

APUNTES IGNACIANOS
DirectorCarátula
ISSN 0124-1044
José de Jesús Prieto Oleo de Montserrat Gudiol (1991)
Consejo EditorialDiagramacióny
Clara Delpín composición láser
Javier OsunaAna Mercedes Saavedra Arias
Hermann RodríguezSecretaria del CIRE
Roberto Triviño
Juan C. Villegas
Tarifa Postal Reducida:Impresión:
Número 912 - Vence Dic./2006Editorial Kimpres Ltda. Administración Postal Nacional.Tel. (1) 260 16 80
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Presentación
¡El hombre¡: es la primera palabra del cuerpo de los Ejercicios Espirituales y de las meditaciones de «el que hace los Ejercicios». Es un vivo signo de la antropología ignaciana implícita y del objetivo apostólico de Ignacio: la salvación de los hombres. Pero no se trata del hombre como individuo sino como persona, como relación fundamental por su propia naturaleza.
La relación es una bendición cuando se hace según el plan del Creador. Pero es una maldición cuando obedece los imperativos de quien se deja manipular por sus concupiscencias.
Relación con Dios: «el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios». Es el ser que vive su esencial pasividad: la creación divina. Pero también el ser en su pasividad activa: la relación del hombre creado consigo mismo, con los otros y con el mundo: las 'demás' criaturas. Pero, ¿cuál relación? Una vinculación que le permita existir plenamente en medio de ellas, no una esclavitud con respecto a lo que no es él. El hombre creado por Dios es el hombre libre, que para ser hijo de Dios tiene que conservarse siempre libre. Y solo dependiendo de Dios será libre verdaderamente ante todos y ante todo lo demás. Solo así, podrá buscar siempre lo que más conduce de regreso a la Casa del Padre.
Este es el Principio y Fundamento de los Ejercicios, el «credo» fundamental del autor de ellos y también del ejercitante que quiera ser libre y conservar siempre su libertad: «Para ser libres nos libertó Cristo. Manténgase, pues, firmes y no se dejen oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud» (Gal 5, 1). Y como un eficaz camino para lograrlo,
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Presentación
Ignacio ofrece esta condensada y peculiar revelación de Dios en el pórtico de su pequeño libro.
«El Principio y Fundamento, como horizonte y utopía» que relaciona la antropología con la teología ignaciana es el objetivo del IV Simposio sobre los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Gabriel Ignacio Rodríguez, alabrirelSimposio,noshizocaer enla cuentadel 'Stradivarius' que teníamos en las manos al manejar este formidable instrumento del texto de los Ejercicios y la necesidad de aprender a tocarlo como Maestro Ignacio. Saber mirar para saber llegar y a dónde llegar, se nos dijo en la apertura a cargo de Hermann Rodríguez. Ante todo nos preguntamos que dimensión bíblica contiene esta pieza clave del texto. Gustavo Baena nos responde ubicándola en un nivel de revelación o autocomunicación de Dios, mientras Mario Gutiérrez nos presenta directamente la perspectiva ignaciana dentro del conjunto de la totalidad de la experiencia, estableciendo luego un paralelismo entre la perspectiva ignaciana y su comprensión teológico-antropológica renovada. Marta Elena Mejía presenta el Principio y Fundamento en su dimensión pedagógica, inspiradora de gran variedad de normas que rigen hoy la enseñanza personalizada. Por su parte, Alejandro Angulo incursiona en el campo de la dimensión sociológica en la interdependencia del hombre y las creaturas, en un vínculo ecológico y en la ética de la relación como amor, con los efectos sociales del autocontrol. Finalmente, Carlos Domínguez, estudia, desde la psicología y el psicoanálisis, las implicaciones de la relación Dios-creatura, hombre-otras criaturas: ¿quién es Dios: la criatura o el Creador?
Los 4 panelistas abordan el tema de una manera existencial y personal,subrayando lapresenciacontinuadelCreador (MyriamGómez), el autoconocimiento desde el Señor de la Vida (María Cristina Franco) y la alabanza (Carlos E. Pérez).
El Principio incluye en germen el fin y el fin supone y reenvía al Principio: el Principio y Fundamento, en la fe, pasando por la esperanza en todos los Ejercicios, reenvía al amor de la última contemplación. Vivir la experiencia del Principio y Fundamento es tener en la mano la clave para abrir la caja fuerte de los Ejercicios. Lo importante es saberla aplicar para que realmente se abra y nos ofrezca el tesoro escondido durante más de cuatro siglos y medio.
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Palabras de Inauguración
Palabras de Inauguración
Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.I. *
Agradezco al P. Hermann Rodríguez la invitación que me ha hecho para dirigirles estas palabras al iniciar el IV Simposio sobre Ejercicios Espirituales de san Ignacio, que en esta oportunidad quiere consagrarse al estudio del Principio y Fundamento. Quiero felicitar al CIRE por este esfuerzo que contribuye a la irradiación y profundización de la espiritualidad Ignaciana, y ofrecer con mis palabras un estímulo a la reflexión que ustedes emprenderán. Quiero para ello recoger los aportes que el P. Manuel Maza, Jesuita, de la Provincia de Las Antillas, nos ofrece a través de una bella parábola, publicada en su reciente obra «Desplegando la vela».
EL VIOLÍN DEL ABUELO IGNACIO1
A la muerte del abuelo, durante años, sus hijos se pasaron de mano en mano aquel violín extraordinario. Todos sabían tocarlo, a cual mejor, y cada uno disfrutaba con los éxitos de los otros hermanos en los conciertos como si de él mismo se tratase. Era una marca de todos los hijos de Ignacio: ser virtuosos del violín y salir airosos por difícil que fuese la melodía. Pero con los nietos ya no pasó igual. Si bien alguno que otro se lucía, la mayoría sólo sabía algunos acordes para acompañar a otros
* Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia.
1 MANUEL MAZA, Desplegando la vela, 111-114.
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Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.J.
instrumentos que fueron tomando su lugar (…). Con el tiempo, el violín fue subiendo en la casa, pero no en la estima, hasta convertirse en uno de los tantos trastos guardados en el desván, entre el techo y el último piso. Allí cogía polvo junto a unos zapatos fuertes y gastados de cuando Ignacio había peregrinado por media Europa hasta llegar a Tierra Santa y volver. Pasaron los años y los descendientes de Ignacio, a veces contaban lo bien que tocaban el violín el abuelo Ignacio y sus hijos. En ocasiones, alguno más cuidadoso, sacaba de entre sus papeles viejos, alguna partitura escrita de puño y letra por Ignacio. Todas eran sólo para violín y al pie de página se leía esta anotación de la mano del abuelo: «para ser tocadas de pie, con gran ánimo y generosidad (…)».
Nadie sabe a ciencia cierta cómo fue que el violín fue redescubierto.
Sea lo que fuere, el violín bajó del desván y subió en estima, ahora estaba en el cuarto de Pedro, el hijo mayor de los Urolas, que así se llamaba la familia.
Al principio, fue el hijo mayor quien se interesó por el violín. Un buen día abrió el estuche. La madera del violín estaba intacta. El estuche era francés,lamarcadelviolíneraitaliana,«Storta»,perolahechuraeranetamente vasca. Había sido un instrumento de valor, pero no tenía cuerdas. Durante los primeros meses de su reaparición el violín sin cuerdas sirvió de todo: en el hueco del centro, el Urola mayor metió lápices, y plumas que usaba en su escritorio, luego (…) tomó esta decisión: ¡buscarle cuerdas al violín!
Ese fue el comienzo. Comprarle cuerdas y buscar quien se las pusiese fue relativamente fácil. Fue esa misma tarde en que las cuerdas estaban recién colocadas, cuando el técnico de la tienda de instrumentos antiguos lo probó y sacó un extraño sonido. Nuevas diligencias para afinarlo. Ese proceso le reveló a Pedro que no era cualquiera quien podía afinar tan valioso y delicado violín (…).
Afinado, el violín producía sonidos hermosísimos, pero ¿y qué? ¡Pedro no sabía tocarlo! Pacientemente, cada tarde, dejando el trabajo y los conocidos, por espacio de una hora larga, a veces de pie o sentado, Pedro iba aprendiendo los rudimentos del violín. Al principio, el maestro le trataba como un niño tierno, y le animaba: -Pedro, no te desconsueles, todas las partituras del mundo, no valen uno de tus acordes. No temas repetir aquellos ejercicios en los que saques más provecho, o aquellos en los que encuentres mayor dificultad.- Con el paso de los meses y de los años, Pedrofueaprendiendo.Poresostiemposgustabadedecir:-elviolín,siem-
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Palabras de Inauguración
pre ha sido excelente, poco a poco él va dejando aparecer toda la música que llevo adentro y que mis dedos (…), no sabían ni podían tocar-. El concierto de debutante fue un éxito y un interrogante. El público de pie aplaudía, mientras que Pedro y su Maestro se miraban sorprendidos por un descubrimiento hecho aquella misma noche: aquel instrumento podía ser tocado en solo, pero su máxima expresión la encontraba en una gran orquesta.
Nuevo aprendizaje: Pedro tuvo que salir de sus destrezas exclusivas para aprender a tocar en un conjunto y aprovecharse más en todos estos asuntos musicales. Ahora bien, ya desde los primeros conciertos de la orquesta, Pedro se confirmó que aquel violín de Ignacio era un instrumento que se aprendía en la soledad y se aprovechaba al máximo cuando era parte de un conjunto. Gustaba de decir: -se aprende sólo, se toca entre nosotros, pero suena mejor cuando se toca para otros y si no pueden pagar, mejor-.
El violín seguía dirigiendo vidas. Desde hacía rato, era el violín de Pedro el que daba la nota para afinar a la orquesta entera. Con el tiempo, toda la orquesta, afinada por el violín, tuvo la determinación deliberada de que aquellos conciertos no debían quedarse sólo en esa ciudad, sino que les tocaba discurrir y hacer música por la ancha geografía del mundo dando conciertos para todos los públicos, sin instalarse, aunque hubiese que tocar al aire libre, yendo allí donde más, se necesitase el valorar la buena música, viajando sin pedir para el pasaje, ni cobrar por las funciones.
Antes de morir, ya Pedro había visto cómo por doquier se fabricaban violines de acuerdo al modelo del abuelo Ignacio. A cada uno de sus hijos les dejó un violín y se ocupó de que aprendieran a tocarlo. Dicen que la víspera de su muerte los reunió a todos y les dijo: - serán dignos del violín que les he regalado si son capaces de componer piezas y partituras a partir de las canciones que la gente tararea en la calle. (…) reúnanse para tocar juntos, solamente así cada uno sabrá si su violín está afinado y ni se le ocurrirá abandonarlo a coger polvo en un desván. No idolatren al violín, (…), es un simple instrumento que ayuda a vencer nuestro común desafinamiento y nos ayuda a buscar y hallar la buena música. Si lo usan, no tendrán que limpiarlo. Cuídenlo, hay más en este violín de lo que vemos a simple vista (…).
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Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.J.
EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO
Y es precisamente este «más» de lo que vemos a simple vista, lo que queremos buscar en esta obra maestra ignaciana, que son los Ejercicios Espirituales, al reunirnos hoy en este simposio dedicado al Principio y Fundamento.
Así como decimos que la familia es el Principioy Fundamentodelasociedad; oque, la dignidad humana el es el Principio y Fundamento de los Derechos Humanos; o que, la racionalidad es el Principio y Fundamento de la modernidad; igualmente, en los Ejercicios, se acostumbra presentar el Principio y Fundamento, como la afirmación esencial sin la cual no habría Ejercicios ignacianos.
El Principio y Fundamento ha inspirado no sólo el Apostolado de la Compañía, sino igualmente su espiritualidad
San Ignacio nos da, a través del Principio y Fundamento, la síntesis de su teología (el hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios) de su antropología (mediante esto salvar su ánima), de su psicología (de tal manera que no queramos de nuestra parte más), una invitación al discernimiento (eligiendo lo que más nos conduce), y en fin, todo lo que ha querido ser la Compañía de Jesús por más de cuatrocientos cincuenta años de historia.
El Principio y Fundamento ha inspirado no sólo el Apostolado de la Compañía, sino igualmente su espiritualidad. En él se encuentra la base de afirmaciones que expresan privilegiadamente la espiritualidad ignaciana a lo largo de los Ejercicios como «amor y alabanza»2, «amar y servir»3, «en todo amar y servir»4. Es así como puede pensarse que los Ejercicios sean una minuciosa ampliación del Principio y Fundamento.
2 Ejercicios Espirituales 23.
3 Ibid., 233.
4 Ibid., 363.
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Palabras de Inauguración
Es Verdad que encontramos en san Ignacio un principio aún más universal, del cual el Principio y Fundamento no es más que una afirmación particular. Se trata del deseo de «encontrar y hallar a Dios en todas las cosas». Este es un deseo del cual parte Ignacio en sus Ejercicios y en el cual los termina con su Contemplación para alcanzar amor.
El Principio y Fundamento es un llamado a recobrar nuestro propio ser en libertad, para mejor elegir lo que más ayude a compartir nuestra vida con los demás; a rechazar todo lo que impida que muchos hombres y mujeres alcancen el fin para el que fueron creados. Es una bella interpelación a no dejarnos maniatar por riqueza ni pobreza, por fama ni afrenta, por salud ni enfermedad, por vida larga ni corta. Es esto lo que han querido hacer los jesuitas que han estado en estas tierras colombianas a lo largo de 400 años sirviendo a la justicia y a la paz. Todos ellos fueron moldeados y forjados por la mística de los Ejercicios ignacianos y en particular, del Principio y Fundamento, desde la época de la colonia, hasta hoy, y es lo que la Compañía de Jesús, cual orquesta sinfónica, con una rica sección de violines, quiere seguir ofreciendo a la Iglesia y al país, para forjar hombres y mujeres, con una gran riqueza interior y movidos por la fuerza del Espíritu sean capaces de dar lo mejor de sí para la construcción de una sociedad que refleje la vivencia de los valores e ideales del Reino.
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Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
El 'Principio y Fundamento' Como Horizonte y Utopía
Hermann Rodríguez Osorio, S.I. *
lguna vez mi maestro de novicios me contó la historia de uno de los Padres del desierto al que acudían muchos discípulos en busca de una guía para recorrer el camino de la santidad. Uno de los jóvenes buscadores estaba particularmente preocupado por el secreto de la perseverancia; veía que eran muchos los llamados y pocos los que, efectivamente, se mantenían firmes hasta el final de sus días en el camino comenzado. El Abba, como se les solía llamar a estos Padres durante los primeros siglos de la Iglesia, le dijo al joven novicio:
Cuando un hombre sale con su jauría de perros a cazar, va buscando un venado o una liebre entre los montes y los valles. En un momento determinado uno de los perros distingue a lo lejos, entre las ramas de un arbusto espeso, la silueta de la presa que busca su Señor y, sin perder un instante, comienza a correr y a ladrar, señalando el rumbo a los demás perros y al cazador. Los demás perros también corren y ladran, pero no saben, propiamente hablando, detrás de qué van... por eso, cuando aparecen los obstáculos en el camino, los matorrales cerrados, las quebradas profundas, las cimas infranqueables, se llenan de miedo y dejan de correr. No tienen la culpa, porque, sencillamente, no
* Licenciado en Filosofía y Magister en Psicología Comunitaria de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Actualmente es Director del CIRE.
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El 'Principio y Fundamento' Como Horizonte y Utopía saben a dónde van, ni qué buscan. Pero el perro que logró divisar la presa, no tiene inconveniente en superar todas las dificultades que se le puedan presentar en su camino, hasta que llega a atrapar a su presa en compañía de su Señor.
Algo parecido nos pasa en la vida a todos los cristianos. Si no tenemos claro detrás de quién vamos, si nos enredamos haciendo relativo lo absoluto y absoluto lo relativo, terminamos perdiendo el rumbo y olvidando para dónde vamos y qué es lo que buscamos. Esto mismo es lo que pretende san Ignacio de Loyola al proponerle a la persona que quiere hacer los Ejercicios Espirituales, el 'Principio y Fundamento'. Les recuerda que el fin último del ser humano es Dios mismo y que «todas las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado»1 .
La conclusión a la que llega san Ignacio de Loyola es que debemos hacernos:
Indiferentes a todas las cosas creadas (...) en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados2 .
La palabra indiferentes no significa aquí que no nos importen las cosas, sino que no queramos escoger sino aquello que nos conduce al fin para el que hemos sido creados por Dios. Todo está coloreado por este amor absoluto y último de nuestra vida.
Allí es donde está señalando Jesús cuando dice: «El quiere a su padre o a su madre más que a mí, no merece ser mío; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no merece ser mío». Jesús no nos dice que no queramos a nuestros padres o hijos; no faltaba más. Lo que dice es que no se puede querer nada ni a nadie, más que a él. El absoluto es él. Es más, ni siquiera es posible quererse a sí mismo más que a él. Para ser
1 Ejercicios Espirituales 23.
2 Ibid.
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Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
discípulos de Jesús tenemos que estar dispuestos a tomar nuestra cruz y seguirlo cada día... tomar nuestra cruz, no la suya, porque la suya ya la llevó él, como bien dice don Miguel de Unamuno.
Como el perro cazador, tenemos que tener claro detrás de qué vamos en nuestra vida, para llegar a alcanzar el fin último para el cual hemos sido creados. Haber experimentado el amor absoluto que le da sentido a todos nuestros amores, sea en el sacerdocio, en la vida religiosa o en la vida matrimonial, es lo único que garantiza que llevemos a feliz término el plan de Dios para cada uno de nosotros.
Cuando una institución humana se plantea su Visión, desde la perspectiva de lo que se conoce como el Direccionamiento estratégico, está formulando su deseo de hacer el camino presente, desde el sueño del futuro. La convicción que está a la base de esta metodología es que los seres humanos necesitamos formular nuestros sueños y expresar nuestras aspiraciones más profundas, para dinamizar nuestra existencia desde una utopía que es necesario construir desde la cotidianidad. Esta experiencia que tratamos de comunicar, está muy bien formulada en el título de uno de los libros de Benjamín González Buelta, S.J.: La utopía ya está en lo germinal. El final ya está presente al comienzo del camino. Cuando damos el primer paso, como Abraham, ya llevamos a cuestas la tierra prometida hacia la que nos mueve la promesa. De una manera distinta, lo expresa Ira Progoff: «Como el roble está latente en el fondo de la bellota, la plenitud de la personalidad humana, la totalidad de sus posibilidades creadoras y espirituales está latente en el fondo del ser humano incompleto que espera, en silencio, la posibilidad de aflorar». El roble, ya está latente en el fondo de la bellota.
El Principio y Fundamento3 constituye la puerta de entrada a los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. En él, se le ofrece al ejercitante el fin último hacia el cual debe orientar toda su búsqueda. Este fin no es otra cosa que Dios mismo y, por tanto, «todas las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado»4. Tener claro esto,
3 Cfr. Ejercicios Espirituales 23.
4 Ejercicios Espirituales 23.
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El 'Principio y Fundamento' Como Horizonte y Utopía
desde el comienzo de la experiencia es lo que permite al ejercitante, reconocer lo que está ordenado o desordenado en su vida. Al mismo tiempo, hace posible que las personas se hagan
Indiferentes a todas las cosas creadas (...) en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados5 .
El IV Simposio sobre Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, quiere ahondar en el sentido que tiene este pequeño texto del Principio y Fundamento, como horizonte y utopía. Contaremos con especialistas en distintas disciplinas, que nos ofrecerán sus reflexiones y su propia experiencia, para enriquecer la labor que realizan muchas personas a través del acompañamiento de los Ejercicios Espirituales.
Contamos con la presencia de jesuitas, laicos y laicas que nos van a enriquecer con su experiencia y su reflexión. Les damos, pues, la más cordial bienvenida y esperamos que todos podamos beber juntos de esta fuente inagotable de los Ejercicios Espirituales, para hacer realidad lo que significa un Simposio.

“(...)ytodaslasotrascosassobrelahaz delatierrasoncriadasparaelhombre,y paraqueleayudenenlaprosecucióndel finparaqueescriado”.
5 Ibid.
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Gustavo Baena Bustamante, S.J.
Dimensión Bíblica del Principio y Fundamento
Gustavo Baena Bustamante, S.I.
* INTRODUCCIÓN
e sido invitado como biblista para enfocar una palabra sobre el Principio y Fundamento. Habría varias posibilidades para orientar esta charla. Si a un biblista le presentan el texto de los Ejercicios Espirituales, ¿qué es lo que puede hacer con él? Tal vez lo primero que se le podría ocurrir sería tratar de encontrar en la Biblia un parentesco con un texto, o un conjunto de textos emparentados con los Ejercicios Espirituales. Y para buscar ese parentesco, lo que se debería hacer sería, buscar la misma terminología que emplea san Ignacio en el Principio y Fundamento y eso ya sería un trabajo que resultaría muy desparramado.
Podría también buscar un parentesco con lo que maneja temáticamente el Principio y Fundamento. Eso podría ser útil para saber a qué distancia está ese texto de los Ejercicios Espirituales, de la Revelación misma. Si hiciéramos ese ejercicio, equivaldría a una valoración de ese mismo texto, midiéndolo con la norma, con el canon, con la Biblia. Ese sería el trabajo. Determinar qué tan cercano está san Ignacio de la Revelación de Dios. Eso es lo que no voy a hacer.
* Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Licenciado en Sagrada Escritura, Comisión Bíblica, Roma. Diplomado en Sagrada Escritura, Escuela Bíblica, Jerusalén.
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Dimensión Bíblica del Principio y Fundamento
Otra posibilidad, mucho más audaz, nos llevaría a buscar qué tan cerca está este texto de los Ejercicios Espirituales, de la Revelación. No sólo ver si se parece, sino mostrar que el mismo texto de los Ejercicios Espirituales es Revelación de Dios. Eso es lo que vamos a intentar probar a través de este texto. Técnicamente, Revelación es la auto comunicación de Dios o manifestación de su intimidad a la intimidad del hombre. Dicho de una manera más directa y puntual, podemos decir que Revelación es la manifestación de Dios por autocomunicación en el individuo, manifestándole lo que él quiere. Eso quiere decir que la Revelación sucede al interior de cada ser humano. Otra cosa es que el espacio en el cual el hombre logra descubrirla, sea en lo que técnicamente se puede llamar una significación común, que en el fondo no es otra cosa que la realidad de la comunidad. La comunidad es el espacio donde el hombre percibe, categorialmente, la Revelación trascendental de Dios en su intimidad. Eso quiere decir que el único objetivo de la Revelación es la voluntad de Dios sobre el hombre. Dios no revela sino eso. Quien se imagine que en la Biblia puede encontrar otra cosa, se está equivocando.
La Revelación sucede al interior de cada ser humano
Cuando nos dicen que la Biblia es la Revelación, excusen si les hiero, se refieren a todo lo que hay en la Biblia: Géneros literarios de todo lo imaginable; historias, relatos míticos, oráculos de profetas, páginas sapienciales. ¿Será que Dios revela todo eso? ¿O eso es la manera cómo interpretaron la voluntad de Dios y cómo la están promoviendo? Lo que ustedes encuentran en la Biblia es un lenguaje interpretativo de lo que Dios quiere en cada caso. Eso es lo que un biblista busca en un texto. Se narra, por ejemplo un milagro de Jesús, y la gente cree que la revelación es el milagro de Jesús.
La narración era para promover una voluntad de Dios en la comunidad. Esoes lo que hay que buscar. Si las cosas son así, tomadas de una manera seria, el Principio y Fundamento es una página de Revelación de Dios. Lo que hay que averiguar es ¿qué es lo que se está promoviendo en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio? Eso es lo que pretendo mostrar. Esa página de Revelación de Dios, expresada en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio en el Principio y Fundamento, ¿qué finalidad tiene dentro de los Ejercicios? Aquí si hay, verdaderamente, algo qué discutir. Ha sido
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Gustavo Baena Bustamante, S.J.
interpretado de todas las maneras imaginables. Lo que queremos saber es ¿qué es lo que se pretende o pretendía, intencionalmente, san Ignacio al colocar ese parrafito al principio de los Ejercicios? ¿Para qué, qué función tiene dentro de los Ejercicios Espirituales?
Aquí no se trata de averiguar qué tan cerquita está san Ignacio de la Revelación, sino que ese Principio y Fundamento es Revelación de Dios. Es un lenguaje de Revelación de Dios.
¿CUÁL NO ES LA FUNCIÓN DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO?
No es una introducción a los Ejercicios Espirituales. Una introducción es una piecita literaria para disponer a un lector a fin de conseguir que se situé dentro de lo que va a leer; la introducción pretende que el lector se prepare para lo que va a hacer.
No es un preámbulo. El preámbulo presenta lo que se debe decir antes de lo que se trata de exponer.
No es un exordio... por miles de razones que no quiero referir.
No es un prólogo... aquello que está antepuesto en una obra literaria o en un discurso.
Tampoco es un principio en el sentido que propone La Palma: «Llámase principio porque como en tal están encerradas todas las conclusiones que después se van especificando y declarando»1. Busqué en la concordancia de san Ignacio, la manera como maneja la palabra principio, y no es lo que La Palma afirma. Más se acerca Dalmases cuando define la palabra principio de la siguiente manera: «Punto que se considera como primero en una extensión o cosa»2 . Esto significa que para san Ignacio, la palabra principio señala una cosa con la cual se empieza algo. La palabra principio, significa lo primero que hay que hacer, según san Ignacio. En ninguna parte la palabra principio significa, para san Ignacio, una especie de síntesis de teología. Nunca. Y la utiliza como treinta y cuatro
1 LUIS DE LA PALMA, Práctica y breve declaración del camino espiritual (1629), en Obras Completas del Padre La Palma, BAC, Madrid 1967, 852.
2 CÁNDIDO DE DALMASES, Ejercicios Espirituales, Sal Terrae, Santander 31990, 202.
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Dimensión Bíblica del Principio y Fundamento veces en sus obras más importantes. Por tanto no se trata de un principio técnico, ni teórico, ni científico. Si a la palabra principio se le da este significado, se puede volver una especie de resumen de teología. No se puede negar que allí hay un contenido excepcional, pero san Ignacio no quiere que la persona haga una reflexión sobre los principios fundamentales de la teología.
¿QUÉ ES EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO?
Sabiendo lo que es, podremos saber qué hay que hacer con él. San Ignacio no está diciendo qué es el hombre, sino para qué. Esto es algo muy particular. El Concilio Vaticano II sobresale precisamente por no definir las cosas, por lo que las cosas son intrínsecamente después de un análisis. Casi todo se define por la función que tiene. Las cosas se definen por la función que tienen. Este es el caso de san Ignacio. Lo que él quiere expresar es qué es lo que Dios pretende con el hombre. En este sentido, busca responder a la pregunta por la voluntad de Dios para el hombre. Eso sí es la Revelación en su más hondo sentido. El Principio y Fundamento es una página de Revelación. No es que se parezca. Es Revelación.
Toda la Biblia gira alrededor de una sola cosa... ¿Qué es la voluntad de Dios sobre el hombre? No hay una sola página de los dos Testamentos en que no se esté haciendo eso: buscando la voluntad de Dios para el hombre, teniendo en cuenta que la imagen del hombre es muy estrecha en el Antiguo Testamento. La imagen del hombre que aparece aquí deseada por Dios es la que Dios desea para el hombre. Y es, por lo tanto, la voluntad de Dios sobre el hombre. Hay una cosa muy sorprendente en esa afirmación. San Ignacio está considerando qué es lo que Dios quiere del hombre, situado dentro del mundo mismo. Según este texto, el mundo está en función de la voluntad de Dios sobre el hombre. Tal vez lo más radical de este texto, es que el mundo está ordenado hacia lo que está ordenado el hombre... Hacia la identidad de vida con Dios... Todo el universo está ordenado en esa dirección.
El grave problema que encuentra san Ignacio es que ese mundo que está ordenado hacia el fin del hombre, en vez de seguir la orientación que Dios le da, se vuelve sobre sí mismo. Lo que hace el hombre es devolverse. En vez de servirse del mundo, el hombre resulta esclavo de
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Gustavo Baena Bustamante, S.J.
él. Por eso viene ese término tan original de san Ignacio: la indiferencia. Es un término absolutamente típico de san Ignacio. ¿Qué quiere decir la indiferencia? Para ello, debemos consultar al mismo Ignacio en el primer modo de hacer sana y buena elección:
Es menester tener por obyecto el fin para el que soy criado, que es para alabar a Dios nuestro Señor y salvar mi ánima; y con esto hallarme indiferente, sin afección alguna desordenada. De manera que no esté más inclinado ni afectado a tomar la cosa propuesta que a dejarla, ni más a dejarla que a tomarla; mas que me halle como en medio de un peso, para seguir aquello que sintiere ser más en gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi ánima3 .
El Principio y Fundamento no es un principio teórico, sino una teoría sobre la manera como el hombre es capaz de alcanzar la voluntad de Dios mismo. La palabra teoría, desde su etimología significa mirar, contemplar. Una teoría es una visón, una contemplación del rodaje de una cosa. Una teoría es una percepción de cómo funciona y cómo se mueve algo en la práctica. Cuando decimos que el Principio y Fundamento es una teoría, estamos diciendo que es la percepción de cómo procede el ser humano, haciéndose a la voluntad de Dios. El Principio y Fundamento no es propiamente una axioma teológico, sino la expresión teórica de un funcionar práctico. ¿Qué es entonces el Principio y Fundamento? Una teoría, esto es, una visión de cómo funciona una cosa; en lo concreto. El teórico es el que está viendo la realidad funcionando.
¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO EN EL CONJUNTO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES?
El Principio y Fundamento no es inteligible como texto, sin la contemplación para alcanzar amor. Se ha visto el Principio y Fundamento como una introducción, un proemio, etc., y la contemplación para alcanzar amor sería como un epílogo, es decir, una página para resumir todo lo que dijo el libro. También podría pensarse que es una página añadida, de tipo doctrinal, para iluminar todo lo que se ha escrito. Podríamos
3 Ejercicios Espirituales 179.
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Dimensión Bíblica del Principio y Fundamento
decir que el lugar del Principio y Fundamento no está antes de comenzar los Ejercicios Espirituales, sino que hace parte de la Primera Semana. Y la contemplación para alcanzar amor no está por fuera de la Cuarta Semana, sino inserta en ella misma.
Los Ejercicios Espirituales buscan una sola cosa: saber cuál es la voluntad de Dios sobre cada persona; ahora mismo; no ayer, ni mañana. Si ustedes buscan la función propia del Principio y Fundamento dentro de los Ejercicios Espirituales, hay que buscar una función, según la cual, tanto el Principio y Fundamento como la contemplación para alcanzar amor, son partes integrantes del quehacer al interior de los Ejercicios Espirituales. Son elementos imprescindibles en el quehacer de los Ejercicios Espirituales. No son disposiciones para hacer los Ejercicios. Son inseparables de los Ejercicios Espirituales.
Un biblista, ¿qué tiene que hacer aquí? Uno de los elementos más importantes del análisis de los textos es identificar la estructura misma del texto y la unidad de sus elementos. El biblista busca descubrir qué función tiene cada elemento dentro de una unidad literaria. Ese es el quehacer del biblista. Por eso, lo que yo puedo decirles es que san Ignacio no hace cosas parecidas a lo que hace la Biblia, sino lo mismo.
Desde la perspectiva bíblica, podemos decir que el Principio y Fundamento y la contemplación para alcanzar amor son un marco, es decir que los Ejercicios Espirituales están enmarcados entre el Principio y Fundamento y la contemplación para alcanzar amor. Y el marco, desde el punto de vista técnico, es fundamental. Un marco concreta el contexto de lo que está enmarcado. El marco busca concretar el contexto de lo que está contenido en él. Concreta la situación vital de lo que está enmarcado. Por tanto, la función del Principio y Fundamento es enmarcar los Ejercicios Espirituales en una situación vital concreta.
Muchos textos se han podido interpretar, gracias al marco en el cual se ubican. Sin ir muy lejos, el Evangelio de Marcos, está lleno de marcos... Ustedes ven un milagrito en el Evangelio de Marcos, el ciego de Jericó, por ejemplo, hay que mirar cómo lo enmarca. A veces no le ponemos cuidado al marco. Este texto se abre con un tal Bartimeo y se cierra con el seguimiento de Jesús. El contexto de ese milagro es la
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conversión del ciego que se volvió discípulo de Jesús. Esa es la situación concreta. Para eso lo narran.
En el caso del Principio y Fundamento, tenemos la tentación de poner al ejercitante a hacer una meditación sobre el texto mismo; y ese texto no es para eso. Hay que tener en cuenta su función como marco de los Ejercicios Espirituales. Tendríamos que mirar cómo enmarca el Principio y Fundamento el conjunto de los Ejercicios Espirituales. ¿Qué es lo que están enmarcando? ¿Qué es lo que están situando? Tanto el Principio y Fundamento como la contemplación para alcanzar amor están enmarcando, en su sentido técnico, el texto de los Ejercicios Espirituales en una situación vital, concreta. San Ignacio no propone el Principio y Fundamento para que el ejercitante se ponga a hacer un tratado de teología sobre eso. Ese no es el sentido de ese texto.
La razón de que este no sea el sentido de ese texto, podemos encontrarla averiguando qué es un texto. Un texto es la expresión de una experiencia de quien lo escribió... ¡Siempre! Cualquier texto es la expresión de la experiencia de su autor, ¡Sin excepción! Si uno quiere saber lo qué significa el Principio y Fundamento como texto, tendría que tener presente, en primer lugar, si es de san Ignacio. Porque no falta quién diga que san Ignacio tomó esa página de cualquier página de la teología de la época. Sin embargo, después de un estudio juicioso, se puede afirmar que este texto es de san Ignacio, aunque use terminología de la época. Pero utiliza este lenguaje desde el sentido que él le da. La razón de que san Ignacio use este lenguaje es porque la Inquisición estaba encima y eso era muy riesgoso. Había que ser muy prudentes para no desbaratar lo que estaba haciendo.
¿Qué son los Ejercicios Espirituales de san Ignacio? Es una experiencia de Dios. O mejor, es la búsqueda de la voluntad de Dios en una experiencia de Dios. Si el Principio y Fundamento y la contemplación para alcanzar amor no fueran ellos mismos, expresiones de experiencia de Dios, no tenían cabida en los Ejercicios Espirituales. Serían páginas extrañas. Ambos textos son expresiones de la experiencia de Dios en el mismo san Ignacio, para que el ejercitante haga lo mismo cuando esté empezando los Ejercicios Espirituales. Es decir, que lo primero que tiene que hacer un ejercitante es una experiencia de Dios. Al principio...
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San Ignacio nunca habla de Experiencia de Dios. ¡Nunca! La palabra experiencia la conoce, pero experiencia de Dios, no. No es del lenguaje de la Iglesia de la época. ¿Qué es una experiencia de Dios? Dios no es experimentable, es decir, no es perceptible por mecanismos o capacidades de percepción de experiencia. Hoy se habla mucho de experiencia de Dios. Para hablar de experiencia de Dios real, hay que presuponer, tener muy claro cómo crea Dios. Dios crea habitando en lo que crea. Y san Ignacio esa idea la tiene muy clara, y es deducción de experiencia de Ejercicios Espirituales, por eso la pone al final. Un ejercitante debe terminar los Ejercicios Espirituales con la experiencia de que Dios lo está creando desde dentro. Si los hizo... Por eso pone la contemplación para alcanzar amor allí. Fíjense en la contemplación para alcanzar amor y ustedes verán una cosa que es absolutamente extraña en la época y aún hoy día. Dios crea habitando en lo que crea. Eso significa que Dios crea subsistiendo en lo que crea, sin dejar de ser Dios. Más aún, si Dios subsiste en el hombre creándolo, quiere decir que la estructura de la existencia del hombre es Dios mismo. ¿Quién enseñaba eso? Un tal Jesús. Esa es la locura de Jesús. Ya Jesús enseñaba eso. Ese es el contenido de las parábolas, sobretodo de las parábolas breves, o de las imágenes de Jesús. En Jesús mismo las parábolas eran un lenguaje para hablar de cómo Dios subsistía en él, creándolo. Lo que Jesús le está diciendo al que encuentra es: Voltea sobre ti mismo, percibe a Dios en ti mismo y tómalo en serio. Ese es el anuncio del Reino de Dios, sin más.
Dios crea subsistiendo en lo que crea, sin dejar de ser Dios
Entonces, ¿qué es una experiencia de Dios? Si Dios nos crea de esa manera, quiere decir que lo que Dios hace desde dentro es impulsándonos a hacer lo mismo que él hace. ¿Qué es lo que Dios hace creando? Lo que Dios hace creando es salir de sí mismo. El ser humano es un producto de la salida de Dios mismo hacia afuera. Eso quiere decir queexperimentar a Diosesexperimentarnuestras propiasaccionesorientadas por Dios mismo. Cuando uno dice que experimenta a Dios, lo que está experimentando es sus propias acciones orientadas por Dios mismo. Por eso K. Rahner dice que una experiencia de Dios es cuando la persona se siente impulsada a pensar, a obrar y a desear algo en función del otro. Eso es lo único que se llama experiencia de Dios. Cuando Dios
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te revuelca por dentro y te saca en función del otro. San Ignacio habla de eso. Esas son las mociones. San Ignacio en vez de decir experiencia de Dios, habla es de mociones. ¿Qué son las mociones? Son los deseos y las aspiraciones que la persona siente en función del otro.
Eso quiere decir que el Principio y Fundamento lo que enmarca es una acción de Dios que se deja sentir en mociones o experiencia de Dios. Por eso el Principio y Fundamento y la contemplación para alcanzar amor son lo mismo. Lo que indican justamente, en concreto, cuál es el movimiento total de los Ejercicios Espirituales. Por eso el Principio y Fundamento no es propiamente una fórmula, sino el contenido de la fórmula. Cómo san Ignacio llegó a expresarse así. Ustedes saben que, según el P. Dalmases, la fórmula del Principio y Fundamento aparece cuando san Ignacio está en París. Y aparece por primera vez, ya formulado, en un texto parecido al que tenemos, en el famoso manuscrito que el mismo san Ignacio le dio al inglés John Helyar. O sea que san Ignacio lo que le está proponiendo al ejercitante, es que se dé cuenta de cómo él está sintiendo a Dios en sí mismo desde hace rato. Si tomamos esa fórmula para hacer teología sobre él, eso no es interpretar ese texto. Interpretar ese texto es tratar de descubrir la experiencia que está a la base del mismo texto. Porque el texto es la expresión de una experiencia de san Ignacio.
De manera que si el Principio y Fundamento está encerrando los Ejercicios Espirituales y los Ejercicios son una experiencia de Dios, entendiendo por experiencia de Dios las mociones, lo que quiere hacer el Principio y Fundamento es concretar el quehacer mismo de la totalidad de los Ejercicios Espirituales. Por eso san Ignacio pone al ejercitante en esa tarea. Los Ejercicios Espirituales son para buscar y hallar la voluntad de Dios4. El problema es lo que se entiende por voluntad de Dios. A veces se piensa en voluntad de Dios como un proyecto; un proyecto que Dios tiene sobre nosotros. Es como cruel que nos pongan a buscar un proyecto y Dios escondiéndolo. Voluntad de Dios es el acto creador de Dios continuo, técnicamente hablando, desde una antropología trascendental. Voluntad de Dios es el acto creador continuo. Buscar la voluntad de Dios es percibir la orientación de ese acto ahora, cuando está creando. Dios no
4 Cfr. Ejercicios Espirituales 1.
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Dimensión Bíblica del Principio y Fundamento nos está creando ayer ni mañana, sino hoy. Lo que se pretende averiguar en los Ejercicios Espirituales es lo que quiere Dios hoy.
La manera como san Ignacio logra esto es permitiendo que el ejercitante se encuentre con Dios mismo:
El que da los ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a promesa que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir que a otro. (...) De manera que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en medio, como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor5 .
San Ignacio lo que busca es que el director no incline al ejercitante en una dirección o en otra, sino que lo oriente para que se encuentre inmediatamente con Dios, su creador y Señor. Lo fundamental de los Ejercicios Espirituales es que el ejercitante se encuentre inmediate con el acto creador continuo. ¡Ya! El problema son los afectos desordenados. Si no desaparecen los afectos desordenados, no podemos tener inmediatez con Dios. Todas las oraciones de las cuatro semanas, sin excepción, son para poner en movimiento una moción. Para eso son los preámbulos; para provocar la moción. ¿Qué es lo que uno ora? Una moción. Orar es tomar en serio un impulso que Dios nos hace sentir, y aterrizarlo en lo concreto. Esa es la totalidad de los Ejercicios Espirituales.
¿CÓMO PROCEDER EN EL ORDEN PRÁCTICO CON EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO?
El primer problema es que veamos una fórmula abstracta doctrinal. Tenemos que tener muy presente que se trata de la expresión de una experiencia. Una teoría, una visión de una cosa concreta. El segundo problema es cómo hacerle entender al ejercitante, que viene a encontrarse con Dios, que debe empezar encontrándose con Dios ya mismo. El ejercitante debe empezar con una experiencia de Dios de entrada. No es para prepararlo, sino que eso son ya los Ejercicios Espirituales. ¿Cuál experiencia de Dios? ¿Qué hizo san Ignacio para poder formular de esa manera su experiencia? San Ignacio en el Principio y Fundamento lo que
5 Ejercicios espirituales 15.
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Sobre la experiencia de Dios, que ya tiene el ejercitante, se arman los Ejercicios Espirituales
expresaescómo hasentidolaacción deDios hasta el momento.
La pregunta, entonces, es ¿cómo se puede llegar a formular en una expresión concretaunaexperiencia?Volviéndoseatrás para ver cómo ha sido el comportamiento y tomar conciencia de él. Si san Ignacio tomó conciencia del comportamiento de Dios con él, quiere decir que la fórmula es para expresar la manera como funciona Dios en él y para dónde iba con él. Por tanto, ¿qué es lo que debe hacer el ejercitante al principio de los Ejercicios Espirituales? Si se va a encontrar con Dios en los Ejercicios Espirituales, tendría que fijarse si ya Dios se ha encontrado con él varias veces.
Veíamos más arriba que el marco señala la situación vital de la experiencia. De manera que el ejercitante debe partir de la situación vital de experiencia de Dios que tiene al comenzar los Ejercicios Espirituales. No es para mañana, sino para hoy mismo. Hay que mirar hacia atrás para ver si ha sentido en su propia vida la realidad de Dios. No hay un ser humano que no haya tenido experiencia de Dios en algún momento, ni siquiera los ateos. Lo que pasa es que llaman a Dios de otra manera. Todo ser humano ha sentido, sin dudarlo, una acción de Dios en algún momento. San Ignacio lo que le dice al ejercitante es que mire eso y descubra la lógica que lleva. Puede descubrir para dónde va Dios con él.
El Principio y Fundamento lo que busca es recuperar la experiencia de Dios que ya tiene el ejercitante al empezar. Recuperar la misericordia de Dios conmigo, hasta hoy. Ese es el fundamento, es decir, es aquello sobre lo cual se arma todo lo demás. Sobre la experiencia de Dios, que ya tiene el ejercitante, se arman los Ejercicios Espirituales. Dios ya ha encontrado al ejercitante varias veces. Todo el arte como fue escrita la Biblia es a partir de las experiencias anteriores, sin excepción. Por qué no hacemos que la gente vuelva sobre sí para ver si ya Dios los ha encontrado y si ese Dios es confiable.
Trascripción y síntesis
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana
El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana
Mario Gutiérrez Jaramillo,
S. I.*
INTRODUCCIÓN
Los interrogantes sobre qué es el hombre y cuál es el sentido de su vida ocupan el primer lugar entre las inquietudes que se plantean a los seres humanos de todos los tiempos y de modo particular en la actualidad1. A su vez son los enigmas más recónditos de la condición humana para los cuales los hombres esperan una respuesta luminosa de las diversas religiones mundiales2 .
No es posible ignorar el carácter dramático de esta búsqueda que se enfrenta a los desequilibrios que fatigan y angustian al mundo contemporáneo y que se enraízan en el corazón de un ser ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior, pero que al mismo tiempo experimenta la limitación en sus múltiples aspectos3 .
* Doctor enTeología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Actualmente profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.
1 Cfr. Gaudium et Spes 10,1.
2 Cfr. NA 1,3.
3 Cfr. Gaudium et Spes 10.
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Ante las problemáticas nuevas que van surgiendo en un contexto de globalización y de creciente materialismo individualista, nuestra Iglesia se siente llamada a ofrecer una palabra clara y evangélica sobre la dignidad del hombre y de la mujer que son imagen de Dios y a denunciar activamente todo atropello contra esa misma dignidad, porque conserva invariable su profesión de que todo atentado contra ella es una oposición al mismo Dios, de quien son imagen4 .
En este proceso de búsqueda de sentido se inscriben nuestros simposios de Ejercicios Espirituales. Partimos de la convicción clara de que el legado de Ignacio en su pequeño libro de los Ejercicios, escrito más para ser practicado que simplemente leído, representa un aporte grandioso para la asimilación creciente del sentido del hombre y de su peregrinación terrena, en libertad para elegir sin ataduras que entorpecen nuestra voluntad y en alegría que ante todo es don gratuito de Dios y presupone un largo camino de valiente purificación.
El IV Simposio que estamos iniciando centra su atención en diferentes dimensiones del Principio y Fundamento, como horizonte del camino por recorrer. En la presente intervención nuestro cuidado se centrará en la dimensión propiamente ignaciana y en mirar este momento inicial como horizonte y utopía. Esperamos clarificarlos efectivamente y ofrecer un paralelismo entre este sentido auténtico y la más reciente reflexión antropoteológica.
DIMENSIÓN IGNACIANA DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO5
El número 23 de los Ejercicios ignacianos que lleva por título Principio y Fundamento no es una meditación en la que Ignacio nos invite a detenernos por demasiado tiempo. Nos hallamos en el pórtico del Libro y en la entrada misma a la experiencia de intenso y variado ejercicio espiritual. Es una de las tres notas previas de los Ejercicios, a modo de
4 Cfr. Puebla 306.
5 Ejercicios Espirituales 23.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana preámbulo lógico; las otras dos son la Anotación quinta6 y el Prosupuesto7 .
En el Principio y Fundamento ignaciano se delinea el ideal de un hombre libre y ordenado solamente por la voluntad divina
Es la síntesis de todo el proceso y del orden que con él se persigue y el gran armónico, que luego se va repitiendo una y otra vez a lo largodetoda laexperiencia;laarticulaylaorienta hacia su sentido último y definitivo. Basta confrontar los numerales 46; 169; 177; 179; 189... Para comprender el sentido del Principio y Fundamento es necesario observar las veces que se repite y articula el texto y el papel que desempeña en la secuencia de todo el proceso de los Ejercicios. Estas referencias ineludibles son la explicación que el mismo autor del Libro nos ofrece, tanto de su significado como de la función que este preámbulo desempeña. Están recordando siempre el horizonte y la utopía que moviliza la elección ordenada de la voluntad divina
Principio en su sentido lógico significa las verdades primeras de lasquearranca unaciencia,quepor sínoson deducibles nidemostrables; de ellas derivan las demás verdades. Y esas verdades primeras deben estar presentes en todo el desarrollo posterior de la ciencia. Por la misma razón son el fundamento, lo que se presupone para construir y que es considerado como el cimiento y a la vez el horizonte que permanece implícito en cualquier razonamiento posterior. En consecuencia Ignacio quiere dar un principio al que siempre sea posible acudir, un principio evidente, obvio, que se presupone y que no precisa largas meditaciones. Éstas vendrán más tarde, especialmente en los momentos más cruciales, y serán necesarias las referencias implícitas y explícitas a ese principio. En el Principio y Fundamento ignaciano se delinea el ideal de un hombre libre y ordenado solamente por la voluntad divina; con un fin incluido en su ser creatural dependiente de Dios, llamado al servicio y adoración, por los cuales alcanza la plena madurez de su libertad y la comunión con
6 Ejercicios Espirituales 5.
7 Ejercicios Espirituales 22.
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Dios, su salvación8. Ese fin motiva el compromiso y a la vez se anticipa como una tarea por realizar.
Con referencia a la génesis del texto se anota alguna analogía con el canon 4° del capítulo VIII del Enchiridium militis christiani de Erasmo. Bástenos consignar el dato. Ante él se indican dos posibilidades: o bien que Ignacio lo tomara de él y luego lo reelaborase a su modo, o bien asimilaraelmismocontenidodeotro textocomúnaambosautores. Ahora bien existe quien piensa que el texto procede posiblemente del Liber II Sententiarum, dist. I, c. 4°, 4-6 de Pedro Lombardo9 .
Al observar el mismo tenor del texto, con esa precisión y densidad filosófica y teológica, se estaría inclinado a pensar que Ignacio le hizo la redacción definitiva, cuando acabados los estudios y ya en Italia alcanzó la síntesis final de su comprensión teológica del hombre10 .
Existe un acuerdo bastante generalizado en la afirmación de que la experiencia espiritual de la pura creaturidad, de que toda la creación salió un día de las manos de Dios y ahora retorna a Él es muy anterior y posiblemente de la etapa manresana; es una de las experiencias más vivas de la eximia iluminación del Cardoner. También es probable que Ignacio, estando aún en Manresa elaborase una primera redacción muy en germen. Finalmente se habla de dos redacciones: una primera arcaica en París, anterior a 1535, y la italiana, elaborada entre 1536 y 1539, en la que cristalizó la formulación actual, quizás con la ayuda del texto de Erasmo o Pedro Lombardo, a los que hemos aludido11 .
La estructura y el contenido muestran que se trata de un texto netamente antropológico: la experiencia espiritual de la radical creaturidad y dependencia del Creador. El fondo del ser humano es la apertura a la trascendencia de Dios. El sentido último de su existencia está grabado en él.
8 Cfr. SANTIAGO ARZUBIALDE, Ejercicios Espirituales de S. Ignacio. Historia y análisis, BilbaoSantander 1991, 71.
9 Cfr. ARZUBIALDE, Op. cit., p. 72.
10 Ibid.
11 Cfr. ARZUBIALDE, Op. cit., p. 73.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana
Analicemos un tanto el contenido. En éste se pueden diferenciar adecuadamente dos partes:
1ª. Consta de tres proposiciones concatenadas:
a. El fin.
b. El sentido de las «otras cosas».
c. El uso ordenado de ellas, «el tanto cuanto».
2ª. Dos condiciones indispensables
a. El hacerse activamente indiferente.
b. El elegir sólo aquello que más conduce al logro del fin.
Todo el desarrollo se encuentra en una perspectiva finalística. No deja de ser diciente el uso de la preposición para (cinco veces). Ignacio estáindicandoelfin,amanerademeta, télos,punto de llegada, horizonte. Éste, a su vez, es el que está dando sentido y dinamizando la respuesta activa, que se inserta en la búsqueda de un magis. No hay que olvidar, pues, esta dimensión teleológica del Principio y Fundamento.
La
búsqueda de Dios reenvía al hombre a la creación y se traduce en servicio de los demás hombres
Elhombre comopuracriatura,en tododependiente de Dios está llamado constitutivamente a una adoración gratuita, que se articula en la existencia histórica y temporal de los humanos. Éstos alcanzan en la alabanza su plena condición humana. Es una alabanza que no es separable del servicio de Dios, de la colaboración con su obra. La búsqueda de Dios reenvía al hombre a la creación y se traduce en servicio de los demás hombres, en una existencia que se hace historia y en una sumisión activa e inteligente al plan de salvación. En este servicio se hace realidad palpable la alabanza de la gloria de Dios; la acogida de ésta llena de admiración y gratitud.
El ser humano pertenece a Dios y queda vinculado necesariamente a Él por un amor dinámico que lo lleva a buscar el mayor servicio, que es su salvación, la mayor alabanza de Dios. Es la visión teocéntrica de
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toda la realidad y de la vida humana que constituye un elemento básico de los Ejercicios ignacianos: no se puede entender al hombre prescindiendo de su profunda relación a Dios. La respuesta a las preguntas fundamentales sobre el sentido de nuestra vida no la encontramos dentro de nosotros mismos. Para explicar su situación el hombre tiene que salir del mundo de las cosas, tiene que sobrepasar el horizonte de su ser y de los seres iguales a él y proyectarse hacia ese Alguien más grande, hacia el Absoluto, hacia Dios. Ahora bien, no es un Dios despreocupado, sino como el Señor que entra en la historia de la humanidad, se manifiesta al hombre; se preocupa por el mundo y está actuando en él continuamente. Es quien toma la iniciativa del diálogo inefable con el hombre, de la búsqueda del mismo. El hecho de que nosotros nos dirijamos hacia Él no es sino la respuesta de nuestra parte a su manifestarse y a su querer entrar en relación con nosotros.
El Creador, por propia iniciativa, ha elegido al hombre antes de todas las cosas y ha creado todas las cosas para él
Las «otras cosas» no son independientes en su destinación, sino que se ordenan al fin del hombre, centro de la creación, para que le ayuden en la prosecución del fin. Es el tema ético de la relación fin-medios.
«Otras cosas» es una expresión que abarca todo aquello que no es la pura libertad humana ante Dios. Son para el hombre en la medida en que sirven de fundamento para su seguridad y él hace de ellas la propia vida por la adhesión emocional o la posesión. En el fondo se adivina una relación de amor-amistad entre Dios y el ser humano. El Creador, por propia iniciativa, ha elegido al hombre antes de todas las cosas y ha creado todas las cosas para él. La relación de amor-amistad debe penetrar de tal manera las apetencias más profundas de felicidad que las trasforme en servicio de la adoración. Ésta como mayor gloria y alabanza es colaboración con la obra de Dios en el contexto de la elección que decide la existencia y en expresiones sociales, eclesiales.
Sobre la base de la pura dependencia creatural se puede afirmar que la relación ordenada del hombre a las «otras cosas» es la de que el ser humano ha de usar de ellas para el cumplimiento perfecto de su fin: la alabanza, la reverencia y el servicio de Dios. Es el sometimiento de los
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana medios al fin. En este preciso sentido se advierte la necesidad ineludible de las «otras cosas» para nuestra relación con Dios; ellas son el ámbito de nuestra adoración y servicio. Y Dios crece en el hombre, en la medida en que es mayor la relación positiva de éste con ellas. Es factible afirmar, entonces, que en cuanto el hombre se descentre de sí mismo y deje de ser la media de su servicio y de su amor, dejará que Dios disponga de él para un amor y servicios totales12 .
Después de las tres proposiciones de la primera parte: el fin, el sentido de las «otras cosas» y el uso ordenado de ellas, el Principio y Fundamento finaliza con la propuesta al ejercitante de dos condiciones indispensables, para que se haga posible la armonía en la relación del hombre a todo lo creado y el perfecto cumplimiento de su ser creatural.
La primera condición se refiere a la necesidad de que el hombre se haga activamente indiferente, es decir adquiera una disponibilidad total a transformar toda su vida, según las exigencias dictadas por la naturaleza misma de la relación del hombre con Dios, quien se nos revela como Alguien que ama, que nos demuestra siempre su amor salvífico, que nos invita a vivir con Él, a participar en su vida y su felicidad.
Ciertamente en el lenguaje moderno el término indiferencia no posee el mismo significado que el que le atribuía Ignacio. Sería preferible traducirlo al lenguaje de hoy por libertad interior. Se trata de una actitud provisoria de separación o distancia de la relación inmediata entre la inteligencia y la afectividad para permitir una libre elección.
Esta condición equivale a un largo proceso de la libertad frente a la voluntad divina con relación a los grandes pilares en que descansa la seguridad entitativa del ser humano; y asimismo o por consiguiente respecto de todo lo demás. Lógicamente la indiferencia no se refiere al último fin, pues respecto de éste la voluntad ya de salida debe estar del todo resuelta y no es algo que se ponga en cuestión; sí se refiere a la relación del hombre a las cosas criadas, los medios para el fin, indiferentes y buenos en sí. Excluye, por lo demás, toda preferencia o toma de posición
12 Cfr. Ejercicios Espirituales 233.
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(afección) anterior a que Dios le dé el conocimiento de su voluntad sobre la disposición de su vida o sobre las demás cosas particulares para el aquí y el ahora.
¿En dónde reside la dificultad de aceptar el principio del «tanto cuanto» en el uso de las «otras cosas»? Es una dificultad no de orden teórico, sino de orden existencial. Ignacio se refiere en los Ejercicios al hombre concreto, a la persona profundamente herida por el hecho del pecado original y por su historia personal de pecado con todas las consecuencias. Las «afecciones desordenadas» limitan bastante nuestra verdadera libertad para vivir según el ideal de nuestra existencia. De aquí surge la necesidad de ordenar la propia vida para poder elegir libremente sin dejarse condicionar por algo que está deformando nuestra auténtica relación con Dios. Y este es el fin de los Ejercicios: «Ejercicios Espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea»13 .
La indiferencia es el resultado de la experiencia espiritual. Nos lleva a ver toda la realidad únicamente a la luz de Dios, como ordenada hacia Él y a ver nuestra propia vida en la misma perspectiva. Es la experiencia de Dios-Amor y Padre. No se trata de una aniquilación de los afectos, sino todo lo contrario está cargada de afecto: es una preferencia apasionada por la voluntad de Dios. Es la docilidad de la fe con relación a un Dios fiel, que se convierte en la auténtica seguridad del hombre y ante el cual se resitúan todos los afectos y relación del mismo hombre con las cosas.
LavoluntaddelPadrejamásadmiteunamanipulaciónhumana. Dios es siempre mayor y el Absoluto frente a la relatividad de todo lo creado.
Es un hecho que en el texto mismo del Principio y Fundamento no aparece nombrado Cristo de una manera explícita. Más bien la referencia directa es a Dios; a la criatura y a su Dios y Padre en su absoluta trascendencia de amor. Pero implícita y veladamente, en la medida en que en la imagen del hombre, en el fondo de su libertad, se incluye atemáticamente
13 Ejercicios Espirituales 21.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana la vocación a la configuración con el Hijo, proyecto perfecto de adoración y salvación, nos hallamos en el núcleo de la cristología del acto de libertad en toda su densidad. Aparece Cristo como maestro de indiferencia, que vino al mundo para hacer la voluntad de su Padre. El llamado de Jesús a su seguimiento cambia totalmente la vida del seguidor, quien debe dejar todo lo que posee, dejarse, colocarse en actitud de permanente éxodo. Es la invitación a una comunión de vida y muerte con su Maestro, a una entrega sin condiciones, a integrar en las propias actitudes las más profundas actitudes del Hijo de Dios. Es hacerse uno con Él, entrar en su vida, en la corriente de su amor, imitar su humildad, tener sus mismos sentimientos14. Es también asimilar su modo de ver la realidad y a las personas, su modo de juzgar los acontecimientos y de actuar.
Y de hecho en el proceso de los Ejercicios el dinamismo incluido en el hacerse indiferentes no se detendrá en el segundo grado de humildad o de amor15, sino que llevará hasta la identificación madura en la aceptación total de la vida de Cristo, de su suerte, de todo lo que fue más difícil en su vida y en su misión16 .
En síntesis conclusiva podemos afirmar con pocas palabras que la indiferencia es el modo de vivir existencialmente la apertura y la docilidad al Espíritu de Dios y la condición de posibilidad de la adoración. Es una distancia crítica en medio de las circunstancias y acontecimientos de la vida, en los cuales es preciso hallar la voluntad divina. La indiferencia afecta a todas las dimensiones del ser humano: frente a Dios, frente a sí mismo, frente a los demás y frente a toda la creación.
La segunda condición indispensable para que se haga posible la armonía en la relación del hombre a todo lo creado y el perfecto cumplimiento de su ser creatural en el más de la docilidad a la voluntad divina, así como el más de la relación positiva del hombre a las cosas; es el horizonte inagotable de libertad y la llamada a la comunión con un Dios siempre mayor, que desea entregarse por completo al hombre17 .
14 Cfr. Flp 2, 5-8.
15 Cfr. Ejercicios Espirituales 166.
16 Ibid., 167.
17 Ibid., 234.
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«Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin para el que hemos sido creados» indica que los Ejercicios son para las personas de grandes deseos y para querer más en el servicio del Señor.
El proceso de hacerse indiferente no responde a un voluntarismo crudo, sino que es más bien el fruto de la colaboración con la gracia del Señor. Va a ser la petición constante en la experiencia de Ejercicios: «Para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad»18 .
Realmente el estilo sobrio, sereno, un tanto solemne del Principio y Fundamento contrasta con el del resto del Libro. Predominan en él los indicativos, mientras que en el resto las formas y el sentido imperativo. La primera proposición es universal, afirmativa y abstracta; parece una declaración de intenciones, un programa de acción, pero sin dramatismos. El autor no pretende que quien lee el Libro en ese momento haga nada, sino simplemente que se entere bien, porque se describe todo el horizonte y en el un drama enorme entre la pura creaturidad y el ansia de dinero, la pérdida de la salud, la deshonra de la descalificación social y la muerte, para lograr la total disposición para Dios.
Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin para el que hemos sido creados
Con el Principio y Fundamento no se ha alzado el telón, la acción no ha comenzado. Sólo se informa de qué se trata. Ignacio no prevee un día especial para el Principio y Fundamento. Como en las tres maneras de humildad se trata de una consideración que se hace a ratos a lo largo de la jornada, para ir creando un clima especial en el que el ejercitante asuma la condición creatural de quien no se pertenece y experimente que se halla en manos de Dios.
18 Ejercicios Espirituales 46, Cfr. Ejercicios Espirituales 180.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana
PARALELISMO ENTRE LA PERSPECTIVA IGNACIANA
DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO Y UNA COMPRENSIÓN TEOLÓGICO-ANTROPOLÓGICA RENOVADA
Una vez presentada en sus grandes rasgos la perspectiva ignaciana del Principio y Fundamento, considero importante y enriquecedor ofrecer una relación de paralelismo entre esta perspectiva y una comprensión teológico renovada, al menos en un esbozo de las líneas fundamentales que ofrece hoy la antropología teológica.
Previamente a la presentación de las líneas teológicas se impone una visión de conjunto de los planteamientos filosóficos actuales, a manera de contextualización.
La afirmación existencialista del sujeto en la reivindicación del existente humano es corroborar que éste es el objetivo privilegiado de la reflexión filosófica. El término «existencialismo» abarca muchas y diferentes tendencias filosóficas: desde la posición de Gabriel Marcel, quien defiende la relación yo-tú a través de la participación, el diálogo comunicativo y la disponibilidad en fidelidad, y de Karl Jaspers, quien se centra en las categorías de mismidad, comunicación e historicidad como elementos estructurales de la existencia humana, hasta los análisis de la condición humana en Heidegger y Sartre, quienes sostienen el primado del existente concreto hombre (Dasein) frente al resto de los entes; adoptan como principios axiomáticos la polaridad sujeto-objeto; hombre-cosa, y la confesión de fe humanista; de ahí proceden a una reducción programática de la ontología a la antropología, y de ésta a una especie de antropocentrismo existencial, en el que el resto de los entes mundanos pasa a ser mera función del sujeto humano, como si existieran tan sólo para que de éste pueda predicarse la mundanidad. La subjetividad es un sistema cerrado; no existe un tú genuino, sino la mismidad de un ser obsesivamente pendiente de sí. La relación yo-tú no se tiene en cuenta. Y el sujeto no es una substancia consistente por sí misma; es más bien un ser en cuyo seno está la nada y cuyo destino es la muerte.
El estructuralismo parte de una epistemología de corte positivista: sólo existe un tipo de saber y de verdad: los de las ciencias propia-
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mente dichas que son las ciencias experimentales o de la naturaleza. A su vez se da un reduccionismo ontológico: sólo hay un tipo de realidad, el que manejan las ciencias de la naturaleza, la realidad objetiva. Sólo es real lo que se puede medir y pesar, lo que se puede constatar empíricamente. No existe la dialéctica sujeto-objeto; tampoco la dialéctica historia-naturaleza. No hay ni puede haber ciencias humanas, simplemente porque no hay hombre; no hay ni puede haber historia, porque no hay sujeto de la historia. El hombre es una criatura reciente y efímera y a punto de ser objetividad sin sujeto; su muerte es inminente (Foucault). El fin de las ciencias humanas es disolver al hombre, no constituirlo; es reducir todo a la naturaleza y al conjunto de condiciones físicoquímicas (Lévi-Strauss). El ser humano ha desaparecido del universo discursivo del mundo contemporáneo; se redujo a un elemento infinitesimal de la estructura; no existe desnivel entre lo personal y lo natural.
Puesto que no hay persona nadie es responsable de nada; sólo cuenta en el ámbito de la realidad social un conjunto de factores impersonales: el juego de las leyes económicas, el proceso dialéctico de una realidad autogenerada y autopropulsada por su propia inmanencia, las relaciones de producción, la lucha de clases... No hay sujeto ni fin de la historia (Althusser). Es insensato pretender cambiar a la persona, si ésta no existe. El concepto ético de culpa queda sustituido por el de errory la moralseconvierteen unaestadística:loque esestadísticamente normal se hace lo moralmente normativo.
Un grupo de teóricos marxistas (Bloch, Schaff, Garaudy y otros) reaccionó contra el subjetivismo exagerado del existencialismo y contra el antihumanismo del estructuralismo. Sostienen que no es posible expulsar al hombre de la filosofía; las preguntas que el ser humano se hace sobre sí mismo incesantemente son verdaderos problemas; se impone una filosofía del hombre, que es un valor absoluto, capaz de doblegar el destino ciego de la historia. Insisten en el ser social humano en un fondo de comunidad. Ahora bien esta posición no explica el significado de la tesis de que «el hombre es el conjunto de las relaciones sociales».
Estas y otras reducciones, minusvaloraciones o negaciones abiertas de la persona humana han constituido como el contexto o plataforma de lanzamiento para propuestas antropológico-teológicas nuevas. La
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana
Constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II ofrece una síntesis precisa de los temas mayores de la antropología cristiana (Nos. 12 a 22). Ante la formulación frecuente de preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el lugar que ocupa y la misión que tiene el hombre en el universo, sobre el significado de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad afirma programáticamente:
Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar. Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien será el objeto central de las explicaciones que van a seguir19 .
Concretamente el desarrollo antropológico del Vaticano II en los números indicados se focaliza en la dignidad de la persona humana. Parte de la temática de la imagen de Dios (n° 12); seguidamente se ocupa de la realidad del pecado (n° 13), que es como la antítesis. Luego entra a tratar de la constitución unitaria del hombre y su superioridad sobre el universo material por su interioridad e inmortalidad (n° 14); de la dignidad de la inteligencia, verdad y sabiduría (n° 15); de la dignidad de la conciencia moral (n°16); de la grandeza de la libertad (n° 17). Son las motivaciones medulares de la dignidad de la persona humana. Se ocupa de dos problemáticas concretas: la situación límite y misteriosa de la muerte (n° 18) y el ateísmo y la actitud de la Iglesia ante él (nos. 19-21). El punto de llegada es el destino cristológico de toda antropología cristiana: Cristo, el Hombre nuevo: «En realidad el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado...»20. En otras palabras la fe cristiana no cuenta con una definición abstracta de la realidad humana, sino que lo que el hombre es se nos explica en la realidad concreta de Cristo, quien siendo «imagen de Dios», «es también el hombre perfecto», no ya en sentido moral, sino ontológico.
Las indicaciones antropológicas del Concilio son el derrotero de una antropología teológica cristiana. Apenas se está comenzando a construir una síntesis unificada. La temática antropológica en la teología ha
19 Gaudium et Spes 3.
20 Gaudium et Spes 22.
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discurrido históricamente en diferentes tratados dispersos: la gracia, la creación, la elevación al orden sobrenatural, la escatología...
Ciertamente la persona humana en su dignidad constitutiva es el punto que unifica los demás. En el punto de partida se impone desarrollar a fondo la problemática de la unitariedad o unidad del ser humano. La reflexión y discusión se ha desarrollado entre la antítesis de monismo y dualismo. Es decir de la consideración de que el hombre es o sólo cuerpo o sólo espíritu o posee dos realidades separables, de distinto valor ontológico: el alma es inmortal y el cuerpo es mortal y cárcel de la cual el alma debe liberarse, en la versión dualista platónica.
La historia de esta problemática ha sido larga y compleja. En la actualidad se afirma la unidad en cuerpo y alma21 o la unidad dual o bidimensional de la persona. De todos modos es un no al monismo, que niega una de las dos dimensiones. El hombre es cuerpo en cuanto ser-enel-mundo,encarnado, limitado,finito; sometidoalasdimensionesdeltiempo y en condición de viajero (viator), de itinerante; ser mortal y expresión comunicativa del yo. En síntesis es un espíritu encarnado.
El hombre es alma en cuanto ser encarnado, mundano, abierto a la trascendencia respecto al mundo, respecto al tiempo y respecto a la muerte. Es un cuerpo espiritualizado.
El lenguaje mismo varía. Ya no diremos: el hombre tiene cuerpo, tiene alma, sino el hombre es cuerpo, es alma.
En este sentido unitario del ser humano podremos expresar la primera frase del Principio y Fundamento sobre la finalidad humana de la siguiente manera: «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios y mediante esto salvarse» [como persona integral].
Una vez fundamentada la unidad o unitariedad humana, entramos directamente a considerar la realidad de esa persona como creada a imagen de Dios22 en su capacidad de conocer y amar a su Creador, de
21 Cfr. Gaudium et Spes 14.
22 Cfr. Gn 1, 26ss.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana entrar en diálogo con Él, con la mujer, creada como compañera y complemento de igual dignidad, con los otros seres humanos; y en su condición de señor de toda la creación.
Ahora bien, la teología de la imagen no se queda en la afirmación del Génesis, sino que se completa admirablemente con la afirmación sublime de Pablo:
Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él primogénito entre muchos hermanos23 .
Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios24 .
Cristo, imagen de Dios, no es una simple copia del original, sinouna reproducciónfiel que irradia esplendor. Cristo resucitado lleva impresa la huella de la majestad y santidad divinas, es decir, de «la gloria de Dios que está en la faz de Cristo»25. En otros términos el Señor es la manifestación fidedigna e inequívoca de la divinidad, Cristo es «imagen de Dios invisible»26, es decir el Dios que no puede ser visto se hace contemplable en su Hijo.
El Dios que no puede ser visto se hace contemplable en su Hijo. Y el hombre ha de ser imagen de Cristo
Y el hombre ha de ser imagen de Cristo. El único modo como el ser humano puede llegar a ser imagen de Dios es reproduciendo en sí mismo la imagen de Cristo27 . Es un proceso de toda la existencia cristiana que se orienta al término
23 Rom 8, 29.
24 2 Cor 4, 4.
25 2 Cor 4, 6.
26 Col 1, 15.
27 Cfr. Rom 8, 29.
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escatológico de la configuración con Él por la resurrección28 y que supone la misma comunicación en total gratuidad del Espíritu que habita en la persona humana y ejerce en ella su misión santificadora. Toda esta comunicación salvífica gratuita está referida necesariamente al hecho de la Encarnación del Hijo de Dios29 .
Esta proyección del hombre hacia el futuro de vida plena es la proyección de la esperanza, que incluye no sólo lo esperado, es decir el llegar a ser plenamente imagen de Cristo, quien es la imagen de Dios, sino también el esperar activo en el día a día de la vivencia cristiana. Es el futuro que adviene y se propone en cada momento como una tarea por realizar. Es el horizonte, es la «utopía» del seguidor de Cristo, la que moviliza los deseos y los dinamismos más íntimos del ser humano para un compromiso serio en el amor apasionado por el Señor.
Las reflexiones teológicas antes consignadas están dando valor específico y a la vez motivando una nueva visión de la libertad, no sólo como un don o una capacidad de elegir, sino como la tarea de hacerse persona, interlocutora de Dios y hacia su realización plena en Dios. Esas mismas reflexiones son referencia a una vivencia de la esperanza en comunidad y al ejercicio del dominio sobre la creación por todo el alcance del trabajo o actividad humana, que es expresión de la creatividad específica de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
En las escuetas y compendiosas afirmaciones del Principio y Fundamento está implícita toda la riqueza teológica esbozada. La perspectiva teleológica de la revelación cristiana, es la propia del para que expresa desde el inicio mismo de los Ejercicios ignacianos la finalidad de Dios, al crear a su interlocutor humano. La adoración del Bondadoso Señor que se proyectaen servicio a Ély a loshermanos todos, es lavivencia profética de quien quiere reproducir la imagen de Cristo, quien es imagen de Dios.
28 Cfr. Flp 3, 21; 1 Cor 15, 49.
29 Cfr. Flp 2, 6ss.
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El Principio y Fundamento en la Perspectiva Ignaciana
Así como la proyección hacia una esperanza de plenitud de salvación, es la que motiva todo el proceso del esperar activo momento a momento, la salvación, que es el fin para que fuimos creados, es el horizonte y la utopía que dinamizan el deseo y la búsqueda del «magis» en una actitud de indiferencia, que es preferencia apasionada del querer de Dios en todo momento y lugar.

Elhombreescriadoparaalabar, hacerreverenciayservira
EjerciciosEspirituales23
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Marta Elena Mejía Losada
Marta Elena Mejía Losada*
¿QUÉ
SIGNIFICA PARA UN PEDAGOGO EL «PRINCIPIO Y FUNDAMENTO» IGNACIANO?
¿CÓMO SE EXPRESA EL «PRINCIPIO Y FUNDAMENTO» EN LA PEDAGOGÍA IGNACIANA HOY?
A El Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión
ntes de iniciar este comentario que considero un atrevimiento de mi parte pues no soy especialista en el tema de los Ejercicios Espirituales, quisiera presentar, desde mi perspectiva como educadora, cómo estoy entendiendo la pedagogía iluminada por la experiencia espiritual de Ignacio de Loyola. Para ello, prescindiendo de un debate académico al respecto, me refiero a la pedagogía1 como un camino orientador, como el arte y ciencia de enseñar (tal como la Ratio Studiorum la comprendía) y comolaque proporcionacriteriosparaelegirlos recursos quepuedanusarse en un proceso educativo de formación integral.
* Psicóloga y Magister en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Asistente Académica de la Asociación de Colegios de laCompañía de Jesús enColombia (ACODESI).
1 Conceptos tomados de: La pedagogía ignaciana. Un planteamiento práctico: Documento Corporativo 11 (1993). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión
El Principio y Fundamento es un horizonte
abierto que nos muestra lo fundamental
Ahora bien, sobre la pedagogía y el apelativo de «ignaciana» que hoy utilizamos, tenemos reflexiones fundadas que nos indican que sí es posible hablar y asumir una pedagogía con sello propio: la que denominamos «pedagogía ignaciana». A este respecto, es pertinente mencionar que la pedagogía ignaciana hoy se puede considerar una pedagogía en cuanto tal puesto que en ella está implicada, como en toda teoría educativa, una visión del mundo, una concepción del ser humano, de la sociedad, del conocimiento y la enseñanza y de los valores que le subyacen.
Afirmaciones como que el Principio y Fundamento es el horizonte definitivo para nuestra práctica educativa, que es el eje de una pedagogía ignaciana y la base para sustentar una propuesta educativa transformadora y esperanzadora, serán desarrollados en esta primera parte. Intentaremos ahora mostrar ese hilo conductor del Principio y Fundamento implicado en la pedagogía ignaciana.
El Principio y Fundamento presenta el por qué y el para qué de la existencia de la persona, así como, el sentido de la vida y del quehacer humano. El Principio y Fundamento, además, le comunica el sentido más profundo a las «cosas» y, en último término, a la totalidad del universo. Podríamos decir, entonces, que una formulación tan contundente como la del Principio y Fundamento encierra virtualmente no sólo un sueño sino todo un plan de acción; es, como se ha afirmado, «una declaración de intenciones o un programa de acción»2 .
Enestecontexto,elPrincipioyFundamentoesunhorizonteabierto que nos muestra lo fundamental: que somos creados por Dios, que somos para Dios; dice Ignacio: «El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima»3. Es importante resaltar, según el P. Javier Quiroz, que «para Ignacio, Dios es el primer aliado del ser humano. La Voluntad de Dios coincide
2 SANTIAGO ARZUBIALDE, Ejercicios Espirituales de S. Ignacio. Historia y análisis, Bilbao 1991, 81. 3 Ejercicios Espirituales 23.
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con la verdadera voluntad de la persona»4, o sea, la voluntad de Dios es la búsqueda de la felicidad de todo ser humano puesto al servicio de los demás. El discernimiento espiritual ignaciano es, en esta reflexión, la herramienta para «buscar y hallar la Voluntad de Dios», como se expresa en los Ejercicios n° 1.
¿Cómo podríamos traducir esta perspectiva magnífica a nuestra Propuesta Educativa actual? Sabemos bien que el objetivo final del Principio y Fundamento es lograr la libertad interior y gozar así de la indiferencia ignaciana. Esa libertad interior se convertirá en una experiencia fundante y generadora de una serie de actitudes nuevas que permitirán, en la cotidianidad de un proceso educativo, estar abiertos y disponibles para elegir lo que más convenga para alcanzar esa meta última de la vida humana.
Para Ignacio, la dinámica vital de los Ejercicios Espirituales conduce al encuentro de la persona con la verdad y son una manera para dejarse educar por el Señor. Encierran así, en su dinámica, una pedagogía propia, implicada en ella.
No es sorprendente, por tanto, según el P. Kolvenbach, que encontremos en sus principios y orientaciones para guiar a otros en el proceso de los Ejercicios Espirituales, una perfecta descripción de la actitud pedagógica del profesor como persona cuyo trabajo no es meramente informar sino ayudar al estudiante a su proceso en búsqueda de la verdad5 .
Sabemos, insiste el P. Kolvenbach, que el libro de los Ejercicios Espirituales en cuanto tal «no tiene que ver con un manual de pedagogía o un tratado de didáctica»6. Lo que sí es claro es que de ellos se deriva lúcidamente, a manera de un camino espiritual, un proceso educativo para dejarse educar por el Señor. Contienen, en este sentido, «un importante número de elementos que son materiales para la construcción de una
4 JAVIER QURIROZ, Espiritualidad Ignaciana. Curso internacional para directivos de colegios ignacianos, Buenos Aires, Agosto de 2004.
5 Características de la Educación de la Compañía de Jesús: Documento Corporativo 26 (1986). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
6 PETER-HANS KOLVENBACH, Educar en el espíritu de San Ignacio: Razón y Fe 236 (1997) 21-31.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión práctica educadora»7, concluye el P. Kolvenbach. Se trata de un documento que sin pensarlo así se convierte en una inspiración de un proyecto educativo porque indica el sueño institucional y, además, ofrece pistas de la manera como puede construirse un camino para alcanzarlo.
Es bueno recordar que san Ignacio no fue propiamente un educador ni pretendió diseñar un modelo pedagógico como tal, pero a través de sus escritos realizados desde su experiencia espiritual, se encuentra un denso contenido educativo y unos procedimientos que se pueden asumir para elaborar una pedagogía típicamente ignaciana. Desde una mirada pedagógica más cuidadosa, el Principio y Fundamento se convierte en un material imprescindible para la construcción de una propuesta educativa ignaciana. Nos ofrece, por tanto, desde una visión espiritual, respuestas a la manera como nuestro proyecto educativo se enmarca y construye con el propósito apostólico para el cual fue creado.
Los Ejercicios Espirituales no constituyen solamente un camino personal de búsqueda espiritual, como hemos indicado, sino también, una escuela de estrategias apostólicas. Se puede decir con toda claridad, en consecuencia, que los Ejercicios Espirituales son un camino que hace posible la inspiración que anima un proyecto educativo ignaciano.
Con todo, si san Ignacio no fue, estrictamente hablando, un profesional en la educación, ¿por qué, entonces, insistimos en que el Principio y Fundamento inspire nuestro proyecto educativo actual?
En efecto, el Principio y Fundamento responde a lo más profundo de todo proyecto educativo humanista. El modo de estar en el mundo, por ejemplo, que presenta el Principio y Fundamento, podríamos caracterizarlo como un modo de vivir con sentido de humanidad (sentido del otro, de los otros), con sentido de realidad (del mundo circundante y de la historia) y con sentido de Dios (el fin último del ser humano). Un modo de ser persona tal como el Principio y Fundamento lleva a los hombres y mujeres a vivir referidos a Dios, tocados por Él, actuando con libertad interior plenamente, según el plan de Dios, y en la realidad his-
7 Ibid., p. 23.
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tórica concreta que les ha tocado vivir, encierra una visión humana ideal que es, sin duda, un camino para enseñar y aprender, para sustentar un proyecto educativo y para vivir felices.
En este sentido, la pedagogía ignaciana responde a una visión teleológica claramente explicitada en el Principio y Fundamento. Nos ofrece pistas para vivir y conocer de dónde venimos y a dónde vamos. Nos indica un camino posible para asumir un horizonte de trascendencia implicado en él.
En las Características de la Educación de la Compañía de Jesús, el documento corporativo básico que hoy tenemos, publicado desde 1986, se afirma que «para ser verdaderamente eficaz, una participación en la responsabilidad (de nuestras instituciones educativas) debe ser fundada en una visión común o en un común sentido de propósito»8 que es precisamente lo que nos da el Principio y Fundamento y su dimensión apostólica. En este mismo sentido, se afirma que «las escuelas jesuíticas constituyen una red, cohesionada no por la unidad de administración o por la uniformidad de programas, sino por una visión y unas finalidades comunes»9. Dicho de otra manera, como lo hemos indicado, se trata de organizarse y encaminarse teniendo clara la visión de futuro (visión ignaciana) que propone el Principio y Fundamento como eje de la pedagogía que soporta la Propuesta Educativa de la Compañía de Jesús hoy.
Es importante tener presente algo que puede ser interesante para algunos de ustedes. Las instituciones educativas, cuentan los historiadores de la Compañía, no entraban dentro de los propósitos originales de la primitiva Compañía... pero «pronto aparecieron claros los resultados que podrían obtenerse de la educación de la juventud», como explícita el P. Arrupe10. Se trataba de la posibilidad de hacer de la obra educativa un instrumento apostólico que ayudaría a superar la Reforma Protestante de la época.
8 Características de la Educación de la Compañía de Jesús: Documento Corporativo 37 (1986). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
9 Ibid., 148.
10 Ibid., 148, 185.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión
Más claramente, la obra educativa de la Compañía de Jesús se convirtió en un apostolado distintivo, propicio como el que más, para ayudar a reformar el mundo y orientar la misión de la naciente Compañía hacia el fin que se proponía y, aún más concretamente, el estilo pedagógico que se utilizaba en sus Colegios y Universidades, se convirtió en un medio eficaz para lograr el fin evangelizador por el cual luchaban.
Decía el P. Arrupe a éste propósito, que «la finalidad de un centro educativo (de la Compañía) es ayudar a la formación de hombres nuevos transformados por el mensaje de Cristo»11. La Compañía tiene, entonces, una finalidad evangelizadora que se va a constituir en criterio clave para asumir posteriormente el apostolado educativo. Afirma así el P. Arrupe que «siendo el colegio un instrumento para una misión tan concreta y de naturaleza espiritual, es claro que ha de ser movido por la causa principal que es Dios»12 .
Esta visión de la educación implicó una forma particular de organizarse que facilitara la consecución del propósito y que a la vez lo garantizara. San Ignacio consideraba que había una especial manera de hacer las cosas («el modo nuestro de proceder», como lo llamaba él) que facilitaba y favorecía, en el día a día, vivir el espíritu mismo de los Ejercicios Espirituales.
La finalidad de un centro educativo (de la Compañía) es ayudar a la formación de hombres nuevos
transformados por el mensaje de Cristo
Históricamente este «modo de proceder» fue explicitado en las Constituciones y, en concreto, en la Parte IV, se especifica la forma de proceder de la Compañía en la educación. La Parte IV, en efecto, fue fruto de la experiencia espiritual y académica de san Ignacio. En ella plantea una visión educativa donde prima la visión evangelizadora. Más tarde, la Ratio Studiorum retoma esta visión y conforma la tradición educativa de la Compañía de Jesús que hoy perdura después de cuatro siglos. Actualmente, ha que-
11 PEDRO ARRUPE, Nuestros Colegios hoy y mañana: Documento Corporativo 12. Colección de ACODESI, Bogotá 2003. 12 Ibid., 4.
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dadoexplícita esavisióneducativaen losdocumentosquellamamos «Corporativos» en el campo de la educación: «Las Características de la Educación de la Compañía de Jesús» (de 1986) y la «pedagogía ignaciana, un planteamiento práctico» (de 1993), cuyo propósito ha sido resignificar y garantizar la misión evangelizadora que desde el inicio marcó el sentido de las instituciones educativas de la Compañía de Jesús.
De hecho, en la Parte IV de Las Constituciones Ignacio habla de nuestro gran propósito: formar en «virtud y letras», es decir, que no sólo la ciencia era suficiente para formar una persona si no estaba acompañada de la virtud. Esto es lo que hoy queremos significar cuando hablamos de Formación Integral. Por su parte, la Ratio Studiorum, en 1599, se convirtió en un documento práctico y concreto, dirigido a los actores y formadores del proceso educativo, sobre cómo hacer las cosas en educación y qué se debería tener en cuenta para que llegara a ser «el arte de enseñar y de aprender» que deseaba Ignacio. No hay duda que detrás de las Reglas de la Ratio Studiorum está el espíritu Ignaciano. En ellas se consignan profundos principios pedagógicos, de inmensa actualidad, a tal punto que, como indica el P. Cabarrús, «...haría de quienes estudiaran en nuestros colegios, 'personas ignacianas' ya que (con ellos) se transmitía el carisma ignaciano»13 .
El documento de Las Características de la Educación de la Compañía de Jesús, en efecto, fue preparado con el propósito de ofrecer orientaciones para direccionar con claridad la misión y el quehacer apostólico en este campo educativo hoy, de acuerdo a la tradición educativa de la Compañía. A su vez, el documento posterior al de las «Características» sobre La Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico, es otro de nuestros documentos corporativos actuales y presenta orientaciones sobre el modo de proceder en pedagogía. Por ello, su uso permite su aplicación no solamente en las instituciones educativas de la Compañía sino que puede utilizarse en todas las demás actividades del apostolado que ejerce hoy la Compañía en el mundo, como lo indica el Padre General en la carta de divulgación del mismo.
13 CARLOS RAFAEL CABARRÚS, La espiritualidad ignaciana es laical. Apuntes sobre ignacianidad: Apuntes Ignacianos 32 (Mayo-Agosto 2001) 21.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión
Cuando en la actualidad decimos que nuestro gran propósito educativo es la formación integral, nos estamos refiriendo a una Propuesta Educativa cuyos pilares están centrados precisamente en el Principio y Fundamento. Tenemos, por tanto, claridad en el fin y todo lo hemos organizado de acuerdo a ello. Partimos, así, de una visión ignaciana con un modo particular de ver a Dios, a los demás y al mundo. Nuestra Propuesta Educativa se centra en la persona, como en los Ejercicios y, por ello, hablamos con lógica de un enfoque personalizado subyacente a la propuesta.
Ahora bien, la formación integral de la que hablamos no es posible si no se dan las condiciones indicadas en el Principio y Fundamento. Nos referimos al uso del tanto-cuanto, la libertad interior o indiferencia para estar disponibles y poder elegir lo que más convenga para el fin para el que fuimos creados. En últimas, «...la educación jesuítica, expresan las características, explora el significado de la vida humana y se preocupa por la formación integral de cada estudiante como ser amado personalmente por Dios»14 .
Cuando dijimos, entonces, que se trataba de una pedagogía esperanzadora es porque estamos convencidos de que esta educación está fundada en el plan de Dios; que nos presenta un sentido de vida y una manera particular de hacerla realidad; que nos muestra que sí es posible orientar nuestras acciones educativas dentro de una misión evangelizadora y nos indica un camino posible para lograrlo.
Es también esperanzadora porque
El espíritu común, la visión ignaciana aplicada a la educación, juntamente con las finalidades básicas, los objetivos y las líneas de acción que se derivan de ella, pueden ser una realidad en todas las instituciones educativas aun cuando las aplicaciones sean diferentes....15 .
14 Cfr. Características de la Educación de la Compañía de Jesús: Documento Corporativo 25 (1986). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
15 CARLOS VÁSQUEZ, La Ratio: sus inicios, desarrollo y proyección. Seminario Ratio Studiorum. Pontificia Universidad Javeriana, Cali 1999.
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De hecho, la pedagogía ignaciana está inmersa en una actitud positiva de la vida, por cuanto se funda en la fe, en la obra de Dios y en una convicción de que todo lo creado por Dios, está puesto al servicio del hombre para que tenga una vida feliz.
Igualmente, dijimos que es una pedagogía transformadora porque las acciones educativas impregnadas del discernimiento ignaciano, se reorientan a un fin que hace que vivamos en constante revisión y a que, como en una balanza, se sopesen y elijan las condiciones que más llevan a ese fin último en coherencia con el «Magis». En este sentido, el P. Arrupe «creía en el carisma ignaciano y soñaba con lo que éste podía realizar en el mundo actual»16 y, por esto, hablaba de interpretar los «signos de los tiempos» para vivir ese carisma en el hoy de Dios.
Observemos que en los documentos de la Pedagogía Ignaciana se afirma que
La educación en los colegios de la Compañía pretende transformar el modo como la juventud se ve a si misma y a los demás, a los asistentes sociales y a las estructuras, al conjunto de la humanidad y a toda la creación natural. Nuestra educación, añade, cuando realmente consigue su objetivo, conduce en definitiva a una transformación radical, no sólo de la forma ordinaria de pensar y actuar, sino de la misma forma de entender la vida, como hombres y mujeres competentes, conscientes, compasivos, que buscan el «mayor bien»17 .
El Magis, pues, está en el fondo de esta visión renovadora de la pedagogía ignaciana. Invita a la persona, al igual que en el Principio y Fundamento, a tener una actitud creativa, abierta y diligente para participar del proceso de comprensión de su misión y consecuente compromiso. No hay cabida allí para lo pasivo y estático y menos para la mediocridad.
En síntesis, el criterio para la definición de la Propuesta Educativa es la visión espiritual ignaciana. Con toda claridad vemos que la edu-
16 CECIL MC GARRY, Arrupe, hombre de utopía: Manresa 243 (Abril-Junio 1990) 119.
17 La pedagogía ignaciana. Un planteamiento práctico: Documento Corporativo 19 (1993). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión cación está directamente gobernada por el «concepto cristiano de la finalidad de la vidamismay laeducación se realizaparaservir el fin totalizante del amor a DIOS y al género humano»18. Todo lo educativo debe ser usado tanto-cuanto nos ayude al objetivo para el que fuimos creados.
Miremos ahora algunos aspectos característicos de la pedagogía ignaciana que nos permiten un mayor acercamiento a su relación con el Principio y Fundamento:
El secreto de los jesuitas es haber sido capaces de organizarse, siguiendo criterios de una experiencia espiritual con una mirada renovada a las acciones cotidianas de las personas, los grupos y las instituciones. Dieron un orden particular a teorías, a otras experiencias y reflexiones. Lo novedoso se encuentra en el sistema que lograron constituir, mediante «modelos pedagógicos exitosos y enmarcados dentro de la visión educativa que los redimensiona y los potencializa»19 .
La educación se realiza para servir el fin totalizante del amor a Dios y al género humano
La pedagogía ignaciana desde sus comienzos ha sido ecléctica en la selección de métodos, enseñanzas y aprendizaje20. Ha sido ecléctica en sus medios no en sus fines. La pedagogía ignaciana inscrita en la visión ignaciana podemos, por tanto, considerarla como «un medio para llegar a un fin que se encuentra fuera de ella»21. La visión que presenta el Principio y Fundamento ha sido siempre la «brújula» que ha indicado el fin último de nuestra Propuesta Educativa y ha permitido escoger los mejores caminos para la consecución de este fin.
Cuando nos referimos a que nuestra Propuesta Educativa es ecléctica no nos estamos refiriendo a una «mezcla» de teorías y a una
18 JOSÉ ALBERTO MESA, La pedagogía ignaciana: una pedagogía ecléctica al servicio de una visión espiritual. Encuentro de investigadores y archiveros de la Compañía de Jesús, Bogotá 2004, 4.
19 Ibid., p. 7.
20 La pedagogía ignaciana. Un planteamiento práctico: Documento Corporativo 7 (1993). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
21 MESA, Op. cit., p. 2.
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ausencia de horizonte. Nos referimos a una apertura y flexibilidad de los medios que nos permitan una constante renovación, según los requerimientos y retos educativos actuales. Pretendemos una pedagogía que se adapta a «los tiempos, lugares y personas», criterio típico ignaciano.
En nuestra Propuesta Educativa y en las reflexiones educativas actuales hemos buscado garantizar que cuando se utilice una metodología o una pedagogía se respete la dinámica propia de la experiencia ignaciana fundamentada en los Ejercicios Espirituales. Es así como podemos entrar en diálogo con los aportes de las Ciencias de la Educación y otras ciencias. El criterio ha sido el «tanto-cuanto» puedan contribuir a aportar y/o renovar el enfoque personalizado que se deriva de una visión ignaciana. Esto nos permite estar atentos a lo nuevo, pero con un criterio que hace que lo que se asuma tenga un sentido dentro de ese horizonte del Principio y Fundamento. Son innumerables las teorías que van surgiendo y ante ellas no queremos cerrar los ojos pero tampoco asumirlas sin mirar su coherencia con nuestra Propuesta Educativa.
En efecto, una característica constante de la pedagogía ignaciana es la incorporación de aquellos métodos y aportes de la ciencia, tomados de diversas fuentes, que pueden contribuir mejor a la formación integral, intelectual, social, moral y religiosa de la persona. Podríamos decir que esa libertad, de la que habla el Principio y Fundamento, acompañada del discernimiento ignaciano es la que orienta las mejores elecciones para nuestra Propuesta Educativa actual.
El fin último de la educación jesuita expresado en una visión ignaciana no ha cambiado. Lo que es cierto es que la finalidad es interpretada y asumida de diferentes maneras, según los contextos y las experiencias históricas. Son posibles, realmente, redefiniciones de los medios «sobre todo cuando han cambiado los contextos sociales, económicos y políticos»22. como afirma el P. Antoncich.
22 Ricardo Antoncich, San Ignacio y la «ayuda a los prójimos» proyecciones para los tiempos actuales: Manresa 248-249 (1991) 352.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión
En la actualidad no podemos decir que haya un sistema educativo igual al que había en la época de san Ignacio. Lo que sí podemos afirmar es que se conserva su espíritu y que su visión es nuestro punto de referencia para definir el propósito de una institución educativa de la Compañía de Jesús. Se han ido integrando, insisto, métodos y aportes de las ciencias dados por otros educadores y científicos, en la medida que ayudan a los fines de nuestra educación contenidos en el Principio y Fundamento.
Ahora, en una segunda parte, presentaré algunas ideas sobre la concretización del Principio y Fundamento en la Propuesta Educativa que se ha realizado en la Asociación de Colegios Jesuitas de ColombiaACODESI-. Para el desarrollo de esta Propuesta han contribuido muchos educadores de nuestros colegios, con sus aportes y documentos, en los últimos 25 años. Retomaré de estos aportes lo que considero pertinente al tema que tratamos.
¿CÓMO
HEMOS LOGRADO ESTRUCTURAR UNA PROPUESTA EDUCATIVA A PARTIR DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO?
Para la pedagogía fundada en los principios ignacianos, toda acción humana está orientada hacia fines determinados. Las actuaciones no se dan de cualquier manera sino que están pensadas desde los fines para los cuales han sido concebidas. Esto significa que no cualquier acción es deseable para la formación. La Propuesta Educativa está pensada desde la perspectiva de la Formación Integral y así lo hemos presentado en nuestro sueño institucional que dice: «con excelencia integral formamos hombres y mujeres para los demás y con los demás»23 .
Hay aquí todo un programa que se despliega en la Propuesta Educativa. Al referirnos en nuestro sueño institucional a la excelencia integral, estamos poniendo de telón de fondo al Magis ignaciano expresado en una visión integral de la persona, en un estilo de liderazgo, en una gestión de calidad y, también, en una concepción integral de los proce-
23 Visión institucional definida por los Rectores de ACODESI en 1997.
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sos educativos. Cuando allí decimos que formamos hombres y mujeres queremos expresar que se trata de una comunidad educativa conformada por jesuitas y laicos (hombres y mujeres) y que todos nos educamos y crecemos en el principio de equidad. La formación para los demás y con los demás implica construirse en el encuentro con los otros para formar una auténtica comunidad ignaciana.
El éxito de la educación de la Compañía, afirma uno de nuestros documentos institucionales, no se mide en términos de logros académicos de los estudiantes o de competencia profesional de los profesores, sino más bien en términos de calidad de vida24 .
San Ignacio siempre insistió sobre el ideal del desarrollo integral de la persona.
El papel de la imaginación, de las emociones, de la voluntad y del entendimiento, dice el P. Carlos Vásquez S.J., es importante en la visión ignaciana de la educación. Por esto, la educación de la Compañía implica la formación de la persona en su totalidad y prefiere métodos que exalten tanto la búsqueda rigurosa como el conocimiento y la reflexión25 .
En la medida en que una persona sea más persona podrá ser feliz, es decir, eso que quiere Dios para nosotros al estilo de lo planteado en el Principio y Fundamento.
Todos estos numerosos aspectos del proceso educativo, concluye Carlos Vásquez, tienen una finalidad común: la formación de la persona equilibrada con una filosofía de vida, desarrollada personalmente, que incluye hábitos permanentes de reflexión26 .
En ACODESI hemos hecho un trabajo de reflexión alrededor de la Formación Integral. Hemos tomado en serio este tema que no es nuevo, por supuesto, ya que desde la visión misma de san Ignacio se hablaba,
24 Características de laEducación de laCompañíade Jesús: Documento Corporativo 37 (1996). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
25 CARLOS VÁSQUEZ, La visión ignaciana. Claves para la educación de la Compañía de Jesús Documento inédito. p. 2
26 Ibid., p. 32.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión como lo mencionamos antes, de una formación «en virtud y letras». Lo que hemos hecho es resignificar esta propuesta de Formación Integral, movilizando a toda la comunidad educativa para que la formación así concebida sea una realidad en el aula de clase y en la vida del colegio. Dicho de otra manera, se trata de organizar el proyecto educativo en coherencia con el Principio y Fundamento. De esta forma, procuramos que en nuestras instituciones educativas se encaminen todas las acciones a la búsqueda de la misión apostólica que tenemos como miembros de esta red ignaciana de educación.
¿Cómo entendemos hoy la Formación Integral? La entendemos como:
El proceso continuo, permanente y participativo que busca desarrollar armónica y coherentemente todas y cada una de las dimensiones del ser humano (ética, espiritual, cognitiva, afectiva, comunicativa, estética, corporal y sociopolítica) a fin de lograr su realización plena en la sociedad27 .
Si hablamos del sustantivo «formación» es porque se busca desarrollar y orientar claramente esas diferentes dimensiones o potencialidades que poseemos. Si a este sustantivo le añadimos el adjetivo «integral» es para decir que ese desarrollo abarca la totalidad del ser humano28 . Tiene, por tanto, una clara intencionalidad que se expresa en un proceso educativo concreto.
Asumimos la Formación Integral como el «norte» del trabajo educativo. Esto implica adelantar un largo y definitivo proceso de transformación de los paradigmas mentales y de las mismas prácticas educativas de los docentes, de los directivos, del personal de administración y de apoyo educativo, y en general, de todos como compañeros apostólicos, pues hay una tendencia generalizada a pensar y a decir que, desde siempre, eso nuevo que hay que hacer, ya se estaba haciendo29 .
27 ACODESI, La formación integral y sus dimensiones: Colección ACODESI, Bogotá 2002, 13.
28 Ibid., p. 14.
29 Ibid., p. 27.
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La pregunta que más de uno podría hacerse en este momento es la siguiente: ¿por qué vale la pena formar integralmente a nuestros(as) estudiantes para que asuman la visión institucional de ser «hombres y mujeres para los demás y con los demás»? En verdad, san Ignacio pensaba que no bastaba formar para saber más, es decir, ayudar a que nuestros estudiantes fueran competentes en un área propia, sino que había que ayudarles también a ser mejores, pues de lo contrario no era verdadera la educación que recibirían. Él mismo se dejó educar por Dios y experimentaba el deseo de compartir esta experiencia con otros. Consideró que para lograrlo se requería la formación integral de las personas de tal manera que pudieran comprender el sentido de la educación, ser competentes y querer ayudar a otros.
Podemos decir que ese norte expresado en el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales, es una realidad que va permeando, articulando y orientando toda nuestra Propuesta Educativa en su sentido último y definitivo. Se centra en la persona y en la confianza de que esa persona puede ser formada al estilo de lo que vivió san Ignacio, con una gran docilidad a la voluntad de Dios.
Ahora bien, si en últimas se busca, como lo vivió san Ignacio, el dejarse educar por el Señor, se necesita una preparación y disposición para lograrlo de manera libre y autónoma, quitando de en medio los afectos desordenados o apegos de tal manera que se pueda elegir lo que más conduzca a Dios. Podemos afirmar que un proyecto educativo es ignaciano si logra, dentro de la visión del Principio y Fundamento, la formación de la persona en su integralidad, que incluya el desarrollo de sus potencialidades para que, de manera libre, se comprometa al servicio de los demás.
San Ignacio mostraba especial interés por la formación de la libertad, pues comprendió que la formación de la persona, lo más armónicamente posible, le daría mejores posibilidades dentro de una misión apostólica.
En esta aventura que es la búsqueda de Dios, dice Carlos Vásquez, Ignacio respeta la libertad del hombre. Esto excluye toda apariencia de indoctrinación o manipulación por parte del mismo proyecto educativo. La pedagogía de los jesuitas debe permitir a los estudiantes explicar la
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión realidad, libres de toda influencia y prejuicios, y comprometerse con ella para ayudar a transformarla30 .
La persona en el proceso educativo se va realizando al aceptar libremente el plan de Dios. San Ignacio concibe a la educación como un medio para ayudar a la persona en su propia realización. En este sentido, la pedagogía ignaciana ofrece oportunidades de explorar la realidad tanto con el intelecto como con el corazón y busca formar actitudes que favorezcan una disposición para dar una respuesta efectiva a Dios en la vida. La pedagogía ignaciana es una respuesta a cómo podemos ayudar a las personas a reflexionar sobre sus propias vivencias y a construir significados nuevos. Busca, como expresa el P. General, «combinar al mismo tiempo los ideales más elevados y las maneras concretas de llevarlos a la práctica»31 .
En ACODESI, estamos desarrollando Programas y Proyectos, desde pre-escolar hasta el último grado, que están contribuyendo a la implementación de la integralidad que buscamos. A manera de ejemplo, contamos con programas tales como el de la Formación de la Afectividad, los Encuentros con Cristo, el Curso-Taller de Formación para el Liderazgo, la Formación y Acción Social, la Formación en la Libertad y Autonomía, la formación religiosa integral a partir de la persona de Jesús cuyo seguimiento constituye nuestro ideal. En verdad, esperamos que nuestros colegios sean capaces, como expresa el P. Fernando Montes32,de formar personas con una fe sólida y con una visión sanamente religiosa de la existencia. Que sepan por qué y para qué viven; por qué y para qué estudian y qué sentido tiene su paso en esta tierra. Es importante que en nuestros colegios se pueda hablar de Dios tal como nos habló de Él Jesucristo.
Teniendo clara la centralidad de la persona, la pedagogía ignaciana tiene especial cuidado por la relación personal entre el profesor y el estudiante lo cual favorece el crecimiento en el uso responsable de la
30 VÁSQUEZ, La visión ignaciana... Op. cit., p. 2.
31 PETER-HANS KOLVENBACH, La Pedagogía Ignaciana hoy: Documento Corporativo 128 (1993). Colección de ACODESI, Bogotá 2003.
32 Cfr. FERNANDO MONTES, Discurso Inaugural de la Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile, Noviembre de 1997.
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libertad. Este es un evidente reflejo de lo que implica en la práctica el Principio y Fundamento. Si esta relación educativa entre el profesor y el alumno no se favorece adecuadamente, estaríamos desconociendo el proceso de formación en la libertad requerido para el Discernimiento Espiritual ignaciano.
No hay proceso formativo sin un interés y actitud abierta, creativa y decidida del estudiante
Lo anterior significa que poseemos un sello particular en nuestra Propuesta Educativa al ofrecer una mirada amplia de lo que se tiene, sopesar lo que allí se encuentra, indicar cuál es el propósito final y sugerir alternativas pedagógicas y metodológicas que la hagan posible. El educador ofrece alternativas y las valora pero quien opta es el estudiante; no toma decisiones por él. Si esto no fuera así podríamos estar en contra del Principio y Fundamento.
De igual manera, la pedagogía ignaciana tiene un particular cuidado por el protagonismo del estudiante en su aprendizaje o lo que llamamos, la actividad del estudiante. De hecho, nadie educa a nadie, en el sentido estricto, como indicaba en su momento, Paulo Freire. Es la persona del estudiante la que tiene que asumir su propio proceso educativo. A él corresponde únicamente lograr la excelencia académica y humana que se le ofrece en el colegio. Esta será la clave para su servicio futuro a la sociedad.
En efecto, no hay Ejercicios Ignacianos si no hay una participación activa y a la vez desprendida para dejarse guiar por el Señor. Igualmente, no hay proceso formativo sin un interés y actitud abierta, creativa y decidida del estudiante.
Si bien en una institución educativa se busca solidez y profundidad en el conocimiento, se sabe, sin embargo, que «no el mucho saber harta y satisface el alma, más el sentir y gustar de las cosas internamente»33. Por ello, queremos formar integralmente pensando más en el ser de la persona que en su tener o saber para llegar a ser verdaderamente
33 Ejercicios Espirituales 2.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión competente. Nuestra formación no busca solamente la capacitación o competenciapara acceder aun título académico, adquirirprestigioo «status» por ser egresado de una institución de renombre; se busca, por encima de todo, la formación del ser del alumno que es lo que denominamos la Formación Integral. Estamos convencidos de que ésta es la única manera de ser más para servir mejor34 .
Deseamos que nuestros estudiantes estén imbuidos de una visión más completa del sentido del hombre y de la mujer.
Buscamos que con estos procesos educativos se pueda prestar un servicio a la Iglesia y a la sociedad. Un servicio que prime sobre el prestigio personal y el éxito profesional y sea asumido como el poner los dones recibidos, personales y profesionales, a disposición de los demás y del bien común35 .
En este contexto el P. José Leonardo Rincón precisaba lo siguiente:
Hay que advertir, dice, que no pretendemos darlo todo o hacer de nuestros estudiantes 'especialistas' en todo. No creemos que el asunto de la integralidad esté en la cantidad de datos proporcionados o de conocimientos adquiridos. Tampoco en la transmisión fría de informaciones o en el ofrecer un agregado de elementos separados o sumatoria de los mismos. El que optemos por la Formación Integral no quiere decir que tengamos en nuestro Plan de Estudios algunos 'espacios' para las materias así llamadas 'humanísticas', lo cual sería un reduccionismo inaceptable36 .
Definitivamente la educación con su propósito de la Formación Integral no es algo estático o que se logre con unas cuantas acciones puntuales y momentáneas, sino que es un proceso cuyo entramado dinámico dura toda la vida. Por ello no podemos decir que es una tarea exclusiva de nuestros centros educativos, pero tampoco que quedemos eximidos de lo que se constituye nuestro «plus» o «valor agregado» del Proyecto Educativo que poseemos37 .
34 Cfr. ACODESI, Op. cit., p. 14.
35 CARLOS VÁSQUEZ, La Compañía de Jesús. Su especificidad, Documento inédito, 1999.
36 JOSÉ LEONARDO RINCÓN, El perfil del estudiante que pretendemos formar en una institución educativa ignaciana. Seminario sobre espiritualidad y educación, Brasil 2003
37 Cfr., ACODESI, Op. cit., p. 15.
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En ACODESI es claro que el desarrollo de esta Formación Integral se da a través de todo el Currículo, es decir, de «todo lo que intencionalmente educa en razón de nuestra propuesta, el conjunto de principios, criterios, plan de estudios, programas, metodologías y gestión que orientan el Proyecto Educativo Institucional y hacen posible la Formación Integral de la Comunidad Educativa»38. Nuestro currículo no se concibe con una finalidad exclusivamente académica sino apostólica. Tiene una misión de servicio y la pedagogía se ajusta a la finalidad apostólica que la inspira.
La Formación Integral se hace realidad en la práctica cotidiana de una institución educativa cuando ella pernea e inspira los criterios y principios con los cuales se planean y ponen en práctica todas las acciones educativas.
La Formación Integral es útil, por tanto, para orientar procesos que busquen lograr, fundamentalmente, la realización plena del hombre y de la mujer, desde lo que a cada uno de ellos les corresponde y es propio de su vocación personal. También contribuye al mejoramiento de la calidad de vida del entorno social, puesto que ningún ser humano se forma para sí mismo y para mejorar él mismo, sino lo que hace en un contexto socio-cultural determinado con el objeto igualmente de mejorarlo. Es útil para organizar la vida de tal manera que nuestro ser integral se movilice para lo que fuimos creados: «llegar a ser felices».
Uno de los principios fundamentales de la educación ignaciana se deriva del cuidado de Ignacio por la persona. Es el acompañamiento personal (la llamada «cura personalis») como una demostración de verdadero cariño por cada una de las personas. Esto lo vemos claramente en el Principio y Fundamento cuando se propicia un ambiente particular a quien toma los Ejercicios y quien es acompañado cuidadosamente en su proceso de encuentro personal con Dios.
Mencionemos ahora el tema de la «ignacianidad» en nuestra Propuesta Educativa. Al referirnos a ésta, estamos diciendo que es el sello
38 Cfr., ACODESI, Op. cit., p.24.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión particular de las instituciones de la Compañía de Jesús que las hace diferentes de otras. Dicha ignacianidad se expresa en unos principios, objetivos, criterios, valores y estilo de gestión. Se trata de criterios fundamentales de acción que en términos generales son: la formación de hombres y mujeres para los demás; una Formación Integral inspirada y dirigida por un humanismo cristiano; una educación orientada por las exigencias de la misión hoy: el servicio a la fe y la promoción de la justicia, asumiendo la opción preferencial por los pobres como un criterio decisivo; una acción dirigida por la excelencia humana integral; una educación centrada en las personas; una educación cuya estructura sea corresponsable y participativa, etc.
Se espera, en consecuencia, que se haga explícito ese sello ignaciano y por ello hemos identificado unas cualidades del Perfil del Estudiante, que permiten traducir en procesos la manera como se quiere abordar la formación de los estudiantes, teniendo como punto de referencia las dimensiones de la Formación Integral.
Por supuesto hemos encontrado dificultades en el logro de estos ideales. Nos sucede algo similar a lo vivido con la Ratio durante sus inicios: el desconocimiento de los profesores y a veces de los mismos jesuitas en la dinámica de la propuesta como tal. Para superar esto, se requiere un proceso de formación y comprensión si queremos que la propuesta sea una realidad en el aula de clase. Es lo que hemos llamado la «Cultura Ignaciana» que requiere de tiempo para su formación y su maduración. Hablar de nuestras instituciones educativas organizadas de manera particular, mediante un proyecto que asume una cosmovisión de la vida inspirada en el Principio y Fundamento, necesita un grupo de educadores plenamente identificados, quienes serán los acompañantes de un proceso educativo que tiene claramente asumido su fin apostólico.
En particular, es necesario un proceso de identificación de todo el Proyecto Educativo enmarcado en la Formación Integral, para que no se entienda como un elemento más que de manera desarticulada, se está considerando. Se requiere un trabajo de formación en el que se retome el propósito, se haga conciencia del mismo y se movilicen las acciones
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educativas39. Un proceso de formación basado en la experiencia de los Ejercicios Espirituales nos da la garantía que necesitamos en cuanto a la comprensión del fin último de nuestra misión apostólica educativa.
Es importante, también, decir que el paso de la teoría a la práctica no es fácil. Podemos tener claridad de lo que queremos, de ese fin último de la Formación Integral de nuestros estudiantes; podemos inclusive tener un direccionamiento estratégico claro y acordado por todos que a manera de carta de navegación nos indique ese faro al cual llegar, pero a la hora de movilizar toda una comunidad se encuentran resistencias y dificultades en las mismas comprensiones de lo que implica asumir un norte.
En una institución educativa, se confirma en los documentos de ACODESI, se puede tener como ideal formar a los estudiantes integralmente, pero cuando se trata de implementar las estrategias conducentes a tal fin, surgen grandes dificultades debido a que los distintos estamentos encargados de concretar las ideas en acciones, realizan todo tipo de interpretaciones, generándose con ello una gran confusión. Esta confusión recae en últimas sobre los docentes, quienes pueden no tener una idea clara de lo que se entiende por Formación Integral y de los medios y acciones pertinentes que de ella se derivan. Adicionalmente, en muchas ocasiones se piensa, de manera errónea, que la tarea de formar integralmente compete básicamente a los docentes y no a toda la Comunidad Educativa, como se explicó anteriormente40 .
No es fácil poner en práctica el tanto-cuanto a la hora de las decisiones; nos cuesta realizar el Discernimiento Espiritual ignaciano sobre lo que mejor debemos escoger para el norte planteado; a veces se confunde el Magis con un nivel de exigencia sobreestimado y los profesores pueden sentir que «lo ignaciano» es algo más que recarga su trabajo cotidiano.
Ya hemos expresado de diversas maneras que la educación en la Compañía de Jesús es, ante todo, un instrumento apostólico y es bueno subrayar de jesuitas y laicos en colaboración. El trabajo conjunto con los laicos, como compañeros apostólicos, es hoy más que nunca una
39 Cfr. ACODESI, Op. cit., p. 27.
40 Cfr. ACODESI, Op. cit., p. 28.
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Principio y Fundamento desde la Perspectiva Pedagógica. Aportes para una reflexión necesidad imperante si queremos que un proyecto de esta envergadura llegue a ser una realidad. Corresponde a todos sacar adelante esta Propuesta Educativa con una clara finalidad y esto no lo podemos dejar a unos cuantos responsables (que podría pensarse son los jesuitas) puesto que el asunto de la ignacianidad tiene que ver con todos. De allí que todos seamos considerados educadores en una comunidad educativa.
La educación de la Compañía de Jesús hoy, como legado de la tradición histórica educativa, se enmarca en un sistema educativo integrado por una red de instituciones que comparten una visión y finalidades comunes y a la vez comparten la preocupación por encontrar y adoptar los principios y los métodos, más eficaces para realizar los objetivos y las funciones educativas que les son propias41 .
Son visibles las ventajas de trabajar en red. Una de ellas es el hecho de sentirnos cuerpo apostólico en donde todos sus miembros tienen una función y una misión en búsqueda de un propósito común deseable. Hay, por otra parte, en el trabajo en red, un enriquecimiento intercultural y multidisciplinar en el que todos se benefician a través de la diversidad. Más aún, en medio de diferentes enfoques y posturas epistemológicas, se cuenta con una mayor capacidad de acertar y asumir la realidad más objetivamente con respuestas educativas pertinentes a un contexto social y cultural a nivel nacional y mundial.
Inspirados en la visión ignaciana, como se ha indicado a lo largo de este ensayo, en ACODESI hemos integrado una Propuesta Educativa resignificada a partir de la Formación Integral y sus dimensiones que explicitan las cualidades del perfil del estudiante. Con ello queremos que todos los componentes curriculares (conceptuales y prácticos) entren en diálogo y se enriquezcan con esta visión ignaciana. Nos hemos propuesto un proceso de articulación en el que, desde un pensamiento sistémico, podamos concebirnos como cuerpo apostólico de educadores y abrir nuestros horizontes educativos en una misión de formación con un sentido evangelizador, valioso y enteramente vigente hoy, como lo plantea el Principio y Fundamento.
41 Cfr. Características de la Educación de la Compañía de Jesús: Documento Corporativo 198.
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Alejandro Angulo Novoa, S.J.
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Alejandro Angulo Novoa, S.I.
*
DIMENSION SOCIAL DEL SER HUMANO
EL ORDEN ALTRUISTA: INTERDEPENDENCIA DE LAS CREATURAS, CONFIGURACIÓN COMUNICATIVA
El trabajo interior y la comunicación
E
l discurso sobre el método de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola parte del concepto de poner orden en nuestra vida. Y junto a esa idea ordenadora encontramos la de vencer a sí mismo, que yo entiendo más como trabajo sobre sí mismo que como subyugamiento del yo. Trabajar sobre sí mismo es la acepción positiva de mortificación. Subyugar el yo corre el riesgo de incurrir en el masoquismo. Por consiguiente, se trata de ejercicios de ordenamiento que suponen un arduo trabajo creativo sobre nosotros mismos.
Esa idea del orden también puede tener significados múltiples. Hablaré de ordenar en elsentido de dar una forma determinada. Ordenares,
* Licenciado en Filosofía y Teología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Magister en Sociología de la Universidad de California en Berkeley. Director del Centro de Investigación y Educación Popular - CINEP.
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El orden de nuestra vida consiste en reconocer el don de Dios mediante la triple acción de alabar, hacer reverencia y servir
Perspectiva Sociológica del Principio y Fundamento pues,un trabajointerior creativoparadarformaa nosotros mismos, a nuestra vida. Subrayo el aspecto creativo para indicar que el trabajo de dar forma a nuestra vida es una labor artística. Al fin y al cabo el arte consiste en ordenar, en una forma estética, la materia con la cual trabajamos.
Es claro que la materia a la cual queremos darle forma y que hemos denominado nuestra vida, también tiene un significado específico en este contexto. Ignacio la define por la doble relación: una relación con Dios nuestro Señor y una relación con las otras cosas sobre la haz de la tierra. Los seres vivos estamos relacionados por esencia con Dios y entre nosotros. Esta relación, a pesar de ser doble, está, o debería estar, integrada en cada uno de nosotros porque la relación con las cosas distintas de nosotros es enteramente funcional. Las criaturas fueron puestas allí para que nos ayuden a perfeccionar la relación primordial con Dios. Con lo cual Ignacio presenta una fórmula de orden que tiene como fundamento la relación ser divino-mundo-ser humano-ser divino.
En dicha fórmula, como en todas las relaciones hay dos sentidos, uno de ida y uno de vuelta: hay una dirección que arranca de Dios como un don del ser, es decir, la creación, y que retorna desde el ser humano como reconocimiento de Dios con ayuda de todas las otras cosas criadas. Así pues, para Ignacio el orden de nuestra vida consiste en reconocer el don de Dios mediante la triple acción de alabar, hacer reverencia y servir. Pero la alabanza, la reverencia y el servicio solo se logran mediante la incorporación ordenada de las otras cosas criadas dentro de nuestro servicio. En este sentido san Pablo dice que la creación añora ser redimida y concluye que nuestro objetivo debe ser completar en nosotros mismos y en nuestro entorno lo que le falta a la pasión de Cristo. No porque Cristo la hubiera dejado incompleta, sino porque la apropiación de la redención queda, en cierta forma, en nuestras manos.
Así pues, lo que Ignacio busca con sus Ejercicios es entrenarnos en esa apropiación redentora, la cual se realiza tanto en el reconocimiento de Dios como en el de las otras cosas criadas. Y nos indica cómo ese
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Alejandro Angulo Novoa, S.J.
doble reconocimiento solo es ordenado, si posee la forma circular: ser divino- mundo-ser humano-ser divino. Por consiguiente, echa como fundamento la dependencia divina de todo cuanto existe y enuncia como principio la interdependencia de las criaturas. Este principio es la dimensión social del ser humano, sobre el cual se puede afincar la perspectiva sociológica del trabajo de los Ejercicios.
El vínculo ecológico
Pudiéramos, entonces, con toda propiedad llamar esta doble relación el orden altruista que consiste en una forma de vida impulsada por la solidaridad entre todas las cosas criadas para lograr la divinización, es decir, la consumación de la vida en Dios. Todos sabemos que la solidaridad es, a su vez, el reconocimiento práctico de nuestra interdependencia. Este reconocimiento, que ha servido como vínculo en el nivel de la fe del mundo occidental, empieza apenas a descubrirse también en el nivel científico del Occidente como el vínculo ecológico.
El vínculo ecológico ha sido descubierto a tiempo por la mística y tardíamente por la ciencia. Todos citamos hoy Chernobyl, la desertificación y el efecto invernadero, como ejemplos de la inconsciencia respecto a la solidaridad global, manifestada por los seres humanos a lo largo de la historia.
Al mismo tiempo todos conocemos también ese maravilloso último Ejercicio que Ignacio tituló contemplación para alcanzar amor. Lo que hayallíesunamiradamísticaquetrasciende,sinduda,elvínculoecológico, pero que intuye lo que nuestra ciencia está apenas barruntando, o sea que toda la vida tiene un vínculo profundo existencial y que por eso ningún desorden en el uso de las criaturas queda impune y termina siempre volviéndose contra quien abusa de la creación. Ignacio expresa dicho vínculo como una relación también doble: Dios habita y trabaja por mí en todas las criaturas; pero además, todos los bienes y dones descienden de arriba.
La ausencia de estos ejercicios en la mayor parte de nuestros contemporáneos y las deficiencias en su práctica entre muchos jesuitas ha hecho que la percepción del vínculo ecológico sea, hoy por hoy, un tema todavía esotérico. Lo cual no deja de ser irónico, cuando existen nume-
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Perspectiva Sociológica del Principio y Fundamento
rosas minorías de pueblos, marginados y despreciados por el mal llamado progreso técnico del Occidente, que viven de esa percepción profunda y maravillosa de la solidaridad de la creación y que han desarrollado en sumo grado los métodos para desarrollar esa percepción y para aprovecharla en la prosecución del fin para el que fuimos criados.
El desarrollo de esa percepción del vínculo universal culmina en una comunicación entre las cosas criadas, incluido el ser humano, que expresa a las mil maravillas lo que he venido llamando la solidaridad universal. Algo de eso se ha logrado también en el campo científico con las ciencias del medio ambiente. Pero para nuestro infortunio, el desarrollo de lo que podríamos llamar la cultura mercantil, mete fuertes palos en las ruedas del carro de la ecología haciendo que nuestro itinerario global sea una imprudencia continuada.
Dichos palos han sido tan numerosos y tan grandes que debemos aceptar que nos encontramos en lo que se ha dado en llamar la sociedad del riesgo. Y las dimensiones de dicho riesgo hay que ponderarlas en todos los niveles: social, económico, político y ambiental. No creo que sea necesario enumerar aquí ni las guerras en las que nos encontramos enfrascados los humanos en todo el mundo, ni los resultados fatales de la contaminación ambiental, ni los estragos de las injusticias perpetradas en nuestros sistemas políticos a lo largo y ancho de nuestro mundo.
El riesgo de esa cultura mercantil es que degenere, como ha sucedido, en la avaricia, la cual, a su turno, se metamorfosea en consumismo, floreciendo, a su vez en injusticia social y creando las nuevas esclavitudes. Todo un proceso que Ignacio de Loyola analiza con maestría en sus Ejercicios, cuando introduce en este escenario la figura del Tentador.
Pues bien, a esa sociedad del riesgo estamos hoy enfrentando, por fortuna, el principio científico de la precaución. Al desorden introducido por la depredación tratamos de enfrentar una sabiduría planetaria, consciente del vínculo ecológico universal, la cual se apoya en el principio de anticipación para prevenir los riesgos y en la nueva prudencia frente a las incertidumbres de nuestro conocimiento siempre incompleto. Y esos tres principios constituyen un criterio de gobierno, o sea, un criterio social y político. Sabiduría, previsión y pru-
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dencia son desarrollos del cerebro humano y elevación de su espíritu, que solo se puede lograr mediante el trabajo interior. Por esa razón el principio de precaución, con su énfasis de conservacionismo ambiental es bienvenido en el contexto que nos ocupa.
La ética de la relación: acción comunicativa, el amor
Retomemos ahora la idea del orden que es el eje de la técnica ignaciana. Y para ilustrarla pensemos en qué consiste el orden en el uso de las cosas criadas.
La simple observación de los animales, incluido el ser humano, revelan de inmediato su estructura comunicativa: es lo que Ignacio llama sensar. No creo que sea necesario insistir sobre esta experiencia animal, en cambio sí creo más útil estudiar lo que podríamos describir como la relación humana, la cual a su vez ha dado origen a las teorías de la acción comunicativa.
La elaboración simbólica humana ha llegado a crear la realidad religiosa del ser humano, con lo cual ha posibilitado la comunicación simbólica suprema: la oración a Dios
Todos los sentidos animales están construidosparaposibilitar eldesplazamiento espacial y prever sus consecuencias. Pero en el ser humano, el entender, alcanza un nivel aparentemente más alto que el de los animales, el cual le permite compartir sus previsiones y sus sentimientos en una forma mucho más efectiva y eficiente que la de las bestias, mediante el lenguaje simbólico.
Pues bien, el producto más alto de este lenguaje simbólico ha sido Dios. La elaboración simbólica humana ha llegado a crear la realidad religiosa del ser humano, con lo cual ha posibilitado la comunicación simbólica suprema: la oración a Dios. Y así establece también la realidad simbólica de la creación divina como el umbral de la búsqueda de sentido. Por eso Ignacio no duda en llamar su fórmula sobre la existencia de Dios criador, Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales. Y a renglón seguido de su afirmación absoluta el hombre es criado, enuncia lo que él ve como el sentido: para alabar, hacer reverencia y servir a
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Dios nuestro Señor. Las tres funciones que expresan el fin del ser humano son formas de comunicación, unas con palabras, otras sin ellas, pero en todo caso acciones comunicativas. Esta comunicación suprema con Dios es, para él, la salvación del ánima. ¿Qué es salvar el ánima? Encontrar el sentido, encontrar el amor, que como él mismo lo definirá al final, cuando ya el ejercitante sepa de qué está hablando, consiste en comunicación de las dos partes.
Tenemos, pues, una definición clara del orden como el respeto de la forma comunicativa del ser humano. Y por eso el esfuerzo de construir una ética sobre la acción comunicativa es un hallazgo filosófico reciente que calza, sin presiones, con lo que Ignacio ha intuido en su experiencia mística y trata de lograr con sus Ejercicios.
El sentido de la vida humana es el amor. Tampoco es necesario repetir ahora lo que nuestra psicología ha descubierto poco a poco, porque todos lo hemos experimentado desde niños. Pero sí es muy pertinente examinar la fórmula de Ignacio, ya que la comunicación, según él, es dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede y así por el contrario al amado al amante.
Queda claro que el amor es comunicación y que comunicación es una avenida de ida y vuelta. En forma automática quedan excluidos el solipsisimo y el autismo, que podrían pensarse como las formas extremas del individualismo y del egoísmo. Estos comportamientos son todos un desorden porque violan el orden de la comunicación que está esculpido en los huesos del ser humano.
EFECTOS SOCIALES DEL AUTOCONTROL
Veamos ahora, cuáles son las consecuencias de ese Principio y Fundamento sobre la sociedad humana.
Las formas del amor
Una primera conclusión es que tenemos que desarrollar un conocimiento profundo de la relación humana si queremos ponerla en orden. Son tantos los desórdenes y sus factores determinantes, que, como lo
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demuestra Ignacio, se requieren muchos ejercicios y diferentes técnicas para llegar a una relación armónica y creativa. Para profundizar en esa relación me valgo de un esquema que hace evidentes algunas dimensiones fundamentales:
La relación humana interpersonal se puede diagramar en tres formas positivas, con sus correspondientes contradicciones:
reconocimiento - desconocimiento respeto - desprecio amor - odio
En las tres formas intervienen tanto el conocimiento como el afecto en diversas proporciones, puesto que si en el reconocimiento predomina el nivel intelectual, no falta, sin embargo, el impulso afectivo que conllevan el juicio moral y el aprecio estético. Nuestros reconocimientos de otras personas, o cosas, tienen siempre ambas dimensiones, dado que no estamos compuestos de partes aisladas, como los muñecos que nosotros fabricamos. Otro tanto podemos decir del respeto, donde, además del reconocimiento de los méritos que fundan ese respeto, está presente el sentimiento de admiración o temor, según sea el caso. Y, con mayor razón, en el amor, aunque puedan predominar el afecto y la emoción no está, ni mucho menos, ausente el conocimiento, ya que no amamos lo desconocido, aunque por la intensidad del afecto, dicho conocimiento pueda no ser muy preciso, o como decimos, objetivo.
Esta triple estructura de la relación nos permite construir también algunas reglas de la arquitectura social, como son los derechos. Cuando hablamos de derechos, estamos aludiendo a un sistema de relaciones que privilegian la persuasión sobre la coacción. El sistema de derechos supone una colectividad que ha logrado un pacto explícito de reconocimiento y de respeto entre sus miembros. Ese pacto social consiste en el reconocimiento de algunos títulos a todas las personas, en cuanto integrantes del grupo, y en el respeto a la reclamación de sus títulos. Así, por ejemplo, los derechos de ciudadanía, son el reconocimiento de pertenencia al grupo y a las ventajas que eso conlleva. En último término los derechos son el ejercicio recíproco del reconocimiento
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Perspectiva Sociológica del Principio y Fundamento de las personas y del respeto de sus títulos, según las fórmulas acordadas entre las mismas personas.
En el caso de los derechos humanos o universales, el título es el ser una persona humana y el respeto debido a sus derechos fundamentales es la condición de posibilidad de llevar una vida digna.
Si vamos a un nivel más profundo de ese respeto de las personas podemos pensar en la solidaridad, la cual tiene ya un ingrediente afectivo y emocional que expresa una forma de amistad práctica, muy cercana al amor, o que ya es simplemente amor, según el caso.
El desarrollo de la teoría ecológica y de la responsabilidad ambiental, amplía esa relación entre las personas a todas las cosas criadas, como condición de real posibilidad de subsistir. Y así se hacen tanteos en la teoría jurídica para crear derechos al medio ambiente sano, expresando en esta forma, lo que Ignacio dice mucho más concisamente: las otras cosas criadas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre (título), y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado (derecho).
Lo que la teoría ecológica logra con dificultad, mediante la ponderación de las catástrofes causadas por el desorden, la filosofía ignaciana lo intenta mediante el principio de la indiferencia. En realidad, la palabra indiferencia en este contexto equivaldría más al reconocimiento y al respeto que merecen las cosas criadas, por el hecho de su valor como instrumentos para perfeccionar nuestra relación con Dios. Creo que por indiferencia Ignacio entiende la precaución que debemos tener en el examen de nuestras conciencias y lo que llamamos nuestras motivaciones. Precaución que los teóricos del inconsciente demostraron esencial para sobrevivir sin ser víctimas de la neurosis, o sin jugar con el riesgo de la psicosis.
Por esa razón, encuentro un paralelo metódico y una analogía ideológica en las dos conclusiones: la del Principio y Fundamento que exhorta al ejercicio de la indiferencia y la de la teoría ambientalista biológica que nos recomienda el ejercicio de la prudencia y de la precaución. En ambos casos lo que se busca es ordenar la afectividad humana, que por codicia, o por ignorancia, abusa con suma facilidad de las cosas criadas, desviándolas de su fin objetivo, expresado en su misma forma, para convertirlas en
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instrumentos de alabanza, reverencia y servicio del ser humano que es el supremo desorden, o lo que en los Ejercicios se llama la soberbia, cuya consecuencia es el desastre natural, biológico, personal o político.
La salvación del alma: alabar, hacer reverencia y servir a Dios
Como ya lo expresé más arriba, la salvación del alma es encontrar el sentido de la vida, que en los Ejercicios es el encuentro con Dios, y en la naturaleza es el desarrollo sostenible de la personalidad. El sin sentido es, a su turno, el desorden que impide ambas cosas. Lo cual significa también en los Ejercicios la formación para el amor y en el espacio político la construcción de la solidaridad.
Los Ejercicios están, pues orientados a restituir el orden perdido por nuestras manipulaciones humanas, las cuales rompen, o por lo menos desfiguran las relaciones que podemos establecer con Dios y con todas las cosas criadas. Y así hemos visto que en el caso específico de las relaciones sociales, el amor de Dios que para Ignacio quiere decir alabanza, reverencia y servicio, sería traducido como construir colectividades solidarias que funcionen según lo que se llama el estado de derecho, es decir, grupos en los que la violenciahomicidahasidoproscritagraciasalasustitución de las armas por la palabra.
Los Ejercicios están orientados a restituir el orden perdido por nuestras manipulaciones humanas
Como lo saben hasta los niños de escuela, esa sustitución es el ejercicio de la política, articulada sobre la persuasión, en vez de la coerción, que se articula sobre la fuerza. Para lo cual, la fórmula política es practicar la justicia, o sea, construir un estado de derecho en el cual la distribución de los recursos sigue los criterios racionales de la equidad, para lo cual es indispensable echar como cimiento el reconocimiento y respeto de los derechos humanos.
También sabemos que la justicia con equidad supone una mentalidad solidaria que logre superar las desigualdades que la naturaleza engendra y las que nosotros le introducimos con nuestros abusos. Y es por eso, quelassolucionespolíticasalaguerrasondeficientesypocodurables
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Perspectiva Sociológica del Principio y Fundamento si no van acompañadas de esa conversión personal que Ignacio expresa, como ordenarse en la relación con Dios nuestro Señor y que en el lenguaje profano se expresan como educación cívica, cultura de la convivencia o pedagogía de paz. Es claro que en este lenguaje profano hay un implícito: se espera que el amor germine tarde o temprano sin que tengamos que hablar de él. Pero ya son muchos los que sentimos que si no se habla del amor, por lo menos habría que propiciar el trabajo interior y me parece que en ese sentido, las pedagogías de paz están intensificando el trabajo con los símbolos y subrayando la importancia de la cultura en la restitución del orden social. Así, pues, el trabajo político no solo no es necesariamente profano, sino que para que el servicio público obtenga su verdadera dimensión, tiene que haber en el interior de los servidores un ordenamiento de sus relaciones humanas y naturales.
El destino de la creación: ayuda para el que ser humano llegue a su fin
Este conocimiento del fin de las cosas es también el objetivo del conocimiento científico creativo. Por eso el ordenamiento que propone el Principio y Fundamento es la culminación de un trabajo que también realiza la ciencia sin nombrar a Dios. Se integran los dos procesos. Su desintegración puede conducir al desorden, o por lo menos, puede coartar la eficiencia del servicio público, desviándolo de esa función de ayuda a todos los seres humanos para que logren su desarrollo integral de la mejor manera posible.
De aquí también que sentado el principio del designio de Dios, de relacionarse con el ser humano mediante el don de la creación, la conclusión lógica sea la triple respuesta amorosa de alabanza, reverencia y servicio pero guiada, en la práctica de todos los días, por la indiferencia del mismo ser humano hacia esa creación, hasta tanto vea, con el ojo interior, su destino trascendente y proceda en consecuencia a usar lo que necesite, es decir, a mediar entre Dios y el mundo, a imitación de Jesús, redimiendo así, como lo expresa Pablo a toda la creación.
En el lenguaje científico podríamos decir: ¿Cuál es el meollo de ese principio de precaución? Que el hombre tanto ha de usar dellas
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(las riquezas naturales), quanto le ayudan para su fin (el desarrollo durable), y tanto debe quitarse dellas, cuanto para ello le impiden.
Las razones son igualmente lógicas: el abuso, o desorden, no es un problema de reglas sino de hechos catastróficos en todos los niveles. En el de las relaciones humanas, los abusos conducen más temprano que tarde a la guerra. En el de la economía y la técnica, los abusos preparan y consuman buena parte de las catástrofes naturales. En el de la espiritualidad, los abusos generan con facilidad la psicosis, o por lo menos la neurosis. Con lo cual, la relación fundamental con Dios se enturbia o se diluye, para ser substituida por la soberbia como el mismo Padre Ignacio lo apunta con sus incisivas reglas para el discernimiento.
Toda la creación es una ayuda, un útil que podemos y debemos usar. Por tal motivo ni la ciencia ni la técnica pueden ser desechadas por sí mismas. Pero sin duda alguna los abusos a que han dado lugar justifican el que tengamos que recibir con beneficio de inventario muchas fórmulas científicas, económicas y tecnológicas que nos llegan con una marca de intangibilidad comparable a lo sagrado. Los binarios nos aleccionan a ese respecto y su descuido deja el campo libre al materialismo contemporáneo, apuntalado con arrogancia científica.
Podríamos, pues, concluir que el principio de precaución, establecido de entrada en el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales ignacianos, tiene aplicaciones útiles tanto para la práctica misma de los Ejercicios, como para la vida social de cada día.

Lascriaturasfueronpuestas allíparaquenosayudena perfeccionarlarelación primordialconDios
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos
Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos
NCarlos Domínguez Morano, S.I. *
o es el «Principio y Fundamento» un texto que parezca tener una clave fundamental de lectura en la psicología. Su carácter esencialmente antropológico parece exigir, en efecto, un análisis e interpretación realizados primariamente desde la filosofía y la teología. Sin embargo, como en toda antropología, late también una problemática de carácter psicológico que es la que en este trabajo pretendo desentrañar. Me acercaré, pues, al texto con esa conciencia de lectura «secundaria», que modestamente intentará detectar las estructuras psicodinámicas implicadas en la propuesta ignaciana. Sobre el significado último del texto y su validez antropológica no le corresponde a la psicología dictar sentencia alguna. Por lo que no cabe tampoco esperar de ella una confirmación de sus presupuestos filosóficos o teológicos, como tampoco un cuestionamiento de los mismos. La psicología no está ahí para pronunciarse sobre contenidos que desbordan sus campos de análisis, limitándose tan sólo por tanto, a la escucha de los determinantes que condicionan la conducta.
* Doctor en Teología (Granada) y Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación (Madrid). Psicoterapeuta y profesor de Psicología de la Religión en la Facultad de Teología de Granada. Miembro de la Asociación Internacional de Estudios Médico-Psicológicos y Religiosos - AIEMPR y de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones.
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Dentro del amplio y complejo mundo de la psicología (tendríamos que hablar más bien de «psicologías», en un amplio plural), nuestro punto de mira será esencialmente psicoanalítico, desde el convencimiento de que esta óptica concreta conviene particularmente para el análisis de unos procesos de honda remodelación afectiva («ordenar los afectos») como los que Ignacio propone en la experiencia de Ejercicios.
SER CRIATURA: UNA HERIDA NARCISISTA
El hombre es criado. He aquí una primera cuestión que, más allá de sus implicaciones antropológicas y teológicas, nos remite muy directamente a una cuestión esencial de la vida del deseo.
Contra lo que pudiera parecer a primera vista, el hecho de ser criatura, de no tener el origen en sí mismo, no constituye una cuestión fácilmente asimilable para las estructuras afectivas humanas. Es más, se podría afirmar que tal afirmación, con independencia de que el origen de nuestro ser sea situado en una realidad trascendente o no, constituye siempre algo que necesita de unos procesos nada fáciles de asimilación. En definitiva, la aceptación de ser criatura, de tener el origen en el deseo de otro u otros, constituye algo que ha de ser aprendido, en cuanto que en los inicios de nuestra existencia era una realidad completamente desconocida. Más aún, constituía algo impensable y frente a lo cual se erigían fuertes defensas inconscientes. En los inicios de la vida, en efecto, el ser humano siente que «es». Sin más. Que es como única realidad en la que no cabe experimentar ni principio ni fin, ni limitación alguna.
Tan sólo a partir de complejo procesos psíquicos, posibilitados por la maduración y desarrollo de otros factores biológicos, el ser humano se abrirá a la constatación de la existencia de una realidad diferente y al margen de la suya propia, entre la que cobrará una particular relevancia el descubrimiento de la alteridad. Todo ello supone, abrirse a la asunción de sí mismo como realidad «parcial» y limitada. En este sentido afirma Freud que:
El nacimiento representa el paso de un narcisismo que se basta por completo a sí mismo a la percepción de un mundo exterior variable y al primer descubrimiento de objetos. De esta transición, demasiado radical,
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos resulta que no somos capaces de soportar durante mucho tiempo el nuevo estado creado por el nacimiento y nos evadimos periódicamente de él, para hallar de nuevo en el sueño nuestro anterior estado de impasibilidad y aislamiento del mundo exterior1 .
En esos procesos de obligada limitación y estructuración del narcisismo primario, de apertura a una realidad limitadora de lo que somos, jugará como un factor importante el hecho de reconocer que la vida de la que se dispone ha sido recibida, que tiene su origen en otros seres, sin los cuales no hubiéramos visto nunca la existencia. La pretensión del deseo infantil sería, en efecto, la de tener el origen en sí mismo y, por supuesto, no estar sometido a ningún final.
Esta negación de todo límite que caracteriza al deseo infantil se deja ver en la proyección que de ella se realiza sobre las figuras de los progenitores. Paraelniño,sus padres, encuantoimágenesengrandecidas por la proyección de su propio deseo omnipotente, no tienen origen en ninguna realidad exterior a ellos y, por supuesto, no pueden morir. Es conocidalareaccióncontrariadaquemanifiestanmuchos pequeñoscuando se les informa que sus abuelos son los progenitores de su papá o de su mamá. Tal información les supone una herida a su narcisismo, en cuanto que si sus progenitores no poseen el origen en ellos mismos y están destinados a morir, ellos mismos se ven remitidos a la misma posibilidad. Algo inadmisible para los sentimientos de omnipotencia que caracterizan al narcisismo del niño.
El deseo, pues, aspira a la totalidad y difícilmente encaja los obligados límites de la existencia humana. Madurar, significa en muy buena medida, irse abriendo a esa progresiva constatación de nuestra realidad como contingente y limitada, con una renuncia paralela a la pretendida y creída omnipotencia de la que todos partimos. El psicoanálisis nos ha ilustrado hasta qué punto el ser humano encierra como una aspiración íntima y suprema la de ser dios. Quizás la aspiración más secreta e indestructible de todas. Centrar la propia subjetividad en el punto más alto en la pirámide de lo existente. Un deseo que permanece oculto en
1 SIGMUND FREUD, Psicología de las masas y análisis del Yo, Obras Completas Vol. III, Biblioteca Nueva, Madrid 1973, 2601.
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las estructuras inconscientes de nuestra afectividad, que ha podido ser más o menos limitado en las aspiraciones conscientes del sujeto, pero un deseo que se deja traslucir en múltiples manifestaciones de la conducta humana personal y colectiva. Con razón el «Y seréis como dioses...» fue la primera tentación en la que el ser humano sucumbió.
En este sentido habría que recordar las profundas analogías existentes entre el mito bíblico de Adán y Eva y el mito freudiano del asesinato del protopadre de la horda primitiva2. Ambos expresan la permanente tentación del ser humano de negarse a asumir y aceptar su condición de criatura, de hijos. En el mito adámico, lo que la serpiente tentadora pone en entredicho es que el hombre no sea idéntico a Dios, presentando la prohibición de comer del árbol como una falsa reivindicación de Dios a ser el único en ser lo que es. El mito freudiano del asesinato del protopadre revela una misma dinámica: expresa la negativa a renunciar a una omnipotencia que previamente se le había atribuido a ese padre imaginario que es asesinado.
Con razón el «Y seréis como dioses...»
fue la primera tentación en la que el ser humano sucumbió
En última instancia, la dramaturgia edípica que ilustra el mito freudiano es la de la renuncia a perder la omnipotencia que el narcisismo se atribuye como falta de limitación: la de morir, la de tener el origen en otro, o también (pero no de modo único ni más importante como se ha tendido a pensar) la de poseer o no poseer a la madre, representación simbólica del objeto total. Porque, efectivamente, el proyecto de la omnipotencia infantil, nunca muerto plenamente, es el de convertirse en Dios, causa sui según la fórmula de Spinoza o être-en-soi-pour-soi, según la de Jean Paul Sartre. Es, en la expresión de Norman O. Brown el intento de conquistar la muerte convirtiéndose en padre de sí mismo3 .
Saberlo todo, poderlo todo, no tener el origen en nadie, ni de nadie depender. Prometeo ocupa también un lugar en los rincones de nuestro corazón. Comenzar, pues, el proceso de Ejercicios en el reconoci-
2 Cfr. SIGMUND FREUD, Tótem y tabú, Obras Completas Vol. II, 1745-1850.
3 NORMAN O. BROWN, Life against Death, Vintage Book, New York 1959, 118.
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos miento lúcido de nuestra condición de seres limitados, contingentes y «criados», puede suponer un paso fundamental para situar al ejercitante en la vida que pretende reorientar.
PEQUEÑO DIOS CON «PRÓTESIS»
Pero si este paso muestra especiales dificultades por la resistencia siempre viva del deseo, no cabe duda de que en la sociedad de nuestros días, la aceptación de una dependencia de carácter tan radical como la religiosa, cuenta con serios obstáculos añadidos.
Sin duda que uno de los grandes mitos en los que, de una manera u otra, todos participamos es el de la «autonomía personal». Mito que, entendido con frecuencia como liberación de cualquier tipo de referencia exterior a la que acomodarse, fácilmente conduce a la idea de que la experiencia religiosa supone un peligro para el mantenimiento de esa soñada autonomía, ya que ella se presenta como el emblema más radical de la dependencia.
Nos encontramos, efectivamente, en un medio ambiente sociocultural que parece propulsar un rechazo, bastante apriorístico, de todo tipo de ideario, proyecto o utopía colectiva que sobrepasen de alguna manera las aspiraciones meramente individuales. Existe una especie de alergia frente a los grandes ideales, a los grandes proyectos transformadores de la sociedad. Se dice que ya pasó el tiempo de los Grandes Relatos y de las Grandes Palabras y se acepta con suma tranquilidad la imposibilidad de fundamentar nuestro conocimiento y nuestras vidas. No hay ningún fundamento -afirma Vattimo- para creer en el fundamento. Ciertamente, no nos encontramos ante una sensibilidad que facilite la aceptación de la propuesta ignaciana en el «Principio y Fundamento».
Al mismo tiempo, la relativización de todo ideal o proyecto colectivo corre paralelo a una exacerbación de lo individual. De alguna manera, parece que el individuo de nuestras sociedades va convirtiéndose en un pequeño diocecillo, intocable, pertrechado de una importante conciencia de sus derechos y con una escasa sensibilidad para sus obligaciones y responsabilidades. Por otra parte, la técnica contemporánea,
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nos va imbuyendo con sus innumerables descubrimientos, de un sentimiento de poder cada vez más ilimitado que nos convierte -tal como ya afirmara Freud hace más de setenta años- en pequeños dioses dotados de extrañas prótesis. Tiempos futuros traerán nuevos y quizás inconcebibles progresos... exaltando aún más ladeificación del hombre. Todolocual, por otra parte, no parece acrecentar la satisfacción de los seres humanos y parece que, tal como Freud concluyera tampoco el hombre de hoy se siente feliz en su semejanza con Dios4 .
Pero como concluye Pascal Bruckner en un lúcido ensayo sobre la sociedad actual5 fortalecer al individuo supone vincularlo, no aislarlo; es enseñarle de nuevo el sentido de la responsabilidad, es reinsertarlo en diversas lealtades que hacen de él un fragmento de un conjunto más amplio, es abrirlo y no limitarlo a sí mismo. El individualismo tan sólo tendrá curaconcluye Bruckner- si se da una definición más exigente del propio ideal en un conjunto que nos supere, si el sujeto se abre a lo que lo engrandece, a lo que lo saca de sí hacia un ser-mas6. ¿No es esta de alguna manera la propuesta que Ignacio plantea desde el «Principio y Fundamento» al situar al hombre como «criado» y referido a una realidad que le supera?
OMNIPOTENCIA Y SOBERBIA
Para Ignacio, en efecto, la negativa a aceptar nuestra condición humana de criatura, a asumir nuestra limitación y nuestra referencia a lo que nos supera, el rechazo de ese «para» que nos constituye, se presenta como el problema más grave y radical con el que el ser humano se enfrenta. De ahí que desde el principio deba ser planteado y que ese «principio» opere como «fundamento» básico de todo lo que ha de venir.
Cuando los sentimientos de omnipotencia se imponen en la resistencia a admitir limitación y, desde ahí, derivan hacia el campo de lo ético y lo religioso, venimos a dar en la soberbia, problema capital para Ignacio, que el ejercitante debe enfrentar una y otra vez a lo largo de todo el proceso de Ejercicios. Es el mal más radical que se ha de enfrentar, el
4 SIGMUND FREUD, El malestar en la cultura, Obras Completas Vol. III, 3034.
5 PASCAL BRUCKNER, La tentación de la inocencia, Anagrama, Barcelona 1996.
6 Ibid., p. 284-5.
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos origen de todo desenfoque y del mayor extravío en el que puede venir a caer el ser humano. El problema de la soberbia, por eso, se dejará ver una y otra vez a lo largo del proceso de Ejercicios y tendrá que ser enfrentado en los momentos más decisivos de dicho proceso: la soberbia se verá en la «Primera Semana» como la raíz última del pecado, y es en «Segunda Semana» la trampa (redes y cadenas) más perniciosa que se considerará en la contemplación de las «Dos Banderas». Lo mismo que será también lo que el ejercitante tendrá que evitar a toda costa a la hora de entrar en el proceso de elección. Las «Tres maneras de humildad», no es sino un ejercicio que, con una clara referencia al «Principio y Fundamento», intenta situar el ejercitante en esa aniquilación de la soberbia que obstaculiza la indiferencia para elegir.
Efectivamente, el primer paso que el ejercitante debe dar en el inicio del proceso, le sitúa de cara a esa negación del «Principio y Fundamento», que es el pecado como falta de indiferencia y desajuste del sentido último de su existencia. En «Primera Semana» se trata de que el ejercitante caiga en la cuenta de lo que el pecado es y significa en su dinámica de fondo. Y en esa dinámica encontramos la soberbia como raíz primera y fundamental de todo mal.
Con el pecado de los ángeles, en efecto, Ignacio pone de relieve la dinámica del pecado como negación de la heteronomía, como la negación de nuestra condición de criaturas, como rechazo de Dios en tanto absoluto, porque no se acepta el no ser uno mismo dueño y señor absoluto, con una voluntad omnímoda para determinar el bien o el mal. No ser Dios. El pecado de los ángeles que nos describe Ignacio es el de la negación de la «libertad para»: no se queriendo ayudar con su libertad para hacer reverencia y obediencia a su Criador y Señor, viniendo en superbia7 . La libertad que rompe con la reverencia, con el respeto a Dios, se pierde, puesto que ha perdido el sentido «para» de la existencia, el descentramiento de la criatura, del ser hijo y no padre; y con ello, al salirse de la esfera de la escucha, sitúa al propio yo en el único pedestal: es el pecado de la soberbia, es la vida que se opone al plan de Dios.
7 Ejercicios Espirituales 50.
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La
soberbia, la
negación de nuestra creaturalidad, aparece así como fuente primera del mal y del pecado
Lasoberbia,lanegacióndenuestracreaturalidad, apareceasícomo fuente primera del mal y del pecado. A ella nos referirá Ignacio en otra contemplación central del proceso de Ejercicios: Las «Dos Banderas». A través de la codicia de riqueza y del vano honor del mundo se viene a lo que para Ignacio constituye la raíz misma del pecado y la pérdida de la indiferencia: la crecida soberbia y de ahí a todos los otros vicios8. Es la negación del «Principio y Fundamento» y, por tanto, del sentido último de la existencia como apertura a una alteridad que trasciende la propia realidad del Yo. Pero a diferencia de lo que se vio en «Primera Semana» en esta ocasión se hace ver una dinámica diferente. Es, tal como se manifiesta en la sospecha ignaciana a lo largo dela «SegundaSemana», bajo especie de bien. Pues, de hecho, lo que en sí no tendría por qué constituir algo malo (ni la riqueza ni el honor lo son en sí mismos) puede conducir (como red que cae sobre uno y que apenas se percibe), a la soberbia. Se pone de relieve así una dinámica de vinculaciones, de enganches, que más allá de la problemática moral concerniente a la transgresión de la norma, posee el efecto de venir a poner en peligro igualmente la libertad, la indiferencia. No ya por el camino abierto de la transgresión como se advierte en la «Primera Semana», sino por el más sutil de la especie de bien sobre el que recae la sospecha de la segunda. Por ambas sendas se arriba a un mismo lugar: la soberbia como negación de la alteridad que nos trasciende y del narcisismo que nos encierra.
Pero es de nuevo, en un momento clave del proceso de Ejercicios, cuando el ejercitante se ve remitido al objetivo central de la elección, cuando de nuevo Ignacio vuelve a situarle frente a esa tentación permanente de la omnipotencia y la soberbia, como obstáculo mayor para poder llevar a cabo esa elección de modo ordenado y libre. Son «Las tres maneras de humildad», auténtica punta de flecha de cara al proceso de
8 Ibid.,142.
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elección9. Esa relación entre las «Tres maneras de humildad» y el «Principio y Fundamento» se hace evidente desde una primera aproximación meramente terminológica y conceptual. Como ha señalado B. Pottier los términos salvación, servicio y alabanza que abren el texto del «Principio y Fundamento» (El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto salvar su ánima...)10 son recogidos en los diversos modos de humildad. En la primera de ellas, la humildad se presenta como necesaria para la salud eterna11. En la segunda, la referencia es la del igual servicio de Dios nuestro Señor12. En la tercera, la referencia es, sin embargo, la de la alabanza y gloria de su divina majestad13. De modo que lo que en la primera frase del «Principio y Fundamento» (alabar, servir, salvar) aparece como una escala descendente, se presenta en sentido inverso, ascendente, en las «Maneras de humildad» (salud, servicio, alabanza). Se pondría así de relieve un dinamismo que se puede recorrer subiendo («Maneras de humildad») o bajando («Principio y fundamento»)14 .
La humildad presupone, esencialmente, el reconocimiento de la alteridad. No es posible, por ello, sin efectuar esa renuncia a la posición narcisista en la que el sujeto se centra sobre sí mismo, en una ignorancia e insensibilidad para todo lo que no sea él. La humildad presupone un descentramiento, un éxodo hacia una realidad que trasciende a la propia y que, como tal, es acogida. Dicho de otro modo, la humildad supone el reconocimiento de un «no-Yo» que excede y trasciende a la propia realidad. La soberbia, por su parte, estaría hablando, en un polo opuesto, de una negativa en la aceptación y la valoración de la alteridad y en el reconocimiento de nuestra creaturalidad. El sujeto se erige en centro del mundo, negándole consistencia a la realidad que le excede. Desde esta
9 Existe una evidente relación entre la meditación de las «Tres maneras de humildad» y el «Principio y fundamento» que ahora consideramos.Relación que se establece, además, a partir de este capítulo central de la antropología ignaciana que es de la batalla contra la soberbia.
10 Ejercicios Espirituales 23.
11 Ibid., 165.
12 Ibid., 166.
13 Ibid., 167.
14 Cfr. B. POTTIER, L'Election, en Les Exercices Spitituels d'Ignace de Loyola. Un commentaire littéral et théologique, De l'Institut d'Etudes Théologiques, Bruxelles 1990, 283-320.
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perspectiva, la soberbia se puede entender como la expresión de unos sentimientos infantiles de omnipotencia que se niegan a desaparecer.
Paralelamente la humildad, desde este punto de vista, supone la madura adecuación a lo que constituye nuestra condición ontológica de criatura. De alguna manera, se podría afirmar que la humildad es el fin del narcisismo y, desde el reconocimiento de la alteridad que ella implica, la posibilidad de entrar en el régimen del amor. Por ello también, el proceso al que es invitado el ejercitante se podría describir globalmente como un método que plantea de modo radical el problema del narcisismo y que intenta hacer despegar al sujeto hacia una posición de apertura amorosa hacia la realidad que le excede.
HIJOS DEL DESEO
No ser Dios, no serlo todo, no equivale, tal como a veces se plantea en determinadas dinámicas infantiles, ser esclavo o no ser nada. Porqueesa realidadquenostrasciende esun misterioamorosoquemueve a la alabanza, a la reverencia y al servicio.
Todo le ha sido dado al hombre. Todo se ha puesto a su servicio: para que le ayuden a la prosecución del fin para que es criado. De tal modo que, una vez «situado» como criatura, el ser humano viene a ocupar el centro. Toda la creación se somete bajo sus pies: las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre. Porque el ser humano ha sido creado para el establecimiento de una relación amorosa, de alabanza, reverencia y respeto, ya que él mismo ha sido creado desde el amor de un Dios que busca el encuentro con su criatura.
Desde el campo psicoanalítico sabemos que una cuestión central en la vida del deseo radica en la pregunta de si somos hijos de la casualidad, el azar o un error en los cálculos de nuestros progenitores o si, por el contrario, vinimos al mundo como fruto del deseo de ellos, si formamos parte de su proyecto de vida, de su dinamismo de relación y pareja. Este interrogante afecta de modo muy íntimo a la vida del deseo y abre en todo proceso profundo de psicoterapia una vía importante que concierne a la propia autoestima y sentimientos como el sí mismo.
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Desde este dato resaltado por el psicoanálisis, podemos calibrar mejor el sentido profundo que guarda el texto del «Principio y Fundamento». No somos «seres arrojados al mundo», tal como buena parte del pensamiento contemporáneo, particularmente, en la filosofía existencialista, se nos ha recalcado. Nuestra vida, no es sólo fruto de una combinación azarosa de elementos bioquímicos, tal como otros planteamientos de corte cientifista han querido concluir. Desde la hipótesis ignaciana no somos el «ser-para-la-muerte» («Sein-zum-Tode»), de Heidegger, ni la «pasión inútil» de J.P, Sartre. La hipótesis de la fe, desde la que Ignacio parte, presupone que nuestra existencia posee un origen en el deseo mismo de Dios, en una voluntad de encuentro y diálogo en el Dios que, por ser Uno y Trino, es, en Él mismo, relación, encuentro y diálogo amoroso. No es por tanto, un Dios que lleva a cabo la creación del hombre para, egocéntricamente, procurarse una alabanza, reverencia y servicio (como podría dejarse ver en una lectura descontextualizada del «Principio y Fundamento») sino un Dios que él mismo desea darse al ejercitante [234]15 .
Y si en nuestro origen encontramos un sentido, si somos una expresión de la Vida de Dios, si formamos parte de un proyecto amoroso, también se nos ha dado una conciencia y con ella, una libertad, para proyectar nuestra existencia más allá de la pura determinación biológica e instintual que caracteriza al mundo animal. Esta indeterminación radical que llamamos libertad, nos enfrenta ineludiblemente a la cuestión del sentido que hemos de conferir a nuestra propia existencia. Somos, de una manerau otra, querámoslo ono, demodoexplícitooimplícito, «serespara». Un «para» como finalidad consciente, querida, aceptada y asumida (sea el «ser-para-la-muerte» de Heidegger, o el «ser-para-alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor» de Ignacio) o un ser «para» que no se explicita conscientemente, pero que se impone en la dinámica del sujeto desde sus dinamismos más profundos o desde las presiones socio-ambientales. Ser para tener, ser para el sexo, ser para consumir, ser para
15 CARLOS DOMÍNGUEZ MORANO, Psicodinámica de los Ejercicios Ignacianos, Bilbao-Santander 2003, 142, en el texto de Ignacio es siempre el ejercitante el sujeto del deseo (en veinticinco ocasiones aparece este término), menos en una ocasión, donde es Dios quien aparece como deseante. Justo al final del proceso en la «Contemplación para alcanzar amor».
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mandar, etc... A diferencia del mundo animal, el ser humano, no puede escapar de un «para» como eje que configura su existencia.
Y si en el origen de nuestra existencia encontramos unos «otros», Dios o nuestros progenitores, de cuyos dinamismos de vida somos expresión, será también en los otros, en la alteridad que ha de abrirse paso en el curso del desarrollo humano, donde el «para» encontrará el mejor sentido y realización de la propia existencia. Tan solo, en efecto, por la superación del narcisismo infantil, del éxodo del egocentrismo infantil y la apertura a los otros, la vida humana encontrará un sentido que le equilibre y le pueda estabilizar. Pues, como muy atinadamente lo expresó Freud, «un intenso egoísmo protege contra la enfermedad; pero, al fin y al cabo, hemos de comenzar a amar para no enfermar»16 .
ENVIDIA O GRATITUD
Envidia y gratitud constituyen dos sentimientos básicos que el psicoanálisis de Melanie Klein ha situado como decisivos en los orígenes de la existencia humana y determinantes, en buena medida, de muchas actitudes y comportamiento humanos17. El sujeto, al salir de la primitiva relación fusional con el mundo materno, va percatándose de la existencia de objetos que le gratifican o frustran, sin que él mismo pueda controlar tales experiencias. No resulta, por ello, nada fácil la aceptación de que un objeto bueno (como es el pecho amamantador de la madre) no sea propio, que no se pueda disponer de él plenamente conforme al propio deseo. Entonces, el sentimiento de envida se despliega como deseo destructivo frente a ese objeto bueno, que siendo tal, no le pertenece sin embargo. Sencillamente resulta intolerable estar separado y no disponer a capricho de ese objeto bueno del que, por otra parte, se depende. La envidia así, convierte en mala a la fuente misma de lo bueno y es considerada como la primera externalización directa del instinto de muerte18. Tan sólo en la aceptación de que lo que nos aparece como completamente bueno no nos pertenezca ni seamos
16 SIGMUND FREUD, Introducción al narcisismo, Obras Completas Vol. II, 2024.
17 Cfr. M. KLEIN, Envidia y gratitud, Hormé, Buenos Aires 1980 y Obras Completas Vol. VI, Paidós, Buenos Aires 1974.
18 Cfr. A. SEGAL, Introducción alaobra de Melanie Klein, en M. KLEIN, Obras Completas Vol. I, 44.
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos iguales a él, hace posible la recepción gozosa de lo que se nos da y, desde ahí, el sentimiento de gratitud por lo que se recibe.
Estos sentimientos básicos de la vida humana pueden jugar también de modo importante en las relaciones con Dios. Si Dios constituye la máxima representación de lo bueno, la expresión más total del deseo de saberlo y poderlo todo, puede llegar a convertirse en un objeto de envidia: ser como él constituiría la gran tentación (y seréis como dioses...). La imposibilidad de lograrlo, desencadenaría la envidia como intento de destruir lo bueno de lo que dependo y no controlo. Muy bien se podría emprender una investigación sobre la envidia como posible motivo de ateísmo o, incluso, de las dificultades de ambivalencia afectiva en las relaciones con Dios que se pueden detectar en la vida espiritual de algunos sujetos.
Por el contrario, cuando se asume nuestra condición de criatura, cuando se acepta la limitación y contingencia que nos constituyen como seres humanos, y cuando, de modo paralelo, se reconoce que la vida nos ha sido dada, entonces, puede surgir la gratitud por todo lo que, sin mérito,somosyrecibimos. Desdeellabrotará,como una de sus expresiones más directas, la alabanza, el asombro, el canto que no busca nada, que no pretende obtener nada a cambio, que no es utilitaria. Porque tan solo busca expresar la admiración y reconocimiento de quien se sabe es autor de la vida y fuente de todo lo recibido.
La expresión más total del deseo de saberlo y poderlo todo, puede llegar a convertirse en un objeto de envidia
Desde la aceptación gozosa de nuestra condición de criatura brotará también la reverencia, como respeto hacia ese Otro inmanipulable, no consumible, y hacia quien se mantiene una actituddeescucha abiertayserena. Lareverenciaserá entonces un signo claro de la conciencia que se tiene del misterio de Dios, así como de su radical alteridad y libertad. Como en el respeto obligado para una buena relación humana, la reverencia supone la aceptación de un espacio y una distancia que hace posible la libertad del otro y desde el que tan sólo puede darse el intercambio y la comunicación.
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La gratitud que supera la envidia y la ambivalencia, ha de generar igualmente la dedicación, el servicio, la puesta en marcha de una disposición de vida que sabe que «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras»19. El servicio, unido a la alabanza y la reverencia, expresa, efectivamente, esa necesaria articulación de lo afectivo y lo operativo que preside el conjunto de la espiritualidad ignaciana y que marca toda la propuesta de los Ejercicios. El encuentro con Dios está marcado por esa doble dimensión de la mística y compromiso y que se expresa a lo largo del textodelosEjercicios de diferentesmaneras: abrazo y disposición, «abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirla en adelante»20 , amor y servicio21, amor y seguimiento22 o contemplativo en la acción, como Jerónimo Nadal dirá del jesuita.
Esa necesaria articulación de lo afectivo y lo operativo, de contemplación y acción, de mística y compromiso que se expresan en el texto de los Ejercicios una y otra vez, suponen la articulación de esas dos fuentes de lo materno y lo paterno en las que se estructura toda experiencia religiosa23 .
La experiencia de Ejercicios, en ella misma, constituye una experiencia de carácter esencialmente místico. Es un encuentro profundo con el Señor lo que en ella se procura. Pero ese encuentro pretende de un modo muy fundamental encontrar el modo y la vía por la que ese amor a Dios ha de expresarse como servicio en la vida concreta del sujeto. El encuentro, el abrazo entre Dios y la criatura, la alabanza y la reverencia, desencadenan una nueva conformación de la identidad del sujeto y, desde ella, un nuevo modo de situarse en la vida, de sentir, de pensar y de organizar la relación con los otros.
Tan sólo la alabanza y la reverencia que desembocan en servicio sabrán expresar la gratitud madura del hijo de Dios. Pues bien sabemos
19 Ejercicios Espirituales 230.
20 Ibid., 15.
21 Ibid., 233.
22 Ibid., 104.
23 A esta cuestión me he referido en diversos trabajos. Cfr. Creer después de Freud, Paulinas, Madrid1992;Experienciamísticaypsicoanálisis,Fe ySecularidad-SalTerrae,Madrid-Santander 1999; Psicodinámicade los Ejercicios Ignacianos,Mensajero-SalTerrae,Bilbao-Santander 2003.
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que la experiencia mística que no incorpora la dimensión ética y profética, fácilmente deriva en pura subjetividad, en una dinámica de regresión, en puro extravío o, incluso, en locura24 .
UNA PASIÓN LIBERADORA
Reconocidos como hijos del deseo de Dios, movidos a la alabanza, la reverencia y el servicio, toda la realidad se presenta entonces como una gran mediación, una ayuda para realizar la propia vida en su sentido más pleno (salvar su ánima). Dios, convertido en el centro de atracción suprema del sujeto, convoca a ordenar la propia existencia haciendo uso de todo lo creado, tanto cuanto le ayude para la prosecución del fin para que es criado.
Resulta pues necesario mantener una actitud de indiferencia ante todo lo que no sea esa realidad suprema en la que el ser humano condensa su atracción más decisiva. Es el amor, entonces, el que genera la indiferencia respecto a todo lo demás. Y el «Principio y Fundamento» no hace, en este sentido, sino marcar el norte para el mundo del deseo.
Esa indiferencia, pues, no es apatía, sino todo lo contrario: patía, pathos, epithemía. Es una pasión por Dios y su Reino que opera la indiferencia ante todo lo demás. No es el desinterés, ni la apatía, ni la desvinculación vital, obra más bien de una pulsión de muerte. Sino la expresión de una vinculación radical, la del amor, la de la pulsión de vida, que opera una relativización (no una eliminación) de todo lo demás. La indiferencia hay que entenderla como la expresión de un deseo ordenado. Igual que el enamorado se siente «libre» frente a las otras mujeres que no son su amada. Libre que, evidentemente, no equivale a experimentarse apático o eróticamente desganado. El problema, hay que insistir, no es el afecto, sino que el ánima esté mal afectada, afectada no por Dios (fuente de la libertad) sino por sus propios provechos e intereses, y, por tanto, para Ignacio, de un modo desordenado. La indiferencia es resultado del amor, porque la experiencia de ser amado es la única que genera la libertad de
24 En ello insistí en el trabajo Místicos y profetas: dos identidades religiosas: Proyección XLVIII (2001) 339-366 que también se puede encontrar en la página WEB: www.aiempr.org.
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entregarse. La libertad es elegir lo necesario y, para mí, lo necesario eres tú, dice un personaje de la película Las razones de mis amigos de Gerardo Herrero, expresando de ese modo paradójico la verdad y el sentido que encierra la indiferencia, entendida como libertad «para».
Buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida
Queda así planteado el sentido de la ordenacióndelaafectividadqueproponeIgnaciocomo tarea fundamental en el proceso de Ejercicios y que, en otro lugar, he denominado como proceso de reconversión libidinal; es decir, como proceso en el cual el sujeto retira las cargas afectivas que a lo largo de su historia se fueron condensado en objetos que le distancian de su objetivo (tal como lo plantea el «Principio y fundamento») y resitúa esas cargas de afecto en lo que constituye el auténtico norte de su existencia, en su buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida25. Porque sólo cuando la persona se sitúa en un radical descentramiento respecto a sí mismo para referirse a Dios, como centro y sentido de su existencia, encuentra, paradójicamente, su sentido y su libertad.
Es, pues, necesario insistir en que la afectividad no es nunca considerada por Ignacio como un negativo a abolir o minusvalorar, como tantas veces se ha tenido la tentación de considerar dentro de la espiritualidad cristiana y jesuítica en particular. No se trata de eliminar el afecto a las criaturas, para moverse según lo que vendría a ser un racionalismo extremo o una forma larvada de estoicismo. Se trata de que ese amor que a la cosa se tiene sea ordenado: que el amor que me mueve y me hace elegir la tal cosa...26 es la fórmula empleada por Ignacio en ese momento clave de la dinámica de los Ejercicios, que es la elección. El amor a la cosa, pues, insistimos, no se anula, se ordena.
Esa ordenación de la afectividad, conforme al esquema antropológico del «Principio y Fundamento», traerá por lo demás como resultado inmediato la ordenación interna del sujeto en su relación con-
25 Ejercicios Espirituales 1.
26 Ibid., 184.
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos sigo mismo. El sujeto se adecua a su propia naturaleza. La ordenación afectivaaportaráasíunajustajerarquizaciónysubordinacióndelosdiversos niveles de la personalidad, de modo que todas partes inferiores estén... subyectas a las superiores27. Se trata de posibilitar la mirada a lo que hace provecho28, de ganar mayor concierto y orden29, de posibilitar el uso de las potencias naturales líbera y tranquilamente30 y de intentar, en definitiva, llegar a ser señor de sí mismo31 .
No se trata, pues, en el parecer de Ignacio, de una mera cuestión de ascética, sino de mirar lo que hace provecho. Así se deja ver, en efecto, de un modo paradigmático en las Reglas para ordenarse en el comer32, documento fundamental para comprender la dinámica del deseo, de sus continuas apetencias, frustraciones y nuevas emergencias y, desde ahí, de su obligado manejo y ordenación. Ese sometimiento de la sensualidad a la razón es el que, por otra parte, va a posibilitar una clara potenciación de los niveles superiores y un acrecentamiento de la lucidez y disposición para captar la misma acción de Dios en su vida: sentirá más las internas noticias, consolaciones y divinas inspiraciones33 .
Pero además, no podemos perder de vista que, en realidad, lo que Ignacio propone en el proceso de Ejercicios es un camino de encuentro con Dios y de seguimiento de Jesús que está profundamente arraigado en la estructura humana del deseo. Todos los medios, recursos, peticiones, propuestas, etc., que se hacen al ejercitante están encaminados a lograr que lo que se ha considerado como fin último de la existencia humana llegue, realmente, a convertirse en el objeto de su deseo. En este sentido el proceso de los Ejercicios sería definible como una propuesta psico-pedagógica para la educación del deseo. Porque es a través de él, como impulso que provoca la salida del sujeto hacia la unión, el modo en el que el amor podrá movilizar la memoria, la imaginación, el
27 Ibid., 87.
28 Ibid., 211.
29 Ibid., 214.
30 Ibid., 177.
31 Ibid., 216.
32 Ibid., 210-217.
33 Ibid., 213.
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entendimiento y la voluntad para que cumplan las funciones fundamentales que se le asignan dentro del proceso.
LIBERTAD CONDICIONADA
En el esquema antropológico ignaciano, se podría afirmar que el deseo que pierde el norte señalado en el «Principio y Fundamento», extravía de inmediato al sujeto, haciéndole perder su libertad y pervirtiendo el sentido de su existencia. Y sabe Ignacio que este extravío es muy fácil.
Porque está muy lejos Ignacio de tener una conciencia idealista del ser humano. Sabe muy bien que son múltiples y graves los obstáculos que encontramos y que el riesgo de perder ese norte es muy elevado. No es un idealista, ciertamente, quien puede describir «la redondez de la tierra» viendo a unos en paz y a otros en guerra, a unos que lloran mientras otros ríen, a unos saludables y a otros enfermos, a unos que nacen cuando otros mueren. Ni es un idealista quien percibe que esas personas, llamadas a la alabanza, la reverencia y el servicio, juran y blasfeman o hieren y matan34. Sabe Ignacio lo alejado que el ser humano puede encontrarse de su vocación primera.
De ahí, que la indiferencia no aparezca en el texto del «Principio y Fundamento» como algo que viene dado sin más sino, más bien, como algo que hay que construir, conquistar, hacer: es menester hacernos indiferentes. Pues sabe muy bien Ignacio si estamos llamados a la libertad, esa libertad está en juego continuamente y continuamente estamos en riesgo de perderla. No estuvo muy lejos Ignacio de la conciencia que hoy hemos podido alcanzar de los enormes condicionantes de la libertad. De hecho, todos vivimos en régimen de «libertad condicionada».
Ignacio parte siempre de la constatación de que todos estamos condicionados desde diversos factores tanto externos como interiores. Las redes y cadenas del dinero, el prestigio y el poder, que el ejercitante tiene que considerar en las «Dos Banderas»35 , así como las ataduras que
34 Cfr. Ejercicios Espirituales 106-8.
35 Ibid., 136-147.
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos tienen su base en la propia e íntima dinámica personal, en las dificultades internas para la libertad, que Ignaciointenta desentrañar, sobre todo, en la meditación de los «Tres Binarios»36 .
Son muchos y muy graves los condicionamientos de nuestra libertad. Y si esto es así, se hace obligado crear una distanciadescondicionarse- para poder garantizar una elección en libertad. El «hacernos indiferentes» del «Principio y Fundamento», sugiere, en efecto, una tarea a realizar o, al menos en este momento inicial de los Ejercicios, una tarea que tiene que ser entrevista como deseable. Porque sólo a través de esta indiferencia, que hay que hacer, las cosas que me rodean dejarán de ser un impedimento, un fin que me atenaza, para pasar a ser una ayuda, una medición en orden a realizar el fin y sentido de la existencia37 .
Pero es extremadamente difícil alcanzar esa situación. De hecho Ignacio sabe que estamos llamados a la libertad, pero que esa libertad está siempre en juego, en peligro y continuamente expuesta al desorden de los afectos: alcanzar indiferencia será uno de los grandes y más difíciles procesos a los que está convocado el ejercitante. Porque se trata, nada más y nada menos, que de llegar a ser libre frente al vivir o al morir, frente al estar sano o enfermo, frente al ser rico o ser pobre, frente al vivir con honor o vivir en el deshonor. En definitiva, ser libres frente a la vida y la muerte. La tarea, evidentemente, no tendrá nunca fin en la existencia del ser humano.
36 Ibid., 149-156.
37 El Directorio «dictado» a Vitoria dice así: Convendría hacerle el camino de esta manera: Para que sintáis la dificultad que hay en usar indiferentemente de los medios que Dios nuestro Señor nos ha dado, para que consigamos el fin para que nos crió y para que conociendo esto os pongáis totalmente en sus manos, pues aquí está el fundamento de que hallemos lo que deseamos... Pódrale dividir en tres partes: 1. El fin para que Dios lo crió; 2. los medios; 3. la dificultad que hay en tomar éste o aquél, sin saber cierto el que más conviene, según lo ya dicho, y el daño que de esto viene, para que así nazca ponerse en equilibrio: M. LOP, Los Directorios de Ejercicios. 1540-1559, Mensajero-Sal Terrae, BilbaoSantander 2000, 35-36.
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LIBRES FRENTE A LA VIDA Y LA MUERTE
En tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta y por consiguiente en todo lo demás. Son cuatro los ejemplos que Ignacio indica en esta propuesta de libertad. Sin duda, los más radicales y decisivos. Si en ellos se ha logrado un grado suficiente de indiferencia no hay que explicitar nada más. Lo demás, se sigue: y por consiguiente... en todo lo demás.
Pero es importante caer en la cuenta que dos de estos ejemplos caen fuera del margen de nuestro querer y de nuestra libertad: la enfermedad y la muerte. ¿Cómo se puede ser libre frente a algo que escapa esencialmente a nuestra capacidad de elegir? No está en nuestras manos, en efecto, llegar a tener una larga vida ni escapar de la enfermedad. Y, sin embargo, algo sumamente importante se nos está diciendo con esta paradójica propuesta.
Ser indiferente frente a la enfermedad o la muerte, supone la aceptación plena de nuestra condición humana, nuestra condición, por tanto, de criaturas limitadas y contingentes. Finitud y contingencia que se manifiesta de modo paradigmático en estar abocado ineludiblemente a la muerte, como la negación más radical de las aspiraciones últimas del deseo, que se empeña en negar una y otra vez esa condición de lo humano.
Supone haber renunciado, pues, a los sentimientos infantiles de omnipotencia que desconocen y niegan tanto la enfermedad como la muerte, en tanto realidades que a ellos les pueda afectar. El inconsciente desconoce la muerte. Es más, la muerte constituye una palabra que no aparece en el diccionario de su lenguaje. En este sentido escribía Freud: ¿Cómo se conduce nuestro inconsciente ante el problema de la muerte? La respuesta ha de ser: Casiexactamente lo mismo que el hombre primitivo... nuestro inconsciente no cree en la propia muerte, se conduce como si fuera inmortal38 .
38 Cfr. Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte. Obras Completas Vol. III, 2115. Un texto desconocido hasta hace poco y titulado Nosotros y la muerte, se ve como un escrito previo a la segunda parte del texto anterior. Cfr. Freudiana 1 (1991) 11-21. En él se habla ya de la imposibilidad de que la muerte tenga una inscripción en nuestro psiquismo.
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Desde ahí, el ser humano muestra una enorme resistencia a comprenderla y aceptarla. De alguna manera, siempre son «otros» los que se mueren. Y es precisamente en la progresiva manifestación de esta realidad donde encontramos uno de los signos más elocuentes del desarrollo y maduración personal. Pues como escribió el médico y humanista español Pedro Laín Entralgo, madurar es:
Haber descubierto que algo o mucho de lo que uno podría ser ya no podrá serlo nunca, saber que mañana ya no podrá uno comenzar a vivir de nuevo, en sentir que la muerte puede llegar para uno en cualquier momento y «porque sí» y en poseer más profunda, consciente y degustadoramente aquello que uno todavía puede ser o que todavía está siendo39 .
La muerte, en efecto, revela la realidad humana en su condición real, despojándola como ninguna otra cosa de la impregnación ilusoria de nuestro narcisismo infantil y de sus paralelos sentimientos de omnipotencia. Nos devuelve a esa finitud que, inconscientemente, negamos. Y esa negación, inevitablemente, desenfoca nuestra visión de nosotros mismos y condiciona de modo muy decisivo nuestra íntima libertad. De ahí, que llegar a ganar la indiferencia respecto a la muerte, supone la superación de uno de los obstáculos más importantes que se alzan para enfrentar la vida. Jesús, realización perfecta del «Principio y Fundamento», loaprendióenGetsemaní, cuandorogóa Diosquelealejara lamuerte y terminó comprendiendo que lo importante no era tanto vivir, sino ser fiel a sí mismo y para ello superar el miedo a la muerte. El que podía salvarlo de la muerte lo escuchó. No librándolo de ella, sino del miedo a la misma. En Getsemaní, por eso, con lágrimas, súplicas y a gritos, enfrentando el pánico a la muerte, Jesús fue escuchado y, consumado, llegó a la perfección40 .
El miedo paraliza. Y nadie puede, desde una situación de miedo a la enfermedad o de pánico frente a la muerte, experimentar la libertad. El fantasma de la pérdida de salud y de la posibilidad de morir pueden atenazarnos, en efecto, de modo perdamos toda indiferencia y capacidad, por tanto, de elección.
39 Sobre la amistad, Revista de Occidente, Madrid 1972, 230-233. 40 Cfr. Heb 5, 7-10.
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RIQUEZA Y HONOR: DOS TRAMPAS PARA EL DESEO
Pero si la salud o enfermedad, la vida larga o corta son condiciones que escapan de nuestra voluntad, el deseo de riqueza y el empeño por el honor constituyen dimensiones de la existencia, la económica y la socio-política, en las que sí puede embarcarse el sujeto desde su propio querer y desear. Ambos son los móviles más decisivos de la historia humana y los grandes condicionantes de la libertad. Ambos también introducen fácilmente en el sujeto una dinámica marcada por su carácter egocéntrico y centrípeto. Con la codicia de riqueza y el vano honor, el fin se condensa y polariza en uno mismo.
Son dos cuestiones, por otra parte, en las que el autoengaño puede jugar de modo más fácil en tanto que, en este terreno, las cosas se inician desde una vinculación que, en sí misma, no tiene por qué ser mala. El dinero o el honor, en efecto, constituye aspectos de la vida que, en sí mismos, no tienen por qué dañar a quien los posee. Sin embargo, por las vinculaciones que mantienen con las tendencias egocéntricas y narcisistas de la personalidad, fácilmente se convierten en elementos que atan y generan dinámicas perversas. Se viene a la codicia y al vano honor y, de ahí, a lo que para Ignacio constituye la raíz misma del pecado y la pérdida de la indiferencia: la crecida soberbia41 .
Nunca, en efecto, nuestra relación al dinero es mera y exclusivamente funcional, económica, monetaria, de valor de cambio. Siempre hay un «algo más» que dinero en nuestra percepción y vinculación con él. La historia de cada uno ha ido marcando esa relación con un colorido afectivo y emocional determinado, que entra siempre en juego, determinando una lógica particular que, fácilmente, desemboca en aspectos muy poco «lógicos». Probablemente, pocas relaciones con el mundo material de objetos está tan «cargada» afectivamente como ésta del dinero. La atracción, el apego, la dificultad para desprendernos de él, o por el contrario, aunque, probablemente, en menos cuantía, el rechazo, la repugnancia, etc.
41 Ejercicios Espirituales 146.
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Principio y Fundamento: Aspectos Psicológicos
Todo ello se aclara en buena medida a partir de algunas conexiones existentes entre el dinero y determinadas estructuras de nuestro mundo afectivo que el psicoanálisis nos ha evidenciado42. Efectivamente, son muchos los factores inconscientes implicados en esta relación, elementos que escapan a nuestro conocimiento y control, pero que están ahí determinándola de mil modos y manera. El resultado es que, con demasiada frecuencia, el comportamiento respecto al dinero llega a adquirir caracteres auténticamente irracionales.
Con suma facilidad, el dinero llega a constituirse en un objeto al que -como afirma Otto Fenichel- se le confiere «cualidad de Yo»43. Algo así como si fuera una parte de nosotros mismos, una prolongación o un objeto que se hubiera desprendido de nuestro propio ser. Algo que está fuera, pero que consideramos como que debiera estar dentro. El dinero, entonces, con esa «cualidad de Yo», se constituye en un asunto bastante importante en la dinámica personal y fácilmente problemático también: perder dinero, darlo a cambio, donarlo, constituyen actos de despojo que no podemos ya considerar como mera pérdida de un objeto exterior, sino también de algo que ha sido previamente «in-corporado»; es decir, de algo íntimamente relacionado con su Yo. Conseguir dinero, acumularlo, retenerlo, se vivencia fácilmente por la misma razón en un modo de asegurar, engrandecer, extender la fuerza del Yo.
En el amor «perverso» al dinero, no se trata ya de «tener algo», sino de «tenerse a sí mismo» en una tendencia de orientación marcadamente centrípeta. Se trata de encerrarse sobre sí, en una totalidad que quiere negar su referencia al exterior. Con ello el sujeto preten-
42 Las relaciones entre el dinero y la fase «anal» del desarrollo libidinal han sido ampliamente analizadas por el psicoanálisis desde el mismo FREUD. Cfr. El carácter y el erotismo anal, Obras Completas Vol. II, 1355-1357; Prólogo para un libro de JOHN GREGORY BOURKE, Obras Completas Vol. II,1940; Sobre las transformaciones de los instintos y especialmente del erotismo anal, 1917, Obras Completas Vol. II, 2035-2036; Lecciones introductorias al psicoanálisis, Obras Completas Vol. II, 2319, 2363; Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, Obras Completas Vol. III, 3157-3158; S. FERENCZI, Ontogénesisis del interés por el dinero, Obras Completas Vol. II, BibliotecaNueva, Madrid 1981, 187-ss; K.ABRAHAM, prodigalité et crise d’angoisse: Obras Completas Vol. II, 80-82. Sobre estas cuestión me centré en Psicología del «amor al dinero»: SalTerrae, 78 (1990) 435-447y La lógica perversa del dinero: Misión Joven XLI (2001). 43 OTTO FENICHEL, Teoría psicoanalítica de las neurosis, Buenos Aires 51973, 318-324.
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de cubrir una carencia interna y conquistar una seguridad. Pero en realidad, se está situando en la posición más insegura que cabe imaginar, pues como expresa E. Fromm en sus análisis sobre el tener, «si soy lo que tengo y lo que tengo se pierde, entonces ¿quién soy?»44 .
El problema se agudiza si tenemos en cuenta que por ser una cuestión de amor la que nos liga al dinero, y de amor con fuertes raíces inconscientes, en la relación con él caben tantos autoengaños como los que caracterizan a todas las cuestiones afectivas profundas. Las falsas justificaciones, mediante sofisticados mecanismos de defensa, guardan el objetivo de permanecer amorosamente vinculado a ese dinero convertido en fetiche de seguridad, de valía personal, de poder sobre los otros, etc. Pocos campos tan propicios a la «tentación». Es decir, tan dispuesto a presentarse a la conciencia como algo bueno, justo, prometedor; siendo realmente lo contrario, trampa y fuente de destrucción. Porque el dinero tiene un carácter «pegajoso», posee una siniestra adherencia que, en la medida en que más se fija, mayor va siendo su fuerza para atraer nuevas capas. Finalmente, se acaba por crear una dura corteza que defiende y aísla del entorno y que aliena al sujeto en una insensibilidad para lo que no sea su propia realidad.
Por ello, conquistar una auténtica libertad frente a la fascinación del dinero supone conquistarla en uno de los lugares más decisivos. No es fácil. Sobre todo si tenemos en cuenta las implicaciones afectivas conscientes e inconscientes anteriormente señaladas. Como también se puede afirmar que perder la libertad frente al dinero implica perderla en frentes muy amplios. Fácilmente se transforma en una red que acaba convirtiéndose en cadena.
El problema de la relación con el dinero se agudiza si tenemos en consideración que juntos a estos factores personales hay que añadir el influjo y la determinación tan fundamental que tiene lugar en este ámbito desde el medio ambiente social. Nuestro deseo no es ajeno, por supuesto, a las dinámicas socioculturales en la que éste necesariamente se desarrolla, crece y tiene que encontrar sus objetos de satisfacción. De
44 E. FROMM, Ser o tener, México 1978, 110.
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No es la codicia de riqueza el único lugar por donde uno se introduce en el vano honor del mundo, pero ciertamente, constituye una de sus vías fundamentales de entrada
ahí, que la dinámica económica de nuestros días deba ser muy tenida en cuenta a la hora de comprender las vías por las que circulan nuestros vínculos con el dinero. De hecho, ella juega como propulsora importante de las vertientes más regresivas de los comportamientos con el dinero. Por ello, se podría afirmar con Otto Fenichel, que es más bien la función real del dinero lo que viene a influir y a condicionar el erotismo perverso que se puede establecer en la relación con él, ya que son esas condicionessociales lasquedeterminan, engran medida, el alcance e incluso la intensidad de las tendencias pulsionales de retención y acumulación. Las pulsiones infantiles -concluye acertadamente O. Fenichel- se transforman en un deseo de alcanzar riqueza solamente bajo la existencia de condiciones sociales específicas45 .
El hecho es que en la codicia de riquezas se producen unos enlaces con las vertientes más narcisistas y egocéntricas de la personalidad. De ahí, que tan fácilmente, el dinero se convierta en un trampolín que lanza hacia el envanecimiento y el vano honor del mundo. El «ser», acaba convirtiéndose en una cuestión de «tener». Tener ante los otros, crear una imagen de sí, que no es sino fruto de una mera inflación yoica, de un revestimiento que lleva las «marcas» de prestigio que la sociedad designa. Y de este modo, se entra en un imaginario juego de espejos en el que el mismo sujeto es devorado por su imagen, su apariencia ante los demás.
No es la codicia de riqueza el único lugar por donde uno se introduce en el vano honor del mundo, pero ciertamente, constituye una de sus vías fundamentales de entrada. Y en esa situación, la aspiración suprema se sitúa ya en tener a toda costa la mirada del otro, en lograrla como una manera, incluso, de existir. El sujeto se vacía en su imagen, se concentra en revestirla con los oropeles que logren la rendida seducción y el sometimiento de los demás. Un otro, unos otros, de cuya mirada se
45 Cfr. FENICHEL, Op. cit., p. 545.
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hace depender la propia existencia. El Yo se emborracha entonces de sí mismo contemplándose en el espejo de las miradas cautivas. Es una especie de «ebrietas» en la que la alteridad desaparece, puesto que tan sólo es el soporte para mantener la vigencia de su propia vida, confundida con su imagen. Con razón Ignacio, en la meditación de las «Dos Banderas» ve ahí un paso para ingresar en la crecida soberbia y de ahí a todos los otros vicios. Es la negación del «Principio y Fundamento» y, por tanto, del sentido último de la existencia como apertura a una alteridad que trasciende la propia realidad del Yo.
Dinero y honor, riqueza y prestigio encuentran en el dinamismo de nuestro mundo afectivo conexiones con las fuerzas y aspiraciones de orden más primario. Por ello, va a constituir para Ignacio una preocupación fundamental a lo largo del proceso de Ejercicios que el ejercitante aprenda a manejarse en esa lucha que tan fácilmente se introduce en nuestro corazón. Las «Dos Banderas» constituirán un capítulo fundamental en esa indagación que cada cual tiene que llevar a cabo respecto a estas dos realidades fundamentales de la vida. En el «Principio y Fundamento» se presentan ya como cuestiones decisivas en relación a la indiferencia, que el ejercitante está llamado a considerar de un modo muy personal.
EL PROPIO DECIR
Muy acertadamente se ha afirmado que el texto del «Principio y Fundamento» que abre el libro de los Ejercicios manifiesta de modo elocuenteel pasodeunamentalidad medievalaldeuna mentalidadrenacentista46. Por una parte, se nos presenta al ser humano situado dentro de un orden jerárquico y piramidal: está debajo y al servicio de Dios y arriba como dueño y señor del resto de las criaturas. Desde esa posición determinada que ocupa en el orden de las cosas, Ignacio extrae el sentido que ha de tener la vida del hombre. Se pone así de manifiesto una mentalidad de corte medieval, según la cual es el orden del universo y la posición de cada uno dentro de ese orden, lo que fundamentalmente determina el papel que cada cual debe asumir. Pero al mismo tiempo, en el
46 Cfr. F. SEGURA, El futuro de la fe en el ámbito de la cultura europea-española: Información S.J. extra: Jornadas sobre la increencia (1986) 127-148.
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mismo «Principio y Fundamento», queda planteado de un modo muy explícito el tema de la libertad que caracteriza la nueva mentalidad del Renacimiento en su nueva valoración del individuo.
En el texto ignaciano, el ser humano se ve llamado a elegir la manera concreta y particular en la que ha de llevar a caboese servicio a Dios. El orden en sí mismo ya no lo dice todo. No es cuestión, por tanto, de un mero sometimiento a un orden objetivo en el que elsujetoseencuentrainserto. Noessólounacuestión de servicio; es cuestión de servir eligiendo. La persona, dentro del orden objetivo en el que está situada y al que debe acomodarse, tiene planteada, al mismo tiempo, la difícil tarea de investigar, averiguar su modo concreto de llevar a cabo el servicio a Dios. Toda la labor de los Ejercicios está encaminada hacia ese objetivo concreto: una elección para el servicio. Por eso, Ignacio sitúa en el primer plano de su antropología y de su teología el tema de la libertad de la persona.
El camino de la libertad no está descrito previamente en ninguna parte
Se trata de que el ejercitante se percate desde el primer momento de cuál realmente, de hecho, es el fundamento de su vida, el principio que le mueve y qué direcciones particulares. Porque no está escrito previamente el modo en el que cada cual tiene que realizar en su vida el «Principio y Fundamento». Cada uno, en efecto, tiene que averiguar de qué modo se concreta en la propia vida el tanto quanto en el uso de las criaturas, porque el camino de la libertad no está descrito previamente en ninguna parte.
No todo está dicho con lo dicho. Queda siempre algo fundamental que es pronunciar «el propio decir». Y de ello es muy consciente Ignacio a partir de su propia experiencia de conversión. Fue largo, en efecto, el camino que tuvo que recorrer desde Loyola a Roma, pasando por Manresa, París o Jerusalén. Un camino de búsqueda personal, de hallazgos y nuevas visiones de futuro. Su conversión fue algo más que «acomodación» a unas pautas de conductas moral o religiosamente establecidas por la tradición.
Desde los primeros momentos Ignacio se vio confrontado, difícilmente confrontado, con la ineludible tarea de hacer frente a su propio
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decir, a su propio deseo, por encima de los discursos objetivos en los que necesariamente tenía que encuadrar su movimiento vital conversivo. Ese propio decir tuvo que averiguarlo laboriosamente a través de una difícil lectura de su mundo afectivo, que es lo que conocemos como discernimiento, una lectura de la propia interioridad a la que el ejercitante está convocado para llevar a cabo la salvación de «su» alma (tal es la expresión, concreta y particularizada de Ignacio en el «Principio y Fundamento»). El modo en el que ésta se realiza no está descrito de un modo genérico para los seres humanos. Existe, pues, una cuestión fundamental que es la de averiguar la manera concreta y particular en la que cada cuál tiene que llevarla a cabo. El deseo de Dios, tan solo podrá ser leído y entendido en la lectura del propio deseo. De ahí, la necesidad de emprender una exploración de sí mismo para llevar a cabo la ordenación de la afectividad que posibilita la elección. Esa determinará el modo particular en el que cada cual realizará la alabanza, la reverencia y el servicio de Dios.
DESEO Y ELECCIÓN
Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados. Merece la pena detenerse en esa significativa articulación que Ignacio establece entre deseo y elección. Ella encierra toda una problemática que no siempre se tiene en consideración. Con demasiada frecuencia, en efecto, las propuestas de la espiritualidad en general y las propuestas de Ejercicios en particular, están marcadas por un voluntarismo estéril y, en ocasiones, contraproducente. Por no hablar de la teología que subyace muchas veces en esas concepciones de la espiritualidad en las que Dios parece pedir y exigir unos modos de vida ajenos a lo que pueda ser el mundo de los deseos más profundos.
Es importante caer en la cuenta del orden con que Ignacio se expresa: el deseo aparece antecediendo a la decisión de elegir. Porque antes de elegir, efectivamente, hay que orientar el mundo de los afectos, el mundo del deseo como energía que moviliza la decisión. Por lo tanto, lo primero que debe orientarse hacia el fin del hombre serán sus deseos más profundos, ya que la indiferencia no será tal si no es indiferencia afectiva. No se trata, efectivamente, de llevar a cabo un obligado sometimiento a un supuesto plan de Dios, sino, más bien, de la respuesta espontánea que
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brota desde la conciencia de ser amado y de encontrarenlaalabanza,lareverenciayelservicioelmejor modo de realización de lo que somos.
El proyecto ético se debe sostener y nutrirse de la dinámica proveniente de la propia historia
Sabe Ignacio muy bien que no elegimos sino lo que también deseamos y que las elecciones realizadas sin engarzar convenientemente con la dinámica desiderativa del sujeto, son elecciones que se desvanecen con suma facilidad, que no son a la larga sostenibles y que en los casos de un mantenimientoforzadooviolento,acabanconvirtiéndoseenunatrampadestructiva.
En términos psicoanalíticos, proyecto y dinámica «objetal» han de articularse para que el proyecto sea viable y para que la dinámica afectiva se canalice convenientemente, evitando su exclusión y con ella la repetición de un pasado que bloquea el presente y futuro del sujeto.
Como lo expresó el psicoanalista español L. Martín Santos, el ideal maduro de la salud mental debe darse en una paralela y armónica realización de dos pautas diferentes de conducta: la ética; es decir, la que viene dado por lo consciente, lo reflexivo, lo elaborado como proyecto de futuro y la «objetal»; es decir, la que concierne a los deseos más primitivos y profundos que sostienen nuestro ser47. El proyecto ético se debe sostener y nutrirse de la dinámica proveniente de la propia historia, del inconsciente y de un pasado que es difícilmente evocable, pero al que se le ofrece una canalización a través de un proyecto ético, de lo que Ignacio conoce como la disposición de la vida.
No siempre nuestras elecciones, propósitos o decisiones son posibles por la sencilla razón de que no se encuentran respaldadas por nuestros deseos. Quiero, deseo y es mi determinación deliberada48 nos dirá Ignacio en otro momento, articulando de nuevo querer, deseo y decisión. Porque no basta el «querría...» que habla de una voluntad frágil que no se ve nutrida ni respaldada por el deseo y que, por tanto, no arribará nunca a nada. Tan sólo cuando el deseo se canaliza hacia el mismo
47 Cfr. L. MARTÍN SANTOS, Libertad, temporalidad y transferencia en el análisis existencial, Seix Barral, Barcelona 1975, 83-93. 48 Ejercicios Espirituales 98.
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objeto que la voluntad se hace posible una determinación deliberada. Una conjunción de deseo y elección que, expresados en gerundio en el texto del «Principio y Fundamento», hablan de una acción continuada, porque continuo ha de ser el trabajo para aunar esas dimensiones de nuestra personalidad que tantas veces caminan por veredas diferentes cuando no, incluso, opuestas.
La afectividad, el mundo de los deseos, vemos que puede así convertirse en el gran obstáculo para la libertad, pero puede también venir a convertirse en su gran impulso. Una afectividad ordenada, en efecto, se convierte en el mayor dinamismo favorecedor de la libertad. El deseo transformado, la nueva sensibilidad que sucede a la ordenación de los afectos, es la que hace posible reconocer la vía a seguir, y elegir lo que más conduce para el fin que somos criados.
En ese tipo de elección el sujeto podrá estar, por ello, no sólo «libre de» sus afecciones desordenadas, sino también libre «para»; es decir, orientado en sus afectos hacia un modo particular de realización de sí mismo. Más allá del «libre albedrío», como capacidad de optar por una cosa u otra, la libertad en Ignacio, como en Agustín, es atracción por el sumo Bien y Felicidad. Cuanto más atrae el Amor a la persona, más libre se hace ésta, más relativiza todo lo demás y más se adecua a lo que es su naturaleza y sentido último. Por eso, para tener capacidad de opción, necesita tener algo que le atraiga profundamente.
Y solo así se podrá llegar a esa vivencia gozosa y espontánea del «Principio y Fundamento» que será la «Contemplación para alcanzar amor»49. En ella se ha perdido el miedo a la criatura. Porque lo que en el «Principio y Fundamento» se puede razonablemente percibir como peligro y tentación; lo que en las «Dos Banderas» se ha de considerar como posibles «redes y cadenas» (honores y riquezas); llegado ese momento final, en la experiencia amorosa de esa última contemplación, todo se podrá convertir en una experiencia profunda de don y gracia, donde se impone la comunicación íntima, la gratitud y la reciprocidad.
49 Ibid., 230.
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Principio y Fundamento: 'Dios estaba ahí y yo no lo sabía'
El Principio y Fundamento: 'Dios estaba ahí y yo no lo sabía'
Myriam Gómez, R.S.C.*
UN POCO DE HISTORIA
Desde que entré en la vida religiosa en 1955, hice Ejercicios Espirituales de 8 días hasta 1963 que pude realizarlos de mes para prepararme a la Profesión Perpetua. Semi dirigidos, semi acompañados; cada 8 días el Padre Bernard, jesuita, nos introducía la semana y luego la maestra de probación nos acompañaba una o dos veces por semana, éramos 57 probanistas.
En el 80 hice un reciclaje de vida religiosa con las probanistas de ese momento, fue entonces cuando realicé el retiro de mes personalizado.
Para mí fue un impacto el Principio y Fundamento. Hasta entonces durante 25 años había sido una exigencia, un deber, desde entonces se convirtió en una vivencia, una necesidad.
Me lo presentaron desde Génesis 28, Dios estaba ahí y yo no lo sabía.
* Religiosa del Sagrado Corazón. Miembro del Equipo de Apoyo del CIRE.
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Todavía me quedaban rezagos del Dios Juez; descubrir esa presencia amorosa que lo penetra todo, fue maravilloso. Luego empezar a recorrer mi vida desde mi concepción hasta ese momento, fue motivo para agradecer profundamente y volverme a centrar en Jesús. Esa fue mi gran experiencia y por eso lo he seguido haciendo así.
Empiezo con el Salmo 139, dejando que penetre cada frase.
Señor, tú me examinas y conoces; sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; tu conoces de lejos lo que pienso; tú sabes si camino o me acuesto y tú conoces bien todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra, cuando ya tú, Señor la conoces entera. Me abrazas por detrás y por delante, después pones tu mano sobre mí. Tu ciencia es un misterio para mí, tan grande que no puedo comprenderla.
¿A dónde podré ir lejos de tu espíritu?
¿A dónde podré huir, lejos de tu presencia? Si subo a las alturas, allí estás; si bajo a los abismos de la muerte, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla de los mares, también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Y si dijere entonces: «¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche en torno mío!»
Pero aún las tinieblas nada tienen de oscuro para ti, y la noche ilumina como el día.
Pues tú, Señor, formaste mis entrañas, me tejiste en el seno de mi madre. Te doy gracias por tantas maravillas que tú has ejecutado; en efecto, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe.
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Mis huesos no escapaban a tu vista cuando yo era formado en el secreto, o cuando era bordado en las entrañas de la tierra.
Tus ojos ya veían mis acciones y ya estaban escritas en tu libro, los días de mi vida estaban ya trazados antes que ni uno de ellos existiera.
¡Cuán difíciles son tus pensamientos y su suma es, oh Dios, incalculable!
¡Si me pongo a contarlos son más que las arenas; y cuando me despierto, aún estoy contigo!
Examíname, oh Dios, mira mi corazón, ponme a prueba y conoce lo que siento. Fíjate si es que voy por mal camino y condúceme por el camino recto1 .
Luego explico Jacob que va huyendo de Esaú:
Mientras dormía soñó con una escala, apoyada en la tierra y que tocaba el cielo con su punta, y por la cual subían y bajaban ángeles de Dios. Yavhé estaba de pie a su lado y le dijo: «Yo soy Yavhé, el Dios de tu padre Abraham y de Isaac. Te daré a ti y a tus descendientes la tierra en que descanses. Tus descendientes serán numerosos como el polvo de la tierra y te extenderás por todos lados: al oriente y al occidente, al sur y al norte. En ti y en tus descendientes serán benditas todas las naciones. Yo estoy contigo. Te protegeré a donde vayas y te haré volver a este lugar. No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho». Despertó Jacob de su sueño y dijo: «Yavé esta realmente en este lugar y no lo sabía»2 .
Subrayo el presente yo estoy contigo.
Te protegeré a donde vayas y te haré volver a este lugar. El lugar del encuentro.
No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho. Me parece que estas palabras suscitan la confianza y la seguridad que sólo Él puede ofrecer.
1 Sal 139 (138).
2 Gn 28, 12-17.
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Despertó Jacob de su sueño y dijo: «Yavé está realmente en este lugar y yo no lo sabía».
Sugiero recorrer la vida con lo que cada uno sabe desde su nacimiento: querían una niña y nací yo que soy varón; decir lentamente, Dios estaba allí y yo no lo sabía, o al contrario, querían un niño y llegué yo que soy mujer. Ir preguntándole al Señor qué me dice con esa voluntad suya…
Dios estaba allí y yo no lo sabía
O fui la gran alegría porque era lo que esperaban. O vine sin que me esperaran o me desearan pero Dios sí me deseaba y ya me amaba… Dios estaba allí y yo no lo sabía.
Luego, tomar cada etapa de mi vida con los acontecimientos que se destaquen, positivos onegativos, infancia, adolescencia, juventud, madurez, y en cada una ir dejándome penetrar por las palabras: Dios estaba allí y yo no lo sabía.
Después hacer una lista de mis defectos, fallas o carencias y en cada uno ir viendo cómo se me hace presente el Señor en ellos. Hacer lo mismo con mis cualidades y mis dones y en un tercer paso recorrer los momentos más difíciles o dolorosos para descubrir allí la presencia de Dios.
Por último: los momentos más felices y en cada uno decir: Dios estaba allí y yo no lo sabía. Toda esta parte, con el fin de tomar conciencia de la presencia de Dios en mi vida.
Mi experiencia ha sido que las personas abren su corazón a la confianza en el Dios que los ha amado desde siempre, y empiezan a ver su vida como una historia de amor que los impulsa a la entrega y al tanto cuanto.
A la entrega
Es decir, a la disponibilidad en las manos del Padre. Aquí hablamos del discernimiento. Cómo saber lo que Dios quiere de mí. Doy la regla más sencilla del discernimiento según San Ignacio: lo que veo y siento con paz, es porque Dios lo quiere. Lo que me llega con inquietud o confusión, es señal de que no es ese el camino. Amplío un poco este
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punto haciendo caer en la cuenta de que Dios da paz en lo bueno e inquieta en lo malo y el enemigo hace todo lo contrario: da paz en lo malo e inquieta en lo bueno. Minimiza el mal para que te despreocupes o lo agranda para hacerte caer en el desánimo y la desconfianza.
Al tanto cuanto
Por último para ver cómo estoy utilizando la creación, los dones, las oportunidades que Dios me ofrece, tomamos un día desde el despertar hasta el acostarme de nuevo en la noche, pasando por el alimento, el trabajo, el descanso, la salud, la naturaleza, el dinero, estudio, vestido, la vivienda, el transporte y en fin, todo lo que utilizo en un día normal y luego agrego lo que me faltó en una semana y en otras ocasiones.
Cada punto como objeto de un pequeño discernimiento, para escuchar en mi corazón qué me dice el Señor respecto al cómo estoy utilizando o desperdiciando todos estos dones, sabiendo que Dios no los da para disfrutarlos egoístamente, sino para ponernos al servicio de los hermanos.
Una vez la persona está decidida a vivir en paz, el fin para el que fue creado, pasamos a pecado, visto desde el amor de Dios que no nos fuerza, ni nos condena pero nos muestra aquello que no es según su proyecto.
Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor, que me bendijo desde el cielo, en Cristo, con toda clase de bendiciones espirituales.
En Cristo, Dios me eligió desde antes de la creación del mundo, para andar en el amor y estar en su presencia sin culpa ni mancha.
Determinó desde la eternidad que yo fuera su hijo adoptivo por medio de Cristo Jesús. Eso es lo que quiso y más le gustó, para que yo alabe siempre y por encima de todo esa gracia suya que me manifiesta en el bien amado.
Pues en Cristo, la gracia que derramó paga mi libertad y me merece el perdón de mis pecados.
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En esto veo la inmensidad de su gracia, que Él me concedió con toda sabiduría e inteligencia.
Y ahora Dios me da a conocer este secreto suyo, este proyecto nacido de su corazón, que formó en Cristo desde antes, para ponerlo en ejecución cuando llegara la plenitud de los tiempos3 .
Mi experiencia es que el ejercitante se abre no sólo a Dios sino al acompañante, aparecen los traumas, los dolores, los resentimientos y la necesidad de ser sanado por Aquel que es el único que toca el corazón humano.
Comienza entonces un proceso de sanación que a veces termina con la resurrección, otras, se van con la esperanza firme de que Dios no abandona la obra ya comenzada.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón porque cuando te invoqué me escuchaste; delante de los ángeles te canto y ante tu santo templo me arrodillo.
Te agradezco tu amor y tu lealtad, pues mayor que tu fama es tu promesa.
El día en que clamé, Tú me escuchaste y le infundiste valor a mi alma.
Te alabarán, Señor, todos los reyes cuando oigan las promesas de tu boca; cantarán tus designios y dirán: «Es muy grande la gloria del Señor».
Desde arriba el Señor mira al humidle y de lejos distingue al orgulloso.
3 Ef 1, 3-10 (en primera persona).
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Si me encuentro en peligros, me conservas la vida, estrechándome el brazo, me tomo de tu mano y así me salvas de mis enemigos.
Completará el Señor sus favores conmigo, Señor, tu amor es eterno, no abandones la obra de sus manos4 .
¿QUÉ DIFICULTADES TUVE EN ESTE MOMENTO DE LOS EJERCICIOS?
Puedo responder que no las he tenido. Es posible que a alguien le haya costado entrar o que estuviera en sequedad o aridez en ese momento, pero no lo recuerdo.
La verdad es que llevo 18 años desde que empecé a acompañar Ejercicios y es fácil que algo se haya borrado.
Lo que si tengo muy claro, es que ha sido la meditación clave para que el ejercitante se centre en lo que viene a hacer y se sienta feliz con ese Padre lleno de Amor, de Bondad y de Generosidad para con su criatura.
QUÉ FUE LO QUE MÁS ME AYUDÓ A DESCUBRIR EL SENTIDO QUE SAN IGNACIO QUISO
DARLE A ESTA MEDITACIÓN?
La necesidad que todos tenemos de echar raíces y poner cimientos, es decir, de edificar la casa sobre la roca5: CRISTO.
Mis maestros: los Padres Jesuitas.
Al inicio, el primer curso de preparación para acompañar Ejercicios EspiritualesquedioelCIRE,conlosPadres:MarioGutiérrez,RobertoTriviño, Darío Restrepo, Iván Restrepo, Javier Osuna y ahora Hermann Rodríguez.
4 Sal 138 (137).
5 Cfr. Mt 7, 24-27.
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Luego otros con quienes he tenido la oportunidad de hacer Ejercicios o cursos como: el Padre Baena, Mario Franco, Ricardo Antoncich, Juan Mateos y Mariano Ballester.
Y sin dármelas… sino agradeciendo al Señor la gracia de haber escuchado al Padre Arrupe quien nos visitó dos veces durante mi noviciado, cuando aun vivía en el Japón.
Otrosautores quehepodidoleer omeditarcomoLaplace,Cabarrús y Guilles Cusson. Ahora en concreto voy a citar apartes de: Miguel Marina, S.J., Manuel Diaz Mateos, S.J., Peter van Breemen, S.J. (holandés) y Michael Boisvert , S.J.
Transcribo textualmente los apartes que me han resonado en total sintonía.
Ejercitarse no es hacer introspección, ni hacer un esfuerzo de abstracción sobre una idea o tema, sino estar atentos a Dios que se nos revela (EE 2).
Objetivo del Principio y Fundamento: sensibilizarnos a la presencia de Dios en su Creación.
La meta de la creación viene a ser progresar en el amor de su Creador. La respuesta de amor que la creación da a su Creador, culmina en el hombre que es la conciencia de la Creación6 .
El «Principio y Fundamento» (23), viene a ser la columna vertebral de los Ejercicios Espirituales.
Columna vertebral que sostiene todos y cada uno de los «Ejercicios» que se sugieren al ejercitante a lo largo de esta gran experiencia espiritual, y que aparecerá revestido de nervios, carne y piel en el último ejercicio, «la contemplación para alcanzar amor» (233), en la medida en que el Espíritu de Dios haya vivificado al ejercitante (Ez. 37).
1. El texto mismo del «Principio y fundamento» ignaciano, dentro de un tríptico que permite situarlo:
6 MICHEL BOISVERT, Ejercicios Espirituales en laVidaCorriente, Tomo I, Colección CIRE 5 (1984) Ficha n° 7, p. 58-59.
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Principio y Fundamento: 'Dios estaba ahí y yo no lo sabía'
- como una respuesta a la gran pregunta sobre el sentido de la vida.
- y como «una» de las muchas expresiones cristianas en las que ha fructificado el mensaje y la vida cristiana, traídos al mundo por el gran acontecimiento, Jesús de Nazaret.
El sentido de este tríptico es una confrontación de nuestra vida real con el plan de Dios. Confrontación que nos parece está a la médula de la oración cristiana.
Sugerencias para gustar el Principio y Fundamento:
En su frialdad y rigor lógico innegable, esconde una experiencia de Dios inefable. «… pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía…» (Jer. 20, 9).
San Pablo en Romanos 8, 28-39 ha expresado más fogosamente ese fuego interior de su experiencia: Jesucristo crucificado le asegura, que Dios esconde, en el misterio de su trascendencia, sólo benevolencia para con nosotros.
No es difícil alumbrar en el texto del principio y fundamento:
- la alegría de ser blanco de las miradas de un Dios «que no tiene igual en planes sobre nosotros» (Sal 40 (39) v. 6).
- la docilidad filial ante un Dios así
- y la responsabilidad de hacerme disponible ante esos planes de un Dios «que ama la vida» (Sab 11, 26).
Pero esta alegría, docilidad y responsabilidad no manan de un corazón no tocado realmente por Dios.
El que quiera contemplar ese paso de Dios por el corazón del hombre, tiene una puerta de acceso en las autobiografías o escritos de los santos.
San Ignacio mismo es fruto de la lectura de «vidas de santos».
El principio y fundamento se resume en forma de súplica en la «oración preparatoria» que se nos aconseja hacer antes de cada «ejercicio»:
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 103-114
Myriam Gómez, R.S.C.
«pedir a Dios gracia, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su Divina Majestad (46).
- Pedir a Dios esta imantación total por Él (Deut. 6, 4-9).
- Y sostener esta súplica buscando en la lectura continua de la Sagrada Escritura, dónde y cómo me expresa Dios su interés personal por mí.
Muchas veces abrimos la Sagrada Escritura y no nos dice nada porque no llevamos ninguna pregunta en el alma.
La opción fundamental por Dios es clave para una vida de gracia habitual7 .
Lo que todo ser humano desea y necesita, casi más que la comida y la bebida, es aceptación y amor. Dios es el máximo cumplimiento de esa realidad. Su amor es incondicional, su aceptación llega hasta lo más profundo de nuestro ser.
Es importante encontrar el eslabón entre las relaciones de Jesús con su Padre y sus relaciones con los hombres. El amor que Él experimentó constantemente de su Padre, fue el origen de su propio amor hacia los hombres. Porque sus raíces están firmemente arraigadas en su Padre y sus brazos se alargan ampliamente hacia todos los hombres.
El amor de su Padre fue el aire que respiró y el alimento con que vivió (Jn 4, 34) puesto que vivió tan segura y permanentemente en la aceptación de su Padre, nunca tuvo un interés propio, sino que siempre buscó a la gente por el camino del amor.
El permitir a Dios ser Dios, significa permitir a uno mismo ser amado por Dios.
En la Pedagogía de la fe, que el hombre ha sido creado, corresponde a una necesidad básica, viva en el corazón de cada hombre, la necesidad de amor y acogida8 .
7 MIGUEL MARINA, El Principio y Fundamento: sugerencias para la meditación: Libres pra servir, Reflexiones sobre los Ejercicios Espirituales, 14 (Tomo I) 49-55.
8 PETER VAN BREEMEN, El hombre es creado: Libres pra servir, Reflexiones sobre los Ejercicios Espirituales, 14 (Tomo I) 58, 61 y 62.
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Principio y Fundamento: 'Dios estaba ahí y yo no lo sabía'
En el Principio y Fundamento, no se trata de saber, sino de sentir, gustando. Lo que esta nota quellamamos Principio y Fundamento trata de resaltar no son los conocimientos, sino la actitud fundamental que Ignacio espera del ejercitante y sin la cual no se puede dar principio a la experiencia de los Ejercicios. Si quisiéramos asignarle una petición, sería la anotación quinta: «Entrar con grande ánimo y liberalidad para con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad para que así de su persona como de todo lo que tiene se sirva conforme a su santísima voluntad» (Ex 5).
Ponerse totalmente en manos de Dios, animosa generosidad para que Dios se sirva en todo de nosotros. Esa es la meta y razón de ser del Principio y Fundamento. De ahí la extrema afinidad entre el fundamento y las anotaciones 1, 5, 15, 16 y 20 que nos hablan de la preparación de los ejercicios.
Las aspiraciones de Israel no eran comulgar con su esencia, sino con su voluntad.
Esa apertura del hombre a lo infinito, ese no poder descansar el corazón del hombre sino en Dios, es el fundamento último de la indiferencia, «nos has hecho Señor para ti…» (san Agustín)
La preocupación ignaciana de la mayor gloria de Dios, no puede estar desligada de la gloria del hombre, pues la gloria de Dios es el hombre viviente (san Ireneo).
Dios, que tiene su proyecto, se fía del hombre y le hace su socio de tal forma que «sobre los hombros frágiles del hombre descansa la suerte de la obra divina». El hombre es por esencia, un ser llamado. Alguien le necesita y espera de él una respuesta. En cualquier momento de su vida podrá preguntarle ¿dónde está tu hermano? (Gen 3, 9 y 4, 9). Y en virtud de este proyecto que es más grande que él, pues incluye a los demás hombres y a la creación entera, y más grande que todo eso pues tiene como meta final el mismo Dios y su comunión con los hombres, el hombre debe estar dispuesto para escuchar la llamada, para salir de su tierra, de su instalación, como Abraham, hacia lo definitivo, «lo he elegido para que instruya a sus hijos, su casa y sus sucesores, a mantenerse en el camino del Señor practicando la justicia y el derecho (Gn 18, 19).
Actitud básica que hay que poner como principio y fundamento. Tradicionalmente se ha hablado de ella como «indiferencia» (una abstracción). Ignacio es más realista y nos habla de ella como un proceso «hacerse indiferentes» hacerse libres.
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Myriam Gómez, R.S.C.
Laindiferenciaignaciananoesapatíaniinsensibilidadsinolibertadfrente a todo lo que no es Dios, ante el cual el hombre no puede ser indiferente. Dichocon otraspalabras, la indiferencia brotadel convencimientoy aceptación de que hay algo o alguien ante quien no soy indiferente. Frente al Dios nuevo y mayor, no cabe sino la apertura del «Magis» (lo que más conduce). Pero para hacer posible ese «magis» hace falta liberarse de nuestras rutinas, miedos, instalaciones, logros, incluso de nosotros mismos, distanciarnos frente a las cosas para que no nos dominen, controlar la situación, pero sabiendo que en definitiva es otro mayor el que nos controla.
La verdadera libertad o indiferencia, hace al hombre inconformista e insatisfecho; en palabras de san Ignacio, su característica es la «discreta cáritas», es decir, un amor que busca porque ama y porque hay alguien que no le es indiferente9 .

“Porlocualesmenesterhacernos indiferentesatodaslascosascriadas, entodoloqueesconcedido alalibertaddenuestrolibre albedríoynoleestáprohibido”
9 MANUEL DÍAZ MATEOS, El Principio y Fundamento, experiencia del Dios cristiano: Libres pra servir, Reflexiones sobre los Ejercicios Espirituales, 14 (Tomo I) 63, 64, 67 y 68.
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Mi Vivencia del Principio y Fundamento
Mí Vivencia del Principio y Fundamento
EMaría Cristina Franco*
l releer los distintos momentos del Principio y Fundamento que he ido viviendo en mi historia me permite inicialmente comprender que:
No puedo hablar de Principio y Fundamento como una totalidad, sin llegar a una generalización que iría poco más allá de los tobillos de la visión y concreción Ignaciana. Por esta razón he mirado mi experiencia en cuatro momentos: iniciar, abrir la puerta, mirar con sus ojos y Renacer.
Por otra parte, no pocas veces he tenido la sensación de que Principio y Fundamento es principio y fin en sí mismo. Como en la espiral de la vida, mis Ejercicios finalizan en la convicción profunda de que Dios es mi norte y mi sur, es el camino desde dónde, por dónde, hacia dónde transito, pero, también es el principio que me permite abrir el camino hacia mi y hacia Dios como principio de mi vida y principio de mis Ejercicios.
* Magister en Psicología Clínica de la Universidad Santo Tomás en Bogotá. Magister en Psicología Comunitaria y Profesora Titular de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Miembro del Equipo de Apoyo del CIRE.
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 115-119
María Cristina Franco
¿ CÓMO HE VIVIDO EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO EN MIS EXPERIENCIAS DE
EJERCICIOS ESPIRITUALES?
Iniciar
Mi llegada a Ejercicios Espirituales generalmente se viene preparando semanas atrás, con o sin conciencia intencional, el repaso de mi vida se inicia, mi corazón comienza a abrirse a la experiencia y surgen momentos, sentimientos, actitudes, temores y vivencias. Llegar a Ejercicios es comenzar a concretar y a ordenar el sin número de experiencias que se han hecho presentes de manera significativa en el último año; parece fácil, sin embargo, es quizás, de los momentos más difíciles para mi; en alguno de mis cuadernos decía:
Llegó el momento de soltar amarras y estoy llena de sentimientos, preguntas, confusiones, temores y ansiedades, me siento como la mariposa que estoy observando en mi cuarto, la veo en su desespero por salir, trato de ayudarle, de salvarla del encierro, y ella más se asusta, tiembla su pequeño cuerpo y no se da cuenta que yo solamente quiero que sea libre.
Así, como la mariposa en mi cuarto es mi inicio: El Señor golpea a mi puerta, me ofrece la experiencia y su compañía, como un nuevo regalo en la construcción de mi libertad y yo tiemblo de miedo, quiero correr y esconderme porque, me imagino, que cada instante de libertad es un mayor compromiso con el sentido y fundamento de mi vida.
Abrir la puerta
Imágenes, sueños, sonidos, percepciones, sensaciones y sentimientos aparecen todo el tiempo en mis meditaciones y así, la mariposa, la flor seca, el dolor, el árbol, el sueño de anoche, dicen de mí, me recuerdan hechos, me muestran actitudes, me acercan a la vergüenza y al dolor. Tantas promesas hechas, fidelidades y compromisos ofrecidos, entregasprofundasy ahora,otravez, sentirmifragilidad, enfrentar miegoísmo, hacer contacto con mi infidelidad y mi desamor, en fin, encontrarme con las mil formas como rompo mi relación con ese Dios bueno, que me recibe y me ama, que gratuitamente se entrega a mi, día a día; me siento,
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 115-119
Mi Vivencia del Principio y Fundamento no pocas veces, como me imagino que se sintió san Pedro cuando caía, cuando repetía la historia: llena de vergüenza y culpa.
Y es entonces cuando me encuentro sumida en mi impotencia, en la incapacidad de salir por mi misma del circulo vicioso: promesa-compromiso-infidelidad-ruptura, llorando mi propia desilusión, derrotada, cuando siento desde lo divino y lo humano de mi ser el grito desgarrador: «Señor, yo no puedo sola, ayúdame, ten compasión de mí».
Mirar con sus ojos para poder ver
Ese grito, que surge de las entrañas de mi cuerpo, me permite darme cuenta de la sensación de ser salvada, vivenciar la misericordia de Dios, aceptar que he estado tan ciega como el ciego de Jericó y que ahora, son los ojos misericordiosos del Señor los que me permiten comprender y aprehender cada instante, cada vivencia, cada ruptura, como lo que son: instantes de un proceso, momentos de una vida donde el Señor ha estado presente tejiendo conmigo esta historia.
El amor de Dios y la confianza de Él en mí, van encauzando mi proceso hacia la aceptación de mí misma
Es en ese mirar cuando mi transformación interior va tomando forma: el amor de Dios y la confianza de Él en mí, van encauzando mi proceso hacia la aceptación de mí misma, hacía el darme cuenta que merezco vivir, que su esfuerzo no ha sido en vano, que vine a este mundo para ser yo y no otra, que mis errores, mis equivocaciones, mis luchas y mis fracasos, no son mejores, ni peores, no son buenos ni malos, son simplemente parte de aprender a vivir. Dicen mis notas:
Hoy, ahora y aquí, me siento como un río en cuyo fluir hay enormes piedras, pozos profundos, suaves remansos, intensas caídas, vueltas, salidas de cauce, variedad, gran variedad, pero siempre, principio, proceso y fin.
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 115-119
María Cristina Franco
Renacer
De mi cuaderno:
El alma se rebosó y parecía salir de mi cuerpo en un gracias eterno, los árboles, los pájaros, la cascada y yo cantamos una alabanza a la belleza de la creación y a la perfección de la vida. Tengo ahora una sensación de humildad y de profundo agradecimiento, me siento una con la vida, una con cada una de mis historias, una con ese Dios que me abre a Él y a los otros. Ahora, mis manos son sus manos para seguir la obra, mi voz es su voz para hablar de esperanza, mi cuerpo es su tierra para continuar germinando la vida y mi corazón es su corazón para amar sirviendo.
Yasí,concientedehabersidocreada,agradecidaporquetodocuanto me rodea ha sido creado para mí, sin merecerlo, afectada profundamente por esta bendición de mi Señor, me abro a otro momento en los Ejercicios, y me dispongo para decir desde mí corazón «Señor, hágase tu voluntad».
¿QUÉ
FUE LO QUE MÁS ME AYUDÓ A DESCUBRIR EL
SENTIDO QUE SAN IGNACIO LE QUIERE DAR A ESTA MEDITACIÓN?
La intención consciente y constante de integrar en mis meditaciones las ideas que llegan a mi mente, las imágenes que se me presentan, los sueños de la noche anterior, los sonidos, las presencias, las percepciones que tengo. Para mí, en Ejercicios, todo cuanto se da en mi existencia tiene sentido y significación en función del contexto en el que me encuentro.
La aceptación de que el proceso no depende de mi sino de Él, que la tarea no es «hacer la tarea» sino permitirle al Señor hacerla en mí.
Ver mi vida en una oración de contemplación, con todos los pasos, la preparación, los preámbulos el coloquio y muy especialmente oir las frases que vienen espontáneamente a mi mente y orientarlas hacia una oración de repetición.
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Mi Vivencia del Principio y Fundamento
Ser obediente a san Ignacio y a las orientaciones del acompañante. Esto no es fácil, es más fácil creer que yo me las sé todas, que de acuerdo con el conocimiento que tengo de mí, lo que yo creo es la mejor manera de hacer la meditación o la oración. Sin embargo he aprendido que cuando sigo mi capricho, en mi capricho me quedo y en mi capricho me pierdo.
¿QUÉ ELEMENTOS DESTACARÍA DE ESTA MEDITACIÓN?
La estructura de esta meditación facilita la emergencia de sentimientos de humildad, de impotencia y de agradecimiento que abren la mirada cotidiana de la vida a la grandeza del amor misericordioso de Dios.
He aprendido que cuando sigo mi capricho, en mi capricho me quedo y en mi capricho me pierdo
Enestamismadirección,estameditación, orientalascomprensiones,lossucesosylosafectos a un darse cuenta de que el proceso de construcción de la historia personal es como un tejido a dos agujas, donde una aguja la tiene El Señor y una aguja la tengo yo y donde además, Él es el dueño del hilo.

Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 115-119
Carlos Ernesto Pérez
Principio y Fundamento: Una Continua Presencia Cuestionante
Carlos Ernesto Pérez*

ste texto de san Ignacio Principio y Fundamento, me ha acompañadodesdequehicemisEjerciciosEspiritualesenlavida corrientehaceya algunos años... y me ha acompañado porque ha sido desafiante y aclarador.
Desafiante porque no entendí y rechacé las primeras palabras «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios...»1 ¿Dios necesita ser alabado? Me parecían tan religiosas, tan de cajón esas palabras, me resistía a pensar que san Ignacio, el hombre que tanto he admirado por su profundidad y pedagogía afirmara eso.
* Ingeniero Eléctrico y Magister en Administración de la Universidad de los Andes en Bogotá. Director de Fondacio en Colombia. Miembro del Equipo de Apoyo del CIRE.
1 Ejercicios Espirituales 23.
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 120-125
Principio y Fundamento: Una Continua Presencia Cuestionante
Desafiante porque san Ignacio afirmaba conocer la razón de su existencia... y yo ¡no! ¿Para qué fui creado? Yo no sabía responder.
Pero también ese texto tenía una pista aclaradora «... es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas...»2 a una pregunta que he trabajado desde hace muchos años: ¿Cómo tomar buenas decisiones en la vida corriente?: San Ignacio me invitaba a ubicar más y mejor ese lugar de la «indiferencia» dentro de mi...
Así pues, son estas las experiencias que quisiera compartir con ustedes en estos breves minutos.
El rechazo y lo que he vivido respecto de la alabanza.
El desafío de avanzar en la búsqueda de para que fui creado.
Loquehevividoydescubiertoesellugardela «indiferencia» enmi.
EL RECHAZO Y LO QUE HE VIVIDO RESPECTO DE LA ALABANZA
Alabanza que brota de la experiencia de Dios dentro de mí
Ante todo quisiera decir que los Ejercicios Espirituales en la vida corriente, favorecieron el que la oración diaria que inicié allí se continuara en mi vida cotidiana más allá de esa experiencia. Así pues, quiero compartir con ustedes la comprensión que se me han dado, desde mi experiencia de oración, a este tema de la alabanza. Primero, decir que hablo de la experiencia de oración cuando alcanzo el silencio y la contemplación. Son esos tiempos de oración en donde me he sentido movido por Otro, en donde he sido conducido a experimentar la Presencia de Vida viva dentro de mí, me refiero a la oración en que me he acercado a una fuente de Vida más íntima que yo mismo, que está más allá de mí, que me llena, que me «da» a mí mismo... es allí donde me sientopequeño, cuandointuyo, comoentrerendijas, lagrandezadeDios... entonces surge de mí un movimiento, una voz de alabanza, una sensación de admiración, de conciencia de humilde pequeñez... y ¡Alabo!
2 Ibid.
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 120-125
Carlos Ernesto Pérez
El hombre es creado para alabar... y mediante esto salvar su alma
¿Qué me queda de estas experiencias de encuentro con Dios? Me queda que cuando paso por el conocimiento de mí mismo en mí profundidad, cuando me encuentro con la Presencia de Vida viva dentro de mí, cuando experimento esos movimientos interiores que ponen en marcha transformaciones en mí... entonces nace espontáneamente mí alabanza... solo puedo alabar cuando intuyo o conozco un poco más del Padre y su obra en mí y en el mundo.
Además, puedo decir que esos momentos de alabanza son exquisitos, son tiempos de sentir y gustar las cosas interiormente, de dejarme vivir el gozo y la alegría, de vida viva, de gusto por vivir, de experimentar transformación y entonces de ser salvado.
Desde esta experiencia le encuentro más sentido a las palabras de san Ignacio, «El hombre es creado para alabar... y mediante esto salvar su alma».
Descubro, entonces, que la alabanza en mí, no se da como un acto voluntarioso para responder a una exigencia de Dios, sino como una reacción proporcional a la experiencia que vivo.
La vida del hijo es la mayor alabanza del Padre
La segunda lección sobre la alabanza me la dio mi hijo a sus 5 años. Cuando lo miro, siento salir de mí un chorro de energía amorosa hacia él, siento un lazo eterno de amor que nos une, me siento todo yo orientado hacia él, hacia su bienestar y su felicidad, me encantan sus abrazos y cualquier expresión de amor hacia mí... pero descubro algo más, descubro que yo soy feliz cuando lo veo sonreír, con sus primeros pasos, cuando crece, cuando desarrolla su inteligencia. Descubro que me siento honrado de sus logros, de los reconocimientos que le hacen en el colegio, de las medallas por el perfil bartolino que le han dado, yo me siento «alabado» de verlo desplegarse y formarse como hombre. Entonces, he comprendido un poco más la alabanza desde la perspectiva del Padre: El Padre se siente alabado cuando sus hijos toman su vida en sus manos, cuando se despliegan en toda su dimensión humana, cuando sonríen felices, cuando corren
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 120-125
Principio y Fundamento: Una Continua Presencia Cuestionante y disfrutan la vida, cuando sienten compasión por otros, cuando comprometen su vida por los demás... así pues: Me hace mucho más sentido el leer: «El hombre es creado para alabar...»
Búsqueda: ¿Para qué, particularmente soy creado?
Este segundo punto tiene que ver con «el fin para el que hemos sido creados»3 al que san Ignacio hace referencia un par de veces. Esa afirmación potenció mi deseo de conocer más de mí y de para qué estoy, en concreto, en el mundo. Ahora, en mis Ejercicios Espirituales, hubo un momento en el que pude atender plenamente esta demanda interior: cuando mi acompañante me invitó a escribir mí propia parábola. Recuerdo cómo gusté ese tiempo orando, reflexionando, escribiendo, y al final pintando, porque las palabras y las frases se me quedaron corticas. Así pues, pinté mi parábola, fue un dibujo sencillo y profundamente representativo de lo más profundo que yo sabia y comprendía de mí mismo, de mí historia, de mis potencialidades, de aquello en lo que me siento pleno, en lo que soy feliz y mi vida tiene sentido, de aquello para lo que me siento llamado en el mundo. Lo que quedó plasmado allí tenía que ver con lo que yo más gustaba internamente de mí mismo... esa ha sido la clave para continuar evolucionando mí «parábola».
Volviendo a mis Ejercicios Espirituales, puedo decir que este fue un ejercicio «vital» en lo que siguió; fue direccionador, aclarador de la voluntad de Dios sobre mí.
Por otra parte, puedo decir que este ejercicio puso en marcha un proceso que no ha terminado (y creo no terminará): El de leer mí vida, descifrar y dibujar lo que veo claro cada año... hoy día, vivo un tiempo privilegiado cuando realizo mi (PDP) Plan de Desarrollo Personal, herramienta que utilizamos anualmente en mi comunidad Fondacio (y que ofrecemos al público junto con el CIRE).
Durante ese tiempo de discernimiento espiritual y toma de decisiones en que hago el balance del año anterior y preciso mis objetivos para el
3 Ibid.
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 120-125
Carlos Ernesto Pérez
siguiente año, me paro nuevamente a contemplar y afinar la comprensión y consciencia que tengo hoy de «el fin para el que fui creado». Cada año, entonces, vuelvo sobre mi parábola personal y la pinto nuevamente...
Así pues, puedo decir que estas palabras de san Ignacio4 me han habitado y motivado a ir más allá...
El lugar de la «indiferencia», mí discernimiento y toma de decisiones
En este tercer momento me quiero referir a esa parte del texto donde san Ignacio dice «Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, ...». Desde mí experiencia, esta «indiferencia» tiene que ver con un «lugar interior» desde el cual vivo mucho mejor el discernimiento y la toma de decisiones en la vida corriente.
Para explicarme mejor, voy a recurrir a poner la lupa sobre una experiencia cotidiana de mí vida en la que tuve que tomar una opción y la tomé bien. Fue en una conversación sobre un tema delicado en el que yo estaba presente. Eramos tres personas conmigo... y viví dentro de mí una lucha: por una parte la inclinación a hablar, decir, opinar, juzgar... por la otra, guardar prudente silencio.
Opté por la segunda y pude después comprobar el efecto bondadoso de mí presencia silenciosa que acogía, acompañaba, respaldaba, respetaba. Tomé una buena decisión.
Ahora, colocando la lupa, me pregunto¿Desde dónde y cómo tomé esa decisión? En primera instancia, puedo decir que fue desde un lugar interior de prudencia, respeto, sabiduría, de conciencia de que no serviría de nada hablar.
Sin embargo, al mirar con mayor detalle la forma como tomé esa decisión, constato que antes de decidir, yo pasé por un «momento interior» en que estuvieron presentes ambas voces: la que me invitaba a
4 Ibid.
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 120-125
Principio y Fundamento: Una Continua Presencia Cuestionante hablar y la que me invitaba a callar. Fue un momento de «pare» en el que yo podía ver los dos caminos ante mí; un instante de estar en «neutro», de captar como un radar la situación y mis movimientos interiores, antes de rechazar una opción y aceptar la otra... pues bien, este instante de mirarlo todo, de tomar distancia de la situación y de mis propios movimientos interiores, de evaluar y luego decidir, es lo que me evoca la palabra «indiferencia» del Principio y Fundamento... se trata de algo más que una actitud de indiferencia para escoger, se trata de un instante y de un «lugar interior de indiferencia».
Y si sigo escudriñando, descubro más... descubro que en ese instante de indiferencia silenciosa, puedo escuchar más fácilmente una voz, voz que sube de lo profundo, que me construye, que me invita a la acción que ayuda al otro, es una voz-conciencia, una voz-conocimiento, una voz-luz, una voz-invitación, una voz-que ve, voz que me parece ser la voz del Espíritu Santo en mí. Voz que viene de mí interior, pero de más allá de mí, viene de lo más íntimo mio, de mí centro profundo...
Concluyo entonces, que puedo captar y acoger más fácilmente esavoz delEspíritudentro de mí, cuandopaso por eseinstantede «pare», de toma de distancia interior, de «indiferencia» ante mí mismo y ante la situación que vivo.
Por último, observo que no tengo mucho control sobre esa reacción espiritual de la «indiferencia» en mí vida corriente. A veces se da, a veces no, incluso la vivo sin conciencia, sin darme cuenta. Hoy me parece que es un don del Espíritu Santo, un don que quiero y que pido, el don de abrir los ojos y ver... ver las opciones que tengo frente a mí, ver para poder acoger unas y rechazar otras. El don de hacer silencio que escucha, de pararme en el lugar de la indiferencia, de distinguir los movimientos interiores que me habitan, don que me hace más y más sensible a la voz del Espíritu.
Hoy me uno, con toda mi fuerza y deseo, a la oración que el ciego hizo a Jesús, que no es otra que pedir el don de la «indiferencia»: ¡Señor, que vea!
Apuntes Ignacianos 43 (enero-abril 2005) 120-125

