permitirán seguir construyendo relación, que le posibilitarán seguir en contacto y conexión con la gracia que lo vivifica, que lo humaniza, que lo cristifica, edificando y transparentando su verdadera esencia, siendo así verdadero instrumento para la construcción del Reino.
Este segundo modo de orar es diálogo de fuera a dentro. No se construye de dentro a fuera, «a partir de lo que se siente», creando, inventando y balbuceando palabras, sino que se reciben del Otro, y van configurando su interior:
La ventaja de este segundo modo de dialogar [, de fuera a dentro,] estriba en que el hombre, al repetir una oración que ya conoce, se ve libre de las ideas que ha de decir. No debe de preocuparse por la materia que habrá de inventar. Se siente libre del esfuerzo creativo de tener que buscar las palabras y después las frases, y eso genera en él un clima de serenidad. Todo le viene dicho. Entonces es su interior el que descansadamente recibe y se va conformando con la palabra expresada a fuera. Va de los labios al corazón. El camino lo recorre así en dirección inversa de lo habitual, de fuera a dentro, en donde se establece un verdadero diálogo de comunión.
[…]
Contemplar, en este caso, es trabajar de manera más sencilla e intuitiva, penetrando afectivamente en el mismo núcleo de aquella verdad que entonces se pronuncia: «simplicem intuitum veritatis». Porque, al dejar que el significado de cada palabra penetre en nuestro interior, se despiertan los sentimientos más hondos del amor y éstos crean la comunión. Entonces es el interior del orante el que queda conformado «desde fuera» por el Padre y su amor. Es más bien el Otro el que con sus palabras configura mi propio interior35.
TERCER MODO DE ORAR
San Ignacio dice que el tercer modo de orar será por compás: El tercero modo de orar es que con cada un anhélito o resollo se ha de orar mentalmente, diciendo una palabra del Pater noster, o de otra oración que se rece, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la significación de la tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la bajeza de sí mismo, o en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia; por la
35 santiago arzubialde, s.J, Op. cit., p. 526-527.
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misma forma y regla procederá en las otras palabras del Pater noster; y las otras oraciones, es a saber, Ave María, Anima Christi, Credo y Salve Regina, hará según que suele36
El tercer modo de orar profundiza en la afectividad del segundo. Ya no sólo se mira la significación de la palabra, sino que además, construyendo sobre esta intimidad de la que se trato a propósito del segundo modo de orar, se mira la relación que hay entre creatura y Criador. Se profundiza así mismo en la vivencia misma de la oración, incorporando aún más el cuerpo: la oración quiere convertirse en respiración, y la respiración misma en oración, y así el cuerpo mismo se vive como templo, como espacio sagrado donde se revela la divinidad37. Es evidente la cercanía con la oración del corazón, la oración de Jesús, con la tradición hesicasta, y con otras tradiciones espirituales no cristianas de oriente (yoga, zen, etc.). Esta profundización en la integración de todo el ser, de la concentración en la respiración, posibilita también adentrarse en el silencio, le proporciona más densidad al mismo. De ahí, en gran medida, su poderoso atractivo como ejercicio para después de los Ejercicios. Es quizás el más actual de los tres modos de orar:
Se inscribe con facilidad en el momento cultural presente. Los motivos son obvios: concepción unitaria del hombre, relieve del componente corporal, recurso a la respiración en sintonía con ejercicios de corte similar orientales y occidentales, antiguos y modernos, cristianos y no cristianos. En una palabra, prácticas hoy en uso con predominio pacificante de la respiración. La afinidad entre este método ignaciano y dichas formas no proviene de la casualidad ni de parentesco extrínseco alguno, sino de la antropología ignaciana, que, por ser verdadera, lo es en el tiempo y en el espacio. La conexión se realiza en los niveles más profundos del ser humano, unitariamente concebido. De ahí la perennidad del tercer modo de orar38.
Siguiendo el planteamiento de melloni, se puede concluir que el primer modo de oración está situado en la vida purificativa, es un método «concebi-
36 Ejercicios Espirituales 258.
37 Este «levantarse de la mente en Dios, sin ninguna obra del entendimiento ni de ninguna otra cosa», hasta unirse con Él, es lo propio del estado de la contemplación. Contemplación proviene de cum templum, término latino que, en el mundo romano, hacía referencia al acto de escuchar los oráculos y augurios en el templo, es decir, en el espacio sagrado donde se revelaba la divinidad. Indica un alto estado de receptividad y de transparencia, que se alcanza a través de estadios previos de purificación e iluminación. J. melloni, Los Ejercicios en la tradición de occidente, (EIDES 23), Barcelona 1997, 17.
38 a. teJerina, Tres modos de orar: Manresa, Vol. 59 (1997) 64.
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Juan Camilo Pérez
do como un ejercicio para iniciar en la oración y en la vida espiritual»39. De otro lado, el segundo modo de orar se correspondería con la vía iluminativa, en tanto en cuanto «se trata de gustar internamente de diferentes oraciones conocidas, deteniéndose en cada ‘palabra tanto tiempo cuanto halla significaciones, comparaciones, gustos y consolación en consideraciones pertinentes a la tal palabra’ […] Su carácter meditativo la sitúa claramente en esta vía. Cuanto mayor es la pacificación interior y la apertura al Espíritu, las palabras van cobrando más luz y sabor»40. Y, en este mismo orden de ideas, el tercer modo correspondería a la vía unitiva. A modo de conclusión resulta muy ilustrativo traer a colación algunas palabras del importante libro de melloni, La mistagogía de los Ejercicios, en el que el autor a afirma:
Con ello, el ejercitante que está a punto de terminar los Ejercicios dispone de tres métodos sencillos de oración que podrá practicar en la vida ordinaria. Es conveniente que el que da los Ejercicios los haya sugerido o enseñado en algún momento precedente, y que el ejercitante los haya podido practicar en algunos ratos durante la jornada. Según sea el estado espiritual o anímico en el que se encuentre, el ejercitante podrá en el futuro acudir a ellos para entrar en comunión con Dios, a partir del acceso diferente que acentúa cada uno de ellos, y que corresponde, como hemos sugerido, a cada vía: la comunión con Dios a través de la perspectiva penitente y del arrepentimiento; la comunión con Dios a través de la escrutación e iluminación de las palabras; y la comunión con Dios a través del deseo e impulso de unión.
La experiencia mistagógica tenida durante un mes por el ejercitante le habrá dado criterios para percibir qué tipo de oración le conviene más en cada momento. Porque aunque ha ido pasan- do por los diversos estadios de transformación, el acento de cada una de las tres vías es válido para toda la vida, porque en nuestra condición de criaturas necesitadas de redención, siempre hay y habrá ocasión de arrepentimiento, de iluminación y de anhelo de unión41.
39 Javier melloni, La Mistagogía de los Ejercicios, Bilbao 2001, 265.
40 Ibíd., p. 266.
41 Ibíd., p. 267.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 15-26
«Reglas
«Reglas para el ministerio de distribuir limosnas» [337]
Inmaculada Diez de Sollano, S.A.*
¿A QUIÉNES SE DIRIGEN ESTAS
REGLAS U ORIENTACIONES?
San Ignacio las aplica a los clérigos encargados de distribuir limosnas, a los que cuidan a los pobres por oficio, a los clérigos que ejercitan la caridad como función.
Hoy todo cristiano o cristiana que quiera seguir de cerca al Señor Jesús, ha de considerar como cosa suya buscar formas de compartir los bienes, inspirados en el ministerio de Cristo en favor de los pobres, cada uno y cada una según su vocación y estado.
Es decir: estas orientaciones se dirigen a nosotros, a todo aquél o aquella que vive el proceso de los EE.
Si esto es así, podemos expresarlas de la siguiente manera:
* Religiosa de las Hermanas Auxiliadoras del Purgatorio. La hermana Inmaculada es Licenciada en Ciencias Religiosas del Instituto Católico de París. Diplomado en Medios de Comunicación y Evangelización en el CREC en Lion, Francia. Actualmente es la Directora de la Escuela de Formadores en la CRC en Bogotá.
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[337] Reglas para el ministerio de distribuir limosnas
Orientaciones
para el servicio de compartir los bienes
[338] La primera: si yo hago la distribución a parientes o amigos o a personas a quien estoy aficionado, tendré cuatro cosas que mirar, de las cuales se ha hablado en parte en la materia de elección. La primera es que aquel amor que me mueve y me hace dar la limosna descienda de arriba, del amor de Dios nuestro Señor; de forma que sienta primero en mí que el amor más o menos que tengo a las tales personas, es por Dios, y que en la causa por que más las amo reluzca Dios.
Cuando se trata de compartir los bienes a personas u obras a las que nos liga un afecto, que el Amor a Dios sea el que determine a quién y cómo compartir. «No actuar en nombre propio sino por Amor de Dios»1
[339] La segunda: quiero mirar a un hombre que nunca he visto ni conocido; y deseando yo toda su perfección en el ministerio y estado que tiene, como yo querría que él tuviese medio en su manera de distribuir, para mayor gloria de Dios nuestro Señor y mayor perfección de su ánima; yo haciendo así, ni más ni menos, guardaré la regla y medida que para el otro querría y juzgo ser tal.
[340] La tercera: quiero considerar como si estuviese en el artículo de la muerte, la forma y medida que entonces querría haber tenido en el oficio de mi administración; y reglándome por aquella, guardarla en los actos de la mi distribución.
[341] La cuarta: mirando cómo me hallaré el día del juicio, pensar bien cómo entonces querría haber tenido en este oficio o cargo del ministerio; y la regla que entonces querría haber tenido, tenerla ahora.
Seguir el proceso de discernimiento para una sana y buena elección [184-187]
[342] La quinta: cuando alguna persona se siente inclinada y aficionada a algunas personas, a las cuales quiere distribuir, se detenga y rumine bien las cuatro reglas sobredichas, examinando y probando su afección con ellas; y no de la limosna, hasta que conforme a ellas su desordenada afección tenga en todo quitada y lanzada.
1 Instrucción sobre el modo de pedir limosna. Roma nov. de 1554.
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Purificar los afectos
[343] La sexta: dado que no hay culpa en tomar los bienes de Dios nuestro Señor para distribuirlos, cuando la persona es llamada de nuestro Dios y Señor para el tal ministerio; pero en el cuanto y cantidad de lo que ha de tomar y aplicar para sí mismo de lo que tiene para dar a otros, hay duda de culpa y exceso; por tanto, se puede reformar en su vida y estado por las reglas sobredichas.
Compartir de lo que nos es propio
[344] La séptima. Por las razones ya dichas, y por otras muchas, siempre es mejor y más seguro, en lo que a su persona y estado de casa toca, cuanto más se cercenare y diminuyere y cuanto más se acercare a nuestro sumo pontífice, dechado y regla nuestra, que es Cristo nuestro Señor. Conforme a lo cual, el tercero concilio Cartaginense (en el cual estuvo santo Agustín) determina y manda que la supeléctile del obispo sea vil y pobre. Lo mismo se debe considerar en todos modos de vivir, mirando y proporcionando la condición y estado de las personas, como en matrimonio tenemos ejemplo del santo Joaquín y de santa Ana, los cuales, partiendo su hacienda en tres partes, la primera daban a pobres, la segunda al ministerio y servicio del templo, la tercera tomaban para la sustentación dellos mismos y de su familia.
Reducir el tren de vida, la búsqueda de confort y de bienestar. La ayuda a los pobres es prioritaria, por encima del culto y del beneficio propio.
Antes de abordar estas Reglas, conviene ubicarlas en el conjunto de los EE puesto que nos indican una forma de poner por obra lo vivido en ellos.
CONSIDERAR Y VIVIR LOS EE EN CLAVE RELACIONAL
Los EE tocan y cuestionan todas nuestras relaciones desde el inicio de ellos. La relación a los bienes materiales no puede ubicarse como un apéndice o algo accesorio en los EE.
Los EE se orientan a ordenar la vida ordenando los afectos, ordenando las relaciones. La afectividad y los bienes materiales son dos fibras sensibles del corazón humano. Están íntimamente interrelacionadas. Toda relación al dinero y a los bienes materiales supone una relación afectiva. Las palabras
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referentes a la relación a los bienes son afectivas: posesión, desapego, manejo, desprendimiento…
Existe una afección al dinero y a la posesión de bienes que continuamente tiene que ordenarse al fin para el cual somos creados.
El rico insensato del que nos habla Jesús en el Evangelio vivía para almacenar, olvidando por qué y para qué vivía. Era buen negociante, y, en nuestro contexto actual, podríamos decir que sabía hacer buenas transacciones financieras; pero, creyendo ser realista, previsor y astuto, era un insensato porque el objetivo de su vida era almacenar y gozar para sí mismo.
«Ejercicios Espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida…»
Ordenar la vida supone cuestionar el tren de vida: casa, vestido, sustento, relaciones personales, diversiones, posesiones, adquisiciones…pero sólo un amor, un gran amor, desinstala. Generalmente vamos a los EE pensando en que necesitamos algún cambio moral, pero no ponemos en cuestión la manera de vivir en fidelidad al primer amor.
Los EE siguen un proceso para llegar a ese ordenamiento: Principio y Fundamento: el sentido de la vida no está en el poseer, «Todas las cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado». Pero sólo un amor, un gran amor, pone en su lugar la relación a los bienes.
Primera Semana: el desorden en mis relaciones a personas, a cosas… pero sólo saberme amada, profundamente amada, puede poner orden…
Segunda Semana: descubro al Amor de mi vida, y cómo Él ha vivido su existencia en pobreza y donación…y sólo un amor, un gran amor, transforma mi estilo de vida y me abre a mis hermanos para dar, darme y compartir en su seguimiento.
En la Tercera y Cuarta Semanas se continúa este proceso de enamoramiento que transforma la vida, la vida concreta: gastos, posesiones, compromisos, solidaridades…
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La Contemplación para alcanzar amor es cotidiana, es continua, permanente, porque sólo un gran amor puede transformar el estilo de vida. Por ello dice San Ignacio en las Reglas para la distribución de limosnas que el Amor a Dios sea el que determine a quién y cómo compartir.
De esa manera los EE pretenden ordenar toda nuestra vida, todas nuestras relaciones.
Es un difícil camino: ¿Cómo descienden los EE de la cabeza al corazón, de éste a las entrañas, y de las entrañas a los pies y a las manos?
¿Los EE llegan a cuestionar el manejo de lo económico en nuestra vida?
A nivel personal: las contemplaciones de los EE conducen al seguimiento de Jesús «aquí y ahora», invitando a vivir desde Él y a su manera todas nuestras relaciones, incluso, evidentemente, la relación a los bienes materiales. Cómo los manejamos… cómo invertimos, qué aceptamos…
Las contemplaciones de los Ejercicios Espiriruales conducen al seguimiento de Jesús «aquí y ahora»
Una espiritualidad laical y una pedagogía de la fe que no abren el corazón a la necesidad de los demás, se quedan en pietismo. (Es por ello que espontáneamente el pueblo sencillo considera santos o santas –no necesaria ni especialmente canonizadas– a aquellas personas que revelan la compasión y la generosidad de Dios). Los EE ¿modifican en algo la manera de trabajar, de hacer negocio, de manejar una empresa, de búsqueda de bienes, de lo que se compra y se consume? ¿Los EE transforman las relaciones con las personas que nos prestan servicio?...
A nivel comunitario: ¿Los EE transforman el estilo de vida de una comunidad que hace EE? Los EE son eminentemente personales, pero, si todos los miembros de una comunidad hacen EE, algo a nivel comunitario tendría que manifestar un cambio. Si este cambio (conversión) no se da ¿es porque damos por sentado que nuestra comunidad, institución, congregación, vive desde Jesús la administración de los bienes materiales? Como consecuencia de los EE, ¿alguna vez nos sentamos a considerar si hay algo que cambiar?
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San Ignacio nos pone continuamente en guardia sobre el poderdistractor, distorsionador y engañador del dinero y de los bienes
¿Somos capaces de afrontar este tema en comunidad o en familia, cuestionándonos y apoyándonos sanamente? ¿Contemplamos la posibilidad del compartir y cuestionar nuestros guardados personales y comunitarios? ¿Cuestionamos el trato justo con las personas que están a nuestro servicio? (Puede suceder que las explotemos aduciendo que no poseemos dinero. Buscamos para nuestro servicio en las casas religiosas a «personas baratas»)
En todo esto hay una evidente dimensión social: la relación de gratuidad, que marca un cambio radical en la familia humana, y que puede crear una humanidad sin pobres.
En el transcurso de los EE se prepara el discernimiento de cómo y dónde compartir, y nos conduce a evaluar los desprendimientos a realizar.
San Ignacio nos pone continuamente en guardia sobre el poder distractor, distorsionador y engañador del dinero y de los bienes. En Dos Banderas pone la codicia de riquezas como el primer escalón de las tentaciones que después nos conduce a todo tipo de pecados2. En Binarios nos hace tocar las cadenas del apego a nuestras posesiones y en los Tres grados de Humildad nos hace desear ese amor que lo da todo y sin medida.
LOS POBRES COMO CRITERIO DE DISCERNIMIENTO DEL SEGUIMIENTO DE JESÚS
Aunque siempre los pobres han estado presentes cuando se habla del seguimiento de Jesús, los acentos son distintos. La gravedad extrema y la dimensión universal del hambre en el mundo, nos tendrían que replantear la manera como seguimos a Jesús. Considero importante escuchar la voz profética del Papa Francisco.
2 Cfr. Ejercicios Espirituales 142.
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El Papa reafirma que «los pobres están en el centro del anuncio de Jesús. Basta leer el Evangelio. El problema es que, a lo largo de la historia, algunas veces esta actitud hacia los pobres ha sido convertida en ideología».
El corazón del Papa no está sólo con los pobres sino también con los marginados, que ahora son millones, incluso en los países ricos. Respondiendo a las preguntas de los cinco chicos y chicas, entre los que había algunos no creyentes, el Papa les hizo notar que «en este momento de la historia, la persona humana ha sido arrojada a un rincón y se ha puesto en el centro el poder y el dinero». La situación a nuestro alrededor muestra que «hemos entrado en una cultura del desecho. Se desechan los niños y se desechan los ancianos mediante una falta de atención que es una verdadera eutanasia escondida. Se desechan también los jóvenes».
La pobreza a la que se refiere a menudo el Papa tiene su raíz profunda en la persona de Jesús, que «se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza»3.
Tocar la carne de Cristo, tomar sobre nosotros este dolor por los pobres. La pobreza, para nosotros cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica y cultural: no; es una categoría teologal. Diría, tal vez la primera categoría, porque aquel Dios, el Hijo de Dios, se abajó, se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino. Y esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de Cristo, la pobreza que nos ha traído el Hijo de Dios con su Encarnación. Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza del Señor4.
De esa manera nos identificamos, nos configuramos con Cristo.
Para el Papa Francisco es importante poder hacer la experiencia de los pobres, y lo destaca a los estudiantes de las escuelas dirigidas por los jesuitas, recordando una carta del Padre Pedro Arrupe, que dice que:
No se puede hablar de pobreza si no se la experimenta con una inserción directa en los lugares en los que se vive. No se puede hablar de pobreza, de pobreza abstracta, ¡ésta no existe! La pobreza es la carne de Jesús pobre, en ese niño que tiene hambre, en quien está enfermo, en esas estructuras sociales que son
3 Cfr. 2 Cor 8, 9.
4 Palabras del Papa Francisco durante la Vigilia de Pentecostés con los movimientos, 18 de mayo de 2013.
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Inmaculada Díez de Sollano, S.A.
injustas. Los exhorta a no dejarse robar la esperanza. Por favor, ¡no os dejéis robar la esperanza! ¿Y quién te roba la esperanza? El espíritu del mundo, las riquezas, el espíritu de la vanidad, la soberbia, el orgullo. Todas estas cosas te roban la esperanza. ¿Dónde encuentro la esperanza? En Jesús pobre, Jesús que se hizo pobre por nosotros…. No os la dejéis robar por el bienestar, por el espíritu de bienestar que, al final, te lleva a ser nada en la vida. El joven debe apostar por altos ideales: éste es el consejo. Pero la esperanza, ¿dónde la encuentro? En la carne de Jesús sufriente y en la verdadera pobreza5.
RELACIÓN PERSONAL A LOS BIENES
MATERIALES Y RELACIÓN INSTITUCIONAL
El Ego personal y el Ego institucional se engrandecen con las posesiones. El prestigio se adquiere con los bienes materiales. Lo material se convierte en el símbolo del valor de la persona y de la institución. Corremos el riesgo de confundir prestigio con eficacia apostólica: hablamos de «irradiación apostólica», de «presencia de la Iglesia», de «influencia en lugares de poder», y damos por sentado que así penetra el Evangelio en la sociedad a través de la triada de dinero, prestigio y poder.
La VR frecuentemente es «cumplidora» del Voto de Pobreza hasta la letra, pero eso no la hace verdaderamente pobre a la manera de Jesús. Jesús no se vive desde la Ley y la norma. Él se vive desde la Utopía. Las Constituciones y el Canon, en la normatividad del Voto de Pobreza ¿frenan o favorecen la vivencia de la utopía del Reino? ¿Favorecen el enriquecimiento y el poder de la institución o el compartir de bienes y el amor preferencial por los pobres?
Las situaciones socioeconómicas actuales interrogan al cristiano y a la cristiana sobre su manera de vivir la relación a los bienes materiales. En ello estamos involucrados yo, mi familia, mi congregación, nuestras instituciones y obras. La familia y la congregación pueden considerarse una prolongación del ego. Cuando las defiendo, me estoy defendiendo a mí. Mi deseo se encarna en mi congregación y en mi familia. Cuando están bien, cuando tienen éxito, soy yo la que me engrandezco, por eso necesito discernir ¿es el Reino de Dios lo que busco? Mis afectos desordenados (el Ego) pueden esconderse en la búsqueda del bien de los míos y de mi institución. Puede haber una sutil
5 Discurso del Papa Francisco a los estudiantes de las escuelas dirigidas por los jesuitas, 7 de junio de 2013.
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(o burda) confusión entre Reino de Dios y las obras de nuestra institución o las obras personales.
El Santo Padre subrayó con fuerza la confusión existente entre prestigio y eficacia apostólica cuando durante la Vigilia con los movimientos eclesiales se le formuló una pregunta sobre cómo se puede vivir una Iglesia pobre y con los pobres, y qué contribución se puede ofrecer a la Iglesia y a la sociedad para afrontar la grave crisis que afecta a la ética pública. En su respuesta, el Papa Francisco subrayó que:
Ante todo, vivir el Evangelio es la principal contribución que podemos dar. La Iglesia no es un movimiento político, ni una estructura bien organizada: no es esto. No somos una ONG, y cuando la Iglesia se convierte en una ONG pierde la sal, no tiene sabor, es sólo una organización vacía. Y en esto sed listos, porque el diablo nos engaña, porque existe el peligro del eficientismo. Una cosa es predicar a Jesús, otra cosa es la eficacia, ser eficaces. No; aquello es otro valor. El valor de la Iglesia, fundamentalmente, es vivir el Evangelio y dar testimonio de nuestra fe. La Iglesia es la sal de la tierra, es luz del mundo, está llamada a hacer presente en la sociedad la levadura del Reino de Dios y lo hace ante todo con su testimonio, el testimonio del amor fraterno, de la solidaridad, del compartir6.
Es necesario pasar de la intención recta a la continua purificación de las motivaciones.
Es posible hacer un cuestionamiento a la institución eclesiástica, que es, quizá, una de las más injustas del mundo. Clero rico, clero pobre, comunidades religiosas que almacenan desmedidamente con el pretexto del sostenimiento de sus obras y el aseguramiento de sus miembros… ¿dónde queda la economía solidaria y el compartir de bienes?
El capítulo 2 de la Exhortación Apostólica «La alegría del Evangelio» denuncia claramente la idolatría del dinero, la economía de la exclusión y el dinero que gobierna en lugar de servir, y todo ello no es extraño a los que practicamos la fe.
6 Palabras del Papa Francisco durante la Vigilia de Pentecostés con los movimientos, 18 de mayo de 2013.
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¿UNAS REGLAS DESCONOCIDAS?
¿UNAS REGLAS OLVIDADAS? IGNACIO DA REGLAS PARA DISCERNIR EL COMPARTIR DE BIENES ¿CÓMO LAS PUSO EN PRÁCTICA?7
Sin embargo, estas Reglas de discernimiento nos pueden hacer «aterrizar» el seguimiento de Jesús contemplado en los EE, encarnándolo en nuestras relaciones a los bienes materiales y en la administración de los mismos.
El signo de la conversión de San Ignacio fue su despojo de los bienes materiales. El dio mucha importancia al compartir los bienes, en su deseo de seguir muy de cerca a Jesucristo pobre y menospreciado. En su Autobiografía cuenta que pasó varios años viviendo como mendigo e incluso mendigando para otros más necesitados que él.
En la historia de los grandes seguidores de Jesús a los que llamamos santos, se da siempre este signo. La espiritualidad tiene que encarnarse en una manera de vivir. La experiencia espiritual se expresa en el desasimiento de los bienes y en el compartir de los mismos en un movimiento de salida de si y de compasión.
Evidentemente tenemos que ubicar a San Ignacio en su contexto histórico, haciendo una relectura de esas Reglas en nuestro propio contexto. Ya no hablamos (ni podemos hablar) de «limosnas» ni de un «ministerio de distribuir limosnas», pero más que nunca la situación actual del mundo nos obliga a considerar seriamente la justa distribución de los bienes, empezando por los míos y los nuestros; y para ello las Reglas nos proporcionan criterios de enorme sabiduría evangélica. Desdeñarlas sería dejar sin eficacia existencial la experiencia de los EE.
7 El único comentario que encontré sobre estas reglas se encuentra en el libro peter-Kolvenvach, Decir... Al «indecible», Bilbao 1999, 171-182.
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UNA POSIBLE RELECTURA DE LAS REGLAS
Me parece importante ir leyendo las Reglas en su lenguaje original (aunque sea reiterativo) y una posible relectura de ellas, dejándoles a ustedes la tarea de contextualizarlas aún más.
Primera regla
[338] La primera: si yo hago la distribución a parientes o amigos o a personas a quien estoy aficionado, tendré cuatro cosas que mirar, de las cuales se ha hablado en parte en la materia de elección. La primera es que aquel amor que me mueve y me hace dar la limosna descienda de arriba, del amor de Dios nuestro Señor; de forma que sienta primero en mí que el amor más o menos que tengo a las tales personas, es por Dios, y que en la causa por que más las amo reluzca Dios.
En toda obra social y en toda ayuda material a nuestros hermanos/ as necesitados/as movernos por el amor del Corazón de Dios, que elimina favoritismos o exclusiones que provienen de nuestro egoísmo. Discernir asimismo si no provienen de nuestro ego institucional que es más sutil, porque espontáneamente nos hace disfrazar nuestras obras como si fueran Reino de Dios por el hecho de pertenecer a una comunidad religiosa.
Segunda regla
La segunda: quiero mirar a un hombre que nunca he visto ni conocido; y deseando yo toda su perfección en el ministerio y estado que tiene, como yo querría que él tuviese medio en su manera de distribuir, para mayor gloria de Dios nuestro Señor y mayor perfección de su ánima; yo haciendo así, ni más ni menos, guardaré la regla y medida que para el otro querría y juzgo ser tal.
La mirada crítica que empleamos para ver las deficiencias en las obras sociales del Estado o de otras Ongs e instituciones particulares, emplear esa misma mirada para examinar nuestras propias obras. («Cuando veas las barbas de tu vecino rasurar, pon las tuyas a remojar»)
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Tercera regla
La tercera: quiero considerar como si estuviese en el artículo de la muerte, la forma y medida que entonces querría haber tenido en el oficio de mi administración; y reglándome por aquella, guardarla en los actos de la mi distribución.
La utopía del Reino es el horizonte que nos debe mover en la administración de los bienes materiales: las relaciones justas y la misericordia, propias del Reino de Dios que esperamos como un don, pero al que abrimos camino con responsabilidad.
Cuarta regla
La cuarta: mirando cómo me hallaré el día del juicio, pensar bien cómo entonces querría haber tenido en este oficio o cargo del ministerio; y la regla que entonces querría haber tenido, tenerla ahora.
Dejarnos mirar por Dios que discierne nuestras más profundas motivaciones y no permitirnos concesiones que a la larga no sabemos hasta donde nos conduzcan.
Quinta regla
La quinta: cuando alguna persona se siente inclinada y aficionada a algunas personas, a las cuales quiere distribuir, se detenga y rumine bien las cuatro reglas sobredichas, examinando y probando su afección con ellas; y no de la limosna, hasta que conforme a ellas su desordenada afección tenga en todo quitada y lanzada.
Examinar y purificar nuestros afectos, para lo cual sirven las cuatro reglas anteriores.
Sexta regla
La sexta: dado que no hay culpa en tomar los bienes de Dios nuestro Señor para distribuirlos, cuando la persona es llamada de nuestro Dios y Señor para el tal ministerio; pero en el cuanto y cantidad de lo que ha de tomar y aplicar para sí mismo de lo que tiene para dar a otros, hay duda de culpa y exceso; por tanto, se puede reformar en su vida y estado por las reglas sobredichas.
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«Reglas
Los bienes de nuestras comunidades religiosas y los bienes en nuestras familias también tenemos que compartirlos. No se pueden atesorar desmedidamente bajo pretexto de atención a los propios miembros de la comunidad o de la familia. El compartir al exterior es expresión del Amor generoso de Dios, Dueño de todo bien material.
Las necesidades de los pobres son prioritarias respecto al culto divino.
Las iglesias de Sicilia se convierten en dormitorios para inmigrantes
Ante el colapso de los centros de acogida de Palermo: «Sustituir el altar con camas es lo más bonito que podemos hacer». «La Iglesia es un lugar de acogida y como tal en una emergencia como ésta no se puede no abrir estos locales para nuestros hermanos» Las bancas y capillas de parroquias de la isla italiana de Sicilia se han convertido en dormitorios para centenares de inmigrantes después de que los centros de acogida estén colapsados por las masivas llegadas de los últimos meses8.
El compartir al exterior es expresión del Amor generoso de Dios, Dueño de todo bien material
Las necesidades de los pobres son prioritarias respecto al aseguramiento excesivo de los miembros de la comunidad y del funcionamiento de las obras.
Ante la extrema necesidad de nuestros hermanos, ¿Podríamos dejar algo de nuestro futuro en manos del Padre que cuida a los pájaros y a las flores del campo?
Séptima regla
[344] La séptima. Por las razones ya dichas, y por otras muchas, siempre es mejor y más seguro, en lo que a su persona y estado de casa toca, cuanto más se cercenare y diminuyere y cuanto más se acercare a nuestro sumo pontífice, dechado y regla nuestra, que es Cristo nuestro Señor. Conforme a lo cual, el tercero concilio Cartaginense (en el cual estuvo santo Augustín) determina y manda que la supeléctile del obispo sea vil y pobre. Lo mismo se debe conside-
8 Religión Digital, 20 de junio de 2014.
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rar en todos modos de vivir, mirando y proporcionando la condición y estado de las personas, como en matrimonio tenemos ejemplo del santo Joaquín y de santa Ana, los cuales, partiendo su hacienda en tres partes, la primera daban a pobres, la segunda al ministerio y servicio del templo, la tercera tomaban para la sustentación dellos mismos y de su familia.
Nuestro estilo de vida, en el seguimiento de Jesús, tiene que ser sobrio. Contemplarlo a diario nos irá indicando cómo vivir (casa, vestido, sustento, propiedad personal de medios tecnológicos, diversión, descanso…), qué guardar, qué compartir contemplando al mundo, a nuestro alrededor.
Reflexión final
Y después de los Ejercicios… ¿qué? «Obras son amores y no buenas razones». Esa es la forma popular de expresar lo que San Ignacio nos dice: «El amor se debe poner más en las obras que en las palabras»9 por eso considero que no podemos olvidar estas Orientaciones para compartir los bienes.
Sin embargo, sólo «el amor que desciende de arriba» puede transformar nuestras relaciones a los bienes y al dinero…y ese amor hay que pedirlo, sabiendo que el Padre no dejará de darlo a quien se lo pida.
La única respuesta posible ante la generosidad infinita de Dios es nuestra generosidad siempre en camino, siempre aprendiendo de Él. ¿Hasta dónde quiero ir efectivamente en el seguimiento de Jesús?
Algunas preguntas finales en contexto:
En este momento histórico de Colombia, ¿estamos listos y listas para acoger a las personas que se reintegran a la comunidad? ¿Estamos dispuestos y dispuestas a acompañar, acoger, escuchar, y compartir nuestros bienes y nuestras vidas con ellos? ¿Estamos dispuestos y dispuestas a perdonar y a reconciliarnos con los que consideramos victimarios, y a abrir caminos de esperanza, compartiendo nuestros propios bienes personales, familiares y comunitarios, bienes que no son exclusivamente materiales, sino de tiempo, de espacio, de trabajo con otros y otras?
9 Ejercicios Espirituales 230.
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A«Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones
de
nuestro enemigo» [345]
Virgilio Arias Salazar, S.J.*
unque el título que se le ha dado por parte de los organizadores del simposio a esta ponencia habla de reglas para sentir y entender escrúpulos, San Ignacio habla más bien de notas y no de reglas. Es así como estas seis anotaciones se ubican efectivamente entre dos series de reglas: por una parte, para distribuir limosnas y por otra, para sentir con la Iglesia militante. Tales reglas nos permiten acercarnos a una realidad muy importante del ejercitante cuando ha vivido su primera semana. Ahora bien, no es poco lo que estas notas aportan para la vida del creyente de hoy. Actualmente, el término «escrúpulo» no es muy frecuente en conversaciones o profundizaciones de índole espiritual, sin embargo, para Ignacio y para el hombre y la mujer de hoy presenta una clara vigencia que se puede traducir en aplicaciones concretas de la vida cotidiana.
La presente ponencia se dividirá en tres grandes apartados, lo cual nos facilitará una aproximación profunda y expedita a las notas ignacianas sobre los escrúpulos. La primera sección nos ubicará en el contexto general de las notas desde varios puntos de vista. La segunda parte será una profundización en el
* Magister en Filosofía y Psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Estudio Teología en el Centro Sevres de París. Actualmente está realizando su maestría en Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Director de la Casa Vocacional Manresa y responsable del Plan de Candidatos a la Compañía de Jesús.
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Virgilio Arias Salazar, S.J.
texto mismo de las seis notas y el tercer punto propone algunas aplicaciones de dichas notas para el hombre y la mujer en el contexto nacional actual.
CONTEXTO DE LAS NOTAS PARA SENTIR Y ENTENDER LOS ESCRÚPULOS
Las seis notas que abordan la realidad de los escrúpulos son el penúltimo documento que aparece en los Ejercicios Espirituales. En efecto, las notas están ubicadas como se dijo anteriormente entre dos elencos de reglas fuertes para que el ejercitante practique en su vida. De hecho San Ignacio no las llama reglas sino notas y esto debido a varias hipótesis. Una de ellas puede ser que con el nombre de «notas» se le quiere señalar su carácter elemental en un terreno muy complejo y delicado y quizás Ignacio solamente quiera presentar unas simples pinceladas al respecto. Se trata de un título modesto y poco ambicioso1. Otra posibilidad para llevar el nombre de «notas» puede radicar en su misma «transitoriedad» y por el mismo hecho de no estar vinculadas al fenómeno de consolación y desolación ni a mociones propiamente, sino más bien a pareceres erróneos, a duda, turbación o a cierta laxitud o estrechez en el psiquismo. En consecuencia, Ignacio las pudo haber llamado «notas» porque se utilizarían no necesariamente en el contexto de los Ejercicios sino en situaciones muy puntuales y diversas de la conciencia moral2.
Las notas para sentir y entender escrúpulos tienen su origen en dos vertientes de la vida de San Ignacio: su experiencia personal en el tema de los escrúpulos y su experiencia como guía espiritual. El ataque de escrúpulos más fuerte que vivió Ignacio fue en Manresa: «Mas en esto vino a tener muchos trabajos de escrúpulos. Porque, aunque la confesión general que había hecho en Monserrate había sido con asaz diligencia y toda por escrito, como está dicho, todavía le parescía a las veces que algunas cosas no había confesado, y esto le daba mucha aflicción; porque, aunque, confesaba aquello, no quedaba satisfecho»3. El llamado «trabajo de escrúpulos» que enfrentó Ignacio lo condujo a un fuerte temblor interior que ni la oración ni la confesión le ayudaban y es así como inclusive, de una confesión por escrito «todavía le tornaban los
1 Cfr. Hervé CoatHalem, SJ, Comentario del libro de los Ejercicios, Buenos Aires 1987, 292.
2 Santiago arzubialde, S.J., Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y Análisis, Bilbao 1991, 790.
3 Autobiografía 22.
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El combate librado por Ignacio ante la arremetida constante de los escrúpulos lo adiestró para enfrentar este fenómeno en su vida espiritual
escrúpulos, adelgazándose cada vez las cosas, de modo que él se hallaba muy atribulado»4. El ataque de escrúpulos en Ignacio lo llevó a realizar siete horas de oración de rodillas levantándose a media noche continuamente sin encontrar ningún remedio5. Fue tal el desespero del Santo que estos pensamientos recurrentes y obsesivos lo llevaron inclusive a pensar en el suicidio como lo confirma la misma Autobiografía: «Estando en estos pensamientos, le venían muchas veces tentaciones, con grande ímpetu, para echarse de un agujero grande que aquella su cámara tenía y estaba junto del lugar donde hacía oración»6. La tormenta de los escrúpulos incluso lo llevó a permanecer una semana sin comer hasta que en la última confesión que realizó, su confesor le mandó a que rompiera dicha abstinencia y al obedecer se halló libre de los escrúpulos y poco a poco Ignacio empezó a despertar como de un sueño7. La propia lucha y experiencia de Ignacio con los escrúpulos lo llevaron a conocer su funcionamiento y así no volvió a confesar las cosas pasadas quedando libre y convencido que el Señor lo había librado por su misericordia.
El combate librado por Ignacio ante la arremetida constante de los escrúpulos lo adiestró para enfrentar este fenómeno en su vida espiritual y además para orientar a otros en el mismo tema. Así, tenemos dos casos puntuales en los que San Ignacio acompañó, vía epistolar, procesos de escrúpulos. El más célebre es el acompañamiento que le proporcionó a Sor Teresa Rejadell en la carta que escribe desde Venecia el 18 de junio de 1536. En esta carta Ignacio le facilita a la religiosa de Barcelona criterios de análisis de sus escrúpulos y propuestas para crecer en dicha situación. Uno de los puntos que aborda con claridad es la búsqueda del punto medio observando siempre hacia dónde nos mueve el mal espíritu. San Ignacio, hace una clara alusión a la naturaleza de la conciencia en cuanto que sea ancha o delgada y cómo el mal espíritu va a atacar con el único fin de entorpecer la relación con el Señor precisamente por medio de los escrúpulos. Otro punto tratado
4 Ibídem.
5 Cfr. Autobiografía 23.
6 Autobiografía 24.
7 Cfr. Autobiografía 25.
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en esta carta alude a la falsa humildad que aparece en la última nota de los escrúpulos [351] proponiendo como salida a esta realidad el mayor servicio de Dios y la mayor ayuda al prójimo.
La segunda carta alusiva a los escrúpulos está escrita por Ignacio un mes antes de su muerte (24 de junio de 1556) al joven sacerdote jesuita P. Valentín Marín. En la misiva se dejan ver dos puntos que son igualmente abordados en las notas sobre los escrúpulos. Uno de ellos es el carácter positivo que puede llegar a tener un escrúpulo [348] para la persona en cuanto le ayuda a ser más vigilante y cauto en evitar ofensas a Dios. Un segundo punto alude a no formar juicio ni determinación en sí que sea pecado lo que claramente no lo es . Estas dos orientaciones unidas a la cercanía y confianza con su superior fueron presentadas por Ignacio a aquel religioso escrupuloso8.
Ahora bien, acercándonos al contexto propio del texto de los Ejercicios Espirituales, las notas para sentir y entender los escrúpulos se ubican como un anexo final que quieren ayudar al ejercitante en su proceso espiritual interno de autoconocimiento y de cómo procede el mal espíritu. Estas notas apoyan de manera acertada las reglas de la primera semana, sin embargo, su alcance es mucho más amplio y buscan apoyar al proceso de conversión del ejercitante fuera de la experiencia propiamente de los ejercicios. En otras palabras, las notas sobre los escrúpulos apuntan hacia la consolidación de la conciencia moral de la persona y exactamente buscan establecer el equilibrio psicológico-moral de aquel quien se abandona a la misericordia de Dios tras la experiencia de la primera semana de ejercicios.
Con frecuencia, estas notas pueden considerarse como propias de un ámbito estrictamente psicológico y por consiguiente ser abordadas únicamente por especialistas en el tema. Sin embargo, San Ignacio las presenta dentro de los Ejercicios como consecuencia de una experiencia eminentemente religiosa. Sin alejarnos de la intención espiritual con las que Ignacio presenta las notas no podemos ser ajenos a la realidad psicológica que pueden manifestar los escrúpulos al interior de lo psicopatológico como es el caso de la neurosis obsesiva. Con el fin de acercarnos a la realidad psicológica de los escrúpulos, a continuación se abordarán ciertas características de la conciencia escrupulosa. La conciencia escrupulosa se puede identificar en una
8 San ignaCio de loyola, Obras (BAC 86), Madrid 61997, 1096.
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primera instancia cuando presenta preocupaciones obsesivas, sentimiento de miedo y ansiedad más o menos permanente. El escrúpulo puede ser abordado como una obsesión y una fobia en los temas que conciernen la conciencia moral. Se trata de una disposición del alma mal fundamentada la cual hace creer a quien está afectado que una acción es ilícita cuando en realidad no lo es. Así pues, es importante aclarar algunos puntos sobre la naturaleza del escrúpulo. Primero, hay que distinguir, como lo hará San Ignacio en su primera nota, entre un escrúpulo y un juicio errado, pues con frecuencia se llega a juzgar algo como un acto pecaminoso cuando en realidad no lo es. El sujeto escrupuloso permanecerá prisionero de la duda y de la perplejidad sin saber en qué pensar.
Por otro lado, hay que distinguir entre la conciencia escrupulosa y una conciencia delicada y sensible a todo aquello que puede ofender a Dios o al prójimo. La persona con esta conciencia delicada puede fácilmente confesar sus pecados con simplicidad y calma sin desconocer la respectiva contrición. Así mismo encontrará la paz con la absolución recibida sin dudar en ningún momento de la misericordia de Dios la cual anima para retomar el camino. Contrario a lo anterior, el escrupuloso manifiesta un temor persistente y sin razón de sentirse en un estado de pecado o de estar a punto de sucumbir en él. También exagera su responsabilidad, la confesión es poco clara, complicada y llena de repeticiones inútiles. Cuando recibe el perdón de sus pecados en la confesión lo lleva a un alivio temporal, teme al futuro, a su fragilidad, teme de sí mismo y de Dios. También existen crisis de escrúpulos ocasionales o temporales producidas por ciertas circunstancias o periodos de la vida tales como: despertares sexuales en la pubertad, la opción de asumir una decisión para toda la vida, la cercanía de la ancianidad o los riesgos de un futuro desconocido. Estas crisis pueden ser abordadas y superadas con un claro acompañamiento. En suma, el verdadero escrupuloso vive en una duda perpetua, en una incertidumbre eterna. Habita en temores y remordimientos que según la persona no se puede deshacer de ellos. Se tortura por nimiedades y se pregunta con frecuencia aquello que se produce por su culpa y responsabilidad9.
Para terminar esta primera sección es importante aclarar que las notas para sentir y entender escrúpulos apuntan a una madurez moral que debe
9 Cfr. J.F. Catalan, Scrupule, Diccionario de Espiritualidad XV, París 1990, 462.
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desembocar en la conciencia de la propia indigencia que se abre a la misericordia de Dios en donde se experimenta profundamente el perdón. Dichas notas buscan una «prueba purificadora y aquilatadora de la conciencia moral que, apartando de toda apariencia de pecado, desemboca en la experiencia de la compunción y de la justicia salvífica recibida de Dios con el perdón»10.
ESTRUCTURA Y CONTENIDO DE LAS NOTAS
Antes de profundizar propiamente sobre las notas es preciso señalar un aspecto sobre el título con el que Ignacio presenta el elenco de las seis anotaciones. Fijémonos que se habla de «escrúpulos y suasiones»11 y esta diferencia es importante resaltarla y comprenderla. Ambos mecanismos son tentación del enemigo, sin embargo, dicha tentación no ataca el mismo objetivo. La diferencia entre escrúpulo y suasión o sugerencia (sugestión, insinuación) está en la materia y el efecto que busca el enemigo. El escrúpulo afecta la moralidad de una acción ya realizada, mientras que la sugerencia apunta a la conveniencia de realizar o no una decisión ya tomada12. El efecto inmediato en los dos fenómenos es la misma: turbación, oscuridad, e incapacidad. El efecto a largo plazo es diferente, en cuanto el escrúpulo busca inducir el inconformismo por el camino asumido y se trata de dejarlo. La sugerencia o suasión busca que el sujeto cambie la determinación tomada por la inseguridad13.
Ahora bien, las notas para sentir y entender los escrúpulos se pueden dividir en tres bloques bien definidos siguiendo la propuesta de Arzubialde. El primer bloque apunta a describir la naturaleza del escrúpulo14. El segundo trata cómo proceder con una conciencia ancha o delgada15 y el tercero presenta la confianza que debemos poner en Dios a la hora de trabajar apostólicamente en la Iglesia16.
10 Santiago arzubialde,S.J., Op. cit., p. 789-790.
11 Ejercicios Espirituales 345.
12 Cfr. Ejercicios Espirituales 351.
13 Cfr. r gonzález, En Todo Amar y Servir, México 2000, 285-286.
14 Cfr. Ejercicios Espirituales 346, 347 y 348.
15 Ibíd., 349-350.
16 Ibíd., 351.
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«Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nestros enemigos» [345]
La naturaleza del verdadero escrúpulo. El primer grupo de notas17 apunta a establecer lo que es un verdadero escrúpulo, sea temporal o pasajero, y la diferencia con un juicio erróneo. Estas notas buscan afianzar al sujeto recién convertido a distinguir entre una situación de pecado, el error común y el auténtico escrúpulo. Vale la pena recordar que por escrúpulo no se puede entender solamente una reacción psíquica, precisamente estas notas permiten ver cómo esta realidad psíquica se integra en el combate espiritual de alguien que está en camino de conversión18.
La primera nota [346] quiere establecer la naturaleza de un juicio erróneo que comúnmente es considerado como un escrúpulo pero que efectivamente no lo es. El juicio erróneo nace dentro y procede de nuestro propio juicio y libertad. Es una deformación del criterio moral ya que se forma pecado cuando algo realmente no lo es. San Ignacio, ilustra esta nota con una acción relativa a su contexto histórico español cuando convivían en un mismo territorio moros, judíos y españoles en el cual pisar la cruz era señal de apostasía, sin embargo, para efectos de la nota si la cruz se pisa casualmente y se forma un juicio de pecado este es erróneo y no es un escrúpulo en cuanto tal. Este juicio erróneo se debe «mucho aborrecer» como lo indicará Ignacio en la tercera nota19, ya que genera remordimiento lo cual impide reconocer aquellos pecados que sí lo son verdaderamente. Este error desvía al hombre y le imposibilita acogerse al amor de Dios.
El juicio erróneo nace dentro y procede de nuestro propio juicio y libertad
La segunda nota [347] muestra lo que sí es un verdadero escrúpulo. Vale la pena anotar que el escrúpulo acontece en personas sanas que están en camino de conversión y que aún no saben identificar lo que es realmente un pecado de lo que es una delicadeza de conciencia. Así, después de realizada una acción, como por ejemplo pisar la cruz como lo presenta Ignacio, viene un pensamiento de fuera, exterior a la persona, lo que moviliza a sentir que ha pecado y de igual manera hace sentir que no ha pecado. Este pensamiento genera duda y turbación, encierra a la persona, la paraliza y no la deja avanzar. El escrúpulo es una tentación como la presenta Ignacio pues busca
17 Ibíd., 346-348.
18 Cfr. a. CHapelle, Notes sur les scrupules, Les Exercices spirituels d’Ignace de Loyola: commentaire litteral et théologique, Bruxelles 1990, 483.
19 Cfr. Ejercicios Espirituales 348.
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instalarse en la conciencia de modo permanente centrándola en sí misma y cerrándola al amor misericordioso de Dios. La dinámica del escrúpulo radica en movilizar al sujeto a los extremos, a un desequilibrio entre la angustia o el hastío, la estrechez o la laxitud.
El escrúpulo se refiere a la memoria de una acción pasada, realizada, que produce la duda y la turbación. Es una influencia que viene de fuera, exterior a mí mismo y que me lleva a pensar que he pecado y que además afecta la evidencia racional libre20. El escrúpulo genera una tensión entre dos pensamientos contradictorios (he pecado… no he pecado); es una tentación que destruye la tranquilidad interior y que puede paralizar el diálogo amoroso con Dios en donde se puede vivir correctamente la culpa y el perdón. En suma, el escrúpulo priva la libertad necesaria para buscar el bien.
En la tercera nota [348] se presenta el valor espiritual del escrúpulo y retoma las dos anteriores. Inicia indicando un rechazo radical al juicio erróneo producido en nuestro interior que se presentaba en la nota21, Ignacio lo propone así: «es mucho de aborrecer, porque todo es error». En cuanto a la segunda nota22 despliega una posibilidad positiva respecto al escrúpulo cuando es temporal. Así lo expresa Ignacio: «por algún espacio de tiempo no poco aprovecha al ánima que se da a spirituales exercicios: antes en gran manera purga y alimpia a la tal ánima, separándola mucho de toda apariencia de pecado». Cuando el escrúpulo es temporal, coincide con un periodo fecundo en la vida del Espíritu, inclusive puede ser visto como una prueba religiosa de purificación del pasado. Así el escrúpulo fortalece y estructura la conciencia moral y la encamina a agradar a Dios y a vivir fielmente no movilizado por la ley sino por el amor de Dios23.
La vida espiritual se fundamenta en un diálogo continuo en el que el ser humano se moviliza por el amor de Dios. Esta relación íntima produce en la persona una conciencia delicada y fina la cual ayuda a reconocer su pecado e impulsa a agradar a quien tanto amor le brinda de manera gratuita y permanente. Así el hecho de haber pecado, como el sentir perdón logran una mayor humanización. El amor que se logra establecer entre el hombre
20 Cfr. A. Chapelle, Op. cit. 483.
21 Cfr. Ejercicios Espirituales 346.
22 Ibíd., 347.
23 Cfr. Santiago arzubialde,S.J., Op. cit., p. 794.
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El escrúpulo temporal del que habla Ignacio en esta nota [348] es de aquel quien no se fía en absoluto de sí, y por el contrario lo espera todo de la misericordia de Dios y le preocupa mucho perder su amistad. Este escrúpulo moviliza a permanecer en Dios a través de una purificación que separa el alma buena de toda apariencia de pecado y es aquí precisamente donde Ignacio encuentra pertinente la máxima de San Gregorio: «es propio de personas delicadas ver culpa donde en realidad no existe culpa alguna»24. Ahora bien, ¿cómo comprender esta máxima si en la primera nota el mismo Ignacio invita a evitar formar pecado lo que no es propiamente pecado? Quizás el Santo, tiene como fundamento al mismo Jesucristo, quien estando sin pecado asumió su pasión y muerte en cruz por nuestra salvación y perdón de nuestros pecados25.
Dinámica del escrúpulo (rigorismo o laxismo): La dinámica que el escrúpulo ejerce al interior de la conciencia se puede fraguar entre dos extremos: el rigorismo o el laxismo. Ignacio con las notas cuarta y quinta26 pretende iluminar esta dificultad en el proceso de conversión de la persona. Aquí se presenta el ánima gruesa (laxitud) y el ánima delgada (estrechez) y según Arzubialde la dinámica de estos dos extremos depende de tres factores: el propio carácter, el influjo de la moral colectiva (puritana o permisiva) de la época y la dinámica en que el individuo se halla en la actualidad. Así las cosas, Ignacio pretende liberar al hombre de todo condicionamiento y ataque del enemigo con el fin que se avance el proceso de conversión buscando siempre una debida discreción y prudencia .
La cuarta nota [349] muestra la acción del enemigo dependiendo de la naturaleza del ánima. Frente al ánima delgada el enemigo busca que se estreche o se adelgace en extremo para «más turbar y desbaratar». El enemigo cuando no logra hacer caer en cosa que parezca pecado procura que el ánima forme pecado en donde no lo hay a través de una palabra o un pensamiento mínimo. En otras palabras, el enemigo busca engañar el alma estrecha lleván-
24 «bonarum mentium es tibi culpam cognoscere, ubi culpa nulla est».
25 Cfr. a. CHapelle, Op. cit. 486.
26 Cfr. Ejercicios Espirituales 349, 350.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 41-57 y Dios se manifiesta en un esmero por sostener y mantener dicha cercanía caracterizada por un desvelo a conservar esa relación de misericordia.
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El
enemigo busca que la persona asuma una actitud cada vez más contraria y ajena a Dios
dola a desraizarse e inducirse en una tentación suprema que sería dar una forma de pecado a aquello que no lo es. Este extremo rigorista, movilizado por cierto narcisismo que busca la perfección, obstaculiza todo intento de avanzar en el camino de cercanía y servicio a Dios.
Ahora bien, si el ánima es gruesa, como sería la de un cínico, el enemigo procura engrosarla más cayendo en una total permisividad y laxitud en la cual si antes no hacía caso de los pecados veniales, procurará que de los mortales haga poco o ningún caso. El enemigo busca que la persona asuma una actitud cada vez más contraria y ajena a Dios, se estaría pues dominado por el ambiente o la pasión llevándole a la extrema laxitud. Ambas tendencias son consideradas como tentación del enemigo las cuales desvían el camino de conversión emprendido por el sujeto y buscan precisamente confundirlo, desbaratarlo y afligirlo.
La quinta nota [350] expone el principio espiritual de la actitud que se debe asumir frente a los ataques del enemigo en el caso de las dos clases de ánimas, sea estrecha o gruesa. «El rigorismo perfeccionista desconoce el gozo del amor del Padre y el laxismo permisivo proyecta en Dios la imagen de alguien a quien se puede manejar al antojo»27. Así pues, para superar la tentación se debe operar «contrario modo» a lo que el enemigo procede, es decir, diametralmente opuesto a la inclinación de la tendencia. En este orden de ideas, el alma más gruesa debe afinarse, adelgazarse y en el caso del alma más delicada no debe extenuar su delicadeza hasta el extremo ni tampoco se ha de convertir en un alma gruesa sino que ha de procurar un punto medio en donde encontrará la solidez y la paz28. El punto medio que aparece en esta nota no es un concepto de medio diferente al que San Ignacio propone en otros momentos de los Ejercicios Espirituales. Es el mismo medio que se debe buscar en el sueño cuando en las Adiciones se le propone al ejercitante vivir una penitencia como lo presenta el número [84] de los Ejercicios. De igual manera en las reglas para ordenarse en el comer29 aparece el medio como punto que se debe lograr para evitar caer en enfermedad.
27 Santiago arzubialde,S.J., Op. cit., p. 797.
28 Cfr. a. CHapelle, Op. cit. p. 487.
29 Cfr. Ejercicios Espirituales 213.
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Solidarse en el medio para en todo quietarse es el resultado de una experiencia espiritual en la cual la persona se siente profundamente pecadora pero igualmente amada. En el medio entre la estrechez escrupulosa y la laxitud permisiva se encuentra el corazón humilde que reconoce a Dios como Padre que no le abandona y quien le estimula a hacer siempre su voluntad. El solidarse en el medio apunta a un equilibrio moral, fundado en el verdadero amor que va más allá de cualquier juicio, modo de ser, tentación o presión del medio ambiente, se fía solo en Dios y trata de agradarle como hijo amado. El quietarse es hallar el equilibrio por el abandono en Dios en cuanto experiencia espiritual y madurez moral30.
El escrúpulo dentro de la Iglesia: Ignacio tiene en la sexta y última nota [351] la aplicación de las notas en un caso particular: ¿cómo desempeñar el ministerio apostólico dentro de la Iglesia un hombre frágil y pecador? ¿Cómo lograr el justo medio cuando un alma buena quiere obrar y se encuentra indefensa? La persona que ha vivido su condición de pecadora en la primera semana y quiere hablar u obrar alguna cosa dentro de la Iglesia puede correr el peligro de la tentación que le viene de afuera pues ve una empresa que le sobrepasa y se considera indigna o por el contrario se siente invitada a renunciar a la tarea pues percibe una aparente aceptación pública (falsa humildad) que no se merece, en otras palabras siente una clara vanagloria.
En ambos casos, la finalidad de la tentación es paralizar al hombre para que en el bien obrar no proceda adelante. El enemigo busca con la tentación venida de afuera que la persona no anuncie ni practique lo que está viviendo en su conversión. El abatimiento por los pecados al igual que la falsa humildad son dos extremos que anulan la misión, noción que Ignacio ya señalaba en su carta a Teresa Rejadell:
Trae la tercera arma, que es de falsa humildad, es a saber: como ve al siervo del Señor tan bueno y tan humilde, que, haciendo lo que el Señor manda, piensa que aun todo es inútil, y mira sus flaquezas, y no gloria alguna31.
De tal manera, el núcleo de creerse muy poco e indigno para emprender una misión dentro de la iglesia o dejarse llevar por una falsa humildad
30 Cfr. Santiago arzubialde,S.J., Op. cit., p. 798.
31 San ignaCio de loyola, Op. cit., p. 730.
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tiene el mismo objetivo y es que la persona se mire a sí misma y no ponga su confianza en el Señor, en la misericordia de Dios32. Esta última nota quiere enfatizar que el servicio apostólico no se debe exclusivamente a nuestras fuerzas sino a la confianza en el Señor como lo sugiere claramente Ignacio: «entonces debe de alzar el entendimiento a su Criador y Señor» y así garantizar que la obra no depende de nuestros propios méritos sino por la acción del Espíritu. Gracias a esta actitud de reverencia al Creador y Señor el sujeto atacado por los escrúpulos logra reubicar gracias a su juicio y a la fidelidad de su deseo el principio y el término de sus acciones. Adicionalmente, Ignacio retoma lo expuesto en la nota anterior33 sobre el perdiametrum contra la tentación, es decir, hacer exactamente lo opuesto a lo que la tentación mueve a realizar.
En este contexto particular el sujeto escrupuloso recibe una palabra de la tradición espiritual que apunta a crecer en la conciencia del propio pecado y en la atribución de todo mérito a Dios. Se trata de una palabra de San Bernardo que aparece en el Flos Sanctorum: «Ni por ti lo comencé, ni por ti lo dejaré»34. El sujeto aprisionado por los escrúpulos no logra identificar de dónde viene ni para donde va, él se sabe entregado a un poder espiritual del cual no tiene el secreto. Así el escrupuloso debe dejarse guiar, pero no para esclarecer su juicio o para recibir fuerzas sino porque este engaño y esta tentación arriesgan dejarlo sin esperanza y separado de su Creador y Señor35.
En síntesis, se puede afirmar que tanto el escrúpulo como la suasión (insinuación o sugerencia) son dos tentaciones que se deben atacar frontalmente. El escrúpulo se ataca haciendo lo contrario de lo que pretende, en donde el examen de conciencia cobra gran importancia. La sugerencia que trata de desvirtuar la determinación tomada debe atacarse clarificando la intención y revisando brevemente el proceso de elección sobre la materia y la intención: si es buena y en servicio de Dios o por lo menos no en contra, se ataca la tentación con la frase de San Bernardo «ni por ti lo empecé ni por ti lo dejaré» y posteriormente hacer lo determinado36.
32 Cfr. Santiago arzubialde,S.J., Op. cit., p. 798.
33 Cfr. Ejercicios Espirituales 350.
34 «nec propter te incepi, nec propter te finiam».
35 Cfr. a. CHapelle, Op. cit. p. 488.
36 Cfr. r. gonzález, Op. cit. p. 285.
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Según Arzubialde, las notas para entender y sentir los escrúpulos permiten una purificación y una maduración de la conciencia moral en cuatro niveles a saber: a nivel del recto juicio, precisamente para evitar todo juicio erróneo. A nivel de una emotividad paralizante, puesto que la duda y la turbación repliegan al sujeto sobre sí mismo apartándolo de Dios. Aunque cuando es temporal permite un aquilatamiento del amor a Dios. A nivel de la forma de ser caracterial en cuanto a la conciencia gruesa o delgada y el último nivel es el de la confianza no en uno mismo sino en Dios37.
APLICACIONES CONTEXTUALES
Las aplicaciones contextuales que se pueden proponer para las notas sobre los escrúpulos se deben asumir dentro de un presupuesto sobre la conciencia que se encuentra en los mismos Ejercicios Espirituales:
Presupongo ser tres pensamientos en mí, es a saber, uno propio mío, el cual sale de mi mera libertad y querer; y otros dos que vienen de fuera, el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo38.
Este principio aparece adjunto al examen general de conciencia al comienzo de la Primera Semana y a nivel antropológico muestra cómo San Ignacio apunta a una conciencia humana libre, dinámica y dialogal. Por lo tanto, quien vive los Ejercicios Espirituales toma conciencia de su «libertad y querer» frente al amor de Dios (buen espíritu) y frente a la tentación (mal espíritu).
En el título que Ignacio propone para las notas sobre los escrúpulos se habla de «sentir y entender» y precisamente se busca orientar un ejercicio de libertad en la conciencia del sujeto frente al bien y el mal. Los escrúpulos por lo tanto vienen de afuera y pueden ser superados o por otro lado si son vividos temporalmente ayudan a purificar y aquilatar la conciencia como ya se vio antes39.
El verdadero escrúpulo, no el juicio erróneo, se inserta en la apertura relacional de la persona y en su capacidad de libertad. En otras palabras, los auténticos escrúpulos señalan una salida del yo y abren paso a una ética espiritual, es decir, que se avanza en un ejercicio de conciencia espiritual, «capaz
37 Cfr. Santiago arzubialde,S.J., Op. cit., p. 800.
38 Ejercicios Espirituales 32.
39 Cfr. Ejercicios Espirituales 348.
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de dejarse interpelar por la realidad exterior, de manera libre y responsable»40. Igualmente, como ya se vio antes, los escrúpulos permiten buscar en la turbulencia, que el ánima procure solidarse en medio y en todo aquietarse hasta llegar a pronunciar la máxima de San Bernardo: «ni por ti comencé y ni por ti lo dejaré», una vez asumida una actitud similar el sujeto enfrentará los escrúpulos sabiéndose querido y llamado a la comunión con Dios.
Retomando lo que se dijo sobre la naturaleza del escrúpulo como una clara tentación que viene de fuera y asumiendo toda la dinámica que se presenta alrededor de fenómeno encontramos algunos puntos que nos permiten claras aplicaciones en nuestra vida y de manera particular en el contexto colombiano que busca la paz.
¾ Es necesario prestar bastante cuidado y atención con el juicio erróneo que producimos en nuestro interior y que en ocasiones lo consideramos como un verdadero escrúpulo. San Ignacio ya lo condena para que lo aborrezcamos41. Ese juicio erróneo es un signo de un yo encerrado que en términos de energía psíquica nos debilita y paraliza. En este orden de ideas, determinados sectores de nuestra sociedad estarían imbuidos en juicios erróneos paralizantes y cerrados sobre cómo se debe asumir y construir la paz en Colombia.
¾ En el caso del verdadero y auténtico escrúpulo que viene de afuera y que es una tentación, es nuestro deber asumirlo con gran finura y delicadeza. El pensamiento que me llega me pone en la disyuntiva «he pecado no he pecado» y ahí se presenta la duda y la turbación. Aquí es de anotar que de la cantidad de tiempo que permanezca este pensamiento en la persona va a depender si es o no es conveniente. Si este pensamiento prevalece por mucho tiempo causando culpa, miedo, pesar se convierte en una oscuridad que actúa en detrimento de nuestra energía psíquica. Se genera un escenario de penuria que nos restringe en nuestra libertad sin contemplar posibilidades lúcidas o creativas. En este escenario no nos sentimos partícipes de una transformación social que depende de todos los ciudadanos de un país. El deseo del enemigo a través del escrúpulo es paralizar dentro de un narcisismo profundo en el cual la realidad ajena a la mía por
40 Cfr. m.a. rui-Wamba, Escrúpulos: en Diccionario de Espiritualidad Ignaciana, Bilbao 2007, 793.
41 Cfr. Ejercicios Espirituales 348.
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violenta o cruda que sea no tiene mayor importancia. He aquí como se manifiesta la falta de participación en actividades políticas, públicas o en la manifestación de simples actitudes que logran generar cambios fundamentales en las sociedades.
¾ Cuando la duración de un escrúpulo es por «algún espacio de tiempo» logra un cierto provecho espiritual pues purga y alimpia el ánima. Esta dinámica permite un ejercicio valioso de la conciencia el cual logra una interpelación frente a lo que sucede a nuestro alrededor. Se podría decir que esta mirada positiva del escrúpulo rompe con aquella parálisis narcisista y lanza al sujeto a vivir profundamente la libertad que le otorga el simple hecho de ser hijo o hija de Dios. El beneficio del escrúpulo por un determinado tiempo tendría grandes aplicaciones en nuestro contexto particular colombiano. Se me ocurre pensar en el fenómeno de la corrupción tan generalizada en nuestro medio. La vivencia del escrúpulo por cierto tiempo frente a la realización de prácticas claramente corruptas como la evasión de impuestos, el inflar o maquillar los presupuestos, el tratar de sobornar a las autoridades competentes etc… animaría a una posible reflexión para emprender determinados cambios ante realidades que ya se nos han convertido parte de nuestra cotidianidad nacional.
¾ El hecho de asumir el escrúpulo como una posibilidad de purificación y limpieza lanza al sujeto a vivir una tensión con su realidad. Así la persona no haya cometido un pecado en cuanto tal, en un ambiente tan convulsionado, tensionado y herido como es el de Colombia mucho aprovecharía sentir escrúpulo por un tiempo determinado. Este escrúpulo, que presenta un cierto malestar interior podría apuntar a generar compromisos de transformación social. La indiferencia de tantos colombianos frente a las problemáticas políticas sería un móvil para generar escrúpulos y de aquí una participación concreta y activa en tantos cambios que se han de gestar en esta sociedad. En otras palabras, el escrúpulo visto desde esta mirada sería el motor para que el cristiano asuma su libertad y la ejerza en la construcción del país.
¾ La táctica que utiliza el enemigo con el ánima consiste en llevarla a los extremos. Si delgada procura adelgazarla más haciéndola imaginar pecados donde no los hay y si es gruesa el enemigo procura engro-
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sarla más para que no consienta ningún tipo de pecado, inclusive dice Ignacio el pecado mortal. Esta dinámica también se puede ver reflejada en nuestra situación actual en Colombia. Me atrevo a decir que la gran mayoría de los colombianos caemos en la dinámica de un anima gruesa que se engruesa cada vez más. Nuestra memoria histórica es bastante débil y siento que ante tantos crímenes de guerra en nuestra historia nos hemos acostumbrado a olvidar rápidamente y a convertirnos insensibles a tantos pecados que se han cometido en nuestro cruento caminar como nación. Estaríamos frente a la posibilidad de plantear un «escrúpulo mnémico» que nos permita recuperar nuestra historia para asumirla de una manera reparadora. Frente a un proceso de paz el punto de las víctimas, como todos sabemos, debe tener una importancia capital. No se puede permitir dejar en el olvido a tantas víctimas de cualquier grupo armado por el hecho habernos acostumbrado a ver con frecuencia el pecado en nuestra sociedad.
¾ El hecho de que nuestras ánimas estén gruesas y se hayan engrosado frente a nuestra dolorosa realidad no nos exime a que no podamos hacer algo para adelgazarla como lo propone Ignacio. El adelgazar el ánima para nosotros sería disponernos desde nuestra condición de cristianos, cristianas acogidos por la misericordia de Dios a abrirnos a reconocer cómo el pecado social que pulula en nuestro país también nos afecta y que en la medida que somos indiferentes frente a esa realidad lo estamos promoviendo y fortaleciendo.
¾ Ahora bien, frente al escrúpulo el ánima delgada no puede permitir estrecharse hasta el extremo sino que como dice Ignacio debe procurar solidarse en el medio para todo aquietarse42. En esta nota respecto al ánima delgada se busca enfrentar la dinámica del enemigo con lo contrario, que es precisamente apuntar a un equilibrio y una paz de conciencia fruto del ejercicio de la libertad humana. En un ámbito de guerra, como lo encontramos en muchas regiones de nuestro país, se desea enfrentar el enemigo exterminador de la misma manera como él ataca y aquí San Ignacio se va por el camino de ejecutar lo contrario para lograr el justo medio el cual se podría concretizar precisamente en la manera cómo se debería llevar a cabo un diálogo entre actores
42 Cfr. Ejercicios Espirituales 350.
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armados de un conflicto, en el cual se logren relaciones y acuerdos de gana-gana y no de gane-pierda o pierda-pierda.
¾ En la 6° nota sobre los escrúpulos43 se plantea la situación de un ánima buena que desea hablar u obrar dentro de la Iglesia y le llega una tentación o pensamiento para impedirle que hable por sentir que es muy grande o por sentir una vanagloria. Ignacio de nuevo plantea hacer lo opuesto dirigiendo su mirada a su Criador y Señor, es decir, volviendo a su fuente inicial. Esta nota quizás la podemos encontrar en tantas personas que luchan en nuestro país por la construcción de la paz y que son intervenidas por diferentes fuerzas políticas, sociales, gubernamentales o inclusive oscuras para que no continúen con su buen propósito. A estas personas si su deseo por la paz es limpio y transparente ninguna tentación los debe manipular en su libertad y por el contrario deberían asumir la recomendación ignaciana con la máxima de San Bernardo: «ni por ti comencé y ni por ti lo dejaré» respecto a su deseo y búsqueda de construir y aportar a la paz.
Las tentaciones del enemigo manifestadas en los escrúpulos no buscan otro objetivo que encerrar al sujeto y cortarle toda relación con Dios
¾ Finalmente, considero que las notas para sentir y entender escrúpulos aunque con frecuencia no son muy recomendadas por los directorios de los Ejercicios Espirituales, encierran una gran sabiduría para vida cotidiana que inicia el ejercitante al terminar su experiencia de oración. Estas notas garantizan al sujeto que pueda vivir de manera libre y auténtica su relación con el amor de Dios que siempre se le ofrece abierta y gratuitamente. Las tentaciones del enemigo manifestadas en los escrúpulos no buscan otro objetivo que encerrar al sujeto y cortarle toda relación con Dios. Sin embargo, en nuestros acompañamientos no hay que temer a recibir una persona propensa a este ataque tan normal en la vida espiritual pues precisamente puede ser la mejor vía para recobrar esa relación dialogal con Dios.
43 Ibíd., 351.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 41-57
Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia
Santiago Madrigal, S.J.*
Al hilo del lema de este simposio, «Y después de los Ejercicios, ¿qué?», La consideración de las «reglas para sentir con la Iglesia» invita a proponer de entrada una tesis de fondo que habrá que mostrar: se hacen Ejercicios para crecer en el sentido de la Iglesia1. Este será nuestro punto de llegada, pero previamente hemos de ir a la literalidad del texto. Y quisiera comenzar llamando la atención sobre el tenor de sus últimas palabras que son también las últimas palabras del libro de los Ejercicios: por estar en uno con el amor divino. Esta cláusula no sólo pone el cierre al documento que vamos a examinar, «para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener», sino al conjunto de la experiencia espiritual, dibujando así una inclusión literaria que viene a clausurar el ciclo teológico que inicia el Principio y fundamento con la cláusula «el hombre es creado». En ese recorrido, –exitus a Deo, reditus in Deum–, en ese camino de mistagogía, intinerarium mentis in Deum, que es la experiencia del hacer los Ejercicios, la Iglesia ocupa un lugar específico que hemos de examinar.
* Jesuita español. Licenciado en Filosofía y Doctor en Teología. Ha sido Decano de la Facultad de Teología y de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Director de la Revista «Estudios Eclesiásticos». Consultor de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española. Miembro de la Real Academia de Doctores de España. Actualmente Profesor ordinario en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.
1 Cfr. Jesús Corella,s.J., Ejercicios Espirituales para desarrollar sentido de Iglesia: Manresa 242 (Enero-Marzo 1990) 5-24.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 58-81
Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia
Gottfried Maron, historiador protestante y estudioso del pensamiento y de la teología ignaciana, afirma: Ignacio de Loyola no ha escrito un tratado sobre la Iglesia, ni las famosas reglas para sentir con la Iglesia llenan esta laguna; ahora bien, sí se puede decir que con el Fundador de la Compañía de Jesús la doctrina sobre la Iglesia ha experimentado un cierto desarrollo y, aunque estas reglas no sean un texto sistemático, sino de naturaleza «práctica», sin embargo en sus conceptos se halla de forma latente «un pequeño compendio de eclesiología ignaciana»2.
Quiere ello decir que este cuerpo de reglas no es algo sobrevenido, impuesto por las circunstancias, sino que forma parte sustancial de la experiencia de hacer y de dar Ejercicios: la comunidad eclesial es el humus donde se vive la fe cristiana. Es ésta una obviedad, discutida empero por muchos de nuestros contemporáneos que preguntan: para qué la Iglesia. Ahora bien, sin ella no tiene razón de ser el mensaje de Jesús de Nazaret acerca del reino de Dios, de la que ella es heraldo, signo e instrumento.
En un primer momento vamos a emprender una lectura de esas 18 reglas en su formulación y literalidad, con la intención de abordar esta cuestión: cuál es su significado histórico y su puesto en la historia de la teología y de la espiritualidad. Para ello hay que determinar cuál es su lugar específico en la dinámica de los Ejercicios. Nuestro esfuerzo principal consistirá, seguidamente, en la búsqueda de una clave de interpretación, de modo que leídas en su contexto histórico, nos permitan sacar conclusiones acerca de su significado y repercusión actual. Pero vaya por delante una introducción de tipo metodológico.
PREÁMBULO METODOLÓGICO: CARÁCTER GENERAL DE LAS REGLAS
Antes de adentrarnos en el estudio de las llamadas «reglas para sentir con la Iglesia» resulta oportuno señalar algunos rasgos característicos de naturaleza lingüística, teológica e histórica, que nos ayuden a precisar su carácter peculiar y específico en el texto ignaciano de los Ejercicios, su relevancia teológica, así como el problema de su fechación. Hay que decir, en
2 Cfr. Gottfried Maron, Ignatius von Loyola. Mystik – Theologie – Kirche, Göttingen 2001, 145. El capítulo IV (130-163) está dedicado a la Iglesia.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 58-81
Santiago Madrigal, S.J.
primer lugar, que la sección final del libro de los Ejercicios está compuesta por una serie de documentos presididos por el título genérico de reglas3. Más llamativo es, desde un punto de vista lingüístico, que presentan su materia específica a través de una descripción en la que no suele faltar el verbo sentir o el sustantivo sentido. El texto habla, en primer lugar, de «reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones que en la ánima se causan»4; así quedan introducidas las llamadas reglas de discreción de espíritus, de la primera5 y de la segunda semana6. Seguidamente nos encontramos con las reglas que se deben guardar a la hora de distribuir limosnas7, cuyo principio directriz ha de ser el amor de Dios que viene de arriba, «de forma que sienta primero en mí que el amor, más o menos, que tengo a las tales personas es por Dios»8. El tercer documento está formado por seis notas que tienen esta orientación: «para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo»9. Llegamos así al último documento de los apuntes espirituales ignacianos, que es el que aquí y ahora centra nuestro interés, y cuyo título reza: «para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener, se guarden las reglas siguientes»10. El término «sentido», que abarca tanto una dimensión racional como afectiva puede ser definido como una actitud mental y vital con respecto a una realidad dada, en este caso, la Iglesia. Esta postura se funda en una visión de fe que lleva aparejada una toma de posición leal, de discreta caridad, respecto a doctrinas, acontecimientos, personas, puesto que resulta de un sincero ejercicio de discernimiento11.
En segundo lugar quisiera llamar la atención sobre este hecho de naturaleza literaria y teológica: el libro de los Ejercicios Espirituales, en su calidad de breves apuntes de y apuntes para una experiencia espiritual de signo eminentemente personal, ha introducido la reflexión sobre la Iglesia entre los temas de su dogmática, junto a los de Dios creador y la criatura,
3 Ejercicios Espirituales 313-370.
4 Ibíd., 313.
5 Cfr. Ejercicios Espirituales 313-327.
6 Ibíd., 328-336.
7 Ibíd., 337-344.
8 Ejercicios Espirituales 338.
9 Ibíd., 345-351.
10 Ibíd., 352-370. Cfr. Grupo de espiritualidad iGnaCiana (Gei), Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G-Z), (Manresa 38), Bilbao 2007, 1555-1562.
11 H. pinard de la Boullaye, Sentir, sentimiento, sentido dans le style de Saint Ignace: AHSI 25 (1956) 416-430. Véase la voz «sentir» en: iGnaCio iparraGuirre, Vocabulario de Ejercicios espirituales. Ensayo de hermenéutica ignaciana, Roma 1972.
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junto a la reflexión antropológica, junto a la cristología y a la doctrina trinitaria. Esta notable peculiaridad se ve refrendada por una comparación con otras obras contemporáneas del mismo género, como el Ejercitatorio de vida espiritual de GarCía de Cisneros o su versión reducida de autor anónimo que lleva por título Compendio Breve de Ejercicios Espirituales. En esas posibles fuentes cisnerianas del libro de los Ejercicios el capítulo de «reglas para sentir en la Iglesia» está del todo ausente12.
Un tercer aspecto lo constituye el difícil problema de la fechación histórica de este cuerpo de reglas. Por lo general, se conviene en esta apreciación cronológica: el primer grupo de reglas (1-13) habría sido escrito en una fecha previa a 1535, antes de que Ignacio abandonara París. El grupo de las reglas restantes (14-18) habrían sido redactadas en Italia, con posterioridad al año 1535, pero en cualquier caso, antes de 1541. Los argumentos que se manejan para hacer estas precisiones son de este género: la llamada versio prima de los Ejercicios espirituales, texto latino fechado en 1541, contiene el documento completo de las 18 reglas; por otro lado, el llamado textus coloniensis, que Pedro Fabro ha dejado a los cartujos de Colonia, sólo contiene el grupo de las trece primeras reglas13.
Una cuarta observación tiene que ver con la valoración histórica de este cuerpo de reglas como «reglas del catolicismo castizo», como un texto programático de la contra-reforma, o como instrucciones para el trabajo pastoral en los lugares afectados por las doctrinas luteranas. Esta manera de ver las cosas venía respaldada por la doctrina común sembrada en el Directorio oficial de los Ejercicios (de 1599): «Aunque valgan para confirmar y fomentar la piedad de todos, deben ser dadas sobre todo a los que viven en los lugares o con las personas sospechosas, y, en segundo lugar, a todos los obreros apostólicos y a los que tratan de la Palabra de Dios». Decidir sobre su carácter y su orientación y sobre su valor actual depende finalmente de la interpretación que se haga de ellas.
Una vez situadas en las coordenadas histórico-teológicas que las han visto nacer, parte en París, parte en Italia, hemos de precisar desde un punto
12 Juan plazaola (ed.), Las fuentes de los Ejercicios espirituales de San Ignacio, Bilbao 1998, 362.
13 Cfr. santiaGo arzuBialde, s.J., Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y análisis, (Manresa 1) Bilbao 1991, 809-813.
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de vista literario de qué modo se integran en la misma estructura lógica de los Ejercicios. Quisiera explicar cómo el último documento del libro de los Ejercicios no es un mero apéndice o suplemento sino que guarda una profunda relación teológica con la misma experiencia espiritual diseñada en el texto.
EL LUGAR DE LA IGLESIA EN LA DINÁMICA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Ignacio de Loyola, que había incurrido en sospecha de herejía, de ser un alumbrado, es decir, que confiado a sus visiones y revelaciones personales no tendría necesidad de la Iglesia-institución, añade a la novedad de sus Ejercicios esas Reglas para sentire cum Ecclesia, dando cuenta de forma clara e inequívoca de su eclesialidad. ¿Pura estrategia? ¿Precipitado de una experiencia de hondo y verdadero misticismo eclesial?
El gran teólogo dominico, Melchor Cano, encontraba ecos de la enseñanza de los alumbrados en los Ejercicios, por su énfasis en la subjetividad y su confianza en la inspiración interior14. Cuando el río suena, agua lleva. Hay que preguntar a los Ejercicios mismos por su razón y por su alcance eclesial: ¿fomentan acaso una indiferencia fundamental ante la comunidad eclesial como algo periférico o cuando menos secundario frente a la firme afirmación del «obrar inmediato» de Dios en la criatura? O, por el contrario, ¿funciona la Iglesia vitalmente en el encuentro radical del ser humano con Dios su Criador y Señor? ¿Qué lugar ocupa la Iglesia institucional o jerárquica en los Ejercicios?
La paradoja eclesiológica fundamental: inmediatez divina y mediación eclesial de la salvación15
Con esta batería de preguntas nos acercamos al último documento de los Ejercicios espirituales de San Ignacio, las «reglas para sentir con la Iglesia»16. Desde una lectura teológica del texto quisiéramos refrendar la apreciación del P. Kolvenbach: «las reglas son parte integral del movimiento
14 Cfr. santiaGo MadriGal,s.J., Eclesialidad, reforma y misión. El legado teológico de Ignacio de Loyola, Pedro Fabro y Francisco de Javier, Madrid 2008, 25-54.
15 Cfr. Ejercicios Espirituales 15 y 170.
16 Ibíd., 352-370.
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de los Ejercicios»17. Intentaré ofrecer, en este sentido, un estudio eclesiológico de los apuntes espirituales del Fundador de la Compañía de Jesús que nos ayude a determinar el lugar de la Iglesia en el corazón de los Ejercicios y de la espiritualidad ignaciana18. Por lo pronto, desde un punto de vista meramente filológico y estadístico, la voz «Iglesia» ocurre de forma aparentemente sólo ocasional: sólo 6 veces, si se prescinde de las «reglas para sentir con la Iglesia». Hagamos un elenco de estos pasajes en el texto ignaciano.
Prescindiendo ahora de las Reglas, hay que mencionar –dentro de las anotaciones– la décima octava con su referencia a «declarar cada mandamiento, y así de los pecados mortales, preceptos de la Iglesia, cinco sentidos y obras de misericordia»19. Esta alusión a los preceptos de la Iglesia se retoma en el Examen general hablando de «los diez mandamientos y los preceptos de la Iglesia y comendaciones de los superiores»20, como una parte de los llamados Ejercicios leves descritos en la anotación 18. Hay que mencionar, además, el pasaje de encabezamiento que introduce la dinámica de la elección: la materia que es objeto de elección debe militar «dentro de la santa madre Iglesia jerárquica»21; y en los tiempos para hacer sana y buena elección, se habla de un elegir «por medio una vida o estado dentro de los límites de la Iglesia»22. Por otro lado se establece la idea de que la Iglesia dispone de una autoridad; tal es el caso en la cuarta nota de la cuarta semana, que sugiere la modificación de la penitencia que prescribía la décima adición: «La décima, en lugar de la penitencia, mire la temperancia y todo medio, si no es en preceptos de ayunos o abstinencias, que la Iglesia mande»23. El principio de un discernimiento y elección que acaece «dentro de la Iglesia» reaparece en la sexta nota «para
17 peter-Hans KolvenBaCH, s.J., Pensar con la Iglesia después del Vaticano II: CIS. Revista de Espiritualidad Ignaciana XXXV, n. 105 (2004) 19-28.
18 Cfr. H. raHner, Ignatius von Loyola: das geschichtliche Werden seiner Frömmigkeit, Graz-WienKöln 1947. B. sCHneider, «Die Kirchlichkeit des heiligen Ignatius von Loyola», en: J. daniélou-H. vorGriMler (eds.), Sentire Ecclesiam (FS H. raHner), Freiburg 1961, 268-300. r. sCHwaGer, Das dramatische Kirchenverständnis bei Ignatius von Loyola. Pastoral-theologische Studie über die Stellung der Kirche in den Exerzitien und im Leben des Ignatius, Zurich 1970. J. losada, Las Reglas para un recto sentir en la Iglesia: alcance eclesiológico: Miscelánea Comillas 49 (1991) 383-412. M. J. BuCKley, «Misticismo eclesial en los Ejercicios Espirituales: dos notas sobre Ignacio, la Iglesia y la vida en el Espíritu», en: J. M. GarCía-loMas (ed.), Ejercicios espirituales y mundo de hoy, Bilbao 1992, 175-195. J. Corella, Sentir la Iglesia, Bilbao 1996.
19 Ejercicios Espirituales 18.
20 Ibíd., 42.
21 Ibíd., 170.
22 Ibíd., 177.
23 Ibíd., 229.
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sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo», que se abre de esta forma: «cuando la tal ánima buena quiere hablar o obrar alguna cosa dentro de la Iglesia»24.
Hasta llegar a las Reglas, estas son las escuetas menciones de la Iglesia en el texto de los Ejercicios. Ahora bien, entre esas alusiones poco menos que casuales, se yergue un texto mayor en el que la Iglesia ocupa un puesto central. Se trata del primer punto de las consideraciones sobre la elección:
Es necesario que todas cosas, de las cuales queremos hacer elección sean indiferentes o buenas en sí, y que militen dentro de la santa madre Iglesia hierárquica, y no malas ni repugnantes a ella25.
En este fragmento ha visto B. Schneider la quintaesencia de la eclesiología ignaciana. Los Ejercicios Espirituales no están exclusivamente comprometidos con el ser humano individual y con su destino personal, sino que también están profundamente interesados en la Iglesia. Este redescubrimiento se debe en buena parte al P. Hugo Rahner, quien «nos volvió a hacer conscientes del significado pleno de los Ejercicios y especialmente del lugar central que la Iglesia ocupa en ellos»26. Ese texto ignaciano está situado en el corazón mismo de los Ejercicios, justamente en el momento central de la elección.
Los Ejercicios
Espirituales
no están exclusivamente
comprometidos con el ser humano individual y con su destino personal, sino que también están profundamente interesados en la Iglesia
Hasta ahora la mención expresa de la Iglesia había sido esporádica, pero por eso mismo también puede afirmarse que si aparece ahora en toda su lozanía es porque siempre ha estado como telón de fondo, de forma latente. Por ello se puede establecer una analogía con lo que ocurre con la Iglesia en los relatos evangélicos. Excepción hecha de los dos conocidos pasajes del Evangelio de Mateo27, los Evangelios parecen ignorarla. Son, sin embargo, la obra de una comunidad cristiana. Por
24 Ibíd., 351.
25 Ibíd., 170.
26 HuGo raHner; Jean daniélou; HerBert vorGriMler, Sentire Ecclesiam, Freiburg 1961, 276.
27 Cfr. Mt 16, 18; 18, 18.
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eso se ha buscado una «eclesiología implícita» incluso en el cuarto evangelio, aparentemente desinteresado en cualquier tipo de estructura eclesial. Por su parte, la Iglesia ocupa en el Evangelio de Mateo un lugar central, por relación a la confesión de Pedro en Cesarea. Algo similar ocurre en los Ejercicios: no es casual que la Iglesia entre en consideración en el momento central de la elección, momento cumbre o clímax de toda la experiencia espiritual28 .
Por consiguiente, podemos partir de una certeza que ya había sido puesta de manifiesto por los estudios del texto ignaciano: las reglas para sentir con la Iglesia son en buena medida un desarrollo de las afirmaciones contenidas en el primer punto sobre el objeto de la elección: «es necesario que todas las cosas de las cuales queremos hacer elección (…) militen dentro de la santa madre Iglesia hierárquica y no malas ni repugnantes a ella»29.
Dando un paso más. Desde el punto de vista eclesiológico hay una cuestión capital que constituye el horizonte de toda esta problemática: la mediación eclesial de la salvación y la inmediatez del creyente –del ejercitante– en su relación con Jesucristo. El problema está presente en la experiencia del Peregrino. Bastará con evocar las experiencias en Manresa, esto es, las visiones de cosas de fe con una certeza que parece hacer superflua hasta la Escritura30 y el conflicto con los dominicos de Salamanca, donde el saber y hablar de virtudes y vicios sin haber estudiado le hizo sospechoso de actuar bajo el espíritu de un iluminado31. Sin embargo, según informa Laínez, Manresa fue también su «Iglesia primitiva» y Nadal recuerda que ya en Manresa
Comenzó a tratar del interior de su ánima y de la variedad de los espíritus, dándole el Señor en esto grande conocimiento y sentimientos muy vivos de los misterios divinos y de la Iglesia.
Ello ha encontrado su precipitado en el texto de los Ejercicios: el Director ha de dejar «que el mismo Criador y Señor se comunique a la su ánima
28 Cfr. BeniGno Hernández, s.J., La dinámica eclesial de los Ejercicios: Manresa 181 (octubrediciembre 1974) 345-358; Manresa 182 (enero-marzo 1975) 47-66.
29 Ejercicios Espirituales 170. Cfr. l. BaKKer, Libertad y experiencia. Historia de la redacción de las Reglas de discreción de espíritus en Ignacio de Loyola, Bilbao 1995, 50-52. w. löser, Die Reglen des Ignatius von Loyola zur kirchlichen Gesinnung: ihre historische Aussage und ihre aktuelle Bedeutung: Geist und Leben 57 (1984) 341-352. Este autor afirma: «Die achtzehn Regeln entfalten also den ersten Punkt der Exerzitien zu den Gegenständen der Wahl» (342).
30 Cfr. Autobiografía 29.
31 Ibíd., 65.
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devota»32. Pero, por el otro extremo, como ya hemos señalado, la mediación de la Iglesia ocurre en el texto de los Ejercicios, casi de pasada, pero en lugares muy importantes, con en el pasaje que introduce la dinámica de la elección: la materia que es objeto de elección debe militar «dentro de la santa madre Iglesia jerárquica»33; y en los tiempos para hacer sana y buena elección, se habla de un elegir «por medio una vida o estado dentro de los límites de la Iglesia»34.
Por consiguiente, esa tensión mística –constitutiva de todo planteamiento eclesiológico– palpita al interior de los Ejercicios: la tensión entre la apropiación individual de la salvación en la inmediatez de la relación con Cristo y la mediación de la salvación «dentro de la Iglesia». Este es el horizonte más hondo a la hora de considerar desde el punto de vista teológico el cuerpo de reglas para sentir con la Iglesia. Dejo una pregunta en el aire sobre la que hemos de intentar una respuesta: ¿cómo se suturan en la experiencia ignaciana estos dos extremos? ¿Suministran un intento de solución las mismas Reglas? Pienso que sí. Por lo pronto, vaya por delante este apunte provisional: la anterioridad de la Iglesia en la experiencia cristiana va dada de una forma elemental y muy sencilla, pues si se exceptúa el grupo de seguidores iniciales de Jesús, que han contemplado, escuchado y palpado la Palabra35, el resto de los mortales estamos referidos a la mediación eclesial.
El misticismo eclesial de San Ignacio expresado en la regla36: «porque el mismo Espíritu es en todo»
Dirijamos ahora nuestra mirada al documento de las reglas para sentir con la Iglesia. En la primera de ellas leemos: «Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra santa madre Iglesia hierárquica»37. La locución típicamente ignaciana «Iglesia hierárquica» vuelve a hacerse presente en la regla décimo tercera: Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia hierárquica así lo determina; creyendo que entre
32 Ejercicios Espirituales 15.
33 Ibíd., 170.
34 Ibíd., 177.
35 Cfr. 1 Jn 1, 1-3.
36 Ejercicios Espirituales 365.
37 Ibíd., 353.
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Cristo nuestro Señor, Esposo, y la Iglesia, su Esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras almas; porque por el mismo Espíritu y Señor nuestro, que dio los diez mandamientos, es regida y gobernada nuestra santa madre Iglesia38.
Llegados a este punto quedamos situados ante el verdadero alcance y la legitimidad de unas Reglas para sentir con la Iglesia. Aceptando a fondo y sancionando una forma histórica de la cristiandad latina en el momento crítico de la Reforma protestante, participan de ese espíritu de época que, al mismo tiempo, que les confiere su grandeza, las puede relativizar. Ahora bien, son ante todo expresión de una profunda vivencia de Iglesia, el «misticismo eclesial» de San Ignacio. Esta primera aproximación eclesiológica a las Reglas nos sitúa ante la experiencia mística de Iglesia hecha por Ignacio, experiencia irreductible a otros factores ambientales o epocales, confrontada con los problemas eclesiológicos de todo tiempo. Esta experiencia mística de la Iglesia aflora con una densidad especial en un pasaje de la carta a Teresa Rejadell (del 18-VI-1536):
Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve y fuerza a nuestra ánima a una operación o a otra cosa, abriendo nuestra ánima; es a saber, hablando dentro della sin ruido alguno de voces, alzando toda a su divino amor, y nosotros a su sentido, aunque quisiésemos, no pudiendo resistir, y el sentido suyo que tomamos, necesario es conformarnos con los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obediencia de nuestros mayores, y lleno de toda humildad, porque el mismo espíritu divino es en todo39.
Aquí aparecen nítidamente, y en un contexto de discernimiento, los dos cuernos de nuestro dilema: la inmediatez de la experiencia individual de Jesucristo y la normatividad de la mediación eclesial. Hay que notar además varias cosas. En este pasaje resuena claramente «los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obediencia de nuestros mayores»40. Por otro lado, el principio de fondo que relaciona el «sentido» subjetivo descubierto personalmente con la objetividad del mandato eclesial es la afirmación de que «el mismo espíritu divino es en todo». Esta es la dinámica que subyace a la famosa Regla 13, donde la primera parte concerniente a esa «Iglesia que manda» –«Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo creer que es negro,
38 Ibíd., 365.
39 san iGnaCio de loyola, Obras, (BAC 86) Madrid 61997, 733.
40 Cfr. Ejercicios Espirituales 42.
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si la Iglesia jerárquica así lo determina»–41 se explica desde la segunda, bajo el mismo principio de fondo:
Creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el mismo Espíritu y señor nuestro que dio los diez mandamientos es regida y gobernaba nuestra santa madre Iglesia42.
Por ello, se ha podido hablar con toda razón de la «paradójica audacia de Ignacio» (Ph. Lécrivain): dejar a la creatura con su Creador y apelar a la Iglesia hierárquica, o sea, dejando «hablar dentro della sin ruido alguno de voces, alza toda su alma a su divino amor» y apelando, al mismo tiempo, a «los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obediencia de nuestros mayores». La tensión entre el individuo y la Iglesia encuentra su punto de conexión y de superación en la acción del Espíritu. La Iglesia ha sido introducida en el Credo de fe como el ámbito de acción del Espíritu, como su obra propia. Los comentarios medievales al Credo insisten en este punto: el Espíritu que santifica, rige y gobierna a la Iglesia. Por otro lado, ¿cuál es el fundamento de la experiencia cristiana que permite afirmar esa relación inmediata de la criatura con su Creador de modo que «hablando dentro della sin ruido alguno de voces, alza toda su alma a su divino amor»? Este mecanismo, capital en la experiencia de discernimiento, no es otro que la inhabitación del Espíritu de Dios en el alma creyente. Y este Espíritu es el principio directriz de la «oikonomía» salvífica: el mismo Espíritu que guió al Pueblo de Israel en el AT «dio los diez mandamientos» y condujo a Jesús a lo largo de su vida en la búsqueda y sumisión a la voluntad de su Padre, es el don que el Padre nos ha transmitido por la exaltación de Jesús a la derecha de Dios. Las enigmáticas palabras de Juan, «no había Espíritu pues Jesús aún no había sido glorificado»43, se entienden desde la experiencia de Pentecostés: la Iglesia es el lugar de la «venida del Espíritu Santo». Él la ha de guiar, la guía y la gobierna, al tiempo que inhabita el corazón de sus fieles.
La Iglesia ha sido introducida en el Credo de fe como el ámbito de acción del Espíritu, como su obra propia
41 Ejercicios Espirituales 365.
42 Ibídem.
43 Jn 7, 39.
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UNA CLAVE DE INTERPRETACIÓN: «EL AMOR SE HA DE PONER MÁS EN LAS OBRAS QUE EN LAS PALABRAS»
El Directorio del P. Gil González Dávila se sirve de una pareja de conceptos en los que resume la lógica y la orientación de «las Reglas que tratan del sentir con la Iglesia», diciendo que todas van «contra el sentir y el hablar de los herejes de nuestro tiempo»44. Utiliza ahí, como ocurre en otros Directorios, dos verbos: «sentir»-«hablar». Releyendo el texto de los Ejercicios llegué a la conclusión de que su lógica se podría condensar en esta otra pareja de verbos: obrar y hablar. Este lenguaje del «obrar» y del «hablar» se encuentra en el número 351 que precede inmediatamente al encabezamiento de nuestras reglas. Es la última de las «notas para sentir y entender escrúpulos y suasiones del enemigo», donde aflora la cuestión de cómo hablar y obrar en la Iglesia «dentro de la inteligencia de nuestros mayores», no fiándose de sí mismo, sino poniendo toda nuestra confianza en Dios. Por tanto, este binomio puede ser a su vez la clave hermenéutica para interpretar y sistematizar una buena parte de las reglas que cierran el libro de los Ejercicios.
Por lo pronto, y de forma llamativa, resulta que la tópica hablar-obrar encuentra un notable presupuesto a lo largo del texto de los Ejercicios y que en este momento conviene recordar. Esta doble estructura está inscrita en el corazón de la técnica de la contemplación, donde hay que ver las personas y se precisa: «para sacar algún provecho de sus palabras» y «mirar lo que hacen»45; igualmente en la contemplación-tipo del nacimiento: «lo que hablan» y «lo que hacen»46. En el contexto de las Reglas para ordenarse en el comer dirá: «mientras la persona come, considere como que ve a Cristo nuestro Señor comer con sus apóstoles, y cómo bebe, y cómo mira, y cómo habla, y procure
44 santiaGo MadriGal, s.J., Estudios de eclesiología ignaciana, Madrid 2002, 194. Remito al cap. 6: «Un criterio de sistematización: el principio del “obrar-hablar” (EE 351)», 193-238. 45 EE 107: «El segundo: oír lo que hablan las personas sobre la haz de la tierra, es a saber, cómo hablan unos con otros, cómo juran y blasfemian, etc; asimismo lo que dicen las personas divinas, es a saber: Hagamos redención del género humano, etc; y después lo que hablan el ángel y nuestra Señora; y refletir después, para sacar algún provecho de sus palabras». EE 108: «El tercero: después mirar lo que hacen las personas sobre la haz de la tierra, así como herir, matar, ir al infierno, etc.; asimismo lo que hacen las personas divinas, es a saber, obrando la santísima incarnación, etc.; y asimismo lo que hacen el ángel y nuestra Señora, es a saber, el ángel haciendo su oficio de legado, y nuestra Señora humiliándose y haciendo gracias a la divina majestad; y después reflectir, para sacar algún provecho de cada cosa destas».
46 Ejercicios Espirituales 115, 116.
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imitarle»47. En definitiva, imitación del Señor en sus obras y en su hablar. Brevemente: también los Ejercicios sientan el principio de que «el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras»48.
Aplicando este criterio al texto de las reglas para sentir con la Iglesia 49 , voy a hablar de las «reglas del obrar»50 y de las «reglas del hablar»51. Dejo ahora fuera de consideración esas reglas que marcan el ritmo del «sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener»52, de las que ya nos hemos ocupado, así como de la eclesiología que encierran sus principales nociones (Iglesia militante, esposa y santa madre, Iglesia hierárquica, Iglesia romana)53. Por otro lado, conviene subrayar que se puede establecer una correspondencia verbal entre la primera, la novena y la decimotercera54, que apuntan a la noción ignaciana de Iglesia y enmarcan claramente dos apartados distintos por su temática y composición: a la primera regla le sigue el grupo de ocho que comienzan con el verbo «alabar»55; son las que he denominado reglas del obrar, y que desarrollan el tema de los preceptos de la Iglesia y las «comendaciones» de los superiores, de manera que el apartado correspondiente a EE 362-364 resulta como un añadido que revisa tres aspectos conflictivos (tradición, doctrina teológica, autoridad). El segundo bloque o apartado56, al que denomino reglas del hablar, toca una serie de materias dogmáticas relativas a la gratuidad y la colaboración del hombre con la acción de Dios, con claras resonancias de los problemas planteados por las doctrinas luteranas (fe y obras, gracia, libertad y predestinación). En medio de estos dos bloques adquiere en esta interpretación un relieve especial la regla décima57, de regla-bisagra o pivote de articulación de esos dos grandes grupos puesto que, asumiendo de modo expreso esa dinámica entre el hablar y el obrar, nos previene ante el resultado y los efectos negativos que en los oyentes pudieran
47 Ibíd., 214.
48 Ibíd., 230.
49 Cfr. Ejercicios Espirituales 352-370.
50 Ibíd., 354-360.
51 Ibíd., 366-369.
52 Ibíd., 353 y 365.
53 Cfr. santiaGo MadriGal, s.J., Estudios de eclesiología ignaciana..., cap. 4: «La fórmula eclesiológica breve», 133-167. Cfr. G. Maron, Op. cit., p. 145-163.
54 Cfr. Ejercicios Espirituales 353, 361 y 365.
55 Ibíd., 354-361.
56 Ibíd., 366-369.
57 Ibíd., 362.
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Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia
producir determinados modos de hablar. Finalmente, la última regla58 cierra el libro de los Ejercicios con unas palabras de conclusión sobre la purificación de las intenciones y la transición del temor al servicio por amor. Estamos ante otra de las cuestiones debatidas con la Reforma, pero que va precedida de nuevo con el verbo «alabar».
La sistematización así resultante es, por lo demás, muy próxima a la que en su día propuso el P. Pedro Leturia, cuando señalaba tres categorías de reglas, y que grosso modo rige también la interpretación de la mayor parte de los estudiosos que se han ocupado de ellas: culto y devociones, tres clases de autoridades, y materias dogmáticas59.
Las reglas del obrar:60 un compendio
catequético-sacramental
El 20 de abril de 1955 moría el P. Pedro Leturia dejando inacabado sobre su mesa un artículo que posteriormente publicó el P. I. Iparraguirre bajo el título de Problemas históricos en torno a las Reglas para sentir con la Iglesia61. Ya al final de su vida Leturia esbozaba la hipótesis del parentesco existente entre la gestación de la «Nota de nuestros mayores» del Examen General62 con las Reglas para sentir con la Iglesia, sobre la cuestión de las comendaciones de «nuestros mayores»63. Por su parte, el P. J. Calveras, años después y a través de su minucioso análisis de las versiones latinas de los Ejercicios, llegó a la misma conclusión: que tanto ese número, como la cuestión de la clarividencia propia de los que contemplan la presencia de Dios en todas las cosas, perteneciente también al Examen General64 y a la Contemplación para alcanzar amor, así como la segunda mitad de las reglas para sentir con la Iglesia, formaban parte del último estadio genético del libro de los Ejercicios entre 1539 y 1541.
58 Ibíd., 370.
59 Ibíd., 354-361; 362-364 y 366-370. pedro de leturia, Sentido verdadero en la Iglesia militante: Gregorianum 23 (1947) 137-168. Los estudiosos de las reglas siguen básicamente este mismo patrón los estudios. Como botón de muestra, de gran minuciosidad, Cfr. Jesús Corella, S.J., Sentir la Iglesia, que analiza primeramente las reglas 1 y 13 (capítulo 5), y después el bloque de las reglas 2-12 de alabanza (capítulo 6), y el de las reglas 14-18, o de pastoral pedagógica (14-18).
60 Cfr. Ejercicios Espirituales 354-361.
61 Una buena síntesis ofrece: a. dulles, El sentir con la Iglesia hoy: CIS 25 (1994) 20-36.
62 Cfr. Ejercicios Espirituales 42.
63 Ibíd., 362.
64 Ibíd., 39.
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En realidad, el principio hermenéutico que acabo de esbozar no hace sino desarrollar la intuición de Leturia, que situó el germen de las reglas65 en el Examen general, puesto bajo el rótulo: De la obra. Dice así:
Tomando por obyecto los diez mandamientos y los preceptos de la Iglesia y comendaciones de los superiores, todo lo que se pone en obra contra algunas de estas tres partes, según mayor o menor calidad, es mayor o menor pecado. Entiendo comendaciones de superiores, así como las bulas de cruzadas y otras indulgencias, como por paces, confesando y tomando el santísimo sacramento; porque no poco se peca entonces en ser causa o en hacer contra tan pías exhortaciones y comendaciones de nuestros mayores66.
En el anterior parágrafo todo está puesto bajo la divisa del obrar. Por otro lado, la palabra comendaciones aparece exclusivamente aquí y en EE 362, lo que unido a la expresión nuestros mayores, establece un parentesco genético y, al mismo tiempo, la continuidad entre EE 42-351-362. Así queda delimitado y definido ese grupo homogéneo de reglas que, abriéndose reiteradamente con un alabar, quedan clausuradas de esta manera precisa en la regla novena: «Alabar finalmente todos preceptos de la Iglesia, teniendo ánimo pronto para buscar razones en su defensa, y en ninguna manera en su ofensa»67. Este «alabar» será retomado en la primera parte de la regla décima aludiendo a las «constituciones, comendaciones y costumbres de nuestros mayores»68.
Se trata, por tanto, de un hablar, de un alabar, que subraya y abona un determinado obrar. ¿Cuántas son estas reglas? Su número y contenido puede ser determinado a partir de las acciones cuya puesta en obra se alaba. Veámoslo para cada caso. La regla segunda69 alaba el «confesar con sacerdote y recibir del santísimo sacramento»70; la tercera71 alaba el «oír misa a menudo», «cantos, salmos, largas oraciones», «horas del oficio divino»; la cuarta72 insta a alabar «estados o modos de vivir»73, «religiones, virginidad y continencia», esto es, la vida religiosa y vida celibataria, «no tanto el matrimonio»;
65 Ibíd., 354-361.
66 Ejercicios Espirituales 42.
67 Ibíd., 361.
68 Ibíd., 362.
69 Ibíd., 354.
70 Cfr. Ejercicios Espirituales 18.
71 Ibíd., 355.
72 Ibíd., 356.
73 Ibíd., 15.
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a ella está ligada estrechamente la quinta74, anticipada en EE 14.15, que explicita en su segunda parte sobre qué se debe «hacer voto», y en la primera parte alaba «votos de religión, de obediencia, de pobreza, de castidad y de otras perfecciones de supererogación». Nótese, por lo demás, la perspectiva indicada: «y dado que la buena obra que se hace con voto»75. La regla sexta76 considera las «reliquias de santos», demandando esta doble acción: «venerar» a ellas y «orar» a ellos; la segunda parte extiende esta alabanza a «estaciones, peregrinaciones, indulgencias, perdonanzas, cruzadas y candelas encendidas en las Iglesias«; la séptima reclama «alabar constituciones cerca ayunos y abstinencias, así como de cuaresmas, cuatro témporas, vigilias, viernes y sábado; asimismo penitencias no solamente internas, mas aun externas»77; la octava se sitúa nuevamente en la órbita del «venerar»; ahora se trata de «ornamentos y edificios de Iglesias; asimismo, imágenes, y venerarlas según que representan»78. En suma: las reglas 2-9 conforman un compendio de naturaleza catequética y sacramental (recepción de sacramentos, votos de religión, preceptos de la Iglesia, devociones), que alaban y recomiendan cosas atacadas por los oponentes de la Iglesia.
Por lo pronto, hay que decir que no son signos de ortodoxia extrema, sino lo que un buen católico del siglo XVI hubiera suscrito, si bien con un acento que es propio de los primeros jesuitas: la confesión y comunión frecuente. El historiador protestante G. Maron señala que esta cuestión de la comunión frecuente es quizás el único caso en el que se detecta una crítica al comportamiento habitual de la Iglesia de su tiempo79. En ese listado heterogéneo son reconocibles principios que salen al paso de las críticas de Erasmo (vida religiosa, velas, peregrinaciones, reliquias) y de Lutero (indulgencias, votos). Con todo, no predomina la polémica, sino que todo está presidido por una orientación positiva. Podemos hablar en este sentido –así lo hace Maron– de la aportación decisiva de San Ignacio a la renovación católica del siglo XVI-XVII, y, por tanto, en términos de una «reforma católica»:
74 Ibíd., 357.
75 Ejercicios Espirituales 14.
76 Ibíd., 358.
77 Ibíd., 359.
78 Ibíd., 360.
79 G. Maron, Op. cit., p. 133.
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El programa ignaciano del alabar es un programa de la veneración de la Iglesia, del amor hacia la Iglesia, de la fidelidad a la Iglesia. Es, simultáneamente, un programa de reforma interno y externo: primeramente se reclama y se ejercita una actitud interna que, sin embargo, se halla profundamente ligada a realidades e instituciones externas (…) A través de esa reconcentrada alabanza eclesial la Iglesia es valorada en alto grado, sustraída a lo terreno y englobada en la esfera de lo divino, de la misma manera que Ignacio aproxima lo divino y lo eclesial80.
Por otro lado, hay que resaltar la dignidad profunda de ese verbo «alabar»: la alabanza cristiana se orienta hacia la alabanza a Dios. En los Ejercicios acaece esto ya desde el Principio y fundamento: el hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir. En suma: esta alabanza a Dios pasa a través de la mediación sacramental de la Iglesia. En las reglas para sentir con la Iglesia late el principio de la encarnación típico de la «mística realista de Ignacio»81 .
Las reglas del hablar82 (EE 366-369): justificación, fe, gracia y obras
El principal presupuesto de nuestra clave de lectura consiste en poner en relación el texto de las Reglas con aquellos otros pasajes de los Ejercicios que remiten a sus contenidos. Pasemos ahora, desarrollando la intuición de Leturia, a examinar las reglas 14-17, o del hablar83, que han de ser referidas a los nn. 40-41 del Examen general. Veamos las indicaciones dadas respecto del hablar:
No decir palabra ociosa; la cual entiendo, cuando ni a mí ni a otro aprovecha, ni a tal intención se ordena. De suerte que en hablar para todo lo que es provecho, o es intención de aprovechar al ánima propia o ajena, al cuerpo o a bienes temporales, nunca es ocioso; ni por hablar alguno en cosas que son fuera de su estado, así como si un religioso habla de guerras o mercancías. Mas en todo lo que está dicho hay mérito en bien ordenar, y pecado en el mal enderezar o en vanamente hablar84.
80 Ibid. 136.
81 J. G. GerHartz, Sentire cum ecclesia. Kirchliche Gesinnung im Geist der Regeln des hl. Ignatius: Geist und Leben 67 (1994) 15-28; aquí: 17.
82 Cfr. Ejercicios Espirituales 366-369.
83 Ibídem.
84 Ejercicios Espirituales 40.
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Aunque los Ejercicios construyan sobre el principio de que «el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras», el trato minucioso con el lenguaje se extiende a la declaración de cómo hacer un «coloquio»85 y San Ignacio prescribe que el lenguaje dirigido a Dios sea respetuoso «con el nombrar al Señor y criador de todas las cosas»86. Esta insistencia en un hablar cuidadoso, ponderado y provechoso no obedece a una pura cuestión de retórica o cálculo diplomático; lo que está en juego es la autenticidad del mensaje y la fuerza perlocucional del lenguaje a expensas del anuncio y de la tarea apostólica. A Ignacio, el Peregrino, y a sus compañeros, les han conminado a «que no hablasen de cosas de la fe»87. «Nunca es ocioso hablar para todo lo que es provecho», se dice en el Examen88. El fraile dominico le preguntó en Salamanca: ¿De qué cosas de Dios habláis?. El Peregrino respondía: «Hablamos quándo...». Y le seguía increpando: «No sois letrados y habláis de virtudes y vicios, y desto ninguno puede hablar sino en una de dos maneras». Pero «el Peregrino siempre hablaba de lo que solía». Brevemente: «el Peregrino continuaba sus exercicios de hablar de Dios»89.
San Ignacio prescribe que el lenguaje dirigido a Dios sea respetuoso
A partir de este trasfondo biográfico podemos adentrarnos en la descripción de las reglas del hablar90. El «hablar para lo que es provecho» o el «vanamente hablar», que atiende a los efectos causados en los oyentes o prójimos91, se deja prolongar en el principio «es mucho de advertir en el modo de hablar y de comunicar». Esta máxima, formulada en la regla décimo cuarta92, recorre como cantus firmus este segundo bloque de reglas. Además dicha regla anuncia los temas que serán objeto de esa máxima: predestinación, fe y gracia. Cada uno de esos aspectos enunciado en dicha regla recibirá oportuna y sucesivamente un tratamiento particular en las otras tres siguientes: de la predestinación trata la regla décimo quinta; de la fe, la décimo sexta; y de la gracia (y fe), la décimo séptima93. Por tanto, el denominador
85 Cfr. Ejercicios Espirituales 53-54.63.71.
86 Ibíd., 38.
87 Autobiografía 62.
88 Cfr. Ejercicios Espirituales 41.
89 Autobiografía 65 y 67.
90 Cfr. Ejercicios Espirituales 366-369.
91 Ibíd., 40.41; y 362.
92 Ejercicios Espirituales 366.
93 Ibíd., 367, 368 y 369.
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común de las reglas del hablar consiste -desde el punto de vista de su estructura formal- en esta dinámica de fondo: que el hablar sobre la predestinación (regla 15), sobre la fe (regla 16), sobre la gracia (regla 17) no devalúe las obras. Veamos cómo funciona el principio en la literalidad del texto ignaciano:
a) Regla 15:
No debemos hablar mucho de la predestinación por vía de costumbre; mas, si en alguna manera y algunas veces se hablare, así se hable que el pueblo menudo no venga en error alguno... diciendo: si tengo de ser salvo o condenado, ya está determinado, y por mi bien hacer o mal no puede ser ya otra cosa; y con esto entorpeciendo se descuidan en las obras que conducen a la salud y provecho espiritual de sus ánimas94;
b) Regla 16:
De la misma forma es de advertir que por mucho hablar de la fe y con mucha intensión sin alguna distinción y declaración, no se dé ocasión al pueblo para que en el obrar sea torpe y perezoso, quier antes de la fe formada en caridad o quier después95;
c) Regla 17:
Assimismo, no debemos hablar tan largo, instando tanto en la gracia, que se engendre veneno para quitar la libertad. De manera que de la fe y la gracia se puede hablar quanto sea possible, mediante el auxilio divino, para mayor alabanza de la su divina majestad; mas no por tal suerte ni por tales modos, mayormente en nuestros tiempos tan periculosos, que las obras y el líbero arbitrio reciban detrimento alguno, o por nichilo se tengan96.
Parece, pues, evidente, la relación que existe entre este grupo de reglas con algunos puntos centrales de la doctrina luterana: Dios justifica al hombre por la fe sin obras; la devaluación del esfuerzo moral cristiano ante la gracia divina evacua la libertad, de modo que por el libre arbitrio el hombre sería libre en sus acciones terrestres, pero no ante Dios. La última regla, la que hace el número 18 y clausura el texto global de los Ejercicios, tiene de fondo el rechazo frontal de Lutero hacia el motivo del temor servil97. El Reformador
94 Ibíd., 367.
95 Ibíd., 368.
96 Ibíd., 369.
97 Ibíd., 370.
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rechazaba que el temor servil fuera grato a Dios; muy al contrario: le hacía al hombre más pecador, como una expresión más de alcanzar la justificación por sus propios méritos. Este segundo bloque de reglas, que llama la atención sobre las cuestiones de la antropología teológica, está anticipando la problemática que después se aborda en el Concilio de Trento (1545-1563).
La justificación por la gracia sola de Dios, mediante la fe, es una tesis paulina98. El acto de Dios que justifica, por su sola gracia, reclama la fe como respuesta humana, siendo independiente de cualquier obra buena. Nada puede hacer el hombre para merecer esa salvación. De la diversa interpretación de esta doctrina paulina, a la hora de expresar la relación entre la «gratuidad de Dios» y la «colaboración del ser humano», arranca la diferencia fundamental entre la teología reformada y católica. Porque la acentuación excesiva de la gracia y de la fe corre el peligro de negar el valor de la libertad humana; pero el énfasis excesivo del protagonismo de la voluntad o del mérito atribuido a las obras humanas oscurece la verdad radical de que la justicia sólo viene de Dios. Estas tensiones (predestinación y fatalismo, fe y gracia, gracia y libre albedrío, fe y obras) constituyen el campo de fuerzas en el que se mueve la advertencia ignaciana: no «hablar» mucho, no «hablar» sin distinción y declaración. La postura de S. Ignacio no consiste en un rechazo simplista de la doctrina de la predestinación, sino en recordar cómo, ante la predestinación divina, el ser humano no queda convertido en puro juguete del fatalismo divino.
En suma: a partir del principio interpretativo que hemos venido utilizando el texto de las «reglas para sentir con la Iglesia» nos ofrece esta panorámica: un primer bloque99 regido por la dinámica de un hablar, en la forma de alabar, que sanciona un determinado obrar; un segundo bloque de reglas regido por el principio de un hablar sobre fe, gracia y predestinación enderezado a no devaluar el peso de las obras100. Así las cosas, es notable que el núcleo de la controversia confesional sobre la justificación, esto es, el modo de poner en relación la fe y las obras, haya quedado integrado en la dinámica interna de las reglas ignacianas, de modo que el hablar sobre la gracia salvadora de Dios no devalúe el esfuerzo moral de los creyentes en Cristo. Ciertamente, la gracia de Dios, prometida y regalada en Cristo, no
98 Cfr. Rom 8, 29-30.
99 Cfr. Ejercicios Espirituales 354-361.
100 Ibíd., 366-369.
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necesita ser completada por el hombre o por la Iglesia; ella es por sí misma suficiente. La gracia soberana de Dios no conoce condiciones humanas ni puede ser acrecentada por méritos humanos, sino que siempre es independiente de todo aquello que somos o hacemos los humanos. Es independiente de nuestros logros, de nuestros méritos y de nuestras buenas obras. Es pura gracia. Hemos sido justificados –recalcaba Lutero, citando al Apóstol– «por la fe sin las obras de la ley»101.
Hoy en día, al cabo de cuatro siglos de condenas recíprocas, ¿cómo se plantea la temática de la gratuidad de Dios y de la cooperación humana? Ahí está la Declaración conjunta católico-luterana sobre la justificación ratificada (1999) por la Federación Luterana Mundial y por el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. Esta Declaración reconoce la posibilidad de una comprensión común de la justificación y muestra cómo el núcleo de la doctrina reformada y de la doctrina católica puede adoptar la forma de un consenso diferenciado, pero reconciliado, de manera que quedan desactivadas las condenas recíprocas del siglo XVI. La teología reformada seguirá poniendo de relieve «la gloria y soberanía de la gracia», que es independiente de toda acción y cooperación humana. Por parte católica, se ha subrayado siempre «la fuerza y el poder efectivo de la gracia», que quiere y puede modificar y renovar al hombre desde dentro, de modo que esta renovación le reclama y obliga a hacer el bien. Y así se ha podido llegar del «conflicto a la comunión»102.
A esta luz se percibe bien cómo la relación formal que las Reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener establecen entre hablar y obrar tocaba cuestiones muy hondas, «mayormente en aquellos tiempos tan periculosos»103, y lo hacía con un raro equilibrio que sigue vigente en la época del ecumenismo. Porque éste es su presupuesto:
Dado que sea mucha verdad que ninguno se puede salvar sin ser predestinado y sin tener fe y gracia, es mucho de advertir en el modo de hablar y comunicar de todas ellas104.
101 Rom 3, 24.27.
102 Cfr. InforMe de la CoMisión luterano-CatóliCo roMana soBre la unidad, Del conflicto a la comunión Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de la Reforma en el 2017, Santander 2013.
103 Cfr. Ejercicios Espirituales 369.
104 Ejercicios Espirituales 366.
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Habida cuenta de que lo primero es la gracia de Dios, los dos grupos de reglas adquieren su última densidad y exhiben también su profunda unidad interna: el alabar las buenas obras y el hablar de fe y gracia que no devalúe las obras105. De esta forma se pone, por tanto, cierta sordina a esa orientación «contra el sentir y el hablar de los herejes de nuestro tiempo» sancionada por algunos de los Directorios del siglo XVI. Sigue, no obstante, en pie esa observación que se lee en el Directorio oficial y en el de Dávila que hace de «los obreros apostólicos y los que tratan la palabra de Dios» los destinatarios especiales de este cuerpo de reglas.
Nuestras reglas conservan de esta manera una validez permanente en la perspectiva del ejercicio del ministerio de la Palabra106. ¿Quién tiene la Palabra en la Iglesia? El Vaticano II habla del «sentido de la fe» de todos los creyentes, y, a fin de cuentas, la tarea de dar Ejercicios se ubica en el ejercicio de la función profética del pueblo de Dios, en conexión con la convicción paulina: «Creí, por eso hablé»107. La condición para dar Ejercicios no está dada por el título de teólogo o por el sacramento del orden, sino por haber hecho la experiencia de Dios y querer comunicarla a otros. Esbozando un principio general, podemos decir que estas reglas quieren asegurar también las condiciones para una presentación leal y ortodoxa de la palabra de salvación y del mensaje de la Iglesia, como cuando aquel Ignacio, aquel laico sin estudios, se esforzaba en hablar de Dios.
RECAPITULACIÓN Y CONCLUSIÓN:
LA DIMENSIÓN ECLESIAL DE LA IDENTIDAD CRISTINA
La experiencia de hacer Ejercicios es eminentemente la experiencia de la gracia y de la fe del hombre justificado. De ahí que las reglas para sentir con la Iglesia recalcan que no existe una vivencia de la gracia amorfa y desarticulada, ahistórica e incondicionada, ni en el aire, ni en el vacío, ni como abandonamiento a la pura interioridad o inmediatez del creyente con Cristo. Las reglas religan la gracia salvadora de Dios con el encuentro efectivo de la institución sacramental. Lo que está en juego no es sólo el acontecimiento
105 Cfr. Ejercicios Espirituales 354-361 y 366-369.
106 santiaGo MadriGal, s.J., Estudios de eclesiología ignaciana..., Op. cit., p. 194-195. Cfr. el capítulo 7: «A modo de directorio: las reglas en la perspectiva del ministerium Verbi», 239-250.
107 2 Cor 4, 13.
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de la salvación, sino cómo se continúa en la Iglesia la obra salvífica de Dios. Es el problema de la «institución» de la salvación, la «vera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra santa madre Iglesia jerárquica»108.
La presencia de unas Reglas para sentir en/con la Iglesia en el libro de los Ejercicios es el reflejo clarividente de la dialéctica que se establece entre la afirmación de la inmediación divina y la mediación eclesial de la salvación. El acto de fe es un acto eminentemente personal, de modo que la experiencia de los Ejercicios consiste básicamente en la comunicación directa del Creador con su criatura109; sin embargo, esta experiencia y la elección para la propia vida conoce un importante contrapunto: acaece «dentro de la Iglesia»110. Esta es una afirmación primera y fundamental acerca del puesto que la Iglesia tiene en el itinerario del alma hacia Dios. De apéndice o añadido ese documento se convierte en punto de partida de una teología sobre la Iglesia, que nos sigue lanzando el desafío de profundizar en la dimensión eclesial de la identidad cristiana, puesto que nos sitúa ante la pregunta eclesiológica por excelencia: ¿cómo puede ser la Iglesia, la esposa del Señor, el medium intrínseco del acontecimiento salvífico de Cristo para el hombre de todo tiempo y lugar? ¿De qué modo puede la Iglesia hacer que Jesucristo sea efectivamente contemporáneo a la libertad del ser humano individual, cuando éste, temporal y espacialmente, se aleja cada vez más de Él?111.
A ello puede ayudar fomentar «una meditación sobre la Iglesia» al hilo de las grandes contemplaciones de la vida de Cristo de los Ejercicios. Esta dimensión queda quizás olvidada o desdibujada, pero la relación entre Jesús y la Iglesia subyace a las grandes meditaciones del Reino y de las Dos banderas, que son piezas cristológicas que incluyen la llamada a trabajar por el reino en una comunidad de seguidores112. Además Ignacio nos ha mostrado que es posible una experiencia mística de la Iglesia. Pero el que sale de los Ejercicios se encontrará irremisiblemente con una pobre realidad eclesial. Ojalá la experiencia le haya preparado para esas mociones que se causan «dentro de la Iglesia», mociones tan fuertes como las que ocurren en el nivel
108 Ejercicios Espirituales 353.
109 Cfr. Ejercicios Espirituales 15.
110 Ibíd., 170. 351.
111 a sCola, ¿Chi è la Chiesa? Una chiave antropologica e sacramentale per l’ecclesiologia, Brescia 2005, 9.
112 Cfr. santiaGo MadriGal, s.J., Eclesialidad, reforma y misión, Op. cit., p. 78-100.
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de la propia interioridad y son objeto de un difícil discernimiento: cómo ser Iglesia de verdad, qué actitudes tomar en ella y en referencia a ella, cómo no desorientarme en ella, cómo encontrar en ella mi propia función y carisma, cómo ser vivificado vigorosamente a partir de su misterio, cómo ser fecundo en ella, cómo no escandalizarme en ella, cómo, en una palabra, sintonizar con el sentido verdadero del Espíritu (el totalmente buen Espíritu) que la Esposa de Cristo lleva tantos siglos sintiendo en lo más hondo de sí misma, y ahora llega a mí, una vez quitados los impedimentos en el proceso de los Ejercicios.
La eclesialidad, o el sentido eclesial, forma parte del acto de fe; no sólo porque profesamos eclesialmente el Credo de nuestra fe, sino porque la Iglesia, conforme al despliegue de la revelación de Cristo, ha entrado a formar parte de los contenidos de la fe profesada en el Credo, de modo que se constituye como un momento intrínseco a la respuesta del hombre que en la fe se abre a Dios uno y trino. El P. Rahner lo expresaba bellamente cuando estipulaba los términos de la relación que el cristiano adulto debe establecer respecto de la Iglesia, como un momento intrínseco, necesario y válido de su propia fe cristiana113:
Si la Iglesia es para mí sólo un elemento más o menos razonable de mi situación global humana, un elemento simplemente sociológico y dado de hecho; si yo entiendo la Iglesia como una organización mal que bien adecuada para transmitir unas expectativas o unas experiencias religiosas, será para mí una magnitud en cierto modo conocida e identificable en el campo de mi conciencia, pero sin su importancia religiosa y teológica peculiar. Yo creo, por ejemplo, que de algún modo realizo lo que profeso cuando digo: «Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica». Quiero con esto decir que la Iglesia como realidad tiene en sí y respecto a mí un significado salvífico esencial, querido por Dios, que forma parte de la sustantividad de mi existencia, de mi conducta, de mi fe. En una palabra: es elemento esencial de mi vida.
En esta perspectiva podemos concluir que la experiencia de hacer Ejercicios nos puede ayudar para acrecentar sentido de Iglesia.
113 K. Rahner, Nuestra relación con la Iglesia, en: p. iMHof – H. Biallowons, La fe en tiempos de invierno. Diálogos con K. Rahner en los últimos años de su vida, Bilbao 1989, 169-182; aquí 170-171.
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La experiencia de los Ejercicios
Espirituales y la construcción de la paz y la reconciliación
Juan Carlos Merchán Zuleta*
RESUMEN
La relación entre la vida espiritual y los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la construcción de cualquier forma de paz y experiencia de reconciliación en la sociedad, muchas veces se construye bajo supuestos. El problema de estos supuestos no es la vida espiritual en sí misma de las personas, sino el pensar que esta tiene consecuencias inmediatas y concretas en la vida social de un país como Colombia.
Ante ello, plantearse la cuestión acerca de «después de los EE ¿qué?» para el caso que convoca este panel, será necesario afirmar lo siguiente: que el vínculo entre la espiritualidad y la paz social, pide que no seamos ingenuos acerca de los efectos de la vida espiritual personal al ampliarse a niveles societales, creyéndose que por el hecho de tenerse una vida con esta característica, ello construirá un país mejor.
* Licenciado en Filosofía y Magister en Estudios Políticos. Acompañante en Ejercicios Espirituales. Investigador del CINEP y Docente de la Facultad de Ciencias Política de la Pontificia Universidad Javeriana.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 82-83
Esto es así, porque en la vida cotidiana se combinan tanto las decisiones de la vida personal con las costumbres y exigencias de la cultura, las cuales conducen muchas veces y de modo inconsciente las prácticas sociales. Por ello, en muchos casos la autonomía de una persona movida por su espiritualidad hacia ciertas actitudes, queda influenciada y movida hacia otras cuando está en contextos específicos. Esto plantea al menos dos necesidades, la primera es la de aprender a sumar y hacer dialogar las herramientas de la vida en el Espíritu con otras propias de la vida social y política y, la segunda, la de construir el hábito de llevar conscientemente las realidades sociopolíticas a las consideraciones, meditaciones y contemplaciones de la vida espiritual, en una Colombia en la cual las tendencias a la venganza, la corrupción y la violencia han permeado las costumbres de modo contundente en diferentes niveles de las relaciones humanas.
De esta forma, después de los Ejercicios Espirituales solo queda una difícil tarea de discernimiento, contingente y en incertidumbre, porque en la problemática planteada, resulta fácil el aislamiento de la vida personal espiritual con respecto a la responsabilidad social, la ética ciudadana y las posibilidades de la reconciliación, con el peligro de caerse cotidianamente en individualismos espirituales y antipolitismos o actitudes de desdén hacia la vida sociopolítica y pública, arguyéndose que el bien solo se construye en las relaciones pequeñas, personales y en la mera vida interior, o que con tal de ser espirituales en una relación estrecha con Dios, solo será cuestión de que todo el mundo haga lo mismo para que por efecto cascada o bola de nieve, el Reino de Dios se realice en la tierra.
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Caminos de reconciliación para la construcción de paz
desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales
Carmen Jaramillo*
La paz no es simplemente una meta distante que buscamos, sino el medio por el cual alcanzamos esa meta Martín Luther King Jr
¿ES POSIBLE PENSAR LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ DESDE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES?
Para hablar de la construcción de paz a partir de la experiencia de los Ejercicios Espirituales, me parece importante partir de la reconciliación con la imagen de Dios, porque desde la idea de un dios justiciero y que castiga, o intimista, que adormece y tranquiliza, no hay lugar para pensar en una paz real y duradera. En cambio, desde la fe en el Dios de Jesús, el de la libertad, la confianza y el amor, como nos lo presenta San Ignacio, es posible pensar en la existencia de una relación entre construcción de paz y Ejercicios Espirituales, desde la experiencia fundante de la espiritualidad ignaciana, explorar algunos caminos que ilustren esta posibilidad.
* Estudiante de Ciencias Políticas y Ecología de la Pontificia Universidad Javeriana.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 84-89
¿Por qué es importante la imagen de Dios?
Para los seguidores de Jesús, la imagen de Dios es un asunto importante porque creemos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y, en definitiva, para todos, es fundamental la pregunta ¿en quién creo? Porque justamente en quien creemos, en quien tenemos fe, es de donde emana la fuerza que nos mueve, la guía de nuestras decisiones y el elemento que va dando sentido a lo que vamos siendo, a nuestra historia y nuestro modo de proceder desde el «sensus Christi»1.
Los caminos mencionados anteriormente, tienen que ver también con procesos de reconciliación, consigo mismo, con los otros y con la naturaleza. Dicho orden no corresponde a una jerarquización, pues se trata de procesos que pueden darse de forma simultánea y necesariamente complementaria, es decir, de encontrar al Creador en todo lo creado2: en la propia historia, en las relaciones que establecemos con nuestros pares como seres sociales; en la historia colectiva, como parte de la humanidad, en el re-descubrimiento de nuestro ser biológico y nuestra comprensión como parte de una creación a la que nos debemos y, al mismo tiempo, debemos considerar para nuestro futuro.
A su vez, esta imagen de los caminos, permite pensar la experiencia de los Ejercicios no como un destino, sino como un punto en los trayectos ya recorridos por cada uno, en el cual se rediseñan y re-direccionan algunos aspectos de la vida, que se constituyen en medios para la construcción de la paz, a partir de transformaciones personales, capaces de contribuir a la generación de cambios culturales e iniciativas locales concretas por la paz, ligado a una posición más crítica y esperanzada frente a la situación global.
¿De
qué manera un proceso personal puede aportar a la construcción de paz?
El proceso de reconciliación consigo mismo, tiene que ver con volver sobre la propia historia y elegir los momentos para recordarla y contarla. En otras palabras, está relacionado con identificar esos hitos personales que le aportan significados al presente y a las necesidades particularidades de
1 Cfr. 1 Co 2, 16.
2 Cfr. Ejercicios Espirituales 230-237.
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cuando se realiza la experiencia, más otros que soportan búsquedas más profundas y vitales.
Esta tarea posibilita ir descubriendo curas y bálsamos que han servido antes para sanar y soportar heridas y dolores, como presencias afortunadas, gestos amorosos, palabras alentadoras, signos de esperanza, sobre los cuales resulta muy positivo tener claridad, para echar mano de ellos en el futuro y para atesorarlos como grandes regalos, signos de la Presencia de Aquél que nos ha amado hasta el extremo, que nos sirven también de ejemplo en nuestras relaciones con otros.
La conciencia y valoración de la libertad propia, sirve de base para pensar en el respeto y valoración de la libertad de los otros
Además, este proceso individual, tiene que ver con hacerse más y más consciente de la propia libertad. Esto implica comenzar a reconocer las jaulas en las que estamos atrapados y buscar las puertas para salir de ellas o, en todo caso, quedarnos en ellas pero convencidos de las implicaciones de quedarnos, conociendo, por lo menos, los miedos que nos impiden salir y no simplemente engañándonos, tiñendo la jaula del color de las excusas que mejor le vaya quedando al mundo, restándonos autenticidad y acomodándonos a las condiciones de esas prisiones, a veces, auto-creadas, por lo cómodas que resultan, antes que buscar la mejor versión de nosotros mismos en su máxima expresión.
Por otra parte, entendiendo la libertad como regalo, se puede pensar en ella como el desafío por conquistar nuestras propias fronteras y empoderarnos cada vez más de nuestra existencia, de nuestras posibilidades y nuestros límites, nuestras potencialidades y fragilidades y, entre todo esto, las formas en que elegimos vivir, de las que se deriva nuestra forma de ver y sentir la realidad y nuestras actitudes cotidianas, que si son de gratitud y confianza pueden contribuir a la construcción de vínculos y espacios en los que se construye la paz.
Asimismo, porque la conciencia y valoración de la libertad propia, sirve de base para pensar en el respeto y valoración de la libertad de los otros, más que como una consigna impuesta, como un mecanismo de supervivencia, pues de esta libertad se desprende la singularidad individual y, éstas unidas,
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configuran un conjunto muy amplio de distintas formas de vivir, valioso en la medida que ofrecen diversas percepciones y alternativas frente a las diferentes circunstancias que va ofreciéndonos el medio.
Aunque se ha hablado de la libertad individual y las potencialidades que supone asumirlas como conjunto, por tratarse de un asunto propio del proceso de reconciliación personal; vale aclarar que, se parte de la creencia de una libertad que solo es posible porque es para todos, y no simplemente como valiosa por si misma para cada uno de los individuos.
¿Qué elementos de los Ejercicios resultan útiles para la
construcción de paz desde la relación con los otros?
El segundo camino, el de reconciliación con los otros, tiene que ver, tanto con las relaciones con los que tenemos más próximos, como con aquellos a los que no conocemos pero cuyo dolor es capaz de conmovernos, en tanto creemos en un Dios que se encarna en el que sufre y nos llama al servicio. Aunque para ambos casos resulta intuitiva la relación de varios elementos de la espiritualidad ignaciana y la construcción de paz y, de ahí que quizá sea sobre lo que más se pueden plantear puntos de confluencia, me parece importante puntualizar dos de ellos.
Uno, asociado a esos con los que compartimos la cotidianidad, consiste en que la transformación en la forma en que nos aproximamos a las situaciones que vivimos, desde la lógica del amor, del perdón, del reconocimiento del otro y su importancia en nuestras vidas, es una transformación que se nos dio gratuitamente y que no es individualista sino que impulsa a contagiar a otros y nos convierte en verdaderos instrumentos del amor de Dios que necesita hacerse explícito en nuestro mundo.
El segundo, por su parte, tiene que ver con la esperanza de otra realidad, que surge desde la confianza de que, en cada uno de los contextos violentos, agrestes y difíciles, existen seres humanos que, aunque anónimos para el mundo, se resisten a las presiones de su medio y son capaces de apostar, desde sus posibilidades, por la defensa de la dignidad del otro.
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¿Cómo puede aportar a la paz la reconciliación con la naturaleza?
El camino de reconciliación con la naturaleza comienza, como se dijo arriba, con la consideración del propio ser como un ente biológico, condicionado por variables físico-químicas, por ciclos, de los cuales se aprende a intuir que, también en otros aspectos de la vida, las sensaciones son pasajeras y que, cada momento, así se repita varias veces, es único, porque se necesita la confluencia de muchos factores para que suceda.
De ahí, la necesidad de aprender a ser paciente con el propio cuerpo, cuyos tiempos a veces no coinciden con los de los deseos y los planes, nos ayuda a tener conciencia de las diferencias en los tiempos con los otros y, a partir de ahí, intentar comprenderlos.
Siguiendo esta misma línea, la reconciliación con la naturaleza, implica asumir la especie humana como otra más dentro de toda la creación, por tanto, antes de querer controlar o dominar la naturaleza, o pretender conocerla y describirla como un sistema lineal; se encuentra que la propia vida y la supervivencia de la especie dependen de los recursos que ésta le proporciona y la entiende como un sistema complejo, por lo amplio y, sobretodo, por lo variable.
No obstante, los modelos de desarrollo modernos y capitalistas siguen obstinados con proponer la creación de un mundo medido por el consumo, la producción de necesidades y la invención de cada cosa para suplirlas, incluida la manipulación de los productos de la naturaleza para que coincidan con las características de color y forma de los que muestran en las propagandas, en las que promocionan una felicidad que se destapa, se logra, se obtiene, de la misma manera para todos: comprando, teniendo y acumulando.
El error de estos modelos no radica únicamente en su imposibilidad de construirse para todos o solo para algunos a costa del perjuicio de otros humanos y otras especies, sino sobretodo, en su inviabilidad para el futuro, pues los recursos no son ilimitados y la capacidad de carga de la tierra tampoco es infinita. Entonces, el problema no es solo dejar que nuestras vidas se vean desordenadas por estos modelos, sino que sean parte de su engranaje, en otras palabras, que dejemos alterar nuestra escala de valores
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por sus propuestas y, de algún modo, lo justifiquemos desde la creencia de nuestra superioridad y posibilidad de disponer de todo.
En cambio, es necesario resistir a estas propuestas, asumiendo la vida en todas sus expresiones como un milagro y así, hasta lo más simple o cotidiano es motivo de gozo. También, es urgente proponer otros modelos, desde iniciativas locales, con supuestos reales, en los que sea posible nuestra vida y la de los demás seres de la tierra, que así como están para nuestro goce y bienestar, nosotros estamos para su cuidado y conservación.
Adicionalmente, es importante decir que, este camino sugiere sentirse y pensarse como partícipe de esta creación, con la misma capacidad y posibilidad de contribuir tanto a su destrucción como a su cuidado, a la formación de realidades hostiles y desérticas, como a la creación de escenarios en los que sea posible la vida, diversa y cambiante.
A manera de conclusión, se puede decir que para la construcción de escenarios y vínculos, en los que sea posible resolver los conflictos sin violencias y, de esta manera, lograr la paz, existen múltiples caminos, incluso desde la experiencia de Ejercicios Espirituales. Particularmente, los que se han expuesto aquí, están asociados con el Principio y Fundamento y la Contemplación para Alcanzar Amor, sobre los cuales valdría la pena profundizar y explorar otros, sobre el proceso de reconciliación con los demás, por ejemplo, desde el acompañar a Jesús en la Cruz, como en la Tercera Semana, y desde otros elementos de la espiritualidad ignaciana; pues constituyen apuestas interesantes y valiosas, dadas las situaciones que vive hoy Colombia y el mundo.
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Ejercicios y construcción de paz
Carolina Tejada B.*
Antes de iniciar quisiera compartirles el profundo sentimiento de gratitud que hay en mí. Gratitud con los organizadores de este simposio, pero de manera especial con quienes creyeron que mi experiencia podría aportar algo en un evento tan importante, gratitud con las personas con quienes comparto esta mesa, gratitud al estar en la universidad donde no sólo terminé mis estudios de pregrado sino donde he podido seguir compartiendo algo de mi experiencia, gratitud con cada una de las personas que está acá compartiendo su tiempo. Pero ante todo siento una profunda gratitud con Dios quien a través de esta experiencia me llama nuevamente, como lo hace tantas veces y de tantas maneras.
Debo confesar que el nombre de este simposio me es profundamente sugestivo. Pensar en lo que ocurre después de los ejercicios espirituales –desde mi perspectiva– es pensar en el centro mismo de estos. Tal como lo decía San Ignacio, los ejercicios permiten preparar y disponer el alma para buscar y hallar la voluntad divina, es decir, para reconocer dónde puedo actuar o dónde estoy llamada a actuar.
* Magister en desarrollo educativo y social. Estudios en ciencias humanas. Con experiencia en el acompañamiento a procesos comunitarios en diferentes regiones del país y la administración de proyectos, especialmente en temas relacionados con la construcción de paz y derechos humanos. Delegada para la niñez, juventud y mujer en la Defensoría del Pueblo.
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Por esto, al pensar en lo que podría compartir con ustedes, estuve recordando el camino que a través de la vida he ido teniendo en torno a la manera de sentir lo que puede ser la Fe, el lugar que en este camino han tenido los ejercicios y como esta experiencia de Fe me permite sobrevivir y dar sentido a mi trabajo, a una manera particular de tratar de hacer presencia en este mundo.
Probablemente, a muchos de los que están acá, les ocurrió en su infancia algo similar a lo que yo viví. Nos presentaron un Dios omnipresente pero invisible, que no podíamos ver –lo que era un poco paradójico– y que por lo tanto requería de una Fe soportada en el creer sin ver. Y digo que esto era paradójico porque si Dios estaba presente en todo porque no se podía ver igualmente en todo. Recuerdo muchos momentos en los que se me reafirmaba que si tenía Fe no debía preocuparme por ver y que el ver correspondía a otros campos de la vida como la ciencia.
Sin embargo, mi experiencia con el mundo, sobre todo a medida que fui creciendo, el reconocimiento de la injusticia social, de la violencia y de tantas situaciones dolorosas no las lograba sintonizar con esta idea de que debía creer sin ver. Se me hacía innegable el «ver» y por esto empecé a dar mayor peso a la necesidad de volcarme al trabajo social. De alguna manera sentía que este precepto –creer sin ver– me dejaba un poco en el lugar de la pasividad, y me fui vinculando tan fuertemente a la realidad que necesitaba sentir que podía «ver» para creer.
En ese momento, por fortuna me encontré con la experiencia de los ejercicios espirituales y allí pude dedicarme sin ningún temor a ver. Ver mi historia personal, ver mi historia de vida y la realidad que me rodeaba. Pero se trataba de verla desde una intimidad y profundidad que no había encontrado, la intimidad del amor de Dios.
Y acá quiero hacer un paréntesis, porque a veces cuando escucho que así como el cuerpo necesita ejercitarse, el alma también, yo siento que no se les está haciendo justicia a los Ejercicios Espirituales. Para mí –y por supuesto me disculpo porque no soy teóloga, este no es de ninguna manera mi campo de conocimiento– esta es una experiencia de «intimidad» necesaria en la construcción de una relación de amor tan profunda como la que nos ofrece Dios. Y por ello, parte de mi búsqueda –nada fácil– es como mantenerlos en
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la cotidianidad, en la relación con mi hijo, en la oración que hacemos cada noche al terminar el día.
Pero bien, volviendo a eso que ocurrió después de los ejercicios puedo decir que un cambio fundamental se dio en la comprensión y experiencia de la Fe. Y recuerdo mucho el encuentro que tuve con una amiga, con quien hablamos de alguna manera de este asunto, y ella me decía que definitivamente, en este momento, la Fe es creer a pesar de lo que vemos.
Y esta era una manera de tratar de apuntar mi opción por el trabajo social. Sabemos que la historia de violencias y guerra en Colombia atraviesa la historia de varias generaciones, y que su degradación, la perdida de límites frente a lo humano ha sido indescriptible.
Es así, como en ese momento de mi vida sigo caminando por diferentes realidades del país, encontrando y escuchando el dolor de las víctimas. Se trataba de reconocer que a pesar del dolor era posible creer en una realidad diferente. En ese entonces trabajaba con el Programa por la Paz de la Compañía de Jesús acompañando a comunidades de diferentes regiones del país. Tuve la oportunidad de conocer los lugares y los paisajes más maravillosos del país, de encontrarme con la fuerza y Fe de tantas personas que a pesar de lo que veían día a día creían con nosotros/as en una vida diferente.
Por supuesto son incontables las historias y las memorias. Se trataba de caminar en el filo de una experiencia que es innegable en el país, sobre todo al estar en región. Con cada paso que dábamos con las víctimas sabíamos que teníamos la posibilidad de encontrarnos con aquellos que llamábamos los victimarios, y de encontrarlos no sólo en la confrontación, sino en la realidad misma de la vida y de las familias con las que estábamos trabajando. Uno de los mayores aprendizajes que tuve en ese momento, estuvo dado por el encuentro con las madres de miembros de las autodefensas o la guerrilla. Escuchar su relato y su dolor como madres.
En este punto ya no había como dar vuelta atrás, y la pregunta por las posibilidades de una reconciliación – cuando aún estaba lejos un proceso de negociación para la paz como el que existe ahora– era inevitable. Aquí, la La Fe es creer a pesar de lo que vemos
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experiencia de los ejercicios y de otros espacios ofrecidos por la Compañía de Jesús, la experiencia de una intimidad tan profunda en el amor era lo que me permitía ver más allá de tanto dolor. Y es que si no tenemos una mirada que traspase ese horizonte es imposible pensar en la reconciliación, sin negar toda la complejidad que un proceso de este tipo implica para el país, porque la transformación de esta historia debe pasar por la construcción de una mayor justicia social, de la equidad, de la inclusión.
Y es innegable la tensión que algunas/os de nosotras/os podemos sentir, sabemos de la necesidad de encontrar un punto final a esta guerra pero también reconocemos la existencia de otras violencias que es necesario transformar, y para ello requerimos de cambios sociales muy profundos. Entonces uno puede sentir que está entre la búsqueda de una experiencia de amor profunda que sostenga el hacer, y un hacer tan basto, tan amplio, tan lleno de tareas y urgencias que no hay mucho tiempo, ni mucho espacio para alimentar esta experiencia de amor. Y no debemos olvidar, como ocurre en todo amor, que es necesario dedicarle tiempo y presencia.
En este punto surge una nueva coyuntura, empiezo a trabajar en una institución pública –en la Defensoría del Pueblo– donde se hace necesario comprender de manera muy profunda que esto que llamamos derechos humanos son para todas las personas, sin importar su actuar o su opción ética o su opción de vida. Y asumir esto en la acción no es tan fácil.
Nuevamente cobra entonces vigencia la pregunta de este simposio: Y después de los ejercicios, ¿qué? En medio de la cotidianidad, de todas las presiones y afanes que tenemos uno trata de mirar cuál es la voluntad divina y no siempre es tan fácil seguirla.
Ahora bien, por fortuna, Él siempre está dispuesto a darnos pistas para continuar nuestro camino –a cada quien a su manera–, así que hace algunos meses, de la manera menos pensada encontré la Carta Encíclica Lumen Fidei del Papa Francisco que imagino ustedes ya han estudiado y leído a profundidad. Pues yo debo confesarles que no he podido pasar de dos frases o expresiones que me siguen dando vueltas: la primera dice «quien cree ve», entonces esto que yo había pensado sobre la Fe como la posibilidad de creer a lo pesar de lo que se ve, cambia de sentido, pero sobre todo me abre preguntas muy fuertes. ¿Qué quiere decir actualmente, con todo lo que
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está ocurriendo, esta expresión? Y esto ¿cómo se traduce en nuestras vidas? Lo que me jalona a una de las cuestiones que para mí implica mayor radicalidad, si creo en la presencia de un Dios amoroso ¿eso es lo que veo en todas las personas?, en quienes han sufrido como víctimas –y recordemos todos los desarrollos tan lindos desde la teología en torno a la comunidad crucificada– pero ¿es lo que también veo en quienes han hecho otras opciones diferentes?, ¿en los victimarios?
La fe es luz que viene del futuro, que nos devela bastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro yo aislado, hacia la más amplia comunión
Y la otra frase, que considero da pistas para estas preguntas, dice: «la fe es luz que viene del futuro, que nos devela bastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro yo aislado, hacia la más amplia comunión».
Entonces, me encanta y aplaudo que en este simposio la pregunta sea por lo que ocurre después de los ejercicios espirituales, porque esa es la pregunta por las búsquedas particulares –muchas veces herradas– que tenemos y donde Dios tiene la paciencia para acompañarnos. Así como ustedes han tenido la paciencia para escucharme.
Para terminar solamente quiero compartirles un poema que en este momento recoge mucho de lo que significa mi vida después de los ejercicios espirituales:
EN VERBO AJENO
Hablo de lo propio con lo que no es mío; hablo con verbo ajeno sobre mi gente hablo y no soy yo escribo y yo no soy.
En mí, han llegado espíritus navegantes del espacio lejano
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con cientos de lunas sobre sus cuerpos; vienen desde el dolor y desde el eco de un tiempo; son tierra, son sol, son esperanza para una patria nocturna.
Vienen y entonces yo canto, levanto mis versos sin venganzas ni odios, sin labios mordidos
sólo buscando un rincón a mi canto dormido, a la voz de mi gente desde un verbo prestado1.

1 Fredy romeiro Campo ChiCangana, Poesía indígena y gitana contemporánea de Colombia: Woumain, Bogotá 2000: Suport Mutu, Onic, Prorom, p. 102.
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Considerar a dónde voy y a qué [EE 239]
Jefferson Chaverra Paz, S.J.*
Un regalo de mi Padre Dios ha sido un viaje de 30 días en barco de Nueva York a Valparaíso. Por generosidad del bondadoso Capitán tenía una mesa en el puente de mando, al lado del timonel, donde me iba a trabajar tranquilo con luz, aire, vista hermosa… La única distracción eran las voces de orden con relación al rumbo del viaje. Y allí aprendí que el timonel, como me decía el Capitán, lleva nuestras vidas en sus manos porque lleva el rumbo del buque. El rumbo en la navegación es lo más importante. Un piloto lo constata permanentemente, lo sigue paso a paso por sobre la carta, lo controla tomando el ángulo de sol y horizonte, se inquieta en los días nublados porque no ha podido verificarlo, se escribe en una pizarra frente al timonel, se le dan órdenes que, para cerciorarse que las ha entendido, debe repetirlas cada una. «A babor, a estribor, un poquito a babor, así como va…». Son voces de orden que aprendí y no olvidaré. Cada vez que subía al puente y veía el trabajo del timonel no podía menos de hacer una meditación fundamental, la más fundamental de todas, la que marca el rumbo de la vida1.
Con estas palabras comienza san Alberto Hurtado la meditación que lleva por título El rumbo de la vida, escrita por él en el año de 1946 para los Ejercicios Espirituales de un grupo de jóvenes chilenos. Dicha meditación, cargada de sentido y profundidad, ha marcado un hito importante en mi vida, por tal motivo, quiero referirme a ella y compartir con ustedes algunos
* Escolar de la Compañía de Jesús. Estudiante de Magister en Ciencias Políticas en la Pontificia Universidad Javeriana.
1 San alberto Hurtado, S.J., El rumbo de la vida, 1946.
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fragmentos de la misma, que me permitirán expresar la manera como Dios ha ido conduciendo mi vida..., bueno, cuando lo he dejado que me conduzca… en la etapa posterior a la experiencia de Ejercicios, y desde allí trataré de responder a la pregunta que nos congrega en este simposio, Y después de los Ejercicios ¿qué?
A lo largo de la vida he tenido la oportunidad de vivir experiencias profundas de encuentro con el Señor que me han ayudado a responder algunas de las preguntas más importantes que, en mi opinión, puede hacerse un ser humano: ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué camino he de seguir para llegar a donde quiero ir? Creo que haber encontrado la respuesta a tales interrogantes ha sido, sin duda alguna, la mayor gracia que he recibido de Dios.
En Nueva York multitud de buques, de toda especie. ¿Qué es lo que los diferencia más fundamentalmente? El rumbo que van a tomar. El mismo barco ‘Illapel’ en Valparaíso tenía rumbo Nueva York o Río de Janeiro; en Nueva York tenía rumbo Liverpool o Valparaíso. Apreciar la necesidad de tomar en serio el rumbo. En un barco al Piloto que se descuida se le despide sin remisión, porque juega con algo demasiado sagrado. Y en la vida ¿cuidamos de nuestro rumbo? ¿Cuál es tu rumbo? Si fuera necesario detenerse aún más en esta idea, yo ruego a cada uno de ustedes que le dé la máxima importancia, porque acertar en esto es sencillamente acertar; fallar en esto es simplemente fallar2.
Al finalizar una experiencia de Ejercicios Espirituales, ya sean de mes o de ocho días, ha sido importante para mí tener presente el rumbo, a dónde voy. No propiamente porque siempre esté en dirección hacia él, sino precisamente porque me permite saber cuándo estoy desorientado y, de este modo, poder retomar el camino.
Esto, desde luego, exige una constante toma de consciencia del modo como Dios trabaja en mí. Sin embargo, debo reconocer que no siempre estoy dispuesto a ello. Y la razón más frecuente por la cual en ocasiones evito mirar como Dios me mira3 es porque temo encontrarme con migo mismo, con mi fragilidad, con mi verdad, la cual me es revelada por Él «en lo más íntimo de mi intimidad» (san Agustín). Así, al comenzar un examen de consciencia y preguntarme ¿qué ha pasado hoy?, ¿qué ha hecho Dios en mí durante este
2 Ibídem.
3 Cfr. Ejercicios Espirituales 75.
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día?, me doy una respuesta que me resulta satisfactoria: nada, no ha pasado nada. Nada me interpeló. Hoy he vivido el día en tiempo tranquilo. Así… tiempo tranquilo, para que el «examen» me resulte «ignaciano».
¿Qué diría san Ignacio si me escuchara decir algo así? O san Juan ¿qué pensaría de esto? Recordemos que Ignacio en la contemplación para alcanzar amor nos invita a «considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas las cosas criadas sobre la haz de la tierra»4; en tanto que san Juan pone en labios de Jesús la frase «mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo»5. ¿Acaso ha pasado un día en que Dios no trabaje en mí? Evidentemente no. Dios trabaja siempre. Entonces, ¿por qué huir de su presencia? Quizá porque me resulta más cómodo permanecer estático en mis criterios en lugar de arriesgarme a ver el mundo con los suyos. No pocas veces, luego de tener un encuentro con el Señor, he tenido que retractarme y reconocer que me equivoqué, porque como afirma el Padre Kolvenbach
Los Ejercicios Espirituales llevan a cabo un desvelamiento que hace caer a las máscaras y que permite que la persona se descubra en toda su verdad; una verdad, sin duda, dolorosa, pero que es el único camino que puede conducir a la alegría6.
Dios me revela la grandeza de lo que yo considero pequeño e insignificante, me muestra la esperanza donde yo veo el fracaso. Por eso, en algunas ocasiones he llegado a pensar que era mejor no habérmelo encontrado, para no tener que tragarme mis palabras, para no tener de qué avergonzarme y así poder sentirme seguro de mí mismo. Pero, ¡qué va! Dios, siempre mayor, ha sabido irme sacando de la pequeñez de mi egoísmo para conducirme a la grandeza de su gracia, con la ternura, la sabiduría y la paciencia con que una madre, ¡una buena Madre! trata al más rebelde de sus hijos. De esta manera, poco a poco va adueñándose del control del barco, y cuando yo, movido por mis caprichos y seducido por las vanidades de este mundo pasajero, le arrebato el timón, con suavidad y paciencia vuelve y lo toma para orientarme nuevamente hacia mi rumbo, hacia Él.
4 Ejercicios Espirituales 236.
5 Jn 5,17.
6 Peter - HanS KolvenbacH, S.J., 1991.
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Paradójicamente, al igual que los discípulos del Señor, luego de contemplarlo transfigurado en el Monte Tabor, también he querido quedarme contemplándolo en el silencio de la oración, sintiendo y gustando7 su presencia, olvidando, en no pocas ocasiones, llevar a la práctica lo que he contemplado en la oración, lo cual se convierte en uno de los mayores obstáculos que he puesto a la acción de Dios en mí. En este punto quiero señalar una importante aportación del Padre Kolvenbach, quien afirma que al «igual que el Espíritu no da, si no es acogido por el corazón, éste se queda en el nivel de la especulación, del deseo, e incluso del sueño, si la práctica –es decir, la ejecución de la llamada de Dios– no es considerada en todo momento como parte integrante del corazón»8.
Jesús me pide «bajar» del Monte, es decir, buscarlo y hallarlo en la cotidianidad de mi vida
Así, pues, paulatinamente voy tomando consciencia que Jesús me pide «bajar» del Monte, es decir, buscarlo y hallarlo9 en la cotidianidad de mi vida, sobre todo en aquellas personas y situaciones donde parece que «la divinidad se esconde»10. Esto hace necesario procurar una actitud de discernimiento constante de las mociones que el Espíritu va suscitando a lo largo del día. Dejarme interpelar por la realidad que me circunda y, al mismo tiempo, confrontar dicha realidad con la persona de Jesús, va haciendo que mi vida se vuelva más dinámica y que aquello que he contemplado en la intimidad de la oración, se robustezca con la concreción práctica de las mociones y viceversa. Esta actitud, aunque no me resulta fácil, va cobrando mayor fuerza en la medida en que la aplico.
Otro aspecto que con frecuencia obstaculiza el proceso de conversión post Ejercicios en mi vida es que con frecuencia asumo ante las llamadas del Señor la actitud que Ignacio ha denominado el segundo binario. Como sabemos, san Ignacio distingue tres tipos de actitudes a las que llama binarios:
El primer binario querría quitar el afecto que a la cosa adquisita tiene, para hallar en paz a Dios nuestro Señor y saberse salvar, y no pone los medios hasta la hora de la muerte. El segundo quiere quitar el afecto, más ansí le
7 Ejercicios Espirituales 2.
8 Peter - Hans Kolvenbach, S.J., 1991.
9 Ejercicios Espirituales 1.
10 Ibíd., 196.
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quiere quitar que quede con la cosa adquisita, de manera que allí venga Dios donde él quiere. Y no determina de dejarla para ir a Dios, aunque fuese el mejor estado para él. Finalmente, el tercer binario quiere quitar el afecto, más ansí le quiere quitar que también no le tiene afección a tener la cosa adquisita o no la tener, sino que quiere solamente quererla o no quererla según que el propio Dios le pondrá en voluntad, y a la tal persona le parecerá para mejor servicio y alabanza de su divina majestad11.
Allí, donde la radicalidad del Evangelio se presenta con mayor claridad, es precisamente donde también yo pongo los mayores obstáculos. Y uno de ellos es querer acomodar las exigencias del Evangelio a mis propios criterios, a «mi propio amor, querer e interés»12. En este punto, vale la pena recordar una apreciación del Padre Arrupe, citada por el Padre Kolvenbach:
Refiriéndose a los Ejercicios Espirituales, el querido Padre Arrupe lo había ya identificado, valiéndose de los «tres binarios», y comparando ciertas situaciones con el segundo binario [154]. Se trata de una persona que reza y trabaja, que se compromete en la dinámica que el Señor pone en marcha, pero de manera oblicua, «en alguna manera», sin el «solamente mirando» [169] la alabanza de Dios nuestro Salvador. «De manera que éstos no van derechos a Dios, más quieren que Dios venga derecho» a ellos [169]. Los Ejercicios Espirituales pierden su eficacia, no dan su «fruto», si el ejercitante no está más que «en alguna manera» en la oración y en la acción13.
En alguna manera, así es como me encuentro muchas veces sirviendo al Señor, no con la radicalidad que exige el Evangelio, sino con la tibieza del que no se atreve a dejarlo todo para seguir la llamada que ha escuchado. Sin embargo, siento que la esperanza de Dios en mí, me consuela y me anima a continuar adelante con la convicción de saber que poco a poco iré dejando de repetir «mañana, Señor, mañana, para lo mismo decir mañana»14 (santa Teresa de Ávila). En fin, después de los Ejercicios ¿qué? La más hermosa tarea… fijar mis ojos en Ti, los ojos de la fe15, rectificar, retomar el rumbo una y otra vez, cada día, a cada momento... tomar consciencia de tu presencia Señor para que mi humana codicia vaya cediendo paso al Amor.
11 Ibíd., 153-155.
12 Ibíd., 189.
13 Peter - HanS KolvenbacH, S.J., 1991.
14 Santa tereSa de Ávila.
15 Cfr. Pedro arruPe.
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Toda una vida corriendo detrás de Jesús para alcanzarlo y más amarlo
Marcela Caicedo Vela*
MI EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Al aceptar participar en éste simposio busco de corazón compartirles mi experiencia de encuentro con los Ejercicios Espirituales que desde mi paso por el Colegio San Francisco Javier en Pasto constituyen sin duda, la herramienta más poderosa en la que he encontrado sentido a mi caminar diario y la que me ha aportado elementos importantes y trascendentes para comprender desde una perspectiva más amplia mi relación con un Dios vivo y con los procesos de acompañamiento que construyo diariamente en mi entorno.
En los últimos 6 años, he podido vivir la experiencia de ejercicios en 5 ocasiones, 4 de ellas de 3 días y la ultima de 8, más reveladora, y extraordinariamente apasionante, emotiva y fructífera. Todas sin duda, han sido experiencias, que me han exigido confiar en una propuesta pedagógica que facilita y dispone un espacio de formación y crecimiento personal y que permite la interiorización de las experiencias vividas y la creación de nuevos retos para la propia vida.
* Coordinadora de Grupo de Género en el Colegio San Martín de Porres. Facilitadora de programa de la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina - AUSJAL. Estudiante de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.
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Marcela Caicedo Vela
Los Ejercicios Espirituales se constituyen como una parte significativa en mi historia, cuando asumí con certeza, que el sentido de la vida y de todas las cosas, sólo es posible vivirse desde la experiencia profunda de aquellas cosas que queremos amar. En este sentido, fui aprendiendo a asumir con entrega y motivación cada experiencia de encuentro conmigo y con Dios, poniendo en juego todas las dimensiones y capacidades que hoy en día me constituyen como ser.
Acompañamiento hecho obras
La experiencia y recorrido de las personas que han acompañado mi camino de encuentro con Dios, me han inspirado siempre un ideal que es el conocer, amar y servir a Jesucristo. El acompañamiento espiritual y personal que he tenido, ha sido la clave maestra para interiorizar en mí el método de los ejercicios y descubrir distintas formas de examinar mi conciencia y de meditar y contemplar la vida de Jesús.
En las distintas experiencias de Ejercicios Espirituales que he tenido, he logrado ser acompañada por personas que después de vivir su experiencia han encontrado formas para adaptar el método de Ejercicios Espirituales a mi particularidad como mujer, dándome libertad para prolongar o abreviar mis tiempos de meditación o contemplación, motivándome a hacer los 5 ejercicios diarios y ser cada vez más juiciosa en mis exámenes de oración. Recalcándome la necesidad de entrar a cada oración tomada de la mano de Jesús y dispuesta a vivir con él un nuevas revelaciones y aprendizajes.
Mi apuesta por los procesos de acompañamiento, constituyen la principal herramienta que según mi perspectiva, permiten que las ganancias personales encarnadas en mociones y compromisos de vida construidos y reflejados en una experiencia de Ejercicios Espirituales permanezcan en el tiempo. En efecto, tener un espacio de algunos días para analizar a la luz de la vida de Jesús, cómo han sido los lazos afectivos que he logrado conformar a través del tiempo, me han llevado a entender la manera como me relaciono e interactúo con los otros. Asimismo, me han servido para reconocer que todos contamos con una capacidad de sensibilidad para captar y estar alerta a las señales y necesidades de las personas cercanas que nos rodean, dejando como prioridad, la labor humana de interpretar estas señales y responder de forma adecuada a cada situación y persona.
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Toda una vida corriendo detrás de Jesús para alcanzarlo y más amarlo
En este orden de ideas, me atrevo a señalar que el acompañamiento espiritual se enmarca dentro de la lógica de la ética del cuidado trabajada por Alejandro Sanz de Santamaría, pues permite comprender que el encuentro entre un ejercitante y acompañante requiere de un proceso permanente de atención, desplazamiento y motivación. Estos encuentros son permeados por la figura de Jesús, pues son tres los personajes y las vidas que deciden conocerse, guiarse y acompañarse. En este sentido, considero que es indispensable sentir y percibir al otro, acompañante y a Jesús, como un legítimo otro, con posibilidades de acción y también de equivocación; esto último, implica responder de manera activa a cada situación, mantener una comunicación abierta y bidireccional, que garantice la reciprocidad en las relaciones.
Ahora bien, el contacto con la experiencia de ejercicios espirituales exige un proceso de adaptación, que a mi parecer comienza con una fase de contextualización que consiste en disponer todos los recursos y medios necesarios para vivir de la mejor forma la experiencia. Seguido a esto, el ejercitante comienza su tarea de conocer a la luz de Dios su vida y su historia, en esta fase se mezcla todos los sentimientos, creencias, expectativas que la persona lleva consigo y descubre al interior de la experiencia. Adicionalmente, considero que la invitación de Ignacio de examinar y pasar por el corazón cada intención y acción del día, da lugar a un proceso de reflexión, que conduce mecanismos de procesamiento de la información espiritual, emocional y racional adquirida. Después de dichos encuentros, desencuentros y descubrimientos, Ignacio motiva de forma libre y deliberada a la acción que implica una función transformadora y a la vez, exige poner en juego todas nuestras aptitudes para reaccionar y actuar frente a lo aprendido. Todo este camino, se nutre y consolida de nuevo a través de los espacios de examen diarios útiles para revisar, reconocer y generar cambios, emprendiendo acciones que cada persona se comprometió a realizar de forma individual y colectiva.
En este orden de ideas, me gustaría recalcar que dentro del proceso de adaptación que vive la persona en una experiencia de ejercicios dirigidos o realizados en la vida corriente, se debe orientar siempre el objetivo de constituir la oración como un estilo de vida. Si esto se logra, se garantiza la interiorización del método de ejercicios y la práctica diaria y consiente de este. Particularmente, percibo que la libertad de elección y la apertura del método, seduce e inspira la creatividad humana y crea la necesidad de estar revisando periódicamente y por qué no diariamente las obras de la vida personal.
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Marcela Caicedo Vela
Revisar la vida en un espacio de oración corresponde a una parte integral del discernimiento, pues revela un conocimiento tangible y dicta las pautas para acrecentar las acciones del buen espíritu.
Ante lo expuesto, temo no tener la respuesta justa, y la única correcta, pero si cuento con la certeza de creer que la garantía de los Ejercicios Espirituales, está en la oportunidad libre de hacerlos y practicarlos en la vida corriente. En efecto, la persona que logra dotar de sentido la oración diaria y encarnada en la experiencia de vida de cada día, puede darle continuidad a la práctica adquirida y revivir y reafirmar la voluntad de Dios en cada gesto, acto y hecho individual o comunitario.
Después de lo expuesto, pretendo precisar que además de los procesos de acompañamiento espiritual, la insistencia y rigurosidad que propone Ignacio en la revisión del día, constituye la otra llave maestra para lograr que una persona dote de sentido las particularidades del método de los ejercicios espirituales descubierto.
La experiencia de transformar los obstáculos en verdaderos retos
Durante la experiencia brotan múltiples pensamientos, que llevan entonces a proponer internamente diversas transformaciones, refuerzos y compromisos. La forma en que se viven los Ejercicios Espirituales es propicia y entregada a cada uno de nosotros, cuando se vuelve al entorno cotidiano se vuelve también al correr de las labores, y es aquí donde el valor y trascendencia de todo lo aprendido cobra realismo, para mí ha sido un proceso arduo, de trabajo apasionado y constante, que poco a poco, fui transformando en retos, en proposiciones que puedo realizar y que me ayudan a seguir el camino del encuentro con el otro, revisando siempre mi propio actuar.
La garantía de los Ejercicios Espirituales, está en la oportunidad libre de hacerlos y practicarlos en la vida corriente
Finalmente, quiero compartir con ustedes que las distintas experiencias de Ejercicios Espirituales Ignacianos han sido la fuente primaria de conocimiento personal. Puedo decir
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Toda una vida corriendo detrás de Jesús para alcanzarlo y más amarlo
que hoy conozco más mi historia, la comprendo, me permito sanar a través del perdón y decido que no será más una carga o un obstáculo para ser feliz.
Percibir cada encuentro con Jesús como un proceso de acompañamiento personal me ha implicado entender que construí con él, un vínculo seguro que inculca y estimula la confianza y apoyo constante, y que facilita un circulo de relaciones que involucran procesos de guía y moldeamiento continuo. Además del acompañamiento, el entender la oración como modo de vida, ha sido la principal herramienta para resistir a las dificultades que se presentan en la vida diaria y que buscan oscurecer el amor de Dios revelado en cada obra y persona.
No solo se debe escuchar la Palabra de Dios, sino permitir que ésta resuene y toque la afectividad humana más profunda
Las actividades pastorales en las que me he involucrado también se han constituido en estrategias para fortalecer habilidades en formación y acompañamiento humano, que retribuyen mis aprendizajes personales logrados en los Ejercicios Espirituales y que se convierten en nuevos retos para contribuir y transformar mi realidad. En efecto, como profesional de la psicología y ser humano en constante formación, he encontrado sentido en propiciar contextos que contribuyan en la formación de comunidades de cuidado cuya misión sea formar gente, que siendo competente sea capaz de cuidar, amar y dejarse amar.
En fin, la oración se convierte en una herramienta óptima para comprender la realidad con los ojos de Jesús. No solo se debe escuchar la Palabra de Dios, sino permitir que ésta resuene y toque la afectividad humana más profunda.
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El Señor acabó con mi vida
Carlos Guillermo Mahecha Montaña*
Ydespués de Ejercicios Espirituales… ¿qué?... Aunque el título que doy a este relato se me antoja un poco brusco, y podría haberlo modificado usando verbos más amables como, cambió, mejoró o transformó mi vida, para hacer honor a la verdad, es decir, a lo que he experimentado en carne y hueso, prefiero decir que el Señor destruyó o arrasó con mi vida.
Antes de continuar, y con el ánimo de evitar convertirme en piedra de tropiezo para algunos, o quizá escandalizar a otros, me parece prudente iniciar esta reflexión, por el final de esta historia, haciendo uso de la siguiente metáfora:
…Cuando el arquitecto observó el proyecto que yo estaba construyendo, sonrió amablemente, como un papá sonríe con su hijo de 5 años al observar la maqueta para su tarea escolar, con la diferencia de que aquí se trataba de un proyecto de vivienda final. Así que me preguntó, ¿En verdad quieres que te asesore? Yo sin titubear, y conociendo la calidad de las construcciones que él había asesorado, dije firmemente sí. Entonces, con la misma amabilidad inició la demolición de mi proyecto, asegurándose de conservar la idea general y algunos elementos que luego colocó con gran maestría y gusto. Hoy en día sonrío al recordar y comparar el proyecto que yo había iniciado, con lo que va hasta el momento, de la misma manera que un adulto sonríe tiernamente ante la tarea escolar que él mismo realizó cuando tenía 5 años. ¿Tierno?, tal vez, pero incomparable con lo actual. Indiscutiblemente por algo es el arquitecto más famoso. Hoy estoy muy satisfecho al observar que no me equivoqué al solicitar su asesoría.
* Psicólogo de la Universidad Católica. Presentador del Programa «Cuando vayas a orar» los miércoles en Cristovisión. Miembro de CVX. Acompañante de Ejercicios Espirituales en el Centro Pastoral San Francisco Javier de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.
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Carlos Guillermo Mahecha Montaña
Lo incomodo del asunto es que la remodelación se realizó mientras yo habitaba el lugar.
¿Era necesaria la demolición?: ¡Absolutamente!
¿Fue agradable la reforma?: Definitivamente, ¡NO!
¿Volvería a contratar al arquitecto? Realmente, el proyecto no ha terminado, pero me fascina lo que veo hasta ahora. Sin lugar a dudas este ha sido el mayor acierto de mi vida.
¿Qué significan los Ejercicios Espirituales en mi vida?
Parafraseando la canción de Luis Enrique Ascoy, «yo era un tipo relativamente bueno, mejor dicho, era un pobre diablo más…», hasta que acepté la invitación a Ejercicios Espirituales de 8 días y desde ese entonces, estoy experimentando un profundo cambio en todas las dimensiones de mi ser.
En esa primera experiencia se da un reencuentro con el Señor, con quien ya había iniciado una relación a mis 11 años pero que, sin darme cuenta, abandoné. En este nuevo encuentro me impacta descubrir cómo se da la sanación de una parte de mi pasado. Lamentablemente esto ocurre como un evento puntual, similar a cuando haces un curso que te sirvió muchísimo, pero apuntes y experiencia, quedan guardados en un rincón que paulatinamente se olvidará; o como cuando vas al médico, te sana una dolencia, pero nunca más vuelves por allá.
Observo así, que las experiencias de 3, 5, u 8 días de Ejercicios Espirituales son muy valiosas pero se quedan cortas frente a todo el potencial que hay detrás de la propuesta completa que diseñó San Ignacio. Tomar solo la primera parte de un curso de inglés despierta tu habilidad, pero quedará pendiente el desarrollo de toda tu capacidad.
Cuando en el evangelio, Jesucristo insiste en usar parábolas relacionadas con las plantas y su crecimiento (como en Mateo 13, 32, solo para citar un ejemplo) con el fin de exponer su mensaje del Reino de los Cielos, nos expresa abiertamente invisible, la realidad del proceso de crecimiento que subyace a la vida espiritual. Se trata así de un seguimiento dinámico y transformador que Pablo en el capítulo 13 de su primera carta a los corintios describirá expresando: «Cuando yo era niño, hablaba como niño… Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño»1.
1 1 Cor 13, 11.
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Carlos Guillermo Mahecha Montaña
Mis primeros 8 días de Ejercicios Espirituales me permiten descubrir una parte de mí, que se encontraba en estado de semilla, y que me susurraba desde el fondo:«puedo ser más».
Modos de Orar
Después de mi segunda experiencia de 8 días, se activa un proceso de conversión y seguimiento gracias a que, ahora sí, inicio una verdadera relación con el Señor por medio de la oración.
Cuando San Ignacio ubica en el texto los Modos de Orar2 después de la Contemplación para Alcázar Amor3 pero antes de los Misterios de la Vida de Cristo4, pareciera insinuar que la Experiencia de Ejercicios Espirituales, más que un evento puntual, es un proceso que, si bien es cierto, nos ayuda a ordenar los afectos desordenados y nos capacita para buscar y hallar la voluntad de Dios, se queda corta si no se continúa una dinámica de oración en la vida diaria. Los 30 días de Ejercicios Espirituales deberían dejar abiertas las puertas a una relación profunda con el Señor, que dé continuidad a ese ordenamiento de afectos, buscando y hallando todos los días del resto de nuestra vida, esa Voluntad de Dios, que aprendimos a reconocer justamente por medio de la oración y su respectivo examen.
La Experiencia de Ejercicios Espirituales, es un proceso que nos ayuda a ordenar los afectos desordenados y nos capacita para buscar y hallar la voluntad de Dios
Los modos de orar, vistos de esta manera son un llamado a ser contemplativos también en la acción y no solo en ella, como parecen insinuar algunos discípulos de la espiritualidad ignaciana. Me permitiré citar textualmente a José Antonio García Rodríguez S.J. en el prólogo a la edición española del libro «Escritos esenciales» de los también Jesuitas, Gortz, Lambert y Terstriep, en donde advierte sobre dicho mal entendido:
Una segunda aportación de Ignacio al patrimonio espiritual de la Iglesia es su famoso lema «buscar y hallar a Dios en todas las cosas», lema que un discípulo suyo de la primera generación popularizó como «contemplativos también en
2 Ejercicios Espirituales 238.
3 Ibíd., 230.
4 Ibíd., 261.
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la acción» (por cierto, suprimir el también, dejando sólo «contemplativos en la acción», no traduce bien ni a Nadal, su autor, ni mucho menos a Ignacio, cuyo pensamiento quedaría entonces, peligrosamente limitado: hay muchas cosas en la vida que no son acción y en las que, según él, estamos llamados a ser igualmente contemplativos)5.
Aunque alguno de mis acompañantes de Ejercicios Espirituales, sugirió al grupo que por ser laicos, no se requería una vida de oración diaria, sino que con el ofrecimiento de obras y el examen de conciencia diario era suficiente para continuar el camino espiritual, en mi experiencia personal, noté una gran diferencia entre seguir mi vida sin oración (después de mi primera experiencia) y continuar un ritmo de oración diaria después de hacer mi segunda experiencia de Ejercicios Espirituales.
Ahora entiendo que esta diferencia radica en el tipo de relación que la oración me permite establecer con el Señor. Una cosa es mantener una relación comunicándome frecuente e intencionalmente con un ser vivo, y otra muy diferente es mantener una relación sobre la base de un conocimiento teórico del otro ser y los supuestos que surgieron en algún momento de dicha relación, como si mi vida fuera estática y las rutas señaladas en algún punto del tiempo, se mantuvieran inmóviles durante el resto de mi existencia.
No es lo mismo mantener una relación con mi mascota, sobre la base de una comunicación constante, que saber que poseo un interesante animal al que no le dedico ni tiempo, ni espacio. La relación se alimenta en el espacio - tiempo principalmente por medio de la comunicación, pues no me imagino una relación de pareja en la que el uno conoce teóricamente muy bien al otro y se la pasan pensando todo el tiempo el uno en el otro pero no se comunican el uno con el otro.
Los ejercicios espirituales en su conjunto, activan y mantienen la relación con el Señor, pero es específicamente la oración, con su respectivo examen, el acto voluntario que actualiza dicha relación, articulando la vida con el ritmo dinámico, siempre cambiante, del universo. Buscar y hallar la voluntad de Dios por medio de la oración, se convierte así, en un acto constante y consciente que requiere de un espacio y un tiempo en la agenda diaria de quienes voluntariamente deciden no contentarse con lo alcanzado en un
5 ignacio de LoyoLa, Escritos esenciales. Dios en todas las cosas, (El Pozo de Siquem 210), Santander 2007, 12-13.
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Carlos Guillermo Mahecha Montaña
momento puntual de la vida, sino que mantienen una búsqueda permanente de lo que más los conduce al fin para el que fueron creados.
Los laicos no somos minusválidos espirituales. Invitar a un universitario, a un padre de familia, a un comerciante o a un empleado, a llevar un ritmo de oración y discernimiento diario, es invitarlo a darse la oportunidad de vivir la vida de una manera diferente, acompasando sus movimientos con el gracioso devenir de la existencia, de la mano de aquel que hace del azar, la providencia, y que nos invita a ser instrumentos que depositan SU Amor en el planeta.
Reglas para discernir escrúpulos y suasiones de Nuestro eNemigo
Después de mi tercera experiencia inicio mi formación para un camino apostólico como acompañante de Ejercicios Espirituales en el que las reglas de discernimiento espiritual se convierten en la herramienta más poderosa que he conocido para desarrollar un proceso de toma de decisiones, como desde hace mucho había intuido.
Cuando, por mi labor de consultor, enseñaba a otros a tomar decisiones, platicaba también sobre esa brújula interior que todos llevamos dentro y que nos guía cuando la razón y la emoción no son suficientes para acertar. Pero hablaba sin poder ahondar más en esta alternativa que intuía en mi interior pero que no lograba descifrar con claridad. Al encontrarme con las reglas de discernimiento espiritual, fue como si hubiera hallado la pieza del rompecabezas que no había logrado armar. Ahora tenía el manual de esa brújula y sin duda me lo pensaba apropiar.
Pero cuál ha sido mi sorpresa a lo largo de este nuevo caminar cuando observo que esa invaluable herramienta, que obviamente cualquier persona desearía poseer, como si un extraviado se encontrara un GPS en medio del desierto, es mirada por algunos con cierto escepticismo. Es más, con gran asombro empecé a observar personas muy cercanas a la espiritualidad ignaciana, que conocían teóricamente la herramienta, pero no la usaban en la práctica, incluso hasta la despreciaban. No pocas veces me encuentro en reuniones para tomar decisiones, a un ignaciano diciendo, «para qué tanta oración», o «no tenemos tiempo para hacer discernimiento espiritual». Esto en el mejor de los casos, pues mi asombro llega a sus límites, ante ignacianos que Los laicos no somos minusválidos espirituales
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aseguran que cualquier decisión pasada por la razón es ya un discernimiento espiritual, como si con persignarme después de una elección, fuera la forma más eficaz de hacer discernimiento espiritual. Parecieran afirmar que si Dios está en todas las cosas, también está en mi decisión, y con eso reducen estas reglas, a unos consejos anticuados y sin aplicación práctica en la realidad.
Las reglas para advertir y entender los escrúpulos y los engaños discretos de nuestro enemigo, son mucho más que un simple apéndice de relleno en el texto de los Ejercicios Espirituales. Cuando San Ignacio se toma el tiempo de formular estas reglas, creo que intenta advertirnos de las tentaciones que sobrevendrán después de entrar en el camino espiritual. Qué fácil es para el mal espíritu convertir lo que no es pecado en pecado y viceversa. Que tan sencillo es ensanchar o angostar nuestra conciencia moral como lo advierte en la cuarta nota6. Cuando resalto la frase «nuestro enemigo», intento llamar la atención sobre lo que estas reglas quieren advertir: A mí también me seduce, es decir, también me ataca.
Uno de los grandes obstáculos que observo en la continuación del camino espiritual tanto de personas como de comunidades de vida cristiana, es el desconocimiento de eso que es opuesto a Dios y que San Ignacio describió como «enemigo nuestro» y rotuló como «mal espíritu». He observado en mi vida comunitaria y en el ejercicio de acompañar personas y comunidades, el intento de desconocer la existencia de eso que, como lo diría Pablo en el capítulo 7 de la carta a los romanos, «habita en mi» y es opuesto al propósito de Dios.
Algunos exaltan e idealiza el amor de Dios al punto de desconocer su opuesto. Pareciera como si ser seguidores de Cristo tras haber vivido una experiencia de Ejercicios Espirituales nos eximiera del pecado y más, si pertenecemos a una comunidad que esgrime su estandarte.
No pretendo realizar una apología del mal espíritu, pero me parece un acto de sensatez espiritual, el intento de San Ignacio por advertirnos sobre la perversa sutileza con que el enemigo se mueve entre quienes seguimos al Señor.
Los Ejercicios Espirituales me enseñaron que una práctica de sana higiene espiritual, en quienes nos llamamos cristianos, y más aún en quienes nos decimos movidos por la espiritualidad ignaciana, es mantener una
6 Cfr. Ejercicios Espirituales 349.
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prudente sospecha de todas nuestras decisiones, especialmente cuando son importantes, y más aún cuando implican a la comunidad… aunque no haya tiempo. Colocar un antivirus en el computador es más seguro que no tenerlo, pero me parece un acto de irresponsabilidad el tenerlo y no usarlo.
Paradójicamente, uno de los grandes obstáculos en este camino ha sido la persecución de la que he sido objeto. Lo paradójico no es la persecución, pues de alguna manera, esta situación es una consecuencia del seguimiento. Lo paradójico es que todas han provenido de personas cercanas a la espiritualidad ignaciana. Aunque estas palabras parecieran tener un tono de reclamo, en realidad salen con un profundo sentimiento de gratitud.
Cada vez que llegan a mis oídos acusaciones que han ido desde fanático hasta enfermo mental con delirios religiosos, no me queda otra cosa que verificar la veracidad de dichas críticas, terminando siempre sondeando los terrenos de las reglas para entender escrúpulos, aprovechando, además, la 3ª Nota7 que nos invita a mantener una actitud de sospecha sobre los propios actos, pues esto no sobra y por el contrario, ayuda.
A lo que algunos llaman en mí, fanatismo, yo le tengo que llamar, intentos de coherencia. Qué difícil es ser coherente cuando dentro de la misma Iglesia Católica algunos pastores y laicos reconocidos, relativizan los pecados amparándose en nuevas teologías, el amor al prójimo y la tolerancia por las nuevas formas de vivir. Es curiosa la sensación que experimento de ser un retrogrado ante la mirada de algunos hermanos en la fe, cuando, con respeto, invito a no tener relaciones prematrimoniales. Ni qué decir de otros temas que van en contra de las tendencias sociales de moda. Afortunadamente, las diversas reglas de discernimiento me han permitido navegar con calma en medio de la poca claridad y la discrepancia entre quienes guían nuestra Iglesia.
Reglas para sentir con la Iglesia
Aunque solo cuando me formo como acompañante, supe de la existencia de estas reglas, con franqueza tengo que decir que solo hasta hace poco, las he revisado con cuidado. Sin embargo me llama poderosamente la atención que en mi proceso, después de diversas exploraciones espirituales que incluyen hasta una buena temporada en «nueva era», las experiencias
7 Ibíd., 348.
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de Ejercicios Espirituales fueron marcando paulatinamente un camino hacia la identificación con la Iglesia Católica.
Intentando hacer una lectura de lo ocurrido hasta hoy, observo que, ya iniciado en la espiritualidad ignaciana (semilla) y como un primer fruto de un proceso diario de oración y examen de la misma (cultivo), casi 2 años después aparece una fuerte moción que cambiaría el curso de mi vida hasta hoy. Decido inicialmente emprender la creación de una red socio – económica, moción que al siguiente año se estaría convirtiendo en una comunidad de base que con el tiempo se transformaría en la CVX Caná y que me llevaría también a la gestación de otras comunidades en Bucaramanga. Dicha moción posteriormente, además, daría inicio a la Fundación Maná (proyecto que el Señor usaría como una bendita Cruz).
En este camino, que elegí voluntariamente, jamás me imaginé las consecuencias que esto me traería. Se abalanzaron cambios dramáticos en la vida de un psicólogo introvertido, en antaño tímido, que en poco tiempo se ve a sí mismo promoviendo vida comunitaria y lo más extraño de todo, ¡Disfrutándola!
Entiendo así, que el mismo Espíritu que movió a plasmar en el texto las reglas para sentir con la Iglesia, me lleva paulatinamente a adherirme a la «verdadera esposa de cristo» (nombre que sugiere San Ignacio para referirse a la Iglesia en la primera regla)8. Es como si el Señor marcara, al ejercitante, la misma ruta que le propone a nuestro Santo, llevándome naturalmente a la vida comunitaria. Vida que apunta a la posibilidad de consolidar el Reino de Dios entre nosotros y que se constituye en un proyecto político al que, en mi humilde opinión, todos los creyentes deberíamos apuntarle y apostarle.
Fruto de la Segunda semana de Ejercicios Espirituales, aparece la moción de formarme como acompañante de Ejercicios Espirituales después de terminar mi 3ª y 4ª semana. Yo me proponía acompañar exclusivamente Ejercicios en la Vida Corriente, pero el Señor, al parecer, tenía en mente otra cosa. Al regresar de mi formación como acompañante con el CIRE, la Hna. Marta Ligia Mejía, Esclava de Cristo Rey, me insiste en que, junto con el P. Jorge Caycedo S.J., demos una tanda de Ejercicios Espirituales. Una vez más pongo en acción una moción sin imaginarme lo que traería. Acepté la propuesta y desde ese momento, no he dejado de dar al menos 3 tandas al
8 Ibíd., 353.
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Carlos Guillermo Mahecha Montaña
año. Ingenuamente perseguí una moción que sin proponérmelo me llevó a descubrir mi pasión, mi apostolado.
Después de realizar mis Ejercicios Espirituales de mes, en marzo de 2012, y como fruto específico del mismo, se da un brusco viraje a mi vida, iniciando por un cambio de ciudad, pasando por una dolorosa reacomodación en todos los ámbitos de mi vida y terminando en un cambio de actividad laboral, que una vez más, sin haberlo premeditado, me sumerge más en mi apostolado. Una moción con las características de «sin dudar ni poder dudar» nuevamente da un vuelco total a mi vida.
Ser coherente con la constante voluntad de Dios en medio de mis cambios y los cambios de mi sociedad es lo que me permite navegar
Estos acontecimientos me llevan a la siguiente reflexión frente al cambio y la Iglesia. Como lo sugerí anteriormente, entiendo que el universo creado por Dios es dinámico, por lo tanto es de esperar que, si una persona decide activar y fortalecer su relación con el Señor que lo habita, su vida necesariamente se mantenga tan dinámica como su creador lo pensó y así, el cambio forme parte de su realidad. De igual forma, si en nuestra Iglesia Católica habita el Espíritu de Dios (como lo advierte San Ignacio en su Regla 13 [365] para sentir con la Iglesia), son comprensibles los cambios que se han dado, lentamente, en su interior.
Ahora bien, también entiendo que esta realidad dinámica está basada en ciertas constantes que marcan el ritmo espacio - temporal, y que los académicos han denominado como leyes o principios universales que rigen la materia. De esta manera, los seres vivos estamos regidos por dichas constantes leyes universales en medio de un mundo siempre cambiante.
Ser coherente con la constante voluntad de Dios en medio de mis cambios y los cambios de mi sociedad es lo que me permite navegar. Es gracias a la brújula (siempre apuntando al norte) que los navegantes logran su destino, así como es gracias al Espíritu del Señor, mi brújula interior, que sigo navegando con la tranquilidad que me da la seguridad de viajar en la ruta deseada, aunque la turbulencia de los acontecimientos no deseados parecieran gritarme lo contrario.
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Nuestro mundo se ha enfrentado desde siempre a una crisis de espiritualidad, pero nuestra sociedad colombiana además se enfrenta a una grave crisis moral. A las personas que actúan proféticamente denunciando las malas conductas se les llama sapos, que en nuestro ambiente religioso se traduce en fanático retrogrado. A la infidelidad se le llama exploración y en nuestro medio se le considera tan solo una falta de poca monta. A quienes roban y funcionan bajo parámetros de corrupción, se les llama vivos y en el ambiente erudito católico de nuestro país, simplemente se cierra los ojos bajo la defensa de valores superiores como la vida o la paz. Los católicos hemos llegado a extremos tales que hasta elegimos gobernantes que sobradamente muestran su alto nivel de corrupción.
No me imagino a Juan el Bautista intentando negociar con Herodes, su vida o su libertad, retractándose de sus señalamientos. No me imagino a Jesucristo cerrando los ojos ante la doble moral de los fariseos, solo para defender la vida de sus seguidores o la paz y las buenas relaciones entre sus coterráneos.
Yo creo que Colombia tiene esperanza si quienes nos llamamos seguidores de Cristo permitimos el cambio en nuestras propias vidas desde el fortalecimiento de la relación con aquel que transformó el agua en vino y que hace todo siempre nuevo. Relación que lleva a segur el Espíritu por encima incluso de las buenas razones.
¿Después de los Ejercicios… qué?
Intentar ser coherente con lo que siento, fruto de la oración personal y comunitaria, el discernimiento espiritual y el acompañamiento, trajeron a mi vida algunas situaciones incómodas y otras realmente desagradables que se disipan en la memoria ante las consecuencias que resultaron de todas ellas y que no pueden recibir un nombre diferente que Bendiciones.
Después de Ejercicios Espirituales mi vida ha cambiado drásticamente, a tal punto que, si me lo preguntan, no me queda otra que decir: el Señor acabó con mi vida… Gracias Señor.
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Colección Apuntes Ignacianos
Temas
Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)
Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»
Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).
Formación: Propuesta desde América Latina.
Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada. Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.
Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.
La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.
Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
Congregación General N° 34.
Nuestra Misión y la Justicia.
Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)
Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 116-119
Temas
El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.
En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...
Afectividad, comunidad, comunión. (agotado)
A la mayor gloria de la Trinidad (agotado)
Conflicto y reconciliación cristiana.
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical.
Discernimiento comunitario y varia.
I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado)
«...Para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz»
La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.
Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida.
Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El «Principio y Fundamento» como horizonte y utopía.
Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.
Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 116-119
Temas
V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.
Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.
Contemplativos en la Acción.
Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento. Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE.
Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto. Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.
Apuntes Ignacianos 72 (septiembre-diciembre 2014) 116-119
Temas
XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (II)
XII Simposio sobre EE: Contemplación para Alcanzar Amor «En todo Amar y Servir»
Educación y Espiritualidad Ignaciana. I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita.
Caminos para el encuentro con Dios.
XIII Simposio sobre EE: Discernimiento y Signos de los Tiempos.
Espiritualidad y construcción de la Paz.
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Y después de los Ejercicios... ¿Qué?
Presentación 1
Ponencias
«Reglas para ordenarse en el comer para adelante» [EE 210-217] 5
Álvaro Restrepo, S.J.
«Tres modos de orar» [238] 15
Juan Camilo Pérez
«Reglas para el ministerio de distribuir limosnas» [337] 27
Inmaculada Diez de Sollano, S.A.
«Reglas para sentir y entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo» [345] 41
Virgilio Arias Salazar, S.J.
Las reglas que tratan del sentir con la Iglesia 58
Santiago Madrigal, S.J.
Paneles
La experiencia de los Ejercicios Espirituales y la construcción de la paz y la reconciliación 82
Juan Carlos Merchán Zuleta
Caminos de reconciliación para la construcción de paz desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales 84
Carmen Jaramillo
Ejercicios y construcción de paz 90
Carolina Tejada B.
Considerar a dónde voy y a qué [EE 239] 96
Jefferson Chaverra Paz, S.J.
Toda una vida corriendo detrás de Jesús para alcanzarlo y más amarlo 101
Marcela Caicedo Vela
El Señor acabó con mi vida 106
Carlos Guillermo Mahecha Montaña
Colección Apuntes Ignacianos
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