Apuntes Ignacianos 46. El problema del mal en la Primera Semana

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APUNTES IGNACIANOS

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Cheques: Juan Villegas

El Problema del mal en la Primera Semana

de Inauguración ............................................

Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.I.

El Problema del mal en la Primera Semana .............. 10

Hermann Rodríguez Osorio, S.I.

Perspectiva Ignaciana. Algunas notas sobre el aporte ignaciano ...........................................

Eddie Mercieca, S.I.

Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica ........ 20

María Isabel Velasco de Lloreda

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006)

El mal. El drama de la libertad en la nueva cración.

Guillermo Zapata Díaz, S.I. Perspectiva Pedagógica

José Leonardo Rincón Contreras, S.I. Perspectiva Teológica

João Batista Libânio, S.I.

Bajo la mirada de Dios ...................................................

Thierry Bruckner

El testimonio de un hueso duro de roer ........................

Zulma Castañeda Collazos Vivir el pecado en la Primera Semana .......................

Benjamín Herazo Cueto

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006)

Palabras de Inauguración

Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.I.*

INTRODUCCIÓN

on mi saludo cordial de bienvenida a todos los participantes en este V Simposio sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, quiero también expresar mis felicitaciones a sus organizadores: al Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios, CIRE, y la Pontificia Universidad Javeriana, a través de la Facultad de Teología y del Centro Pastoral San Francisco Javier.

El esfuerzo continuado, a través de los años, por estudiar y reflexionar losEjerciciosEspirituales,llegandoenestaoportunidadal quinto simposio sobre ellos, puede considerarse un auténtico aporte al conocimiento, a la difusión y a la vivencia de la Espiritualidad Ignaciana.

Por ello, como Provincial, no puedo dejar de expresar, a todos los que se han comprometido en esta tarea, mi agradecimiento y el de la Provincia y sus obras, por esta oportunidad que nos brindan a jesuitas y laicos de seguir ahondando en las fuentes de nuestra espiritualidad y de nuestra vocación apostólica de servicio.

* Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia

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Ciertamente, su trabajo y su constancia en la realización de este Simposioes una contribución eficaz al renovado conocimiento de los Ejercicios y a su consolidación como instrumento de transformación personal y de conversión cristiana, verdadero regalo del Espíritu de Dios a la Iglesia a través de Ignacio de Loyola. Gracias por ayudarnos a entender mejor, en contexto actual, esta experiencia de encuentro con Dios y con el misterio de la propia vida.

Mi voz de aliento en este propósito es para que el ministerio de los Ejercicios, tan propio de la Compañía de Jesús, en el cual ella misma ha encontrado su origen, su mística, su sentido apostólico y su espiritualidad, siga ofreciendo a la Iglesia y al mundo toda su riqueza.

Aquienestendrán laoportunidaddepresentar susponencias, principalmente a quienes han venido del exterior, también quiero expresarles mis agradecimientos. Su presencia nos estimula y alienta. Gracias por su contribución a este esfuerzo colectivo de profundización, de análisis e intercambio en torno a los Ejercicios. Sus aportes ayudarán a todos a apreciar la enorme riqueza que éstos encierran y que una mirada superficial no descubre a primera vista.

Todos somos conscientes de la enorme importancia que han tenido los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en la historia de la espiritualidad cristiana y católica en los últimos siglos. Todos, quizás, hemos tenido la experiencia de vivirlos y, en ellos, de sentirnos conducidos por la fuerza del Espíritu de Dios en un proceso de renovación interior que ha transformado nuestras vidas. Por ello, espero y confío que este V Simposio contribuirá eficazmente a un mejor conocimiento de los Ejercicios y a una más profundacapacitación paraque, tanto quieneshacen los Ejercicios comoquienes los acompañan, puedan lograr el fruto que se espera de ellos.

EL PROBLEMA DEL MAL EN LA VIDA HUMANA

Para iniciar estos trabajos, permítanme ofrecer algunas consideraciones que, a modo de aperitivo, estimulen la reflexión que ustedes mismos harán, o que los especialistas invitados para este Simposio les ofrecerán.

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Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo

Palabras de Inauguración

Previamente quiero decirles que juzgo sumamente pertinente el tema para una mejor comprensión de los Ejercicios y del misterio de iniquidad que se hace presente en la existencia humana.

Los profundos desequilibrios presentes en nuestro mundo globalizado y, en particular, en nuestro país, con su carga de violencia y de injusticia, nos hacen profundamente conscientes de la presencia del mal y de sus efectos perversos y devastadores, en nuestros corazones y en la convivencia humana, a nivel grupal, nacional e internacional. El mal siempre genera, temprano o tarde, en todos los ámbitos, en forma inmediata o con posterioridad, dolor y sufrimiento, muerte y destrucción. Podríamos generalizar, sin temor a equivocarnos que el mal mutila la vida y termina aniquilándola.

Lo primero que quisiera señalar, con el propósito de abrir la reflexión, es que la existencia del mal siempre ha sido un interrogante para la humanidad. El tema del mal ha sido siempre acuciante en la historia humana. No creo equivocarme al afirmar que todas las culturas han intentado encontrar explicaciones, ya sean mitológicas, religiosas, filosóficas o científicas sobre su origen y sobre su sentido.

El

mal siempre genera, temprano o tarde, en todos los ámbitos, en forma inmediata o con posterioridad, dolor y sufrimiento, muerte y destrucción

Tambiénhoy enplenosigloXXI nos interrogamos sobre el por qué, el sentido y la forma de superación de los males que padece nuestra condición humana: de aquellos que provienen de nuestra limitación física y espiritual como seres humanos, de aquellosque surgenpor el ejercicio de la libertad humana y que la tradición cristiana denomina pecado, queriendo significar con ello, una contradicción de la voluntad divina, y de aquellos males que son ocasionados por las fuerzas de la naturaleza. Bien vale la pena, pues que los cristianos ofrezcamos no sólo una explicación sobre su origen, sobre su sentido, sino sobretodo, que nos empeñemos, siguiendo el ejemplo de Jesús, en trabajar por susuperación y por el remedio de sus consecuencias, no sólo en nosotros mismos sino en contexto que nos fue dado habitar.

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La experiencia cristiana puede y tiene mucho que ofrecer a nuestra sociedad a este respecto. En particular, los Ejercicios ignacianos son una contribución eficaz para la comprensión del mal que surge de nuestra condición de seres humanos y para la superación de aquel que habita los corazones, desatando en ellos dinamismos de compromiso para la superación de los efectos del mal en el mundo.

Lo segundo que quisiera proponer a su consideración es que la experiencia del mal no es perceptible sin la experiencia del bien. El mal presente en el mundo y en la vida humana es una realidad incomprensible en sí misma, sin una referencia a aquello que los seres humanos llamamos el bien o lo bueno. Es pues, a mi juicio, necesario entender la realidad del mal en el horizonte de una estructura bipolar, contrastante con su antípoda, en la cual el mal se entiende como una ausencia o una negación del bien.

En la experiencia cristiana, el mal es considerado con menor poder y menor irradiación que el Bien. En ella, el Bien es considerado como procedente de Dios. Aún más, en la experiencia cristiana es Dios, el Bien y lo Bueno por antonomasia y, en consecuencia, la fuente de todos los bienes.

Es esto, a mi modo de ver, lo que San Ignacio ayuda a percibir al ejercitante con la Primera Semana de los Ejercicios. Al iniciar los Ejercicios, con el Principio y Fundamento, San Ignacio permite al ejercitante tomar conciencia del supremo bien del que participa todo ser humano: de la vida como don precioso, de la riqueza de la creación donde ella se incrusta, y del sentido y de la finalidad de su existencia. En el Principio y Fundamento, el ejercitante experimenta, de un lado que toda vida procede de Dios y que, de otro lado, toda ella, aunque poseedora de límites físicos e históricos, se dirige hacia Dios, como el supremo bien de todo. Teniendo, pues, esta base, fundamental, San Ignacio propone al ejercitante, en la Primera Semana, una mirada a la presencia del mal que surge del ejercicio desorientado de la libertad, y a sus consecuencias no sólo en la persona del ejercitante, sino en el mundo y aún en el Universo. Y aunque, este mal presente en el mundo, es temible y poderoso, es, sin embargo, superado por la permanente fuerza reparadora, restauradora y salvadora de Dios.

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Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo

Palabras de Inauguración

En otras palabras, San Ignacio nos propone un derrotero para la Primera Semana, en el que nos muestra, lo que tantas veces, la revelación, incluso desde el Antiguo Testamento, nos ha ido expresando de manera reiterativa: cómo el mal presente en el mundo y en el ser humano será superado por el Bien. En verdad, la imagen de Dios que nos ofrece la Revelación desde la primera página de la Escritura es que toda acción divina crea y recrea indefectiblemente realidades buenas y salvíficas.

Al concluir la Primera Semana, los Ejercicios han permitido al ejercitante sumergirse con mayor hondura en la experiencia del Misterio de la Bondad de Dios, que se manifiesta ahora como Misericordia. En el Principio y Fundamento, el ejercitante había constatado la creación como un bien, la suprema bondad de Dios manifestada en la Creación, y toda ella entendida como «buena», en la cual, el mismo ejercitante como criatura se encuentra inmerso, y de la cual él es una expresión consciente destinada a compartir la plenitud de la bondad divina. Ahora, el ejercitante, al finalizar la Primera Semana, experimenta con más hondura el Supremo Bien y la Bondad de Dios, quien no sólo le da la vida sino sobretodo, se la redime, salvándolo y liberándolo de la fuerza del mal que habita su corazón y que le conduce a la muerte. Mal aparecido en su vida por causa del ejercicio desordenado de su propia libertad, ansiosa de buscar su propio amor, querer e interés1 .

En tercer lugar, quiero mencionar cómo la Primera Semana permite al ejercitante ponerse en camino hacia la superación del mal en su vida y en el mundo. Con los Ejercicios propuestos para esta semana, San Ignacio quiere ayudar a renovar la conciencia y el corazón del ejercitante, invitándolo a pedir la gracia de un conocimiento interno del pecado, es decir, del mal que él mismo ha generado con sus decisiones libres, para lograr un claro aborrecimiento de él, y una conciencia más esclarecida del desorden en las propias operaciones, al igual que del espíritu del mal que actúa en el mundo2 .

1 Cfr. Ejercicios Espirituales 189.

2 Cfr. Ejercicios Espirituales 63.

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El querer y el desear por parte del ejercitante
bastan para que la reconciliación y el perdón de Dios puedan manifestarse

Con ello, San Ignacio nos señala que la superación del mal en el mundo y en la vida humana, no se da apenas por unilateral presencia de la Bondad y Misericordia Divinas. Es necesaria también la apertura del corazónhumano, que humildemente reconoce la presencia de un desorden en sus afectosyquesuplicaser asistidoyliberadodelas redes, cadenas y engaños que el espíritu del mal genera en el comportamiento humano. La Primera Semana nos muestra que el mal en el mundo y en la vida humana se supera en la medida que los seres humanos se dispongan a acoger la Bondad y la Misericordia divinas siempre actuantes. El querer y el desear por parte del ejercitante bastan para que la reconciliación y el perdón de Dios puedan manifestarse, generandouna vida y uncorazón renovadosquepuedan ponerse al servicio de la erradicación del mal en el mundo.

La humanidad, en adelante, además de sentirse liberada del propio mal que genera con sus acciones, puede darle también un sentido redentor a todos los males que puede padecer. Ningún dolor, ningún mal físico, psicológico o moral, ninguna pena interna o externa, carecerán de mérito redentor y de sentido -aún inconsciente- para quien sufre por causas ajenas, o propias, después de que Dios mismo, el supremo Bien, hecho carne en Jesucristo, ha puesto sus brazos abiertos en la cruz, recibiendo en su cuerpo el impacto del mal y asumiendo como suyos el dolor y el sufrimiento de todas las gentes de la historia.

CONCLUSIÓN

Finalmente, quiero expresarles mi voz de aliento para que continúen estas reflexiones de una manera fecunda y concreta, de tal forma que los Ejercicios puedan ser efectivamente lo que se espera de ellos.

En América Latina y en Colombia esperamos mucho de ellos. Monseñor Romero, cuyos 25 años de martirio celebramos este año, solía decir que:

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Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo

Palabras de Inauguración

Unos ejercicios medirán su eficiencia por la renovación que realicen en el hombre. No sería suficiente si un hombre se siente renovado sólo en unapiedadindividual,perdonadodesuspecadospersonales,muyagusto por sentir su conciencia tranquila… Yo mediría, pues, la bondad o ineficacia de unos Ejercicios Espirituales en la medida en que los hombres que salen de esas reflexiones profundas sean hombres de ésos que necesita nuestra América: hombres nuevos para organizar estructuras nuevas en la medida de sus alcances3 .

Y a esto mismo nos anima la Compañía de Jesús en su Congregación General XXII, al decirnos que «Los Ejercicios Espirituales ayudarán a formar cristianos alimentados por una experiencia personal de Dios y capaces de distanciarse de los falsos absolutos de las ideologías y sistemas, pero capaces también de tomar parte en las reformas estructurales, sociales y culturales necesarias…»4. En efecto, la falta de esa experiencia personal de Dios, que como hemos dicho, es la experiencia del Sumo y único Bien, causa innumerables sufrimientos a la humanidad.

La Congregación General 32 ya reconocía que un estudio de los Ejercicios Espirituales, tal como se pretende en este Simposio, destinado a «redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo,… lo mismo que las experiencias para adaptarlos a las nuevas necesidades»5, era dar un aporte eficaz a la solución de los males que nos invaden.

Espero, pues, que los aportes a nivel ignaciano, teológico, filosófico, pedagógico y psicológico que harán parte de este Simposio les ayuden a avanzar en esta línea.

3 IGNADIO DE LOYOLA, Autobiografía y Ejercicios Espirituales, Caracas-Venezuela 2002, 66.

4 Congregación General 32, D. 4, n. 58.

5 Ibíd.

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El problema del mal en la Primera Semana

Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta. «¿Dios creó todo lo que existe?» Un estudiante contestó valientemente: Sí, lo hizo. ¿Dios creó todo?, preguntó nuevamente el profesor. Sí señor, respondió el joven. El profesor contestó, «Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo». El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito.

Otro estudiante levantó su mano y dijo: ¿Puedo hacer una pregunta, profesor? Por supuesto, respondió el profesor. El joven se puso de pie y preguntó: ¿Profesor, existe el frío? ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío? El muchacho respondió: De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío, en realidad es la ausencia de calor. «Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.

* Licenciado en Filosofía y Magister en Psicología Comunitaria de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Actualmente es Director del CIRE.

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Hermann Rodríguez Osorio, S.I.

El Problema del mal en la Primera Semana

Y, ¿existe la oscuridad? Continuó el estudiante. El profesor respondió: Por supuesto. El estudiante contestó: Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

Finalmente, el joven preguntó al profesor: Señor, ¿existe el mal? El profesor respondió: Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, gracias a el vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son el mal. A lo que el estudiante respondió: El mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado. El joven que hizo las preguntas se llamaba Albert Einstein.

Cuandosan IgnaciodeLoyolaquisoformular el objetivoúltimodelos Ejercicios Espirituales que él mismo había experimentado como camino de liberación interior, describió así la propuesta: «quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina»1. Esto significa que no es posible, desde este planteamiento, buscar y hallar la voluntad de Dios, sin eliminar el mal que bloquea la acción de Dios en la persona. Lo que conocemos como la 'Primera Semana', es un cuidadosoprocedimientopara eliminar el mal y posibilitar la búsqueda de la voluntad de Dios. Pero qué significa el mal, o qué es lo que queremos eliminar, es el problema que queremos abordar en este V Simposio.

1 Ejercicios Espirituales 1.

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Gilles Cusson, conocido especialista en la espiritualidad ignaciana, escribió un artículo titulado: «La integración del problema del mal (Primera semana)». Enél,destacala complejidadquesubyaceal problemadel mal en los Ejercicios Espirituales. Tratando de clarificar el tratamiento del mal que hace san Ignacio en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales, Cusson afirma lo siguiente:

Efectivamente, se trata tanto del mal físico u ontológico, que no presenta ninguna inmediata relación con la libertad humana, como del mal moral, que el hombre puede provocar dentro de todo el campo al que se extiende su propia libertad: hablamos, pues, del mal sufrido y del mal causado, siempre según la distinción que acabamos de indicar sumariamente. El mutuo parentesco entre ambas realidades no hay que situarlo a nivel de algún tipo de responsabilidad o culpabilidad, sino, como antes insinuábamos, al de una manifestación de nuestros límites, de nuestra pobreza, tanto en el ámbito universal, en el social y en el colectivo, como en el de cada persona singularmente tomada. Pero lo cierto es que llamamos MAL al conjunto de toda esa compleja realidad, prescindiendo, la mayoría de las veces, de cualquier valoración desde el ángulo de la responsabilidad: haya o no culpabilidad o sea cual sea su grado, el mal sufrido viene a sumarse al mal causado, engrosando esta realidad-obstáculo que bloquea el trayecto del hombre y retrasa o interrumpe la realización de un mundo cuya finalidad se revela, en la fe, completamente positiva. Y algunas de estas limitaciones, por su carácter más radical o irremediable -por ejemplo, el progresivo deterioro de la vida, la vejez y la muerte- llegan a constituir una efectiva negación del proyecto creador, centrado siempre en la vida.

Necesitamos acercarnos al problema del mal desde distintos ángulos; para ello, especialistas en distintas disciplinas, nos ofrecerán sus reflexiones para clarificar el problema del mal en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales.

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Perspectiva Ignaciana. Algunas notas sobre el aporte ignaciano

Perspectiva Ignaciana. Algunas notas sobre el aporte ignaciano

*

INTRODUCCIÓN

Amodo de introducir la temática del mal en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales desde la perspectiva ignaciana podemos decir lo siguiente:

El concepto del 'mal' como sustantivo no aparece nunca en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales. Sí aparece como adjetivo o como adverbio, «el mal espíritu», «el malo», «mal pensamiento», «hablar mal», etc. Esto resulta ser más que un dato meramente lingüístico. En efecto ello apunta a la vivencia tenida por el mismo Ignacio durante su conversión en Loyola y luego en las fases posteriores de su experiencia de Dios en Jesucristo. Todas las «conversiones» dentro de la conversión paradigmática que le siguen a lo largo de toda su vida, tendrán siempre estamarca: el pecado [más que el «mal»] en relación afectiva y efectiva con el misterio de Cristo, persona y proyecto.

* Secretario de la Espiritualidad Ignaciana de la Compañía de Jesús en Roma. Licenciado en Filosofía, Buenos Aires, Argentina y en Psicología en la Universidad de Lovaina, Bélgica.

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Ignacio habla de 'pecado', categoría teológica que sólo se capta y se vive en la fe, «delante de Cristo en cruz», como la gracia, lasalvación. Él no arranca de una perspectiva filosófico-teórica y ni siquiera desde la teología natural del problema del mal. Más bien Ignacio vive intensamente los acontecimientos externos –Arévalo, Pamplona, Loyola, Montserrat, Tierra Santa, París, etc.–tomando conciencia de lo que sucede en su alma. El peregrino de Dios empieza a discernir lo que viene de Dios y lo que viene del mal espíritu. Lo que experimenta como bien o como mal lo lleva en un mismo dinamismo a preguntar por el «quién» lo causa y a dónde le querría llevar. Es la clave relacional en una visión de fe –implicando en ella todosuser– quetraeclaridad, paz yperspectivayno lalucubración filosófica del misterio del mal en nosotros y en el mundo. La situación existencial la vive Ignacio en términos de fe, como creyente.

De modo que quien entra en Ejercicios Espirituales, quien comienza a caminar en su búsqueda, ya está salvado en el Señor

La conclusión de toda esta trayectoria es central: Como Ignacio vivió en su propia experiencia la transformación personal a lo largo de su vida, así la perspectiva de JesucristoSalvador, de Dios enJesucristo atraviesa todos los Ejercicios Espirituales desde el inicio mismo del proceso. De modo que quien entra en Ejercicios Espirituales, quien comienza a caminar en su búsqueda, ya está salvado en el Señor. ¡Al iniciar el camino de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales el ejercitante encuentra la salvación, porque ya está salvado, ya está en la corriente pascual de Jesucristo! Toda una ecología de gracia en Jesucristo, acoge, condiciona, acompaña y marca el ritmo y el modo de acercarse ¡al mal evangelizado! al pecado sentido en nosotros, en los demás, en el mundo.

Como acompañantes de Ejercicios Espirituales, esta realidad nos plantea hoy un desafío nada fácil: ¿Cómo ayudar al ejercitante en un mundo cada vez más secularizado sin la sensibilidad del pecado, a pasar de lo que llamamos 'mal' fruto de la libertad humana o hecho estructura, percibido en uno mismo [angustia, desánimo, deseo de venganza, etc.] y en el mundo [injusticia, racismo, violencia, etc.], a la vivencia del 'pecado', categoría teológica, realidad de la gracia que nos liga a Dios nuestro

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Perspectiva Ignaciana. Algunas notas sobre el aporte ignaciano

Señor? ¿Cómo facilitar el paso desde el mal percibido como trasgresión de una norma, al pecado que hace relación con la rotura de relaciones con Dios mismo, con los demás, con uno mismo y con la creación?

Ignacio en los Ejercicios nos hace descubrir, tomar conciencia y orar el pecado en su dimensión histórica, indispensable para captar cómo se inicia, cómo sigue en sus trayectorias y cómo termina en sus efectos destructivos a lo largo del tiempo. Junto con esto en diálogo con el Señor «puesto en Cruz», se ora sobre el pecado en su dimensión concreta personal, que a la vez, apunta a la dimensión universal así manifiesta en los grupos humanos y hasta en las mismas estructuras sociales.

El pecado es superado por Jesús desde su vida, cruz y resurrección. La pasión y muerte de Jesús en mí, la pasión y muerte de Jesús en la humanidad, la pasión y muerte en Jesús de Nazaret mismo [Tercera Semana de los Ejercicios]. La vida y resurrección de Jesús en mí, la vida y resurrección de Jesús en la humanidad, la vida y resurrección en Jesús de Nazaret [Cuarta Semana de los Ejercicios].

LA ECOLOGÍA DIALOGANTE DE LA PRIMERA SEMANA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

El talante y el clima de la Primera Semana deben mucho a la espiritualidad de las Anotaciones1, al Presupuesto2 y al Principio y Fundamento3 .

Las anotaciones como primer directorio de los Ejercicios Espirituales, nos introducen a una espiritualidad del corazón más que de la cabeza, a la generosidad más que al miedo, a la búsqueda, a la resistencia más que a la rendición, a la interioridad de una pasividad activa más que a la auto-conquista.

El Presupuesto invita al diálogo con Dios a partir de la situación histórica y personal de quien hace los Ejercicios Espirituales ayudado y objetivado por el diálogo con la persona acompañante.

1 Cfr. Ejercicios Espirituales 1-20.

2 Ibíd., 22.

3 Ibíd., 23.

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El Principio y Fundamento hace relación al amor incondicional del Padre Dios, la libertad interior que busca entregarse al plan de Dios, el Cristocentrismo de la experiencia cristiana.

El clima que pide Ignacio en su enfoque holístico y focalizador –que pretenden facilitar los preámbulos en los Ejercicios Espirituales propuestos– es importante a lo largo de todo el proceso. En la Primera Semana, donde la tendencia humana en relación con el «mal» no percibido como pecado perdonado y salvado, es la auto-destrucción, la culpabilidad malsana, y el autocentrismo, la ecología dialogante delante del Señor se hace indispensable. Sin diálogo honesto y auténtico no hay asimilación. Y sin un clima de confianza delante de Alguien que contagia compasión y misericordia4 no es posible el diálogo y la sanación liberadora. Resulta paradojal –o mejor dicho, es por eso mismo– que esto se hace tan necesario y se da con tanta fuerza en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales cuando el pecado se hace presente en su fealdad, oscuridad, maldad. Cabe señalar que nunca Ignacio presenta en los Ejercicios Espirituales de Primera Semana a Cristo como juez.

Toda esta dinámica interior, hace de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales, un espacio relacional, dialogal, procesal y Cristocéntrico. Sin el espíritu dialogal de «un amigo que habla a otro amigo»5, y la centralidad de Jesús acompañador «delante de Cristo en Cruz»6, «que por mi se ha hecho hombre», no es fácil, más bien es imposible propiamente hablando, realizar bien la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales y hacer la experiencia de salvación en Jesucristo. No se dará entonces el paso o la transformación personal, al pasar de un cuestionamiento del «mal» como ente impersonal que nos deja impotentes, a la otra cara del «pecado» que es la Fidelidad de Dios Padre en Jesucristo.

4 Ibíd., 61.

5 Ibíd., 54.

6 Ibíd., 53.

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Perspectiva Ignaciana. Algunas notas sobre el aporte ignaciano

EL ENCUADRE Y EL DINAMISMO ORIENTADOR

DE LA PRIMERA SEMANA DE LOS EE

Tres instancias geniales darán el encuadre, fijarán el tono y la orientación básica de la búsqueda en oración de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales:

a. La gracia a pedir de cada ejercicio y de cada repetición; «pedir lo que quiero y deseo»7, centra, focaliza, crea clima, sirve de apoyo para «el modo y orden»8. La gracia a pedir ayuda a no dispersar la tónica emocional que se genera. En la Primera Semana esta gracia a pedir mantiene al ejercitante en el justo medio o más bien en el justo camino: entre la «realidad» y «la gravedad objetiva» del pecado y «la esperanza», el «perdón-gracia» de Dios; entre la mirada al pasado «lo que hice» o «no hice» y la perspectiva futura de lo que «haré por Cristo»9; entre pasar por encima de las cosas en la oración o quedarse estancado.

b. El Coloquio: Este es el espacio del diálogo, de la escucha más libre, menos estructurado. Aquí hay lugar para todo lo que espontáneamente brota en la relación Tú-a-tú con el Señor, haciendo de este ejercicio un diálogo fructífero transformador. Esta parte más flexible del ejercicio tiene mucha sabiduría. Ella permite crecer en libertad, «hallarse cómodo» con el Señor a pesar del «dolor y vergüenza» que se experimenta. Las repeticiones que personalizan más la oración y la dinámica interna vivida van en la profundización de esta línea.

c. Las tres historias concatenadas o mejor entrelazadas que se interpelan mutuamente en un proceso cada vez de mayor profundidad: Mi historia de pecado, la historia del pecado en el mundo, la historia de Jesús Salvador. Mi historiadepecadoquedasinprofundizar y sin cobrar su propio peso, si no se sitúa como parte del

7 Ibíd., 48.

8 Ibíd., 2.

9 Ibíd., 53.

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pecado de la humanidad; la historia de Jesús hace de mi historia de pecado, una historia de Salvación.

En este sentido suele ayudar mucho a los ejercitantes a acercarse al misterio del pecado, hacer oración y examinarse en forma secuencial como sugieren las tres historias o relatos comentados.

 El pecado en el tiempo y en el espacio [historia del pecado]: allíentonces, aquí-ahora, fuera-dentro. Sentirse parte de este mundo de pecado, envuelto en este contexto roto: en los alrededores, en el mundo, en la cultura. Reconocerme partícipe del pecado ante Cristo en la cruz: la capacidad del pecado para matar al Hijo y a los hijos de Dios.

la historia de Jesús hace de mi historia de pecado, una historia de Salvación

 Lasactitudes deJesúsfrente al pecador,contemplando a Jesús en su relación con los pecadores. Jesús se identifica con el pecador. El segundo ejercicio10 mal entendido puede llevar a un análisis, a una especie de examen de conciencia eterno de pecados y defectos perdiendo el sentido hondo de lo que se pretende. Aquí nosetratadeprepararsepara la confesión. Lo central es la dimensión afectiva, el «crecido dolor»11, tener la experiencia de la misericordia12. Un examen minucioso puede estorbar esta gracia.

 La historia de mí pecado a la luz de la oración anterior. Finalmente el paso de 'mis pecados' a 'mi pecado' y, por último, al 'yo pecador'. Más que una transgresión de una ley, para Ignacio el pecado tiene relación con quebrantar la relación con Dios Nuestro Señor.

10 Ibíd., 55-61.

11 Ibíd., 55.

12 Ibíd., 53, 63, 71.

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006) 13-19

Perspectiva Ignaciana. Algunas notas sobre el aporte ignaciano

LA RAÍZ DEL PECADO: LA TRIPLE GRACIA13

 Mi convivencia con el pecado. Percibir, sentir los mecanismos del pecado, aborrecerlos como tal; que mi ser en su totalidad reaccione casi por instinto frente al pecado.

 Los hábitos operativos del pecado: pedir queloqueaparecíacomo un bien y sigue operando por sus restos atrayéndome aparezca y se sienta como un mal; pedir la evangelización de la misma nostalgia del pecado, de sus restos. Reconocer mi contradicción interna, estar alerta, cuidarse.

 Las estructuras de pecado. La percepción de lo mundanoy vano para prevenir. Que el Señor regale como un sexto sentido para darse cuenta y sentir como sin-sentido todo lo que no es Dios y no lleva a Dios.

La triple gracia toca las raíces del pecado. Es atreverse a pedir lo que humanamente aparece como imposible al Señor. Todo esto es fruto del sentirse pecador y a la vez saberse salvado por un Dios misericordioso, dos dimensiones integradas en Ignacio en cada Ejercicio de Primera Semana.

La dinámica final de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales culmina en esa exclamación «admirative»14 de la experiencia honda de salvación. No se trata de saber cognoscitivamente, sino de sentirse con «crecido afecto» salvado por Cristo.

13 Ibíd., 62-64.

14 Ejercicios Espirituales 60.

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Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica

De manera especial quiero agradecer la invitación a participar en este simposio tan querido y tan significativo para mí, pues debo reconocer que frente a la Compañía de Jesús no tengo más que palabras de agradecimiento, gracias a todos los sacerdotes jesuitas quienes me han enseñado que a través de esta espiritualidad confirmo mi fe, y me siento retada a pretender ser cada día una firme seguidora de Jesús, porque estoy convencida de su amor por toda la humanidad.

Graciaspor laconfianza depositadaen mí comomujer laica, quien, sin trabajar en las obras apostólicas de la Compañía, siente especial gusto en conocer y vivir la espiritualidad ignaciana, y de manera especial los Ejercicios Espirituales.

En 1990 descubría mi necesidad de hacer un alto en el camino, y acepté la invitación a vivir mi experiencia de los Ejercicios Espirituales por primera vez; debo reconocer que seguramente mucho de lo que soy hoy en día, lo debo a los frutos de lo que en esa experiencia pude vivir. El Señor me ha dado la gracia de seguir conociendo de cerca los Ejercicios Espirituales, viviéndolos existencialmente y permitiéndome acompañar

* Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Especialización en Relaciones Industriales de EAFIT en Medellín. Magister en Adminsitración de Empresas de la Universidad ICESI en Cali.

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María Isabel Velasco de Lloreda

Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica a otros en su experiencia de Ejercicios Espirituales Acompañados, lo que para mí significa un apostolado que disfruto plenamente.

Es desde estas dos experiencias de vida, ser ejercitante y ser acompañante, que abordaré esta presentación.

Debo confesar que desde el mismo momento en que acepté participar en este simposio, comenzaron a generarse dentro de mi muchísimos sentimientos que me iban focalizando de alguna manera, lo que significaba la presencia del mal, y esto desde el primer momento me ponía en una intensa dinámica interior, pues la verdad sea dicha, la pregunta de manera seria nunca me la había hecho. Aquí comprendí que era definitivo reconocer el discernimiento como laúnicamanera deabordar estarealidad, nosolo desde la razón, sino desde las entrañas, y fue así como confirmé lo que significaba descubrir la presencia del mal en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales, y como esta realidad permitía o impedía el verdadero encuentro de la «criatura con su Creador», y como el ejercitante, incluida yo por supuesto, se dispone para descubrir y reconocer la voluntad de Dios en su vida, como lo sugiere San Ignacio.

La oración diaria es el único remedio para vencer el mal

Lo que yo personalmente no sospechaba era que el reto más importante al hacer esta reflexión, es que me ponía de cara al Señor, quien con su infinito amor me invitaba para que durante el tiempo de preparación de este escrito, yo intensificara mi intimidad con El, aprendiendo a ser mucho más consciente de la presencia del mal en nuestra cotidianidad, y reconociendo que la oración diaria es el único remedio para vencer el mal, por lo que a través de ella se alcanza una profunda experiencia de Dios.

Reconozco que los Ejercicios Espirituales son, por excelencia, una experiencia afectiva, donde la dimensión psicológica del ejercitante, sus dimensiones existenciales más profundas están retadas permanentemente, y que por lo tanto, ellos, los Ejercicios exponen a quien los hace a vivir en un verdadero campo de batalla interior entre la presencia del bien y la presencia del mal.

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Desdeunaantropologíacristiana,comosereshumanossomostemplo de dos realidades que viven en permanente lucha por ganar nuestra voluntad, por ganar influencia o poder muy adentro de nosotros; no podemos desconocer la fuerza del bien, y la fuerza del mal.

Comencé a explorar lo que significaba el pecado en la Primera Semana por un lado, pero también a reflexionar un poco sobre la dinámica psicológica de quien llega a los Ejercicios, una persona con «afecciones desordenadas» quien busca desde lo más profundo de su ser una salida para re-encontrar su paz interior.

No pretendo explicar el origen del mal, ni entrar en todas sus clasificaciones. Lo asumo como una realidad que existe y que en su acontecer nos aleja del bien siendo Jesús su máxima expresión. Para efectos de esta presentación me referiré al mal como esa tendencia hacia el egoísmo, pero también tengo que reconocerlo como una fuerza interna dentro de mi que me lleva a desconocer el bien, la posibilidad de la felicidad y la libertad, que es capaz de encadenarme y que me revela nuestra limitación, nuestra pobreza radical, colectiva e individual.

Descubría que a pesar de haber rezado el Padre Nuestro tantas veces, y haber repetido «líbranos del mal», como que en serio nunca me había hecho esta pregunta, y entonces si entraba a reconocer que existía, la siguiente pregunta era saber cual era su dinámica, y por supuesto el gran reto, saber cómo se podía combatir... porque aceptémoslo o no, como seres humanos normales lo que siempre de alguna manera quisiéramos, seria tener la capacidad de no sucumbir entre sus garras. ¿Entonces, cómo hacerlo?

Desde la fe, es la experiencia de Dios y el deseo de su búsqueda permanente, lo único que sigue constituyendo nuestra verdadera respuesta al enigma del mal, de nuestro mal, por lo cual se hace necesario aprender a discernir espiritualmente, y así poder identificar cual es la voluntadde Diosen nuestravida, cual suplanpara cadauno denosotros.

El Discernimiento Espiritual pretende ayudar al hombre y a la mujer para que sean más conscientes de los movimientos de su corazón, bus-

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Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica

cando el origen de sus tensiones y sugiere algunas pautas de ordenamiento de acuerdo a un sentido fundamentado en la revelación bíblica1 .

Discernir es distinguir el lenguaje que procede de Dios, y el lenguaje tramposo que surge de nuestro yo personal y comunitario, es disponer nuestra persona, saber escuchar, tener ojos para ver y oídos para oír. Se hace discernimiento para captar el Espíritu del Señor que es Vida, y «para captar la Vida hay que abrir a ella todas nuestras posibilidades, todos nuestrossentidos,todonuestrocorazón»2 .

San Ignacio pretendía que nos abriéramos al Espíritu sin abandonar las «cosas» y la «realidad», quería que encontráramos a Dios en todas las cosas. Y como es consciente de que los afectos son una energía siempre presente en nosotros y muy decisiva, quiere ordenarlos, pero no eliminarlos, porque una persona sin afectos está muerta3 .

Los Ejercicios Espirituales son una escuela de discernimiento y nos disponen a una experiencia de amor profundo que nos lleva a adentrarnos en el misterio de nuestra existencia, de nuestra realidad, y a sacudirnos interiormente hasta descubrir, por la gracia de Dios, cuales son los apegos que nos alejan de El, cuales nuestras cegueras y nuestros obstáculospara noreconocer su propuesta deAmor a travésde nuestra historia. Es reconocer y aceptar, como lo dice San Ignacio, nuestras afecciones desordenadas4; es decir, nuestra condición de pecador, de ser limitado, de ser criatura.

En Ejercicios Espirituales «la reflexión sobre la realidad y la historia del mal, universal y personal, acentúanuestraconcienciade lapropiapobreza, colectiva e individual»5. Quien llega a Ejercicios Espirituales siente de alguna manera una cierta sensación de soberbia, y si bien nos sabemos finitos y mortales, en el fondo, es decir, de manera inconsciente, nos resistimos a aceptarlo, y es aquí donde comienzan nuestras luchas internas.

1 JULIO JIMÉNEZ, S J., El discernimiento de espíritus en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y en la vida, ACODESI, p. 6.

2 TONI CATALÀ, S.J., Discernimiento y vida cotidiana, Barcelona 1997, 9.

3 ADOLFO MA CHÉRCOLES, S.J., La afectividad y los deseos, Barcelona 1995, 3.

4 Cfr. Ejercicios Espirituales 32.

5 GILLES CUSSON, S.J., Los Ejercicios Espirituales en la Vida Corriente, Santander 1976, 87-88.

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¿QUÉ ES ESO DEL MAL?

Cuando este tema entra en discusión surgen rápidamente múltiples interpretaciones, diferentes puntos de vista, hay quienes lo niegan asumiéndolo como una simple idea de «unos terroristas pensadores», o que simplemente esto es una actitud que con energías positivas se puede controlar. Muchas veces la actitud hacia el mal es la de quitarle importancia. Reconozco que para mí este también era de alguna manera un tema nuevo y pensar que tendría que vérmelas con temas como el diablo y el infierno... me parecían nada cómodos de tratar... me generaban miedo e incertidumbre.

Poco a poco fui entendiendo que si bien el mal era un tema «grueso de abordar», lo paradójico es que no era difícil de encontrar, estaba por todas partes, no necesitaba de mucha investigación para reconocer su presencia, lo podía encontrar dentro o fuera de mi, lo encontraba a mi alrededor, y esto me comenzó a inquietar de verdad. Quizá el hecho de hacer oración diaria y con acompañamiento espiritual despertaba en mi niveles de sensibilidad, de los que antes no había sido tan consciente, descubría que hablar del pecado y de la culpa iban siendo sinónimos del mal, y de verdad que esto me movía las entrañas.

Ante todas esta situaciones, que son meros ejemplos, sin pretender que estos sean los más significativos, los astrólogos, adivinos y psíquicos venden sus servicios a altos ejecutivos de grandes corporaciones, analistas financieros, abogados y banqueros sobre cualquier tema, por lo que se concluye que parte del proceso de toma de decisiones que influyen en el futuro de nuestra civilización, está sencillamente en mano de charlatanes6 .

Como se puede constatar, el mal aflige hoy a muchos seres humanos y afecta en uno u otro momento a todos, es una realidad para creyentes y no creyentes que no se puede negar.

6 Cfr.CARL SAGAN, El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad,Bogotá 1996.

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Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica

La limitación es la condición de posibilidad de todos los males, clasificados en morales y físicos según dependan o no de la libertad humana

Su naturaleza o su dinámica ha inquietado a la humanidad desde siempre, y aun en este momento la pregunta no tiene respuesta desde la ciencia o la disciplina que se le quiera abordar (filosofía, economía, teología, psicología, entre otras). El mal esta ahí, y se nos presenta como lo que no debería ser y sin embargo,es. Estáahí desdequenacemos,ynosafecta como daño que hacemos o que padecemos, como culpabilidad o como desgracia.

Desde la ponerología (tratado sobre el mal independiente de todo cuestionamiento, tanto religiosocomoateo), ydesdelapisteodicea(justificación de la fe, justificación desde Dios), se nos proponen posibles explicaciones a la dinámica del mal:

Para Leibniz7, la limitación es la condición de posibilidad de todos los males, clasificados en morales y físicos según dependan o no de la libertad humana. Un mundo finito lleva inevitablemente la existencia del mal sin significar esto que la realidad sea mala en sí. Es «buena», pero node modototal y acabado, lo queequivale a decir que «larealidad es buena-afectada-por-el-mal porque se va realizando en lucha contra el, sin poder excluir nunca del todo el fracaso».

Y tal vez la primera reflexión que a propósito nos debemos hacer, es aceptar aquello de la limitación. Es reconocer que aún nuestra libertad es condicionada o por estructuras inconscientes, o por nuestro sistema de valores, o por la influencia del contexto y la educación que hemos recibido, por nuestras motivaciones, y manipulada por los medios de comunicación entre otros. ( Ponerología).

La pisteodicea propone distintos modos de situarse frente al problema del mal. Para quienes no son creyentes lo básico es saber si un

7 Cfr. ANDRÉS TORRES QUEIRUGA, Culpa, Pecado y Perdón: Selecciones de Teología Vol. 29, 115 (1990) 175-194

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mundo definitivamente afectado por el mal vale la pena y tiene sentido o si simplemente lo consideran absurdo. Desde una pisteodicea cristiana, el panorama es más alentador, pues para quienes creemos que Dios solo ha podido crearnos por amor, con el único fin de hacernos partícipes de su felicidad, el mal puede ser derrotado por el bien, siendo Dios el bien por excelencia.

Para que Dios nos haga plenos y felices, es decir, que nos salve, tenemos que existir como finitos, como seres que se realizan ellos mismos en la historia de su libertad. Estamos expuestos a todas las amenazas de la finitud, pero somos capaces de encontrarle sentido a nuestra existencia finita, al confiar plenamente en la Presencia activa de Dios en nuestras vidas. El respeta la naturaleza intrínseca del ser humano y la acompaña con un amor incansable haciéndolo partícipe de su propia felicidad. Desde aquí se comprende como Aquel que quiere el bien y solo el bien para sus criaturas, se opone abiertamente al mal pues el mal también existe porque es inevitable en las condiciones de un mundo y de una libertad finita8.

Pero el mal no esta solamente afuera de nosotros. Al fin y al cabo nuestra naturaleza finita proyecta dinámicas internas que a lo largo de nuestras vidas aun no podemos explicar plenamente, y que si bien lo lógico debiera ser hacer el bien, buscar el bien, y aborrecer el mal, fácilmente nos dejamos seducir por la tentación del mal, es decir, que casi sin «aparentemente darnos cuenta», terminamos haciendo justo aquello que sabíamos que no debíamos hacer.

En mi naturaleza humana estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí9 .

«El pecado no es tan solo un acto singular o la expresión de un mal individual que brota de la libertad y la responsabilidad humana. Es también una situación, una fuerza maléfica, un ambiente diabólico que se

8 Ibíd.

9 Rom 7, 14-16.20.

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expande, contamina y destroza la vida, y el infierno, es el equivalente al sin sentido, la no referencia, la relación a nada, la soledad aislada»10

Y es aquí, desde una concepción cristiana que vamos entendiendo el pecado como ese alejarnos del plan de Dios, de no permitirle a Dios hacerse BIEN entre nosotros, pareciera como si el pecado fuera un deseo inconsciente de no dejar a Dios ser Dios, porque impedimos su proyecto de amor para nosotros, para la humanidad.

Entonces, el diablo o satanás hacen referencia a la dimensión colectiva del mal, y mientras seguimos siendo pecadores, sin haber vencido totalmente el mal, este puede aparecérsenos en forma propia con engaños sutiles y proyecciones, pues su astucia consiste precisamente en hacer creer que el no existe11 .

Desde aquí, aceptemos que el mal es una realidad que existe, que tanto para creyentes y no creyentes responde a nuestra naturaleza limitada, y que además habita en cada uno de nosotros, pero que para quienes creemos en el Amor Misericordioso de Dios, tenemos la esperanza de saber que no estamos solos en esa lucha constante contra la fuerza del mal. Y aunque por la fe y por la experiencia de Dios sabemos que este no es un acto que depende de nuestra voluntad, vamos descubriendo que el sentido de la Salvación debe entenderse como la lucha de Dios por ganar nuestro corazón para el Reino del Amor, y no dejarnos desanimar y desorientar por la fuerza de los acontecimientos injustos e inentendibles del mundo de hoy.

La Salvación cristiana consistiría en dejarnos llevar por el Dios de la Vida, y desde aquí nuestro criterio debería estar dirigido a seguir a Jesús, a tenerlo como único capaz de vencer el mal, de imitarlo para alcanzar la felicidad plena, la de la vida eterna que es la que el nos ha prometido.

10 Cfr.CARLOS ALEMANY Y JOSÉ A.GARCÍA-MONGE, Psicología y Ejercicios ignacianos,Manresa5, Vol. I. Madrid 1991, 109-140.

11 Cfr. R. SCHWAGER, ¿Quién o qué es el diablo?: Selecciones de Teología Vol. 33, 130 (1994) 136-140.

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Hemos sido educados en un mundo materialista, donde cada vez la apariencia es lo que más se valora, donde el mundo interior, el de los deseos, los sueños, las pasiones, los miedos y temores cada vez son más arrinconados sin reconocer que para un desarrollo humano armónico es tan importante el cuerpo como el alma, es tan importante lo que pasa con nuestro cuerpo como lo que pasa en nuestro interior.

Pero llega un momento de verdad cuando este mundo interior se hace sentir, y es aquí cuando la persona reconoce que necesita replantearse muchas cosas de su vida, descubre que su vida no tiene sentido, que cierta sensación de desazón se ha apoderado de ella, mucha confusión y quizá hasta mal genio y otra clase de patologías. Una persona con estos sentimientos siente que Dios existe allá, fuera de nosotros.

El ejercitante llega con muchas dificultades para reconocerse pecador, cada vez es más frecuente que las personas crean que si no matan, no roban, no desean la mujer del prójimo, y hasta van a misa los domingos, no tienen pecado que confesar.

Es la conciencia de que como Dios me ama, yo puedo hacer lo que quiera y vivir como quiera, así, mi relación es con un dios plastilina, o dios abuelito, o dios fisgón que se da cuenta de todo lo que yo hago, a quien algunas veces me le tengo que esconder para que no se dé cuenta de las cosas malas que yo hago, o pienso, o siento.

Podríamos decir que el mundo de hoy es un mundo que sobre-estimula al hombre y a la mujer, porque es un mundo en donde las comunicaciones y la tecnología están cada vez mas desarrolladas. Y parte de ésta sobre-estimulación privilegia la construcción de un mundo de vida fácil, dondelascosas sealcanzanrápido,eselmundodelmercadoydelconsumo.

Es un mundo de poder y de tráfico de influencias donde todos se sienten amenazados y hacen hasta lo imposible por alcanzar reconocimiento y sentir cierta seguridad. Es la tendencia de una humanidad que se encierra en si misma, se agota en su desesperación, porque problemas universales como la pobreza, la justicia y la paz, parecen cada vez más una utopía que una meta real por alcanzar... y muchas veces es hasta fácil llegar a perder la esperanza.

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Parto de una concepción cristiana que acepta que la persona no se explica en plenitud sin reconocer su sentido de unidad, su dimensión espiritual; es decir, su sentido de trascendencia. La época actual de parcialidades y fragmentaciones ocasionangrandesderrumbesenlaconstrucción de la personalidad, el hombre y la mujer de hoy parecen seres cada vez más desesperados por relacionarse exitosamente con un entorno permanentemente cambiante, cada vez más globalizado y agresivo, un mundo donde la interioridad es cada vez algo más raro, algo que como no se puede ver, ni tocar, es algo tan privado y personal que difícilmente se puede compartir.

El ser humano de hoy es un ser que no reflexiona, que sabe hacer y sabe estar, pero no sabe ser

El ser humano de hoy es un ser que no reflexiona, que sabe hacer y sabe estar, pero no sabe ser. Cuando autores como Steven Covey y Ronald Haifetz afirman que en la formación del liderazgo es prioritario buscar espacios para la reflexión, es porque en sus investigaciones confirman que aunque los líderes caminan a altas velocidades, no se toman un tiempo para entender el verdadero sentido de sus acciones, de sus carreras.

¿QUIÉN

ES AQUELLA PERSONA QUE LLEGA A EJERCICIOS ESPIRITUALES?

Encontrarse cara a cara con el mundo del espíritu es reconocer que dentro de nosotros existen «afecciones desordenadas»12, que debemos reconocer nuestra condición de criaturas limitadas, nuestra condición pecadora, y esto para el hombre y la mujer moderno(a) es difícil de aceptar, pues cadavez susprocesos deconstruccióndeidentidad seconstruyen sobre supuestos cada vez más superficiales, donde la literatura sobre superación personal con más frecuencia hace énfasis en el desarrollo del ser humano capaz de construirse así mismo, sin tener en cuenta que su desarrollo personal debe pasar por el aceptar que el otro existe,

12 Cfr. Ejercicios Espirituales 32.

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y que su desarrollo también le compete, desconociendo que para un verdadero desarrollo personal hacia la plenitud; es decir, hacia la felicidad, es imprescindible aceptar la presencia de Dios dentro de sí. El misterio del ser humano cuando prescinde del misterio de Dios lo hace sentirse miserable, pecador, desordenado.

Comenzar Ejercicios Espirituales Acompañados, es disponernos a una experiencia que nos lleva a adentrarnos en el misterio de nuestra propia existencia, de nuestra realidad consciente e inconsciente, y a medida que uno penetra más y más hondamente en esta realidad, se va encontrandocara a cara con el muro de la nada, del vació absoluto, lo que produce dentro de nosotros un gran «terror existencial»13 .

En el corazón del ser humano existen innumerables tendencias, sentimientos, y razones que muchas veces llevan a la confusión.

Cuando en la evaluación final de los Ejercicios se les pregunta a los ejercitantes sobre su estado psicológico al comenzar la experiencia, las respuestas más comunes pueden ser:

«Vine a Ejercicios sola, confundida, angustiada, y con una desazón interna muy fuerte»

«Vine acompañado de una gran suficiencia que me hacia sentir superior a mis compañeros, traía armado mi plan de oración»

«Venía con mucha tibieza espiritual pero no me había dado cuenta, solo aquí pude descubrir cuanto me estaba alejando de Dios»

«Vine con el firme convencimiento que me había vuelto un ser insoportable para los demás, creo que estaba a punto de que mi marido me pusiera la maleta en la puerta, pues de verdad reconozco que estaba desesperante, y yo no sabía porque».

Son muy pocas las personas que de verdad vienen abiertas y dispuestas a dejar que el Señor obre en ellas...

13 Cfr. WILLIAM JOHNSTON, Enamorarse de Dios, Barcelona 1998, 102-108.

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¿Sus imágenes de Dios? Las de un dios distante, inabordable, Padre amoroso que perdona nuestros pecados y está entre nosotros, un Dios castigador, un Dios concepto con el que me comunico desde la razón, un Dios amigo a quien le cuento todos mis cuentos, y que seguramente él me sabrá oír.

Explorar lo que significa la presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales y reflexionar sobre la dinámica psicológica de quien llega a esta primera semana, es entender que la condición de pecado lleva implícita una condición de desorden íntimo personal, que quien asume su vida con sentido de trascendencia no es capaz de aguantar. Desde aquí, es aceptar que esta falta de armonía interior nos lleva a salir desde dentro de nosotros mismos, para aceptar que «alguien» desde fuera pueda ayudarnos a reencontrar la calma perdida.

¿CUÁL ES LA DINÁMICA DEL MAL EN EL PROCESO

Desde una perspectiva psicoanalítica, el desarrollo afectivo de las personas fluctúa permanentemente entre dos fuerzas o pulsiones siempreenconflicto: lapulsión devida (Eros), ylapulsión demuerte(Tánatos), donde Eros nos impulsa a la acción, a crear vínculos, hacia el desarrollo y la plenitud; es decir, hacia la vida como tal, y Tánatos opera en sentido contrario, nos lleva a desunirnos, a desvincularnos, a desinteresarnos, es decir, nos lleva hacia la muerte.

Desde aquí, el conflicto del hombre y de la mujer por alcanzar niveles de armonía personal, está inscrito en su estructura personal, hace parte de su naturaleza, es decir, que el mal, o fuerza que lleva al ser humano hacia pasiones de muerte es algo que va mucho mas allá de sus creencias religiosas.

Para responder a estos impulsos naturales, y respetar las restricciones que le impone la sociedad, el ser humano actúa con una estructura de personalidad formada por tres aspectos: el primero, el ello, que es la fuente inconsciente de motivos y deseos, actúa de acuerdo con el principio del placer, y se esfuerza por la gratificación inmediata. El segundo,

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el ego o el yo, representa la razón o el sentido común, se desarrolla cuando se demora la gratificación, actúa de acuerdo con el principio de realidad y busca una forma aceptable de obtener gratificación; el tercer elemento es el superego o conciencia que incorpora la moral de la sociedad a través de procesos de identificación.

 «El super-yo, el yo y el ello son los tres reinos, regiones o provincias en que dividimos el aparato anímico de la persona» Sigmund Freud.

Ignacio de Loyola, en el siglo XV distingue tres niveles o dimensiones de su ser: un nivel mental, de ideas y juicios, de dos series de pensamientos; otro nivel afectivo, de sentimientos y emociones, de continua satisfacción; y finalmente un tercer nivel más profundo «interior» o «interno».

 «Presupongo ser tres pensamientos en mí, es a saber, uno propio mío… y otros dos que vienen de fuera» Ignacio de Loyola.

Desde una concepción cristiana la persona no se explica en plenitud sin reconocer su dimensión espiritual; es decir, su sentido de trascendencia, somos templo de dos realidades que viven en permanente luchaporganarnuestravoluntad,por ganarinfluenciaopoderdesdedentro de nosotros mismos; estas dos realidades que no se pueden negar, son la presencia del bien y la presencia del mal, o la presencia del amor y la presencia del egoísmo, la pulsión de la vida y de la muerte, la pulsión del Eros y del Tánatos, y es solamente el Amor Misericordioso de Dios por nosotrosquiennosdaAguaVivay nossalvadelpecado,denuestrafinitud, para darnos vida eterna, la acción de Dios en nosotros es la que en verdad nos transforma desde nuestro interior, y nos lanza hacia dimensiones de plenitud y/o felicidad.

Y es este el sustrato donde como seres humanos comenzamos a construir nuestra identidad, entendida esta como «la forma relativamente estable de ser que una persona mantiene en su contexto de vida, obrando, pensando, eligiendo, deseando, comportándose de una manera coherente a los distintos niveles mentales, emocionales y espirituales de su ser».

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Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica

«La importancia de la autoimagen se deriva de la función que ella desempeña para regular todas las reacciones espontáneas o muy meditadas que dan forma a nuestro proceder»14. La imagen por la que nos guiamos está inevitablemente enraizada en la imaginaría social, la autoimágen de uno está anclada en la historia de la cual formamos parte, y anclada por amores e intereses sutiles. Vivir la culpa es experimentar una discordancia entre la propia acción y las prescripciones del yo ideal o del ideal del yo, es además, experimentar la lucha emocional de dos clases de afecciones o amores: las actuantes en la acción culposa y las actuantes en la adhesión a los ideales.

Cuando nuestra autoimágen se ve arrancada de esa imaginaría dominante en nuestro ambiente, tendemos a sumirnos en una gran ansiedad, confusión e impotencia, entendida esta como crisis de identidad.

¿CUÁL ES EL SENTIDO DE LA PRIMERA SEMANA?

La Primera Semana es el momento en que una persona de alguna manera empieza a tomarse en serio a Jesús y el seguimiento, lo que supone un proceso mental e intelectual guiado por la gracia, para adquirir un conocimiento muy claro de uno mismo en cuanto pecador.

Y esto exige de nuestra parte «cambiar nuestra sensibilidad» es decir, cambiar nuestra forma de ver el mundo, dejar de mirarlo desde nuestra lógica, para aceptar mirarlo con la lógica de Dios. Y esto cuesta muchísimo trabajo, pues es una realidad a la que con anterioridad difícilmente hemos estado expuestos.

Los Ejercicios Espirituales son definitivamente una experiencia afectiva por excelencia. Si bien durante estos días trabajamos con la razón, es una experiencia que nos obliga a cambiar la forma de ver el mundo, no porque nosotros así lo creamos, sino porque así Dios nos lo propone, y es esta su voluntad… Entonces, ¿cuáles son los aportes de la espiritualidad para descubrir la presencia del mal en el mundo de hoy?

14 CARLOS ALEMANY Y JOSÉ A.GARCÍA-MONGE, Psicología y Ejercicios ignacianos,Manresa5,Vol. I. Madrid 1991, 36.

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CONCLUSIONES

Si aceptamos que el mal es una realidad coexistente en nuestra naturaleza finita, y si aceptamos que la fuerza que se opone al mal es definitivamente el bien, entonces no nos queda otro recurso que aceptar que es desde la dimensión de la espiritualidad, como podemosnosolodescubrir lapresencia del mal, sino entender como poderlo descubrir. El concepto cristiano de espiritualidad tiene como referente al Espíritu, a la Persona del Espíritu Santo, el Espíritu del Hijo y del Padre. La espiritualidad es la vida según el Espíritu15 .

El discernimiento espiritual pretende ayudar al hombre y a la mujer para que sean más concientes de los movimientos de su corazón

Se vuelve imperativo rescatar la dimensión espiritual, pero no desde cualquier mal llamada espiritualidad. El hombre y la mujer de hoy, y de manera especial los jóvenes «resecos por el secularismo y el tecnicismo, sufren una fragmentación interior en el espíritu y están ansiosos de entenderse a sí mismos, sedientos de síntesis y de unificación interior» (Cardenal Martini, 1991).

El discernimiento es un proceso continuo que se fundamenta en la GRACIA de Dios, lo que significa que no depende de nuestra voluntad, sino que es un medio eficaz para buscar y hallar la voluntad de Dios en todas las cosas.

 El discernimiento espiritual pretende ayudar al hombre y a la mujer para que sean más conscientes de los movimientos de su corazón. Busca el origen de sus tensiones y sugiere algunas pautas de ordenamiento de acuerdo a un sentido fundamentado en la revelación bíblica.

15 TONY MIFSUD S.J., Talante ético de la espiritualidad ignaciana: www.cvx.cl/~santiago/ adultos/documentos/n15Etica.doc, pág. 1.

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Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica

 Los Ejercicios Espirituales son una serie de actividades del espíritu para «examinar la conciencia, meditar, contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras operaciones espirituales»16, ejercicios para «vencerse así mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que sea desordenada»17, y son para«preparar y disponer el alma, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de haberlas quitado, para buscar y hallar lavoluntad divina en ladisposición de suvidapara lasalud de su alma»18 .

 La oración ignaciana es el medio por excelencia para encontrar la voluntadde Diosen nuestravida. Orar esdetectar dentrodenosotroslavoz del Espíritu, sus mociones, para tomar conciencia de su Presencia activa y llevar a cabosuvoluntad.

¿No son estas acaso unas herramientas capaces de responder al sentimiento de desesperanza y sequedad de nuestros hombres y mujeres en busca de sentido?

¿No son estas herramientas de inmersión espiritual las que nos indican como no dejarnos llevar por el mundo de la apariencia, las carreras y el consumismo?

¿No serán estos los medios para reconocer nuestra condición de pecadores y pecadoras para mostrarnos una vez más que es solo el Amor Misericordioso de Dios el ÚNICO capaz de agacharse a recogernos, cargarnos, y llevarnos nuevamente a volar?

Ahora debo preguntarme: ¿con qué imagen de Dios me estoy relacionando?

Animémonos a reconocer a Jesús como paradigma de persona madura, que fue libre para amar, para actuar porque reconoce la voluntad de Dios en su vida.

16 Cfr. Ejercicios Espirituales 1.

17 Ejercicios Espirituales 21.

18 Cfr. Ejercicios Espirituales 1.

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 Animémonos a asumir lalibertad individual comoun compromiso social.

 Animémonos que la vida está cargada de sentido, porque tiene una clara finalidad: el ser humano ha sido creado por un Dios que lo ama, estamos, mediante el conocimiento, el amor y el servicio de Dios y de los demás, para alcanzar la vida eterna.

 Animémonosporque el mundo estálleno del Espíritu deDios Resucitado, que es Presencia entre nosotros.

 Porque a través del discernimiento espiritual podemos distinguir la luz de las tinieblas, de descubrir la bondad de Dios aún en medio de la maldad humana.

 Porque Dios llama a todos y a cada uno a participar en una gran empresa centrada en la persona de Jesús, y que incluye un estilo que marca la forma como se usan los dones que Dios ha otorgado para ponerlos al servicio de los demás.

 Porque el Cristo de la espiritualidad ignaciana es un Cristo en acción que invita a buscar a Dios en todas las cosas, es la mística de la inserción19 .

 Porque la nuestra es una fe que tiene consecuencias prácticas en la vida cotidiana, es una fe que llama a promover la justicia y trabajar por la paz, un compromiso por la justicia que brota del amor, que constituye a la vez un proyecto divino y una responsabilidad humana.

 Porquees importante eluso delosmedios humanos, el conocimiento científico no para poner toda la confianza en ellos, sino para reconocer la necesidad de ellos y su importancia para lograr hacer el bien.

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María Isabel Velasco de Lloreda

Presencia del mal en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Dimensión Psicológica

 Porque para San Ignacio la mediocridad no tiene lugar. En el seguimientode Cristo se pide radicalidad para buscar siempre la mayor gloria de Dios, porque la historia humana necesita personas capaces de entregarse generosamente a los demás.

 Porque el Amor verdadero no se encuentra en la palabras sino en los hechos. Así que la pregunta constante de un seguidor de Cristo debería ser: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué estoy haciendo por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?

 Asumamos el reto de conocer con amor y responder a una Iglesia que pide nuestra participación y compromiso. Ignacio de Loyola fue un hombre de Iglesia y a pesar de los inconvenientes que se presentaban siempre fue leal.

 La experiencia de Dios nos anima a asociarnos para amar y servir mejor, a reconocer que esta experiencia no es para bien individual, sino para compartirla con los demás, la experiencia de Dios nos saca desde nuestro egoísmo y comodidad, y nos lanza para encontrarnos con los demás, para construir con los demás, y así, lograr semillas de felicidad para mayor gloria de Dios.

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Guillermo Zapata Díaz, S.I.

El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva Filosófica

Guillermo Zapata Díaz,

S.I.

*

l problema del mal en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, es abordado aquí a partir de la Primera Semana. La estructura, el contenido, la pedagogía de los mismos Ejercicios, plantean que el pecado, no es el objetivo de la Primera Semana, a pesar de su aparente lenguaje moralista. El mal no puede ser justificado. Es preciso detenernos en la pedagogía de la libertad que emerge en el drama mismo de la historia como un desafío que provoca su rechazabilidad -vergüenza y confusión-, una afectividad disponible capaz de discernir la plurisignificatividad de la misma libertad susceptible de enderezarse o torcerse. Esta problematicidad coincide con el mismo gestarse histórico de la conciencia como preparación de una opción libre de todo «desorden de los afectos», que se traduce en disposición radical al seguimiento de un proyecto de humanidad auténtico, tarea de la Segunda Semana. El mal, drama que purifica y hace más realista la libertad, prepara la nueva creación. Luego de examinar los recursos que ofrece la primera fase de los Ejercicios, esta re-

* Doctor en Filosofía de la Pontificia Univerdiad Gregoriana de Roma. Magister en Teología, Especialización en Espiritualidad Ignaciana y Especialización en Pedagogía Ignaciana de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica flexión sobre el mal se apoya en la fenomenología hermenéutica de P. Ricoeur, cuyo camino se interna en el horizonte simbólico de los mitos, la sabiduría y el sentimiento revelador de la «patética de la miseria» en donde la historia de los efectos del mal no termina con un final feliz. Por el contrario, aparece como una herida latente que hace sangrar el corazón, el cual se convierte en escenario del bien y del mal, quedando abierta la tarea de la fe y de la teología: posibilitar la supervivencia con esta herida abierta. Porque el que cree no se contenta con una respuesta explicativa a la pregunta de la teodicea. El que cree rechaza los intentos de reducir la pregunta.

ESTRUCTURA DE LA PRIMERA SEMANA

La intención de la Primera Semana en el marco de los Ejercicios Espirituales conserva una función propedéutica de la experiencia de Dios del hombre entendido como proyecto (M. Heidegger), Deseo (S. Freud), Crisis (E. Mounier)1 , criatura de Dios (I. Loyola). Su contenido pretende entrenar en el difícil drama de la libertad en donde el mal aparece como un desafío2, como realidad injustificable3 y no propiamente como un problema moral4. El dinamismo de la libertad es capaz de afectar interiormente la experiencia espiritual del ejercitante con la «vergüenza y confusión»por el malprotagonizadoypadecido; con el«crecidoe intensodolor y lágrimas», e incluso a una «exclamación admirative con crecido afecto». Estecrecido afectoloentendemosen loquedenominamosconD.Goleman el coeficiente emocional de la persona5, como forma integral de interactuar en el mundo capaz de ascesis, compasión, altruismo, indispensables para el diálogo con la historia, conmigo mismo y con el mundo en el camino de la lucha por la libertad responsable y la autonomía. En este sentido que acabamos de señalar podemos afirmar que la Primera

1 Cfr. EMMANUEL MOUNIER, ¿Qu´est-ce que le personnalisme? Cfr. P. Ricoeur, «Aproches de la personne» (1990): Lectures 2, (1992), 203-220.

2 Cfr. PAUL RICOEUR, Finitud y culpabilidad, Madrid 1982, 502 p.

3 Cfr. JEAN NABERT, Les éléments pour une Ethique, Aubier, Paris 1971. Essai sur le mal, Paris 1955 [tr. Cast. Caparrós Editores, 1998]. L´experience interior de la liberté, Presses Universitaires de Frances, PUJ, 1924.

4 Cfr. EMMANUEL KANT, Ensayo sobre el mal radical, México 1988.

5 Cfr. DANIEL GOLEMAN, Inteligencia emocional, 19Barcelona 1997.

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Semana se mueve en una ecología densamente afectiva en el horizonte de la libertad. Asunto que podría atrapar a muchas personas que permanecen aprisionadas en el mero nivel de los afectos, cuando éstos no se miran desde su propedéutica específica como preparación para el seguimiento, asunto que madura plenamente en la segunda etapa de los mismos Ejercicios Espirituales

En este mismo horizonte de lo afectivo emocional y en el contexto de la Primera Semana, es en el proceso de la conversión donde aparece el espacio para el aterrizaje de mi libertad responsable del mal que ha hecho y sufrido, expresada como búsqueda de la voluntad con Dios, animada por la gracia, y purificada en el sano realismo de una correlativa aversión de la voluntad frente a todo lo que no proviene de Dios.

Dentro de esta fase cuyo núcleo central es afectivo, la consolación espiritual es la verdadera clave para purificar el corazón dentro de esta ecología emocional de los Ejercicios de San Ignacio, puesto que se trata de movimientos sensibles, emotivos, afectivos que acercan a Dios y a su voluntad que él denomina consolación espiritual6 .

CONTENIDO DE LA PRIMERA SEMANA LA DIALÉCTICA PECADO Y MISERICORDIA

El pecado no constituye el eje de las meditaciones de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Los instrumentos pedagógicos sugeridos tanto al comienzo de los Ejercicios como del Principio y Fundamento, a pesar del lenguaje aparentemente moralizante de la cultura medieval y de la época de Ignacio, que emplea términos tales como: exámenes, diferentes clases de pecado –venial, mortal–, elementos que no pretenden otra cosa que la de encaminar una auténtica experiencia de Dios, lo cual no es posible sin un sano realismo que integre el problema del mal en el mundo y en la vida del ejercitante7 .

6 Cfr. Ejerecicios Espirituales 334.

7 Cfr. GILLES CUSSON, S.J., Los Ejercicios Espirituales en la Vida Corriente, Santander-España 1976, 75-102.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica

Ignacio busca con la primera fase de los Ejercicios Espirituales, purificar la libertad que se gesta desde el drama de la historicidad del mal para rechazarlo, poniendo en diálogo la respuesta del ejercitante y la respuesta de Jesús histórico. El «Jesús que tomó sobre sí en amor la cruz y la muerte» como respuesta plena de su libertad comprometida en el camino de la lucha contra el mal en el mundo. Este horizonte cristológico de la Primera Semana tiene su expresión en el coloquio ante el crucificado, resumen de esta primera fase de los Ejercicios Espirituales, cuya resonancia es equiparable al himno cristológico paulino8 , que tiene como sentido liberar la libertad encarnadaen lahistoria, nodejandolasimple comprensión del mal como una ausencia de bien, o un vacío de ser (San Agustín), donde el ejercitante percibe que como no estamos determinados por un único sentido, podemos elegir el mal; como seres humanos somos capaces de todo, somos también capaces del mal y es en esta indeterminación donde se halla el origen del mal. Por ello la relación entre libertad y mal es tan íntima, y primera, razón por la cual Ignacio pone todas sus fuerzas en éste núcleo, que en términos kantianos, la libertad es la condición de posibilidad del mal.

La visión del pecado en la Primera

Semana no es una visión moral, sino una visión del mal encarnado como «pecado»

Sintetizando podemos decir que es claro que la visión del pecado en la Primera Semana no es una visión moral, sino una visión del mal encarnadocomo«pecado», esdecirunalibertadnoliberada,rigurosamente teocéntrica y más concretamente cristocéntrica. La primera fase propone que el ejercitante alcance un grado de conciencia más profundo que el de la conciencia ético moral ordinaria del cristiano, y prepara una conciencia más existencial remitida a la gestación de la libertad que no sería plenamente real, si el ejercitante no integra el problema del mal en su historia. Los Ejercicios apuntan, no tanto a la realidad obvia e inmediata de los pecados, cuanto a esa realidad escondida en todos ellos del «misterio de iniquidad» y del mal en el mundo que sólo lo podemos descu-

8 Cfr. Flp 2, 6-11.

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brir por sus efectos percibidos dentro de la historia, como escenario del problema del mal que nos revela la contradicción de nuestra voluntad, en nuestros deseos, por ello el mal aparece al ejercitante como un desafío y por ello, se educa nuestra sensibilidad para la rechazabilidad. Cuando sostenemosalgo queesmalo,decimosnuestrodesacuerdoconelloynuestra sanción. Puesto que cuanto más de cerca nos toca algo, especialmente negativo, menos dispuestos estamos a aceptar ese resultado. No hace falta, pues, recurrir al diablo y al pecado para entender el mal.

La clave para esta concepción del mal en el contexto del misterio de iniquidad, hay que buscarla en la idea que Ignacio tiene de la relación de Dios con la persona humana a través de Jesucristo. Esta clave sólo permite leerse desde el Principio y Fundamento que recorre todos los Ejercicios Espirituales, en donde el ser humano, como espíritu encarnado9 está implantado en el corazón de este mundo, y desde él existe «para alabar, hacer reverencia y servir a Dios», y todas las cosas existen como ayudas suyas para conseguir este propósito.

El problema del mal, en los Ejercicios, no aparece para justificarlo y resolverlo semánticamente dándole sentido, afirmando que el mismo mal es transformado por Dios en Bien. El mal trastoca la estructura profunda [afectiva], y toda esta visión y realidad de las cosas, como rechazo al proyecto de Dios. Es el no dejar a Dios ser Dios en la criatura, como ingratitud hacia la divina bondad. Es la negación de las posibilidades de la libertad de enderezarse, y por ello, es negación también de la esperanza, es decir, la negación del futuro en Dios, su no realización plena. Este rechazo al Dios que se me abre como esperanza de futuro, es el que produce en el corazón humilde de quien se pone en camino de transformación, la 'vergüenza y confusión' por el mal causado que tiene su correlato en el mal padecido por otros, consecuencia de mi torcedura interior del corazón incapaz de madurar la libertad ante Dios, ante los otros, ante mí mismo. Es mal la inconsistencia de humanidad plena frente al sentido último de toda la creación.

9 EnpalabrasdeK.Rahner.Cfr. KARL RAHNER, Oyente de la Palabra: Fundamentos para una filosofía de la religión, Herder, Barcelona 1967, 73-91.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica

Si hemos afirmado que el mal tiene una dimensión escatológica, de futuro, es precisamente porque el ejercitante es llevado a percibir la fidelidad de Dios a través de su amor y su misericordia, y por consiguiente, a responder a ella de maneras nuevas y a niveles siempre más profundos, ya que se sabe desde el comienzo que Dios es un Dios bondadoso y misericordioso; también sabe desde el comienzo que él es un pecador y, sin embargo, llamado a un futuro distinto, alterado precisamente por su libertad. Es así como los Ejercicios en su primera etapa parten de una abandonada confianza en la bondad y misericordia de Dios, que tienen como petición central el abrirse plenamente a esa misma misericordia con todo el corazón, con toda la mente y en la totalidad del espíritu a recibir precisamente la misericordia que viene generosamente de Dios a través de la realidad de su Reino que llega en Jesús.

Esta apertura al Reino es la conversión, la liberación que experimenta quien asume el drama del morir y vivir en la verdadera vida potencializada en el amor de Dios. Ante esta generosidad divina caemos en la cuenta que Dios es precisamente misericordia ofrecida 'gratuitamente' y como afirma Pablo, caemos también en la cuenta de que Dios en su infinita fidelidad derrama sobre nosotros gracia tras gracia. Ante esta nobleza de Dios, percibimos nuestra innobleza y nuestra miseria. Precisamente esta gratuidad infinita y este don generoso que es Dios mismo autocomunicándose en nuestra historia, se nos hace difícil a los hombres y mujeres de hoy, el lenguaje ignaciano sobre el infierno que traen los Ejercicios como última meditación de la primera fase.

Sin embargo, la composición de lugar del infierno, presentado por Ignacio con la alegoría de un lugar hacinado y mal oliente lleno de brutos animales, es decir, como el escenario más patético de inhumanidad y perversión del corazón y del hombre [aunque países como los nuestros no es difícil representarnos estos escenarios poblados de muerte, guerra, violencia y destrucción]; sin embargo, el interés pedagógico que sugiere la semántica de este lenguaje no es otro que una lectura desde la persona humana frustrada en su capacidad de amor y de esperanza, de realización y de sueños profundos, es decir, en su relación con Dios, con los otros, con el mundo. Lo importante de este escenario con el que concluye la Primera Semana, no es otro que el ejercitante capte que la iniciativa salvadora le abre nuevamente al horizonte futuro: de la esperanza, aún

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contra toda esperanza, es decir, que los Ejercicios de la primera etapa no buscan otro objetivo que el de dinamizar escatológicamente la fe manteniéndole e impulsándole hacia un futuro recreado, renovado, haciendo de él una nueva creación movilizado por su fe en el verdadero Dios de la vida, que ha sido siempre fiel a sus promesas y que revitaliza nuestra inquietud de búsqueda a modo de promissio inquieta10 de nuestra existencia que aún no ha llegado a su totalidad, pero que se pone en camino de la gestación de una nueva humanidad inaugurada ya por el Señor Jesús, como una creación restaurada, renovada. Una segunda creación de la humanidad acaecida ya en la resurrección.

EFECTO PEDAGÓGICO DEL MAL EN LAS

MEDITACIONES DE LA PRIMERA SEMANA

Las cinco meditaciones de la Primera Semana buscan rastrear los efectos del mal presente en el mundo, en el corazón del hombre, en la historia, para que remontándonos sobre los destrozos del mal logremos asumir nuestra responsabilidad histórica ante él. El mal causado tiene como correlato un mal padecido por otros. La meditación sobre el mal no es una especulación en abstracto sobre los «pecados» sean ellos personales, históricos o sociales. La única manera que tenemos de percibir el mal en el mundo es precisamente a través de sus efectos perversos y perniciosos, como bien lo afirma Ignacio, quien en esto coincide con lo que expresa, en un lenguaje más cercano a nosotros, el filósofo francés P. Ricoeur, en suobrayaclásicapara nosotros: Finitud y culpabilidad. Especialmente importante su segunda parte, la «simbólica del mal» que es una reflexión sobre la labilidad humana en la que sustenta su tesis del mal como desafío. Es así como lo escandaloso del mal radica en su existencia misma. El mal es aquello que no puede, no debe existir. Siguiendoa sumaestro Jean Nabert en suobra Ensayo sobre el mal, nos dice que la existencia del mal es desde todo punto de vista injustificable. Por esto su existencia reclama un interpelación, una legitimación del mal sería precisamente su eliminación. El mal justificado ya no sería tal. Muchas de las explicaciones del mal, filosóficas, teológicas, psicológicas, sociológicas, consisten precisamente en negar la efectividad del mal, mostrarlo

10 Cfr. JÜRGEN MOLTMANN, Teología de la Esperanza, Sígueme, Salamanca 1969, 257.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica como un bien disfrazado. Recordemos la tesis socrática según la cual nadie hace el mal a sabiendas. Incluso la intención de darle un sentido al problema del mal, tiene una teleología intrínseca, una razón de ser, sirve de algo mayor que él mismo, y deja, por consiguiente de ser un mal. Por tanto, Ignacio, como Ricoeur, coinciden en que el mal, es un desafío a nuestra libertad. No se proponen resolverlo sino integrarlo.

Repasando muy someramente los efectos de éstas hipótesis a través de los Ejercicios Espirituales en su prima fase, podemos advertir que la primera meditación11 consiste en ahondar sobre los efectos del pecado en la historia, no en abstracto como ya hemos dicho. El pecado es signo del misterio del mal y de la iniquidad de una magnitud que siempre se nos escapa y que sólo es accesible por sus efectos perversos y maliciosos de muerte y destrucción. En la labilidad –afirma Ricoeur– aparece la posibilidad del mal como grabada en la constitución más íntima de la realidad humana12. En los efectos del pecado, responsable del mal en el mundo y en la historia, Ignacio sugiere la relevancia estremecedora del sentidodelaperversidaddelmal,loquehemosdenominadoconP.Ricoeur: Desafío. Esta perversión del mal la subraya Ignacio con las siguientes frases: «no querer hacer reverencia y obediencia», «siendo vedados que no comiesen… y ellos comiendo», «gravedad y malicia del pecado...». Es así como: mi pecado, el de los ángeles, el pecado original, propio de las meditaciones de la primera etapa del peregrinaje espiritual ignaciano, desembocan en la Cruz a través del triple coloquio ante el crucificado, lo que cierra el arco que propicia el equilibrio a la meditación abierta por la inquietud y el escándalo del mal sellando con el silencio del Dios crucificado la respuesta que emerge al interior del ejercitante: ¿qué ha hecho el Señor por mí?, y ¿qué he hecho para descrucificar al Cristo?

Esasícomoelpecadoradquiriendohorrordelpecado,loqueRicoeur llama «rechazabilidad del mal», adquiere a la vez conocimiento interno de la bondad de Dios, de la fidelidad de Dios; conquista también una esperanza realista ampliada cada vez más por el conocimiento y la promesa de Dios, que pone de manifiesto una reorientación del sentido de la his-

11 Cfr. Ejercicios Espirituales 45-54.

12 Cfr. RICOEUR, Op. cit., p. 25.

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La conversión es la respuesta agradecida al Dios que se revela en todas las cosas

toria. Desde esta perspectiva, la meditación sobre el infierno, es una apretada síntesis de la primera etapa. En palabras de J. Moltmann, el mal y el infierno son definidos como carencia de esperanza, frustración del amor de Dios. Por esta razón, no en vano a la puerta del infierno deDanteestáescrito:«Abandonadtodaesperanza los que aquí entráis». Y en el lenguaje antropológico teológico de Ricoeur lo describe como un conflicto, una guerra íntima, una in coincidenciaqueradicaen losmismos fondosoriginariosdel hombre«cuya lucha intestina original hace sangrar nuestro corazón»13, coincidiendo en esto con la ipsíssima verba iesu de Mt 15, 10 de situar el origen del mal en el escenario del corazón humano.

Si el primer Ejercicio de esta fase inicial meditaba las consecuencias histórico situadas de los muchos pecados, el segundo Ejercicio14 se detiene en su sentido y significación concreta en el horizonte de la historia de pecado de la humanidad, descubriendo su malicia y fealdad, para suscitar un sentimiento de pequeñez ante Dios, descubriendo que la conversión es la respuesta agradecida al Dios que se revela en todas las cosas, es la libertad liberada al precio de haber pasado por el drama de gestar la misma libertad responsable ante uno mismo y ante los demás. En esta meditación final, no se insiste tanto en la culpabilidad cuanto en el sentido de mi historicidad gestada desde la libertad liberada.

El tercer y cuatro Ejercicios de la fase inicial son las repeticiones. Esto hace que su materia sea difícil de realizar por tratarse del mal que cada uno encarna desde su libertad y rehuye desde su sensibilidad, pero su pedagogía no pretende otra cosa que hacer una síntesis sentida y profundizada en su conjunto como un todo. La repetición tiene un lugar pedagógico muy reconocido y no consiste simplemente en volver sobre lo ya meditado, sino una nueva contemplación del mal cuyas resonancias al igual que un oleaje cada vez se amplían más y más, y van permitiendo

13 Ibid., p. 148.

14 Cfr. Ejercicios Espirituales 55-61.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica tematizar más claramente, por un lado conversión del corazón, pero por otro lado la aversión al mal que se quiere quitar, y que es el objetivo buscado por todos los Ejercicios Espirituales15 resituando la realidad humana desde el eje radical del deseo y ubicando claramente el disgusto hondamente sentido por la limpieza de corazón, por el orden querido por Dios que va ordenando nuevamente el corazón. En ese «que la sensualidad obedezca a la razón y todas partes inferiores estén más subyectas a las superiores»16 seexpresaelproyectoylatareadetodala vida,propugnando una afectividad convertida desde el centro del corazón, enderezando el deseo que impide a la humanidad encaminarse plenamente hacia el futuro del hombre en Dios. Mirarnos desde el horizonte de Dios, suscita en nosotros nuestra obediencia y humildad filial regenerando al ejercitante en su capacidad de vivir en el amor, la gratitud y una relación restablecida desde el interior con los demás, consigo mismo y con Dios como creador y Señor de todo: «y con esto darle gracias… de cómo hasta ahora siempre ha tenido de mí tanta piedad y misericordia», pues con el mal que he causado, he sido consciente de que el mal no es un concepto sino esencialmente «una herida definitiva en la piel de la humanidad»17 que ha dejado sus huellas lacerantes en la historia.

EL DESAFÍO DEL MAL

NACIMIENTO DEL MAL EN EL MUNDO

El sexto día Dios había creado al hombre a su propia imagen y semejanza, según nos cuenta el libro del Génesis en el poema de la creación18. Al finalizar de la creación Dios mismo encontró que todo era «muy bueno». A pesar de esta maravillosa ingeniería creadora, acontece de pronto queel hombre introduce unaperturbación de aquel ordentotal. El pecado original abre una grieta profunda en la creación, un desgarro tan hondo que Dios llega a arrepentirse de haber creado al hombre:

15 Ibid., 21.

16 Ejercicios Espirituales 87.

17 ARNOLDO LIBERMAN, De lo siniestro a lo metafísico: Letras Internacional 56 (1998) 30-34.

18 Gn 1, 26ss.

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Al ver el Señor que en la tierra crecía la maldad delhombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón. Y dijo: Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado…19 .

Allí también se nos cuenta que en el bosque del paraíso están sembrados el árbol de la vida, y el árbol de la ciencia del «bien y del mal»20 . Aunque al hombre le está vetado comer de sus frutos, sin embargo desoyó tal prohibición, trayendo como consecuencia sobre sí la «muerte»21. Esto nos lleva a pensar del hombre como un ser originariamente inmortal, descubre que en la misma prohibición crea el conocimiento que ella prohíbe, porqueal comer del fruto prohibido,seinstauralaconciencia. Es elmismo árbol prohibido el que le da la señal orientadora a saber: «¡No tener en cuenta esta orientación!», como si quisiésemos ir más allá de la inocencia. Antesemejanteindicaciónnopodemosmenosdehacernos«culpables», pues para respetar la misma inocencia, no queda otro camino que el dejar de respetarla. Es lo que sucede con el árbol prohibido del conocimiento del bien y del mal. Como el árbol prohibido se halla en el bosque del paraíso, quiere decir que el conocimiento del bien y del mal ha sido concedido ya al hombre, ya el hombre lo posee en el paraíso.

Éste sabe, al menos, que es malo comer del árbol del conocimiento. Por tanto, yaantesdecomer deél,ha sido conducidoporlaprohibicióna la distinción entre el bien y el mal. Así pues, en el caso de que hubiera habido un estado de inocencia que ignorara tal distinción, el hombre no perdió su inocencia paradisíaca cuando comió del árbol del conocimiento, sino en el momento mismo en que se le hizo la prohibición. Cuando Dios dejó a la libre disposición del hombre la aceptación o la conculcación del mandato, le otorgó el don de la libertad. No fue poco significativo este hecho, la conciencia requiere de la ecología de la libertad, asunto que hemos relacionado en la primera parte de esta meditación sobre el mal en los Ejercicios Espirituales, donde el mal aparece no como pecado o culpa, sino como desafío a la libertad humana que precisamente engendra la misma conciencia. Recordando las frases de Jean Nabert: «A las experiencias

19 Ibid., 6, 5-6.

20 Ibid., 3, 3.

21 Ibid.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica fundamentales de la soledad, del fracaso, de la falta, están vinculados la mayoría de sentimientos que genera la expansión del yo»22. El yo madura en el escenario del fracaso que se orienta hacia la afirmación originaria.

Es así cuando la conciencia de la libertad entra en juego, la inocencia paradisíaca queda atrás. Desde ese momento existe el dolor originario de la conciencia. La conciencia ya no se agota en el ser, sino que lo rebasa, con su infinito número de posibilidades. «Feliz culpa» exclama Pablo en la Carta alosRomanos. El árbol del conocimiento queda aún en el árbol de la vida. La conciencia se convierte en deseo, en anhelo, en dinamismo histórico,queesabiertohacialoposible,ypor consiguiente, puede ser seducida también por lo que no le corresponde. Esta libertad aún no incluye el hecho de que el hombre conozca también lo que está en el bosque del paraíso, juntamente con el árbol de la vida. El problema está en que el conocimiento no se hallaba todavía en el ámbito de la libertad. El hombre aprenderá, y aprenderá también a través de los fracasos, como lo acabamos de leer en Jean Nabert. Hegel afirma que la historia del pecado original no es propiamente una caída, sino como el comienzo de una historia de éxitos, y por ello es el proyecto a seguir por la filosofía dinamizada por el conocimiento de lo real, escribe: «El conocimiento sana la herida que él mismo produce».

Dios al concedernos la libertad, eleva inmensamente al hombre y es precisamente la libertad la que le hace semejante a Dios

Dios al concedernos la libertad, eleva inmensamente al hombre y es precisamente la libertad la que le hace semejante a Dios. De ahí que el mismo Dios, después del pecado original reflexione de ésta manera, segúnel librodel Génesis: «Y el Señor Dios dijo: si el hombre es ya como uno de nosotros, conocedor del bien y el mal…»23. Dios no se había limitado a programar al hombre, sino que le ha hecho en apertura al Ser. Esta idea la expresa K. Rahner cuando afirma:

22 NABERT, Op. cit., p. 20. 23 Gn 3, 21.

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El Hombre es en suma, la apertura tendencial hacia Dios. Es decir, trascendencia hacia el infinito. Cuando más conoce y quiere un hombre, más llega a sí mismo; cuanto más llega a sí mismo, más se sitúa en presencia del absoluto. Y esta dinámica trascendental, lejos de ser «algo dado también en el hombre», algo adventicio y secundario, lo convierte en «lo que él mismo es y se experimenta»24 .

Apertura tendencial, que como ya hemos señalado, es la puerta de oro de ingreso al peregrinar ignaciano hacia la experiencia del drama de la libertad y de gestación de nuestra conciencia que integra el mal en su historia.

Pero, además, Dios ha ampliado y enriquecido al hombre con la dimensión del deber, con la apertura de lo que denominaríamos con E. Kant: La república moral. Es así como de golpe, con ensanchamiento de su conciencia, la realidad también se ha hecho más amplia, aunque, a la vez correlativamente, más peligrosa porque en el paraíso, la conciencia que crece a la altura de la libertad instaura la pluridimensionalidad de las cosas. Se instaura la necesidad de discernir, de deliberar, de ponderar como afirma Aristóteles: «no se debe buscar en todas las discusiones la misma exactitud…»25. Desde ahora existen el ser y el deber.

Esta ontología del ser y del deber irrumpe y desestabilizan el mundo cerrado del paraíso, donde era motivo de felicidad vivir unidimensionalmente. Esta unidimensionalidad es ironizada por Hegel cuando se refiere al así denominado «paraíso» calificándolo como un «jardín para animales» que desconocen la conciencia de su libertad y viven el mundo de la inmediatez. La unidimensionalidad es una enfermedad en el hombre. Aunque de paso podemos hacer eco a la crítica de Herbert Marcuse sobre la miopía del hombre contemporáneo, que consiste en estar aprisionado por la unidimensionalidad del eros, negándose toda la plurisignificatividad digna de lo plenamente humano e histórico, en su obra El hombre Unidimensional y Eros y civilización26 .

24 RAHNER, Op. cit.

25 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Aguilar, (LI, 31), 998, 273.

26 Cfr.HERBERT MARCUSE, El hombre unidimensional [1954],Obras Maestrasdelpensamiento contemporáneo, Barcelona 1981. Eros y Civilización [1953].

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica

En el paraíso –decíamos– comienza la peregrinación de la conciencia y consecuentemente la aventura de la diferencia y la libertad. Se abren nuevos horizontes, a pesar de haberse perdido la unidad paradisíaca incuestionada consigo mismo y con todos los seres vivos. Por ello, aplaude el poeta argentino: «¡Bravo! Todos hemos perdido la inocencia». La memoria ancestral nos permite creer que todos nosotros hemos vivido ya una vez la expulsión del paraíso, a saber, cuando acabó nuestra infancia. Por tanto, cuando el hombre recibió la libertad de elección, tuvo que perder la inocencia del devenir y del ser. Nadie, ni siquiera Dios, podía desgravarlo del peso de la recta elección. Dios tenía que confiar esto al hombre, pues respetaba su libertad. Sin embargo, esa libertad no podía ser perfecta, pues la perfección se da solamente en Dios. La libertad es en el hombre una oportunidad, no una garantía de éxito. Su vida puede fracasar y fracasar porlibertad. Aunque,nospodemos preguntar:¿podemos preferir la libertad sin el riesgo?

Cuando el hombre recibió la libertad de elección, tuvo que perder la inocencia del devenir y del ser

La historia del pecado original muestra al hombre como un ser confrontado anteuna elección. Por ello el hombre, tal como procede de las manos de Dios, en cierto modo está todavía inacabado. No está fijadotodavía. Esunanimalprovisionalquedejaelcentro, para dirigirse a la periferia, como afirmaría F. Nietzsche; y J. P. Sartre nos refuerza esta visión de la libertadcuando advierte que hayque realizar algo de aquello para lo que hemos sido hechos y eso para lo que hemos sido hechos es precisamente la libertad que llega a tan alto grado que cuando advierte que precisamente: «somos esclavos de nuestra propia libertad»27. La historia del pecado original narra cómo el hombre se hace a sí mismo en una elección originaria que se repite siempre de nuevo, narra cómo el hombre tenía que elegir y luego hizo una falsa elección, seducido por la aspiración a traspasar los límites de una prohibición, que el mismo Sartre denomina la mala fe. Pero en esa elección se engendró a sí mismo en la libertad, que requiere ser purificada como nos advierte la pedagogía de los Ejercicios Espirituales.

27 JEAN PAUL SARTRE, El existencialismo es un humanismo, Paris.

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Hasta ese momento previo a la libertad, había solamente realidades materiales: agua y tierra, plantas, un jardín, los animales y el hombre y la mujer. Por la prohibición llega al mundouna realidad espiritual. Es la palabra prohibitiva, el «no», que no actúa tan inmediatamente y por ello no es tan poderoso como la palabra creadora de Dios al principio de la creación. Este «no» suscita la libertad del hombre y a la vez se dirige a ella. Pues se somete al arbitrio del hombre. A esa zona cargada de inexactitudes –que nos refiere Aristóteles– y de su obediencia a este «no» prohibitivo.

A través de la historia del pecado original somos testigos del espíritu de la negación. El primer «no» en la historia del mundo fue la prohibición de Dios. Se anudan el nacimiento de la libertad y del no y con ellos el ingreso en la historia y en el mundo de algo funestamente nuevo. El hombre al conocer su libertad, también puede decir «no» a Dios. Al decir «no» a laprohibición, lapasacompletamenteporalto,quedandocomoconsecuencia que también puede decirse «no» a sí mismo. CuandoAdán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal: «se abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban desnudos;entrelazaron hojas de higueray se las ciñeron»28. De pronto, el hombre se comprende también desde fuera, ya no está escondido en su cuerpo, se ha vuelto extraño para sí mismo, y esta extrañeidad es lo que le permite la reflexión y el descubrimiento que también él es visto por otros, con aquella mirada objetivadora que es un verdadero suplicio según nos relata Sartre en su obra El ser y la nada29. El hombre está en campo abierto. Comienza el drama de la visibilidad. La primera reacción es volver a lo invisible: «El hombre y su mujer se escondieron entre los árboles del jardín para que el Señor Dios no los viera»30 .

Quien por vergüenza desearía que la tierra lo tragara no quiere deshacer una simple acción, sino deshacerse a sí mismo como su autor. Se dice «no» a sí mismo. Ahí tenemos la primera escisión del paradisíaco ser sí mismo, que desde ese momento queda inficionado por el no. Y en definitiva, de las negaciones salen aniquilaciones, tal como muestra la historia de Caín y Abel. Dios rechazó el sacrificio de Caín, es decir, le

28 Gn 3, 7.

29 Cfr. JEAN PAUL SARTRE, El Ser y la Nada, Buenos Aires 1996, (Parte III, 4) 328ss.

30 Gn 3, 8.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica

replicó con un no. Eso pesa duramente sobre Caín, que quiere exonerarse cargando el «no» sobre su hermano: lo mata.

Volvamos al pecado original. ¿Qué es propiamente tan «malo» en este árbol del conocimiento para que Dios lo cubra con semejante tabú? No puede haber nada de malo en el conocimiento del bien y del mal, tanto más por el hecho de que Dios, cuando confronta al hombre con algo prohibido, da por supuesta su capacidad de hacer esta distinción. ¿Quiere calibrar Dios la obediencia del hombre? ¿Tiene el árbol la función de someterlo a prueba? En todo caso, la historia del pecado original suscita la pregunta desi hay ley por causa delpecado, o más bien hay pecado por causa de la ley. Fue Pablo el que planteó esta pregunta, en el contexto de su crítica al Antiguo Testamento.

Enel capítuloséptimodelaCarta alosRomanosaduce lasiguiente consideración. Desde la primera prohibición en el paraíso el hombre vive bajo la «ley». Pero la ley incita a la transgresión:

«¿Qué diremos ahora? ¿Es pecado la ley? ¡Lejos de nosotros! Pero no conocería el pecado si no fuera por la ley. Pues nada sabría yo de la concupiscencia si la ley no hubiese dicho: «no seas concupiscente». Pero entonces el pecado tomó el mandato como causa y excitó en mí toda clase de apetitos; pues sin la ley el pecado estaba muerto».

La ley induce a la transgresión de la ley. Despierta determinadas representaciones, y son éstas las que en la historia del pecado original se presentan como ofensa y pecado. Por tanto, el conocimiento del bien y del mal no constituye en sí mismo algo malo, sino que es malo lo que

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Adán y Eva se prometen de tal conocimiento. Y se prometen lo que les susurrala serpiente:«La serpiente replicó: !Nada de pena de muerte! Lo que pasa es que sabe Dios que, en cuanto ustedes coman de él, se les abrirán los ojos y serán como Dios, versados en el bien y en el mal»31 .

El conocimiento del bien y del mal recibe así un nuevo sentido. Ahora significa la aspiración a ser como Dios, es decir, a ser –omnipotentes– a poder transgredir un mandato divino sin consecuencias negativas; y a ser omniscientes: se conoce el bien y el mal en el sentido de que se sabe todo lo que hay entre el cielo y la tierra. La prohibición divina señala al hombre sus límites. Ni puede hacerlo todo ni saberlo todo. ¿No es lícito o no puede? No puede, porque al final no logra alcanzarlo. Y no le es lícito porque con ello se daña a sí mismo.

El hombre no ha de querer saber demasiado, ha de saber lo que le corresponde. Y tampoco ha de querer verlo todo; tiene que respetar algunascosas ocultas,enesedesafuero delconocimientoqueproduce laebriedad del vino según nos relata la historia de Cam, ve la «desnudez» de su padre y busca a sus dos hermanos que al saber lo que es decoroso lo cubren, lo que ocasiona la maldición de Cam por haber querido ver lo indebido que revela el aspecto concupiscente del deseo de saber32 .

La libertad implica responsabilidad y, por eso, también la tendencia a desplazarla. Adán la desplaza a Eva, que por su parte inculpa a la serpiente. Pero Dios no acepta sus excusas.

La historia del pecado original no deja entrever nada relativo a un poder del mal independiente del hombre, a un poder que pudiera servirle de excusa, justificándose como si fuera una víctima del mismo. El pecado original, a pesar de la serpiente, es una historia que se desarrolla únicamente entre Dios y la libertad del hombre.

Tan sólo más tarde se hace de la serpiente un poder autónomo, una figura divina y antidivina. El mal se convierte en diablo, en antidios, que

31 Gn 3, 4-5.

32 Cfr. La historia de Noe y sus hijos, Gn 9, 23.

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El mal. El drama de la libertad en la nueva creación. Perspectiva filosófica lucha por el alma del hombre, personificándose en el mal, sirviendo de no poco divertimento de ésta época de fundamentalismos que apoyándose en la obra literaria de La Divina Comedia de Dante Aligieri, adquiere los rasgos de un personaje teatral, y como su nombre lo indica, de «comedia» que se convierte en el hazme reír de teólogos y filósofos, pues bien sabemos que no necesitamos del diablo para hablar del mal y como nos señala el P. Carlos Bravo, S.J., en su escrito póstumo, donde afirma que:

No podemos encontrar una respuesta que sea definitivamente satisfactoria, si lo separamos de un proceso que parte de los orígenes de esta creación evolutiva, que incluye al hombre mismo a partir de su condición puramente animal y va ascendiendo en las diversas escalas de la espiritualidad hacia una experiencia cada vez más profunda del sentido total de la creación del Dios de Jesucristo33 .

El ascenso producido por el espíritu, cuyo horizonte es trazado por los Ejercicios Espirituales, y la consiguiente reflexión teológico filosófica, nos permiten concluir, que el mal exige diferentes lecturas distintas a su clasificación simplemente como mal físico, metafísico, moral. Por ello es urgente la intervención de otras ciencias como la fenomenología hermenéutica, la psicología, la sociología, ente otras, que nos sugiere que ésta reflexión sobre el mal, aún tiene asuntos pendientes.

Su injustificabilidad sigue patente. Es preciso acercarnos al diálogo con otros autores que renueven el ya gastado discurso de la teodicea, y escuchar otra voces como la de Jean Nabert, M. Heidegger, H. G. Gadamer, P. Ricoeur, entre otros. Escribe Nabert: «Inmanente a la experiencia moral, la reflexión sobre el fracaso, la falta, la solitud, no deben solamente revelar las estructuras del mal permitiendo comprender los límites de la satisfacción del mal; sino que estas se orientan hacia la afirmación según la cual, se ordena toda la experiencia moral…»34, y añadiríamos nosotros toda la experiencia histórica, espiritual, social, moral, cultural.

33 Carlos Bravo M, s.j., La experiencia del mal. ¿Para qué el mal? Papers inéditos, 1993, 2. Importante el capítulo10 sobre «El sentido dialéctico del mal en la historia».

34 NABERT, Op. cit., p. 20.

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Queda pues una tarea pendiente seguir la meditación sobre el mal para lo cual nuestra realidadnos ofrece abundante gama y pluralidad de sus efectos, porque es nuestra realidad entera la que necesita ser redimida del mal, con la fuerza infinita del perdón, la solidaridad, la liberación total que acerque nuestras más queridas utopías y nos permita seguir soñando lo posible aún en medio de lo imposible de esta noche oscura y en medio de este dolor de país que nos sigue interrogando insospechadamente sobre la inmensa fuerza del mal, pero también, sobre el infinito poder de Dios quien se enfrentó al mal y por ello fue conducido a la Cruz. Desde este Dios crucificado, nos disponemos a dejarnos inspirar por la sombra de la cruz, que nos hace posible, esperar contra toda esperanza y a no limar sus aristas, ni desfigurar la pregunta por el mal que sigue quebrándonos la razón, pero aguzando nuestra mirada de fe. Escribe J. Moltmann, porque la tarea de la fe y la teología: «consiste en posibilitar la superviviencia con esta herida abierta. El que cree no se contenta con una respuesta explicativa a la pregunta de la teodicea. El que cree rechaza todos los intentos de reducir la pregunta». Lapregunta porel¿para qué del mal?, Sigue como enigma abierto que desafía nuestra fe, pone en sitio nuestra razón y dinamiza nuestra acción, porque es preciso «quitar todas las afecciones desordenadas»35 . 35 Cfr. Ejercicios Espirituales 21.

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Perspectiva Pedagógica

ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS

La tarea que se nos ha encomendado está claramente definida: no es una conferencia sobre la Primera Semana, o un ensayo sobre la pedagogía ignaciana. Se trata de tener una mirada sobre el modo como trata Ignacio el asunto del mal en la Primera Semana desde una perspectiva pedagógica.

Mucho se ha escrito sobre los Ejercicios Espirituales en general y mucho también en particular sobre cada uno de sus apartados, desde las Anotaciones hasta cada una de sus Semanas con sus respectivas meditaciones y contemplaciones. Más del asunto del mal me encuentro con que muchos, e incluso connotados autores, eluden el tema o lo tratan sucintamente. En consecuencia, de la perspectiva pedagógica del problema del mal en la Primera Semana, que hoy nos ocupa, menos aún encontramos documentación, por lo menos hasta donde yo sé, y eso puede ser ignorancia mía. Luego lo que a continuación presento obedece más a un ejercicio

* Rector del Colegio San Ignacio de Loyola de Medellín y Presidente de la Federación Latinoamericana de Colegios Jesuitas, FLACSI.

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personal de reflexión y síntesis, inspirado en algunas fuentes y también, por supuesto, desde mi experiencia y condición de educador.

Una necesaria precisión previa tiene que ver con la diferenciación entre pedagogía ignaciana y pedagogía de los jesuitas. La pedagogía de los jesuitas supone la pedagogía ignaciana pero le ha agregado, abierta y eclécticamente elementos externos (el modus parisiensis, por ejemplo) que posteriormente también ha desarrollado en su vasta experiencia de más de 450 años. En tanto la pedagogía ignaciana surge no porque Ignacio lo pretenda sino porque hemos reconocido en Ignacio a un Maestroquenunca fueprofesor yquenuncabuscóelaborarun tratadopedagógico. La pedagogía ignaciana brota de la lectura pedagógica de los escritos de Ignacio (EE, Constituciones, Diario Espiritual, Cartas, Autobiografía…) que nos sirven para inspirarnos, descubrir lineamientos, obtener deducciones, sacar inferencias y llegar a conclusiones de este tipo.

Así las cosas, los Ejercicios, todos ellos, manejan una pedagogía, unos métodos y también unas didácticas. Ignacio es supremamente juicioso,amás decuidadoso,alplantear cadapaso,cadadetalle, cadaaspecto de todos los Ejercicios que propone. En la Primera Semana, particularmente, si se tienen presentes todos estos aspectos se sentarán las bases fundamentales de lo que se sigue, de tal manera, que si quedasen bien puestas San Ignacio dirá que esto solo bastará para muchos como buen fruto de la experiencia.

Son, pues, los Ejercicios, la obra pedagógica más estructurada de Ignacio, pero como ya lo dijimos no es la única donde nos muestra su talante de maestro. En la Autobiografía nos ofrece testimonios de su manera de formar personas; en sus Cartas hay ricos elementos que hemos podido deducir; las Constituciones contienen todo un tratado de formación espiritual y humana… y de toda esa riqueza, cuenta él en su Autobiografía, a propósito de su experiencia manresana que «Le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño»1, se siente, pues, discípulo del Maestro por antonomasia.

1 Autobiografía 27.

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Los Ejercicios contienen elementos metodológicos y didácticos que los convierten en una auténtica pedagogía que incluye un proceso que se divide por etapas o «semanas», con múltiples actividades (oración, lecturas, prácticas penitenciales, liturgia, etc.), se explican modos de hacerlo (concentración y recogimiento, ritmos de alimentación y descanso, horarios, ejercicios descritos en detalle, repeticiones, etc.) y se ponen en movimiento todas las dimensiones del ser humano (por supuesto la espiritual, afectiva, cognitiva, ética, estética, corporal, etc.)

En todo el texto, pero particularmente en la semana y el tema que hoy nos ocupa encontramos implícitos los 5 momentos que hoy día consideramos característicos del modo de proceder pedagógico ignaciano:

 El Contexto, o ese partir de la propia realidad que ubica a la persona frente a la situación social-económica-política y cultural del momento, los presaberes que se traen, etc. La composición de lugar ignaciana ayudará a ese propósito.

 La Experiencia, o ese buscar mover a la persona toda con sus sentidos (ver, oler, oír, tocar), mente, corazón y voluntad, de manera directa o indirecta, con las ayudas necesarias y buscando ser siempre impactante. El «sentir y gustar» de Ignacio es un ejemplo de ello.

 La Reflexión, o ese «reflectir para sacar provecho», el pedir conocimiento, el discernir ignaciano. Es ver la razón, los por qué. Es una invitación a «no tragar entero», a entender las cosas, a hacer el «insight» propiamente dicho, al saber el por qué de lo que se ha experimentado, hasta llegar a emitir un juicio de valor que nos comprometa y decida a actuar.

 La Acción, o ese «quid agendum» (qué hay que hacer) resulta clave, pues como dice el adagio popular «obras son amores y no buenas razones»,o dichocon Ignacio en la CuartaSemana «el amor hay que ponerlo más en las obras que en las palabras». Se trata de pasar de la decisión a los hechos, al obrar coherentemente con lo que se piensa.

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 La Evaluación, o ese «examen» ignaciano que nos hace ver los aciertos y equivocaciones para buscar siempre lo mejor, para funcionar en la dinámica del «magis» que encierra toda una estrategia de mejoramiento continuo, para no contentarse con la mediocridad, en últimas para ordenar efectivamente la vida.

ELEMENTOS PEDAGÓGICOS

SUPUESTOS HASTA AHORA

De seguro que aunque en los anteriores Simposios se ha escrito ya de las Anotaciones, el Prosupuesto y el Principio y Fundamento, no creo que sobre recordar algunas notas pedagógicas para que hagamos el «amarre» con lo que ya hemos reflexionado antes y, suponiéndolo, avancemos.

Las Anotaciones dejan muy claro el qué y el para qué de los Ejercicios. Dan importancia a las personas implicadas (el que da y el que hace la experiencia) y les definen muy claramente sus roles y cómo y con qué actitudes deben afrontarse ciertas situaciones durante el proceso, pues sólo no se puede andar en este camino y el acompañamiento es fundamental para crecer espiritualmente. Anuncian que se apela a la razón y entendimiento, pero también a la voluntad y los afectos. Muestran el camino, «meta-odos» y la manera flexible en tiempo y contenidos de abordar las temáticas. Invitan a tener una actitud de apertura y presentan las modalidades diversas que puede haber de los Ejercicios. Nada más pedagógico que lo que hizo el Maestro Ignacio con las Anotaciones como propedéutica de la experiencia.

En el Prosupuesto, se nos invita a pensar bien de los demás, esto es,salvarlaproposicióndelprójimo,osea,notenerpre-juiciosquesesguen o que distorsionen una realidad que a lo mejor no conocemos a fondo y en totalidad. Esto, pedagógicamente hablando, es un acierto pues conviene des-prevenirse y estar abiertos, para conocer y hallar… Si todo lo que Dios ha hecho es bueno2 no hay razón entonces para pensar de entrada que hay mala intención en el prójimo, ése otro que, como yo, ha sido creado a imagen y semejanza de Dios mismo.

2 Cfr. Gn 1.

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En el Principio y Fundamento, como en todos los Ejercicios:

 La persona se convierte en la auténtica «materia» a trabajar, con la personalización como objetivo3. Esto es central en la pedagogía ignaciana.

 Se ofrece un horizonte de sentido, el deber-ser, el telós… El ser humano ha sido creado «para»… Hay una finalidad, una razón de ser y existir.

Si dejamos el bien a un lado no es porque Dios hizo el mal o quiso nuestra desgracia, sino porque así lo quisimos, así lo decidimos nosotros… ¡libremente!

 Se ubica el lugar de los medios. Las cosas creadas por Dios son buenas y fueron hechas para el ser humano y para que como tal se realice y sea feliz. No hay nada malo. El asunto está en el tanto-cuanto, esto es, en el uso que haga de las cosas. El ser humano debe usarlas tanto-cuanto y dejarlas de lado tanto-cuanto, no porque sean malas sino porque no le sirven para el cumplimiento del fin… Esto, en la pedagogía ignaciana lo hemos reconocido siempre como la afirmación de «la bondad radical del mundo»4 .

 Se afirma la libertad humana. Con el asunto de nuestra libertad Dios se jugó el todo por el todo. No nos hizo títeres o marionetas. Somos artífices de nuestra propia historia. En ese sentido, Ignacio reitera o ratifica lo que Dios hizo. Estamos llamados a ser felices, pero si dejamos el bien a un lado no es porque Dios hizo el mal o quiso nuestra desgracia, sino porque así lo quisimos, así lo decidimos nosotros… ¡libremente! La formación para una libertad, al decir de Lonergan, no sólo esencial sino también efectiva, es nuclear en nuestra pedagogía.

3 JOSÉ MARÍA RAMBLA, S.J., Jornadas de Ignacianidad, (Colección Aportes No. 5), ACODESI, Bogotá 2001.

4 Cfr. Características de la Educación de la Compañía de Jesús. (Colección Propuesta Educativa No 1), ACODESI, Bogotá 2003.

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 Se propone el discernimiento, a través del examen periódico, como una herramienta cotidiana y privilegiada para el mejoramiento continuo, para «buscar yhallar la voluntad deDios» permanentemente en nuestras vidas, para escoger no entre lo bueno y lo malo, sino para optar entre lo bueno por lo mejor.

 Se invita a la indiferencia como actitud de desprendimiento y libertad absoluta. La enfermedad, la pobreza, la deshonra, que se entienden ordinariamente como males, pueden ser asumidas no como males sino como positivas realidades para quienes se han puesto totalmente en las manos de Dios.

Para abordar el asunto del mal en la Primera Semana, Maestro Ignacio no se pone con rodeos: va directamente al asunto y lo hace a través del Examen, primero el particular y luego el general. Desde afuera y hacia adentro, procesualmente. Expone aquí métodos y didácticas, toda una pedagogía para erradicar el mal de la vida del ejercitante.

No olvidemos que para Ignacio el examen ocupaba un lugar prioritario en la vivencia de su espiritualidad, al punto de eximirnos a los jesuitas más fácilmente de la oración que de estos Ejercicios cotidianos. Ejercicios, por cierto, que a falta de uno, al menos explícitamente tres, en varios momentos del día, para traer a la conciencia el mal que hay que «corregir y enmendar»5 .

En el Examen Particular se trata de hacer un repaso de la vida. El hacerlo tan frecuente pareciera obsesivo y voluntarista, más en realidad resulta ser la única manera de afrontar, trabajar y superar efectivamente esa realidad interior. Quiero a este propósito y sin distraernos de lo fundamental, acotar como excursus una experiencia pedagógica que estamos viviendo en nuestros colegios con el sistema de gestión de calidad, pues estamos viviendo institucionalmente una situación análoga que nos permite ubicar mediante las auditorías internas, las así llamadas «no-conformidades», para aplicarles las «acciones correctivas» mediante planes operativos concretos y eficientes que nos lleven a la calidad inte-

5 Ejercicios Espirituales 24.

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Perspectiva Pedagógica

gral de nuestro servicio. Es, pues, un asunto no esporádico puntual sino constante y reiterativo que implica seguimiento6 al problema en cuestión para constatar que se está mejorando.

Cuando se contextualiza el Examen General de conciencia7, se habla de tres pensamientos: uno propio que es el de la propia libertad y dos que vienen de fuera el del buen y el mal espíritu. Subrayo aquí la insistencia ignaciana en la propia libertad: el bien y la ausencia del mismo que llamamos mal están ahí, coexistiendo, jalonando cada uno para su propio lado. Corresponderá en libertad optar y decidir seguir uno u otro.

Llama particularmente la atención la forma pedagógica como se van evaluando el pensamiento, la palabra y la obra. Tanto que uno podría elaborar lo que llamamos «mapas conceptuales» y cuadros sinópticos para comprender bien lo que quiere decírsenos. Hay una indicación exhaustiva de cómo se presentan los pensamientos y la forma como puede actuarse frente a cada uno de ellos: desde el rechazo inmediato que evita el mal, hasta el pecado mortal que se ha acogido en el acto. De las palabras, es bien interesante cómo centra todo el asunto en tres aspectos: los vanos juramentos, las palabras ociosas y el infamar y murmurar. Cada uno de ellos con detallada explicación. Por último, respecto de las obras, ubica el asunto en el ir en contra de los mandamientos y del magisterio de la Iglesia.

Resulta muy interesante la forma metodológica como nos ofrece el modo de hacer esa evaluación o examen: cuáles son los cinco puntos, cuál va primero, cual segundo… y en todos ellos: el contexto (reconocer los beneficios recibidos); la experiencia (sentir agradecimiento, sentir vergüenza); la reflexión (pedir gracia para conocer ese mal y lanzarlo); la evaluación (mirando en detalle lo que ha pasado desde el primer momento del día hasta ahora) y, finalmente, la acción que se expresa en la decisión del propósito de enmienda y cambio.

6 Cfr. Ejercicios Espirituales 28-30.

7 Ibid., 31ss.

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Elprocesonohaconcluido. Posterioral examen particular ygeneral y antes de concluir esta Primera Semana está la confesión general antes dela comunión8 conlosrespectivosprovechosqueobtienequienasílahaga.

CINCO EJERCICIOS CLAVES

El modo de orar propuesto para los cinco Ejercicios es la Meditación9. Se trataría en apariencia de un ejercicio exclusivamente intelectual, pero la meditación, en su introyección, conjuga la razón y el sentimiento. Se proponen dos ejercicios primeros de meditación sobre los pecados, luego uno de repetición de los ejercicios anteriores, enseguida uno de resumen y, para concluir, un nuevo ejercicio de meditación, esta vez sobre el infierno.

El Primero, meditación con las tres potencias -memoria, entendimiento y voluntad-10, nos pedirá ejercitar todas ellas respecto de cada uno de los tres pecados: el de los ángeles, el de Adán y Eva, el propio pecado. En cada apartado, juiciosa y sistemáticamente se retomaran cada uno de estos elementos. También aquí Ignacio incluirá, para seguir empleándolas más adelante, unas cuantas herramientas pedagógicas: LA ORACIÓN PREPARATORIA (será prácticamente la misma en adelante y nos dispondrá cada ejercicio y para la vida para obrar recta y ordenadamente); LA COMPOSICIÓN VIENDO EL LUGAR (auténtica experiencia de ejercitación delossentidos); DEMANDAR LO QUE QUIERO (cualpetición-eje estarárecordando cuál es el objetivo o propósito que se quiere alcanzar con el ejercicio); PUNTOS (pautas secuenciales que ayudan a la meditación); COLOQUIO (intenso momento de conclusión que afectivamente conecta al que hace el ejercicio con Dios y moviliza hacia una acción concreta).

En el Primer Ejercicio se apela a la Memoria como contexto; a los sentidos (ver con la vista imaginativa, sentir vergüenza y confusión…) como experiencia; al entendimiento y la razón (ver el mal que hay en mi y el daño que produce) como reflexión; al mover la voluntad(para tener un

8 Ibid., 44.

9 Los Ejercicios son también una escuela de oración y en ese sentido hay otros métodos, como la contemplación, por ejemplo, más propia de las siguientes semanas.

10 Ibid., 45ss.

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Decir que somos pecadores puede no tener problema, pero sentirnos efectivamente, con nombre y apellido pecadores, eso es otra cosa

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cambio respecto del mal y para cuestionarse: ¿qué he hecho, qué hago, qué puedo hacer por Cristo?) como acción. Todo ello dentro de un marco de auto-examen, esto es, evaluación.

El Segundo Ejercicio11, Meditación de los pecados, ahonda en el problema del mal en quien vive la experiencia, cómo ha sido el proceso, la «fealdadymalicia»delmismo,lapropiapequeñez, pero sobre todo, el amor misericordioso de Dios.

Aquí en un ambiente de evaluación, el contexto mismo consiste en hacer memoria desde el propio quién soy yo, del proceso históricocronológico, de los pecados cometidos respecto de la propia casa, en conversaciones y acciones. Se reclama como experiencia el sentir «crecido e intenso dolor y lágrimas», sentir vergüenza, verse como «llaga y postema», pero también crecido afecto y misericordia. Se reflexiona ponderando y discurriendo sobre la «fealdad y malicia» del pecado, comparando o confrontando con los otros, los santos, Dios mismo. Se actúa mediante un propósito de enmienda.

Aquí conviene comentar que Ignacio, profundo conocedor de la psicología humana, procede didácticamente de esta manera porque sabe que cuando vemos el mal a nuestro derredor nos indignamos, cual David ante la historia de Natán, somos duros e implacables y nos olvidamos que lo que huele a humo es nuestro propio rabo de paja que ya está ardiendo. Entonces ya no experimentamos y sentimos, sino que reflexionamosracionalizando para justificarnosy excusarnos, siendomalos jueces en propia causa.

Por eso, estos Ejercicios no hacen una elucubración abstrusa sobre el pecado, sino que buscan hacer sentir su «fealdad y su malicia». Decir que somos pecadores puede no tener problema, pero sentirnos efectivamente, con nombre y apellido pecadores, eso es otra cosa.

11 Ibid., 55ss.

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Cuando se habla de «fealdad» se apela también a la dimensión estética, se mueve nuestra sensibilidad. Lo feo no agrada, repulsa. Si la cosa se pone «fea» nosotros preferiríamos no estar allí. Se trata por eso de incidir en nuestra conducta. Luego no basta decir qué es pecado desde un punto de vista racional, sino sentir que eso es malo y me hace daño y es feo y horrible el hacerlo.

Maestro Ignacio nos sacude con su propuesta pero no quiere que sintamos esa culpabilidad dañina que paraliza, frustra, autodestruye. No es el super-yo que está en desgracia y aniquilado. Es sentirse pecador, pero llamado… es sentirse pecador, pero en constante movimiento de superación… es sentir vergüenza del error cometido pero también el gozo del abrazo misericordioso del Padre… y eso no es complejo de culpa sino compunción, dolor, pena y ganas de mejorar ya y reparar la equivocación cometida.

Entonces la óptica de este asunto del mal cambia. Tomar conciencia del mal no es para sentarse a llorar y ver cómo se han roto las relaciones, cómo se erró el blanco… sino para ver en esa falla una oportunidad de transformación y de reencuentro conmigo mismo y con Dios. Será siempre una oportunidad de crecimiento y mejora. «¡Oh feliz culpa que nos mereció tal Redentor!», ¡oh oportunidad maravillosa que nos hace más personas!

De ahí que la imagen de Dios que se tenga por parte del ejercitante es definitiva en esta etapa. En nuestra experiencia de Ejercicios Espirituales acompañados solemos conversar sobre las falsas imágenes o captaciones que tenemos de Dios. Porque si no nos centramos en Jesús como Dios y no experimentamos su auténtica misericordia, esta Primera Semana se vuelve un suplicio, un tormento agobiante.

El Tercer Ejercicio12, esta vez de repetición, estratégicamente pretende volver sobre lo que supuestamente quedó ya con el visto bueno, perfecto. Pudieron quedarse cosas importantes. Entonces se hace repetición para «sentir y gustar», para detenerse en las consolaciones y tam-

12 Ibid., 62ss.

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bién en las desolaciones, para no dejar pasar nada que pudiese ser ocasión de un mayor crecimiento. En el Coloquio, aparecerá reiterativamente la petición de querer sentir «aborrecimiento» de los pecados, del mal en mí. El aborrecimientosignificaque esoquemegustaba ya no me gusta, me saturó y me cansó y por eso ahora lo detesto. La orientación de mi sensibilidad cambia, pues también la sensibilidad busca ordenarse en la experiencia de los Ejercicios, porque hay cosas que intelectualmente se pueden catalogar como pecado, pero afectivamente en el fondo, nos siguen gustando… y ahí está el problema, porque en tanto yo no las aborrezca, es decir, sienta efectivamente dolor, no ha habido un cambio sustancial. Ese es un elemento clave de la repetición ignaciana: no se repite por repetir, porque no hay más materia, porque se es masoquista. Se repite porque se quiere verificar que efectivamente hay aborrecimiento del mal en mí.

San Ignacio se asegura que por la razón y el corazón estemos claros respecto del mal en nosotros y nuestra actitud a seguir en adelante

Del Cuarto Ejercicio13 que es Resumen del anterior, realiza un ejercicio del entendimiento, sin divagaciones. Discurrir nuevamente no vendrá mal. San Ignacio se asegura que por la razón y el corazón estemos claros respecto del mal en nosotros y nuestra actitud a seguir en adelante.

Finalmente y como si lo que se hubiese hecho hasta aquí fuese poco, el Quinto Ejercicio, Meditación sobre el Infierno14, es un auténtico ejemplo de la puesta en práctica del experimentar ignaciano, previa composición de lugar, que hace sentir in-situ al ejercitante para que vea fuego; oiga llantos, alaridos y blasfemias; huela humo, azufre y cosas pútridas; guste amargura, lágrimas y tristeza; toque fuego que queme… Algunos hoy día dejan de lado esta Meditación pues como supuestamente el Infierno ya no existe, ¿para qué hablar de esto? Y yo creo que aquí hay

13 Ibid., 64.

14 Ibid., 65ss.

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una meditación ineludible para un ejercitante que más allá de toda discusión teológica sabe que hay ciertamente infiernos.

LAS ADICIONES COMO MÉTODO Y COMO DIDÁCTICA

Los diez asuntos que propone Maestro Ignacio como ayuda «para mejor hacer los Ejercicios y mejor hallar lo que se desea»15 son otra clara muestra de la sabiduría de Nuestro Padre. Sin duda, recogen su experiencia de largos años dando los Ejercicios a otros y viendo qué hacer y qué no hacer para que pudiesen producir el fruto deseado:

1. Pensar y resumir el ejercicio que se va a hacer, desde la noche anterior y al levantarse, nos evoca no solo la ya mencionada contextualización, sino lo que hemos denominado la pre-lección: ese prepararse convenientemente, ese disponerse para vivir mejor la experiencia, ese estar listos y conscientes respecto de lo que se va a trabajar.

2. Centrarse en el asunto que se va a meditar, no dando lugar a otros pensamientos, ayuda efectivamente al concentrarse, al no divagar, al no hacerle el juego a los distractores que espontáneamente aparecen.

3. Acciones corporales previas (de pies, hacer reverencia, etc.) permiten expresar con el cuerpo lo que se siente y piensa. Ignacio expone en otro apartado las posibles posiciones corporales que pueden adoptarse a sabiendas que hay muchas más. El asunto es que el cuerpo no estorba sino que ayuda a hacer oración.

4. Hacer el ejercicio como tal, sin cambiar de posición corporal, ayuda a esa concentración.

5. Evaluar. Siempre habrá que hacerlo para ver cómo nos fue, detectar causas, mirar cómo se puede mejorar.

15 Ibid., 73ss.

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6. Ayudarse externamente y según el contexto: si se está en pena, con recogimiento y seriedad; si se está alegre, con gozo.

7. El ambiente externo ayuda. A lo largo de los Ejercicios recomendará explícitamente el cerrar ventanas y puertas, estar en oscuridad, o el poder estar en un lugar público.

8. El silencio y el recogimiento en algunos nerviosos produce risa o motiva a hacer comentarios risibles. Ignacio distingue momentos y deja claro que los Ejercicios no son para ello.

9. El manejo del sentido de la vista ayuda a la concentración. Por los ojos comenzamos a distraernos y salirnos de la experiencia.

10. Hacer penitencias tanto internas (dolor, propósito de cambio) como externas (en la comida, la dormida, el castigo corporal), advirtiendo que de ninguna manera haga daño, pero sí buscando vencerse a sí mismo, dominando la propia sensualidad y con ello buscar y hallar la gracia que se desea.

Llama mucho la atención cuando Ignacio afirma que si no se logran lágrimas, por ejemplo, entonces se haga mudanza de las estrategias o se intensifiquen las penitencias. Igualmente16 entra en detalles respecto del horario de los Ejercicios, las repeticiones, siempre por delante con el criterio de la situación personal de cada uno, su edad, su disposición, su «temperatura».

CONCLUSIONES

La Primera Semana presupone, asume e integra, los variados elementosexpresados enlas Anotaciones, el Prosupuesto, el Principioy Fundamento, el Examen particular y general de conciencia, la Confesión General y las Adiciones.

16 Ibid., 72.

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La Primera Semana es un monumento a la pedagogía porque no se queda en el discurso teórico-conceptual, sino que compromete a la persona en muy corto tiempo para tener un cambio radical en su vida

La Primera Semana es pedagógicamente rica por la forma metodológica y didáctica como San Ignacio trata el problema del mal.

La Primera Semana evidencia una pedagogía que parte del contexto-realidad de la persona, la invita a tener experiencias sensibles, la cuestiona mediante la reflexión crítica de su situación, la mueve a tomar decisiones y a actuar en consecuencia, todo dentro de un marco de permanente evaluación y mejoramiento continuo.

La Primera Semana ofrece herramientas muy claras y concretas, procesuales, progresivas y cualitativamente evolutivas para erradicar el mal en la persona del ejercitante que ha seguido libre y juiciosamente suspropuestas.

La Primera Semana confronta descarnadamente a la persona que hace los Ejercicios pero lejos de acomplejarla, la re-construye y la rehace como persona desde el amor misericordioso de Dios.

La Primera Semana es un monumento a la pedagogía porque no se queda en el discurso teórico-conceptual, sino que compromete a la persona en muy corto tiempo para tener un cambio radical en su vida.

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Perspectiva Teológica

João Batista Libânio, S.I.*

INTRODUCCIÓN

El mal ocupa, en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales,elcontrapuntodel PrincipioyFundamento, por unlado, ypor otro, el telón de fondo para experimentar la misericordia perdonadora de Dios. El mal se deja iluminar por el orden de la creación que él mismo contradice, y por la persistente oferta salvífica de Dios, que lo vence. Los Ejercicios Espirituales no son un curso de teología, sino una experiencia espiritual. Por lo tanto, el ejercitante se pregunta cómo esa realidad del mal, vivenciada en el horizonte salvífico, repercute en su propia experiencia.

El mal asume tres formas en la Primera Semana. Ante todo, es el mal mismo, el pecado, que toca el corazón del ser humano y lo hiere a profundidad hasta el punto de repercutir en Dios; el infierno que muestra en términos de la libertad humana la gravedad de ese mal; y la cruz que revela el precio del mal en la vida del Señor.

* Doctor en Teología de la Universidad Gregoriana de Roma. Licenciado en Teología de la Hochschule Sankt Georgen de Frankfurt/M., Alemania. Profesor del Centro de Estudios Superiores de la Compañía de Jesús en Belo Horizonte, Brasil.

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Adoptaremosunanálisisgenético-estructural1,quebuscaunacomprensión, intelección de los tres elementos en cuestión: pecado, infierno y cruz. Sondearemos su sentido de manera que se nos hagan inteligibles en sí mismos. Cada una de esas realidades es comprensible por sí misma y en cuanto están en la Primera Semana. Constituyen una estructura significativa, de manera que el pecado, el infierno y la cruz forman una unidad fuerte que sustenta la Primera Semana, sin los cuales ésta se vuelve ininteligible. La inteligencia de cada elemento repercute en la del otro y los tres se iluminan significativamente. Es un análisis estructural.

Estos tres elementos no se encuentran de manera puramente arbitraria, ni son piezas tiradas al aire que aleatoriamente cayeron en un mismo terreno. Se explican por estructuras envolventes. Estas nos permiten percibir la génesis de la figura que ellas mismas diseñan. La explicación se hace por cuadros globalizantes, de modo que cada estructura se ilumina por el conocimiento de aquella que la envuelve.

En un primer momento, nos concentraremos en la comprensión de cada una de esas manifestaciones del mal. Comprender implica conocer la realidad por dentro, en sus relaciones constitutivas.

En un segundo momento, asumiremos las realidades de pecado, infierno y cruz, que tienen significados propios y construyen en la Primera Semana un juego relacional importante, en diferentes cuadros. El de la vida personal de San Ignacio, el del contexto cultural y filosófico de su tiempo y el de quien hace los Ejercicios Espirituales. Cada uno de esos cuadros porta luces nuevas para entender la relación entre los tres elementos básicos: pecado, infierno y gracia.

En un tercer momento, reinterpretaremos ese conjunto significativo a partir de la teología moderna.

1 LUCIEN GOLDMANN, Marxisme et Sciences Humaines, Paris 1969.

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COMPRENDER LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS

El mal en la Primera Semana para ser bien comprendido necesita ser visto en sus tres expresiones: pecado, infierno y cruz. Cada uno de estos elementos agrega novedad a los otros y se deja iluminar por ellos.

El Pecado

Es el mal por antonomasia. La Primera Semana nos teje tres cuadros de pecado: el pecado de los ángeles, el de Adán y de Eva y el pecado particular. Es el cuadro del desorden en contraposición con el Principio y Fundamento que nos traza el orden de Dios.

El texto juega con «ángeles» y «demonios». Es importante no fijarse en la entidad física de uno y del otro, sino comprender cómo es posible pasar de demonio a ángel. Ángel significa todo ser que se hace mensajero de Dios para alguien. El término griego –άγγελος de αγγελέω– denota esa dimensión de enviado por Dios. Es aquel que proclama la grandeza y el amor de Dios, como se lee en el libro de Daniel: «¡Alabad al Señor, ángelesdelSeñor,celebradle,ensalzadloporsiempre!»2. Toda personaque responde libre y responsablemente al llamado de Dios es ángel. Se vuelve demonio, al no seguir el llamado de Dios. El término bíblico hebraico es Satanás, enemigo, o según la palabra de origen griego diablo –διά+βάλλειν–, el que divide, en oposición al símbolo que une3. Satanás es enemigo de Dios y de la humanidad. Quien se transforma en diablo, se desestructura a si mismo y desestructura el mundo de los hombres. La caída de los ángeles significa la terrible fuerza del mal que hace de un ángel, mensajero y glorificador de Dios, un demonio. Ese parece ser el sentido antropológico e histórico-salvífico del pecado de los ángeles, sin que tengamos que sucumbir a mitos.

El pecado de los primeros padres se inserta aún más claramente en la historia de la salvación. Si ángel y demonio permiten una lectura antropológica, con mucha más razón el pecado de Adán y Eva, hombre y

2 Dn 3, 58.

3 Cfr. J. L. RUIZ DE GOPEGUI, Procurar e encontrar Deus no dia-a-dia por meio dos Exercícios Espirituais de Santo Inácio, São Paulo 2005, 51ss.

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mujer, símbolo de la humanidad. El pecado forma parte de la condición humana, en cuanto ella asumió el riesgo de la libertad. Engaño, desobediencia, seducción son metáforas para indicar el proceder humano que, en su libertad, es capaz de engañarse a si mismo, de negar la verdad más profunda de su ser y de mentirse grandemente a si mismo y mentir a todos. La expresión «seréis como dioses»4 traduce bien la pretensión infinita de la libertad humana a costa de su verdad creatural.

Descendiendo al realismo de la historia, que podría quedar oscurecido por un pecado lejano, el pecado es presentado en su singularidad de un pecador. Este con un solo pecado u otros pecadores con menos pecados mortales que yo, se fueron al infierno. El pecado mortal es presentado en su maldad abismal. Basta un solo pecado para que se destruya radicalmente la felicidad eterna del ser humano.

El texto ignaciano presenta, aunque ya algo desmitificado, una primera comprensión del pecado en su terrible gravedad por los efectos que produce: el ángel se transformaen demonio, los primerospadres pierden el paraíso, dejan tras de sí secuelas de males y el pecador se condena. No se trata de una teología del pecado, sino de una experiencia de su realidad en la doble vertiente de maldad que él genera en nosotros y de la gravedad y malicia en relación al Creador.

El Mal como Infierno

Aparece en la objetividad del lugar donde son castigados los condenados. Manifiesta la consecuencia radical del mal teologal. Si nuestra percepción no alcanza la gravedad del pecado, mirándolo y percibiéndolo en su relación de ofensa a Dios, al menos puede captarlo en su más terrible consecuencia: la condenación eterna. En ella se revela la gravedad del pecado.

Aquí no se desarrolla ninguna teología sobre el infierno. No se cuestiona la compatibilidad de la justicia punitiva de Dios con su misericordia. Se parte del dato evidente de que el pecado carga dentro de si la

4 Gn 3, 5.

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fuerza de condenación por su maldad intrínseca. Se mantiene la antigua tradición de la vinculación de pecado mortal e infierno con ladoblepenadelossentidos(punicióndelfuego) del daño (pérdida de Dios). No queda flotando la mínima duda de la existencia del infierno y de la justa condenación de Dios. No entra en cuestión ninguna discusión de esa naturaleza. La meditación del infierno estáahí con otrafinalidad. Sucrudezaprovoca en el ejercitante diversas reacciones. Y ésas son las que importan.

En el Calvario está plantada la Cruz de Cristo, que ilumina la realidad del pecado

La Cruz como respuesta al mal y el papel de María

La cruz entra en ese conjunto como pieza central. Tiene dos caras. Una terrible, otra maravillosa. La cara terrible desenmascara la gravedad del pecado. El pecado llevó a Cristo a la Cruz. La cara luminosa manifiesta la victoria sobre el mal teologal en toda su amplitud. En la cruz de Cristo triunfa la misericordia de Dios.

Esa luz última ilumina el drama oscuro y tenebroso del mal. Da sentido a la meditación del pecado. El designio de Dios meditado en el Principio y Fundamento, frustrado por el pecado, se entiende a partir de Dios que es AMOR. Y un Amor que es misericordia. En el Calvario está plantada la Cruz de Cristo, que ilumina la realidad del pecado.

María aparece en el triple coloquio. Ella intercede junto a su Hijo y Señor para alcanzarle al ejercitante tres cosas al respecto de su situacióndepecado: conocimientoyaborrecimientodelospecados,sentimiento del desorden y su corrección, y finalmente conocimiento y aborrecimiento de las cosas mundanas y vanas.

La presencia de María completa la escena de la misericordia de Cristo en la cruz. En otro coloquio, el ejercitante, puesto delante del crucificado muestra su espanto por la Encarnación hasta la muerte y se pregunta por su reacción ante esta realidad.

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Esta primera comprensión sumaria pide más explicaciones. Colocaremosencuadrosdiferenteslostres elementosquesevanclarificándose más y corrigiendo las pequeñas alteraciones que fácilmente pueden desviar dicha comprensión.

EXPLICAR LA ESTRUCTURA DEL MAL

La vida personal de San Ignacio: ¿Qué tipo de persona?

Esta meditación no se entiende fuera de la vida personal de San Ignacio. El enfoque principal del problema del mal no viene de una reflexión teórica, teológica, de algún académico de teología. Ignacio vivió tal experiencia aún antes de sistematizar su pensamiento teológico, espiritual y místico.

El pecado

El pecado hace parte de su vida personal. Nació en una familia que conoció muchos miembros bastardos, inclusive dos hermanos. La «ancha moral de los Loyola»5 no se destacaba por la fidelidad conyugal. El pecado se entiende a partir de diversas fases de su personalidad y experiencia. Hombre mundano, de fiestas, danzas, vanidades y placeres de corte se entregó a la vida fácil de pecado. La atracción del ambiente cortesano le hablaba grandemente a su origen noble en vías de decadencia. Ribadeneira, uno de los primeros biógrafos de Ignacio, condensa la vida en la corte en pocas palabras: «soldado desgarrado y vano»6. Dudon continúa: «Cuidadoso de la apariencia de su persona, deseoso de agradar a las mujeres, osado en los juegos de galantería, exigente en lo tocante a la honra, sin tenerle miedo a nada, haciendo poco caso de su vida y de la de los otros, pronto a todo tipo de aventura, aun a aquellas que son un abuso de fuerza»7. Descripción grave del Ignacio del siglo. Los biógrafos aluden también a un proceso movido contra él y su hermano por delitos «muy enormes», cometidos de noche, de manera deliberada, con premedita-

5 Cfr. JOSÉ IGNACIO TELLECHEA IDÍGORAS, Ignácio de Loyola solo y a pie, Salamanca 1990, 56.

6 PAUL DUDON, Saint Ignace de Loyola, París 1934, 27.

7 Ibid., p. 26.

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Perspectiva Teológica ción. Los términoslatinoshablande delitos«gravia, et diversa et enormia». En la autobiografía resume ese período de su vida así: «Hasta los 26 años de su edad fue hombre dado alas vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas, con ungrande y vano deseo de ganar honra»8 . Forma sucinta que revela también el lado de nobleza de Ignacio, no descendiendo a pormenores de su vida pasada.

Investigando su ambiente familiar, la historia nos habla de tiempos violentos y de todo tipo de debilidades. Los mandamientos de Dios eran aceptados al pie de la letra, aunque no siempre observados. El ejemplo de relajamiento moral venía desde arriba. Tanto Fernando, el católico, como Carlos V, tenían familia irregular. El castillo de los Loyola, observa Dudon, conocía una tradición de pecado. Los testamentos lo comprueban. Ignacio creció en ese medio9 .

Marcaba su personalidad un trazo religioso. Fue formado en la tradición religiosa, profunda, vasca, en la que el embate entre la gracia y el pecado erareñido. No se pecaba comosi se bebiera un vaso deagua. El pecado repercutía fuertemente en el interior de quien conocía las exigencias de la religión. Este toque aparece en la Autobiografía de Ignacio con ocasión de la batalla contra los franceses, en situación casi desesperante. «Y venido el día que se esperaba la batería, él se confesó con uno de aquellos sus compañeros en las armas»10, según el uso medieval de personas con temor de Dios. Esa confesión de emergencia revela la conciencia profunda del pecado y del remordimiento.

La proximidad de la muerte hacía parte de lo cotidiano en las personas y las despertaba para hacer una revisión seria y honesta de la vida. Los testamentos de aquella época traducen esos sentimientos religiososprofundos, queduranteunavidadepecadopermanecíanapagados, pero que en aquel momento de verdad afloraban con vigor. En la consignación de sus últimas voluntades, los Loyola seguían la costumbre de entregar el alma a Dios, de pedir perdón por los pecados, de confiar la salvación a la misericordiosa protección de Nuestra Señora, de encomen-

8 Autobiografía 1.

9 Cfr. DUDON, Op. cit., p. 25.

10 DUDON, Op. cit., p. 25

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dar lacelebraciónde30misasdesufragioydepagar lasdeudas. Enviaban peregrinos para rezar por ellos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe o junto a la tumba del apóstol Santiago. No se olvidaban de dejar legados para obras pías y santuarios11. Todas esas devociones poblaban el inconsciente de Ignacio.

«La fe cristiana era, junto con la honra de caballero, el bien más precioso de la familia. En ella se era católico por herencia»12. Es ese el Ignacio religioso que detona en su larga convalecencia. La salvación del alma era el horizonte mayor de la vida y la confianza en Dios superaba la conciencia de los pecados.

La mirada de un sicoanalista explora el inconsciente de Ignacio quien perdió la madre cuando era aún pequeño y cuya presencia no aparece en sus referencias explícitas. Dejó sin duda marcas en supersonalidad. Quizásenmuchosdelossueños de grandeza de casarse con alguien mayor queunaduquesa. «Todo aventurero errante responde a la necesidad secreta e insoslayable de restañar, en laurdimbre constitutiva un trastorno de esa función materna de horizonte», cita Tellechea a un sicoanalista español13 .

La salvación del alma era el horizonte mayor de la vida y la confianza en Dios superaba la conciencia de los pecados

Ignacio, aún arrastrándose en los callejones del pecado, conservó el sentido de nobleza y de dignidad personal. En la infancia vio documentos del origen noble de la familia, oyóhablar deelogiosdeparte delosReyesCatólicos sobresupadre por haber prestado «muchos, buenos y leales servicios»14. De modo que el choque era mucho más exacerbado entre loque percibía de grandeza en su familia y la bajeza de su vida pecaminosa. Orgullo, honra y bravura eran una tradición familiar y también de Ignacio15 .

11 Cfr. DUDON, Op. cit., p. 24.

12 DUDON, Op. cit., p. 24.

13 TELLECHEA, Op. cit., p. 46.

14 Ibid., p. 49.

15 Cfr. Dudon, Op. cit., p. 26.

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Sin esas dimensiones difícilmente entenderíamos el impacto de la conversión y los colores vivos de las meditaciones sobre pecado. Ellas giran en torno a la vergüenza, a la indignidad, al contraste entre la majestad divina y la situación degradada del pecador, él, Ignacio.

El infierno

El infierno entra como ingrediente de estupor. «Aún antes de que Iñigo dictase meditaciones sobre la muerte o el infierno, existían en su entorno la muerte y el miedo al infierno»16. No dudaba de que muchos se condenaron y se condenaban por causa de la vida de pecado. Conocía ese mundo. Y, de repente, se ve tocado por la gracia de Dios que lo arrancó de la vida pecadora. No fue una experiencia fácil. Estuvo al borde del suicidio al percibir cuánto le costaba la conversión. No era una cuestión de días, sino de toda la vida.

La cruz y María

La cruz coronaba el clima del itinerario personal de un pecador, confrontado con la gravedad del infierno, pero lleno de confianza en la misericordia perdonadora de Dios. La tradición mariana se imponía en el ambiente familiar. De nuevo, los testamentos de hermanos de Ignacio revelan el background de devoción mariana.

Juan, el hermano mayor de Iñigo, que murió en Nápoles y quiso ser enterrado en Santa María Nova, inicia su testamento en tierras lejanas, en nombre de la Trinidad y «en nombre de la muy gloriosa Virgen María, Madre de mi Señor e Salvador Jesucristo, la cual hube siempre por Señora e ayudadora e abogada mía en todos mis hechos, e ahora mucho más devotamente con verdadero corazón me confieso por su siervo e servidor». Así otros hermanos suyos. Comenta Tellechea:Noseimprovisan en trance de muerte tantas y tan bellas invocaciones a María17 .

16 TELLECHEA, Op. cit., p. 51.

17 Ibid., p. 52.

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Vida cultural: ¿Qué símbolos, Qué imaginario social?

Filosófico-teológico:¿quéser?¿Quéhombre?¿QuéDios?

Esehorizontedepecado,depiedadydenoblezano circundabaúnicamente la familia de los Loyola, era un dato cultural y filosófico de aquel tiempo que sirve de estructura envolvente para explicar el ambiente menor familiar. No significa que Ignacio haya sido influenciado por lecturas. Dudon constata que «los Loyola no son letrados» y que el propio Ignacio, con los primeros estudios, no superó mucho el arte de leer y escribir18. Sin embargo, las personas asimilan la cultura circundante por innumerables vías. Por consiguiente conocer la cultura permite entender mejor su comportamiento y experiencias.

Caracterizaba el universo cultural de la época lo que se convino en llamar premodernidad, en contraste con los tiempos que estaban por comenzar. Reinaba todavía un horizonte mítico, imaginario que envolvía las tres realidades del mal de la Primera Semana: pecado, infierno y cruz con devoción mariana.

Pecado

Estudiando el período entre los siglos XIII y XVIII, en que se sitúa San Ignacio (1491-1556), Delumeau se refiere a la difusión de un discurso culpabilizante. Una mentalidad obsesiva ante el miedo que penetraba los últimos rincones físicos, psíquicos y espirituales al final de la Edad Media y de los siglos siguientes «fue acompañada de una culpabilización generalizada», de«pesada superculpabilización», haciendonacer en el siglo XIV la «enfermedad del escrúpulo» que se amplificó en seguida19 .

Más allá de los pavores externos, surgió el miedo de si mismo. Lefèvre d´Étaples (1459-1536), humanista y teólogo, un poco anterior a San Ignacio, comentaba a propósito de (Gál 5, 16-24): «La vida de un cristiano en este mundo, cuando es bien considerada: no pasa de una guerra

18 Cfr. DUDON, Op. cit. p. 23.

19 JEAN DELUMEAU, O Pecado e o Medo. A culpabiização no Ocidente (séculos XIII-XVIII), vol. I, Bauru, EDUSC 2003, 9. 15.

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Perspectiva Teológica

continua... pero el mayor adversario que él tiene es él mismo. No hay nada más difícil de vencer que su carne, su voluntad: ya que por su propia naturaleza ella es propensa a todos los males»20 .

El bien y el mal se contraponían como dos mundos objetivos en conflicto. Realidades anteriores a la libertad humana que los asume y los interioriza. Tiene consistencia propia en la forma del pecado de los ángeles, de los primeros padres y de las personas. Su gravedad objetiva se imponía de manera indiscutible, definida de antemano.

Lo que Dudon afirmaba del mundo familiar de los Loyola sobre la indiscutible gravedad de los mandamientos, regía el comportamiento general. Recientemente Stoetzel constató que todavía, en la modernidad avanzada de los países ricos de Europa, el decálogo permanece como referencia21. Evidentemente que la modernidad y la posmodernidad lo sometieron a mil subterfugios y distinciones de la subjetividad, mientras que en los tiempos de Ignacio reinaba soberano en su cruda literalidad.

La objetivación del pecado traía la consecuencia inmediata de su cuantificación. La tradición de las confesiones, más tarde acentuada por Trento, cobraba número y especie en una contabilidad pecadora. San Ignacio en la meditación de los propios pecados se refiere a condenados al infierno «por menos pecados que yo he hecho»22. La condicióndepecador se definía por la cantidad objetiva de pecados graves. Era la conciencia de tener pecados. Por más personal que ella fuese, pesaba, era el aspecto extrínseco de la moralidad del acto como tal. Y éste se caracterizaba por la voluntad de Dios, expresada en los mandamientos y enseñanzas de la Iglesia. No se escapaba de cierta arbitrariedad de tales enseñanzas a las cuales el fiel se acomodaba. Estamos en el horizonte de la tradición garantizada por la autoridad, típico de la premodernidad.

El pecado de los ángeles y de los primeros padres creaba el telón de fondo de la pecaminosidad general de la que cada uno participaba. La figura de Dios entraba, en ese primer momento, como quien no condes-

20 Ibid., p. 9.

21 Cfr. JEAN STOETZEL, Les valeurs du temps présent: une enquête, Paris 1983.

22 Ejercicios Espirituales 52.

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cendía con el mal por razón de su infinita justicia. Él creó tanto los ángeles como los seres humanos para el bien, pero, una vez que ellos pecaron le correspondía a Él restaurar el orden en nombre de la justicia, condenándolos.

El ser humano sin la gracia es un ser peor que el demonio: porque el demonio es un espíritu sin cuerpo y el hombre sin la gracia es un demonio revestido con un cuerpo

Las acentuaciones del pecado alcanzaron formulaciones pesadas. Santa Catalina de Génova (+ 1510) describe el ser humano sin la gracia: «Es un ser peor que el demonio: porque el demonio es un espíritu sin cuerpo y el hombre sin la gracia es un demonio revestido con un cuerpo»23. San Francisco de Sales, conocido por su suavidad, invitaba a Filotea, el alma que ama a Dios y para quien él escribe, a confesar su bajeza: «Yo no paso de una pústula del mundo y un caño de ingratitud e iniquidad»24. Concluyendoese horizonte de pecado: «Jamás una civilización había atribuido tanto peso –y precio– a la culpa y a la vergüenza, como lo hizo el Occidente de los siglos XIII y XVIII»25 .

Infierno

Esa realidad resulta naturalmente de la concepción objetiva de pecado. Establece una relación de falta y castigo, ambos objetivos. Un único pecado mortal carga consigo la gravedad suficiente para condenar a alguien al infierno, lugar creado por Dios para castigar a los rebeldes y pecadores. La vinculación entre pecado y castigo de Dios encontraba en el infierno su expresión máxima, además de interpretar también los males de este mundo. Tal conexión hacía parte tanto de la predicación de la Iglesia como también de los jefes de Estado. Guerras, pestes, enfermedades eran vistas como castigos de un Dios colérico. Para eso, se recurríaal vastorepertoriobíblico,especialmentedel AntiguoTestamento.

23 DELUMEAU, Op. cit., p. 11.

24 Ibid., p. 12.

25 Ibid., p. 13.

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Perspectiva Teológica

Delumeau cita un almanaque del siglo XVI en el que se lee:

[Dios] se prepara más que nunca para abrir las compuertas de su ira contra nuestros vicios, afligiéndonos cotidianamente con guerras, derramamiento de sangre, extorsiones, saqueos, robos y opresiones; y hasta con pestilencia y enfermedades desconocidas26 .

Las predicaciones sobre el infierno hacían parte esencial no solo de las misiones populares como del común de la predicación. Así Pierre de la Font comienza un año de predicación con la siguiente introducción:

Como los predicadores apostólicos que operaron las transformaciones más maravillosas en el mundo, siempre hicieron de las penas del infierno el asunto más común de sus sermones, he reconocido por experiencia propia que no existe verdad más adecuada para intimidar a los mayores pecadores y llevarlos a la penitencia; resolví pues comenzar por ese asunto los sermones que debo haceros durante todo el transcurso del año27 .

Dentro del tema del infierno, el fuego ocupaba el centro de la pedagogía del miedo. A modo de ejemplo, un predicador jesuita del siglo siguiente a San Ignacio, el P. Segneri, describía el infierno: «El fuego sólo hará el servicio de todos los verdugos y ocupará el lugar de todos los suplicios que se podría adicionar. Él hará sentir al mismo tiempo el ardor de los braseros, el frío de los hielos, la picadura de las serpientes, la hiel de los dragones, los colmillos de los leones, la violencia de las torturas, el desgarre de los nervios, el desencaje de los huesos, las lluvias de piedras, los diluvios de azotes, los garrotes, las esposas, los grilletes de hierro, las horcas, las ruedas y los caballetes, él reunirá, él juntará todo eso»28. Y tantos otros ejemplos que llaman a la fantasía torturadora del infierno.

Otra tecla pulsada es la eternidad de las penas a partir de argumentos bíblico-teológicos, ya sea citando los pasajes de la Escritura que hablan de fuego inextinguible29, o argumentando con la razón. El pecado

26 Ibid., p. 10ss.

27 JEAN DELUMEAU, O Pecado e o Medo. A culpabiização no Ocidente (séculos XIII-XVIII), vol.II, Bauru, EDUSC 2003, 91s.

28 Ibid., p. 103.

29 Cfr. Mt 3, 12; 25, 31-46; 13, 24-30.

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envuelve una malicia infinita porque ofende la majestad infinita de Dios. Luego debe ser castigado con una pena infinita. El ser humano no puede sufrir una pena infinita en sí misma. Le queda la infinitud de la duración: la eternidad30 .

Yendo más a fondo, está la pregunta: ¿Qué Dios? Sustenta esa imaginación del infierno tanto una lectura literal de la Escritura, que interpreta como descripción un discurso amonestador en un contexto escatológico-apocalíptico, como una concepción filosófica de Dios y del ser humano.

Dios es visto en una relación con la criatura a partir del código de honra, de retribución, de reciprocidad en las ofensas. En esa concepción, le corresponde castigar al pecador que no se arrepienta, a altura de la ofensa infinita y de la malicia de la falta. De esta teología surge la necesidad del castigo del infierno por parte de Dios. Él mismo crea el lugar del castigo.

¿Qué hombre? Estamos en los tiempos anteriores al surgimiento de las ciencias humanas, sociología y psicología, que difícilmente entienden cómo un ser humano sea capaz de tomar, en un único acto aislado, una decisión de rechazo de Dios por toda la eternidad. La objetividad del acto apenas permite vislumbrar la subjetividad del pecador. Se conocían circunstancias que eximían un acto, considerado grave, de su culpabilidad: ignorancia, falta de sano juicio o un factor extrínseco determinante. Normalmente, quien supiera de la gravedad del acto y lo hiciese en sana conciencia incurriría en las consecuencias de la condenación eterna.

Cruz y devoción mariana

La rudeza de la pedagogía del miedo recibía en la cruz y en la devoción mariana un atenuante. Los predicadores de misiones populares conocían bien el arte de jugar con las emociones. Eran lobos en el púlpito y corderos en el confesionario31. Amenazaban cielo y tierra con castigos

30 Cfr. DELUMEAU, Op. cit., p. 96s.

31 Cfr. JEAN DELUMEAU, Le catholicisme entre Luther et Voltaire, Paris 1971, 278s

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Perspectiva Teológica y delante del pecador en la confesión se mostraban compasivos. Anunciaban los castigos, pero presentaban simultáneamente a la Abogada de los pecadores y a Jesús en la cruz perdonando al ladrón.

Detrás de la cruz plantada en la Primera Semana, hay una teología que se remonta a San Anselmo (+ 1109) y que los siglos siguientes prolongaron casi hasta nuestros días. Esta establece contrapunto con el pecado y con el infierno. La cruz fue la «moneda» que Dios pagó para redimir-nos (red+emere: comprar para sí). En la etimología está incrustado el verbo comprar (emere). Dios nos compró, por así decirlo, dos veces: por la creación y por la redención. En la primera lo hizo, creándonos. Pero por el pecado, Él nos perdió con el demonio. Por la cruz del Hijo nos compró de nuevo. Por eso la cruz desvela la inmensa maldad del pecado. Pero también la verdad de que Dios nos adquirió de nuevo para sí. Basta con que acojamos y aceptemos esa gracia de que somos perdonados.

Ese imaginario esconde cierta ambigüedad. Si, por un lado, hace patentes la seriedad y la gravedad del mal y la infinita bondad de Dios que no dispensó a su Hijo, por otro, deja la imagen de un Dios sediento de la sangre de su Hijo, lo que toca los límites de la blasfemia.

San Anselmo, a quien se atribuyó la paternidad de esa teología, conjugó la doble condición humana de monje y de hombre impregnado de la cultura feudal. Como monje vivenciaba la Trascendencia de Dios en la liturgia. Por el espíritu medieval, tenía la conciencia de la relación entre vasalloy señor. Un vasallono tenía ningunacondición para reparar dignamente una ofensa hecha a su señor. Y el señor tampoco podría perdonar sinmás,porqueromperíael orden feudal. De modoquelareparacióndebería venir de alguien a la altura del ofendido. Transfiriendo ese esquema al pecado de la criatura, concluía que solo un ser perteneciente a la naturaleza humana que ofendió y que tuviese la dignidad de un Dios ofendido tendría condición para reparar la falta y redimir al siervo. Este tenía que ser el Hijo de Dios hecho hombre. Y la tradición de que se pagase con la sangre respondía tanto a la visión veterotestamentaria como a los pasajes de la epístola a los Hebreos. Así quedó armada la teología que estuvo en vigor durante siglos y que preside, en parte, la Primera Semana.

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Ignacio, como místico, quiebra cierto aspecto de esta tradición, valorizando la dimensión de la misericordia y de la respuesta del seguimiento por parte del ejercitante. Con todo, el horizonte cultural dominante cargaba el tono sobre el lado trágico de la cruz y la gravedad del pecado.

Cuadrodelejercitante:¿Quépedagogía?

La trilogía que nos trae, de modo diferente, la realidad del mal fue vivida por Ignacio. Se vistió del horizonte cultural en que él vivió y es dirigida al ejercitante. Tiene una dimensión pedagógica, además del existencial de Ignacio y de lo cultural de la época.

Juan Paulo II relanzó una categoría muy expresiva que viene al caso para esta meditación: purificación de la memoria. Él la pensó en términosdeIglesia, mirandoalospecadospasadosqueellacometió. Sintió necesidad, como principal representante de la Iglesia católica, de reconciliar la Iglesia con la historia en el inicio del nuevo milenio. Para eso recurrió a dos procedimientos. En un primer momento hizo presente a la conciencia de la Iglesia los pecados y los errores históricos pasados, sin juzgar el nivel de conciencia de los que los cometieron. Puso delante de nuestros ojos la objetividad de los crímenes perpetrados en la evangelización irrespetuosa de la cultura indígena, en la condescendencia con la esclavitud, en las atrocidades practicadas por la Inquisición, en la cacería de «brujas», en fin, en tantos otros actos contra la humanidad. En un segundo momento de purificación, vino el pedido de perdón público y solemne con la voluntad de reparar los errores.

Las meditaciones de la Primera Semana apuntan a una purificación de la memoria del ejercitante, como persona, pero vista y entendida en la historia del pecado desde el de los ángeles hasta los personales, pasando por el de los primeros padres. Sobre esa realidad el entendimiento se detiene para comprender la gravedad de esos pecados en la vida del ejercitante. No se trata de una reflexión teológica sobre el pecado en su densidad real. La razón no especula sobre el pecado. No se sumerge en ese misterio oscuro por sí mismo. Ni siquiera se preparan ideas actualizadas sobre tal realidad para después anunciarlas y predicarlas a los demás.

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El ejercitante es convocado a objetivar la realidad del pecado fuera de sí y a transformarla en tema de estudio y esclarecimiento de la inteligencia. Aquí interesa ir al propio interior y vivenciar el juego existencial del pecado, culpa, de un lado, y la misericordia perdonadora de Dios, del otro. El objetivo de la meditación es provocar el arrepentimiento, la conversión, el firme propósito de disponerse a los toques de Dios. La experiencia del perdón abre el corazón humano hacia otros movimientos internos, provocados por la acción del Espíritu.

Infierno

El objetivo de la meditación es provocar el arrepentimiento, la conversión, el firme propósito de disponerse a los toques de

Dios

A primera vista, el infierno aparece, como vimos en el horizonte cultural de los tiempos de Ignacio, como elemento de la pedagogía del miedo. Hasta tiempos recientes fue usado por los «acompañantes de retiros» tradicionales en ese sentido, ya que reflejaba una larga tradición cultural. Independientemente del innegable impacto que el infierno causa en el silencio de un retiro y de la meditación, no es ésta la finalidad de la meditación del infierno. Psicológicamente sería enfermizo, teológicamente falsearía el misterio de la salvación. De eso tenía clara conciencia Ignacio. El infierno está para revelarnos dónde deberíamos estar, si Dios no fuese tan misericordioso con nosotros. Lo importante es el modo condicional de la oración. En verdad, esa oración refleja en su contenido, el modo indicativo: Dios fue y es misericordioso.

El temor del infierno es fruto de la gracia, por tanto, de naturaleza diferente a los miedos psicológicos. El miedo paraliza, angustia, nos hace enfermar. El temor amplía el corazón, alivia, salva, purifica, abre espacio de esperanza.

La cruz y la Virgen

La conclusión de la Primera Semana se hace delante del crucificado y con el triple coloquio. Ahí se descubre la verdad del pecado huma-

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no. Éste es vencido por el amor de Dios que le ofrece al pecador el perdón. Y si todavía algún miedo se nos prende, delante del Señor divino está la Virgen, criatura como nosotros y dada a nosotros como madre para introducirnos en el misterio del amor.

La meditación del pecado no mira, en último análisis, a un conocimiento de su gravedad, sino al afecto de quien se siente vencido por el amor. Nos duele haber pecado, no principalmente por miedo del infierno, sino por el dolor que el Señor siente en la cruz por la infelicidad que nos causamos. El Señor sufre porque somos infelices, destruimos en nosotros la marca bella del rostro del Padre.

Y el último grito que brota del corazón de quien medita teológicamente el pecado, solo puede ser de amor al Señor con la triple pregunta: ¿qué he hecho, qué hago, qué he de hacer por Cristo?

Conclusión

Situamos la triple realidad –pecado, infierno y cruz– en tres contextos, en busca de comprensión de esta meditación. Estamos a siglos de la redacción del texto ¿Qué relecturas actualizadas nos permiten profundizar su sentido?

RELECTURA HECHA POR LA TEOLOGÍA MODERNA

Esun campovasto. La teologíamodernahatocadoen profundidad los tres temas que relacionamos: pecado, escatología y cruz. Ella asumió las críticas y modificaciones en la comprensión del mundo, del ser humano, de su manera de comprender las realidades y de actuar, de Dios, que trajo la modernidad. La triple realidad estudiada –pecado, infierno y crucificado– pasa entonces por reinterpretaciones significativas.

Cambio de la visión científica

En un lapso de dos siglos, Copérnico, Galileo y Newton revolucionaron la configuración ptolemaica del mundo. La visión tripartita y localizable de un universo estático cedió lugar a su matematización, a una comprensión a partir de las leyes que lo rigen.

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Perspectiva Teológica

La modernidad introdujo, en lenguaje bultmaniano, una desmitologización del pecado, del infierno, de cierta lectura de la cruz de Cristo. Nos colocamos frente al mito en dos sentidos. En cuanto traduce en narrativa descriptiva, espacial y sensible realidades que son de otra naturaleza, necesita pasar por la criba de la modernidad científica. El mito, todavía, visualiza en lenguaje popular experiencias arquetípicas del ser humano. En ese caso, hay que captar su riqueza.

La sucesión «histórica», temporal de creación, paraíso terrestre, expulsión, promesa de redención y venida de Jesús para reparar el orden primero, perteneceal mitoy necesita sufrirunprocesodereinterpretación que recoja el sentido primero y profundo, sin atenerse a la sucesión narrativa. Lo mismo con respecto al infierno: un lugar de castigo, de fuego terrible que logra quemar hasta las almas. Esa descripción pertenece al mito. De nuevo, le corresponde a la teología y a la espiritualidad repensar la verdad de este dogma.

La cruz de Cristo sufrió una pesada mitificación por causa del horizonte feudal en que se elaboró una teología de la redención. La muerte de Cristo se transformó en una exigencia de reparación por parte de Dios, cual Señor feudal, que cobra del súbdito una condigna restauración del orden violadopor su falta.

Esta cosmovisión mítica entiende a Dios como un sujeto que actúa e interviene puntualmente en la historia. En el fondo, Dios actúa como uno de nosotros, solo que es omnipotente y puede hacer todo lo que el quiera. Es alguien que está «disponible» a la espera de nuestra provocación por la oración y petición. Permanece aguardando que lo invoquemos para actuar. Y si confiamos totalmente en el, él hará todo. Cuanto menos seamos, más será él; cuanto más pidamos, más actuará él...

El mundo premoderno se destaca por entender la realidad de manera objetiva, extrínseca y espacial. El pecado, el infierno, la reparación de la cruz son datos en si mismos, externos a las personas, a los que ellas son sometidas por la fuerza, casi mágica, de determinadas acciones. Se cometen pecados, se ejecutan actos objetivamente pecaminosos, que son actos contables y que se suman en una gravedad creciente. De hecho, basta un solo pecado mortal para condenar a alguien al infierno. Lugar

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preexistente, creado por Dios, al que el pecador va. Y Cristo en la objetividad de su redención pagó por todos ellos.

La modernidad desplaza el vector hacia la subjetividad, hacia la relación y hacia la experiencia existencial. No se cometen pecados, pero se vuelve uno pecador. No se va al infierno, se es infierno. Jesús no fue destinado a la cruz, sin embargo asumió nuestra historia hasta el extremo de la entrega en la cruz.

Cambio de lenguaje

Ese cambio de la modernidad produce necesariamente un cambio de lenguaje. Se deja una comprensión dogmatista de la revelación, que se preocupa por definir las verdades objetivamente, para hacer una lectura hermenéutica, que se pregunta por su significado para las personas de hoy. La Escritura deja de ser un dictado de Dios, para ser leída como una revelación de Dios en lenguaje humano, con las limitaciones del tiempo y espacio en que aconteció. La propia Revelación manifiesta una evolución en su interior, con relecturas y aun correcciones de afirmaciones anteriores, hasta llegar al punto máximo en la persona de Jesús. Incluso en el Nuevo Testamento constatamos los límites del lenguaje humano de Jesús y de los redactores.

Esta posición cuestiona una visión mágica de la salvación. Se entiende por mágica toda interferencia de Dios a espaldas de la libertad y la conciencia humana, al modo de la concepción pagana de los dioses. Ellos juegan a intervenir en nuestro mundo como les place. La lectura de la Escritura se hace en una perspectiva histórico-salvífica, en la que juegan la libertad creadora de Dios y la libertad humana sustentada en la propia cualidad de libertad por el propio acto divino.

Cambio de antropología

Lamodernidadimplicaunanuevaantropología. Lapremodernidad consideraba a la persona como un sujeto delante de una objetividad extrínseca, que lo cualificaba desde fuera y que desde fuera también se rehacía. Gracia y pecado eran «cosas» que afectaban el sujeto más o menos profundamente, pero que se deshacían por actos malos o buenos respectivamente.

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Laantropologíaunitaria modernaentiende el ser humano en profunda relación dialéctica con sus actos. Él los practica y, al hacerlo,seconstituye. Lasaccionesnosconfiguran el ser. Se retoma en una antropología personalista lo que San Agustín genialmenteintuía: «Somos lo que amamos»32;yvale lo contrario, nos deshacemos al no amar.

El

pecado nos transforma, porque no es una realidad extrínseca, que se nos pega, sino porque nos convertimos en él por el acto de la libertad

En esta perspectiva, se rompe el lado mitológico del pecado de los ángeles. Prescindiendo de lo que ellos sean ontológicamente, el hecho de que un ángel deje de ser mensajero de Dios y se vuelva demonio, principio de la división y enemigo. Eso vale de cualquier ser libre que exista. El pecado nos transforma, porque no es una realidad extrínseca, que se nos pega, sino porque nos convertimos en él por el acto de la libertad.

Aparece también más claramente cómo el pecado está primeramente contra nosotros y por eso contra Dios y no viceversa. No se trata de que violemos una prohibición arbitraria y extrínseca de Dios, sino que nos cerremos en nosotros mismos, autocentrarnos absolutamente en nosotros,excluyendotodo amor. Ycomo Diosesamor, lo excluimosdenuestro círculo. El hombre no comete pecados, se configura a ellos. Su gravedad no está trazada desde fuera, por eso se vuelve peligrosa para el sujeto. Pero porque afecta gravemente al sujeto, reteniéndolo en si mismo, es realmente grave en su objetividad

Y cuando Ignacio propone el caso particular de alguien que se condenapor unpecadoy deotrosquelohacenpor menospecados queyo, en una relectura moderna, nos coloca ante el pecado del mundo. Ese pecadomayor que nos antecede, nos envuelve y que reforzamos con nuestros pecados personales. Creamos una situación, condición, atmósfera, ambiente de pecado. Es el mal moral que combate al ser humano para cercarlo por todas partes. Y en la medida en que lo asumimos en nuestra

32 SANTO AGOSTINHO, Comm. in 1 ep. Johan, II, 14.

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libertad, nos identificamos también con esa zona oscura de la historia humana, la hacemos nuestra.

No se trata de contabilizar los pecados, sino de entender la última naturaleza de mal envolvente. El pecado en cierto sentido, como el amor, no tiene plural, es siempre uno. Nos salvamos por un único amor y nos condenamos por un único pecado. Pues ambos son realidades constitutivas y configurativas de nuestro ser. La gracia nos conforma con el Dios que nos creó y nos llamó a su intimidad. El pecado hace de nosotros la absoluta soledad del no-amor. Es no amar y nada más. Y no amar es la frustración radical. En el fondo, pecado e infierno se identifican. El pecado no merece el infierno. Es ya el infierno. El pecado no es obra de Dios, como tampoco el infierno puede ser creado por Dios. Es el anti-Dios, el anti-Bien, el anti-amor. Queda siempre esa terrible posibilidad de la libertad humana.

Es tan contradictoria esa realidad y tan enorme aberración, que atravesó la historia de la Iglesia en muchos momentos el sueño de crear un mundo puro, sin pecado por la fuerza de la determinación de la voluntad. En la Antigüedad, Pelagio encarnó ese ideal. Y San Agustín, en el realismo de su vida, percibió que infelizmente somos capaces de construir tambiénesemundodepecado. LoseseniosdeltiempodeJesús, loscátaros y albigenses de otros momentos, los soñadores de shangrilá de pureza paradisíaca prefirieron negar ese mundo de pecado, al asumirlo en el realismo de la confesión y de la conversión. El pecado no encuentra en si inteligibilidad. Si es la negación del amor, del ser, raya en el absurdo.

La teología moderna, al asumir la autonomía del mundo y del ser humano, desmitifica el ser de cosa del pecado y del perdón de Dios, para recolocarlos en el campo de la libertad, de Dios y del hombre. La libertad humana no es, en su raíz más profunda, la capacidad de escoger un objeto en relación a otro. En ese caso, la sociedad consumista estaría llevando la libertad asugradomáximo, al ofrecer infinitasposibilidadesde escogencia.

La libertad humana se configura delante de otra libertad y sobre todo delante de la libertad divina. El pecado y el infierno solo se entienden en una perspectiva del respeto de Dios a la libertad humana. Él la crea, no para ser marioneta de sus deseos e intervenciones, sino para

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El

ser una alteridad delante de él. Y aunque el ser humano rechace a Dios, él lo sostiene en su ser libre.

En este acto terrible aparece, en la cara positiva, la seriedad y gravedad de la libertad humana. Naturalmente no para que ella se frustre radicalmente, sino para que sea compañera de la libertad divina. La libertad, diría K. Rahner, es la facultad de lo definitivo. Hace definitivamente del ser humano lo que ella quiere hacer: cielo o infierno, eternidad de amor o frustración radical. Esta posibilidad real es la libertad. Y el pecado para la muerte, para usar una expresión de la teología moderna, revela, en su identificación con el infierno, la posibilidad real de ese definitivo33 .

infierno solo puede ser obra de la libertad humana. Ahí está el peso de la meditación del mal

Para que tal reflexión no se pasee en el vacío y no sea macabra especulación, la historia nos reservó terribles anticipaciones del infierno. Ellas tienen nombre: campo de concentración, gulags, torturas, bomba atómica. Quien creó tales perversidades, se muestra capaz de hacerse a sí mismo un infierno. Que quede claro que un ser humano sin libertad, no puede crear el infierno; el Dios amor tampoco. El infierno solo puede ser obra de la libertad humana. Ahí está el peso de la meditación del mal.

Ese abismo de la libertad ha impresionado a muchos pensadores. E. Stein escribía: «Pertenece al alma decidir por si misma. El gran misterio de la libertad de la persona, es que el propio Dios se detiene ante de ella»34 . Lo propio del infierno no es una amenaza para los otros, sino una frase dicha al misterio de mí libertad. S. Kierkegaard: «Decir a los otros: 'estáis perdidos para la eternidad' me es imposible». «La perspectiva del infierno no es cualquier cosa que se dice respecto de los otros, sino de mí mismo»35 .

33 Cfr.BERNARD SESBOÜÉ, Pensare viver aFéno TerceroMilênio. Convite aos homens e mulheres do nosso tempo, Coimbra 2001, 638.

34 BERNARD, Op. cit., p. 638.

35 Ibid., p. 639.

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La teología moderna interpreta el pecado para la muerte, el infierno como la frustración y condenación de quien se cierra a todo amor: a Dios y al hermano. Es un proceso que se construye en la libertad humana dentro de la historia. Se radicaliza en la hora de la muerte. Por eso se introdujo una distinción entre pecado mortal y pecado para la muerte. El primero no tiene la densidad de hacernos radicalmente infierno. Solo el pecado para la muerte: acto cometido o ratificado en el momento del encuentro definitivo con Dios en la muerte. La posibilidad real del infierno es la de la eterna y absoluta soledad del ser humano. El infierno es la situación de tres terribles paradojas: situación vital de muerte, estado integral de ruptura, forma de ser que es hecha de no ser36 .

Una vez más, Ignacio quiebra ese horror de la posibilidad humana ofreciendo al ejercitante la única respuesta que Dios supo dar: Jesús en la cruz. Delante de ella se cierra la meditación.

Cambio de la imagen de Dios

Una última reflexión nos lleva más lejos. ¿Qué imagen de Dios está por detrás de la existencia del mal?

Ya iniciamos esa reflexión cuando retiramos la existencia del infierno del acto creativo de Dios, para colocarlo como una obra de la libertad humana. Pero nos persigue la pregunta atroz: ¿por qué Dios creó un ser humano capaz de tal enormidad? Si sabia que él iba a hacerse un infierno, ¿por qué lo creó? Entran en choque el poder de Dios, su ciencia y su bondad. Siendo los tres infinitos, ¿cómo entonces fue posible a un ser creado rebelarse hasta el punto de volverse infierno?

Cuando se plantea mal una pregunta, la respuesta, cualquiera que sea, queda viciada. En el fondo de la pregunta está la imagen de un Dios que puede hacer lo contradictorio. Crear una libertad que no sea libertad. Crear una criatura autónoma que no sea autónoma. Crear una libertad significa crear la posibilidad de decir no al infinito. Luego crear una libertad que no lo pueda hacer ya no es libertad. Es otra cosa. Crear

36 Cfr.JUAN B.LIBANIO;MARÍA CLARA L.BINGEMER, Escatología cristiana,(TeologiayLiberacion. Serie III La Liberacion en la Historia 10), Madrid 1985, 262s.

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una criatura que sea absolutamente perfecta, sin limites, es crear otro Dios. Imaginar que Dios pueda hacer lo absurdo es lo que es absurdo.

Pertenece a la libertad, ser la facultad de lo definitivo, de lo eterno, del asumirse a si misma delante del propio infinito. Le fue entregada a ella tal decisión. Y si Dios le retirase esa facultad no la habría creado libremente. Por tanto, escapa de la racionalidad un Dios de esa naturaleza.

Una vez que Dios creó la libertad humana, no la entregó a las fieras para que se perdiese en los caminos y descaminos de la vida. Como Dios, que es solo amor, ofrecerá ese amor hasta el extremo. Y de hecho ya lo hizo dándonos al Hijo. Y él nos mostró históricamente qué cosa es amar radicalmente, al dar la vida para los hermanos y hermanas.

La experiencia de Dios amor, de Dios que es Padre, está en el centro de la revelación de Jesús. Ignacio la coloca delante de los ojos del ejercitante. Y de cara a tal imagen de Dios la libertad humana encuentra el mejor lugar para su decisión por el amor. Si se usa la expresión bíblica «el abismo llama otro abismo»37 para alertarnos acerca de la fuerza terrible del mal, vale mucho más aún sobre el amor. Así el abismo infinito del amor de Dios Padre en el Hijo Jesús y en el don del Espíritu clama por el abismo del amor de la libertad humana.

La teología moderna trajo aun otro elemento importante. Enfrentó la resistencia que la modernidad racionalista y la subjetividad romántica tienen a la realidad del infierno, silenciándola. La trajo, como vimos, al campo de la afirmación de la libertad humana. Y así la sacó del juego atemorizante de la premodernidad. El miedo limita la libertad. Y el infierno es la afirmación de la libertad. No es objeto directo de la predicación. Propiamente no se predica, no se anuncia el infierno. Por el contrario, sólo es objeto de la predicación su negación, no como posibilidad real, sino como existencial por la salvación. Dios crea y salva por puro amor y solo por amor. El mal afecta a Dios igualmente que a la criatura. Las innumerables y fuertes palabras de Jesús38 no son narraciones y reportajes anti-

37 Sal 42, 8.

38 Cfr. Mc 8, 35; Mt 10, 28; Jn 3, 17; 12, 25.47; Mt 7, 23; 13, 42; 22, 13; 25, 1012.30-32.41; Mc 9, 47s; Lc 10, 9; 13, 23; 16, 20.

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cipados,sinodichosparabólicos,invitacionesalavigilancia,interpelaciones, advertencias sobre la seriedad y peso de la libertad humana.

Predicamos la buena nueva, el evangelio, la salvación, y no el infierno. Transferimos el conflicto a donde él se sitúa: entre la misericordia divina y la libertad humana. Y del lado de Dios está su larga historia de paciencia y bondad en relación a Israel y, en Jesús, para toda la humanidad.

La pastoral del miedo

Una vez más vale la pena acentuar el fracaso de la pastoral del miedo y dolorista. Hasta los años próximos al Vaticano II, la práctica de los retiros y de las misiones populares, acentuaba la tónica del temor del infierno por la vía de la imaginación de los tormentos sufridos allá por los condenados. Amenazaba en el horizonte el dicho popular: «Dios tarda, pero no falla». Esa mentalidad se extendía también a catástrofes de la naturaleza o accidentes graves, leídos como castigos de Dios.

Tres ciencias concurrieron para deshacer, si no totalmente, al menos para disminuir el impacto de tal pedagogía. En cuanto a las catástrofes de la naturaleza, el mejor conocimiento de los fenómenos permite evitar o minimizar muchas de ellas. No tiene sentido atribuirlas al pecado. Tomemosel ejemplorecientedelTornadoKarinaenlosEE.UU. Yacon algunos días de antecedencia se previno a la población sobre su aproximación y furia. Los que disponían de recursos huyeron del área. Y allá quedaron los más pobres. Y esos fueron las víctimas mayores. ¿Qué tiene que ver eso con un castigo de Dios? Los más queridos de Dios sufrieron más. Porque los humanos no los socorrieron. Y Dios continua amándolos con las posibilidades de su amor en las mediaciones de amores humanos.

Más corrosiva fue la acción de la sociología del conocimiento, la sicología, el psicoanálisis y la filosofía humanista atea. Ese conjunto de ciencias humanas desenmascaró los mecanismos sociales, personales y antropológicos en juego en el proceso de culpabilización y del miedo. Lo transfirieron a zonas enfermas del ser humano. F. Feuerbach, con la reducción de la teología a la antropología, le quita a Dios, a quien reduce

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a una mera proyección humana, la eficacia amenazadora del infierno. Lo transfiere al interior proyectivo del ser humano. La sociología del conocimiento analiza las condiciones sociales que propician la creación de tales miedos. El psicoanálisis sondea el inconsciente y su complejo de culpa. En fin, el discurso religioso se desnuda de sus vestiduras tradicionales.

En todo ese conjunto, una perspectiva latino-americana carga los colores sociales del pecado, el realismo del infierno visto desde las víctimas deeste mundo y el misterio del crucificadoJesúsdelante detantospueblos y personas crucificadas. Al menos se evita vanalizar y endulzar cualquier referencia al infierno, como si fuese algún absurdo impensable.

El mal adquiere el realismo que una lectura burguesa tiende a ocultar o a atribuir a factores ajenos a la libertad humana. No en vano las ciencias humanas que relativizan el mal nacieron en la cuna del iluminismo burgués.

Las políticas públicas se presentan como excelente mediación, para bajar los pueblos crucificados de la cruz en la que están clavados

La situación de los pobres reubica la gravedad del pecado en sus consecuencias, en términos de vidas cercenadas. Gustavo Gutiérrez se refiere a la «muerte antes de tiempo» que afecta a los pobres, no como fruto de carencia de bienes materiales, sino proveniente de injusticias sociales, estructurales. Y lo estructural no exime de culpa a los agentes sociales que lo producen.

La conversión, aunque necesariamente personal, tiene implicaciones sociales. Y esas entran en el espacio de consideración de esa meditación. La triple pregunta delante del Crucificado encuentra respuestas en compromisos sociales, de transformación de la realidad. En lenguaje más actual, las políticas públicas se presentan como excelente mediación, para bajar los pueblos crucificados de la cruz en la que están clavados.

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El Señor crucificado ya no está en la cruz. El Padre lo resucitó. Los pueblos y muchos hermanos nuestros están aún atados a cruces producidas por el sistema social. Manos de solidaridad nos hacen bajar de ellas. Dios no lo hará sin las mediaciones humanas. La superación mítica de la modernidad iluminista, sigue siendo válida para la liberación del pueblo. La segunda ilustración de K. Marx nos alerta sobre una religión, opio del pueblo. Y en nuestros días, ese opio embriaga a mucha gente con el ropaje del carismatismo alienante.

La antropología de la liberación añade la dimensión de conflicto a la comprensión del ser humano. El pecado no reside únicamente en el interior. Hay un conflicto que se manifiesta en la sociedad del cual participamos, ya sea de modo consciente y explícito, o de manera ideológicamente velada. La meditación del pecado sirve para desenmascarar la cara ideológica del mismo. Él no es solo engaño del demonio que se viste de ángel de luz, dejando ver su cola serpentina, sino que es ilusión ideológica que se viste de intereses buenos, lo que en realidad no concuerda con lo que deseamos y pretendemos39 .

Conclusión

Hoy se habla de tiempos posmodernos, de civilización pos-cristiana, de era pos-industrial, de pos-socialismo y pos-capitalismo. Son tantos«pos»,quealguiensepregunta: ¿EjerciciosEspiritualespos-ignacianos?

Una rápida palabra sobre el término «pos». Es un recurso lingüístico para una situación incómoda de confusión mental. Percibimos que algo acabó, pero no lo sabemos bien. Retenemos por eso el sustantivo principal, agregándole el estratégico «pos». La modernidad permanece viva en sus reivindicaciones fundamentales: razón científica, capitalismoneoliberal, discurso democrático, culturaindividualista. Por otrolado, algunos de sus mitos comienzan a negar fuego o, al menos, a producir efectos colaterales peligrosos. El «pos» es la alerta.

39 CLODOVIS BOFF, Pecado social y conversión estructural, (CLAR 40), Bogotá 1978.

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A guisa de conclusión indicaré algunos pocos puntos «pos-modernos» que afectan directamente la comprensión de la Primera Semana. El siglo XX, que comenzó con el grito eufórico de la modernidad tecnológica, haciendoquelos parisiensescircularanpor dentro delatierraen elmetro, apagó las luces del siglo contabilizando más de 100 millones de muertos por la violencia de las guerras, de las armas, sólo posibles por causa del desarrollo tecno-científico.

La posmodernidad busca pasar una esponja sobre tanto crimen, esforzándose por recular a una inocencia pagana, pre-bautismal, de armonía con la naturaleza, por fuerza de los astros, como reza la Nueva Era. Al lado de la cara criminal de la modernidad tecno-científica, que prosigue tristemente su camino, se planta un aire de mística y espiritualidad festiva. Crece la inconsciencia de la propia culpabilidad. Si existe el mal, está fuera de mi subjetividad. En una investigación con jóvenes de las clases A y B de São Paulo, algunos de ellos decían que no se sentíandeningúnmodoculpablesporlas injusticias sociales actuales. «No fuimos nosotros los que la creamos», «nada que ver con nosotros».

La Primera Semana es por demás chocante, cuando sitúa al ejercitante, no simplemente ante la fatalidad del mal, sino de la responsabilidaddesupecadopersonal,afin de digerir esa pecaminosidad hasta el momento de lanzarse en los brazos perdonadores de Dios.

La pos-modernidad sufre al pensar que la salvación viene de alguien que no sea el propio sujeto. La ideología dominante es la de la sanidad. Vale lo que es sano en todos los campos. El enfermo, el débil, el pobre, el feo son descartados. Ahí están las expresiones: sanear

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la economía, un banco, una empresa. Y de ahí se pasa al cuerpo, a la psique, al espíritu. Nunca surgieron tantos gimnasios, tantas terapias, tantas espiritualidades. Todo para que las personas sean felices, sanas, bonitas, salvas.

La Primera Semana tiene un aspecto feo, inarmónico, indigente. Se opone a la posmodernidad festiva, gloriosa, espiritualista. Se vuelve difícil atraer la generación joven a esa confrontación consigo en el campo del límite, de la flaqueza, de la carencia de un salvador. El Crucificado incomoda demasiado. Si él cumpliese un destino propio, solo por su causa, no habría problema. Nada de especial. Pero que lo haya hecho por amor a nosotros, eso nos inquieta mucho.

La posmodernidad lleva el proceso de destradicionalización al extremo. Ya la modernidad había anunciado el paso de la tradición a la decisión. Pero aún permanecieron muchos rincones de tradición. A partir de Mayo de 1968 con el gran grito posmoderno -«c´est défendu, défendre»-, cualquier prescripción, cualquier letra, cualquier rutina prescrita suena como algo intolerable. Ahora bien, los Ejercicios Espirituales bajan a pormenores de posición del cuerpo, de control de la luminosidad, de disposiciones interiores.

Precisamente por causa de ese clima posmoderno, tan laxo y descomprometido, tan festivo y superficial, tan presentista y hedonista, surge ya, ciertamente en grupos menores, un deseo de algo más serio y profundo, comprometido y exigente, y es en ese campo donde los Ejercicios Espirituales encontrarán su campo de cultivo.

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Bajo

Bajo la mirada de Dios

Alo largo de mi vida de creyente, a menudo me ha dado la impresión de que los cristianos no hacen sino hablar del pecado, incluso, pareciera que solo ven pecados por todo lado y no siempre lo miran desde la óptica del perdón sino más bien del juicio y el infierno.

En lo que me concierne, y desde mi propia experiencia de Ejercicios Espirituales según San Ignacio, he llegado a esta experiencia las más de las veces con un comportamiento en algún sector particular de mi vida personal en franca oposición con la ley enseñada por la iglesia, pero también, con un verdadero deseo de progresar en la vida espiritual en medio mismo de mi transgresión.

De manera que me he visto confrontado a la exigencia de la ley, pero con una incapacidad real de comportarme de forma distinta, experimentando dentro de mi un descontrol, un mal que hago sin querer, o más sutil aún, un mal que no podía impedir querer hacerlo o dejar de seguir haciendo. Hago alusión aquí al texto del apóstol San Pablo:

* Profesor de Lenguas en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Miembro del Equipo de Apoyo CIRE.

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Descubro pues esta ley: aún queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta. Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que habita en mí1 .

Lo anterior, acompañado, por una parte, de un sentimiento difuso de culpabilidad que paraliza y dificulta superar la sensación de vergüenza paradecirseasímismoconverdadfrenteal acompañante,y por otraparte, exasperado también ante la ingerencia eclesial en la vida privada, en la que sólo te recuerdan la transgresión y el juicio de Dios, lo que te lleva en definitiva a encerrarte en tu sufrimiento diciéndote en tu fuero interno, que solo Dios es el único que puede comprender lo que estás viviendo.

Además, en mi caso, en la Primera Semana de Ejercicios Espirituales recibí con dificultad o al menos con rechazo el lenguaje abrupto de San Ignacio y un vocabulario que no deja de ser inquietante: «Pecado de losángeles, el pecadodeAdán, el pecadoparticular decada uno, desterrado en este valle entre animales brutos, mi alma encarcelada en este cuerpo corruptible», y no hablemos del Segundo Ejercicio que dice así: «mirar toda mi corrupción y fealdad corpórea, mirarme como una llaga de donde salen tantos pecados, tantas maldades y ponzoña».

solo Dios es el único que puede comprender lo que estás viviendo

¿Paraquéestascomparacionestanmórbidas que más bien evocan el miedo y despiertan el resorte de la culpa?

¿Acaso no será este un lenguaje demasiado duro y desagradable, que termine por encerrarme aún más en un sentimiento de culpa enfermizo? ¿Por qué no atenuarlo y adaptarlo a nuestra sensibilidad contemporánea, introduciendo textos o meditaciones bíblicas que lo hagan más soportable?

1 Rom 7, 21-23.

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Bajo la mirada de Dios

Y que decir de las demandas que sugiere San Ignacio: Pedir lo que quiero, será aquí confusión y vergüenza, dolor, etc., mejor dicho, ¿por qué razón San Ignacio le da tanta importancia a la consideración de los pecados al comienzo de los Ejercicios, no sería preferible no escarbar en demasía por ahí y pasar como más rápido?

Con todo y eso, he entrado en ejercicios con confianza y docilidad ante las sugerencias del acompañante e intentando seguir rigurosamente lo que se propone.

Ahora bien, pese a estar familiarizado con el Evangelio y el mensaje de Jesús, es tal la importancia que San Ignacio le da a la consideración de los pecados que esto termina por provocar una crisis, que sino fuera porque entre el Señor y uno como ejercitante existe ya una relación, una historia y un pasado común, quizás es como para salir huyendo.

Y es precisamente en este punto de extrema densidad en que el rol del acompañante ha llegado a ser determinante en el sentido de la anotación 15: «dejar obrar inmediate al Criador con la criatura y la criatura con su Criador y Señor»2 .

En efecto, ha sido en medio de esta prueba de fe, de esta lucha espiritual en que he recibido, más que un conocimiento exhaustivo de mis pecados, la gracia de la revelación de mi estado de pecador, revelación ésta acompañada instantáneamente de acción de gracias por el perdón recibido.

Gracias al encuentro con el Señor puesto en cruz del coloquio, es como si Dios interviniere de forma fulgurante en mi vida, sacándome de la sin-salida en que me fui enredando, desde luego, no mágica ni instantáneamente, pero si real. Ahora soy capaz de orientar mi vida de forma distintaeirdandolosprimerospasosparadeshilvanaraquelnudogordiano en el cual termine por perderme, y progresivamente salir del mal que en ese momento y de cierta manera bloqueaba mi crecimiento espiritual.

2 Cfr. Ejercicios Espirituales 15.

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Thierry Bruckner

Es en ese momento de profundo arrepentimiento y conversión que se hizo posible para mí el recuerdo de la ley por parte del acompañante, por supuesto con tacto pero sin ninguna ambigüedad, ya que su escucha paciente y discreción me permitió liberar suficiente energía y confianza para recibirla ya no como una palabra que mutila, sino como una palabra de vida para mí, así haya sido tajante, mas aún, llegando incluso a elucidar lo que considero pudo haber de positivo en la trasgresión misma y superando el aspecto solamente moral.

Es de esta forma que he profundizado mi experiencia de creyente haciendo la Primera Semana, descubriendo como Dios se aproxima y me toca en mi deficiencia misma, en el corazón mismo de mi drama.

Quiero precisar, en pocas palabras, que más que localizar mi pecado en un acto determinado, lanzándome en una introspección ansiosa e interminable, se trató más bien de releer una parte de mi vida bajo la mirada del Dios de Amor y Verdad, quien sin condenarme, iluminó no obstante con su luz penetrante mi situación deficiente, conduciéndome así a un movimiento de conversión, gracias al reconocimiento sereno de mi pecado frente a la cruz del Señor. Bien dicen los textos sagrados que la palabra de Dios es como una espada de dos filos, que penetra y que no volverá a mí vacía, sin hacer aquello para lo cual la he enviado.

La gracia del perdón y la alianza restablecida, es a partir de ahí que surgió el grito de admiración del que habla San Ignacio en el coloquio donde dice así: «Dando gracias a Dios porque me ha dado vida hasta ahora, proponiendo enmienda con su gracia para adelante»3 .

Para concluir, cabe recordar que si bien la revelación del pecado es una gracia, hay que saber entrar en Ejercicios Espirituales con la profunda convicción de nuestra propia ignorancia en lo relacionado con el misterio del mal y del pecado. De lo contrario, puede suceder, en particular en cristianos habituados a la confesión frecuente, atentos a sus faltas de cada día, o simplemente aquellos que acostumbran este tipo de experiencia, que pierdan de vista su incapacidad real en saber su situa-

3 Ejercicios Espirituales 61.

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Bajo la mirada de Dios ción y conocerse profundamente, lo cual es una tentación, una ilusión. Bien sabemos todos, que lo propio de la falta y del mal es que se esconde y disimula, y deberíamos más bien asombrarnos frente a este misterio impenetrable que rodea el pecado y pedirle al Señor su revelación.

Esta disposición contribuye mejor a una buena marcha de la Primera Semana que cualquier esfuerzo de introspección. Tal debería ser la actitud en la cual se debe abordar esta Primera Semana, acoger esa palabra del Señor que nos revela nuestra increíble inconsciencia y nuestra libertad íntima y sus complicidades con el mal. En una palabra, recibir de Dios el conocimiento que El mismo tiene de su criatura, creada a su imagen y semejanza pero caída.

Sin duda, es este un tiempo de austeridad, pero igualmente de gozo profundo ante la obra divina de renovación interior.

Dice el Salmo:

4 Cfr. Sal 32.

Feliz aquel a quien el Señor ha perdonado su culpa. Cuando me callaba, se envejecían mis huesos. Mi pecado te hice saber y mi delito no oculté.

Me dije: «Confesaré al Señor mis rebeldías». Y tu perdonaste el delito de mi pecado4 .

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El testimonio de un hueso

duro de roer

Zulma Castañeda Collazos N

Castañeda Collazos*

o puedo autoconvencerme de que un dios benéfico y omnipotente habría diseñado y creado las avispas parásitas con la expresa intención de que se alimentasen de los cuerpos vivientes de las orugas1 .

«O Dios quiere abolir el mal y no puede, o bien puede, pero no quiere, o no puede y no quiere. Si quiere pero no puede, es impotente. Si puede pero no quiere, es malvado. Pero si Dios puede y quiere abolir el mal, entonces ¿por qué hay mal en el mundo?»2

¿Cómo es posible una vida con Dios en una época en la cual existe un Auschwitz? La separación se ha vuelto demasiado cruel, el ocultamiento demasiado profundo... ¿Nos atrevemos a recomendar a los supervivientes de Auschwitz, los Job de las cámaras de gas, 'Den gracias al Señor, porque Él es bueno, porque es eterno Su amor'?3 .

* Psicóloga de la Universidad Católica en Bogotá. Estudios de Psicología clínica en la Universidad del Norte en Barranquilla.

1 CHARLES DARWIN

2 EPICURO (350-? 270 a.C.).

3 MARTIN BUBER, teólogo judío, The Dialogue Between Heaven and Earth.

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El testimonio de un hueso duro de roer

Ante todo quiero dar gracias a Dios por su bondad y su amor al redimirme, a la Compañía de Jesús por mantener viva la experiencia de los Ejercicios Espirituales y llevarla a tantas personas para conocer a Dios presente en sus vidas, y a los que me han acompañado paciente y generosamente en este proceso de ordenar mi vida y buscar y hallar la voluntad de Dios.

Pidámosle a Él quedurante este tiempo todas nuestras intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de su divina majestad.

Cuando Tatiana me escribió para precisar un poco lo que se buscaba en el simposio con la intervención de los panelistas, me decía que no era necesario que respondiera todas las preguntas que me hacía sobre el tema, ni en ese orden, sin embargo, me pareció interesante hacerlo de esa manera y…, aquí voy.

¿CÓMO HE VIVIDO YO EL MOMENTO DE LA «PRIMERA SEMANA»

(EL ASUNTO DEL MAL Y DEL PECADO) EN MIS EJERCICIOS ESPIRITUALES?

Confusión y desolación son las palabras que mejor definen el comienzo de todo…Debo decir que no fue en mi primera experiencia de Ejercicios Espirituales acompañados donde descubrí el mal en mi vida. Quizás sea mejor decir que durante ella el mal se hizo evidente, para evitarme el encuentro con Dios. Así he vivido el momento del mal y del pecado durante esta primera experiencia: inundada de él en primera instancia, atrapada por él, «bruta, ciega y sordomuda» diría Shakira.

En Junio del año97llegué alacasa deEjercicios Foyer deCharité, en Bucaramanga, convencida de que iba a experimentar exactamente lo mismo que Carlos, mi esposo, había experimentado un año atrás. Esa fue la primera trampa del pecado; no iba a encontrarme con Dios en mi, sino con Dios en Carlos… solamente un año después vine a recibir de Él la gracia de «ver» al que siempre había estado allí, a la puerta, esperando para entrar y cenar conmigo.

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Fueron 10 días de llanto y desolación. Todavía resuenan en mi las palabras del Padre Julio Jiménez: «mija, usted lo que necesita es un psicoanálisis»,ellasfueronelgolpefinalami aporriadoegoel díaquesalíadelFoyer.

¿Qué iba a decir yo a los que me preguntaran? ¿Con qué argumentos iba a justificar que mis Ejercicios Espirituales habían sido todo menos un idilio con el Señor? ¿Cómo iba a ser yo la única que no ponderara la experiencia clave de la espiritualidad ignaciana? ¿Cómo iba yo a decir incluso, que ahora sentía que Dios era el culpable de mis males y sufrimientos? (Por cierto, mis recientemente descubiertos sufrimientos). Porque eso fue lo que ocurrió allí. Me encontré con un Dios que estaba presente en mi historia… ¿Presente en mi historia?, fue la pregunta que me martirizó durante la mitad de esa semana… ¿presente en mi historia…?

YomepreguntabacomoGedeón¿…si el Señor estácon nosotros (conmigo), por qué nos (me) pasa todo esto? ¿Cómo es eso de que Él me ama y permite que mi vida sea…? (la deformación de mi historia que el mal me presentaba)4. Y aquí quedé yo por varios días de mis primeros Ejercicios…

De una idea de Dios que me hacía fuerte y «buena cristiana», pasaba a un sentimiento de rabia hacia un Dios que se había «ensañado» conmigo durante mi infancia. (Nótese que estaba pasando de las ideas al plano de los sentimientos). Y es que realmente yo no le conocía, no le había experimentado, no le había escuchado nunca…

Lo cierto es que los días pasaban y con cada uno de ellos aumentaba mi angustia por conciliar la imagen que «debía» tener de Dios, con la que realmente dominaba mi experiencia de Ejercicios. Yo estaba acostumbrada a hacer lo que se debía, a coincidir con las expectativas de los que tenían la autoridad en cada materia, y, ahora estaba completamente fuera de la ley. Me sentía engañada, confundida, desolada…

Dice San Ignacio que los Ejercicios Espirituales son para «vencerse a sí mismo y ordenar su vida…»5, pues bien, esas palabras describen lo que en mi estaba ocurriendo, pero por oposición: yo estaba dispuesta a seguir com-

4 Jue 6, 12-13.

5 Ejercicios Espirituales 21.

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El testimonio de un hueso duro de roer

pletamente fuerte y a dar la batalla para seguir ejerciendo el control de mi vida, a mi manera. Yo tenía que «entender» para continuar controlando.

De allí, del Foyer, salí con la amarga sensación de haber estado engañada toda mi vida. Era como si me hubiese destrozado la «fe»… ¿A dónde había ido a parar aquel Dios omnipotente, y convenientemente distante de mi vida, al que le bastaba con los ritos y el cumplimiento de un código moral que me habían enseñado bien mis padres y maestros? (Quedándome a mi todo el mérito de mi buen comportamiento)

Y es que me iba a costar mucho trabajo conservar mi fe en un Dios que me había dejado sufrir…, más aún, que me había hecho sufrir cuando era una niña. Entonces ni siquiera me había dado cuenta que realmente sufría siendo adulta. O por lo menos no me quejaba, mi vida hasta antes de llegar a los Ejercicios Espirituales era como debía ser… Aciertos, equivocaciones, algunas dificultades producto de algunos errores…

Me iba a costar mucho trabajo conservar mi fe en un Dios que me había dejado sufrir…

Pero ahora todo estaba «dolorosamente claro»: Dios me había creado para sufrir, y yo no «entendía» por qué. ¿Cómo he vivido este momento de la primera semana? Yo no mataba…Yonorobaba… Yono fornicaba… Yo no deseaba el hombre de mi «prójima»… Yo no «pecaba»… Yo era «buena»… y en esos días no entendía por qué mi vida no era más color de rosa, más aún, por qué ahora venía a darme cuenta de que era «horrible».

No le encontraba sentido a mi sufrimiento y para completar me decía San Ignacio que tenía que «alabarle, reverenciarle y servirle para poder salvar mi alma»… ¿Salvarla de qué?

Como verán, el mal usó mi razón, o mejor, mi afán de entender, para mantenerme a metros de la verdad. Y es que yo no sabía nada de Dios. Nosabíanadaacerca delalibertady del pecado. Entendía algopero no sabía nada…

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Había sido formada en una fe que no daba razones ni explicaciones. En una fe que se mantenía por tradición, ligada a unos ritos y unos mandatos que yo cumplía, por lo cual me preguntaba ahora, ¿si yo estoy haciendo mi parte, por que Él no ha hecho la suya? (El pecado y el mal para mi eran conceptos morales que se suponían superados mediante la obediencia de la ley).

Afortunadamente no alcancé a llegar a no creer. Finalmente mis padres habían hecho un buen trabajo, se habían encargado de afianzar tanto mi fe que nunca alcancé a pensar que Dios no existía; pero quizás era peor lo que me estaba ocurriendo: segura de que si existía, estaba descubriendo quién era realmente, estaba descubriendo toda su prepotencia y lo absurdo de su omnipotencia. Un Dios que necesitaba que yo le alabara, reverenciara y sirviera…, más aún, que me había creado para eso… ¡por favor!

Como verán, yo había aprendido bien varias cosas, pero no las conocía, no las sabía, no las creía…

Sabía que Dios existía, pero no lo conocía…

Sabía que Él me amaba, pero no había sentido su amor… Sabía que Él era bueno… eso era lo que había aprendido…

El pecado y el mal para mi eran conceptos morales que se suponían superados mediante la obediencia de la ley

Y lo único que sabía del mal era que si yo hacía esas cosas prohibidas estaba pecando. ¿Cómo lo sabía?, Por el miedo que me daba el castigo que me podía llegar o el paso directo al infierno si me llegaba a morir. Así viví en mi primera semana de Ejercicios Espirituales el asunto del mal y del pecado.

Solamente un tiempo después vine a comprender todo esto. Yo vivía una fe de tradiciones, ritos y mandatos (cómoda ella por cierto ya que todoloquenoestabaprohibidoestabapermitido).

LosEjerciciosEspiritualesquisieronpresentarme a Dios, y el mal se aprovechó de mi razón para que el encuentro no

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El testimonio de un hueso duro de roer se diera (por lo menos no del todo). Yo no conocía el AMOR de Dios, ni la malicia del pecado.

Dios era una hermosa fantasía pero estaba en el cielo y yo en la tierra. El noera el culpable de nada, pero tampoco le debía yo nada. Bastante hacía con brindarle unas acostumbradas reverencias que me mantenían tranquila la conciencia de «buena cristiana».

¿QUÉ ME AYUDÓ A TOMAR CONCIENCIA DEL MAL Y DEL PECADO?

Voy a referirme a seis aspectos que creo tuvieron todo que ver con mi encuentro con Dios y reconocimiento del pecado y de mi condición de pecadora.

1. Ante todo y sine cua non, la GRACIA INFINITA DE DIOS. No me queda ninguna duda de que fue el descubrirme amada incondicionalmente por Él, lo que me permitió reconocerme pecadora. Bien dicen los que saben que reconocerse pecador es una gracia y no el fruto del esfuerzo. Porque fue mucho el esfuerzo que hice antes de darme cuenta que tenía que hacerme débil, reconocerme débil, que tenía que vencerme a mi misma, que era indispensable que descubriera quien soy realmente, que descubriera toda mi soledad…

Solamente entonces pude comprender mi grandeza, esa de la que hablan las bienaventuranzas, los salmos y las palabras del enamorado San Pablo. La gran paradoja de la grandeza en la sencillez, en la humildad y en el hacerse pequeño. Esto ocurrió (y sigue ocurriendo en mi) un buen tiempo después de mi Primera Semana de Ejercicios Espirituales. Hoy veo claramente que Jesús dejó todas sus ovejas para irse a buscarme a mí. Fue un tiempo de gran consolación en el que Dios me mostró toda mi debilidad y mi pequeñez. Quizás tengo que decir que fue el tiempo más consolado de toda mi vida cristiana. Pude decir con aquel santo: «bendita culpa que nos mereció tal redentor».

2. El reconocer y sentir (unpocotambién el entender, ¿por quéno?) que la LIBERTAD es el gran Don. Que no sería libre si no fuera una opción pecar. Que Dios, después de crear a todos los animales y

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naturaleza perfecta, aún no sentía que hubiese culminado su obra, porque ellos estaban diseñados para ser sin su propia intervención. Que solamente yo, su obra culmen, podía y debía decidir, podía y debíaparticipar demi propiacreación, podíaydebíahacermepersona a partir de mi libertad. Que solamente yo estaba llamada a «ser perfectacomo el padre que estáen el cielo es perfecto». Quesolamente yo estaba llamada a «hacer estas cosas y más». Que yo no estaba haciendo ni estas ni muchas otras cosas, y que por el contrario estaba caminando en una dirección diferente…

3. La perseverancia. A pesar de aquella tormentosa primera semana, dentro de mí sentía la certeza de que me esperaba algo grande, si me disponía para continuar. Aunque no eran muchas las personas que entonces me servían de estímulo para seguir adelante (porque soy de la época en la que las personas decían «yo ya hice los ejercicios» y no había un post, una quinta semana o una propuesta para continuar en la vida corriente), de todos modos conté con la gracia de tener a mi lado el testimonio de Carlos y el acompañamiento del padre Jorge Caycedo. Fue así como continué haciendo Ejercicios cada año, y en la vida corriente, hasta que se vencieron las resistencias que impedían que Dios hiciera en mi aquello que siempre había querido hacer: dejarme sentir su infinito amor y presentarme su propuesta de vida.

4. La pregunta por la felicidad fue de gran utilidad para mi en este tiempo. Comprender que el Principio y Fundamento no era una exigencia de un Dios prepotente, si no una claridad esencial de lo que Dios ha pensado para mi. Entender la salvación como la verdadera dicha del hombre. (En esto me ayudó mucho el desprenderme del texto original y aprovechar lo que otros han ayudado a elaborar para quienes como yo, nos pegamos a la letra)

5. La oración con los textos de Ezequiel y Romanos6. Obviamente más que los textos el Espíritu Santo revelando su mensaje. Pero fue a partir de estos textos que pude descubrir la malicia del peca-

6 Cfr. Ez 22, 1-30. Rom 1, 18-32; 7, 7-26 y 8, 1-18.

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do y su presencia dentro de mi y en cada uno de los que hacemos parte del mundo de ayer, de hoy y de mañana. Esto me ayudó a comprender mi vida, mi historia, a mis padres, a quienes me hicieron algún daño, etc. Esto me ayudó a ver dónde estaba y quién era el verdadero y único enemigo. Entonces me di cuenta contra quien era la batalla, cuales eran las armas que habría de usar y quién era el sumo capitán.

6. El examen constante de mi vida a la luz del amor de Dios y de su entrega en Jesucristo. El revisar constantemente mis acciones y darme cuenta de mi debilidad, realmente incapacidad para «ser buena», es decir para hacer lo bueno si no era con la gracia de alguien más grande. Esto me ayudó a darme cuenta que si dependiera exclusivamente de mi, seguiría eligiendo ser egoísta, envidiosa, peleona, intolerante, criticona, prepotente y entre otras; porque aunque Confucio define la conciencia como la luz de la inteligencia para distinguir el bien del mal, se necesita mucho más que inteligencia para obrar el bien (o si no demos una miradita a nuestra realidad social)

¿QUÉ FUE LO QUE MENOS ME AYUDÓ?

Esta pregunta quedó parcialmente respondida en el primer punto. Es evidente que no me ayudó el racionalismo, el querer entender a Dios y sus misterios, el querer vivir la experiencia que otros han vivido, y el hacer esfuerzos para que las cosas pasen como deben pasar según está previsto por la experiencia. Sin embargo, quiero precisar como ejercitante y como acompañante que, aunque no ayuda el forzar las cosas para que se den, si es muy importante el esfuerzo por no estorbar, por disponerse, por hacer las cosas bien y dejar que Dios trabaje. Tampoco ayudan los regaños, señalamientos y recriminaciones al ejercitante por ser de esta o aquella manera, por no entender o por no saber.

Finalmente, estoy convencida que San Ignacio, sabiamente inspirado por el Espíritu Santo, sistematizó las reglas de discernimiento para que podamos hacer frente al problema del mal y del pecado en nuestra vida cristiana. Creo que la oportunidad que nos brinda el conocer los

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modos en que se presenta el mal y la forma como actúa en nuestra vida en los diferentes tiempos, se constituye en un arma poderosa, quizásnopara eliminarlo, perosi para dar una fuerte batalla. Tener siempre como norte «el fin para el que hemos sido creados… y ordenar las demás cosas hacia ese fin (…), buscando estar indiferentes, para seguir aquello que sea para mayor gloria y alabanza de Dios y salvación de nuestra alma»7 .

Dios nos grita por medio de nuestros dolores. Los usa como altavoz para despertar a un mundo sordo

Creo que lo mejor que puedo recomendar para que otros puedan acercarse a su propio pecado, y a la realidad del mal para vivir un proceso de conversión en los Ejercicios, es que se dispongan para un encuentro sincero con el amor de Dios que, aunque desprecia el pecado, ama infinitamente al pecador; que sigan las recomendaciones de su acompañante al hacer los Ejercicios, que pidan el Espíritu Santo, que no se desesperen por hacer que las cosas pasen y que perseveren a pesar de que aparentemente no llegue la gracia.

Hoy estoy plenamente convencida de que «todas las cosas ayudan a bien a quienes confían en Dios»8. Dios nos grita por medio de nuestros dolores. Los usa como altavoz para despertar a un mundo sordo. Una persona no siente la necesidad de corregirse mientras la vida le sonríe, en cambio el sufrimiento destroza la ilusión de que «todo marcha bien».

Hoy creo que eso fue lo que Dios permitió que ocurriera en mí. Que yo descubriera el mal que sufría para que lo conociera y Él pudiera mostrarme el mal que hacía (que estaba mucho más oculto). Hoy entiendo que si Dios nos hizo libres, no puede evitar que hagamos lo que decidimos, incluso el mal. También comprendo que ese mal que hacemos, aunque lo usa, no viene de Él, en cambio si hay unos males que sufrimos a través de los cuales Dios nos está haciendo (con nuestra participación) imagen y semejanza suya.

7 Cfr. Ejercicios Espirituales 179.

8 CLIVE STAPLES LEWIS, The Problem of pain

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Vivir el pecado en la Primera Semana

Vivir el pecado en la Primera Semana

Benjamín Herazo Cueto*

Al tratar de escribir sobre el problema del mal en la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales, viene a mi mente un ejercicio racional, donde deborecopilar toda la información posible, para tener una diversidad de puntos de vista, teorías y experiencias que alimenten mi documento, para con esto tratar de cumplir con una metodología académica a la cual estamos acostumbrados. Sin embargo en la medida que quiero empezar el trabajo, me doy cuenta que más me alejo del objetivo inicialmente planteado: trasmitir una experiencia de vida. Es por ello que recurro a la memoria de mi espíritu y con ayuda de mi cuaderno, inicio un proceso de transmisión de ese momento particular de mi vida y que actualmente continua.

No pretendo con estas líneas más que presentar mi experiencia de vida frente a un proceso que he iniciado gracias al redescubrimiento de Dios en mi interior, el cual necesita de un constante y diario alimento espiritual manifestado en las acciones del diario vivir. Sin querer hacer de este un recuento interminable de vivencias, si me gustaría presentar

* Arquitecto y MSc. en Economía de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor Investigador de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana.

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006) 115-118

algunos antecedentes que pueden ayudar a la compresión o justificación de las experiencias comentadas.

Como a muchos de nosotros nos ha pasado, fue el vacío, ese sin sentido, ese creer haber logrado «todo» lo que me llevó a una búsqueda interior, que pasa por muchas etapas, donde no existe una constante, ni continuidad, mucho menos un proceso acompañado o sistemático. Es sencillamente una experimentación de extremos que aumenta la incertidumbre y la sensación de pérdida. Tras haber tenido diferentes vivencias, inicio un nuevo proceso con los Ejercicios Espirituales Ignacianos.

EL SILENCIO, UN DESCONOCIDO MUY NECESARIO

Quiero aclarar que he tenido que hacer un par de veces mi «Primera Semana». No fueron un problema las sugerencias, ni las normas planteadas, ni mucho menos hacer silencio físico. El problema fue desacelerar y calmar la mente. Por más de cuatro días, a la par de las actividades propuestas, mi mente continúo su trabajo racional y su análisis permanente, pero más allá de descomponer, comparar y examinar cada dinámica que se proponía, (la cual yo asimilaba con actividades de manipulación y confusión de mi espíritu). El problema, el mal estaba en no aceptar mirarme, o ser transparente conmigo mismo, en no hacer una lectura con el corazón y no con la razón.

El mal estaba en no aceptar mirarme, o ser transparente conmigo mismo, en no hacer una lectura con el corazón y no con la razón

Lograr entrar en un estado donde la voz del interior pueda ser escuchada, donde los sonidos y ruidos de nuestra sociedad no confundan y donde el silencio sea un acompañante, fue una tarea muy difícil de realizar. Personalmente nadie me había enseñado a escuchar de esa forma y mucho menos a hacer silencio.

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006) 115-118

LO QUE NO ME HACE FELIZ

Lo que me ha ayudado a tomar conciencia del mal y el pecado ha sido ese vacío que no me deja ser feliz, entendiendo felicidad como ese redescubrir de Dios en nuestro interior. Entender el Plan de Dios y dejarlo actuar sobre nosotros, es lo que realmente nos hace felices. En la medida en que me he liberado de todos esos pecados, esos males, más cercano me encuentro de la felicidad.

Parte del problema inicial, está en lo relativo del concepto de pecado, el cual no es lo mismo para todas las personas, pero nuestra sociedad se ha encargado de estandarizar lo que es un pecado, lo que es tremendamente negativo para el reconocimiento de este en cada persona. Para mi fue difícil quitarme de encima el preconcepto de pecado y buscar en mi interior lo que no me dejaba crecer, lo que no me dejaba realizar el Plan de Dios.

La primera vez que realicé el recorrido por la historia de vida tuve dificultades, ya que identifiqué el pecado en muchos de los episodios. Sin embargo al entender o más bien al quitar el concepto que yo tenía de pecado, descubrí que algunos eventos que yo había marcado con esa etiqueta no eran, y otros, que no la tenían definitivamente, si lo eran. Encontrar esa diferencia es realmente lo más difícil para abordar el pecado y el mal en los Ejercicios Espirituales.

RECONOCIMIENTO Y ACEPTACIÓN DE SER FELIZ

La mejor forma de ayudar a otros a reconocer el pecado y la realidad del mal, es el reconocimiento de este en nuestra vida como obstáculo para ser feliz. Este proceso es muy particular en cada persona y lo alcanzará en la medida que sienta la presencia de Dios en su interior. Ese redescubrimiento no es fácil, hay que estar dispuestos, hay que prepararse, hay que saber caer y volver a ponerse de pie. Yo particularmente tuve muchos tropiezos en este punto, sobretodo alimentado por unas «falsas razones» a nivel intelectual, que me impedían reconocer a Dios dentro de mí.

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006) 115-118

Ese cuestionamiento intelectual que surge ante la aparición de un problema o pecado, fue el que me llevo, a no encontrar de una manera directa a Dios dentro de mí. Di todas las vueltas posibles para no aceptar lo que estaba descubriendo y justificar un proceder y un proyecto de vida desviado del plan de Dios.

Para mi los Ejercicios Espirituales son una forma de organizar, pero sobretodo de mantener el orden de nuestra casa. Es un proceso paulatino, por fases y especialmente continuo, donde la guía y el acompañamiento hacen que ese camino no se pierda o se confunda en la inmensidad de nortes que la sociedad de hoy nos muestra.

Como cualquier tipo de ejercicio físico, si no se practica con regularidad se pierde el esfuerzo inicial, se olvida y finalmente los músculos se atrofian, lo cual hace difícil el reiniciar las actividades nuevamente. Por eso mantener una rutina de ejercicios en el diario vivir es tan importante como las semanas intensivas de ejercicio.

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006) 115-118

Colección

Apuntes Ignacianos

Temas

Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»

Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).

Formación: Propuesta desde América Latina.

Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada.

Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.

Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.

La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.

Ejercicios Espirituales para creyentes adultos.

Congregación General N° 34. Nuestra Misión y la Justicia.

Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)

Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio.

El Superior Local (agotado) Movidospor elEspíritu.

AñoN°

Temas

Enbuscade«Eldorado»apostolico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...

Afectividad, comunidad, comunión. A la mayor gloria de la Trinidad (agotado) Conflicto y reconciliación cristiana.

«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical. Discernimiento comunitario y varia.

I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado)

«...para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz» La vida en el espíritu en un mundo diverso.

IISimposiosobreEE:Lapreparacióndelapersonapara losEE.

Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles.

30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.

III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida.

Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.

IV Simposio sobre EE: El "Principio y Fundamento" como horizonte y utopía.

Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE2004.

Reflexiones para sentir y gustar...

Apuntes Ignacianos 46 (enero-abril 2006) 119-120

Aprendizajes Vitales

Conferencias CIRE 2005

Presentación 1

Aprenderaperdonaryaperdonarse 3

Iván Restrepo Moreno, S.I.

Aprenderavivirconelpropiodolor 25

Hermann Rodríguez Osorio, S.I.

Aprenderasanarheridas 42

Darío Restrepo Londoño, S.I.

Aprenderacultivarlainterioridad 57

Gerardo Villota Sañudo, S.I.

«CómomanejarlaTransferenciasegún elcódigodelReinodeDios 66

Juan C. Villegas Hernández, S.I.

ElcambioimplicaAprenderaaprendery Aprenderadesaprender Luis Fernando Granados Ospina, S.I. 77

ColecciónApuntesIgnacianos 94

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