Apuntes Ignacianos 39. 30 años abriendo Espacios para el Espíritu

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APUNTES IGNACIANOS

DirectorCarátula

ISSN 0124-1044

Darío Restrepo L. L. Coullaut-Valera, España

ConsejoEditorialDiagramación y Javier Osuna composiciónláser

Iván Restrepo Ana Mercedes Saavedra Arias

Hermann Rodríguez

Secretaria del CIRE

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Número 912 - Vence Dic./2004Editorial Kimpres Ltda. Administración Postal Nacional.Tel. (1) 260 16 80

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Cheques: Juan Villegas

Apuntes Ignacianos

Número 39 Año 13

Septiembre-Diciembre 2003

30Añosabriendo

EspaciosparaelEspíritu

CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE

Espacios para el Espíritu

Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11

Bogotá - Colombia

30 Años abriendo Espacios para el Espíritu

Crónicas sobre la formación ......................................... 81

Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos ..................................................... 107

Apuntes Ignacianos 39 (septiembre-diciembre 2003)

Presentación

Abrir espacios para el Espíritu. «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa…» (Ap 3, 20). No hay encuentro con quien toca a la puerta si no se le abre. El Espíritu no necesita espacios para entrar pero nosotros sí, para salir a su encuentro, para recibirlo y seguirlo. La labor de un Centro de Espiritualidad consiste en permitr que el Espíritu sea activo en nosotros y que con una pasiva actividad podamos responder a su llamado.

«Treinta años abriendo espacios para el Espíritu»: celebramos este aniversario dentro del marco conmemorativo de los cuatrocientos años, de la llegada de los jesuitas a Colombia. No hay espiritualidad sin Espíritu, ni Espíritu sin puertas abiertas. La palabra de Dios dice que nosotros podemos extinguir, resistir, tentar o al menos contristar el Espíritu, es decir, vivir sin espiritualidad. La misión del CIRE durante estos 6 lustros ha sido facilitar el encuentro entre el Dios que llama y la persona llamada que no siempre sabe o puede escuchar su voz para poder renacer espiritualmente.

Este Centro Ignaciano ha caminado y enseñado a caminar en las vías del Espíritu llevado de la mano de Ignacio de Loyola. Quizás la frase más densa y clave de los Ejercicios Espirituales sea ésta: «Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales, cuanto saliere de su propio amor, querer e interés» (189). Salir para entrar, para encontrar (aprovecharse). El CIRE ha estado empeñado en ofrecer una

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Presentación

espiritualidad de éxodo: salir del pensamiento según los hombres (la ciudad terrena) para entrar en el pensamiento según Dios (la ciudad celeste). Y porque la historia no es «el eterno retorno de lo idéntico» sino el vivir la inefable novedad del 'Creator Spiritus', hemos tratado durante estas tres décadas de abrir estos espacios: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice…» (Jn 4, 10).

Conocer el don ofrecido y en él, al Donante, caminar tras las huellas de Jesucristo es lo primero. Y porque nosotros no sabemos el camino, los Ejercicios Espirituales se nos presentan como una vía a Dios. Luis Raúl Cruz analiza detenidamente este punto, como un llamado-respuesta de cruz-resurrección, por un camino de misericordia, que se adentra por las cuatro etapas de los Ejercicios contenidas en el dorado marco del Principio y Fundamento y de la Contemplación para alcanzar Amor.

Ignacio, en estos Ejercicios, nos invita a «traer la memoria… mirando de año en año o de tiempo en tiempo…», a «mirar el lugar y la casa…., la conversación que he tenido con otros,… el oficio en que he vivido» (56). Cómo ha sido este caminar detrás de Cristo en estos treinta años de trabajo es el tema, primero, de Javier Osuna y luego, de Mario Gutiérrez.

Esteitinerariorecorridosepuedesintetizar enunalaborde «acompañamientoespiritual». Asílovioy loexpusoelProvincialsaliente, Horacio Arango en su bella y sugerente homilía en la eucaristía conmemorativa de este nuevo aniversario del Centro.

Este número concluye con dos artículos: el primero, de Hermann Rodríguez, nos ofrece su experiencia relacionada con un camino de formación de jesuitas en España, con un análisis de sus luces y sombras que puede iluminar el seguimiento de Cristo en la vida consagrada. El otro, 'Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos', de Alberto Gutiérrez, resulta de gran interés, no solo por su relación con la génesis de la espiritualidad ignaciana, sino también por la actualidad del tema en vísperas de un pontificado que va llegando a su término. Así continuamos nuestra marcha por el sendero de la espiritualidad 'abriendo espacios para el Espíritu'.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Caminar tras las huellas de Jesucristo

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo; tome su cruz cada día, y sígame1

El título del presente artículo surge del hecho «anecdótico» de Ignacio en el monte de los Olivos «En el monte Olivete está una piedra, de la cual subió el Señor a los cielos, y se ven aún agora las pisadas impresas, y esto era lo que él quería tornar a ver (...) y estando allá, se tornó a acordar que no había bien mirado en el monte Olivete a qué parte estaba el pie derecho, o a qué parte el esquierdo (...)»2, que ha generado la expectativa de una mirada aproximada, de carácter práctico, a la Cristología, para conocer a aquel «que por mí se ha hecho hombre» (EE 104).

Los Ejercicios Espirituales son una manera propia de Ignacio de colocar en un encuentro único al Creador con el ser humano. Es un proceso, «in crescendo», de cuatro semanas (no cronológicas) dejarse abrasar por el amor, si se le abre la puerta para que entre a compartir la

* Sacerdote jesuita, colaborador del Equipo CIRE.

1 Lc 9, 23.

2 Autobiografía 47.

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mesa3. Los Ejercicios son la percepción actual de lo que el Señor quiere vivir hoy en su Iglesia y en el corazón de cada ser humano.

Ignacio presenta una visión de Jesús inseparable de su servicio en un estilo de vida que concretiza también la nuestra, porque quiere la incondicionalidad en el seguimiento de Cristo (exigencia de concreción en la vida cotidiana) pero con el corazón tensado hacia el infinito de Dios... porque se sigue a Jesús siempre en camino en el cual él será nuestro compañero4 .

INTRODUCCION

En este ensayo el planteamiento ignaciano en su totalidad está presente. Por eso, hay que tener en cuenta que aparecen en unidad el Principioy Fundamento y la Contemplación para alcanzar amor (puerta de entrada y salida de los Ejercicios, respectivamente) que son el camino de la praxis a la praxis, colocados al final del ensayo. En ambos textos el amor creador y vital está de manifiesto. La oferta es el cambio de vida y el camino continuo de apertura a Dios. «Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito»5 e igualmente, es el reconocimiento de la gratuidad. «¿Qué tienes que Dios no te haya dado?»6 .

La primera semana puede llamarse el amor misericordia, porque se vuelve a la experiencia del propio pecado, pero desde la orilla de la salvación. En palabras de Pablo es comprender que «donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia»7. Si ha sido experiencia del amor gratuito de Dios, lo que queda por hacer es dar respuesta a dicho amor «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?»8 .

3 Cfr. Ap 3, 20.

4 Cfr. PETER HANS KOLVENBACH, Decir... al «indecible», (Manresa 20), Mensajero-Sal Terrae, Bilbao 1999, 65-75.

5 Rom 8, 28.

6 1 Cor 4, 7.

7 Rom 5, 20.

8 Sal 116, 12.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

El llamamiento del Rey es la puerta de acceso a la segunda semana. Ignacio presenta el encuentro con el amor sorprendente que invita a ser su compañero. «Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio»9 .

La segunda semana, contiene las grandes meditaciones y contemplaciones ignacianas (Encarnación, Nacimiento, preámbulo para considerar estados, las dos banderas, misterios de la vida de Cristo, tres binarios, tres maneras de humildad, la elección) que son el encuentro con el amor solidario y encarnado en la totalidad de la persona de «Jesús, mi Señor».

El eje conductor es la petición del Conocimiento Interno de Cristo por quien tenemos acceso al Padre10. A partir de la experiencia del amor del Padre, el ser humano habrá de buscar y hallar la voluntad de Este en todas las cosas. La madurez espiritual que se alcanza depende de la transformación del deseo por la pertenencia a la amistad de Jesús para permanecer en él11. La amistad se concreta en el deseo de servirle, expresión viva de la fidelidad al Espíritu de Jesús.

La tercera semana presenta el itinerario de la pasión y muerte de Jesús, que es el amor loco de Dios por los seres humanos hasta el fin12 . Es la confirmación de la elección de quien desea ser puesto con el Hijo bajo la cruz13. Al seguir a Jesús hasta la cruz se pide la fidelidad al amor, de quien se abandona en el Padre, «porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, y por el evangelio, la salvará»14. Esparticipardelaautomanifestacióntrinitaria,porqueamayor ocultamiento15 aparece más la grandeza humana del amor, el rostro humano de la divinidad16 .

9 1 Tim 1, 12.

10 Cfr. Jn 14, 9.

11 Cfr. Jn 15, 5-6.

12 Cfr. Jn 13, 1.

13 Cfr. Autobiografía 96.

14 Mc 8, 35.

15 Cfr. Fil 2, 7-8.

16 Cfr. PETER HANS KOLVENBACH, La pasión según san Ignacio: CIS Vol. XX, 63-64 (1990) 67.

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En la cuarta semana encontramos la resurrección, de la que podríamos decir que es el amor consolador. La Resurrección es una proeza de Dios y de su Espíritu, pues «en la resurrección de Jesús de entre los muertos manifestó Dios su fidelidad en el amor y se identificó definitivamente con Jesús y su causa»17 . Es la alegría que nace porque «el que fue crucificado, ha resucitado; no está aquí»18 .

La cuestión no es hacer lo que Dios quiere, sino querer lo que Dios hace

Es encontrar que el amor en el que se funda la esperanza, se refleja en el compromiso por la misión, es una contemplación comprometida con el mundo, porque ahora la cuestión no es hacer lo que Dios quiere, sino querer lo que Dios hace, pues quien capacita para la misión es el Espíritu por su acción en nosotros19 .

CONOCER, VIVIR Y AMAR LA MISERICORDIA

La experiencia de los Ejercicios Espirituales después de presentar el Principio y Fundamento, vuelca la atención sobre un aspecto fundamental que luego a lo largo de todos los Ejercicios Espirituales no aparece en forma explícita la palabra «misericordia». La primera semana esta centrada en la experiencia misma de la misericordia. El coloquio que presenta los Ejercicios número 61 es el siguiente: «Acabar con un coloquio de misericordia, razonando y dando gracias a Dios nuestro Señor porque me ha dado vida hasta agora, proponiendo enmienda con su gracia para adelante».Como se observa, es un coloquio de acción de gracias.

Este coloquio como eje cristológico de la Primera Semana, suscita desde ya una actitud práxica que se concretará después, en el paso de la fe al seguimiento. En palabras de Ignacio, es pasar de sentir que por el pecado Cristo ha muerto, a preguntarnos qué debo hacer por Cristo. La gran pasión de Ignacio de la mayor gloria consiste en ser puesto con el

17 WALTER KASPER, Jesus, el Cristo, (Verdad e Imagen 45), Ediciones Sígueme, Salamanca 1976, 177.

18 Mc 16, 6.

19 Cfr. 2 Cor 3, 4ss.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo hijo, por eso el grano de trigo ha de morir para fructificar20 y se logra en la locura de la cruz21 .

La Primer Semana es radicalmente cristológica porque revela la fuerza del mal y la acción de la misericordia, en la cual el crucificado es la síntesis de ambas experiencias. Por eso, allí no encontramos una espiritualidad de buenas intenciones, de la pureza de intención, sino una espiritualidad histórica, dado que la intención de Jesús es la de liberar del mal. Las otras semanas tienen una temática cristológica explícita como un desarrollo de la experiencia de la Primera Semana.

En la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales, la misericordia es lo que hay que experimentar en la consideración de los pecados. No se trata, como se veía en décadas pasadas, de hacer «actos impactantes» como la meditación de la muerte o del juicio en la que se consideraban expertos los ejercitadores que tenían el propósito de conseguir la «confesión»; después de cierto tiempo se veía la ineficacia de tal modo de proponer este tema para la vida práctica. Se olvidaba quizá que Dios no necesita infundirnos miedo para que le busquemos; si fuese así El sería el gran fracasado.

De todas formas en la meditación del infierno, se muestra la intención de «no venir en pecado» (EE 65) y en el coloquio una acción de Gracias «porque no me ha dejado caer en ninguna destas acabando mi vida. Asimismo, cómo hasta agora siempre ha tenido de mí tanta piedad y misericordia» (EE 71).

La Primera Semana está encaminada a vivir una doble experiencia dialéctica con respecto al mal y la misericordia; es una experiencia de

20 Cfr. Jn 12, 24-26.

21 Cfr. Gal 6, 14.

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dos realidades inseparables, pero donde cada una desvela a la otra por tratarse de «opósito per diametrum» (EE 325) y donde las reglas de discernimiento22 son claves para mirar por dónde mueve el Creador y por dónde el enemigo de natura humana en el interior del ser humano que hace esta experiencia; porque esto se vive en el corazón humano como un «combate», en una lucha continua en el terreno vital del hombre, como lo son sus intenciones, ideas, pensamientos, acciones, sentimientos, mociones, para hacer realidad desde ya la oración preparatoria que pide «que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 46).

El mal es la atadura que impide colocarse en disposición de éxodo para seguir a Jesús, porque el mal deshumaniza y crea ruptura deliberadaytotalconDios,conloshermanosyconsigomismo. El malinsensibiliza ante los grandes valores humanos y ante las mociones del Espíritu. Sin darse cuenta se es asimilado por el «espíritu del mundo», embotando los criterios evangélicos y creando la vulnerabilidad de proceder «según la carne».

Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad

Esta ceguera producida por el mal es una modalidad de la humanidad pecadora, por generar insensibilidad del espíritu; no se percibe el egoísmo, las fallas, las infidelidades; las sutilezas que genera el mal no permiten captar el pasodela divinidadquesehacenevidentespara otros, mas no para el pecador, que encontrará razones y justificaciones para legitimar lo que le sucede. El pecador es ciego porque no percibe el mal en él. La conversión comienza por una toma de conciencia, por una luz en medio de la oscuridad y quien logra disipar dicha tiniebla es Jesucristo23 y él es quien ha venido a dar vista a los ciegos24, porque no vale la pena tener visión, si está cegado el corazón.

22 Cfr. Ejercicios Espirituales 313-336.

23 Cfr. Jn 1, 4-9; 8, 12.31.

24 Cfr. Lc 4, 18; 7, 22; Jn 9, 1ss.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Desde la Primera Semana aparece una obsesión cristológica que atraviesa los ejercicios. Las contemplaciones de esta Primera Semana no transitan por las «verdades eternas», sino por el crucificado (Cfr. EE 53) que revela las acciones del mal y el poder de su misericordia.

Si se toma en serio la misericordia, ofrecida por el crucificado, se torna conflictiva porque es a su vez lo primero y lo último. Además, la Misericordia25 que se transforma en justicia es perseguida por los poderosos. Cuando se vive la misericordia se es como Jesús, porque surgirá y prosperará alrededor de los heridos en el camino, los cuales, como el crucificado, lo atraen todo hacia sí26. De ahí que el lugar para ejercer la misericordia es en el sufrimiento humano, como alteridad más radical, sobre todo el que es masivo, cruel e injusto.

Romper las aberraciones históricas, sociales y personales no es simple. Es, por el contrario, radicalmente exigente. Sólo es posible a través de la vida de hombres y mujeres, muy humanos. Esto es lo único que hará creíble y certero, en medio de esta realidad, la tarea de anunciar la paz, el perdón, la solidaridad. Sólo así se puede colaborar o ayudar a Dios en los demás, a crear y curar la vida humana en la historia.

En la Primera Semana la aparición de la figura de Cristo no está en el cuerpo de las historias y meditaciones, sino en los coloquios. Podríamos decir que se trata de una Cristología coloquial o del diálogo, de carácter efusivo más que teórico; de una cristología altamente existencial y orientada a la praxis, porque se abriga el corazón para disponerse a la entrega total.

25 Vale la pena anotar que es un tema de interés para la Iglesia, porque al ver cómo la sociedad metida en sus afanes, pero descorazonada de su realidad, quisiera seguir sorda, ciega y opuesta al llamado del Dios de la misericordia, tendiendo a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de misericordia, es de su interés y de su opción. «La palabra y el concepto de "misericordia" parecen producir desazón en el hombre, quien gracias a los adelantos de la ciencia y de la técnica, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la tierra, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia» JUAN PABLO II, Dives in Misericordia, nº 2.

26 Cfr. Jn 12, 32.

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En los coloquios, el ejercitante habla con un Cristo puesto en cruz por sus pecados (Cfr. EE 53). Le pide que le alcance del Padre conocimiento y aborrecimiento de ellos (Cfr. EE 63) y agradece por haberle sacado de esa multitud de condenados que desfilan entre los dos; todo por la misericordia que de él ha tenido (Cfr. EE 71). Cristoapareceenelcorazón delmisteriodelmal.

El cristiano, al hacer parte de la comunidad humana, es conciudadano responsable de la familia humana

La tarea pedagógica para descubrir las acciones del mal y de la misericordia, Ignacio la presenta en las meditaciones de los pecados. Sin embargo, hay que ir a determinadas experiencias humanas para hacer esta experiencia, node torturapsicológica, sinode captarla magnitud del mal histórico y vincularlas con raíces trascendentales de modo que se perciba ese mal intrahistórico (masacres, violaciones, desplazados, secuestros, miseria...). Este no es reductible solo a la culpa humana sino que desborda y se vincula con esa trama de pequeñas envidias, mezquindades, desprecios, sobre los demás que constituyen nuestra vida y nuestra culpa de cada día, que se vuelve imperceptible porque a ella «estoy acostumbrado» (como la contaminación ambiental de la ciudad) que de forma insensible cada día se va acrecentando, hasta producir un proceso que destruye la vida (lluvia ácida).

El cristiano, al hacer parte de la comunidad humana, es conciudadano responsable de la familia humana. La conversión a Jesucristo exige mayor compromiso con la realidad de la humanidad porque al ser liberados por El se ha de promover realmente la construcción de una humanidad nueva, para todos los seres humanos. La fidelidad a Dios pasa por el compromiso histórico con las situaciones tan dramáticas que vive el mundo de hoy. Igualmente, es asumir opciones de la Iglesia a favor de una sociedad que sea renovada por el Evangelio. Sin embargo, conciliar la fidelidad a Dios y el compromiso con la realidad no es fácil y espontáneo; es fuente de conflictos y tensiones.

Aceptar la permeabilidad del mal no es nada fácil porque el ser humano cree que todo lo sabe y lo maneja, pero el mal es un proceso sutil que carcome todo. Ese proceso se desarrolla en una lógica de creci-

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miento continuo que hace aparecer dichas acciones como necesarias y se les suprime su carácter terrible y devastador. Por ello Ignacio en los Ejercicios Espirituales quiere desatar la sensibilidad para experimentar o sentir «vergüenza y confusión de mí mismo» (EE 48). En esta línea va el -triple coloquio- ignaciano del número 63 de los Ejercicios. «Desde la fe hay que afirmar que es elemento esencial del pecado el ocultarse a sí mismo y hacerse pasar por lo que no se es, incluso por su contrario; e históricamente, siempre que existe un escándalo se da el encubrimiento»27 .

Quien revela la dinámica sutil y devastadora del mal es la cruz, pero no por ella misma, sino por quien está en ella. Por eso es «delante de Cristo nuestro Señor puesto en cruz» (EE 53) que se hace un coloquio. Más adelante se dirá que es de misericordia (EE 61). Este se hace comprensible y revela la experiencia y la certeza de que la misericordia baña al mundo y que ella es más fuerte que el mal mismo, al que soporta y al que sufre para desactivar «su aguijón»28 .

En la realidad actual cada cual está más interesado en lo suyo que en lo de su hermano. El mundo, al mismo tiempo, aparece como débil y poderoso, justo e injusto, capaz de lo mejor y de lo peor, opresor y libre, progreso y retroceso; así como los cambios hacen esperar un futuro mejor del ser humano sobre la tierra, estos revelan también sus múltiples amenazas. Sin embargo, allí donde la existencia del ser humano está amenazada al igual que su dignidad, aparece el Dios de la misericordia haciendo nuevamente su llamado a hacer y vivir la misericordia; el cristiano, seguidor de Jesús, al igual que su maestro, con sus acciones y su estilo de vida muestra en el mundo actual, la forma o la manera como se hace presente el amor.

Este amor, presente con un nuevo sentido y con realidades concretas, ha de ser asumido por el ser cristiano como la alternativa para este mundo. Por eso con sus acciones está siempre en contacto con toda la condición humana, a ejemplo de Jesús que ha revelado a Dios Padre que es

27 JON SOBRINO, El principio-misericordia, (Presencia Teológica 67), Sal Terrae, Santander 1982, 64.

28 2 Cor 12, 7.

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amor29 y rico en misericordia30, en su misión como Mesías tal es la prueba fundamental. Por eso, al ser seguidores de Jesús, se exige de manera libre, pero responsable, que la propia vida se guíe por el amor y la misericordia. En palabras de Ignacio de Loyola lo anterior se expresa como el «poner el amormásenlasobras queenlaspalabras»(EE230). EsloqueJesús,mayor y mejor, mostró como componente esencial de la buena nueva.

La cruz manifiesta a su vez que es posible acogerse a ella, apostar por ella y ser salvado por ella. Sólo la misericordia y no la fuerza de la razón, la comprensión, y la lógica humana de hacer consideraciones racionales, es lo que vence al mal. Es en el juego vital de la misericordia contra el mal, donde el mal es revelado, por lo que es capaz de suscitar al interior del ser humano y de la historia humana. El crucificado revela que ésta es una humanidad donde al justo se le quita de en medio, donde hay ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres; donde los rostros sufrientes de América Latina y terceros mundos claman justicia a Dios31. Su anonadamiento32 salvador, se vuelve revelador no solo de la fuerza del mal, sino del poder de su misericordia.

Esa doble cabalgata del mal y de la misericordia tiene un nivel de experiencia humana, pero esta es insuficiente para revelar lo que ha sido dado a conocer. La fe dice, contra todas nuestras razonabilidades, que el mal es mayor de lo que nosotros queremos creer, pero dice también que la misericordia es más fuerte, contra lo que permite palpar la vida real, ya que la misericordia es silenciosa, pero activa, cual semilla fecunda, experiencia grata o suave olor que todo invade.

Ignacio en la Primera Semana coloca otros coloquios igualmente importantes33, pero hay que resaltar que la misericordia es el eje de la Primera Semana. Ha de notarse igualmente, que quienes han vivido esta experiencia tienen que ser hombres y mujeres que viven y actúan con misericordia; esto permite decir, entonces, que es posible crear una Igle-

29 Cfr. 1 Jn 4, 16.

30 Cfr. Ef 2, 4.

31 Cfr. Puebla 28-39.

32 Cfr. Flp 2, 6-11.

33 Cfr. EE 53, 63, 71.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo sia de la Misericordia o samaritana, que nace de la experiencia del encuentro con el crucificado.

Nuestra humanidad sumergida en medio del sufrimiento, la injusticia, el hambre, la opresión..., por la falta de solidaridad, de perdón, reconciliación... exige a quienes hemos conocido «el amor de Dios» hacernos presentes junto al camino, para ser prójimos de quienes están a la deriva, de quienes no tienen voz, de quienes son considerados estorbos e improductivos y están al margen de toda posibilidad de vida digna. Allí en medio de tanta soledad y sufrimiento la Iglesia encuentra su lugar.

Nuestra América Latina aquejada de sufrimientos y dolores, eleva cada día «un clamor más tumultuoso» de un pueblo que sufre y reclama justicia, libertad, respeto por los derechos fundamentales de los hombres y de los pueblos y allí, en ese padecer del pueblo, es donde la Iglesia ha de ser samaritana y ha de seguir dando testimonio de un serio compromiso con la justicia y dignidad humana; por eso la Iglesia ha de buscar defender los intereses del pueblo despojado.

Hoy más que nunca sigue vigente, lo que determinados sectores de la iglesia han criticado, combatido, reprimido y marginado, porque confundidos por no entender que el anuncio del Reino exige compromisos reales y radicales con la realidad, no han visto como venido de Dios y gracia para la Iglesia la Opción por los pobres, pues han hecho un reduccionismo a intereses sociológicos y económicos, cuando la realidad sigue clamando justicia y buscando quien se coloque al lado de quien no tiene derechos, padece hambre, sufre explotación, experimenta soledad y abandono... y allí hemos de estar como Iglesia. Además, asumiendo la causa de la justicia de los pobres, la Iglesia se coloca en el más puro seguimiento de Jesús, porque el compromiso de Jesús fue un compromiso con los más necesitados.

En la medida que la Iglesia crezca y siga siendo cada vez más samaritana gana no solo credibilidad, sino que su misión de anunciar el Evangelio a todos los pueblos, muestra su fuerza de liberación; por eso el colocarse de lado de los que no tienen nada, de los que sufren toda clase de dolencia, padece situaciones de injusticia de cualquier orden... está en plena consonancia con lo que exige el Evangelio.

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Nuestro Dios siempre ha estado al lado de los que padecen en su humanidad, por eso lo encontramos en el Antiguo Testamento como liberador de oprimidos y defensor de los pobres que exige de los seres humanos fe en él y justicia para con el prójimo; por eso, no es un Dios de rezos, ascetismos e inciensos, porque lo que le agrada es «buscar lo justo, socorrer al oprimido, hacer justicia al huérfano»34. Y en Jesús se corrobora ello, cuando más que la observancia de la ley, el valor más importante es «la justicia, la misericordia y la fidelidad»35 .

En el Nuevo testamento, se constata que la verdad de la relación con Dios pasa por la verdad de la relación con los demás36. Está bien con Dios quien está bien en términos de Justicia y amor con los demás seres humanos37. La Iglesia, por tanto, ha de ser descentrada por la misericordia, y es

El ejercicio de la misericordia lo que pone a la Iglesia fuera de sí misma y en un lugar bien preciso: allí donde acaece el sufrimiento humano (...) El lugar de la Iglesia es el herido en el camino (...) el lugar de la Iglesia es «lo otro», la alteridad más radical del sufrimiento ajeno, sobre todo el masivo, cruel e injusto38

El coloquio ante el crucificado (EE 53) es particularmente revelador. El crucificado manifiesta dos dimensiones: la profundidad trascendente del mal (expresado en el triple coloquio, EE 63) y de la realidad victoriosa de la misericordia. El coloquio lleva al ejercitante a que «mirando en mí mismo, (vea) lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo y lo que debo hacer por Cristo» (EE 53) y tomar conciencia de la propia realidad para ver, no cómo sale de aquí, sino cómo sigue en adelante. La Cristología de este coloquio, muestra lo que le sucede no al ejercitante por sus pecados sino a Cristo por ellos (así a morir por mis pecados). Viéndole colgado así en cruz, sólo queda «discurrir por lo que se ofreciere» (EE 53) y volver la mirada sobre sí mismo para ver qué puede brindar a cambio.

34 Is 1, 17.

35 Mt 23, 23.

36 Cfr. 1 Jn 4, 20-21.

37 Cfr. Mt 25, 31-46.

38 JON SOBRINO, Op. Cit., p. 39.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

La conversión es el camino de la ruptura, del cambio. Un cambio de mentalidad para dejarse guiar por los criterios del Evangelio que abren al ser humano y transforman la sociedad y la Iglesia, y no por los criterios del «mundo y de la carne» que encierran, oprimen y atan. Es suscitar un cambio en la praxis de actuar según Jesús, y no según el egoísmo, es nacer de nuevo según la vida del Espíritu que reviste de Cristo. Convertirse y seguir a Jesús, es salir progresivamente de todas las formas de ceguera. Esta muchas veces se presenta de forma nueva y seduce hacia el mal y la infidelidad al amor misericordia.

Los otros dos coloquios se desarrollan así: ante Nuestra Señora, el Hijo y el Padre (EE 63). El siguiente coloquio es ante Cristo nuestro Señor (EE 71).

En el número 63 de los Ejercicios, encontramos un coloquio de alta densidad teológica, conocido como el triple coloquio que Ignacio reserva para las grandes ocasiones39, donde Cristo figura como Hijo, por la relación filial con los otrosdosinterlocutores (María40 y el Padre).

Convertirse y seguir a Jesús, es salir progresivamente de todas las formas de ceguera

En otro coloquio (EE 71), Cristo es invocado como centro de la historia, no sólo en referencia cronológica sino en torno a quien se decide la salvación o no de todos.

Ahora, al mostrar cómo la misericordia es el eje en el cual el crucificado se revela, es importante volver los ojos al Principio y Fundamento (EE 23). Esta perspectiva de la misericordia ayuda a descubrir el papel del Principio y Fundamento Ignaciano.

39 Cfr. EE 147, 156, 168, 199.

40 María está presente en el camino de los Ejercicios, en el tercer Ejercicio de la Primera Semana, luego continuamente en la primera mitad de la Segunda Semana y reaparece finalmente en la fase conclusiva de la Tercera y al comienzo de la Cuarta, con el fin de obtener para los seres humanos acceso a Jesús, su hijo y Señor, desde su mediación. «Nuestra señora nos hace cambiar de personas débiles (Primera Semana) a personas fuertes (Segunda Semana), de personas tristes (Tercera Semana) a personas gozosas (Cuarta Semana)» PETER HANS KOLVENBACH, Decir... al «indecible», p. 143.

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NECESITADOS DEL AMOR-MISERICORDIA.

-EL CONOCIMIENTO INTERNO DEL SEÑOR, PARA MÁS AMARLO Y SEGUIRLO-

La Primera Semana más que conducir a la «confesión general» lleva a encender el corazón y a desear darlotodo por el Señor, que se esclarece en la meditación del Rey Eternal (EE 91-98), clave y puerta de entrada a la Segunda Semana, por ser el ejercicio previo a todas las contemplaciones de la vida de Jesús. Es decir, es un segundo Principio y Fundamento, pues no forma parte de la Segunda Semana. La meditación que sigue (sobre la encarnación) se llama: primer día, primera contemplación (EE 101).

Mediante esta parábola del Rey Eternal el ejercitante comprende la grandeza, el riesgo y a la belleza de la empresa propuesta por Jesús, y se siente impelido a la entrega de sí, una entrega más total que la que haría a un monarca, a un líder, o una ideología.

Después que el ejercitante ha experimentado el doble impacto del mal y la misericordia y con la seguridad del triunfo de ésta, ha llegado al momento de decirle que dicha misericordia, esa voluntad amorosa más fuerte que el mal, sólo actúa por y a través de los seres humanos: por medio de la persona de Jesús y de todos aquellos que quieran vivir como El y para El.

Ignacio presenta la misericordia como la actitud fundamental de Jesús, como el amor actuante y eficaz, que busca liberar al ejercitante de sus necesidades y miserias. Dios es Dios de misericordia porque entró en la historia para liberar totalmente a los seres humanos de todas sus miserias, incluidos el pecado y la muerte.

Es así como Jesús presenta un Dios que prefiere la misericordia y exige la reconciliación, la fraternidad, el compromiso de la justicia para que el culto sea verdadero41. Más aún, lo que los profetas predicaron «misericordia quiero y no sacrificios»42 va a ser vivido por Jesús. Es

41 Cfr. Mt 5, 23-24; 7, 21-23; 21, 12-17.

42 Os 6, 6.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo Jesucristo quien «siendo de naturaleza divina, no insistió en ser igual a Dios, sino que hizo a un lado lo que le era propio, y tomando naturaleza de esclavo nació como hombre»43. El se hace pobre. Pero no sólo esto, sino que corre con la suerte del pobre, hasta ofrendar la vida.

Darle sentido y significado al amor-misericordia en el mundo depende de nuestro compromiso real, activo, sincero con «los pobres» de los que hemos visto y oído hablar a través de diversos documentos eclesiales44 y que «estarán siempre con nosotros»45. Tal es el llamado a ser testigos de Jesús. Sin embargo, quien es objeto de misericordia no debe sentirse humillado sino como hallado y revalorizado; tal actitud implica la compasión hacia todos los seres humanos, especialmente hacia los que sufren, que son las mayorías de la humanidad.

Quien es llamado a vivir la misericordia debe mantener el vivo deseo de ser «más prestos a salvar la proposición del prójimo que a condenarla» (EE 22) para llegar al querer de Dios que desea que todos los hombres asuman la condición de hijos-hermanos46 .

El ejercitante a partir de esta Segunda Semana se pone a rehacer imaginativa y volitivamente todo el currículo vital de Cristo en un deseo de hacerse presente en sus acontecimientos (EE 114), de participar en sus sentimientos y trances (EE 203), de conocerle a fondo y seguirle (EE 104, 130, 140) y de irse configurando con él (EE 130, 206, 229). Jesús es el centro de atención inmediata y de reflexión al mismo tiempo.

La Cristología de estas semanas (Segunda, Tercera y Cuarta) se desdobla en la serie de «misterios de la

43 Filp 2, 7.

44 Cfr. Puebla 29ss.

45 Cfr. Dt 15, 11; Jn 12, 8; Mt 25, 31-46.

46 Cfr. JUAN PABLO II, Redemptor Hominis n° 10.

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vida de Cristo» (EE 261-312) que contiene cincuenta y un misterios, que Ignacio narra de manera libre y según su propio interés. Es como si hicierasupropioevangelioyacadarelatolecolocasumotivaciónteológica. Los misterios están puntualizados en un conjunto de contemplaciones y consideraciones; la historia evangélica, interpretada por Ignacio, busca que, al seguir las indicaciones, se perciba qué sentimientos y decisiones han de acompañar esta visión.

A partir de aquella voluntad amorosa de Jesús se espera que en el ejercitante vaya tomando cuerpo la decisión de hacer de su vida un cauce de servicio de la misericordia. Esta decisión se irá configurando a lo largo de la Segunda Semana, tomando el camino de determinadas opciones o elecciones concretas (Cfr. EE 163 y 164). Este proceso de gestación se produce en el contacto directo con la persona de Jesús.

Lo que se descubre en Jesús es cómo El es la misericordia en acción y esto es lo que expresa de manera repetida la petición de la Segunda Semana: «demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga» (EE 104). Este «Conocimiento Interno» que se pide es para tener ojos que permitan ver en El la misericordia en acción.

«El Conocimiento Interno» es la petición que permite crear una actitud para orar. Según San Pablo, es una petición de llamado del Espíritu y del cual se toma conciencia por la acción del mismo Espíritu, es el Espíritu el que sugiere qué pedir47. Y el mismo Espíritu hace crecer y da conciencia de lo que se quiere ser. Son dos cosas: el movimiento desde dentro y la vez el ser conscientes.

Aquello que se desea –el Conocimiento Interno– procede de Dios, por pura Gracia y en ello se busca la experiencia y confirmación para crecer en lo que se pide, así como en las exigencias que implica. Por ello, es una petición tan estimulante, continua y constante en los Ejercicios Espirituales. Lo que el Señor está ofreciendo es su Gracia a través de un conocimiento muy afectivo, señalado claramente por Ignacio. Un conoci-

47 Cfr. Rom 8, 26-27.

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miento de este tipo, afecta más al corazón, y evita que el ejercitante tienda a ser poco dócil al movimiento del Espíritu.

Caminar tras las huellas de Jesucristo

Toda experiencia de Dios, sin excepción, es para decirnos lo que El quiere; eso no tiene excepciones nunca

El Conocimiento Interno es masivamente una experiencia; es decir, tiene implicada siempre una experiencia. Aquí Jesús no es contemplado como modelo ascético a imitar, ni comomaestro queda lecciones, sino como opción última qué seguir y piedra angular con qué construir y por la que apostar: la victoria de la misericordia sobre el mal. Este seguir a Jesús es la forma como Ignacio interpreta el Evangelio y lo plasma en los Ejercicios Espirituales. El seguimiento de Jesús es abrazar la utopía del Reinado que él anuncia; la praxis del seguimiento es hacer historia en la cotidianidad lo que significa Reinado de Dios.

El eje de las grandes decisiones en la Segunda Semana es el amor que ha sido vivenciado en la experiencia misericordiosa de la Primera Semana. El seguimiento de Jesús debe hacerse a partir de los desafíos lanzados por él y de las respuestas dadas. Ante la fuerza de la llamada, como irradiación inapelable, surge la libertad para el seguimiento, de desinstalación para ponerse en camino y la gratuidad y entran en el seguimiento.

El Conocimiento Interno es tener la experiencia de la toma de conciencia, con la mayor fidelidad posible del Señor vivo en mí; es la percepción de la acción de su Espíritu, que al fin y al cabo es lo que se percibe, tan finamente, que no haya equivocación en el seguimiento. Toda experiencia de Dios, sin excepción, es para decirnos lo que El quiere; eso no tiene excepciones nunca.

El Conocimiento Interno es, sencillamente, el propósito fundamental de los Ejercicios Espirituales. Por eso aparece a lo largo de los Ejercicios Espirituales. Es la captación de la voluntad de Dios por la inmediatez, a partir de mociones, de lo que Dios quiere de mí. Y eso es tanto más nítido cuanto más limpio sea; es decir, cuanto menos desorden tenga; por eso vemos la trascendencia de la petición en Ignacio, siempre presente en toda oración. Toda oración que no sea para concretar una petición no lleva a nada.

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Desde la primera meditación (Rey temporal), Ignacio propone al ejercitante ese «afectarse y señalarse en todo servicio» en reacción «contra su amor carnal y mundano» (EE 97), para irrumpir luego con las contemplaciones del amor de Dios en acción: Jesucristo. Es así como

En estos ejercicios, muy significativamente llamados 'misterios', se acelera la transferencia del amor propio al amor de Cristo, don del amor de Dios. Es una escalada hacia el amor perfecto, que sube por el coloquio de la meditación de las Dos Banderas y los Tres Binarios cuando todavía hay afecto o repugnancia (EE 157) respecto a las consecuencias del amor de Dios. Es salir del propio amor, querer e interesse (EE 189)48 .

Todo el proceso, en adelante, de los Ejercicios Espirituales, se encamina a sopesar la decisión de seguir a Jesús, de alimentar la decisión tomada y de confrontarla con la diversidad de obstáculos que se presentan. En el mismo texto de los Ejercicios Espirituales se sugiere un esquema de meditaciones que abarca desde la Anunciación hasta la Última Cena (EE 261-289), que permiten contemplar aspectos globales de la vida de Jesús, actitudes y objetivos que definen dicha vida y a través de los cuales se adquiere ese Conocimiento Interno, para descubrir el poder y la acción de la misericordia.

Por otro lado, en esta Segunda Semana, el entrar en elección, es al mismo tiempo entrar en la dinámica de cumplir el fin de los Ejercicios Espirituales de «ordenar la vida», de acuerdo al seguimiento de Cristo. En el se busca respuesta y se lee la propia vida desde un momento dinámico de ¿Qué debo hacer por Cristo?. El es la norma para la elección definitiva.

La Contemplación del Rey Eternal. Es el fundamento para las demás meditaciones y contemplaciones que siguen sobre la vida de Cristo. Para Ignacio la vida de Cristo es no sólo el modelo, sino el principio básico y teológico de la vida espiritual de cada cristiano que, en último término es la asimilación a través de la Gracia con el Señor muerto y resucitado. En esta contemplación está de manera interrumpida la consideración que hace de la vida de Cristo, que descansa sobre el principio básico

48 PEDRO ARRUPE, La Iglesia de hoy y del futuro, Mensajero-Sal Terrae, Santander-Bilbao 1982, 731. En la carta «Arraigados y cimentados en la caridad» n° 7.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo de «trabajar conmigo (...) porque así después tenga parte conmigo en la victoria» (EE 93) porque «quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria» (EE 95).

En esta contemplación se puede decir que hay una mirada penetrante al seguimiento en el aspecto del trabajo y la gloria oculta de la divinidad, junto con un anhelo de conformar la propia vida de acuerdo con la visión que se adquiere de Jesús.

La Cristología del Reinado encuentra su sentido en el llamamiento y la elección que, íntimamente relacionadas, ayudan al seguidor de Cristo a dar respuesta al llamado de Jesús. Es en estado de discernimiento donde el Reinado del Eterno Señor se muestra en conflicto con el misterio del mal que tiene su propia fuerza. La Gracia de la respuesta al Rey consiste en el descubrimiento de que todavía es posible colaborar con Jesucristo en la construcción del Reinado a través de su seguimiento bajo la bandera de la cruz (Cfr. EE 147), donde Jesús muestra que el camino está marcado por lo que él vivió, en una vida de pobreza, trabajos y penalidades desde el pesebre hasta la cruz (Cfr. EE 116).

Quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria

La línea de la contemplación de Jesús se completa con otras meditaciones y contemplaciones que intentan desenmascarar los obstáculos en el seguimiento de Jesús. Estos ejercicios son los conocidos como las Dos Banderas (EE 136-147) y los Tres Binarios (EE 149-156) para disponerse al estado de elección. El problema radica en la elección entre lo aparentemente bueno, lo que intencionalmente puede ser usado como bueno y lo que realmente es bueno; aquí el discernimiento de espíritus es clave, para clarificar los criterios de seguimiento.

En las Banderas, podría decirse que, desenmascara los obstáculos de tipo estructural que dificultan el seguimiento de Jesús. También es una crítica a lo que podríamos llamar ideologías. Por su parte, los Binarios, intentan desenmascarar los obstáculos de tipo personal; es

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como un análisis del subconsciente, para mostrar que antes de tomar una decisión hay que tener el máximo de lucidez ante la increíble y sutil capacidad de autoengaño presente en el ser humano, tanto a nivel personal, familiar, social y eclesial.

Al desenmascarar la capacidad humana de autoengaño se hará comprender, ahora, al ejercitante que el mal y el pecado no consisten en apenas la transgresión de una ley, sino en una fuerza que la ha hecho real en la historia y que se encarna en formas de comportamiento social, que es muy superior a las fuerzas humanas49 .

En el contraste entre las intenciones del «enemigo de natura humana» y las de «el Rey Eternal» coloca frente a frente las posibilidades de opción y de realización de dos tendencias antagónicas, de contradicción total, que aparecen claramente en la vida de Jesús «nadie puede servir a dos señores, nadie puede servir a Dios y a las riquezas»50 , cada tendencia ofrece un camino de posibilidades para la vida que, desde la primera contemplación de la Segunda Semana, se presenta de una manera más fuerte.

En las Dos Banderas se aprecia una relación de estricta oposición con tres escalones, tanto de Cristo como del mal. Jesús propone pobreza, injurias, humildad y de ahí las demás virtudes (EE 146) por un lado, y el mal insinúa riqueza, honor, orgullo y de ahí todos los vicios (EE 142) por otro, se evidencian criterios de seguimiento de la persona de Jesús. Hay conflicto entre las estrategias: porque «Babilonia» es el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios; «Jerusalén» empieza con el amor de Dios y termina con la total entrega de sí mismo.

Además, esimportantenotar latríada conque todalaeleccióntermina «Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales, cuanto salierede su propioamor,querer yinterese»(EE189). Esdecir: liberación del amor propio, de la propia voluntad y del buscarse a sí mismo.

49 Cfr. Rom 7, 14ss.

50 Mt 6, 24.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

En las Banderas, se juega el ser recibido debajo de la bandera de Cristo (EE 147). Allí se pide ser incluido en el género de vida que acabará en el fracaso de la cruz. El seguimiento de Jesús en el amor se hace en una realidad de contradicción, porque la concreción de ese servicio por amor no está en la riqueza, el poder y el honor, sino en la pobreza y el oprobio, el camino del «minus».

Seguida a la meditación de las dos banderas se encuentra como meditación para el «sexto día» las «tentaciones en el desierto». Con esto quiere Ignacio que este día se consagre a la confrontación de Cristo con el mal; esto sugiere la concretización, no sólo bíblica sino real, de lo que se señala en las Banderas.

Se pinta ahora con mayor énfasis que el «Conocimiento Interno del Señor» presupone trabajar. La tentación consiste en querer una anticipación de esa gloria que sólo puede alcanzarse a través de la humillación. El dar culto y servir a la «su divina majestad» mediante el servicio de Dios-hombre es la idea, no sólo del seguimiento del Señor sino de la elección de un estado de vida, porque lo que pide Cristo es el «vacar en puro servicio de su Padre eternal» (EE 135).

Sin embargo, la construcción del Reinado implica no solo el trabajo, sino asumir la cruz. En las dos banderas estamos a la sombra de la cruz y en el centro de los Ejercicios Espirituales, en el punto en que se busca a Cristo, y se es enviado a anunciar el Reinado y a ir camino de la cruz, como fruto de compromiso con el Reinado del Padre y donde se concretiza aquello de «cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal» (EE 53).

Después de pasar las Banderas aparecen los Binarios. Aquí se coloca al ejercitante delante de tres tipos de personas, que quieren hacer el seguimiento de Jesús. Cada una de ellas coloca los medios que cree convenientes para seguirlo. Es un volver sobre sí mismo, para ver qué posee dentro de sí y qué puede ofrecer para el trabajo y así cuando llegue el momento de la elección decida cuál camino elegir y qué entregar de lleno o con cuáles obstáculos se encuentra y qué oposiciones se realizan.

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Este test para averiguar la profundidad de la decisión del ser humano, muestra una profunda visión sobre la problemática de la relación del ser humano con Dios, que se presenta a través de la actitud ante la «cosa adquisita (bienes o cosas)» (EE 153). Aquí se alude al mecanismo de instrumentalización y manipulación que suele hacer el ser humano de Dios. Como dice Ignacio: hacer que «venga Dios donde él quiere» (EE 154). A esta posición opone Ignacio la contraria que pide Jesús: una confianza radical en él; es decir, exige perder todo punto de apoyo en algo ya adquirido; es un «ir a Dios» (EE 154), para lo cual hay que dejar la «cosa adquisita», que puede ser cualquier elemento de la realidad, tanto más sutilmente, cuanto en apariencia son cosas buenas pero no corresponden a la voluntad de Dios. Es un ataque a la espiritualidad de la mera pureza de intención. Ignacio es radical en este punto porque busca no solo purificar el afecto de lo adquirido, sino dejar en efecto lo adquirido, si ése es el modo de buscar a Dios51 .

Ignacio coloca igualmente, antes de entrar en elección, «una consideración que ha de hacerse a ratos por todo el día» (EE 164) y que se conoce como las tres maneras de humildad, que otros denominan grados de amor. Allí el ejercitante evalúa el afecto, descubre la densidad del compromiso que brota del seguimiento de Jesús, porque se quiere crecer en el amor, gracias al deseo de ser puestos en el lugar donde hay más riesgo y establecer allí los detalles más sutiles de entrega y amor. Es al mismo tiempo, la posibilidad de hasta dónde puede llevar el seguimiento, es el dejarse conducir por Dios hasta ser puesto con el hijo que lleva la cruz52 o en términos de san Pablo, llegar a expresar «Cristo vive en mí»53, todo esto, en un tono de apasionamiento y de locura.

La «elección de estado» es un drama espiritual. Este se pinta a la luz de la existencia terrena de Jesucristo. La elección siempre es el «llamamiento del Rey». Esto sólo se puede entender y vivir en función del horizonte planteado en los grados de humildad (amor), y particularmente en el tercero.

51 Cfr. Jon Sobrino, Cristología desde América Latina, CRT, México 1977, 360-362.

52 Cfr. Autobiografía 96.

53 Gál 2, 20.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

En la elección se trata de comprender el modo y grado en que la divina majestad desea llamar a cada cual al servicio de su Hijo crucificado; es decir, la elección es la Gracia que el mismo Ignacio experimentó cuando el Crucificado le dijo en presencia del Padre «quiero que tú nos sirvas», cuando en el camino de Roma el peregrino tiene esta visión en la capilla de la Storta54 . Finalmente, solo triunfará en su elección aquel que esté dispuesto a dar el salto al vacío, a ejemplo de Jesús, que nunca «buscó su propio agrado»55. La opción hecha en favor del seguimiento de Jesús pasa por la implicación en la realidad dolorosa de lo que Cristo padece hoy en la humanidad.

Es

Jesús mismo quien hace el llamamiento y el ser humano quien se dispone al seguimiento

El seguimiento de Jesús no surge de los principios aparecidos en el Principio y Fundamento sino de la aparición concreta e histórica de Jesús. Por eso, lo que se busca es la adhesión a Jesús, en el seguimiento, es decir, en su misión histórica que pasa por el sufrimiento, amor y servicio. Es Jesús mismo quien hace el llamamiento y el ser humano quien se dispone al seguimiento.

La Segunda Semana va en consonancia con el motivo central de toda la vida de Jesús, de su predicación y de su obra que es el Reinado de Dios. El es ya el Reinado y, a su vez, él anuncia el Reinado: bajo el signo delo pequeño,looculto,lo quenohace ruido;asírealizaen lacotidianidad de su existencia el Reinado, lo está presentando no sólo como promesa futura sino como realidad anticipada, signo elocuente de la aceptación y acogida de Dios con la humanidad, de su gratuidad y generosidad, de su misericordia infinita.

La vida de Jesús es un servicio, tan vigoroso y tan comprometido que incluye la idea de dar la vida. Su servicio es el servicio de toda la vida, hasta darla en favor del Reinado. Ese Reinado que adviene con Jesús no se atrae, no se merece, no se calcula, el Reinado es dado. En

54 Cfr. Monumenta Historica Societatis Iesu, Fontes Narrative, Tomo II, 133.

55 Rom 15, 3.

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Mc 10, 45 había dicho que era un servicio salvador. Ignacio en su amor apasionado por Jesús, el amor loco a la vida verdadera, presenta que «no es posible ser compañero de Jesús sin compartir su locura, renunciando a figurar como «sabio ni prudente en este mundo» (EE 167)56 .

El anuncio del Reinado es una realidad en la persona de Jesús. Ante él no queda más que responder. Algunos lo aceptarán siguiéndole; otros lo evitarán hasta el repudio.

Es el amor del hombre lanzado al encuentro del amor de Dios. El punto de encuentro es la persona de Cristo, de quien el ejercitante pide insistentemente tener conocimiento interno del Señor, para que más le ame y le siga (EE 104, 113, 117, 126). Este ciclo central -Rey Temporal, Dos Banderas, Binarios, Maneras de humildad- purifican el amor hasta llegar a una inversión total57 .

El hombre-Dios, que pasó haciendo el bien, enseña a vivir como cristianos y en comunión con Dios Padre, y a vivir como seres humanos, porque seguir las huellas de Jesús es una tarea inacabada a través del camino de la vida, en identificación con sus actitudes, sus valores que encarnó en las circunstancias de su tiempo y que ahora nosotros debemos encarnar en las circunstancias actuales.

«TOMAR

PARTE EN SUS SUFRIMIENTOS Y LLEGAR A SER COMO ÉL EN SU MUERTE»58

En la Segunda Semana se ha encontrado el ejercitante con la contemplación de Alguien que vive para el Reinado y que es el Reinado mismo en cierto sentido, de modo que su vida tiene profundidad y trasciende la de una vida cualquiera. Por eso era preciso «el Conocimiento Interno» que acerca a la divinidad y a su vez muestra la misericordia por la actuación de Jesús. ¿Qué se espera al final del recorrido de la Segunda Semana? Que el ejercitante aquilate su decisión de seguimiento del Señor,

56 PETER HANS KOLVENBACH, Decir... al «indecible», p. 119.

57 PEDRO ARRUPE, La iglesia de hoy y del futuro, p. 732-733. En la carta «Arraigados y cimentados en la caridad» n° 11.

58 Flp 3, 10.

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adquiera claridad en la elección, así como entusiasmo y amor para seguir adelante en el compromiso.

Caminar tras las huellas de Jesucristo

SeguiraJesús,fielhastalacruz, es la propuesta de la Tercera Semana de los Ejercicios. La pasión de Cristo es el centro de las contemplaciones de esta Tercera Semana. Ignacio presenta la cruz de Jesús como consecuencia de su fidelidad a la misión del Padre; el sufrimiento, el dolor y la muerte son consecuencia del seguimiento. La cruz es la prueba de la existencia del mal, del pecado, de la injusticia en el mundo y en el ejercitante. Jesús no asumió en primer término el sufrimiento para asumir de este modo la condición metafísicamente limitada del ser humano; eso no le llevó a la cruz. Jesús asumió una situación histórica conflictiva en la que el amor sucumbe ante el poder opresor, y por ello sufre y muere en la cruz59. No olvidemos que «por mis pecados va el Señor a la pasión» (EE 53, 193, 197) y el Señor que se entrega «por mí» es lo que se presenta en la pasión según Ignacio.

La omnipotencia divina se revela en la impotencia humana, Ignacio lo acentúa aún más por la selección que hace del material evangélico. El Cristo de los evangelios es más activo durante la Pasión que el Cristo de la Tercera Semana de Ignacio (...)Toda la iniciativa, tanto de hechos como de palabras, corresponde a los «enemigos» que la divinidad «podría destruir... y no lo hace» (EE 196) (...) la Pasión es claramente lo que Jesús se abstiene de hacer (196) (...) la omnipotencia de Dios se esconde en la impotencia de Jesús (...) se manifiesta en el don y perdón divinos (...) donde su gloria estalla perdonando y entregándose al Padre (EE 297)60

59 Cfr. JON SOBRINO, Jesucristo Liberador, Trotta, Madrid 1991, 253-272.

60 PETER HANS KOLVENBACH, La pasión según san Ignacio, p. 66.

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Ahora lo que sigue es mantener al ejercitante a través de las dificultades que van a aparecer en su opción y que son mayores a las fuerzas propias. Incluso son dificultades inesperadas y resultan ser de mayor poder que las que se vislumbraban en el momento de la elección. Si se hubiesen visto en ese entonces, lo más seguro es que no se asumiera el compromiso por el cual se optó y en la experiencia en la cual, el corazón le ha hablado al corazón. Con apartes del testimonio de Lucía Vertruse se puede ilustrar lo anterior.

Soy una de las religiosas que ha sido violada por las milicias serbias. Le escribo sobre lo que me ha acaecido a mí y a mis hermanas Tartriana y Sendria. (...) ha sido una experiencia atroz, que no se puede comunicar más que a Dios, a cuya voluntad me entregué cuando me consagre a él con los votos de pobreza, castidad y obediencia. Mi drama no es sólo la humillación que he sufrido como mujer (...) sino la dificultad de inscribir en mi fe un acontecimiento que es parte de la misteriosa voluntad permisiva de Aquel al que yo continúo considerando mi Esposo divino.

Había leído pocos días antes la obra «Diálogo de carmelitas» de Bernanos y me había surgido pedir al Señor morir mártir. El me ha tomado la palabra, pero ¡de qué manera!.

(...) desperté ya de día y mi primer pensamiento fue el de la agonía de Jesús en el huerto. Se desarrolló en mí una lucha terrible (...) recité el himno de la liturgia «En esta hora, en el Gólgota, el verdadero cordero pascual, Cristo, paga el rescate por nuestra salvación» (...) Dije despacio: «hágase tu voluntad ahora, sobre todo ahora, que ya no tengo más apoyo que la certeza de que Tú, Señor, estás a mi lado» (...) Dios (...) me indicará el camino para seguir su voluntad (...)61 .

Hacer de la propia vida cauce y transparencia de una misericordia a la que se le reconoce como sentido único y raíz de todo, suena a programa maravilloso, pero los contenidos reales de dicho programa pasan por otro sendero, muchas veces solitario, sufrido, agotador... Por eso, en los Ejercicios Espirituales la pedagogía será hacerle vivir al ejercitante de antemano todas las dificultades, para que cuando aparezcan en la vida

61 Lucía Vertrusse, El señor me ha admitido al misterio de su vergüenza: Revista misionera católica «Sin Fronteras» 171 (Septiembre de 1995) 6-7.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo no se sienta desprevenido, ni que le jugaron de otra manera no pactada. Dios no da problemas, da regalos -decía mi padre ante su enfermedad terminal- que permite vislumbrar como en esta Tercera Semana, el ejercitante vive los sufrimientos en Aquel a quien sigue y que ahora lo supone todo para El, de tal manera que es no sólo testigo, sino partícipe de esta dificultad, ante la cual no deberá echarse para atrás cuando llegue «la noche oscura». Es vivir en plenitud el ser puesto con el Hijo62 .

El proceso cristológico del texto de los Ejercicios Espirituales no evade la dinámica del conflicto. Esta no significa la práctica de la violencia; por el contrario, es la dinámica que posibilita el soportarla, cosa que queda verificada en la cruz de Jesús y que se vive de manera intensa en esta Tercera Semana.

La petición que acompaña esta semana, «Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado» (EE 203), no es para dolerse por los sufrimientos de Cristo sino para ser partícipe de dicha dificultad, que tarde que temprano llegarán, e incluso pedirán hasta dar la propia vida, como quien cumple una tarea más. Es el extremo anonadamiento del cual habla san Pablo63, así como sentir en la propia vida lo que significa y conduce la «sabiduría de la Cruz»64 .

En la Tercera Semana la finalidad camina por la compasión. Ella se expresa en la petición y en una situación de ejemplaridad, expresada en la recomendación ignaciana de «considerar cómo la divinidad se esconde» (EE 196). El esconderse de la divinidad es quizás la raíz de las dificultades del seguimiento que no sospecha el ejercitante, ilusionado por la belleza del programa bandera del Rey Eternal. Al plantear que la «divinidad se esconde» Ignacio pareciera hacer referencia al silencio de Dios, que se manifiesta en el abandono del Padre, la radical discontinuidad de la vida de Jesús, la tragedia objetiva y específica de su muerte.

62 Cfr. autobiografía 96.

63 Cfr. Flp 2, 1-11.

64 Cfr. 1 Cor 1, 17-31.

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La divinidad escondida, se revela en quien es víctima a lo largo y ancho de este mundo, y también se muestra moviendo a compasión el corazón de otros samaritanos solidarios del dolor y sufrimiento humano.

La recomendación de ver «como la divinidad se esconde» (EE 196) crea una situación de ejemplaridad. Porque apunta a la dinámica de la total entrega, donación, vaciamiento de Jesús que el ejercitante ha de hacer vida en él. El amor de Dios está ocupado en liberar el corazón humano. Está atareada la divinidad en remendar el corazón, en curar las heridas, en acompañar soledades y sufrimientos, en alimentar la esperanza de un futuro mejor. Dios está allí detrás de tanto dolor, trabajando y asumiendo la redención de la humanidad.

Igualmente al «Considerar lo que Cristo nuestro Señor padece en la humanidad» (EE 195) Ignacio presenta al ejercitante cómo toda la vida de Cristo es redentora y no únicamente su muerte. El carácter salvífico de la Cena se hace presente en la persona de Jesús en sus acciones y palabras cuyo significado trascendente sólo será comprendido por los suyos después del acontecimiento de la resurrección.

El ocultamiento de Dios coloca al ejercitante ante: el quiebre entre el anuncio de la irrupción del Reinado hecha por Jesús y su discontinuidad ante la realidad de la cruz

Esencial en la vida y la misión de Jesús fue la convicción de que el Reinado «está cerca». En las narraciones de la cruz, sin embargo, para nada aparece esa cercanía ni los signos concretos de su advenimiento. En la cruz no se ve que Jesús pensase que, por fin, los ciegos van a ver, los tullidos van a caminar y a los pobres se les va a anunciar la buena nueva... Y no solo no se ve nada de eso, sino que, por el contrario, se ve el poder agigantado del antirreino que triunfa sobre el Reino65 .

Tal discontinuidad adquiere un carácter mucho más llamativo en la relación de Jesús con su Padre Dios (el silencio).

65 JON SOBRINO, Jesucristo Liberador, p. 304.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Por otra parte, la Pasión debe ser leída en medio del contexto histórico actual. Puebla, Santo Domingo muestran como Cristo sigue sufriendo y padeciendo en medio de los pueblos de los terceros mundos66 . Rostros concretos manifiestan situaciones de muerte de hombres y mujeres que como «corderos» son llevados al degüello, muchas veces no abren la boca. Ellos son los seguidores del siervo sufriente67 que sigue en este camino de la historia. La pasión continúa todavía.

La Tercera Semana invita a descubrir dónde la divinidad sigue escondida. La mirada se ha de colocar en medio de los trabajos por la justicia, del respeto a los derechos humanos, del cese de la violencia... Son hechos en favor de la vida lo que ilumina la relación de la justicia que brota de la fe68. En medio del absurdo y la falta de sentido que muchos experimentan durante toda su vida, debe aparecer, al menos, un signo claro de que ésta no es la verdadera realidad porque «El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza»69. La mirada puesta en medio de la historia de dolor y sufrimiento para comprender que «La experiencia del Dios revelado es una experiencia histórica, no sólo en el sentido de que se da en la historia, (...)sino que se da a través de la historia (...) es tomar el partido del débil»70 .

Como dice el Padre Arrupe:

¡No, la justicia no basta! el mundo tiene necesidad de una cura más fuerte, de un testimonio y unas obras más eficaces: el testimonio y las obras de la caridad. Cuando se leen los titulares de los periódicos y se reflexiona mínimamente sobre lo que puede ser la causa más profunda de un tan bajo nivel en las relaciones humanas -tanto en el plano familiar como en el plano cívico, o del trabajo, o de las relaciones económicas o internacionales-, cualquier explicación que se dé en términos de justicia

66 Cfr. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, 1979, n° 28ss; IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, 1992, n° 159-163; 178- 181.

67 Cfr. Is 52, 13 – 53, 12.

68 Rom 9, 30.

69 Sal 34, 19.

70 FRANCISCO TABORDA, Sacramentos, praxis y fiesta, Paulinas, Madrid 1987, 107.

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y de injusticia resulta insuficiente. Nunca se ha hablado tanto de justicia y nunca ha sido tan flagrante su desprecio71

Esta Tercera Semana y sus consecuencias, no son un obstáculo marginal e innecesario que podría ser apartado del camino. Es la experiencia de la realidad del seguimiento de Jesús que implica la cruz. En la lucha frontal contra el mal, éste maquina la muerte de quien, en nombre de Dios y siguiendo la divina voluntad, intenta crear una alternativa en medio de la realidad de muerte y destrucción, le llegarán persecuciones... e incluso la muerte, porque «los que los maten, creerán que ofrecen culto aDios»72 .

El actuar de Jesús se realiza en un mundo irredento y pecador dentro del cual su actuar no podía ser sino de contraste con la realidad. Jesús anuncia el Reinado de Dios como una nueva creación en franca y directa contradicción con las posibilidades del mundo. La divinidad no se esconde por miedo, porque no puede hacer nada; se oculta en nuestra vida, allí donde hacen falta señales de su misericordia o donde su manifestación aparece como precaria y ante la cual hay que hacer algo. La Divinidad no abandona; podemos sentir su ausencia o una desolación, sin embargo, hemos quedado con la Gracia necesaria para resistir (Cfr. EE 324) y saber que sólo Dios es quien saca de allí.

Al contemplar la cruz se descubre hasta donde llega el mal, pero también hasta dónde llega el amor. Jesús en la cruz logra poner en el mundo un amor mucho más grande que todo el odio que podemos acumular los seres humanos a lo largo de la historia. La cruz lleva hasta un mundo situado más allá de toda justicia; al universo del amor; un amor distinto hecho a la medida de Dios. Al contemplar la cruz se descubre hasta donde llega el mal, pero también hasta dónde llega el amor

71 PEDRO ARRUPE, La iglesia de hoy y del futuro, p. 760. En la carta «Arraigados y cimentados en la caridad» n° 68.

72 Jn 16, 2.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

La cruz enseña que no se trata de cerrar los ojos a la realidad negativa del mundo, sino de negar la realidad con los ojos bien abiertos. En la cruz se revela la forma más sublime del amor; el Dios cristiano ama hasta sufrir (prueba del verdadero amor). Amar al enemigo y al pecador, es amar de la forma más sublime; por eso seguir el camino de Jesús es hacer real en la historia el amor de Dios manifestado en la cruz.

Quien ama, sirve... y sigue a Jesús, no crea cruces para los demás con su egoísmo, sino que se compromete para construir un mundo en el que sea menos difícil amar, vivir en paz, alcanzar la fraternidad, etc. El seguimiento implica la denuncia de situaciones opresoras, así como el anuncio y realización con hechos concretos de justicia, de solidaridad y de amor. Este compromiso acarrea como consecuencia conflicto, crisis, confrontación y sufrimiento... es decir, cargar con la cruz tal como lo hizo Jesús. Esto exige solidarizarse con los crucificados de este mundo, que es donde está Dios escondido en el rostro de aquellos que sufren. Un compromiso con Jesús lleva a oponernos tenazmente a las prioridades, los valores de este mundo. Desenmascarar y denunciar sus falsos valores y prácticas, ocasiona sufrimiento. Se sufre a causa de una justicia mayor. Se sufre sin odiar, se soporta la cruz sin huir de ella y se la lleva por amor a la verdad y a los crucificados por quienes se ha decidido dar la vida.

La cruz de Jesús es la demostración y expresión de un modo creíble del amor de Dios a los crucificados y a la manera como Dios ama a los hombres y mujeres. En la cruz, Dios ha pasado la prueba del amor, para que podamos creer también en el poder triunfador de su resurrección. Ella alimenta la esperanza de que el futuro no está del lado de los que no tienen corazón sino de los crucificados injustamente. Por ello la esperanza de los crucificados es sólida: es manifestación no sólo del poder, sino del amor de Dios.

Finalmente, para aquellos que siguieron a Jesús, para aquellos que fueron testigos de su vida y de su praxis, de su muerte y de su resurrección, para las primigenias comunidades y, en definitiva, para el cristiano toda hambre es calmada, todo dolor superado, toda muerte vencida en Cristo. El se ofrece, se hace pan de ofrenda, pan que sacia el hambre de la humanidad. Esta es la experiencia que Ignacio consigna en la Tercera Semana, proponiéndole al ejercitante asumir el sufrimiento

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como Cristo lo asumió. Se trata de una auténtica compasión cuya base es el amor-misericordia.

La experiencia de la cruz, se vuelve para la Iglesia la tarea de estar junto a las víctimas, no por una cuestión ética, sino por amor, que brota del mismo seguimiento del Señor.

El herido en el camino es el que des-centra a la Iglesia, el que se convierte en el otro (y en el radicalmente otro) para la Iglesia. La reacción de la misericordia es lo que verifica si la Iglesia se ha des-centrado y en qué medida lo ha hecho73 .

El sufrimiento de la humanidad es el sufrimiento mismo de Dios y la Iglesia no puede evadir esta realidad, ni la responsabilidad de estar al lado de, en favor de las víctimas, pues eso lo hizo el Señor.

En cuanto la misma Iglesia se ha ido haciendo ella misma Iglesia de los pobres, se ha convertido en símbolo real de los pobres, que no solo apunta a la verdad desde fuera, sino que la expresa en sí misma. Una Iglesia encarnada en el mundo de los pobres, que defiende su causa y participa en su destino de persecución y muerte, muestra visiblemente la realidad de los pobres del mundo74 .

¡ES EL SEÑOR!75

La muerte no es la última palabra de Dios sobre Jesús, ya que le resucitó de entre los muertos. La Cuarta Semana, reverso de la moneda de la Tercera, muestra lo inseparable de estas dos. Por eso, aunque el ejercitante está prevenido en lo que puede sobrevenir sobre sí, no hace falta que sólo lo conozca y lo prevea. Es preciso que sepa que tiene sentido, y que tal sentido ha sido revelado en la resurrección de Jesús.

Con el evento de la resurrección como acontecimiento glorificador yjustificadordeJesucristo, delaverdaddesusactitudes, comomanifesta-

73 JON SOBRINO, El principio-misericordia, p. 40.

74 Ibíd., p. 221.

75 Jn 21, 7.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo ción de lo que es el Reinado de Dios en su plenitud, como Epifanía del futuro prometido por Dios, los Ejercicios Espirituales, adquieren y expresan todo su significado.

La resurrección no

borra la cruz, ni

Esta etapa de los Ejercicios, exigen aún más, silencio interior y exterior, pues, se trata de penetrar hasta lo más profundo de la miseria, de las injusticias, de la muerte de los cristos crucificados de hoy, y detectar ahí la presencia activa, dinámica, irresistible, esperanzadora de la semilla del resucitado. La resurrección no borra la cruz, ni suprime el carácter particular de la misma, sino que es el sentido de la cruz. La experiencia de la resurrección, lejos de borrar la vida histórica y la muerte, dirige la atención a la vida histórica de Jesús.

suprime el carácter particular de la misma, sino que es el sentido de la cruz

La resurrección no es un prodigio, una casualidad afortunada, sino el fruto de un don de Dios, fruto de lo que anunciaban sus palabras, realizaba en sus acciones, en su muerte. La resurrección no quitó el escándalo, ni la oscuridad de la condena-muerte de Jesús, por eso, la resurrección es la confirmación de la pretensión de Jesús, porque es aceptación de su muerte.

En los diferentes puntos propuestos sobre la resurrección, por Ignacio, presenta doce contemplaciones. La pretensión no está tanto en insistir sobre la realidad del hecho de la resurrección, cuánto en avivar la esperanza.

La resurrección debe entenderse como la total y exhaustiva realización de la realidad humana en sus relaciones con Dios, con el otro y con el cosmos. La resurrección es, pues, la escatologización del hombre que ya alcanzó el fin del proceso evolutivo y quedó inserto en la realidad divina. Con la resurrección, Cristo no dejó este mundo, sino que lo penetró en profundidad y ahora está presente en toda la realidad, del mismo modo como Dios está presente en todas las cosas: «Yo estoy en vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). La fe cristiana vive de esta presencia y desarrolla una óptica que le permite ver toda la realidad pe-

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netrada por los resplandores de la Resurrección. El mundo se ha hecho por la resurrección de Cristo, diáfano y transparente76

En la resurrección se alimenta de una manera vital la esperanza. Por eso, Ignacio, quiere que el ejercitante mire «el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae» (EE 224). Y es allí donde se experimenta la cercanía de Dios que se traduce en esperanza para el presente de la historia. El anuncio del Reinado exige este tipo de esperanza. El seguimiento necesita de este tipo de consuelo, para crecer en la entrega para la misión, difícilmente lograda de otra manera.

Este sentido nuevo de la esperanza, más allá del actuar humano, permite al compañero de Jesús seguir adelante con el seguimiento y el anuncio del Reinado. Porque

Allá donde se sigue anunciando que el Reino de Dios está cerca, allá donde se anuncia el Reino como buena noticia a los pobres, ocurre de nuevo el escandaloso milagro de la esperanza77 .

La Cuarta Semana lleva al descentramiento del gozo. «El oficio de consolar» mueve a un compromiso en la sociedad. Es allí dónde el ejercitante se hace hermano del otro, pobre y necesitado, no sólo en la reconciliación como éxo-

76 LEONARDO BOFF, Jesucristo y la liberación del hombre, Cristiandad, Madrid 1981, 217-218.

77 LEONARDO BOFF, Liberación con espíritu - apuntes para una nueva espiritualidad, 153.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo do de su mundo, sino en el encuentro gratuito de comunión de vida y aún de bienes. Es un salir de sí, para una entrega incondicional que lleva a la consolación al que está necesitado de liberación y redención. Es salir a hacer misericordia: ser samaritano de aquel que cayó en manos de los ladrones78 .

El gozo vivido nace porque se experimenta que Dios impulsa a la entrega, aunque ello implique dolor, riesgo, trabajo, renuncias, búsqueda de una mayor pobreza, búsqueda de una mejor entrega incondicional al querer de Dios, en un servicio misericordioso a los hermanos. En suma, es una entrega para vivir en comunidad.

La Cuarta Semana ilumina la Tercera no en cuanto le niegue a ésta su brutalidad, sino en cuanto le niega la última palabra. Por eso, la función consoladora de la Cuarta Semana intenta evitar que la dureza de la Tercera quede reducida a empeño y fuerza de voluntad. Lo surgido de la fuerza de voluntad y del imperativo categórico endurece e insensibiliza a las personas, mientras que lo nacido del cariño, de la sensibilidad, de la entrega de sí, del afecto, no endurece sino que abre la disponibilidad de dar el corazón, de la entrega total, porque se conmueven el corazón y las entrañas, y el ser humano se siente movido a compasión79 .

Esta revelación de sentido, dada por la resurrección de Jesús, es lo que cuenta para ser cauces de la misericordia. Este sentido transforma el corazón y recrea seres humanos cercanos, compasivos, bondadosos. Una vez más en la resurrección se revela que es en la debilidad donde aparece la fuerza de Dios80 .

Al culminar los Ejercicios Espirituales la capacidad de servir, elegir y decidirse por un proyecto de alabanza y gloria de Dios se impregna de afecto, del amor de Jesucristo. Se profundiza la acción del Espíritu que ha trabajado nuestra libertad hasta hacernos hijos en el Hijo, para el Padre y para siempre.

78 Cfr. Lc 10, 25-37.

79 Cfr. Mc 6, 34.

80 Cfr. 1 Cor 1, 24.

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¿Qué ha sucedidoen los apóstoles? La transformación vivida por los seguidores de Jesús se da el paso del escándalo y la debilidad a la valentía de entregar al igual que el Maestro. Ellos han sido transformados por el «oficio de consolador del Resucitado». Es dar cumplimiento a lo anunciado por el mismo Jesús antes de iniciar el tránsito final de la cruz.

Les aseguro que ustedes llorarán y estarán tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en alegría. Su corazón se llenará de alegría, una alegría que nadie les podrá quitar81 .

En medio de la aparente ausencia de consuelo, y a partir de un gesto del resucitado, se iluminan de repente todas las oscuridades anteriores. Esta experiencia se repite en el ejercitante para que con ojos nuevos logre un «Conocimiento Interno», en el que sea capaz de descubrir, que debajo de todo este dolor que padece nuestro mundo se halla la resurrección.

El oficio de consolar, es lo que anima a los primeros cristianos en el seguimiento de «Jesús, mi Señor», un testimonio de ellos es lo que escribe Pablo en la Segunda Carta a los Corintios, en la cual repite ocho veces las palabras consolar y consolación:

Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, y nos consuela en toda tribulación nuestra para poder consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo conque nosotros somos consolados, pues así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación, y si somos atribulados lo somos para consuelo y salvación nuestra y si somos consolados lo somos para el consuelo que os hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos82 .

La Consolación, partiendo de allí, es absolutamente impensable sin dolor.

81 Jn 16, 20.22.

82 2 Cor 1, 3-7.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Consolar es volver a construir, reafirmar, restablecer. Eso es lo que realmente hizo Jesús con su gente. El Resucitado los vuelve a reconstruir. Los confirma en la fe que habían perdido. Consuela a sus amigos. La preocupación de Jesús es la no desintegración de la comunidad. Reafirma a las personas, reanimándolas desde dentro.

Nuestra Iglesia Latino americana, reconfortada por el resucitado, se siente movida a hacer misericordia, porque es

una Iglesia que siente gozo, y por eso puede mostrarlo. Y de esta forma -cosa harto olvidada-, la Iglesia puede comunicar in actu que su anuncio, de palabra y de obra, es eu-aggelion, buena noticia, que no sólo es verdad, sino que produce gozo (...) una Iglesia de la misericordia «se hace notar» en el mundo de hoy. Y se hace notar, de manera específica, con credibilidad83.

Amaneradeejemplodelaexperienciadescritaanteriormente,quiero presentar aquí el testimonio personal, que sintetiza -no de una manera poética estilizada- el éxodo en el Conocimiento Interno de «Jesús, mi Señor». Narro de manera simple cómo se ha dado en mí el proceso de seguimiento en la fe de Jesús resucitado, y cómo he sentido los efectos de su acción renovadoraysusmanifestacionesenlaconsolación, el optimismo, el coraje, la confianza y la paz adquirida para asumir la vida, comunicada en la experiencia sencilla de la fe.

Consolar es volver a construir, reafirmar, restablecer.
Eso es lo que realmente hizo Jesús con su gente
¿Quién me dijo?: Es el Señor!!!

Solo puedo asegurar tardíamente, mirando hacia atrás en mis recuerdos para expresarlos ahora en el presente que desde siempre tu me amaste... y eso lo siento.

83 JON SOBRINO, El principio-misericordia, p. 45

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Quien me habló de ti... lo hizo con cariño. Me enseño a rezar y a jugar contigo... Son vagos los recuerdos en mis tiempos pasados, Pues Tú estabas «escondido» en el Sagrario. No entendía mucho, pero preguntaba bastante: ¿Cómo está escondido quien todo lo ha creado?

Eso no preguntes... más bien sé agradecido... Mañana sale el sol, volarán los pajaritos, seguirás buscando respuestas y el día menos pensado entenderás muchas cosas... sin haberlas preguntado.

Rezaba con alegría y algo yo esperaba, como la salida del sol allá en la montaña... ¿cuándo será aquel día de iniciar la caminada hacia tierras nuevas donde Tú me llamas?

Soñando en ser viajero me atreví a seguir tus pasos. Nadie me insinuó que fuera tu compañero. Quien me dijo: Es el Señor, me mostró al Rey eterno, me inició en seguir los pasos... síguelo... es el camino verdadero. Quien me dijo: Es el Señor, te ama tiernamente... Escucha tu palabra y te encuentra en las plegarias. Tú eres Señor el gran regalo esperado por un niño que le hace expresar con sonrisa agradecida, que eso no se paga, porque tú eres la vida...

Quien me dijo: Es el Señor, me enseñó con su alegría a mirar el horizonte más allá de la tierrita. Ve... Dios te bendiga, qué hagas lo que el te pida. Yo rezaré por ti para que cuando regreses me hagas compañía, antes de volver rumbo a la tierra prometida.

Quien me dijo: Es el Señor, vive en Nazareth continuamente, no conoce de muchas cosas, pero tiene la sabiduría de la vida,

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Caminar tras las huellas de Jesucristo tejida en soledades y oraciones, en las luchas y fatigas continuas. Mi Dios te guarde y te bendiga, mujer bendita que me dio la vida.

28 de Agosto de 1998.

ETERNO SEÑOR DE TODAS LAS COSAS...

EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE VIVIR Y CLAVE DE ACTUAR EN CONTEMPLACIÓN

PARA ALCANZAR AMOR

Podemos mirar muchos paisajes, y quedar vacíos llenos de imágenes en la superficie del color. Podemos contemplar un solo horizonte, y ver asomarse en él la plenitud del infinito.

El «Principio y Fundamento» como «la Contemplación para alcanzar Amor» son respectivamente la plataforma de entrada y de salida de los Ejercicios Espirituales. Ambos anudan a éstos con la vida. Son lazos que tienen vínculos con la vida en sus diversas facetas, que tratan de mantener la intensidad de lo vivido en esta experiencia espiritual. Aparece allí una intención de Ignacio que consiste más en superar los propósitos, que suelen pecar de irreales, y apuntar con los Ejercicios Espirituales al cambio interior, que aunque parezca desgastarse en lo cotidiano, puede tener mayor fuerza y arraigo por la capacidad para transformar la misma cotidianidad.

Esta característica que anuda el inicio y término de los Ejercicios Espirituales, tanto «Principio y Fundamento» (EE 23) como la «Contemplación para alcanzar Amor» (EE 230) son la ausencia presente de «Jesús, mi Señor», en cuanto no aparece de manera explícita el nombre de Jesucristo. En este dialogo de amor, Cristo está vivo y actuante en el ser humano que alaba, reverencia y sirve a Dios (Cfr. EE 23), así como en el misterio y dinamismo de Dios que se da, que habita en las criaturas, trabaja y de quien desciende todo bien (Cfr. EE 234-237).

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Jesús aparece implícito en estas dos meditaciones puerta de entrada y de salida de los Ejercicios Espirituales. En el proyecto divino de toda la humanidad (Principio y Fundamento), el trasfondo es Jesucristo cuya vida es prototipo y modelo del ser humano. En la Contemplación para alcanzar Amor desaparece porque se vuelve a la consideración del amor ante la Trinidad que se da, que habita, trabaja para la humanidad. Quien ha llegado a la totalidad de esta experiencia, ha sido bajo la guía secreta del Espíritu, conducido por la persona de Jesús, que mantiene una presencia silenciosa, pues es en Cristo donde se da el diálogo de amor y mutua entrega. Por Jesús se crece en el amor y se recibe el sentido de la misión para el servicio de su Reinado. Un intercambio secreto que hace saltar al sentido de lo difícil de describir, pero que quizá la poética puede contar mejor...

En este trueque de amor

lo que yo tengo que dar, Amado, bien lo sé yo. No me duelen avaricias ni regateos en flor.

Tengo mis potencias todas abiertas para tu sol.

En este trueque de amor más que la entrega, es difícil, Amado, la aceptación.

¡Aceptar sin un desmayo todas tus rosas en flor!

¡Aceptar sobre mis ojos, sin temblar, todo tu sol!

El Principio y Fundamento

Si, pues, eres tú hechura de Dios, deja obrar a la mano del artista que hace todas las cosas a su debido tiempo.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Ofrécele tu corazón, suave y moldeable, y conserva la figura que te ha dado el artista.   Que tu barro sea húmedo, que no se endurezca y pierda la huella de sus dedos.

Este texto no es una síntesis de Teología o de vida cristiana, sino una especie de colección de los principios que guían a quien hace los Ejercicios Espirituales. Es un presupuesto para los Ejercicios. Ignacio no comienza con el Dios de Jesús, sino con una consideración de la realidad de la existencia humana.

Las principales ideas allí expresadas son el fin del ser humano (alabar, hacer reverencia y servir a Dios, el fin de las otras cosas creadas –tanto cuanto–, la importancia de la libertad interior (indiferencia) y el hacer opciones acertadas (Magis).

El Principio y Fundamento, es la experiencia de Dios que toma la iniciativa de llamar a la vida de manera gratuita. Esa escogencia de Dios atraviesa una serie de signos, a través de los cuales nos hace hijos en el hijo, para conformar una gran familia de hermanos. Por eso el Principio y Fundamento propone abiertamente alabar a Dios Padre en servicio con el Hijo (seguimiento que tiene como base la indiferencia) y en docilidad al Espíritu Santo (discernimiento que exige el Magis).

El Principio y Fundamento es un texto condensado que expresa la disposición profunda del ejercitante frente a sí mismo, ante el mundo y delante de Dios. Es una cosmovisión cristiana que proviene de una conciencia religiosa formada, que entiende la relación del ser humano frente a Dios, con una clara conciencia de ser y sentirse criaturas en relación con el mundo, como medio para alcanzar el fin para el cual ha sido creado.

El presupuesto antropológico para realizar los Ejercicios Espirituales es tomar en serio la existencia humana, desde un correlato absoluto, distinto del ser humano mismo, que es la divinidad y que presupone que el ser humano se pregunte por ese elemento incondicional.

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Es una meditación fundamental para empezar el camino al Dios de Jesús que se describe en los Ejercicios. El Principio y Fundamento es un presupuesto de la existencia humana. El Dios de Jesús es distinto y sólo cognoscible desde Jesús y, a su vez, sin el presupuesto de la existencia tampoco se puede empezar a comprender al Dios de Jesús.

La proposición principal lleva en sí misma una tarea triple y un fin último «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima» (EE 23). La respuesta del ser humano a la acción creadora de Dios esta marcada por tres verbos, alabar, hacer reverencia, servir. Los dos primeros son el fruto evidente de una consciencia religiosa formada al comprender la condición de criaturas. Ignacio coloca, sin embargo, un elemento nuevo en la respuesta del ser humano: el servicio y esta palabra va a atravesar los Ejercicios que se expresa en el seguimiento total de Jesucristo.

El Principio y Fundamento es un presupuesto de la existencia humana

En el Principio y Fundamento se da la ausencia de una referencia expresa a Jesucristo, aunque comentaristas de los Ejercicios, lo proponen como página clara y directamente cristológica84. A pesar de la ausencia de una Cristología explícita en el Principio y Fundamento, ella se convertirá en un criterio central dentro del proceso de elección y que le dará connotaciones especiales a la dimensión de servicio, en cuanto Jesucristo, se convierte también en el criterio para discernir un mejor modo de servicio.

El Principio y Fundamento, una vez aclarado el fin último, explana la actitud que debe tener el ser humano ante el mundo en una triple dinámica: tanto/cuanto, porque las cosas son medios y el ser humano debe hacerse libre («indiferencia») con respecto a las cosas creadas y esta diferencia posee un giro por donde se debe proceder «solamente deseando y eligiendo» lo que conduce «Más» al fin; es el paso de la indiferencia a una preferencia.

84 Cfr. Estudios Eclesiásticos 30 (1956), 325-342. y Manresa 44 (1972), 62.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Este texto del Principio y Fundamento no refleja el modo de pensar, ni el estilo de Ignacio, pero su condensación teórica, de una experiencia, es más para pensarlo, esto no quiere decir, que sea una cuestión marginal al pensamiento de Ignacio. La contraparte del Principio y Fundamento es la anotación quinta que apunta al corazón del ejercitante, ya que se quiere que quien realice Ejercicios Espirituales viva con intensidad la experiencia, porque: «Mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad, con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad» (EE 5).

Una vez conocido por el ser humano el fin para el que ha sido creado, debe tener presente el «tanto cuanto», el cual tiene que ver con el fin de las cosas creadas, que son medios para que el ser humano consiga el fin. La importancia del uso de los medios, así como la relación finmedios, que podría decirse es un punto para el discernimiento, pide al ser humano usar las cosas en cuanto le sirvan y alejarse de ellas en cuanto lo impidan.

La indiferencia –no tiene el mismo sentido en el lenguaje actual al atribuido por Ignacio, por eso podría traducirse como libertad interior–dispone hacia una actitud nueva, puesto que es el fundamento para luego elegir aquello que más conduce al fin y que en escritos posteriores de Ignacioserá: «admitiry desear contodas las fuerzas possiblesquanto Cristo nuestro Señor ha amado y abrazado (...) por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Criador y Señor Jesucristo»85. La libertad interior del ejercitante se manifiesta con respecto a todas las situaciones existenciales (salud, enfermedad, pobreza, riqueza, honor, deshonor) porque viviendo con libertad estas realidades, puede el ser humano alcanzar su fin.

El «Magis» ignaciano es el hacer opciones acertadas, pues el ser humano, para hacer una elección para el fin para el que ha sido creado, debe ser interiormente libre y desatar en el interior un dinamismo que lo lleve a identificarse lo más posible con Jesús. Este «Magis» que se presenta en el Principio y Fundamento, nuevamente se pone de mani-

85 Constituciones de la Compañía de Jesús 101.

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fiesto en (EE 97) «los que más se querrán afectar y señalar (...) harán oblaciones de mayor estima y mayor momento». Ignacio desde el comienzo contagia al ejercitante esta tensión.

Este presupuesto que Ignacio quiere que capte el ejercitante, está cimentado en el Señorío de Dios y la clara condición creatural del ser humano y el fin trascendente de la existencia humana, por tanto no puede darse por obvio.

La Contemplación para alcanzar Amor

Cuando me llamas por mi nombre, ninguna otra creatura vuelve hacia ti su rostro en todo el universo. Cuando te llamo por tu nombre, no confundes mi acento con ninguna otra criatura en todo el universo

Benjamín González Vuelta

La continuidad con las contemplaciones de la vida de Jesús, las meditaciones de banderas, del tercer binario y de la tercera manera de humildad, ha presentado en qué grado hay que amar. Ahora en esta contemplación se trata de la práctica: cómo llegar a ese amor. Ignacio va a fondo: da la motivación que llevará al amor. Indica el camino: contemplar al ser amado, lo cual supone un salir radical de sí mismo.

Aquí se trata de mirar no al amor, ni siquiera al amor de Dios, sino a Dios mismo como amor, a Dios en el deseo de darse a sí mismo. En tal sentido, Cristo se desdibuja para dejar a Dios ser «Todo en todo»86 y de «Buscar en todas las cosas a Dios nuestro Señor, apartando, cuanto es posible, de sí el amor de todas las creaturas por ponerle en el Criador de ellas, a El en todas amando y a todas en El, conforme a la su santísima y divina voluntad»87. Puede afirmarse igualmente, que es la confirmación de la experiencia de la intimidad vivida en el Cardoner.

86 1 Cor 15, 28.

87 Constituciones de la Compañía de Jesús 288.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo

Se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas... recibió una grande claridad en el entendimiento...y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto que tenía antes88 .

La contemplación para amar, es para entregarse, darse, comunicarse al ser amado por medio de las obras89. El compromiso del cristiano se muestra en la praxis. Allí se «verifica» la fe; pues la fe y el amor se hacen realidad, y la fe se traduce en amor90. ¡El pensamiento se vuelve a la Creación y a la Redención, para descubrir cómo y cuánto nos ama Dios! Y el ser humano permanece con un único deseo que se expresa en la oración: «Señor,... dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta» (EE 234).

Es evidente que quien ha conducido al encuentro del creador con la criatura es Cristo, lo cual no indica que Cristo sea un paréntesis entre el comienzo y final de los ejercicios. Desde el Principio y Fundamento (EE 23) a la contemplación para alcanzar amor (EE 230-237), Jesucristo está presente y el ejercitante ha de recorrer y renovar el camino del amor. La contemplación para alcanzar amor refuerza ese deseo y determinación: transparentar a Cristo en su vida, ser su presencia en el mundo, para atraer a otros a conocer, amar, seguir y servir a Jesucristo en su misión.

Jesucristo es quien ha colocado al ejercitante frente al Dios amor. Su contemplación y el llamado a su seguimiento le han habilitado para sentir y amar a Dios. Mediante el contacto con Cristo se ha adquirido esta nueva manera de ver a Dios. Es mirando el itinerario seguido por el ejercitante como se percibe la manera como Cristo fue quien le devolvió al servicio y le hizo apto para el amor. El eleva y lleva de lo uno a lo otro.

88 Autobiografía 30.

89 Cfr. Sant 2, 14-16.

90 Cfr. Gal 5, 6.

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Acercarse con una mirada contemplativa a la realidad, exige mirar como Dios trabaja en lo secreto y hay que colaborar sin protagonismo alguno, pero con entrega constante para dejar el mundo mejor de lo encontrado. Sólo así es posible soñar con la formación y conformación de comunidades en las cuales la Iglesia ya no se construye desde «dentro», ni desde «fuera» de ella misma, sino que se hace desde abajo, desde la realidad donde Dios habita, pues en la historia concreta de los seres humanos es el lugar del encuentro con el Padre de Jesús

La historia concreta de los seres humanos es el lugar del encuentro con el Padre de Jesús

En esta parte final de los Ejercicios Espirituales aparece cómo se manifiesta el amor de Dios de manera histórica, y cuál debe ser la respuesta a ese Dios de Amor. El amor de Dios es presentado como una acción (cuanto me ha dado -EE 234- dando ser, sensando, dando a entender -EE 235- trabaja y labora en todas las cosas -EE 236-). El amor no es solo palabras, sino obras y verdad91 .

Aquí estamos en aquel horizonte divino que, al crear al ser humano lo convocó al ser y a la responsabilidad, al servicio y a la alabanza; sólo que ahora lo convoca además al amor porque entre tanto Dios se ha revelado como un horizonte de Amor. Todo ha tenido lugar por Jesucristo nuestro Señor, ha sido con él y en él. La espiritualidad ignaciana no permite buscar a Dios fuera del mundo desentendiéndonos de los compromisos terrenos; ni tampoco comprometernos con la creación olvidando a Dios. Es una espiritualidad que ve en el mundo el lugar de la adoración de Dios.

Es un ofrecimiento y entrega mutua, guardando las proporciones, porque a Dios no le puedo dar nada, pero él se entrega todo, por eso, en la contemplación para alcanzar amor es

Para dejarse arrastrar por este amor, suplica, sirviéndose de ciertos puntos de partida. Pero su plegaria, como la de Jesús, conduce cada vez más a la entrega de si: «Tomad, Señor, y recibid». El contenido de este don es yo mismo y todo lo que me constituye: sobre todo mi libertad y

91 Cfr. 1 Jn 3, 18.

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Caminar tras las huellas de Jesucristo todo lo que yo tengo y deseo. Nada se excluye del don, porque todo se ha recibido de Dios en el intercambio que da entrada en el amor. El hombre se convierte en colaborador de Dios, como el Hijo que todo lo recibe del Padre y se lo devuelve en la comunicación del Espíritu. Es un movimiento continuo mediante el cual se cumple la voluntad de Dios. Para que cada vez me lleve más allá, no le pido más que una cosa: Amor y Gracia92 .

Finalmente, el Señor creador es el verbo encarnado que «labora por mí en todas cosas criadas» (EE 236). Encontrar todas las creaturas en el creador, es hallarlas a todas en «Jesús, mi Señor», a quien se entrega toda la libertad. El es amor y Gracia (EE 234). El Señor a quien se le entrega definitivamente en su elección, es el mismo Señor a quien reconocemos como el «Eterno Señor de Todas las cosas» (EE 98).

CONCLUSIÓN: JESUCRISTO PASÓ SIEMPRE HACIENDO EL BIEN93

Señálame los pasos; muéstrame tus sendas. No tengo más camino, Señor, que tu Camino. No tengo más tarea que amarte sin medida. arriesgarlo todo para conseguir la vida.

Al ser el eje de los Ejercicios Espirituales la persona de Jesucristo, el objetivo de estos se convierte en ordenar la vida teniendo como punto de referencia continua a Jesucristo mismo. En ellos no se puede desconocer la realidad de la misericordia brindada por Jesús, el privilegio del «Conocimiento Interno», la convocación a su seguimiento total y el envío confiado del Señor.

El seguimiento de Jesús, se coloca frente a las acciones realizadas en el anuncio del reinado del Padre. Jesús fue un hombre poderoso en obras y palabras94. Un hombre entregado en bien de quienes pasan necesidad, conmovido ante el sufrimiento humano, siempre del lado de los débiles y pequeños... Quienes desean seguirlo, tanto en la pena como

92 JEAN LAPLACE, Diez días de Ejercicios, Sal Terrae, Santander 1987, 68.

93 Hch 10, 38.

94 Cfr. Lc 24, 17.

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en la gloria (EE 95), es porque sienten un amor loco y un deseo sincero de ser «Alter Christus», y que como compañeros de Jesús están empeñados en colaborar con la transformación de este mundo.

En los Ejercicios Espirituales, Ignacio propone los misterios de la vida de Cristo y allí presenta el «ayudar a los demás» en solo unos cuantos números (EE 281, 283, 304, 306, 307). Esto podría denominarse un silencio desconcertante ante el número de oraciones que se realizan y en sólo unos cuantos puntos de meditación muestran la acción de Jesús ¿por qué esta situación?. Parece que la solidaridad con Jesús no radica en consideraciones explícitas en dicha materia de ayuda a los demás. Es más bien en la inmersión personal y orante en el misterio de Dios trinitario que se comunica y revela en Jesús y cuyo sentido se capta de manera vital en la existencia solidaria, en el sentir atracción, en la escucha de la llamada divina y en la disposición de realizar el éxodo en compañía de Jesús (EE 104, 109, 139). Es en el conocimiento de la vida verdadera (EE 139) como se asimila el estilo de vida de Jesús.

Este Jesús del que hablamos es el Cristo pobre y humillado. El pobre y humillado del pesebre, es el mismo pobre y humillado de la cruz «mirar y considerar (...) el Señor sea nacido en suma pobreza (...) para morir en cruz; y todo esto por mí (...)» (EE 116). Es el mismo Cristo de los Evangelios y de Pablo. El criador y Señor, la Divina Majestad, el Eterno Señor de todas las cosas: quien «es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados» (EE 53). Este sumergirse en la totalidad de la vida humana por parte de Jesús es presentado en los Ejercicios Espirituales desde la pobreza y la humillación de Cristo. De ahí que el seguir a quien pasó siempre haciendo el bien95 sea un seguimiento de Cristo pobre (Cfr. EE 53, 104, 116) que concuerda con el pensamiento paulino del hacerse pobre de Cristo96. Lo que une con Jesucristo es el tener las preocupaciones que él mismo tenía: el servicio a los más débiles y desfavorecidos y, en el ámbito comunitario, la preocupación solidaria de servicio.

95 Cfr. Hch 10, 38.

96 Cfr. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 5-9; Gal 2, 20.

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No es de extrañar que para Ignacio exista una gran sensibilidad y preocupación por el binomio pobreza-riqueza, al que añade honor y deshonor (Cfr. EE 146). Cristo nace en suma pobreza, y después de trabajo, hambre y sed acaba muriendo en la cruz. De esta forma es presentado en la contemplación del nacimiento (Cfr. EE 116). En las dos banderas (Cfr. EE 146), el sermón que el Señor hace a sus siervos y amigos culmina en pobreza, deseo de oprobios y menosprecios, así como en la humildad; esto contrasta con los ofrecimientos del caudillo de todos los enemigos: codicia de riquezas, vano honor y crecida soberbia (EE 142). Se puede decir que al contemplar la vida de Cristo se hace no desde un Mesías triunfalista, sino desde el Jesús que rechaza las tentaciones97. Por eso, somos salvados de hecho por un humillado, un rechazado, un crucificado, que fue siempre fiel en medio de todo y por permanecer fiel, Dios lo resucitó.

Al contemplar la vida de Cristo se hace no desde un Mesías

triunfalista, sino desde el Jesús que rechaza

las tentaciones

A todo lo anterior hay que añadir la lucha contra los afectos desordenados que siguen estando presentes y que no permiten una total disponibilidad. Sin embargo al ir avanzando en los Ejercicios Espirituales se ha crecido en la importancia de seguir a Jesucristo a través de «pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual» (EE 98). Numerosas veces se ha pedido el ser recibido debajo de la bandera de Jesús, en suma pobreza, oprobios e injurias (EE 147). Se ha deseado «Más pobreza con Cristo pobre que riquezas, oprobios con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo» (EE 167).

Todo esto debe tener necesariamente su concreción histórica porque el Señor sigue llamando en la humanidad sufriente y dolida.

Este movimiento interior de los Ejercicios Espirituales que lanza al «Magis» y que es la clave de la elección de «los que más se querrán

97 Cfr. Lc 4 1-13.

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afectar y señalar» (EE 97), así como de quien está «más presto y diligente» (EE 91), no lleva por el camino de lo que podría llamarse el sentirse mejor que los otros y superiores al resto de la humanidad. Por el contrario, conduce al sendero de ser tenido por «vano y loco por Cristo» (EE 167) y el aceptar la pobreza, el deshonor.

Este Magis del seguimiento lleva por la misma senda transitada por Jesús: conduce a la cruz. Por eso se predica a un Cristo crucificado en quien aparece la debilidad divina, más poderosa que la fuerza de los hombres98. Esta locura por Cristo ha de ser la actitud de quien busca la voluntad de Dios (no entendida como una norma, sino como una persona). El «Magis» ignaciano se realiza en la entrega incondicional en el seguimiento de Jesús, por actitudes concretas que reflejan de la manera más parecida posible a la de Cristo frente a cualquier situación. El principal medio propuesto por los Ejercicios Espirituales para buscar, hallar y aceptar la voluntad de Dios es el encuentro cara a cara con la misericordia de «Jesús, mi Señor», en empaparse de su Espíritu, es decir, en avanzar en el «Conocimiento Interno».

Pasar haciendo el bien es la apuesta de realizar el éxodo de sí mismo y contemplar el mar y la arena insondables que en su magnificencia extasían la criatura para dar gracias al Eterno Señor de todas las cosas. Quien mantiene viva esta actitud contemplativa trabaja, lee, pasea, viaja, hace compras, reza, visita a sus amigos, «hace de todo» etc. Más en el centro de todas sus actividades está siempre aquel sentimiento precioso, deseo insatisfecho de intima unión con el amor... porque se quiere poner sobre las huellas del Señor las propias pisadas, seducidad por el Amor.

98 Cfr. 1 Cor 1, 23-25.

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En los treinta años del CIRE

En los treinta años del CIRE

Osuna Gil, S.J.*

Hace cinco años celebramos con mucha sencillez pero con gran alegría el jubileo de plata del Centro de Espiritualidad y muchos de los que están aquí esta tarde nos acompañaron en la acción de gracias por la misión cumplida durante esos veinticinco años. Hoy nos congregamos de nuevo para festejar cinco años más de vida y de trabajo apostólico, en un momento en el que el CIRE ha adquirido particular vigor y dinamismo. Me han pedido que dirija unas palabras para conmemorar este acontecimiento que hoy nos congrega. Consciente de que a la mayoría de ustedes ya les es bastante conocida esta pequeña historia familiar, me limitaré a sobrevolar rápidamente para señalar aquellos aspectos que me parecen más relevantes, a riesgo de pasar por alto otros que con seguridad ustedes echarán de menos pero no dejarán de añadirlos a este breve recuento.

UN POCO DE HISTORIA

Propiamente los iniciadores del Centro Ignaciano de Espiritualidad y Ejercicios fuimos un pequeño grupo de jesuitas que, designados por el P. Provincial, Fernando Londoño y bajo la orientación del P. Gusta-

* Doctor en teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Actual Superior del Filosofado de la Compañía de Jesús en Colombia.

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vo Jiménez, en ese momento Viceprovincial del área socio-pastoral, emprendimos la tarea de dar forma y poner en marcha uno de los proyectos prioritarios que había sugerido el Plan Apostólico de la Provincia, como una de las carencias y de las necesidades que el Comité Operativo de Planeación (COP), encontraba en nuestra Provincia. Se pensaba en un centro de irradiación espiritual que profundizara y difundiera la riqueza ignaciana, que en todas partes de la Compañía se estaba redescubriendo gracias a los numerosos estudios y publicaciones de los expertos en la espiritualidad ignaciana.

En la segunda quincena de septiembre comenzó nuestra convivencia, bajo el patrocinio del Beato Pedro Fabro, de quien dijera san Ignacio que era el que mejor daba los Ejercicios entre los jesuitas de aquella primera generación

Comenzaba a correr el año 1973 y yo aterrizaba en Chapinero después de cumplir el encargo de Maestro de Novicios de la Provincia, con el propósito de regresar al Japón, de donde había sido prestado por el P. Arrupe por un término de dos años, que por ese entonces se habían convertido ya en tres. Sin embargo, por una nueva concesión del P. Arrupe, se me pidió permanecer un año más para coordinar las labores de constitución del Centro.

El nacimiento del CIRE no puede fijarse en una fecha determinada, pues tuvo una gestación de cerca de nueve meses, durante los cuales nos reunimos periódicamente para pensar en el nombre que daríamos a la nueva obra, en sus objetivos, sus criterios de acción y los servicios apostólicos que deseábamos y podríamos prestar. Tuvimos que pensar también en su ubicación física y en la dotación requerida para un Centro con inmensas aspiraciones y proyectos pero con escasísimos recursos económicos. La generosidad de los padres y hermanos del Colegio Máximo nos facilitó un ala del edificio en la que instalamos las habitaciones de la comunidad que conformamos, las sobrias oficinas y la incipiente biblioteca que no tenía más de 300 libros recogidos de los estantes particulares de cada uno de nosotros. En la segunda quincena de septiembre comenzó nuestra convivencia, bajo el patrocinio del Beato Pedro Fabro, de quien dijera san Ignacio que era el que mejor daba los Ejercicios entre los jesuitas de aquella primera generación. El

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En los treinta años del CIRE

grupo lo conformábamos los padres Roberto Triviño, Gustavo Agudelo, Tomás Lombo, Jaime Alfredo Neira, Víctor Mosquera –los dos últimos se retiraron posteriormente de la Compañía– y yo. Es el momento de recordar con inmensa gratitud a Gustavo Agudelo, que murió en plena juventud pocos años después y que en aquel momento fue encargado de actuar como ministro y ecónomo de la nueva comunidad Pedro Fabro, conocida por muchos años como «El Cire». No sé realmente cómo lo logró Gustavo, pero cada día salía y regresaba con una nevera, cortinas, una cafetera, una plancha… y hasta elementos que en aquel momento nos podían parecer suntuarios, como mantequilla, queso, frutas.

Estuve durante un año al frente de la comunidad y de la obra, pero cuando ya pensaba regresar al Japón, el P. Arrupe me nombró Viceprovincial de Formación en el nuevo gobierno de la Provincia que se iniciaba con el P. Gerardo Arango. Me sucedió en ambos cargos de CIRE y Comunidad el P. Álvaro Restrepo a comienzos de 1974. Solo regresaría yo al CIRE en el año 1980, después de haber servido como párroco en la parroquia de Villa Javier; y estuve 17 años formando parte del equipo hasta que en 1997 fui llamado a trabajar en la formación, como superior de los estudiantes jesuitas de la etapa de Filosofía.

Gerardo Arango fue muy generoso en el apoyo que brindó al recién nacido Centro. Nos ofreció el soporte económico de la Provincia y financió la edición de las dos primeras obras de una proyectada colección de publicaciones que poco después hubimos de descartar por falta de recursos; fueron las tesis de grado de Darío Restrepo y mía: Diálogo, Comunión en el Espíritu y Amigos en el Señor. Ambas «best-seller» en el momento de su aparición, pero de las que todavía quedan arrumados unos ejemplares en algún rincón del CIRE.

A Álvaro Restrepo (1974-1975), muy pronto nombrado Rector del Juniorado, sucedieron en la dirección de la obra jesuitas muy prestantes comoHernando Silva (1976), FernandoLondoño (1978), Gustavo Agudelo (1980); todos ellos realizaron una gestión muy breve porque fueron pronto llamados a prestar otros servicios. Gustavo Agudelo moriría en noviembre de 1983 tras una penosa enfermedad. Nuevamente asumí el cargo de director en 1981, juntamente con Iván Restrepo como superior de la Comunidad.

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La Comunidad comenzó a diversificar su trabajo apostólico con la incorporación de los padres de la Casa de la Juventud, a principios de 1983. En junio de 1986 Iván viajó a Escocia por seis meses para una actualización en espiritualidad y ejercicios; yo lo reemplacé como vicesuperior, primero, y como superior a partir de junio de 1987 hasta junio de 1993 cuando llegó como superior Francisco Zuluaga, uno de los integrantes del Comité Operativo de Planeación (COP), que en 1972 había sugerido la fundación del Centro de espiritualidad. Iván Restrepo asumió la dirección del CIRE en 1996, tarea que desempeñó hasta la llegada de Hermann Rodríguez, su actual director, quien con su asombrante dinamismo le ha impreso un vigor particular. Al cumplir los treinta años, el CIRE ve finalmente alcanzado el sueño de largos años: tener una sede sencilla, pero suficiente para sus oficinas, biblioteca, salas de cursos y reuniones. Es algo que tenemos que agradecer muy de veras a Horacio Arango, que ha puesto así un broche de oro a su provincialato, próximo a terminar.

OBJETIVOS DEL CIRE

Volviendo al año 1973, recuerdo que lo primero que tuvimos que hacer en los meses fundacionales fue acordar un nombre para el Centro que llenara los objetivos, las expectativas y los gustos de todos nosotros. Pensamos en el más obvio: «Centro de espiritualidad ignaciana». Pero nos parecía que ese nombre reducía los objetivos al estudio y difusión de la espiritualidad propia de san Ignacio de Loyola. En lugar de «centro de espiritualidad ignaciana» no pareció más propio «centro ignaciano de espiritualidad»; un pequeño matiz que abría los horizontes para mirar a la espiritualidad cristiana, en su rico despliegue de las más diversas expresiones, contemplándola desde la perspectiva de nuestra propia gracia y carisma ignacianos. Además, como nos proponíamos, por un lado, reflexionar y profundizar en el estudio de todo lo ignaciano –tarea en la que el P. Arrupe había comprometido a toda la Compañía–; y por otro, difundir esa espiritualidad y servir al prójimo con ella a través de los Ejercicios,convinimosenllamarloCentroIgnaciano de Reflexióny Ejercicios, CIRE. Expresábamos de esta manera la realidad que nutre la vida y misión de la Compañía: los Ejercicios, que dieron vida a la espiritualidad ignaciana y la espiritualidad, que va enriqueciendo con la expe-

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riencia de los años la comprensión y la práctica de los Ejercicios: Centro de Reflexión y Ejercicios.

Nuestros objetivos fueron fundamentalmente tres: reflexión e investigación, difusión y servicio apostólico. En la realización de esos tres objetivos nos hemos empeñado desde entonces, con diferentes logros, continua creatividad y los errores ineludibles de todo comienzo.

Para la reflexión e investigación nos hemos servido de los seminarios internos, en los que participaba al comienzo un grupo de jesuitas de Bogotá, incluidos algunos escolares; nos reuníamos cada quince días –como continúa haciéndolo el CIRE– para tratar a fondo diferentes temas. El primer seminario, y el más importante, en el que empleamos siete años consecutivos, fue dedicado al estudio de los Ejercicios de san Ignacio. Hemos trabajado también temas como las Constituciones, el magisterio espiritual del P. Arrupe, la Autobiografía y el Diario espiritual de Ignacio, el Directorio de Ejercicios del P. Polanco, la espiritualidad de la liberación.

La investigación nos ha comprometido también en un trabajo en equipo para preparar con cuidado los diversos cursos de discernimiento, acompañamiento espiritual, formación de acompañantes de Ejercicio, y otros que hemos venido ofreciendo todos estos años. Este trabajo nos ha consolidado hasta formar un verdadero grupo de amigos en el Señor, dedicado a servirle en su misión.

Recientemente se han constituido también dos grupos, que en gran parte se ocupan en la reflexión común: el Equipo amplio del CIRE, conformado por jesuitas de varias casas de Bogotá y de otras ciudades, que trabajan de una u otra forma en ministerios directamente relacionados con la espiritualidad ignaciana, como son principalmente el acompañamiento de Ejercicios y la formación de los jóvenes jesuitas. El otro es el Equipo de apoyo, en el que participan religiosas, religiosos, laicos y laicas que se inspiran en la espiritualidad ignaciana y reflexionan y colaboran juntamente con los miembros del equipo del CIRE.

La Difusión ha corrido fundamentalmente a cargo de la revista del CIRE. Esta comenzó con unas hojas fotocopiadas que se repartían entre los

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participantes a los seminarios. Apareció por primera vez con el título de «Reflexiones CIRE» y en 1991 comenzó una segunda etapa con nuevo formato y diseño, como «Apuntes Ignacianos». El primer número de esta nueva edición fue dedicado a la publicación del Directorio de Ejercicios para América Latina. El esfuerzo ha sido grande por los costos de publicación yenvío,quenoalcanzan asercubiertoscon lassuscripciones; su actual director, Darío Restrepo, con singular constancia y dedicación, le ha dado una continuidad y estabilidad muy satisfactorias. Lo más característico de la revista es que procuramos publicar artículos originales, preparados por nosotros mismos y más bien eventualmente reproducimos artículos de otras revistas de espiritualidad.

Las Guías para Ejercicios en la vida corriente, que combinan los dos objetivos de investigación y difusión y que son para mí el logro mayor del CIRE en materia de investigación y difusión, obedecieron a un encargo del P. Gerardo Remolina, que con motivo de los centenarios ignacianos invitó a la Provincia a hacer ejercicios ignacianos en la vida corriente durante el año 1991. Para apoyar a los jesuitas que respondieron a esa invitación, preparamos guías mensuales, que enviábamos fotocopiadas a cada uno de los ejercitantes. La elaboración de cada guía fue un trabajo realizado por un grupo de jesuitas, padres y escolares, que nos reunimos intensivamente durante un buen tiempo. Se les dio una redacción con un único estilo y fueron publicadas en los números 2 y 3 de Apuntes Ignacianos. Tuvieron excelente recibo y fueron elogiosamente comentadas por el P. Ignacio Iglesias, director de la revista MANRESA. Hoy en día, aunque requieren una esmerada actualización en muchos aspectos, siguen siendo material de gran valor y utilidad para toda clase de ejercitantes. Su actualización es una cuestión pendiente a la que no hemos podido responder por falta de recursos humanos y económicos.

El servicio apostólico lo hemos venido prestando principalmente a través de los Ejercicios, acompañados en distintas formas, a jesuitas, al clero de diversas diócesis del país, religiosas, religiosos, y personas laicas. Pero también prestamos asesoría a asambleas y capítulos de comunidades religiosas, dentro y fuera del país, cursos de discernimiento, de acompañamiento de Ejercicios y asesoría personal.

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El decreto 13 de la CG 34, «Colaboración con los laicos en la misión», manifiesta con firme determinación que

La Compañía de Jesús se pone al servicio de la misión laical ofreciendo lo que somos y hemos recibido: nuestra herencia espiritual y apostólica, nuestros recursos educativos y nuestra amistad. Ofrecemos la espiritualidad ignaciana como un don específico para la animación del ministerio laical1 .

Este generoso propósito ha tenido en el CIRE una expresión muy concreta en la ayuda brindada a hombres y mujeres para capacitarse en dar y acompañar Ejercicios. Los cursos de acompañamiento y muy especialmente el Curso Taller de capacitación para acompañantes de Ejercicios, que se tiene cada dos años durante cinco semanas en los meses de junio y julio, ha sido un instrumento muy eficaz para poner este ministerio en manos de muchas personas laicas. El CIRE ha sido pionero en la Provincia en la incorporación de la mujer en este ministerio de acompañar Ejercicios y en la colaboración en los diversos cursos que ofrece. Un trabajo que Julio Jiménez ha desarrollado, en coincidente continuidad y con reconocido fruto durante más de veinte años, como escuchamos en el reciente III Simposio de Ejercicios.

En el servicio a los laicos en su misión, el P. Darío Restrepo asesora desde hace tres años el movimiento laical Fondacio, de carácter internacional, que quiere realizar su compromiso de vida cristiana a través de un trabajo frente a las estructuras injustas del mundo profesional y económico y de variados servicios sociales a los más necesitados; este movimiento relativamente joven pero extendido ya a muchos países, realiza a nivel interno programas de formación permanente y bebe en las fuentes de la espiritualidad ignaciana.

Últimamente el CIRE ha programado una profusión de cursos, que todos conocen gracias a los plegables que se han publicado. Y un logro muy importante ha sido recientemente la vinculación con la Universidad Javeriana y su Facultad de Teología, una de cuyas realizaciones

1 Congregación General 34, decreto 13 n. 7.

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más valiosas ha sido el Simposio, que alcanzó su tercera edición. Junto con esto, está adelantándose el proyecto de sistematización de la Biblioteca del CIRE para que sus más de 13.000 volúmenes y cien títulos de revistas especializadas en espiritualidad, puedan consultarse a través de la internet y presten un servicio a los miembros de la Universidad Javeriana.

PROYECCIÓN INTERNACIONAL

Además de los Ejercicios de mes y de ocho días en distintos países de América Latina y Europa, y de la reciente colaboración que ha prestado el CIRE al hermano Centro de espiritualidad CIPA (Centro Ignaciano Pedro Arrupe) de Ecuador, merecen registrarse tres realizaciones que nacieron en el CIRE y que han alcanzado su propia autonomía: La Confederación Latinoamericana de Centros Ignacianos de Espiritualidad, CLACIES, el Directorio de Ejercicios para América Latina y el Curso-Taller internacional de acompañamiento de Ejercicios.

CLACIES tuvo su origen a raíz de tres encuentros de centros latinoamericanos de espiritualidad que promovidos por el CIRE se realizaron en su sede los años 1980, 1987 y 1990. A partir de ese último año, decidimos conformar una Confederación, que se reúne más o menos cada tres años, y que tiene como objetivo compartir nuestros propios recursos, publicaciones y reflexionar conjuntamente sobre temas específicos y actuales de nuestra espiritualidad. Como director del CIRE tuve el encargo de coordinar la Confederación hasta el año 1996 cuando fui sucedido por el P. Guido Jonquières, del Centro de Espiritualidad CEI en Chile. En la actualidad este encargo de coordinación ha pasado al P. Juan Miguel Zaldúa, director del Centro de espiritualidad ignaciana de Venezuela.

El Curso-Taller de acompañantes de Ejercicios nació también en el CIRE, por acuerdo de los Provinciales de las dos Asistencias de América Latina (CPAL), que querían realizar una obra de cooperación interprovincial para propiciar a jesuitas la actualización en el acompañamiento de Ejercicios. Fui encargado por los provinciales de organizar y coordinar el primer Curso-Taller, que se realizó en Bogotá el año 1994, con una participación de 34 personas, en su mayoría jesuitas pero abier-

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En los treinta años del CIRE to también a religiosos y laicos. Tuvo una duración de cinco semanas, durante las cuales se estudiaron las distintas semanas de los Ejercicios, con exposiciones de expertos en la mañana y estudio personal y reflexión grupal en las tardes. En los años siguientes, 1996, 1998, 2000, 2002, se ha celebrado en Venezuela, gracias a la generosidad del P. Provincial, Arturo Sosa, quien ofreció la Casa de Ejercicios «Quebrada de la Virgen», en Los Teques, a las afueras de Caracas, y dedicó un jesuita a la organización y dirección de los Cursos. Primero estuvo el P. Juan José Madariaga, antiguo maestro de Novicios en Venezuela y después de su muerte el P. Juan Miguel Zaldúa, quien fue también maestro de novicios y que en la actualidad lo dirige con mucha competencia.

Finalmente, el Directorio de Ejercicios para América Latina, que fue laboriosamente elaborado durante varios años por un equipo internacional de delegados de algunos Centros de Espiritualidad de ambas Asistencias y una vez aprobado por CLACIES se publicó en el CIRE como material de ensayo. Ediciones respectivas se hicieron en Venezuela y Brasil. No ha tenido, sin embargo, mucha fortuna, pues ha sido poco difundido y en la práctica no se utiliza ni se conoce ampliamente. Entiendo que CLACIES está preparando una edición revisada del Directorio.

DEFICIENCIAS, LIMITACIONES Y RETOS PARA EL FUTURO

Una de las preocupaciones del CIRE ha sido la de estimular los Ejercicios comunitarios dirigidos y los ejercicios personalmente acompañados para grupos más pequeños. Pero, por una parte, la continua demanda de las grandes tandas de religiosos y religiosas, que no dan lugar para el acompañamiento personal, nota por lo demás esencial de los Ejercicios ignacianos, y por otra parte, la dificultad de crear un ambiente de acogida a este tipo de ejercicios, los logros son todavía muy pequeños.

Los Ejercicios en la vida cotidiana, que han cobrado tanta actualidad en los últimos años y que son un ministerio muy próspero en diversas provincias de la Compañía, todavía no han tomado fuerza entre nosotros y aunque esporádicamente acompañamos a algunas personas, nos queda todavía un largo camino para convertirlos en una experiencia de

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la que ordinariamente se aprovechen muchos ejercitantes que no tienen posibilidad de hacer los ejercicios completos de treinta días.

Ha sido también deficiente, no por falta de convicción y sensibilidad social de los miembros del CIRE, sino quizás por los innumerables servicios apostólicos que nos son solicitados, el esfuerzo de trabajar más en el campo de la solidaridad con los pobres y de hacer presencia significativa en los desafíos de nuestra dolorosa realidad nacional y en el intercambio interdisciplinar con instituciones de carácter social de la Provincia, como el CINEP, el Instituto Campesino (IMCA) de Buga, el Programa por la Paz, el servicio a refugiados.

Como conclusión, quiero señalar varios retos que, a mi parecer, se le ofrecen al CIRE en el próximo futuro: - La publicación actualizada de las Guías de Ejercicios; - el cultivo de un ambiente de Ejercicios comunitarios acompañados y de ejercicios en la vida; - un acrecentamiento de nuestra colaboración con los laicos en su misión; - la cercanía y solidaridad con los pobres y sus aspiraciones y proyectos; - y una presencia más clara en la realidad del país para aportar, desde la pequeñez de nuestra propia misión, una válida colaboración con los que traban por la justicia y la paz, por poner freno a la corrupción y a la violencia, por la recuperación de los valores éticosy laconstrucción deuna convivencia más humanay fraterna en nuestro atormentado país. Retos que estamos dispuestos a enfrentar, con el apoyo y la solidaridad de todos ustedes.

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Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios. Tres decenios de acción constructiva

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios. Tres decenios de acción constructiva

Mario Gutiérrez Jaramillo, S. J.*

En este año de 2003 el Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE), Espacios para el Espíritu, está celebrando sus treinta años de labor eficaz en la animación espiritual de muchas comunidades y ante todo de nuestra Provincia jesuítica colombiana. Queremos consignar en esta entrega de Apuntes Ignacianos esta fecha importante para el CIRE y festejar unidos tantas realizaciones positivas y de avanzada, cuyo fruto no alcanzamos a medir con cálculos humanos.

Para toda la Iglesia el comienzo del tercer milenio significa un nuevo desafío para vivir a fondo todas las implicaciones de la Encarnación humanizadora del Hijo de Dios en la divinización de los hombres y mujeres que caminan hacia metas de realización en seguimiento del Espíritu que todo lo dirige y santifica.

Si miramos a Colombia, la tierra de nuestros desvelos apostólicos, comprobaremos que las circunstancias históricas poco han cambiado en estos últimos cinco años. Seguimos en una situación dura de violencia e injusticia, de atentados contra los derechos humanos más fundamenta-

* Doctor en Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Actualmente profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.

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les, aunque ciertamente ha habido una toma de conciencia mayor y un compromiso efectivo con la paz de parte de muchos que empeñan su trabajo por el Reino de Jesús. Es una situación que ofrece la constante de que siempre los que pierden, los que tienen que pagar la cuota mayor de sufrimiento son los pobres, los miles de desplazados de sus tierras queridas para tomar rumbos inciertos en medio de mucha pasión.

¿Por qué, entonces, celebramos los treinta años de labores continuas de nuestro Centro de espiritualidad? ¿Vale la pena levantar la copa y brindar por esta obra jesuítica de trabajo espiritual, cuando más bien lo que pareciera más urgente es el compromiso directo con la justicia que brota de la fe en esta situación que contempla una guerra entre hermanos? Ciertamente vale la pena y trataremos de motivar la seguridad de nuestra respuesta.

En la labor del CIRE advertimos una decidida línea de animación espiritual a diferentes grupos y siempre centrada en la espiritualidad de Ignacio de Loyola, que fluye a todo momento, fresca y actual, de los Ejercicios Espirituales. Esta experiencia en su genuinidad y en sus diferentes adaptaciones ocupa el primer lugar de sus programaciones. Se advierte un cuidadoso empeño en colaborar, a través de diferentes cursos y talleres, en la formación de animadores de la misma experiencia. El seminario interno sobre la Autobiografía de Ignacio, sobre el Diario Espiritual del mismo y sobre el Directorio de Polanco recibe su motivación y luz de los Ejercicios. Y la publicación periódica cuatrimestral, Apuntes Ignacianos es una profundización y puesta al día de la línea espiritual de impronta ignaciana.

En estos últimos cinco años se advierte una apertura del Centro muy rica y enriquecedora en dos espacios de innegable proyección: la creación del Equipo del Cire ampliado con otros jesuitas diferentes a los del Equipo permanente, que trabajan en otras obras de la Compañía y ofrecen su colaboración al Centro Ignaciano, y la realización de tres simposios en unión con la Universidad Javeriana, la Facultad de Teología y el Centro Pastoral san Francisco Javier de la misma Javeriana1. En

1 Los títulos de los simposios son: Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Distintos

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Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios. Tres decenios de acción constructiva ambos espacios la temática fundamental y el punto de referencia insustituible han sido los Ejercicios ignacianos.

Nosotros somos por lo que seremos

En la vivenciahumanadel tiempo escrucial la importancia del haber-sido. Podemos afirmar que nosotros somos por lo que hemos sido. Toda la riqueza caudal del Centro Ignaciano, adquirida a lo largo de treinta bien trabajados años y en medio de las realizaciones positivas y de avanzada y también, por qué ocultarlo, de riesgos y momentos críticos ante el peligro de disolución de la obra misma, constituye un desafío constante para efectuar una labor de insospechadas proporciones. No es permanecer en las glorias del pasado, en una actitud conservadurista, sino abrirse con amplitud generosa a lo que viene.

También se afirma en la antropología del tiempo: nosotros somos por lo que seremos, es decir no permanecemos en un simple actualismo, sino que el futuro se nos anticipa como una tarea apasionante para el tiempo inmediato y para el lejano.

Y en esta dinámica histórica del tiempo nuestro Centro Ignaciano debe mirar, como atalaya, los signos de Dios en la historia y en todos los niveles y estar muy atento a los llamados que el Buen Padre nos hace para construir efectivamente un mundo mejor, más humano y más cristiano.

Para este comienzo del tercer milenio se me vino la idea de consultar la voz de la Iglesia, encarnada en la persona del Papa Juan Pablo II. Desde el primer momento de su largo pontificado quiso hacer consciente a la Iglesia de que nos encontrábamos en el final del segundo milenio y abrió las expectativas hacia el año 2000, celebración de un gran Jubileo, centrado en la verdad clave de la encarnación del Hijo de Dios2 .

enfoques de una experiencia – Bogotá, 7 y 8 de nov. de 2001; La preparación de la persona para los Ejercicios Espirituales – Bogotá, 3 y 4 de oct. de 2002; El acompañamiento en los Ejercicios Espirituales – Bogotá, 25 y 26 de sept. de 2003.

2 Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptor hominis, n° 1.

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El Jubileo se ha efectuado, después de una cuidadosa preparación, y ha comenzado el tercer milenio. En su Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, del 6 de enero de 2001 el Papa Juan Pablo II inicia su reflexión expresando el llamado a toda la Iglesia en los términos de Lucas «Rema mar adentro»3 («Duc in altum») y con todo lo que él implica para la comunidad eclesial. Es una invitación a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro, en la fe de que «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre»4; una invitación a que la Iglesia se interrogue sobre su renovación y asuma con nuevo ímpetu su misión evangelizadora5 .

En este dinamismo no sólo de memoria del pasado, sino también de profecía del futuro6, se han de comprender los desafíos actuales para la obra del Centro Ignaciano. Éste ha de estar siempre atento a los «signos de los tiempos» en el movimiento mismo de la Encarnación7 .

Sobre la base de las anteriores reflexiones delimitemos un poco por dónde irían los cometidos misioneros del CIRE en esta coyuntura de la celebración de sus tres decenios. En la Carta Apostólica de Juan Pablo II a la que nos hemos venido refiriendo se nos habla de que el programa de acción que se puede proponer desde Cristo en este comienzo del tercer milenio es el de siempre: «Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste»8. Un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene en cuenta el tiempo y la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz9 .

En consecuencia las tareas específicas que debe asumir nuestro Centro Ignaciano son:

3 Lc 5, 4.

4 Heb 13, 8.

5 Cfr. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte n° 1 y 2. En adelante citaremos este documento con la abreviatura NMI.

6 Cfr. NMI n. 3.

7 Ibíd.

8 NMI n. 29.

9 Cfr. NMI n. 29.

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CREAR CONCIENCIA DEL LLAMADO UNIVERSAL A LA SANTIDAD

Es un llamado a hacer un eco especial a los desarrollos del Concilio Vaticano II en la Constitución Lumen gentium, capítulo quinto. Es el ideal de perfección para todos sin excepción y por múltiples caminos adecuados a la vocación de cada uno. Es el dinamismo intrínseco y determinante que el Espíritu mantiene en la Iglesia en el seguimiento del Señor Jesús, Modelo de toda perfección10 .

A través de su actividad con diferentes grupos y comunidades el Centro Ignaciano seguirá teniendo un espacio abierto para el desarrollo de una pedagogía de la santidad verdadera y propia, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. En esta línea cabe toda la actividad de acompañamiento, de ayuda a las personas y a las comunidades en su discernimiento y en diferentes formas. En este sentido se comprende la insistencia de la pedagogía ignaciana en la «cura personalis», el cuidado de la persona11 .

COLABORACIÓN EN LA FORMACIÓN EN EL ARTE DE ORAR

El Papa Juan Pablo II resume el núcleo esencial de la gran herencia que nos dejó la experiencia del jubileo de la siguiente manera: «La contemplación del rostro de Cristo: contemplado en sus coordenadas históricas y en su misterio, acogido en su múltiple presencia en la Iglesia y en el mundo, confesado como sentido de la historia y luz de nuestro camino»12 .

Es el Cristo que nos repite hoy, a través de la Iglesia, el retante imperativo de «remar mar adentro», de mirar hacia delante confiados en la fuerza de la Palabra de Cristo que acompaña al desafío. Es un dinamismo nuevo de entusiasmo en el seguimiento y que se debe plasmar en iniciativas concretas. El fundamento de este camino de ascensión lo

10 Cfr. NMI n. 30 y 31.

11 Cfr. NMI n. 3l.

12 NMI n. 15.

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La oración es un arte que se aprende en un proceso no fácil de docilidad y apertura al Espíritu

constituyen la contemplación y la oración. No se trata de un hacer por hacer; se descarta un activismosinorientación. Esprecisobuscar «ser» antes que «hacer»13 .

El cometido de la Iglesia de reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y de hacer resplandecer su rostro ante las generaciones del nuevo milenio incluye necesariamente el ser nosotros los primeros contempladores de su rostro14. En otras palabras la exigencia de oración es inaplazable. Y la oración es un arte que se aprende en un proceso no fácil de docilidad y apertura al Espíritu. Es el diálogo con Cristo, fundamento de la vida cristiana y condición para una pastoral auténtica15 .

El Papa en su documento de comienzos del tercer milenio destaca la lógica trinitaria de la oración: realizada en nosotros por el Espíritu Santo nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplación del rostro del Padre16. Por otra parte su ámbito vivencial es la liturgia y la experiencia personal. Es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer al futuro, porque retorna continuamente a las fuentes y se regenera en ellas17 .

Repetidas veces se ha indicado la necesidad de prestar atención a los «signos de los tiempos»18. Últimamente se consigna como uno de esos «signos» la exigencia de espiritualidad. El Papa lo reitera con fuerza y nos habla de una difusa exigencia de espiritualidad, que se da a pesar de los vastos procesos de secularización y que se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar19 .

13 Ibíd.

14 NMI n. 16.

15 Cfr. NMI n. 32.

16 NMI n. 32.

17 Ibíd.

18 Cfr. Gaudium et Spes 4, 1; 11, 1; 44, 2.

19 Cfr. NMI n. 33.

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La consecuencia inmediata de las consideraciones anteriores es afirmar que nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas «escuelas de oración»20. La práctica de ésta no es pertenencia exclusiva de los consagrados; todos los cristianos necesitamos una oración cuidadosa y de ninguna manera nos podemos conformar con una superficial. Sonmuchaslasmanerasenqueelmundoactualponeaprueba la fe. El dejar la oración o contentarse con una oración superficial llevaría al riesgo de que la fe se debilitara progresivamente y se llegara a ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo con frases extravagantes de superstición21 .

En realidad las insinuaciones de Juan Pablo II respecto a la oración son exigentes y perentorias. El Papa extiende esta necesidad a la participación en la Eucaristía dominical para una vida cristiana consciente y coherente y a la del Sacramento de la Reconciliación, ante la crisis del sentido de pecado, presente en nuestra cultura contemporánea22 .

De ninguna manera el trabajo pedagógico sobre la oración es un desafío nuevo para el Centro Ignaciano. Desde sus inicios este es uno de sus cometidos fundamentales. Tal vez lo novedoso es la renovada insistencia sobre la profundidad en el diálogo con Dios. El campo queda abierto al CIRE para seguir abriendo espacios de o ración dentro de la espiritualidad cristiana y con los aportes genuinos, siempre actuales y ricos, de la espiritualidad ignaciana.

ASESORAR EN LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS

El documento pontificio que hemos asumido insiste en una renovada escucha de la Palabra de Dios y recomienda particularmente la tradición de la lectio divina, que tantos frutos positivos tiene en su haber23 .

La gran motivación para el empeño de alimentarnos con la Palabra es evangelizadora: ser «servidores» de ella, en un compromiso evan-

20 Ibíd.

21 Cfr. NMI n. 34.

22 Cfr. NMI n. 35 y 37.

23 Cfr. NMI n. 39.

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gelizador efectivo. Sobre la situación contemporánea nos indica con exactitud el Papa Juan Pablo II:

Hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globalización y de la nueva y cambiante situación de pueblos y culturas que la caracteriza24 .

En este no fácil contexto la llamada a la nueva evangelización resuena como un «reavivar el impulso de los orígenes, dejándonos llevar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba 'ay de mí si no predicara el Evangelio' (1 Co 9,16)»25 .

Esta evangelización nueva se constituye, entonces, en un compromiso cotidiano de las comunidades y grupos cristianos y deja de ser tarea exclusiva de los especialistas. Y la labor no es fácil, pues es preciso responder a las exigencias de la inculturación y realizar la propuesta en todos los ámbitos y a todas las personas26 .

También en este sentido de profundización de la Palabra del Señor y de retornar a la fuente de la espiritualidad el horizonte para el compromiso de nuestro Centro se presenta promisorio y urgente. En todos sus campos de influjo el CIRE tendrá la oportunidad de influir en el discernimiento claro de personas y grupos, a la luz de la Palabra gratuita del Señor.

SUMARSE A LA PROMOCIÓN DE UNA

ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN

Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión (koinonía) en la que se viva en toda su autenticidad la nota característicamente cristiana de la caridad (agapé) es el gran desafío que se irá haciendo realidad, a través de la promoción de una espiritualidad de la comunión27 .

24 NMI n. 40.

25 Ibíd.

26 Cfr. NMI n. 40.

27 Cfr. NMI n. 42 y n. 43.

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El Papa Juan Pablo II destaca las siguientes cuatro notas de un camino espiritual de comunión:

1) Una mirada del corazón sobre todo al Misterio de la Trinidad que habita en nosotros. 2) La capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico para compartir sus alegrías y sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. 3) La capacidad de ver lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios, como un don para mí. 4) Saber «dar espacio» al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianzas y envidias28 .

Es todo un programa vital de cultivar y ampliar los espacios de comunión en la vida de la Iglesia, que implica una escucha recíproca y eficaz29; una capacidad de acoger todos los dones del Espíritu, dentro del criterio muy claro y firme de que la unidad no es uniformidad, sino integración orgánica y rica de las legítimas diversidades30 .

Después de estas indicaciones generales el documento de Juan Pablo II desciende hasta algunas concreciones de la comunión:

La unidad no es uniformidad, sino integración orgánica y rica de las legítimas diversidades

La promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida de especial consagración; el descubrimiento cada vez mejor de la vocación propia de los laicos; la promoción de diversas modalidades de asociación; la pastoral familiar; la promoción de la comunión en el campo ecuménico; la práctica del amor activo y concreto con cada ser humano y especialmente con los más pobres31 .

Esta última labor específica la desarrolla con más detenimiento: «ser conscientes de las contradicciones de un crecimiento económico,

28 NMI n. 43.

29 Cfr. NMI n. 45.

30 Cfr. NMI n. 46.

31 NMI n. 46 a 49.

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cultural, tecnológico que ofrece a pocos grandes posibilidades, pero deja a millones de millones de personas al margen y viviendo en condiciones de vida muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad humana; considerar no sólo la pobreza que afecta realmente a la mayoría de nuestros hermanos, sino también las nuevas pobrezas que se dan en comunidades y grupos no carentes de recursos: desesperación del sin sentido, la droga, el abandono en la edad avanzada, en la enfermedad, la discriminación social...; comprometerse en la hora de la nueva 'imaginación de la caridad', que incluye no sólo la ayuda efectiva, sino la capacidad de hacerse solidarios con el que sufre y de colaborar a que los pobres en cada comunidad cristiana se sientan como 'en su casa'»32 .

Realmente el campo es inmenso y los horizontes se ofrecen como inabarcables. En esta línea se encuentra no sólo la inspiración de todo el trabajodelCentroIgnacianodeReflexiónyEjercicios,sinoelterrenoabierto de par en par para una labor en servicio de la fe y promoción de la justicia.

Podemos constatar un campo inmenso y de actualidad para la obra de construcción positiva del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios. Son desafíos apasionantes para la búsqueda de la mayor gloria de Dios. Hemos querido resaltar la apertura al futuro que nos ofrece la visión del documento de comienzo del nuevo milenio que acaba de comenzar del Papa Juan Pablo II, quien después de ponderarlo vuelve a las fuentes siempre válidas de una auténtica espiritualidad cristiana: la santidad, la oración, la escucha de la Palabra y la comunión genuinamente cristiana. Este retorno renovador deberá impulsar al CIRE hacia la realización de acciones creativas y de acuerdo a las circunstancias contextuales del mundo contemporáneo y particularmente de esta tierra nuestra, necesitada de amor.

32 Cfr.NMI n. 50.

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Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios. Tres decenios de acción constructiva

Vaya la voz de aliento a nuestro Centro de espiritualidad para que siga desentrañando los tesoros siempre antiguos y siempre nuevos de la espiritualidad ignaciana. Es la mejor colaboración que puede ofrecer en la construcción de un mundo nuevo en la justicia y en la paz. Que continúe abriendo espacios a la acción del Espíritu siempre imprevisible y renovadora. Que reme mar adentro (in altum)

Felicitaciones cordiales por la celebración de estos tres decenios de fecunda labor. Que el Señor siga haciendo fructificar el trabajo realizado con tanto empeño y responsabilidad.

30 AÑOS AL SERVICIO DE LA FE Y PROMOCION DE LA JUSTICIA

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Homilía en los 30 años del CIRE

INTRODUCCIÓN

A

ntes de hacer una sencilla reflexión sobre el texto de Lucas, quiero agradecerle a Hermann su insistencia en que yo presidiera esta Eucaristía, pues yo suponía que ya para este momento tendríamos un nuevo Provincial nombrado por el P. General y conocido por toda la Provincia y que por lo tanto debía ser él quien la presidiera. Y se lo agradezco muy sinceramente porque es una ocasión privilegiada para expresarles a todos los miembros del Equipo CIRE toda mi gratitud y el reconocimiento de la Provincia a su labor y a su constante empeño por hacer visible y operante el don maravilloso de los Ejercicios Ignacianos a los jesuitas de la Provincia, a la vida religiosa y a hombres y mujeres de este país.

En definitiva, ustedes que conocen mi interés y mi preocupación permanente por la suerte de la convivencia en Colombia debo decirles

* Provincial de la Compañía de Jesús.

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Horacio Arango Arango, S.J.

Homilía en los 30 años del CIRE

que si he sostenido que no creo en la paz sin justicia, hoy delante de todos ustedes, sostengo que no creo en una paz sin espiritualidad. Sin hombres y mujeres renovados y transformados en lo más profundo de su interioridad, no será posible la construcción del proyecto verdaderamente humano de sociedad que todos anhelamos. De ahí la importancia que durante este sexenio le he querido dar al fortalecimiento del CIRE y a la necesidad de entregar la riqueza de nuestra espiritualidad a esta sociedad fracturada por la guerra y toda suerte de violencias.

EL CAMINO DE EMAUS...

En el marco y al calor de todo lo vivido en el Simposio sobre el acompañamiento espiritual, celebramos hoy los 30 años de servicio y animación de esta querida obra de la Provincia. Si miramos detenidamente toda la actividad del CIRE durante este tiempo de vida, encontramos que todo su quehacer hasta el presente se puede resumir en la acción maravillosa del acompañamiento. Acompañar a hombres y mujeres en su encuentro con Dios y con su voluntad para más amarlo y seguirlo en las condiciones concretas de esta historia. Esta ha sido su misión y el gran desafío de su mandato.

Casi todos entendemos que ACOMPAÑAR significa estar ahí o, ir en compañía de otro, o participar en los sentimientos y en las búsquedas de alguien. No es una palabra simple, estamos hablando de algo muy profundo, de la capacidad del encuentro entre seres humanos para hacer más fructífera y feliz la vida de todos. Esta es la experiencia más densa que hace que este planeta sea mundo y humanidad o historia. Para efectos de la reflexión que nos inspira este aniversario, quisiera hacer unas breves anotaciones sobre lo que significa acompañar desde la perspectiva del Evangelio, apoyándome en el relato de Lucas que acabamos de escuchar1, cuando narra la experiencia del acompañamiento en el camino de Emaús.

1 Lc 24, 13-35.

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Acompañar es acercarse y recorrer el camino con otros

«...se acercó y comenzó a caminar con ellos...»

Jesús se acercó a los discípulos que iban para Emaús. El acompañamiento requiere el acercamiento. Nadie puede acompañar si no se hace cercano, si no se hace encontradizo. Pero además, no puede acompañar si no camina con ellos y ellas y si no hace propia la condición de caminante. Acercarse a los Jesuitas de la Provincia y a los hombres y mujeres de este mundo y de esta sociedad, para llenar de sentido el camino que nos ha sido dado recorrer juntos, es la tarea fundamental del CIRE.

Acompañar es una experiencia que exige el diálogo

«¿De qué van hablando Uds. Por el camino?»

En el acompañamiento no es suficiente estar cerca y caminar si no se produce el diálogo, y para que éste se dé Jesús nos muestra una actitud: la pregunta, la indagación por sus vidas, por su historia, por aquello que tienen que contar. En la experiencia del encuentro entre las personas es muy importante también el silencioparaquesegenereunacomuniónmás allá de las palabras. Con frecuencia es imprescindible dejar el espacio al silencio y a la escucha. Pero no se puede acompañar sin el diálogo, sin que pueda narrarseunahistoriadepersonasquetienen mucho que contar y mucho que aprender, y que necesitan decir lo que ha pasado y lo que han sentido más hondamente en su corazón...

Acercarse a los Jesuitas de la Provincia y a los hombres y mujeres de este mundo y de esta sociedad, para llenar de sentido el camino que nos ha sido dado recorrer juntos, es la tarea fundamental del CIRE

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en los 30 años del CIRE

Acompañar es propiciar que la historia contradictoria

de la vida humana pueda ser

narrada

«Se detuvieron con tristeza y uno de ellos que se llamaba Cleofás, contestó: ¿eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalén y que no sabe lo que ha pasado estos días? El les preguntó: ¿Qué ha pasado?...»

Estos dos hombres que salen presurosos de Jerusalén, tal vez huyendo de una posible persecución, van tristes. Un hombre extraño a quien nunca han visto les ha preguntado por lo que ha ocurrido. Ellos le cuentan. Se trata de una historia dolorosa, han asesinado de la forma más brutal y humillante a su maestro, al amigo a quien amaban. Lo han asesinado en un juicio político y religioso inicuo, bajo el poder imperial de Roma, entregado por los sumos sacerdotes de su pueblo. Es un relato profundamente duro de decepción, de sufrimiento, de miedo. Mientras hablan el extraño camina con ellos, está junto a ellos, los escucha, se hace cercano a sus sentimientos.

El acompañamiento espiritual propuesto por Ignacio, permite a mucha gente contar su historia, que por desgracia es con frecuencia dolorosa y en la que se repite la sentencia de muerte del crucificado y cuyo relato permanece quizá oculto. Es un relato que produce confusión interior y miedo, pero que la experiencia del encuentro con el compañero y acompañante nuevo les produce liberación y vida nueva...

Acompañar es quedarse cuando el horizonte oscurece

«Quédate con nosotros, porque ya es tarde. Se está haciendo de noche...»

Quienes han conocido las experiencias más densas del dolor y de los apremiossaben que lanoche representasiempre el desamparo. Nuestro mundo moderno está lleno de luz artificial en las noches. Anteriormente, en la historia humana las noches eran mucho más oscuras. Los caminantes quieren que su nuevo amigo, que aquel que los acompaña se quede esa noche, cuando el horizonte es más oscuro por la tristeza, por el miedo, por la tibieza y porque el camino es incierto. Y el peregrino

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Homilía

acepta. Acompañar espiritualmente desde entonces es no rehusar a quedarse en las situaciones más dolorosas y difíciles de la gente. Desde entonces se entiende por qué los ministerios de la Iglesia incluyen hacer camino con los que huyen de las guerras, con los desprotegidos, con los que están entristecidos, enfermos, marginados o agobiados por el peso del vivir y se comprende también por qué Ignacio de Loyola quiso que hubiera espacios en la Compañía que replicando su propia experiencia, pudieran acompañar a hombres y mujeres que en cualquier situación quisieran ordenar su vida para más amar y servir a su creador y Señor.

El acompañamiento espiritual pasa necesariamente por una dimensión material, por el compartir de los bienes, por la construcción de un mundo de inclusión y bienestar en justicia para todos

Acompañar es siempre compartir el pan

«Cuando ya estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio»

El acompañamiento, está siempre ligado a un pan con otros, al compartir. El hombre que se ha acercado a los discípulos abatidos se sienta a la mesa, parte el pan y lo entrega. El acompañamiento espiritual pasa necesariamente por una dimensión material, por el compartir de los bienes, por la construcción de un mundo de inclusión y bienestar en justicia para todos. Sin este paso por lo material no se produce la encarnación con la cual Dios mismo acompaña a los seres humanos.

El itinerario de Ignacio culmina en la entrega generosa de toda la vida e implica el sacrificio de la propia vida «TOMAD SEÑOR Y RECIBID...».

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Homilía en los 30 años del CIRE

El acompañamiento produce alegría y un fuego en el corazón

«¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?»

La historia humana se hizo durante siglos junto al fuego. Con las llamas encendidas se contuvieron las fuerzas más adversas de la naturaleza, se hizo el hogar de todos los pueblos, se alumbró la noche y se cobijó la esperanza. Las mejores historias de la humanidad se tejieron junto al fuego. Pero no sólo arden los leños. Quienes conocieron a Jesús y estuvieron en su compañía pudieron sentir que en su corazón se encendía un fuego capaz de hacer arder la vida y de ser llevado al mundo entero. Los discípulos han descubierto que el hombre que los acompañaba había hecho que su corazón se encendiera y alumbrara la pesada oscuridad que los rodeaba. Lo han reconocido, saben ahora que en ese hombre que no pudieron reconocer estaba la presencia de aquel a quien habían visto morir en el madero y ahora se constituía en luz plena que ilumina la vida para seguir el camino...

Sólo acompaña espiritualmente quien se encuentra con Jesús

«Sin esperar más, se pusieron en camino y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a sus compañeros, que les dijeron:

'De veras ha resucitado el Señor, y se le ha aparecido a Simón'. Entonces ellos dos les contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan»

Tienen prisa. Parten de Emaús esa misma noche, ya no hay temor a las sombras de la noche ni al riesgo que implica retornar a la capital donde el peligro de persecución es mayor. Tienen que contar lo que han vivido, la experiencia del encuentro con Jesús resucitado. Quieren acompañar a una comunidad, la de los apóstoles y sus compañeros. El encuentro es conmovedor porque todos tienen la misma alegría, el mismo deseo de consolar y acompañar a sus amigos y hermanos, y todos tienen

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esta unidad de propósitos porque todos y todas en esta comunidad primigenia se han encontrado personalmente con Jesús.

Es evidente que el acompañamiento espiritual requiere de la más honda experiencia de encuentro con Jesús, con Jesús vivo en esta vida y en esta historia. De no producirse en nosotros el encuentro radical con Jesús no tenemos cómo acercarnos y preguntar a la gente sobre su historia, no podemos caminar con la gente si no tenemos capacidad para escucharla. Con toda seguridad, sin la presencia viva de Jesús dentro de nosotros mismos no iluminaremos el drama de la historia de los seres humanosenColombia,nipodemos comprender el carácter sagrado de las luchas por la justicia. El pan compartido expresa la comunión como típico modo de acompañamiento de Dios. Solo así podremos producir paz y alegría. ¡Ese fuego encendido que hace retroceder las sombras de las noches y defiende la vida de los monstruos de nuestra historia contemporánea, es el que produce la más audaz esperanza!.

Que Dios nuestro Señor le conceda a esta Provincia y a este país, sentirse acompañados por esta experiencia fundante vivida en el equipo del CIRE y con su presencia nos regale el saber estar junto a Jesús para acompañar la vida y el destino de este país en estos tiempos aciagos cargados de sufrimiento, de pobreza y desamparo.

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Crónicas sobre la formación

Crónicas sobre la formación

INTRODUCCIÓN

Estas crónicas, escritas hace algunos años, recogen la experiencia de vivir en una casa de formación de la provincia de Toledo en España. No hemos querido actualizar la información, para que el documento no pierda su sentido. Consideramos que los descubrimientos fundamentales que surgieron a partir de esta experiencia, pueden iluminar algunos elementos sobre la formación que brindamos, no sólo los jesuitas, sino los religiosos y religiosas en el mundo de hoy. Esperamos que estas crónicas, puedan ayudar a nuestros lectores en la reflexión sobre la formación que ofrecemos.

* Licenciado en Filosofía y Magister en Psicología Comunitaria de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Actualmente es Director del CIRE, Director de la Licenciatura en Ciencias Religiosas (presencial) en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana y profesor de la misma.

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Crónicas sobre la formación de los jóvenes Jesuitas en algunas de las provincias de la Compañía de Jesús de la Península Ibérica, escritas por el Padre

Hermann Rodríguez Osorio, de la misma Compañía

Se añaden algunas reflexiones y comentarios sobre la formación de los jóvenes jesuitas en otras latitudes

PRELUDIO

Hay experiencias y situaciones de la vida que no podemos abarcar con las palabras y las descripciones. La vida durante cinco años en una comunidad de formación de una provincia distinta a la mía, me ayudó a ampliar mis horizontes y a descubrir nuevos caminos. Toda la experiencia, en su conjunto, es absolutamente inabarcable y se escapa al deseo de la pluma por fijarla y congelarla en una sola imagen.

Sin embargo, aun con el riesgo de ofrecer solamente algunos rasgos o caricaturas... con el peligro de poner los acentos en unas cosas y no destacar suficientemente los contrastes y los claroscuros de la realidad, he querido poner por escrito algunas pinceladas que me quedaron grabadas en la mente y en el corazón. Será un intento, a lo mejor no siempre afortunado, por retratar lo que vi y experimenté en medio de esta comunidad cambiante, por cierto, durante casi cinco años.

Me inspiro para ello en el estilo literario de los exploradores de distintos países, que al volver a su tierra natal llevaban escritos en crónicas y narraciones, las costumbres y usos de los pueblos conocidos y del medio natural que habían encontrado durante sus recorridos. No es una lectura objetiva ni inocente; no hay miradas sin supuestos. Mucho de lo que veo y describo lo llevo clavado yo mismo en mi ojo de cronista. Otro poco será lo que está allí y espero que lo que pueda decir y tenga algún

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Crónicas sobre la formación parecido con la realidad. Por lo menos se parecerá a la realidad tal como me aparece a mi delante. Otros mirarán las cosas distintas y tal vez dialogando y confrontando visiones diversas, podríamos ir aproximándonos un poco más al que es la Verdad, que siempre nos desborda y nos trasciende, pero que no deja de revelarnos sus secretos en cada regalo que recibimos de él.

Tomo, evidentemente, posición frente a muchos puntos y espero que el benévolo lector no se sienta ofendido, sino invitado a tomar también alguna posición con respecto a los puntos más polémicos. Estas crónicas podrán ayudar a las personas a hacerse una ligera y remota idea de cómo funciona la formación de los jóvenes jesuitas en otras tierras. Pero como el mapa es incapaz de reemplazar la aventura de sumergirse en la selva amazónica, así también estas líneas son incapaces de reemplazar la experiencia directa de vivir en otro lado del océano la aventura de ser jesuita.

Capítulo Primero Sobre las distintas etapas en que está dividida la formación de los jóvenes jesuitas en estas provincias

Las primeras etapas de la formación, hasta antes del magisterio, las hacen juntos, pero no revueltos, los jóvenes jesuitas de las varias provincias en que está dividida, más que organizada, la Compañía de Jesús en estas tierras.

El noviciado está en territorio de Hispalis, capital de la provincia Baetica. Ocupa un viejo cortijo o caserón campestre, que está hacia las afueras de la ciudad. La disciplina y el orden son algo distintivo de la vida que llevan los jóvenes durante sus primeros años. Es un auténtico rompimiento con el mundo joánico, pero también con sus mundos familiares, de amistades, etc. Digamos, para resumir, que se vive en el noviciado en medio de una austeridad muy grande, personal y comunitaria, un ambiente de piedad, oración frecuente y abundante, devociones, estudios, oficios humildes y algunos trabajos pastorales.

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Una vez hechos los votos, al llegar a la capital del Reino, donde se desarrollan las siguientes etapas, los jóvenes son distribuidos en dos comunidades distintas. Viven ya no en medio de los naranjos en flor del noviciado, con su aroma particular a azahar, sino en apartamentos, que en estas tierras llaman pisos, ubicados en grandes edificios multifamiliares de clase media. Nuestros vecinos son empleados de rango medio o bajo en empresas públicas o privadas. No es fácil comparar, pero setratadeunmediosencilloy austerodentro del contexto de la sociedad española.

Se vive en el noviciado en medio de una austeridad muy grande, personal y comunitaria, un ambiente de piedad, oración frecuente y abundante, devociones, estudios, oficios humildes y algunos trabajos pastorales

En esta primera etapa del postnoviciado pasan 2, 3 o 4 años haciendo estudios humanísticos y de filosofía... Pero sobre esto volveremos más adelante. Lasiguienteetapa,llamada intermedia,está ya unificada en una sola comunidad; allí llegandelasdoscasasanteriores,paracontinuar y terminar su filosofía o alguna carrera distinta. Esta casa está en un medio similar a las anteriores o incluso un poco más sencillo. Se trata de una vivienda justa, estrecha, con habitaciones pequeñas y espacios comunes un poco apretados. Los espacios más amplios son los que compartimos con el vecindario: hay en los alrededores bonitos y amplios parques, grandes avenidas, un centro comercial enorme, y otro tipo de lugares para el esparcimiento colectivo.

El sector donde están las comunidades de formación parece un inmenso bosque de grandes edificios, casi todos de trece pisos, con doce apartamentos por piso. Nuestras comunidades ocupan cuatro o cinco de estos apartamentos. La gente común vive también la estrechez de estos cubículos y los atafagos de la multitud que rodea las calles vecinas, que padecen una sobreabundancia de coches (como llaman aquí los carros) parqueados por doquier y con mucha frecuencia en doble fila.

Al terminar la licencia en filosofía, que la hacen los menos (no en calidad sino en número), o las distintas carreras que estudian en este

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Crónicas sobre la formación tiempo intermedio, viene el magisterio que dura uno o dos años, dependiendo de la necesidad de cada sujeto. Hasta este momento se suele decir que la mayoría de los jóvenes han mantenido un pie dentro de la orden y el otro por fuera. El magisterio es el momento clave en el que se acaban de meter los dos pies en la Compañía (que no es lo mismo que meter la pata entre nosotros), o se opta por otro camino.

El magisterio ya distancia a los muchachos que han venido de las dos provincias distintas. La teología la hacen los béticos en Granada o en otras facultades de la Compañía universal y los Toledanos aquí en Madrid. La casa del teologado sigue el esquema de las etapas anteriores y mantiene la ubicación sencilla, el estilo de vida austero y la libertad responsable de la que iremos hablando más adelante.

Capítulo

Segundo

Sobre el elemento que fundamenta todo el proceso de la formación de los jóvenes jesuitas en estas provincias y que explica el modelo en su totalidad (Me parece...)

Entre los compañeros de comunidad que he tenido durante estos cuatro años de convivencia en la etapa intermedia, puedo contar algunos que han entrado después de acabar sus estudios de bachillerato o de formación profesional (que equivaldría entre nosotros al bachillerato técnico); otros han entrado con uno, dos, o tres años de carrera. Alguno ha entrado ya con la carrera terminada y algo de experiencia profesional. Esto significa que han entrado con edades que varían entre los 18 y los 25 años; claro que hay casos en los que se entre aún mayor, pero no son tan frecuentes.

Lo que sí es cierto es que todos y cada uno de ellos, son considerados, por lo menos en lo que toca a las etapas de formación que he conocido más de cerca en Madrid, como personas adultas. Y lo son, evidentemente. No tienen siempre toda la madurez deseada, ni a nivel humano, ni en lo que toca a la vida religiosa en la Compañía de Jesús.

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Pero ciertamente me ha impresionado muy positivamente que en ningún momento he visto que con la palabra, ni mucho menos con las actitudes de los formadores o del mismo Prepósito Provincial, se les transmitiera que son adolescentes inmaduros y necesitados de una estructura y una supervisión propia de un internado.

No hay horas de llegada fijadas por la noche, no hay un control desus salidas, tienen unagran libertad de movimiento y de iniciativa en muchos campos... Podrían multiplicarse los ejemplos y de hecho en los capítulos que siguen se irán desarrollando las consecuencias de este elemento básico que le da cuerpo a toda la formación.

Ninguno está en la Compañía vigilado o cuidado

Yo diría que se les da plena libertad y se les exige plena responsabilidad en sus vidas. La respuesta no siempre es la mejor y pueden darse de vez en cuando abusos de uno u otro tipo. Pero la reacción general frente a esa puerta abierta y a ese trato adulto, es un crecimiento notable en conciencia de la propia vocación recibida y aceptada en libertad. Ninguno está en la Compañía vigilado o cuidado. Cada uno está porque así entiende que Dios se lo pide. Y si se le ocurre algún día salir del redil para ir a buscar lo que puede amenazar su vocación religiosa, lo hace con la conciencia de que es lo que él mismo está buscándose.

En una sociedad en la que abundan los medios, en la que las seducciones del consumo, del placer, del poder y del dinero están abiertas a casi todos de una manera permanente y cercana, no podría ser de otra manera. Aquí nadie se mete a la Compañía en busca de la seguridad de unos estudios, ni buscando escalar posiciones en la pirámide social, ni mucho menos por asegurarse un techo digno o la alimentación. La mayoría de los que entran a la Compañía en estas provincias vienen de familias medias; algunos de familias más pudientes o más sencillas. Pero todos ellos han dejado atrás la seguridad de un hogar establecido, las posibilidades de unos estudios universitarios y un proyecto profesional más o menos estable.

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Capítulo Tercero

Sobre la manera como se administran los bienes económicos y las consecuencias que trae esto para la vivencia de la pobreza entre los jesuitas jóvenes de estas provincias

Un ejemplo claro del trato adulto del que he venido hablando y de la libertad responsable se refiere al manejo de la economía de las comunidades. Conozco dos modelos diferentes que pueden contrastarse con los esquemas tradicionales que conocemos y con los que funcionan la mayoría de las economías de las comunidades jesuitas alrededor de todo el mundo.

El primer modelo lo utilizan en las casas del postnoviciado. En las dos comunidades a donde llegan a vivir los jóvenes una vez hecho los votos, cuentan con una caja común en la que normalmente hay dinero disponible. Junto a la caja, que se encuentra siempre abierta y en un sitio común, hay un libro. Cada uno de los miembros de la comunidad toma de la caja el dinero que necesita para sus distintos gastos personales y anota en el libro el destino de ese dinero.

Para los estudiantes que llegan de un noviciado austero y estricto, el esquema les impresiona un poco al comienzo. Alguno me decía una vez que cuando se pasaban de mil pesetas de gastos al mes (unos seis euros ahora), les llamaban la atención en el noviciado. Pues aquí no hay límite, estrictamente hablando. Si sacan 20.000 pesetas para comprar zapatos, se anotan y ya está. No es fácil establecer ejemplos y comparaciones, pero la impresión que se recibe es grande. No hay que hablar con el ministro, que generalmente es uno de los jóvenes en formación, ni hay que preguntarle al superior si esto o aquello se puede gastar. Habrá casos en que sí, claro, pero en lo ordinario esto no existe. Cada uno debe saber qué necesita y qué gasta. Cada uno es responsable de cómo administra sus recursos y los recursos de la comunidad.

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Este modo de funcionamiento tiene detrás un presupuesto hecho por el ecónomo de la comunidad y con base en los gastos del año anterior. Los rubros son muy variados. Además de los gastos comunes que hacen el ministro o los encargados de distintas servicios, la gente anota sus gastos en medicinas, libros, fotocopias, ropa y calzado, elementos de aseo, limosnas, gastos personales, transportes, vehículos (gasolina o arreglos), correo, papelería, revistas, alimentación... y otros gastos que se consideran extraordinarios: médicos, pago de matrículas o estudios, cursos especiales...

Ninguno de estos gastos necesita respaldo de un recibo o factura que constate el pago. Esto lo digo porque en mi provincia todo, absolutamente todo necesita, para efectos fiscales y creo que también como forma de control, un justificante. Hay cosas que se escapan y son excepción, pero es la excepción. Pues aquí la excepción sería la contraria; alguna vez se necesitaría para efectos de reclamaciones, cambios, devoluciones o garantías, algunas de las facturas que guarda el interesado o el encargado de hacer la compra que corresponda.

El control que me parece que de hecho funciona es que mensualmente se le entrega a cada uno un informe que incluye todos los gastos de la comunidad y en el que se especifica detalladamente los gastos de cada uno de sus miembros. Me imagino que de vez en cuando el superior podría preguntar a alguno por uno u otro gasto más sobresaliente, o los mismos compañeros pueden hacer notar a alguno su descuido o exceso en determinados rubros.

Esto no es el ideal ni funciona perfectamente. Alguna vez se descuadra la caja y faltan 10 o 20 mil pesetas que nadie ha anotado, por olvido o por... Además hay quien dice que los estudiantes cargan los gastos anotados en los rubros que luego se hacen comunitarios en el informe común, y disminuyen el rubro de gastos personales que es como la medida del aceite y del autocontrol de la pobreza entre algunos. Si tengo una cifra pequeña en gastos personales, no importa que haya gastado en exceso en otros rubros que no se ven reflejados en mi informe. Pero esto sería lo raro en mi opinión.

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Lo cierto es que dar responsabilidad efectivamente va formando personas responsables. Desde ya se van formando criterios muy claros e interiorizados sobre el manejo de los gastos de cada uno. Doy fe que hay personas de mi comunidad que viven una pobreza muy real y una austeridad muy estricta que no viene de fuera de ellos sino que nace de la llamada que han recibido del Señor a vivir en pobreza y sencillez.

El segundo modelo que conozco y es el que ha funcionado en mi propia comunidad en los tres últimos años; cada uno hace un presupuesto previo de los gastos que va a tener en el mes siguiente y le pide al ecónomo, que es un joven en formación, la cantidad necesitada. Al final del mes se hace un informe en el que cada unoespecificacuáleshansidosusgastos. Igual que en el modelo anterior, mensualmente se ofrece a toda la comunidad un informe con los gastos comunes y los personales de cada uno desusmiembros. Ademássevareflejandomensualmente el avance de los gastos anuales y se registra el porcentaje de lo gastado con respeto al presupuesto global de la comunidad en cada rubro. Parece difícil, pero no es tan complicado con un sencillo programa de computador.

La plena libertad va creando la conciencia de la plena responsabilidad a todos los niveles de la vida

Estos dos modelos de manejo económico, como anotaba más arriba, crean a veces cierto desconcierto y desajuste en un primero momento. Sin embargo lo que yo constato es que ayuda notablemente a asumir más responsablemente una pobreza auténtica y querida voluntariamente. La norma no viene de fuera sino que se va formando en el interior de las personas. Esta actitud ante el dinero se traduce luego en otras actitudes ante los bienes comunes, ante los estudios, ante la pastoral, ante la vida misma. La plena libertad va creando la conciencia de la plena responsabilidad a todos los niveles de la vida. Llama la atención que la gran mayoría de los estudiantes reclaman una mayor austeridad en la vida comunitaria y se exigen notablemente en una austeridad de vida personal.

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Sobre el funcionamiento de la autoridad en las etapas de la formación de los jóvenes jesuitas en estas provincias

El superior de cada una de las comunidades ejerce un papel fundamental en la orientación y dirección de las comunidades y de cada uno de sus miembros. Generalmente es el acompañante espiritual de los jóvenes en sus primeras etapas y es el responsable de la formación académica y pastoral.

En cada una de las comunidades viven uno o dos jesuitas mayores que acompañan el proceso de formación pero que, estrictamente hablando, no tienen una responsabilidad o autoridad sobre los estudiantes. Los cabestros, como se les llama aquí a los sacerdotes o hermanos formados que acompañan a las comunidades, sirven de referencia para los jóvenes y desarrollan sus labores fuera de la comunidad. La segunda acepción de cabestro en el Diccionario de la Real Academia Española (211992) que tengo a mano dice: «Buey [toro castrado] manso que suele llevar cencerro y sirve de guía en las toradas». Cualquiera entiende por qué casi nadie quiere prestar este servicio en las casas de formación...

Se podría decir, parodiando a san Pablo, que en las casas de formación hay «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Superior y Padre de todos» que lleva todos los hilos del proceso formativo. Hay superiores que tienden a consultar más a los cabestros para la toma de ciertas decisiones que conciernen a las personas en particular o a la comunidad en general. Pero, de hecho, el único responsable de todo es el mismo superior.

Esta manera de proceder tiene, en mi opinión, ventajas y desventajas. Por un lado centra el proceso de los jóvenes y les va ayudando a vivir su formación en un sentido integrador. No hay dicotomías entre las dimensiones espirituales, académicas, pastorales y comunitarias. Se pierde, sin embargo, un sentido de equipo de formadores que puede ayudar a tomar con más tacto ciertas decisiones a través de las consultas y el discernimiento en común. Además, los estudiantes no

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Crónicas sobre la formación llegan a entender cuál es el papel de un acompañante espiritual y su diferencia con el papel del superior.

Capítulo Quinto

Sobre los 'equipos' o subcomunidades que funcionan en cada una de las casas y en las que se desarrolla gran parte del proceso de formación

Del superior se reciben los destinos y la orientación. Sin embargo los compañeros de formación tienen también un papel importante en el proceso de los jóvenes. En cada una de las comunidades funcionan equipos en los que está presente un formador. Estos equipos imprimen una dinámica muy particular a la vida de las comunidades. Los equipos responden a una concepción comunitaria de la formación y son el espacio en el que cada uno de los jóvenes se contrasta abiertamente con los demás y recibe los comentarios y críticas de sus compañeros.

En

los equipos se habla de la manera como cada uno va viviendo su oración, sus votos, sucrecimiento en la formación

Los equipos, que se reúnen unas tres veces al mes, discurren sin temas preestablecidos y respondiendo a las necesidades de sus miembros; cada uno va comentando su proceso personal, sus logros y dificultades en todas las dimensiones de su vida. Allí se comentan los planes que se van a presentar al superior para los tiempos de verano, para la pastoral, para la orientación de los estudios, etc. Se habla de la manera como cada uno va viviendo su oración, sus votos, su crecimiento en el proceso de formación.

La intuición fundamental de estos equipos es el hecho de que todos son responsables de su propia formación y de la formación y el crecimiento de sus hermanos. Esto se asume con mucha seriedad y da muy buenos resultados. Hayquedecir,detodosmodos,quelosnivelesdeprofundización y de comunicación de los distintos equipos, formados por unas siete u ocho personas, varía y no siempre es constante. A veces se hacen repetitivos y las conversaciones no tocan los puntos fundamentales.

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Esta manera de proceder ha logrado tener una tradición y una historia que los jóvenes valoran y defienden con mucha convicción. Los equipos nacieron hace varios años como expresión de dos corrientes distintas que se fueron fusionando. Por un lado estaba la corriente que marcó los años 70 y que se expresó como búsqueda de una vida comunitaria de mayor implicación y compromiso; lo fundamental es que seamos amigos en el Señor en la famosa frase ignaciana que resucitó por esos años el venerable padre Osuna.

La otra corriente que alimentó el nacimiento de los equipos viene de la psicología de grupos. La dinámica de grupos o la terapia psicológica grupal tiene grandes amigos entre los formadores y los padres graves de estas provincias. Esta dinámica no se sigue estrictamente, ni se pretende que los equipos sean psicoterapéuticos en sentido pleno; pero sí hay elementos de esta corriente en esta tradición. Lo cierto es que el resultado es bastante bueno y va creando conciencia de cuerpo. No se puede hablar de una situación ideal, pero ciertamente hay una importante implicación mutua en los procesos de formación y hay que destacar el valor que tienen los mismos compañeros en el crecimiento de los jóvenes jesuitas.

Sobre la práctica de la oración, el examen, las costumbres en la celebración de la Eucaristía y otras devociones

Los novicios, como casi en todas partes, son de una devoción admirable. No puedo decir lo mismo de los que están recién llegados a las casas de formación de Madrid; no faltará el que sea fiel a su oración y a sus prácticas espirituales, pero en términos generales, el bajón de nivel en la vida espiritual y en la práctica de los distintos ejercicios que forman parte de nuestro modo de proceder, deja mucho que desear.

Es muy difícil hacer un balance general, pero me parece a mi que después de los dos o tres primeros años de estudios humanísticos y de

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Crónicas sobre la formación filosofía, se reinicia un proceso lento de recuperación de la oración y del examen. Enlaetapaintermediasefortaleceunpocomásestarefundación de la espiritualidad. Algunos incluso no llegan a una estabilidad en este campo sino más adelante.

Contrastando con lo anterior, la Eucaristía hace parte central de la vida de casi todos los jóvenes durante estos primeros años de formación académica. Es un lugar privilegiado para compartir comunitariamente la experiencia de fe y también el momento para comentar, en un ambiente de oración y de profundización envidiable, lo que van viviendo en todos los campos.

Algún superior motiva a los jóvenes para que vivan la eucaristía diaria en su propio lugar de estudios o de trabajo. Igualmente se invita los domingos a unirse a la celebración de la comunidad parroquial a la que se pertenece, sin que necesariamente se tenga que implicar la persona en una acción pastoral directa. Una vez a la semana se tiene una celebración más cuidada de la Eucaristía, sea de toda la comunidad o por equipos. Otro día se suele tener un rato de oración en común al que se invita a todos a participar, pero que muy raramente cuenta con la presencia plena de la comunidad.

La confesión me da la impresión que no es una práctica frecuente ni buscada explícitamente. Algún superior la promueve a través de alguna celebración penitencial, pero no es algo que entre dentro de la vida ordinaria, según creo. Cada uno tendrá con su espiritual, que generalmente es el mismo superior, una confrontación sobre estos puntos de la vida sacramental.

Los ejercicios anuales, el triduo de renovación de votos y los retiros mensuales (2 o 3 al año) sirven de estaciones de alimentación fundamentales en el camino de la vocación. Los viven con mucha seriedad y hondura. El silencio, sobre todo en los Ejercicios, es absoluto.

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Sobre los estudios que realizan los jóvenes jesuitas en estas provincias

Durante estos cuatro años en esta etapa intermedia he tenido compañeros estudiando las siguientes carreras: medicina, filología trilingüe (hebreo, griego y latín), ingeniería de caminos (civil), derecho, psicología, filosofía, sociología, educación primaria, periodismo y trabajo social. El próximo año llegará uno que estudia química, otro que hace filología hispánica y dos que van a terminar su filosofía.

Algunos de estos estudios se han comenzado antes de entrar en la orden, pero muchos de ellos responden a la planificación de las provincias. Los casos se analizan y se deciden individualmente con el provincial. Habrá algunas políticas comunes, pero se responde a la realidad de cada uno de los sujetos, a sus capacidades y a las necesidades de la misión. No tiene sentido esperar a terminar la teología para comenzar a estudiar hebreo y griego como bases para una especialidad en Biblia.

Todos los escolares hacen el ciclo básico de teología que dura 3 años y luego los dos de la licenciatura. Estos dos últimos cursos se hacen a veces fuera de la provincia.

Por lo menos en la comunidad intermedia hay una gran riqueza de perspectivas y de enfoques. El hecho de estar en facultades y centros universitarios distintos, haciendo carreras diferentes, hace que los ritmos de vida comunitaria no puedan llevar la misma regularidad que tienen los benedictinos en sus monasterios... Pero las discusiones y las conversaciones que se suscitan entre nosotros alrededor de todo tipo de temas, cuenta con los aportes de cada uno.

La motivación y el impulso que recibe un joven al que se le confía prepararse responsablemente en un área del conocimiento, es impresionante. Cada uno empieza a sentir que su misión se va concretando y se va encarnando. Cada uno de ellos es una presencia viva y explícita de la Iglesia y de la Compañía en las facultades civiles más variadas; algunos son más lanzados para formar un grupo de cristianos entre los ingenieros;

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Crónicas sobre la formación otros son más tímidos y se mueven menos de lo deseado entre sus compañeros y compañeras. Pero ciertamente cada uno está convencido de que la Compañía lo necesita muy bien preparado en su campo y se siente también disponible para prestar un servicio en cualquier otra labor.

Los que se dedican a la filosofía lo hacen con buena conciencia y aprovechan todo lo que pueden. Hay algunos más encarretados con ello y otros que la toman como una buena base para hacer una teología inteligente. Lo cierto es que la diversidad es una riqueza incuestionable.

Sobre las actividades pastorales y otras labores no académicas que desarrollan los jóvenes jesuitas durante sus formación

Cada uno de los jóvenes estudiantes recibe del superior una misión a comienzos de curso. Generalmente responde a las necesidades en el proceso vital y religioso del sujeto. No se conforman equipos apostólicos como en nuestra provincia, sino que los jóvenes se incorporan a un equipo real que ya existe en el lugar de trabajo: un colegio de la Compañía, un grupo juvenil de la pastoral de una parroquia de la Compañía o del clero, un centro de atención a enfermos de sida, un colectivo que visita cárceles, una comunidad de vida cristiana, un grupo que trabaja con drogodependientes o una institución que ofrece educación informal para jóvenes con riesgos delincuenciales.

Cada uno está convencido de que la Compañía lo necesita muy bien preparado en su campo y se siente también disponible para prestar un servicio en cualquier otra labor

Los jóvenes se insertan, pues, en equipos de trabajo que tienen su propia dinámica y que les ofrece una labor sencilla y concreta que debe ser planificada y evaluada en común. Normalmente dedican una tarde o una mañana a la semana en la actividad y tienen alguna otra reunión con el equipo correspondiente.

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Capítulo Octavo

Estos destinos se comentan antes en los equipos de cada una de las comunidades y se reciben los comentarios de los demás compañeros. A algunos se les recomienda una labor evangelizadora más explícita o un contacto mayor con alguna obra de la Compañía; a otros se les invita a tener un contacto más directo con las situaciones de pobreza. En la primera etapa del postnoviciado se insiste más en la relación con las obras de la Compañía y en una labor pastoral, mientras que en la etapa intermedia se busca un trabajo de mayor cercanía al cuarto mundo o de marginación; pero todo está abierto a las necesidades y procesos personales.

Los tiempos de verano (julio y agosto) son momentos de trabajo más intensos para algunos. Se va durante tiempos más largos participar en campamentos de trabajo o de formación con alumnos de nuestros colegios o a otras actividades pastorales que se planifican centralizadamente en toda la provincia. Otros dedican un poco más de tiempo al estudio de lenguas en el exterior, respondiendo a las necesidades y a la situación de cada uno.

Capítulo Noveno
Sobre los órganos de comunicación supracomunitarios que tienen establecidos los jóvenes jesuitas

Habría como tres niveles de comunicación supracomunitarios que vale la pena señalar. Por un lado los escolares de cada una de las provincias se reúnen una o dos veces al año para discutir problemas que les interesan y para intercambiar las distintas experiencias que van teniendo a nivel académico, comunitario, pastoral y espiritual. Estas reuniones generales, están preparadas por reuniones que aquí llaman verticales, es decir, en las que hay dos o tres miembros de cada una de las comunidades, desde el postnoviciado, hasta la teología. Se forman así cuatro o cinco pequeños grupos que buscan hora y lugar para encontrarse alrededor de un tema que ha sido fijado con anterioridad a través de una pequeña consulta. Todo esto es coordinado por un representante de cada una de las comunidades.

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Crónicas sobre la formación

Un segundo nivel de comunicación sería el que se establece a través de un grupo que se llama 1.4.4. Una o dos veces al año se reúnen el provincial (1), los cuatro superiores de las casas de formación de Madrid (4), y un representante de los estudiantes de cada una de estas cuatro comunidades (4). De antemano se establece un orden del día, que se elabora con el aporte de los jóvenes y de los superiores. Hay un intercambio muy enriquecedor y en el que se discuten temas de mucho interés para todos. Las conclusiones de estas reuniones, que casi nunca son de tipo práctico, se comentan luego a nivel informal en las distintas comunidades.

Un tercer nivel sería el que se establece a través de la reunión de los escolares europeos. Cada provincia nombra anualmente un delegado para asistir a estas reuniones. Son momentos de un intercambio muy valioso. Normalmente tienen juntos los Ejercicios Espirituales y tratan algún tema que ha sido propuesto desde el año anterior y que el delegado de cada provincia ha debido preparar a través de consultas informales con los demás estudiantes de su provincia.

Este tipo de comunicaciones a varios niveles ayuda a que los jóvenes puedan ir manifestando sus inquietudes y al mismo tiempo recibiendo reflejos de otros ambientes a los propios; es muy enriquecedor el intercambio con los formadores y con el provincial, lo mismo que ir aprendiendo de las otras etapas de la formación de una manera regular y de los procesos que se viven en otras provincias.

Capítulo Décimo

Sobre el contacto que tienen los jóvenes jesuitas con otras provincias de la Compañía a lo largo de su formación

Como ya decía en el capítulo anterior, un escolar distinto viaja cada año al encuentro de escolares europeos; no todos pueden pasar por esta experiencia, pero ciertamente el número de los que se enriquecen con estos encuentros es bastante alto a lo largo de todo el proceso.

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Otra manera de entrar en contacto con otras provincias de la Compañía es aprovechando el tiempo del verano para hacer estudios de idiomas. Muchos de los estudiantes consiguen trabajo en parroquias o casas de formación de la Compañía en Inglaterra, Irlanda, Alemania o Francia. Con algunas horas de trabajo en una biblioteca, en el mantenimiento de los jardines o en los oficios humildes de las comunidades jesuíticas, logran ganarse el hospedaje y la comida. Pagan un curso de idiomas y sobre todo practican lo más posible la lengua que están interesados en aprender.

No siempre es fácil conseguir estos intercambios, pero ciertamente muchos buscan y aprovechan estas posibilidades que ofrece un continente lleno de lenguas distintas con distancias no muy largas.

España es un país buscado por muchos latinoamericanos para hacer sus estudios especiales en distintas ramas. Esta fuerte afluencia de jesuitas de otros países es acogido con mucho gusto por las comunidades, aunque el nivel de peticiones sigue subiendo y ya las comunidades casi no dan abasto recibiendo gente. En concreto es muy interesante la experiencia del teologado, donde conviven jesuitas de siete provincias distintas; el año pasado había un coreano, un zaireño (República Democrática del Congo desde hace poco), un argentino, dos peruanos, un portorriqueño, un mexicano y el resto españoles.

Esta acogida de extranjeros es una gran riqueza para los estudiantes de estas provincias y les permite ir creciendo en una conciencia cada vez más universal. De todos modos hay que tener en cuenta que se trata de comunidades pequeñas y con una identidad muy definida y una línea de formación mantenida muy claramente. Es decir, no se trata de colegios internacionales en los que nadie es anfitrión y cada uno vive como está acostumbrado a vivir en sus provincias. Aquí se ofrece un estilo muy concreto de formación y se procura que el número de españoles sea siempre mayor que el número de extranjeros, de modo que el ritmo esté marcado por la provincia anfitriona y no se haga una Babel en la que cada uno habla en su propia lengua y nadie llega a entenderse.

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Crónicas sobre la formación

Sobre

otros elementos que me llaman la atención del estilo de vida de

las comunidades de formación en estas tierras

Quieroresaltaralgunos elementosmuysimples,perotambiénmuy significativos. Las comunidades de formación (que están formadas por grupos entre 10 y 17 personas) no tienen más que una empleada que se ocupa fundamentalmente de la cocina y del aseo de algunos sitios comunes. El resto de las labores domésticas es asumido por los jóvenes y sus formadores. Lavar la ropa, hacer aseo de baños y habitaciones, hacer mercado, arreglar daños pequeños y otros oficios comunes son asumidos como parte de la vida ordinaria de los estudiantes.

No voy a decir que siempre he visto cumplidos estos trabajos de una manera ejemplar; hay que ver algunos que dejan que en sus cuartos crezca la maleza o que les cuesta lavar los baños. Pero poco a poco se va creciendo en un compromiso de servicio sencillo, como parte de la vivencia del voto de pobreza que han asumido con libertad y alegría.

El uso de loscarros (hay dos o tres en cada comunidad) es bastante democrático; exceptuando algún superior que usa de una manera más exclusiva el suyo por motivos apostólicos, se entiende, las otras comunidades tienen una lista pública en la que cada uno apunta las horas en que necesita determinado vehículo. Normalmente por las mañanas se dedica el carro para transportar a los jóvenes a la universidad, pero por las tardes se utilizan según la discreción de cada uno. Evidentemente tiene prioridad el uso comunitario sobre el uso particular, pero normalmente se dialoga y se busca que este servicio sea utilizado por todos. Frecuentemente se estimula la utilización de los medios de transporte públicos.

En la perspectiva de la libertad responsable, hay que añadir que en la casas no hay nada bajo llave; ni los cuartos, ni el dinero, ni las despensas, ni los licores... Todo está a la mano del que lo quiera tomar y se supone, en mi opinión con mucha razón, que lo que forma en la responsabilidad no es la habilidad del que controla desde fuera, del que

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fiscaliza, del interventor que no permite que nada se mueva sin su consentimiento, sino en la libertad que se recibe y se asume con una madurez cada vez mayor.

Capítulo Duodécimo

Sobre algunas preguntas e inquietudes que me deja este estilo de formación.

Más orientadas a los formadores y estudiantes de las provincias ibéricas

Una primera pregunta que aparece en mi al reconsiderar todo el proceso, que en líneas generales me parece bastante acertado, es si hay una coherencia suficiente entre la etapa del noviciado y el resto de la formación. El golpe que se recibe en el postnoviciado es demasiado fuerte; podría prepararse un poco más a los estudiantes, desde el noviciado, para el uso de la libertad responsable que se van a encontrar después.

En esta misma línea, pero con menos posibilidad de solución, por ahora, es la incoherencia que se puede percibir entre este proceso y lo que los jóvenes jesuitas se van a encontrar al terminar su formación. Las comunidades apostólicas tienen un ritmo y una manera de funcionar que se parecen muy poco a lo que se ofrece en este proceso de formación. Parecería evidente que lo que tiene que ir cambiando no es la formación sino las comunidades de padres y hermanos mayores; pero esto, se sabe, es bien difícil. Y los jóvenes que llegan a estas comunidades muy pronto pueden llegar a asumir una manera de ser jesuita que tenga poco que ver con lo que recibieron en su formación. Una luz de solución se la he oído al provincial de Toledo, cuando habla de su interés por ir creando algunas comunidades que sirvan de puente. De hecho, ya hay varias comunidades que se van acercando a este modelo, sin que se conviertan, Dios nos libre, en comunidades de formación.

Un elemento que me crea dificultad en este modelo de formación que he ido describiendo, es la superposición de las funciones de superior y acompañante espiritual. Y más aún, la centralización de todas las funciones en un solo sujeto. Ciertamente se trata de una manera de proceder que busca la progresiva unificación en el proceso de maduración de

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las personas. Sin embargo, creo que la distinción, entre el superior y el espiritual (exceptuando el caso del maestro de novicios, por lo menos en la Compañía) recomendada por Iglesia, san Ignacio y la práctica centenaria de la Compañía, es sabia y tiene sus motivaciones. Son funciones distintas y debe aprender a distinguirlas.

Crónicas sobre la formación

La formación está demasiado centralizada alrededor de un superior que termina siendo el único referente

Una cosa es que el superior deba estar enterado de todo (cuenta de conciencia) y llevar el proceso de formación de los sujetos en todas sus dimensiones, y otra es pensar que eso lo hace ya un buen acompañante espiritual. El acompañamiento espiritual es para otra cosa. El joven religioso necesita quién le escuche sus desahogos, necesita hablar de sus prácticas espirituales no en términos de disciplina religiosa, sino en términos de experiencia de Dios.

Qué duda cabe de que el superior, en un caso determinado, pueda también servir de acompañante espiritual para uno u otro individuo; pero esto no puede generalizarse. Debería ofrecerse el acompañamiento espiritual de otro sacerdote o hermano de la misma comunidad, sin dejar por ello de referir todo el proceso de formación al superior.

Y aquí entraría una inquietud más: La formación está demasiado centralizada alrededor de un superior que termina siendo el único referente, por lo menos oficialmente, de los jóvenes en formación. Me parece que tener equipos de formación, en los que los otros padres o hermanos (cabestros) tengan una palabra significativa, puede ser muy positivo. Servirían de consulta del superior, no para casos de conciencia, pero sí para situaciones en las que varias personas puede ver más que una y aportar su visión de las cosas, de modo que las decisiones del superior estén más matizadas y tomen en cuenta la complejidad de determinadas situaciones.

Otro elemento un poco problemático, por lo menos, es el hecho de que se recurra con demasiada facilidad a la terapia psicológica como forma de crecimiento personal. Las normas de la Iglesia y de la Compañía recomiendan esta práctica para casos muy determinados y más motivada por

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la petición del individuo en cuestión que por recomendación o exigencia de la Institución. No hay duda de que en ciertos casos puede considerarse necesaria una terapia psicológica; pero no debe dársele todo el peso del crecimiento de la persona, sin recurrir antes a otros caminos posibles.

Una última inquietud frente al modelo de formación que he descrito, es el hecho de que entre los escolares, y a veces también entre los mismos formadores, se crea una exagerada aversión a la norma; todo lo que no sea espontáneo o libre puede interpretarse como coerción y represión. Las comunidades, por su propia naturaleza, van creando normas de convivencia y de funcionamiento; normas que, evidentemente deben ser siempre revisadas y discernidas de acuerdo a los tiempos, lugares y personas. Pero hay normas que hay que tener para que la comunidad tenga un funcionamiento mínimo.

Encuentro a veces una alergia ante todo lo que no sea fruto de la interior ley de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones. Sin embargo, ésta a veces no basta. San Ignacio mismo, que creía absolutamente en esta primera y principal ley interior, vio la necesidad de escribir, no solo constituciones, sino muchas normas de funcionamiento práctico. Otra cosa es que se fueron eternizando y dejaron de ser revisadas y actualizadas cada cierto tiempo. Ni los superiores, ni las mismas comunidades de formación, deben tener miedo a lo que sea necesario declarar como norma general. Lo que sí se debe hacer es revisar frecuentemente estos acuerdos mutuos para que no dejen de ser alimentadas por el único Espíritu que nos mueve.

Capítulo Decimotercero

Sobre algunas preguntas e inquietudes que me deja este estilo de formación. Más orientadas a los formadores y estudiantes de mi provincia

Una vez terminado esta descripción, quisiera recoger algunas conclusiones que me suscita esta experiencia, frente a lo que he recibido como formación y sobre lo que se hace en nuestra provincia colombiana. No son dogmas de fe, sino aproximaciones para discutir.

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Crónicas sobre la formación

Contemplando este proceso de formación que he conocido en estas provincia ibéricas, llego a la conclusión de que el elemento básico de este esquema es bastante simple: los que entran en la Compañía, son adultos que vienen con libertad a responder a una llamada de Dios. A este respecto, he oído decir en mi provincia que el proceso de maduración de los jóvenes se detiene durante el proceso de formación, y que la adolescencia se prolonga más allá del tiempo normal. Pero este supuesto que fundamenta una práctica controladora de la formación de los NN. no se yo si es causa o consecuencia. Mi impresión, después de haber estado fuera de mi país durante cuatro años es que un estilo de formación para adultos, hace que la respuesta de la gente sea de adultos. Mientras que un esquema de formación para eternos adolescentes, aunque tengan una carrera terminada y ya vayan llegando a los treinta, produce una respuesta adolescente, en la que se busca aprender a evadir los controles externos, a jugar doble, a tener agendas ocultas.

Los que entran en la Compañía, son adultos que vienen con libertad a responder a una llamada de Dios

Nuestros antepasados indígenas fueron maltratados y oprimidos por un pueblo que era inmensamente superior en fuerza y en armas. Los que pudieron sobrevivir fueron, no los que se enfrentaron con la fuerza, sino los que se sometieronalosinvasoresyaprendieronaevadir la presión externa; sólo así lograron mantener algunas de sus tradiciones ocultándolas y viviéndolas sin ser notados; incluso, algunos las supieron disfrazar con la forma externa de las tradiciones religiosas que llegaban de fuera. Uno de los frutos de esta forma de proceder fue el sincretismo religioso que todavía hoy se vive en muchos sitios. Y la raíz de donde brota esta actitud, algunos la llaman malicia indígena.

Este último comentario viene a propósito de la forma de proceder de algunos formadores y de sus respectivos formandos entre los nativos de nuestrastierras. El refrán populardice: hechala ley, hechalatrampa. Y la realidad es que entre más leyes y normas se impongan, más trampas se aprenden. Algunas veces aparecerá el enfrentamiento directo; pero los hijos de nuestras tierras saben, por saber popular colectivo y tal vez inconsciente, que enfrentarse con el que tiene más fuerza y poder es inútil; quesisequieresobrevivirenundeterminadoámbitosocial,hayqueapren-

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der a sacarle el quite al ataque y mostrar la cabeza gacha, pero sin perder ni la razón, ni la dignidad. La malicia indígena, por lo general, no discute ni enfrenta la ley que le viene de fuera, pero apenas puede, se la brinca...

Evidentemente, este esquema de respuesta social ayuda a explicar parte de la situación que a veces vivimos. Puede ser un poco caricaturesco lo que estoy exponiendo, pero me parece que ayuda a entender un poco la realidad. Este esquema no tiene cuándo acabar. Es un círculo vicioso del que es importante salir y ayudar a salir a los que caigan en él. Cuantas más leyes, más casuística y ésta a su vez, va exigiendo que la ley sea más precisa cada vez.

Otro elemento que añadiría yo sería el gregarismo que se crea en los grupos humanos que se van separando y distinguiendo entre opresores y oprimidos, amos y esclavos, poderosos y débiles, invasores e invadidos, los de arriba y los de abajo; este no es el modelo que nos propone la Compañía de Jesús, ni la Iglesia. Pero no veo otra forma de explicar lo que yo llamaría el encubrimiento mutuo que aparece entre los formandos, para defenderse de la normatividad impuesta por los formadores. Descubro entre los jóvenes jesuitas españoles el deseo de ayudarse y corregirse mutuamente para crecer. Todos se sienten responsables de todos y se ayudan con su estímulo, pero también con sus mutuas correcciones fraternas y llamadas de atención.

Señalaba más arriba que había una incoherencia entre el modelo del noviciado y el resto del proceso de formación en el esquema que he descrito. Igualmente se descubre otro bache entre las etapas de formación y la vida de las comunidades adultas de la Compañía. En el caso colombiano, y espero no exagerar, creo que la formación en su conjunto es bastante coherente y organizada; el vacío mayor se da en el paso a la vida apostólica o cuando se sale a hacer estudios fuera del país. El golpe de la libertad responsable, que aquí se dan en los comienzos de la formación, allí se reserva para los que terminan su formación. Desde luego las situaciones personales varían, pero en términos generales se puede decir que se recibe el título de adulto en la Compañía cuando se termina el proceso de formación y no antes. Hasta la etapa de teología se mantiene un estricto control externo y se descuida la formación de actitudes interiores de respuesta responsable y libre a la vocación que el Señor nos ha regalado.

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Crónicas sobre la formación

Evidentemente esto que he llamado control no es más que una serie de estructuras que pretenden 'ayudar' al formando en su crecimiento gradual y progresivo. Pero igual que las madres sobreprotectoras son pésimas ayudas para el crecimiento de los niños, los formadores sobreprotectores y los esquemas de formación sobreprotectores ayudan poco a la maduración de sus hijos. Hay que permitir que las personas se den sus golpes por su propia cuenta y se recuperen de ellos, cuando los golpes que se pueden dar todavía permiten solucionar las cosas con algunos puntos de sutura o un poco de hielo y agua fría. Pero los golpes que se suelen dar los que ya están creciditos y mayorcitos, suelen ser golpes que necesitan del quirófano, cuando no son golpes mortales que no dejan espacio para una segunda oportunidad.

Las normas son necesarias e importantes en el camino comunitario y de formación

Como anotábamos más arriba, no se trata de estimular una vida totalmente deshecha de cualquier normativa; las normas son necesarias e importantes en el camino comunitario y de formación. Por otra parte, es claro que la Compañía tiene una propuesta, un estilo de vida, un modo nuestro de proceder que no va a negociar con nadie. Pero en lo que toca al funcionamiento ordinario de las comunidades y de los individuos, es fundamental un camino recorrido en común, que vaya llegando a normas que respondan a las realidades reconocidas por todos y al crecimiento de todos en el Espíritu de la Compañía. Estas normas y estructuras es importante revisarlas y discernirlas en común constantemente, para que no se hagan letra muerta que no ayuda a vivir al Espíritu entre nosotros.

El modelo que he descubierto durante este tiempo y que he tratado de describir, incluso con sus vacíos, en estas crónicas, apunta hacia la plena libertad de los hijos de Dios y la total responsabilidad por parte de cada uno de los jóvenes jesuitas en formación. Quisiera terminar con una frase del padre Kolvenbach que me parece que no nos hemos tomado lo suficientemente en serio. Dice él en su Instrucción sobre la formación desde el noviciado hasta el magisterio, del 28 de diciembre de 1988, que el documento está dirigido fundamentalmente a los formadores...

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Pero sería un error que, por ello, se olvidase o relegase a un segundo plano la responsabilidad de los mismos jesuitas jóvenes en la propia formación. Ellos, después de Dios, son los primeros responsables de ella. No se conseguirá nada duradero y decisivo, si ellos no se comprometen personalmente a tomar su propia responsabilidad en las diversas etapas de su formación1 .

1 PETER-HANS KOLVENBACH, Acerca de la Formación desde el Noviciado hasta el Magisterio (2812-88), en Selección de escritos del P. Peter-Hans Kolvenbach, 1983-1990, Provincia de España S.J., 1992, 110. Cfr. Acta Romana 20 (1989) 88.

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Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos

Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos

Alberto Gutiérrez Jaramillo, S.J.*

Elegir un papa no es, o no debería ser, un asunto de juego político en la Iglesia, sino un acto de colaboración humana con la obra de Cristo por el Espíritu Santo, el cual, al fundar la Iglesia, quiso que aquel sobre quien la edificó, el apóstol Pedro, tuviera perpetuamente sucesores1. Por eso, el origen mismo de la historia de las elecciones pontificias y su fundamentación teológica, hay que buscarlas en el Nuevo Testamento y en la doctrina de la Iglesia empezando por los padres apostólicos y continuando por el magisterio conciliar y pontificio. Cada época tiene sus propias necesidades coyunturales a las que se debe responder y que muestran el estado de la organización eclesial y sus relaciones con el cambiante mundo de las sociedades humanas2 .

Quisiera, en la presente reflexión histórica, tratar de descubrir cual era la situación de la Iglesia en tiempos ignacianos, vista a través de uno de los actos fundamentales de la vida eclesial: la elección pontificia.

* Doctor en Historia de la Universidad Javeriana en Bogotá; actualmente profesor de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma-Italia.

1 Cfr. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 18.

2 Cfr. AMBROGIO PIAZZONI, Storia delle elezioni pontificie, Casale Monferrato 2003, 11-35. En adelante, cuando se cite esta obra, se usa la sigla PIAM.

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LOS TIEMPOS IGNACIANOS

Lavida deIgnaciode Loyolaestá comprendidaentrelos años1491, un año antes de la elección del papa Alejandro VI, y 1556, un año después de la de Pablo IV. En términos de coordenadas históricas coincide con la época llamada del renacimiento, desde la aparición del Nuevo MundoenelpanoramadelaculturaoccidentalhastaelConciliodeTrento, en plena época de pugna entre dos reformas: la católica y la protestante. En ese período se sucedieron 10 papas, algunos de ellos no calificables como modelos, pero ningún antipapa y en medio de profundas transformaciones políticas, sociales y religiosas que es necesario analizar para valorar una época pletórica de santidad y de celo por la misión de predicar a Cristo en todos los confines de la tierra.

SISTEMA DE ELECCIÓN PONTIFICIA EN EL SIGLO XV

El papaNicolás II, enabrilde 1059, dispusoqueel obispodeRoma, fuera elegido solamente por los cardenales en su calidad de obispos, presbíteros y diáconos incardinados (cardinales) en la diócesis de Roma y no por un indiferenciado conjunto del clero y el pueblo romano como se hacía antes, con la consecuencia funesta de la intervención laica: del emperador, de las familias romanas o de las facciones en pugna por el poder en la Ciudad Eterna.

El Concilio 3° de Letrán (1179) reglamentó que la elección se hiciera por el colegio cardenalicio y por las dos terceras partes de los electores. Así va surgiendo la institución del conclave, o reunión del colegio cardenalicio con miras a la elección pontificia, que debía ser cerrado (conclave=con llave) de manera que se impidiera cualquier influjo externo y el voto por escrito y secreto. El 2° Concilio de Lyon (1274), en la constitución Ubi periculum, determinó con mayor fuerza que el conclave era el único medio de elección pontificia y, para asegurar la libertad de la elección y evitar procesos demasiado prolongados, decretó:

a) A la muerte del papa, los cardenales presentes deben esperar hasta 10 días a que lleguen sus colegas ausentes.

b) Pasados 10 días, se reúnen los cardenales presentes en el palacio donde residía el papa (en Roma o fuera de ella) y en un local cerrado

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Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos donde nadie pueda entrar o salir.

c) Los cardenales deberán vivir en un lugar común, sin separación entre ellos, salvo lo necesario para la privacidad imprescindible.

d) La clausura del conclave deberá quedar garantizada desde dentro por los mismos cardenales, con el camarlengo a la cabeza.

e) Entre el exterior y el interior del conclave solo puede haber una apertura para el paso de los alimentos, pero no de personas.

f) Después de 3 días de conclave, la alimentación se reducirá a un solo plato en cada comunidad y, después de 5 días, solo se permitirá el paso de pan, agua y algo de vino hasta el final de la elección.

g) Bajo pena de excomunión reservada al papa elegido queda prohibida la comunicación de cualquier externo con algún cardenal elector.

h) Queda prohibido a los electores tratar cualquier asunto distinto de la elección, a no ser que, por causa grave, los conclavistas lo decidan por unanimidad.

i) Finalmente el Concilio de Lyon exhorta a los cardenales electores a librarse de sus propios intereses, olvidar antipatías y diferencias y pensar solo en el bien del pueblo de Dios. Prohíbe, por tanto, cualquier pacto, promesa, juramento con el fin de elegir o rechazar algún candidato u obligar al futuro elegido a cumplir un compromiso previo3

Las prescripciones para el conclave eran estrictas, perentorias y tenían como finalidad el asegurar la libertad y pureza de la elección

Como se ve, las prescripciones eran estrictas, perentorias y tenían como finalidad el asegurar la libertad y pureza de la elección. Desgraciadamente lo que fue emanado con tan buen criterio y pureza de intención, se encontró, en el futuro inmediato, con las vicisitudes del traslado de la sede papal a Aviñón (13051377) y el funesto Cisma de Occidente que, por 50 años, mantuvo la Iglesia dividida entre dos obediencias, la romana y la aviñonesa (1378-1417). Unavez extinguidoel cisma por la vía conciliar de Costanza, para evitar las fórmulas conciliaristas que surgieron en el posterior concilio de Basilea, desaprobadas por Eugenio IV, se regresó a las normas anteriormente vigentes, aunque sin la rigurosidad del Concilio de Lyon. Precisamente lo que trata este análisis es ver como, en el difícil período renacentista, se eligió a los papas hasta llegar a la fórmula reformadora de Trento.

3 PIAM, 150-157.

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LAS ELECCIONES PONTIFICIAS EN EL RENACIMIENTO

La llegada a la sede papal de personas imbuidas en el nuevo humanismo produjo cambios notables en la manera de concebir el papel de la Iglesia en la sociedad y en las tendencias con respecto al arte, la ciencia, los nuevos descubrimientos y, en general, la manera de vivir en contacto con el mundo de lo bello, lo poderoso y lo sabio. El modelo de papa, en teoría o prácticamente, era el descrito por Maquiavelo en El Príncipe, de tal manera que, si la moda era que quienes tenían autoridad y riqueza, en cualquier rango que fuera, se convirtieran en favorecedores de artistas, literatos o creadores de cosas útiles o bellas, los papas tenían que ser los más generosos de los mecenas y la Santa Sede en la avanzada del movimiento humanista. El riesgo de ser invadida por la mundanidad era evidente; pero por allí entraron los papas, no obstante que se trataba de una época en que la Cristiandad pedía a gritos la reforma.

Con respecto a la adaptación de los sistemas de elección pontificia, la preocupación de los conclaves renacentistas no estaba tanto en cambiar los sistemas establecidos en los concilios citados más arriba, sino en adquirir poder e influjo dentro de los electores, con el nombramiento del mayor número posible de cardenales nepotes, amigos y partidarios, con lo cual se aseguraba el voto cardenalicio por métodos lícitos y, a veces, empleando otros de ninguna manera santos. La sagacidad política, el apoyo económico, la influencia de los títulos, la unión de familia alrededor de cierto candidato: todo formó parte de los sistemas electorales en los conclaves de la época en que vivió Ignacio de Loyola y se fundó la Compañía de Jesús.

LOS 6 CONCLAVES ANTERIORES A PAULO III

PartiendodelconclavequeeligióalcardenalRodrigodeBorja(Borgia) que asumió el nombre de Alejandro VI, es necesario afirmar que las elecciones pontificias todo fueron menos que tranquilas: en primer lugar, se caracterizaron por la cantidad inconveniente de capitulaciones electorales previas que no eran otra cosa que compromisos de los candidatos para atraer los votos de los electores. No obstante su ilegitimidad, se convirtieron en costumbre, así el elegido no se acogiera a las prescripciones de lo

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Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos capitulado que canónicamente no podían obligarlo. Los conclaves de la época se convirtieron en reuniones de príncipes eclesiásticos, grandes señores de la política mundana en lo militar, cultural y económico. Lo estrictamente religioso estaba en función de la grandeza principesca del papa y en los sistemas de alianzas, a menudo bélicas, y de los mercados entre el estado pontificio y los demás estados nacionales.

Los conclaves de la época, que eligieron a Alejandro VI, Borja (1492), Pío III, Tedeschini-Piccolomini (1503), Julio II, Della Rovere (1503), León X, Medici 1513, Adriano VI, Florensz (1522) y Clemente VII, Medici (1523) se caracterizaron, cual más, cual menos, por la forma relajada de aplicar las normas establecidas; por ejemplo, en cuanto al aislamiento y guarda del secreto por parte de los electores, prescindencia de presiones externas y, sobre todo, no atención prioritaria del bien de la Iglesia. En el conclave que eligió al cardenal Juan de Medici (León X), se intentó un mayor aislamiento y se celebró en la capilla Sixtina, costumbre que, casi siempre, se ha seguido hasta nuestros días. Algo se logró, pero no se extirparon los vicios peores: el influjo laico en la elección y las capitulaciones electorales.

No parece probable que Iñigo López de Loyola se haya interesado especialmente por los conclaves de la primera época de su vida, hasta la conversión de Loyola. Quizás algo por la de Adriano VI en 1522, dado que el elegido, el cardenal de los Países bajos, Adriano de Utrecht, había sido preceptor del príncipe Carlos y regente de España al lado del cardenal Jiménez de Cisneros. Coincide un momento crucial de la vida de Loyola en su época de peregrino con el papa Adriano VI, austero reformador, elegido por influjo de Carlos V con la oposición de los romanos que veían en él a un bárbaro desconocido. Con íntima devoción, Iñigo fue a Roma a solicitar al papa Adriano su permiso y bendición para peregrinar a Tierra Santa en 1523. La nota de la Autobiografía es escueta:

El tenía una grande certidumbre en su alma, que no podía dudar, sino que había de hallar modo para ir a Jerusalén. Habiendo tomado la bendición del papa Adriano VI, después se partió para Venecia, ocho días o nueve después de la Pascua de Resurrección4

4 Autobiografía, 40.

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EL CONCLAVE DE PAULO III

Al morir el papa Julio Medici, Clemente VII, el 25 de septiembre de 1534, Ignacio de Loyola ya era licenciado en artes y candidato a ser doctor de la universidad de París. Un mes antes había pronunciado con sus compañeros los votos de Montmartre. Dice la Autobiografía:

Por este tiempo ya habían decidido lo que iban a hacer: ir a Venecia y a Jerusalén y allí gastar su vida en provecho de las almas, y si no obtuvieran el permiso para permanecer en Jerusalén, volverían a Roma y se presentarían ante el Vicario de Cristo para que los emplease donde considerase que fuese mayor gloria de Dios y provecho de las almas. Habían determinado también, que esperarían un año la embarcación en Venecia, y que si aquél año no salían naves para Levante, quedarían libres del voto de Jerusalén y se presentarían al Papa5 .

Habiendo sucedido el acontecimiento de los votos el 15 de agosto de 1534 y la muerte del papa el 25 de septiembre, se puede presumir que Ignacio y sus compañeros se interesaron por el conclave y la consiguiente elección de un papa del cual iba a depender el futuro del grupo.

El conclave fue muy breve pues ya el 13 de octubre se anunciaba la elección, por unanimidad del sacro colegio, del cardenal Alejandro Farnesio, quien tomó el nombre de Paulo III (1534-1549). Seguramente Ignacio supo que pertenecía a la aristocracia romana y que se trataba de un hombre de valor que, aunque entrado en años y algo enfermo, representaba lo más típico del renacimiento: mundanidad desinhibida y reformismo inconcluso. Cardenal creado por Alejandro VI, casi papa cuando, en pugna con los Colonna y los Medici, resultó elegido Adriano VI, con un pasado tortuoso de amantes e hijos ilegítimos, Paulo III podía no ofrecer muchos motivos de esperanza a quienes anhelaban una Iglesia más pura y libre. Inclusive el pronto nombramiento de sus nietos, Alejandro Farnesio de 14 años de edad y Ascanio Sforza de 16, como cardenales nepotes, pudo hacer pensar a los espíritus comprometidos con la refor-

5 Ibíd., 85.

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Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos ma, entre los cuales Ignacio, que, para el Pueblo de Dios, las cosas irían de mal en peor. Gracias a Dios no fue así6 .

Paulo III se rodeó de un excelente grupo de cardenales reformadores, entre los cuales, se deben mencionar: Contarini, Sadoleto, Pole, Carafa, Fregoso, Giberti, Aleander y Cortese. Con su apoyo, el papa emprendió una de las labores más trascendentales de la historia eclesiástica moderna: el Concilio de Trento, convocado para Mantua en 1537, luego para Trento en 1542, por fin, inaugurado en 1545 y clausurada su primera fase, en 1549. Otra faceta de la personalidad religiosa de Paulo III fue su sensibilidad hacia los movimientos de vida consagrada que se suscitaronenelsenodeunaIglesiaresueltaalareforma. ElpapaFarnesio aprobóalosTeatinosyBarnabitas (1535), Capuchinos (1536), Somascos y Jesuitas (1540), Ursulinas (1544) y Angélicas (1549). Paulo III está unido a dos hechos misionales de inmensa proyección futura: la defensa incuestionable de la racionalidad y libertad de los indígenas de América (1539) y, con respecto a la Compañía de Jesús, el envío de Francisco Javier en calidad de nuncio papal al Oriente asiático (1540).

Pontificado fecundo por sus realizaciones y difícil por la guerra entre Carlos V y Francisco I y por la ruptura protestante, finalizó el 10 de noviembre de 1549. El horizonte del siguiente conclave no se presentaba claro.

EL CONCLAVE DE JULIO III

Durante 2 meses y medio, desde fines de noviembre de 1549 hasta el 7 de febrero de 1550, estuvo reunido el sacro Colegio en uno de los conclaves más largos de la historia. Los electores llegaron a la elección profundamente divididos como consecuencia de la encarnizada guerra entre imperiales y franceses y tan difíciles y prolongadas fueron las deliberaciones que algunos cardenales no resistieron los rigores del encierro y las limitaciones alimenticias, viéndose obligado el Colegio a permitir el ingreso de médicos a la sede, costumbre que no se aceptaba como ordi-

6 Cfr. DANIEL ROPS, Paulo III, el Papa del cambio decisivo, en La Iglesia del Renacimiento y de la Reforma, 86-92.

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naria del proceso de conclave. Finalmente hubo humo blanco alrededor del octogésimo día y el camarlengo anunció, el 8 de febrero, la elección del cardenal Juan María del Monte, conocido por haber ocupado la presidencia del Concilio de Trento.

El Padre Ignacio, en su sede de la casa generalicia del Gesù, había orado intensamente y pedido oraciones a toda la Compañía por el éxito de la elección y por que el nuevo Papa favoreciera la causa de la naciente Compañía que, aprobada por Paulo III, tenía la intención de presentar al elegido pontífice la fórmula del Instituto para su confirmación con las reformas introducidas después de la bula Regimini militantis Ecclesiae de Paulo III en 1540.

El elegido tomó el nombre de Julio III (1550-1555). Era un hombre celoso de la causa de la reforma, aunque sin el carácter y decisión de su antecesor. Papa del renacimiento, se mostró mecenas de las artes y preocupado por el progreso de la Ciudad Eterna y de su familia; sin llegar a los extremos de algunos de sus antecesores, elevó a algunos de sus deudos al rango de cardenales nepotes. Su pontificado, como hemos visto, se inició en medio de la lucha entre los imperiales y los franceses, entre otras causas, por el dominio de la región milanesa en el norte de Italia. Como respuesta al clamor popular y a la promesa de los padres conciliares, convocó de nuevo el Concilio de Trento para el 1° de diciembre de 1550, aunque era consciente de contar con la oposición del rey francés, a la sazón Enrique II. Con un número relativamente reducido, se iniciaron las deliberaciones el 1 de mayo de 1551 bajo la dirección del legado papal, cardenal Crescencio y del obispo de Verona, Lippomano. Fruto de estas 4 sesiones conciliares fueron los decretos dogmáticos sobre los sacramentos, pieza maestra de Trento. Una vez más la política internacional y la guerra con su epicentro en el centro de Italia, hicieron que el Concilio debiera disolverse el 28 de abril de 1552, esta vez por dos años, según la intención de los congregados, pero que se convirtieron en 10 por causas que se anotan más adelante.

Julio III, en sus 5 años de pontificado, demostró una voluntad de apoyo a Ignacio y a la Compañía que dejaba traslucir un verdadero afecto por lo que realizaba en todas partes, sobre todo en las misiones y en la causa de la reforma de la Iglesia. Su confirmación del Instituto por la

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Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos bula Exposcit debitum , de21dejuliode1550, fue eldefinitivoespaldarazo a la obra de Ignacio y sus compañeros y el escudo protector en el caso de futuras amenazas contra lo esencial del propósito fundacional de la Compañía.

El pontificado de Julio III, de solo 5 años, se extinguió lánguidamente por las enfermedades del Papa y por las intrigas y resistencias de los políticos irreconciliablemente divididos por entonces. Murió el 23 de marzo de 1555.

Julio III dio el definitivo espaldarazo a la obra de Ignacio y fue su escudo protector

UN CONCLAVE BREVE PARA UN PONTIFICADO BREVÍSIMO

De nuevo oraciones en el Gesù y en toda la Compañía para pedir la asistencia divina a los cardenales electores. En el fondo del alma de Ignacio, sin que eso destruyera la indiferencia frente a los planes divinos,debíaestareldeseoypetición dequefueraelegidoelcardenalMarcelo Cervini, santo cardenal amigo de la reforma profunda de la Iglesia y de la obraquerealizaba laCompañía. En efecto,fueelegidoelcardenalMarcelo en un conclave de apenas una semana de duración. Las grandes esperanzas suscitadas se frustraron pues, a los diez días, el elegido cayó gravemente enfermo y otros diez días más tarde moría. El deceso de quien había sido un decidido partidario de la causa tridentina causó desánimo, por no decir auténtica consternación en todos los estamentos de la Iglesia. No alcanzó a realizar ninguno de sus propósitos y su paso por el pontificadosolo dejóesperanzaseinquietudes. Nisiquieraelgranmaestro Giovanni Perluigi da Pallestrina alcanzó a terminar la solemne misa del papa Marcelo que preparaba para la coronación.

EL CONCLAVE DE PAULO IV

Como era de esperarse, en un conclave de días, marcado por el signo de llevar adelante la reforma católica hasta sus últimas consecuencias, fue elegido papa el cardenal Juan Pedro Carafa, el austero compañero de Cayetano de Thiene en la fundación de la orden de los teatinos.

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Tomó el nombre de Paulo IV (1555-1559) en recuerdo de Paulo III que lo había hecho cardenal y había aprobado su orden religiosa. No estuvo exento el conclave de motivaciones políticas pues, frente a las intenciones reformadoras de la mayoría, estaban las pretensiones de los partidarios del cardenal de Ferrara, el ambicioso Hipólito de Este, y las del cardenal Reginaldo Pole, sospechoso de querer lanzar a la Santa Sede contra la corona inglesa, en trance de separación de Roma.

En la Curia generalicia de la Compañía, la oración del Padre Ignacio se hizo más intensa y resignada. «Hablemos del Papa Marcelo», decía Loyola a quienes venían a vaticinarle la inminente catástrofe que se cernía sobre la Compañía. En efecto: la vigorosa personalidad de Paulo IV, anciano ya de 80 años, seguía adoleciendo de la impetuosidad y el radicalismo propios de su carácter, tan pronto antiespañol como desconfiado de quienes no pensaban exactamente como él en materia de reforma de la Iglesia. Entre estos estaban, sin duda, Ignacio y sus compañeros. Por eso quiso seguir adelante en el camino de la reforma que creía el único, pero sin intervenciones ajenas a su control directo y, por tanto, sin Concilio, el cual no quiso fuera convocado, no obstante los propósitos manifiestos de los padres conciliares. Del pontificado de Paulo IV, para muchos por fortuna breve, se ha dicho que fue consecuencia de la alta idea que él se forjaba sobre la dignidad de la sede apostólica, mezclada con una orgullosa conciencia de si mismo y un temperamento violento que lo hacía obrar en contra de sus intenciones7 .

Paulo IV se preocupó por la pureza y libertad en la elección pontificia y, por medio de la bula Cum secundum Apostolum, de 16 de diciembre de 1558, prohibió cualquier tipo de negociación, en vida del papa y sin que él lo sepa, sobre el futuro conclave; excluyó cualquier limitación a la libertad de acción del papa como consecuencia de arreglos preelectorales y estableció los mecanismos inquisitoriales para asegurar la pureza doctrinal, empezando por la jerarquía eclesiástica de todos los órdenes. Como la reforma, según el Paulo IV, debía empezar por la cabeza, reestructuró la dataría apostólica que se había convertido en una

7 DANIEL ROPS, en la obra citada, hace un análisis certero y equilibrado de la personalidad de Paulo IV, en La tentativa personal del terrible Papa Paulo IV, Op. Cit., 103.

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Las elecciones pontificias en los tiempos ignacianos fuente no pocas veces escandalosa de dinero y disminuyó en dos terceras partes los ingresos del propio papa8 .

Un año llevaba Paulo IV en la sede apostólica cuando se produjo la muerte del General de la Compañía, el Padre Ignacio de Loyola. Su fiel secretario, el Padre Polanco, madrugó en la mañana del 31 de julio de 1556 a solicitar al Papa la última bendición para el santo enfermo. La concedió Paulo IV. Ignacio murió en paz sin conocer las órdenes perentorias del papa teatinoa laCongregación General queeligió aDiego Laínez como segundo General de la Compañía. Se trataba de cambiar las constituciones en cuanto a la recitación en coro del oficio divino y a la elección del general vitalicio. Si lo hubiera sabido, según sus propias palabras, le habría bastado un cuarto de hora de oración para aceptar con optimismo y alegría espiritual la voluntad de Dios manifestada por su vicario, el papa. Era ese el precio del cuarto voto de obediencia al Papa y de la decisión de siempre sentir con la Iglesia, bajo el Romano Pontífice: ¡fuera quien fuera !

CONCLUSIÓN

A la muerte de Ignacio, la Congregación General acató la voluntad de Paulo IV: se estableció el coro y, a los tres años de generalato, se reeligió unánimemente al Padre Laínez. Sin embargo, la reforma de los dos puntos del Instituto solo duró hasta la llegada al pontificado de Pío IV (1560-1565) quien permitió a la Compañía volver a la fórmula primigenia aprobada por Paulo III y Julio III.

Pío IV, en su breve pontificado volvió a convocar el Concilio de Trento y lo llevó a su culminación. Con respecto a las elecciones pontificias, el Concilio asumió y reafirmó la doctrina y la práctica establecidas y dictó algunas normas concretas para el conclave: sobre el carácter de quienes se admitían como acompañantes de cada cardenal, sobre la clausura estricta, la frecuente revisión del sitio de la elección, la prohibición de establecer pronósticos y apuestas sobre el resultado de la elección, de disponer del dinero de la Iglesia durante la sede vacante y de

8 PIAM, 199.

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atribuirse la potestad que es propia del pontífice. Se estableció un solo escrutinio diario y se definieron los 4 modos de elección tradicionales y válidos: por inspiración, compromiso, escrutinio y accesión.

Se abría una nueva época para la Iglesia, con sus propios problemas y sus propias soluciones en cuanto a uno de los actos fundamentales de la vida eclesial: la elección del sucesor de San Pedro.

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