Página Valdense - Edición julio 2020

Página Valdense

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837

«...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20

Identidades, diversidad 4

AMEN Y DÉJENSE AMAR Patricia Gambetta

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EXPERIENCIAS EN LA CONSTRUCCIÓN COMUNITARIA DESDE LA DISIDENCIA SEXUAL Mariano Chialva

7

EL SEÑOR ES MI PASTOR Y SABE QUE SOY GAY Fernando Frontán

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Julio 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638

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Tres Bocas: María Fernández. | PÁGINA VALDENSE Young: Esther Malán

Apuntes

de la Directora

Amarnos como Dios nos ama La temática de esta edición estaba propuesta para el mes de junio, mes de la diversidad sexual, del orgullo LGTBIQ+; pero debido al cambio en la dinámica social que trajo consigo el COVID-19, decidimos posponerlo. No porque fuera menos importante o menos necesario; sino porque cada día y todos los meses podemos darnos la oportunidad de reflexionar y celebrar la diversidad.

La historia tiene capítulos dolorosos, bien lo sabemos, y siempre hubo grupos que lucharon por obtener derechos y así ir construyendo una sociedad más libre, justa y equitativa. La comunidad LGTBIQ+ no es una excepción, al contrario, basta recordar que recién en mayo del 1990, la Organización Mundial de la Salud elimina a la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas. Junio es un mes que nos recuerda la lucha por la libertad de ser, de disfrutar de quienes somos; es el mes de la diversidad sexual porque recordamos los disturbios en Stonewall Inn. ¿Qué pasó allí? En pocas palabras, durante los años 60 aproximadamente, Estados Unidos transitaba un tiempo convulsionado: movimientos contra la guerra de Vietnam, el asesinato del presidente J. F. Kennedy, el movimiento hippie, la lucha de comunidad afroamericana, etcétera. Mientras todos estos movimientos sociales transcurrían, en Nueva York, existía un bar llamado Stonewall Inn. Había muy pocos bares donde las personas de la comunidad LGTBIQ+ podían ir sin tener mayores problemas, el Stonewall Inn era uno de los más populares. La madrugada del 28 de junio de 1969 marcó un antes y un después. Lo que parecía ser una típica redada policial en los bares gays, o lo que podemos definir también como «arrestos organizados» o «caza de brujas», terminó por descontrolarse cuando quienes estaban en el bar decidieron confrontar a la policía, los enfrentamientos continuaron varias noches después. Este episodio de la historia es considerado como una de las primeras luchas de la comunidad LGTBIQ+ contra un sistema

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que perseguía a personas no normativas; es un precedente importante para lo que, un año después, se denominó la marcha del Orgullo LGTB; y que, años más tarde, se trasladó con diferentes matices- a muchas partes del mundo, incluidos nuestros países rioplatenses.Mientras escribo esto, da vueltas en mi cabeza, una y otra vez, la frase de Carlos Jáuregui -gran activista LGTB argentino-: «En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política» Con el paso del tiempo -y gracias a la lucha de quienes estuvieron antes que nosotrxs, por supuesto-, la comunidad LGTBIQ+ fue ganando batallas, adquiriendo derechos; pero aún falta mucho. Falta trascender de algunas etiquetas represivas, limitantes; falta que dejen de golpearnos o matarnos por ser «puto», «torta» o «trava»; falta que se haga efectivo el cupo laboral para lxs compañerxs travas y trans; o mínimamente que su esperanza de vida supere los 35/ 41 años. Falta mucho, sí; pero si miramos sólo eso, seguramente perderemos la esperanza. Y si hay algo que el movimiento LGTBIQ+ nos enseña, es a resistir, resistir con alegría y celebrando el camino recorrido. Incluso podemos conjugarlo con lo que el movimiento valdense nos enseñó -o al menos a mí-: a resistir con fe.

Que Dios nos acompañe en las luchas que restan para conseguir más derechos, más libertad; que nos anime a despojarnos de la vergüenza que la cultura heteronormativa nos impone y nos enseñe, día a día, a amarnos como él nos ama; y que nos muestre, las veces que haga falta, cómo ser aquello que queremos ser: una comunidad inclusiva.

Daiana Genre Bert

«A medida que fue pasando el tiempo, al ir observando mi vida y la de mis amigos, me fui dando cuenta de un hecho: que una persona, sea o no gay, debería ser un dato sin importancia. ¿Qué heterosexual va por la vida contando sus intimidades sexuales? ¿A quién le importan?

Si el hecho de ser homosexual afecta a quienes lo son es a causa de la falta de derechos, de la discriminación y la marginación a la que somos expuestos injustamente.»

Carlos Jáuregui

Calor de Pentecostés Es tiempo de Pentecostés, el viento llega y renueva toda la casa, saca virus y trae el calor otoñal del sol durante la siesta. Me dispongo a compartir algo de la experiencia de acompañar a colectivos Trans en la defensa de la Ley, durante el año 2018.

Convocadas como iglesias evangélicas metodistas, valdenses, luteranas, católicas nos reuníamos por primera vez a partir de un pedido especial: escuchar las historias de vidas de las personas trans, comprender la importancia de una Ley que acompañe estos procesos y garantice los derechos de acceso a la salud, a la identidad, a las necesidades básicas que lxs asiste como ciudadanos y ciudadanas.

Como iglesias comprometidas con los derechos humanos, que respetamos la diversidad sexual, que hacemos una opción preferencial por las minorías, honrando nuestra identidad protestante y nuestra historia de persecución; que reinterpretamos la lectura bíblica desde los márgenes, honrando nuestra raíz latinoamericana y las teologías de la liberación que nos han nutrido; alzamos nuestras voces en apoyo por los derechos adquiridos a través de la Ley Integral para personas Trans en Uruguay.

Recordamos que la Ley Integral para personas Trans en Uruguay (Ley 19.684) fue aprobada en el año 2018, pero se intentó derogar, llegando a una consulta popular para un Referendum en agosto de 2019. Sin embargo, esta iniciativa contó solo con el 9,90% de votos para interponer el recurso de Referendum, con lo cual quedó sin efecto -siendo necesario el 25% de los votos para poder interponer el recurso-.

El origen de la campaña para juntar firmas y conseguir la Co nsulta Popular en contra de la Ley llegó de mano de sectores ultraconservadores vinculados a bancadas evangélicas, grupos antiderechos, alineados con movimientos neo-evangélicos de corte fundamentalista. Este tipo de campañas no fueron casos aislados, sino que continúan operando en toda Latinoamérica a través de grupos organizados políticamente con conexiones desde lo teológico y político. Un ejemplo de esto está representado en el movimiento «Con mis hijos no te metas» que opera de manera muy fuerte en contra de la educación sexual integral en las escuelas públicas y laicas, -ESI (Educación Sexual Integral) en Argentina o la vuelta a discusión en Uruguay de parte del recientemente electo gobierno respecto de la Ley 18.426 Salud Sexual y Reproductiva aprobada en el año 2008 al identificarse la vicepresidenta Beatriz Arguimon con los grupos «provida» tal como se autodenominan. Para nombrar solo dos ejemplos, pero podríamos seguir citando otros en Latinoamérica.

¡No dormir la siesta! ¡No bajar la guardia!

Si bien fue un logro que la Ley siga en vigencia, es importante poder velar para que su contenido se cumpla en todos sus aspectos. Para ello tenemos que estar bien despiertas y despiertos, poder comprender las lógicas que hay detrás de cada postura y cuáles son los caminos que, desde nuestra identidad protestante y valdense, vamos recorriendo. Como comunidades de fe, nos motiva el llamado de Jesucristo de desarrollar un discipulado en el seguimiento de las prácticas inclusivas, de amor al prójimo/a buscando el Reino, la vida plena. Estas no son frases lindas, sino muchas veces vocaciones difíciles de llevar a cabo en contextos de discriminación, de privilegios contrastados por injusticias con profundas raíces en el desconocimiento, de los prejuicios, de la heteronorma como lógica de vida que limita y excluye a tantas personas.

Como minorías confesantes, defendemos un estado laico, que no se identifica con valores religiosos del ámbito personal y privado de cada ciudadana y ciudadano. Cuando el Estado garantiza las libertades, entonces todos los derechos se cumplen y recibimos amparo para poder elegir.

En cambio, cuando el estado se identifica con una religión en particular y legisla a partir de una ética particular es donde surgen las injusticias, pues pierde la pluralidad. Y esto vale para cualquier debate en torno al género.

Las identidades se construyen a partir de los espejos que son las demás personas. El ejercicio de redescubrirnos a partir de cómo nos ven desde afuera ha sido siempre, en mi experiencia, desafiante y alentador.

Desafiante porque me hace redescubrir una iglesia que es por la que definí mi vocación pastoral, confesante, comprometida con la realidad social, identificada con las minorías, en tanto nacemos de una minoría cristiana también y que supo hacer de esa minoría una identidad militante de la fe en movimiento, transformadora. ¡Alentador porque nos inspira a no dormirnos! A veces pareciera que esa iglesia se olvidara de las raíces, se quedara en silencio, o terminara perdiéndose en posturas ajenas a su identidad. Pareciera que el viento la trae y lleva, que es débil, que es olvidadiza. Como si en algún momento de la trayectoria de más de ochocientos años hubiéramos olvidado la razón de ser cristianos y cristianas comprometidos con la justicia, la libertad para predicar el evangelio que es Buena Noticia para todxs.

Pero entonces el viento que sopla del Espíritu Santo, que llega desde afuera, y a través de la mirada de otrxs, nos convoca, nos prepara para escuchar con empatía y a descubrir nuevas realidades, diversidad de identidades que nos invitan a situarnos, una vez más, desde la confesión de fe en el plano de lo que libera.

Carola Tron, pastora valdense PÁGINA VALDENSE I 3

Amen y

y déjense amar

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Lloramos mucho, nunca se está preparado para una noticia así. Todo lo que teníamos proyectado, como padres, en «nuestra hija» acababa de irse, de evaporarse rápidamente. Fue un terremoto muy grande. Fue muy fuerte para mí pensar que no sabía lo que mi hijo sintió por 14 años. Me culpe mucho pensando en que debería haberme dado cuenta antes, hasta que supe que es imposible meterse en la cabeza de alguien.

Uno puede percibir que es «poco femenina» que no le gusta arreglarse, que no cumple estrictamente con los estándares que la sociedad le impone por ser mujer.

“

Y entonces ahí, fue donde mi hijo me hizo ser una mejor persona. Me cambió nuevamente la vida para hacerla aún más espectacular. Comenzó mi aventura en el mundo de la diversidad de géneros. Estudié y aprendí todo lo que pude para poder ayudarlo, porque como padres queremos proteger a nuestros hijos.

“

En el 2002 me convertí en madre por primera vez.

Ese sentimiento es único e indescriptible, tu vida cambia para siempre. Durante 14 años pensé que no podía conocer más a mi hija, de lo que ya hacía. Era feliz, llena de amigos, simpática, inteligente, amorosa. Todo lo que una madre quiere y espera de un hijo.

Un día de octubre, hace casi cuatro años; mi hijo me volvió a cambiar la vida para siempre. Sí, mi hijo. No me equivoque de género. Día impensado en mi vida porque sentía que tenía todo bajo control, los cuatro éramos una familia perfecta. Ningún tipo de problema más allá de los de todo el mundo.

Como soy muy organizada, me gusta hacer las cosas con tiempo. Por eso mismo, ya estábamos planificando su fiesta para el cumpleaños de 15, que sería al año siguiente. Entre tantos preparativos, fuimos a ver a un fotógrafo. Eso hizo que mi hijo se decidiera a hablar, a expresar su sentir, a decirnos hasta aquí llegué como quien piensan que soy.

Nunca me imaginé que se le pasaba por su cabeza. El sentir de uno es único y es de uno, valga la redundancia.

Entre lágrimas nos dijo, a su padre y a mí, que él era un chico, un varón. Que más allá de lo que su genitalidad nos decía y aseguraba, él no era una chica. Estaba ahogado dentro de sí mismo sin poder exteriorizarlo.

Doy gracias a que mi vida tan estructurada nos haya llevado a ese fotógrafo. Ver toda esa femineidad en las fotos de exteriores de las chicas, fue un poderoso detonante para juntar coraje y decirnos «no aguanto más».

Siempre nos consideramos padres abiertos, amorosos y confiables. Pero a nuestro hijo le tomó 14 años poder sentarse y decirnos soy un «varón trans». Se necesita mucho coraje, valentía y conocimiento de uno mismo, para poder hacerlo.

Yo necesitaba conocer y entender ese mundo de ser una persona trans para ayudarlo.

Nuestra familia transicionó, sí, los cuatro lo hicimos; no lo hace solo la persona, es un cambio muy grande. Familiares, amigos, liceo y toda persona con la que nos relacionamos.

El proceso en el caso de mi hijo, gracias a Dios, fue pleno, lindo y todo para mejor. El liceo a donde va, que fue el mismo al que fui yo, evangélico-metodista, fue el primero en decirnos: «aprenderemos juntos, a Agus le queremos mucho». Y así fue. Piensen que en el liceo es donde pasa la mayor parte de su día porque es doble horario. Entonces, en nuestro caso, toda la familia directa y extendida, acompañó el proceso de transición. Privilegio de pocas personas trans, lamentablemente. Muchas veces me pregunto por qué, ¿será por desconocimiento? ¿por ignorancia? ¿por no amar lo suficiente? Simplemente no puedo entenderlo, pero tristemente es así.

Hay algo que como padres siempre supimos, que el amor por un hijo lo es todo, uno mueve montañas por ellos y así fue. Amen a sus hijos por la persona que es, sin etiquetas, sin cuestionar su sentir. Amen y déjense amar.

Patricia Gambetta Orgullosa mamá de Agustín Cheda

Experiencias en la construcción comunitaria desde la disidencia sexual Me gustaría comenzar este aporte trayendo algunos conceptos para intentar un collage con experiencias propias y comunitarias. En este sentido, decidí utilizar a la identidad creyendo que no es un fin, ni un proceso acabado al que todes debamos aspirar; sino más bien como parte de las relaciones sociales que se ponen en juego en los vínculos que tejemos cotidianamente. Blanqueado esto, cuando aquí se habla de identidad disidente hago referencia a la posibilidad, y la potencia, de trazar con otres un camino distinto al que nos quieren hacer transitar con nuestra sexualidad. Me gusta esta combinación porque es un desafío comunitario que supera, con prácticas amorosas, a la tan sobrevalorada «tolerancia con las diferencias».

La última aclaración, es que voy a utilizar el lenguaje inclusivo, porque creo que la generalización en masculino excluye a un montón de personas que no nos encontramos en ese lugar, pero usted léalo como con le parezca más sencillo.

«Puto, marica, torta, marimacho, el trava, desviado, enfermo…» y la lista sería mucho más larga, pero dejemos acá porque alcanza para preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras reacciones ante estas etiquetas? Varias veces las escuchamos en nuestras comunidades, y no podemos mirar para otro lado, no podemos hacernos les sordes frente a la titulación despectiva que implican estas palabras. Y no estoy diciendo que sea ofensivas, porque a mí no me ofende ser puto, al contrario, me enorgullece y me alegra esa posibilidad. Pero también me detengo a recordar cuanto me marcaron estas palabras llenas de odio en mi niñez, creo que ni vale aclarar que las escuchaba también en el contexto de la comunidad de Fe. Las traigo a este texto para que nos permitan pensar juntes, deconstruirlas en su más amplio significado y darle una vuelta de tuerca para que nos permitan abrirnos caminos, fabulosos, como los que implican la construcción de comunidades de Fe disidentes en su más amplio significado. Esto implica que nuestras voces y experiencias (diversas) sean visibilizadas en comunidad, no como banderas sino como una más de las

identificaciones con las que vivimos les seres humanes.

Stuart Hall, un teórico cultural y sociólogo jamaiquino que vivió casi toda su vida en Inglaterra, decía que: «La identificación es, entonces, un proceso de articulación, una sutura, una sobredeterminación y no una subsunción. Siempre hay “demasiada” o “demasiado poca”: una sobredeterminación o una falta, pero nunca una proporción adecuada, una totalidad. Como todas las prácticas significantes, está sujeta al “juego” de la ‘différance’. Obedece a la lógica del más de uno. Y puesto que como proceso actúa a través de la diferencia, entraña un trabajo discursivo, la marcación y ratificación de límites simbólicos, la producción de “efectos de frontera”. Necesita lo que queda afuera, su exterior constitutivo, para consolidar el proceso»1.

Vamos a intentar desmenuzar un poco el planteo de Hall, para ver qué aporte nos puede hacer en esta actualidad. Él dice que la identificación surge a partir de aquello que es diferente a une, una muy linda la idea para reflexionar acerca de los procesos comunitarios.

“

Y pienso en la cantidad de imágenes bíblicas donde la riqueza está puesta en las diferencias que tenían las personas que eran convocadas al proyecto de un Dios que propone vida buena y abundante.

“

Un artículo sin pretensiones de verdad, un viaje de ideas bastantes mezcladas y las ganas de compartir visiones de mundo.

El encuentro y el diálogo entre Felipe y el etíope eunuco que llevan a su bautismo, para mí, es uno de los ejemplos más hermosos donde su condición sexual no era un impedimento para el proyecto de Dios porque lo importante era creer de todo corazón. Esta es una pequeñísima interpretación de ese texto que podrán seguir leyendo en Hechos 8 del versículo 26 en adelante.

Volvamos al proceso de identificación, nosotres, quienes decidimos aceptar y celebrar nuestra diversidad sexual también tenemos cosas para aportar desde este lugar. Soy de los que cree que la sexualidad no es para la vida privada, no existe; pareciera la justificación

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La ilustración es del artista Belial Naranjo Martín

de «esconder lo que no se puede cambiar».

Cuando hablo de aportar no estoy haciendo un juicio valorativo, pero siento que aún hoy tenemos el desafío de tirar abajo esas barreras que impiden que los espacios de Fe sean liberadores en toda su integralidad.

Y es una invitación, una agitación, para que podamos escuchar y celebrar las vidas diversas, para que con los escombros de las barreras que pudimos tirar edifiquemos parte de ese proyecto al que nos convoca Jesús.

Para ir encontrando una vuelta, y un cierre a estas ideas, quiero traer las palabras de un gran artista chileno, Pedro Lemebel, que decía que mirar el mundo desde la homosexualidad no es lo mismo que desde la heterosexualidad. Y no plantea esto porque haya alguna diferencia biológica o física, sino porque quienes no deseamos desde el mandato hegemónico del patriarcado heterosexual hemos sido considerados una «minoría» que necesita del tutelaje y que muchas, pero muchas veces, es objeto de la violencia por cuestiones de género. Entonces, si compartimos esta idea una nueva forma de mirar se vuelve urgente, porque está sucediendo que los «closets» ya no están tan llenos como antes. Es evidente que los últimos años han sido un tiempo de cosecha en la siembra que tantos hermanes han hecho, siembra que se hizo a base de lucha, pero no podemos dejar de saber que en este presente siguen ocurriendo crímenes de odio que explícitamente buscan ser disciplinadores. Por eso, generar espacios comunitarios in-

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tegradores e inclusivos tiene una potencia transformadora tan fuerte, porque nos permite consolidar lugares donde queremos estar, porque podemos ser nosotros mismes; y esto es parte de la celebración. Hay un mensaje claro en estas acciones para les niñes también, por eso me parece que no podemos pasarlas por alto. Ahora sí para terminar, quiero resaltar la necesidad de que nuestras comunidades sean tierra fértil para que crezca y se desarrolle toda esa diversidad que trae consigo la Creación, y esa es una responsabilidad y un compromiso que tenemos que asumir entre todes. [...] ¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?

Y no hablo de meterlo y sacarlo Y sacarlo y meterlo solamente Hablo de ternura compañero…

Pedro Lemebel, fragmento del Manifiesto (Hablo por mi diferencia) Mariano Chialva

1

Stuart Hall y Paul du Gay (compiladores), 1996. Cuestiones de Identidad Cultural. Introducción: ¿Quién necesita identidad?.

«El Señor es mi pastor y sabe que soy gay…» pueda verse tan complejizado por la estrechez de la doctrina humana?

Troy descubrió, que su conflicto interno no se resolvía buscando las respuestas en su naturaleza homosexual, sino buscando profundizar en el conocimiento de la naturaleza divina. Y esto solo puede ser una experiencia de desierto y entrega total a la fe. Su camino interior para encontrar a Dios, le dieron las respuestas que trajeron paz a su corazón, liberándolo del peso de la doctrina, y una misión que lo llevó a anunciar esa liberación a los demás. ¿No fue éste –salvando las diferencias específicas- el conflicto de Jesús con las leyes y tradiciones de su tiempo? ¿No fue el Espíritu quien lo guió en la experiencia del desierto y le permitió conocer su naturaleza propia y la de su misión?

Y después, cuando anunció su evangelio al pueblo, cuando mostró los signos de su naturaleza de hijo de Dios ¿no lo llevaron a la cruz por desobediente, por transgresor de la doctrina tradicional del Templo?

Acaso, ¿no murió en la cruz por incomodar el orden establecido por la Ley? ¿No fue el amor de Dios lo que lo salvó y a su vez lo que lo enfrentó a la estrechez de la doctrina?

“

Yo creo que este es el gran punto del conflicto: la experiencia humana y espiritual del amor de Dios versus el pretendido control de la doctrina por sobre el gobierno del Espíritu. Y el conflicto siempre se resuelve en la experiencia humana de Dios y no en los preceptos doctrinales.

“

El 7 de Octubre de 1968, en la sala de un pequeño departamento, en la ciudad de Los Ángeles, se reunían por primera vez, para celebrar la fe en Cristo, un pequeño grupo de disidentes sexuales; convocados el Rev. Troy Perry, quien luego de haber salido del armario y expulsado de su denominación a causa de su homosexualidad, no se sometió a la idea de ser excluido de la Iglesia de Cristo y se abrió camino convocando a otras personas en su misma condición para adorar y seguir cumpliendo con la gran comisión.

Este acto tan simple y deliberado a la vez, permitió que surgiera la primera denominación en el mundo occidental que le dio la bienvenida a la disidencia sexual rechazada por la homofobia tradicional cristiana: la Fraternidad Universal de Iglesias de la Comunidad Metropolitana (ICM). Aquél día, Troy tituló a su mensaje: El Señor es mi pastor y sabe que soy gay. Troy no podía aceptar que Dios le hubiese creado defectuoso, inferior, denigrado por su homoerotismo... Tenía 28 años y hasta entonces había vivido según los preceptos de la iglesia, estaba casado, tenía hijos; pero su naturaleza sexual, erótica y afectiva hacia los varones, le presentaba un conflicto que lo llevó al borde del suicidio… ¿Cómo podía ser posible que convivieran en él la «homosexualidad» y la «fe cristiana»? Esta tensión se tornó cada vez más angustiosa hasta llegar al límite.

En ese límite, Troy percibió la voz de Dios en su interior que le rescataba del dolor y la angustia dejándole saber su infinito amor por él y le animaba a vivir en la verdad, su propia verdad. ¿Cómo es posible que algo tan simple y básico, como el ilimitado amor de Dios por toda su creación,

La sexualidad, como otros grandes temas de la humanidad, confrontan permanentemente al orden establecido por la doctrina, y ésta no siempre se encuentra en franca sintonía con la superioridad establecida por el Espíritu de Dios. La doctrina no deja de ser una herramienta, un instrumento y, como tal, frágil ante el deseo de poder y dominación. Yo creo que el cuestionamiento, la duda, el planteamiento de la incomodidad ante los presupuestos doctrinales, son la base para permitirle al Espíritu hablar y guiar a las personas y a las comunidades.

El mundo sigue cambiando… no hay nada fijo y establecido para siempre como regla o normalidad.

La fe tampoco es estática, fluye en la experiencia humana y se mueve. ¿La doctrina no debiera acompañar esos movimientos de la historia y del Espíritu con humildad? ¿La Iglesia no debiera respetar la experiencia radical entre Dios y una persona? Entonces ¿Por qué no aceptar la verdad establecida por las personas que viven en su verdad y afirman su dignidad? ¿Es válido imponer el cuestionamiento a lo diverso sin escuchar la experiencia del cuestionado?

El Señor es mi pastor y sabe que soy trans, lesbiana, bisexual, gay… ¿lo sabe la doctrina?

Rev. Fernando Frontan

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«Mientras haya vergüenza, seguiremos insistiendo con el

“orgullo” como respuesta»

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ria y del día a día a sentir orgullo de lo que éramos. Si, «orgullo». Muchos se preguntan porque usar a esa palabra, si no sería también lógico que existiera un «orgullo hetero» ¡Pues no! Porque no hay vergüenza en la heterosexualidad, porque quienes vivimos con orientaciones sexuales (gay, lesbiana, bisexual) e identidades de género (trans, travesti, transexual, no binarie) no hegemónicas fuimos, y lo somos aun, increíblemente, sometidos/as a formas de desvalorización y/o desprecio directo, en chistes y hasta dándonos la muerte. Todavía hay países donde hay pena de muerte contra nosotros/as. Y si no la hay, existen modos selectivos, sutiles -y no tanto-, con los que se nos marca y desvaloriza, lo que puede redundar en despidos laborales, no acceso a puestos de trabajo, entre otras cuestiones. De hecho, la mayoría de la población trans no está «desocupada», sino que es «no ocupable» en este sistema discriminatorio.

Por eso, mientras haya vergüenza, seguiremos insistiendo con el «orgullo» como respuesta, apoyando a los gobiernos que trabajaron y trabajan por los derechos de todos y todas, incluyéndonos. Hoy tengo 53 años, estoy lejos de las militancias juveniles, aunque sigo participando en política y en la Federación Argentina LGBT, en su Secretaría de Diversidad Religiosa, porque nuestras iglesias y otras religiones siguen, en su mayoría, aferradas a esas formas de desprecio tan arcaico. Y acá no hay objeción de conciencia que valga.

“

Yo no puedo imaginar a un Jesús de cuya boca salgan esas frases tan horribles y dolorosas que vemos repetir como mantras a muchos/as religiosos/as.

“

En el año 1967, un grupo de trabajadores de distintos sindicatos se reunieron en una garita de tren en Gerli y formaron el primer grupo de diferencia sexo genérica: Nuestro Mundo.

Con «diferencia sexo-genérica» nos referimos a lo que, en su momento, se definió de manera psiquiátrica como «homosexuales»; y que con el correr de los tiempos pasamos a autodenominaros como gays, lesbianas, bisexuales, trans, travestis, no binaries, y la lista se sigue especificando. ¡Pero ojo! No tomar a la ligera esta modificación de denominaciones. ¡No es un juego de palabras! Sino el modo en que distintos grupos de personas comenzamos a organizarnos y autodenominarnos para superar el desprecio -externo e internalizadopor parte de las más variadas instituciones.

Carlos Jáuregui, quien fue uno de los dirigentes más potentes que tuvieron nuestras comunidades, y que fue mi novio durante los años 90, siempre decía que nosotros/as nacíamos en terreno enemigo; ya que en su mayoría, las familias eran, y aún lo son, espacios de mucha violencia contra nuestras orientaciones sexuales e identidades de género. A diferencia de familias afro o indígenas donde la familia actúa como un reservorio de tradiciones, donde se tejen estrategias de defensa y supervivencia; nosotros/as nacemos en familias que llegaron a aplicar violencia física contra nosotros/as, o expulsión lisa y llana del «hogar familiar». No fue mi caso, que nací en una familia obrera de Avellaneda, gente laburante y sencilla a la que no les fue tan fácil «aceptar» que yo era gay, pero que supo construir conmigo un modo de convivencia respetuoso y afectivo; hasta que tanto mi mamá como mi papá murieron.

Cuando la democracia volvió a nuestro país, en 1983, yo era estudiante secundario y rápidamente me afilié a un partido político donde comencé a militar como modo de enfrentar la pobreza en la que mi familia vivía a diario. Y en 1987 sumé a esa militancia el activismo gay, porque siempre tuve una certeza: «Nadie se salva solo o sola». Que, así como la pobreza, en la que mi familia remó para llegar a fin de mes y mantenernos dentro del sistema público de educación, la vergüenza que había internalizado por ser gay no iba a resolverla solo con mi terapeuta, sino que necesitaba la fuerza del encuentro, de la comunidad, del amor compartido.

Por eso comencé a trabajar en una organización de la comunidad que se reunía por aquellos años en la calle Rodríguez Peña, en un grupo de reflexión al que fui durante 6 meses, 1 vez a la semana. Allí conocí a amigos y amigas, que al igual que yo, aprendíamos de la histo

Por ese orgullo, hoy, voy de la mano con mi marido por las calles. Con él me casé por civil y por Iglesia, gracias a la valentía de una Pastora metodista y un Cura católico, que sin importarles los que sus «superiores/ as» pensaran, abrieron una iglesia para que un sábado a la tarde el cielo cantara alegría. Ojalá ese canto se repitiera más seguido, tan frecuente como las manos de amor suelen enlazarse.

Flavio Rapisardi Docente e investigador universitario.

Congrega en la Iglesia Valdense de Flores

Movimiento Juvenil Valdense | Año XX | Julio 2020 | conexionesvaldense@gmail.com

Conexiones PSAPPHA

Me froto los ojos… Ya amaneció, creo. ¡Ah! ¿Quién está junto a mí…? ¿una mujer…? Por la Paphia, lo había olvidado… ¡Oh, caritas! que avergonzada estoy. ¿A qué país he venido y qué isla es ésta donde así se entiende el amor? Si no estuviese tan fatigada creería que fue un sueño… ¡Es posible que ésta sea Psappha! Duerme… Es bella ciertamente, aunque sus cabellos estén cortados como los de un atleta.

Pero este extraño rostro, este pecho viril y esas caderas estrechas… Quiero irme antes que despierte. ¡Ay! Estoy del lado del muro y tendré que saltar sobre ella. Tengo miedo de rozar su cadera y que al pasar vuelva a tomarme.

Las Canciones de Bilitis1

Circundar desde el arte, así , como abrazando Circundar desde el arte, así, como abrazando.

La diversidad sexual dentro de la música y la poesía está caracterizada más bien por ese no sé qué que transpola por directo al alma y allí lo acoge. Es en esta manera-abrazo de resistencia que tal vez podamos, como A. Pizarnik, que la jaula se nos vuelva pájaro.

Carta de Alejandra Pizarnik a Silvina Ocampo

Tristísimo día en que te telefoneé para no escuchar sino voces espúreas, indignas, originarias de criaturas que los hacedores de golems hacían frente a los espejos.

Pero vos, mi amor, no me desmemories. Vos sabés cuánto y sobre todo sufro. Acaso las dos sepamos que te estoy buscando. Sea como fuere, aquí hay un bosque musical para dos niñas fieles: S. y A. Escribime, la muy querida. Necesito de la bella certidumbre de tu estar aquí, aquí abajo; sin embargo, yo traduzco sin ganas, mi asma es impresionante (para festejarme descubrí que a Martha le molesta el ruido de mi respiración de enferma). ¿Por qué, Silvina adorada, cualquier mierda respira bien y yo me quedo encerrada y soy Fedra y soy Ana Frank?

El sábado, en Bécquar, corrí en moto y choqué. Me duele todo (no me dolería si me tocaras –y esto no es una frase zalamera). Como no quise alarmar a los de la casa, nada dije. Me eché al sol. Me desmayé pero por suerte nadie lo

supo. Me gusta contarte estas gansadas porque sólo vos me las escuchás. ¿Y tu libro? El mío acaba de salir. Formato precioso. Te lo envío a Posadas 1650, quien, por ser amante de Quintana, se lo transmitirá entre escogencia y escogencia.

Les envié así un cuaderno venezolano con un no sé qué de degutante [desagradable] (como dicen ellos). Pero que te editen en 15 días.

Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas y tus manos que llevan a la casa del re-cuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero.

Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo sin fondo. A él lo amo pero es distinto, vos sabés, ¿no? Además lo admiro y es tan dulce y aristocrático y simple. Pero no es vos. Te dejo: me muero de fiebre y tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva. Sylvette, pronto te escribiré. Sylv, yo sé lo que es esta carta.

Pero te tengo confianza mística. Además la muerte tan cercana a mí, tan lozana, me oprime. Sylvette, no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace puesto que ya lo ves lo sexual es un «tercero» por añadidura. En fin, no sigo. Les mando los 2 librejos de poemas póstumos –cosa seria—. Te beso como yo sé, a la rusa (con variantes francesas y de Córcega). O no te beso sino que te saludo, según tus gustos, como quieras.

Me someto. Siempre dije no para un día decir mejor sí.

Sylvette, sos la única. Pero es necesario decirlo: nunca encontrarás a nadie como yo. Y eso lo sabés (todo). Y ahora estoy llorando. Sylvette, curame, ayudame, no es posible ser tamaña supliciada, Sylvette, curame, no hagas que tenga que morir, ya...

Tuya: Alejandra2 *1 “Las canciones de Bilitis” es una colección de poesía erótica de

Pierre Louÿs que se publicó en París en 1894.

*2 Una de las tantas cartas que le envió Alejandra Pizarnik a Silvina

Ocampo, enviada el 31 de enero del ‘72

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Relato de un

encuentro

Conversando con Ernesto

vía WhatsApp

Este «Relato de un Encuentro» viene dado por su contrariedad, al menos en el sentido estricto de la palabra encuentro. El confinamiento hizo de esta experiencia algo bien diferente a la anterior, se hizo en varios días, sin vernos y sin charlar al mismo tiempo. Mas bien pareció una vieja comunicación radial o telegráfica, aunque la realizamos por WhatsApp: uno iniciaba la conversación, y el otro respondía cuando podía; y viceversa. La sorpresa que generaban esos mensajes sin horario se traducían en sonrisas frente al celular.

Sin dudas el momento histórico que estamos atravesando nos pone en un desafío interesantísimo para repensar nuestras practicas comunicativas que se manifiestan de un sinfín de maneras, si es que existe la predisposición de hacerlo.

Yendo al grano, este «encuentro» se da con una persona que participa desde hace ya muchos años en nuestra comunidad, pero cuando pensé en él, me di cuenta que hay muchos aspectos de su vida que desconocía.

Sepan disculpar si este relato está un tanto bañado de egoísmo, pero no pude contener las ganas de conocer un poco más a un hermano.

Cuando me propusieron volver a escribir esta columna, pensé en esta persona porque conocí el lugar vive con su familia, en el corazón de las indescifrables calles del barrio «Villa Mitre» de la ciudad de Bahía Blanca -aunque, quienes viven ahí, dicen que es otra ciudad, que comienza cuando se cruzan las vías-.

Su nombre es Ernesto Sandobal, alguien que aceptó con gusto este desafío. Cabe aclarar que la modalidad que decidimos para nuestro «encuentro» fue un tanto atípica, yo era el encargado de enviar inquietudes y/o preguntas que el respondía cuando sus tiempos lo permitían; pues ni él ni su esposa pudieron parar y «quedarse en casa» en esta cuarentena. Ella es enfermera de guardia de un conocido nosocomio de la ciudad, y él reparte gas a familias que se topan con el confinamiento y un otoño sureño que de a poco comienza a ser más duro.

Su primer mensaje me llegó un domingo a media mañana. Para un millennial quizás sería un mensaje larguísimo, pero yo no dude con ese audio de doce minutos, lo escuché en un abrir y cerrar de ojos. Si bien todavía no habíamos acordado de lo que charlaríamos, Ernesto comenzó su mensaje de voz diciéndome: «Bueno supongo lo primero que habría que hacer es presentarse». Esa presentación fue una expresión a corazón

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abierto, desde principio a fin. Casi me podía imaginar como esa persona estaba contándome su historia en una mañana soleadita de domingo, en la que las ganas de compartir sus experiencias pasadas vencen a las de tomarse un tiempo de descanso.

Me cuenta su infancia y adolescencia, comparte sus sentires más profundos. Me cuenta que su madre, si bien tiene orígenes italianos, nació en un pueblo fronterizo de Chubut, donde la Patagonia se comparte entre argentinos y chilenos. «Mi viejo es chileno» -dice él-, aunque confirma que es difícil hacer una distinción entre países ya que su papa nació prácticamente en una carreta porque su abuelo era arriero. Trabajo que compartió con su padre cuando creció.

Ernesto deja ver que sus orígenes familiares no son claros en cuanto a limites, aunque si en cuanto a origen: es hijo de trabajadores que sorteaban los limites políticos para realizar el noble oficio del arriero de ganado, cruzando la cordillera para ambos lados cuando el siglo XX comenzaba a promediar su mitad.

La historia de amor entre sus padres comienza prácticamente con la mudanza de la pareja a Bahía Blanca y es donde Ernesto nace por el año 1964.

«Mi viejo fue por ahí un tipo ausente, ya que no se abría a lo social y no se pudo adaptar a la ciudad», descifro en su tono de voz un poco de enojo y reclamo, pero también una comprensión llena de amor, intentando entender las consecuencias del cambio de vida. Ernesto tuvo que convivir con esta situación compleja, «tal vez eso hizo que busque aferrarme al amor de Dios» me dice.

Entrado en su adolescencia quiso conocer los orígenes de sus padres, así que emprendió un viaje de mochilero a la Patagonia. Me dice que no le costó tomar la decisión ya que siempre fue muy «callejero», pero no «de la calle» pues siempre tuvo lugar donde volver.

La intención era conocer a sus abuelas y aunque pudo cumplir con ese objetivo, tuvo un primer gran disgusto con la Iglesia. Pidió asilo en una capilla, allá en Junín de Los Andes, antes de cruzar a Chile para conocer a su abuela paterna, donde le garantizan alojamiento, perocuando volvió a la noche, le prohibieron entrar. Noto en su voz un ápice de bronca, de desilusión.

Me quedo pensando cómo al no mantener la palabra en aquella capilla, el lo marca como una de sus primeras disoluciones con la Iglesia, aunque no con Dios.

En ese derrotero intenta encontrar refugio religioso

por fuera de la Iglesia de origen materna sin conseguir «encajar», como dice él; ya que las iglesias en las que comenzó a participar eran según el Pichi Ruka -cerradas o pequeñas- en lengua mapuche.

Luego de su viaje, decidió estudiar en la Armada Argentina -algo bastante común en Bahía Blanca-. Pero un nuevo golpe se avecina: la guerra de Malvinas, donde pierde casi todos sus amigos de escuela militar. Sin embargo, y fiel a su personalidad optimista, me dice que esta situación fue la que le permitió encontrarse con un miembro de la Iglesia Valdense, un compañero de «colimba»; una iglesia desconocida para él hasta el momento.

Termina el mensaje, pero comienza una relación de suma cercanía con alguien que en un audio de doce minutos me dio un pantallazo sumamente profundo de su historia, de su vida; una mezcla de padre, madre, Patagonia, destierro, ciudad, guerra, amigos, familia, viaje, búsqueda, fe y varios etcéteras.

“

En doce minutos pude vislumbrar a una persona que se encuentra y se desencuentra con su vida e historia; y me deja ver claramente un espíritu curioso que sabe sacar lo bueno de cada situación.

“

«Bueno, acá la familia se está despertando», me dice y su vida vuelve al presente.

Un segundo mensaje llega mientras espera que carguen el camión. Antes, le pedí que me cuente sobre sus primeros acercamientos con la Iglesia Valdense. Me dice que el tema surgió en algunas charlas con Eduardo Baridón -conocido miembro de la comunidad-, su compañero de colimba. Después de varias invitaciones, una tarde tomo la decisión y lo recibió el pastor de ese tiempo, David Baret. «Le expresé ser amigo de Edu, y que quería congregarme», dice. El pastor lo invito a la reunión de jóvenes, y con el tiempo su sumergió en la en la lectura de la historia valdense. «Me impactó la revolución personal de Pedro Valdo, contra el poder religioso de la época», comenta.

De a poco fue participando en más actividades, y al tiempo quiso confirmarse, recibiendo estudios bíblicos. Lo recuerda como una experiencia hermosa y positiva. Recuerda su tiempo en el grupo de jóvenes y los campamentos como experiencias inolvidables. Incluso me comparte una anécdota: «Una vez, organizamos un campamento en Sierra de la ventana. Nos llevó Enrique Lefiu y Dora Janavel. A mitad de camino se reventó una cubierta y para nuestra sorpresa, no tenía auxilio. Enrique se volvió a dedo hacia Bahía para conseguir otra rueda, mientras nosotros esperábamos tomando sol en la banquina».

Cuando le pregunto qué es la vida de fe, me dice que para él es tener la convicción de que el Padre celestial esta siempre, en cada segundo, en cada respiro, en cada exhalación. «Creer eso elevado al cuadrado del infinito nos puede dar un atisbo de lo que es», me escribe y confirma sus convicciones. Pero también me dice que la Fe no es sólo personal, sino que lo comunitario lo hace participar como un instrumento más de la orquesta que Jesús consagro como un solo cuerpo. En esa vida de fe se convive con las diferencias, aceptando cómo es el otro, lo importante es compartir sabiendo que Dios esta donde se reúnen en su nombre.

Ernesto y Natalia, su compañera, viven una vida de fe plena, e intentan educar a sus hijos en ella. Me comparte que ve, en su familia, la cosecha de una siembra fértil; poder inculcar a sus hijos un Evangelio abierto y actual, lo llena de orgullo.

Llega una nueva semana. Un día más de cuarentena. De nuevo un mensaje mientras espera en la planta de carga. Me pregunto si su lugar de trabajo lo ayuda a reflexionar. En esta ocasión, me dice: «creo que es una virtud la capacidad de lectura del Evangelio de los valdenses; aunque, a veces, la tradición lleva a un estancamiento. Quizás una forma de romper con esta quietud, una buena forma de transformarse, es compartir con otros y otras; con otros movimientos religiosos, con otros espacios sociales, con familias que han dejado de congregarse y con otras realidades que ayudarían a cambiarnos y a cambiar» Intercambiamos varios mensajes más, y nuestra «conversación» va llegando a su fin. No puedo dejar de mencionar lo agradecido que se siente Ernesto con la gran familia valdense, recordando en especial a los Baridon, Janavel, Montangie-Bertinat. Pero, creo luego de este relato, seremos los lectores quienes le agradezcamos a Ernesto y su familia, que hayan compartido una parte de su historia con tanto amor, humildad, sabiduría y transparencia.

Gonzalo Bertín.

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Ecoteología y ecumenismo

Es una alegría para mí saludarles y compartir con ustedes estas líneas.

El objetivo de las mismas es realizar un breve recorrido acerca de la historia de encuentros y diálogos; y los desafíos que tenemos las iglesias en torno a la problemática medioambiental, a la explotación sistemática y desmedida de los recursos naturales, a las consecuencias nefastas del actual modelo productivo en la salud del ser humano y la pérdida de la biodiversidad.

Un poco de historia

Como iglesias, no siempre hemos reconocido la misión que somos llamados en medio de las explotaciones que lleva a cabo el sistema capitalista actual. Sistema extractivista, que arranca de la Tierra, en forma desmedida, lo que esta generosamente brinda. Sistema que endiosa a la propiedad privada y se apropia de este modo recursos, tierra, seres humanos...

No obstante, en las comunidades de fe, en diálogo con organizaciones civiles, han ido surgiendo reflexiones sobre nuestro rol profético en medio de estas realidades que profundizan la injusticia, la exclusión, la violencia.

La 23ª Asamblea General de la Alianza Reformada Mundial (Debrecen/Hungría, 1997), en respuesta al llamamiento de la región del África austral, a reconocer la urgencia cada vez mayor de la injusticia económica mundial y la destrucción del medio ambiente, insta a sus iglesias miembro a entrar en un proceso de «reconocimiento, educación y confesión». Las iglesias miembro, escuchando el clamor de hermanos y hermanas de todo el mundo y mirando la amenaza al don de Dios de la creación, se han comprometido con una declaración de fe (confesión de Accra)1.

El Consejo Mundial de Iglesias, el 2 de Septiembre de 2009, como resultado de un profundo trabajo ecuménico de reflexión teológica y observación a la luz del Evangelio, y con el antecedente de la confesión de Accra, realiza una Declaración sobre ecojusticia y deuda ecológica.

Sus postulados esenciales podemos resumirlos en lo siguiente: 1) La época del consumo ilimitado ha llegado a sus límites.

2) La Tierra y todos sus habitantes están confrontados actualmente con una crisis ecológica sin precedentes, que nos conduce a una situación de sufrimiento y destrucción masiva que afectará a muchas personas.

3) Las iglesias han sido cómplices en este proceso debido a sus propias pautas de consumo y a la perpetuación de una teología del dominio humano sobre la Tierra.

4) La fuerza de las iglesias reside en su testimonio profético: proclamar el amor de Dios por el mundo en su totalidad y denunciar la filosofía de dominación que amenaza la manifestación del amor de Dios.

A partir de estos postulados, el CMI insta a sus iglesias miembro a acciones concretas específicas, de denuncia y compromiso.

La Encíclica «Laudato Sí», publicada en 2015, también da cuenta de la reflexión ecoteológica que se viene dando en estos últimos años. «Laudato Sí» es un llamado

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ecuménico global por parte de la iglesia católica y esto ha propiciado un sinfín de encuentros ecuménicos.2 No podemos dejar de mencionar el aporte que realiza en la región del Río de la Plata el Centro Emmanuel, ubicado en Colonia Valdense, Uruguay. El Centro Emmanuel es una Fundación formada por tres Iglesias Evangélicas: la Iglesia Evangélica Valdense, la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y la Iglesia Metodista en el Uruguay. Y se define como un «Centro de estudios de formación ecuménica y de promoción ecológica, con una granja mostrativa que impulsa el desarrollo de la agroecología».3

Preguntas, reflexiones y desafíos

Actualmente se acuña el término ecoteología como una forma de nombrar la reflexión teológica acerca de la problemática medio ambiental. A su vez, plantea una visión ecológica de la Biblia. Es un diálogo que se nutre mutuamente entre teología y ecología.

Este proceso es profundamente ecuménico.

Ejemplos de esto son el centro Emmanuel, la FAIE, el Seminario Permanente de Teología, Filosofía, Ciencias y Tecnología (SPTFCyT) de la Universidad Católica Argentina (en donde participamos desde 2019), el espacio Católicos por el Ambiente, etc.

La «Pastoral para la Promoción del Cuidado de la Creación» (PPCC), perteneciente a la Fundación Protestante de Diaconía Hora de Obrar, de la cual formo parte, tiene por objetivo ofrecer a los Distritos, Congregaciones y Comunidades de la Iglesia espacios de escucha mutua, diálogo respetuoso y reflexión atenta sobre las consecuencias que tienen nuestras prácticas productivas en el ámbito rural, y nuestras prácticas de consumo en el medio urbano, para con la salud humana y el medio ambiente. Ello, a su vez, tiene como finalidad promover una toma de conciencia activa sobre nuestra responsabilidad como cristianos y como comunidades de fe en la «promoción del cuidado de la creación».

Actualmente se nos presentan múltiples desafíos en este sentido. Es urgente sumar voces y esfuerzos entre las iglesias y junto con las organizaciones civiles, para sensibilizar en pos de cambiar las prácticas actuales que están dañando la salud de nuestro planeta. Es fundamental, como parte de este desafío, socializar las iniciativas y diálogos que se vienen llevando a cabo, y este artículo pretende contribuir a eso.

Deborah Cirigliano Heffel Licenciada en Psicología, co-coordinadora de la Pastoral para la Promoción del Cuidado de la Creación (PPCC), de la Fundación Protestante de Diaconía Hora de Obrar.

Miembro de la IERP, reside en Paraná, Entre Ríos.

Agradecimientos: Jorge Weishen, Licenciado en Teología y Licen-

ciado en Trabajo Social, co-coordinador de PPCC, quien colaboró en la revisión de antecedentes para este artículo. http://wcrc.ch/es/accra/la-confesion-de-accra

1 2

http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/pa-

pa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

“Para que la semilla caiga en buena tierra: La historia del centro Emmanuel”, de

3

Carlos Delmonte, Edición Diana Paris, 2015, pág. 15

Comunicándonos Federación Femenina Evangélica

¿Cómo estamos viviendo estos tiempos de cuarentena?

Bueno, acá en el campo, que es el lugar donde vivimos, debemos decir que: «el aislamiento social obligatorio» que dispuso el gobierno Nacional para evitar el contagio entre personas del corona virus o Covid-19, no se nota, es decir que todos los trabajos se realizan en forma normal, como, por ejemplo, sembrar, levantar la cosecha y todas las demás tareas rurales las hacemos como siempre. Además, tratamos en lo posible de no ir tan seguido a La Paz, pero a veces surgen motivos imprevistos y se hace necesario ir, ya sea en busca de mercadería, remedios, repuestos, también a la veterinaria, etc. Pero siempre lo hacemos con el cuidado correspondiente como lo indica el protocolo, mencionando algunos ejemplos: con el uso de barbijos, permiso para circular, lavado de manos, desinfectando con alcohol las diferentes cosas que compramos.

Cuando vemos o escuchamos de los diferentes medios de comunicación que otro de los métodos de cuidado de esta pandemia es que los nietos no vean a sus abuelos, lo que tenemos que destacar sobre esto, es que acá nos hemos estado viendo lo mismo con ellos.

Nunca nos faltó el abrazo, besos y también de tenerlos a upa en la falda. Lo mismo el contacto perma-

nente con los hijos. Debido a esta situación tambiéntuvimos que aprender algo más de tecnología, para así poder ayudar en algunas oportunidades a nuestros nietos para hacer sus tareas, que le enviaban los docentes en forma virtual, o en el caso de recibir recetas médicas y enviarla a la farmacia en forma online.

Si bien en forma permanente recibimos reflexiones, devocionales bíblicos de pastores/as o laicos/as y que podemos mirar en directo los cultos de nuestra comunidad, a quienes agradecemos profundamente la tarea que realizan, y que de algún modo nos hacen llegar, para cubrir lo que hemos tenido que dejar de hacer, lo que vemos con mucha preocupación es que no sabemos hasta cuando seguiremos viviendo con este distanciamiento social, porque necesitamos dar y recibir afectos, de los demás familiares, amigos y hermanos con los que compartimos la misma fe, y de participar en las distintas actividades dentro y fuera de la iglesia.

María Rosa Catalín y Mario Genre Bert

Saludo de la Comisión Ejecutiva «Recordemos lo felices que somos y que sin importar el caos que pueda estar afuera, el gozo del Señor es nuestra fortaleza» «No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza» (Nehemías 8:10) Queridas hermanas: las integrantes de la Comisión Ejecutiva les envían un afectuoso saludo en estos días de cuarentena, esperando se encuentren bien y recordándoles que en estos momentos lo más importante es mantener nuestra fe y la esperanza en nuestro Señor, esto pasará, mientras tanto, es bueno sentirnos acompañadas, aunque sea virtualmente.

Estamos abiertas a escuchar o recibir correos de quienes quieran comunicarse con nosotras.

Un saludo en Cristo.

Comisión Ejecutiva PÁGINA VALDENSE I 13

¿El mismo cuerpo?

Releemos este texto tan conocido, nos volvemos a encontrar con las palabras de Pablo que proclaman que por medio del Espíritu, todxs conformamos un solo cuerpo que es Cristo.

Dice que todxs fuimos bautizadxs por el mismo Espíritu, que cada uno de los miembros de éste cuerpo es importante, fundamental en su función, y que está ligado al resto de los miembros, compartiendo el sufrimiento y la alegría. Son muchos miembros pero el cuerpo solo es uno.

En los primeros versículos (v. 13) Pablo introduce una aclaración cuando dice “todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres”, explicita que éstos grupos mencionados también son comprendidos por el cuerpo de Cristo, forman parte del cuerpo.

Pero si nos detenemos en las dos situaciones que nombra vemos que hablan de las diferencias o discriminaciones entre etnias (judíos o no judíos) y de las desigualdades profundas de aquel tiempo (libres o esclavos). Son dos ejemplos que ilustran esas experiencias vitales que estaban atravesadas por la exclusión, la denigración, por relaciones jerárquicas, historias marcadas por diferencias convertidas en injusticias a raíz de un sistema económico y político, también sustentado en creencias ideológicas o religiosas, que terminaban ordenando las vidas de la gente.

El texto habla del cuerpo de Cristo diciendo que “todxs pertenecen al mismo cuerpo y beben del mismo Espíritu”, lo cual implica desarmar todo ese entramado de vínculos jerárquicos y opresivos para transformar las formas de relacionarse entre quienes se reconocen hijxs de Dios. Pero es interesante pensar cómo sería esto en la vida cotidiana de las personas, en los espacios comunitarios ¿Cómo haría una persona en situación de esclavitud para relacionarse de igual a igual con una persona libre? ¿Cuáles son las actitudes y prácticas que reparan, restauran y resignifican las dinámicas de los sistemas políticos, económicos, religiosos, sociales y culturales?

Esas que segregan, discriminan, jerarquizan, oprimen, desamparan, empobrecen, violentan, matan.

Si traemos la mirada al presente, vemos que las cosas no cambian tanto y que hoy también son muchas las violencias que se viven y que se reproducen. Muchas

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personas sufren discriminaciones a diario por pertenecer a “minorías” racializadas, disidencias sexo-genéricas, migrantes, mujeres, pobres.

Mirar críticamente esta realidad nos permitirá comprender las relaciones de poder existentes, conocer cómo se configuran y ver cómo se impregnan en todos los ámbitos de la sociedad. De alguna manera nos muestra que todxs estamos inmersxs en un sistema más amplio que organiza, valora, jerarquiza y educa para reforzar su lógica de poder, convirtiendo la diferencia en injusticia.

“

Hay injusticias que se perpetúan a lo largo de la historia, pero también hay memorias de resistencias, de comunidades que se organizaron para sobrevivir y también para reivindicar sus existencias, se juntaron porque entendieron que las salidas a las injusticias se construyen de manera colectiva.

“

El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo. 13 Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.1 (1 Corintios 12) 12

Si buscamos en el texto y en nuestra realidad, podemos preguntarnos: ¿cómo podemos hacer más cercana la promesa de ser y vivir como comunidades-cuerpo? ¿Cuáles son las prácticas y las lógicas que tenemos que modificar para no someter ni obligar a la resignación a nadie que ya experimenta la opresión cada día? ¿Qué voces hace falta escuchar para comprender e imaginar nuevas formas de vincularnos? ¿Cuáles son las lecturas teológicas y bíblicas que potencian vínculos más parecidos al funcionamiento del cuerpo que relata el texto? ¿Qué formas de organización promueven la igualdad y el respeto real?

Que el mensaje de esperanza y justicia del texto de Corintios nos impulse a construir otra humanidad, otro mundo posible, el Reino de Dios. Que podamos saborear las señales de ese otro mundo posible, que aprendamos a potenciar los gestos amorosos y que sigamos celebrando con Orgullo para fortalecernos en este caminar. Y que no nos olvidemos que proclamar este Reino de justicia es también cuestionar-nos, hacernos preguntas acerca de nuestros privilegios e indignarnos con las injusticias, desigualdades, discriminaciones que sufren diariamente tantas personas.

Yanina Vigna Equipo editor

NO HAY HUMOR SIN GRACIA Sección de cuentos, anécdotas... y variedades en clave evangélica

DIOS DEL VAPOR A cualquiera le gustaría iniciar este cuento con el paisaje idealizado de la ciudad amaneciendo en invierno. Imaginaríamos las tímidas columnas de humo extinguiéndose en la niebla y las primeras bicicletas saliendo a las calles como hormiguitas que recorren caminos de cuadrícula. Desde arriba las veríamos coloreadas por el sepia neblinoso de las viejas luminarias, zarandeándose por las veredas, esfumándose en el hormiguero de una escuela o un taller. Casi en los límites, donde las vías bordeaban un modesto apeadero, podría oírse el tintineo frágil de la fábrica de vidrios y el murmullo soñoliento de la gente que bajaba del tren para volver, un día más, a la alquimia del cristal.

Sería hermosa la panorámica de un pueblo de unos tantos mil habitantes recibiendo los fríos de julio con esos gestos de vitalidad.

Pero no era eso lo que podía verse desde la mercería de Perla Tomasi.

Esa mañana destrabó la puerta de la cocina para ingresar al local, y al descorrer las cortinas del frente vio un escenario con el que nadie iniciaría un cuento. Era un panorama sin escuela, sin fábrica, sin bicicletas. Solo el humo, pesado y denso, que se pegoteaba en la humedad de la vidriera.

-Pucha con la crisis… -pensó Perla usando la palabra más ordinaria que podía permitirse a las ocho.

Estaba encendiendo el televisor cuando apareció Marta, entre nerviosa y alborotada. Llevaba un barbijo blanco con unos manchones pardos, y cualquiera diría que eran el resultado de un café fallido, de esos que encuentran un obstáculo antes de llegar a la boca. Marta tuvo que empujar la puerta con fuerza, haciendo un ademán de fastidio, como castigando a la madera por su pereza.

-Pero qué humedá jodida, Perla. ¡Cambiá esa puerta!

La otra la miró con una sonrisa, comprensiva de que la agresión no

era contra ella sino contra este mundo de incertidumbres. La puerta hinchada y el mal humor de Marta solo eran un síntoma.

Estaban por hablar sobre la última tanda de barbijos que habían hecho en el costurero de la iglesia, cuando un niño pequeño manoteó el picaporte haciendo fuerza para entrar. Marta le abrió de un tirón que casi lo hizo entrar con los pies en el aire.

-Dice mi mamá si no tiene algo para comer.

Las mujeres se miraron como esperando en la otra una respuesta.

-¿Lentejas, querés?

- No. - ¿Poroto ‘e guiso? ¿Polenta?

- Ya tenemos.

- ¿Y entonces qué?

El niño se encogió de hombros, como indicando que no tenía respuesta en el repertorio. Se hizo un silencio, sus ojitos asomaban detrás del barbijo sin transmitir nada. De pronto vio que lo llamaban desde afuera y se escabulló, grácil como una golondrina.

Las dos mujeres se quedaron como aleladas, vacías de conjeturas. Estaban en ese silencio cuando Laura e Indonesia aparecieron.

-¡Epa! Somos muchas acá. Que una espere afuera –dijo Marta con disciplina pandémica. Indonesia se indignó.

-¡No me vas a dejar chupando frío, Perla!

-¡A mí nadie me dice perra! –resopló Marta furibunda, confundida con la distorsión que generan los barbijos. Claramente, la crisis caldeaba los ánimos.

Laura cortó el clima en seco.

-Acabo de conversar con la mamá del nene que estaba acá. Se quedaron sin trabajo en la fábrica, no tienen ni gas para cocinar.

-En el Club Social entregan bandejas de comida –recordó Perla-. Y en la escuela están dando bolsones con porotos, lentejas, arroz…

Pero Laura pensaba en otra cosa.

-¿Y si convertimos el costurero en cocina? No para dar comida, para cocinarla juntas.

Y la idea empezó a fermentar.

Unos días después, el saloncito de la iglesia era un murmullo en el que cada quién tenía una tarea, formando una gran fábrica humana, fragante y vaporosa. Era tan amplio el espacio que no había dificultad para estar juntos, con ventanas abiertas y medidas claras. El templo se había convertido en un gran galpón, que recibía y organizaba lo que las personas traían.

La consigna era sencilla: traé algo pequeño, hagamos algo grande. Así iba llegando gente de todo tipo y hábito, con una cuchara sopera, laurel de la casa, lentejas, una tabla para picar, brazos para revolver. La cocina se transformaba entonces en un encuentro de historias, y el humo triste y pesado de las mañanas daba paso a un vapor lleno de vida.

-¡Esto es cocinar la crisis! –decía Marta mientras cortaba manzana para una compota. En el patio, el niñito del barbijo llenaba con tierra las bolsas vacías de lentejas, y corría para buscar semillitas que sembraba entusiasmado.

Ya eran las cinco cuando la multitud empezó a disminuir, y los que quedaban se sentaron a comer.

No se querían ir, querían ser comunidad en la mesa.

-Eh, pastora, échese una oración. –dijo el Alfredo que llegaba de hacer un ‘delivery’ por el hogar.

-No, no. Hoy le toca a la de la compota. –respondió sonriendo.

Marta juntó las manos: -Gracias porque estamos juntos en esta. Gracias Dios por cocinar con nosotros. Amén.

Mirando al suelo Laura también oraba. ¡Qué cosas Dios! Otra vez multiplicaste los panes.

JJP - Equipo editor.

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Como se escribe esperanza con un cuerpo dañado; con la textura de una lata de arveja que no enciende.

Cómo se prende una luz en la oscuridad para que se encienda una esperanza.

Con la memoria de canciones de MAMÁ: Canta Canta, minha Gente Deixa a tristeza pra lá Canta forte, canta alto Que a vida vai melhorar Desde lo profundo de los cuerpos, crece la esperanza con texturas de abrazos y sueños…

Poema realizado durante el Taller del Sínodo Temático 2020