

APUNTES IGNACIANOS
ISSN 0124-1044
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Pedro Fabro: de Discípulo a Maestro
«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro» ............................................................. 3
Alberto Echeverri Guzmán, S.I.
Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro ............. 17
Hermann Rodríguez Osorio, S.I.
Apuntes Ignacianos 26 (mayo-agosto 1999)
Presentación
Pedro Fabro: discípulo acongojado que se transforma en experimentado maestro de los caminos del Espíritu. Entre esos dos polos, sin embargo, transcurre un largo y doloroso camino de discernimiento y obediencia, que a la postre resulta ejemplar para quien desea seguir «más de cerca» al Señor Jesús.
Fabro personifica la 'materia prima' que la mayoría de los cristianos ofrecemos al Espíritu Santo como campo de labranza. Un hombre confuso y agitado por muchos vientos de sentimientos, emociones y pensamientos, que lo enfrentan con un amplio abanico de posibilidades de futuro. A ratos quería ser médico, luego, abogado o maestro, después, doctor en teología, sacerdote o religioso, o quizás casado. ¿Qué quería Dios de él? Pregunta martirizante, pues ignoraba totalmente qué camino tomar para averiguarlo. ¿Alguien debía mandárselo y ahorrarle el ejercicio de su libertad responsable? Quizás lo más sencillo sería el obedecer simplemente. ¿O acaso le convendría ponerse a afinar su oído interior para escuchar la tenue voz del Espíritu? Este segundo camino del discernimiento, ¿estaría en contra de la obediencia? O, por el contrario, ¿la obediencia extinguiría el discernimiento?
Mientras el sencillo e ingenuo Pedro se debatía en un mar de preguntas existenciales que lo ahogaban, la Providencia le regalaba como compañero de cuarto, en el Colegio de Santa Bárbara de París, a Ignacio de Loyola, ya bien curtido en las lides interiores y en las batallas del
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Presentación
espíritu. Fabro, maestro de Loyola en las repeticiones académicas, se convirtió en su discípulo en las cosas de Dios, en las que llegó a ser aventajado. No sólo aprendió el difícil arte de escuchar al Indecible sino que se convirtió en un maestro tan destacado, que Ignacio y sus primeros compañeros jesuitas lo consideraban como el que mejor daba los Ejercicios Espirituales, el más maduro, apacible y equilibrado del grupo fundador, con un gran don de consejo.
¿Cuál fue el camino que unió estos dos polos de discípulo y maestro? Fabro lo dejó consignado en gran parte en su obra principal, un verdadero clásico de la espiritualidad ignaciana, que lleva un título tan modesto como su autor: Memorial de algunos buenos deseos y pensamientos... ¿En qué consistían estos 'buenos deseos y pensamientos'? Alberto Echeverri analiza brevemente este tema: nada se logra en la vida si no se tienen grandes deseos de hacer algo. Y «el deseo enfrenta, a quien lo percibe, al discernimiento».
El estudio de estos deseos y pensamientos de Fabro nos introduce al problema de fondo: ¿qué tienen que ver la obediencia y el discernimiento ante un mar de dudas que origina gran zozobra interior? La relación entre discernimiento y obediencia ¿es de oposición, complementariedad o confirmación...? Hermann Rodríguez hace un detallado análisis de la interacción que estos dos factores tuvieron en la vida y obra del primer compañero del Fundador de la Compañía. Analiza en una primera parte el contexto: su personalidad, su historia, la magnitud de sus conflictos interiores y el proceso que lo llevó a convertirse en persona y en maestro espiritual. En la segunda parte puntualiza qué entendió Fabro por discernimiento y obediencia, y así saca finalmente las conclusiones de la relación entre ambas.
Maestro Fabro es una figura-tipo del proceso de discernimiento bienrealizado,aprendidoyenseñadoejemplarmentealosotros, deacuerdo con el mandato del Señor: «Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos...».
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«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro»
«...De algunos buenos deseos...del Padre
Maestro Pedro Fabro»
Alberto Echeverri Guzmán, S.I.
LA DINAMICA DEL DESEO EN EL MEMORIAL DE PEDRO FABRO
El saboyano Pedro Fabro -Pierre Favre rezaba su nombre en el idioma natal-, campesino de origen, el primero de los compañeros del peregrino Ignacio de Loyola. Egresado del Colegio Montaigu, llegó éste a fines de 1529 al de Saint-Barbre donde Fabro había sido encargado de ser su «repetidor» en los estudios de filosofía y teología iniciados por el vasco español. Pero el estudiante cojo, cuarentón y mal vestido que comenzaría por ser con Fabro «uno los dos en la cámara, uno en la mesa, y uno en la bolsa»1, llegaría «a ser una misma cosa en deseos y voluntad y propósito firme de querer tomar esta vida...[la de] esta Compañía»2 .
1 FABRO P., Memorial, Diego de Torres, Buenos Aires 1983, 8; la traducción y notas son de J. AMADEO y M.A.FIORITO. Cf. MHSI, Mon. Fabri, (Memorial), Vol. 48, p. 489ss.
2 Mem 8.
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Además de los testimonios que los otros Compañeros brindan en sus crónicas y cartas, sólo conservamos de él una obra relativamente corta, el «Memorial de algunos buenos deseos y buenos pensamientos del Padre Maestro Pedro Fabro», hoy conocido como Memorial. Especie de diario espiritual, consigna allí el autor lo que acontece en su interior entre los años 1542 y 1546, último de su vida, si bien comienza por resumir los acontecimientos para él más significativos desde su nacimiento (1506) hasta mediados de 1542 cuando, estando en Speier (Alemania),
me entró un señalado deseo de hacer de aquí en adelante lo que hasta ahora había dejado por sola mi negligencia y pereza (...) de comenzar a escribir para mi memoria algunas gracias espirituales de las que nuestro Señor de su mano me diera...3 .
¿Una antropología del deseo?
Es indudable que existe, en la pedagogía de un maestro espiritual, una óptica determinada sobre lo humano y su entorno. En suma, unaantropología... teológica, loqueequivalea afirmar que puede-ydebeidentificarse en su vida y escritos una mirada específicamente cristiana del hombre y del mundo.
En Pedro Fabro esa mirada parte de la experiencia, ignaciana en su origen, de la «contemplación para alcanzar amor» de los Ejercicios:
Reconociendo los beneficios de Dios nuestro Señor, (...), dándole gracias por todas las obras y palabrasyelespírituquesenombran en la creación; asimismo por todas las obras y palabras y espíritu que se expresan en nuestra redención; y finalmente por todas las obras, palabras y espíritu de glorificación, en particular de todas aquellas que me han sido dadas a conocer y sentir para mi provecho y mi consolación4 .
3 Mem, «Introducción».
4 Mem 79.
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«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro»
Pero el 'reconocimiento' sigue en Maestro Fabro el dispendioso camino del deseo. Es Dios quien «sacia de bienes» ese deseo que cotidianamente habita en su criatura. Porque Cristo «desea... que se ocupen [en varias obras] sus siervos y le sigan, para que donde estuvo él estén ellos, que después han de estar donde él ahora está», así como Jesús, «el que desea ser siervo de todos... mientras estuvo en esta vida mortal» fue pleno en «deseos de la salvación de los hombres»5. Y es que, a pesar del neto fuste apostólico de los deseos fabrianos, resulta manifiesto su talante contemplativo, escatológico:
Porque es el corazón en el hombre lo primero que es animado por nuestra alma y lo último que es abandonado. Preciso, es, por lo tanto, que poco a poco con toda nuestra alma sensitiva y racional nos repleguemos a nuestro corazón, para que allí recogidos y allí unidos de allí pasemos alavidaindivisible y espiritual que nos está escondida en Dios con Cristo6 .
Una vez más, la peculiar percepción del ejercitante ignaciano surge en Fabro: la de que cuanto deseo habita en el corazón del hombre nace marcado por la ambigüedad. Desde el comienzo hasta el ocaso de su vida, el autor del Memorial se debate entre las mociones del buen espíritu y del mal espíritu. Para muestra dos ejemplos:
Yo (...) ya que soy tan inclinado al mal y estoy cercado de tantas cosas que me pueden manchar de parte (...) de todos los malos espíritus, (...) ahora, aunque penetre algún mal espíritu, (...) podría no querer tales males y con mi voluntad resistiendo contradecirlos.
No quieras, (...) dar crédito a aquellos espíritus malos que te pintan malos resultados y malas formas de las cosas, y te pronostican malos estados de ellas; porque cuales son ellos en sí (...) tales nos pintan las cosas que quieren ellos y desean que vayan muy mal. Antes bien procura hacerte instrumento del buen espíritu que te
5 Mem, «Introducción» 232. 303. 382.
6 Mem 355.
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muestra tal estado de las cosas y tales condiciones de ellas cuales él desea y de su parte está preparado a procurar7 .
Por añadidura, la permanente verificación de este hecho lo remite a un discernimiento más agudo de sus incidencias pues «algunos nada desean más que sentimientos espirituales, los cuales quisieran experimentarlos sensiblemente», mientras afirma que «desdichados son aquellos... que desean... muchísimo saber qué bienes recibirán»8 .
La devoción ilusoria, en consecuencia, ocupa lugar privilegiado de ese discernimiento:
(...) veía que Nuestro Señor comenzaba a hacerme gracia de ordenar mi alma de tal manera que los primeros deseos de mi corazón fuesen en lo que es principal y primero.
(...) con cierto apetito en que me buscaba a mí mismo, o por lo menos (...) desordenado en cuanto a la intensidad de deseo que en mí se levantaba. Respecto a la devoción sensible9 .
Por eso el 'desear, el 'sentir', el 'conocer' y el 'querer' están en íntima relación:
... entendí aquí claramente, como otras muchísimas veces, cuán necesario es que a fuerza de desear conocer y sentir las cosas de Dios, entendamos los varios grados que todavía no poseemos, ya sea de un conocimiento aún no percibido, ya sea de una volición de dichas cosas...
Mi Dios, que estas y semejantes cosas me dió a sentir, pensar y desear, se digne cumplirlas todas conforme a su Palabra y al sentido de su santo Espíritu, mas no a la letra de mis propios pensamientos ni según el sentido del propio espíritu10 .
7 Mem 311. 158.
8 Mem 335. 414.
9 Mem 63. 273; cf. 382.
10 Mem 295. 287.
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«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro»
Con mayor persistencia, sin embargo, aparece la necesaria conexión del deseo con las otras 'operaciones' que median el acercamiento del hombre a su propia realidad y al mundo en que vive:
Deseé también con conocimiento de causa y bien dispuesta que nacieran en aquella noche algunos buenos y eficaces medios y remedios contra los males de nuestro siglo...
Los proficientes la tienen [la caridad] bajo el nombre inteligencia y deseo de cosas divinas, es a saber, de las virtudes cristianas, en las cuales cada día desean subir y crecer...
(...) me vino deseo de pedir gracia (...) de poder ser dueño y gobernador de mis pensamientos y deseos...11 .
De la versatilidad propia de los pensamientos se desprende para Maestro Fabro la necesidad de poner orden en su vida, y por eso pide que «todos mis afectos, deseos, apetitos, inclinaciones y formas accidentales fuesen por el Espíritu Santo purificadas, lanzados todos los malos influjos de la carne y del espíritu», pues bien sabe que «entre los perfectos hay unos que son incipientes, otros proficientes y otros perfectos» y que lo mismo puede decirse «de los otros dos géneros». Y, al fin de cuentas, «ahora somos peregrinos por nuestros deseos y pensamientos»12 .
Será el ámbito de la afectividad el que vehicule los deseos para de ellos pasar a la acción, siempre apostólica:
(...) tanto más (...) soy atormentado de varios deseos y afectos (...) de la salvación de los prójimos y su aprovechamiento, cuanto más lejos me hallo de trabajar lo que sería menester (...) Y así acontece que en las obras externas demasiadas veces falte, y en los deseos y afectos de mi alma sobreabunde13 .
11 Mem 67. 72.
12 Mem 317. 67. 59.
13 Mem 160.
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El amor es, en definitiva, un dinamismo que endereza a quien lo experimenta hacia la acción, a poner por obra sus deseos. Uno cree intuir, en la insistencia fabriana, un destello de reacción antiprotestante contra la fe que no necesita de las obras:
(...) vía buena para el amor, el cual, cuando se ha alcanzado, hace a todos desear tener atención a las cosas mismas, y no sólo atención de la mente...
(...) muchísimo insistir en ir aprovechando en buenas obras y en buenos deseos, de suerte que trabajemos con las obras y con los afectos...14 .
Hacia el término de su vida espera Fabro todavía que sea ese «el principio de la conversión de mis deseos y afectos hacia las obras y el efecto»15. Pues ya había expresado, casi que parafraseando los Ejercicios ignacianos:
(...) conseguí (...) desear con una solicitud nueva hallar señales del amor de Dios y de Cristo y de sus cosas, que me hagan en adelante pensar más, desear más, y con más gusto hablar y elegir todo lo que es de Dios...16 .
«Solamente deseando... lo que más nos conduce...»17
Cuando la necesidad, surgida de lo que la moderna psicología llamaría «amor captativo» -que responde a una autogratificación- ha sido purificada, se da paso al deseo, brotado del «amor oblativo», que conduce a su vez a la donación y al servicio. Es lo que permite caracterizar el deseo como asunto del espíritu. O, si se prefiere, del Espíritu. Coincidimos aquí con la afirmación programática que desde el «Principio y fundamento» de sus Ejercicios enfatizaba Ignacio respecto al deseo.
14 Mem 37. 361.
15 Mem 415.
16 Mem 202.
17 I. LOYOLA de, Ejercicios Espirituales, 23. En adelante: EE.
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«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro»
Como lo han puesto de manifiesto los textos reseñados, el deseo enfrenta a quien lo percibe en sí y en otros al discernimiento. Hay tipos, 'clases' de deseo. Pero no se trata -y en ningún momento Pedro Fabro los clasifica aunque sí los distingue- de una simple codificación realizada de acuerdo con un listado 'moral' previamente establecido. El asunto es de orden espiritual, del rango de las mociones del Espíritu:
(...) se me presentaron muchas cosas para desear un ascenso espiritual: es decir, para pasar de niño a hombre perfecto y de quien está tirado entre sentimientos y gustos de abajo, a aquel que es ciudadano del cielo (...) Deseaba ser menos afectado de lo que ven los ojos de la carne y de esta manera elevarme con los sentidos interiores para que las realidades espirituales pudiesen mover y tocar eficazmente mi espíritu18 .
Y si Maestro Fabro se entristece «por no sentir, como lo deseaba, señales del divino amor hacia mí; por sentir... más de lo que quisiera, señalesdelviejoAdán»y«porquenopuedohacerelfrutoquedeseocuanto albiendelosprójimos»,leparecíaempero«quenuestroSeñor tantamayor merced me hacía cuanto más me dejaba en esta tristeza y este deseo de hallarle» que veía dilatarse y crecer «en latitud, longitud y profundidad»19 .
Pues la calificación de los deseos la lleva a cabo él con base en la intensidad con que los experimenta. A veces enfatiza la esperanza20 , otras la devoción21, con frecuencia la magnitud22. Como también hay momentos en que el deseo va creciendo hasta casi abrasarlo interiormente y tornarse totalizante:
(...) no me faltaban deseos, ni dejaba de pedir al Señor que me hiciese esta gracia que ahora empecé a sentir que se me daba en parte, (...), que este ser llamada hacia atrás mi alma, cuando se
18 Mem 436; cf. 432.
19 Mem 277. 64; cf. nota 455.
20 Cf. Mem 83. 86. 394.
21 Cf. Mem 61.173; cf. 51. 151. 351.
22 Cf. Mem, «Introducción». 30. 35. 39. 40. 41. 42. 74. 184. 201. 233. 261. 346. 365. 379. 384; cf. 36. 46.
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apartase de lo que la tiene en paz, naciese de dentro de ella, y esta vuelta le saliese de las entrañas del corazón23 .
Hasta la totalización en Cristo:
(...) sentí gran deseo, (...), de que Cristo, a quien acababa de recibir, me encerrase a mi todo consigo dentro de mí mismo...
Se me daba también desear con todas las partes de mi alma y cuerpo imitar a Cristo (...) en que me pueda gastar y consumir todo en hacer buenas obras por El...24 .
El tiempo del deseo
¿Hacia dónde en Pedro Fabro están enderezados los deseos? Si tan amplia se manifiesta la especialidad de ellos -y la gama de sus destinatarios, como adelante lo verificaremos, resulta casi que ilimitada-, ¿es elfuturooeselpresenteoeselpasadoloqueprivilegialamiradafabriana?
Sus deseos del presente tienen raíces en el pasado y éste parece conferirles un sentido:
(...) sentí una gracia que nunca antes había tan evidentemente experimentado, aunque muchas veces me fué dado el desearla (...) fue una cierta elevación de lo más alto de mi entendimiento, con la cual se me daba percibir la presencia de Dios tal como está morando en su templo del cielo; y así comencé a desear y aun a hacer absoluto propósito que de aquí adelante he de querer buscar que se aumente esta gracia para decir cualesquiera oraciones mías vocales o mentales...25 .
En ocasiones la temporalidad pasada de los deseos adquiere un rostro explícitamente apostólico:
23 Mem 188; cf. 171.
24 Mem 124. 324; cf. 257. 425.
25 Mem 319.
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«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro»
Deseaba además que cuantas cosas veo ahora que me aprovechan de las buenas obras, o de los trabajos, o de los estudios pasados, fuesen como si yo las hubiese ordenado todas desde el principio de mi vida a la utilidad de estos alemanes26 .
Y si bien «en los deseos y cuidados del espíritu es muy conveniente no preocuparse del mañana»27, también el futuro hace parte integrante de la dinámica del deseo en Fabro:
(...) sentí un vivo deseo de no morir antes de que en mi alma esté, todo lo que a Dios se refiere, ordenado y compuesto. Deseé ver antes la paz de mi alma que su separación del cuerpo, y antes gustar la vida que es el Salvador, que no la muerte; (...); y antes de morir, la gloria de la Iglesia de Cristo y de nuestra Compañía...28
Porúltimo,en la«oracióncontrespotencias»resultaránabarcados los tres tiempos: en ella el pasado se recuerda, el presente se vive, el futuro se desea29 .
Un espacio para el deseo
Acontecen los deseos en cualquier ámbito geográfico donde se mueva Maestro Fabro. Ellos empapan su primigenio entorno cultural, religioso, ocupacional y vocacional30 .
Será sin embargo en su vida apostólica donde esos deseos lo empujarán por los caminos de los hombres hacia ellos, o desde ellos hacia su propio corazón:
(...) deseando entrar en conversación con el Deán de Espira [Speier] par ayudarlo en Ejercicios espirituales, (...) me vino una cierta devoción no sentida antes...
26 Mem 42.
27 Mem 38.
28 Mem 398.
29 Cf. EE 45; Mem 140 y nota 115.
30 Cf. Mem 3. 4. 6. 14.
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Otro deseo había tenido antes, (...) que nuestro Señor me diese gracia de saberme haber acerca de hablar las cosas, que yo he sentido con algún buen espíritu para mí o para otros...
(...) tuve un cierto deseo que me fuese concedida la gracia de nunca gozarme sino en Dios o en el prójimo...31 .
Hasta en instancias de su devoción personal incidirán esos deseos32. Pero su meta definitiva será la comunión con Cristo Señor despojado y humilde:
¡Ojalá pueda yo llevar otra cruz mía que agradaría más a Dios, (...) grandes y continuos trabajos por amor y en alabanza de Dios, para santificarme a mí mismo y para salvar a mis prójimos! Respecto de Dios, subiendo siempre; respecto de mí, bajando siempre; y respecto de los prójimos, dilatándome cadadíaa la diestray a lasiniestra y alargando mis manos al trabajo33 .
En realidad, el fruto mejor del deseo fabriano de una radical identificación con Cristo se pone de manifiesto al escribir él mismo, al paso por Valladolid, en pleno viernes santo de 1545, un año antes de morir:
(...) cuando tomé la determinación (...) de trabajar toda mi vida en estosministeriosqueesteespírituconsiderabacomoparticularmente viles y pequeños, me vino una gran firmeza en espíritu de humildad, y descubrí mejor que nunca el valor de aquellas obras que se hacen con una intención recta por los más pequeños, por los despreciados y los abyectos según el mundo.
Levántense (...) para señalar (...) los bienes escondidos para los pequeños, sino también los que se abren para aquellos que se ocupan de estos mismos pequeños, y que se hacen a sí mismos pequeños34 .
31 Mem 34. 52. 214; cf. 213.
32 Cf. Mem 130. 135.
33 Mem 241; cf. 237. 272.
34 Mem 421. 422.
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Desde esa que hoy llamaríamos 'la opción por el pobre' son los hombres, y todos los hombres, lo que figura en Pedro Fabro casi que como obsesión de sentido para su continua peregrinación apostólica:
Deseé (...) que todos los (...) hombres (...), que por naturaleza (...) son tan capacísimos vasos, puedan ser llenos de gracias y de gloria por el desborde de aquel sumo vaso, que es la humanidad de Cristo...35 .
Y «porque somos deudores de todos los hombres en todo estado y en todo lugar, así como el Señor, de quien somos cooperadores, nos asiste y nos conforta en todo lugar», el deseo de Fabro se ocupa de ellos en las posadas y casas donde le acaecía alojarse, en las sepulturas, cuando son caminantes aun desconocidos para él, o sólo por hacer parte de los «habitantes del orbe presentes y futuros»36. Y también hacia el final de su vida:
(...) comenzó en mi un deseo de... llegar ser y ser llamado la escoba de Cristo (...) deseaba ser asimilado a la escoba que sirve para limpiar las casas, porque quedo siempre miserable y sucio limpiando a los demás...
Deseaba (...) que toda nuestra Compañía fuese por Dios destinada para que Cristo, (...), se dignase (...) comenzar a limpiar su casa y (...) tomarnos (...) como instrumentos más burdos (...), como las escobas (...), deseando que también en los cielos merezca ser y tener el nombre de gloriosa escoba de Cristo...37 .
Tienen los deseos de Maestro Fabro como destinatarios privilegiados a los jesuitas: «...con ansia [para ellos] deseaba una natividad o nacimiento de todos buenos deseos...»38. Pero además grupos concretos, determinados lugares, acontecimientos específicos ocupan esa atmósfe-
35 Mem 275; cf. 234.
36 Mem 433. 385 ; cf. 55. 253.
37 Mem 440. 441; cf. 262.
38 Mem 196; cf. 348.
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ra del deseo en que se mueve la entera historia de Fabro: el Concilio de Trento, el reino de Francia, la conversión de Alemania, las casas, los pueblos cercanos a las grandes ciudades, los afligidos o necesitados, los bienhechores, las almas del purgatorio, una capilla39 .
Además los santos, de manera análoga a sus compañeros jesuitas, forman un conglomerado para el cual abriga persistentes deseos internos:
Hallé asimismo un gran deseo y un holgarme que los Santos del cielo tengan ahora el modo, y el poder, y el saber, y el querer para hacer y compensar lo que acá no quisieron...40 .
Los intercesores en el mundo del deseo
Nota peculiar en la espiritualidad fabriana es su incansable recurso a los intercesores. Maestro Fabro pone así de manifiesto el talante del gentilhombre que aun los pastores de ovejas y luego alumnos de la Sorbona como él lo fue, dejaban traslucir en su manera de situarse ante la sociedad y ante la fe de su tiempo. Contar con un intercesor significa tener un valido cuya nobleza de origen asegura a quien no la posee -y es el caso del campesino Pedro Fabro- el ser escuchado por la instancia superior que hace parte de un mundo al que no puede acceder alguien de más bajo linaje. No otra cosa sería en los Ejercicios el «hacer reverencia» a Dios nuestro Señor a quien Ignacio cargará de expresiones tales como «Cristo sumo capitán», «en el su solio real y throno de la su divina Majestad», «si su divina Majestad fuere servido»41, etc. Para Fabro hay una cierta escala jerárquica cuando se trata de ellos:
En el día de la santísima Trinidad tuve gran deseo de que se celebrase su fiesta con más solemnidad, puesto que abraza tres personas, las cuales son lo más digno que se puede pensar y creer...
39 Cf. Mem 78. 102. 139. 147. 190. 242. 243. 284. 357. 396. 431; cf. 76. 131.
40 Mem 119.
41 Cf. EE 106. 136. 168...
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«...De algunos buenos deseos... del Padre Maestro Pedro Fabro»
Sentí (...) un deseo respecto de la Virgen Madre, señora y abogada, (...) le pedía que se dignase enseñarme de modo que pudiese ser hijo del Padre, siervo de Jesucristo y discípulo del Espíritu santo...
(...) aprovecha que el hombre tenga el deseo que ellos los ángeles suplan en cada cosa por nosotros y excusen con sus lenguas beatificadas nuestros defectos.
(...) deseé (...) que por virtud del sacrificio de la misa me concediese que San Francisco y cualquier otro Santo se acordase en adelante de mí...42 .
Aunque también los intercesores tienen sus propios deseos, y a éstos recurre Maestro Fabro en la prosecución del deseo que él mismo ha emprendido:
(...) deseaba que (...), se cumpliesen en nuestros tiempos (...) todos los deseos de todos los otros santos (...), viéndose cumplidos no sólo los deseos que ahora en la gloria tiene cada uno de los santos, sino también cualesquieraotros pios y santos que en vida tuvo para honra de Dios y salvación de las almas43 .
Por otra parte, alimenta en sí Fabro los deseos de que ciertos intercesores actúen supliendo las fronteras de las otras personas ante Dios: por lo general los santos, a veces los Tres Reyes, otras los pastores o los ángeles, en fin un compañero jesuita44. Y aun los difuntos desempeñan con sus deseos esta labor solidaria:
(...) tener en cuenta (...) que también las almas del purgatorio dicen semejantes palabras a las que Cristo dijo estando en la cruz, rogando por sus enemigos que han dejado en el mundo, rogando por
42 Mem 317. 41. 118. 125; cf. 98.
43 Mem 138.
44 Cf. Mem 12. 21. 49. 167. 366. 369-72. 388-89. 408.
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sus amigos y deudos para que sean favorecidos, (...); teniendo continua sed espiritual del bien de todas las almas de por acá y de cada una de sus compañeras...45 .
Concluye de forma abrupta el Memorial en Madrid, el 20 de enero de 1546, año de la muerte de su autor acaecida en Roma el 1 de agosto. Se interrumpe de tal manera que el lector desprevenido queda a la espera de algo más. Pareciera simplemente que Maestro Fabro continuara su camino y que otros acontecimientos están aún por suceder. Pocos meses después, llamado a Roma por Ignacio, Fabro, que cuenta sólo con 40 años de edad pero con una salud resquebrajada por las muchas penalidades de sus peregrinaciones apostólicas, termina la última de las suyas por la historia humana.
El último párrafo del texto, que no tiene el mínimo asomo de ser un testamento premeditado, nos coloca de nuevo en tónica de caminantes. Lo que fue siempre Pedro Fabro:
Y conocí tener necesidad (...) que para esto debía (...) estar más recogido y más unificado, si quiero encontrar y retener el Espíritu del Señor que santifica, endereza y conforta. Sobre todo me persuadí que tenía necesidad de mayor soledad y silencio46 .
Se tiene la impresión de que el «deseo» ha cedido su lugar a la «necesidad» cuando Maestro Fabro está a punto de partir de este mundo. En situación similar se encontrará Maestro Ignacio el día antes de su fallecimiento: gestionaba en Roma la compraventa de una casa en Piazza Margana. Uno diría que ambos seguían viviendo ocupados en quehaceres harto materiales cuando los sorprendió la muerte. Pero resulta innegable que los dos estaban así respondiendo con los recursos que ponía en sus manos el Amor largamente deseado47 .
45 Mem 71.
46 Mem 443.
47 Cf. Mem 64. 402. 425
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
* Hermann Rodríguez Osorio, S.I.
En muchos ambientes cristianos se ha considerado el discernimiento espiritual como algo contrapuesto a la obediencia. Vamos a intentar ampliar esta sospecha.
Por un lado, parecería como si la actitud de permanente atención y examen de los espíritus que nos mueven fuera en detrimento de la obediencia en la vida religiosa. Entre más discierne una persona, menos dispuesta parece a obedecer lo que los superiores le mandan; cuando el religioso hace un discernimiento tiene ya una voluntad de Dios que está dispuesto a negociar con su superior, que -por lo menos se espera-, también ha hecho su propio discernimiento, y ha descubierto otra voluntad de Dios. Si ambas voluntades de Dios coinciden, normalmente, no hay problema; pero si son contrapuestas, como suele suceder, aparece el conflicto.
* Licenciado en Filosofía y Magister en Psicología Comunitaria de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Licenciado en Teología Espiritual y prepara el Doctorado en la Universiodad Pontificia Comilla de Madrid. Actualmente es el Superior del Juniorado del Sagrado Corazón de Jesús, en Bogotá.
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Por otro lado también se ha visto el discernimiento como un ejercicio que está más orientado a la vida interior y a los procesos personales de los cristianos; la obediencia, en cambio, sería el instrumento preciso para hacer eficaz la acción de un grupo. Si todos los miembros de una comunidad apostólica están percibiendo las señales de Dios e interpretándolas, muy seguramente se creará un síndrome de ‘Babel’. Cada uno entiende un idioma distinto, y por tanto no habría forma de llegar a una construcción coherente.
En otro sentido, puede verse la obediencia como una forma cómoda de evitarse la angustiosa tarea de buscar lo que Dios le pide al cristiano. Vivir en una constante incertidumbre y en una búsqueda permanente no parece ser algo atractivo para muchos hoy. La obediencia, pues, sería una forma nueva de liberación; se habla incluso del 'miedo a la libertad' y por tanto del apego a la esclavitud de una obediencia servil y torpe.
Teniendo como telón de fondo estas sencillas caricaturas sobre las relaciones entre discernimiento y obediencia, vamos a intentar una lectura de esta relación dinámica en los escritos del Beato Pedro Fabro. Contamos para ello con sus apuntes espirituales, conocidos como el «Memorial», y algunas cartas que se conservan.
Un primer capítulo de este trabajo va a estar dedicado a la persona misma de Fabro: su historia personal y su camino itinerante como miembrodelaCompañíadeJesús; presentamostambiénunavisiónbreve de sus escritos. Este contexto es importante para entender más adelante su vivencia del discernimiento y la obediencia.
En un segundo capítulo presentamos lo que Fabro entendió por discernimiento y la manera como lo hizo parte de su vida cotidiana; intentamos descubrir algunas 'reglas' entre sus apuntes más espirituales que doctrinales. A su vez, hacemos un estudio tanto de lo que Fabro escribió sobre la obediencia y algunos ejemplos de la manera como la vivió durante los siete años de trabajos apostólicos en varios países europeos.
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
Por último, ofrecemos algunas conclusiones, que nos ayudan a relacionar un elemento con el otro.
PEDRO FABRO: PERSONALIDAD Y MISION
Infancia y Juventud
Pedro Fabro nació el 16 de abril de 1507, en medio del ambiente campesino de la Alta Saboya. Su infancia, tal como él mismo la recuerda, está marcada por el trabajo sencillo de un hogar católico, suficientemente acomodado (Mem. 1)1 .
A los diez años, sus deseos de estudiar, entraban en contradicción con su oficio de pastor y con las expectativas de sus padres: «no podía reposar sino que lloraba por querer ir a la escuela» (Mem. 3). Es así como sus padres lo envían a La Roche, cerca de Villaret, su aldea natal.
Pasó allí nueve años, como él mismo lo recuerda, «creciendo en edad y en ciencia y también en sabiduría» (Mem. 5). Sin embargo, el «inmoderado deseo de saber y aprender letras» (Ibíd.), lo llevó hasta París en 1525, a los diez y nueve años (Mem. 6).
Estudiante y Sacerdote en París
Al mismo tiempo que seguía avanzando en sus estudios, Pedro Fabro tendría que ir creciendo también en el conocimiento de sí mismo y de las dificultades propias de un joven que, impulsado por Dios se sentía, desde muy joven, llamado a vivir en castidad (Mem. 4).
1 Las citas del «Memorial» serán tomadas de: PEDRO FABRO, S.I., Memorial, Buenos Aires, Ediciones Diego de Torres, 1983, 365 p. (Traducido y anotado por J. Amadeo S.J. y M.A. Fiorito S.J.). Las referencias irán en el mismo texto, como Mem. y seguidas por el número correspondiente.
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Ya en su primera etapa de estudios, registra que no en todo ese tiempo había crecido «en bondad y en castidad de mis ojos» (Mem. 5), y cómo se dolía y arrepentía de los pecados que «cada día naciendo para algunos y creciendo en ellos, cometía contra mi Señor» (Ibíd.). Este enfrentamiento entre su deseo de ser casto y la conciencia de su pecado, va a marcar en gran medida su etapa de estudios en París y su encuentro con Ignacio de Loyola. Recuerda Fabro en su «Memorial» las «espuelas espirituales» que el Señor había echado en su conciencia; en París, estas «espuelas» nacidas del temor de Dios, se fueron convirtiendo en «unos escrúpulos y remordimientos de conciencia» (Mem. 6), con los cuales el demonio comenzaba a atormentarle.
Tres años y medio después, en enero de 1529, se graduó de bachiller en Artes y pasada la Pascua de ese mismo año, obtuvo su licenciatura (Mem. 7). De estos primeros años en París, recuerda con especial gratitud a Francisco Javier (1506-1552), compañero de «cámara» en el colegio de Santa Bárbara. Después del verano de 1529, llega al mismo colegio y a compartir la misma habitación del navarro y el saboyano, un vasco de 38 años: Ignacio de Loyola. Fabro le sirve de tutor y comienza a compartir su existencia con este nuevo compañero de estudios. Fabro registra, años más tarde, este acontecimiento:
En este año vino Iñigo a estar en el Colegio de Santa Bárbara, en la misma cámara que nosotros, queriendo entrar en el curso de las artes por el San Remigio siguiente, el cual curso había de tomar nuestro regente. Bendita sea para siempre jamás tal dicha así ordenada de la suma providencia para mi bien y salvación; porque después de ordenado por mano suya que yo hubiese de enseñar al santo hombre, siguióseme la conversación suya exterior y después interior y después el vivir juntos y ser uno los dos en la cámara, uno en la mesa, y uno en labolsa. Y finalmente vino él a ser mi maestro en las cosas espirituales, dándome modo de subir al conocimiento de la divina voluntad y de mi mismo y así llegamos a ser una misma cosa en deseos y voluntad y propósito firme de querer tomar esta vida, que ahora llevamos los que somos o alguna vez serán de esta Compañía, de la cual yo no soy digno (Mem. 8).
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
Esta nueva relación marca definitivamente el camino de Fabro; de tutor, pasa a ser discípulo en poco tiempo. Aprende los rudimentos de la lucha espiritual y del discernimiento. Ignacio comparte sus conocimientos y su experiencia para manejar los escrúpulos y ayuda a Fabro a encontrar su propio camino.
El primer método que siguió Fabro fue la confesión general, la comunión y el examen cotidiano de la conciencia (Mem. 10); así pasó cerca de cuatro años, enfrentado con tentaciones del espíritu de fornicación (Mem. 9), de vanagloria (Mem. 10), de gula (Mem. 11), de juzgar y contemplar los defectos ajenos (Ibíd.). En este tiempo, hasta dejar París, Fabro dice que tuvo «escrúpulos sobre muchas imperfecciones que nadie sospechaba» (Ibíd.).
En 1533, Fabro va a su tierra natal, donde pasa siete meses en compañía de su familia; ya en este momento estaba decidido a seguir a Ignacio en una vida pobre (Mem. 13), decisión que compartía con otros cinco amigos más.
Amigos en el Señor
El grupo de compañeros, además de Ignacio, Fabro y Francisco Javier, estaba constituido por otros tres españoles, Diego Laínez (15121565), Alfonso Salmerón (1515-1583) y Nicolás de Bobadilla (1509-1590), y un portugués, Simón Rodrigues (ca.1510-1579).
Cuando Fabro regresa a París, a comienzos de 1534, hace sus Ejercicios Espirituales bajo la dirección de Ignacio y poco después se ordena de sacerdote, el 30 de mayo. Con ello se pone fin a una vida agitada y confusa, en lo que toca a su opción vocacional:
(...) hasta haber fijado mi intención por el modo de vida que Dios me dio por Iñigo, siempre había andado muy confuso y agitado de muchos vientos, cuándo queriendo ser casado, cuando (sic) queriendo ser médico, cuándo legista, cuándo regentar, cuándo doctor en teología, cuándo clérigo sin beneficio y también algunas veces ser fraile (Mem. 14).
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El 15 de agosto del mismo año, los siete compañeros hacen voto de pobreza, de peregrinar a Jerusalén y «de ponerse en la obediencia del Pontífice Romano» (Mem. 15); esto lo hacen en la pequeña capilla de Montmarte, a las afueras de París. Fabro, era el único sacerdote del grupo en ese momento.
Al año siguiente, Ignacio parte hacia su tierra para recuperar su salud con los aires natales, mientras los demás compañeros acaban sus estudios. La vida del grupo de compañeros no cambió significativamente, sobre todo hacia el exterior; continuó viviendo cada uno en su casa, que generalmente eran colegios mayores para estudiantes extranjeros o de provincia. Siguieron también con los estudios de la teología, según había sido la decisión tomada en común.
No desarrollaron ministerios apostólicos especiales, pero sí fortalecieron mucho más los lazos de unión y concordia entre todos, tal como lo refiere Diego Laínez:
Y allí nos confirmamos, parte en la oración y confesión y comunión frequente; parte con los estudios, que eran de cosas sacras; parte con haber hecho voto de dedicarse al servicio del Señor, en pobreza, comenzando desde el tiempo dicho; y este voto renovando y confirmando, cada uno una vez el día de nuestra Señora de Agosto en sancta Maria (sic) de Monte Martyrum, donde primero lo hicimos, después de la confesión y comunión; y ansí después lo confirmábamos, quedándonos después allí a comer en caridad. Lo qual también continuábamos entre el año; porque de tantos atantos días nos íbamos con nuestras porciones a comer a casa de uno, y después a casa de otro. Lo qual, junto con el visitarnos a menudo y escalentarnos, creo que ayudase mucho a mantenernos2 .
Además de contarnos que renovaron sus votos, Laínez añade la celebración que tenían a continuación. Por otra parte, aparecen otros encuentros que 'entre el año' iban fortaleciendo ese compartir fraterno alrededor de una misión. Un texto muy rico, que refleja una abundante vida fraterna en el Señor.
2 FN I, 102. Palabras que repite Polanco casi literalmente en FN I, 184.
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El grupo de seis que dejó Ignacio al partir, muy pronto se vio acrecentado con tres nuevos compañeros; ellos fueron, en su orden: Claudio Jayo (ca.1504-1552), nacido en Mieussy, Alta Saboya. Recibió el sacerdocio en el otoño de 1534 y por consejo de Fabro fue a París, donde hizo los Ejercicios bajo su dirección; estuvo en la renovación de los votos de Montmartre en 1535, donde se unió al grupo.
Un poco más tarde, se unen al grupo Pascasio Broët (ca.15001562) y Juan Coduri (1508-1541), que estarán presentes en la renovación de los votos de Montmartre en 1536 y partirían con todo el grupo hacia Italia al encuentro de Ignacio, a finales de ese mismo año. Broët, nacido en el norte de Francia, había sido ordenado en 1524; en 1534 llegó a París con la intención de completar sus estudios teológicos; también hizo los Ejercicios Espirituales bajo la dirección de Fabro.
Coduri, por su parte, nacido en Seyne, Provenza, estaba haciendo sus estudios en Artes en París y entró en contacto con Fabro, quien lo acompañó espiritualmente y le dirigió los Ejercicios Espirituales; es el primer sacerdote que murió en la Compañía, a los 33 años; Diego de Hoces, que más tarde se uniría a Ignacio en Venecia, murió unos años antes, cuando la Compañía todavía no había sido aprobada oficialmente.
Fabro fue el centro del grupo en la ausencia de Ignacio; era el único sacerdote y tenía una sensibilidad especial para el trato personal; el grupo mantuvo su unidad alrededor de sus propósitos gracias a la presencia de este saboyano:
No quedaban solos, porque Ignacio, al emprender forzosamente su viaje a España, dejó como sustituto suyo al más maduro, apacible y equilibrado de todo el grupo; al que mejor sabía aconsejar, dirigir y explicar los Ejercicios ignacianos: al «Maestro Fabro como mayor hermano dellos», en frase feliz de Polanco. «Hasta hoy -decía Simón Rodrigues- confieso ingenuamente que no he visto a nadie que posea la amable suavidad y gracia de Fabro en el trato con los hombres»3 .
3 R. GARCÍA-VILLOSLADA, San Ignacio de Loyola. Nueva Biografía (BAC Maior 28), Madrid, 1986, 368-369.
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El 15 de noviembre de 1536 salen de París los nueve compañeros (Mem. 16), para encontrarse con Ignacio, que los esperaba en Venecia para cumplir los votos que habían hecho en común. Luego de un azaroso viaje, llegaron a la ciudad de San Marcos, el 8 de enero de 1537; después de un tiempo, viajaron a Roma para pedir permiso de peregrinar a Jerusalén y de ser ordenados, los que todavía no lo habían sido.
El 24 de junio de ese año de 1537, los ordenados fueron siete: Ignacio, Bobadilla, Coduri, Javier, Laínez, Rodrigues y Salmerón; este último, recibió todas las órdenes hasta el diaconado; pero tuvo que aplazar la ordenación sacerdotal hasta el mes de octubre de aquel mismo año, porque en junio todavía no había cumplido los veintidós años4 .
Vino luego un tiempo de preparación para las primeras misas; al mismo tiempo, ejercieron su servicio ministerial en ciudades del norte de Italia. En 1538 viajan todos a Roma y son acusados por algunos que no estaban de acuerdo con el nuevo estilo de vida que llevaban estos sacerdotes 'reformados' (Mem. 18).
Ante la imposibilidad de viajar a Jerusalén, se presentan ante el Papa para que los envíe según su juicio y parecer a distintos sitios; la fama del nuevo grupo se había extendido y llegaban peticiones de parte de muchos obispos; sin embargo, ante esta dispersión que se les venía encima, dedicaron la primavera de 1539 para deliberar sobre la conveniencia de mantenerse unidos por un voto de obediencia a uno de ellos.
Resultado de estas 'deliberaciones' fue la fundación de la Compañía de Jesús, que sería aprobada por el Papa el 27 de septiembre de 1540. Antes de esta aprobación oficial, había comenzado la dispersión.
4 C. DALMASES, El Padre Maestro Ignacio (BAC Popular 22), Madrid, 21982, 125.
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Ministerio Itinerante en la Compañía de Jesús
Terminada la primera etapa de las deliberaciones, en mayo de 1539, Fabro, en compañía de Laínez, va a Parma por mandato de su Santidad, donde estuvieron hasta septiembre de 1540 (Mem. 19); Fabro registrará más tarde en su «Memorial» los abundantes frutos de esta etapa: Acuérdate, ánima mía, de las mercedes que allá recibiste, obrando tanto fruto en este sitio por medio de nosotros y del Padre Jerónimo Doménech. El fruto digo, por vía de las predicaciones, confesiones y Ejercicios, y también de lo que se hizo en Sisa (Ibíd.).
Durante este tiempo mantiene Fabro una estrecha comunicación con Ignacio a través de una abundante correspondencia. Sirva de ejemplo un párrafo escrito después de la Semana Santa de 1540:
Por la presente semana, la más santa de todas, id est, aquella en la qual ocurren más negocios spirituales que en todo el año, nosotros no podremos complir en el mucho escribir, solamente compliremos el precepto de no faltar ninguna semana, para lo qual poco exemplo nos hauéis dado en estas tres passadas semanas, en las quales ningunas vuestras hemos recibido, ni menos podido ymaginar causa por qué; creemos tamen que qualquier otro impedimiento sea stato en medio, que no vuestra negligencia. Podrá seer que las nuestras no habréis recibido, y que por esto nos querréis hazer pagar qualque nuestra negligencia. Por amor del Señor os rogamos todos, que en otra cosa nos déis penitencia; (...) (MF. 21)5 .
Por lo que aquí aparece, tenían el acuerdo de escribir semanalmente, aunque parece que muy pronto este deseo se vio frustrado no sólo por el exceso de trabajo, sino también por las evidentes dificultades que tendría el correo en esa época; a esto habrá que añadir más tarde los problemas de la itinerancia permanente de Fabro y en general de la mayoría de los compañeros.
5 Las citas de las cartas estarán tomadas de: Monumenta Fabri, (MHSI) Matriti, 1914. Las referencias irán en el mismo texto, como MF y seguidas por la página o páginas correspondientes.
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De nuevo, un mandato de su Santidad lo obliga a partir hacia España en compañía del doctor Ortíz (Mem. 20). En octubre de ese año viajan primero a Alemania, a donde el doctor Ortíz había sido llamado por el Emperador, para participar de los coloquios de Worms y Ratisbona (Mem. 20 y 21). El trabajo es inmenso, según lo registra en una carta del 12 de marzo de 1541:
Al presente yo bien habría menester tales ayudas pararesponder á la increyble messe que acá en la corte imperial veo; tantos hay que piden mi conversatión para las cosas spirituales, y tantos que se querrían confessar conmigo, que temo confundirme, no podiendo sinocomovnosolo;máximeseyendolaspersonastodasdequalidad. Rogad al Señor que me dé gracia para saberme gobernar en el trabajo, y de excojer sienpre lo que más en gloria suya sea (MF. 77-78).
Estando allí en Ratisbona, Fabro hace su profesión solemne el 9 de julio de 1541:
Los votos son de castidad, de pobreza, de obediencia al Prepósito de la Compañía; y otro voto para la obediencia que prometemos todos al Sumo Pontífice cuanto a las misiones (Mem. 23).
El 27 de julio dejan Ratisbona y pasan por Saboya y Francia, donde son detenidos y encarcelados durante siete días (Mem. 24). Llegan a Barcelona en octubre de 1541. Este tiempo de estadía en España no deja de ser una permanente peregrinación de una ciudad a otra: Zaragoza, Madrid, Ocaña, Toledo...
En este tiempo de trabajo apostólico, Fabro recurre siempre a la memoria de los santos propios de cada lugar y sobre todo a las advocaciones de la Virgen que va encontrando a su paso: Nuestra Señora de Monserrat, Nuestra Señora del Pilar, Nuestra Señora de Guadalupe. Escribe en su diario recordando este año en España:
Nota aquí, ánima mía, cómo Nuestro Señor te ha sacado de tantas perturbaciones de espíritu y angustias, de tantas tentaciones que tú tenías sobre tus defectos, sobre las agitaciones del espíritu de
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fornicación y sobre tus negligencias en hacer fruto. Acuérdate de los conocimientos tan claros que tú has recibido de las causas de tales tentaciones. Acuérdate de cómo casi nunca has tenido notable tentación, en la cual no hayas sido consolado no solamente con el claro conocimiento, mas también por vía del espíritu contrario a las tristezas, o temores, o desánimos, o aficiones de prosperidad desordenada, dándote Nuestro Señor tan claro conocimiento y tan verdaderos sentimientos para remedio del espíritu de fornicación y medios para la pureza y limpieza de la carne y del espíritu, asimismo dando tantos remedios contra el mundo y su espíritu, y contra los malignos espíritus (Mem. 30).
Siguen presentes, pues, sus escrúpulos y sus dificultades; sin embargo, es notable la manera como se siente ayudado por el Señor, que le da un conocimiento claro de los espíritus que lo mueven y la manera de superar los tropiezos.
En enero de 1542 Fabro es llamado por el Papa para volver a Alemania (Mem. 32); este cambio de destino toma por sorpresa al doctor Ortíz, que escribe una carta al Cardenal Farnese, pidiendo se reconsidere la decisión:
Y quanto á la partida del Padre maestro Fabro, no puedo sino con humildad obedeceer el mandamiento de su S.t, mayormente significándoseme con tanta instancia; pero también no puedo dexar de tener muy grand sentimiento, porque aunque, dondequiera que estuviere el Padre maestro Fabro, sé que hará fructo en servicio de nuestro Señor, pero el que a hecho acá es muy grande, y yo le esperava después mucho mayor; tanto que, si su S.t fuera dello bien informada, creo que revocara el tal mandamiento, y por que conducie más para el serivicio de nuestro Señor y de la sancta Sede apostólica, que su beatitud tuviera acá una casa fundada con muchaspersonasletradasdebuenavidayprofesióndelmaestroFabro, para bien de los reynos de España, y poderlos Su S.t mandar yr á diversas partes, para exaltación de la fe cathólica y reformación de la yglessia, la qual esperava yo, mediante la gracia de nuestro Señor, que en breve tiempo se fundara con el ministerio espiritual y diligencia del maestro Fabro, para lo qual yo acá lo truxe, que no
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agora quitar la raíz y fundamento deste edificio, mandándole yr á Alemania, pues avía otros, que pudiesen yr allá (MF. 442-443).
Desde Barcelona, Fabro escribe a Ignacio contando cómo se le han unido dos sacerdotes que eran capellanes de las Infantas de España, noticia que le llena de alegría:
Partiéndome de Ocaña, mandaron á uno de sus capellanes que fuesse comigo hasta Toledo, donde iua á despedirme del doctor. Querían también que algunas cosas, de las que auíamos platicado, les dexasse en escrito, y yo ansí lo hize. El capellán de tal manera caminó yendo conmigo, que, por conocimiento claro y sentimiento efficazdentrodesuánima, uinoádeterminarse dequereryrcomigo hastaAlemaña, y dexar lacorte; y ansí se boluió átomar licencia; y, antes que él boluiesse, se llegó a my otro, allí en Toledo, embiado especialmente de doña Leonor, para que me acompañasse más adelante, y este uino hasta quatro leguas más acá de Alcalá, y se determinó por sí mismo con claridad y notable sentimiento del uerdadero desterrador que es el spírito de X.º nuestro Señor (MF. 151).
Cuenta también, en la misma carta, cómo había pasado por Almazán, tierra de Diego Laínez, para visitar unos días a su familia; este detalle deja ver el gran cariño y la unión que reinaba entre estos amigos en el Señor, que vivían sus distintos ministerios separados por grandes distancias, pero muy unidos en un mismo espíritu de amor:
Y tomé el camino para Almazán por complir con algo de lo mucho que yo deuo á my hermano Mtro. Laynez; donde communiqué enteramente con todos los de su casa, confessando muy generalmente y consolando al señor Juan Laynez, su padre, y su madre y las dos hermanas que en casa están (MF. 152).
Llega a Espira en abril de 1542 y comienza sus trabajos habituales. Estando en Espira, el 15 de junio de ese año, comienza a escribir su diario espiritual, conocido como «Memorial», al cual nos referiremos más adelante.
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
Aproximadamente un año pasa Fabro en Espira, Maguncia, Aschaffenburg y Colonia, desarrollando distintos trabajos; Fabro es excelente en el trato personal, la dirección de Ejercicios Espirituales, la confesión; parece que lo hace menos bien en el ministerio de la predicación, entre otras cosas, porque nunca llegó a dominar suficientemente el alemán.
Muy probablemente en el mes de agosto de 15436 , Fabro recibe la orden de ir a Portugal. Para ello se desplazó hasta Amberes y preparó su viaje; sin embargo, como lo consignó en su diario (Mem. 363) y lo informó por carta (MF. 227), no pudo encontrar navío que viajara hacia Portugal; volviendo a Lovaina, cayó enfermo durante casi dos meses. A estas dos circunstancias, se añade otro elementos que menciona en su carta del 6 de diciembre de 1543 desde Lovaina:
En este medio ha acaescido vna cosa que solo Dios sabe si es más para su serviçio ó para ympedirlo; y es, que monseñor Poggio, aviendo sido ynformado de mi obediençia para Portugal, antes que yo me partiese de Colonia, luego començó á meditar algún modo para ympedir mi yda, creyendo que mi quedada para Germania sea más importante que todo lo que puedo hazer en España. A 12 de este mes pasado yo reçebí vna carta de su Sría., en la qual me dezía que él esperava presto poder del papa para detenerme, y que monseñor Rmo. de Santra Cruz por cartas se lo avía prometido; después acá el día de sant Andrés me embió á dezir por vn su secretario de cómo era venido el tal despacho; es á saber, cartas de Su Sanctidad, por las quales se le dava poder sobre mí para detenerme en estas partes conforme á su pareçer. Yo hasta agora no he visto las cartas ni la forma dellas; todavía no dexo de estar ya perplexo, veyendo por vna parte el mandamiento de V.R., y por otra parte entendiendo contraria voluntad de Su Santidad (sic). Asimismo me maravillo que se ayan alcançado estas cartas de Su Sanctidad, sin que lo aya sabido V.R., (...) (MF. 228).
6 En el número 363 del «Memorial» escribe: «Poreste tiempo recibí precepto de obediencia en virtud del cual fue preciso ir de Colonia a Portugal. Preparéme en el mes de Septiembre». La entrada anterior en su diario es del 13 de julio de 1543, día de San Anacleto, Papa y Mártir.
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Monseñor Poggio era el Nuncio de Renania. Esta contrariedad y algunas otras, nos serán de utilidad al analizar en el siguiente capítulo las relaciones entre el discernimiento y la obediencia en los escritos de Fabro.
Para seguir con su recorrido apostólico, baste decir que, por fin llega a Lisboa «el día de San Bartolomé Apóstol» (Mem. 368), 24 de agosto de 1544. Trabaja en Evora como delegado del Papa y de Ignacio en la Corte de Juan III de Portugal, visitando también el colegio de la Compañía en Coimbra.
En marzo de 1545 viaja con Araoz a Valladolid, pasando por Salamanca. Vive algunos meses en la Corte del Príncipe Felipe, predicando, atendiendo consultas y visitando enfermos. En julio funda una comunidad de la Compañía en Valladolid y en octubre del mismo año otra comunidad en Alcalá de Henares.
Hacia el 20 de abril de 1546, sale de Toledo rumbo al Concilio de Trento, a donde había sido enviado por el Papa. Por orden de Ignacio, Fabro debe pasar unos días antes por Roma; allí llega el 17 de julio de 1546, cae enfermo y muere el 11 de agosto siguiente. El informe oficial de su muerte dice así:
Siendo llamado por ordenatión de su santidad y de la Compañía paraueniralconciliodeTrentoelsobredichoMtro.P.Fabro,hauiendo ocho años circum circa que fuera de Roma peregrinaua en santa obedientia por diuersas partes; entrando en Roma sano, por ocho días uisitando y siendo uisitado en spiritual regozijo de todos los suios; después por otros ocho días caiendo malo de vnas tercianas dobles; el primero de Agosto, domingo y día de S. Pedro, siendo confesado y comulgado, y tomado la extrema vntión, al mediodía, presentes muchos amigos en el Señor y la Compañía, con muchos segnos de la su uida pasada, y de la que esperaua eterna, dió l'ánima á su Criador y Señor etc. (MF. 481-482).
Con esto damos fin a esta presentación del ministerio itinerante de Fabro en la Compañía de Jesús. Durante algo más de siete años, este hombre recorrió gran parte de Europa cumpliendo misiones pontificias y
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro abriendo espacios para la fe católica y para la naciente Compañía de Jesús; fundó comunidades en Alemania, Bélgica y España; dio Ejercicios a un innumerable grupo de personas, muchos de los cuales entraron a la Compañía para servir a la Iglesia desde esta vocación concreta; destaca entre ellos Pedro Canisio, Santo y doctor de la Iglesia.
Brian O'Leary nos presenta en su excelente estudio sobre el discernimiento en el «Memorial» del Beato Pedro Fabro, un texto de Pedro Canisio, escrito después de que éste terminara sus Ejercicios Espirituales, bajo la dirección de Fabro:
Nunca he visto u oído a un teólogo mejor estudiado o más profundo, o a un hombre de una santidad tan notable e impresionante. Su mayor deseo es trabajar con Cristo por la salvación de las almas. Cada palabra suya, ya sea en una conversación privada o en un amigable encuentro, o incluso a la mesa, está llena de Dios y es tan elocuente, que nunca se hace aburrido o fastidioso para los que lo escuchan. Goza de tanto respeto que muchos religiosos, obispos y doctores han puesto sus vidas en sus manos para ser guiados en su vida espiritual7 .
Un texto que refleja el gran concepto que tenía este joven sobre su maestro; refleja la capacidad que tenía Fabro para comunicar la experiencia de Dios y ayudar a que otros la vivieran personalmente.
Sus Escritos
Conservamos de Pedro Fabro tres tipos de escritos: algunas cartas, otros avisos y Ejercicios Espirituales y, por último, el «Memorial»; vamos a presentarlos brevemente.
7 BRIAN O’LEARY, S.I., «The discernment of spirits in the Memoriale of Blessed Peter Favre» : Way, Supplement 35 (1979) 18. Traducción nuestra.
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Cartas
Las cartas que se conservan están publicadas en el tomo de MHSI que hemos venido citando; son alrededor de 150, la mayoría enviadas a San Ignacio; como anotábamos más arriba, Ignacio le había ordenado a los compañeros que estaban dispersos que debían escribir una vez cada quince días. Muchas veces contenían información muy confidencial y pedía que no se mostraran a personas que no fueran muy cercanas a la Compañía, como en la carta que escribe el 12 de marzo de 1541 desde Ratisbona:
No me decís expresamente, si algunas de mis letricas, que mandastes que yo ynbiasse, habéis recebido; asimismo holgar saber lo que ternéis de Araoz, y qué es de Pascasio. Esta mi letra, en la qual yo nombro las personas, sará que ad litteram no la mostréis sino á íntimos; porque personas podrían haber, que escribiessen acá, que yo escribo jactancias de personas. También sabéis, que personas grandes no quieren que se diga el bien que hazen, aunque lo hagan públicamente (MF. 79).
Esta circunstancia hizo que alguna vez Ignacio le llamara la atención, porque no siempre era fácil evitar mostrar las cartas a personas que debían proveer ayudas para las misiones que desarrollaban los compañeros en tan distintos sitios; y puesto que las cartas mencionaban a personas concretas y hacían también referencias a asuntos más personales, o manifestaciones de aprecio y cariño mutuo, Ignacio se veía en la dificultad de solicitar las ayudas; así queda manifiesto en la carta de Ignacio a Fabro del 10 de diciembre de 1542:
Yo me acuerdo muchas vezes hauer hablado en presencia, y otras muchas vezes hauer escrito en absencia, es á saber, que cada vno de la Compañía, quando quiziesse escriuir por acá, escribiesse vna carta principal, la qual se pudiesse mostrar á qualquier persona: porque á muchos que nos son bien aficionados, y dessean veer nuestras cartas, no las osamos mostrar por no traher ny guardar orden alguna, y ablando de cosas impertinentes en ellas; y ellos sauiendo que tenemos cartas de vno y de otro, passamos mucha afrenta, y damos más desedificación que edificación alguna. Que
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro aun estos días me ha acontescido, que me era necessario, ó mucho conueniente, mostrar vnas cartas de dos de la Compañía á dos cardinales que hauían de proueer cerca lo que me escriuían; y porque en las cartas venían cosas impertinentes y sin orden, y no para mostrarse, me hallé en harto trabajo en mostrar en parte y en cubrir en parte8 .
Pide Ignacio que escriban una carta principal con orden y concierto, de manera que se pueda mostrar a cualquier persona, y que si quieren añadir algunas otras cosas como datos de las cartas recibidas, el gozo espiritual o sentimiento tenido por ellas, enfermedades, noticias o negocios, etc, se añadan en 'hijuelas' separadas; la carta principal, recomienda Ignacio que se escriba primero y se revise y vuelva a escribir una y otra vez, si hiciera falta, para que quede presentable: (...), porque lo que se escriue es aún mucho más de mirar que lo que se habla; porque la escritura queda, y da siempre testimonio, y no se puede assí bien soldar ny glozar tan fácilmente como quando hablamos9 .
Hay que notar que a partir de la carta número 84 de la colección de MHSI y fechada el 14 de marzo de 1544 en Colonia (MF. 255) , tenemos resúmenes hechos por Juan de Polanco; estos resúmenes seguramente comenzaron a hacerse para manejar mejor la información; generalmente Polanco escribe en breves palabras lo principal de la carta y añade algunos párrafos literales entre comillas. La dificultad que ofrece este sistema es que no nosllega toda la información que registraba Fabro.
Avisos y Ejercicios Espirituales
Como parte de las cartas, se conservan una serie de 'avisos' o relaciones más detalladas para algunos grupos concretos; algunas veces por petición expresa y otras veces como parte de su acción pastoral ordinaria: entre ellas están los Avisos a la Congregación de Parma (MF. 39-
8 MHSI, Monumenta Ignatiana, Matriti 1903. Tomo I, 236.
9 Ibíd., 237.
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43); a los sacerdotes y laicos alemanes (MF. 119-125), donde exhorta vivamente a practicar el examen de conciencia y a vivir en profundidad los sacramentos.
También encontramos unos avisos sobre los estudios, enviados a losjóvenesjesuitasdeParís(MF. 102-106);avisossobrelacaridadfraterna (MF. 145-149), sobre el ministerio de la confesión (MF. 236-239) y sobre la manera de tratar con los protestantes, escrita a Diego Laínez, quien le había solicitado que recogiera su propia experiencia en un escrito (MF. 399-402). Vale la pena destacar la primera regla que recomienda Fabro:
La primera es, que, quien quisiere aprouechar á los herejes deste tiempo, ha de mirar tener mucha caridad con ellos y de amarlos in ueritate, desechándose de su espíritu todas las cosiderationes que suelen enfriar en la estimación dellos (MF. 400).
Una mención especial merece sus escrito sobre la obediencia (MF. 284-287), al cual haremos referencia en el capítulo siguiente. Es un texto amplio escrito muy posiblemente en diciembre de 1544, a los estudiantes del colegio de Coimbra, en Portugal, en el que Fabro explica cómo entiende el voto de obediencia en la Compañía.
Sobre los Ejercicios Espirituales, baste mencionar que se conservan dos textos: los que dio a los Cartujos de Colonia y de Bélgica10 .
El «Memorial»
El texto más importante que conservamos de Fabro es el «Memorial»; un diario de su vida espiritual que fue recogido con el título de «Memorial de algunos buenos deseos y buenos pensamientos del Padre Maestro Pedro Fabro». El original se ha perdido y se conservan algunas copias, con diversas extensiones.
10 Cf. CHARLES MOREL, Pierre Favre (Bienheureux), en Dictionnaire de Spritualité Ascétique et Mystique, Tomo12, Paris, Beauchesne, 1986, 1582: MHSI, Exercitia... ed. nova, 1969, 454506 y 591-609; cf. H. Pinard de la Boullaye, Un nouveau texte de B. Lefèvre sur les Exercices, RAM, 1946, Tomo 22, 253-275.
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
En la colección MHSI han sido publicadas críticamente dos copias, una latina, más completa y otra castellana, un poco más corta; hemos preferido utilizar para el presente trabajo, la traducción publicada en Buenos Aires por J. Amadeo S.J. y M.A. Fiorito S.J., quienes se basaron en la traducción hecha por J.M. Vélez, mejorada y publicada por J.M. March (Casulleras, Barcelona, 1922). Ellos han corregido de nuevo esta traducción, recurriendo al texto latino de MHSI y a la traducción francesa de Michel de Certeau, publicada por Desclée, Paris en 1960.
En la introducción a su escrito, Fabro nos describe la finalidad que tenía al comenzar a registrar sus memorias:
comenzar a escribir para mi memoria algunas gracias espirituales de las que Nuestro Señor de su mano me diera, ora sea como aviso para mejor orar o contemplar, ora sea para discernir o actuar, ora sea para cualquier otro provecho espiritual (Mem. Introd.)
Es por tanto un texto para uso personal y no para ser leído por nadie más; no se escribe a alguien sino que se escribe como un diálogo permanente consigo mismo y con Dios. O'Leary lo clasifica entre las 'autobiografías espirituales'; dentro de esta amplia clasificación se pueden encontrar las que propiamente hacen una relación más o menos detallada de la vida de su autor, otras que se asimilan más a un diario espiritual en el que se van relatando día a día los acontecimientos y la lectura de fe del autor y, por último, las cartas autobiográficas en las que el autor comparte con una o varias personas los estados de su alma11 .
El «Memorial» tiene una primer parte autobiográfica, pero en su gran mayoría se asimila más a un diario espiritual, en el que Fabro va anotando los acontecimientos más importantes de su vida interior y la lectura de fe que va haciendo de todo ello. El hecho de que no haya sido escrito para ser leído por otros afecta tanto su contenido como su forma. Muchas veces hay saltos y expresiones muy íntimas de su relación con Dios.
11 O'LEARY, op. cit., 29.
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En este sentido se encuadra dentro de la espiritualidad propia de la «Devotio Moderna»12. Esta corriente espiritual, venía desarrollándose desde mediados del siglo XIV en los Países Bajos; tiene su origen en la obra principalmente de Gerardo Groot (1340-1384) y de su discípulo Florentino Radewijns (1350-1400).
La «Devotio Moderna», es «una reinterpretación de toda la vida cristiana en medio de aquel contexto de rupturas con todo lo que había constituido el entramado de la cristiandad medieval»13. En concreto se quería romper con una escolástica decadente, que ponía un acento muy fuerte en la reflexión y que llegó a formularse como 'mística especulativa' en los trabajos del Maestro Eckhart (1260-1327)14. Esta corriente renovadora de la espiritualidad, proponía un acento mayor en la práctica de las virtudes, llegando a presentar una fractura entre la vida de piedad y la teología. El camino hacia Dios no era la reflexión teórica, sino la vida de penitencia y de caridad práctica.
Podemos señalar como características de la «Devotio Moderna» la gran importancia que se le da a la interioridad, que hace que se desarrolleunapiedadmásprivadaysubjetivayserechaceunpocolosacramental y lo litúrgico; es más importante la soledad, el silencio y el desprecio del mundo.
Frente a una tendencia más racional y especulativa, la «Devotio Moderna» desarrolla lo afectivo y da una relevancia mayor a lo que viene del 'corazón'; lo que cuenta, a la hora de buscar la cercanía de Dios, es la voluntad, el corazón, la devoción y no tanto la reflexión y la razón. En este sentido, la ascética es fundamental; se insiste más en el esfuerzo de la voluntad que en la acción directa de la gracia, lo cual hace que la «Devotio Moderna» desarrolle un moralismo práctico.
12 Ibíd., 31-32.
13 J. ALVAREZ GÓMEZ, Historia de la Vida Religiosa, Madrid, Publicaciones Claretianas, vol. 1, 1987, 28-29.
14 H. JEDIN, (DIR.), Manual de Historia de la Iglesia, Tomo IV: La Iglesia de la Edad Media después de la Reforma Gregoriana, Barcelona, Herder, 21986, 670.
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Se centran en la meditación de las virtudes y los ejemplos de Jesús, tal como se desprenden de una lectura llana y sencilla de los Evangelios. De ahí la importancia y la centralidad de la 'Imitación de Cristo', como modelo de la vida del creyente:
Dentro de esta espiritualidad, Cristo y su humanidad constituían los ejes centrales de sus meditaciones y los caminos más seguros para alcanzar un verdadero y logrado crecimiento espiritual. En Cristo y por Cristo los seguidores de la Devotio buscaban la perfección y unión con Dios. Lo más importante de la vida de Cristo aparte de su misma persona, eran los ejemplos y las circunstancias de su vida, que en buena medida tenían que ser imitadas por todos los cristianos. Por ello meditaban continuamente la pasión del Señor, la muerte, el juicio y las penas del infierno, además de los vicios y faltas de cada uno en relación con la redención de Cristo15 .
Por otro lado, la oración comienza a ser algo metódico; es en este momento cuando se acuña la expresión 'Ejercicios ' para expresar esos quehaceres espirituales; el examen de conciencia, la meditación metodizada.
Dentro de esta corriente espiritual se ubica la obra de Fabro; comienza a escribirlo, como lo decíamos más arriba, el 15 de junio de 1542, mientras desarrolla su actividad apostólica en Espira. Los primeros 33 números son un resumen de su vida anterior y los siguientes números, 443 en total, corresponden a reflexiones o anotaciones hechas principalmente durante sus recorridos por Alemania, Bélgica, Portugal y España.
La gran mayoría de los números fueron escritos en algo más de un año. Entre el 15 de junio de 1542 y el 13 de julio de 1543 escribió los primeros 362 números (aproximadamente 113 entradas) mientras desarrollaba su trabajo en Alemania.
15 A. VERDOY, Síntesis de Historia de la Iglesia, Baja Edad Media. Reforma y Contrarreforma (1303-1648), Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 1994, 127.
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Entre julio de 1543, más o menos cuando recibe la orden de ir a Portugal, y el 6 de enero de 1545, cuando ya lleva unos seis meses entre Evora y Coimbra, sólo escribe 5 números (3 entradas). Hay, pues, una interrupción de cerca de 18 meses, durante los cuales se dan sólo unas pinceladas de su experiencia interior. Después del día de Reyes de 1545, hasta el 20 de enero de 1546, durante su estancia en Portugal y España, escribe los últimos 74 números (31 entradas).
O'Leary piensa que la interrupción de 18 meses se pudo deber al exceso de trabajo y a los continuos viajes que tuvo Fabro antes de llegar a Portugal y en los primeros meses de trabajo allí16; sin embargo, nos parece que el exceso de trabajo fue una constante durante el primer año del diario, lo mismo que los múltiples viajes. No nos atrevemos, en este momento, a defender otras hipótesis, pero nos parece que pueden quedar las siguientes preguntas planteadas: ¿Se perdió una parte del «Memorial»? ¿Coincidió esta etapa con un tiempo fuerte de desolación espiritual? ¿Se trata de una expresión más de un alma que tendía a los extremos? ¿Es reflejo de la inconstancia en esta labor tan exigente?
De todas maneras, sea cual sea la causa de estas interrupciones, lo que nos importa ahora es el valioso contenido de las páginas que nos quedan. Las entradas son muy variadas, algunas descriptivas de lo que va viviendo, de sus experiencias apostólicas, de la lectura que hace de acontecimientos, momentos de oración, peticiones, acción de gracias, etc.
Hay una diversidad de formas de oración mencionadas o implícitas en las páginas del Memorial: desde altas formas de contemplación, hasta las sencillas letanías que tanto le gustaban a Fabro. Lo mismo, aparecen muchísimasde sus devociones particulares: a santos, reliquias, a la eucaristía, etc. Por último, algunas otras entradas, del final del
16 Cf. O'LEARY, op. cit., 32. Nótese, sin embargo que un poco antes, en la página 14 ha hablado de que el estilo de vida agitada comenzó desde su viaje a Parma: «The style of life that began for Favre when he went to Parma in June 1539 forms the background of the Memoriale. Suffice for the present to say that it was a life of constant travel, incessant work, earnest charity».
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro Memorial, adquieren aspecto de notas para sermones o puntos para la predicación.
Basten estas anotaciones sobre el «Memorial», que junto con las cartas, será la fuente principal de nuestro análisis de la relación entre la obediencia y el discernimiento en el Beato Pedro Fabro.
DISCERNIMIENTO Y OBEDIENCIA EN PEDRO FABRO
Para quien se haya acercado alguna vez al texto del «Memorial» es evidente que pretender hacer un estudio completo del discernimiento del Beato Pedro Fabro, tal como aparece reflejado allí, es una labor casi imposible. Se han hecho estudios muy valiosos, como la excelente obra de Brian O'Leary, que ya hemos citado más arriba17 .
Igualmente hay que destacar la obra de Carlos Plaza18, en la que se le presta una atención muy grande al lenguaje que utiliza Fabro en el «Memorial» al referirse a su constante ejercicio de 'discreción' de espíritus. Por otra parte, también hemos consultado la detallada introducción de Michel de Certeau19, quien también aborda la temática del discernimiento en el «Memorial». La bibliografía que presentamos al final del presente trabajo es una muestra de la diversidad de estudios que ha merecido la obra de Pedro Fabro, muchas de las cuales se fijan en algún aspecto del discernimiento.
17 La publicación que hemos consultado y que citamos es apenas una versión abreviada de la tesis doctoral,presentada en la Facultadde Teología de laPontificia Universidad Gregoriana de Roma, en 1973, y dirigida por el padre Gervasius Dumeige, S.J. (Cf. O'LEARY, op. cit., 6-7)
18 CARLOS G. PLAZA, S.I., Contemplando en todo a Dios. Estudio ascético-psicológico sobre el Memorial del Beato Pedro Fabro, S.I., primer compañero de San Ignacio de Loyola, , Estudios Onienses III 2, Madrid 1944, 352 p.
19 PIERRE FAVRE, Mémorial, Traduit et commenté par Michel de Certeau, S.I., Paris, Desclée de Brouwer, 1960, 457 p. En adelante la introducción de De Certeau será citada como: DE CERTEAU, seguida de la página correspondiente.
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Sin embargo, la riqueza del «Memorial», en lo que toca a la discreción de espíritus, nos parece inagotable; casi todos los números en los que se ha dividido el texto, contienen elementos valiosos que nos reflejan una personalidad atenta permanentemente a los movimientos de su corazón y dispuesta a discernir la acción de Dios en él, separándola de la acción de otros espíritus muy variados que percibía actuando también en su interioridad.
Por esta razón, hemos querido acercarnos solamente a una serie de momentos en los que aparece Fabro tratando de discernir lo que el Señor le pide en la misión; estos ejemplos de discernimiento queremos confrontarlos con lo que él entendía y la manera como vivió la obediencia en la Compañía de Jesús, durante los siete años de su ejercicio apostólico.
Discernimiento Espiritual en el Memorial
Un mundo habitado por espíritus contrarios
La existencia de un mundo invisible, habitado por espíritus buenos y malos, era algo común para los hombres del siglo XVI. Era una convicción y era parte del ambiente cultural heredado de la Edad Media. Fabro, por supuesto no está exento de esta forma de entender el mundo; algo de ello se refleja también en la espiritualidad ignaciana, pero en el «Memorial» estos espíritus adquieren un papel preponderante.
Sería imposible citar todas las referencias a los distintos espíritus que hace Fabro en el «Memorial»; sirva de ejemplo este número, en el que se refiere fundamentalmente a los malos espíritus:
El domingo cuarto después de Pentecostés, yendo a misa, me fue dado pedir gracia de que pueda mi alma y mi espíritu defenderse de los malos espíritus de los demonios y aun de los malos espíritus de los hombres. Y aquí advertí que muchas veces hasta ahora me han sobrevenido turbaciones y grandísimas desolaciones con la consideración de los malos espíritus de los hombres; esto es, de la contemplación del mal ánimo de los hombres, que se me ponía delante con varias sospechas, imaginando que los mismos hombres
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movidos del espíritu malo ponían asechanzas a mi alma y a mi espíritu y con ánimo dañado ponían la mira en mis pobrezas espirituales y humanas. Y en verdad sentía gran debilidad para luchar contra estos malos ánimos que imaginaba; de tal suerte que me parecía más leve que todos los hombres empleasen sus fuerzas corporales en perseguir mi cuerpo, que si uno solo por su espíritu malo se empeñase en perseguir las flaquezas de mi alma (Mem. 328).
Los espíritus que percibe Fabro, pues, son diversos; el trabajo de Carlos Plaza, que ya hemos citado más arriba, clasifica los distintos espíritus en dos niveles; por un lado estarían los espíritus en un sentido personal, que incluyen el Espíritu de Dios, el del buen ángel20, el del mal ángel y el propio21 .
Por otra parte, este espíritu propio tiene a su vez una triple subdivisión: el espíritu vital, el espíritu animal y el espíritu racional22. Esta manera de entender el espíritu propio corresponde a la manera como los escolásticos entendían el alma humana en su triple función: operaciones vitales, sensibles y racionales o intelectuales23 .
En el número 103 del «Memorial» aparece una definición clara de lo que Fabro entiende por alma y por espíritu:
Por alma entiendo la parte sensitiva juntamente con la porción inferior de la razón que naturalmente raciocina y discurre acerca de lo que por los sentidos se percibe; mas por espíritu aquella porción superior que se ocupa de las cosas divinas, recibiendo por medio el Espíritu Santo, de los ángeles y asimismo de la fe, que es por la predicación, sus raciocinios, y sus deseos y afectos, etc.
20 Fabro utiliza indistintamente las expresiones 'ángeles buenos' o 'espíritus buenos', para hablar de los seres que servían como ministros de la bondad de Dios y que lo acompañaban en todos sus recorridos y lo protegían del mal: Cf. DE CERTEAU, 53.
21 Cf. PLAZA, op. cit., 313.
22 Cf. ibíd., 314.
23 Cf. O'LEARY, op. cit., 76-77.
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No es raro, pues, que Fabro viva su experiencia 'espiritual' como una constante lucha ente los diversos espíritus que lo habitan y que habitan el mundo en el que vive; saber distinguirlos y dejarse llevar sólo por el Espíritu de Dios, es una cuestión decisiva; igualmente llegar a reconocer al Espíritu Santo, que lucha contra todos los espíritus del mal en medio de su mundo de relaciones, es la clave fundamental de su vida apostólica.
El poder de estos espíritus es muy fuerte; sin embargo, nunca llegan a dominarlo totalmente y el hombre no pierde nunca su libertad interior para hacer las opciones; O'Leary lo explica de la siguiente manera:
Los espíritus creados no pueden actuar directamente en el alma, como puede hacerlo Dios. Podríamos decir que la influencia de los espíritus creados actúa en el hombre desde afuera hacia dentro, y nunca alcanza su corazón. En cambio la acción de Dios puede comenzar en el mismo corazón de un hombre e irradiar al exterior. De esta manera, la acción divina puede llegar a subordinar y armonizar los espíritus vitales y animales, produciendo unidad a nuestra compleja existencia24 .
Los espíritus creados no pueden actuar directamente en el alma; es Dios quien va dando coherencia, desde lo más hondo de cada hombre, a su acción y a su vida toda; el mundo interior, pues, y el mundo exterior están influenciados por distintos espíritus y es fundamental llegar a distinguir claramente hacia dónde nos mueven. Entendido este elemento básico, es más fácil pasar al siguiente punto, en el que desarrollaremos esta constante necesidad que vive Fabro de discernir los espíritus que lo mueven.
Necesidad de discernir los espíritus que nos mueven
La diversidad de espíritus que Fabro percibe en su interior y trabajando en toda la realidad, le plantean un gran reto; no se trata sólo de
24 Ibíd., 79. Traducción nuestra.
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un intento por buscar la santidad personal defendiéndose de las tentaciones individuales;
Estabael aspectomásampliodedescubrircómoinsertarseenmedio de los conflictos cósmicos entre las fuerzas opuestas del bien y del mal. Lo que estaba en juego era la salvación de las almas y Fabro sentía profundamente su responsabilidad en este asunto. Los ángeles buenos estaban ya inscritos bajo la bandera de Cristo; los malosservíanasupropiomaestro. Deestamanerael discernimiento tenía una clara dimensión apostólica en la medida en que Fabro trataba de colocarse al lado de los ángeles, ministros de Dios, que estaban protegiendo, sosteniendo, dando fuerza y guiando a los hombres en su camino por la vida, en sus batallas con los poderes del mal25 .
Se trata, pues de una necesidad apostólica; si no se está atento a los espíritus que van moviendo al apóstol, o a los espíritus que mueven a las personas con quienes trabajamos, es muy fácil confundir la misión. Añadido a este elemento, Fabro va descubriendo que la mejor manera para reconocer los espíritus que nos mueven, no son sólo los pensamientos que tenemos, sino, y sobre todo, los movimientos afectivos. Esto le quedó muy claro a Fabro después de haber hablado un día con Pedro Canisio, cuando éste estaba haciendo sus Ejercicios Espirituales:
Otro día, visitando a Maestro Pedro, el de Gueldres, que se estaba ejercitando conforme al modo de nuestros Ejercicios, tuve algunos argumentos de grande evidencia, con los cuales más claramente que nunca entendí cuantísimo importa para discernir los espíritus, o atender alos pensamientos y hablas interiores o al mismo espíritu que por los deseos y afectos, por la fortaleza del ánimo o la debilidad, por la tranquilidad o inquietud, por la alegría o tristeza y semejantes afecciones espirituales se suele manifestar. Porque por estas cosas en verdad que se puede juzgar más fácilmente del alma y de sus huéspedes que por los mismos pensamientos (Mem. 300).
25 Ibíd., 75. Traducción nuestra.
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No es algo que Fabro haya descubierto tarde; se trata sencillamente de una constatación nueva que le dio más claridad sobre este aspecto tan fundamental en la espiritualidad ignaciana; los espíritus que nos mueven, se les conoce, más que por los pensamientos que nos acompañan, por los sentimientos y los afectos.
No basta, pues, conocer la definición de los espíritus en un sentido más racional; el discernimiento se hace más complejo cuando además es fundamental aprender a reconocer los efectos o la manera de proceder de cada uno de estos espíritus en los movimientos del alma.
Dios, pues, actúa en su interioridad y allí debe ser descubierta su voluntad; pero no sólo se trata de una interioridad aislada, sino que es la interioridad de Fabro en relación y reaccionando frente a otros factores externos a él mismo: las circunstancias de su apostolado, las órdenes que recibe, los 'signos de los tiempos'; así lo entiende De Certeau en su introducción al «Memorial»:
Una solaconcepción guíalas diversas formas de este discernimiento: la voluntad de Dios se revela en sus intervenciones; la gracia procura de este modo la luz y la fuerza para responder fielmente a las órdenes divinas. Lejos de ser una simple promesa distinta del don mismo, la revelación no se hace más que una con este don, como lo indica el término que designa al uno y al otro. Un «signo»26 .
Una vez reconocida la diversidad de los espíritus que mueven a Fabro y la necesidad vital que siente de discernirlos, vamos a tratar de desentrañar algunas reglas que aparecen en su «Memorial».
Reglas de Discernimiento en el «Memorial»
Dado el tipo de escrito, no pretendemos presentar una teoría completa, o una serie de reglas como las que propone San Ignacio de Loyola al final de sus Ejercicios Espirituales (EE. 313-336); sin embargo es posi-
26 DE CERTEAU, op. cit., 77. Traducción nuestra.
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ble encontrar de vez en cuando, algunas pistas sobre lo que se podrían llamar 'reglas' de discernimiento que anota Fabro a propósito de sus propias reflexiones o de la ayuda que prestaba a otros.
Un primer elemento que hay que tener en cuenta es que no siempre utiliza un lenguaje 'técnico'; en ese sentido no habla sólo de 'consolaciones' y 'desolaciones'; utiliza una variedad inmensa de términos que enriquecen mucho el lenguaje; O'Leary hace un estudio detallado de este vocabulario, dividiendo las palabras que tienen un acento más intelectual, de las que tienen un acento más afectivo, que son las que más interesan a Fabro27 .
La consolación, pues, es algo bueno, normal, deseable; también es cierto que no es algo absolutamente necesario; dentro de la diversidad de formas que adquiere la consolación, vale la pena señalar las lágrimas28; un ejemplo de ello podría ser el siguiente:
En la entrada del reyno de Valencia sentí alguna lachrymosa consolación; aduersitatem autem corporalem hucusque nullam experti sumus. No sé si lo hace en parte el coraçón que se defiende de la Cruz (MF. 424).
27 Cf. O'LEARY, op. cit., 84-85. Sobre la consolación:
«a) in intellectual faculty: cognitio, documentum, intelligentia, mens, aperitur, notitia, responsum, habere, videre, etc. (knowledge, a lesson, understanding, the mind is opened, communication, to receive a reply, to see, etc.)
b) in the affective faculty: abundantia, alacris, coonfortatio, dilatatio, gaudium, gustus, laetitia, pax, quies, teneritudo, unctio, etc. (plenty, eager, strengthening, expansion, joy, taste, happiness, paece, quiet, tenderness, unction, etc.)»
Sobre la desolación:
«a) in the intellectual faculty: confusiones, distractio, ignoratio, perplexitas, etc. (confusion, distraction, ignorance, perplexity, etc.)
b) in the affective faculty: afflictus, amaritudo, angustia, dolor, durities, fastidium, frigidus, fravamen,inordinationes,moeror, penuria, perturbatio,poenae, tomentum, torpor, tistitia, etc. (afflictions, bitterness, constiction, sorrow, hardness, distaste, cold, trouble, disorders, grief, want, disturbance, hardships, torment, sluggishness, sadness, etc.)».
28 Cf. Ibíd., 89-91.
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Porsuparte, sudesolación,esunaexperienciatotalmenteopuesta a la consolación; más que una definición afirmativa, se puede saber qué es, por negación de la primera. Es todo lo que lleva al hombre al pecado y lo aparta de Dios. El número 254 del «Memorial» nos ofrece unas reflexiones que nos parece interesante traer aquí para ayudar a distinguir estos dos estados del alma:
Quien conociere el espíritu de abundancia y sus palabras, y el que tienta y turba y las suyas, ese podrá de ambas partes sacar enseñanzas. Porque debe tomarse y retenerse, y cuando se hubiere perdido, buscarse el espíritu de abundancia; y se ha de conservar aquellaalegríay consuelo y aliento y tranquilidad, y todas las otras disposiciones que acompañan al afecto bueno, y a ellas hay siempre que volver para que más firmemente se arraiguen. Mas no así hay que tomar todas las palabras que se ofrecieren; pues podría mezclarse algunas falsas, porque hasta el mal espíritu puede vestirse con la apariencia de ángel de luz (Mem. 254).
Aparecen aquí los dos espíritus enfrentados; por un lado el espíritu que llama aquí de 'abundancia' y por otro el que 'tienta y turba'; ambos nos pueden enseñar cosas; sin embargo, el primero se debe buscar y se han de conservar sus efectos, pero no se deben tomar de él todas las palabras; una cosa son los sentimientos que produce y otra cosas los razonamientos que puede suscitar; estos últimos no son fiables porque pueden ser aprovechados por el mal espíritu para vestirse de 'ángel de luz'.
Más adelante, Fabro se refiere a lo que debemos aprovechar o lo que podemos aprender del mal espíritu:
Con el contrario espíritu y sus palabras de un modo contrario hay que proceder. El espíritu mismo malo cuanto a todos sus sentimientos hay que lanzarlo y huir de él; no así todas sus palabras, porque muchas podrías tomar para guardarte de muchas cosas y por ellas hacerte en los negocios humanos más prudente, pues muchas serán verdaderas y útiles si luego son informadas del otro espíritu (Mem. 254).
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Fabro propone que ante al espíritu del mal se proceda de modo contrario, esto es, que se rechacen todos los sentimientos que produce, pero se aprovechen sus 'palabras'; puede resultar útil escucharlas para aprender su manera de obrar; incluso sus estrategias pueden resultar útiles a la hora de funcionar en el mundo, mientras se las 'informe' con el espíritu del bien.
Avanzando, encontramos más adelante una regla también muy interesante; el planteamiento que se hace Fabro el 28 de abril de 1543 es que algunos, aún haciendo muchos Ejercicios y oraciones, parece que no se ven movidos sino por un solo espíritu; hay una relación entre este punto y lo que San Ignacio dice en la anotación sexta de los Ejercicios Espirituales29; la forma que propone Fabro para resolver esta falta de 'mociones' o de 'agitación de varios espíritus' es la siguiente:
Pues bien, para provocar esta distinción es eficacísimo medio la proposición de la elección de vida y estado, y luego en cada estado los varios grados de caminar a la perfección; y en general, cuanto le propusieras cosas más altas, o para obrar, o esperar, o creer, o amar,paraaplicarseaellasafectivayefectivamente,tantoconmayor facilidad le darás materia en la que se provoque la diferencia del espíritu bueno y del malo (Mem. 301).
Proponer a la persona la 'elección de vida y estado' o la forma de caminar hacia la perfección en el estado elegido, parece ser un método eficaz para suscitar los movimientos de los distintos espíritus en el interior de las personas, de manera que se pueda entonces reconocerlos para acoger los que sean del buen espíritu y rechazar los que sean del malo.
En la misma línea, añade Fabro otra regla:
Asimismo hay algunos, especialmente gente piadosa y por mucho tiempo ejercitada en devoción y dejada de pecados, en quienes se
29 «El que da los exercicios, quando siente que al que se exercita no le vienen algunas mociones spirituales en su ánima, assí como consolaciones o dessolaciones, ni es agitado de varios spíritus, mucho le debe interrogar cerca los exercicios, si los hace, a sus tiempos destinados, y cómo (...)» (EE. 6).
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reconoce el mal espíritu porque no tienen ni pensamientos que excedan los límites de la verdad y bondad, ni afectos manifiestamente desordenados. A éstos, sin embargo, por santos que sean, si los indujeres a examinarse en algún grado de vida y conducta más perfecta, dentro de su estado, si es inmutable, o en otro estado más perfecto, fácilmente se echarán de ver el uno y el otro espíritu, es a saber: el que da fortaleza y el que debilita, el que ilumina y el que ofusca, el que justifica y el que mancha, es decir el bueno y el contrario del bueno (Mem. 302).
Este criterio, parecido al anterior, es muy útil para tratar con personas piadosas, que eran la mayoría de los que él trataba. Más adelante, a propósito de un momento de desolación ante los males generales que constataba a su alrededor y en él mismo, descubrió otro criterio fundamental que lo consoló muchísimo:
Y aquí se me dio a ver que no se debe menos huir de las consolaciones que se fundan en acontecimientos puramente accidentales, o también en prosperidades posibles de las cosas espirituales, que de las desolaciones contrarias. Digo, cuanto al extremo, que suele muchas veces ser excesivo, y teniendo cuenta con la verdadera estabilidad del corazón que de ambos modos se impide, es decir, por la tristeza vana y por la alegría vana, y algunas veces más por la alegría; si bien más ayude para bien obrar la alegría (aun aquella a que se añade algo de vanidad espiritual) que la tristeza mezclada con algo de turbación que frustra (Mem. 304).
Es necesario, pues, estar atentos a las 'tristezas vanas', lo mismo que a las 'alegrías vanas', que no están exentas de una cierta vanidad espiritual; ambos estados pueden ser aprovechados por el mal espíritu para destruir una labor que se va desarrollando pacientemente. La tristeza y turbación pueden nacer del mal espíritu, pero suelen terminar en el bueno; por su parte, las alegrías vanas generalmente tienen su origen en el buen espíritu, pero ser aprovechadas por el malo:
Porque así como el espíritu bueno suele de las tristezas tomar argumentos para atraernos a lo que es sólido y bueno, con que verdaderamente nos consuele, aniquilada la falsa o vana alegría; así tam-
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bién suele el enemigo tomar ocasión de las alegrías para arrastrar a un gozo vano, al que se siga después tristeza (Mem. 304).
Debemos estar atentos, pues, a las alegrías y a las tristezas y reconocer no sólo lo que producen en nosotros en un momento determinado, sino vigilar hacia dónde nos llevan; esta regla tiene una relación muy estrecha con la que menciona San Ignacio en la quinta regla, 'más propia para la segunda semana':
Debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel; mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distractiva, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad, y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal spíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna (EE. 333).
Como una regla más, podemos destacar el hecho, que ya hemos mencionado, de que para Fabro son muchísimo más importantes los datos 'afectivos' que las ideas o las razones; para O'Leary aquí está una de las claves propias de Fabro:
La prioridad que se debe dar al elemento afectivo sobre el intelectual en nuestra experiencia es una de las piedras angulares de la teoría del discernimiento de Fabro. Los espíritus hacen sentir su presencia a través de movimientos afectivos, sobre los cuales la persona no tiene control: esta es la experiencia básica, y es esencialmente pasiva. Las ideas y las reflexiones, sea que acompañen o sigan a los sentimientos, son menos importantes, incluso cuando no hay garantía de que vienen del mismo espíritu. La experiencia básica afectiva es la única que puede autenticarse a sí misma; el componente intelectual requiere mayor discernimiento30 .
30 O'LEARY, op. cit., 112. Traducción nuestra.
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Estando en Valladolid, el 20 de marzo de 1545, Fabro registra otra 'regla' de su discernimiento:
Sucede a veces que pensemos en bienes y favores que conforme a nuestra posibilidad nos tocan o nos pueden sobrevenir; otras veces, al contrario, que pensemos en males que nos pueden amenazar. En la primera disposición, hemos de cuidar de no engreirnos demasiado; y en la segunda, de no abatirnos más de lo que conviene. Sabe nuestro buen espíritu aplicar cada uno de estos tiempos al remedio del otro, esto es; remedia la abundancia con la escasez y ésta con aquélla. Pero el mal espíritu de las dos cosas pretende sacar daño, es a saber, de la abundancia hinchazón y presunción y de la escasez pusilanimidad y decaimiento del buen ánimo (Mem. 409).
La clave de este criterio estaría en no dejarse abatir demasiado fácil, ni tampoco dejarse llevar por el espíritu de la soberbia; frente a lo bueno o lo malo que nos puede sobrevenir, hay que confiar en que 'nuestro buen espíritu' sabrá sacar provecho; pero también hay que tener cuidado porque es fácil que el espíritu del mal pretenda hacer daño con la excesiva presunción o el decaimiento exagerado.
Una última regla que podríamos deducir de la práctica del discernimiento en Fabro es la constancia que supone y el hecho de que no se trata sólo de un ejercicio para momentos especiales o decisiones trascendentales; Fabro analiza cada acontecimiento de su vida interior y de lo que va viviendo en su práctica apostólica. Esta práctica permanente es lo que va haciendo posible que se conozcan cada vez mejor los espíritus que nos mueven y las estrategias que utilizan; si no se hace del discernimiento una práctica cotidiana y frecuente, nunca se podría llegar a afinar la sensibilidad que exige un discernimiento espiritual.
A discernir se aprende discerniendo, podríamos decir. Esto quedará más claro en algunos de los ejemplos que vamos a presentar en el siguiente apartado.
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Ejemplos de Discernimiento en el «Memorial»
Hemos dicho ya que casi todas las páginas del «Memorial» están en clave de discernimiento y que un estudio completo sería prácticamente imposible; sin embargo, nos parece conveniente presentar algunos ejemplos concretos, sobre todo con el fin de iluminar la investigación que estamos haciendo sobre la relación entre discernimiento y obediencia en Fabro. Es por esto por lo que los ejemplos que hemos escogidos tienen que ver casi todos con las 'obediencias' que Fabro recibió a lo largo de los siete años de trabajo en varios países europeos.
El primer ejemplo al que nos vamos a referir, lo registra Fabro el 1 de septiembre de 1542; la situación que describe Fabro es su estado de ánimo después de haber hecho una plática a varias personas; siente un gran deseo de predicar, cosa frecuente en él; sentía la gran responsabilidad de ayudar a que Alemania saliera de la situación de crisis religiosa que estaba viviendo; en este momento anota lo siguiente:
Sentí también entonces que convenía en adelante atender mejor a obedecer al espíritu que me excita a fervor en las obras de la palabra del Señor, cuales son las pláticas particulares y sermones públicos, etc., no sólo en la Iglesia delante de mucha gente, sino también en otras reuniones de hombres o en las casas, o fuera de ellas, aunque sean pocos los que me puedan oír, y asimismo en las mesas en presencia de los príncipes y magnates (Mem. 112).
Siente pues una llamada particular a predicar más, tanto en las iglesias, delante de mucha gente, como en reuniones con pocas personas y en presencia de los príncipes y magnates. Los sentimientos le van indicando el camino que debe seguir y cuáles son los ministerios en los que debe insistir; es una moción de 'obediencia' al Espíritu que le exita a fervor en las obras de la palabra del Señor. Es importante destacar aquí el hecho de que siente una llamada a predicar no sólo delante de mucha gente, sino aún en ambientes reducidos.
Un tiempo después, estando en Valladolid, el 3 de abril de 1545, aparecen unas mociones suscitadas precisamente por estar haciendo
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una labor en un ambiente relativamente sencillo; escuchemos al mismo Fabro que nos presenta sus mociones:
El Viernes Santo, oyendo las confesiones de algunos jóvenes y niños pequeños, que pertenecían a la casa de un señor, mi penitente, me vinieron algunos pensamientos de orgullo, y un espíritu me decía interiormente: ¿acaso viniste aquí para ocuparte de estos niños? ¿No sería mejor estar en un lugar donde pudieses oir (sic) las confesiones de algunas personas serias? Pero, cuando tomé la determinación (si le agradace a Dios) de trabajar toda mi vida en estosministeriosqueesteespírituconsiderabacomoparticularmente viles y pequeños, me vino una gran firmeza en espíritu de humildad, y descubrí mejor que nunca el valor de aquellas obras que se hacen con una intención recta por los más pequeños, por los despreciados y los abyectos según el mundo (Mem. 421).
Lo que le preocupa aquí no es el tipo de trabajo, ni la cantidad de gente que recibe su acción; le inquieta la 'calidad' de estas personas a quienesestáconfesando;anteestotiene'pensamientos'deorgulloy 'siente' un espíritu que lo cuestiona. Ante este espíritu y estos pensamientos, aparece una gran firmeza en espíritu de humildad, que le ayuda a descubrir el valor de las obras que se hacen por los pequeños y desgraciados de este mundo. En el número siguiente desarrolla de una manera admirable esta opción de Dios por los pequeños y los débiles:
Por esto deseé por mi parte y tuve por cosa muy preciosa poder solamente instruir a los rudos, a los niños, a los pobres y principalmente a los más abandonados. Porque aunque nos parezca que alcanzamos mayor fruto cultivando las personas grandes del siglo, sin embargo suele Dios conceder mayor fruto a los trabajos que se hacen con los pequeños, puesto que El dice: lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis. Y es cierto que El aprecia más lo que se hace por alguno que está completamente abandonado, que si emplease el mismo trabajo en provecho del Emperador. Así que, hermano carísimo, como el pobre está confiado al cuidado de Dios, haz cuenta que está dejado a tu cuidado para que le ayudes, no habiendo otro que lo haga (Mem. 422).
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El discernimiento que hace Fabro frente a estas mociones que siente ante su trabajo sencillo y escondido, incluye, en este caso una referencia al Evangelio (Mateo 25, 40), que se convierte en el criterio fundamental para juzgar los pensamientos y los 'espíritus' que lo mueven.
El otro ejemplo que queremos presentar se refiere a la decisión de cumplir la orden que recibe del Arzobispo de Maguncia que lo había mandado a ir al Concilio de Trento; esta anotación la hace estando en Maguncia:
Un Domingo del mes de Octubre, que fué (sic) el 22 del mismo mes de este año 1542, y en el día precedente, que había sido de Santa Ursula y sus compañeras, hallé en la presencia del Señor este consejo, y me determiné a cumplirlo; que fue, obedecer a la voluntad del Arzobispo de Maguncia, que me había significado querer que en nombre suyo fuese con otros teólogos suyos al Concilio, que en Trento se había de celebrar, empezando el 1 de Noviembre. Sobre este negocio yo había tenido varios espíritus y varias tristezas antes de que me resolviese; pero de todas me liberó el Señor por virtud de la santa y ciega obediencia a la que no toca mirar ni a la propia insuficiencia, ni a la grandeza y peso de los negocios que se mandan. (...) (Mem. 145).
Llama la atención, primero que todo, que Fabro halla en la presenciadeDioselconsejode'obedecer'laordenquehabíarecibido. Cuenta luego cómo había tenido 'varios espíritus y varias tristezas' antes de resolverse frente a este negocio; Fabro siente que más allá de cualquier variedad de espíritus que puedan moverlo ante esta misión que se le encomienda, está la 'santa y ciega obediencia', que le garantiza, de alguna manera la bondad de esta decisión.
Aparentemente el discernimiento que venía haciendo Fabro partía de un planteamiento equivocado; no se trataba de una decisión que debía discernir; los varios espíritus y las tristezas que sintió en esos días provenían del mal espíritu; lo que le indicaba el 'buen espíritu' era sencillamente obedecer, sin fijarse en 'la propia insuficiencia, ni en la grandeza y peso de los negocios que se mandan'.
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El 14 de febrero de 1543, estando todavía en Maguncia, se refiere Fabro a otro momento en el que le es dado distinguir los distintos espíritus que lo mueven; una parte de este mismo número ya fue analizada a propósito de las reglas; dice Fabro:
Este día después de la misa, habiendo considerado la diversidad de espíritus que muchas veces me han agitado y me hicieron cambiar de opinión cuanto a la posibilidad de hacer fruto en Alemania, advertí que no hay que hacer caso en manera alguna a las palabras de aquel espíritu que todo lo hace imposible y siempre trae inconvenientes,sinomásbienalaspalabrasysentimientosdeaquel que muestra posibilidad y da ánimo; aunque también hemos de tener cuidado de no correr demasiado a la derecha. En una palabra, hay que tener discreción, para mantenernos en medio entre la derecha y la izquierda, de suerte que ni en nuestra buena esperanza se mezcle en exceso vano, ni en nuestro miedo una aflictiva cortedad. Pero si no nos es posible no inclinarlos más a esta parte que a la otra, más seguro es y menos peligroso caminar y esperar como en los tiempos de grande ánimo, que no dejarnos encerrar en el cerco de la tristeza, donde suele haber errores mil, y mil engaños,ymil laberintosdeunaamarguraquebrotahaciaafuera (Mem. 254).
Aparecen aquí una diversidad de espíritus que le hacen dudar sobre la posibilidad de hacer fruto en Alemania. La tarea era demasiado grande y pesada para llevar; sin embargo había otros momentos en los que se sentía optimista en su labor; sentía espíritus que le ofrecían posibilidades y le daban ánimos; no se trata sólo de dejarse llevar por unos y rechazar los otros; Fabro descubre que de lo que se trata es de no ir a los extremos, aunque de no ser posible este término medio, es mejor inclinarse más hacia el espíritu de 'grande ánimo' que impide que nos encerremos en el 'cerco de la tristeza', en el que es mucho más fácil equivocarse.
Sin embargo este descubrimiento no resuelve esta variabilidad de los espíritus que lo mueven; de nuevo, cuatro meses más tarde dirá:
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Aquí, asimismo, noté y ponderé el tormento que tan de continuo siento desde que conocí a Alemania, por las apostasías de esta nación. Plega a Dios impedir que no suceda en realidad lo que tantas veces en mi espíritu se me ha representado, no en verdad con buen espíritu, sino más bien por espíritu de desconfianza, que de tantos modos hasta ahora me ha vejado, tirando principalmente a que desesperase enteramente de hacer fruto y echase a huir primero en mi ánimo, y después desease salir de esta región del Rin que me ha sido encomendada.
Ojalá que la tibieza de los hombres malos, verdaderos o imaginados, la frialdad, malicia, y deficiencias dejen de invadir mi alma y espíritu, que por otra parte son en sí mismos bastante pobres, tibios, fríos y deficientes. Ojalá cese ya esta mutabilidad mía, que tantas veces ha hecho que ahora me parezca todo excesivamente próspero o que va a prosperar, y luego al contrario todo perdido o que se va a perder (Mem. 329).
Aparece en su horizonte la tentación de huir; tentación, porque reconoce que no es del buen espíritu, sino por 'espíritu de desconfianza'; siente que la tibieza de los hombres malos invaden su alma y su espíritu, ya bastante débiles. Pide que cese esa mutabilidad de su propio ánimo. Este momento es muy importante, porque coincide, más o menos, como veremos más adelante, con la orden de ir a Portugal y las dificultades que tiene para cumplir esta orden. No es extraño que le costara tanto dejar Alemania, cuando veía que dejarla era ceder ante la tentación del desánimo que lo atormentaba tanto.
A modo de resumen, volvamos a los comienzos del «Memorial», donde Fabro hace un reconocimiento del don recibido de Dios para saber distinguir los diferentes espíritus que lo movían:
(...) Podría decir que nunca me vino angustia ni ansiedad, escrúpulo, duda, temor ni otro mal espíritu, que yo pudiese sentir notablemente, sin que juntamente, o a lo menos después de algunos días, yo no hallase el verdadero remedio en Dios nuestro Señor, dando El gracia para pedir y buscar y clamar por ella. En esto se encierran innumerables gracias de conocimientos y sentimientos de va-
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rios espíritus, que yo conocía mejor de día en día. Pues Dios nuestro Señor me daba tales aguijones que ya no me dejaron ser tibio. En otras palabras -como dije- nunca permitió el Señor que me engañara en el juzgar y discernir los malos espíritus y en el sentir las cosas propias o las divinas o las del prójimo, sino que siempre y en el momento oportuno me libraba con las inspiraciones de los santos ángeles y del Espíritu Santo (Mem. 12).
Aunque habría muchos otros casos que podríamos presentar aquí para ilustrar la capacidad de discernimiento de Fabro, vamos a dejar estos ejemplos para pasar a revisar la manera como entendía y vivía la obediencia y su relación con este discernimiento.
Teoría y Práctica de la Obediencia
¿Cómo entendió Fabro la Obediencia?
Para responder a esta pregunta, contamos con algunos rasgos teóricos que Fabro dejó registrados en su «Memorial», o en algunas de sus cartas y, sobre todo, contamos con unos avisos que escribió muy probablemente para los jesuitas de Coimbra en 1544.
En primer término, en el «Memorial» nos encontramos con varias referencias a la obediencia, a los pocos días de haber comenzado a escribir su diario, el 2 de julio de 1543, día de la Visitación de Nuestra Señora. Pide Fabro en su oración, a propósito de la actitud de María ante su prima Isabel, que todos los que están en obediencia
se ejercitasen hasta alcanzar perfecta humildad y paciencia y caridad para soportar y honrar sus mayores buenos y malos, teniendo el ojo y el afecto solamente a lo que es bueno y no mirando lo que es malo; y cuanto más el superior pareciese no ser bueno en su grado,tanto más el inferior se hiciese perfecto en el suyo, que es ser siervo diligente, obediente y fiel por temor y amor de Dios nuestro Señor. Así merecerían los que de tal manera se irían haciendo servidores gratos a Dios, tener finalmente buenos Señores; y no después que también ellos son salidos de su estado de servidores;
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pues ni el mal superior merece que el Señor le dé mejores súbditos, ni el súbdito rebelde merece buenos superiores (Mem. 39).
El que está bajo obediencia le corresponde tener humildad, paciencia y caridad para 'soportar' a sus superiores, sean estos buenos o malos; puesto que, para él, en la medida en que el súbdito se mantenga en esta actitud, se irá haciendo merecedor de un buen superior; habría como una correspondencia mutua entre el superior y el súbdito, que puede ser animada desde cualquiera de los extremos de la balanza; sin embargo, insiste Fabro más adelante, en el valor que tiene el buen súbdito para 'merecer' un buen superior:
De aquí se ha de esperar que cuando los súbditos, o a lo menos los mejores, hubieren alcanzado tal humildad, paciencia y caridad que les baste para homrar (sic), servir, acatar, tolerar cualquier superior suyo, por malo que sea, sin perder la buena voluntad, sino antes creciendo siempre en ella con determinación de perseverar así hasta la muerte, entonces se podrá tener más esperanza que Nuestro Señor se haya de mover a dar otros mejores y no por el contrario; es a saber, por ver los malos ir adelante de mal en peor acerca de tal obediencia (Mem. 41).
La buena obediencia, pues, es anterior al buen superior; de manera que no se trata de una obediencia condicionada o dependiente del tipo de superior que se tenga, sino que es una obediencia que tiene un fundamento más allá; lo menciona de pasada en el número 39, ya citado: «por temor y amor de Dios Nuestro Señor».
En el número 40, Fabro encomienda su obediencia a la Trinidad: Pide al Padre que lo haga un hijo obediente; pide al Hijo que lo haga su siervo; y pide al Espíritu Santo que sea su maestro y que le enseñe a ser su discípulo. Unos días más tarde, al recordar el aniversario de su profesión en la Compañía, encomienda Fabro el cuidado de sus tres votos a la Trinidad: A Dios Padre encomienda su castidad; al Hijo, que se hizo obediente hasta la muerte (Cf. Filipenses 2, 8) encomendaba el cuidado de su obediencia; y al Espíritu Santo, encomendaba su voto de pobreza (Cf. Mem. 45).
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Un año y medio más tarde, a propósito de la octava de la Epifanía, Fabro, ya en Coimbra, se refiere a la obediencia de Jesús a su Madre que duró hasta los treinta años (Cf. Mem. 381), y la compara con el amor con el que tiene sujeto la esposa a su esposo: «que le hace no poder estar ausente de su presencia mucho tiempo» (Ibíd.).
Y más adelante se refiere al hecho de que Jesús, al salir de la sujeción de sus padres, no busca una obediencia más honrosa, sino que se hace obediente a un siervo suyo:
Jesús, saliendo de la sujeción de sus padres para ser bautizado por Juan, enseña que es menester que los que dejan un género de oficio, no lo hagan movidos del deseo de buscar la libertad de la carne, como suelen los que mudan una obediencia más estrecha por otra más laxa, sino más bien de subir a cosas más duras. Pues Cristo dejó laservidumbre de sus padres parapasar en cierto modo a la escuelade Juan, siervo suyo. No busca señores más honrados que sus padres, ni verse libre de toda servidumbre el que desea ser siervo de todos (Mem. 382).
Este comentario lleva una enseñanza para aquellos que buscan cambiar de 'superior', o sencillamente cambiar de 'estado' de vida, buscando una libertad mayor.
Pasando a las cartas que Fabro envía a su amigo y superior, Ignacio de Loyola, nos encontramos con este párrafo escrito en Espira, el 27 de abril de 1542:
Esta semana próxime passada escreuí quasi lo mismo que en esta presente carta allaréis, aunque yo entonces no expliqué tanto el gran deseo que es necessario que yo tenga de vuestras cartas, y la causa [es] por entender qué es lo que yo deuo hazer; que bien sabéis la differencia que ay entre seer mouido per sy mesmo, y ser mouido por vía de la sancta obedientia, la qual, en vna palabrita, es consumado consejo, uerdadera prudencia, entera discreción, fortaleza y charidad pera quien con perfecta humildad, paciencia, alegría, la recibe (MF. 162-163).
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Este texto nos revela esa necesidad que tenía Fabro de recibir la misión lo más inmediatamente posible; necesita de las cartas, no sólo por el afecto que le traen, sino también como confirmaciones sobre lo que tiene que hacer; y la razón que da nos amplía lo que era para él la verdadera obediencia: 'consumado consejo, verdadera prudencia, entera discreción, fortaleza, caridad'. La obediencia, pues, no la entiende como un impedimento, sino como una parte fundamental de su misión.
Antes de pasar a analizar algunos ejemplos concretos de la manera como vivió Fabro la obediencia, vamos a detenernos un momento en los avisos sobre la obediencia que escribe Fabro muy seguramente en 1544; la frase con la que comienza el texto nos pone inmediatamente en contexto:
La obedientia ha de ser ciega, es á saber que el uerdadero obediente no a de sperar la caridad ni la razón ni el sentimiento del fruto que ay en la obra que le es mandada (MF. 284-285).
Ciega aquí no significa sencillamente que se debe cumplir sin mirar lo que se hace o sin preguntar o sin protestar; ciega, como bien lo explica Fabro en seguida, es no esperar una compensación ni afectiva, ni racional, en lo que toca al fruto que se hace en la obra que se manda; no esperar una 'satisfacción' personal por lo que se hace.
Esta 'ceguera' puede desaparecer en un momento determinado, es decir, la persona puede llegar a contemplar tanto afectiva, como racionalmente el fruto que hace con su acción; sin embargo, Fabro recomienda que aunque esto pase, no se deje de mantener el espíritu por el que se obedeció primero, de manera que si descubre los beneficios de su obrar, prescinda de ellos y se mantenga en la 'obediencia ciega'; esto permite que si la misión es 'revocada', no estará la persona apegada a su misión; dice más adelante:
(...) de suerte que será menester para quien está en obedientia, nunca asentarse para resposar en ninguna parte, ni en obras particulares subjectas á la obedientia, aunque para ello se hallase muy santo y claro spíritu; digo resposar de tal manera, que se quitase la promptitud de quanto inporta la obedientia (MF. 285).
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La obediencia ciega debe llevar, pues, a una actitud como la que describe aquí Fabro; una actitud de desarraigo total, que capacite al súbdito a mantenerse siempre disponible para asumir una nueva misión, si esto fuera necesario; no quiere decir esto que no se halle alegría y gozo en una obra; lo importante es que aunque, de hecho, se halle 'muy santo y claro espíritu', no se llegue, por ello, a perder la disponibilidad necesaria para una nueva misión.
Continuando con su exposición Fabro distingue entre el voto de obediencia y el hacer fruto en la labor apostólica; en el caso de que el súbdito quiera hacer algo que con toda certeza traerá mucho fruto y la obediencia le mande una cosa contraria en la que no se ve también claramente ningún fruto, Fabro afirma:
Item, puesto que acaesiese que la uoluntad del obediente, informada de charidad, quisiese hazer alguna cosa, conforme [á] algún gran zelo de mucho fruto que se uiese claramente, y la obedientia mandase otra cosa, en la qual no se uiese fruto ninguno, allí será bueno pensar de cómo no se ha hecho uoto de hazer el tal fruto de charidad, sino de obedientia, y considerar que el hombre no haçe uoto de saluar ánimas conforme á su pareser, ni aun conforme al deseo que nuestro Señor le diese, sino de hazer lo que le fuere mandado por sus maiores (MF. 285).
Aparece, pues, una concepción de la obediencia que no permite ninguna discusión o debate sobre las órdenes que se reciben; no se trata ni siquiera del hecho, evidente, de la diversidad de 'percepciones': lo que para mi es de más fruto, no es, en realidad, lo que es de más fruto; el superior tiene una visión más amplia y puede juzgar mejor sobre las necesidades del conjunto; este no es el caso; aquí es claro que hay mayor fruto en una obra que en otra; sin embargo, para Fabro una cosa es el hacer fruto, y otra cosa es obedecer; el voto se refiere a lo segundo, aunque es evidente que se puede esperar que el voto ayude en este hacer fruto, aunque sea en la forma misteriosa como la misma cruz de Cristo, asumida por obediencia, es ‘causa de salvación’ para todo el mundo (Cf. Hebreos 5, 9).
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Avanzando en su exposición Fabro cita más adelante las palabras de Jesús en el Evangelio: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16,24). Allí está la razón última de la obediencia; se trata de una negación total de sí mismo para responder a la llamada de Jesús; la obediencia, pues, está referida al seguimiento del Señor, y no tanto a una eficacia determinada; el premio sólo viene del Señor Jesús y no de las obras que se realizan:
(...) estando aparejados para sufrir todo lo que de la mano de nuestro Señor uiniere, siguiendo así mismo con la crus de los tales trabajos á Jesu Christo, de cuia mano speramos el premio dellos, (...) (MF. 286).
Terminamos así el estudio sobre la manera como Fabro entendió la obediencia; vamos a estudiar más detenidamente algunos casos en los que lo vemos viviéndola en carne propia.
Algunos ejemplos de cómo vivió Fabro la obediencia
El primer caso que vamos a tratar de analizar se refiere a la orden que recibe Fabro en enero de 1542, estando en España con el doctor Ortíz, de volver a Alemania (Cf. Mem. 32), caso al que nos referimos más arriba. Fabro obedece inmediatamente, aunque la reacción del doctor Ortíz es contraria a esta obediencia (Cf. MF. 442). Después de llegar a Alemania, el 27 de abril de 1542, escribe Fabro a Ignacio diciéndole:
Vnde etiam yo, siendo quien soy in rebus agibilibus y quien fuy siempre, creo verdaderamente que se me escriuieran, los que me mandaron venir á Alemanna, que pera tal día so fuerça de obedienciamedebiesehallar en Espira,ó dondeestaríamonsiordeMódena, yolo pudieraysupiera(queel querernohafaltado)hazeradliteram; mas diziéndome que yo hiziese lo que yo podía pera uenir, me dexaron tan baxo en mis fuerças y en la fee, que otra cosa no he sabido poder, ni podido saber, sino lo que yo he hecho, scilicet, llegartantarde,y despuésqueyaestauapartidomonsiordeMódena de Spira, que fué el sábado después del día de pascua de resurrección, que fueron nueuas pera my, más de passión que no de resurrección. Todauía la carta escrita de la mano de Mtro. Bobadilla
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algo me remedió, diziéndome lo que ueréis en la copia della. Verdad es que me dexa mucha libertad (MF. 163).
El querer no le ha faltado; sin embargo, parece que la orden no era terminante; le dicen que haga lo que pueda para llegar a Espira y esto lo dejó bajo de fuerzas y de fe; hizo lo que pudo y supo y no llegó a tiempo; parece como si Fabro tuviera que justificar ante Ignacio su tardanza; para él mismo fue un momento muy malo, pues al enterarse que el obispo de Módena ya había partido de Espira, dice que fueron para él nuevas de pasión.
Contrasta con esto el alivio que sintió con la carta de Bobadilla, en la que siente que se le deja mayor libertad. No conocemos esta carta, pero lo que sí podemos concluir de esta cita, es que Fabro, igual que era muy escrupuloso en su vida interior y en el cuidado que tenía con los distintos espíritus que lo movían de un lado para otro, también era muy escrupuloso en lo que toca a la obediencia. Necesita órdenes claras y concretas. Ya vimos más arriba una carta en la que pide que le den instrucciones claras sobre lo que debe hacer en Espira (Cf. MF. 162163); de lo contrario va a aparecer como si hubiera desobedecido y esto no lo puede soportar Fabro de sí mismo.
El segundo ejemplo que queremos revisar ahora es el que se refiere a la orden de dejar Alemania e ir a Portugal; como decíamos más arriba, es una orden que recibe alrededor del mes de julio de 1543:
Por este tiempo recibí precepto de obediencia en virtud del cual me fue preciso ir de Colonia a Portugal. Preparéme (sic) a la partida en el mes de Septiembre. Llegué a Amberes y como no pudiese navegar volví a Lovaina y caí enfermo de tercianas que me detuvieron cerca de dos meses (Mem. 363).
Preparó su viaje en el mes de septiembre; lo cual quiere decir que recibió la orden un poco antes; después viajó hasta Amberes y no encontró forma de navegar hasta Portugal, de modo que se volvió a Lovaina, donde cayó enfermo durante cerca de dos meses. Después viene un tiempo vacío en su diario espiritual y lo que sabemos, lo podemos dedu-
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro cir de los pocos rasgos que registró en el año y medio siguiente, o en las cartas que se conservan.
En diciembre escribe a Ignacio desde Lovaina explicando la razón de su tardanza; dice que escribió desde Amberes una carta el 13 de octubre en la que contaba cómo a los siete días de haber recibido la obediencia, había dejado Colonia (MF. 227); además añade un elemento, ya mencionado: el Nuncio en Renania, monseñor Poggio, ha intercedido ante el Papa para que Fabro no deje Alemania (MF. 228).
El 8 de enero de 1544, escribe Fabro a Simón Rodrigues explicando su tardanza; llama la atención que envía su carta con un grupo de jóvenes que van a comenzar sus estudios en la Compañía de Portugal; al parecer ellos sí podían viajar...
Los hermanos que la presente lleuan podían uiua uoce excusar muchas palabras mías, assí en dar la cuenta por allá, que yo deuo, sobre mi tanta tardança, como en lo demás. Hasta aquí nuestro Señor immediate ha prohibido nuestra nauegación, parte por uía de mi indisposición y de mossén Juan, parte por uía del tiempo contrario, pareciendo ser que nuestro Señor más uiento haze para uenirdeHespañaparaAlemaña,que nodeAlemañaparaHespaña; que es señal que nuestro Señor quiere antes fauorescer á Germania por intrumentos formados en Hespaña, que no al contrario. Yo todauía estoi muy desseoso de complir presto la uoluntad del serenísimo rey de Portugal, nuestro, en Jesv, señor. Digo desseoso de mi parte y conforme á la primera obediencia, aunque su diuina magestadsabequántome llegaal ánimalagrandíssimanecessidad de por acá; y desto naçe en my un çierto sentimiento que me pareçe no ser possible que yo crea que tengo de partirme destas partes, hasta que allá actualmente me uea. Y desto no más (MF. 230231).
Esta carta explica las razones de su tardanza; además explica cómo para él todos los inconvenientes que ha tenido para viajar a Portugal son señales de que Dios quiere más favorecer a Alemania con instrumentos formados en España y no al contrario. Sigue deseoso de cumplir 'presto' la primera orden que recibió, aunque es consciente de lo mucho
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que le cuesta, dada la 'grandissima necessidad' que ve en Alemania; tanto así que confiesa que no le deja creer que tenga que partir de allí.
Todavía el 10 de mazo de 1544, desde Colonia, escribe a Ignacio y le confía sus inquietudes:
Nuestro Señor lo ordene todo para más seruicio suyo, que yo, aunque ninguna cosa más deseo en esta vida, que poner alguna raíz para nuestra Compañía en Alemaña, todavía estoy suspenso, no sabiendo, si mañana resciuiré cartas vuestras, que me mandarán yr á España, ó no, y aviéndome de yr, estoy perplexo sobre el dexar algunos acá, ó no. El zelo, que tengo sobre esta natión, y el amor que nuestro Señor me da para ella, no permitte que á todos aya de lleuar. Por otra parte viendo el peligro, que ay, de no se aprouechar tanto ellos acá en letras ni spíritu como en Portugal, así batalla en mí la humana consideratión, según la qual ninguno avría de estar por estas partes, sino por obedientia, y la diuina consideratión fundada en esperanza, según la qual querría que la mitad de la Compañía estubiese por acá, dando vozes, rezando y llorando, y muriendo cada día por esta gente de acá, etc. (MF. 256-257).
No sabe todavía si en cualquier momento va a recibir cartas en las que le digan que permanezca en Alemania; y por otro lado expresa el inmenso deseo de que la Compañía eche raíces en esas tierras; es evidente aquí el amor que tenía por este país que tanto le ha hecho sufrir, pero del que espera tanto. Siente en su interior una batalla de ver que tiene que partir, y por otro lado el deseo que tiene de que incluso la 'mitad de la Compañía' estuviese en Alemania, 'dando vozes, rezando y llorando, y muriendo cada día por esta gente de acá'.
Dejar Alemania, como veíamos al analizar su discernimiento, sería para él huir de una responsabilidad que Dios le ha querido dar; por otra parte no sabe si dejar algunos de los que se han ido uniendo a la Compañía o llevarlos con él; todavía no parece que tuvieran suficiente raíz y le da miedo dejarlos en un momento tan trascendental; Polanco resume una carta de Fabro del 10 de mayo, todavía desde Colonia:
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Dize, que no sabe, si llebará consigo á Lamberto, mosén Alvaro, PedroCanisio,porque,aunqueenotrasvniuersidadespodríanmejor aprobecharse, «yo (dize) no puedo no obedezer á vnos sentimientos, con los quales y por los quales me pareze siempre, y á vezes siento en nuestro Señor, de que con su presentia destos mejor se conseruará alguna cosa aquí; y que nuestro Señor dispondrá mejor alguna manera, por donde la Compañía tome raiz en Alemania.» (MF. 259).
No puede no obedecer los sentimientos que tiene 'en el Señor', aunque ve que la orden de partir se mantiene. Una situación delicada y difícil para un espíritu escrupuloso y tan seriamente arraigado en la obediencia que hemos presentado en el apartado anterior. El dilema al que se enfrenta es precisamente entre obedecer y correr el riesgo de perder un gran fruto, que es evidente para él.
El mismo día, 10 de mayo, escribe otra carta a Ignacio, en la que dice claramente que acabándose la dieta en la que está participando, «me pienso partir mi camino derecho a Portugal» (MF. 261). Por lo que dice en el «Memorial», salió de Colonia el doce de julio de 1544, después de recibir una nueva orden en la que se le mandaba de nuevo ir a Portugal, de acuerdo a la voluntad del Rey; llegó a Lisboa el 24 de agosto de ese año (Mem. 368).
No conocemos las reacciones de Ignacio frente a esta tardanza de Fabro; sin embargo, por lo que el mismo Fabro dice el 14 de abril de 1545, en una carta que envía a Roma, parece ser que Ignacio hubiera dejado de escribirle, por lo menos directamente, durante largo tiempo:
Muy Rdo. en Jesux.º Padre. La gracia y paz de nuestro redemptor sea sienpre en nuestro fabor y ayuda. Mucho desseo tenemos de hauer cartas de V.R., porque á mí me parezce ya cosa estraña no hauer visto de V.R. palabra ninguna para mí, desde Julio passado, seyendo assí que cada día haría menester algunos auisos y documentos, allende de saber en todo la voluntad y parezcer de V.R., y máxime estando en estas partes de España, de donde han salido todos los vientos de quantas contradictiones ha passado la Compañía hasta agora (MF. 323).
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Aparece aquí, por un lado la necesidad que tenía Fabro de una dirección más inmediata y de estar al tanto de lo que Ignacio quería de su trabajo en Portugal y España, como también una queja sentida por no haber visto, en algo más de nueve meses, 'palabra ninguna para mi' de Vuestra Reverencia.
Otro elemento que debió resentir Fabro en la comunicación con Ignacio es una carta que escribe Jacobo Guid (MF. 333-334), por encargo del mismo Ignacio. Al parecer Fabro debía hacer una serie de diligencias ante el Príncipe Felipe, para urgir la reforma de los monasterios de monjas de Barcelona; Ignacio tenía mucho interés en que el Príncipe escribiera a Roma, como cosa suya, pidiendo que se agilizara esta reforma. Así las cosas, Jacobo Guid le dice a Fabro el 21 de noviembre de 1545:
Pero seyendo la cosa tan fácile, com' por vuestras le escriuistes, y que todo fácilmente se hauría; y desde entonces acá non hauiendo recibido auiso sobre dicho negotio, con ser la cosa tanto importante y necessaria, hablando el más lícitamente possíbille, non puede dexar S.R. de expantarse de tanta negligentia (aunque diffícilmente se lo persuade, y non le paresca su costumbre de caer en obliuión de semejantes negotios en quien su divina magestad mucho puede seer servido)31 .
La expresión es muy fuerte y debió sonar aún más dura cuando le llega por intermedio de un secretario, que escribe en nombre del Padre Ignacio: 'no puede dexar S.R. de expantarse de tanta negligentia'; más adelante habla de que una tal demora debe considerarse como una falta grave; presento el final de la carta que es patética:
Y por tanto, por ser la cosa non menos pía que fruttuosa á muchas almas, y de quien tanto puede ser más perfectamente seruido y amado más synceramente nuestro Señor, y aquellas almas necessitadas aconsoladas, quanto más el mundo y el enimigo confundido á major gloria y alabança suya, por cujo seruicio y amor
31 MHSI, Monumenta Ignatiana, Matriti 1903. Tomo I, 333.
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qualquieramínimanegligentiayperditióndetiempo,queenel mesmo non se gasta, según la grande deuda y óbligo y scopo particular de nuestraprofessiónse deuríatener por grande faltay inconueniente; por esta os rogamos de su parte muy intensamente y encarecidamente que, en recibiendo ésta, compensando el dispendio del tiempo con muy compendiosa celeridad, nos déys auiso de todo; y que, poniendo toda diligentia en el Señor nuestro, procuréis de hauer la[s]dichascartasdelpríncipe,haziendoqueparticularmenteescriua á estas personas sennalladas en la hijuela; y que, con la más breuidad [que] sea possible, tengamos respuesta con lo demás. Y porque poco tiempo haurá os escriuimos y dellas non tenemos respuesta, en esta no nos allargaremos hasta que tengamos respuesta desta.
De Roma a los 21 de Nouembre 1545.
Per commissión de Mtro. Ignatio.
Sieruo en el Señor nuestro,
JACOBO GUID
Post scriptum. Y auiso á S.R., si presto non le prouede por esto camino, Mtro. Ignatio ha determinado, según su intenso deseo, de proueer por otra parte para el príncipe32 .
Como se ve, es una situación muy tensa, que debió angustiar muchísimo a Fabro. Poco tiempo después, el 6 de marzo de 1546, Fabro consigue la ansiada carta del Príncipe33; la carta va dirigida a Juan de Vega, su Embajador en Roma; Fabro escribe a Ignacio presentándole una copia de esta carta, y pidiéndole que no de muestras de conocerla:
32 Ibid., 333-334.
33 (MHSI) Epistolae Mixtae (1537-1548), Matriti 1898. Tomo I, 260-261: +
El príncipe.
Deuoto y amado nuestro. A Juan de Vega, del Consejo de Su Magestad y su Embaxador, scriuimos particularmente lo que desseamos la reformacion de los monesterios de monjas del principado de cataluña, y las causas porque se ha dexado de effectuar hasta agora, y lo que paresçe que se deue supplicar de nueuo á Su Sanctidad de nuestra parte. Y porque yo querria mucho que allá se mirasse algun buen medio para ello, porque se pusiesse en effecto, por el gran bien que dello se seguiria, y por el seruicio que á Dios nuestro Señor se haria, os encargo
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«Este envoltorio que aquí va de parte del Príncipe para el Sr. Juan de Vega, Embajador de su Majestad, es de las cartas que V.R. tanto tiempo ha me ha mandado procurase para la reformación de los monasterios. A todos se escribe en creencia del Sr. Embajador, el cual dará las cartas á cada uno, y tambien la que va para V.R. La copia de la carta del Sr. Juan de Vega aquí va, para que V.R. vea todo lo que se le escribe; pero el Secretario me ha rogado que escribiese á V.R. que no sepa el Sr. Juan de Vega que su carta va copiada á manos de V.R. ni de otros.»34 .
La diligencia fue suficientemente cumplida y, aunque con alguna tardanza, hay que admirar la capacidad de Fabro para asimilar un golpe tan duro como debió ser la carta que mencionábamos antes; el mismo 6 de mazo, escribió Fabro otra carta en la que pide a Ignacio que lo tenga presente en sus oraciones y así los demás lo tendrán también presente; por otro lado insiste en su deseo de que Alemania sea bien atendida:
Yo no puedo dexar de encomendar á V.R. á Alemaña, en especial á Colonia, de donde nunca querría que se partiessen algunos de la Compañía, sino antes que se diesse orden de cómo se pudiessen ynbiar otros para hazer fruto y para padezcer algo por Dios nuestro Señor (MF. 397).
Además añade que el año que le mandaron estar en la Corte del Príncipe Felipe se va acabando; espera, por tanto, que le haga saber su voluntad sobre su futuro; aunque parece que echa de menos un sitio mucho, que particularmente tomeys este negoçio á pechos para sollicitallo con toda diligençia y cuydado, informando alEmbaxador de loque en ello os paresciere, yhablando álas personasque él os dixere, haziendo lo que soleis en las cosas de tanto seruiçio de nuestro Señor como ésta, y lo que de uuestro buen zelo y religión se deue sperar; que en ello me hareis mucho plazer.
De Madrid, á XXII de Hebrero de M.D.XLVI.
Yo El principe.
Por mandato de Su Alteza, Gonçalo Perez.
34 (MHSI) Epistolae Mixtae (1537-1548), Matriti 1898. Tomo I, 260-261 (Nota 1).
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro dónde estar un poco más tranquilo y con más sosiego, se mantiene muy disponible para la misión que le quieran encomendar:
El año que nos escribió V.R. era bien nos detuuiéssemos en esta corte, poco á poco se va acabando. V.R. vea si algo manda, para ordenar de otra manera nuestra vida, ó para buscar algún assiento en alguna parte. No digo esto por huyr el desasosiego de la corte que tenemos, principalmente en aposentos que se nos dan por mandado del príncipe; antes holgaría de mi parte nunca parar en lugar, sino seer peregrino toda mi vida por vnas partes y otras del mundo. Assí plugiese á nuestro Señor que la Compañía ya fuesse sembrada por todas las principales y menos principales partes del mundo, é yo huuiesse de seer visitador general, ó sin esto, que nuestro Señory V.R. me ordenasse enque huuiese de yr in omnem civitatem et locum, quo Societas ó parte della aliquando est peruentura, como quien va apparejar assientos ó dessearlos por vía de estar en cada parte sin assiento y sin reposo (MF. 397-398).
Fabro lleva muchos años de un lado para otro, sin tener un sitio más estable dónde trabajar; además es claro que sigue añorando sus labores en Alemania, donde espera que la Compañía siga produciendo mucho fruto.
El 7 de abril escribe una carta a Simón Rodrigues, en la que le cuenta su último destino; el Papa, ha pedido que vaya al Concilio de Trento; allí expresa cómo sus muchas peregrinaciones se deben a su deseo de vivir enteramente en obediencia:
Ya sabré[i]s esta otra mi uocación y reuocación d[e] España, que es pera el concilio. Nuestro Señor se sirua y se contente de todo y sea alabado por la misericordia que su diuina magestad nos ha echo, poniéndonos en obediencia, aprouada por la santa sede, de sus tenentes. De otra manera yo no podría ni ser ni pareceer constante en mis cosas, uiéndose tantas peregrinaciones y tantos destierros míos. Tanpoco me podría yo consolar de my parte, donde no uuisse la tal obediencia, máxime considerando lo que me acaesse en todas las partes de mis breues assientos, que es auerme siempre de par-
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tir en el tiempo que más rezón tiengo de querer hazer assiento (MF 419-420).
La obediencia lo ha ido llevando de un lado para otro sin poder ser constante en una labor comenzada; cada vez que ha recibido la orden de cambiar de sitio, ha sido precisamente en el momento en el que sentía con más fuerza el deseo de permanecer en un determinado lugar.
Sabemos que tres meses más tarde, después de haber tenido que permanecer varios días enfermo de 'tercianas' en Barcelona (Cf. MF. 432433), llega a Roma, para morir el 1 de agosto de 1546. Terminamos así este recorrido por algunos momentos más destacados de la vivencia conflictiva que tuvo Fabro de la obediencia. Vamos a terminar, recogiendo nuestra reflexión y tratando de establecer una relación entre su experiencia de obediencia y el discernimiento que constantemente iba guiando su acción.
Despuésdehaber hechoesterecorridodelamanodePedroFabro, nos interesa presentar, a modo de conclusión, algunas reflexiones sobre la relación que podemos establecer entre discernimiento y obediencia en la vida de este hombre.
Una primera conclusión que salta a la vista al estudiar esta variedad de textos, es que esta relación entre el discernimiento y la obediencia fue vivida de una manera conflictiva; ciertamente parece que Fabro tiene muy claros los 'conceptos' de uno y otro ejercicio de su vida espiritual; pero esto no significa que al vivir concretamente esta relación, no haya tenido que sufrir grandes angustias y molestias.
Por la personalidad de Fabro, muy escrupulosa, insegura y delicada, podríamos pensar que se trataba de un hombre que hubiera preferido una relación más estrecha con sus superiores. Tener las órdenes
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muy claras y concretas, hubiera sido para él mucho más llevadero. Sin embargo, la misión que recibió lo lanzó a un mundo en el que él mismo tenía que estar permanentemente inventando su trabajo diario; debía conformarse con recibir una orientación bastante general y los destinos más específicos en los que se le traslada de un país a otro.
Cuando tiene que afrontar sólo sus trabajos, es fácil que llegue a situaciones desesperadas por querer hacer más de lo que puede; así lo anota desde Ratisbona, el 20 de abril de 1542:
Acerca de mí y de lo spiritual de acá, no puedo dezir otro, sino que por mí queda que no se haga más de lo que se vee; y tamen con esto está que yo algunas vezes excedo mi debido poder, peccando sienpre en este mi viejo defecto, que es abraçar demaisiado, no sabiendo apretar niguna cosa conforme á lo que saría razón y debido (MF 88-89).
Esta dificultad que él mismo reconoce, tiene a la base una constante actitud de discernimiento que no siempre llegaba a una resolución tranquila; las llamadas que permanentemente recibía de Dios a través de tantas 'mediaciones' (personas, lugares, circunstancias, etc.), le iban llevando de un lado para otro.
Por otra parte, la obediencia también contribuyó a reforzar este sentimiento de poca constancia en sus trabajos; cada vez que se iba sintiendo un poco más ubicado en un sitio, recibía una orden que lo mandaba a cambiar y a comenzar una obra nueva.
Discernimiento y obediencia, pues, aparecen en la vida de Fabro, como refuerzos de una personalidad ya de por sí inestable. Sin embargo, Fabro nos revela en sus escritos y con su vida, una coherencia muy grande. Cree en la obediencia, no como un elemento externo a su discernimiento, sino como un instrumento más eficaz para acertar en esa constante búsqueda de la voluntad de Dios, que tanto lo apasionaba; la llama «entera discreción» (MF. 162-163).
Fabronovivelaobedienciacomounescapeyunaseguridadfrente a la dura tarea de discernir los espíritus; hace del discernimiento una
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práctica habitual y cotidiana; pero tampoco deja que este discernimiento, a través del cual iba escudriñando la voluntad de Dios, opaque el sentido de su obediencia. Discernimiento y obediencia se conjugan en una dinámica permanente, sin que ninguna de las dos se imponga sobre la otra; para él, vivir coherentemente estas dos dinámicas, significa asumir el riesgo de terminar partido por medio, como de hecho creemos que sucedió.
No se esconde del discernimiento en la obediencia, ni se esconde de la obediencia en el discernimiento; no deja nunca de escuchar la voz de Dios que le habla en sus mociones interiores y en toda la realidad, ni deja de escuchar y obedecer a la voluntad de Dios que se le revela en la voz de sus superiores.
Nos parece que esta capacidad de vivir las dos dinámicas coherentemente, aceptando incluso que las dos, en determinados momentos aparezcan como realidades contradictorias, encuentra su raíz y su fuente en una experiencia espiritual muy honda: la vida de Jesús y la manera como él mismo vivió esta íntima contradicción en su interior. El Jesús que, por obediencia, va a la cruz, e invita a todos los hombres a caminar en su seguimiento, asumiendo su destino, para la salvación del mundo, es el que da sentido a la obediencia y al discernimiento en el Beato Pedro Fabro.
Los años finales de la vida de Fabro, estuvieron, pues, marcados por esta permanente lucha (agonía), entre su discernimiento y la obediencia. No fue una lucha estéril; fue una 'agonía' capaz de movilizar su existencia en la dinámica de Dios. Una agonía redentora para él mismo y para el mundo que acogió su entrega. Una agonía que estuvo dispuesta a unirse definitivamente a la 'pasión' de Dios en Jesús, hasta hacerse una sola en su muerte y en su resurrección.
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Discernimiento y Obediencia en Pedro Fabro
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- Epistolae Mixtae, t.I (1537-1548), Matriti, 1898, (MHSI).
- Fontes Narrativi de Sancto Ignatio de Loyola et de Societatis Iesu initiis, 4 vols., Roma, 1943-1965, (MHSI 66, 75, 85, 93).
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