

APUNTES IGNACIANOS
ISSN 0124-1044
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Apuntes Ignacianos
Número 65 Año 22
Mayo-Agoto 2012
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales
Disposición del sujeto (II)
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
Espacios para el Espíritu
Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11
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Nuestros Números en el 2012
Enero-Abril
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales
Disposición del sujeto (I)
Mayo-Agosto
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales
Disposición del sujeto (II)
Septiembre-Diciembre
XII Simposio de Ejercicios Espirituales
«Contemplación para alcanzar amor»
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales
Disposición del sujeto (II)
Artículos
Un cuerpo animado y movido por el Espíritu Divino .............
María Clara Lucchetti Bingemer
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola ...........................................
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales según la práctica regulada por los Directorios ....................................
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
Características del sujeto dispuesto para hacer Ejercicios ......
Arturo Moscoso Pacheco, S.J.
Experiencias
La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante
José Javier Aizpún, S.J.
Arar la tierra. La preparación para Ejercicios en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México ......................
José Luis Serra Martínez, S.J.
Ortopraxis de los Ejercicios Ignacianos ................................
Juan C. Villegas, S.J.
Colección Apuntes Ignacianos ..............................................
Apuntes Ignacianos 65 (mayo-agosto 2012)
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Presentación
En este número de APUNTES IGNACIANOS continuamos haciéndonos eco de la pregunta por la mejor y más adecuada preparación para hacer los Ejercicios Espirituales, a la cual de diversas maneras se comenzó a responder con el número 64. El tema es de gran importancia, pues varios acompañantes de Ejercicios han constatado que cuando el sujeto no llega a la experiencia con una básica y suficiente preparación que le permita entrar de lleno, es necesario emplear más o menos tiempo en acondicionar el sujeto para que pueda aprovechar más la experiencia y así, retrasar la entrada en materia de ejercicios propiamente.
Esta preparación del sujeto no es, pues un capricho. Parte de la experiencia de Ignacio y de tantos jesuitas y laicos que lo han seguido en este apostolado fundamental de dar Ejercicios. Además, hay razones profundas de orden teológico y filosófico para abordar esa tarea preliminar a la experiencia propuesta por Ignacio en su invaluable librito de los Ejercicios Espirituales. En estas razones profundiza la Dra. María Clara Lucchetti, de la PUC de Rio de Janeiro, en su artículo «Un cuerpo animado y movido por el Espíritu divino (Algunas reflexiones sobre el sujeto que desea hacer los Ejercicios Espirituales)». Sus puntos de apoyo para la reflexión son, Karl Rahner, en teología y, en filosofía, Emmanuel Levinas. Pasando por una consideración de lo eclesial entre las condiciones previas del sujeto, concluye su reflexión afirmando que el sujeto de los ejercicios ha de ser una persona a gusto en su propia humanidad, la cual ha decidido tomar en serio.
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El profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, P. Jaime Emilio Magaña, s.j., siempre con el mismo objetivo de aclarar cuándo hay sujeto para los Ejercicios Espirituales, nos introduce directamente en las fuentes ignacianas. En el primero de los dos artículos suyos que presentamos en esta publicación titulado «El “Sujeto” de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola», resalta la importancia que tiene el término sujeto para una correcta práctica de los Ejercicios ignacianos. Para ello aclara lo que para Ignacio era el término subiecto estudiándolo en los Ejercicios y en las Constituciones de la Compañía de Jesús; con ese objetivo acude también, aunque colateralmente al Directorio que el mismo santo fundador dictó al P. Vitoria. A medida que avanza en su estudio se van desgranando las conclusiones acerca de la comprensión del término en cuestión para mostrar al final cómo el sujeto es la clave para determinar cómo deben ser adapatados los Ejercicios.
«El “sujeto” de los Ejercicios Espirituales según la práctica regulada por los Directorios» es el segundo de los artículos del P. Magaña. En él se muestra que el sujeto de los ejercicios fue cuidadosamente preparado y acompañado de manera personalizada hasta que diera el punto preciso para comenzar a darle modo y orden según la experiencia hecha método por Ignacio mismo, y de acuerdo a la modalidad que fuera más conveniente para cada persona. Así, pues, el autor, examinando los directorios, explica cada uno de los ítems que entran en consideración a la hora de pensar en el sujeto: edad, los rudos e incapaces, los letrados y de ingenio, la importancia del temperamento (temperatura, cfr. EE 72, 2 y 205, 1).
El último escrito de la sección de artículos es del P. Arturo Moscoso, S.J., boliviano. El título de su colaboración ya nos indica claramente su contenido: «Características del sujeto dispuesto para hacer Ejercicios». Al final del artículo coloca al sujeto mismo ya en el comienzo de los Ejercicios siguiendo las recomendaciones de San Ignacio.
La segunda sección de este número presenta, como el anterior algunos escritos que llamamos experiencias, precisamente porque son colaboraciones vivas nacidas de la práctica de personas experimentadas. El P. Javier Aizpún, S.J., desde Argentina, nos envía una colaboración titulada: «La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante», en la que muestra cómo ha aplicado él, según su visión y experiencia, los criterios de Ignacio al dar Ejercicios.
El P. José Luis Serra, S.J., director del Centro Ignaciano de Espiritualidad de México y Asistente Eclesiástico Nacional de las Comunidades de Vida Cristiana (CVX) de ese país, en su escrito «Arar la Tierra. La preparación para los Ejercicios en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México», nos comparte cómo en el Centro que él dirige se tiene varias formas de preparación de acuerdo a las diferentes modalidades de Ejercicios Espirituales que tienen. Se prepara en diversas modalidades para los Ejercicios en la Vida Diaria (EVD), y de otra forma para los Ejercicios para jóvenes Universitarios y profesionales o para las tandas de Ejercicios de 10 días abiertos a laicos. Es nota particular de este escrito el mostrar cómo deben formarse aquellos que pretenden acompañar y facilitar esos procesos formativos.
Finalmente, el P. Juan Clímaco Villegas, S.J., de nuestro equipo del CIRE, presenta su propia experiencia de ayuda a la disposición del sujeto en la clave de la comprensión del Reino cuyo contenido esencial es el establecimiento de una relación simétrica entre las personas, para que todos salgan favorecidos en su crecimiento. Si se comprende el Reino como una relación más – más, y nunca más – menos o menos – más, y el sujeto está dispuesto a apostarle a crecer en esa dirección, está ya dispuesto a entrar en ejercicios. Al mismo tiempo, el autor muestra desde su propia experiencia, y con anécdotas muy elocuentes, que todos los Ejercicios Ignacianos, en cada uno de sus pasos, pueden ser comprendidos según esa misma clave que él denomina ‘código del Reino’.
Que este nuevo número de APUNTES IGNACIANOS sea un gran apoyo para la práctica apostólica evangelizadora de hacer posible para otros la experiencia de Dios que comportan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
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Artículos
Un cuerpo animado y movido por el Espíritu
Un cuerpo animado y movido por el Espíritu Divino
Maria Clara Lucchetti Bingemer*
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SUJETO QUE DESEA HACER LOS EJERCICIOS
Son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo como poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros1
l hombre es la primera palabra del primer ejercicio, con lo que se subraya el rol primordial de la persona humana como agente y como objeto de la experiencia de los ejercicios. Los Ejercicios se orientan a la transformación de la persona para hacerse plenamente disponible a la acción de Dios en su vida. Es, por lo tanto, la persona humana lo primero que entra en juego, es el sujeto de los ejercicios. «El que los hace», repite Ignacio2.
* Licenciada en Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Master en Teología por la misma Universidad y Doctorado en Teología Sistemática de la Pontificia Universidad Gregoriana. Actualmente es Profesora Asociada en el Departamento de Teología de la Universidad Católica de Río de Janeiro. Tiene a su cargo la dirección y coordinación del Centro Loyola de Fe y Cultura. Es evaluadora de programas de posgrado de la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior. Decana del Centro de Tecnología y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica de Río.
1 San Ignacio en una carta al P. Manuel Miona.
2 J. Rambla, in http://www.cristianismeijusticia.net/sites/default/files/eies63.pdf, acesado el 31 de marzo de 2012
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En este artículo buscaremos primeramente ver quien es –existencial y teológicamente– esta persona y sujeto humano. Para eso nos ayudaremos de uno de los mayores teólogos católicos del siglo XX: Karl Rahner. Nos sirven poderosamente no solo la profundidad y seriedad de su reflexión teológica sino igualmente la conexión entre Teología y Ejercicios. Dicho por el mismo Rahner…
El ser humano: libre y oyente de la palabra
Partimos del principio. O sea, de un punto de partida que parece obvio, pero que no lo es tanto así. El futuro ejercitante es un ser humano. La dimensión no tan obvia de esta afirmación es precisamente la de pensar y reflexionar qué entendemos por humanidad, condición humana, ser humano, en fin. Ayudémonos de la teología a fin de en ella reunir subsidios para mejor acceder a aquello que pide Ignacio de aquél o aquella que se acerca a la experiencia de los Ejercicios Espirituales.
Karl Rahner es un de los grandes responsables por aquello que en teología se llama «giro antropocéntrico», o sea, pensar los temas teológicos no desde arriba, sino desde bajo, o sea, desde el ser humano. Por tanto, siendo el grande pensador de la revelación y de la Palabra de Dios que suscita la fe, Rahner piensa desde el ser humano que escucha, del hombre que es, antes de todo, un oyente. En sus propias palabras, «un oyente de la Palabra»3.
1- En términos cristianos no es posible experimentar a Dios, pensar a Dios, hablar de Dios sino partiendo del ser humano. Al experimentar, vivir, compartir y expresar nuestra fe, partimos y debemos partir siempre del presupuesto de la fe: de que Dios se revela y el hombre escucha, recibe, acoge, contesta y responde a esa Revelación. La Cristología es el mejor ejemplo que tenemos para verificar esa unión entre Teología y Antropología. La Cristología es, por así decir, el «secreto» de la antropología porque Jesucristo es al mismo tiempo La Palabra y el perfecto oyente; el Dios Revelado y el Testigo Fiel; Verdadero Dios y verdadero hombre, con dos naturalezas y una sola persona4.
3 Cfr. el famoso texto de K. RahneR, «El oyente de la Palabra», in Curso fundamental da fé, SP, Paulinas 1989, 37-51.
4 Cfr. la afirmación del Concilio de Calcedonia, + 451: «Siguiendo entonces, a los Santos Padres, unánimemente enseñamos a confesar un solo y mismo Hijo: nuestro señor Jesús Cristo, perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre (compuesto) de alma racional y de cuerpo, consubstancial al Padre por la divinidad, y consubstancial a nosotros
La Teología moderna, al contrario de la Teología tradicional encuentra su punto de partida, por lo tanto, en el ser humano que escucha la Palabra. Es la unión de la transcendencia con la historia. Así, no necesitamos dejar de ser seres humanos para encontrarnos con Dios. Sentir a Dios, hablar con Dios implica, necesariamente, sentir hondamente su condición humana, estar con ella reconciliado, hablar con Dios desde la misma. Así también lo contrario es verdadero. Dios desde un comienzo de su relación y alianza con el pueblo de Israel se dirige a seres humanos. Con ellos y ellas entabla su diálogo, a ellos y ellas hace su propuesta, en ellos y ellas encuentran interlocutores para su proyecto de vida en plenitud y salvación.
Para hacer con fruto la experiencia de los Ejercicios, por lo tanto, es necesario antes que nada, que el sujeto esté bien conciente de que es humano y no angélico o extra-terrestre. Que su condición de finitud llamada a la comunicación con la infinitud divina es la conditio sine qua non de su relación con el misterio que nada ni nadie puede contener y que al mismo tiempo se hace cercano, uno como nosotros, caminando en caminos de tierra con un cuerpo de carne como el nuestro.
2- En la Revelación cristiana el ser humano es persona y sujeto. Persona es el ser en relación. Sujeto es el ser capaz de contestar. Antes del ser humano ser capaz de hacer algo primero recibe el ser de otro. Y por eso es producto de aquello que él mismo no es. O sea, ser humano es ser posterior. Antes que yo sea, existe alguien y cosas que me antecedieron. Siendo posteriores somos llamados a la realización siempre guiados para la relación, en primer lugar, con el Creador y después con los demás. Aceptar jubilosamente esa posterioridad, ese status de receptor es central en la condición humana. por la humanidad, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado, generado por el Padre antes de los siglos según la divinidad, y, en estos últimos tiempos, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado en María virgen y madre de Dios, según la humanidad: uno y el mismo Cristo Señor Unigénito; en el cual tienen que reconocerse dos naturalezas, sin confusión, inmutables, indivisas, inseparables, no habiendo disminuido la diferencia de las naturalezas a causa de la unión, sino más bien habiendo sido asegurada la propiedad de cada una de las naturalezas, que concurren a formar una sola persona. Él no está dividido o separado en dos personas, sino que es un único y mismo Hijo Unigénito, Dios, Verbo, y Señor Jesucristo como primero los profetas y más tarde el mismo Jesucristo lo enseñó que sí y como nos transmitió eso el símbolo de los Padres».
María Clara Lucchetti Bingemer
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El punto fundante de toda experiencia humana es, pues, la relación con el otro. El ser humano solo se auto-comprende desde el otro.
3- El ser humano es al mismo tiempo limitado e infinito. Es capaz de tener conciencia de sí (de sus límites) y de ir más allá de sí (de trascenderse). Tiene los pies hincados en la tierra y los ojos vueltos hacia el horizonte que se aleja siempre más. Es hecho para el infinito. Eso quiere decir que el ser humano es al mismo tiempo «alguien» irreductible a cualquiera otra cosa o ser existente en el universo y un ser de horizonte infinito.
4- Según Rahner, el ser humano solo llega a algún punto más allá de aquello que su propio ser permite a causa de la gracia de Dios. La Creación, el acto de donarnos el ser ya es una gracia. Dios nos creó porque lo quiso. No tenía ningún deber, ninguna necesidad de habernos creado. Pero lo hizo gratuitamente por amor. Debido a eso, existe en nosotros y en todo ser humano una orientación para lo divino que es anterior a todo, incluso a la propia gracia. Y por eso, aún siendo el hombre un ser posterior, él es, de cierta forma, un ser anterior. Anterior a lo que será su vida concreta, sus hechos, sus acciones. Anterior por el sello divino que se anticipa a todo y lo marca indeleblemente.
5- El ser humano es libre de acoger todo eso o no. Al mismo tiempo que es libre para reconocer el Espíritu que lo habita y configura y decir «sí», es libre para escapar, huir, volver la espalda y decir «no» al Ser que le es dado, a la relación que le es ofrecida, a la Palabra que le es dirigida. Humanamente hablando, sin embargo, no existe la libertad en acto puro. Esta es siempre mediada por la realidad donde me encuentro. La libertad trascendental o libertad última del hombre es mediada por la realidad en donde lo humano está situado. O sea, por la corporeidad, por la historia, por el tiempo y por el espacio.
6- La Palabra pronunciada desde más allá de la finitud e historicidad del ser humano es misteriosa. Y el Misterio que la constituye no es Misterio lógico, sino Misterio de salvación. Salvación ésa que es referencia de originalidad primera del ser humano. Salvación, sin embargo, que solo se da insertada en la historia, que es la inserción necesaria (y no optativa) del ser humano. Así, no hay dos historias, pero una sola y única historia: la historia de la salvación (que puede ser también de perdición, según el deseo y la libertad del hombre).
7- Si el ser humano es oyente de una Palabra que es Misterio; y si él tiene en lo más hondo de sí mismo, el sello del misterio divino, eso quiere decir que el ser humano también participa de esa identidad misteriosa. Somos un Misterio para nosotros mismos, y para los otros más todavía. Somos un Misterio para cada uno de los demás seres humanos y los demás también lo son para nosotros. Por eso, el ser humano es paciente aún cuando agente; y desconocido y misterioso aún para sí mismo.
Toda esa complejidad que es el ser humano, es constitutiva de su identidad de oyente de la Palabra Revelada, y no un accidente. Es igualmente constitutiva de su deseo de crecer en la intimidad con Dios, de encontrarse con Él. Esa persona compleja y fascinante es el destinatario de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
Un ser humano insatisfecho y capaz de desear
El sujeto que se presenta a la experiencia de los Ejercicios es, pues, por antonomasia la persona individual, concreta, con total responsabilidad por las propias acciones. Es este el sujeto que presuponía San Ignacio en los Ejercicios: un ser racional y libre, capaz de conocer por su inteligencia los fines de su vida, como también de deliberar sobre los medios para ese fin a través de la particularidad histórica donde se encuentra situado5.
Pero igualmente capaz de darse cuenta de los deseos que lo habitan, de aquello que mueve sus afectos y en qué dirección los mueve. Justamente, en los Ejercicios el sujeto recorre el camino para enfrentarse con sus afectos desordenados, capaces de distorsionar las elecciones de la voluntad6.
Al lado de la racionalidad y tan importante o más que ella, para ser un sujeto apto para los Ejercicios está la sensibilidad. La experiencia ignaciana tocará todas las fibras y las dimensiones de la sensibilidad humana y quien no la tiene ya algo despierta al empezar la experiencia corre el riesgo de pasar por alto muchos elementos que son importantes y aún indispensables para sacar todo el fruto que se espera.
5 Cfr. R. antoncich in http://www.cpalsj.org/publique/media/Un%20nuevo%20sujeto%20 apostolico.pdf, acesado el 31 de marzo de 2012.
6 ibíd.
María Clara Lucchetti Bingemer
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Más aún: esa sensibilidad debería tener un tinte de responsabilidad. La persona que puede hacer los Ejercicios sacando de ellos buen fruto debe ser una persona sensible a la realidad donde vive, capaz de observar y rumiar sus aspectos positivos y negativos. Debe ser alguien convencido de que la realidad no es solamente lo que es, sino también, y sobretodo, lo que podría ser7. En otras palabras, debe ser una persona sensible a la injusticia que cruza el tejido social, que lo hiere de arriba abajo, que lo falsifica y distorsiona, generando desigualdad, infelicidad, dolor. Debe ser igualmente una persona vulnerable interior y mentalmente al hecho de que este estado de cosas no es correcto ni congruente con lo que debería ser. Más: teológicamente hablando, no es querido ni deseado por Dios y necesita ser transformado, cambiado, regenerado.
La persona que puede hacer los Ejercicios sacando de ellos buen fruto debe ser una persona sensible a la realidad donde vive, capaz de observar y rumiar sus aspectos positivos y negativos
Eso que es indispensable a nivel colectivo y social, es requerido igualmente a nivel personal. El candidato o la candidata a los Ejercicios no puede jamás ser una persona acomodada, sino alguien insatisfecho/a consigo mismo/a. Mirando su vida y ahondándose en lo que es, desea lo que podría ser y percibe que su deseo es la medida de su identidad como persona. Es alguien, por lo tanto, que busca incesantemente el modo de transformar su vida o su manera de vivir de forma que pueda ser útil a los demás, a la sociedad, a sus prójimos más cercanos. Pero que igualmente es capaz de asumir compromisos colectivos, sintonizar y participar en las grandes luchas de la humanidad por justicia, paz y reconciliación. En suma, tiene que ser una persona que no se instala sobre lo que ya tiene o es, pero que busca «algo más», aunque no sepa darle nombre de manera clara y evidente.
Al mismo tiempo, –y esto se sigue de lo anteriormente dicho– tiene que ser una persona de deseos. No en vano daba San Ignacio tanta importancia a este dinamismo de fuerza incalculable que habita el ser humano y que le dice no solamente que él o ella no son completos, sino que carecen de muchas
7 Cfr. sobre esto la bella reflexión de em el capítulo 1 de A. Gesché, O ser humano, vol. 2, coleção «Deus para pensar», SP, Paulinas 2003.
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cosas. También e igualmente les imprime un fuerte impulso en dirección a una vida dinámica y llena de sentido, aunque no sepa como expresarlo ni el modo de realizarlo.
En filosofía, el deseo es una tensión en dirección a un fin considerado fuente de satisfacción. Se trata, por lo tanto, de una aspiración, de una inclinación en dirección a aquello que no se posee. Y una inclinación algunas veces conciente, otras inconciente o reprimida. Cuando es conciente, es una actitud mental que acompaña la representación del fin esperado, lo cual es el contenido mental relativo a la misma8.
El deseo se distingue de la necesidad fisiológica o psicológica que lo acompaña por estar plantado en el centro de la afectividad humana. El nos dice que somos incompletos, carentes, limitados y finitos. Un ser que de nada careciera no desearía nada. Sería un ser perfecto, un dios. Por eso la filosofía griega y antigua toma el deseo como característica de seres finitos e imperfectos, que no son el Bien, pero pueden desearlo, que no poseen la Belleza, pero pueden anhelarla y buscarla. Como dice San Agustín, «¿Qué es el deseo, sino el apetito de poseer lo que aún falta?»9.
Pero se trata no tanto de poseer cosas, sino de sentirse herido y convocado por la interpelación y la invitación del otro de quien la falta de «normalidad» y común medida golpea de vergüenza el egoísmo del mismo enclavado y encerrado en su mundo. Según el filósofo judío Emmanuel Levinas, el deseo hiere y fragmenta la interioridad humana descubriéndole el vacío de su suficiencia. Y de allí chorrea en el Yo un hambre que nada podrá satisfacer y nutrir, un hambre insaciable que Levinas entonces llama «deseo»10.
8 Dicionario Houaiss, verbete «desejo».
9 Cfr. In. Ps., 118, 8,45, citado em h. maRtin, Dictionnaire de spiritualité, Paris, Beauchesne, verb. Désir
10 Según J. DeRRiDa, analisando el deseo en Levinas: «ce concept du désir est aussi anti-hégélien..., il ne désigne pas le mouvement de la négation et d’assimilation... Le désir est au contraire pour Levinas le respect et la connaissance de l’autre comme autre, moment éthico-métaphysique que la conscience doit s’interdire de transgresser..., le désir hégélien ne serait donc que le besoin au sens de Levinas». J. DeRRiDa, L’écriture et la différence, Paris, Seuil 1967, 137-138.
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María Clara Lucchetti Bingemer
Apuntes
El deseo entonces trasciende la satisfacción y la insatisfacción. Significa, al revés, una distancia más preciosa, una no posesión más preciosa que la posesión, un hambre que se nutre no de pan, sino del hambre misma11.
Deseo como hambre y sed de lo que no pasa
Emmanuel Levinas distingue radicalmente entre necesidad y deseo. Por necesidad, entiende en un sentido ancho el orden del Mismo. La necesidad identifica un ser indigente e incompleto; un ser decaído de su grandeza del pasado. El deseo, al revés, es la vuelta misma a la inquietación del sujeto por la realización, la plenitud, la felicidad en suma. La necesidad es del orden de la involución. Hace que el sujeto vuelva a sus orígenes y se acerque al animal que es con necesidades inmediatas que deben ser satisfechas. El deseo, al contrario, no aspira un retorno, ya que no desea lo «mismo» de los orígenes conocidos. No reposa –dice el filósofo– sobre ninguna parentalidad anterior. Su característica es la constancia interior, porque no se deja influenciar por ninguna otra necesidad12.
El filósofo nos ayuda a encontrar el punto álgido de una reflexión sobre el deseo abierta a la teología y a la espiritualidad. El deseo metafísico, que va mas allá de la physis (o sea, del nivel sensorial, puramente natural) se sitúa en las antípodas de la posesión y de la satisfacción total. Al revés, está siempre conectado a la decepción de la satisfacción, o aún, a la exasperación de la no satisfacción. Es un deseo que cuando más desea, más ve crecer en Sí su capacidad de deseo. Su dinamismo de trasfondo no es la necesidad que debe ser colmada, sino la apertura al otro. Bajo la fuerza de ese deseo, el yo contiene entonces más de lo que podría normalmente contener, rompe la cárcel de su subjetividad ego centrada y de la palidez de una identidad que estuviera vuelta hacia la repetición sin fin y monótona de lo ya conocido.
Al revés, el deseo que lo impulsa hacia el otro no encuentra su fuente en necesidades insatisfechas que el mismo sujeto se encuentra ávido por satisfacer y colmar, sino en un «más», en un «además», en un «exceso» que solo la infinitud puede atender. Anterior a todo conocimiento y a toda puesta en cuestión, el deseo es cavado en lo más profundo del ser humano por la
11 emmanuel leVinas, Totalité et infini, Martinus Hijnhof, La Haye 1980, 154.
12 Ibíd., p. 4.
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alteridad del otro humano y del totalmente Otro misterioso, que nosotros llamamos Dios. Porque solo el deseo, con su sed de infinito nunca saciada, está apto a abrirse a la infinitud del Infinito que nada puede contener13.
El deseo es, pues, constitutivo del sujeto, de la persona. Y es el que le da dinamicidad a su interioridad, a su crecimiento en cuanto persona, su continua auto transcendencia. En el fondo, se trata de una actitud del sujeto con relación al mundo. Es subjetivo y no objetivo. El deseo susurra al oído de la persona humana, incesantemente, cual es su condición: ser creado, humano, finito y limitado. Pero capaz de desear el Ilimitado, el Infinito.
El espacio abierto en la subjetividad humana por el deseo de la transcendencia y la apertura para la interioridad, para el Misterio, puede ser la fuerza capaz de romper el obstáculo esclavizante de la materialidad del consumismo, de la alienación que se niega a ver los conflictos que rompen y dividen el tejido social. En este sentido, el giro para la interioridad que hoy se percibe en el ser humano, que valora la interioridad, llegando a hacer de ella casi un nuevo paradigma tiene como consecuencia una crítica y rechazo de la sociedad del consumo y de la exterioridad de sensaciones14.
13 Cfr. K. RahneR, Una fórmula breve de la fe cristiana, in Curso fundamental da fé, SP, Paulinas, 1987.
14 Cfr. sobre eso las obras de J.m. maRDones, entre otros autores: Ser cristiano en la plaza pública, Madrid 2006; En el umbral del mañana. El cristianismo del futuro, Madrid 2000; ¿Adonde va la religión? Cristianismo y religiosidad en nuestro tiempo, Santander,1996; Análisis de la sociedad y fe cristiana, Madrid 1995; El discurso religioso de la modernidad. Habermas y la religión, Barcelona/México, Anthropos/Universidad Ibero Americana 1998; El retorno del mito. La racionalidad mito-simbólica, Madrid, Síntesis, 2000; Fe y política. El compromiso político de los cristianos en tiempos de desencanto, Santander 1993; ¿Hacia dónde va la religión? Postmodernidad y postsecularizacion, México 1996; La indiferencia religiosa en España ¿Qué futuro tiene el cristianismo?, Madrid 2003; La transformación de la religión, Madrid 2005; Las nuevas formas de la religión. La reconfiguración postcristiana de la religión, Estella, Verbo Divino 1994; Matar a nuestros dioses. Un Dios para un creyente adulto, Madrid 2007; Modernidad y postmodernidad. Posmodernidad y cristianismo. Un debate sobre la sociedad actual, Montevideo 1987; Para un cristianismo de frontera, Santander, Cuadernos Fe y Secularidad, Sal Terrae 2000; Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento, Santander 1988; Postmodernidad y neoconservadurismo. Reflexiones sobre la fe y la cultura, Estella, Verbo Divino 1991; Recuperar la justicia. Religión y política en una sociedad laica, Santander 2005; Síntomas de un retorno. La religión en el pensamiento actual, Santander 1999; Sociedad moderna y cristianismo. Corrientes socio-culturales y fe mesiánica, Bilbao 1985; y J. Reyes mate, La ética ante las víctimas, Barcelona 2003 Cr. igualmente el libro de J. m. Velasco et alii La interioridad: un paradigma emergente, Madrid 2004.
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María Clara Lucchetti Bingemer
La verdadera apertura para el deseo, por lo tanto, contradice la lógica del mercado, altera las relaciones mercantilistas del consumo y se alinea junto a los que sueñan en dar lo mejor de sí mismos para construir otro tipo de sociedad y cultura15. La restauración de la capacidad deseante del individuo y de la sociedad va en la dirección contraria, por lo tanto, a la corriente de la excitación constante de las sensaciones; contra el predominio de una emocionalidad «líquida», sin discernimiento y sin capacidad decisoria; contra el consumo desenfrenado como búsqueda de la dicha y contra la reducción de la persona humana a un mero consumidor pasivo de productos que le son impuestos por tal tipo de sociedad.
Tener la capacidad de deseo o estar concientede él, es por otro lado, e igualmente, tomar posesión de los propios sentidos para aquello que realmente fueron hechos: ver, escuchar, sentir, saborear, tocar. Escuchar la belleza de la música compuesta bajo inspiración del artista. Pero también escuchar los clamores que brotan de la propia interioridad, así como los clamores del prójimo por justicia y equidad. Ver la belleza de la naturaleza, de las obras de arte, de los seres humanos en tanta diversidad, pero igualmente la realidad enferma de este mundo; no fugarse de la «visión» del sufrimiento ni de la muerte injusta y prematura infligida a tantos y tantas.
El sujeto potencial que se acerca a la experiencia de los Ejercicios debe ser alguien en quien se perciba ese tipo de deseo en el fondo del movimiento que lo lleva o la lleva a buscar la experiencia vivida y sistematizada por Ignacio de Loyola para ordenar los afectos y buscar y encontrar a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Dios. Tiene que ser, sin dudas y antes de todo lo demás, una persona capaz de desear.
Pertenencia y conocimiento eclesial
En los días de hoy acaece una dificultad adicional cuando se piensa en el sujeto apto a hacer los Ejercicios Espirituales. La postmodernidad en que vivimos tiene como una de sus consecuencias el diluirse mucho la influencia y visibilidad de la Iglesia institucional en la sociedad.
Es común, por lo tanto, encontrar hoy muchos padres jóvenes que no bautizan a sus hijos por no querer forzarles a una opción que no es más la suya, por querer dejarles la libertad de elegir cuando sean adultos, etc. etc. Todas estas razones crean hechos, o sea, muchas veces una persona sentirá en sí el deseo de interioridad, de infinito, en suma algo que alguien más experimentado en la fe nombrará como deseo de Dios, pero no sabrá darle nombre. Tampoco tendrá conocimiento de adonde dirigirse para buscar una comunidad o grupo que haga crecer su deseo. O si lo busca y lo encuentra en la Iglesia católica, será alguien que no habrá pasado por una catequesis o formación que le permita saber tratar con las creencias básicas del Cristianismo: sus verdades de fe, su doctrina, su liturgia, su historia, etc.
El «analfabetismo eclesial» característico de nuestro tiempo, sobretodo entre las nuevas generaciones, puede generar un problema serio a la hora de empezar los Ejercicios
El «analfabetismo eclesial» característico de nuestro tiempo, sobretodo entre las nuevas generaciones, puede generar un problema serio a la hora de empezar los Ejercicios. Por lo tanto, hay que garantizar que la «alfabetización» se haga, por lo menos en sus rudimentos más básicos, a fin de posibilitar que la experiencia no fracase o que el ejercitante experimente una sensación de ignorancia y extrañamiento delante de lo que le será presentado por el que da los Ejercicios.
Pues el deseo del Otro que llena de ardor e inquietud al ser humano puede surgir donde sea y en quienquiera que sea. Dios es soberanamente libre para suscitarlo no solo en medio de católicos prácticos y de buen comportamiento. Puede suceder por ejemplo de manera salvaje y no afiliado a ninguna religión. Como ejemplo citamos a Etty Hillesum, una joven mujer de origen judío pero agnóstica toda su vida y que a los 27 años tiene una experiencia de Dios que le hace cambiar toda su vida y tomar decisiones que a muchos santos les haría temblar16. Etty Hillesum no era cristiana ni nunca pretendió
15 Cfr. J. m. maRDones, La transformación de la religión, op cit, p. 210.
16 Cfr. entre muchísimas otras obras, e hillesum, J’ avais encore mille choses a te demander. L’ univers interieur d’ Etty Hillesum; Textes choisis. Presentation de a. Pleshoyano, Paris, Bayard 2009; 1914-1943. Etty: the letters and diaries of Etty Hillesum 1941-1943 / edited by Klaas A.D. Smelik; translated by aRnolD J. PomeRans, Grand Rapids/Ottawa, Eerdmans/Novalis/St. Paul University 2002; An interrupted life. The Diaries, 1941-1943 and Letters from Westerbork, NY,
María Clara Lucchetti Bingemer
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serlo, a pesar de haber leído los Evangelios y las confesiones de San Agustin. Sin embargo, nadie se atreverá a negar que haya tenido una experiencia mística profundísima de Dios. A ese Dios que ella no sabía nombrar pero delante de quien se arrodillaba, podemos reconocer el Dios de la revelación al cual adoramos y a quien damos el nombre de Padre de Jesucristo. Sin duda es así, con todo respeto por la historia personal de esa muchacha que fue voluntariamente al campo de concentración para «ayudar a Dios y ser un bálsamo para las heridas de tantos’. Sin embargo, no creo que sería factible poner a Etty Hillesum –por lo menos tal como conocemos su historia– en una experiencia de Ejercicios. Se trata de una experiencia que es para ser vivida en la Iglesia Católica o por lo menos dentro del Cristianismo histórico17.
En suma, personas como Etty Hillesum son personas de deseo profundo que solo Dios podrá llenar. Pero eso solo no la hace una candidata apta para los Ejercicios. El deseo puede configurarse en nuestra historia personal de muchos modos y con muchos matices: consumir, poseer, gozar sexualmente, saber, crear, combatir, servir hasta morir... La religión muchas veces llevó a desviar la fuerza intensa del deseo humano, frenándolo o diluyéndolo en una espiritualidad de devociones menores. La experiencia mística, fundada sobre la fe en Otro que no soy yo, Libertad absoluta que viene al encuentro de mi libertad condicionada, enseña a ordenar el deseo y discernir los impulsos y movimientos que el Espíritu de Dios realiza adentro de cada uno. Enseña, en suma, a ordenar la vida y centrarla sobre un eje fundamental de vida y no de muerte.
En todo caso, es en el fondo más profundo de nosotros mismos, donde late la más auténtica pasión seducida por el Absoluto, que la voz de Dios se hace oír sobre la vida humana expresando su deseo al mismo tiempo soberano y amoroso. El Dios de la Revelación es sin duda un Dios deseante y apasionado. No se trata de un Dios que se muestra como absoluto inabordable, sino que busca incesante y apasionadamente el ser humano –su más amada criatura– anhelando darse a él o a ella para el encuentro y la unión.
Metropolitan Books 1996; Les ecrits d’ Etty Hillesum. Journaux et lettres 1941-1943. Edition integrale, Paris, Seuil 2008, Lettres de Westerbork, Paris, Seuil 1988; Selected writings with an Introduction by a m s KiDDeR, NY, Orbis 2009; Une vie bouleversee, suivi de Lettres de Westerbork, Paris, Seuil 1995.
17 No podemos ignorar las muchas experiencias bien sucedidas que hoy se dan de Ejercicios ecuménicos, con miembros de otras confesiones cristianas. E incluso con algunas partes de los Ejercicios con otras religiones monoteístas, como pueden ser el Judaísmo y el Islamismo.
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Cuando ese Deseo divino encuentra la respuesta de la Fe que opera por el Amor se producen entonces la experiencia mística, hecha de pathos - pasión y goce profundo, fruición y oblación, que es lo que torna la Revelación creíble, digna de fe, porque entonces es encarnada en personas concretas. Así aconteció con aquellos que convivieron con Jesús de Nazareth. Fueron seducidos por su persona y por aquello que su relación singular con el Dios que él llamaba de Abba-Padre les transmitía. Así acontece con los testigos de ayer y de hoy que son, -en el decir del Papa Paulo VI, en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi- los únicos maestros que nuestros contemporáneos escuchan sin escepticismo o cinismo.
La fe cristiana desde sus inicios es, por tanto una fe de testigos y no tanto de textos
La fe cristiana fue desde sus comienzos una fe en el testimonio de otros. Los discípulos creyeron en Jesús, en el cual reconocieron y a lo cual proclamaron Testigo Fiel. Las mujeres creyeron que el túmulo no era el lugar de aquél que estaba vivo y de eso dieron testimonio. Los apóstoles -después de cierta renunia- creyeron en las mujeres. Y así comenzó el camino de esa propuesta de vida que fue conquistando el mundo conocido de entonces, fuerte apenas por la palabra de algunos débiles seres humanos que decían: «Eso es verdad porque yo vi, yo experimenté. Doy testimonio y soy capaz de morir por eso».
La fe cristiana desde sus inicios es, por tanto una fe de testigos y no tanto de textos. Y la Iglesia es la guardiana de la gramática y sintaxis de esa fe. Haciendo llamado a los testimonios de hombres y mujeres que fueron alcanzados por Dios en medio de la historia, se vuelve más evidente la diferencia entre fe y religión, fe e institución. Más claro se vuelve aún lo que constituye la identidad más profunda de los hombres y mujeres de fe que somos llamados a ser, ayudando otros a serlo en esta confusa y difusa contemporaneidad en la que vivimos. La cadena de testigos que constituye la tradición de la Iglesia nos demuestra que la fe cristiana aún tiene un papel que desempeñar hoy, desde que no pierda su identidad en medio a los tiempos nebulosos que vivimos.
Conocer esa historia, encariñarse con ella, asumirla, hacerla suya hasta ser capaz de testimoniarla, narrarla y exponerla ante otros y ante el mundo es algo que los Ejercicios sin duda pueden hacer crecer. Sin embargo,
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si no encuentran un mínimo de esa fe y esa adherencia eclesial en el sujeto al cual van a ser predicados y dados, difícilmente encontrarán punto de apoyo con alguna firmeza para echar raíces, florescer y dar fruto.
Ejemplo bien elocuente de esto es la cantidad de veces en que, en los Ejercicios San Ignacio da preceptos de la Iglesia como materia de oración al ejercitante18, como recomienda vivamente que el discernimiento solo puede ser hecho sobre algo que milite adentro de la Iglesia y nunca algo que le sea extraño o conflictivo19, como solo permite o recomienda prácticas ascéticas que no entren en colisión con lo establecido por la Iglesia20. La culminación de esa pertenencia eclesial de los Ejercicios evidentemente son las Reglas para sentir en la Iglesia21 que lejos de ser algo anacrónico o superado podrían ayudar muchísimo en esos tiempos que vivimos como escuela de sentido común, inteligencia espiritual y actitud constructiva con relación a la Iglesia.
Creo que después de esa reflexión podemos sin duda afirmar que la pertenencia eclesial consciente y el conocimiento de todo aquello en que consiste la vida en Iglesia es algo que, si bien no sea exigido en grado muy alto de aquél o aquella que se dispone hacer la experiencia de los Ejercicios, al menos en un nivel básico. Quizás sea necesario entonces hacer una etapa previa de preparación a fin de que el candidato adquiera el conocimiento necesario para poder sacar de la experiencia todo el fruto que pretendía Ignacio con respeto a sus Ejercicios.
Conclusión: una persona a gusto en su humanidad
Después de reflexionar sobre los varios aspectos que nos parecen importantes para el sujeto que desea hacer los Ejercicios, llega el momento de concluir recordando algo que parece obvio, pero que no lo es tanto, cuando es llevado a la práctica. Los Ejercicios son para personas humanas, personas muy bien plantadas en su humanidad, contentas de ser humanas y que aceptan con gozo su condición de creaturas. Personas, por lo tanto, que se saben limitadas, finitas, pecadoras, pero que desean abrir sus personas para ser configuradas por el Espíritu de Jesucristo, misterio central de toda antropología.
18 Cfr. Ejercicios Espirituales 42.
19 Ibíd., 170, 177.
20 Ibíd., 229.
21 Ibíd., 352-370.
Eso implica que sean personas que aman la vida y que desean vivir no en la superficie de las cosas, sino vivir con entusiasmo y alegría. Desde el punto de vista cristiano, se trata de personas espiritualmente inquietas, que no se satisfacen con lo que ya encontraron, pero que buscan sinceramente más: más familiaridad e intimidad con Dios, más apertura a la fuerza de su Espíritu y a amar al estilo de Jesús.
Implica igualmente que sean personas no cautivas de una cierta autosuficiencia paralizante, muy común en los tiempos que vivimos. Personas que entienden que no saben todo y que en relación a las cuestiones espirituales serán siempre aprendices. Personas que desean aprender a orar, a conocer su interioridad, a ahondar su comprensión de la Escritura y del Evangelio. Personas, por lo tanto, dispuestas a ejercitar su libertad relacional escuchando a otro, poniéndose en relación de escucha atenta y dócil a aquel que da los Ejercicios que, como hermano mayor, las ayuda a caminar por las sendas del Espíritu.
Deben igualmente ser personas llenas de ideales, que no se contentan con poco ni con la realidad tal cual es, atravesada por la injusticia. Personas, por lo tanto, deseosas de colaborar con aquellos que trabajan por un mundo más humano y por lo tanto más divino. Personas que desean poner todo lo que son y lo que tienen al servicio de los demás para que avance el Reino de Dios.
Serán personas que saben que no están solas ni son al centro del mundo. Saben y conocen que pertenecen a una comunidad llamada Iglesia que es la que tiene la misión de llevar avante el anuncio de la Buena Noticia y la construcción del Reino de Dios, proyecto de Jesús de Nazaret. Son, por lo tanto, personas que desde dentro de esa Iglesia, se abren a las necesidades de los demás y de la Iglesia a la cual pertenecen.
En suma, son personas libres. El fundamento teológico de los Ejercicios Espirituales es la verdad de que Dios ha pronunciado su Palabra definitiva en Jesucristo. Y porque Dios ha dicho esa Palabra, toda la creación está convocada a escuchar esa Palabra. Pero solo la persona humana puede elegir libremente escuchar o no escuchar lo que le es dicho de parte de Dios. El candidato a la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es alguien que eligió escuchar esa Palabra y dejar que la misma configure totalmente su vida.
María Clara Lucchetti Bingemer
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El «sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
Jaime Emilio González Magaña, S.J.*
U
no de los principales problemas de los que adolece la práctica de los Ejercicios Espirituales en nuestros días es, en nuestra opinión, la poca importancia que se le da al término «sujeto». O bien no se le conoce suficientemente y, por lo tanto, se ignoran los presupuestos que para Ignacio de Loyola y los primeros compañeros eran decisivos, o, simplemente, como resultado de ese desconocimiento, no se asume su importancia por lo que no es extraño que los resultados de la práctica de este ministerio fundante de nuestra vocación sean frustrantes en tanto que no se obtienen los frutos que había de esperarse si se siguieran las recomendaciones de los orígenes. En muchas ocasiones se favorecen otras prácticas que aun cuando ciertamente no son negativas, se ofrecen con el nombre de ejercicios cuando no lo son y debieran llamarse lo que son: talleres de oración o lectio divina, o cursos con un determinado enfoque psicológico de moda como el desarrollo humano, el eneagrama, etc.
Pareciera que hemos olvidado lo que sabiamente nos decía el Padre Pedro Arrupe, entonces General de la Compañía de Jesús cuando afirmaba: «Si aquellos que vienen a nosotros no están preparados para hacer los Ejercicios como se debe, mejor es tratar de prepararlos por otros medios o
* Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Director del Centro Interdisciplinario para la formación de formadores de sacerdotes. Profesor de Espiritualidad ignaciana y Teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
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procedimientos (conferencias, grupos de estudio, oración en común, cursillos, etc.). Pero no deben llamarse Ejercicios de san Ignacio otras actividades o reuniones espirituales, apostólicas, de estudio, etc., que no cumplan con lo requerido por ellos. Por otro lado, la experiencia muestra aun hoy -y podría citar muchísimos ejemplos- que aunque parezca a veces que convendría ‘suavizar’ o reducir los Ejercicios, cuando son hechos con toda seriedad los ejercitantes quedan muy contentos. No cedamos por tanto, fácilmente. Antes al contrario, veamos en esas dificultades más bien una llamada para renovar este apostolado volviendo a la idea de S. Ignacio con todo lo que lleva consigo. Tenemos en los Ejercicios un tesoro que no podemos falsificar ni perder»1.
¿A qué se refería Ignacio cuando hablaba de tener «subiecto»? ¿Quiénes eran las personas que tanto él como los primeros compañeros consideraban con «subiecto» para hacer los Ejercicios Espirituales? Es necesario clarificar, en primer lugar, en qué consiste el término y comprender cabalmente su significado, para lo cual hemos de remitirnos a los usos que Ignacio le dio en las fuentes de la espiritualidad de la Compañía de Jesús: los Ejercicios y las Constituciones y, colateralmente, en el Directorio que el mismo santo dictó al Padre Vitoria en 1555. Su correcta comprensión nos permitirá, asimismo, conocer algunas situaciones en las que la persona que desea vivir la experiencia vive inmersa en afecciones desordenadas que ni siquiera imagina tener y que, por lo tanto, no puede corregir como lo establece claramente y decisivamente la Anotación 1ª del libro de los Ejercicios Espirituales.
Tenemos en los Ejercicios un tesoro que no podemos falsificar ni perder
El término «sujeto» es de compleja traducción al lenguaje actual y, sin embargo, ha vuelto a ser usado contemporáneamente y, en parte, coincidiendo con el uso ignaciano, por ejemplo por autores tan diversos como Alain Touraine o el Beato Juan Pablo II. Se usa para mencionar a una persona indeterminada de la que se va a decir algo, ya sea en relación con el acto de hacer los Ejercicios Espirituales o para referirse a personas -igualmente indeterminadas- relacionadas con la Compañía de Jesús y sobre quien se discute algún asunto como la admisión, la profesión, selección de cargos y oficios, nombramiento de superiores, etc. En el libro de los Ejercicios Espirituales
1 Pedro ArruPe, S.J. (14 de Febrero de 1972).
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aparece siete veces: tres en las Anotaciones2 y cuatro en las «Adiciones para mejor hacer los Ejercicios y para mejor hallar lo que desea»3. En las Constituciones, se menciona en quince ocasiones4 y en el Directorio del Padre Vitoria, encontramos seis referencias al término concreto y otras palabras relacionadas, como sujeto, sujetarse y sugetto5.
El «sujeto» en las Anotaciones
Si atendemos al contexto de los escritos a que nos estamos refiriendo, podemos observar que Ignacio de Loyola usa el término «subiecto» como si tuviese en mente a personas concretas y en base a las relaciones que ha tenido con ellas y a la experiencia que su trato le ha aportado, expresa su opinión personal de lo que sabe son capaces de hacer y emprender, o no. Muy verosímilmente, su aprendizaje en el contacto con todo tipo de personas, llevó a Ignacio a fijar las condiciones que se habían de cumplir para que sus Ejercicios rindiesen el fruto previsto. Las palabras que usa y el modo como las desarrolla nos hace contemplar cualidades y obstáculos, posibilidades y límites a que nos remiten al contacto personal con hipotéticos ejercitantes y, muy estrechamente relacionados, posibles candidatos para la Compañía de Jesús. Cuando Ignacio habla de tener «subiecto» está haciendo referencia a determinadas cualidades que ha de tener una persona para ser capaz de asumir compromisos serios, libres y responsables. Cuando se menciona expresamente el hecho de tener «subiecto», tanto para hacer los Ejercicios, como para quien ha de ser admitido a la Compañía de Jesús, Ignacio lo está refiriendo al conjunto de toda la persona humana y asume que todo individuo es único e irrepetible por lo que deben considerarse todas sus capacidades personales para tomar una decisión que lo afecte. Considera tan importante el conjunto de cualidades y limitaciones en una persona que, en algunos casos, asume como perfectamente válido el hecho de que se hagan algunas excepciones, en beneficio de la persona y en razón del bien universal. Esto se ve claramente en los Ejercicios cuando acepta a candidatos interesantes
2 IgnAcIo echArte, S.J., Concordancia Ignaciana. An Ignatian concordance, (Manresa 16), BilbaoSantander 1996, 1210; SAntIAgo ArzubIAlde, S.J., Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y Análisis, (Manresa 1), Bilbao-Santander 1991, 29, 31, 42, 903.
3 IgnAcIo echArte, S.J., Op. cit., 2010; SAntIAgo ArzubIAlde, S.J., Ejercicios Espirituales de San Ignacio..., Op. cit., 193-194, 198, 199, 204, 903.
4 IgnAcIo echArte, S.J., Op. cit., 1210.
5 Ibíd., p. 1210-1211.
de los que se puede esperar mucho fruto, aun cuando sólo tengan «subiecto» para hacer los Ejercicios leves.
En los Ejercicios completos insiste en ver la condición y el «subiecto» y cuánto le pueden ayudar o estorbar para cumplir «la cosa que quisiese prometer». En casos decisivos como los de la edad para aceptar a probación o para la profesión en la Compañía de Jesús, siempre en atención a los sujetos, Ignacio deja claramente establecido que «cuando se juzgase conveniente para el fin que se pretende del mayor servicio divino, el Prepósito General podrá dispensar pesada y consideradamente, y el mismo, cuando hay exceso de edad, verá si es expediente para el bien universal padecer este inconveniente o no»6. Y conste que se están tratando temas en los que Ignacio ha especificado claramente los criterios para que no haya ningún género de dudas. A lo largo de su vida, pero sobre todo, en Manresa y Alcalá de Henares, Ignacio había tenido una vida intensa y plena de conocimiento de la naturaleza humana y sus posibilidades, cambios, altibajos o volubilidades. Ese contacto y cercanía le permitía hablar, con fundamento, de la capacidad o incapacidad de muchos para asumir compromisos responsables.
Tan importante era el sujeto para Ignacio que considera que si una persona es capaz de pasar a la segunda semana, lo será también para entrar en la Compañía de Jesús
De la misma forma, según el contexto en que se menciona, una persona que tiene «subiecto» es aquella que es capaz de tomar decisiones serias y trascendentales como «eligir continencia, virginidad, religión y toda manera de perfección evangélica», es decir, de comprometerse a una misión, y por lo tanto es capaz también de hacer los Ejercicios Espirituales con todas sus exigencias de tal forma que Dios la disponga para el sitio donde dará más fruto. Tan importante era el sujeto para Ignacio que considera que si una persona es capaz de pasar a la segunda semana, lo será también para entrar en la Compañía de Jesús. En la práctica primera de los Ejercicios, muchos de los jóvenes que fueron considerados dignos de hacer los Ejercicios completos
6 Cfr. Ejercicios Espirituales 14, y Constituciones 187.
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
«Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
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en tiempos de Ignacio ingresaron a la Compañía, por no mencionar ahora los primeros compañeros jesuitas.
Tener subiecto equivale a poseer grandes cualidades que si se ponen al servicio de Dios dan mucho fruto. Por el contrario, no tenerlo es sinónimo de que no se espera mucho fruto por ser «de poca capacidad natural»7. Las Constituciones consideran que quienes hayan salido de la Compañía «por alguna fuerte tentación, o engañados por otros se podrá hacer diligencia para reducirlos y usar de los privilegios que acerca de esto concede la sede apostólica...» y todo «si fuesen tales subiectos que paresciese servicio de Dios no los dejar así...»8. También se relaciona el subiecto con alguien capaz de soportar la práctica de penitencias que se supone sólo son factibles por personas fuertes y que se fortalecen aún más por la «mudanza en el comer, en el dormir y en otros modos de hacer penitencia...»9 . De la misma forma, aquellos que pueden desempeñar algunos oficios «que piden más recios y fuertes sujetos, como la sacristía, portería, enfermería, [por lo que es menester que] se pongan personas que tengan la disposición corporal según que los oficios requieren...»10 .
El «sujeto» en las Constituciones de la Compañía de Jesús
Según las Constituciones, tener subiecto es sinónimo de idoneidad para algo, trátese de hacer los Ejercicios Espirituales o de ser admitido en algún Colegio pues
«fuera de los coadjutores necesarios para el servicio de él, los demás deben ser tales sujetos, que se espera según razón que hayan de salir idóneos operarios de la viña de Cristo nuestro Señor con ejemplo y doctrina. Y cuanto más hábiles y de mejores costumbres fueren, y más sanos para sufrir el trabajo del estudio, tanto son más idóneos, y antes se pueden enviar a los Colegios y admitirse en ellos11
7 Ejercicios Espirituales 18.
8 MHSI. (1934). Monumenta Ignatiana, Ex Autographis vel ex antiquioribus exemplis collecta. Series tertia, Sancti Ignatii de Loyola Constitutiones Societatis Iesu, Tomus primus. Monumenta Constitutionum praevia, Vol., 63, Romae: Pontificiae Universitatis Gregorianae. Parte II, cap. II, 236, 1.
9 Cfr. Ejercicios Espirituales 83, 87 y 89,
10 Constituciones 302.
11 Ibíd., 334.
En ciertos casos se podrán hacer excepciones al admitir en los Colegios
Otros escolares pobres que no tengan tal determinación [promesa o propósito de servir a Dios nuestro Señor]; con que en ellos no haya impedimentos dichos en la primera parte, y sean sujetos idóneos para esperar que saldrán buenos operarios de la viña de Cristo, nuestro Señor, por el ingenio o principio de letras y buenas costumbres y edad conveniente y las otras partes que en ellos se viesen para el divino servicio, que solo en los de la Compañía y fuera de ella se desea12.
Muchas personas, de distinta procedencia, edad, sexo, posición, capacidades, cultura, psicología, etc., han pasado por la vida de aquel extraño vasco. Todas ellas le han aportado algo, le han enseñado que, en medio de un mundo difícil siempre habrá quienes quieran esforzarse por dar lo mejor de sí mismos, que quieran asumir retos y tareas destinadas sólo para unos cuantos. Por eso, para Ignacio, la persona individual es la que cuenta, su historia, sus dones y cualidades, sus luces y sombras, su forma de ser en razón de su procedencia y origen y lo que han dejado como huella en su personalidad. Ante todo, está el hombre. Más que una ley inamovible y rígida, por encima de lo establecido está el hombre que busca en serio, que está en camino de una conversión y un cambio, y por todo eso, vemos que, aun en cosas tan importantes para él como la frecuencia de la confesión, comunión y la Santa Misa, acepta que «se podrá mudar con más facilidad a tiempos en meditaciones y otros ejercicios espirituales», personaliza las disposiciones generales «mayormente con algunos que en él un modo no se aprovechan en espíritu, para poderse más ayudar mediante la gracia divina en el otro» y para todo ello «restará la determinación de esto a sus mayores o Superiores, que según los sujetos, tierras y condiciones y tiempos se provea como mejor les pareciere a mayor gloria divina»13 .
Lo mismo pasa con los estudios, tan importantemente considerados en la formación de los jesuitas y en los que, en la concepción ignaciana, quienes cuentan fundamentalmente son las personas. En las Constituciones de la Compañía de Jesús queda dicho que cada escolar ha de ser considerado según sus personales características ya que «según la edad, ingenio, inclinación, principios que un particular tuviese o del bien común que se esperase, podría en todas estas facultades o en alguna o algunas de ellas ponerse. Porque quien
12 Ibíd., 338.
13 Ibíd., 343.
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en todas no pudiese, debería procurar de señalarse en alguna»14. Asumiendo la centralidad de los estudios en el fin que la Compañía persigue, Ignacio piensa en la funcionalidad de los planes que se diseñan para asegurar una sólida formación en los escolares e insiste en la conveniencia de que se estudie con diligencia, atendiendo «tiempos y lugares y personas, etc.... según en el Señor nuestro parezca convenir a quien el cargo principal tuviere». Es el estudiante quien habla ahora, es su recuerdo de todo lo que tuvo que asumir para lograr sus fines, desde el banco de escuela con el Maestro Ardévol en Barcelona, hasta obtener su grado de Maestro en Artes por la Universidad de París.
En el conjunto de disposiciones sobre los estudios es notable el sentido de flexibilidad y adaptación que se muestra en las Constituciones de la Compañía de Jesús ya que, atendiendo a la persona, y «en particular, cuanto a lo que deben estudiar unos subjetos o otros, quedará asimismo a la discreción de los Superiores. Pero quien tuviese aptitud, cuanto más en las facultades dichas se fundase, sería mejor»15. Esa flexibilidad se amplía en lo estipulado para las lenguas en las que se hará el estudio de la Sagrada Escritura, pues «como mejor pareciere al Superior, por las ocurrentias varias y diversidad de los sujetos. Y así quedará esto a su discreción»16. Por querer «tomar atajos» inició el estudio del latín en Barcelona y antes de tiempo y sin ningún modo y orden intentó estudiar en Alcalá de Henares. Pronto se dio cuenta que necesitaba repetir todo y así lo hizo en París. Su estado de salud le impidió terminar la teología en esa ciudad y lo hizo en Bolonia y Venecia, siempre aprovechando todas las oportunidades, siempre en razón de sus necesidades y situación propia.
En los tiempos difíciles que se vivía entonces, cuando el estudio de las lenguas era sospechoso y en muchos casos había causado muchos problemas con los protestantes, la flexibilidad y adaptación se hacen evidentes como cuando se legisla que
Es bien que sean graduados en Teología [los escolares] o doctos en ella medianamente, sabiendo las determinaciones de los doctores santos y de la Iglesia, para que el estudio de las lenguas aproveche y no dañe. Pero si algunos se viesen tan humildes y firmes en la fe, que no se temiese en ellos inconveniente
14 Ibíd., 354.
15 Ibíd., 355.
16 Ibíd., 367.
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alguno del estudio de lenguas, podrá el Superior dispensar para que se den a ellas, cuando convenga para el bien común o particular17.
El «sujeto» en el Directorio del Padre Vitoria
Las mismas observaciones en cuanto a tomar en cuenta a la persona y sus peculiaridades las podemos observar en el Directorio que Ignacio dictó al P. Vitoria. Estas condiciones deben encontrarse en quienes sean inusitados a practicar los Ejercicios:
Primero, que sea subiecto de quien se tenga concepto que será no poco fructuoso en la casa del Señor, si fuere llamado a ella. 2º Que ya que no tenga talentos tan auentajados de arte o sciencia adquirida o otras cosas semejantes, que a lo menos tenga edad y competente ingenio para poderse aprouechar. 3º Que sea tal que pueda determinar de su persona, etiam para estado de perfection, si Dios fuere seruido de llamarlo a ella. 4º Que tenga buena y honesta presencia, etc. 5º que non esté tan affeccionado a alguna cosa, que sea diffícil traerlo a que se ponga en igual balança delante de Dios, mas antes que esté angustiado en alguna manera, con el deseo de saber qué aya de hazer de su persona y ambiguo; y quanto más apto fuere para el instituto de la religión y para la Compañía, simplemente hablando, es más apto para encerrarse a hazer los exercicios. Los que non tienen estas disposiciones, ni se espera que con facilidad se podrán traer a equilibrio en sus cosas, o son casados o religiosos o inhábiles, no se les han de dar los exercicios, en especial quando hauiese otros a quien los dar o otras legítimas ocupaciones, pero déseles el ayuda competente, come la primera semana, exhortándolos que se recojan en alguna parte lo más que pudieren, ...18 .
Habrá otras personas que, teniendo sujeto y esperando de ellas que diesen fruto, no quieren hacer los Ejercicios, para lo cual, el Directorio del Padre Vitoria recomienda que, sin agobiarlos o exacerbarlos, se les ayude con aquellas conversaciones espirituales que hicieron tanto bien en los primeros años del ministerio ignaciano y, mediante confesiones -medio eficacísimo para exhortar a los Ejercicios- y cercanía, poco a poco, se les vaya llevando al «santo engaño» que sería si finalmente aceptasen hacer la experiencia19. En el Directorio se habla de subiecto refiriéndose siempre a una persona, no
17 Ibíd., 368.
18 MHSI. Monumenta Ignatiana, Series secunda. Tomus II, Directoria Exercitiorum Spiritualium (1540-1599), Vol. 76, Romae 1955, 88-105.
19 Ibíd., 91.
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«Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
a un grupo o una masa informe. El sujeto es, igualmente, alguien con quien se entra en relación, con quien se dialoga, a quien se invita pues se conocen sus cualidades y se le quiere animar y exhortar para que haga los Ejercicios. También se hace referencia a una persona particular cuando ya está persuadida de practicar el retiro. En otros casos, es alguien concreto que manifiesta sus temores al hecho de que por vivir el retiro se vea obligado de alguna manera a entrar en religión pues está persuadido que es propio solamente para los religiosos, o que quienes lo hacen terminan indefectiblemente por abrazar la vida religiosa. El subiecto es una persona de quien se espera mucho fruto, a quien se conoce y de quien se habla como un posible candidato a una entrega radical a Dios, en la vida religiosa o que hace una importante reforma en su entrega seglar20 .
Una persona que tiene «subiecto» es alguien sumamente positivo pues lleva inherente
la posibilidad de asumir su vida dinámica y
vitalmente
Después de haber analizado los textos en donde Ignacio hace constar el término de referencia, podemos afirmar que el Directorio viene a ser una invitación insistente, una petición, casi una exigencia para que quien da los Ejercicios entre en relación con una persona, que es el ejercitante. Este sujeto, guiado por el Espíritu Santo y unido a Él, serán los principales protagonistas de una aventura, de una búsqueda que los llevará a «Alguien». De la misma forma, ejercitante y ejercitador, juntos, cada uno asumiendo su papel y sus funciones caminarán en pos de ese Espíritu divino que comunicará su voluntad. Los documentos fueron avalados por la praxis de Ignacio y los primeros compañeros y nos ilustran en el sentido de que la determinación del sujeto de Ejercicios conlleva una responsabilidad muy especial que se basa en considerar capacidades y actitudes, cualidades y limitaciones. La selección del sujeto ha de ser considerada de una forma globalizante, evolutiva y dinámica, sin aislar o dicotomizar ni capacidades ni limitaciones, luces y sombras, positividades y negatividades sino viendo el conjunto de la persona. Una persona que tiene «subiecto» es alguien sumamente positivo pues lleva inherente la posibilidad de asumir su vida dinámica y vitalmente. Algunos pastoralistas en nuestros días se han inclinado a pensar que una persona apta para hacer los Ejercicios es aquella que está
20 Ibíd., 90-93.
libre de afectos desordenados y esto es totalmente erróneo. Más aún, hemos podido observar como práctica corriente en algunos ejercitadores que cuando encuentran personas con intensos afectos las rechazan pues las consideran ineptas para la práctica ignaciana como si la afectividad fuese algo intrínsecamente negativo.
La experiencia de Ignacio nos remite a situaciones totalmente contrarias, que nos permiten afirmar -coincidiendo con González Modroño21- que si hay afectos, habrá mejores oportunidades de trabajar con una persona y acompañarla para que llegue a ser un excelente sujeto de Ejercicios. Y esto sería mucho mejor que una persona excesivamente rígida y ordenada, que por exceso de meticulosidad y aun perfeccionismo, se considere «carente» de afectos o no considere que su «perfección» pueda ser desordenada en sí misma. Afirmamos pues, categóricamente, que no es mejor sujeto de Ejercicios una persona sin afectos desordenados -si es que se puede encontrar alguien así- o una persona «ideal» supuestamente solo con cualidades. La práctica de Ignacio y los primeros compañeros ha confirmado nuestra tesis en el sentido de que sus mejores candidatos a vivir la experiencia de los Ejercicios Espirituales fueron personas que aun teniendo muchos afectos desordenados manifestaron voluntad firme de querer encontrar la voluntad de Dios en su vida. De un modo muy especial, entre los ejercitantes admitidos por Ignacio y los primeros compañeros estaban precisamente los jóvenes con su problemática semejante en todos los tiempos.
Es interesante destacar cómo, ante un perfil psicosociológico de los jóvenes de hoy que los presenta como fragmentados, inseguros, excesivamente sensibles al provenir de familias desintegradas, dependientes de su imagen y profundamente hedonistas, volubles, irresponsables y otras nada halagüeñas descripciones, es muy posible que muchos ejercitadores se asusten y defiendan la tesis -errónea en nuestra opinión- de que, ante un sujeto con tantos afectos que hay que ordenar sea prácticamente imposible darles Ejercicios completos de acuerdo a la práctica ignaciana. Por nuestra parte, y apelando a la experiencia de Ignacio, hemos afirmado -y demostrado- que es ciertamente posible la vivencia de los Ejercicios completos sin rechazar a priori aspectos determinados como la edad, preparación, procedencia, estrato social, sexo o
21 Cfr. ISIdro gonzález Modroño, «El que los recibe» (el «subjecto». Disposiciones): Manresa 241 Vol. 61 (1989) 328-329.
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
«Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
Apuntes Ignacianos 65 (mayo-agosto 2012) 22-41
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ubicación dentro de la Iglesia. La praxis analizada de la primera época de la Compañía nos ha puesto en evidencia que muchos de los candidatos considerados idóneos eran jóvenes22. Más aún, habiéndonos acercado un poco a la mente y práctica de Ignacio y los primeros compañeros, conociendo que era muy difícil determinar los límites entre sujeto idóneo para los Ejercicios y sujeto idóneo para la Compañía de Jesús, que ambos términos están íntimamente relacionados y en muchos casos eran equiparables, constatamos cómo, cuando se trataba de admisión de candidatos, se aceptaba la posibilidad de admitir personas con impedimentos de relativa importancia. Lo que siempre se atendía era al sujeto, su interés, la posibilidad de que diese fruto abundante y la esperanza de que ese candidato concreto pudiese superar las dificultades evidentes. La experiencia les confirmó que otra serie de dones y cualidades y una adecuada preparación y seguimiento podrían superar con creces las limitaciones observadas y el candidato podría ser de utilidad para los fines de la Iglesia, de la Compañía o la vida corriente. De ahí, pues, la insistencia de Ignacio sobre la importancia y necesidad de una sólida y eficaz preparación del sujeto de la persona a la que se quiere acompañar y ayudar. Será necesario, por tanto, que tengamos que acudir a la praxis de los primeros compañeros para poder iluminar una adecuada determinación del sujeto y sus capacidades para poder especificar la figura, el perfil y, en última instancia, la idoneidad de quien ha de vivir una fuerte experiencia que forma hombres y mujeres aptos para el Reino de Dios, con la esperanza razonable de que darán mucho fruto. La identificación del sujeto, es pues, vital y contundente para que los Ejercicios continúen siendo una experiencia auténticamente ignaciana.
Las veinte Anotaciones del libro de los Ejercicios Espirituales introducen en un ambiente de búsqueda intensa de la voluntad de Dios cuando el hombre cuestiona lo más profundo de su vida. Durante este tiempo, Ignacio intenta que el ejercitante viva lo que él vivió en cada una de las fases de su conversión, desde los inicios en la casatorre de Loyola hasta el momento de su muerte en Roma. Ignacio, el joven y el hombre que experienció los Ejercicios, sitúa al hombre en Ejercicios ante la sinrazón de la vida y un vacío «lleno» de ruidos, superficialidades, ídolos falsos, sueños y aspiraciones fundadas en los valores del mundo. Ignacio, el mismo hombre que vivió profundamente
22 Cfr. JAIMe eMIlIo gonzález MAgAñA, El taller de conversión de los Ejercicios: Una oferta de Ignacio de Loyola para los jóvenes, México 2002.
su conflicto, pero siendo profundamente otro, enfrenta al hombre en Ejercicios ante la posibilidad de prepararse para elegir entre la comodidad que da el tener una posición, los deseos auténticos de sobresalir, de ser alguien con aspiraciones a ocupar puestos significativos, y, en un momento radical abrirse a posibilidades inéditas que serán el fundamento de una vida futura vivida siempre desde el «más» al servicio de Dios y los hombres.
Las Anotaciones son el momento de preparación, la puesta en la plataforma de despegue, basadas en la experiencia y la vida de un hombre que supo elegir, construyendo sobre su naturaleza caída, para que otros se arriesguen de un modo semejante, siempre personal e irrepetible. Preparan para un momento de decisión, de silencio, para detenerse en medio de muchas encrucijadas y dar una nueva orientación, hacer una pregunta novedosa sobre el sentido de la propia vida y su lugar en el mundo. Sitúan en un momento vital en que el hombre se cuestiona su posición ante Dios y su actitud ante el llamado a seguirlo y construir un mundo diferente. Ofrecen la posibilidad de una actitud de escucha ante el reto de buscar y encontrar caminos nuevos, llenos de sentido y con diferentes terminales de acción que lo lleven a ser «más» de lo que hasta entonces era. Las Anotaciones están rebosantes de vida, de experiencias sentidas por Ignacio que lo preparan al momento vital en el que el hombre ha de plantearse su fin en este mundo y la posibilidad de estar indiferente y escuchar la voluntad de Dios. Constituyen los preámbulos y son, de hecho, una maravillosa obertura para todo lo que viene después. De ahí la necesidad e importancia de preparar al sujeto para los modos de orar, el examen de conciencia, el conocimiento interno del pecado, el aprendizaje de los diversos espíritus que ciertamente lo invadirán y el momento en que habrá de plantearse la posibilidad de una oblación de mayor estima y momento.
Si el acompañante ve al sujeto que hace los Ejercicios como alguien que quiere y es capaz de plantearse todo esto de una forma suficientemente radical, como si estuviese en juego su propia existencia; si observa que quiere seguir con el proceso viviéndolo con sinceridad y valentía, asumiendo que ha de tomar decisiones fundamentales, que habrá de elegir estado de vida o formar diferentes de vivir su compromiso cristiano; si se da cuenta que está dispuesto a evaluar y poner en juego su propio entendimiento, su voluntad y su afectividad..., entonces podrá saber con un margen razonable de certeza que hay subiecto para continuar adelante con la experiencia completa.
«Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
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El sujeto genuino de unos Ejercicios auténticamente ignacianos será aquél que desee verdaderamente su conversión
El sujeto de Ejercicios se conocerá si, y sólo si, quien da los Ejercicios ve a quien los hace -o quiere hacer- como una persona que desea ser capaz de aceptarse incondicionalmente, a pesar de sus limitaciones personales, físicas, psicológicas, de carácter, temperamentales, etc. El ejercitador conocerá también cuál es su voluntad o su deseo para abrirse a la posibilidad de hacer «elección de las cosas que caen debajo de elección mutable y analizar la posibilidad de enmendar y reformar la propia vida y estado para mayor gloria de Dios»23. O, al menos, que esté en camino de querer ser ayudado, acompañado, cuestionado, animado, como Ignacio y los primeros jesuitas lo fueron en su momento, en su camino de interiorización y asunción de su pasado, su historia, sus éxitos y sus fracasos. Del conocimiento que se tenga del candidato, desde las entrevistas previas y el mismo proceso preparatorio, el acompañante podrá tener elementos de juicio sólidos sobre su idoneidad y sólo si ve al sujeto suficientemente abierto, resuelto y capaz de tomar decisiones que impliquen su vida toda, podrá seguir adelante y evitar que el retiro se convierta en un momento para tranquilizar su conciencia, para pagar culpas del pasado o, sencillamente, justificar un determinado status de vida.
El ejercitador conocerá si el ejercitante tiene sujeto si -y sólo si-, está persuadido que es él quien tiene la oportunidad, el reto de retirarse a orar y está dispuesto a responsabilizarse de sí mismo, de su silencio, de la distribución de su tiempo, como persona madura y responsable, o al menos en vías de serlo. El sujeto genuino de unos Ejercicios auténticamente ignacianos será aquél que desee verdaderamente su conversión y tenga, al menos, deseos de asumir nuevas opciones y determinaciones que puedan cambiar su vida. El verdadero sujeto de los Ejercicios completos ha de saber que como hombre se le puede presentar el reto de hacer uso de su libertad y no temer ante la posibilidad de asumir compromisos de por vida. El reto para todo ejercitador ha de ser preparar un sujeto que, habiendo pedido la experiencia de los Ejercicios, se sienta invitado a darse cuenta de que recibe un llamado a construir el reino de Dios, aun cuando todo esté en contra, cuando nadie crea en el propio proyecto, en los sueños, en las utopías y sea considerado
23 Ejercicios Espirituales 189.
como un loco, al estilo de Jesús. El sujeto de los Ejercicios auténticamente ignacianos está llamado a ser «un individuo que se plantee su vida en serio, radicalmente, tiene que ser capaz de estas tres cosas: aceptarse, decidirse y responsabilizarse, sin ello no hay ‘subjecto’...»24.
Para aceptarse, decidirse y responsabilizarse, el sujeto de los Ejercicios ha de saber previamente las exigencias del retiro, por lo que asumirá que el ejercitador seguirá las indicaciones del método ignaciano. Un ejercitante idóneo será, por tanto, aquél que esté dispuesto a ser dócil a las indicaciones del acompañante y no quien quiera ir sólo, por su cuenta, siempre salvada la actitud dialogal descrita en el «Prosupuesto»25. No tiene sujeto una persona que piense que los Ejercicios son un curso de teología, filosofía o cualquier otra materia. Tampoco quien quiera hacer de la experiencia una oportunidad para leer, reflexionar, preparar cursos, conferencias, retiros, etc. No es sujeto de Ejercicios quien quiera hacer del retiro una terapia psicológica, una dinámica de grupos, por muy válidas, importantes y aun necesarias que éstas pudieran ser. Un buen sujeto de Ejercicios será aquél que desee el silencio, la oración retirada, solitaria, que busque la interiorización, proyectarse a lo más hondo de sí y dejarse cuestionar ahí donde sólo actúa su conciencia y el Señor.
Un sujeto idóneo para buscar la voluntad de Dios ha de prepararse, formarse, ejercitarse para examinar su conciencia y pedir insistentemente sentir el dolor por el pecado y la ofensa a Dios y a los hermanos. Obviamente desde el tiempo de Ignacio, pero más aún en nuestros días, un sujeto apto para los Ejercicios de treinta días y aun para los Ejercicios leves, será el hombre o la mujer que sea capaz de cuestionar seriamente la realidad en que vive, ser conscientes del dolor y la injusticia en que vivimos, y ser capaces de sentir con más fuerza si se quiere, el dolor de los más necesitados que mueren sin que nosotros queramos darnos cuenta. Un sujeto idóneo, según los sueños de Ignacio, será aquél que tenga el coraje de pedir el valor para no cerrarse ante la posibilidad de ser llamado a denunciar lo que no está de acuerdo con el plan de Dios. El sujeto de Ejercicios, que hay que preparar y formar, será aquél que –además– desee ser capaz de pensar en la posibilidad de crear verdaderas comunidades fuera de sí mismo, con las que hay que crear Iglesia, siempre en relación y en mutua convivencia, comunicación y
24 ISIdro gonzález Modroño, Op. cit., 331-332.
25 Ejercicios Espirituales 22.
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
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El sujeto, clave para determinar el «Principio de la Adaptación» de los Ejercicios Espirituales
La definición del sujeto para hacer los Ejercicios Espirituales fue una de las claves de comprensión subyacentes a los criterios de selección de candidatos definidos por Ignacio de Loyola y compartidos por los primeros compañeros en los inicios de la práctica del ministerio fundante de la Compañía de Jesús. Un aspecto muy importante en este proceso fue cuando el peregrino decidió hacer partícipes de su experiencia en Manresa a aquéllos que, deseosos de conversión, buscaban caminos viables en los que pudieran concretar su proyecto de vida. Así, le vemos en los primeros días posteriores a la ilustración mística del Rio Cardoner, cómo comenzó a establecer conversaciones espirituales con piadosas mujeres en la ciudad catalana. Posteriormente continuó con la práctica en Barcelona y, después acabaría trasladándose a Alcalá de Henares en donde descubrió el mundo de la universidad y sus inquietos y animados estudiantes, orgullosos letrados así como mujeres y hombres sencillos del pueblo que lo escuchaban atentos, deseosos de la anhelada conversión. Fue en la ciudad universitaria del Cardenal Jiménez de Cisneros en donde Iñigo López de Loyola comenzó una labor catequética y de animación espiritual valiéndose de las primeras notas que había escrito de sus Ejercicios Espirituales. Continuó con la misma actividad en Salamanca y la confirmó en París con la experiencia de los estudios y su estrecho contacto con jóvenes universitarios y personajes cultos del ambiente académico.
Su actividad parisina marcó con matices y tonalidades diferentes sus experiencias apostólicas en el campo de los Ejercicios así como la naturaleza de los ejercitantes. Entonces fue consciente de la necesidad de adaptar los mismos Ejercicios a diversos tipos de auditorio, tomando en consideración, fundamentalmente, el tipo de persona que solicitaba el retiro, sus necesidades vitales y los frutos que pretendía lograr con la puesta en práctica del método espiritual. Como resultado de su reflexión, Ignacio sistematizó dos maneras distintas de dar los Ejercicios: los completos, «exactamente y en
65 (mayo-agosto 2012) 22-41 diálogo. Un buen ejercitante será quien haya tenido contacto con la Iglesia en su conjunto, incluyendo la jerárquica, y que, esté dispuesto a pedir a Dios la gracia de sentir con y desde ella y amarla, no obstante sus fallos y pecados y que, al menos, tenga un firme deseo de serle fiel y comprometerse con ella, al estilo de Jesús.
retiro» y «algunos ejercicios». Se aplicaba una de las dos fórmulas, según las necesidades de los ejercitantes. Unos querían sólo instruirse y contentar su ánima. Otros, en cambio, buscaban tener una experiencia más profunda y deseaban un cambio radical en sus vidas. En función de estas necesidades de los ejercitantes, surgieron las «Anotaciones» y, más concretamente la 18ª, 19ª y 20ª que respondían precisamente a esas exigencias de la adaptación.
Quienes buscaban sólo algunas actividades que contentaran su ánima era generalmente gente ruda «de poco subiecto o de poca capacidad natural». Aquellos que deseaban una experiencia más completa, se planteaban, además, la posibilidad de elegir o reformar su estado de vida y dejarse transformar por el espíritu sin oponer ningún tipo de resistencia. A quienes necesitaban algún tipo de preparación se les ayudaba concienzudamente, de modo tal que fueran capaces de vivir la experiencia completa. Tal como Ignacio lo hizo con Pedro Fabro, Francisco Javier, Simón Rodrigues, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás Alonso de Bobadilla y muchos otros. De esta situación surgieron tres modos diferentes de vivir el retiro ignaciano sin que ninguno de ellos perdiera lo auténtico y distintivo de los Ejercicios Espirituales. Todos los estilos eran auténticos Ejercicios, sólo que unos más reducidos y sencillos. Estos últimos privilegiaban el examen de conciencia, el aprendizaje de las potencias del alma y del cuerpo, el método de hacer oración y una sencilla instrucción religiosa. Esta forma breve, más sencilla, está orientada hacia los Ejercicios pero no son todavía los Ejercicios completos. Por esta razón, autores como Iparraguirre los han llamado «algunos Ejercicios»26 .
El tiempo del que disponían las personas para hacer los Ejercicios determinaba una segunda clase que se definía en razón de si sus ocupaciones les permitían hacer, o no, el retiro completo. De la experiencia con Simón Rodrigues surgió la modalidad de los «Ejercicios abiertos» de los que hace mención la Anotación 19ª y que prevé la posibilidad de que se dediquen uno o dos horas al día para meditar, orar y seguir las indicaciones de quien les da modo y orden. Con este tipo de Ejercicios se gana en extensión lo que se pierde en intensidad. La tercera clase de Ejercicios prevista por Ignacio es aquella que privilegia el modo y duración de la práctica. En cuando al modo, se hacen en absoluto retiro, en estricto silencio y siguiendo exactamente todas
26 IgnAcIo IPArrAguIrre, Práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en Vida de su Autor (1522-1556), Vol. III, Bilbao-Roma 1946, 42-43.
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Emilio
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las indicaciones del libro. Su duración es de treinta días aproximadamente. A esta tercera expresión de la práctica ignaciana se le ha llamado la de los «Ejercicios completos» y más aún, el «modo perfecto» de dar Ejercicios. Según Ignacio Iparraguirre:
Aunque parezca una antinomia, la única cosa fija era que no había ningún factor externo fijo. Un principio regulaba toda la actuación: el principio de la adaptación [previsto en la Anotación 18 que establece]: ‘Según que tengan edad, letras o ingenio se han de aplicar los tales exercicios’. Precisada la clase de retiro que convenía practicar, examinando la finalidad que se buscaba, la disposición, cualidades y demás circunstancias, se comenzaban a aplicar a las necesidades concretas de cada alma, las prescripciones que para el caso señalaba el santo autor27 .
El tipo de Ejercicios que se aplicaban dependía, por tanto, del ejercitador, quien lo determinaba una vez que se entrevistaba con el candidato y detectaba sus necesidades, su disposición, sus cualidades y una vez que se analizaba el conjunto, decidiendo qué tipo de experiencia era más conveniente para la persona concreta que solicitaba el retiro. Esto es muy importante y a ello se debió, en gran parte, el éxito de los Ejercicios en su primera fase de expansión en la que se puede asegurar que los Ejercicios fueron siempre personalizados. En muchos casos, las fuentes nos dicen exactamente qué tipo de Ejercicios practicaron cada uno de los ejercitantes de los que nos dan noticia. En otros, sólo mencionan que «han practicado algunos», o los abiertos o los cerrados. Simplemente se preocupan de que se haya vivido la experiencia total aun cuando no mencionen cuántos días duraron en la experiencia. Generalmente se buscaba siempre el ideal y dependía de cada persona el tiempo que se invertía en ella. Cuando no se daban los Ejercicios, la experiencia era llamada de otra forma, como «conversaciones espirituales», «conversaciones en Ejercicios», etc. Este tipo de práctica se utilizaba para difundir el método como una preparación adecuada a los Ejercicios, sin dedicarse de lleno a vivirlos. Iba más en la línea de la predicación y se tenía mucho cuidado de no caer en el equívoco de llamar Ejercicios a prácticas que no lo eran.
Tradicionalmente, la práctica pastoral ha unido de una forma indisoluble los inicios apostólicos de Ignacio con la Anotación 18ª de los Ejercicios y ha afirmado que la práctica de este ministerio estuvo radicalmente influida
27 Ibíd., 43.
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por los condicionamientos de la Anotación. Y esto es verdad. En algunos casos, sin embargo, se ha negado la posibilidad de que determinados tipos de personas hubiesen practicado los Ejercicios de una forma completa, según lo establecía el propio santo. Más aún, ha sido costumbre generalizada constreñir lo estipulado por la Anotación 18ª al ámbito de las características de los posibles ejercitantes rudos, del pueblo sencillo, no idóneos, sin sujeto o totalmente incapaces de vivir plenamente el momento fundante de los Ejercicios, siendo así que la Anotación 18ª es mucho más globalizante. Se menciona, por una parte, que los Ejercicios en la Anotación 18ª se encuentran en un «estado embrionario» y, por otra, que son para quienes «no están todavía en grado de arriesgarse a un viaje espiritual profundo»28 .
Y todavía más: de una forma un tanto superficial, en la práctica pastoral se ha concluido que el hecho de la edad está directamente relacionado con la rudeza, la poca disposición y con personas que no pueden descansadamente llevar y aprovecharse de los Ejercicios. Aun cuando hay que tomar en cuenta que se refiere a una época completamente diferente a la nuestra, Eusebio Hernández consideraba que al mencionar la edad, se privilegia una etapa física y psicológica de la persona y han optado por preferir la edad adulta en detrimento de los jóvenes al afirmar que «el cúmulo de dificultades que ante la edad y despreparación de entendimiento, sentido práctico y experiencia interior de un joven, amontona el conjunto de elementos que en el mes de ejercicios ha de ensayar, apropiarse, explotar y dominar, quien aspira a sacar todo el fruto que deben dar especialmente en nuestros jóvenes los ejercicios completos»29. Ha sido aceptada también la afirmación de que una labor seria desde los Ejercicios sólo puede llevarse a cabo con personas en edad madura, como si se tratara de un trabajo privativo con adultos, excluyéndose a priori a los jóvenes -y más aún a las jóvenes- de la experiencia completa del retiro de treinta días. En muchos casos, lejos de superar criterios pastorales en práctica hace cincuenta años, se siguen viviendo en la realidad como si no hubiesen sido trascendidos por lo menos por las orientaciones generales del Concilio Vaticano II, por no mencionar documentos eclesiales más recientes. En nuestros días, existen pastoralistas que –hay que decirlo con tristeza–,
28 roger lAbonté, Ejercicios según el espíritu de la Anotación 18: Centrum Ignatianum Spiritualitatis 35, Vol. X, (1980) 22-23.
29 euSebIo hernández, La manera tercera de Ejercicios completos según San Ignacio: Manresa 67, Vol. 18, (1946) 110.
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Jaime
González Magaña,
«Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola
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estarían de acuerdo con Arellano que hace más de medio siglo opinaba que los jóvenes:
Se aíslan cada cual dentro de su generación y miran con desconfianza a los de la anterior, incapaces de comprender. Abundan las personalidades precoces. No inspiran respeto ninguno las normas de autoridad y de costumbre. Tradición y experiencia, son valores absolutamente despreciados. Predomina el gusto por la experimentación: sólo vale lo vivido. Se entra demasiado pronto en la vida social, en el trabajo. Adolecen de una educación demasiado blanda, desacertada. Su formación intelectual es con frecuencia absurda y retardada. De ahí que no tengan criterio fijo ni ideas personales. Y como consecuencia esos caracteres sin temple, voluntades sin estabilidad, vidas sin rumbo y tantas pequeñas o grandes tragedias íntimas que buscan inconscientemente un escape: un celo o el aturdimiento, la diversión o la extravagancia. De ahí el proceso lento de masculinización de la mujer30.
Asumiendo las dificultades que ofrece la pastoral juvenil, consideramos que se ha relegado excesivamente a los jóvenes y no se ha tomado en consideración su enorme potencialidad, Y, a la vez, la posibilidad de que para las adaptaciones de los Ejercicios se debería tomar en cuenta también la edad de los adultos que, en ocasiones les podría limitar -y en muchos casos hasta negar- la práctica ignaciana cuando no reúnan las condiciones y requisitos mínimos para que se puedan considerar idóneos y capaces según las previsiones de Ignacio. De acuerdo con los hechos históricos que hemos analizado exhaustivamente en un trabajo anterior, constatamos que, por sí mismos, son concluyentes del interés que despertaron los jóvenes en Ignacio desde sus comienzos apostólicos en Alcalá de Henares31. Observamos igualmente la atención que les dispensó en los ambientes universitarios en los que se movió y, asimismo, podemos afirmar que muchos jóvenes resultaron favorecidos con su trabajo y que fue precisamente de entre los jóvenes de donde seleccionó a varios de los primeros compañeros. Del primer grupo, destacan Alfonso Salmerón, Diego Laínez y Simón Rodrigues quienes eran los de más corta edad, aunque Pedro Fabro, Francisco Javier y Nicolás Alonso de Bobadilla, eran jóvenes también.
En una segunda parte de este trabajo intentaremos analizar los inicios de la práctica de los Ejercicios Espirituales, tal como fue regulada por los Directorios de modo tal que podamos estar en condiciones de detectar algunas líneas de acción para poder precisar los criterios de selección de candidatos y averiguar si se otorgó un voto firme de confianza a los jóvenes como sujetos capaces de comprometerse en serio con su vida y su mundo ayudándose de la práctica propuesta por Ignacio.

30 tIrSo ArellAno, S.J., La Adaptación de los Ejercicios Ignacianos a las Tandas Colectivas, Zaragoza 21956, 320.
31 Cfr. JAIMe eMIlIo gonzález MAgAñA, oP. cIt.
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
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El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales
según la práctica regulada por los Directorios
Jaime Emilio González Magaña, S.J.*
gnacio de Loyola ofreció los Ejercicios Espirituales como un instrumento de conversión a personas que consideraba vitales en la sociedad y en la Iglesia, es decir, que tuviesen «subiecto» pues sabía que de ellas había que esperar mucho fruto. Formando parte de esos sectores de interés estuvieron los jóvenes quienes ocuparon un lugar muy importante en la práctica de los primeros años de la Compañía de Jesús. Junto a los jóvenes y universitarios, los letrados y otras personas de importancia constituyeron los colectivos a quienes se dedicó una atención preferente por parte del fundador y los primeros compañeros jesuitas que se dedicaron a promover y desarrollar un ministerio espiritual que favoreciera la conversión, siguiendo las pautas del método ignaciano. La selección de candidatos se hacía siempre siguiendo una serie de criterios establecidos para normar los requisitos que debían reunir quienes solicitasen el retiro. Todo lo que se pedía a quienes quisieran hacer los Ejercicios no obedecía a una rigidez sin sentido o al solo hecho de imponer una serie de duras exigencias que muy probablemente pocos pudieran cumplir. Esas condiciones estaban fundadas en la vida misma, en la experiencia de un hombre que llegó a confiar plenamente en un método sencillo y eficaz
* Jesuita y biblista boliviano. Realizo estudios de Filosofía en la Universidad Católica de Boliviana. Estudió Teología en la Universidad Pontificia Comillas en Madrid, España. Doctor en Teología del Instituto de Estudios Superiores de la Compañía de Jesús en Brasil. Actualmente docente en la Universidad Catolica de Bolivia y Director del Colegio Sagrado Corazón de Sucre, Bolivia.
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que había probado personalmente y por lo mismo sabía que podía ayudar a otros en su búsqueda de la voluntad de Dios.
Los Ejercicios Espirituales respondieron a las necesidades urgentes de conversión que experimentaban grandes sectores de la población de su tiempo. Para vivirlos era necesario, sobre todo, tener sujeto como sinónimo de estar bien dispuesto interiormente y decidirse a dejarse llevar en la oración para buscar esa voluntad divina que necesitaba hacerse presente en la vida de los hombres. Cuando Ignacio meditó en el bien que le habían hecho y su deseo de ofrecerlos a otros, comprendió que era imprescindible establecer unos requerimientos mínimos que garantizaran los resultados apetecidos. Y fue su propia experiencia del modo y orden como él los hizo la que ofreció a los noveles ejercitantes que acudían a él en busca de ayuda. En París, durante sus estudios en la universidad, cuando reflexionaba sobre la mejor manera de dar a conocer su método de oración y discernimiento, redactó las veinte Anotaciones que servirían como instrumento pedagógico para guiar a los ejercitantes en la mejor manera de hacer el retiro. Por eso, precisamente, les dio el nombre de Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los Ejercicios Espirituales que se siguen, y para ayudarse, así el que los ha de dar como el que los ha de recibir.
La mayoría de los candidatos a hacer los Ejercicios Espirituales eran jóvenes y estudiantes universitarios pero no todos tenían el mismo talante o el mismo carácter, tampoco las mismas experiencias. Cada uno de ellos fue preparado y acompañado en su proceso de maduración espiritual hasta que llegó el momento de darles el modo y orden según lo que Ignacio había vivido y experienciado en Manresa. La experiencia personal de cada uno de los compañeros fue determinante para que Ignacio fuera integrando en el cuerpo de sus Ejercicios las correcciones, adiciones y anotaciones con el fin de ofrecerlos a más gente que se interesaba en su método. Nuevamente, de acuerdo a la práctica creciente del retiro, se comenzaron a hacer las adaptaciones para diversos tipos de sujetos, tomando básicamente en cuenta el tipo de persona que solicitaba el retiro, sus necesidades vitales y los frutos que pretendía lograr con su oración. De ahí surgieron las anotaciones que clarificaban cómo debía llevarse a cabo el retiro completo, los que sólo pedían «algunos ejercicios», los ejercicios leves o los ejercicios abiertos. Había personas de poco subiecto o de poca capacidad natural; otras deseaban una experiencia más completa y algunas más se planteaban incluso la posibilidad de elegir o
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reformar su estado de vida y dejarse transformar por el Espíritu de Dios sin oponer ningún tipo de resistencia. A todos aquellos que necesitaban algún tipo de preparación se les ayudaba de tal forma que fueran capaces de vivir la experiencia completa. El ejercitador se entrevistaba con el candidato y detectaba sus necesidades, cualidades y límites, y gracias a ello se debió el auge inusitado de los Ejercicios en los primeros años de su práctica ya que siempre fueron personalizados. De acuerdo, pues, a la persona se definía el tipo de retiro que se iba a dar y a nadie se le negaba la posibilidad de tener un encuentro personal con el Señor. Cuando no se daban los Ejercicios en alguna de sus modalidades, la práctica se llamaba de otra forma, por lo que en la documentación de su tiempo es corriente encontrar la expresión «conversaciones espirituales» o «conversaciones en ejercicios», entre otras. Este tipo de actividades se utilizaba en muchos casos como preparación para la vivencia de los Ejercicios completos. En otros casos, se potenciaba la predicación que serviría, asimismo, de preparación para el retiro. Y, finalmente, un aspecto trascendental en el que se basó posteriormente el padre Pedro Arrupe, entonces Prepósito General de la Compañía de Jesús en su recomendación a los jesuitas para el desarrollo de tan importante ministerio espiritual: siempre tuvieron mucho cuidado en no llamar Ejercicios a aquellas prácticas que no lo eran1.
LOS DIRECTORIOS DE LOS EJERCICIOS
Si el texto de los Ejercicios nos transmite el contenido de las meditaciones y gracias recibidas desde Loyola y reflexionadas desde Manresa hasta Roma, las Anotaciones nos comunican, fundamentalmente, los pasos que Ignacio tuvo que dar, como primer ejercitante, para poder llegar al fruto de los post ejercicios. Las Anotaciones nos comunican cómo vivió Iñigo de Loyola sus Ejercicios y cómo quería que los viviesen quienes aceptasen su invitación. Nos transmiten un recuerdo agradecido de los pasos que dio, los momentos preparatorios hasta llegar a la vivencia ordenada y metódica, a las contemplaciones, composiciones de lugar, repeticiones, exámenes de conciencia, etc. que tuvieron sus inicios en una cueva manresana. Más tarde, los Directorios surgieron como respuesta a la necesidad de orientar la práctica creciente de los Ejercicios en los últimos años de la vida de Ignacio de Loyola y, sobre todo, después de su muerte en 1556. En ellos, se retoman los distintos modos de practicar el método ignaciano en un amplio período
1 Pedro Arrupe, S.J. (14 de Febrero de 1972).
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comprendido desde Manresa hasta la publicación de un Directorio Oficial para la Compañía de Jesús, publicado por el quinto Prepósito General, el Padre Claudio Aquaviva, en 1599.
No pretendemos ahora analizar exhaustivamente el origen de los Directorios, simplemente, creemos conveniente mencionar que surgieron como respuesta al auge de los Ejercicios ignacianos que fue, sin duda alguna, inusitado. De sitios diversos eran solicitados y practicados por personas muy variadas. Cada vez era mayor el número de ejercitadores que intentaban responder a la demanda creciente de los ejercitantes. Conforme iba siendo más evidente el fruto que se lograba con la práctica ignaciana, muchos jóvenes optaban por ingresar en la Compañía de Jesús y en otras Órdenes y, en general, los amigos de los jesuitas aumentaban cada vez más en todos los niveles de la sociedad y de la Iglesia. Se intensificaban las alabanzas, pero también –y tal vez en mayor proporción–, se acentuaban los ataques e incomprensiones de los enemigos tanto de la Orden como de su incipiente obra. De igual forma, aumentaron las deficiencias cuando los ejercitadores, indudablemente que con la mejor voluntad, iban creando maneras diferentes de dar los retiros, pero, paulatinamente se iban separando de los ordenamientos básicos planteados por el método ignaciano. Los jesuitas intentaban adaptarlo al medio en que se desenvolvían sus ejercitantes, y obviamente también, a las necesidades sentidas en los sitios a los que habían sido enviados en misión. Pero, a la par, se fueron haciendo reformas que iban más en la línea de diseñar sus propios métodos personales en respuesta a las inquietudes y gustos de la época y esto llevó a notables irregularidades y graves deficiencias que se manifestaron, incluso, en serias desviaciones del método estrictamente ignaciano.
Ante esta situación, surgió la urgencia de elaborar los Directorios de Ejercicios con el fin principal de evitar que siguieran dándose falsificaciones, deformaciones o malas interpretaciones que con todo y las buenas intenciones de adaptarse a las necesidades de su tiempo, en realidad, estaban llevando a algunos ejercitadores a deformaciones peligrosas. Ante ese riesgo real, los superiores de la Compañía de Jesús sugirieron que se redactaran algunas normas prácticas que debían ser observadas por quienes dieran el modo y orden de Ejercicios para que se mantuviera la idea original ignaciana. A Ignacio le pareció bien que hubiera una línea común en el modo de dar el retiro y que sirviera de base para ir integrando las enseñanzas de la práctica y la experiencia a lo que el libro señalaba como elementos esenciales. Él mismo
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participó en la redacción de un Directorio y muchos otros jesuitas se dieron a la tarea de poner en práctica la sugerencia en aras del bien común.
Después de muchos intentos, no exentos de problemas, finalmente se llegó a la redacción de un Directorio Oficial de los Ejercicios, pero la tarea no fue nada fácil y supuso más de medio siglo de propuestas, tanteos, correcciones, luchas, memoriales, etc., hasta llegar al documento definitivo que publicó el Prepósito General Claudio Aquaviva en 1599. El primer intento data de 1552, fecha en la que Polanco, al enumerar la «Summa de las cosas que pareze tocan a N. P. en cuanto fundador, etc.», en su punto 8º dice: «que se acabe el directorio de los exercitios que es tan necessario...»2. Ignacio prefirió transmitir su ideario y su espíritu en conversaciones privadas y familiares, en notas que sirvieran más de inspiración que de ley fija e inamovible. Sabía perfectamente que los Ejercicios, sus Ejercicios, debían estar inspirados por un deseo íntimo, sincero y profundo de encontrar la voluntad de Dios y que para ello –era verdad–, hacía falta un cierto método, pero éste estaba siempre en función de los ejercitantes y a ellos se debía adaptar. No creyó prudente establecer normas rígidas de aplicación por lo que nunca terminó un Directorio propiamente dicho. Lo que nos dejó como recuerdo de sus deseos, está transmitido como una serie de consejos para el mejor modo de dar sus Ejercicios. Contiene «algunas cosas que N. P. Mtro. Ignatio quiere queden por recuerdo en el libro» y se le conoce como Directorio Autógrafo3. Su fecha de elaboración no pudo haber sido más allá de 1552. Este primer Directorio de Ignacio se reduce a unas sencillas notas sueltas, trasladadas de un pliego manuscrito del fundador en el que redactó algunos «recuerdos» para sus hijos que le preguntaban cómo daba él los Ejercicios. Otra expresión de los deseos del fundador está reflejada en el Directorio que él dictó al Padre Vitoria y del cual hemos hecho ya referencia anteriormente4 y en el que «hay gran
Los Ejercicios, debían estar inspirados por un deseo íntimo, sincero
y profundo de encontrar la voluntad de Dios
2 MHSI. Polanci Complementa. Epistolae et Commentaria P. Joannis Alphonso de Polanco, Tomus primus, Vol. 52, Matriti: Typis Gabrielis Lopez del Horno 1916, 82.
3 MHSI. Monumenta Ignatiana. Series secunda. Exercitia Spiritualia S. Ignatii de Loyola et eorum Directoria. Tomus I. Exercitia Spiritualia Josephus Calveras y Candidus de dalmases, Ed. Romae: Institutum Historicum Societatis Iesu 1969, 66-79. En adelante: MI., Ex.
4 MI., Ex., I, 88-105.
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riqueza de detalles interesantes, observaciones psicológicas, procedimientos que se pueden seguir en circunstancias concretas y bien definidas […] pues el P. Vitoria reproduce los consejos que le dio el santo para una ocasión concreta, tal vez para los ejercicios que dio en 1555 al Abad Martinengo»5 .
El libro de los Ejercicios, el Directorio autógrafo y las recomendaciones dictadas al Padre Vitoria, constituyen diferentes manifestaciones de una sola realidad: el espíritu que Dios infundió en aquel hombre, de nombre Ignacio, enamorado y loco por Cristo que deseaba en el alma transmitir sus enseñanzas a sus compañeros de sueños y utopías. Otros jesuitas se encargarían de dar cuerpo a ese espíritu en una serie de recomendaciones y sugerencias prácticas que servirían de modelo para preservar lo auténticamente ignaciano. Quienes estuvieron cerca de él no tuvieron ningún problema ya que lo conocían como un padre cariñoso. Conocían su forma de pensar y sus deseos, tuvieron la suerte de ser acompañados por él como ejercitador o lo vieron actuar como maestro en la etapa de formación de ejercitadores, en Venecia, Vicenza y Roma. Pero, después de su muerte, las cosas cambiaron y aunque era mucho el amor que le tenían y el cariño con que era recordado, eran muchos los jesuitas que no lo habían conocido y era urgente que quedara por escrito lo elemental del método, lo que no podía ni debía cambiar.
Con el fin de conocer quiénes tenían sujeto y quiénes no, es necesario que conozcamos una especie de perfil de los ejercitantes de entonces que los Directorios habían determinado para regular aquella práctica tan significativa. En otros trabajos hemos desarrollado nuestra convicción de que en la praxis de Ignacio y los primeros compañeros la selección de los candidatos a hacer los Ejercicios estuvo determinada por la experiencia de la conversión y la vida misma del fundador de la Compañía de Jesús6. Hemos sostenido ampliamente que entre los ejercitantes que se vieron beneficiados con el ministerio jesuítico por excelencia se encontraban muchos jóvenes y universitarios que no habían elegido estado de vida y muchos otros que, sin ser precisamente jóvenes y habiendo elegido ya su forma de vivir, fueron considerados aptos y con sujeto para la experiencia ignaciana tomando en consideración su
5 ignaCio iparraguirre, Historia de los Ejercicios de San Ignacio. Desde la muerte de San Ignacio hasta la promulgación del Directorio Oficial (1556-1599), Vol. VII, Bilbao-Roma 1955, 417. 6 Cfr. Jaime emilio gonzález magaña, Iñigo López de Loyola: ¿Una historia de fracasos?, México 2002.
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El análisis de los textos se hará, fundamentalmente, partiendo de algunos conceptos clave para las adaptaciones a los Ejercicios a propósito de las Anotaciones 18ª, 19ª y 20ª. Nos estamos refiriendo a la edad, la disposición interior, la rudeza o preparación, la capacidad o incapacidad y falta de ingenio y la inclinación a producir frutos abundantes del sujeto para vivir la experiencia completa y el modo como lo presentan los Directorios. Comenzaremos por verificar qué dice el libro de los Ejercicios sobre la edad del ejercitante y el desarrollo posterior que hacen los Directorios de este concepto. Lo mismo haremos oportunamente con los otros temas aludidos. La lógica de nuestra argumentación, el tipo de normatividad y el contenido de las indicaciones en varios de los Directorios hace inevitables ciertas repeticiones de conceptos e ideas. En todo caso, hemos intentado cuidar este aspecto al máximo posible, sin embargo, somos conscientes del riesgo que corremos de ser en extremo reiterativos, por lo que hemos decidido asumirlo abiertamente. Hemos preferido la claridad y exhaustividad de los textos a una excesiva parquedad y concreción que nos pudiera impedir la comprobación de nuestra tesis.
La edad del ejercitante
A. Nota. El primer exercicio se hará a la media noche; el segundo, luego en lebantándose a la mañana; el 3º antes o después de la misa, finalmente que sea antes de comer; el 4º a la hora de bísperas; el quinto vna hora antes de çenar. Esta repetición de horas, más o menos, siempre entiendo en todas las 4º semanas; según la hedad, dispusición y temperatura ayuda a la persona que se exercita, para haçer los cinco exercicios o menos8 .
7 Cfr. Jaime emilio gonzález magaña, El taller de conversión de los Ejercicios: Una oferta de Ignacio de Loyola para los jóvenes, México 2002.
8 Ejercicios Espirituales 72, MI., Ex., I, 204.
Apuntes Ignacianos 65 (mayo-agosto 2012) 42-65 preparación, capacidad e ingenio7. Nuestro objetivo será determinar si en los Directorios de Ejercicios que regularon la praxis de los ejercitadores, existen algunas normativas o indicaciones que definan y expliciten lo que debemos entender por sujeto o candidato idóneo para los Ejercicios, o, en su caso, que limiten, regulen o prohíban la práctica de los Ejercicios a jóvenes u otro tipo de ejercitantes. Nuestro interés parte de la importancia de conocer la reglamentación oficial de la Compañía referente al modo como se practicaban los Ejercicios y considerar la posibilidad de que exista algún ordenamiento que corrija, matice o invalide las apreciaciones que hemos venido haciendo.
Esta primera alusión se hace en el contexto del fin de la primera semana, cuando ha sido muy importante situar a la persona ante la experiencia del pecado y de la salvación y su postura ante ellas. Esta parte del retiro ayudaría a decidir si se continúa o no con la experiencia completa por lo que la referencia a la edad puede arrojar alguna luz al respecto. Para quienes hablan de la «falta de edad» puede que resulten sorprendidos ya que en ningún momento se menciona la edad en cuanto al hecho de ser joven como un obstáculo para la oración. Al contrario, si se alude a la edad es más bien para recomendar que se tome en cuenta a quienes tengan mayor edad, pues este dato puede constituirse como un obstáculo debido a su «dispusición y temperatura», es decir, a un estado o aptitud, a la capacidad e idoneidad de la persona que se ejercita, a sus facultades tanto físicas como psicológicas y por eso se hace un desdoblamiento: la disposición se refiere a la capacidad física, en cambio, la «temperatura» o temperamento indica más bien una constitución psicosomática9 .
B. La 3ª: es de advertir que si la persona que haze los exercicios es biejo o débil o aunque fuerte, si de la 1ª semana ha quedado en alguna manera débil, es mejor que en esta 2ª semana a lo menos algunas vezes no se leuantando a media noche, hazer a la mañana vna contemplación, y otra a la hora de missa, y otra antes de comer, y sobre ellas vna repetición a la hora de vísperas, y después el traer de los sentidos antes de la cena10.
En el contexto de la segunda semana, nos encontramos con un Directorio del que Ignacio se sirve para explicar el método que se ha de seguir. Se trata de la distribución de ejercicios durante el día, de las notas sobre la oración preparatoria, los preámbulos, los coloquios, la repetición, las notas sobre la fijación de la atención en un único misterio o sobre la concentración de la misma en los misterios de la vida de Cristo11. Dentro de estas indicaciones prácticas muy importantes para la buena marcha del retiro, Ignacio nos remite a la consideración de la adaptación de los ejercicios de esta semana en atención a la salud y posibilidades de quien se ejercita. Sobresale la indicación de tener en cuenta que ha terminado la primera semana –que es nuclear–por lo que se supone que la persona está cansada por su impacto y porque se ha metido ya de lleno en la dinámica propuesta por el acompañante. Se
9 Cfr. santiago arzubialde, s.J., Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y Análisis, BilbaoSantander 1991, 174.
10 Ejercicios Espirituales 129, MI., Ex., I, 236.
11 Cfr. santiago arzubialde, s.J., Op. cit., 403.
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El «Sujeto» de los Ejercicios según la práctica regulada por los Directorios
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ha tomado ya la decisión de seguir adelante y por eso precisamente se debe cuidar la salud y la buena disposición del sujeto. En momentos decisivos en los que supuestamente se nos darían indicaciones prohibitivas de seguir adelante con personas jóvenes, se nos indica todo lo contrario, esto es, que hay que tener cuidado con las personas mayores pues su salud puede resentirse e impedirles que continúen.
C. Nota. Algunas veces aprovecha, aunque el que se exercita sea recio y dispuesto, el mudarse desde este 2º día hasta el 4º inclusiue para mejor hallar lo que desea, tomando sola vna contemplación en amaneçiendo, y otra a la hora de missa, y repetir sobre ellas a la hora de vísperas, y traher los sentidos antes de cena12
En esta cita, aunque no se menciona explícitamente la edad, su contenido nos remite a considerar la salud y fortaleza del ejercitante, y al igual que las anteriores, no nos señala ningún dato que nos permita afirmar alguna limitación para quienes sean jóvenes.
D. 2ª Nota. Según la hedad, disposición y temperatura, ayuda a la persona que se exercita, hará cada día los cinco exercitios o menos13 .
Muy relacionada con lo que advierte el Directorio de la primera semana, esta nota invita a considerar la edad, disposición y temperamento de quien se ejercita para decidir el número de ejercicios que ha de hacer en la tercera semana., De la misma forma que las indicaciones anteriores, no encontramos absolutamente ninguna mención de que los jóvenes no sean capaces de llevar a cabo los cinco ejercicios propuestos, al menos, ya que Ignacio da a entender que no se hagan más de cinco al día. La edad es mencionada, nuevamente y en términos muy amplios, sólo como criterio de acomodación a las necesidades personales. En tres citas más [EE. 271,2; 272,1 y 272,2]14 encontramos la palabra «edad» pero no relacionada con el sujeto que hace los Ejercicios sino referidas a las contemplaciones de los misterios de la vida de Cristo por lo que no aportan nada para nuestro objetivo.
12 Ejercicios Espirituales 133, MI., Ex., I, 240.
13 Ejercicios Espirituales 205, MI., Ex., I, 286-288.
14 Cfr. Ejercicios Espirituales 271 = a sus padres, (aprouechaba en sapiencia, edad y gracia). MI., Ex., I, 332; Ejercicios Espirituales 272 = Xpo al templo cuando era de hedad de XII años escribe San Lucas. MI., Ex., I, 334; Ejercicios Espirituales 272 = Xpo nuestro señor, de edad de doze años, ascendió de Naçareth. MI., Ex., I, 334 y eCharte (1996), 424.
Por lo que se refiere a los Directorios, el P. Eduardo Pereyra, discípulo del P. Villanueva, especifica que «lo primero que hay que advertir es que el que da los Ejercicios advierta primero mucho la calidad de la persona a quien los ha de dar. Advirtiendo la edad, doctrina, ingenio, complexión, etc. Porque, conforme a la calidad de las personas se ha de acomodar el que los da. Como lo advierte nuestro Padre de buena memoria en las anotaciones15. El P. Pereyra demuestra ser poseedor de una amplia experiencia en el ministerio de dar el retiro ignaciano al tal grado que de su obra se tomaron muchos de los puntos fijados posteriormente en el Directorio oficial. Conocedor del método y texto ignacianos, este autor sólo cita la conveniencia del conocimiento personal del ejercitante y su «calidad» como el requisito insustituible para acomodar la experiencia. Nos remite a lo estipulado por Ignacio en las Anotaciones, pero no menciona ningún tipo de limitación o restricción a personas jóvenes u otro tipo de candidato.
El P. Antonio Valentino sobre su propia manera de dar los Ejercicios a sus novicios escribió:
Cuando al dar los Ejercicios, procuro no darlos ni en los grandes fríos ni en los grandes calores, teniendo también en cuenta la capacidad, edad y fuerzas de cada uno, guardando el mismo orden del P. Ignacio de santa memoria, aunque no en todos con todo aquel rigor de cinco horas al día y levantarse por la noche16.
El documento indica su experiencia sobre la forma como llevaba a cabo las adaptaciones y que, por su naturaleza, son válidas igualmente para todo tipo de personas. Por su parte, sólo hace referencia a las condiciones climáticas que pueden afectar negativamente la marcha de los Ejercicios por lo que es esencial que éstos se adapten a la edad, capacidad y fuerzas de cada individuo y en función de ello se decida el número de horas de oración que han de hacerse.
El Directorio del P. Diego Mirón, secretario del General Claudio Aquaviva, no aporta nada novedoso sino simplemente nos remite a las indicaciones
15 MI., Dex., II, 143. El texto castellano se ha tomado de: miguel lop, Ejercicios Espirituales y Directorios, Barcelona 1964. De ahora en adelante se citará primero el dato de Monumenta Histórica y en segundo término el de lop, cuando así lo requiera el dato del Directorio que se haya traducido.
16 MI., Dex., II, 193; miguel lop, Op. cit., 181.
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que Ignacio nos hace en los números [72] y [129] del cuerpo mismo del libro. En una primera redacción que realizó por encargo del General Mercuriano, es mucho más fiel a la interpretación ignaciana. En su segundo Directorio, redactado ya en tiempos del P. Aquaviva, aporta su propia manera de pensar pero sigue siendo esencialmente fiel a la letra del libro ignaciano17. Es conveniente anotar, por lo mismo, que aunque era común que no hiciera ningún tipo de concesiones, es notable, sobre todo, que, tomando en cuenta los tiempos que corrían cuando escribió su segundo Directorio y que es acentuadamente detallista en aportar orientaciones para la práctica del retiro, no menciona ninguna limitación para que jóvenes de determinada edad viviesen la experiencia ignaciana18.
El Directorio del P. de Fabi es opuesto al del P. Mirón en el sentido de que su interpretación es más amplia e insiste más en la fuerza del espíritu que en las palabras en sí mismas. Es igualmente, ordenado y claro y su pretensión es dar consejos útiles sobre temas importantes. En estos consejos y sugerencias, cuando se está refiriendo a las «cuatro semanas, no de días sino de Ejercicios», deja abierta la posibilidad de dar «otros Ejercicios que exciten al temor y amor de Dios y de las virtudes y de la consecución de las mismas...»19. Da cierta libertad en el manejo de los temas y subraya que se pueden hacer algunas adaptaciones y, en este contexto de acomodación, menciona la edad bajo las mismas circunstancias a que hemos estado haciendo referencia. Sólo menciona adaptación en beneficio del ejercitante, nunca restricciones en función de juventud o supuesta madurez traducida en años.
El Directorio del P. Gil González Dávila, debe ser entendido como la obra de un teólogo que enjuicia algunos documentos con los que no estaba de acuerdo. Bien sistematizada y clara, su obra refleja la herencia recibida de Polanco y Nadal y los sigue en sus orientaciones pero donde él quiere poner su impronta es en lo relativo a la elección, de ahí que sea más exigente en indicar «que en el que se ejercite sea ya de edad firme y adulta, de juicio e ingenio capaces, para no perder el tiempo y el trabajo». En todo estamos absolutamente de acuerdo, sólo matizaríamos un tanto su afirmación pues algunos autores se han valido de esta obra para suscribir que la Anotación
17 Cfr. Miguel Lop, Op. cit., 280.
18 MI., Dex., II, 382; Miguel Lop, Op.cit., 289.
19 MI., Dex., II, 433; Miguel Lop, Op.cit., 318.
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18ª hace alusión a una supuesta «falta de edad», no obstante, solamente una persona de edad firme podía trabajar en los Consejos reales y Chancillerías, u ocupar puestos en la Inquisición, siendo joven aún. No cierra las puertas a determinada edad. Exige, sí, que no se abarate la experiencia, precisamente para «no perder el tiempo y el trabajo» y no construir «el edificio sobre arena». De eso dependerán las adaptaciones que se hagan20.
Para reafirmar su dicho, cita el Directorio de Ignacio en lo referente a la indicación de las Constituciones que indican que «cuando se dieren [los Ejercicios] sea a personas raras o que quieran determinar el estado de su vivir»21; se basa en el Directorio de Polanco al citar sus «Cuatro modos de proponer Ejercicios espirituales según cuatro clases de hombres»22 y en la «Breve Instrucción sobre el modo de dar los Ejercicios» del P. Everardo Mercuriano cuando explica «Qué Ejercicios hay que dar a qué personas; y en primer lugar si es rudo e iletrado, éstos y con qué orden» y qué hacer si los ejercitantes son niños, de siete a doce años23. Finalmente, sostiene su dicho en una Instrucción anónima, probablemente del P. Nadal que nos ayuda a precisar el modo de dar los Ejercicios a diversas clases de personas y que, paradójicamente, defiende la posibilidad de que se den «exactamente, a los que durante un mes se apartan de todo, etc. fuera de su domicilio» a adolescentes de grandes esperanzas, con elecciones, pues todavía no han elegido estado.
En su Directorio, el Padre Jerónimo Nadal por primera vez en lo que hemos analizado hasta ahora y de una forma explícita, deja sentir su confianza en los jóvenes y más aún menciona a los «adolescentes de grandes esperanzas» que todavía no han elegido estado. El promulgador de las Constituciones que tan cercano estuvo a Ignacio en ese proceso decisivo para la Compañía de Jesús, que tanto defendió la naturaleza de los Ejercicios en su Apología, deja sentir su influencia teológica en el conjunto de sus afirmaciones y, extraordinariamente, afirma que los jóvenes de esas características pueden hacer los Ejercicios «exactamente» y «con cinco horas y media de meditación». Como buen jurista, amante profundo de la Compañía, conocedor de la mente del fundador y férreo pilar en la labor inicial de la Orden no podía traicionar sus principios si hubiese afirmado tan claramente algo que no estuviera dentro
20 MI., Dex., II, 494-495; Miguel Lop, Op.cit., 356-357.
21 Constituciones 408-409; Directorio 5, 29-30, Miguel Lop, Op.cit., 124.
22 MI., Dex., II, 280-284; Miguel Lop, Op.cit., 231-234.
23 MI., Dex., II, 248-252 y 254-255; Miguel Lop, Op.cit., 211-214 y 216-217.
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«Sujeto» de los Ejercicios según la práctica regulada por los Directorios
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de lo previsto como ignaciano y jesuita, o al menos, que cayese dentro de lo válido y permitido en la práctica de los Ejercicios24. Veamos ahora dos textos de su Directorio que resultan muy sugerentes:
Menos exactamente en alguna habitación de dicho domicilio, a los que [emplean] cuatro horas y media con examen; y este modo es más común a los nuestros, que ya están en la Compañía o que quieren ser admitidos en ella; y esto en algún Colegio o casa, en alguna habitación separada y con otras comodidades.
A quienes ya eligieron estado no susceptible de variación, como los casados y los religiosos, no hay que darles elecciones, sino procurar que se reformen y que se entreguen a la perfección en cuanto les sea posible25 .
En estos dos puntos vemos indicado lo contrario de lo que se observa frecuentemente en la práctica pastoral actual. Parece contradictorio que a los jóvenes se les exijan más horas de oración que a quienes ya son jesuitas o están solicitando su ingreso. Por otra parte, no nos resulta extraño que desde aquel tiempo, y de una forma oficial, se reconociera que a quienes ya hubiesen elegido estado y dado que éste no es «susceptible de variación» como es el caso de los casados y religiosos, no se les dieran sino los Ejercicios para que «se reformen y que se entreguen a la perfección», es decir, los Ejercicios de la primera semana o aquellos que no traten la elección. De una forma que no deja lugar a dudas se dice qué tipo de Ejercicios deben darse a casados y religiosos. Este dato nos resulta de vital importancia pues confirma que en la práctica de los primeros años muchos jóvenes que presentaban características claras de idoneidad, entre otras, que no hubiesen elegido un estado de vida concreto recibían un trato preferente sobre otros candidatos adultos que en la práctica tenían una preferencia de segundo grado pues a ellos se les daban, básicamente los Ejercicios de la primera semana.
En último lugar, en su orden, mas el primero en importancia está el Directorio oficial de 1599, que recoge las prescripciones del Directorium variorum y del Directorio provisional de 1591. Todavía en vigor, recoge todos los escritos previos y asume las correcciones hechas antes de su promulgación por lo que es aceptado como el más completo y perfecto de todos los Directorios. Sobre la edad e idoneidad del ejercitante prescribe lo siguiente:
24 MI., Dex., II, 176; Miguel Lop, Op.cit. 169.
25 MI., Dex., II, 176-177; Miguel Lop, Op.cit. 170.
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D. 33, 34, 43 (19). Mente de nuestro Santo Padre y a quiénes hay que dar los Ejercicios. Sin embargo, hay que notar, si nos referimos a los Ejercicios íntegros y completos, que la mente del P. Ignacio era que no se diesen a todos sin distinción, sino sólo a selectos y tales que pareciesen capaces de mayores empresas. Que ello sea así, claramente lo vemos por una instrucción que dicen que se escribió dictando él y es como sigue: «Me parece que no conviene a ninguno a hacer los Ejercicios, si no tuviere estas condiciones o por lo menos las principales. Primero, sea tal que se pueda esperar que será útil para la casa de Dios, si fuere llamado a su servicio. Segundo, si todavía no tuviese adquiridos los talentos de artes y ciencias que para esto se requieren, a lo menos tenga la edad o ingenio que pueda llegar a alcanzarlos más adelante. Tercero, esté en su mano el disponer de sí mismo, aun para abrazar el estado de perfección, si plugiera a Dios llamarlo. Cuarto, que parezca aficionado a las cosas espirituales y tenga aspecto corporal honesto y decente. Quinto, no esté tan apegado a alguna cosa, que difícilmente pueda ser apartado de ella y llevado a la ecuanimidad requerida para tratar rectamente este negocio del alma con Dios; y cuanto más dudoso se halle uno de su modo de vivir y más deseoso de saber lo que debe hacer de su persona, y finalmente cuanto más apto sea para ayudar a la Iglesia, tanto más idóneo será, simplemente hablando para hacer los Ejercicios. A quienes no reúnan estas condiciones o estén ligados por el matrimonio o sean por otra causa ineptos, no se les deben dar todos los Ejercicios, sobre todo si otros más aptos los pidieren, o los Nuestros se vieren agobiados por otras ocupaciones...»26
La Compañía de Jesús asume oficialmente la mente del fundador y pone de manifiesto con claridad quiénes son los idóneos para vivir la experiencia de los «Ejercicios íntegros y completos». No se deja llevar por una cierta tendencia a la laxitud que privaba en esos días, sino todo lo contrario. Se asumen las exigencias de Ignacio y se retoman con el deseo expreso de interpretar lo que era –decían– «la mente de nuestro Santo Padre» referida a una buena selección de candidatos y promulgarla con carácter de obligatoriedad. Es evidente que los Ejercicios son sólo para unos pocos a quienes se invita a dar más, lo mejor de sí mismos. Esto ya lo hemos visto antes y queda ahora ratificado el sentido de que esa selectividad y las principales razones de ella: son sólo para aquellos que tienen subiecto, de quienes se espera mucho fruto; para aquellos que pueden ser llamados a su servicio y sean de alguna utilidad para la Iglesia. El Directorio que dictó Ignacio al Padre Vitoria decía «... y cuanto más apto fuere para el Instituto de la Religión y para
26 MI., Dex., II, 581-582; Miguel Lop, Op.cit., 418-419.
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la Compañía, simplemente hablando, es más apto para encerrarse a hacer los Ejercicios...»27 por lo que es imprescindible que estén libres, que puedan disponer de sí mismos, es decir, que no hayan elegido estado de vida como matrimonio o vida religiosa. Finalmente queremos subrayar dos elementos más, decisivos para lo que estamos analizando: primero, que busquen sincera y apasionadamente su propia conversión, que cuestionen su estilo de vida y que estén en condiciones de ofrecer su propia libertad si el Señor quisiera llamarlos a determinada manera de vivir. Y, segundo, que sean personas que todavía pueden alcanzar los talentos de artes y ciencias requeridos para que suceda todo lo anterior, incluida la propia vivencia de los Ejercicios.
El Directorio oficial prescribe que a quienes no reúnan las condiciones establecidas, simplemente no se les den los Ejercicios
En la práctica de los primeros ejercitadores, muchos jóvenes estuvieron en condiciones de hacer los Ejercicios pues llenaban los requisitos establecidos en el Directorio Oficial. Fueron seleccionados como candidatos idóneos en cuanto que eran capaces de elegir estado de vida; muchos también los que, perteneciendo a estratos bien preparados y conscientes de lo que querían ser y hacer asumieron el reto de ingresar a la Compañía de Jesús, a otras órdenes religiosas, al clero secular y a tomar más en serio su vida seglar. Por regla general, muchos jóvenes tuvieron la posibilidad de hacer los Ejercicios pues estaban todavía totalmente libres para hacer una buena elección y gracias también a su edad, en caso de no tener los talentos y ciencia mencionados, fueron admitidos a la experiencia ya que resultaban personas interesantes, válidas y que claramente estaban en vías de obtenerlos por sus estudios o en el desarrollo de su actividad habitual. El Directorio oficial prescribe que a quienes no reúnan las condiciones establecidas, simplemente no se les den los Ejercicios. Toda elección lleva implícito un costo y elegir requiere pagar un precio que se tiene que abonar por aquello a que se está renunciando. En el caso del Directorio oficial la opción es clara y se hace por un bien mayor representado por los más jóvenes. Se opta por quienes pueden ofrecer más posibilidades de futuro. Se les da absoluta prioridad en relación a muchos adultos cuando se afirma tajantemente: «no se les deben dar los Ejercicios,
27 MI., Dex., II, 90-91; Miguel Lop, Op.cit., 109. La misma redacción asumió el Directorium variorum en el que se basó el texto del Directorio oficial.
sobre todo si otros más aptos los pidieren o los Nuestros se vieren agobiados por otras ocupaciones». Es interesante subrayar que para el Directorio oficial, interpretando la mente de Ignacio, paradójicamente, los sacerdotes, religiosos y casados, es decir, todos aquellos que ya han hecho la elección de estado de vida, son los candidatos a «algunas meditaciones de la primera Semana», a las que «podrán añadirse, si así pareciere, algunos Ejercicios, como los tres modos de orar y cosas semejantes».
Los rudos e incapaces y los Ejercicios
La Anotación 18ª menciona que los Ejercicios «no se den a quien es rudo, o de poca complisión, cosas que no pueda descansadamente llevar y aprovecharse con ellas». Siguiendo con la lógica de nuestra investigación surge la pregunta: ¿Los jóvenes, en razón de su edad, tienen sujeto o no; son considerados de alguna forma rudos o incapaces de tal modo que pueda negárseles el acceso a la experiencia? ¿Cómo se trata este punto en el libro y en los Directorios de Ejercicios? Veremos si hay datos que nos ayuden a complementar lo analizado hasta ahora. Primero, en el libro de los Ejercicios sólo encontramos tres citas que mencionan la palabra «rudo» o «ruda» en el sentido de personas que son de corto ingenio o de débil complexión28. El contexto en que aparecen no nos permite establecer ningún tipo de relación con personas que sean, o jóvenes o mayores de edad, por lo que podemos concluir que no es su objetivo decir nada de alguno de los dos colectivos de la población.
Los Directorios son un poco más explícitos en el tema y algunos de ellos dedican unas líneas sólo para sugerir que a «los rudos» hay que darles puntos de meditación más largos, sin olvidar lo indicado por la 2ª Anotación pero considerando que ellos necesitan mayor explicación del método para meditar, según el Directorio que escribió magníficamente el P. Juan Alfonso de Polanco, insigne secretario de Ignacio en el que muestra una profundidad y un conocimiento amplio de la materia y método de los Ejercicios29. Como puede observarse de la lectura atenta del texto, sólo se hace alusión a la manera como se dará la materia a «los menos versados» que probablemente
28 Ejercicios Espirituales 18, = no se den a quien es rudo, o de poca complisión cosa que... MI., Ex., I, 156; EE., 18,7 = es más propria para personas más rudas o sin letras declarándoles cada mandamiento... MI., Ex., I, 158; EE., 275,7 = primera, cómo los apóstoles eran de ruda y baxa condición... MI., Ex., I, 338; eCharte, 1121.
29 MI., Dex., II, 304; Miguel Lop, Op.cit., 249.
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ni conocen la meditación o no sabrían seguir las indicaciones que para otro tipo de personas saldrían sobrando y en ningún momento se equipara a estas personas rudas con sujetos de determinada edad.
En el Directorio del P. Gil González Dávila, cuando se refiere a los rudos como personas de poca capacidad para comprender los puntos de meditación y las instrucciones que se les dan, se muestra como un padre cariñoso y preocupado por la asimilación de las indicaciones que da el que los acompaña. Precisamente por no estar acostumbrados a meditar detenidamente, a reflexionar y a quedarse quietos mucho rato «sin hacer nada», las personas sencillas pueden ser más sensibles a las actitudes de los otros por lo que «una cara risueña, sin olvidar cierta gravedad paternal» siempre será bienvenida y agradecida pues les ayuda a romper el hielo que se establece entre ellos y quien acompaña la experiencia, tenido las más de las veces como «superior». Si éste llega con prepotencia, soberbia, orgullo o autosuficiencia, ciertamente entorpecerá la relación entre él y su acompañado. Para que no «dañen la cabeza», expresión muy común entre la gente sencilla, el ejercitador debe hacer un esfuerzo extra para adaptarse a las circunstancias y darse a entender30. Simplemente, se pide sencillez, claridad, comprensión y paciencia para quien se ejercita y no es suficientemente hábil por todo lo que ha sido mencionado31.
El Directorio del P. Antonio Cordeses32 insiste en la importancia de la oración afectiva. Pudiera parecernos que tal vez guía excesivamente a sus ejercitantes a tal grado que puede mezclar ideas propias con las típicamente ignacianas. En cuanto a lo que estamos investigando no aparece de ninguna forma en el texto que hace mención a los rudos, sólo observamos una recomendación a una especie de abajamiento, una inquietud porque el ejercitador se haga accesible en sus indicaciones para que quien lo escuche no tenga problemas de intelección y pueda orar con facilidad33. Las normas del Directorio oficial, buscan que los Ejercicios se hagan accesibles a las personas sencillas, con la intención –igual que los anteriores Directorios– de que logren la mayor comprensión de puntos y meditaciones ya que por su escasa preparación o débil capacidad no pueden acceder a detalles de intelección, gusto y profundización de lo que realizan bajo la supervisión del ejercitador.
30 MI., Dex., II, 497-498; Miguel Lop, Op.cit., 359.
31 MI., Dex., II, 525; Miguel Lop, Op.cit., 384.
32 MI., Dex., II, 680; Miguel Lop, Op.cit., 457.
33 MI., Dex., II, 549; Miguel Lop, Op.cit., 400.
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Éste, según se indica descenderá a más detalles, tanto cuanto sea necesario en función de los «menos ejercitados».
Los Ejercicios para quienes tienen letras e ingenio
Desde su estancia en Alcalá de Henares, Salamanca y, sobre todo, en París, Ignacio trató con estudiantes universitarios, profesores y algunas personas más que eran diferentes en razón de su preparación y experiencia académicas. Desde sus inicios en la Universidad de Cisneros, el trato con jóvenes le ayudó para darse cuenta que los Ejercicios han de ser adaptados para distintos tipos de personas y circunstancias. Por lo que se refiere al sujeto que hace los Ejercicios, hemos visto ya que en lo que a la edad se refiere no hay ningún elemento que pueda guiarnos para afirmar que los jóvenes quedaban excluidos de los Ejercicios completos, dados exactamente y en retiro. Tampoco tenemos datos para suponer que los consideraba rudos o incapaces por el solo hecho de ser jóvenes. Vamos a seguir ahora, como hilo conductor, lo que nos aportan el libro y los Directorios en relación a la preparación y a la ciencia, es decir a la formación y educación de los que quieren hacer la experiencia. En primer lugar, vemos que en el libro no se hace mención a la palabra «ciencia» en estrecho contacto con el desarrollo o metodología del retiro. Sólo aparece en de la primera semana en la contemplación del pecado de Adán y Eva, concretamente cuando dice: «Digo traer a la memoria el segundo pecado de nuestros padres..., siendo vedados que no comiesen del árbol de la ciencia, y ellos comiendo y asimismo pecando...»34. Igualmente, se cita en la Contemplación para alcanzar amor, cuando dice: «De manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro»35.
La palabra «talento» aparece sólo en los misterios de la vida de Cristo, EE. [278,3] que menciona: «Los exhorta para que usen bien de sus talentos: ‘Así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen vuestro Padre...». Por su parte, «ingenio» sólo se menciona en la Anotación 18,1 que a la letra dice: «...según que tienen hedad, letras o ingenio, se han de aplicar los tales ejercicios...». No hay otro elemento interno que nos pueda dar otro tipo de luz. Sabemos que era común en el mundo universitario
34 Ejercicios Espirituales 51.
35 Ibíd., 231
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y, por tanto en los Colegios Mayores, que la palabra «letrado» estuviese muy relacionada con personas ligadas al ámbito de la universidad y se les consideraba de especial importancia en el mundo social. El letrado era alguien que tenía ingenio, que era capaz, con una preparación aceptable. En el libro se describen a los posibles ejercitantes como quien «estuviere embarazado en cosas públicas o negocios convenientes, quier letrado o ingenioso...»36 y que tal vez pudiesen hacer los Ejercicios abiertos.
Los Directorios son un poco más explícitos en este sentido y, aunque no mencionan las palabras precisas, el contexto de la frase indica que está aludiendo a ejercitantes de las características de una persona que tiene talento o ciencia, en una palabra, que tiene cierta preparación. Vemos que en los Avisos del P. Eduardo Pereyra se hace referencia a la calidad de la persona que tiene ingenio y sencillamente nos recuerda que hay que adaptar los Ejercicios a cada persona en concreto atendiendo a sus necesidades. En esta disposición, cabe, por tanto que se considere o a jóvenes preparados o a letrados que estén dispuestos a una reforma de vida producto de la elección hacia un estado diferente o bien, en el mismo que antes tenían pero con un enfoque más cualificado37. Los PP. Antonio Valentino38 y Pablo Hoffeo39 toman en consideración a las personas preparadas, el primero para el horario y distribución según la época del año su clima. El segundo, añade algunas precisiones en cuanto a la duración de la oración de manera que ésta responda a cada sujeto según sus fuerzas e ingenio. El conocimiento personal de quien hace los Ejercicios es básico para el ejercitador. En base a lo que sepa, podrá adaptarse a su situación y darle la materia de oración y la distribución del tiempo según sus necesidades. Esto es lo que nunca se podrá lograr con las charlas predicadas a grupos numerosos. En este Directorio, el P. Polanco sugiere dos caminos: uno para los «graves y eruditos» y otro para «los más sencillos y poco versados en las cosas espirituales»; dos maneras de dirigirse a ellos, dos formas de comunicarles los puntos de meditación. Está claro que no menciona para nada a los de menor edad, a los jóvenes, pero tampoco dice que no pueda haber jóvenes preparados. Concluyendo quizá un poco anticipadamente, podríamos afirmar que lo dispuesto viene de
36 Ejercicios Espirituales 19.
37 MI., Dex., II, 143; Miguel Lop, Op.cit., 142.
38 MI., Dex., II, 193; Miguel Lop, Op.cit., 181.
39 MI., Dex., II, 224; Miguel Lop, Op.cit., 193.
maravilla para nuestros días en que se podría hacer mucho bien con estas adaptaciones para jóvenes universitarios40.
El Directorio del P. Antonio Cordeses, en D. 32 (32) repite el mismo tema tratado por Polanco y reafirma los dos modos distintos de adaptarse «con los inteligentes debe haberse breve y eruditamente, y con los de débil ingenio y poco versados en las cosas espirituales, debe extenderse más y aún si le parece, le puede apuntar algunos conceptos que prosiga y con todos se debe haber ordenadamente»41. La instrucción del P. Gil González Dávila42, está en estrecha relación con [D. 31 (48)] a propósito de la conveniencia de que el ejercitante sea de «edad firme y adulta» para que no sean despreciados los Ejercicios. Con este nuevo apartado, el autor del Directorio amplía el ámbito de su consejo al instructor con la recomendación de que no dé Ejercicios sin antes haberlos hecho. Sugiere actitudes concretas en cuanto a su modo de proceder pero lo que nos interesa destacar es que nuevamente aparece la insistencia en el conocimiento que debe tener de quien se deja acompañar por él ya que de esa manera, él se acomodará mejor a su situación y el trabajo que se haga responderá a sus necesidades. La adaptación, la acomodación al ejercitante es central en el esfuerzo por remover cualquier impedimento a la gracia. Los Ejercicios no se pueden dar indiscriminadamente y sin tener en cuenta las condiciones y características de quien se ejercita.
Las acomodaciones y adaptaciones de los Ejercicios siempre deben hacerse en razón de la persona que los hace. La distribución de días y horas no es inamovible sino que, según cada caso, pueden hacerse las modificaciones que se consideren oportunas ya sea aumentando o disminuyendo lo que está previamente establecido, aun tratándose de si son Ejercicios enteros o pocos, ya que lo importante no es cumplir la ley por la ley misma sino lograr el fruto para el cual los Ejercicios están pensados. Así nos lo comunican el P. Fabio de Fabi en D. 25 (6), el P. Diego Mirón en D. 22, 23 (38) y el P. Aquiles Gagliardi en D. 46 (29)43. Al talento y ciencia, edad, salud, preparación, situación concreta de cada ejercitante, el Directorio oficial añade otra circunstancia: el conocer si es noble o plebeyo así como algunas cualidades más personales que sin duda permitirán que la ayuda sea más eficaz y si-
40 MI., Dex., II, 287; Miguel Lop, Op.cit., 236-237.
41 MI., Dex., II, 540; Miguel Lop, Op.cit., 394-395.
42 MI., Dex., II, 495; Miguel Lop, Op.cit. 357.
43 MI., Dex., II, 382, 433 y Miguel Lop, Op.cit., 289, 318 y 501.
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Universalidad y selectividad, expectativas del fruto que se puede lograr en función de una buena adaptación, inteligencia en la oportunidad de saber adecuarse a la persona que se tiene enfrente e insistencia en la importancia del papel del instructor. Todos estos temas, decisivos para un eficaz acompañamiento además de que se introduce la novedad de Ejercicios de «un solo día», primer antecedente de los actuales «retiros», son otras enseñanzas que recibimos del P. Ceccotti45, quien se basa fundamentalmente en el P. Gagliardi pero pone su toque muy personal al insistir fuertemente en el plano psicológico del ejercitante46.
Para terminar esta serie de consideraciones en torno al sujeto que se ejercita con la intención de asimilar lo dicho por los Directorios en relación al talento, ciencia y preparación, encontramos que el P. Vitoria en su obra, que como sabemos, fue dictada por el mismo Ignacio, y después el propio Directorio oficial, manifiestan que con los ejercitantes que tengan «más ciencia», quien los acompaña ha de mostrar una actitud especial, siempre cercano y cariñoso, humilde y acogedor, pero con más autoridad y madurez y todo esto en los términos siguientes: «Si es docto, se ha de mostrar más doctrina, pero con caridad y humildad»47, y:
Mantener la autoridad con madurez. Además, en el trato con él atienda a mantener siempre cierta autoridad procediendo con madurez y gravedad, tanto más cuanto mayor sea el que está en Ejercicios. Porque es convenientísimo para su espiritual aprovechamiento que conserve el lugar y el oficio de Maestro, pues lo es. Aunque esta autoridad ha de ir templada con la humildad religiosa, que resplandezca en todas sus palabras y acciones, de modo que no aparezca ni sombra de vanidad alguna. Y en esto ha de imitar a Cristo,
44 MI., Dex., II, 599; Miguel Lop, Op.cit., 427.
45 Cfr. miguel lop, Op.cit., 538.
46 Ibíd., 542-543.
47 MI., Dex., II, 97; Miguel Lop, Op.cit., 113.
Apuntes Ignacianos 65 (mayo-agosto 2012) 42-65 tuada44. El Directorio oficial, nuevamente, permite que nos hagamos cargo de que la cuestión de la adaptación está referida al hecho de la capacidad del sujeto para hacer los Ejercicios, a su idoneidad y no simplemente al hecho de una edad determinada. Una posible incapacidad estará fundamentalmente indicada porque el candidato no pueda hacer los Ejercicios completos, por las distintas posibilidades que nos plantea y de las que bien pueden adolecer tanto adultos como jóvenes ya que no son privativas de ningún sector de edad.
que a pesar de ser modelo de toda modestia, sin embargo, como está escrito: «Hablaba como quien tenía autoridad». Así que ha de desempeñar su oficio con entera libertad, enseñando, avisando, dirigiendo, dondequiera que advierta algo torcido o desviado48 .
El temperamento, otra clave de adaptación
Hemos señalado con anterioridad que al afirmarse en EE. [72] y [205], que los cambios y adaptaciones deben hacerse «según la edad, dispusición y temperatura» es una clara aceptación de que las condiciones psicológicas de una persona, y más concretamente su «temperatura», o temperamento, deben ser tenidas en consideración de una forma decisiva cuando se trata de determinar esos posibles cambios en horarios, distribuciones y todo tipo de acomodaciones en el proceso mismo de los Ejercicios. Mencionaremos ahora algunas disposiciones de los Directorios que nos ayudan para conocer la mente de Ignacio y los primeros jesuitas en lo que al sujeto que hace los Ejercicios se refiere. En primer término, nos llama la atención la importancia que se le da a las personas melancólicas cuya disposición afectará la buena marcha del trabajo y por tanto se recomienda a los ejercitadores que adapten sus indicaciones tomando en cuenta esa forma de ser, que sean blandos y que no se les exija demasiado pues eso los puede oprimir. En algunos casos –se dice– ayuda la severidad y el rigor, pero siempre que sea por el bien de sujeto, ya que en sí mismos no ayudan para nada. Así lo manifiestan el P. Vitoria49, el Directorio oficial50 y los PP. Gagliardi51 y Ceccotti52. De acuerdo con su experiencia, manifiestan que todos los ejercitantes son diferentes, unos son más lentos, otros más rápidos; algunos son más dóciles, a otros les cuesta más trabajo asumir las indicaciones que reciben por parte del instructor. Los Directorios retoman esta realidad con recomendaciones que llevan al acompañante a ver quiénes necesitan estímulos para el trabajo, a quiénes hay que detener y, en todo momento, cómo se ha de conducir la persona que acompaña. El P. Lorenzo Nicolai53 y el Directorio oficial54 nos proporcionan algunas interesantes orientaciones. En Ejercicios es muy fre-
48 MI., Dex., II, 597; miguel lop, Op.cit., 426-427.
49 MI., Dex., II, 105; miguel lop, Op.cit., 118.
50 MI., Dex., II,. 660; miguel lop, Op.cit., 449.
51 Cfr. Miguel Lop, Op.cit., 512.
52 Ibíd., 531.
53 MI., Dex., II, 353; miguel lop, Op.cit., 269.
54 MI., Dex., II, 732; miguel lop, Op.cit., 482.
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«Sujeto» de los Ejercicios según la práctica regulada por los Directorios
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cuente que, movidas por el momento, impulsadas por la sensación de paz y bienestar que se produce en el retiro, muchas personas se inclinen por hacer todo tipo de votos o promesas. Esto es especialmente difícil cuando el temperamento de quien se ejercita es dado a grandes efusividades o momentos de gozo y euforia que pueden llevarlo a prometer situaciones que está muy lejos de cumplir. No por mala voluntad sino sencillamente por su forma de ser. Cuando se hacen Ejercicios personalizados y no en grupos masivos, el director debe estar muy pendiente de que no suceda esto. Se supone que él conoce a las personas que acompaña y sabrá detectar, por signos externos o por la misma entrevista que aquella persona está pasando momentos que, si bien resultan especiales y significativos en su proceso, no conviene que se tomen determinado tipo de decisiones entre las que se incluyen los votos religiosos.
Los PP. Antonio Valentino y Juan Alfonso de Polanco dedican parte de sus directivas para considerar a aquellos con cierta facilidad para la vía purgativa como característica de su forma de ser. Esta será un indicativo para conducirse en el tipo de acompañamiento que les será permitido dar. Aunque muy superficialmente, también se menciona el temor como distintivo de este grupo de ejercitantes por lo que en buena medida será menester que se observe este detalle en la marcha del trabajo55. Finalmente, otros Directorios consideran distintas circunstancias como parte integrante de lo que pudiera definirse como «temperatura» o temperamento. Así, se puede interpretar lo que se dice de la condición y capacidad, desde un punto de vista más estrictamente psicológico. Si consideramos dentro de este parámetro la calidad y naturaleza, encontraríamos igualmente otras alusiones identificando el temperamento como una clave más para la adaptación. Dentro de este mismo apartado observamos una serie de consejos y sugerencias para los acompañantes y ejercitadores para que tomen en cuenta los distintos niveles de intelección de los sujetos, su capacidad y formación así como su ingenio56.
Del análisis exhaustivo a todos y cada uno de los Directorios constatamos la insistencia reiterativa, casi en todos ellos, sobre la necesidad de
55 MI., Dex., II, 202; miguel lop, Op.cit), 187.
56 Los Directorios en que pueden encontrarse este tipo de ayudas son: D. 7 (25), D. 10 (7), D. 11 (1), D. 17 (1), D. 20 (31), D. 20 (70), D. 25 (2), D. 30 (4), D. 31 (48), D. 31 (49), D. 33, 34, 43 (49), D. 46 (33), D. 46 (37), D. 46 (72) y D. 48 (1). MI., Dex., II, 125-126, 143, 169, 219, 287, 304, 433, 482-483, 494-495, 599. Lop (1964), 132, 142, 164, 189, 237, 249, 318, 347-348, 356-357, 427, 501-502, 512 y 542-543.
preparar al sujeto a esta experiencia espiritual y, en todo caso, la urgencia de adaptarse a todas las personas, sus características individuales, sus circunstancias personales en el momento del retiro, sus limitaciones de edad o capacidad física, intelectual y aun psicológica. No podía ser de otra forma ya que Ignacio de Loyola concibió al sujeto de los Ejercicios, primero en su calidad de ejercitante que internalizó su experiencia espiritual y la «vació» en unas notas cuya redacción comenzó en Manresa, fueron aprobadas por el Papa Paulo III y publicadas en 1548. Más tarde, como ejercitador, en una etapa de madurez en su vida espiritual, decidió compartir su método a los demás, consciente de que sería de suma utilidad en un camino de búsqueda de la voluntad de Dios. Sabía, además, que no todos los ejercitantes eran iguales por lo que era necesario hacer una serie de adaptaciones para que los Ejercicios pudieran responder a su realidad y, en otros casos, eran los ejercitantes quienes debían adaptarse al total de las normas de los Ejercicios completos.

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Características del sujeto dispuesto para hacer Ejercicios
Arturo Moscoso Pacheco, S.J.*
INTRODUCCIÓN
El presente artículo explica, en una primera parte, cómo se da y cuándo acontece «La Preparación para los Ejercicios y Disposición del sujeto» desde situaciones históricas de la vida humana y, en una segunda, la preparación y disposición sugerida, invocada por Ignacio de Loyola en el texto de Los Ejercicios Espirituales - EE.
La llamada «Preparación para los Ejercicios y Disposición del sujeto» desde las situaciones históricas de la vida humana hace mención a circunstancias límite que el ser humano, en diferentes momentos de su vida, experimenta. Este abordaje lo haremos en paralelo con la vida de Ignacio, pues ella también nos habla de estas circunstancias vitales terminales. Por su parte, la llamada «preparación y disposición sugerida, invocada por Ignacio de Loyola en el texto de Los EE» no es otra que el comentario y explicación de varios números del texto de Ignacio.
Pues, una cosa es la disposición del Sujeto originada, provocada por experiencias vitales comúnmente tristes, dolorosas que acaecen en la propia vida
* Jesuita y biblista boliviano. Realizo estudios de Filosofía en la Universidad Católica de Boliviana. Estudió Teología en la Universidad Pontificia Comillas en Madrid, España. Doctor en Teología del Instituto de Estudios Superiores de la Compañía de Jesús en Brasil. Actualmente docente en la Universidad Catolica de Bolivia y Director del Colegio Sagrado Corazón de Sucre, Bolivia.
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humana y, otra, la preparación y disposición propuesta en el libro de los Ejercicios, que al final resultan obviamente coincidentes, sincrónicos y compatibles.
Efectivamente, cuando el sujeto se siente dispuesto, llamado, tocado a hacer los Ejercicios es porque ha sido llamado y tocado a tener una experiencia de plenitud, de orden, de sentido a partir de un hecho vital e histórico acaecido en la vida que le orienta en otra dirección. Cuando un ser humano quiere iniciar, ingresar en la experiencia de los Ejercicios es porque ya se ha planteado ser y estar, en profundidad, en la propia vida. A este planteamiento de profundidad me referiré, como dije antes, en la primera parte de este documento, haciendo algún paralelo con la vida de Ignacio. Y, en una segunda, abordaré «la preparación del sujeto de cara a los Ejercicios, como experiencia concreta sea de 8 días, de mes o una de sus variables, que aparece en el libro de EE.
PREPARACIÓN Y DISPOSICIÓN DEL SUJETO
HACER LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DESDE EXPERIENCIAS VITALES LÍMITE
El Ser humano está dispuesto a una experiencia radical de Ejercicios cuando:
Experimenta el límite o los límites de la vida
El sujeto preparado o en proceso de serlo se plantea las preguntas creyentes fundamentales de la vida, que no son otras que las preguntas de su ser finito, de su identidad como criatura de Dios, cuando experimenta creyentemente el límite de la vida y de la suya, como ser creado.
La experiencia límite de la vida, normalmente en su faz inoportuna, taciturna, desventurada suele ser el almácigo que hace que un sujeto esté dispuesto y prevenido vitalmente para trascender, para asumir la vida, su existencia y, por fortuna, para hacer Ejercicios. Pues los Ejercicios no son son un período de estudio o de simple recogimiento u oración, son experimentación del ser humano caído, un conocimiento esmerado de uno mismo y un sentido práctico para crecer como persona, una pedagogía para poder
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crecer en esa manera humana de vivir que se inspira en Jesús de Nazaret y su Evangelio.
Si es la experiencia límite de la vida, en su faz apocada, como cuando hay vacío, frustración, soledad, sinsentido, enfermedad, muerte; entonces, la persona está preparada para entender los límites de la vida, el alcance de ella, su valor y verdad.
El ser humano siente, en diferentes momentos de su historia, que algo le falta en su corazón
San Ignacio se topó con esta situación y experimentó, durante la defensa de Pamplona, la muerte, la herida, la caída física de su cuerpo. Una bala de cañón pasó entre sus piernas y le hirió de muerte. En la guerra de España contra los franceses, estos atacaron la fortaleza de Pamplona, donde se desempeñaba Ignacio como soldado. Fue herido de gravedad, estuvo al borde de la muerte e inició su recuperación, su recobro, su redención con larga convalecencia.
Aquí Ignacio experimentó la muerte, el límite de la vida que lo dispuso para retirarse, para plantearse y experimentar la finitud de la vida y de la existencia humana.
Pretende desenmascarar, inquieto e insatisfecho, el fracaso de una determinada propuesta de vida
Hay situaciones vitales que vienen a desenmascarar el fracaso de una determinada propuesta de vida.
El ser humano siente, en diferentes momentos de su historia, que algo le falta en su corazón. Que lo realizado hasta el momento deja mucha inquietud. Que el vacío y el desencanto son más frecuentes de lo que esperaba. Y siente la necesidad de buscar aquello que le rente una alegría duradera y profunda, para hallar el camino que le conduzca a una mayor realización personal. Este proceso es el inicio de muchos varones y mujeres que decidieron construir una vida distinta basada en el seguimiento a Jesús.
Ignacio de Loyola tuvo una vida centrada en los honores, la fama y el poder, luchando a favor del rey terrenal. En la ya mencionada batalla de
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pamplona fue herido. Ignacio tuvo un momento de convalecencia donde tomó conciencia de la diferencia que había entre pensar en seguir su vida «mundana» y una vida imitando a los santos. Después de leer sobre los santos y Cristo, Ignacio quedaba en paz y satisfecho; pero cuando terminaba de soñar despierto con seguir su vida de caballero, en las batallas y su búsqueda de fama, Ignacio quedaba inquieto e insatisfecho.
Esta experiencia no sólo fue el inicio de su conversión, sino también la preparación de su sujeto, de su interior, de su persona, de su corazón, el comienzo de una propuesta espiritual.
Ignacio se formó como militar. Estuvo en Arévalo (1506) con Juan Velázquez de Cuéllar, tesorero mayor de la corte real. De Juan Velázquez recibió la formación básica de un cortesano y gentil caballero. Ignacio estuvo incorporado al séquito real con costumbres de delicada cortesía, finura de modales y cortés refinamiento que nunca perdería. Ignacio se encuentra como gentil caballero del Rey. Es el hombre de confianza de Fernando el católico, a quien saluda bastantes veces al año, cuando el rey hace la visita oficial de la revista de Armas en Arévalo.
Ignacio antes de que la vida lo haya herido y lo haya expuesto al fracaso vivió una época de extravagancia y falsa idealización de la mujer y con las expresiones sutilmente apasionadas del amor humano encontradas por ejemplo en el Amadís de Gaula. Ignacio se vestía con ropas de lúcidos colores, ostentando birrete escarlata sobre sus bucles rubios que alcanzaban hasta los hombros, con espada y daga a la cintura. Ignacio encontró sus complacencias en los Ejercicios Militares, en la compañía de mujeres y en los pecados de la carne. Era un vida marcada «con un grande y vano honor del mundo»1.
Siente la necesidad de dar sentido cristiano a su vida y a la de los demás
Está claro que nuestra vida, nuestra existencia, no siempre consigue tener sentido o finalidad. Pero una parte importante de ella es fruto de lo que logramos hacer. Y tenemos muchas veces, eso sí, la libre capacidad de dar a nuestras acciones una finalidad, un sentido. Podemos darnos un sentido
1 Cfr. Autobiografía 1.
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Apuntes
Apuntes
a nosotros mismos, a nuestra vida. Pero también podemos dar un sentido a la vida de los otros, a los que nos acompañan, y a las cosas que nos rodean y que forman parte igualmente de nuestra vida y de nuestro futuro. Así, no vale la pena buscar sentido a cosas que no lo tienen. Pero, en cambio, sí que vale la pena darles, otorgarles nosotros uno.
Ignacio aprendió que lo más importante en la vida era la búsqueda
del Sentido
El hombre es capaz de vivir e incluso morir por sus ideales y principios, pero no puede inventar, el mismo, estos ideales. No podemos como nos propones Sartre, inventar nosotros el sentido de nuestra vida. Podemos descubrirlo, no inventarlo.
Ignacio aprendió que lo más importante en la vida era la búsqueda del Sentido. Y lo encontró al entender que Dios lo había creado con un fin determinado.
En su recuperación de la herida causada en la batalla de Pamplona, el gentil caballero de Loyola se entretuvo con la literatura de su tiempo. Leyó la Vida de Cristo de Ludolfo de Sajonia, y las vidas de los Santos (San Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán), la Leyenda Aurea de Jocopo da Varazze (Vorágine), historias que describen a los hombres como caballeros de Dios.
Es cuando empieza a avizorar, a descubrir el Sentido cada vez que descubría el Sentido que otros habían descubierto y dado a sus vidas. Se siente motivado a hacer aquello que hicieron estos caballeros de Dios. Comienza pretendiendo imitarlos y afirma: «si San Francisco hizo esto, yo también lo voy a hacer. Si Santo Domingo hizo aquello, yo también lo tengo que hacer».
Inicia la búsqueda creyente de paz y alegría
Cuando el ser humano se plantea de manera seria el sentido de la vida, su dirección, su finalidad, el valor de ella y su dimensión trascendente prepara el sujeto o está en proceso de hacerlo.
Considero que un sujeto está apto para profundizar, para retirarse, para responder, para hacer Ejercicios, como experiencia de encuentro con Dios, porque experimenta la necesidad de encontrar sosiego u orden y gozo o
gusto. Lo que en realidad el ser humano necesita es encontrar la integridad de su existencia.
La persona que va a vivir los Ejercicios necesita preparar su corazón. Mucho le ayudará clarificar la intención de asistir a ellos, ubicar el momento existencial en que se encuentra y tener mucha disponibilidad para entrar a su mundo interno. Todo esto con la plena seguridad de que Dios lo acompaña y ayuda a descubrir el mejor camino para construir su plenitud.
Ignacio de Loyola empezó a preparar, moldear el corazón al descubrir el contraste entre un corazón vacío e inquieto y uno lleno de paz y alegría. Detectó las dos experiencias espirituales de consolación y desolación, mociones internas que moldearán toda su vida posterior de ser atraído por el Absoluto y dedicar a Cristo su vida, como escribe W. Bangert:
Ignacio empezó a sentir curiosidad sobre estas experiencias internas y a examinar cuidadosamente el flujo y reflujo de sus pensamientos. Los pensamientos mundanos dejaban su corazón vacío e inquietud; los espirituales le proporcionaban una profunda paz y alegría. Buscó las causas de esta acentuada diversidad y terminó concluyendo que era el demonio el que le inducía los vanos pensamientos con todas sus inquietudes y que era Dios quien le inspiraba las reflexiones espirituales con toda su serena alegría. Por medio de una excepcional poder de concentración interior, que llegó a ser una de las notas características de su crecimiento en santidad, Ignacio llegó a una idea central y fundamental: Cristo es el Rey, los santos son sus caballeros, el alma humana es el campo de batalla del conflicto trascendental entre Dios y el mal»2.
Experimenta la necesidad de enmendar y reformar la propia vida
Cuando los seres humanos encontramos y reconocemos que los afectos han esclavizado nuestra libertad, que la libertad ha sido arrebatada en un mar de vanidad y pura vanidad, los Ejercicios recuperan el mundo de los afectos para ordenarlos entorno a Dios.
Entrar al mundo de los afectos nos da la posibilidad de encontrar y dejar aflorar los grandes deseos que nos conducen a recuperar nuestra auténtica libertad de seres humanos. La sociedad despierta deseos superficiales
2 William Bangert, S.J., Historia de la Compañía de Jesús, Santander, España 1981, 17.
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Apuntes
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que no dejan la satisfacción esperada, y los EE., por ejemplo, pretenden que el individuo construya unos criterios para tomar decisiones desde aquello que le deja una satisfacción profunda y gozosa.
Ignacio definía los ejercicios espirituales de la siguiente manera:
Por este nombre de ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras espirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la misma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas, buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman ejercicios espirituales3.
Todos hemos vivido experiencias que nos han conducido al desorden de nuestros afectos: heridas de la infancia, muerte de un ser querido, maltrato familiar o deseos provocados por las estrategias de mercado. Esto ha provocado que tengamos afectos desordenados que nos atan a miedos, deseos superficiales, personas, metas, etc. Sin la libertad necesaria para optar por aquello que más nos conduce a nuestra realización personal es imposible reconstruir la vida y orientarla desde el recobro. Los EE. pretenden ejercitar nuestros afectos para superar la parálisis en el amor ocasionada por nuestra historia familiar o social, donde el sujeto sea capaz de reconciliarse con su historia, de descubrir el paso de Dios en su vida, de enamorarse de la persona de Jesús y desarrollar su capacidad de amar.
Los EE. pretenden que la persona pueda entrar en un proceso por medio de la oración y el silencio, para construir una libertad donde el sujeto pueda elegir aquello que conduzca a la mayor gloria de Dios. La libertad ignaciana es para la misión, es decir, ser libres de ataduras de aquello que impiden dar lo mejor de nosotros mismos para realizar el reino de Dios en esta sociedad, sabiendo que la vivencia de relaciones fraternas y justas es el mayor placer que podemos tener en nuestra existencia.
Ignacio de Loyola siempre quiso ir a Jerusalén en peregrinación. Veló las armas en Aránzazu (1522), tomó vestido de peregrino en el santuario de
Mont Serrat, y llegó a Manresa deteniéndose cerca de un año. Oliveira de Martins, describe al Ignacio de las fuertes penitencias de esta época:
Ayunaba a pan y agua todos los días y sólo los domingos admitía el regalo epicúreo de algunas hierbas. Bajo el sayal llevaba un silicio, y en el cuello una cadena de hierro. Disciplinábase 3 veces al día... se presentaba sucio y con la ropa hecha trizas, con el rostro salpicado de lodo, de la tierra que besaba, empapada en el sudor de sus tribulaciones. Crecíanle los cabellos, barbas y uñas a ley de naturaleza. Los chiquillos perseguíanle en tropel por las calles y corríanle a pedradas, convirtiéndose en irrisión de las gentes.
Después de experimentar Ignacio este regalo de Dios se pone a revisar su conducta y descubre que no ha vivido bajo el impulso del amor sino del egoísmo. Dios le regala nuevos ojos para reconocerse pecador y sin embargo amado. Ignacio, aunque pensaba que le tocaba recibir el castigo en cambio es invitado a un trabajar al lado de Jesús. Descubrió que Dios estaba presente en su afectividad, en su interioridad, en sus estados de ánimo. Que ahí le hablaba y descubría su voluntad.
Experimenta el deseo de poner la vida en las manos de Dios
Poner la vida en las manos de Dios para que Él trabaje con ella y la oriente para el mayor bien, tal y como dice la quinta anotación4.
El P. Polanco dice que en Manresa, donde Ignacio escribió la mayor parte del texto de los Ejercicios, Dios enseñó a Ignacio los Ejercicios. San Ignacio mismo en su autobiografía dice que Dios «le trataba de la misma manera que un maestro de escuela a un niño»5.
«...la experiencia de la fragilidad, del dolor, de la limitación, de la frustración puede ser nuestra gran oportunidad para poner nuestra vida en las manos de Dios». El P. Pedro Arrupe, General de los Jesuitas, después de haber sido afectado por una trombosis irreversible y de haber sido el primer
4 «Al que recibe los ejercicios, mucho aprovecha entrar en ellos con gran ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad» Ejercicios Espirituales 5.
3 Ejercicios Espirituales 1.
5 Autobiografía 27.
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general jesuita en dimitir en vida, describe con estas conmovedoras palabras su experiencia espiritual de ese momento:
Yo me siento, más que nunca, en las manos de Dios. Es lo que he deseado toda mi vida, desde joven. Y eso es también lo único que sigo queriendo ahora. Pero con una diferencia: hoy toda la iniciativa la tiene el Señor. Les aseguro que saberme y sentirme totalmente en sus manos es una profunda experiencia.
Cuando me abandono en las manos de Dios, mi responsabilidad no desaparece. No son cosas opuestas, ni una excluye a la otra, más bien se complementan: mi participación es humana, la ayuda de Dios, es divina. Cuando en la vida se nos presenta una situación muy difícil, necesitamos aplicar todas nuestras fuerzas, capacidades, inteligencia y voluntad para insistir en resolver nuestros problemas. Mientras humanamente hacemos todo lo posible, al mismo tiempo debemos tener confianza en Dios, Nuestro Señor y es aquí cuando nos abandonamos en sus manos, reconociendo que más allá de lo que nosotros podemos hacer, está Él observando y protegiéndonos.
San Ignacio al final de su vida y, recordando su historia, decía en su autobiografía que Dios le había llevado como un maestro acompaña y enseña a un niño. Esta expresión muestra con sencillez como el Señor entra en la vida y conduce suavemente la historia y cómo Ignacio pone su vida en las manos de Dios.
Deseo de conocer y en todo amar y servir a Dios
Grande ánimo y liberalidad también significa que el deseo debe ser grande y la ofrenda generosa. Esto es fundamental: hacer los Ejercicios con un deseo intenso de conocer mejor a Dios, de establecer una relación con Él, de intimar con el Creador. Debemos estar en la disposición de conocerlo y sobre todo, de dejarnos «afectar» por Él.
Es por tanto, un proceso más afectivo que racional. De tal modo que permitamos ser transformados por su afecto en nuestro afecto. Así, nuestras preferencias cambiarán y asumiremos los «ojos de Dios» al ver el mundo, a los otros y a nosotros mismos.
Se trata de dejar que el Amor del Creador penetre en nuestro más íntimo ser. Al imaginarnos el momento de nuestra creación y experimentar la
inmensidad de la bondad que nos concibió, nos sentimos amados totalmente y quizás como nunca antes. Se torna este ejercicio en una revelación de amor, como si un enamorado oculto nos dijera: «te amo y siempre te amaré»
San Ignacio, según trasciende en los EE 1, quiere la perfección del alma, su salud. Desea desarrollar la semilla de la gracia mediante el recto y normal desenvolvimiento de sus funciones espirituales, de modo que el alma pueda «en todo amar y servir».
Debemos servir a
Ignacio no quiere hacernos una lista de servicios que debemos prestar, o darnos un programa de cosas que hay que hacer para servir. Debemos servir a Dios en todas las cosas, lo cual significa una gran diversidad de posibles vocaciones y misiones al servicio del Señor, y una disponibilidad amorosa, por nuestra parte, para dejar al Señor de la viña la elección entre muchas cosas, en las cuales Él, y no yo, desea concretamente ser servido. De aquí la necesidad de ser guiado por el Espíritu en la tarea de discernir sus mociones para elegir6.
Dios en todas las cosas, lo cual significa una gran diversidad de posibles vocaciones y misiones al servicio del Señor
6 Ignacio de Loyola, en Manresa, tuvo también grandes y profundas experiencias espirituales y místicas. Ayudó a los enfermos en el hospital, permaneció escueto hasta 7 horas al día. Rezaba las vísperas en la catedral, experimentaba alegría interior y grandes escrúpulos que le llevaron a la tentación de quitarse la vida. Ayunó y descubrió, en la oración, las raíces de sus escrúpulos. Recibe visiones místicas, especialmente en el Cardoner: ...Un día cerca del río Cardoner, una luz de gran esplendor le llenó su mente. Años más tarde, cuando recordaba esta decisiva experiencia, Ignacio trataba de explicar la profundidad y la anchura de su intuición de lo sobrenatural por medio de una comparación. Nunca, en toda su vida, había recibido en un solo momento un enriquecimiento interior comparable al que obtuvo junto al Cardoner. Tan era así que, incluso, si se juntasen en un una sola intuición comprensiva todas las gracias que había recibido después y los conocimientos adquiridos por su propio esfuerzo, todavía no podría igualarse en profundidad y claridad a la experiencia de Manresa. Desde entonces comenzó a ser –dicho en sus propias palabras– «otro hombre». Había entrado en el grupo de los grandes místicos de la historia. William Bangert, S.J., Op .cit., p. 19.
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PREPARACIÓN Y DISPOSICIÓN DEL SUJETO PARA HACER LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES SEGÚN
EL LIBRO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
En este segundo apartado es importante tener en cuenta las recomendaciones que Ignacio de Loyola hace en el libro de los Ejercicios Espirituales. Por eso la continua cita de números de los EE.
San Ignacio desea que la persona que hace los Ejercicios Espirituales comience los mismos:
Con grande ánimo y liberalidad7
Desde tiempos de Ignacio, se ha considerado fundamental empezar los EE. «con grande ánimo y liberalidad». Con el alma abierta a la acción del Espíritu Santo.
La importancia de la 5ta. Anotación se comprende plenamente en la Contemplación para alcanzar amor, al culminar todos los EE. Al terminar los EE. el ser humano se ofrece totalmente en correspondencia al amor de Dios: «Tomad, Señor y recibid, toda […], todo […]»8.
El objeto de la 5ta. Anotación es situarse, desde el inicio, en el ámbito de la grandeza amorosa de Dios. De aquí la insistencia en «grande» y «todo», como correlativos de «Criador y Señor» y «divina majestad».
Ignacio recomienda dos disposiciones:
Grande ánimo: La persona que hace Ejercicios, desde el inicio, tiene que venir contento al encuentro con el Señor, tiene que tener un profundo deseo de entrar y hacer esta experiencia9.
7 Ejercicios Espirituales 5.
8 Ibíd., 234.
9 «Grande ánimo»: Ensanchar el espíritu, la generosidad, la implicación de toda la persona y la apertura para compartir el modo de ser de Jesús. También el ímpetu, el anhelo y el valor que el ejercitante pueda manifestar.
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Liberalidad: La persona que hace Ejercicios debe entregarse a Dios con generosidad. El Ejercitante debe ofrecer su propio querer y libertad10. Esto quiere decir que el Ejercitante desea que Dios se sirva de su persona, con todo lo que tiene y con todo lo que es. Pero si este fruto no se alcanzara al principio, debe darse una apertura, aunque sea pequeña, hacia esa entrega. Esta actitud inicial debe mantenerse hasta el final de los EE11.
La liberalidad es el otro nombre de la «libertad humana», constitutivo radical de la persona humana, como elemento cobijado en el itinerario de los EE. Para ayudar a suscitar esta disposición, algún acompañante invita al ejercitante, antes de empezar los EE a hacerse preguntas como éstas: ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Qué quisieras haber conseguido al fin de tu vida? ¿A dónde quisieras haber llegado con tu vida?
Se trata simplemente de entregar a Dios toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer, para que Dios disponga de mi vida, como criatura suya, a toda Su voluntad12.
Es importante que el candidato a los Ejercicios quiera, desee, esté dispuesto a ofrecer todo su querer y libertad. Este punto hace referencia a varios presupuestos ignacianos como:
a. La indiferencia13:
b. Ofrecer al Señor toda la persona14: Disponible a lo que Dios le pida.
c. Y el deseo de mejor poder servir al Señor15:
Es importante estar muy dispuesto a que Dios disponga de la persona y de todo lo que tiene. Es importante estar pronto a dejarse interpelar por el Señor y por su Palabra. Es importante esta disposición que Ignacio, cuando percibe que el ejercitante no la tiene, insinúa sobre la pertinencia de la no continuidad y
10 «Liberalidad»: Se trata del amor que se entrega libremente, es la generosidad propia del amor.
11 Cfr. Jorge Lugones, Ayudas para hacer Ejercicios Espirituales Ignacianos. Manual del ejercitante, San Pablo, Buenos Aires 2006.
12 Cfr. Ejercicios Espirituales 234. Como diría Alberto Hurtado, San Ignacio pide al que entra en ejercicios: ¡Grande ánimo y liberalidad para con Dios Nuestro Señor! ¡Querer afectarse y entregarse enteros! Invocación al Espíritu Santo ¡Se trata de algo tan grande!
13 Cfr. Ejercicios Espirituales 23.
14 Ibíd., 96.
15 Ibíd., 155.
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profundidad de los EE. San Ignacio advierte y aconseja que el ejercitante que muestre dejadez y poco deseo en sus ejercicios difiera los Ejercicios.
Sin prejuicios16
Todo ejercitante viene con «prejuicios» y «defensas» respecto a los EE. Es necesario que antes de empezar existan las condiciones mínimas para que el proceso sea posible. Es decir, que esté dispuesto a: «ponerse en marcha», escuchar y dejarse orientar por el director y por Dios.
Hay que empezar desde el principio con toda el alma, deponiendo trabas, inercia, desidia, desalientos, prejuicios, recelos, aprensiones, escrúpulos… Proscribir los prejuicios que se trae en la mente, en el corazón. Por ejemplo, que el director de ejercicios espirituales habla así o no me convence o sí me convence. Se trata más bien de escuchar sus palabras, como palabras de Dios. Y sobre todo el prejuicio peor sería el que ya se han hecho otros ejercicios espirituales, que uno ya los conoce y qué ya se sabe el final de ellos.
Con ganas de ayudar a las almas17
En Ignacio brotó la inquietud por dar Ejercicios por su preocupación pastoral de «ayudar a las almas». Pensó en la multiplicidad de ánimas que recibirían los EE. De ahí que consideró múltiples formas de ayudar según las disposiciones tan variadas de personas que pueden acercarse para hacer los EE.
En las anotaciones 18ª, 19ª y 20ª discurre tres matices diferentes para aprovecharlos.
a) La primera perspectiva según los diferentes grados de interés o de voluntad del candidato a los EE.
Se da el caso de quien «se quiere ayudar para se instruir y para llegar hasta cierto grado de contentar a su ánima»18.
16 Ibíd., 22.
17 Ibíd., 18-20.
18 Ejercicios Espirituales 18.
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Común entre cristianos que, siendo buenas personas, no tienen ni sienten especial exigencia evangélica ni una práctica de vida interior. Son personas que desean simplemente un sostenimiento de la vida cristiana. En este caso, según Ignacio, caben distintas prácticas de los EE, pero no se debe pasar a las elecciones y toda la experiencia espiritual que éstas implican19.
Hay otros, quienes «en todo lo posible desea[n] aprovechar»20. Son personas con amplios y claros deseos de aprovecharse en la vida cristiana. A estas personas, si se les garantiza la conveniente disposición y las circunstancias propicias, se les puede dar el mes de EE., según la pedagogía propuesta en el libro entero.
Unas personas llegan a los EE con la decisión clara de buscar la voluntad de Dios
Por lo tanto, unas personas llegan a los EE. con el propósito de una cierta reanimación cristiana: rezar algo, escuchar alguna charla, reconciliarse con su situación en el mundo... Otros, con la decisión clara de buscar la voluntad de Dios. La anotación [1] se refiere a los segundos y la [18] a los primeros.
b) La segunda perspectiva según la Distinta preparación o formación humana.
• Primera idoneidad: Hay personas que desean hacer EE y tienen poca formación21. A éstas se les pueden dar ejercicios o prácticas de las que se presentan en el libro de los EE, según se explica en la misma anotación 18. Si esto se hace de forma gradual, la persona puede disponerse para los Ejercicios completos según el método ignaciano.
• Segunda idoneidad: La persona «de poco subyecto, de poca capacidad natural»22 es la de débil constitución. Ésta puede hacer unos EE al estilo de los que se describen en el párrafo anterior. En cualquier
19 Cfr. Ejercicios Espirituales 18.
20 Ejercicios Espirituales 20.
21 Cfr. Ejercicios Espirituales 18.
22 Ejercicios Espirituales 18.
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Apuntes
caso hay que tener en cuenta que no hay que dar al ejercitante «cosas que no pueda descansadamente llevar».
• Tercera idoneidad: Finalmente, la situación ideal es la de personas con «edad, letras o ingenio»23 suficientes para realizar toda la experiencia de EE., siempre supuesto «que en todo lo posible desea aprovechar»24.
c) La tercera perspectiva según la disponibilidad material de tiempo.
Las hay dos.
• Ignacio aconseja que a la persona sin disponibilidad material, sin tiempo, sin posibilidades para retirarse durante un mes25, supuestas las condiciones personales requeridas, se le dé Ejercicios en la vida de cada día, ejercicios en la vida corriente.
• En cambio, a la persona que puede retirarse durante un mes, sugiere darle «todos los Ejercicios por el mismo orden, que proceden»26.
Con buena Voluntad
Ignacio considera estos distintos modos de hacer Ejercicios también en las Constituciones de la Compañía de Jesús.
Los sintetiza, dando una pauta muy importante.
a) Los Ejercicios enteros. Dice: «Los Ejercicios Espirituales enteramente no se han de dar sino a pocos, y tales que de su aprovechamiento se espere notable fruto a gloria de Dios.
b) Los de primera semana pueden extenderse a muchos, y algunos exámenes de conciencia y modos de orar, especialmente el primero de
23 Ibidem
24 Ibíd., 20.
25 Cfr. Ejercicios Espirituales 19.
26 Ejercicios Espirituales 20. Todo lo que se dice en las anotaciones 18ª y 19ª nos muestra la gran flexibilidad en que puede, y debe, moverse la persona que da ejercicios ignacianos, supuesto el buen conocimiento de ellos.
los que se tocan en los Ejercicios, aun se extenderán mucho más; porque quienquiera que tenga buena voluntad será de esto capaz»27.
c) Los llamados Ejercicios «leves» o más sencillos aparecen en tercer lugar. De ellos se exhorta se fomente más la creatividad y la extensión entre la cantidad de personas que se mueven dentro de la iglesia o en sus inmediaciones y no poseen de formación cristiana ni de hábito de vida interior.
Ignacio prevé que a estas personas se les ofrezca instrucción teológica, catequética, moral e iniciarlas en la experiencia interior, orientando en una vida sacramental sólida. Iniciándoles es alguna experiencia de oración personal y en el acompañamiento espiritual28.
Los Ejercicios de primera semana se recomienda para personas más preparadas doctrinalmente e iniciadas en la vida de oración; pero que no están en disposición de notable generosidad. A estos se les pueden proponer los Ejercicios según todas las exigencias de la mistagogía ignaciana, pero sin pasar más allá de la primera semana29.
d) Los Ejercicios por etapas sin que suponga una interrupción del proceso de la experiencia30. Un caso que se considera en los directorios es el de la persona que no está dispuesta para seguir la experiencia, entonces es mejor interrumpir los EE y reanudarlos cuando se dé la disposición requerida: «Los que en la primera semana no mostrasen mucho fervor y deseo de ir adelante para determinar del estado de su vida, mejor será dejar de dar los de la segunda semana, a lo menos por un mes o dos».
27 Constituciones 649.
28 Cfr. Ejercicios Espirituales 18.
29 Es importante destacar que los ejercicios ignacianos se definen por el fruto que hay que sacar y no por la materia. De aquí, pues, que se pueda proponer materia propia de las semanas siguientes en estos EE de primera semana, pero con la conciencia de que los ejercicios no son «enteramente» ignacianos, cfr. Ejercicios Espirituales 18.
30 En las circunstancias actuales, sobre todo de seglares, que difícilmente pueden retirarse todo un mes, puede ser una práctica muy acertada la de darles los EE por etapas. Y esto sería mucho mejor que el repetir con mucha frecuencia unos EE. abreviados en una semana, como sucede a menudo.
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Arturo Moscoso Pacheco, S.J.
e) Los Ejercicios en la vida ordinaria o cotidiana puede aplicarse a todo tipo de Ejercicios ignacianos, desde los más sencillos hasta los de mes o «enteramente» ignacianos con las distintas aplicaciones que suelen hacerse en la práctica de los EE.
La relativa originalidad que aportan en la práctica actualmente extendida es que en ellos no sólo se realiza la experiencia propia de los EE. en «apartamiento», como se considera en la anotación 19ª, sino que la misma vida diaria es asumida y vivida como experiencia propiamente espiritual. Esta práctica puede aplicarse a todo tipo de ejercicios ignacianos, desde los más sencillos hasta los de mes o «enteramente» ignacianos con las distintas aplicaciones que suelen hacerse en la práctica de los EE. en retiro31.
A manera de conclusión
Todo ser humano que siente que algo le falta en su interior, que lo realizado hasta el momento no le deja plena realización, que lo fatuo y lo yermo son más frecuentes de lo que esperaba; siente, entonces, la necesidad de buscar Aquello que le dé Sentido y libertad, iniciar el camino que le conduzca a una mayor realización personal.
Este proceso es el inicio de muchos hombres que decidieron construir una vida distinta basada en el seguimiento de Jesús.
La persona que va a vivir los EE precisa disponer el alma, para lo cual mucho le servirá purificar la intención de asistir a ellos, situar el momento existencial en que se encuentra y tener mucha disponibilidad para dejarse rehacer y hacer. Todo esto con la entera convicción de que Dios lo acompaña y auxilia a descubrir el mejor camino para construir su plenitud.
31 La gran variedad de formas de estos EE., que se proponen, no permiten aquí que se haga una exposición. Tan sólo una pequeña aproximación para destacar: EE en la vida en grupo. Desde hace más de veinticinco años se realizan unos EE. en la vida en los que se conjuga la experiencia espiritual de retiro engrupo con la experiencia individual y acompañamiento personal a través del año. Consiste, por un lado, en tres fines de semana de retiro en grupo distribuidos a través de un curso que inician y orientan las distintas etapas de los EE., y por otro lado, en la experiencia totalmente individualizada durante los períodos intermedios. En este tiempo los ejercitantes reciben materiales para la oración y para el enfoque de la experiencia espiritual, pero con acompañamiento individual que ayuda a aplicarlas orientaciones a la situación de cada persona.
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Experiencias
La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante
José Javier Aizpún, S.J.*
Para cualquier empresa importante que queramos realizar necesitamos una preparación. Y si queremos encomendar a alguien una tarea que valoramos, nos aseguramos de que la persona esté adecuadamente preparada. Si emprendemos una reflexión sobre la preparación para los ejercicios y la disposición del ejercitante, es porque entendemos que los Ejercicios son algo valioso. Y, por lo tanto, que no cualquier persona está preparada o es apta para hacerlos. Para quien tiene la experiencia de hacerlos y darlos, y conoce la historia de los ejercicios, esto es evidente. Pero no esta de más el recordarnos por qué lo es.
Los Ejercicios Espirituales en la Iglesia
Sin intención de compararlos con otras modalidades de ejercicios, podemos preguntarnos, ¿Son los Ejercicios de San Ignacio, en verdad, algo notablemente valioso? Para responder podríamos aplicar el viejo adagio «contra factum non valet argumentum», contra los hechos no hay argumento que valga. Es un hecho que los ejercicios de San Ignacio, a través de la historia, desde el tiempo de San Ignacio hasta nuestros días, han sido una práctica
* Sacerdote Jesuita, quien realizó toda su formación en la India y en Roma. Fue Provincial de Gujerat, India; Director del Instituto Sadhana y consejero para la formación en Roma. Actualmente es el director Espiritual de los estudiantes jesuitas en Argentina.
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Javier Aizpún, S.J. La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante
grandemente estimada en la espiritualidad de la Iglesia. Y parece que en nuestros tiempos estamos viviendo un renovado y crecido interés por ellos en el Pueblo de Dios. Incluso he conocido en la India no cristianos que nos han pedido hacer esta experiencia.
A esto podemos añadir las repetidas aprobaciones y recomendaciones de la Iglesia. Ya en tiempo de San Ignacio, ante algunas acusaciones de que eran cuestionables y teñidos de Iluminismo, Ignacio pidió al Papa que fuesen sometidos al juicio de la Iglesia. El examen del texto fue concienzudo. Uno de los cardenales de la comisión que examinó el texto declaró: «Hemos leído el texto y nos ha agradado mucho, pareciéndonos muy conducente para la salud de la almas». El Papa, en el Breve «Pastoralis Officii», en Julio de 1548, dio su aprobación oficial. Posteriormente, pasan de seiscientas las sucesivas aprobaciones, exhortaciones o recomendaciones que, a lo largo de cuatro siglos, se fueron dando al texto y la práctica de los ejercicios. Por citar alguna, esto es lo que dice el papa Pío XI en su Encíclica «Mens Nostra»: «Son los Ejercicios de San Ignacio el más sabio y universal código espiritual para dirigir las almas por el camino de la perfección, fuente inexhausta de piedad a la vez my eximia y muy sólida».
Cómo obraba San Ignacio
San Ignacio era muy consciente de la eficacia espiritual de los ejercicios, tanto por su experiencia vivida en Manresa como por la experiencia de darlos a otros. Y, al mismo tiempo, tenía clarísimo que había que preparar al ejercitante. A sus primeros compañeros tardó un tiempo considerable antes de darles los ejercicios. En el caso de Pedro Fabro, en concreto, por ser una persona de una conciencia escrupulosa, Ignacio se tomó cuatro años para prepararlo.
Las Constituciones y su epistolario no dejan lugar a duda de que Ignacio pensaba que la experiencia de los ejercicios completos no se debía dar sino a pocas personas bien preparadas. En las Constituciones dice, «Y no se den generalmente sino los de la primera semana, y cuando todos se dieren, sea a personas raras o que quieran determinar del estado de su vivir»1. Repite lo mismo en una de sus cartas, «Que a todos diese, en general, los de la primera
1 Constitucines 409.
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semana, si no fuese a personas raras y dispuestas a disponer sus vidas por via de la elección». En otra carta Ignacio dice que «para darlos íntegramente sería necesario encontrar personas capaces e idóneas para ayudar a los otros…» Sirvan estas citas como botón de muestra.
Según los textos citados y otros muchos, en cartas, instrucciones, Directorios… ¿quién es una persona apta para hacer los ejercicios completos? En los textos citados Ignacio menciona que la persona pueda disponer de su vida por vía de elecciones. Inicialmente me parece que esto significaba una elección de estado de vida. Con el tiempo lo extendió a quienes ya estaban en un estado de vida, pero buscaban purificar, reavivar o fortalecer su vocación cristiana en ese estado de vida. Tal sería el caso de los ejercicios que dio al Doctor Ortiz, agente de Carlos V ante el Papa en la causa del divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Ese es el caso también de los ejercicios de mes que en las Constituciones se prescribe para los que hacen la Tercera Probación en la Compañía.
Tres parecen ser, por tanto, las disposiciones del ejercitante ideal: que esté dispuesto a afrontar el planteamiento o re-planteamiento de su vida; que tenga aspiraciones espirituales elevadas; que pueda prestar ayuda espiritual al prójimo. En el Directorio dictado a Vitoria, Ignacio menciona cinco tipos de personas idóneas para la experiencia de los ejercicios completos. Cito textualmente:
No parece que conviene exhortar a ninguno que se encierre para hacer los Ejercicios, si no tuviese estas condiciones o las más notables de ellas. Primero, que sea sujeto de quien se tenga concepto que será no poco fructuoso en la casa del Señor, si fuese llamado a ella. 2. Que ya que no tenga talentos tan aventajados de arte o ciencia adquirida, u otras cosas semejantes, que a lo menos tenga edad y competente ingenio para poderse aprovechar. 3. Que sea tal que pueda determinarse de su persona, etiam para estado de perfección, si Dios fuere servido de llamarlo a ella. 4. Que tenga buena y honesta presencia, etc. 5. Que no esté tan aficionado a alguna cosa que sea difícil atraerlo a que se ponga en igual balanza delante de Dios, más antes que esté angustiado en alguna manera, con el deseo de saber qué haya de hacer de su persona y ambiguo…2.
2 Directorios, decreto 4, 1.
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¿Cómo aplicamos esos criterios hoy?
¿Cómo entender y aplicar hoy estos criterios de Ignacio? Comparto en estas líneas mi visión, lo que he ido aprendiendo con la experiencia. He dado el mes de ejercicios a jesuitas, a sacerdotes diocesanos, a seminaristas próximos al sacerdocio, a religiosos/as, a laicos. Experiencia no me falta, pero es la mía. Las conclusiones que yo saco puede que no sean compartidas por otros que tienen tanta o más experiencia que yo. La comparto, por tanto, por lo que valga.
El laicado de hoy está, no solamente humanamente más instruido, sino también espiritualmente más cultivado
Aclaro, o repito, que Ignacio estaba pensando en los ejercicios que describe en la Anotación 20. Todavía no existía la modalidad de los ejercicios de ocho días, hoy tan corriente. Y me parece que no daba los ejercicios de la Anotación 19, algo como lo que hoy llamamos «ejercicios en la vida corriente». De todas formas, estos últimos, como generalmente se dan individualmente, se prestan muy bien a una preparación previa del ejercitante. Yo, como digo, me voy a referir a los ejercicios de la Anotación 20.
Se dé solo a pocos. El criterio me parece indudablemente válido. Esta experiencia no es para el común de los cristianos. Pero el «pocos» de Ignacio me parece que hoy representa un abanico un poco más amplio. En el pasado se limitaba a sacerdotes, religiosos o personas que pensaban en esta vocación como una opción posible y querían discernirla. Hoy se incluye mucho más a personas laicas. La razón es que el laicado de hoy está, no solamente humanamente más instruido, sino también espiritualmente más cultivado y comprometido. Y en este aspecto los ejercicios hoy rinden un gran servicio a la Iglesia.
No deja esto de tener sus riesgos. Es el riesgo de «trivializar» los ejercicios completos. Las «casas de Ejercicio» tienen el peligro, con perdón de sus directores, de convertirse en «empresas de espiritualidad». Y para que sean «rentables» tienen que tener números. Y me temo que para tener números se aceptan para tandas de ejercicios de mes a personas que no están preparadas. Un riesgo semejante es que el mes de ejercicios responda más
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a necesidades afectivas no resueltas del que se propone darlos que a una necesidad espiritual del posible candidato a hacerlos.
Motivación. A los jesuitas de Portugal Ignacio escribe: «Si diese yo todos los ejercicios, daríalos a muy pocos, y letrados o personas muy deseosas de perfección». Y en el Directorio Autógrafo dice: «Los que en la primera semana no mostraren mucho fervor y deseo de ir adelante…mejor sería dejar de dar los de segunda semana, a lo menos por un mes o dos». Fervor, deseos de perfección, deseos de ir adelante… Estas expresiones muestran claramente que, como he dicho antes, uno de los criterios fundamentales para aceptar a alguien al mes de ejercicios, es que tenga aspiraciones espirituales elevadas. Pienso que esto nos lleva, a la hora de preparar a una persona para los ejercicios, a purificar y ahondar sus motivaciones.
Cuando uno da el mes de ejercicios a una persona a quien conoce bien, posiblemente a quien acompaña espiritualmente, la motivación no es un problema. Cuando uno los da a una tanda en la que hay personas, probablemente la mayoría, a quien no conoce, uno encuentra una diversidad de motivaciones, expresadas o no expresadas. Por ejemplo: Uno encuentra al «ejercitante ideal», que busca en los Ejercicios un tiempo y un método para hacer una opción de vida. Generalmente esta persona tiene un acompañamiento espiritual en el que ha comenzado ya el proceso de discernimiento. Éste, no pocas veces, incluyó unos ejercicios en la vida corriente. Y ahora viene al mes para cerrar este proceso. Esta persona viene muy bien preparada.
Uno encuentra también personas, sacerdotes, religiosas/os, laicos que han vivido por algún tiempo un compromiso vocacional serio. Sienten que la rutina o, al revés, el vértigo de su vida acelerada, va desvirtuando un poco ese compromiso. En el mes de ejercicios buscan la oportunidad de «reavivar la llama de su vocación». Esas personas, generalmente, tienen un acompañamiento espiritual y vienen bien motivadas y preparadas.
Está también la persona que viene porque «le toca». Es el caso de religiosos/as que tienen por regla o costumbre hacer, en algún momento, el mes de ejercicios. Mi experiencia es que, generalmente, vienen con deseos de hacer bien los ejercicios, de ahondar en el compromiso de su vocación. Y su vida religiosa les ha preparado para la experiencia. Si los hace al comienzo de su vida religiosa les ayudará a aclarar, discernir y purificar su motivación.
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Si los hace años después, por ejemplo antes de la profesión perpetua, serán una oportunidad de entrar en esa nueva etapa de su vida con «renovado impulso y fervor». Podíamos añadir aquí a seminaristas que eligen hacer el mes de ejercicios como preparación para su ordenación sacerdotal.
En una tanda he encontrado también alguna persona en un momento de crisis vocacional a quien su Superior/a aconseja (¿obliga?) a hacer un mes de ejercicios para reconsiderar su decisión. Si viene presionada, mi experiencia es que es una pérdida de tiempo, tanto para el acompañante como para el ejercitante. Vienen sin deseo de hacerlos y tienen buen cuidado de no meterse en el proceso.
Pero también se encuentran personas que en ese momento quieren enfrentar su crisis y renovar su vocación. Generalmente es el momento de gracia que les ayuda a superar la crisis. Verdad es que alguna vez se trata de una persona que experimenta esas crisis «periódicamente», que repetidamente supera, hasta que llega La crisis que les lleva a dejar la vocación. Probablemente es mejor que hubieran dejado antes.
He encontrado varias veces religiosos/as que van a cumplir cincuenta años de vida religiosa y se proponen celebrar la ocasión con el mes de ejercicios. Ciertamente no les hará daño, pero no los necesitan. Por lo tanto, si se trata de alguien que quiere hacerlos individualmente, no en grupo, creo que no vale la pena. Yo les recomendaría hacer unos ejercicios un poco distintos, un poco más largos que de ordinario, y darse tiempo para algún otro tipo de renovación espiritual. Si están en una tanda, la verdad es que no molestan y puede uno «dosificar» un tanto los encuentros de acompañamiento.
Finalmente, he encontrado personas que vienen a hacer al mes de ejercicios porque, «está de moda». Te dicen algo como «he escuchado a varias personas hablar de ellos y me he interesado». A veces son personas que están, de veras, en una búsqueda espiritual, han oído algo de los Ejercicios y creen que les puede ayudar en su búsqueda. Pueden ser personas capaces de hacer el mes de ejercicios. Otras son personas que se dedican a coleccionar «experiencias espirituales» y quieren añadir ésta a su colección. No vale la pena prestarse al juego.
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Otra de las consideraciones de Ignacio al juzgar si la persona es idónea para la experiencia de los ejercicios completos es la edad. Es claro que los ejercicios de mes no son para chicos de 14 años. Ni para personas ancianas. No solo no los necesitan, si no que, muy probablemente, no tengan ni la salud ni fuerzas necesarias para hacerlo. Pero más que de edad creo que hoy deberíamos hablar de madurez humana y psicológica. Hay personas de edad relativamente joven, pero que han tomado ya las riendas de su vida y se preguntan seriamente para qué y cómo quieren vivirla. Esa persona es casi un candidato ideal para los ejercicios de mes. Y también se dan personas que «cronológicamente» son adultas, pero humana y psicológicamente de una irresponsabilidad notable, aunque sean «personas piadosas». Esas personas necesitan otra cosa.
Pero hablando de madurez psicológica hay otros factores que hay que tener en cuenta. Hay personas que, sea en la familia, sea en el trabajo, llevan una vida responsable y eficiente, pero que son personas sicológicamente frágiles. En el clima de silencio e introspección de un mes de ejercicios les pueden saltar sus defensas. He tenido más de un caso. Uno de ellos tuvo un brote sicótico importante. Me enteré que estaba haciendo una terapia seria. No se le debería haber admitido al mes. En principio, yo no admitiría al mes a nadie que está en terapia. Creo que les puede hacer mal y, posiblemente, interfiera con la terapia. El acompañante de ejercicios no tiene por qué ser un psicólogo. Naturalmente otros pueden pensar de otra manera.
Es claro que los ejercicios de mes no son para chicos de 14 años. Ni para personas ancianas
Otra de las condiciones que pone Ignacio nos puede parecer sorprendente. Es que el candidato sea «letrado». No creo que Ignacio estuviera pensando en grados o títulos académicos. Lo que quiere decir, a mi modo de ver, es que sean capaces de la reflexión e introspección que el proceso de Ejercicios requiere, sobre todo los procesos de discernimiento y elección. En tiempo de San Ignacio, la gente sencilla, lo que Ignacio llama «rudos», sin darle un sentido peyorativo, eran generalmente analfabeta o de escasísima formación. Se entiende muy bien que mantuviese que personas así no se aprovecharía del mes de ejercicios. Hoy día, también la gente sencilla, por lo menos mucha gente sencilla, recibe una formación humana e intelectual muy superior a la de los tiempos de Ignacio. Pero sí que encontramos personas a quienes
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esos procesos de reflexión e introspección sencillamente no les van. Otro tipo de retiro o de renovación espiritual les va mucho mejor. Y también hay gente sencilla, de un nivel educativo más bien bajo, que sí que son capaces, a su manera, de reflexión e introspección y que pueden muy bien hacer los ejercicios. Un jesuita español, el P. Adolfo Chércoles, gran conocedor de los Ejercicios, los daba a los gitanos, entre quien vivió muchos años como sacerdote obrero.
¿Preparar cómo?
Cuando esto es posible seria conveniente tener una serie de encuentros, fundamentalmente para conocer mejor al ejercitante. Hemos visto lo importante que es la motivación. En estos encuentros uno busca aclararse sobre la motivación de la persona. Pero más aún, ayudar a la persona a aclararse a sí misma. Para usar las palabras de Ignacio, ayudarle a preguntarse «a dónde voy y a qué». Explicar, si es necesario, a donde va, en qué consiste el proceso de los Ejercicios, qué exige, qué buscan. Y aclarar a qué. ¿Qué es lo que el ejercitante desea y busca en esta experiencia?
En segundo lugar, estas entrevistas previas servirán para tomar el pulso de la vida de oración del eventual ejercitante. ¿Es una persona que sencillamente reza o es una persona que lleva una vida de oración? Si es así, ¿cómo ora, en qué momento se encuentra de esa vida de oración?
Otra cosa a aclarar es si la persona tiene un acompañamiento espiritual. Si no es así, quizá la preparación sea un tiempo de acompañamiento y profundización en la vida de oración.
Al cabo de unos cuantos encuentros el que se propone acompañar en la experiencia, tendrá varias opciones. Puede sugerir el comenzar ya la experiencia. O puede sugerir dejarlos para más adelante, continuando con un acompañamiento y una vida de oración más regular. Quizá lo que convenga es que la persona haga primero unos ejercicios de ocho días como preparación y, más tarde, el mes. En algunos casos lo que conviene hacer es explicarle a la persona que esta experiencia no le va a ayudar, que no es lo que necesita.
Conclusión
Resumo todo lo dicho en torno a tres pasajes del Evangelio.
El primero es la parábola del tesoro escondido y la perla de gran valor. Eso son los Ejercicios, un tesoro de gran valor espiritual. Ignacio consideraba que eran «lo mejor que podía sentir y entender, así para el hombre poder aprovecharse a sí mismo, como para poder fructificar y aprovechar a muchos otros». Pero para que esa perla preciosa que son los Ejercicios produzca fruto, tanto en la vida personal como en el apostolado, hay que «vender todo», hay que desposeerse, quitar afecciones desordenadas. No basta con hacer los Ejercicios, hay que vivirlos. Y para «en todo amar y servir» como pide Ignacio en la contemplación para alcanzar amor, es necesario «salir de nuestro propio amor, querer e interese».
El sentido fundamental es no dar el mensaje a quien no quiere o no puede recibirlo
La segunda es la frase de Jesús, «no dar cosas sagradas a los perros ni perlas a los cerdos». El sentido fundamental es no dar el mensaje a quien no quiere o no puede recibirlo. Repito que puede haber un celo excesivo en dar los ejercicios completos que lleve en darlos a quienes no están preparados o capacitados. Y digo que no están capacitados, no por ninguna razón de elitismo espiritual, sino por el cuidado de no hacer daño. El dar perlas a los cerdos no solo es un desperdicio; es que comerse una piedra al animal le hace daño. Es, sencillamente, el principio ignaciano de «no dar más de lo que se pueda descansadamente llevar».
Y la tercera es la parábola de los talentos. Podemos también pecar por ser demasiado tímidos o negligentes en usar de este instrumento para «ayudar a las ánimas». Hay jesuitas que se sienten más capacitados para ayudar a la gente de otra manera. Pero también es verdad que, a veces, algunos de nosotros no nos tomamos la molestia de prepararnos bien y a veces no sabemos estimar su valor y actualidad.
En fin, que preparar al que va a hacer los Ejercicios pasa por eso tan ignaciano que es el discernimiento.
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José Luis Serra Martínez, S.J.
Arar la tierra. La preparación para Ejercicios en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México
José Luis Serra Martínez, S.J.*
La experiencia desde San Ignacio a la fecha, ha mostrado la necesidad de que, antes de hacer Ejercicios, es necesaria una adecuada preparación, una buena formación para entrar en ellos. Constatamos que dicha preparación va en tres áreas muy ligadas entre sí:
a) Ánimo y Disposición (al que rescibe los exercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad…)
b) Hábito y método de oración (todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones…)
c) Capacidad del ‘subiecto’ (Capacidad para que la personas puedan usar de los actos del entendimiento discurriendo y de los de la voluntad afectando…)1.
La preparación es distinta según el tipo y el método específico de los Ejercicios2. Por ejemplo, tandas abiertas a toda persona, ejercicios en la vida diaria, ejercicios de mes, ejercicios en función de la preparación para acompañar los mismos.
* Licenciado en Ingeniería Industrial de la Universidad Iberoamericana de México. Filosofía y Ciencias Sociales en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias de Guadalajara. Licenciado en Teología del Colegio Máximo de Cristo Rey en México. Actualmente director del Centro Ignaciano de Espiritualidad de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
1 Ejercicios Espirituales 5, 1 y 3.
2 Cfr. Ejercicios Espirituales 18, 19 y 20.
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Arar la tierra. La preparación para Ejercicios en el Centro de Espiritualidad
De la misma manera, será distinta la preparación según la experiencia previa de las personas que hagan los ejercicios: iniciantes, personas que ya han hecho una o varias veces los Ejercicios, jóvenes o adultos…3.
Compartimos en este artículo la situación ideal de preparación para los Ejercicios que se ofrece en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México (CIE). Y digo ideal, porque es lo que deseamos, lo que pretendemos, pero no siempre es realizable.
EJERCICIOS EN LA VIDA DIARIA (EVD)4
Desde hace varios años, el CIE ofrece un diplomado de Espiritualidad Ignaciana y Desarrollo Humano, en el que se conjunta la experiencia de hacer los EVD con un programa de formación en el Desarrollo Humano. El objetivo de este curso es ofrecer a los laicos y religiosas(os) la integración de la Espiritualidad con los procesos de crecimiento de la persona. Se trata de integrar a Dios en la vida diaria. Durante 32 sesiones a lo largo de 9 meses, se trabaja por un lado materias de Autoconocimiento y de Desarrollo de habilidades humanas y, por otro la vivencia de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en la vida ordinaria.
Preparación mediata
Como una preparación mediata, ofrecemos un curso de introducción a la espiritualidad ignaciana (lo que llamamos el prediplomado de espiritualidad). Está dividido en tres módulos. Cada módulo dura tres meses, con sesiones semanales de dos horas. El primer módulo, Descubro mi caminar en el caminar del pueblo de Dios, está enfocado al conocimiento bíblico e iniciación a la oración mediante meditaciones sencillas. Desde un principio se fomenta el examen de la oración, con reglas muy sencillas de discernimiento. El segundo módulo, Descubro mi caminar en el camino de Jesús, enfocado a conocer y orar los Evangelios, la vida de Jesús. Finalmente, el tercer módulo, El camino de la espiritualidad ignaciana, enfocado directamente a la espiritualidad ignaciana: Vida de San Ignacio de Loyola, métodos ignacianos de la oración y manejo del examen de la misma. En estos módulos se pretende que
3 Ibíd., 18.
4 Ibíd., 19.
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Luis Serra Martínez,
Se profundiza en el conocimiento de San Ignacio y se explica el proceso de los Ejercicios en su vida
las personas participantes vayan profundizando en sus deseos de hacer los ejercicios, que aprendan a orar, que vayan creando un hábito de oración y que puedan tener experiencias con los métodos de la meditación y la contemplación ignacianas, especialmente. También se les invita a reflexionar personal y grupalmente sobre los cambios que experimentan en su vida a la luz de estas nuevas experiencia de oración (los frutos).
Preparación inmediata
No es requisito el que todas las personas que hacen el diplomado participen en el proceso descrito en el punto anterior. Mediante una entrevista previa, buscamos conocer su capacidad de oración, de interioridad, de manejo bíblico. La preparación inmediata se da en las primeras 8 sesiones del diplomado. Consiste, por un lado, en propiciar ese mayor ánimo y liberalidad a que invita San Ignacio en los ejercitantes, así como en tratar de homogeneizar al grupo en el conocimiento básico de la espiritualidad ignaciana y crear un ambiente propicio de confianza que facilite posteriormente la puesta en común de los discernimientos de la oración. Se profundiza en el conocimiento de San Ignacio y se explica el proceso de los Ejercicios en su vida, se trabaja el objetivo de ellos, el esquema de la oración ignaciana y del examen de la oración, y el estudio de las adiciones generales para los Ejercicios5. Los temas abordados en aproximadamente ocho sesiones (dos meses), son los siguientes:
1. Introducción: presentación del taller.
2. La dimensión espiritual. Espiritualidad en general y cristiana.
3. Vida de san Ignacio. Espiritualidad ignaciana.
4. Revisión de las imágenes de Dios. El Dios de Jesús. Esto en un retiro de dos días.
5. Fe y religión.
6. Explicación de la Biblia y su manejo.
7. La oración. Práctica de algunos modos de orar.
8. Breve análisis de la realidad (contexto histórico actual).
9. Autobiografía (contexto histórico personal).
5 Ibíd., 73-77.
10. Visión de conjunto de los Ejercicios Espirituales
11. Examen de la oración y discernimiento. Función del acompañante
Tanto en la preparación inmediata como en la mediata, el esquema de trabajo en cada sesión es semejante. Consta de cuatro partes:
• Oración para dar gracias y abrirnos a la Luz, Sabiduría y Amor de Dios. Práctica de modos distintos de orar <15´>
• Revisar y compartir cómo se realizó la tarea de oración dejada, cómo se sintieron y qué facilidades o dificultades encontraron para su realización <30´>
• Exposición y dinámicas para impartir el tema <60´>
• Dejar y explicar la tareas para la siguiente semana <15´>
Preparación continúa
Según el desarrollo y exigencia del grupo, quienes acompañan van sugiriendo temas que ayuden en la profundización de una mayor interioridad, de clarificar dudas espirituales, de facilitar mejor la metodología de los Ejercicios. Reglas de discernimiento, adiciones propias de cada semana, Aplicación de Sentidos, tres modos de oración, Reglas para sentir en Iglesia…
Seguimiento posterior
Si los alumnos lo desean (que siempre lo quieren), durante 2 o 3 meses se acompaña al grupo con el fin de que se convierta en un grupo de discernimiento de la vida cotidiana, sea como Comunidad de Vida Cristiana, sea como un grupo independiente. Esto supone profundizar en el examen del día, en la aplicación de las reglas de discernimiento en la vida diaria, el manejo de la puesta en común del discernimiento personal. Después de este tiempo, el grupo puede trabajar por sí mismo, con una asesoría puntual de parte del CIE.
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EJERCICIOS
PARA JÓVENES UNIVERSITARIOS
Y PROFESIONISTAS
De sobra es conocido que el joven de hoy encuentra el discurso religioso desgastado, poco atractivo, excesivamente abstracto, insensible a la realidad. Tampoco el encuentro consigo mismo es fácil. Hay miedo a la soledad para enfrentarse con su interior. Sin embargo sabemos que hay algunos jóvenes que están en búsqueda de algo que llene sus propios vacíos, con fuerte sentido solidario con los cercanos y, aunque les cuesta pensar a largo trecho, tampoco quieren ahogarse en un presentismo inmovilizador.
Por esto, presentar al joven en primera instancia, sin un proceso previo, la experiencia de Ejercicios Espirituales, puede provocar desinterés, o de plano un rechazo. Como parte del proceso de formación de los grupos de Comunidad de Vida Cristiana (y donde el núcleo obviamente es la vivencia de los Ejercicios Espirituales), presentamos estos no de manera inmediata, menos aún como una obligación inicial, sino como una serie de etapas que van abriendo horizontes distintos a los jóvenes hasta llegar a los Ejercicios. Hemos visto que el iniciar favoreciendo experiencias de autoconocimiento, de contacto con la propia sensibilidad, de encuentro y contacto con los más desfavorecidos, va suscitando deseos de encontrarse con la trascendencia y de ahí, el deseo de vivir la experiencia de los Ejercicios se da por sí misma.
hay algunos jóvenes que están en búsqueda de algo que llene sus propios vacíos
Las etapas de este proceso, con sus más y sus menos, son las siguientes:
1. Contacto, conciencia y expresión de mi interioridad: Manejo de sentimientos, Taller de heridas, convivencia grupal.
2. Conocimiento de la propia personalidad, origen, condicionantes (mediante la herramienta del Eneagrama).
3. CRECIMIENTO PERSONAL (liberar condicionamientos): Taller de deseos
4. Formación espiritual básica: taller de cristología y métodos de oración.
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5. Encuentro con los más pobres y desfavorecidos: contacto solidario en apoyo a proyectos populares o de asistencia social en la ciudad y misiones rurales en Semana Santa y Adviento.
6. Preparación directa a los Ejercicios: Vida de San Ignacio de Loyola, sentido de los Ejercicios, métodos propios de la oración ignaciana.
7. Los Ejercicios en sí mismos, con la presentación dentro de ellos de la metodología propia. Los Ejercicios se dan en dos opciones: ejercicios de 10 días en épocas vacacionales o 4 retiros de tres días cada uno, repartidos a través del año en fines de semana.
8. Compromisos personales y formación del grupo como CVX.
Este proceso lo iniciamos cada semestre. Al inicio se presentan aproximadamente 40 o 50 jóvenes y terminan el proceso aproximadamente 15 de ellos.
TANDAS DE EJERCICIOS DE 10 DÍAS
ABIERTOS A LAICOS
Al ser abiertas estas tandas y donde se da la participación sumamente heterogénea de personas en cuanto a su formación espiritual y, que por otro lado, pueden provenir de distintos lugares del país, es más difícil dar una preparación adecuada y común. Para esto sugerimos la lectura de los libros Cómo Preparar el Corazón y/o Metodología en los Ejercicios de San Ignacio, para que el futuro ejercitante tenga los conocimientos básicos.
Con todo, el primer día de Ejercicios, especialmente para quienes los hacen por primera vez, dedicamos una mañana a la preparación. Desde la explicación de lo que se busca en los ejercicios, la presentación del esquema ignaciano de oración, así como el examen de la misma, hasta tener experiencias de oraciones dirigidas que faciliten al Ejercitante el conocimiento propio del método. Ayudarles a estar atentos a sus sensaciones y sentimientos como manifestación de la voz del Espíritu6. Como la gente asiste libremente, suponemos un deseo y una disposición primera de su parte. Sin embargo, hay que ayudar a facilitar el ánima y disponibilidad ante los miedos internos, ante los obstáculos inconscientes, y ante lo que para muchos es novedoso de entrar en esta forma de oración.
6 Ibíd., 3.
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LA FORMACIÓN DE QUIENES PARTICIPAMOS EN
ESTOS PROCESOS FORMATIVOS
Nos pareces de suma importancia escoger cuidadosamente a los líderes que serán responsables de estos procesos. Por supuesto, personas con amplia experiencia en la vivencia de los ejercicios, con vocación y deseos de compartir la propia experiencia con otros. También es necesaria una adecuada formación de ellas y ellos. Se ofrece, para ello, un taller de formación de acompañantes de Ejercicios, abierto a personas con experiencia ignaciana de todo el país. Este taller tiene cuatro módulos que se imparten en sesiones intensivas repartidos a través del año:
1. Conceptos básicos para el Discernimiento y el Acompañamiento Espiritual.
2. Profundización en las dinámicas de transferencia y contratransferencia en el Acompañamiento Espiritual
3. Cristología básica para un buen Acompañamiento
4. Estructura de los Ejercicios Espirituales de San Ignaciano de Loyola
Cada año se organiza un encuentro nacional de acompañantes de Ejercicios Ignacianos, donde juntos, jesuitas y laicas/os, estudiamos, reflexionamos y tratamos de profundizar, de conocer nuevas ideas, de compartir nuestras inquietudes y experiencias. Este encuentro es dirigido por el CIE y hay una participación de entre 30 y 50 personas.
En la ciudad de Guadalajara (sede del CIE), además, se tiene cada año un ciclo de diez sesiones de actualización en el acompañamiento de quienes acompañan o dirigen ejercicios. Hasta el momento se han impartido tres ciclos: El primero se enfocó a los aspectos psicológicos del acompañamiento; el segundo a los aspectos espirituales del mismo y este año se ha centrado en profundizar en el acompañamiento en ejercicios.
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CONCLUSIONES
No hace falta mucho insistir que una buena preparación facilitará unos buenos ejercicios. Lo hemos comprobado en la experiencia del Centro Ignaciano de Espiritualidad. Y también hemos comprobado que muchas veces no basta una buena preparación, digamos espiritual en cuanto experiencia de oración, de métodos de la misma. Observamos, en nuestra experiencia con muchas personas, que si la problemática personal con la que llegan es «trabajada», ayuda a entrar mejor en el proceso de los Ejercicios. Nos tocó ver varios casos: experiencias de junioras que empezaban sus ejercicios de mes con el objetivo de prepararse para sus votos que, al no ser precedida por un trabajo adecuado de su personalidad, obstaculiza una verdadera y sana elección.
Una buena preparación facilitará unos buenos ejercicios
Por supuesto, la presencia del Espíritu siempre será más fuerte, más sorprendente, de mayor incisión que lo que podamos aportar en el proceso de preparación de los Ejercicios. Pero es importante en la persona que hace los mismos, el estar abierta a su presencia, al actuar de Él en su vida, en su oración. Arar la tierra para que la semilla de Dios entre con facilidad. Esa es una de las labores centrales del CIE México y nos sentimos agradecidos en ser un instrumento del Señor para el encuentro de otros con Él.

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Apuntes
Ortopraxis de los Ejercicios Ignacianos
Juan C. Villegas, S.J.*
Se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más prompto a salvar la proposición del próximo que a condenarla1 .
«M
e llamo Pablo y es la segunda vez que vengo a los ejercicios ignacianos para AA». «Yo soy Chucho el organizador de estos ejercicios; es la tanda numero 15 a la que asisto». «Me llaman José y me recogieron de la calle a las 5:30, me compraron ropa y me trajeron a bañar y afeitarme; aquí estoy a las 8pm de este viernes para unos ejercicios de no sé quién». Al cabo de los tres días evaluaron que habían encontrado la brújula para ordenar su vida2 según el reino de Dios y que ya tenían un norte en su peregrinar por este mundo.
Cualquier experto en la ortodoxia de los Ejercicios pondrá una sonrisa escéptica como la que se le da a los cretinos e insistirá en que, para los ejercicios, hay que hacer una preparación tan y tan complicada que solamente una élite espiritual los pueden alcanzar. Incluye al menos un curso exhaustivo y
* Licenciado en Literatura y Lenguas clásicas de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Licenciado en Filosofía y Teología de Woodstock College de New York. Maestría en Psicología y en Rehabilitación de Columbia University de New Cork. Postgrado en Terapia familiar y grupal de Western Institute of group and family therapy de Watsonville, Canada. Actualmente pertenece al Equipo del CIRE.
1 Ejercicios Epirituales 22.
2 Ibíd., 21
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minucioso sobre la oración. Aquí se explica que orar es fusionar mi voluntad con la de Dios. Al preguntar cuál es esa voluntad, se les explica que para eso son los ejercicios. A veces la ortodoxia embarga la ortopraxis y con facilidad se desecha como heterodoxia.
La misión dada a los apóstoles fue la de hacer discípulos del reino3 . Ignacio comprendió este cometido en su experiencia del Cardoner. Su ideal de santidad penitencial fue sustituido por una reforma de su vida: «porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas las cosas espirituales cuanto saliere de su propio amor, querer e interés»4. La otra cara de la misma moneda es ‘cuanto más haga del reino de Dios el propio amor, querer e interés’.
ORTODOXIA Y ORTOPRAXIS
Ortodoxia viene del griego oρθός=orthós=correcto) y δόξα=dóxa=opinión, esto es, la opinión recta y verdadera y, consecuentemente, es ortodoxia la doctrina o ideología (abstractas) que es sostenida y defendida por la mayor parte de una sociedad, especialmente en el terreno religioso, en contraposición a la heterodoxia, o doctrina sostenida por un grupo menor o grupos menores que no comparten tal doctrina o se muestran disidentes de la misma.
Orar
es fusionar mi voluntad con la de Dios
Ortopraxis viene del griego orthós=recto, sano, correcto y praxis=acción, hecho, práctica, comportamiento, conducta. Dice relación a los modos como un individuo o un grupo humano actúan en su entorno, donde desencadenan procesos múltiples con el propósito de plasmar en la realidad proyectos de vida práctica como expresión conductual de una ortodoxia (abstracción).
Por ejemplo, «lealtad» es una abstracción, una ideología, una ortodoxia; si exijo «lealtad» (una abstracción) en mi empresa nadie va a tener idea de qué se trata y cada quien hará elucubraciones y entelequias. Si por el contrario concretizo: «Exijo que a las 7:30am alguien conteste en la bodega como prueba de lealtad a esta empresa», pasé a la ortopraxis, conducta específica, medible y cuantificable que no contradice la ortodoxia abstracta de lo que quiera
3 Mt 28, 19.
4 Ejercicios Espirituales 189.
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Juan C. Villegas, S.J.
decir teóricamente lealtad. Las abstracciones no son realidades hasta que se hagan operacionales en conductas puntuales, medibles y cuantificables. Quien arguya que llegar a las 7:30am nada tiene que ver con lealtad a la empresa, sería un heterodoxo porque está cuestionando el valor ortodoxo de la lealtad, un valor universalmente aceptado. Aquí presentamos una ortopraxis del reino de Dios en los ejercicios que le da operacionalidad puntual y que le da sentido a la ortodoxia ¡sin contradecirla! y sin ser heterodoxia. Por eso la cita del comienzo sobre «salvar la proposición»5.
LA MISIÓN ES HACER DISCÍPULOS
Es el problema en micro dentro de la Compañía con lo que está sucediendo en macro dentro de la Iglesia institucional. La misión de Jesús fue hacer discípulos del reino: «Después de muerto se les presentó en persona, dándoles así claras pruebas de que estaba vivo. Durante cuarenta días se dejó ver de ellos y les estuvo hablando del reino de Dios»6. En ninguna parte de las escrituras cristianas habla Jesús de culto a su personalidad. Sus discípulos no le entendieron hasta Pentecostés en que recordaron lo que Jesús les había dicho: «el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho»7. Jesús es la palabra pero ésta no se hace Vida sin el Espíritu Santo. Una vez entendieron el reino fueron enviados a anunciarlo: «Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra»8. Al percatarse de la realidad del reino alrededor de la fracción del pan (siendo alimento y no purgante para los demás), dedujeron:«es la buena noticia» («evangelio») para toda la humanidad. Y predicaron evangelio en vez de reino. Pablo de Tarso, quien no conoció a Jesús y era perseguidor hasta la muerte de los discípulos, recibió el mismo Espíritu independientemente del grupo y predicó lo mismo: «Desde la mañana hasta la tarde, Pablo les habló del reino de Dios»9. Igualmente: «Pablo se quedó dos años completos en la casa que tenía alquilada (en Roma), donde recibía a todos los que iban a verlo. Con
5 Ibíd., 22.
6 Hch1, 3.
7 Jn 14, 26.
8 Hch1, 8.
9 Ibíd., 28, 23
toda libertad anunciaba el reino de Dios»10. Según sus cartas: «El reino de Dios no es cuestión de comer o beber determinadas cosas, sino de vivir en justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo»11 y tiene 25 citas más sobre el reino. En su lenguaje es equivalente al Espíritu y la Vida, sinónimo tanto de evangelio como de la noción de reino. Por una parte, la sucesión apostólica en la misión viene del Espíritu Santo y no por el ADN del profeta como en otras religiones, ni es dado dentro de la Iglesia institucional exclusivamente. Por otra parte, la experiencia de Pablo es equivalente a la de Ignacio en el Cardoner y ésta, con la de los apóstoles en Pentecostés, y seguirá siendo la misma: el entendimiento del secreto del reino.
Con los cismas sobre la realidad de Jesús, fueron apareciendo las doctrinas correctas que hoy día llenan 13 volúmenes de cinco mil paginas cada uno y se conoce como «El magisterio de la Iglesia» (Ortodoxia; depósito de la fe). Gracias a Dios pues tendríamos que sentarnos a escribirlo. En ninguna de ellas se da una noción operacional, una ortopraxis puntual del reino de Dios que fue lo que originalmente dio origen tanto al magisterio como a la misma Iglesia cuya misión es hacer discípulos del reino. Con el «Magisterio de la Compañía» se habla eruditamente de todo el contenido de los ejercicios y las constituciones pero no se da ninguna definición operacional puntual del reino de Dios, el carisma original de San Ignacio, al estilo de Pablo y los apóstoles que es lo que le da razón de ser a los magisterios. Cuando se habla de una ortopraxis del reino la refutación es la misma: «No es el magisterio de la Iglesia ni tampoco el de la Compañía». Inmediatamente se cataloga como heterodoxia y se convierte defensivamente en un acantilado, sin entender que el reino es lo que le da sentido a ambos magisterios.
Este artículo es sobre la ortopraxis de los ejercicios ignacianos y del magisterio de la Iglesia para quienes ni saben, ni entienden y quizá ni les importan las ortodoxias; es la gente «ruda» en dichas materias como lo fue Ignacio en el momento del Cardoner y como los apóstoles quienes «eran de ruda y baja condición»12 intelectual y en ortodoxia; muy parecido hoy día a los cristianos que no han pasado por las aulas de teologías y filosofías.
10 Ibíd., 28, 30-31.
11 Rom 14, 7.
12 Ejercicios Espirituales 275.
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LA ORTOPRAXIS ES LA BRÚJULA
Buscando un centro de sicoterapia para hacer la práctica supervisada y poder graduarme de Sicología en la U. de Columbia, encontré un único sitio disponible que era en su mayoría pacientes judíos y musulmanes. La siquiatra a cargo me negó la práctica al saber que era jesuita pues alegaba que no quería proselitismo dentro del profesionalismo. Le prometí que me mantendría incógnito y que si alguien se enteraba de mi identidad, voluntariamente me retiraba del entrenamiento. Anonimato en una megalópolis como New York es lo único que se tiene gratis. Firmados los convenios pertinentes empecé mi práctica. Un par de meses después me llama a su oficina para presentarme a un paciente a quien particularmente quería que yo tratara. Era un personaje maloliente, con un pelo sucio y salvaje que cubría su cara hasta la cintura; relucía un vestido parecido a una túnica que no se sabía de qué color era. Por supuesto el personaje apestaba de seis meses de no conocer una ducha. Al saludarlo me dice: «Soy Jesús de Nazaret». Pensé que era una trampa de la directora pues el acento del personaje era ciertamente de origen hebreo.
Al bajar a la oficina tuve que abrir las ventanas en pleno invierno con temperaturas bajo cero para evitar el hedor del interlocutor. Por supuesto no tenía dirección ni teléfono pues vivía en la calle. Su mamá había usado trucos en contra del deseo del padre de no tener hijos y quien, efectivamente, los abandonó después del parto. Su mamá hebrea lo tomó como sustitución de su marido y susurraba al oído del bebé: «¡Eres el hijo de Dios!» «¡Eres divino!».
A los 16 se alcoholizó y terminó teniendo las calles de la gran ciudad como su domicilio, en total promiscuidad por cuatro años hasta que una fría noche de navidad, bajo una nevada tempestuosa, oyó cánticos en una iglesia y pensó que ahí habría calefacción. Al entrar oyó al sacerdote decir que Jesús era el «Hijo divino de Dios» lo cuál le llamó la atención porque desenterraba la misma expresión que su madre le había susurrado al oído desde que nació. Al terminar la ceremonia fue a la sacristía a preguntar más sobre que significaba ser hijo de Dios; percatándose de su obvio estado de embriaguez, el celebrante le obsequió una copia de las escrituras cristianas diciéndole: «¡Lea!».
El personaje leyó aquello como quien lee a García Márquez y fue a la biblioteca en la calle 42 a investigar cómo se vestían en el tiempo de Jesús de Nazaret; consiguió una túnica que le pareció que concordaba con lo que le habían dicho y habiendo memorizado las escrituras cristianas empezó de bar
Hijo de Dios es tener sana relación con los prójimos como la semilla y la tierra para tener calidad de vida y felicidad humanas
en bar a predicar: «Soy Jesús de Nazaret y les traigo la buena noticia…»; los dueños le apuraban un par de tragos –los más baratos– y lo inducían a seguir a la siguiente parada…
Al preguntarle si conocía la parábola de la semilla que crece por sí sola, preguntó que cual de todas. Le dije que era la del tal Marcos13. Se posicionó para recitarla al pie de la letra y al finalizar pidió un aplauso. Después de complacerlo le pregunté si sabía qué significaba la parábola. Me dijo que no tenía ni idea sobre qué tenía eso que ver con ser hijo de Dios pues el sembrador no hacía nada entre la siembra y la cosecha, lo cual era contrario a lo que cualquier agricultor hace. Le expliqué que si él fuese la semilla y yo la tierra, ¿que necesitaríamos hacer para simbolizar la iniciación de la vida que generan ambas? Me dio la mano saludando y le dije que la remplazáramos por un pedazo de cinta de papel de sumadora. «¿Este papel es símbolo de qué?», le pregunté. Respondió que de la unión, de una alianza entre semilla y tierra, hasta el tiempo de la cosecha. Le advertí que eso era lo que la gente llamaba amor pero que como era palabra muy manoseada yo la llamaba «relación». La semilla se relaciona con la tierra (= la acepta tal como es sin querer cambiarla) y viceversa con otro pedazo de la cinta de papel: la tierra se relaciona con la semilla (=la acepta tal y como es sin querer cambiarla) y espontáneamente se generaba la vida hasta la cosecha; la semilla no hace feliz a la tierra ni viceversa, sino que eran dos felices que se aceptaban y emprendían una tarea común que conocemos como vida; que ésta, no procedía de la semilla y la tierra sino de la sana relación entre ellas. Le expuse que ser hijo de Dios era tener sana relación con los prójimos como la semilla y la tierra para tener calidad de vida y felicidad humanas, opuesto a ser indigestión o purgante para los otros. De improviso dijo: «¡Ajá!», se levantó y salió como huracán sin despedirse y dejando tras sí la puerta abierta.
Al explicar a la directora lo sucedido me explicó que el personaje había sido remitido al centro de profesionales porque se había entrometido en un exclusivísimo restaurante gourmet del vecindario y la policía lo había llevado allí porque lo veían muy corrido de la teja; que no me preocupara.
13 Mc 4, 26-29.
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Juan C. Villegas, S.J.
Al tercer día me pidieron reportarme de nuevo a la oficina de la dirección: «Su paciente lo espera»; me sorprendió ver un joven rubio, esbelto y de ojos azules, con camisa y jean nuevos, chaqueta en cuero que parecía un modelo sacado de magazín oliendo a Paco Rabanne. Al saludarlo y preguntarle su nombre respondió sorprendido: «¡Pero si soy Jesús de Nazaret! ¿No te acuerdas?» Atolondrado le dije que fuéramos a mi oficina sin que antes de salir y discretamente la directora me preguntara: «¿Ud. que hizo?» «Ni idea; ya te contaré».
Esta vez con las ventanas cerradas le pregunté qué había pasado en la entrevista anterior que había salido intempestivamente. «Si ser hijo de Dios es tener buena relación con los demás, yo, con la peste que tenía encima, era indigestión y purgante». Las instrucciones siguientes fueron darle sesiones sobre el principio y fundamento del reino de Dios como explicaré abajo, término aceptado por los hebreos, el seguimiento del rey temporal y las dos banderas sin mencionar a Jesús, palabra que no podía utilizar pues podía ser acusado de proselitismo religioso: ¡aprendió a vivir reino! Estudió ingeniería y lo último que supe era que era un pilar de su sinagoga y que una de las cuatro hijas tenía el nombre bíblico de Rebeca.
ORTOPRAXIS IGNACIANA DEL REINO
Esta historia de la vida real es un paralelo de la historia también real de Ignacio antes del Cardoner con uñas largas, vestido de saco y sayal y sin bañarse. Luego del Cardoner «y de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto que tenía antes»14, se cortó las uñas, se vistió de peregrino decente y hasta se perfumó; empezó a predicar la ortopraxis del reino a quienes solo creían con fe de carbonero las abstracciones ortodoxas y por ello –según él– no lo entendían, no le salvaban la proposición. Ignacio, como el personaje anterior entendió lo que era ser hijo de Dios; seguir al Rey Eternal, en vez de las penitencias, y vivir como él, siendo alimento para la buena relación con los demás. Astutamente Ignacio no menciona la palabra reino ni en los ejercicios –excepto citando el texto de Hch 1, 3 en el ejercicio de Ascensión [312]– ni en las Constituciones pues lo hubiesen dejado preso en la inquisición por heterodoxo. En sus cartas habla de reino 26 veces refiriéndose a territorios; nunca al reino de Dios. Lo primero
14 Autobiografía 30.
que escribió de los ejercicios fue «El llamamiento del rey temporal ayuda a contemplar la vida del rey eternal»15. La respuesta de «los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio (al reino) de su rey eterno y señor universal, no solamente pondrán sus personas al trabajo»16 de restablecer las relaciones con los demás viviendo la eucaristía prestando su propio cuerpo y sangre como alimento y no purgante para las relaciones con los prójimos. Nótese el detalle de persona como sustantivo y trabajo como adjetivo. No habla Ignacio del «trabajo de las personas donde éstas son adjetivas». El reino no es cuestión de poner ladrillos sino de edificar fraternidad de hermanos y hermanas, hijas e hijos del mismo Padre; de relaciones de igualdad y sanas a semejanza del Padre (semilla) y el Hijo (la tierra), de quienes procede el Espíritu Santo quien es la Vida en Dios. El llamamiento del rey es a poner las personas al trabajo de hacer acontecer el reino de relaciones +/+ y no a rendirle culto a su personalidad.
En la tradición escrita y ortodoxa no existe una noción de lo que Ignacio entendió por reino, pues hizo quemar sus apuntes personales y privados antes de morir, por temor a enredar la Compañía si llegaban sus escritos a manos de la inquisición. Esta tradición oral de la Compañía primitiva sobre el reino fue lo que dio origen a que los primeros compañeros entendieran, por el Espíritu Santo a la manera de Pablo e Ignacio, la noción del reino: el big ban que originó los jesuitas. Con la supresión y otros factores se perdió la tradición oral, pues escribir sobre una noción del reino era meterse en bretes con la inquisición. Aquí proponemos una (no la) ortopraxis del reino quizá alguien tenga otra: el reino es la experiencia del Espíritu Santo en la relación yo↔tú cuando es réplica de la relación Padre↔Hijo. El Espíritu Santo es la Vida en Dios que procede de la relación Padre↔Hijo semejante a cómo la vida se genera de la relación semilla↔tierra. Esta explicación que entiende cualquier campesino no niega la ortodoxia sino que les da sentido operacional para la gente menuda como el personaje que se creía ser Jesús de Nazaret.
15 Ejercicios Espirituales 92.
16 Ibíd., 97.
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CÓDIGO DEL REINO
Así como tan importante es la semilla como la tierra para generar la vida (que aquí llamamos relación +/+), tan importante es el Padre como el Hijo para que, de la mutua relación de dos felices que se encuentran, proceda el Espíritu santo; su Vida. En este contexto se entiende el mandato de «amar al prójimo como a sí mismo»: ni más (+/-) ni menos (-/+) sino igual = relación +/+. Puesto de manera todavía más práctica es vivir el sentido verdadero de la eucaristía: ser alimento y no indigestión o purgante para los demás. Dicha ortopraxis es la operacionalidad de la ortodoxia y la que le da sentido sin contradecirla en nada. Quizá alguien tenga otras comparaciones como la relación corazón (Padre)↔pulmón (Hijo) que generan la vida (Espíritu Santo) en un cuerpo humano (parafraseando a Pablo); es la que más he llegado a aventurar porque explica cómo el corazón es sanamente egoísta manteniendo su espacio real (el sitio que ocupa en el cuerpo) y virtual (su propia historia); no aislado sino en perfecta sincronía de interdependencia con el pulmón y viceversa. El Padre no hace feliz al Hijo ni viceversa; son dos felices que se encuentran. El corazón no hace feliz al pulmón ni al hígado ni al riñón… El corazón es un feliz que se encuentra con otros órganos a los que presupone feliz y que él no es responsable de ellos. Se compara al corazón con el Padre, porque a la manera del corazón, es quien envía; pero no como un jefe a su empleado sino como quien es el origen de la Vida, que es el Espíritu Santo. Es el código ideal de lo que es una relación humana sana y la fusión de la sicología con la espiritualidad: quien tiene relaciones +/+ obtiene estabilidad emocional, en autonomía interdependiente con los demás, características de la espiritualidad madura.
El Padre no hace feliz al Hijo ni viceversa; son dos felices que se encuentran
Es un hecho que Ignacio usó la palabra «cuerpo» para referirse a la Compañía, pues no se supone ser una organización, sino que funcione como un organismo: el General como corazón y los asistentes como pulmones de la misma. En cada provincia el Prepósito, como corazón, y el Colateral17 como su pulmón. Así como el pulmón no está en obediencia al pulmón. El Colateral, imagen del Hijo, no está en Obediencia al Prepósito: ¡relación +/+!
17 Cfr. Constituciones 661.
PROCESOS ERRÓNEOS
En mi experiencia, la gran mayoría de los que dan ejercicios exigen que la gente esté preparada. Dan cursos introductorios a los ejercicios de mes, para disponer los candidatos. El resultado es que, como cada quien toca una partitura distinta al reino, se inician procesos que no son los ignacianos.
Con el paciente que se creía ser Jesús de Nazaret, hice lo mismo que con los adictos a opiáceos y otros. Lo fui llevando por el proceso de los ejercicios. El reino de Dios es replicar entre dos seres humanos (de ahí la palabra «binario» en los EE.) la relación entre el Padre y el Hijo. El principio y fundamento es que la relación entre las personas, cuando son semejanza de la relación Padre↔Hijo, es el fin del hombre y que, viviendo dicha realidad se conoce, se ama y se sirve al reino de Dios, pues ¡Dios no necesita sirvientes!; su reino sí; Jesús no vino para que le hicieran culto idolátrico a su personalidad, sino para que hiciéramos acontecer en la tierra entre nosotros su relación con su Padre, ahora nuestro Padre. Ese reino es la experiencia del Espíritu Santo en la relación yo y tú, cuando es semejante a la del Padre↔Hijo. Fue lo que hizo Jesús al relacionarse con nosotros con el mismo amor que tenía a su Padre: «Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo»18. El reino viene cuando seguimos el mandamiento: «Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros»19 (Jn 15,17). Por consiguiente, si el reino de Dios no es hacer acontecer la presencia del Espíritu Santo aquí y ahora en la relación entre nosotros a la semejanza de la relación Padre Hijo, ¿qué otra descripción puntual se podrá dar?
¿QUÉ HE HECHO, HAGO Y HARÉ POR EL REINO?
Quien entiende reino, entiende el coloquio20 como «qué he hecho, qué hago y qué haré por el reino de Cristo». Según el magisterio: «Después de hablarles, el Señor Jesús fue levantado al cielo y se sentó a la derecha de Dios (Padre)»21. Por consiguiente, su misión ya está terminada; estamos en el ciclo
18 Jn 15, 9.
19 Ibíd., 15, 7.
20 Cfr. Ejercicios Espirituales 53.
21 Cfr. Mc 16, 19; Hch 7, 55-56; Rom 8, 34; Col 3, 1: Heb 10, 12; 1 Pe 3, 22.
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Juan C. Villegas, S.J.
del Espíritu Santo. En su bello discurso en el Areópago Pablo afirma que Dios no quiere culto a su personalidad:
Al mirar los lugares donde ustedes celebran sus cultos, he encontrado un altar que tiene escritas estas palabras: ‘A un Dios no conocido’. Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por los hombres, ni necesita que nadie haga nada por él, pues él es quien nos da a todos la vida, el aire y las demás cosas22.
Por consiguiente, nada podemos hacer por Dios Padre e Hijo, sino hacer acontecer su reino; la presencia de su Vida, su Espíritu Santo en la relación yo tú cuando es +/+, como es la relación corazón pulmón en un cuerpo.
En Oriente había un rey muy rico y muy sabio. Un periodista le pidió una entrevista porque quería que su pueblo conociera el secreto de su salomónica sabiduría. El rey le dijo que podía venir al día siguiente con una vela encendida; que si se le apagaba, tenía pena de muerte. El periodista intrigado asistió puntual a la cita y luego de tres días de tour por las propiedades imperiales el rey le preguntó qué opinaba del oro en el banco del tesoro. El periodista balbuciendo le dijo que interesante. Al preguntarle su opinión por las princesas en el área húmeda respondió igualmente tartamudeando; al preguntarle por los jardines colgantes, el periodista ofuscado le contestó: «¡Pero señor rey! ¡Yo estaba pendiente de que no se me apagara la vela!». Cuando Jesús vino al mundo, lo único que hizo fue estar pendiente de la luz de la vela; de replicar con los humanos su relación con el Padre con quien siempre se había relacionado como la mecha (Padre) y él como la cera (Hijo). No se distrajo con tesoros ni princesas:
Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo23
22 Hch 17, 22-23.
23 Mt 15, 14-16.
Hizo acontecer el reino, la presencia del Espíritu Santo como la luz que es el símbolo bíblico de su presencia. Por consiguiente el reino es replicar la relación Padre e Hijo entre yo y tú para que la luz del Espíritu brille de tal manera que todos alaben al Padre, el Origen nuestro, de todo y de todos.
Así la presentación de las postrimerías en los ejercicios es sencilla, si se relaciona con el reino: a quien haya hecho acontecer reino, la muerte no se le lleva nada; a quien no lo haya hecho, ¡la muerte se le lleva todo!
En el contexto de reino, el pecado no es ofensa a Dios; si fuera vulnerable no sería Dios. Ignacio mismo lo explica: «la segunda manera de pecar mortalmente es cuando se pone en acto el pecado, y es mayor por tres razones; la primera por mayor tiempo, la segunda por mayor intención y; la tercera por mayor daño de las dos personas»24. Por consiguiente pecar es en relación con la relación entre dos personas; si te digo una mentira, ésta no es pecado porque quebrante un mandamiento, sino porque rompe la relación contigo; y romper la relación con el otro es pecado, porque se destruye la presencia, el acontecer del Espíritu Santo, del reino de Dios. Nada que ver con ofensas a Dios. Si participo de la luz del sol, tengo muchos beneficios; si me entierro a 50 metros en la oscuridad de la tierra, no participo del sol, pero el sol no cambia. Así, quien está en pecado está enterrado a 50 metros, pero Dios, como el sol, ¡no cambia!; ¡no se ofende! Eso sí, hace fiesta cuando cada hijo pródigo regresa a casa.
LA REDENCIÓN Y EL REINO
Y en el reino no hay tonos de grises: «El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama»25. Quien no es alimento para la relación con los demás, es indigestión o purgante. El pecado es la destrucción del reino del Espíritu Santo, cuyo símbolo es la luz. Por el pecado el Espíritu no acontece entre nosotros. Al rezar «perdónanos como perdonamos», no es porque Dios, que estaba bravo, ahora se contenta, sino porque hace fiesta en el cielo pues ya tiene su hábitat entre nosotros; y soy yo el único responsable. La conversión es darle la cara al hermano a quien le habías dado el trasero. Si Dios fuera ofensible, el pobre ¡estaría hecho leña!
24 Ejercicios Espirituales 37.
25 Mt 12, 30; Lc 11, 23.
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Lo que se conoce en la tradición como «redención», entendida desde el punto de vista del reino, es el restablecimiento de la semejanza con Dios perdida en la relación Adán Eva. Jesús pagó el precio del rescate de dicha semejanza con su muerte:
Pues Dios los ha rescatado a ustedes de la vida sin sentido que heredaron de sus antepasados (historia del hombre según el hombre); y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo26.
Su linchamiento fue el final de una génesis que comenzó en la relación Jesús (Hijo) María (Padre), que igualmente replicó con sus discípulos, pasando de la relación del hombre con Dios, como de esclavo amo (relación -/+), a la de amigos (relación +/+):
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho»27.
Después de la resurrección cambió dicha relación a la de parientes en el grado más cercano; miembros de la misma familia:
No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de ustedes, mi Dios y Dios de ustedes28.
Fue la inauguración de la historia del hombre según Dios, contraria a la del hombre según el hombre. Un reino de justicia, paz y amor entre hermanos como luz. Opuesta a la historia del hombre según el hombre, personificada en el reino de Tiberio César: cosificación de las personas y personificación de las cosas: dinero, poder, prestigio, glamour… que el mundo (hombre viejo) llama éxito. Si no se hubiese restablecido la semejanza perdida al comienzo, todos seríamos enterrados como perros o gatos o cualquier otro animal. La prueba de todo esto es la muerte violenta, porque sin haber pecado no podía morir; y si no moría no podía resucitar, él primero, para extenderla a nosotros, siempre y cuando hagamos acontecer el reino.
LAS TRES HUMILDADES Y EL REINO
El trabajo de restablecer las relaciones entre las personas (hombre nuevo) es el fin, y las cosas son medios ante las cuales me hago indiferente tanto cuanto lleven a la relación sana y me aparto de ellas tanto cuanto lo impidan. Solamente deseando y eligiendo lo que más conduzca a la historia del hombre según Dios y su reino: ser alimento y no indigestión para los demás, que fue la ortopraxis del cristianismo primitivo y de los primeros jesuitas; y de tal manera que su luz brille para que todos alaben al Padre, el origen de todo y de todos. A la manera de Pablo, los primeros diez jesuitas entendieron reino y quisieron ir a Jerusalén para reiniciar desde allí la misión confiada a los apóstoles de hacer discípulos del reino. Éste no acontece si yo no lo hago acontecer en mi relación con el tú. Por eso siempre andaban de dos en dos como Jesús envió a los suyos: uno imagen del Padre y el otro del Hijo.
Desde aquí se va a entender la humildad de la cual habla la meditación de dos banderas: «la primera manera de humildad necesaria para salvarse»29 equivale a no romper la relación con el tú, llamada por Ignacio «pecado mortal». «La segunda humildad es más perfecta que la primera», es no averiar la relación con el otro o «pecado venial»30; «la tercera es perfectísima, es a saber, cuando incluyendo la primera y la segunda…, siendo igual alabanza y gloria de la divina majestad, quiero y elijo»31 quedarme callado, en paz y sin resentimientos cuando alguien rompe la relación conmigo, clave para entender el silencio de Jesús en su pasión. En el número 168 al final de las tres maneras de humildad, Ignacio refiere al ejercitante al triple coloquio en el cuál se pide «ser recibido debajo de su bandera… en pasar oprobios (insultos morales) y vituperios (insultos verbales), solo que las pueda pasar sin pecado de ninguna persona»32, que es equivalente a quedarse callado cuando alguien rompe la relación conmigo, siempre y cuando no haya dado yo motivo para ello ni se siga daño de terceras personas. Por eso la obsesión de Jesús en el prendimiento: «Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan»33. El incidente de Pedro con la oreja del criado del sumo sacerdote, Malco, era motivo de acusación para ponerlo preso; al curarlo ya no había habeas corpus. Cuando
29 Ejercicios Espirituales 165.
30 Ibíd., 166.
26 Pe 1, 19; Mt 20, 28; Mc 10, 45; 1 Tit 2, 6.
27 Jn 15, 15.
28 Jn 20, 17.
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31 Ibíd., 167.
32 Ibíd., 147.
33 Jn 18, 8.
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Juan C. Villegas, S.J.
dejaron libres a los discípulos, Jesús se entregó y murió pidiendo al Padre perdón «porque no saben lo que hacen»34: el amor al enemigo como la prueba más sublime del amor.
El reino de Dios lo hago acontecer yo si lo hago una praxis; pero no puedo imponérselo a nadie, pues estaría +/- y Dios no se relaciona sino +/+; es la diferencia entre las escrituras judías, que son narraciones épicas de héroes contra villanos para salvar víctimas, mientras que en las cristianas es la levadura que fermenta la masa por sí sola con la fuerza del Espíritu ; tal, que va a destruir el imperio que impuso la pena de muerte a Jesús, sin un disparo, cuatro siglos más tarde. Cuando se sigue daño de otros, no es humildad quedarse callado como en el caso de Mons. Romero: su silencio hubiese sido complicidad.
EL LLAMAMIENTO DE LAS DOS BANDERAS
Una vez entendida la noción del reino, se puede proceder con los rudos a entusiasmarlos con el llamamiento del Rey temporal que, siendo las cruzadas hoy tan devaluadas y criticadas por la historia, se debe presentar de otra manera, según los lugares, tiempos y personas. Debido a la devoción mariana, me ha dado buen resultado llamarla «El llamado de María Reina», pues ella y Jesús inauguraron el reino haciéndole hábitat al Espíritu Santo por treinta años; en el bautismo se testimonió que ya el Padre estaba complacido de que dos humanos replicaran la relación Padre↔Hijo en la tierra y era hora de ir a hacer discípulos del reino, misión que más tarde le confió a los doce y que Ignacio y sus primeros compañeros tomaron tan en serio que pretendieron ir a Jerusalén para anunciar el reino por donde comenzó el anuncio con Jesús.
El reino de Dios lo hago acontecer yo si lo hago una praxis; pero no puedo imponérselo a nadie
La meditación de dos banderas tiene de hecho dos estrategias opuestas: la historia del hombre según el hombre, versus la historia del hombre según Dios. La primera es buscar la riqueza como fin del hombre hasta alcanzar el éxito con todas sus vanidades: fama y estimación de mucho nombre en la tierra, hasta terminar en la soberbia:
34 Lc 23, 34.
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relación +/- (yo valgo y tú no) plastificada en personajes contemporáneos como Gadafi o Pablo Escobar quienes corrieron la misma suerte. Por el contrario, en la historia del hombre según Dios (su reino), si viene el éxito de un Nobel de la Paz como a la Madre Teresa de Calcuta, éste sigue siendo un medio y no el fin.
El reino no tiene nada que ver con el éxito humano y busca exclusivamente la armonía
La bandera de Cristo es la historia del hombre según Dios, que es en pobreza, palabra muy difícil de explicar hoy día, pues se cree que uno es bienaventurado por ser pobre, sin relación al reino. La mejor anécdota que he encontrado para explicar la pobreza en las dos banderas es la del millonario a quien le contaron que en el alto Nilo había un tal fulano que tenía el secreto de la sabiduría. Viajó por avión, barco, camello, caballo, burro, hasta que a pie encontró la rústica cabaña que le habían indicado. «Entre», le contestaron cuando llamó a la puerta. Se encontró un hombre mayor, barbado sentado en el piso leyendo: «¿Es usted el famoso sabio fulano de tal?». «Pues, mire usted, que no tengo idea de si seré famoso o sabio, pero sí le aseguro que soy el tal fulano por quien usted pregunta». Entusiasmado el turista pregunta si lo puede atender y entra en la choza; al no encontrar dónde sentarse le pregunta al sabio: «¿Y dónde están los muebles?» A lo que el sabio le pregunta: «¿Y los suyos?» El turista riéndose de la pregunta contesta: «Pero, si yo soy un simple turista». «¡Ah! Ya somos dos», contestó el sabio. Por consiguiente, el secreto de la sabiduría de la pobreza no es no tener nada, sino usar de las cosas como medios, como turista, al estilo de la Madre Teresa, quien al ganarse el premio Nobel de la Paz, siguió de turista por el mundo en vez de dormirse sobre los laureles. Son las personas que, teniendo riquezas, las utilizan para buscar la armonía entre todos en vez de llenarse de orgullo por el aplauso del mundo. El reino no tiene nada que ver con el éxito humano y busca exclusivamente la armonía, teniendo por brújula la concordia entre el Padre y el Hijo. Y quien la busca como Jesucristo, va a sufrir injurias y vituperios de los que siguen el mundo, pero al final será premiado por haber hecho acontecer reino.
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LOS EJERCICIOS SON PARA CRISTIANOS
Es el caso de un gerente a quien ascendieron a Presidente para América latina de una gran multinacional, razón por la cual debía migrar a otro país con otra lengua. Cuando me dio la noticia le recordé que ese era un medio y no el fin y por consiguiente era materia de discernimiento. A la semana viene a decirme que su mujer no quería mudarse porque su madre tenía una enfermedad terminal y ella era hija única; que los tres hijos, campeones en su escuela superior de yudo, básquet y fútbol, respectivamente, rehusaban dejar sus compañeros hasta terminar su escuela superior. Total, tenía que decidir entre irse solo u optar por sus relaciones familiares, ya que estaba seguro que allá solo, terminaría con una segunda familia. Optó por declinar el ascenso con las consecuentes injurias (ofensas verbales) y vituperios (ofensas morales) de sus compañeros cuyo criterio era la historia del hombre según el hombre: el vano honor del éxito en este mundo como fin del hombre. Perdió su puesto pues ya le habían nombrado remplazo y sufrió las consecuencias de un salario diez veces menor. Hoy día dice que fue la mejor decisión de su vida, pues ya los hijos tienen sus profesiones y no pasan necesidades; vive con su mujer en la mansión de su suegra, una vez ella murió. Esa es la bandera de Jesús: no se apegó a nada y utilizó todas las cosas como medios a la manera de un turista; no como fines.
Incidentalmente en mi trabajo de 36 años con religiosos creo que una de las causas de extinción de la vida religiosa es el abuso de autoridad: madres y padres que terminan madrastras y padrastros, haciendo uso de su autoridad como el mundo les enseña, sin ningún sentido de armonía; luego terminan en siquiatría para que los curen de sus depresiones, pues construyeron sobre la arena del éxito en vez de sobre la roca de relaciones según el reino; suben como palma y caen como coco. Utilizan el carisma que Dios les da para convertirse en reyezuelos y reyezuelas. Usaron sus posiciones como riqueza en vez de pobreza como turistas. Por eso Ignacio habla del Prepósito (imagen del Padre) y su Colateral (imagen del Hijo) quien no está en obediencia al Prepósito como el copiloto no está en obediencia al Piloto y todas las decisiones son hechas por consenso. Así se minimiza el margen de error. Si no es de dos en dos no es semejanza trinitaria.
CLÍMAX DE LOS EJERCICIOS
Antes de la elección de estado o reforma de vida, Ignacio quiere hacer un test de cuánto una persona que hace los ejercicios está indiferente a sus apegos por encima del reino. Por eso habla de binarios: relación entre dos. Si alguien descubre que el dinero por ejemplo (cosa acquisita) es más importante en realidad (su apego) que sus relaciones según el reino, le va a preguntar: 1er binario: ¿Quieres dejar la decisión de dar prioridad al reino sobre tu apego para mañana; para lo mismo responder mañana? 2° binario: ¿Quieres invertir el orden haciendo de tu apego el fin y el reino el medio? 3er binario: ¿Estás indiferente y neutral para tomar o dejar la cosa acquisita y decidir lo que más convenga para el reino de Dios? Sin ésta actitud previa no se debe pasar a las elecciones.
El clímax del proceso Ignaciano son los tres coloquios que se inician en la meditación de dos banderas. Del ordenar la vida según el reino, se pasa al entusiasmo de poner las personas al trabajo de restablecer relaciones +/+ por el reino, en el llamamiento del rey eternal; ahora se pretende lo máximo: ser elegido como testigo del reino. El coloquio es a María, que me ponga con el Hijo; al Hijo, que me ponga con el Padre y la clave final: que el Padre me ponga con el Hijo. Es la experiencia de pasar de discípulo a apóstol en la cual la decisión no es solamente de parte del Padre, sino de mutuo acuerdo: «Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos»35. De los 72 discípulos originales quedaron 12. Esta experiencia no se da a todo el que la pida sino: «Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca»36. Por otra parte, el reino es un secreto: «Jesús les contestó (a los discípulos): A ustedes, Dios les da a conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no»37. A los que no conocen dicho secreto les pasa lo mismo: «Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden»38. Fue la experiencia ignaciana después del Cardoner: nadie le entendía. El triple coloquio busca que, preparada y dispuesta la persona que hace ejercicios, el ejercitante tenga su experiencia del Cardoner, de Pablo y de Pentecostés que son una misma: el secreto del reino.
35 Mt 22, 14.
36 Jn 15, 16.
37 Mt 13, 11.
38 Ibíd., 13, 13.
Apuntes Ignacianos 65 (mayo-agosto 2012) 102-125
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Juan C. Villegas, S.J.
Si con fotos muestro a alguien la Isla de Palomino, yo soy el maestro y mis oyentes son mis discípulos, quienes me creen porque tienen fe en mí. Pero si le doy un pasaje para que tome un avión a San Juan de Puerto Rico y un helicóptero que lo lleve al Hotel el Conquistador en Fajardo, y de ahí toman el ferri que los lleve a la Isla, cuando el discípulo tome las mismas fotos que yo le había mostrado, ¿qué le va a pasar a su fe en mi? Obviamente se va a perder, porque ya sabe y tiene evidencia de lo mismo que yo le testimonié. Ha pasado de discípulo en la fe a testigo (apóstol) y lo que diga el, tendrá la misma autoridad como maestro que yo. Lo que se busca en el triple coloquio es el proceso de los primeros compañeros durante los ejercicios que Ignacio les daba: pasar de discípulos a apóstoles por la experiencia extendida del Cardoner en Ignacio. A los que el Espíritu Santo se los concedía eran los así llamados por las constituciones profesos, entre los cuales debía ser elegido el General. Entre ellos había también no sacerdotes que fueron hermanos coadjutores y que eran enviados para la misma misión siempre de dos en dos. Es ser puestos por el Padre con el Hijo al estilo de San Pablo y los primeros jesuitas, como testigos de su reino. Imposible explicar: si quiero explicar a otro una fruta exótica que yo conozco, me puedo gastar toda la saliva que quiera, pues hasta que no la pruebe no va a decir «¡Aha!» (insight en Lonergan).
Esta experiencia de ser puesto con el Hijo, conlleva un estado de consolación tal que el personaje que hace los ejercicios no va a poder comer comida hecha pues se vomita, y por eso al final de la tercera semana Ignacio pone «Reglas para ordenarse en el comer para adelante»39, cosa que nadie que yo sepa ha sabido explicar: por qué aparecen aquí al final de la tercera semana como un pegote; hay que darle al ejercitante lo que pida:
Quando uno haze Exercitios, siempre le sea demandado qué quiere comer, y désele, aunque pida una gallina o nonada, como él tuviere devoción; en tal modo que, quando hubiere acabado el comer, él mesmo diga al que le quita los platos, o le lleva el comer, lo que quiere cenar; y así, después de cena, lo que querrá comer el día siguiente; porque esto juzga ser de las cosas que más ayudan40.
39 Ejercicios Espirituales 210.
40 MHSI Direct. 81-87 ‘Sobre ejercicios’.
Estas normas se deben a que, quienes tienen la experiencia del Cardoner como Ignacio, tendrán consecuentemente una consolación espiritual tan alta que el ejercitante experimenta lo que va a ser la vida después de la resurrección. Las reglas no son para hacer dietas ni rebajar de peso. Dichos estados de consolación son complicados de manejar, pues las personas no tienen sensación de frío y calor y no pueden ni cocinar ni bañarse en agua caliente, pues no sienten su temperatura y pueden sufrir quemaduras sin darse cuenta; los ruidos les molestan y caminar por una calle con mucho tráfico produce un dolor inaguantable a los oídos. Toda distorsión desaparece, como escuchar el coro desafinado de niños retardados como un coro de ángeles en perfecta armonía. No se vive sino el hoy y se pierde la noción del pasado y futuro, lo cual da la sensación de estar con amnesia. Se vive como Dios, para quien no existe sino el ya: «No olviden que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día»41.
El hecho de que un ejercitante sea hecho testigo por la experiencia que se describe, no quiere decir que es enviado. Son dos etapas distintas. De Pablo se sabe que se retiró bastante tiempo al desierto después de su pentecostés (9 años según algunos) y que solo entonces fue enviado por Pedro a las comunidades paganas. De Ignacio sabemos que entre el Cardoner y los votos de Montmartre pasaron 12 largos y arduos años. Es importante entender esto, pues el hacerse testigo del reino no conlleva el envío.
La hora oficial del envío en el Evangelio (de Juan), fue en las bodas de Caná, cuando Jesús insiste que su hora no ha llegado. María lo ignora y da órdenes para que hicieran lo que él dijera: «Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea, fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria; y sus discípulos creyeron en él»42. A través de María, Jesús conoció su hora. Por eso los ejercicios también son personalizados, pues de otra manera no son signos del reino. Dios no le habla a nadie a solas. Hay que confirmarlo.
Las personas que hacen los ejercicios y que son hechas testigos por la experiencia descrita, hacen lo mismo que Pablo e Ignacio: dedican su vida a evangelizar. «Cristo no me mandó a bautizar, sino a anunciar el evangelio
41 2 Pe 3, 8.
42 Jn 2, 11.
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En este contexto se entiende el 4° voto: «La intención delcuarto voto no era para lugar particular, sino para ser esparcidos en varias partes del mundo»45. Era para ir a predicar reino donde el papa creyese que fuera necesario evangelizar: hacer discípulos del reino.
Le escuché a un PhD en ortodoxia los puntos sobre la última cena; una obra maestra como explicaba la transubstanciación. En la ortopraxis se explica que quien no presta su cuerpo y sangre para ser alimento para la sana relación con los demás y ser luz, es indigestión o purgante, perpetuando así la pasión de Jesús; hoy día, no hace dos mil años:
Ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo46.
No se trata, pues, de contemplar en la pasión un evento que sucedió hace dos mil años, para llorar cómo flagelan al Señor, sino que yo con mi pecado sigo perpetuando la pasión de Cristo hoy. A un grupo de religiosas que se dedicaban a la adoración perpetua para reparar el pecado del mundo, les hice caer en la cuenta de que con sus relaciones tan desbaratadas estaban borrando con la izquierda lo que hacían con la derecha. La pasión de cristo continúa en las 72 guerras que hay actualmente en el mundo y en los 380 millones que mueren al año de física hambre. La pasión la perpetúo yo, siendo purgante o veneno para la relación con los demás; cosificando las personas y personificando las cosas.
43 1 Co 1, 17.
44 1 Co 9, 16.
45 Constituciones 605.
46 Col 1, 24.
Apuntes Ignacianos 65 (mayo-agosto 2012) 102-125 (del reino), y no con alardes de sabiduría y retórica (ortodoxia)»43; «Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!»44.
LA CONTEMPLACIÓN DEL REINO EN LA ACCIÓN
La cuarta semana, de resurrección, es que, quien no mantiene al Resucitado vivo porque hace acontecer el reino, perpetúa su pasión. No hay tonos de grises; quien no es resurrección es pasión.
La contemplación para alcanzar amor consiste en recoger toda la experiencia de los ejercicios para vivir la contemplación del reino en la acción de cada día. Si desde que me levanto hasta que me acuesto, estoy enfocado en ser alimento (eucaristía) para los demás, estoy fusionando mi voluntad con la de Dios y por consiguiente, como es la definición de oración, toda mi actividad desde mi alba hasta mi noche es oración: «Contemplación (del reino en la acción», para usar el término Ignaciano. Esto se mantiene activo por el examen de conciencia ignaciano que yo prefiero llamar discernimiento cotidiano para saber si he hecho acontecer reino o no y cómo mejorar para mañana.
La contemplación para alcanzar amor consiste en recoger toda la experiencia de los ejercicios para vivir la contemplación del reino en la acción de cada día
La experiencia ha demostrado que dar los ejercicios con ortopraxis lleva a los ejercitantes a ordenar su vida según el reino y a buscar y hallar la voluntad de Dios en la disposición de su vida para servicio al reino, que es el fin de los mismos ejercicios47.
ELECCIÓN O REFORMA
Toda la parte de la Elección se entiende solo en función del reino: «el ojo de la intención debe ser simple, solamente mirando para lo que soy criado, es a saber, para la alabanza de Dios… no trayendo el fin al medio»48. Se sirve al reino casado, soltero, sacerdote, religioso… Pasada la experiencia de los ejercicios y estando en indiferencia, va a cuestionar el ejercitante por cuál puerta o camino quiere que le sirva a su reino; no soy yo el que elige dicho camino sino por cuál de ellos me llama el Señor para servir a su reino.
47 Cfr. Ejercicios Espirituales 21.
48 Ejercicios Espirituales 169.
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Apuntes
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Y vienen los métodos de elección todos con la brújula del reino (el fin). El de consolaciones y desolaciones en los ejercicios encuentro que es más acertado pues no deja mucho lugar para dudas. Un joven de 28 años, profesional, auditor de una multinacional, a quien conocí cuando se presentó el primer día del mes de ejercicios, explicó al grupo que venía a despejar la duda de si tenía vocación religiosa o no. Desde un principio insistió en decidir el asunto; le dije que lo pusiera por escrito y lo pusiera en el sagrario como quien guarda comida en un congelador hasta el momento en que fuera oportuno descongelar el asunto. Así lo hizo y en el momento de la elección escogió primero despejar la duda de si Dios lo llamaba a la vida religiosa. Un tiempo después me reportó que tenía 26 desolaciones (no me llama) y 3 consolaciones (sí me llama). Le pregunté que si tenía en su auditoría alguien con 26 desaciertos y 3 aciertos, si serviría para el trabajo. Me contestó que obviamente ¡no! Aplica la regla a ti a ver que opinas. Convencido de que por ahí no era el camino, decidió discernir si el llamado era a la vida matrimonial. Sorprendentemente el resultado fue 26 consolaciones y 4 desolaciones. Me dijo que entendía claramente que ese era su llamado. Pasé a señalarle que hiciera «reforma de vida». Sorprendentemente en tres días vino con su mente clara sobre el matrimonio; que para su pareja Dios debía ser tan importante como para él; que tendría los suyos, pero adoptarían niños y formarían una comunidad de profesionales que sostuvieran una familia grande de huérfanos… Entendió reino y comprendió que no hay que ser cura, monja o sacerdote para vivirlo. Que en cualquier estado de vida, la mira es hacer acontecer el reino.
PARÁBOLA DE LOS INVITADOS A LA VIÑA
Una vez confirmado el llamado, el ejercitante está en libertad de aceptar o no, pues he encontrado casos claros de llamamientos, pero la historia sicosexual del personaje le dice que no es capaz y busca entonces un plan b. El evangelio es «si quieres».
En mi experiencia de 23 tandas de ejercicios de mes, las personas que vienen con una biblioteca entera sobre espiritualidad y magisterios, no encuentran espacio para meter la praxis del reino. La gente que llamamos ruda en esas materias, no tiene ningún libro en su biblioteca mental y se enfoca en el reino al estilo de los apóstoles: lo relativiza todo con tal de seguir la brújula del +/+. Mientras los estudiosos terminan los ejercicios suplicándome que «no se le olvide, padrecito, siquiera una palabrita sobre nuestro Señor
Jesucristo», quienes no tienen biblioteca mental de ortodoxias, agradecen por el tesoro que encontraron o la perla de gran valor para lo cual venden todo lo que tienen y la compran. Es la perla y el tesoro del reino, el cual se le da a quienes María pone con el Hijo, el Hijo pone con el Padre y el Padre pone con el Hijo.
La ortopraxis de los ejercicios se parece a la parábola:
Jesús les preguntó: «¿Qué opinan ustedes de esto? Un hombre tenía dos hijos, y le dijo a uno de ellos: ‘Hijo, ve hoy a trabajar a mi viñedo.’ El hijo le contestó: ‘¡No quiero ir!’ Pero después cambió de parecer, y fue. Luego el padre se dirigió al otro, y le dijo lo mismo. Este contestó: ‘Sí, señor, yo iré’. Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería? –El primero– contestaron ellos49.
Los ejercicios ignacianos son y continuarán siendo el mejor instrumento hasta el presente para preparar y disponer al ejercitante para que Dios Padre lo ponga con su Hijo y no (?) pierda la fe cuando sea autorizado a pasar de discípulo a apóstol del reino.

49 Mt 21, 28-31.
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Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
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«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical.
Discernimiento comunitario y varia.
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«...para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz»
La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.
Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE.
Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida.
Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El “Principio y Fundamento” como horizonte y utopía.
Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.
Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
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Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.
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Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento.
Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE. Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto. Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.
63 64 Temas
XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)
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Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales
Disposición del sujeto (II)
Presentación 1
Artículos
Un cuerpo animado y movido por el Espíritu Divino 7
María Clara Lucchetti Bingemer
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales en la experiencia de Ignacio de Loyola 22
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
El «Sujeto» de los Ejercicios Espirituales según la práctica regulada por los Directorios 42
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
Características del sujeto dispuesto para hacer Ejercicios 66
Arturo Moscoso Pacheco, S.J.
Experiencias
La preparación para los Ejercicios: disposición del ejercitante 85
José Javier Aizpún, S.J
Arar la tierra. La preparación para Ejercicios en el Centro Ignaciano de Espiritualidad de México 94
José Luis Serra Martínez, S.J
Ortopraxis de los Ejercicios Ignacianos 102
Juan C. Villegas, S.J.
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