Apuntes Ignacianos 67. Educación y Espiritualidad Ignaciana

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APUNTES IGNACIANOS

ISSN 0124-1044

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Apuntes Ignacianos

Número 67 Año 23

Enero-Abril 2013

Educación y Espiritualidad Ignaciana

I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita

CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE

Espacios para el Espíritu Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11

Bogotá - Colombia

Nuestros Números en el 2013

Enero-Abril

Educación y espiritualidad ignaciana

Mayo-Agosto

Artículos varios

Septiembre-Diciembre

XIII Simposio de Ejercicios Espirituales

«Discernimiento y Signos de los Tiempos»

Educación y Espiritualidad Ignaciana

I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita

Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela ..................................................................

Agbonkhianmeghe E. Orobator, S.J.

Homilía en la fiesta de San Ignacio, Boston, julio 31 de 2012 ......................................................

Seán Patrick O’ Malley, O.F.M. cap

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013)

Presentación

En Boston del 29 de julio al 2 de agosto se tuvo el Primer Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita (ICSJE, por sus siglas en inglés). Era la primera vez que se realizaba un evento de esta magnitud. Las diferentes lenguas, culturas y características fueron apareciendo y descubrimos que teníamos en común nuestra pasión por la educación y el compromiso de hacerla cada vez más fuerte, más global y más en red. El lema del Coloquio así lo expresaba y fue una invitación a hacerlo vida no solo durante los cuatro días del encuentro sino en la cotidianidad de nuestro trabajo en cada centro educativo: «El Mundo Es nuEstra Casa», frase que usaba el P. Jerónimo Nadal S.J. para expresar cuál debía ser el espíritu que movía a los jesuitas en su labor apostólica por las diferentes partes del mundo.

Quienes intervinieron, lo hicieron con altura y profundidad, desde José Alberto Mesa S.J., Secretario de Educación Secundaria y Presecundaria de la Compañía, quien tuvo el discurso inaugural después de las palabras de saludo del P. General, presentadas en video. José Alberto expuso su visión sobre hacia dónde va nuestra red Jesuita de escuelas secundarias en el siglo XXI. En un panel los Secretarios del P. General para Ecología y Justicia, Formación, Colaboración con otros, nos dieron su visión de cómo perciben el compromiso educativo desde su propia responsabilidad teniendo como eje «La CG 35 y la Misión Jesuita».

Posteriormente, el P. Federico Lombardi S.J., Consejero del P. General y portavoz de la Santa Sede, nos presentó su ponencia sobre «Mantenerse fiel a la Misión Jesuita en Nuestras Escuelas» enfatizando cómo los educadores

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jesuitas, en forma de red, pueden continuar siendo fieles a la esencia misma de la Compañía – la Misión Jesuita. El P. Daniel Patrick Huang S.J., Asistente del P. General, por medio de su presentación sobre «La identidad jesuita en el siglo 21» exploró las implicaciones que conlleva el sentimiento evolutivo de la identidad jesuita hoy en día para las instituciones que llevan el nombre «Jesuita». Chris Lowney en su intervención «Liderazgo – Nacido de la misión jesuita» nos invitó a reflexionar sobre el poder del liderazgo ignaciano en perspectiva de red.

El P. Agbonkhianmeghe Orobator S.J., Provincial de África del Este, con una sentida oración-reflexión titulada «La primera vez que fui a la escuela, no había escuela», nos guió para interiorizar el sentido de la educación como acompañamiento, solidaridad y compasión.

Al leer cada una de las intervenciones encontramos la profunda relación que existe entre la espiritualidad ignaciana y la educación. Esta se hace patente por medio de la pedagogía ignaciana que brota de la experiencia espiritual de Ignacio de Loyola plasmada en los Ejercicios Espirituales. Por eso, el CIRE ha querido dedicar este primer número del año 2013 a este tema y, concretamente, presentando las ponencias centrales del Coloquio Internacional de Boston sobre la Educación Secundaria Jesuita.

La unidad en torno al carisma ignaciano, la pedagogía ignaciana y el sentido de la misión que tenemos con la labor educativa se hicieron presentes a través de la multiplicidad cultural, de lenguas, razas, estilos y costumbres. Encontrarnos 427 personas de 297 instituciones educativas de 60 países, nos permitieron reconocer que la presencia de la Compañía de Jesús en el campo de la educación secundaria y presecundaria es altamente significativa.

Salimos fortalecidos en nuestra misión, con el compromiso de dinamizar las redes ya existentes, de crear nuevas redes, porque estamos convencidos de que el trabajo se debe hacer buscando sinergias y apoyándonos mutuamente. El sentido de colaboración a diferentes niveles se hizo también evidente. Es cierto que cada institución educativa tiene sus características propias, pero nos une el ser servidores de la misión de Cristo en la Iglesia para ayudar en la formación de hombres y mujeres que sean líderes en sus propios entornos, ayuden a construir un mundo de justicia y fraternidad, cuidando el entorno.

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Las celebraciones litúrgicas, especialmente la del 31 de julio, fiesta de San Ignacio de Loyola, presidida por el Cardenal de Boston Sean O’Malley O.F.M. Cap., nos ayudaron a vivenciar y expresar en las diferentes lenguas (francés, inglés y español), la unidad de una misma vocación y el llamado a ser testigos del evangelio, el cual debemos anunciar con nuestra vida. Dicha homilía cierra este número de Apuntes Ignacianos.

La organización del Coloquio por parte de Boston College y BC High fue excelente. A ellos, un sincero gracias y que el Señor les recompense este servicio prestado con generosidad, disponibilidad y entrega. Regresamos a nuestros países con la convicción clara de que vale la pena gastar la vida en el campo de la educación y, particularmente, en la formación de los niños y jóvenes que nos han sido confiados.

Considero que para quienes tuvimos la oportunidad de participar en el Coloquio en Boston ha sido una oportunidad única de salir fortalecidos para continuar nuestra misión en los Colegios, haciendo realidad la visión que tuvo San Ignacio acerca de los mismos y de tener como origen de nuestra tarea educativa la espiritualidad y la pedagogía ignacianas.

Quiero expresar un sincero agradecimiento al P. Luis Javier Palacio P., S.J. quien generosamente asumió la tarea de hacer las traducciones al castellano de las diversas intervenciones, ya que el idioma oficial del Coloquio, fue el inglés. Su trabajo ha redundado en bien de la difusión de lo que allí, en Boston, tuvimos la oportunidad de escuchar y vivir.

Como Presidente de ACODESI hago también un público reconocimiento al CIRE por haber tenido esta idea, porque así podemos difundir con mayor amplitud lo que para nosotros fue una experiencia del paso de Dios por nuestras vidas, valiéndose de instrumentos concretos como lo fueron cada uno de los expositores que nos ayudaron a comprender mejor el sentido de la misión que la Compañía de Jesús realiza por medio de la Educación, particularmente, la educación secundaria y presecundaria, buscando «en todo amar y servir» teniendo siempre presente que todo es «a la mayor gloria de Dios».

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Gutiérrez

José Alberto Mesa, S.J.

La educación jesuita: Aceptando las nuevas fronteras, un continuo caminar

José

Alberto Mesa, S.J.*

¡SEAN

TODOS BIENVENIDOS!

¡E

stamos felices! Estamos aquí por primera vez en la historia de los jesuitas, compartiendo nuestras ideas, esperanzas, desafíos y responsabilidades. Gracias al Colegio Boston College por facilitarnos esta oportunidad única de reunirnos a buscar maneras creativas para responder a nuestra misión hoy, así como para enfrentar, con esperanza y fe, nuestros propios desafíos en la conquista de nuestras propias fronteras. Creemos que es realmente Dios quien nos ha invitado aquí; y por tanto tenemos que ponernos a la altura de esta ocasión. Hemos recibido la responsabilidad de continuar nuestra misión hoy, por medio de instituciones antiguas y modernas, que son el resultado de un gran esfuerzo, de fe generosa y del trabajo arduo de generaciones de jesuitas y laicos que, como el mismo San Ignacio, vieron el enorme potencial apostólico de la educación secundaria. La Compañía de Jesús es consciente de que este potencial todavía está vivo y de que la

* Es el Secretario para la Educación Secundaria y Pre-secundaria de la Compañía de Jesús en todo el mundo. Como tal, está a cargo de la coordinación de la Red Global de Escuelas Jesuitas. Aparte de su función principal como miembro de la Curia Jesuita, este año el Padre Mesa es profesor invitado en el programa de Estudios de Políticas Culturales y Educativas en Loyola University, en Chicago.

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educación secundaria continúa siendo un trabajo apostólico central en el presente momento histórico.

Nuestros centros educativos son parte de una tradición viva que nos desafía a no sentirnos demasiado satisfechos con nuestros logros actuales. Debemos salir de la «zona de confort» de nuestro momento presente, que puede paralizarnos y enceguecernos frente a nuevas fronteras; necesitamos siempre discernir lo que Dios está pidiendo de nosotros y cómo quiere que respondamos al siempre cambiante contexto histórico. De alguna manera, la tradición jesuítica nos impulsa al movimiento y al cambio –por supuesto no por el prurito del cambio– sino siempre como resultado del discernimiento espiritual que busca y encuentra a Dios en todas las cosas. Cuando cambiamos, cambiamos porque Dios nos lo pide (siempre inmerso en nuestra historia humana a través de su Hijo Jesús) para responder creativamente a su amor y a su preocupación por la creación. Por tanto, durante este coloquio, tenemos que mantener el corazón abierto a lo que Él quiere decirnos. Hemos venido a compartir nuestras preocupaciones, pero sobre todo para ofrecernos por entero a la voz de Dios.

Cuando cambiamos, cambiamos porque
Dios nos lo pide para responder creativamente a su amor y a su preocupación por la creación

El coloquio tiene dos propósitos principales que tenemos que tener en mente:

1. Encontrarnos como red global que responda conjuntamente a los desafíos que la última Congregación General y el Padre General, nos han pedido afrontar, especialmente el desafío de hacernos más efectivos en la red global del apostolado. Los límites nacionales no deben definir más nuestro modo de trabajar juntos.

2. Reflexionar unidos en nuestra misión e identidad jesuítica hoy, de manera que, basados en un entendimiento común, podamos ser más efectivos y más creativos al reconocer y responder a nuestras fronteras apostólicas.

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La Compañía espera que este encuentro pueda ser efectivamente el comienzo de una generosa y eficaz respuesta para desarrollar todo el potencial que nuestras escuelas pueden ofrecer a nuestra misión hoy. Permítanme decir que la pasada Congregación General, y el mismo Padre General, están convencidos de que este potencial no puede desarrollarse actualmente sin cambios importantes en la manera como nuestros centros educativos funcionan hoy.

Muchos de nuestros centros son muy vigorosos, son centros reconocidos local y nacionalmente por proveer fortalezas académicas combinadas con una sana educación integral de la persona, a menudo acompañada con excelentes programas de desarrollo físico, desafiantes en la educación artística, a la vez que enfatizan nuestra visión de hombres y mujeres para los demás, enraizada en la justicia social y el pensamiento crítico. Me ha impresionado mucho que siempre he escuchado a nuestros estudiantes y docentes enfatizar el hecho de sentirse en casa en nuestros centros; que se sienten respetados y atendidos. La cura personalis es todavía una de las características que muchos encuentran central en nuestra educación. Recientemente, visitando un centro jesuítico, un estudiante no católico me dijo que no podría pensar en un mejor lugar para él, que la escuela le había ayudado a ser más activo en su propia iglesia y más consciente de su fe; se sentía respetado y reconocido, y estaba agradecido por los altos estándares académicos de la escuela así como por los muchos programas y oportunidades ofrecidos a los estudiantes. He oído muchas historias similares en los lugares que voy. Esto es, sin duda, un ambiente que queremos conservar, reforzar y cultivar.

Sin embargo, hay una gran tentación cuando se es bueno: sentirnos a gusto en nuestro pequeño mundo y sus logros y perdernos así la oportunidad de cambiar, de avanzar, de aprender, de crecer. Hace unos 50 años el Padre Arrupe vio con claridad esta situación en muchos centros jesuíticos de esa época; una época en que muchos colegios estaban en buena forma y eran muy exitosos, según los estándares seculares. En 1980 en su famoso discurso «Nuestros colegios hoy y mañana», el Padre Arrupe argumentaba:

Prevengo sobre el peligro de la inercia. Es indispensable que adviertan el cambio que ya se ha operado en la Iglesia y la Compañía y la necesidad de ponerse al paso. Una comunidad que opina que su colegio no necesita el cambio, provoca a plazo fijo la agonía del colegio. Es cuestión de una generación. Por doloroso que sea, hay que podar el árbol para que recobre fuerza. La forma-

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ción permanente, la adaptación de las estructuras a las nuevas condiciones, son indispensables1.

Así, el padre Arrupe nos invita a traspasar nuestros muros, mirar fuera y abrir nuestros espíritus al cambio y al desarrollo, a «ponernos al paso» con los cambios. Nuestros colegios respondieron con generosidad a esta invitación y hemos cambiado; somos diferentes de hace 50 años; y no tememos decir que estamos ciertamente mejor, más sintonizados con nuestra misión, más sensibles a la justicia social de lo que éramos antes; somos conscientes de que el mundo es diferente y de que tenemos que encontrar nuevas respuestas para nuevas preguntas; pero es verdad aún que siempre es fácil caer en el modo predefinido y solamente repetir lo que hemos hecho bien en el pasado, aún si este pasado es de los 10 o 20 últimos años, sin preocuparnos mucho si es lo mejor para un nuevo contexto. Cambiamos, pero ¿llevamos el paso de los cambios que demanda la comprensión profunda del carisma ignaciano y el nuevo contexto si realmente queremos responder a estos desafíos? De alguna manera la tentación es que somos tan buenos que preferimos no tomar el riesgo del cambio, exploración, iniciación de nuevos programas y aprender de otros. Somos también parte de la paradoja de la escuela como institución social; esto es: la escuela es una institución social creada para facilitar el aprendizaje, pero, como lo sabemos, es una institución a la que le resulta difícil aprender… Este es a menudo nuestro pecado institucional y profesional: nos resistimos a aprender…

En 1986 el Padre Kolvenbach también alertó a los colegios sobre el mismo problema:

El Señor nos pide coraje para seguir el camino de la renovación. Todos somos conscientes de la rápida evolución que sucede en el mundo, en la sociedad y en la cultura.

La educación en el colegio están profundamente inmersas en esta evolución y esto significa que debemos comprometernos con la adaptación continua. Considerarnos fuera de la historia es equivalente a declararnos muertos (…) El valor para innovar implica que no podemos permanecer inmóviles alabando los logros del pasado ni sumarnos al cambio por el cambio. Cada cambio debe

1 Pedro ArruPe, S.J., La iglesia de hoy y del futuro, Bilbao, España 1982, 465.

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ser el resultado de cuidadosa investigación, aceptando el riesgo que siempre implica el cambio2.

Se nos ha invitado a una adaptación continua para mantener el paso con la rápida evolución de nuestro mundo, cuyo paso no se iguala con nada sucedido anteriormente en la historia humana. Este coloquio puede ser una oportunidad para aportar lo nuestro y adaptarnos al presente contexto. En palabras del cardenal Newman: «Vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo».

Contemplemos el nuevo contexto así como lo que la Compañía piensa que nos dice Dios sobre nuestra misión hoy.

La Congregación General 35 señala el nuevo contexto «marcado por profundos cambios, conflictos agudos, y nuevas posibilidades»3. La Congregación inmediatamente afirma que vivimos en un mundo global de creciente interdependencia y que este proceso «ha continuado a paso rápido; como resultado, nuestra interconectividad se ha incrementado. Su impacto se ha sentido profundamente en áreas de nuestra vida, y está alimentado por estructuras culturales, sociales y políticas interrelacionadas que afectan el corazón de nuestra misión de fe, justicia, y todos los aspectos de nuestro diálogo con la religión y la cultura»4.

Las decisiones que tuvimos que tomar antes a nivel local o nacional se hacen ahora a nivel global, afectando a todo el mundo, especialmente con referencia al medio ambiente, a la economía y a los derechos humanos. Ahora somos conscientes de esta dimensión global de nuestras vidas que no era tan clara en el pasado, y abrimos nuestras fronteras locales y nacionales a la nueva realidad. Por supuesto, la Congregación era consciente de que:

En este nuevo mundo de comunicación inmediata y de tecnología digital, de mercados globales y de aspiraciones universales de paz y bienestar, nos enfrentamos a tensiones y paradojas crecientes: vivimos en una cultura que privilegia la autonomía y el presente, y sin embargo el mundo tiene una gran necesidad de construir un futuro en solidaridad; contamos con mejores medios

2 P. Peter-HAnS KolbenbAcH, S.J., Selección de escritos 1983-1990, Provincia de España de la Compañía de Jesús 1992, 433.

3 Congregación General 35, D 3, n. 8.

4 Ibíd., n. 9.

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de comunicación pero experimentamos a menudo la soledad y la exclusión; algunos se benefician enormemente, mientras otros son marginados y excluidos; nuestro mundo es cada vez más transnacional y, sin embargo, necesita afirmar y proteger sus identidades locales y particulares…5.

Vivimos en nuestro propio mundo de sombras y esperanzas, pero creemos, como San Ignacio y los primeros jesuitas, que la educación a través de la escuela puede hacer la diferencia para disminuir las sombras e incrementar las esperanzas. En esta tarea debemos recordar el análisis del Padre Nicolás respecto a la «globalización de la superficialidad» como un efecto negativo de la globalización. La cultura del «corta y pega» que las nuevas tecnologías traen, puedo impedir el serio y cuidadoso análisis que requiere el presente contexto. En México, el Padre Nicolás desafió a la educación superior jesuítica a «promover en maneras creativas la profundidad de pensamiento e imaginación que distinguen la tradición ignaciana… para llevar a nuestros estudiantes más allá de la excelencia del entrenamiento profesional, para ser bien educados, a ser personas íntegras en la solidaridad»6.

El desafío para educar en profundidad de pensamiento e imaginación es también un desafío para los centros de secundaria. Todos sabemos muy bien que nuestros estudiantes, en niveles diferentes, participan de la cultura global de artistas, canciones y problemas comunes. Como secretario para la educación he tenido la oportunidad de visitar muchos lugares y siempre me ha impresionado que muchas canciones y artistas que oigo en las calles latinoamericanas, europeas, africanas, norteamericanas o del medio oriente, son las mismas en todas partes… La globalización no es una idea, es un hecho; y como educadores de una juventud, que comparte esta nueva realidad, debemos afrontarla.

La Congregación General 35 afirma:

En este mundo global, marcado por tan profundos cambios, queremos profundizar ahora nuestra comprensión de la llamada a servir la fe, promover la justicia y dialogar con la cultura y otras religiones a la luz del mandato apostólico de establecer relaciones justas con Dios, con los demás y con la creación7

5 Ibíd., 11.

6 Adolfo nicoláS, S.J., Desafíos a la educación superior jesuita de hoy, México 2010, 73-74.

7 Congregación General 35, D 3, n. 12.

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Esta misión es clara: servicio de la fe, promoción de la justicia como aspecto integral de nuestra fe, diálogo con la cultura, con otras religiones y cuidado del medio ambiente. Todo esto en un contexto global; todo esto concebido como una misión de reconciliación, como una misión para construir puentes por encima de las divisiones; todo esto usando nuestro profundidad de pensamiento e imaginación para entender la iniciativa de Dios en nuestro compromiso para renovar nuestras escuelas, para actualizar nuestros currículos y especialmente para renovarnos nosotros mismos como educadores que confían en la gracia de Dios y aman en medio de tanto cambio, incertidumbre y elección. Nuestra respuesta a estos desafíos es en sí misma un acto de fe: que Dios está obrando en los mismos cambios y que Él nos guiará para encontrar el camino, aún en la noche oscura de nuestros problemas. Pero no solo vemos problemas en nuestro presente contexto. Como argumenta la Congregación General «ha llegado un nuevo reto apostólico y una nueva oportunidad para nosotros»8. Nuestro acto de fe es en la tradición jesuítica de afirmar un mundo en el que encontramos a Dios trabajando y dándonos esperanza. Así, somos conscientes de los peligros y sombras de la globalización, pero también somos conscientes de las oportunidades para la solidaridad y fraternidad que trae a nuestro mundo dividido. Debemos luchar –en nuestro caso educar– para la globalización de la solidaridad, la cooperación y la reconciliación. Este nueve escenario es la vía para actualizar la tradición humanista que los primeros jesuitas abrazaron con entusiasmo para sus escuelas y que llego a ser la marca distintiva de la educación jesuítica por varios siglos; una tradición que Pedro de Ribadeneira expresaba en su famoso dicho: «Todo el bienestar de la cristiandad y del mundo entero depende de la adecuada educación de la juventud». Podríamos argumentar que esta afirmación exagera el poder de la educación; quizás nos sentimos más humildes sobre lo que podemos lograr, pero ciertamente debemos luchar para marcar la diferencia en el mundo con nuestra educación. Como lo dice la Congregación General 35: somos

Dios está obrando en los mismos cambios y que Él nos guiará para encontrar el camino, aún en la noche oscura de nuestros problemas

8 Cfr. Congregación General 35, D 3, n. 20.

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llamados para «llegar a ser puentes en medio de las divisiones de un mundo fragmentado, si estamos unidos por el amor de Cristo nuestro Señor»9.

Una de las posibilidades específicas que la globalización nos abre en nuestras escuelas es el trabajo en red (networKing). Este concepto puede sonar como una palabra de moda que todos se sienten obligados a usar hoy; sin duda, es un riesgo real; sin embargo, para nuestras escuelas es realmente una oportunidad magnífica para responder creativamente al nuevo contexto. Hace unas semanas, en este mismo campus, algunos jesuitas y laicos se reunieron alrededor del «Congreso sobre el trabajo internacional en red en la Compañía de Jesús, desafíos desde la misión universal». Eran conscientes de «la importancia del trabajo en red, para incrementar el impacto apostólico a nivel regional y global»10. Por supuesto también reconocieron un «sentimiento de frustración por no haber enfrentado los cambios que nos exigía la misión, así como por continuar haciendo las mismas tareas al modo antiguo; y un sentimiento de desánimo respecto al lento paso institucional con el que se mueve la Compañía en tal dirección»11. Sin embargo, el balance general es que estamos en un momento salvífico (KAiroS) que exige imaginación, generosidad y nuevas formas de hacer las cosas.

Por supuesto, se puede argumentar que el trabajo en red ha sido siempre parte de nuestra historia desde el comienzo. Ignacio urgía a los jesuitas de todo el mundo a tener constante correspondencia con la Curia General, como una manera de crear sentido de cuerpo universal. Incluso la rAtio Studiorum puede ser considerada como el establecimiento de un currículo y unos criterios comunes para establecer la primera y real red de trabajo internacional para las escuelas en el mundo.

Por tanto, ¿qué es lo que estamos llamados a hacer hoy que no hicimos antes? Pienso que la rAtio no estableció realmente una red de trabajo a la manera que la entendemos hoy, sino que comenzó un modelo reproducido muchas veces en diferentes lugares del mundo. Hoy no pensamos en este tipo de organización; deseamos mantener la tensión entre el enraizamiento local,

9 Congregación General 35, D 3, n. 17.

10 trAbAJo en red internAcionAl en lA comPAñíA de JeSúS retoS deSde lA miSión univerSAl, Documento Final, Parte I. Mociones espirituales, n 3. Jornadas en Boston College – 28-30 de Abril del 2012.

11 Ibíd., n. 4.

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apertura a la cooperación internacional y construcción de una ciudadanía global que pueda trabajar en solidaridad.

El documento final del Congreso sobre el trabajo en red dice:

La red jesuita de trabajo puede ser definida hoy como la manera apostólica de proceder a través de redes que mejor faciliten la cooperación global y regional, al servicio de la misión universal, elevando las estructuras apostólicas a un nuevo nivel de agencia con impacto global (o regional), y por tanto conectando personas e instituciones para actuar como un cuerpo global e interdisciplinar, en colaboración con otros12.

La misión y la identidad son dos componentes que inspiran y centran nuestras redes de trabajo; al mismo tiempo, sin embargo, el trabajo en red fortalece la misión y la identidad. El documento establece algunas características útiles para la red jesuita:

(a) La misión y la identidad son los ejes de la pertenencia, las nervaduras que nutren las conexiones entre los miembros; (b) A pesar de la horizontalidad, el liderazgo adecuado es crucial y una conexión clara con el gobierno jesuítico es esencial; (c) Las redes de trabajo tienen propósitos específicos y claros que requieren planeación común, sustentabilidad y evaluación; (d) Emplean, cuanto sea posible, un desarrollo múltiple, interdisciplinar y activamente abierto a la colaboración con otros; (f) Tienen suficientes recursos para llegar a su meta, compartiendo y estimulando los recursos existentes en sus miembros13.

Chris Lowney escribe que necesitamos una red de trabajo:

Donde las instituciones jesuíticas y las personas en ellas, se entienden como participantes en una misión jesuítica mayor, que trasciende las fronteras de su escuela o país, y desean prestar su talento, tiempo o recursos valiosos como parte de esta misión ampliada14.

12 trAbAJo en red internAcionAl en lA comPAñíA de JeSúS. retoS deSde lA miSión univerSAl, Documento Final, Parte II: Conclusiones Principales, n 16. Jornadas en Boston College – 28-30 de Abril del 2012.

13 Ibíd., n. 18.

14 Contribución al trAbAJo en red internAcionAl en lA comPAñíA de JeSúS. retoS deSde lA miSión univerSAl, cHriS lowney, pág. 1.

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En este sentido lo que la Compañía nos pide hoy es ser fieles a nuestra tradición fundamental de responder a las necesidades de tiempos, lugares y personas únicas; esto es, a descubrir una manera de ser que no hemos tenido antes. Podemos empezar solamente este camino si nos unimos, exploramos y caminamos juntos. El presente coloquio internacional es un paso en tal dirección, un signo de que queremos ser diferentes en el futuro; que realmente deseamos llegar a ser la red de trabajo, como la entendemos hoy; que estamos empezando un proceso irreversible. Esto es lo que el Padre General Adolfo Nicolás, S.J. también ha alentado: «Que todas las redes de escuelas secundarias jesuíticas aprovechen esta oportunidad para estimular el compromiso de la Compañía en la formación de líderes que sirvan a la Iglesia y a nuestro mundo ». El Padre General espera que «uniéndonos como un cuerpo global de jesuitas en la educación secundaria por primera vez podamos empezar a establecer maneras para preparar colectivamente nuestros estudiantes y comunidades educativas a afrontar» nuestros presentes desafíos. Como lo resalta el Padre General «los desafíos enormes a la educación jesuita hoy requieren nuestros mejores esfuerzos para servir a la misión que nos ha sido encomendada». No vamos a encontrar una mejor ocasión que el Coloquio para explorar juntos el significado de nuestra red global de escuelas. No podemos perder esta oportunidad única si deseamos que nuestras escuelas sean relevantes para los desafíos actuales.

Por supuesto hemos aprendido del pasado y no somos ingenuos acerca de los costos del cambio. Sabemos que estamos llamados a un cambio cultural que nos afecta personalmente así como a nuestras escuelas. El Padre Jorge Cela nos advierte:

El proceso de cambio cultural en las instituciones no siempre viene con suavidad. Estructuras que concentran poder son mantenidas, y se resisten a la invasión de redes que penetran en sus feudos de «información reservada». Como en todo cambio cultural, hay un período de confusión, ajuste y creatividad en el cual la resistencia da lugar a conflictos pero también es la chispa de la innovación15.

Necesitamos aceptar el desafío y encontrar modos creativos para enfrentarlos. Como el Padre Adolfo Nicolás nos ha retado, necesitamos usar nuestra imaginación para ir a nuestras fronteras.

15 Ibíd., Jorge celA, Pág. 2 y 5.

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Los COLEGIOS jesuitas

Para continuar nuestro camino de renovación necesitamos recordar nuestras raíces, necesitamos recordar que la sola razón para que tengamos colegios es el fruto apostólico que en ellos se encuentra. Esto es lo que motivó a San Ignacio y sus compañeros para abrir colegios y abrazar este apostolado. Ellos fundaron la Compañía de Jesús con la idea de «ayudar a las ánimas». Desde el comienzo vieron que este propósito requería un servicio cualificado a los demás y rápidamente aprendieron que los colegios eran lugares privilegiados para realizarlo.

Pero Ignacio, inteligente como lo era, también aprendió que los colegios, como instituciones sociales, poseen un bien específico y estructural (un bien interno) que debe ser respetado y que no estaba en contradicción con nuestra misión apostólica: un lugar para la PietAS, para aprender virtud y carácter, para abrir la mente al conocimiento y la ciencia, un lugar para la academia. Por estas razones los colegios jesuíticos fueron vistos como rigurosos y sólidos en sí mismos y motivaron a mucha gente a enviar sus hijos a estudiar con los jesuitas, como primera opción. Este rigor en nuestra tradición: educación religiosa, académica e integral, permanece igual de esencial e igual de prescriptiva en nuestra auto comprensión actual. San Ignacio aprendió la importancia de una sólida preparación intelectual cuando decidió estudiar en algunas de las mejores y más prestigiosas universidades de la Europa de su tiempo; aprendió que su itinerario espiritual también significaba una rigurosa preparación académica. Hemos heredado esta visión en nuestros colegios, y por esta razón educar personas integras y de excelencia académica ha sido la marca distintiva de nuestra educación. También sabemos que lograr este objetivo significa, en muchos casos, alguna tensión entre estas dos dimensiones de nuestro trabajo, pero hemos aprendido a hacer ambas cosas sin sacrificar la una a la otra; y sin permitir una aprobación superficial de estas. Tenemos que decir nuevamente hoy que no hay excusa en un colegio jesuita para no tener fortaleza académica. Tampoco hay excusa para no tener una fuerte formación integral de las personas, incluyendo un programa robusto de formación en la fe.

Como argumenta el Padre La Croix, para Ignacio

El hecho es que la educación formal era un bien en sí mismo, es decir, que tenía su propia dinámica interna, y que su contribución a una vida más hu-

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mana en la sociedad era válida aún sin referencia a «razones apostólicas». Es importante destacar esta convicción claramente, porque alguno puede malinterpretar la posición de Ignacio hasta llegar a considerar que puede condonar vicios en la integridad interna de una materia académica con el propósito de promover un fin religioso. Muy por el contrario fue su mente… Ignacio fue bien consciente de que la educación formal tenía su propia especificidad, su propia dinámica interna que debía ser preservada y resaltada pues habría de ser un medio específico para lograr el fin de la Compañía16

En otras palabras, lograr los fines apostólicos sólo puede hacerse si respetamos la «dinámica interna» de la educación, si mantenemos el diálogo con la sociedad y los colegas acerca del significado de la educación y cumplimos con las expectativas de una «buena escuela» para hoy. La Compañía nos ha llamado a comprometernos en un diálogo con otras culturas y con gentes diversas. En nuestro caso, este diálogo incluye un diálogo con la cultura educativa contemporánea: otros educadores, asociaciones educativas, padres, alumnos, líderes educativos e investigadores. Necesitamos involucrarnos en la discusión acerca del significado de una buena educación, una buena escuela y de la mejor preparación que la generación joven debe recibir para llevar vidas fructíferas.

En el siglo XVI el padre Diego de Ledesma, S.J. un profesor en el Colegio Romano escribió acerca de por qué los jesuitas consideraban las instituciones educativas tan importantes para nuestra misión. El Padre Ledesma señalaba cuatro razones, según el Padre Kolvenbach:

Primero porque suministra a la gente muchas ventajas para la vida práctica; segundo porque contribuye el recto gobierno de los asuntos públicos y a la adecuada elaboración de las leyes; tercero porque da ornato, esplendor y perfección a nuestra humana naturaleza; y cuarto por lo que es más importante, porque es el baluarte de la religión y nos guía con seguridad a alcanzar nuestro fin último17

Deseo resaltar que todas estas razones muestran claramente que desde el principio los jesuitas vieron la educación como una herramienta apostólica óptima para su misión. Pedro Ledesma reclama que las escuelas

16 w l lAcroix, El Espíritu de la educación jesuítica: Ignatius, Tradition and Today’s Questions Rockhurst College. Kansas City 1989, 41.

17 P. Peter-HAnS KolbenbAcH, S.J., Selección de escritos 1991-2007, Provincia de España de la Compañía de Jesús, 314.

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son importantes no solamente por razones religiosas sino por lo que hoy se dice son razones seculares. La primera razón nos dice que la educación es importante porque provee estudiantes con las destrezas y el conocimiento necesario para una vida profesional. La segunda razón enfatiza la conexión inevitable entre la educación y la sociedad (la educación, en la tradición jesuítica, se ha concebido siempre para preparar buenos líderes y ciudadanos). La razón tercera señala que la educación desarrolla el potencial humano y la razón cuarta enfatiza que todo esto nos lleva a una experiencia religiosa más profunda. Por supuesto, para Ledesma, como para nosotros hoy, nuestra experiencia espiritual revela las profundas conexiones entre estos elementos.

En nuestra tradición estos tres elementos: fortaleza académica, educación en todas las dimensiones de la vida humana, y el trabajo por la justicia y cuidado del medio ambiente contribuyen a una mejor educación de nuestra fe. No obstante cada uno se yergue con derecho propio y entraña su propia dinámica interna. Necesitamos encontrar nuestra exclusiva manera de lograr esta formación de la integridad de la persona en términos de profundidad e imaginación a la que nos invita el Padre Nicolás a través de la fuerza de nuestro carisma, para dar el enfoque más universal posible a estos tres elementos. Esta es la manera de entender hoy el mAgiS: usar nuestra imaginación para develar nuevas profundidades en la cultura de la superficialidad. mAgiS no «implica comparación con otros o medida del progreso frente a un estándar absoluto»18, sino más bien una invitación al pleno desarrollo de nuestra potencialidades, a nuevas profundidades que puedan abrirnos nuevas posibilidades para hacernos mejores seres humanos.

El Papa Benedicto XVI nos invita a ir a nuestras fronteras. Cuenta con nosotros para «llegar a los lugares geográficos y espirituales donde otros no llegan o tienen dificultades para llegar». Mientras que a todos nosotros nos gusta la imagen de ir a las fronteras y algunas veces las idealizamos, el Padre Adolfo Nicolás nos recuerda que muchas veces las fronteras no están lejos de nosotros; en efecto, las fronteras están dentro de nuestros apostolados y en nuestro caso en nuestras escuelas: son fronteras de las nuevas generaciones de padres, profesores y estudiantes; de unas sociedades seculares que afectan nuestras escuelas, las fronteras del cerebro humano y los desarrollos actuales de esta área de investigación, las fronteras no solamente de no tener

18 CJE n. 109.

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La educación jesuita: Aceptando las nuevas fronteras, un continuo caminar

una red global sino también de no trabajar en ella y las fronteras de nuestra identidad y misión en nuestro contexto siempre cambiante.

Las ESCUELAS Jesuitas

Pero ser fieles a nuestra tradición también significa ofrecer una verdadera educación jesuítica e ignaciana. Con todo lo importante que sea, no es suficiente ofrecer solamente una educación de alta calidad. Necesitamos construir escuelas fuertes jesuíticas que encarnen la identidad, y nuestro modo de proceder, que invite a nuestros estudiantes y a sus padres a unirse a nuestra misión. Sí, nuestra identidad es conducida por nuestra misión. Nos esforzamos por escuelas que puedan fácilmente responder cualquier estándar académico pero también nos esforzamos por invitar a nuestros estudiantes a una vida más allá del éxito meramente académico o económico. Luchamos por educar hombres y mujeres para los demás y con los demás que se ven a sí mismos inmersos en un contexto social y político que requiere compromiso con la realidad. No hemos pretendido nunca educar para la fugA mundi puesto que nuestra espiritualidad es tal que encuentra a Dios en todas las cosas y que reconoce la relación entre la historia humana y el Reino de Dios. Como John O´Malley sostenía, los jesuitas, desde el comienzo, «querían preservar lo mejor de dos ideales educativos, el rigor intelectual y el profesionalismo del sistema escolástico y los fines más personales, societarios y aún prácticos de los humanistas»19. Sabemos que las escuelas jesuíticas viven en una tensión entre ser jesuíticas y ser escuelas, pero esta tensión es la fuente de profundidad, en una época en que la superficialidad y el reduccionismo parecen apoderarse de muchos sistemas educativos.

Nos esforzamos por invitar a nuestros estudiantes a una vida más allá del éxito meramente académico o económico

19 J. o’mAlley, La RATIO STUDIORUM desde 1599 hasta el presente: ¿Una tradición humanista? En V. Duminuco (Ed.), La RATIO STUDIORUM jesuítica: aniversario 400. Perspectivas (pp. 127144). New York 2000, Fordham University Press, 69.

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¿Qué hace jesuítica una escuela?

No puedo responder satisfactoriamente esta pregunta hoy. Algunas regiones y provincias han producido ya excelentes documentos sobre esta materia. En nuestra última reunión de la ICAJE decidimos trabajar en un documento que pueda ayudarnos en el discernimiento y que pueda ser un paso en la construcción de la red global de trabajo. La idea es que este documento pueda ser continuación de dos documentos anteriores: Las características de la educación jesuita y el Paradigma pedagógico ignaciano. Este nuevo documento debe adecuar los previos al nuevo contexto, las nuevas fronteras y los nuevos desafíos que enfrentamos hoy, luego de más de 25 años del primero. Este puede ser también un momento de entusiasmo para la renovación de nuestras escuelas, para adecuar y fortalecer nuestra identidad, para servir mejor en nuestra misión.

Pero pienso que es adecuado decir que cualquier escuela jesuítica debe tener al menos:

1. Una comunidad direccionada a la misión, convencida que el servicio de la fe, la promoción de la justicia, el compromiso creativo con las tradiciones culturales y religiosas, la reconciliación con Dios, con los demás y la creación, son centrales en lo que somos y en lo que luchamos por llegar a ser.

2. Una educación afirmativa del mundo que enfatiza que Dios trabaja en todas las cosas y puede ser descubierto «en todo evento natural y humano»20; como solía decir el Padre Nadal: «El mundo es nuestra casa»; una idea que este Coloquio Internacional ha acogido. Afirmamos la «radical bondad del mundo»21 y aunque somos conscientes de las sombras de nuestro tiempo, ofrecemos esperanza y amor como centro de nuestra educación. Esta es incluso la manera de acercarnos a las nuevas generaciones de estudiantes, padres y profesores; sabemos que Dios está ya trabajando al interior de ellos y queremos contribuir a la buena labor de Dios en ellos.

20 CJE n. 21.

21 Ibíd., 23.

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educación jesuita: Aceptando las nuevas fronteras, un continuo caminar

3. Ofrecemos una educación que aspira a desarrollar la integridad de la persona, todas las dimensiones de la vida humana. Para nosotros, la educación integral significa educar la mente, el cuerpo y el corazón, el aspecto social, político, ético, emocional y espiritual de la vida humana. También creemos que la dimensión espiritual es el elemento clave para una educación integral.

4. Cuidado, preocupación y respeto individual por cada persona de la escuela, sea el estudiante, el profesor o el directivo. La curA PerSonAliS es central en nuestra tradición y necesitamos asegurarnos que realmente acontece en nuestras escuelas. Hoy también sabemos que esta curA PerSonAliS tiene que estar encarnada en un ambiente saludable y sano que prevenga toda forma de abuso, sea psicológico, emocional, sexual o físico. Tenemos que garantizar escuelas donde nuestros estudiantes se sientan respetados, aceptados y libres para crecer.

5. Una preocupación especial por los pobres y marginados. La opción preferencial por los pobres que Jesús predica en el Evangelio, es parte de nuestro modo de proceder. Cada escuela jesuítica debe hacer lo posible «para poner la educación jesuítica al alcance de todos, incluyendo los pobres y desvalidos»22. Fe y Alegría y otras escuelas jesuíticas o inspirados por jesuitas, como Cristo Rey, que trabajan con el pobre son un testimonio vivo del gran esfuerzo, hecho en décadas recientes, para llevar educación de calidad a los desvalidos de acuerdo a nuestra tradición jesuítica. No podemos menos que soñar en las posibilidades de una aún mayor calidad educativa para aquellos necesitados en una red global de escuelas jesuíticas.

6. Finalmente nuestra educación se concibe como servicio al Evangelio y a la Iglesia. Vemos las escuelas como «parte de la misión apostólica de la Iglesia en la construcción del Reino de Dios».

22 Ibíd., 86.

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Así que estamos invitados a seguir nuestro camino trabajando con la misma generosidad, de quienes nos precedieron y respondieron a sus tiempos y lugares. Lo hacemos como parte de nuestra tradición viva «ayudando las ánimas», sirviendo a Dios y a la Iglesia. Lo hacemos afirmando nuestras convicciones históricas: educación abierta a todos en la que el nivel económico no sea el factor decisivo; educación integral de la persona, excelencia académica, educación para la justicia enraizada en nuestra experiencia de fe; fe que lleve a la reconciliación con nosotros mismos, los demás y el medio ambiente. Luchamos por formar un estudiante competente, compasivo, comprometido y autoconsciente, que vea su vida como una vocación por un mundo mejor para todos. «Hombres y mujeres para y con los demás».

Los desafíos no son pequeños pero estamos llamados a afrontarlos desde la fortaleza de nuestra red de trabajo. Dios nos acompaña en nuestro camino. Estamos invitados a hacer nuestro propio peregrinaje en nuestro propio tiempo y lugar.

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Comentarios al Panel

Todo escriba instruido en la doctrina del Reino de los cielos es como el amo de casa, que de su arca saca lo nuevo y lo añejo. Mt 13, 52.

Sugiero que ustedes, líderes de la Educación Secundaria Jesuítica, reunidos de todos los rincones del mundo, están llamados a hacer precisamente lo que Mateo desafía a los líderes de su comunidad a hacer: como escribas bien instruidos, Matheteutheis, literalmente «hagan discípulos»; ustedes deben reconocer y ofrecer ampliamente sus thesauros, sus tesoros, lo que es más precioso y central en sus vidas, lo que ustedes consideran sus compromisos más profundos y valiosos. Ofreciendo menos irrespetan a sus colegas, a sus estudiantes y a sus familias y deshonran el nombre de Jesús, en cuyo nombre llevamos nuestro ministerio de la educación secundaria. Algo menor los dejaría eventualmente vacíos, desencantados, incluso amargados y cínicos.

¿Cuál es su «tesoro»? Es la metodología, el conocimiento, la información y las habilidades que constituyen nuestras disciplinas académicas. Nuestro «tesoro» consiste en nuestra competencia profesional, ganada al precio de mucho trabajo esforzado y fruto de de larga experiencia, ya sea en la administración, en la consecución de fondos, instrucción en el aula, deportes y servicios al estudiante. Porque nuestras escuelas están en primer

* Secretario para la Promoción de la Fe.

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lugar – y precisamente ellas – el tesoro que ofrecemos es nuestra pasión intelectual, la emoción de luchar con ideas, de descubrir nuevas conexiones, de adquirir nuevos conocimientos. Nuestro tesoro es la alegría y la energía que encontramos al enseñar, en crear un ambiente en el cual crezcan nuestros estudiantes como personas íntegras, y donde aprendemos a crecer con ellos, y ciertamente, por ellos. Nuestro tesoro es nuestra visión y compromiso con la expansión del acceso a la calidad de la educación para los grupos con carencias u olvidados, por razones de raza, casta, clase social o condición económica.

Pero el tesoro que ofrecemos, como jesuitas educadores, tiene un aspecto aún más claramente identificable. Está marcado por las características de nuestro modo jesuíticoignaciano de proceder. Sea en Zamboanga o en Abuja, Jamshedpur, o Sao Paulo, Bilbao o Gdynia, nuestro tesoro incluye respeto, reverencia y confianza en los dones de cada miembro de nuestra comunidad escolar.

El tesoro que ofrecemos es nuestra pasión intelectual, la emoción de luchar con ideas, de descubrir nuevas conexiones, de adquirir nuevos conocimientos

Nuestro tesoro incluye nuestro compromiso con el compartir y colaborar con otros en el ministerio de la educación, «enraizada en la realidad de que la venida del Reino requiere una pluralidad de dones y experiencias, ambas internacionales y multiculturales»1.

Nuestro tesoro ignaciano es la convicción de que no existe algo que sea educación «libre de valores». El tesoro que ofrecemos es una experiencia educativa que está expresamente diseñada para transformar a nuestros estudiantes (y a nosotros). Hablando a los representante de la educación superior en la ciudad de México, en abril de 2010, el Padre Nicolás lo planteaba de esta manera:

En la educación jesuítica, la profundidad del aprendizaje y la imaginación se acompasan e integran en el rigor intelectual con la reflexión sobre la experiencia, conjuntamente con la imaginación creativa para trabajar por la construcción de un mundo más humano, justo, sustentable y con fe. La experiencia de la realidad incluye un mundo roto, especialmente el mundo de los pobres, que espera ser sanado.

1 Congregación General 34, D. 26, n. 16.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 21-25

Sin hacer apologías reclamamos como nuestro el tesoro de la tradición católica. Desde allí continuamos comprometiendo las mentes y los corazones de los estudiantes (y las nuestras propias), nuestro intelecto y nuestra imaginación con los valores del Evangelio como la justicia y la compasión, la reconciliación y la solidaridad global. Continuamos inspirados y desafiados por la vida y el mensaje de Jesús, de la enseñanza social de la Iglesia, los ejemplos de los santos y santas de toda generación, que nos enseñan el significado del auténtico seguidor de Jesús; lo que significa vivir la imagen y semejanza de Dios, quien se desborda a sí mismo sin cesar en dones de creación, redención y santificación. Afirmamos y compartimos con nuestros estudiantes y sus familias la rica historia de servicio de la Iglesia a los inmigrantes y a los refugiados, a las viudas y los huérfanos, a los marginados y los explotados, a las víctimas de la injusticia y la pobreza.

Como escuelas jesuíticas nos oponemos categóricamente a todo intento, de cualquier lado, de indoctrinar a nuestros estudiantes. Más bien, construimos en nuestros currículos las herramientas e informaciones necesarias para permitir a nuestros estudiantes batallar con los temas más significativos, así como con los complejos problemas planteados por la vida humana y por las circunstancias específicas en las que vivimos. Estamos comprometidos en acompañar a nuestros estudiantes, no suministrándoles respuestas simples o comodidades fáciles, sino urgiéndolos con nuestro ejemplo de inquietud y determinación, disciplina intelectual e integridad personal. Rechazamos minimizar los desafíos. En la misma charla mencionada anteriormente, el Padre Nicolás nos advertía sobe la «globalización de la superficialidad». Se preocupaba él por la extensión de las nuevas tecnología, juntamente con la intensificación del clima de relativismo moral y consumismo expansivo, que conforma el mundo interior de todos nosotros, pero especialmente de la juventud, «limitando la plenitud de su florecimiento como personas humanas y limitando sus respuestas a un mundo necesitado de cura moral y espiritual».

Cuando uno es sobrecargado con tal pluralismo difuso de posibilidades, valores, creencias y visiones de la vida, entonces uno puede caer fácilmente en la superficialidad perezosa del relativismo o de la mera tolerancia de los demás y de sus visiones, más bien que en comprometerse en el trabajo difícil de formar comunidades de diálogo, en búsqueda de verdad y entendimiento.

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Es más fácil hacer como nos dicen que estudiar, orar, arriesgar, o discernir una elección2.

El tesoro de nuestra identidad esencialmente jesuítica y católica (sin hacer apologías), nos permitirá a nosotros o a nuestros estudiantes no ceder ocasionalmente a dogmatismos ofuscados (léase «fundamentalismos»), o a la anarquía moral e incoherencia de manera fatal. Podemos y debemos alimentar hábitos de reflexión crítica, estudio, diálogo, que prometen llevarnos, quizás con modificaciones y recomienzos, a una apropiación responsable de los valores por los cuales trabajamos, amamos y esperamos; y con los cuales podemos contribuir a curar nuestro mundo roto.

Somos capaces de hacer esto con integridad y consistencia porque el núcleo de nuestra fe católica, nuestra visión ignaciana del mundo, es de confianza en que los significados y valores no son construcción arbitraria, sino más bien, que los instintos humanos fundamentales acerca de lo bueno y lo malo están enraizados en el mismo modelo de creación; y que son la auto revelación de Dios por gracia y revelación. No estamos a la deriva. El universo no es moralmente incoherente. Tenemos un sentido y propósito que puede ser descubierto mediante el uso del don de Dios de nuestra razón y a la luz de lo que Dios ha revelado en Jesucristo.

El «tesoro» por excelencia que ofrecemos es el Dios que alabamos y adoramos, que llega hasta nosotros y nos llena con la vida del Dios uno y trino. Ofrecemos a nuestros estudiantes y a sus familias la vida alterna, el mensaje que abre horizontes que ha sido proclamado y olvidado, que a veces no ha sido creíblemente expresado ni inteligentemente explicado: Dios que está más allá de nuestra imaginación y conceptualización se ha acercado a nosotros en el esplendor de la creación, en el genio religioso e instituciones de todos los pueblos, pero especialmente y de manera última en la historia y la vida de Israel, y finalmente, en la persona de Jesucristo. Jesús es la última palabra de Dios, y la Palabra es aceptación amorosa. En todo lo que es Jesús y en lo que hace y dice, Dios se muestra a sí mismo, la verdad de un Dios abundante en misericordia y presto a la compasión. Esto es lo que

2 adolfo Nicolás, Profundidad, universalidad y ministerio educativo: Desafíos de la educación superior jesuítica hoy, Universidad Iberoamericana, México, abril 2010.

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hace marchar el mundo. Esto es lo que significa la vida. Esto es tan simple, tan inagotablemente rico.

Somos jesuitas en la medida en que reconozcamos que, como el profesor jesuita norteamericano y crítico cultural, Michael Buckley lo dice,

Un ser humano es un vacío de Dios, una pregunta de la cual Dios es la respuesta, y todo intento de llenar ese vacío con algo finito, algo categórico o creado, solamente incrementa el vacío y el sentimiento de frustración, de fraude y aún de desespero.

Nuestra tradición afirma categóricamente que detrás de toda añoranza humana de Dios se esconde el deseo de Dios de unir a la persona humana su propio ser. Juan de la Cruz lo dice de esta manera: «si el alma busca a Dios, su Adorado la busca mucho más». Así, a nuestro mundo fragmentado, a nuestros estudiantes y sus familias les ofrecemos el tesoro de la fe: No estamos desterrados a la insignificancia, a una existencia actualmente fútil, a una existencia «llena de ruidos furiosos que nada significa». Más bien estamos hechos para Dios, deseados y buscados persistente, apasionadamente por Dios, un Dios que por su propia naturaleza divina se orienta a nosotros, que por extraño que parezca suspira por nosotros y viene a nosotros por todos los medios que el divino ingenio pueda diseñar.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 21-25

Educación de calidad para todos

Patxi Álvarez S.J.*

La organización de este Colloquium nos pedía a los Secretarios de fe, justicia y colaboración que ofreciéramos una reflexión -cada uno desde su propia perspectiva- sobre los retos que afronta la educación en el contexto de la última Congregación General 35.

Estas páginas están escritas desde la perspectiva del Secretariado de Justicia Social y Ecología que represento. En primer lugar, me detendré en el valor de la espiritualidad ignaciana en la educación que ofrecemos. A continuación desarrollaré cuatro contenidos propios de las últimas Congregaciones y que deben ser incluidos en nuestro servicio educativo: un horizonte de educación de calidad para todos, que aspira a mejorar nuestras sociedades, que beneficia en particular a los últimos y que promueve el cuidado del medio ambiente. Terminaré proponiendo la necesidad de una visión universal sobre el mundo actual, comprehensiva de su complejidad y esperanzada, que podamos presentar a nuestros alumnos y alumnas, para fortalecer su carácter y ayudarles a tomar un compromiso.

* Secretario para la Justicia Social y la Ecología.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

1. UNA EDUCACIÓN APOYADA SOBRE

LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA

La educación de la Compañía se apoya sobre la espiritualidad ignaciana. Esta educación responde a las exigencias legales y planes educativos vigentes en los diferentes países, pero la dinámica interior de nuestra educación quiere regirse por las características de la espiritualidad ignaciana. En realidad, esta espiritualidad es el mayor tesoro que jesuitas y colaboradores ignacianos podemos ofrecer a nuestros alumnos y alumnas y constituye un modo de situarse ante Dios, ante la realidad, ante los demás y ante nosotros mismos.

La espiritualidad ignaciana impulsa el crecimiento de la persona: promueve el conocimiento de sí misma, fomenta la autonomía y la capacidad de decisión, impulsa el compromiso solidario y favorece una mirada esperanzada sobre la historia. Por este motivo resulta tan valiosa en la tarea educativa, pues ayuda a las personas que acompañamos en las aulas a crecer humanamente desde su propia personalidad, para que sean cada vez más autónomas, más conscientes de la dignidad de las personas y más solidarias.

La dinámica interior de nuestra educación quiere regirse por las características de la espiritualidad ignaciana

Esta espiritualidad se apoya sobre la convicción de que Dios está presente y creativamente activo en la historia y en las personas, convocándonos a colaborar con él. Es una espiritualidad dirigida hacia el futuro de Dios y por este motivo siempre resulta crítica con la realidad presente: nos invita a amar el presente, pero aspirando al futuro por llegar. Tal vez esa conciencia crítica sea un rasgo esencial impulsado por la espiritualidad ignaciana en el proceso educativo.

Por otro lado, vivimos en un mundo que descaradamente, de modo constante, nos bombardea con seducciones que deshumanizan. Muchas veces, ya ni siquiera somos conscientes de ello. Nos rodean reclamos continuos de los sentidos y ofrecimientos de vida aparentemente buena. En particular, una publicidad con escasos límites se nos cuela en todos los espacios geográficos y vitales intentando ganar nuestro deseo. Con frecuencia lo consigue. Los modelos humanos propuestos para la imitación están frecuentemente

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

inscritos entre las «celebrities»: juventud, éxito, glamour, belleza y riqueza. Modelos muy luminosos, pero vacíos.

Por ello, urge presentar sin miedo nuevos modelos de vida buena y bella: solidaria, olvidada de sí misma, valiente y desprendida. Tal vez sea ésta una de las grandes tareas educativas hoy: ofrecer a nuestros alumnos y alumnas ideales de vida noble: narraciones vitales de personas con valores nuevos, relatos actualizados y atractivos del «rey temporal». Esas propuestas actuarán en su interior a modo de contrapeso frente a otros discursos que venden felicidad a precio de saldo.

2. EDUCACIÓN ACORDE CON LA MISIÓN DE LAS ÚLTIMAS CONGREGACIONES

Las Congregaciones Generales que la Compañía ha celebrado desde la CG 32 en 1975 –37 años ya– han subrayado la necesidad de una misión universal de servicio de la fe y de promoción de la justicia. El lema del Colloquium –«el mundo es nuestra casa»– remite a esa perspectiva universal.

Profundizaré en esta amplia perspectiva de misión universal de fe que obra la justicia desarrollando cuatro contenidos:

a) Un horizonte universal: educación de calidad para todos

En nuestros centros educativos educamos a alumnos y alumnas concretos, pero en realidad, aspiramos a una educación de calidad para todos los niños y niñas de nuestro mundo. Rebajar esta aspiración es hoy traicionar nuestra misión. No hay en el mundo ningún niño o niña que se merezca peor educación que la que ofrecemos al más cuidado de nuestros alumnos. El mundo no es solamente nuestra casa. El mundo es la casa de todos.

En la actualidad unos 70 millones de niños y niñas no están escolarizados, ellas en mayor proporción que ellos. Otros tantos no terminan la escuela por una variedad de motivos: en ocasiones se trata del coste, que no pueden pagar; otras veces las barreras sociales y culturales son infranqueables; en particular, los niños con discapacidades tienen muchas menos

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

oportunidades que las de sus compañeros sin ellas1. Las regiones del mundo con mayores obstáculos a la educación se encuentran en el África Subsahariana y en Asia del Sur.

No queremos profesionales exitosos en sociedades fracasadas

Igualmente grave es la situación de la calidad educativa, deficiente en muchos lugares. En muchos de los países en los que se encuentran nuestros colegios esta calidad es muy baja, en especial la que reciben los niños de familias pobres o pertenecientes a minorías étnicas y culturales.

Por ello, empeñarse hoy por la educación en el horizonte de universalidad que nos señalan las Congregaciones exige que demandemos a nuestros gobiernos acabar con la discriminación educativa por motivos económicos o étnicos, mayores presupuestos destinados a educación y un alcance verdaderamente universal. Nuestro compromiso por la educación pide hoy no sólo educar, sino incidir política y culturalmente para que todos los niños y niñas –sin discriminación por sus medios económicos o su pertenencia étnica– reciban una educación de calidad. Esto es algo que la Compañía está realizando en algunos países.

b) Una educación que aspira a mejorar nuestras sociedades

Nuestra educación no puede dirigirse sólo a que nuestros alumnos se desarrollen personalmente, sino a que toda la sociedad sea más humana, más justa y solidaria. No queremos profesionales exitosos en sociedades fracasadas, tal como decía a los alumnos en su graduación un rector de universidad.

• Educamos a jóvenes concretos para contribuir a una sociedad más justa y solidaria. Es necesario buscar este fin de una manera explícita:

• Ofreciendo a los alumnos la posibilidad de implicarse en servicios sociales y de conocer realidades de pobreza, para percibir la desigualdad y la injusticia del mundo en que vivimos;

1 Naciones Unidas, Objetivos del desarrollo del milenio, Informe 2010, p. 18. en http://unstats.un.org/unsd /mdg/Resources/Static/Products/Progress2010/MDG_Report_2010_Es.pdf, revisado el 7 de junio de 2012.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

• Involucrándolos en iniciativas ciudadanas locales.

• Implicando en actividades sociales a las asociaciones de padres y a la comunidad educativa.

• Ofreciendo a padres y alumnos la posibilidad de participar en comunidades laicales ignacianas comprometidas con la sociedad y con la Iglesia.

• Haciendo todo esto en alianza con otras obras de la Compañía, para mostrar una credibilidad de cuerpo y generar una base social que comparte horizontes y valores.

La mayoría de nuestras instituciones educativas ponen en práctica algunas de estas actividades. En esta misma línea, aquellos de nuestros colegios que cuentan con más medios, que realizan mayores inversiones y se dirigen a los sectores sociales más pudientes nos debemos preguntar, con humildad y sinceridad, si con nuestra tarea educativa estamos contribuyendo a perpetuar la injusticia en la que viven nuestras sociedades, su desigualdad y su discriminación. Un diagnóstico cuya claridad debe orientar el discernimiento sobre nuestras prioridades y esfuerzos.

c) En particular en beneficio de los últimos

Ignacio siempre pedía a los jesuitas que discernieran el servicio que podían ofrecer. Y les ofreció criterios para ello, con un determinado orden: primero debían mirar dónde hay mayor necesidad; segundo, dónde se podría producir más fruto; tercero, dónde hay mayor deber de devolver lo recibido; cuarto, dónde puede multiplicarse más nuestro servicio2.

Nuestras instituciones más longevas deben examinar si nuestra presencia jesuita sigue siendo necesaria allí donde estamos. Tal vez nuestros alumnos seguirían recibiendo una educación de calidad aunque no estuviéramos nosotros. Quizás no sea necesario estar allí y sin embargo, otros niños nos esperan en otros lugares. Esto último es lo que lleva años haciendo Fe y Alegría en América Latina. Acudir allá donde nuestra educación es más necesaria.

Era convicción de nuestro querido P. Arrupe que los últimos se merecen lo mejor. La opción por los pobres no es una opción ideológica, sino como

2 Cfr. Constituciones 622.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

de calidad para todos

nos decía el Santo Padre en la última Congregación General, se trata de una opción cristológica, pues el mismo Cristo eligió ser pobre para enriquecernos con su pobreza. Si nuestra educación es realmente buena –como lo creemos todos los que estamos aquí–, primariamente debemos ofrecérsela a los niños y niñas con menos oportunidades. Nos lo demanda así toda nuestra tradición ignaciana y jesuítica.

El servicio a los últimos tiene sus ventajas. En primer lugar, nos obliga a radicalizar nuestra gratuidad. En segundo lugar, nos ayuda también a resituar la excelencia. Muchas veces la hemos ligado al éxito educativo, bajo el que se suele colar un orgullo sutil. La excelencia, en el universo ignaciano, está unida al magis: se trata de dar una respuesta generosa y sin medida al amor que hemos recibido. La excelencia de nuestros alumnos está dirigida a promover en ellos un compromiso firme y basado en el amor con la vida y con un mundo más justo.

Es necesario decir que hay muchas preciosas iniciativas de educación a niños de familias pobres, con formas muy variadas, en muchos países y en varias Conferencias.

d) Promoviendo escuelas verdes

Enmarcar el servicio de nuestros colegios en el contexto de la CG 35 obliga a incluir una preocupación por el medio ambiente. Estamos llamados a incorporar cada vez más esta atención por la naturaleza y el medioambiente como una dimensión de nuestro servicio educativo. Algunos aspectos que se pueden introducir:

• Cuidar que el espacio educativo esté libre de polución y de materiales tóxicos que pueden dañar la salud de los niños

• Utilizar materiales y recursos reutilizables y reciclables. Uso de energías limpias. Edificios sostenibles

• Donde sea posible, aprovechar el campus para generar algún espacio verde, donde los niños puedan cuidar y conocer la naturaleza

• Ofrecer conocimientos sobre ecología y medioambiente, introduciendo a los niños en la belleza de la creación y en la necesidad de su cuidado

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

También aquí debo señalar que las iniciativas en este campo de sensibilización ecológica son muy numerosas.

3. OFRECER UNA VISIÓN UNIVERSAL EN UN MUNDO FRAGMENTADO

La globalización y la especialización científica han fragmentado nuestra mirada sobre el mundo. Nos resulta muy difícil situar hoy nuestros conocimientos parciales en una visión con sentido, que no reduzca la complejidad de las cosas y que dé cuenta del conjunto de la realidad. Pero será muy difícil trabajar por un futuro más justo para el mundo si sólo disponemos de visiones parciales y fragmentadas. Si carecemos de esa visión universal, que da cuentas de la complejidad y esperanzada nuestros esfuerzos por promover un compromiso social en los alumnos pueden caer en puro voluntarismo.

A veces nos da miedo ofrecer estas visiones universales, porque creemos que pueden considerarse una intromisión ideológica. Sin embargo, sólo proponiéndolas podemos sugerir horizontes de esperanza y convocar a las personas para que contribuyan a ellos.

La globalización y la especialización científica han fragmentado nuestra mirada sobre el mundo

En nuestra tradición jesuítica esto es lo que se encontraba bajo la Ratio Studiorum, una visión universal que construya carácter, proporcione visión crítica y esperanza sobre el mundo y mueva a la colaboración. Algo de esto, sin duda, seguimos necesitando. ¿No deberíamos intentar trabajar juntos en una empresa tan importante como ésta? Creo que es un reto muy ambicioso, pero al que tal vez podríamos tratar de responder unidos, desde la riqueza y diversidad que reunimos al proceder de tantos lugares distintos del mundo y de tantas situaciones sociales y culturales.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 26-32

Colaboración en la Educación Jesuítica

INTRODUCCIÓN

En un mundo global, atravesado por la Red Mundial de la Web (www), la colaboración parecería casi la consecuencia más que natural de esta maravilla de la tecnología y las comunicaciones. La colaboración invita a los seres humanos a compartir y trabajar unidos por el mejoramiento del mundo, a menudo desgarrado por conflictos, ambición e injusticia. El accionar en red, no solamente de ideas e ideologías, sino también de seres humanos y sus relaciones sociales es una nueva forma de estar en el mundo y de mejorarlo.

El propósito de este breve y provocativo escrito es compartir con ustedes unas pocas reflexiones sobre el valor de la colaboración tal como se ve en la reciente reglamentación jesuítica de su Congregación General; también resaltaré algunos de los desafíos que enfrentamos los jesuitas frente a la colaboración.

* Secretario para la Colaboración con los otros.

Apuntes Ignacianos 67 (enero-abril 2013) 33-40

UN LLAMADO A LA COLABORACIÓN JESUÍTICA

No son pocos los jesuitas que no alcanzan a ver el valor de la colaboración en nuestras obras apostólicas, acostumbrados, como lo estamos, al funcionamiento bastante independiente y autónomo, tanto a nivel corporativo como a nivel individual.

La Iglesia, desde el Concilio Vaticano II en su documento LUMEN GENTIUM, ha enfatizado repetidamente la vocación y el papel del laico en el desarrollo de su misión. De hecho, algunos piensan que la Iglesia de este milenio será llamada «Iglesia de los laicos». Siguiendo la orientación de la Iglesia, los jesuitas en su más reciente Congregación General han explicitado las implicaciones de un llamado tan evidente para la Compañía de Jesús.

La CG 35, en 2008, describió una visión a largo plazo en el área de la colaboración, cuando dijo:

Nuestra responsabilidad como jesuitas para colaborar en múltiples niveles se ha hecho un imperativo. Así, nuestras provincias deben trabajar juntas aún más. Igualmente debemos trabajar con otros: religiosos y religiosas de otras comunidades; laicos; miembros de movimientos eclesiales; personas que comparten nuestros valores pero no son creyentes; en resumen, todas las personas de buena voluntad1.

De nuevo, la CG 35 en su decreto sobre Colaboración, reafirmó el compromiso de los jesuitas con la colaboración y la llamó «una gracia de nuestros días, una esperanza para el futuro»2. La CG 34, en su decreto conclusivo, hacia 1995, afirmó claramente que:

La alianza y cooperación con otros en el ministerio no es una estrategia pragamática resultante de la disminución de recursos humanos; es una dimensión esencial del modo jesuítico contemporáneo de proceder… Además dice: los jesuitas, por tanto, cooperen con mujeres y hombres en la Iglesia, con los religiosos, sacerdotes y obispos de la Iglesia local en la cual sirven, con miembros de otras religiones, y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad3.

1 Congregación General 35, D 2, n. 21.

2 Ibíd., D 6, n. 6.

3 Congregación General 34, D 26, n. 16 y 17.

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Como resultado, la Compañía de Jesús está enfocando, con mayor agudeza que nunca, la colaboración con otros en todos los sectores apostólicos, como un modo nuevo de ser jesuitas. En el sector educativo la colaboración surge de modo casi natural puesto que todo el emprendimiento de la educación que convoca a los padres, los estudiantes, los profesores, y la comunidad local es intrínsecamente una aventura de colaboración.

COLABORACIÓN EN SECUNDARIA, PRIMARIA Y EDUCACIÓN NO FORMAL

La CG 34 también reconoció que:

Se ha iniciado y se mantiene una renovación apostólica por gran parte de los jesuitas y los laicos que trabajan en el apostolado de la educación secundaria. La cooperación entre jesuitas y laicos se ha desarrollado de manera significativa; con cada parte contribuyendo de manera distinta para la formación integral de los estudiantes. Nuestras escuelas se han vuelto plataformas que tocan la comunidad, no solamente a la comunidad extendida de padres, antiguos alumnos y amigos, sino también a la de los pobres y en desventaja social de sus vecindarios4.

El decreto continúa confirmando que las escuelas, en los niveles educativos primario y pre escolar,

Son muy importantes y no son contrarias a nuestro Instituto… porque pueden suministrar un fundamento sólido académico y religioso durante los primeros años de formación; pueden ser uno de los servicios más efectivos que podemos ofrecer, especialmente a los pobres. El mismo decreto reafirma el valor de los centros de educación no formal porque éstos educan a sus estudiantes como hombres y mujeres para los demás, para asumir papeles de liderazgo en sus propias comunidades y organizaciones. El decreto termina con un llamado a la colaboración entre escuelas jesuíticas, universidades y centros sociales5.

4 Ibíd., D. 18, n. 1.

5 Ibíd., D. 18 n. 3 y 4.

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LAS MEJORES PRÁCTICAS DE LA COLABORACIÓN JESUÍTICA

EN LA EDUCACIÓN TEMPRANA

Mientras que hay docenas de ejemplos de iniciativas educativas jesuíticas de colaboración, me gustaría destacar solamente dos internacionales y destacados: las preparatorias de Cristo Rey, en USA y las escuelas de Fe y Alegría en Latinoamérica.

Escuelas de Cristo Rey, USA:

Esta red, presente con 24 escuelas en 17 estados en USA, con una matrícula de cerca de 7000 estudiantes, fue iniciada por los jesuitas de Chicago, en un vecindario latino y pobre, en el costado occidental bajo de Chicago. Su misión es enrolar estudiantes pobres de las áreas urbanas con limitadas opciones educativas. Sus matrículas se inclinan fuertemente hacia las minorías, con un 96% de estudiantes de color dentro del total nacional. En muchas escuelas toda la cohorte que se gradúa pasa a la universidad.

Las escuelas de Cristo Rey son un emprendimiento de colaboración entre los jesuitas, el mundo corporativo, el cuerpo de profesores, las comunidades locales y muchos otros hombres y mujeres de buena voluntad que desean un mundo mejor para los niños en desventaja en sus vecindarios. De hecho, la popularidad de las escuelas de Cristo Rey ha alcanzado tal nivel que muchos laicos educados por los jesuitas están empezando a tomar la iniciativa de abrir escuelas similares por sí mismos.

Escuelas de Fe y Alegría, Latinoamérica:

Las escuelas de Fe y Alegría son un movimiento de educación popular integral y de desarrollo social. Su objetivo es el universo de los sectores más empobrecidos y excluidos de la población. Este movimiento nació en Venezuela en 1955, «como una manera de consolidar los esfuerzos que se hacían para proveer de servicios educativos las zonas deprimidas de Caracas». La visión clara del fundador, el padre jesuita José María Vélez y de sus numerosos colaboradores, resultó en lo que hoy es una red de 1015 escuelas y 775 centros de educación alternativa. La impresionante cifra de 1.4 millones de

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estudiantes se benefician de los servicios de Fe y Alegría, esparcidos por más de 16 países de Latinoamérica.

Las escuelas de Fe y Alegría son un emprendimiento de colaboración entre jesuitas, religiosos y religiosas y otros laicos de varios lugares. En el presente, solamente hay cerca de 67 jesuitas, pero alrededor 43000 colaboradores laicos y religiosos que ayudan a llevar esta red masiva de educación para los pobres de Latinoamérica.

Algunos desafíos para la colaboración jesuítica en educación

1. Para facilitar una mayor colaboración entre jesuitas y mujeres y hombres de buena voluntad, me parece que la primera necesidad es exponer a los jesuitas, desde los primeros años de formación, a los valores de la colaboración a través de experiencias prácticas; así, se familiarizarán con las dinámicas, desafíos y beneficios de la colaboración. Infortunadamente la formación jesuítica tiende a enfatizar el camino individual de cada jesuita más que la experiencia corporativa de vivir y trabajar juntos hacia metas corporativas bien definidas. Además, la responsabilidad y correspondencia, durante la formación jesuítica, tiende a ser más individual que grupal o de equipo. De aquí que muchos jesuitas parecen acostumbrarse a patrones de liderazgo que hacen difícil o tensionante soportar la colaboración con otros.

Las escuelas de Fe y Alegría son un emprendimiento de colaboración entre jesuitas, religiosos y religiosas y otros laicos de varios lugares

La CG 34, enfatiza fuertemente la necesidad de una formación jesuítica más orientada hacia la colaboración. Dice: «la cooperación con los laicos en misión requiere de formación y renovación en todos los jesuitas. La formación inicial debe desarrollar nuestra capacidad para la colaboración tanto con los laicos como con los compañeros jesuitas por medio de la educación y las experiencias de cooperación ministerial con otros»6 .

6 Ibíd., D. 13 n. 9.

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2. También, los jesuitas necesitarán desarrollar habilidades que les permitan escuchar a sus colaboradores, aprender de su espiritualidad, y enfrentar juntos las dificultades de una genuina cooperación.

Por honradez con los colaboradores, será también necesario responder a sus deseos de formación y de compartir los valores jesuíticos y nuestra manera de proceder. La CG 34 deja claro que «los laicos que colaboran con los apostolados jesuíticos pueden esperar de nosotros una formación específica en valores ignacianos, ayuda en el discernimiento de prioridades y objetivos apostólicos, y estrategias prácticas para su realización»7.

3. Por supuesto, puede haber colaboradores de otras creencias y ateos persuadidos que también necesitan ser orientados para compartir mutuamente valores y sistemas de creencias. Probablemente se requiera evolucionar hacia un nuevo vocabulario que no sea cerradamente sectario o específico en la fe, sino que sea más inclusivo de otras creencias y provocativo para todos los colaboradores. Tal programa de formación puede contribuir grandemente a la apertura de mentes y corazones hacia un pensamiento colaborativo que pueda llevar a su vez a acciones de colaboración.

4. Un desafío importante, presente en todo tiempo, es la colaboración entre y dentro de los educadores jesuíticos y entre y dentro de las instituciones educativas jesuíticas. Tal modelo de colaboración puede servir al muy útil propósito de hacer de la colaboración, no solamente un fin deseable sino una realidad. La experiencia nos muestra frecuentemente que una mayor y mejor comunicación y compartir de información entre jesuitas, tanto como entre instituciones jesuíticas, puede ser un gran incentivo para una mayor y mejor colaboración. Las calurosas relaciones personales y/o de amistad también ayudan grandemente a reforzar las estructuras de colaboración.

5. Una posible consecuencia problemática para los jesuitas respecto a la colaboración con los laicos puede radicar en la identidad del jesuita. Para algunos jesuitas es como si la colaboración los pudiese hacer

7 Ibíd., D. 13 n. 8.

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redundantes; una pregunta que se hacen a menudo es: si el laico está haciendo mucho de lo que se supone que yo hago como jesuita ¿para qué continuar siendo jesuita? Obviamente esto es indicativo de que el jesuita debe llegar a una mejor intelección de su propio llamado a la vida consagrada como religioso, y a un entendimiento renovado de la misión de Dios y de la Compañía de Jesús dentro de este compromiso religioso.

La red de escuelas de Fe y Alegría en Latinoamérica y las escuelas de Cristo Rey en USA son buenos ejemplos de colaboración en educación para pobres y marginados

6. La red de escuelas de Fe y Alegría en Latinoamérica y las escuelas de Cristo Rey en USA son buenos ejemplos de colaboración en educación para pobres y marginados. Como hemos visto antes, la Compañía de Jesús permanece profundamente comprometida con la educación del pobre y marginado y qué mejor manera de alcanzar estas metas que a través de la colaboración con mujeres y hombres de mente similar y de buena voluntad. En ambos ejemplos mencionados de creativas iniciativas educativas hay un mínimo de personal jesuítico involucrado; la mayor responsabilidad en el funcionamiento de estas escuelas y en la transformación de las vidas de estos niños menos privilegiados, es llevada con valentía y entusiasmo por colaboradores dedicados. Parece haber un flujo mutuo de energías motivantes: los jesuitas son inspirados por la dedicación y experiencia profesional de los colaboradores, mientras que los colaboradores son inspirados por el calor personal y la rica herencia espiritual de los jesuitas.

7. La educación jesuítica ha enfatizado tradicionalmente que el objetivo es formar «hombres y mujeres para los demás»; el nuevo énfasis, con fuerte sabor colaborativo, lo articuló en 1990 el Padre Kolvenbach, anterior superior general, cuando señaló que ahora debemos también formar «hombres y mujeres con los demás». Formar a nuestros estudiantes en un esquema de colaboración es sembrar la semilla de una mayor cooperación y mutualidad en la red de trabajo mundial hoy globalizada.

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8. Finalmente, un desafío que enfrenta la educación jesuítica en este siglo es el de enseñar y aprender a vivir en un mundo multicultural, de manera que los prejuicios y estereotipos que tenemos puedan ser desmantelados y transformados en materiales de construcción de una nueva sociedad; una sociedad donde las diversas culturas sean reconocidas, respetadas y compartidas. Los prolongados años de formación escolar dentro de un cuerpo multicultural de estudiantes es el ambiente más apto para crear y mantener identidades inter culturales. Así, la educación jesuítica podrá producir constructores de puentes entre culturas, religiones y naciones.

La educación jesuítica podrá producir constructores de puentes entre culturas, religiones y naciones

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Colegio Mayor de San Bartolomé, Bogotá

Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

Federico Lombardi, S. J.*

PRÓLOGO: DIÁLOGO CON LOS ASTRONAUTAS

Uno de los momentos más hermosos e inspiradores que he experimentado, durante mis recientes años de servicio al lado del Santo Padre, fue su conversación con los astronautas.

En mayo del pasado año, la Agencia Europea para el Espacio, me preguntó si era posible establecer una conexión satelital en vivo entre el Papa y los astronautas, a bordo de la Estación Internacional Espacial que orbita la tierra.

Algo similar se había hecho en varias ocasiones en el pasado, cuando astronáuticas de un país específico tuvieron oportunidad de hablar a su primer ministro o presidente, pero esta vez el propósito era más ambicioso.

* Director general de la televisión vaticana (CTV) y de Radio Vaticana, y desde julio de 2006, también director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Nacido en 1942, Lombardi ingresó en la Compañía de Jesús en 1960. Estudió Filosofía en Gallarate, Matemáticas en Turín y Teología en Frankfurt am Main. Desde 1973 hasta 1984 fue editor y posteriormente Vicedirector de la revista Civiltà Cattolica. Sirvió como Provincial de la Provincia Jesuita de Italia desde 1984 hasta 1990 y fue nombrado Director de Programas en Radio Vaticana en 1991.

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Fue un momento en el cual la Estación Espacial hospedaba dos tripulaciones que estaban en el relevo mutuo. Eran dos italianos, y por tanto la Agencia Espacial Italiana estaba involucrada, y tuvo la idea de sugerir un diálogo con el Papa. Cuando los otros astronautas se enteraron inmediatamente se interesaron mucho y todos (doce) querían participar: norteamericanos, alemanes… una mujer rusa.

Les ahorro detalles de cómo se estableció el contacto; el hecho de que se retrasara tres veces por razones técnicas, y luego que tuviera que suceder en un momento preciso en que la Estación Espacial cruzaba Europa, etc.; pero al final todo sucedió bien. Los astronautas se organizaron por grupos ordenados, sosteniéndose unos a otros para no flotar por todos lados; el cabello de la mujer estaba suelto y sostenido en el aire, debido a la falta de gravedad, y el Papa los observaba en la pantalla y les hablaba con curiosidad.

En los quince minutos que tuvo disponibles, más que dirigirles una larga charla, el Papa les planteó preguntas muy significativas, y el diálogo entre él y ellos se hizo muy interesante.

Les preguntó cómo veían la tierra desde tan alto y que pensaban del hecho de que existieran tantos conflictos sangrientos; acerca de la posibilidad de la ciencia al servicio de la paz; acerca del futuro de nuestro planeta, tan bello pero tan frágil; acerca de la protección del medio ambiente y la supervivencia de las futuras generaciones; acerca de la importancia de la colaboración internacional para el bien de la humanidad; acerca de la investigación científica y la belleza de explorar el universo; acerca de elevar nuestros ojos a la inmensidad del espacio y admirar su belleza de una manera que se convierte inevitablemente en oración, y (algo fundamental para un educador) acerca de lo que debe decirse a los jóvenes cuando regresen a tierra. Aquí están algunas de las palabras de los astronautas:

Podemos mirar abajo y ver nuestro hermoso planeta tierra, que Dios ha creado, y es el planeta más hermoso de todo el sistema solar. Sin embargo, si nos fijamos, podemos ver el resto del universo, y el resto del universo está allá afuera para que lo exploremos. Y la Estación Espacial Internacional es solamente un símbolo, un ejemplo de lo que los seres humanos pueden hacer cuando trabajamos juntos de manera constructiva. Así que uno de nuestros más importantes mensajes es: permitan a los hijos del planeta conocer; los jóvenes del planeta saben que hay todo un universo para que lo exploremos.

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Y cuando lo hacemos juntos, no hay nada que no podamos lograr. Cuando tenemos un momento para mirar hacia abajo, la belleza cautiva nuestro corazón. Y yo oro: oro por mi, por mi familia, por nuestro futuro…

Antes del vuelo, el Papa le había dado a uno de los astronautas, como un regalo simbólico para llevar al espacio, una medalla con la reproducción del fresco que describe la creación del hombre en el techo de la capilla Sixtina: el dedo de Dios Creador dando vida al hombre, su más magnífica creación… Durante su conversación, el astronauta pasó la medalla de uno a otro, haciéndola mecer suavemente en el aire ante los ojos del Papa.

Muy pocas veces en mi vida he experimentado con tal intensidad las palabras de San Ignacio cuando, al comienzo de nuestra contemplación de la encarnación, en los Ejercicios Espirituales, nos invita a ver cómo Dios mira la redondez de la tierra y lo que hacen los hombres y cómo suceden las cosas allí; entonces cómo decidió enviar a su Hijo para salvar la humanidad.

¡Cuántas cosas terribles suceden entre los hombre en la tierra! ¡Como es de frágil la tierra en manos de los hombres! Y no obstante, cuántas cosas maravillosas pueden suceder en la tierra. Cuántas cosas extraordinarias puede hacer la humanidad si está bien orientada. ¡Que tan alto puede volar el espíritu!

LA MISIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

La misión del Hijo de Dios para la humanidad, como fue decidido por la Trinidad contemplando la tierra, acontece de manera que el hombre pueda encontrar el camino correcto en su travesía por el mundo, que pueda entender la razón para la cual fue creado, el significado del hecho de haber sido llamado a la vida, su responsabilidad frente a todo lo creado. San Ignacio habla de guiarnos «al fin en la búsqueda para la cual fuimos creados» o (en palabras de la fe) a «ser salvados».

Esta misión del Hijo de Dios continúa en la vida de la Iglesia y de la Compañía de Jesús: esa misión da significado a nuestra propia misión como educadores, en las escuelas fundadas y dirigidas por la Compañía de Jesús.

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En octubre celebraremos con toda la Iglesia el 50o aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, que debemos considerar como la «brújula» fundamental para vivir en nuestros tiempos, como formulación de la misión de la Iglesia en el mundo moderno.

A la luz de la guía del Concilio, en décadas sucesivas, la Compañía de Jesús ha celebrado cinco Congregaciones Generales (que como saben, son la reunión de representantes de la Compañía de Jesús en todo el mundo), en promedio uno cada diez años, con el fin de continuar reflexionando y reformulando su misión específica a la luz de los tiempos cambiantes y los contextos culturales diversos.

Fiel a sus orígenes, la misión de la Compañía de Jesús ha sido siempre definida como «servicio a la fe». Sin embargo, en el tiempo este servicio a la fe se ha enriquecido con nuevas características, y se ha mirado desde perspectivas que nos han permitido interactuar con nuevos problemas.

Así, el servicio a la fe ha tenido que interactuar crecientemente con la secularización del mundo moderno, y se ha visto indisolublemente ligado a la promoción de la justicia del Reino anunciado por Jesús. Esto ha sido influenciado ciertamente por la intensa reflexión de la Iglesia sobre el tema de la justicia en la cual, entre otros, los jesuitas y los teólogos latinoamericanos han sido particularmente activos. La hermanación de la fe y la justicia debe ser alcanzada en el mundo de hoy a través de la inculturación y el diálogo con pueblos de diferentes tradiciones culturales y religiosas. En este contexto, el diálogo inter religioso ha sido fuertemente influenciado por la experiencia de los jesuitas en Asia; los jesuitas han estado reflexionando sobre la inculturación desde el tiempo del Padre Arrupe, y también África ha hecho su contribución específica.

Fiel a sus orígenes, la misión de la Compañía de Jesús ha sido siempre definida como «servicio a la fe»

La misión de la Compañía de Jesús no es, entonces, dedicarse a una actividad específica, como es el caso de otras congregaciones religiosas que se fundaron para enseñar, para atender enfermos o para otros fines. Tiene una amplia y abarcante misión que hoy incluye, como elementos fundamentales del servicio a la fe, el compromiso con la justicia y el diálogo con las

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culturas, tradiciones y experiencias religiosas de los pueblos con los cuales convivimos. Estos factores siempre se presentan juntos, aunque en diferentes «dosis» según la situación en varias partes del mundo.

Nuestra más reciente Congregación General, la treinta y cinco, necesariamente confrontó la misión de la Compañía de Jesús con la rápida transformación del mundo de hoy, en particular con la globalización con todas sus ambigüedades, posibilidades y riesgos; y el progreso tecnológico y científico, particularmente en el campo de las comunicaciones, y sus consecuentes repercusiones en la cultura y en nuestra visión de la persona y de la sociedad humanas.

La Congregación General 35 escogió describir la misión de la Compañía de Jesús como una vocación orientada a la reconciliación

Con esto en mente, y teniendo en cuenta los conflictos, divisiones y tensiones que afectan a la humanidad, la sociedad y aún al individuo, de muchas maneras diferentes, la Congregación General 35 escogió describir la misión de la Compañía de Jesús como una vocación orientada a la reconciliación; esto es, a establecer una relación justa y reconciliada con Dios, con los demás y con la creación. Así puede establecer un marco amplio que incluya la dimensión religiosa y espiritual del hombre, sus aspectos sociales y relaciones, y su responsabilidad por la creación, el medio ambiente en el cual vive y en el cual deja su huella a través de la historia.

TRES PALABRAS DEL PAPA BENEDICTO XVI

La misión de la Compañía de Jesús es, por supuesto, parte de la misión de la Iglesia, y la Compañía enfatiza el hecho de que, al llevar a cabo su misión, recibe guía del mismo Papa quien, teniendo una visión panorama y universal del mundo y de la Iglesia, está mejor ubicado para identificar las prioridades para el trabajo de la Compañía. El documento de la última Congregación General también contiene continuas referencias a las palabras del Papa a los jesuitas, respecto a la gran importancia de su servicio a la Iglesia en el mundo de hoy. Creo, entonces, que es natural para nosotros –y mucho más lo es en vista de mi servicio personal– examinar algunos de los temas principales identificados por el Papa Benedicto XVI cuando habla de

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la misión en la Iglesia, temas que son muy importantes para nosotros aquí, en esta conferencia.

«Nueva evangelización». Hace unos días hablaba con un padre jesuita norteamericano que enseña teología en una escuela secundaria aquí en Estados Unidos. Me decía que la mayoría de los estudiantes que toman sus clases no tienen casi conocimientos básicos de nuestra fe cristiana. Sin embargo, a menudo están bien motivados, libres de prejuicios negativos y abiertos a interesantes discusiones, no solamente acerca de la educación y la teoría sino relativos a todos los aspectos de la vida, como por ejemplo momentos para orar y para el examen de consciencia.

Hoy no podemos suponer que existan fundamentos ni una formación cristiana en los jóvenes. Creo que esto es un experiencia cada vez más común en muchas partes del mundo, y que es prevaleciente particularmente en áreas con una larga tradición cristiana donde la secularización hace rápidos avances, donde la fe está ampliamente ausente de la cultura y la comunicación contemporánea, y donde la capacidad de las familias para transmitir la fe se hace cada vez más débil; de hecho la familia misma está en crisis o es inexistente. En otras partes del mundo tenemos que tener en cuenta el hecho de que muchos estudiantes no son católicos o no son cristianos.

En cualquier caso, es cada vez más frecuente que nuestra educación sea un servicio de semillero en el cual sembremos los principios básicos de la fe y de la vida cristiana en jóvenes que no llegan a nosotros ya preparados, o al menos orientados hacia una educación cristiana.

Este es un aspecto de la situación general de la Iglesia en el mundo de hoy. Fue la razón por la cual el Papa Juan Pablo II empezó a hablar acerca de «nueva evangelización», y Benedicto XVI ha escogido dedicar el próximo Sínodo de Obispos que debe acontecer en Roma en octubre de este año con representantes de todo el mundo, al mismo tema. Como parte del mismo proceso, Benedicto XVI ha convocado también el «año de la fe», para elevar la consciencia de la Iglesia acerca de la situación actual y para estimular el deseo de anunciar a Cristo a un mundo que tiene tanta necesidad pero no conoce el Evangelio: bien porque ya no es más conocido o porque nunca lo conoció.

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Con gran humildad debemos reconocer que la manera con la cual hemos transmitido la fe por mucho tiempo no es efectiva hoy. El lenguaje que usamos ha perdido sentido, y no estamos presentes en los espacios en los que vive la gente joven, se comunica y crece. …En el libro-entrevista «Luz del mundo» el Papa afirma esto claramente, dando incluso algunos ejemplos.

El hombre moderno no entiende inmediatamente que la sangre de Cristo en la cruz fue derramada en reconciliación por nuestros pecados. Estos conceptos son grandes y verdaderos, pero no encuentran ya un lugar en nuestra Forma mentis, en nuestra imagen del mundo. Ellos deben, por así decirlo, ser traducidos y entendidos de nuevo. Debemos, por ejemplo, entender que el concepto de mal verdaderamente necesita ser reformulado; no puede simplemente ponerlo aparte u olvidarlo. Debe ser reformulado y transformado desde dentro.

Servir la fe y comprometernos a la «nueva evangelización» es un requerimiento primordial para la misión de la Compañía de Jesús y la Iglesia, uno que no podemos y no debemos evitar.

«Emergencia educativa». En una serie de charlas acerca del cuidado pastoral en Italia y en la diócesis de Roma, el Papa se refirió a menudo a una «emergencia educativa, confirmada por los fracasos que frecuentemente coronan nuestros esfuerzos para formar individuos íntegros, capaces de colaborar con otros y dando sentido a sus vidas». A menudo un sentimiento de desconfianza y frustración se expande entre los padres y los educadores cuando ven las dificultades que tienen que enfrentar para alcanzar un buen resultado en la formación de los jóvenes.

Algunas veces la responsabilidad se atribuye a la fragilidad de las nuevas generaciones, algunas veces a la «brecha generacional» que hace problemática la transmisión de los valores. Benedicto XVI anota que

En realidad, no involucra solamente una responsabilidad individual de los adultos y los jóvenes, sino también una visión más extendida: una mentalidad y una forma de cultura que lleva a la gente a dudar del valor de la persona humana, del significado de la verdad y el bien y, en último análisis, a la bondad en sí misma. En tal situación se ha hace más difícil transmitir cualesquiera valores extendidos y ciertos de una generación a otra: reglas de conducta y metas creíbles con los que las personas puedan construir sus vidas.

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Este es el problema del «relativismo» de nuestra cultura. Enfrentados a esta situación, en la cual a menudo «los cimientos crujen y las certezas esenciales faltan» (una situación que me imagino que todos entienden, dada la influencia global de la cultura secularizada occidental), la importancia vital de una auténtica educación se hace manifiesta, y no una educación que se limite «ella misma va a impartir nociones e información mientras ignora las grandes preguntas por la verdad, sobre todo aquella verdad que puede ser guía para la vida».

Además, la educación debe ayudar a la persona a encontrar un balance entre la libertad y la disciplina, formando el carácter día a día y no negándose a su responsabilidad de identificar reglas de comportamiento y vida, mientras prepara a la persona para enfrentar los desafíos que ciertamente traerá el futuro1

Todos sentimos la necesidad de este género de educación: padres, profesores, sociedad, y los mismos jóvenes que no desean ser abandonados en soledad para afrontar los desafíos de la vida. Esta es la educación que la tradición pedagógica de la Compañía de Jesús ha buscado impartir siempre, y permanece vitalmente importante hoy.

Las anotaciones del Papa Benedicto XVI acerca de la emergencia educativa incluyen un punto interesante que, en mi opinión, es importante si queremos encontrar un balance entre los varios aspectos de la educación. Considera que, para combatir el relativismo y el escepticismo, debemos beber de tres fuentes principales: la naturaleza, la Revelación y la historia. Debemos aprender a entender la naturaleza como creación de Dios, plena de divinas palabras dirigidas a nosotros. No debe ser vista en términos mecánicos, como una gran «máquina», sino interpretada, entendida y admirada a fin de asegurar que no sea más explotada y devastada. Debe ser cuidada y administrada para el bien de la humanidad, como dijeron los astronautas, en el diálogo con el Papa, al comienzo de mi charla. Pero aún más, debemos aprender a entender nuestra propia cultura e historia religiosa. La Revelación de Dios nos proporciona una guía fundamental que debe ser descubierta y aplicada a las nuevas situaciones que el hombre encuentra siempre en su caminar; nos ayuda a entender humildemente y a apreciar la dignidad y la vocación de la persona humana.

1 Carta del Papa a la diócesis y ciudad de Roma sobre la vital importancia de la educación, enero 21 de 2008.

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Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

El Papa Benedicto concluye una de sus charlas sobre este tema con una fina definición que resume exactamente lo que es educación:

Educación significa formar nuevas generaciones de modo que conozcan cómo relacionarse con el mundo, fortalecidas con una memoria significativa, por un patrimonio interno compartido de conocimientos reales que, mientras reconocen el fin trascendente de la vida, los guíe en sus emociones y juicios2.

Estas anotaciones nos han introducido ya en el tercer tema que emerge de las palabras del Papa: fe y razón. La cultura moderna ha sido profundamente influenciada por la ciencia y las exigencias de la racionalidad. De hecho, el poder de la razón humana, desarrollado a través de la ciencia y la tecnología, ha sido exaltado al punto de crear la ilusión de que la sola razón puede resolver todos los problemas y superar todos los obstáculos, rechazando toda otra fuente de regulación. Es vitalmente necesario ayudar a las personas a entender que la fe cristiana no es en ningún modo adversa a la razón: más bien es su amiga y aliada, bajo la condición de que la razón no se cierre en sí misma excluyendo y marginando la fe.

La razón, si se hace enteramente autónoma, se expone al riesgo de la arrogancia, pierde el sentido de las limitaciones del hombre, de la necesidad de la ética para guiar los comportamientos, de los valores de la solidaridad, la gratuidad y el amor, para asegurar que la coexistencia y el caminar de los pueblos y de la raza humana mantengan un sentido de humanidad y propósito.

La cultura moderna ha sido profundamente influenciada por la ciencia y las exigencias de la racionalidad

En todas las ocasiones importantes en que el Papa se ha dirigido al mundo moderno (tales como la Sociedad Británica en Westminster Hall, el Parlamento Alemán en Berlín, los ambientes culturales y políticos de África en Cotonou, etc., cuando ha suscitado explícitamente el tema de la relación entre la fe de la Iglesia y las grandes preguntas de pueblos y sociedades modernas) Benedicto XVI ha hablado siempre de la complementariedad de la razón y la fe, su necesidad recíproca de una y otra para asegurar un equilibrio total en el andar de la humanidad.

2 Palabras a la Conferencia Episcopal Italiana, mayo 27 de 2010.

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La justicia económica y social requiere también de compromiso por parte de la razón humana, una razón que debe tener el valor de enfrentar la creciente complejidad de los problemas de la globalización, pero que debe también mantenerse consciente de que está limitada, guiada y orientada por la búsqueda de la verdad. De esta manera la razón no se convertirá en instrumento para la búsqueda del poder absoluto, que es siempre un riesgo latente y ha encontrado expresión, por ejemplo, en las tragedias del totalitarismo o la locura por la ganancia que ha llevado a la crisis económica que afecta actualmente a muchos países del mundo.

El diálogo entre la fe y la las ciencias humanas y naturales, entre la fe y el arte, entre la fe y la cultura y todas sus expresiones, es uno de los más apremiantes imperativos de nuestro tiempo. Es la continuación necesaria del mensaje del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo de hoy, y ha sido un elemento esencial de la misión de la Compañía de Jesús siempre, desde sus orígenes.

La educación debe presentarse a los jóvenes como una cada vez más profunda búsqueda por la verdad acerca de las cosas, acerca de la coexistencia y la historia humana, acerca de la relación entre cada uno de nosotros y el misterio de Dios. Esta es la fascinante aventura que puede durar toda una vida, y es la educación que debemos buscar alcanzar para responder a las necesidades esenciales de la humanidad.

Permítanme expresar mi propio inmenso y personal respeto por la educación secundaria, la educación a la que ustedes dedican sus vidas. Voy a citar de un famoso discurso dedicado por el Padre Arrupe a sus predecesores en 1980. «Distinta de la educación primaria y de la educación universitaria, la educación secundaria nos dio acceso a las mentes y corazones de los jóvenes, de muchachos y muchachas, en un momento importante en su desarrollo: cuando eran capaces de asimilar coherente y razonablemente los valores humanos iluminados por el cristianismo, pero cuando sus personalidades no habían adquirido mañas difíciles de modificar. Es sobre todo en la educación secundaria que la mentalidad de los jóvenes experimenta la formación sistemática. Consecuentemente, es el tiempo en el cual deben crear una combinación armoniosa entre fe y cultura moderna»3. Esta fue

3 Pedro arruPe, s.J., La iglesia de hoy y del futuro, Santander, España 1982, 451.

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Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

ciertamente mi experiencia personal hace 50 años, cuando mi vocación a la vida religiosa como jesuita apareció como opción de vida. Por tanto, sigo considerando que es una verdad fundamental.

VOLVIENDO A LA TRADICIÓN EDUCATIVA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

No creo que tenga que recordarles los documentos relativos a las actividades educativas de la Compañía de Jesús en la educación secundaria; probablemente los conocen ustedes mejor que yo. Ciertamente cuando fui provincial en la década de los 80 recibí con gran alegría el texto: Características de la Educación Jesuítica, el cual siento que expresa de manera clara y efectiva la fascinante relación entre la visión del mundo y del hombre de Ignacio, la pedagogía de los Ejercicios Espirituales y la pedagogía que debemos implementar en nuestras instituciones educativas, de acuerdo con nuestra misión.

Todo esfuerzo hacia el éxito académico y la excelencia debe estar claramente guiado

Sin embargo, me gustaría recordar un número de puntos acerca de nuestra actividad educativa que han sido resaltados por los padres generales, en relación con la puesta al día y la modernización de la misión de la Compañía de Jesús.

Arrupe

El Padre Arrupe dio un gran énfasis al tema de formar gente para el servicio, un servicio en consonancia con el Evangelio. Usó la famosa frase «hombres y mujeres para los demás» para identificar el tipo de persona que pretendemos formar; esto significa formarlos en la fe, pero una fe que obra a través de la caridad y una caridad que se traduce en acciones de justicia y solidaridad. En este enfoque ideal de la persona es fácil ver la traducción del ideal ignaciano del «amar y servir en todas las cosas», así como aquel aspecto dual de la misión de la Compañía tal como se formuló siguiendo al Concilio: «servicio de la fe y promoción de la justicia». Todo esfuerzo hacia el éxito académico y la excelencia debe estar claramente guiado, no por el egoísmo y el deseo de imponer su propia personalidad a los demás, sino por el servicio generoso a los demás y a la sociedad.

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El Padre Arrupe también resaltaba la necesidad de formar personas «abiertas a su tiempo y al futuro», personas capaces de afrontar continuamente el cambio y los nuevos desafíos a través de sus vidas, con optimismo y coraje. Por esta razón es vitalmente importante educar personas que evalúen críticamente las novedades y que muestren libertad responsable.

Finalmente, el Padre Arrupe identificó el ideal de la persona «balanceada». Encuentro este aspecto, de luchar por una integración balanceada, particularmente interesante. «El ideal de nuestros colegios», dijo, «no es producir pequeños monstruos académicos, deshumanizados e introvertidos, ni creyentes devotos alérgicos al mundo en el cual viven e incapaces de razonar». Y prosiguió: «Nuestro ideal es cercano al modelo griego, en su versión cristiana; balanceado, sereno y constante, abierto a todo lo que sea humano». El Padre Arrupe también volvió su atención a la relación entre tecnología y humanismo, diciendo: «La misión de nuestros centros de educación es conservar el humanismo, pero sin renunciar al uso de la tecnología»4. Soy de quienes creen que la tradición de la Compañía de Jesús continuamente nos llama a mantener un equilibrio entre, de un lado, la formación académica acorde con los tiempos y, de otro lado, un aprecio y gusto por el humanismo, incluyendo tales aspectos como la historia, el arte, la filosofía y la inspiradora contemplación de la belleza. Si pensamos en figuras como la de Mateo Ricci, que fue tan eminente expresión de constructor de puentes entre dos culturas diferentes, entonces podremos entender como es de vital la formación científica y humanista para la misión de la evangelización en las fronteras más exigentes e importantes de la Iglesia.

Kolvenbach

A pesar de estas iluminadas visiones del Padre Arrupe, no podemos desconocer el hecho de que, por un período considerable de tiempo, muchas personas en la Compañía de Jesús creyeron que nuestras escuelas habían logrado su misión histórica y que los jesuitas deberían mejor dedicarse a otras formas de apostolado. Esta actitud estuvo influenciada por una tendencia global de crítica contra las escuelas, una caída en el número de jesuitas, y la idea de que las escuelas eran incapaces de formar personas para la justicia y la transformación de la sociedad. Sin embargo, el Padre Kolvenbach, durante

4 Ibíd., 457.

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Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

su largo período como Superior General, claramente reafirmó la importancia de este apostolado dentro del marco general de la misión de la Compañía de Jesús. Así, en Arequipa en 1998 dijo que:

Hoy sería irresponsable abandonar no solamente el campo de la educación, sino también el de las escuelas. Desde este punto de vista de la misión, la educación y las escuelas continúan siendo un terreno importante para la evangelización. Hay muy pocos lugares en donde haya una interacción tan cercana y constante, durante muchas horas al día y durante tantos años, entre alumnos, padres, profesores y comunidad. Renunciar a la educación significaría abandonar una parte importante de la evangelización y a la “nueva evangelización5.

El Padre Kolvenbach dedicó atención especial al hecho de la globalización también, como el escenario corriente del trabajo educativo, en la educación secundaria. Destacó las grandes posibilidades que ofrece al desarrollo humano, tanto como los riesgos, que requieren la cuidadosa aplicación del discernimiento crítico, especialmente en regiones del mundo en las cuales prevalece la visión neoliberal de la vida económica. Como el Padre Arrupe antes de él, advirtió contra el uso del criterio clásico de calidad, competencia y eficacia cuando no están guiados y morigerados por el espíritu del cristianismo.

Lo que es importante, de hecho, es asegurar el desarrollo de la totalidad de la persona y de todas las personas; en otras palabras, mirar por el bien de cada uno y no solamente de los privilegiados, de intercambiar saberes y no concentrarlos para el beneficio de unos pocos y la desventaja de muchos, que permanecen más pobres no solamente en los bienes materiales sino también en los del conocimiento. En un mundo en el cual «el conocimiento es poder», debemos recordar la importancia del «saber con» y el «saber para».

En un mundo en el cual el conocimiento degenera en ilimitada competencia, y en el cual el individualismo y falta de solidaridad crean nuevas barreras y formas de exclusión, debemos reinsertar la idea de conocimiento por el bien de los demás, del conocimiento y el poder como servicio, la solidaridad, y la compasión en el pleno significado de la palabra6.

5 Peter - Hans KolvenbacH, s.J., Selección de escritos 1991-2007, Curia Provincial de España, 373-374.

6 Ibíd., 370.

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De igual manera, luchar por la eficiencia y los resultados no debe causarnos el que perdamos de vista las razones y fines de la ciencia, la tecnología, la economía y la vida misma. El Padre Kolvenbach enfatizó que «la eficiencia y los resultados que persigue la escuela católica deben permanecer dentro del marco de la teología y la ética de los medios y los fines, siempre subordinados a la gloria de Dios, que es el bien de la persona humana»7. Con intuición futurista también habló de la «ecología» que tiene que ocuparse del aire que respiramos en nuestras escuelas, un aire nuevo y puro distinto de la atmósfera contaminada que a menudo nos rodea e invade: individualismo desenfrenado, competencia feroz, falta de solidaridad, materialismo, hedonismo, insensibilidad hacia los demás y su exclusión y marginalización, falta de principios éticos y falta de compasión8. Encuentro esta teoría sobre una ecología humana general muy interesante, y aparece también hoy en las palabras del Papa Benedicto, quien nos invita a cuidar no solamente el medio ambiente natural en el que vivimos, sino primero y ante todo, el equilibrio de las personas, en sus relaciones con los demás y con Dios. Aquí una vez más vamos en busca del humanismo integral.

EN UN MUNDO NUEVO DE COMUNICACIONES DIGITALES

Volviendo ahora a considerar el estado de la educación en años recientes, notamos que la misión ha estado crecientemente marcada por las nuevas tecnologías comunicativas y por la cultura y mentalidad que ellas han creado y difundido. Esta es la cultura en la que la gente joven ha nacido, crecido y vivido, en la cual nosotros, los educadores, los acompañamos en su caminar. Nuestra intención no es rechazar de manera alguna esa cultura, sino buscar cómo vivir en ella, explotando su potencial positivo y evitando sus riesgos. No necesito, por supuesto, explicarles esto a ustedes, que son bien conscientes de los problemas que tienen que enfrentar cada día con los jóvenes.

Me limitaré entonces a dos puntos que he discutido en varias ocasiones con un buen padre jesuita, un «gurú» de los nuevos medios, un antiguo maestro de escuela, como ustedes, y actualmente director jefe de una revista cultural jesuítica, La Civiltà Cattolica, Antonio Spadaro9.

7 Ibíd., 369.

8 Ibíd., 371.

9 Cfr. a. sPadaro, La espiritualidad de los nuevos bárbaros, Civ.CAtt., 21.7.2012.

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Quizás la construcción de una «red real» de amistad entre nuestras escuelas pueda ser una oportunidad para llevar a los jóvenes del nivel de la comunicación digital o virtual al más profundo y completo del encuentro y la interacción humana

Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

El primer punto es educar a las personas en una relación humana profunda y significativa. La incesante multiplicación de los contactos en internet puede, de hecho, llevar a la ilusión de cultivar muchas amistades. Pero en muchos casos todo lo que cubre es una relación superficial que no termina nunca en un intercambio personal de experiencias de vida, lo único que puede enriquecer a la gente y ayudarla a crecer. Benedicto XVI planteó el problema en su más reciente homilía de Pentecostés. «Es verdad», dijo, «que hemos incrementado nuestra capacidad de comunicación, de intercambio de información y transmisión de noticias, pero no podemos decir que nuestra capacidad para entendernos unos a otros se haya incrementado; más bien, paradójicamente, ¿no nos entendemos menos?» De igual manera el maravilloso mensaje del Papa para el día de las Comunicaciones Sociales del 2009, se enfocó en el tema «la relación entre los pueblos» en un mundo de comunicaciones digitales. Debemos buscar el movernos de una mera «conexión» o comunicación superficial, a la experiencia de «comunión», auténtica amistad, concreta solidaridad. Debe hacerse a los jóvenes conscientes de que el internet, si se usa bien, abre importantes posibilidades de diálogo entre la gente de diferentes países, culturas, religiones y visiones, un espacio en el cual se nutre el entendimiento y la tolerancia. Así, usando el potencial de internet, el aspecto del diálogo que mencionamos antes como parte esencial de la misión de la Compañía de Jesús hoy, puede quizás llegar a ser una dimensión de nuestra actividad educativa. Y quizás la construcción de una «red real» de amistad entre nuestras escuelas pueda ser una oportunidad para llevar a los jóvenes del nivel de la comunicación digital o virtual al más profundo y completo del encuentro y la interacción humana.

Otro aspecto que nos toca profundamente como educadores es el de formar personas para la vida interior en un mundo en el que el continuo (por no decir obsesivo) deambular por internet parece hacer momentos de reflexión, contemplación y silencio interior más escasos, haciendo así cada vez más difícil plantear las preguntas más profundas acerca del significado

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de la vida. En este contexto puede ser útil reflexionar con mayor cuidado en el aspecto «interactivo» de las comunicaciones modernas en línea. De hecho, no es verdad que la gente esté obligada simplemente a moverse de un punto a otro en el internet, permaneciendo en la superficie, y que no tenga la posibilidad de llegar a involucrarse con mayor profundidad.

Me gustaría plantear dos puntos para nuestra reflexión sobre este tema. Primero, conozco una comunidad de vida consagrada que está tratando de ofrecer recursos en línea disponibles para jóvenes, para ayudarlos a discernir y reflexionar sobre preguntas acerca de sus vidas, sobre la base de experiencias concretas y preguntas que enfrentan cada día, de una manera informal y no «catequética confesional». Esto presupone que las personas en busca de sí mismas y de Dios se encuentren en internet, y que un diálogo profundo pueda establecerse con ellas. Segundo, la espiritualidad de San Ignacio, que nos enseña en los Ejercicios Espirituales, es altamente «interactiva», porque nos obliga a involucrarnos personalmente en los episodios de los Evangelios que meditamos, a interactuar y hablar con los personajes evangélicos y a reaccionar ante las actitudes espirituales, con decisiones e intenciones. Habiendo sido educados en esta manera de interactividad espiritual, y no en contemplación pasiva, puede dar origen a una forma de vida espiritual capaz de acompañar y caracterizar la «vida en la web» de los jóvenes hoy. Esto supera la visión negativa según la cual el internauta deba ser definido como alguien que permanece en la superficie y que es incapaz de entrar en la profundidad de las cosas.

Espero que estas consideraciones no parezcan errar el blanco. Están pensadas como una pequeña mirada a un cuadro mayor, que muestra la inquebrantable relación entre los grandes objetivos de los jesuitas, su espiritualidad (discernimiento y búsqueda espiritual guiada por el Evangelio) y nuestro trabajo diario como educadores de jóvenes de nuestro tiempo, en búsqueda de sí mismos y de Dios.

TRABAJANDO JUNTOS EN LA MISIÓN

Finalmente, quiero tocar otro aspecto de la misión de la Compañía de Jesús: el trabajo conjunto, en colaboración, por la misión.

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Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas

En verdad, no considero que tenga mucho que decir porque es obvio que tenemos que trabajar juntos por la misión. En Radio Vaticana, donde trabajé por veinte años (y que no pertenece a la Compañía de Jesús, pero está confiada a los jesuitas) los jesuitas sumamos cerca de quince en un equipo de 350. En sus escuelas también, pienso, los jesuitas serán una pequeña minoría con respecto al número total de educadores. Por tanto, todos somos conscientes de que nuestras escuelas existen solamente porque todos colaboramos juntos en una misión compartida que los jesuitas no podemos lograr solos. Como lo dice el Padre General Nicolás: la misión de la Compañía es demasiado grande para poder ser llevada adelante con el esfuerzo de solo los jesuitas. También dice: «Hoy más que nunca, cuando miramos expandirse los horizontes de la misión, debemos –con mayor decisión, más humildad y más alegría– experimentar la colaboración con otros como aspecto fundamental de nuestro modo de obrar». Y no solamente el Padre General, sino también el cuerpo más autorizado de la Compañía de Jesús, la más reciente Congregación General, solemne y explícitamente expresa la misma convicción: «La tradición ignaciana, cuando es expresada por voces diversas –mujeres y hombres, religiosos y laicos, movimientos e instituciones, comunidades e individuos– se hace más aceptable y más vigorosa, capaz de enriquecer a toda la Iglesia»10.

Si contemplamos la misión educativa que hemos discutido hasta ahora, su importancia y grandeza, entonces encontramos, así lo creo, que nada en ella es exclusivamente propiedad de los jesuitas, nada hay que no pueda compartirse y vivirse con otros que sientan el llamado.

Los jesuitas pueden ser animadores y custodios de cierto espíritu y de cierta tradición, pero este espíritu y esta tradición pueden ser asumidos por otros que pueden actuar con no menos convicción y pasión.

Esto significa ¡ustedes! Y les agradezco por ello, expresando la esperanza de que serán fieles y entusiastas intérpretes de una gran tradición y vocación educativa, por el bien de la Iglesia y de muchos jóvenes que necesitan orientación cuando buscan el más hermoso significado de la vida, y este es «dar a Dios su mayor gloria».

10 Congregación General 35, D. 6, n. 23.

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Informe de Nairobi: reflexiones sobre la identidad

Jesuítica desde la 70ª Congregación

de Procuradores

Daniel Patrick Huang, S.J.*

Hace unos pocos años, tuve el privilegio de encontrarme con algunos jesuitas clandestinos en un país de Asia, el cual, debido a lo sensible de la situación política allí, debe permanecer anónimo. Fue una experiencia maravillosa. Estos jesuitas eran relativamente jóvenes, en sus 40. Se conocían como diocesanos y todos tenían posiciones de liderazgo en sus diócesis. Nadie sabía, en la diócesis, excepto el obispo, que eran jesuitas. Tuvimos que encontrarnos en un restaurante indescriptible y algo distante de la ciudad donde trabajaban, por su seguridad –y por la mía también, supongo–.

Algunas cosas me impactaron de este puñado de hombres admirables. Primero, a pesar del hecho de que no pudieran identificarse públicamente como jesuitas, había claramente algo profundamente jesuítico en ellos, y lo mejor de lo jesuítico. Eran de los sacerdotes más respetados en su diócesis, conocidos por su dedicación y excelencia en el ministerio y la predicación. Eran conocidos por ser hombres espirituales que llevaban vidas sencillas y podía confiárseles la formación de los sacerdotes y las finanzas. Durante un tiempo de crisis, fue uno de estos jesuitas ocultos quien ayudó al obispo a

* Ingresó a la Compañía de Jesús en 1980. Tras ordenarse como sacerdote en 1988, obtuvo su doctorado en Teología en la Catholic University of America en 1996. Fue profesor de Teología Sistemática en la Loyola School of Theology Ateneo de Manila University de 1996 a 2004. Ocupó el puesto de Rector del Seminario San José, un seminario inter-diocesano nacional en Manila, del 2000 al 2004. Fue nombrado Consejero General y Asistente Regional para la región Asia Pacífico por el Superior General Adolfo Nicolás en la Congregación General 35 en 2008.

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llevar a instancias superiores la confrontación con las autoridades y a reunir a la comunidad católica para permanecer fuertes frente a las amenazas.

Segundo, me encontré a mi mismo perplejo porque estos hombres eligieron permanecer jesuitas cuando no había ventajas evidentes en permanecer como miembros de la Compañía. Por el contrario, se pusieron en riesgo al escoger identificarse, así fuera en secreto, como jesuitas. Cuando, durante el desarrollo de la cena, pregunté por sus razones, no hicieron inventario complejo de costos y beneficios. Para alguno, surgía del simple hecho de sentirse llamado por Dios.

Tercero, cuando les pregunté por lo que la Compañía de Jesús podría hacer por ellos, sus respuestas fueron bastante simples. Decían dos cosas: más formación y más oportunidades para experimentar la vida en comunidad.

La identidad jesuítica no está ante todo en etiquetas públicas, sino en un espíritu, un modo de vivir y servir en compromiso, libertad y coraje

Quería empezar estas reflexiones con el recuerdo de estos hombres, estos hermanos nuestros que, en este preciso momento, sin dramas ni alharacas, desconocidos para el mundo, están, de hecho, viviendo vidas jesuíticas heroicas. Pienso que nos recuerdan que la identidad jesuítica no está ante todo en etiquetas públicas, sino en un espíritu, un modo de vivir y servir en compromiso, libertad y coraje. No es una «marca» exterior, sino una profundidad de respuesta a un llamado interior de Dios. Me desafían a revisar que tan profundamente valoro mi identidad jesuítica, si la miro como algo digno de conservarse aún sin prestigio u honor, o peor aún, frente al peligro. Estos hombres me recuerdan también que la identidad necesita continua profundización en la formación y ayuda continua de la comunidad.

Finalmente, en esta fiesta de San Ignacio, estos hombres me ayudan a recordar con gratitud que el espíritu de Ignacio vive hoy, aún en circunstancias muy difíciles, y que es un espíritu que marca diferencia para bien de este mundo.

Nuestro propósito en esta mañana es reflexionar sobre cómo podemos mantener y profundizar el espíritu de Ignacio en nuestras escuelas, a la luz de

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nuestros desafíos y dificultades, así como de nuevas posibilidades y esperanzas. De hecho, por tanto, este es un tema del que ustedes conocen mejor que yo.

El tema de la identidad jesuítica de nuestras escuelas – cómo especificar esta identidad; cómo promoverla, cómo construir un programa de formación, los instrumentos necesarios, los procesos para conseguir apoyos, etc. – es aquello con lo que ustedes han luchado y le han dado sentido, incluso mostrado dramático progreso en los años recientes. No creo inapropiado decir que en ningún momento en el pasado han tenido nuestras escuelas tanta consciencia, han insistido tanto, y con tanto éxito en la promoción de la identidad jesuítica o en la identidad ignaciana como hoy.

Así, mi propósito es bastante modesto. Veo mi presentación esta mañana como una ayuda, un estímulo para la reflexión, si se quiere, en la preparación para un taller más importante esta tarde, cuando ustedes tendrán, así lo creo, oportunidad de compartir acerca de su experiencia, sus logros, desafíos y esperanzas, en la promoción de la identidad jesuítica en sus escuelas. También les dará satisfacción saber que no pretendo repasar documentos con los que ya están familiarizados. En su lugar, los invito a ir conmigo desde Asia hasta África, a la reciente 70ª Congregación de Procuradores, acontecida hace dos semanas en Nairobi. Me gustaría destacar diez puntos para la reflexión, diez temas, diez grupos de preguntas, relacionadas con la identidad jesuítica y con la misión de nuestras instituciones que emergieron, a mi parecer, de ese importante encuentro internacional de la Compañía de Jesús.

LA 70ª CONGREGACIÓN DE PROCURADORES

Primero entonces, una palabra acerca de esta Congregación de Procuradores. Después de todo ¿qué es una Congregación de Procuradores? Como lo sabrán (o quizás no) todas las órdenes religiosas y las congregaciones tienen unos capítulos regulares o reuniones internacionales prescitos en sus normas. Solamente la Compañía de Jesús no los tiene, porque Ignacio no quería perder tiempo en muchos encuentros internacionales, sintiendo que era una distracción del ministerio. Sin embargo, en las Constituciones, Ignacio estipula que con regularidad, algunas personas deberían venir de las provincias para dar información general. Para la época del tercer general, San Francisco de Borja, esta regulación se formalizó como la Congregación de Procuradores, que debía reunir representantes de cada provincia cada tres

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o cuatro años, para hacer precisamente eso: dar una información general sobre el estado de la Compañía.

Los procuradores son elegidos en las provincias para permitir una voz diferente a la del provincial, para compartir su perspectiva sobre cómo van las cosas en la provincia. Cada procurador visita las comunidades y obras de la provincia y reporta directamente al Padre General. De alguna manera es una especie de auditaje interno. ¡Probablemente es un esquema que todos los rectores y directores presentes desearían introducir en sus escuelas!

Cuando se reúnen en una congregación, los procuradores tienen dos funciones relacionadas: discutir, bajo el liderazgo del General, el estado de la Compañía de Jesús y otras preocupaciones universales; y principalmente con base en tales discusiones, discernir si se convoca o no la Congregación General. Esta Congregación de Procuradores votó negativo para convocar Congregación General.

En cierto sentido, pues, ese voto no es lo más importante de la Congregación de Procuradores. Lo que es quizás más importante es la discusión sobre el estado de la Compañía. Durante esta congregación, hubo cuatro momentos claves de reflexión y discusión. Primero, el General expresó su De Statu SocietatiS ieSu, su Estado de la Compañía de Jesús. Luego de escuchar al General, los procuradores se dividieron en pequeños grupos para discutir el De Statu y señalar preocupaciones y preguntas relacionadas con lo que dijo el General o con lo que faltó decir. Cerca de 90 preguntas surgieron, las que un grupo nuestro sintetizó y canalizó en 42. Al día siguiente el Padre General respondió todas las 42 preguntas.

Segundo, hubo un día dedicado a la reflexión sobre la misión jesuítica hoy. El Padre General ha creado tres nuevas secretarías para ayudar a animar tres dimensiones de la misión que él siente que deben estar presentes en todo ministerio jesuítico de cualquier género: el servicio de la fe, la promoción de la justicia y la colaboración. Se dio un día para reflexionar sobre las luces y sombras de la Compañía en estas áreas hoy así como para extraer recomendaciones sobre las que deben actuar el Padre General y la Compañía.

Tercero, hubo un día dedicado a una nueva intelección de la vida comunitaria en la Compañía. La comunidad jesuítica ha sido descrita tradi-

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cionalmente como una comunidad para la misión. La Congregación General 35, sin embargo, insistió que la comunidad jesuítica no es solamente para la misión, sino que ella misma es misión. La manera como vivimos juntos los jesuitas no es solamente un añadido o un soporte para la misión, sino que debe ser un elemento constitutivo de la misión. Los procuradores reflexionaron sobre la manera como este nuevo paradigma para la comunidad ha sido apropiado en la Compañía: las mejores prácticas; las sombras y desafíos; y finalmente, como siempre, las recomendaciones.

Finalmente, hubo un día destinado a África y Madagascar. La Congregación General 35 afirmó que la Compañía de Jesús tiene cinco prioridades apostólicas universales: lo que equivale a cinco desafíos apostólicos que son tan significativos y complejos que ninguna sola provincia o región puede responder adecuadamente a ellos sino que necesitan recursos combinados y dedicación de la entera Compañía de Jesús. Estas cinco prioridades universales son: las casas romanas, el apostolado intelectual, los desplazados (refugiados y migrantes), China y África. La 70ª Congregación de Procuradores se tuvo en Nairobi precisamente para enfatizar a África como una prioridad universal de la Compañía. Tres jesuitas de África dieron una breve pero substancial presentación de África. Los procuradores dedicaron un día aprendiendo sobre África –o quizás, más importantes, desaprendiendo estereotipos y prejuicios– y reflexionando sobre los dones y oportunidades de África y Madagascar para la universal Compañía y para la Iglesia.

Puede añadirse que la decisión del Padre General para tener esta Congregación en Nairobi fue histórica ¡la primera Congregación de la Compañía en casi 500 años fuera de Europa! 65% de los jesuitas en formación hoy son de África y Asia. El futuro de la Compañía «será muy diferente de lo que estuvimos acostumbrados en pasados siglos… (y) estamos aquí en África precisamente para experimentar este cambio, para reflexionar sobre él, y para celebrarlo». Y lo celebramos. El Padre General resumió su experiencia maravillosamente cuando señaló que, mientras en el oriente, en Asia, ha habido un énfasis en la espiritualidad del camino, y mientras que en el occidente, ha habido una pasión por la verdad, experimentamos en África el más importante de todos: la vida, lo que significa energía, esperanza, alegría. Puesto que Jesús es el camino, la verdad y la vida, necesitamos profundizar este intercambio de riquezas entre los continentes, de modo que podamos llegar a la plenitud, a la totalidad de Cristo.

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Es del De Statu del Padre General y de estas discusiones de la Congregación que saco los siguientes puntos. Es una síntesis enteramente personal, y no tiene nada de naturaleza oficial. Me pregunto si lo que se discutió en la Congregación puede tener relevancia o implicaciones para la identidad jesuita de las escuelas. Seguramente hay otros, pero quiero compartir con ustedes diez puntos.

Diez puntos para la reflexión

1. INSTRUMENTOS APOSTÓLICOS: Primero, pienso que es significativo que, en el apartado sobre los apostolados jesuíticos y en su De Statu el Padre General presentó cuatro desafíos y el último tiene que ver «con la identidad católica y jesuítica de nuestro trabajo». El Padre General anotó que los procuradores reportaban que se ha hecho mucho para «aclarar y fortalecer» la identidad católica y jesuítica de nuestras instituciones. Pero, un gran número de procuradores todavía sienten que debe hacerse más, y el Padre General indicó que concuerda con este juicio, particularmente a la luz de tres factores: la expansión de las instituciones, la creciente secularización de las culturas y el hecho de que nuestra instituciones están operando en unos contextos más competitivos –competencia, como ustedes saben, que se basa a menudo en criterios que no son necesariamente aquellos que las escuelas jesuíticas deben considerar más importantes–.

Lo que es más interesante para mí, sin embargo, es la manera como el Padre General enmarca la pregunta por la identidad católica y jesuítica. Dice:

Esto no es un asunto de control o poder, sino de cómo y si nuestras instituciones continúan siendo principalmente instrumentos apostólicos, claros en el propósito primario de servir la misión de la Iglesia y de la Compañía.

El criterio esencial entonces para juzgar si una institución auténticamente expresa su identidad jesuítica es que su primera y operativa autocomprensión es tal que, por sobre todo, sea un instrumento apostólico, al servicio de la misión de la Iglesia y de la Compañía de Jesús.

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Un primer grupo de preguntas puede entonces ser el siguiente: ¿Se entienden nuestras escuelas a sí mismas primordialmente como instrumentos apostólicos? ¿Hasta qué punto la visión de la escuela es no solamente una institución académica sino un instrumento para la misión de Dios, operativo y compartido por los directivos, los profesores, los empleados y los estudiantes? ¿Qué estamos haciendo para mantener esa perspectiva apostólica?

2. SERVICIO A LA FE: Mencioné previamente que el Padre General ha creado tres nuevos secretariados para animar tres dimensiones de la misión. En realidad solamente dos de estos secretariados son completamente nuevos puesto que el secretariado asociado con los temas de justicia social ha existido en la curia desde 1980. El secretariado para el servicio de la fe fue establecido en parte porque había el sentimiento de que hemos presumido demasiado esta dimensión de la misión en nuestras instituciones y trabajos, y de que el tiempo ha llegado para darle una atención más explícita a esta dimensión. Algunos de los factores que hacen la fe más difícil y amenazada en nuestro tiempo se mencionaron durante las discusiones de la Congregación: secularismo agresivo o indiferencia extendida; fundamentalismos; la percepción popular de que la religión está asociada con la violencia y la intolerancia; la pérdida de credibilidad de la Iglesia en muchos lugares.

Interesante por demás, algunos compartieron la impresión que, mientras han sido exitosos en nuestras escuelas en la promoción de la responsabilidad y el compromiso social, hemos sido quizás menos exitosos en llevar a nuestros estudiantes a la fe: esto es, guiarlos a la alegría de la amistad con Jesús, en su comunidad, la Iglesia. Algunos sugirieron que lo que está sucediendo en muchas de nuestras instituciones puede ser descrito como una «evangelización light» y esto no es suficiente para responder a los desafíos de nuestro tiempo. Otra persona mencionaba que en su asistencia parece haber una clara distinción entre sectores: las parroquias se encargan del servicio de la fe y los centros sociales se ocupan de la promoción de la justicia; y las escuelas… bien, se ocupan de la educación.

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Todos los jesuitas y todas las instituciones

jesuíticas deben «construir y ser puentes en la Iglesia»

Entonces, debemos preguntarnos: ¿Cómo estamos haciendo en términos de servicio a la fe? ¿Cómo ayudamos para llevar a quienes sirven a la alegría y la esperanza de la amistad y el servicio con Cristo en la Iglesia? En los contextos no cristianos, en los cuales nuestra misión nos llama al diálogo inter-religioso ¿cómo servimos a la fe? Una sugerencia que emergió fue que se pidiera a cada institución hacer un examen o auto evaluación de sí misma en términos de servicio a la fe. Sería un ejercicio interesante, especialmente si se hace con honestidad. Se pueden recoger las mejores prácticas, y al mismo tiempo, este proceso puede invitar a las escuelas a dar renovada atención al servicio de la fe como elemento primario de nuestra misión.

3. PUENTES HACIA Y DENTRO DE LA IGLESIA

: Parte del servicio a la fe es llevar a la gente a conocer, amar y encontrar su lugar en la Iglesia. En el De Statu el Padre General enfatizó el hecho de que la identidad jesuítica, como lo indica la fórmula del Instituto, está fundamentalmente ligada al servicio de Cristo y de la Iglesia. De modo enfático, el Padre General, recordando que la Congregación General 35 habló de nuestra misión como reconciliación, señaló que todos los jesuitas y toDaS laS inStitucioneS jeSuíticaS deben «construir y ser puentes en la Iglesia», particularmente en las iglesias locales donde hay mucha polarización y división.

Entonces un tercer punto de reflexión: ¿Cómo somos puente entre los jóvenes y la Iglesia, entre nuestra comunidad escolar y la Iglesia? ¿Cuáles son las dificultades que experimentamos en esta área y como estamos respondiendo a ellas? Como lo observó un procurador, si la gente desarrolla amor por la Compañía de Jesús apartado del amor por la Iglesia, no sería extraño si en vez de ser constructores de puentes, habremos intensificado las barreras.

4. COLABORACIÓN COMO MISIÓN: El secretariado para la colaboración es también nuevo. En el De Statu, el padre General señalaba que mientras en algunos lugares ha habido magníficos desarrollos en la alianza jesuitas y laicos, en compartir la espiritualidad,

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la misión y el liderazgo, en otros lugares, desafortunadamente, la colaboración no ha sido adecuadamente entendida; hay una falta de programas de formación sostenida y sistemática, para la colaboración, tanto para los jesuitas como para los compañeros laicos, y no hay suficientes conductos para compartir planeación y liderazgo. Para no mencionar el hecho más básico de que algunos jesuitas encuentran muy duro trabajar con otro, sea laico o jesuita.

Se admitió, con honestidad, durante la discusión que el mayor obstáculo para la colaboración es el clericalismo que existe en muchas partes en la Compañía en donde ésta está creciendo –un clericalismo compartido por ambos, sacerdotes y laicos–. En algunos lugares son los laicos los que no quieren que otros laicos asuman liderazgo en los apostolados.

Sin embargo, quizás un obstáculo más sutil y probablemente más poderoso para la colaboración también emerge, a saber la falsa comprensión de que la colaboración no está al mismo nivel del servicio a la fe y la promoción de la justicia, porque la colaboración es una simple estrategia, un medio. Esta visión instrumental de la colaboración mirará básicamente la colaboración como una adaptación estratégica frente a la disminución del número de jesuitas.

Pero la Congregación General 34 ya clarificó que la colaboración es buena en sí misma, el nacimiento y la práctica de la eclesiología del Vaticano II, la comprensión de la Iglesia como aquella en que todos son llamados a servir la misión de Dios, que es mayor que la misión de la sola Compañía.

Un cuarto punto para la reflexión es por tanto: en nuestras escuelas ¿se ve la colaboración simplemente como medio o se valora como parte integral de la misión misma? ¿Qué estamos haciendo para cambiar actitudes como el clericalismo o la visión instrumental de la colaboración?

5. ANIMADO POR UNA COMUNIDAD APOSTÓLICA: Varias veces durante la Congregación, el Padre General señaló que en muchos lugares (quizás en la mayoría) la Compañía no «lleva» nuestras

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instituciones a la manera como lo hacía en el pasado cuando una comunidad de jesuitas estaba directamente a cargo de la escuela, proporcionando liderazgo y gobierno, y asegurando la apostolicidad, del modo que fuera, de la obra.

Así, un punto interesante que surgió durante la discusión fue la necesidad de pensar hoy en términos ampliados de Comunidad apostólica ignaciana, compuesta de jesuitas, otros religiosos, laicos, gente de otras religiones, todos compartiendo a profundidad el compromiso con la misión. Esta comunidad apostólica (no en el sentido de gente viviendo junta) sería un grupo que ve la escuela principalmente como un instrumento apostólico y protegería y promovería esta dimensión apostólica. De hecho, se señaló que puede suceder que la junta directiva de la escuela no sea necesariamente esta comunidad apostólica. Un indicador de que la Compañía debería apartarse del apoyo de una institución es si una comunidad apostólica no puede ser identificada en la institución o si tal comunidad apostólica no tiene influencia real en la escuela.

Se puede uno preguntar entonces: ¿Qué es la comunidad apostólica ignaciana en nuestra escuela? ¿Quiénes la componen? ¿Cómo se mantiene? ¿Qué tanto poder tiene para mantener la escuela ante todo como instrumento apostólico?

6. EL PAPEL DE LA COMUNIDAD JESUÍTICA

: Esta idea de una comunidad ignaciana apostólica ampliada, responsable de la escuela, suscita la pregunta por el papel de los jesuitas y de la comunidad jesuítica. Algunos señalaron que la presencia de colaboradores ha provocado preguntas serias sobre la identidad jesuítica en algunos jesuitas. ¿Por qué ser jesuita si los colaboradores pueden hacer fundamentalmente todo lo que podemos hacer nosotros?

Al mismo tiempo, si la comunidad jesuítica no es más el «poder» en la escuela, ¿cuál es el papel de la comunidad jesuítica? ¿Puede la comunidad jesuítica aún continuar pensando de la escuela como «nuestra» escuela, sobre la cual nosotros los jesuitas esperamos tener algún control u opinión; particularmente si la comunidad jesuítica se compone de un número significativo de miembros

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mayores que pueden estar retirados o no tienen injerencia directa en la escuela?

Dos respuestas relacionadas emergen de esta pregunta. Primero, el Padre General señaló en su De Statu que la experiencia positiva de la colaboración señala la necesidad de los jesuitas que «estarán de una manera especial custodiando el espíritu de Ignacio y la Compañía». Segundo, si vivimos, como jesuitas, la comunidad como misión, si nuestra vida juntos se vuelve testimonio del poder del Evangelio para superar todas las fuerzas que dividen a la gente en el mundo en castas, tribus o razas, entonces es evidente que la comunidad mantiene su papel, pero no es principalmente el del poder, sino del acompañamiento y el testimonio.

Un sexto punto sobre el cual debemos reflexionar: ¿Cómo debemos entender el papel que la comunidad jesuítica juega en nuestras escuelas? ¿Cómo entienden los jesuitas su misión dentro de la ampliada comunidad apostólica ignaciana? ¿Qué necesita hacerse para cambiar esquemas y actitudes?

7. CERCA A LOS POBRES, COMPROMETIDOS CON CAMBIOS ESTRUCTURALES Y EL MEDIO AMBIENTE: La promoción de la justicia ha sido un punto fuerte de la Compañía en años recientes. El Padre General señalaba que, dentro de las luces de la Compañía hoy está el hecho de que el servicio de los pobres da forma a todos los ministerios jesuíticos, sean sociales, educativos, pastorales o espirituales. De manera particular alabó las iniciativas destacadas en la educación de los pobres en el sudeste asiático, en Latinoamérica y en Estados Unidos.

Paradójicamente, sin embargo, en el De Statu, el Padre General también se lamentó del hecho de que mientras la dimensión social de nuestra misión ha crecido en aceptación y práctica, al mismo tiempo las comunidades jesuíticas viviendo con y como los pobres han decrecido en número. El Padre General expresó la preocupación de que el contacto directo con y la amistad con el pobre parece haber declinado, y animó a renovar el compartir con el pobre.

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Además, durante la Congregación algunos señalaron que, en años recientes, parece haber habido un decrecimiento en el sentido de y la preocupación por las causas estructurales de la pobreza. Mientras que la asistencia directa al pobre es valiosa y necesaria, algunos sienten que debe renovarse la atención a los cambios estructurales y de estructuras. En este tiempo de crisis económica, por ejemplo, algunos expresaron la necesidad y la esperanza de un análisis estructural comprensivo, y el desarrollo de modelos económicos alternativos. Al mismo tiempo, otros introdujeron la importancia de desarrollar nuestro sentido de justicia intergeneracional: nuestra obligación de cuidar el medio ambiente devastado no solamente para nosotros, ni siquiera por los pobres que son los más afectados por los efectos de la devastación ambiental, sino para las futuras generaciones.

No me extraña que los comentarios del Padre General acerca de las comunidades jesuíticas puedan ser aplicados, de alguna manera, a nuestras escuelas. Como hemos crecido en nuestro compromiso por formar hombres y mujeres para los demás, sirviendo al pobre, ¿nos hemos también, al mismo tiempo, hecho más lejanos de los pobres? ¿Cómo se alienta y promueve la amistad con el pobre? Al mismo tiempo ¿cómo hemos ayudado a nuestros estudiantes a entender las raíces estructurales de la pobreza y la presente crisis ecológica y cómo hemos creado pasión para trabajar por estas transformaciones?

8. DIMENSIÓN DE UNIVERSALIDAD : En el D e S tatu , el Padre General recordaba que una de las grandes contribuciones de la Congregación General 35 fue su énfasis en la «perspectiva de mayor universalidad». Como lo indicaba el Padre General, desde los informes de los procuradores y desde sus propias observaciones, parece haber, en los pasados años, un feliz re-descubrimiento en la Compañía de la esta dimensión de la universalidad, este sentido de que los jesuitas no pertenecen a una Provincia, sino a la universal Compañía. Entre los jóvenes, hay un deseo creciente de ser enviados a misión a cualquier parte del mundo donde sean necesarios.

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Esta mentalidad universal ha tomado forma concreta en la realidad del trabajo en redes. El Padre General notó varias veces que el crecimiento de estas redes ha sido un desarrollo positivo reciente en la Compañía. Los muros entre provincias, que solía ser altos, se hacen cada vez más porosos: hay mayor cooperación entre provincias y entre conferencias, mayor compartir de recursos. La aguda, incluso competitiva distinción entre sectores del ministerio se está disolviendo, en la medida en que en todo el mundo las redes impulsan diferentes ministerios juntos en plataformas apostólicas o proyectos compartidos. El Padre General da como ejemplo la respuesta a las preocupaciones ecológicas o a los migrantes que han unido centros sociales, escuelas, parroquias, y centros de espiritualidad, trabajando juntos por la misión.

Durante las discusiones acerca de las redes, un punto interesante que surgió fue cómo se conocen de poco los de Asia, África y Latinoamérica. Conocemos mucho más sobre Europa y los Estados Unidos, debido a nuestras historias como colonias. Por esto, algunos argumentaron convincentemente la necesidad de privilegiar y fortalecer la cooperación y el fortalecimiento de las redes Sur-Sur.

Entonces un octavo punto: ¿En qué medida hay sentido de misión universal en nuestras escuelas? La mayoría de nuestras escuelas forman parte de redes de asociaciones educativas dentro de nuestras provincias o conferencias, pero ¿Qué tanto existe ese compartir de perspectivas, capacidades y recursos más allá de nuestros países? ¿Qué tanta cooperación acontece entre nuestras escuelas y otros ministerios? ¿Qué pude hacerse para promover las redes Sur-Sur en nuestra Compañía?

9. LA CREATIVIDAD DEL REINO: En el 2014 la Compañía de Jesús celebrará el segundo centenario de la restauración de la Compañía. En su carta (de convocación a la Congregación de Procuradores) a la Compañía, el Padre General decía que esperaba utilizar el momento de la Congregación a manera de preparación para la conmemoración de la vida nueva para la Compañía. Por tanto, pedía a los procuradores reflexionar sobre la creatividad en la Compañía.

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El Padre General tocó el tema de la creatividad en su conmovedor discurso final, cuando miraba al futuro. Para él, la razón más profunda por la cual estamos llamados a la creatividad incesante es porque tenemos una visión alternativa que Jesús nos ha dado: la del Reino de Dios. Todo puede ser diferente si miramos el mundo contrastado con el horizonte del Reino. Se supone que los cristianos son gente del Reino, creativos porque no están satisfechos con nada en el presente estado de cosas, que no es parte del plan de Dios. Ignacio enfatiza el magiS, adecuadamente entendido, que nos lleva a la creatividad, porque es el rechazo a estar atado por algo que limite la venida del Reino de Dios.

Con agudeza, el Padre General contrastó magiS con competencia. magiS se entiende a menudo en términos competitivos, como siendo mejor que otros. Pero esta es una comprensión errada, porque competir con otros significa que solamente hacemos las mismas cosas que otros hacen, únicamente que tratamos de hacerlas mejor. La competencia no es ya creativa porque está «más bajo que el Reino», está limitada por las reglas existentes más que por la novedad del Reino.

Debemos preguntarnos: ¿En qué medida están inspiradas nuestras escuelas en la competencia, en qué medida estamos limitados por nuestra aspiración en ser tan buenos o mejores que otra escuela? ¿Y en qué medida somos movidos por la creatividad del Reino para trascender las expectativas de otros, para encender la visión de Jesús de unos cielos nuevos y una tierra nueva? ¿Cómo se promueve la creatividad del Reino en nuestras instituciones?

10. DISCERNIENDO EL FUTURO DE NUESTRAS INSTITUCIONES:

Uno de los muchos énfasis inesperados en el De Statu del Padre General fue que los jesuitas parecen sobrecargarse y sobre extenderse. Como lo señaló, un jesuita sobrecargado o sobre extendido fue, sorpresivamente, un tema recurrente en muchos informes de los procuradores. El problema es que el jesuita sobrecargado no puede responder con profundidad y creatividad a lo que la Iglesia espera de nosotros.

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¿Qué es responsable de esta situación? Varias veces en su De Statu, y muchas veces a través de las discusiones de la Congregación, el principal problema identificado fue el rechazo de los jesuitas a ser realistas acerca del número de instituciones y trabajos apostólicos de los cuales son responsables. Este es esencialmente un problema para discernirse. Los jesuitas saben cómo empezar obras, pero nos volvemos muy apegados a ellas; no sabemos cómo o cuándo confiarlas a otras manos que puedan mantenerlas desempeñándose mejor de los que podemos nosotros. Así, tanto en su De Statu como en su alocución final, el Padre General insistió que uno de los más importantes desafíos para la Compañía hoy es el de discernir acerca del futuro de nuestras instituciones, o quizás más precisamente, discernir acerca del compromiso de la Compañía respecto a todas sus instituciones actuales.

El problema es que el jesuita sobrecargado no puede responder con profundidad y creatividad a lo que la Iglesia espera de nosotros

Como lo planteó un jesuita, las instituciones son importantes porque ponen carne al espíritu de San Ignacio; pero el problema es, para la Compañía hoy, que con nuestro número reducido, y los muchos nuevos desafíos a los que estamos llamados a responder, no hay suficiente espíritu para animar toda esta carne que hemos acumulado. Al final, el Padre General llamó al «delicado pero firme discernimiento que determine lo que podemos hacer razonablemente bien hoy con los recursos y números que tenemos». En su discurso final, el Padre General añadió que este discernimiento exigirá una creatividad que reconozca la bendición de varias formas de colaboración y diversos niveles de desempeño y compromiso jesuítico con las instituciones.

Este es seguramente un punto que nos compete a muchos de nosotros aquí, porque las escuelas abarcan el compromiso institucional mayoritario de la Compañía de Jesús. Hay que decidir sobre un discernimiento que tendrá que darse probablemente en el futuro próximo, siguiendo la distinción que la Congregación

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General 35 hizo, de que las instituciones pueden ser descritas como ignacianas (esto es, compartiendo el espíritu de los ejercicios y la espiritualidad de Ignacio) y que continuarán siendo jesuíticas (esto es, no solamente compartiendo la herencia de la espiritualidad ignaciana, sino compartiendo también la comprensión de la misión de la Compañía de Jesús e involucrando alguna forma de responsabilidad institucional jesuítica). Me imagino que más escuelas que son jesuíticas hoy se volverán ignacianas en el futuro.

Tal cambio puede, por supuesto, ser interpretado negativamente como defección de la Compañía. Sin embargo, considero que puede ser interpretado de manera más positiva: como un signo de confianza y respeto por nuestros colaboradores. Los jesuitas ordinariamente empiezan parroquias y luego las pasan al clero diocesano cuando sienten que las parroquias son suficientemente fuertes y estables. ¿No deberíamos pensar de las escuelas (sin despreciar las diferencias entre una parroquia y una escuela) de manera similar?

Esta reunión puede ser una buena oportunidad para empezar la reflexión. ¿Cuál es la calidad del discernimiento acerca del futuro de nuestras escuelas? ¿Debemos empezar a pensar de nosotros mismos más y más como ignacianos que como limitados obreros jesuitas? ¿Qué clase de estructuras y programas necesitamos implementar para mantener una conexión útil con la herencia y visión de la Compañía de Jesús? ¿Qué necesitamos hacer para convencer a los jesuitas, a los estudiantes, a los padres, y otros públicos implicados que la visión y los valores de San Ignacio se inscriben en la escuela de modo tal que nadie necesita temer el futuro que pueda tomar la dirección de la institución?

CONCLUSIÓN

Termino aquí mi informe sobre Nairobi. Permítanme un breve y final recuerdo. Mientras que estuvimos en Nairobi, tuve la oportunidad de hablar con un escolar de la provincia de África Oriental que se dirigía al magisterio en una de las escuelas secundarias de la Provincia (en una de Uganda, si recuerdo bien). Cuando le pregunté cuántas secundarias dirigía la Provincia,

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me contestó que cuatro: Una en Uganda, otra en Sudán del sur y dos en Tanzania. Añadió que todas eran nuevas, de cerca de dos o tres años, con la excepción de Tanzania que era «muy antigua». Entonces le pregunté cuándo había sido fundada, con respecto a lo «muy antigua», y contestó con total inocencia que en 1994.

Quería acabar con esto para resaltar un último punto, una realidad que experimentamos en muchas partes del mundo, en el Pacífico asiático, como parece serlo en África también. En el Pacífico asiático tenemos lugares con fuertes y establecidas escuelas –escuelas «muy antiguas» que ciertamente fundamos antes de 1994– en Australia, Hong Kong, Indonesia, Japón, Macao, Filipinas, Taiwan. Y aún, tenemos muchos lugares donde el apostolado educativo jesuítico no significa retocar instituciones estables o refinar programas ya bien desarrollados, sino de hecho comenzar nuevas escuelas, en lugares donde, debido a la pobreza, la represión y la violencia, la calidad de la educación permanece como una necesidad básica y la escuela jesuítica puede hacer un aporte significativo al país. En lugares como Timor oriental, Cambodia, Mianmar, Malasia oriental, Tailandia, Micronesia, Viet-Nam, estamos empezando, planeando o soñando nuevas escuelas, agobiados con los grandes desafíos, incluida nuestra falta de recursos y capacidad, pero también con mucha esperanza.

Digo esto para subrayar que el apostolado jesuítico educativo permanece como un modo importante para ir a las fronteras, a esos lugares donde, como lo dijo el Papa Benedicto a la Congregación General 35, otros «no llegan o encuentran dificultades en llegar». Que debamos todavía estar empezando nuevas escuelas significa que la Compañía continúa creyendo que, a través de este ministerio educativo, podemos marcar diferencia en la vida y el futuro de la gente en este mundo; que a través de las escuelas –escuelas jesuíticas–se puede todavía ayudar para llevar un poco de luz y esperanza y de vida del Reino de Dios a este mundo oscuro. Espero que nuestras reflexiones sobre la identidad de nuestras instituciones, sean antiguas o nuevas, nos permitan hacer nuestras escuelas más efectivas, más evangélicas, más apostólicos instrumentos de transformación. Quiera San Ignacio ayudarnos a vivir este espíritu más auténticamente, con mayor generosidad, con más alegría en nuestras escuelas, de modo que podamos contribuir a la redención y cuidado de los hijos de Dios y de toda la creación, para mayor gloria de Dios.

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Liderazgo - Nacido de la Misión Jesuita

ntes de empezar la parte formal de mi charla, permítanme proponerles que piensen, con tranquilidad, uno o dos nombres de personas que considerarían como líderes. Y ahora, reflexionen ¿por qué piensan ustedes en esos nombres? Piensen acerca de las cualidades, atributos que ustedes asociarían con ser un buen líder… Y ahora los invito a compartir los nombres y las ideas con una o dos personas sentadas junto a usted.

¿QUIÉNES SON NUESTROS LÍDERES?

Estoy seguro que en este mismo momento están pensando en nombres interesantes. Pero me admiraría que alguien esté pensando en su propio nombre. Creo que nadie.

Vivimos en una cultura que nos enseña a ser modestos, y la modestia es una virtud hermosa. Después de todo, Ignacio dedicó un ejercicio espiritual importante a los tres grados de humildad, y cierta vez dijo: «no hay duda que

* Fue seminarista Jesuita y más tarde ocupó el puesto de Managing Director de J.P. Morgan & Co en Nueva York, Tokyo, Singapore y Londres hasta que abandonó la empresa en 2001. También ha ocupado puestos de responsabilidad en la región de Asia-Pacífico, Europa y en Comités de Gestión de Banca de Inversión. Actualmente forma parte de la junta directiva de CHI, un sistema sanitario que comprende más de 70 hospitales en EE.UU. Lowney se graduó con summa cum laude en la Universidad de Fordham, donde también realizó un Maestría y obtuvo cinco doctorados honoríficos.

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Dios nunca nos faltará, previsto que encuentre en nosotros esa humildad que nos hace merecedores de sus gracias».

Pero cuando llegamos a la idea de liderazgo, les sugiero que su modestia puede estar mal ubicada o errada, porque tienen una idea fragmentada o equivocada de liderazgo. Como si fuera un estereotipo, nos urge asociar liderazgo con esta carga de cosas – como los presidentes, los generales, los jefes ejecutivos, etc –. Pensamos en los líderes como personas que son famosas, ricas, celebridades, a menudo obsesionadas con el honor o el estatus, lo opuesto a la humildad. Así, por supuesto, sería inmodesto llamarnos a nosotros mismos líderes.

Pero la idea de que el liderazgo es solamente para los jefes ejecutivos no es solución para ningún problema en negocios, en política o en la sociedad. Más bien es parte del problema, y quiero sugerirles que si entendemos correctamente el liderazgo, las primeras personas que necesitan pensarse como líderes son ustedes, y les voy a explicar por qué.

¿QUÉ HACEN LOS BUENOS LÍDERES PARA MOTIVAR A LOS QUE LOS RODEAN?

Esa era la segunda parte de nuestro ejercicio, y sé que la gente sale con magníficas ideas como decisión, visión, honor, etc. Pero me sorprendería que alguien haya pensado en estas ideas, articuladas a quien tiene maravillosas credenciales de liderazgo, que es quien haya dicho: «Debes amar a aquellos que lideras para ser un líder efectivo».

El líder que acabo de citar fue el general Eric K. Shinseki, quien hasta hace unos pocos años era el oficial militar de mayor rango en los Estados Unidos. Cuando oí por primera vez esa cita, me impactó por extraña, saliendo de una clase militar típicamente asociada con la dureza y el machismo.

Pero quizás no está fuera de lugar. Porque mientras más pienso en ello, más sospecho que un general toma decisiones más sabias cuando ama a aquellos que debe colocar en riesgo de daño, y también sospecho que los soldados se desempeñan mejor cuando confían en que son amados y valorados por quienes tienen la terrible responsabilidad de enviarlos a enfrentar la muerte.

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Entonces, ¿quién es el líder… y cómo están liderando nuestros líderes? Bien, todos nosotros estamos liderando, bien o mal, todo el tiempo. Y nuestro modo de liderar – nuestro reclamo de liderazgo – no es nuestro estatus en una escuela u organización, sino simplemente los valores que escogemos para nuestra vida y trabajo para dar forma a nuestro oficio.

Esta idea de que todos son líderes va en contra ciertamente de nuestros estereotipos de liderazgo. No pensamos de esta manera. Pero esto no es un invento o algo que nos hayamos construido. Si miramos en el diccionario, encontraremos varias definiciones de liderazgo, pero las definiciones incluirán siempre esta: señalar un camino, dirección o meta y motivar a otros hacia ella.

¿No es verdad que cada uno de los que están en este salón hace realidad esas palabras todo el tiempo? Ustedes están señalando un camino o dirección a sus amigos y vecinos con la manera como tratan a sus colegas, la intensidad con la que trabajan, lo que hacen con su dinero, si se preocupan solamente por ustedes mismos o por los demás. En todos estos casos, están liderando: señalando una manera de influir en los demás, buena o mala. Todos nosotros tenemos padres y muchos de ustedes son padres: ¿Puede haber una manera más obvia para señalar un camino e influenciar a otros que el liderazgo que muestran a sus hijos cada día? Algunos de ustedes son profesores o directivos: el papel modelador será una de las experiencias más intensas que los estudiantes, nuevos adultos, verán de cómo una persona adulta deba comportarse e interactuar en el lugar de trabajo: ustedes les señalan el camino en la manera de tratarlos, lo que valoran, lo que dicen, etc. Su colega jesuita – ahora santo – Alberto Hurtado lo expresa de este modo: «Para enseñar, es suficiente con saber algo, pero para educar, uno debe ser algo. La verdadera educación consiste en darse uno mismo como modelo de vida, como lección auténtica».

Aunque todos nosotros estamos liderando, muchos de nosotros lo hacemos solo «subconscientemente». Para hacer realidad nuestro total potencial de liderazgo, necesitamos ser más explícitos – más y más propositivos – acerca de nosotros como líderes, el tipo de líderes que queremos ser, y como vamos a proyectar esto en nuestras familias, lugares de trabajo, y otros medios con los cuales interactuamos.

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Toda esta conferencia es acerca de liderazgo. La palabra líder se menciona tres veces en las tres frases que anuncian esta conferencia: «los líderes de nuestra red global de escuelas secundarias se reunirán», dicen ustedes, y uno de ellos se ha enfocado en «cómo los educadores de las escuelas jesuíticas pueden preparar a los estudiantes para llegar a ser líderes globales». El Padre General lo plantea de esta forma,

Animo a todas las redes de escuelas secundarias jesuíticas a aprovechar esta oportunidad para avanzar en el compromiso de la Compañía con la formación de líderes que puedan servir tanto a la Iglesia como al mundo.

¿POR QUÉ DEBEMOS PREOCUPARNOS POR EL LIDERAZGO?

Simplemente porque el joven siglo XXI nos presenta un rango increíble de oportunidades y desafíos, algunos de las cuales esta conferencia ha destacado: en tecnología, globalización, desafíos a nuestra misión e identidad, etc. Un liderazgo fuerte es necesario para ir al paso con estos cambios atropellados.

Permítanme recordarles que sus predecesores, la primera generación de jesuitas, también afrontó cambios increíbles. Solamente piensen, por ejemplo, que en vida de Ignacio y Francisco Javier, el mundo que conocían los europeos fue más que triplicado; los europeos encontraron culturas completamente nuevas, idiomas y tradiciones; la primera revolución en los medios de comunicación de la historia se daba en la medida en que proliferaban las imprentas. Y protestantes y reformadores usaban los novedosos medios de la tecnología para confrontar a la Iglesia católica con el más profundo desafío del milenio. Aunque muchas cosas estaban cambiando en la vida de Ignacio, muchas en nada cambiaban: la gran mayoría de los habitantes del mundo eran pobres y no tenían acceso en absoluto a la educación secundaria; menos del 1% de la población gozaba de la gran bendición que tienen todos en este salón: educación superior.

¿Cómo reaccionaron sus predecesores? Cuando describo las iniciativas de liderazgo de esas generaciones espero que entiendan que estoy hablando, sin sutiles analogías, también a la generación de ustedes. La generación de los jesuitas fundadores fue pionera de un modelo de escuela completamente

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nuevo, haciendo disponible la educación con un nivel de calidad que antes no existía, y con un acceso más amplio que no había tenido antes. Entendieron que ninguna escuela o país podía por sí o solo implementar las mejores prácticas; así, como se sentían parte de un cuerpo universal con una misión también universal, libremente intercambiaron correspondencia sobre sus mejores prácticas e ideas curriculares, en todo el mundo jesuítico; eventualmente codificaron las mejores prácticas en la Ratio Studiorum, de modo que cada nueva escuela no tuviera que reinventar la rueda.

Compartieron recursos: los personales, y los financieros, que eran más abundantes en los países desarrollados, fueron transferidos a las economías emergentes para ayudar al rápido comienzo de misiones jesuíticas. Usaron nuevos medios tecnológicos: mientras que Roma se preocupaba por prohibir libros, los jesuitas se preocupaban por el uso de los medios para contribuir con sus ideas al discurso público así como para apoyar a la Iglesia católica durante un período muy difícil. Cruzaron fronteras, con los primeros europeos, para sumergirse en nuevas culturas y aprender nuevas lenguas. ¿Hicieron todo perfecto? Por supuesto que no. De seguro, desde la perspectiva del siglo XXI, algunos de sus métodos parecerían colonialistas y condescendientes con sus culturas hospederas en mundos emergentes, pero cuando se juzgan desde la mentalidad de su tiempo, no con los estándares del siglo XXI, la mayoría de los historiadores los juzgan de lejos, muy de lejos, más avanzados que sus similares contemporáneos.

Mis hermanos y hermanas, nuestra generación se enfrenta a nuestra propia versión de cada uno de estos desafíos, y es ahora el momento para ser igualmente avanzados, pioneros e innovadores. Cuando la ICJSE se reúna, cinco siglos a partir de ahora, en el 2512, ¿qué dirán de nuestra generación?

Déjenme empezar con un escenario de pesadilla: Esto es lo que estoy seguro dirán: «Bien, el mundo se globalizaba rápidamente en los albores del siglo XXI y aunque las escuelas jesuíticas habían heredado una red global evidentemente sin par, nunca se ingeniaron como usarla. La cultura del siglo XXI valoraba el dinero y el éxito personal y sus excelentes escuelas graduaron muchos que usaron sus dones efectivamente para alcanzar el éxito financiero personal y para ellos mismos, pero solamente algunos usaron sus dones y talentos para beneficio de los pobres del mundo. El siglo XXI se volvió cre-

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cientemente secularizado, y ellos nunca se imaginaron cómo decantar una vibrante práctica de fe ente sus estudiantes».

Pero tengo la confianza de que se dirán otras cosas de ustedes, muy diferentes, cosas como estas: «…fueron dignos sucesores de la primera generación. Encontraron la manera de usar la tecnología para mejorar la experiencia educativa. Graduaron estudiantes que ayudaron a la Iglesia a revitalizarse. Sus graduados formaron una red global para ayudar al mundo a erradicar la pobreza de su tiempo».

Tengo la confianza de que se dirán estas cosas, porque ustedes heredaron la cultura, el estilo de liderazgo jesuítico que les ayudará a vencer los desafíos más amenazantes. Ustedes medrarán si pueden decantar en cada uno de los estudiantes, directivos y profesores la cultura del liderazgo que crearon sus fundadores. Y quisiera hablar acerca de tres elementos de esa cultura de liderazgo: el don del Magis heroico, el don del ingenio alcanzado a través de la indiferencia ignaciana, y el don del amor.

Primero, el don del Magis heroico. Permítanme empezar con una anécdota. Acabo de alabar el extraordinario sistema escolar jesuítico, pero cuando empezó, francamente, el sistema de la escuela jesuítica era un desastre. Estos hombres nunca habían dirigido nada. ¿Cómo podrían saber cómo llevar una escuela? Y mientras la escuela estaba en su infancia, un jesuita tenía el coraje para escribir al rey de España y llamar estos intentos de pequeñas escuelas tan importantes que, «el bien ser del mundo entero y de toda la cristiandad» dependes de ellas. Suena como un jesuita que habla ¿no es así? De hecho, por otra parte, totalmente basado en la realidad. Porque en otro lugar, escribiendo una carta a uno de sus amigos jesuitas, escuchen lo que este mismo tipo tenía para decir acerca de lo que sentía al enseñar a los niños en la escuela todo el día: «Es algo repulsivo, aburridor y pesado; guiar y enseñar y tratar de controlar una banda de jóvenes, que son por naturaleza tan frívolos, tan inquietos, tan habladores y perezosos para trabajar, que hasta sus padres no los pueden retener en casa».

Este jesuita nos ha dado un maravilloso modelo de heroísmo: por un lado, debemos contar con la realidad. Lo que es un problema, decimos que es un problema. Estamos totalmente conscientes de los dolores de cabeza que día a día nos produce llevar una escuela, desde los caños averiados

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hasta la excesiva burocracia y el escaso dinero. Pero por el otro lado, nos las ingeniamos para mantener nuestra visión: esto es lo que podemos lograr cuando trabajamos bien unidos. Los cristianos podemos entender esto como modelo «encarnacional» de heroísmo, en otras palabras, estamos imitando a Jesús, que apareció en un mundo caótico y complicado; lo ve como es, y sin embargo permanece comprometido con esta visión de cómo deben vivir y tratarse los seres humanos entre sí.

Hemos crecido acostumbrados a asociar el heroísmo con actos extraordinarios como salvar personas atrapadas en edificios en llamas o salvar camaradas en batalla. Esta visión jesuítica, por el contrario, propone que el heroísmo se refiere menos a una oportunidad a la mano – porque muchos de nosotros no podemos controlar las oportunidades que la vida nos presenta; quizás no tengamos nunca la oportunidad de salvar a alguien en peligro – sino más bien se refiere a la respuesta a la oportunidad a la mano, que siempre podemos controlar. El profesor no tiene garantía de que tendrá un impacto profundo que cambie la vida del niño; su heroísmo se manifiesta en el compromiso de vivir y trabajar como si pudiera hacer tal diferencia.

Los equipos de mejor desempeño son los equipos en los que la gente posee el instinto competitivo

Sobre todo, el Magis heroico significa una profunda convicción de un propósito mayor a sí mismo. Hay una anécdota acerca del presidente Kennedy, quien visitó la Nasa a mediados de los 60, cuando encontró un caballero limpiando el piso; y por educación, le preguntó cuál era su trabajo. Supuestamente le respondió, «señor, estoy poniendo un hombre en la luna». Bien, estamos aquí en los Estados Unidos, donde nuestra característica cultural principal es buscar el número 1: cada persona se preocupa de sí misma y nada más.

Pero todos aquí saben que los equipos de mejor desempeño son los equipos en los que la gente posee el instinto competitivo. Si puedo usar algún americanismo, son los que «pasan sobre sí mismos» y valoran que esto no se refiere a mí, no se refiere a ser profesor de literatura, el rector, el bibliotecario. Más bien, nuestro equipo triunfa cuando nos vemos a nosotros mismos como participantes en una misión digna de nuestro tiempo y energías, y cuando invertimos algo de nuestra energía, talento y ego en esto. De hecho, pensando

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en el Magis, nos damos cuenta que la misión no es solamente nuestra escuela, sino algo más amplio y grande: ¿Cuál es la mayor gloria de Dios aquí? Allí donde me lleve el Magis en términos de las vidas de mis estudiantes, las necesidades de nuestra comunidad, las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, hasta al otro lado del mundo. Cómo podemos hacer que por esta red, las escuelas jesuíticas trabajen unidas para hacer lo que sugiere el Padre General en su carta, que cito aquí:

Uniéndonos como un cuerpo global de jesuitas en la educación secundaria, por primera vez podemos empezar a establecer maneras de preparar colectivamente nuestros estudiantes y nuestras comunidades, para enfrentar las alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias de las personas en la era presente, especialmente aquellas que son pobres o están de alguna manera golpeados.

Una vez que las personas empiezan a pensarse a sí mismas de esta manera, han empezado a liderar: se están viendo a sí mismas como colaborando para establecer modelos y a alcanzar una visión mayor que ellos mismos; no solamente como haciendo un trabajo. Este espíritu del Magis es el que inspiró a los jesuitas, incluso en sus pequeñas responsabilidades de dirigir escuelas pequeñas o parroquias, para entender sus trabajos en los términos más extraordinarios, «Estamos trabajando para poner los fundamentos de edificios que durarán tanto como resista el mundo», dice uno. Imagínense si cada uno de nosotros como profesores, en cada una de nuestras escuelas, sintiera su trabajo de esta manera.

El primer desafío es insuflar este espíritu del Magis, pero el desafío siguiente será entonces conseguir resultados reales, lo cual requiere de espíritu de ingenio, que surge de la indiferencia ignaciana; esto es, de que estemos abiertos al ingenio cuando estemos libres de toda resistencia interior que pueda restringirnos para emprender proyectos aún más ambiciosos en el servicio de Dios. Cualquiera de nosotros aquí puede en treinta segundos concebir fácilmente una docena de cosas diferentes que puede hacer nuestra red de trabajo: nuestros estudiantes de diferentes países pueden enseñarse idiomas en línea, grupos multinacionales de estudiantes pueden estudiar conjuntamente problemas globales, crear círculos internacionales de oración, crear un sito de recaudación de fondos para que nuestros estudiantes y ex alumnos consigan dinero para los proyectos jesuíticos de apoyo a los pobres, apoyar un día mundial del servicio, conjuntamente crear y distribuir planes de estudio sobre temas jesuíticos importantes, invitar a todos los ex

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alumnos de la ciudad (no solamente a nuestros graduados) a un currículo de conferencias periódicas sobre tópicos, o días de reflexión, y docenas más de ideas que surgirían. Y por cada excelente idea que surja, cualquiera estará inmediatamente en capacidad de pensar 20 razones por las cuales no debe realizarse: hicimos algo similar antes, probablemente fracasará, solamente emprendemos iniciativas pensadas por nosotros, no seremos los encargados, siempre hicimos las cosas de manera diferente en el pasado, bla, bla, bla.

Aquí entra el espíritu de la indiferencia ignaciana. Tenemos escuelas aquí con los nombres de los padres Ricci, Javier, Claver, de Nobili, de Smet. Si estos hombres hubiesen escuchado tales objeciones, nunca hubieran intentado los hechos destacados por los cuales los honramos en los nombres de nuestras escuelas.

Más bien su estándar fue el Magis: ¿Es esta una idea valiosa que servirá a la mayor gloria de Dios? Si es así, entonces eliminamos apegos a nuestro propio ego, estatus, o nuestra escuela particular, provincia o país, a nuestros temores de fracaso o locura aparente; nos hacemos libres, internamente libres, para pensar con ingenio «cómo podemos» en lugar de «por qué no podemos».

Nuestra habilidad para liberarnos de esta manera – no preocuparnos de nuestro propio ego, estatus, o incluso de apegarnos a nuestras posesiones o dinero o a nuestra dotación escolar – nuestra habilidad para hacernos libres y generosos para seguir el Magis, viene del tercer aspecto de la cultura de liderazgo jesuítica: que no evaluamos las cosas con los ojos del mundo, que nos invita a unirnos y apegarnos a nuestro poder y ventajas, sino que, miramos a través de los ojos del amor, hemos recibido muchos dones, y nuestra respuesta, como en la contemplación para alcanzar amor, es que queremos rendir esos dones.

Ignacio les dijo a sus colegas que «el amor debe manifestarse en hechos, no en palabras». Y esto empieza, por supuesto, con nuestros estudiantes, incluyendo, quizás, especialmente aquellos menos privilegiados, pobres, marginados, rebeldes o de algún modo por fuera del común. Escuchemos cómo el Padre Nadal, alguien de la primera generación de jesuitas, lo plantea al describir la misión de los jesuitas como

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…cuidar de aquellas almas para las cuales no hay nadie que cuide o, si alguien debe cuidar, descuida el cuidado. Esta es la razón para la fundación de la Compañía. Esta es su fuerza. Esta es la dignidad de la Iglesia.

Todos saben que los niños aprenden y se desempeñan más productivamente cuando son criados, enseñados y dirigidos por familias, maestros y tutores que los valoran como importantes y dignos, que colocan altos estándares, que crean ambientes de amor más que de temor. ¿Por qué parecemos convencidos, no obstante, que las necesidades de nuestros adultos, las necesidades de las directivas, sean diferentes? Los mejores equipos a los que he pertenecido han medrado precisamente porque eran confiables, de apoyo mutuo, respeto real por los talentos de cada uno, interés real por ayudar a los demás a triunfar, y un deseo de mantenerse responsables de altos estándares, de modo que cada uno de nosotros pudiera realizar al máximo su potencial personal y de equipo.

Debemos reflexionar en el verdadero sentido de la palabra «Compañía». Notaría que el nombre formal que el fundador de los jesuitas escogió para su compañía fue, en su español nativo, Compañía de Jesús. La palabra jesuita fue acuñada posteriormente como una especie de apodo. Y la manera como ellos entendieron «compañía» no es lo que entendemos típicamente hoy. Aunque hoy en día el significado de la palabra compañía ha sido casi que secuestrado completamente por las empresas comerciales, recuerden que la raíz latina de la palabra es cum panis «juntos» y «pan», en otras palabras, una compañía era el grupo de personas que «partirían el pan»… en el siglo XVI una «compañía» estaría a menudo referida a un grupo religioso, una tropa militar, o incluso a un grupo de amigos. Estos primeros jesuitas se vieron a sí mismos como compañeros, ante todo de Jesús, pero también entre sí, y este compañerismo dinamizó sus esfuerzos. La Compañía de Jesús nos está ofreciendo el desafío de volver con nuestras «compañías» a la raíz del concepto: grupos caracterizados por el apoyo mutuo que dinamice a los miembros del equipo.

Quizás fue más fácil para la primera generación de escuelas jesuíticas percibir este sentido de «compañía» con cada uno disperso por el mundo. Muchas de las escuelas eran dirigidas directamente por los provinciales jesuitas; la mayoría de los profesores eran jesuitas. Hoy, muchos de ustedes trabajan en instituciones separadamente incorporadas y la gran mayoría del cuerpo de profesores y directivos son laicos: el gran reto para esta conferencia:

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¿Podemos crear un sentido de compañía a través del mundo que sea efectivo, no solamente que todos respetemos las mismas tradiciones y proclamemos las mismas consignas, como «cura personalis» y «hombres y mujeres para los demás», sino que logremos trabajar juntos de manera significativa frente a los desafíos de la época?

He hablado acerca del liderazgo usando básicamente un lenguaje secular, pero el liderazgo jesuítico es, por supuesto, fundamentalmente espiritual, enraizado en Jesús. Si el espíritu de Dios no es la inspiración, nunca serán ustedes heroicos, ingeniosos, o amorosos a la manera en que lo he descrito. Necesitamos entender la verdadera idea de liderazgo como profundamente religiosa. Si, nuestro lenguaje religioso usa palabras como vocación o disciplina y estas palabras tienen una connotación de «seguimiento». La palabra vocación significa llamado, y si te llamo, me sigues. Pero nuestro lenguaje religioso también utiliza palabras como apóstol y misión, y estas palabras tienen exactamente el significado opuesto: envío. Si te envío, estarás en el frente, estarás en misión, estarás liderando.

Los primeros jesuitas abrazaron el lema: ite iNflaMMate OMNia (ve e inflama todo el mundo) para el Magis, porque ellos mismos habían sido inflamados. Fueron ingeniosos y libres porque habían encontrado la perla de gran precio, y entendieron que el estatus, la ambición, el ego, no significaban nada en comparación con la perla. Y fueron amorosos porque habían experimentado el amor de Jesús por ellos.

El liderazgo jesuítico es, por supuesto, fundamentalmente espiritual, enraizado en Jesús

Obtuvieron estos dones a través de la profunda autoconsciencia que surge de los ejercicios espirituales, y recordándolos cada día de sus vidas a través del examen. Y estoy seguro que ustedes, que el estilo del liderazgo jesuítico de ustedes, se enraizará solamente si encuentran la manera de implantar en estudiantes y directivas estos mismos valores: a través de experiencias de retiros, ejercicios en la vida diaria, prácticas diarias como el examen, y ejercicios similares.

En mis últimos cinco minutos, permítanme dejarles tres desafíos: Sean Cristo, sean responsables, sean innovadores.

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1. Sean Cristo: El Padre Steve Dufft, ya fallecido, me instruyó en el año propedéutico y enseñó en mi preparatoria durante 50 años. Jugó un papel de modelo para mí. Después de 30 años, entendí el secreto de su efectividad, cuando escribió un ensayo sobre la enseñanza, en el año de su retiro: «Me veo a mi mismo irradiando a Cristo a mis estudiantes todo el tiempo… Hago esto por mi preocupación, amor y respeto por ellos… Lo hago siendo amistoso en el trato con ellos… (pienso en Jesús) caminando con sus discípulos, permaneciendo con ellos las 24 horas del día, e influyendo siempre en ellos mediante la manera de tratarlos». Recuerden la definición de liderazgo que les compartí: señale un camino, influya en los demás. Duffy entendió de lo que se trataba. Si podemos conseguir miles de profesores que piensen y actúen de igual manera, con seguridad triunfaremos.

2. Sean responsables: ¿Considera usted que se mantiene responsable en sus altas aspiraciones? Cada una de sus páginas web, de manera vistosa, anuncia la idea de que usted está en la labor de «formar hombres y mujeres para los demás», como lo dijo inicialmente el Padre Arrupe: «Hoy nuestro primer objetivo educativo debe ser formar hombres (y mujeres) para los demás; hombres (y mujeres) que no vivan para sí mismos sino para Dios y su Cristo… hombres (y mujeres) que no puedan concebir un amor a Dios que no incluya amor por el último de sus prójimos; hombres (y mujeres) completamente convencidos de que el amor a Dios que no se traduce en justicia para los demás, es una farsa». Y, más recientemente, el Padre Kolvenbach decía:

La medida real de nuestras escuelas radica en lo que nuestros estudiantes lleguen a ser. Bien, ¿qué llegan a ser sus estudiantes? ¿Qué tan exitoso es usted formando estos hombres y mujeres para los demás? Muchas preparatorias jesuíticas en Estados Unidos saben exactamente qué porcentaje de la cohorte de 1985, por ejemplo, donó dinero para la escuela ese año; no soy consciente de ninguna escuela jesuítica en el mundo que sepa qué porcentaje de la cohorte de 1985 es de hombres y mujeres para los demás. Por supuesto es difícil de medir, pero la única manera de convertir aspiraciones ideales en realidad es manteniéndose responsable con ellas. Comiencen imaginándose y discutiendo entre ustedes qué esperan que sea un hombre o mujer de 40 años para los demás, quizás pregúntennos a los ex alumnos nuestras opiniones, encuéstenos. Sospecho que serán gratamente sorprendidos por las respuestas;

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pero nunca sabrán que tan exitosos fueron hasta que no se sientan ustedes mismos responsables.

3. Sean innovadores: Dos investigadores de profesión observaron una vez que las empresas altamente exitosas se caracterizaban por la habilidad para «preservar el núcleo y estimular el progreso». Como líderes de una escuela jesuítica esto es parte de nuestro trabajo. Preservar el núcleo: mantener aquellas cosas esenciales que nos definen, que son tan fundamentales para lo que somos que no pueden cambiar nunca. Para todo lo demás: estimular el progreso: Qué puede ser mejor, qué podemos ensayar. Estén abiertos a tomar prudentes riesgos. ¿Fallaremos algunas veces? Por supuesto las habrá. A menudo digo a las corporaciones que pueden aprender de la tradición jesuítica; así que permítanme mencionar, con respeto, una cosa que buena parte del mundo jesuítico puede aprender de las corporaciones: mayor riesgo, apertura y tolerancia con los errores. Por supuesto que no podemos nunca tolerar el olvido de nuestros principios, y no podemos nunca tomar riesgos que puedan poner en peligro los valiosos estudiantes que nos han confiado. Pero cuando llegan grandes ideas que pueden beneficiar nuestra red, nuestros estudiantes o aquellos que son pobres y sufren, por qué no podemos tomar el riesgo de ensayarlas, especialmente si el solo riesgo de fallar es, o será, el herir nuestro propio ego un poco y quizás perder un poco de tiempo y dinero, un pequeño gasto en nuestros egresos. Al menos 25 instituciones aquí se llaman San Francisco Javier y cada una de sus escuelas invita a los estudiantes a imitar este gran santo jesuita, un hombre que voluntariamente cambió todo, donde vivía, como trabajaba, la lengua que hablaba: piensen solamente en la dimensión del riesgo personal que asumió. Una ola de cambio recorre el mundo, y ahora no es el tiempo para nosotros de aferrarnos, un tanto temerosos e inseguros. Ahora es el tiempo de honrar a este gran santo, y a otros héroes como Ricci, de Nobili, Hurtado, fundador del Hogar de Cristo, el Padre Vélaz, fundador de Fe y Alegría y otros, arriesgándonos en innovaciones que preservarán nuestra red de trabajo y el heroico Magis para las cinco generaciones venideras.

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Antes de acabar, deseo decirles algo más. Si usted es un cirujano plástico, un lustrabotas, un técnico en computadores, el impacto de su trabajo se ve de manera inmediata, y la gente lo apetece. Pero cuando usted enseña, su impacto real se hace efectivo décadas después, y raras veces retorna para dar las gracias. Sé que su trabajo es algo difícil, incierto, y solitario, por eso quiero decirle que estamos agradecidos, aún si no volvemos a decírselo. No tengo nada que Dios no me haya dado, y mucho de lo que me ha dado vino primero de mis padres y luego de mis maestros.

Espero que resuene en mis comentarios la firme creencia de que el título que ustedes ostentan es increíblemente rico, increíblemente poderoso, e increíblemente relevante para el mundo actual. Veo muchas fortalezas únicas en la marca jesuítica, y muchas de ellas responden muy bien a la crisis que enfrenta la sociedad norteamericana en el siglo XXI. Este es su momento. Todo especialista que conozco, que se refiera a los negocios, a la Iglesia, a la política o a la vida ciudadana, menciona la necesidad de un mayor liderazgo. Pero mientras todos estamos de acuerdo en su necesidad, no logramos articular respuestas adecuadas, en parte debido a que estamos atorados con esa idea descompuesta de liderazgo que se refiere solamente a estatus, posición en un organigrama jerárquico, dinero o poder. Bien, los que están en esta aula pueden enseñar a la sociedad, por la manera como procedemos en nuestros asuntos, un singular, importante y laborioso modelo de liderazgo para el siglo XXI, basado en la noción de que cada uno lidera cuando comporta valores modélicos como los que he referido. Preguntaba al comienzo que pensáramos cada uno en dos o tres líderes vivos, y espero que ahora piensen primero en sus propios nombres cuando digo que necesitamos personas más competentes, audaces, virtuosos que puedan conformar modelos, maneras de liderar, para aquellos que están en nuestros equipos, en nuestras empresas y en nuestras comunidades, por el modo como vivimos y trabajamos, como tratamos a nuestras familias y trabajamos con colegas y usuarios.

Todo especialista

que conozco, que se refiera a los negocios, a la Iglesia,

a la

política

o a la

vida ciudadana, menciona la necesidad de un mayor liderazgo

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Oración:

Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela

Agbonkhianmeghe E. Orobator, S.J.*

REFLEXIÓN SOBRE EDUCACIÓN COMO ACOMPAÑAMIENTO, COMPASIÓN Y SOLIDARIDAD

Invocación (cantada)

¡Abba, Dios!

Eres alabado

Agraciada mano llena de generosidad ¡Abba, Dios!

Revela tu grandeza

Que todos puedan creer

Que has plantado tienda entre nosotros Que habitas en nuestro mundo.

* Es un jesuita nigeriano que desde el 2009 ostenta la posición de Provincial en la Provincia de África Oriental en Kenia. El Padre Orobator es escritor, editor y profesor en el Hekima College Jesuit School of Theology en Nairobi, Kenia.

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Cuando fui por primera vez a la escuela (1)

Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela. No había libros. Y mi maestra era más una pastora que una maestra. El tipo de escuela al que fui se llamaba «Escuela Garri». Exagero un poco cuando la llamo escuela, porque no era realmente una escuela (ciertamente como la entenderíamos hoy). Tenía casi cinco años. Desde el puro comienzo, ir a la escuela se sintió como entrar por una puerta a una experiencia de la cual nunca retornaría; una aventura que transformaría mi vida para bien.

Cada mañana, la maestra hacía la ronda a pie por todo el vecindario, parando en cada casa para recoger a los niños que ya tenían edad de cinco años. Para el momento en que la maestra llegaba a la escuela, había recogido hasta 50 niños de edades entre 4 y 5 años. La maestra marchaba delante de los niños, y todos los niños lo seguían. Era responsabilidad de la maestra guiar al grupo de niños a través del tráfico, los canales abiertos, entre las casas, hasta que finalmente llegaban todos a salvo a su casa. Su casa era la escuela. Pero no había salón de clases. Todo lo que teníamos era un largo corredor, afuera de una casa de una sola alcoba de la maestra. Allí era donde teníamos nuestras clases; desde temprano en la mañana hasta la media tarde. Al cierre de la escuela, la maestra nos sacaba, de la manera que vinimos, dejando a cada niño en su casa (hombre o mujer) hasta que el último niño era entregado a salvo en su casa. A la mañana siguiente, repetíamos la misma jornada con nuestra maestra itinerante, de la casa a la escuela y de la escuela a la casa.

A la tierna edad de 5 años, desarrollé un profundo apego a mi maestra. Para mí, mi maestra era alguien que sabía el camino a la escuela, el lugar del aprendizaje; no solamente ella sabía el camino a la escuela, sino que señalaba el camino, y yo seguía. Cada día, sin fallar, como una pastora, nos llevaba hasta la escuela y nos retornaba. Ya sea yendo o viniendo, ningún niño fue dejado atrás. Como Jesús en el huerto de Getsemaní, mi maestra cuidaba de que ninguno de los niños que le confiaban se perdiera1.

Esta maestra-pastora era todo para nosotros y nos cuidó de todos los modos posibles. Estuve siempre fascinado por la manera como parecía encon-

1 Jn 18, 9.

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Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela

trar tiempo para cada niño en su escuela. Aunque éramos muchos, en todo momento, sentí que yo era el centro de todo lo que la maestra hacía: desde ser pastoreado hasta la escuela hasta ser cuidado y nutrido maternalmente, yo era el centro de todo. Podía contar siempre con «la atención personal, el ánimo y la dedicación» de mi maestra. Se preocupaba y nutría mi «cuerpo, mente y espíritu»; se interesaba por «toda mi persona» y en lo que me estaba convirtiendo.

Reflexionemos por un momento: ¿Qué sucedería si el arte de educar fuera como pastorear y acompañar a aquellos que nos son confiados a lo largo del camino del conocimiento, la verdad y el descubrimiento? Nosotros no seríamos los inventores de este arte, por el contrario, seríamos imitadores de Jesucristo, el Buen Pastor.

Reflexión: Juan 10:1-15

En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador; pero el que entra por la puerta, ése es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero y las ovejas oyen su voz, y llama a las ovejas por su nombre y las saca fuera; y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; pero no seguirán al extraño; antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Les dijo esta semejanza; pero no entendieron qué era lo que les hablaba. De nuevo les dijo Jesús: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas; todos cuantos han venido eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les oyeron. Yo soy la puerta; el que por mí entra se salvará y entrará y saldrá y hallará pasto. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante. Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por sus ovejas; el asalariado, el que no es pastor dueño de sus ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas, porque es asalariado y no le da cuidado de las ovejas. Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las ovejas.

Cuando fui por primera vez a la escuela (2)

Dije que la escuela a la que fui, cuando tenía 5 años, se llamaba «Escuela Garri». Garri es una comida básica en África occidental; se hace de casabe, un tubérculo que crece en muchos países de África occidental. El «garri» es una harina seca, nutritiva, granular que puede prepararse como

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masa rígida y densa y consumida con salsa. Lo más parecido al garri puede ser el cuscús. Cada mañana, cuando éramos pastoreados fuera hacia la escuela mi madre medía un puñado de garri y lo metía en mi bolsillo. Si tenía suerte, también conseguía algún maní tostado para masticar con el garri. El garri era particularmente adecuado para este género de escuela. En la escuela, no había galguerías, ni chocolates, ni galletas. Luego de comer, o mejor de tragar, algún garri seco, tomaba algo de agua, y como el garri absorbía agua, en mi estómago, se me inflaba. El resultado final era que me sintiera lleno, tan lleno como para aguantar un día de escuela.

Había algo más acerca de mi Escuela Garri. No teníamos libros, no teníamos lápices, no teníamos plumas. Sé que esto parece extraño, hasta chocante, pero es verdad. No teníamos ni libros, ni lápices ni plumas. Entonces, ¿Cómo escribíamos o con qué? Teníamos tabletas de madera. Cada mañana llevaba mi tableta a la escuela. La tableta era una pieza de madera que medía cerca de 8 pulgadas de ancho por 10 de largo, y un cuarto de pulgada de espesor. Para dar una imagen de lo que estoy hablando, piensen en una tableta moderna o IPad, excepto que la que usábamos en la escuela era de madera. Para escribir en una tableta usábamos una tiza, pero a veces usábamos carbón. El carbón, como saben, es negro. Ese era mi estilógrafo. Como pueden imaginar no teníamos sillas ni pupitres. Cada uno se sentaba en el desnudo suelo, con nuestras tabletas en las piernas. No había mucho que se pudiera escribir en una pequeña tableta. Sorprendentemente fue en estas maderas pequeñas en donde aprendí a escribir inglés y aprendí la aritmética básica de la suma, la resta, la división y la multiplicación.

Recientemente, recibí una solicitud de un joven que me expresaba su deseo de unirse a la Compañía de Jesús para llegar al sacerdocio. Cuando leí lo referente a su primera educación, no pude más que pensar en su experiencia similar a la mía. Esto es lo que escribió:

Acerca de mi educación, comencé mi escolaridad en 1991 en la escuela local del pueblo. Era (aún lo soy) pequeño para ir a la escuela y por tanto, me llevaba mi hermana a la espalda. Escribíamos en el suelo (es decir, en el piso, con una pedazo de madera) y en hojas de plátano, luego de lo cual la maestra venía a inspeccionar nuestro trabajo. Escribir en el suelo era muy divertido porque podíamos fácilmente corregir nuestro trabajo… Escribir en hojas de plátano no era fácil, porque costaba mucho cuidar libros tan delicados (esto es, las hojas de plátano). Todo descuido podía rasgar los libros (léase: hojas

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Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela

de plátano). Los libros no eran caros, pero esto quería decir que no duraba lo suficiente para que pudiéramos ver cómo solíamos escribir en nuestros primeros niveles de educación.

La historia de este joven, sobre su educación temprana, llevado por su hermana mayor, escribiendo en el suelo pelado, o usando hojas de plátano como libro de ejercicios, sería similar a la de muchos africanos de mi edad o mayores.

Tal como lo recuerdo, cuando fui por primera vez a la escuela, había muchos desafíos para superar, pero la educación me ayudó a darme cuenta de que esos obstáculos no eran insuperables. Cuando no teníamos libros, usamos tabletas u hojas de plátano; cuando lápices, plumas, o tizas faltaban, usábamos pedazos de carbón; cuando no había sillas o pupitres, los llevábamos desde la casa sobre la cabeza y luego los regresábamos a casa.

Qué tal si el arte de educar fuera hacer de lo imposible lo posible, crear nuevas oportunidades, potenciar capacidades latentes, descubrir horizontes mayores, cruzar nuevas fronteras, estimular la creatividad sin límites… En las palabras del arzobispo Desmond Tutu: «La educación es el motor a través del cual se potencia el desarrollo, tanto para el individuo, abriendo nuevas oportunidades, como para los países, buscando remover el duro herraje de la pobreza» (mayo 26, 2010).

Reflexión: Congregación General 34, decreto 26, no 27

El jesuita nunca está satisfecho con lo establecido, lo probado, lo ya existente. Nos sentimos constantemente impulsados a descubrir, redefinir y alcanzar el Magis. Para nosotros, las fronteras y los límites no son obstáculos o términos, sino nuevos desafíos que encarar, nueva oportunidades por las que alegrarse. En efecto, lo nuestro es una santa audacia, «una cierta agresividad apostólica», típica de nuestro modo de proceder.

Cuando fui por primera vez a la escuela (3)

Luego de completar un año en la Escuela Garri, me enrolé en lo que llamamos escuela primaria, o escuela por grados. Para cualificar para la escuela primaria, no teníamos que presentar examen escrito. En cambio, cada niño tenía que tomar un examen físico. Era un chequeo muy sencillo: tuve

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que poner mi brazo derecho sobre mi cabeza y tocar mi oreja izquierda. Si podía tocar mi oreja izquierda, estaba capacitado para empezar la escuela primaria. Fracasé en el examen, pero mi jefe de grupo hizo una excepción, así que no fui dejado por fuera.

Hablando de no dejar por fuera, algo de lo que más recuerdo cuando iba a la escuela a los 5 años: parecía una eternidad el ir y volver de la escuela. Para ir a la escuela, debíamos zigzaguear por todo el vecindario. Así que si eras el primer niño en ser recogido o el último en ser dejado, significaba que literalmente tenías que visitar las casas de todos los otros niños, antes de llegar a la escuela o a la casa. Lo bueno era que ninguno de nosotros tenía que hacer tal viaje solo, siempre caminábamos en grupo; varios niños del mismo vecindario se unían para la larga marcha hacia la escuela o hacia la casa. Cuando miro atrás, se me aclara: en el caminar está nuestra educación.

Cuando lo recuerdo, desde mi primer día de escuela, fui siempre parte de una comunidad. El viaje de ida y regreso a la Escuela Garri nunca fue un viaje solo. Además de la maestra, siempre había una comunidad de estudiantes con quienes hice la jornada; nos apoyábamos unos a otros; cuidábamos unos de otros; compartíamos las pequeñas porciones de garri con los niños que no eran tan afortunados para tener su ración diaria. Visitar la casa de otro cada día era parte de la ida a la escuela; todo el vecindario llegaba a ser mi escuela; nos buscábamos mutuamente de manera que nadie se quedara. Ir a la escuela significó que ninguno de nosotros caminara solo.

¿Qué tal si el arte de educar fuese un caminar creado comunidad, una comunidad de solidaridad, compasión, amistad y apoyo mutuo?

Reflexión: El Papa Juan Pablo II, sobre la solidaridad

La solidaridad… no es un vago sentimiento de compasión o desasosiego superficial por los infortunios de tantas personas, tanto cercanas como lejanas2.

2 Papa Juan Pablo II, Sobre el compromiso social, n. 38.

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Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela

La solidaridad nos ayuda a ver al «otro»… como nuestro «prójimo», como «ayuda»3, para hacerlo copartícipe por igual con nosotros del banquete de la vida al cual todos son igualmente invitados por Dios4.

La solidaridad es la acción en bien de la familia humana, que nos estimula a ayudar a superar la división en nuestro mundo. La solidaridad une al rico con el pobre. Hace al libre activo por la causa de los oprimidos. Saca de la comodidad y la seguridad para arriesgarse por las víctimas de la tiranía y la guerra. Llama a los fuertes a cuidar de los débiles y vulnerables a lo largo del espectro de la vida humana. Abre hogares y corazones a aquellos que huyen del terror y a los migrantes cuyo esfuerzo diario posibilita estilos de vida cómodos. Construir la paz, como nos lo ha dicho el Papa Juan Pablo II, es trabajo de solidaridad. Llamado a la solidaridad global: Desafíos Internacionales para las parroquias de USA.

Cuando fui por primera vez a la escuela (4)

Dos vías divergen en un bosque, y yo tomé el menos transitado, y esa fue toda la diferencia.

RobeRt FRost «El camino no tomado»

Hace ya mucho tiempo que fui a la Escuela Garri; cuarenta años, para ser preciso. Cuando miro hacia atrás en mi experiencia, desde la Escuela Garri a través de los estadios subsecuentes de educación, muchas cosas aún permanecen, muchas cosas sobre lo que es la verdadera educación. Como jesuita, he llegado a valorar la importancia de la buena educación. La educación bien vale todo el sacrificio que por ella hemos hecho. Nunca podremos poner precio al valor de la educación. Estoy agradecido por todos los años de escolaridad y todos los desafíos que conllevaron. Han hecho de mi lo que soy ahora: un aprendiz de por vida.

La Compañía de Jesús, y su ejército de amigos y colaboradores, se han comprometido con proveer buena educación, de calidad y al alcance de

3 Cfr. Gn 2, 18-20.

4 Papa Juan Pablo II, Sobre el compromiso social, n. 39.

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la gente, por cerca de cuatrocientos sesenta años, en todos los continentes. Como comunidad universal, hemos registrado grandes triunfos en nuestro sistema de escuelas en muchas partes del mundo. Ustedes lo saben mejor que yo, cómo se ha dado el influjo de la educación jesuítica desde 1548. Solamente en USA, incontable número de instituciones jesuíticas, como la preparatoria del Boston College, trabajan según la tradición pedagógica ignaciana formando hombres y mujeres para los demás, enraizada en la fe que produce justicia.

Vengo de la Provincia de África oriental. Hay seis países en esta provincia: Kenia, Uganda, Tanzania, Etiopía, Sudán y Sudán del sur. Tenemos 4 preparatorias y dos escuelas primarias en la Provincia. En una población de cerca de 250 millones de habitantes representamos una pequeña gota de agua en un océano de necesidades.

Nuestra escuela en Wau, Sudán del sur, está localizada en una región en donde hubo una guerra civil que duró más de 20 años. Aún hoy algunos dicen que la guerra no ha terminado. Durante 20 años de guerra se cerró la escuela, porque los salones fueron usados por los militares de Sudán del norte, como campamento de base para las incursiones sobre territorios rebeldes del sur del país. Afortunadamente, hace 4 años, el ejército abandonó la escuela y pudimos renovarla y reabrirla. Hoy, algunos de los 200 estudiantes de la escuela secundaria Loyola en Wau, Sudán del sur, son ex-soldados que lucharon en la guerra civil como menores combatientes.

Para venir a esta conferencia, viajé desde nuestra preparatoria (Ocer Campion Jesuit College) en Gulu, Uganda del norte. Está localizada en el corazón de una región en donde un poderoso y abyecto grupo rebelde mató y mutiló miles de niños, mujeres y hombres; secuestró jóvenes para hacerlos niños soldados y niñas para hacerlas esclavas sexuales; y expulsó millones de personas de sus casas como refugiados y desplazados internos. Quizás algunos de ustedes han oído hablar del Ejército de Resistencia del Señor5

Ya sea en Wau o en Gulu, Lima, Lagos, Sidney, París, Kinshasa, Córdoba, Barcelona o Ciudad de México, no importa el contexto o el desafío, la educación jesuítica se ocupa de marcar la diferencia en la vida de los niños,

5 Lord´s Resistance Army, en youtube, en el video llamado KONY 2012.

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Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había

conduciéndolos a lo largo del camino que cambiará para bien sus vidas y el mundo que los rodea.

Empecé esta reflexión compartiendo con ustedes mi experiencia educativa como niño. Cuando miro esa experiencia siento gratitud por las oportunidades que tuve de tener maestros consagrados; limitados pero apropiados materiales escolares; una comunidad de compañeros estudiantes con los cuales caminé desde y hasta la escuela. Sobre todo, estoy agradecido porque no me dejaron atrás.

Un pensamiento de partida: Elmina versus Messina

En la costa oeste del moderno estado Africano de Gana, permanece un castillo del siglo XV conocido como el Castillo Elmina. Elmina es un castillo para esclavos. Como castillo europeo de su tiempo, el imponente edificio se enorgullece de una intrincada arquitectura de salas, departamentos, torres de vigía, salas de banquetes, balcones, y… una capilla. Hay varios castillos similares, fuertes y fortalezas a lo largo de la línea costera de África. Comparten algo en común: cada castillo, fuerte o fortaleza tiene lo que se llama comúnmente la puerta del no retorno.

En el interior del castillo de Elmina hay un extenso patio; pero, algo cerca de este patio ha llegado a definir lo que representa este castillo en la historia de inhumanidad del hombre con el hombre. Este patio operaba como mazmorra, como celda de encierro para cientos, miles de mujeres, hombres y niños, en camino para el así llamado «Nuevo Mundo», a enfrentar un horrible futuro de brutalidad, cautiverio y esclavitud. El patio se abre a la bahía de embarque sobre el océano Atlántico. Desde la mazmorra eran tratados, abusados, torturados y hostigados de todas las maneras posibles; esos esclavos eran arrastrados a través de la puerta de no retorno para padecer las aleves travesías cruzando el océano Atlántico. Una vez que cruzaban esa puerta, su destino estaba marcado; no había retorno de la miseria, el cautiverio, y la esclavitud del otro lado del Atlántico. Eran mercancía para negociarse, marcarse, y mantenerse en trabajo cautivo por el resto de sus vidas.

¿Qué tal si el arte de educar un niño fuera como llevarlo (a él o a ella) a través de la puerta de no retorno? Pero al contrario de la puerta de no retorno del castillo de Elmina, a través de la puerta de la educación que represente

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liberación para el espíritu humano; que fuera empoderar un niño para que despliegue y saboree las más finas manifestaciones del espíritu humano. En palabras de Julio Nyerere, antiguo presidente de Tanzania,

Decimos que somos creados a imagen de Dios. Rechazo imaginarme a un Dios pobre, ignorante, supersticioso, temeroso, oprimido, fracasado, que es lo que son el bloque mayoritario de aquellos… creados a imagen de Dios.

La educación es el arte de imaginar y alcanzar lo opuesto de los que el castillo de Elmina representa. El castillo de Elmina fue construido en 1482; como lo fue el grupo de escuelas ignacianas, desde 1548, en Messina, Sicilia; hemos liderado muchas personas a través de la puerta de no retorno, liberando la mente humana de la cautividad de la pobreza, la ignorancia, la superstición, el miedo, la opresión, la injusticia… re-creando mujeres y hombres a la imagen de Dios.

Reflexión: Lucas 4:16-21

Vino a Nazaret, donde se había criado, y, según costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron un libro del profeta Isaías, y, desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracias del Señor». Y enrollando el libro, se lo devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El. Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.

Mis amigos: «Hoy (a través de sus ministerios educativos) este pasaje de la escritura se cumple en la audiencia».

Oremos

Que como hombres y mujeres comprometidos con el ministerio jesuítico de la educación, podamos ser arquitectos de un mundo nuevo donde la fe y la justicia se acompañen de la excelencia intelectual; un mundo donde el servicio se exprese en amor, compasión y solidaridad; un mundo donde ningún niño sea abandonado.

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Oración: Cuando fui por primera vez a la

Oremos al Señor.

Señor, escucha nuestra oración.

Que en nuestros ministerios educativos jesuíticos, especialmente entre los jóvenes, podamos aprender a caminar con los jóvenes, aprendiendo de su generosidad y compasión para ayudarse unos a otros a crecer a través de la fragilidad y la fragmentación hacia un alegre integración de nuestras vidas con Dios y con los demás6.

Oremos al Señor.

Señor, escucha nuestra oración.

Que en nuestros ministerios jesuíticos, nuestro profundo amor a Dios y nuestra pasión por el reino de Dios nos encienda, como fuego que enciende otros fuegos. Que podamos mirar el mundo como lo mira Dios; y podamos aprender a comunicar esta manera de mirar, así como una pedagogía inspirada por los Ejercicios Espirituales, a los demás, especialmente a los jóvenes

Oremos al Señor.

Señor, escucha nuestra oración.

Que como mujeres y hombres comprometidos con la educación jesuítica nunca estemos satisfechos con el status quo, lo conocido, lo ensayado, lo que tenemos; que podamos trabajar constantemente para descubrir, redefinir, y buscar el Magis, y a través de la pedagogía, traspasar fronteras y límites para enfrentar nuevos desafíos, acoger nuevas oportunidades, con una santa audacia y agresividad apostólica7.

Oremos al Señor.

Señor, escucha nuestra oración.

Conclusión:

El Padrenuestro en las respectivas lenguas.

6 Cfr. Congregación General 35, D 2, n. 10.

7 Cfr. Congregación General 34, D 26, n. 27.

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Homilía en la fiesta de San Ignacio, Boston,

julio 31 de 2012

Seán Patrick O’Malley O.F.M. Cap*

M

is queridos padres y hermanos de la Compañía de Jesús; querida comunidad de escuelas jesuíticas en el mundo entero, reunidos en Boston, gracias a la gran visión de Bill Kemeza.

Gracias por haberme invitado a celebrar con ustedes la fiesta de San Ignacio de Loyola, su fundador.

En el seno de la primera comunidad de jesuitas, como en otro tiempo en el seno de la primera comunidad de los cristianos, llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, resonó como un imperativo ineludible, dado por el mismo Jesús. Las palabras del Evangelio, la última exhortación de Jesús, son claras y sin escapatoria: «Vayan al mundo entero, proclamen la Buena Nueva, yo el Señor estoy con ustedes, hasta el fin de los tiempos».

Es por obedecer al mandato del Maestro que Pablo y los apóstoles recorrieron todo el contorno mediterráneo, anunciando la Buena Nueva. «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» Exclamaba Pablo. Lo cual querría decir: «Estoy muerto si no evangelizo».

* Curso estudios filosóficos y teológicos en el Saint Fidelis College de Herman (Pensilvania) y el Capuchin College de Washington (Distrito Federal). Licenciado en Ciencias Religiosas de la Universidad Católica de América, en Washington. Actualmente Cardenal de Boston, miembro de las Congregaciones: para el Clero; para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; y del Pontificio Consejo para la Familia.

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Fue empujado por el mismo Santo Espíritu, fue por el mismo impulso misionero que varios jesuitas como Mateo Ricci en China o Francisco Javier en Japón, fueron a vivir entre las poblaciones de países lejanos; les ofrecieron el tesoro del Evangelio, a la vez que respetaron las riquezas de sus civilizaciones.

Desde mi juventud, me ha gustado mucho la película de Roland Joffé, «Misión», que muestra todo el respeto de los evangelizadores jesuitas por la dignidad de las personas y la nobleza de las culturas que descubrieron.

El anuncio del Evangelio se ve confrontado hoy con tantos desafíos, no menos importantes que los que encontraron los misioneros jesuitas, desde los primeros tiempos.

Que esta Eucaristía, en la fiesta de San Ignacio de Loyola, su patrono, nos llene de una fe serena para anunciar esta Buena Nueva mediante el testimonio y nuestra alegría de vivir la aventura de ser discípulos de Jesús, como copartícipes de su compañía. Yo les deseo una alegre y bella fiesta, asegurándoles nuestra oración y nuestra gratitud.

La gran novela de Arturo Pérez Reverté, «La Carta Esférica», es una búsqueda por encontrar un barco náufrago con los tesoros de los jesuitas. Los felicito a todos ustedes porque han descubierto el tesoro jesuítico. No está en un barco náufrago sino en las innumerables escuelas donde los jesuitas y sus colaboradores luchan para transmitir la fe católica, formando jóvenes para los demás.

En el mundo de hoy, oímos mucho acerca de los fumadores pasivos y los daños colaterales; pero también existen los beneficios colaterales. Nunca fui a una escuela jesuítica, pero soy beneficiario de la extraordinaria formación católica que los jesuitas dieron a mi padre, a mis tíos, a mis primos y a mi hermano. Todos ellos son profesionales extraordinarios con un gran compromiso con su fe, la Iglesia, sus familias y el Evangelio social.

Las contribuciones de la educación jesuítica a la civilización en todo el planeta es una gracia de la que nos hemos beneficiado todos, porque un joven soldado fue herido y en su convalecencia tuvo tiempo para reflexionar y descubrir la vocación.

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Ignacio era aficionado a leer libros mundanos de ficción e historias de caballeros errantes. Cuando se sintió mejor, pidió algunos de estos libros para matar el tiempo. Pero no había tal género de libros en la casa; en su lugar, le dieron una vida de Cristo y una colección de las vidas de los santos, en español.

Miguel de Unamuno, en su «Vida de Don Quijote» establece un claro paralelo entre don Quijote y San Ignacio. De hecho, describe el encuentro de San Ignacio con el Moro cuando estaba en su camino a Monserrat, para dejar sus armas a los pies de la Madona negra. El Moro blasfema contra la Virgen; así que San Ignacio debe decidir si lo persigue y lo mata o si sigue su peregrinaje. San Ignacio suelta las riendas y deja que la mula escoja el camino de Monserrat o el del Moro. Obviamente la mula escoge el camino de Monserrat; así, Unamuno atribuye la fundación de la Orden a la mula de Ignacio. Todos damos gracias a esa mula y a Ignacio que abrazó la gracia de la vocación y cambió el curso de la historia.

El 17 de marzo de 1865, el Padre Bernardo Petitjean, un sacerdote francés, fue destinado a la iglesia católica de Nagasaki, en Japón. La iglesia estaba destinada a los extranjeros pues no había católicos japoneses. De un momento a otro, 15 japoneses llegaron a la puerta. Pedían ver la imagen de la Santísima Virgen, y querían asegurarse de que el Padre Petitjean y los sacerdotes eran célibes y que habían sido enviados por el Santo Padre de Roma. Después de recibir tales certezas, decenas de miles de cristianos escondidos abarrotaron la iglesia. Habían estado ocultos por 250 años, afrontando ser descubiertos y perseguidos, bautizando sus hijos y observando el año litúrgico sin sacerdotes.

Esto muestra claramente el gran impacto que los misioneros jesuitas, 55 de los cuales murieron como mártires, tuvieron en el pueblo de Japón. El espíritu de Ignacio y los esfuerzos de Francisco Javier dieron al pueblo de Japón la luz del Evangelio y el deseo de vivir su fe bajo las circunstancias más difíciles. El fruto de la siembra de la formación jesuítica produjo cosecha para dos siglos y medio.

Ser un profesor, un educador, un formador es un privilegio y una gran responsabilidad. No solamente afecta las vidas de nuestros estudiantes, sino las vidas de los que ellos tocan.

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En mi primera visita al museo del Holocausto, en Washington, me impactó una carta retro-proyectada en la pared que fue dirigida a los profesores por un hombre llamado Chaim Ginnot:

Querido Profesor,

Soy un sobreviviente de un campo de concentración. Mis ojos vieron lo que nadie puede atestiguar:

Cámaras de gas construidas por ingenieros formados.

Niños envenenados por médicos educados.

Infantes muertos por enfermeras entrenadas.

Mujeres y niños abaleados y quemados por bachilleres y universitarios.

Así que sospecho de mi educación. Mi petición es: ayude a sus estudiantes a ser más humanos. Su esfuerzo no debe producir nunca monstruos, asesinos psicópatas, Eichmanns educados.

Lectura, escritura, aritmética son importantes solamente si sirven para hacer que nuestros niños sean más humanos.

Sócrates estaba equivocado: la virtud no es lo mismo que el conocimiento. Debemos ayudar a la gente no solamente a ser educada sino a ser virtuosa.

La primera lectura de la misa de hoy es del libro del Deuteronomio. Moisés le dice al pueblo: «Si obedeces los mandamientos del Señor, vivirás, amando al Señor y caminando en sus caminos. Pongo ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición». La maldición es rechazar los mandamientos y seguir los falsos dioses. Los falsos dioses son aún el becerro de oro, el dinero, el sexo, el poder.

El hombre virtuoso debe saber cómo andar en los caminos del Señor. La vida de la fe y la virtud es difícil, inmersa en una cultura moderna de increencia, alentada por el materialismo y el individualismo con un residuo de cultura cristiana. Pero todo el empuje de la cultura secular contemporánea, con Hollywood y televisión por cable, la adicción al entretenimiento y el excesivo énfasis en la filosofía de «primero yo», no puede hacer feliz a la gente.

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Todos los tres evangelios sinópticos contienen la historia de un joven rico que hacía la pregunta correcta, pero no se alegró con la respuesta. El influjo del dinero en él era muy grande para vencerlo. Como dice Chesterton:

Desde que el cristiano afirma que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos, los científicos han tratado de criar camellos más pequeños y los ingenieros han tratado de hacer agujas más grandes.

La primera instrucción de Jesús es, igual que la de Moisés en la primera lectura: «Obedece los mandamientos y vive». La mala noticia es que Dios puede exigir más de nosotros, renuncia, sacrificio, la cruz. Uno de los Evangelios narra como Jesús miró al joven con cariño. Si solamente se hubiera dado cuenta de cuánto lo amaba el Señor, hubiera dado alegremente su dinero a los pobres y hubiera seguido al Señor y experimentado la alegría de su amistad. Por el contrario se fue triste. Los falsos ídolos nos esclavizan: el dinero, el sexo y el poder. Es en el discipulado en donde encontramos liberación.

Para ser discípulos debemos ser capaces de contestar la pregunta del Evangelio: «¿Quién dices tú que soy yo?» Pedro, la voz de la Iglesia, hace su confesión de fe: «Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo». Nuestra tarea es transmitir esa fe. La fe se transmite como un lenguaje, viviendo en una comunidad para que hable tal lenguaje. No se trata de impartir información, sino más bien de acompañar a los jóvenes en el camino de una vida construida en relación con Cristo y con la Iglesia.

Cristo es el esposo, nunca el viudo; no existe separado de la Iglesia. Ignacio notó esto y es una de las razones por las cuales quería en los jesuitas un amor especial por el Papa, el Santo Padre, el sucesor de Pedro.

Es imposible leer los Ejercicios Espirituales sin notar la primacía que Ignacio da a la vida interior, y a la búsqueda para discernir la voluntad de Dios y abrazarla.

Esta es la razón por la cual los maestros católicos, especialmente en las escuelas jesuíticas, deben ser maestros de la oración. En el mundo de hoy, sin la fortaleza que viene de la Eucaristía dominical, es imposible vivir una vida de discipulado fiel. Todas las obras de misericordia, servicio comunitario y el trabajo por la justicia necesitan fluir de la Eucaristía. Es allí

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donde Cristo se da a sí mismo por los demás y es allí donde encontramos la fortaleza para seguir a Jesús y abrazar la gracia costosa del discipulado, haciendo oblación de nuestras vidas a Dios.

Cuando era obispo en las Indias Occidentales, teníamos la sinagoga más antigua del hemisferio. Un día el rabí me invitó a hacer un recorrido. Era una construcción danesa (en las Indias Occidentales) con tres siglos de antigüedad, con piso de arena. Caminando alrededor del templo, recogí un viejo libro de oraciones que abrí al azar en la antigua oración judía que empieza con las palabras: «Más que Israel haya guardado el sábado, el sábado guardó a Israel». Pensé para mis adentros que nosotros, del Nuevo Pacto, podemos decir lo mismo. Más que hayamos guardado la obligación de la misa dominical, ella nos ha conservado como un pueblo, enfocado en Dios, en comunión, con un sentido de misión común.

El modo de vida cristiano es extraño al mundo. Hauvaus nos describe como «extraños residentes», como los judíos en la diáspora viviendo como extranjeros en tierra extraña; desterrados, tratando de sobrevivir en la tierra de cualquiera. Ellos aprendieron que si tenían que resistir a la asimilación en una cultura dominada por el paganismo, era importante para los «extraños residentes» reunirse para alabar el nombre, para repetir la historia, para cantar los cantos de Sión en una tierra que no conocía al Dios de Sión.

Una colonia es una cabeza de playa, una avanzada, una isla de cultura en medio de otra, un lugar donde los valores hogareños se reiteran y transmiten a los jóvenes, un lugar donde el lenguaje característico y el estilo de vida de los extraños residentes se nutren amorosamente y se refuerzan.

Es imposible ser un discípulo sin la comunidad. Y la Eucaristía es donde se reúne la comunidad, descubre su propia identidad y encuentra la fuerza y la motivación para realizar su misión. La amistad es esencial para el modo cristiano de vivir.

El nuevo mandamiento dado por Cristo cuando lavó los pies a los discípulos es: Ámense unos a otros como yo los he amado, así todos conocerán que son mis discípulos.

En un mundo adicto al entretenimiento, la misa puede ser aburrida para los jóvenes. Como maestros, podemos enseñar a los jóvenes a orar y

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enseñarles la importancia de la comunidad en una cultura de individualismo extremo. Espero que aprovechemos el «Año de la Fe» para reconectar a los jóvenes con la Eucaristía dominical. Y aunque somos habitantes extranjeros en la diáspora, tenemos la gran responsabilidad de transformar el mundo alrededor, de construir una civilización del amor. O como el concepto judío bien lo expresa: Tikkum Olam, reparar el mundo.

Para nosotros, la urgencia por reparar el mundo empieza al responder a la pregunta de Cristo a Pedro: «¿Quién dices que soy yo?» Nuestra fe en Cristo no es algo teórico y abstracto; es una relación, una amistad, un modo de vida que nos lleva a ser hombres para los demás. La transformación del mundo empieza en nuestro propio corazón, en respuesta a la llamada de Dios a seguirlo como discípulo, a tener un sentido de vocación y un sentido de misión.

Ayuden a sus estudiantes a descubrir lo que al joven rico le faltó por experimentar; a saber, lo mucho que el Señor nos ama, y que al seguirlo debemos hacer la ofrenda de nosotros mismos a Dios y a los demás. Y si no lo hacemos, nos iremos tristes.

El Padre Arrupe lo expresaba muy bien:

Nada es más práctico que encontrar a Dios; esto es, enamorarse de manera absoluta, final. Lo que amas, lo que captura tu imaginación afectará todo. Decidirá la razón para levantarte en la mañana, lo que harás en la tarde, cómo pasas tus fines de semana, lo que tú lees, a quien conoces, qué rompe tu corazón, y lo que te admira con alegría y gratitud. Enamórate, permanece en el amor y él decidirá todo.

Quisiera concluir compartiendo con ustedes una parábola japonesa que tiene una gran moraleja sobre el amor y el sacrificio, y la urgencia de ser un hombre que vive para los demás.

Había un hombre que hizo mucho dinero en el negocio de bienes raíces. Un día decidió vender todo y construir una hermosa casa en la cima de una montaña, desde donde pudiera ver el mar y la playa. Cada día hacía una caminada por su jardín y miraba el mar allá abajo, apreciando más y más su nueva casa.

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Un día avistó un gran tsunami en el horizonte, que venía hacia la playa; y notó que un grupo de sus vecinos hacía un picnic en la playa. Estaba ansioso por alertar a sus vecinos y gritaba y agitaba sus manos una y otra vez. Pero estaban tan lejos que no podían oírlo ni verlo. Así que el hombre finalmente incendió su preciosa casa con el deseo de salvar a sus vecinos. Cuando los vecinos en la playa vieron el humo y las llamas, algunos dijeron: «Subamos la montaña para ayudar a nuestro amigo a salvar su casa». Mientras que otros dijeron: «La montaña es alta y nos estamos divirtiendo; vayan ustedes». Y el resto pensó que alguno otro lo ayudaría, así que no necesitaban interrumpir el picnic. Bien, los que treparon la montaña para salvar la casa de su vecino se salvaron a sí mismos. Los que permanecieron en la playa divirtiéndose perecieron cuando las grandes olas golpearon la playa.

La realización humana plena consiste en hacer de nuestra vida –un regalo– de ser un hombre que vive no para sí mismo sino para los demás. La subida de la montaña del amor-sacrificio es la única senda a la felicidad, al sentido de la vida, y a la salvación nuestra y la del mundo.

Oramos por tu mayor gloria, Señor. Tú has suscitado en tu Iglesia a San Ignacio de Loyola; permite que con su ayuda y por su ayuda y su ejemplo, luego de haber combatido en la tierra, participemos de su victoria en el cielo. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor y nuestro Dios, que reina contigo y el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

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Colección Apuntes Ignacianos

Temas

Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)

Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)

Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)

Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»

Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).

Formación: Propuesta desde América Latina.

Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada. Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.

Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.

La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.

Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)

Congregación General N° 34. Nuestra Misión y la Justicia.

Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)

Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)

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Temas

El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.

En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...

Afectividad, comunidad, comunión.

A la mayor gloria de la Trinidad (agotado)

Conflicto y reconciliación cristiana.

«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical.

Discernimiento comunitario y varia.

I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado) «...Para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz» La vida en el espíritu en un mundo diverso.

II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.

Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.

III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida.

Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.

IV Simposio sobre EE: El “Principio y Fundamento” como horizonte y utopía.

Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.

Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.

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Temas

V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.

Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.

VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.

Contemplativos en la Acción.

Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.

VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.

VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento. Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.

IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE.

Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto. Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.

X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.

XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).

Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)

Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (II)

XII Simposio sobre EE: Contemplación para Alcanzar Amor «En todo Amar y Servir»

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Educación y Espiritualidad Ignaciana

I Coloquio Internacional sobre la Educación Secundaria Jesuita

Presentación 1

La educación jesuita: Aceptando las nuevas fronteras, un continuo caminar 4

José Alberto Mesa, S.J.

Comentarios al Panel 21

Gerard Blaszczak, S.J.

Educación de calidad para todos 26

Patxi Álvarez, S.J.

Colaboración en la Educación Jesuítica 33

Anthony Da Silva S.J.

Permaneciendo fieles a la misión jesuítica en nuestras escuelas 41

Federico Lombardi, S.J.

Informe de Nairobi: reflexiones sobre la identidad jesuítica desde la 70a Congregación de Procuradores 58

Daniel Patrick Huang, S.J.

Liderazgo - Nacido de la Misión Jesuita 75

Chris Lowney

Oración: Cuando fui por primera vez a la escuela, no había escuela 89

Agbonkhianmeghe E. Orobator, S.J.

Homilía en la fiesta de San Ignacio, Boston, julio 31 de 2012 100

Seán Patrick O’ Malley, O.F.M. cap

Colección Apuntes Ignacianos 108

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