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Gustavo Adolfo Impa Condori

LA SOBREEXIGENCIA EDUCATIVA DESDE LA PRÁCTICA DOCENTE

Gustavo Adolfo Impa Condori∗

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En los procesos históricos del ser humano, siempre ha habido espacios de encuentro, reflexión, interacción, recreación y aprendizaje; estos espacios presentan una característica de construcción y adquisición de conocimientos con base a experiencias, que llevan al ser humano a transmitir lo vivido, en una realidad de aprendizaje emotivo, colaborativo, sistémico y real. Estos espacios son el hogar, el contexto social donde se vive diversas experiencias y específicamente para nuestro trabajo como educadores, la escuela; entendida no solo como espacios donde se dan clases, sino también como todos aquellos espacios donde el maestro comparte con sus estudiantes; un espacio transformador y formador, entendido como un lugar de investigación, imaginación, creación, producción y un compartir significativo de conocimientos y actitudes en aras del desarrollo integral y holísticos de los educandos basados en lo emotivo.

En el escenario actual, esta situación o forma de llevar adelante la práctica educativa quedo de lado, generando así, una estructuración de esquemas aburridos, a través de las cuales se pretende educar a niños y jóvenes, mediante explicaciones a respuestas mecánicamente programadas y obviando la comprensión de otras realidades por descubrir.

Es así como el presente artículo, pretende revelar el sentido que los actores educativos (maestros) otorgan a su quehacer educativo, en ese proceso de actuar del reconocimiento del sujeto, donde el diálogo y el desarrollo de la emotividad en los niños y jóvenes debería ser constante, para que la labor pedagógica no siga siendo permeado por la automatización e instrumentalización de la rutina monótona y aburrida que a diario se experimenta en las aulas de nuestras Unidades Educativas. La educación es la mejor herramienta para construir el futuro de la sociedad, es indispensable para cimentar colectivamente los procesos formativos de los niños y jóvenes, los cuales fortalezcan el desarrollo de las comunidades. Por consiguiente, esta tiene un papel decisivo en el fortalecimiento de la emotividad, valores, conocimientos, competencias genéricas y específicas, las cuales garantizan la estabilidad y permanencia de los estudiantes en el Sistema Educativo Plurinacional.

En este entendido el abordaje educativo en nuestro país, mediante la Ley de Educación Avelino Siñani y Elizardo Pérez convoca a trascender las prácticas pedagógicas en las Unidades Educativas, para darle sentido al proceso de formación de los educandos; pero a pesar de ello, se observa en la actualidad como las prácticas en el aula se han automatizado, e instrumentalizado, desarticulando la teoría de la práctica donde el estudiante no se posiciona de su rol, si no que adopta una postura pasiva frente a su quehacer disciplinar, conformándose a recibir instrucciones mecánicas y tradicionales que no son reflexionadas desde el punto de vista integral holístico y que por ende no lo será útil, ni responderá a sus necesidades, solo será un mero cumplimiento de metas ajenas a sus intereses.

Esta situación, se agudizó aún más en esta época de la pandemia, naturalizándose la práctica en muchos maestros, que sin medida alguna, llenan de tareas a los estudiantes, mediante contenidos en pdf, que consiste en copiar textos extensos, responder cuestionarios, resolver ejercicios apoyándose en tutoriales de YouTube, sin considerar que hay catorce materias a las cuales deben responder en esa misma dinámica de trabajo, y mucho menos consideran si algunos cuentan con un servicio de wifi en su domicilio; todo esto

∗ Maestro normalista, egresado de la Escuela Superior de Formación de Maestros “Rafael Chávez Ortíz”, director institucionalizado gestión 2018 - 2020. Correo electrónico: tavoeducativo.87@gmail.com

reflejándose en los estudiante en una fuerte desmotivación, limitaciones en su desempeño correcto, ausentismo escolar, malas relaciones con docentes, espacios de aprendizaje inadecuados, entre otras, evidenciándose de manera más concreta en la deserción escolar muy alta, que se dio en el transcurso del primer y segundo trimestre de esta gestión 2021.

Entonces al respecto, Sandra Toro en su tesis, el aula como espacio de reconocimientos: una mirada desde la sobre exigencia, menciona que “la sobreexigencia se configura en un bloqueo que impone el poder e impide hacer transformaciones o, peor aún, institucionaliza formas autoritarias frente a lo pedagógico y las relaciones interpersonales, es necesario analizar cómo opera, y hacer conciencia sobre las consecuencias de tal proceder”, considera ella misma que este accionar “se enmarañan en una amalgama donde dan cuenta de la rabia, la vergüenza, la desesperanza aprendida, la resiliencia, la resignación, la culpa, la rebeldía, la responsabilidad extrema, la voluntad anestesiada, el dolor silencioso y solitario, la conciencia programada, la asfixia letal, el sufrimiento, la soledad expresada en el miedo al aislamiento, la animadversión por sentir, la culpa, la flagelación y la necesidad de reconocimiento, respuestas psicofisiológicas que responden posiblemente, a construcciones simbólicas cimentadas por el orden dominante”.

Ante esto, como actores educativos, debemos repensar en nuestro que hacer educativo y transformar la realidad que se vive, a partir del desarrollo de una educación emotiva que debe ser un proceso continuo y permanente, presente en el desarrollo de todo el currículum y en la formación a lo largo de la vida de nuestros educandos, donde las actitudes afectivas de los profesores jueguen un papel importante tanto en lo académico o cognoscitivo como en lo interpersonal, mostrando rasgos de flexibilidad, tolerancia, sentido del humor, capacidad para relajarse, ser innovador y sobre todo saber escuchar a los demás.

Recepción: 10 de noviembre de 2021 Aprobación: 20 de noviembre de 2021 Publicación: noviembre 2021

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