Página Valdense - Octubre 2020

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Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837

«...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20

«Ser artífices de la justicia, amar la misericordia y transitar los caminos de Dios» Miqueas 6: 8

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LEER LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS A LA LUZ DE LA CONFESIÓN DE ACCRA Sergio Bertinat

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LA OFRENDA DE LA VIUDA POBRE COMO MANIFESTACIÓN DE INJUSTICIA SOCIAL Wilma Rommel

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TEJER ALIANZAS, ACOMPAÑAR Y CONSTRUIR COMUNIDAD Patricia Medina, Cecilia Barrios y Claudia Tron

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense -Octubre 2020 - N° 263 - Afiliado a O.P.I. N° 837 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638

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Apuntes

de la Directora Lugares de encuentro En esta edición vamos a trabajar sobre justicia, a partir de la Confesión de Accra. Este documento fue adoptado por lxs delegadxs de la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas, en el año 2004. La introducción de uno de los documentos disponibles en línea que contiene la confesión , dice: «basada en la convicción teológica de que las injusticias económicas y ambientales de la economía global actual requieren que la familia reformada responda a ellas como un asunto de fe en el evangelio de Jesucristo. La Confesión de Accra hace un llamado a los cristianos reformados de todo el mundo a enfrentar las injusticias en el mundo como parte integral del testimonio y misión de sus iglesias».

Teniendo esto presente, con el equipo editor decidimos establecer tres ejes -siguiendo la estructura de este documento- que nos permita organizar el contenido. El primero tiene que ver con la lectura de los signos de los tiempos, la confesión de fe frente a injusticias sociales y ambientales y, por último, alianzas por la justicia. Estas tres líneas nos permitieron también establecer un recorrido en la lectura que es interesante para pensarnos como comunidades de fe. Si bien, este documento tiene más de una década -como lo expresa Sergio Bertinat en la página siguiente-; aún tiene una vigencia e importancia trascendental.

En este sentido, y debido a la distancia temporal de la publicación del documento, creo que es necesario hacer interactuar este texto con nuestras realidades. Sería ingenuo pensar que todos los aspectos de la Confesión de Accra continúan teniendo plena vigencia si miramos todo lo que aconteció en los últimos dieciséis años: los cambios políticos y sociales, la eclosión del feminismo, el incremento de las desigualdades y con esto el aumento de los índices de pobreza -y bien sabemos que detrás de esas cifras hay personas- y un gran etcétera. Debo confesar que cada vez que me encuentro con el desafío de ‘mirar la realidad’, tengo miedo de perder de vista que ‘la’ realidad no significa ‘mi’ realidad; que el lugar desde donde yo miro, observo y pienso críticamente sobre lo que acontece en nuestras sociedades, es sólo mío, es único y, claro, lo hagodesde una silla medianamente cómo

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da, desde el resguardo de una casa donde no tengo que pagar alquiler y también es un lugar seguro, sin pasar hambre ni tener que preocuparme en demasía sobre cómo llegar a fin de mes, con una familia y amigxs que me acompañan... Creo que reconocer todo esto -y seguramente me faltan algunas cositas más- es necesario para poner en práctica la empatía, y comprender que la realidad es algo mucho más grande y complejo que aquello que me pasa a mí o a mis conocidxs.

Pero, ¿para qué ‘mirar la realidad’? ¿qué tiene que ver conmigo, con nosotrxs? El extracto del documento que compartí antes nos da la clave: como cristianxs tenemos un compromiso con la justicia, y muchas veces esto significa denunciar la falta de ella. Seguimos teniendo ese desafío a diario: reflejar con nuestro testimonio, con lo que decimos y hacemos, que tenemos fe en un mundo mejor, que trabajamos en su construcción y tenemos esperanza porque disfrutamos de cada muestra o ‘bocadito del Reino’ que encontramos aquí y ahora.

Claro que colaborar en la construcción del proyecto de vida buena y abundante, de vida digna, que nos propone Jesús -diría, hasta insistentemente- no es sencillo, no es fácil ni rápido; sobre todo en una sociedad fragmentada como la nuestra, donde hay quienes disfrutan cada vez que un discurso -disfrazado de objetividad, cargado de datos masticados y con conclusiones tendenciosas- se cuela en nuestra cotidianidad, en nuestras conversaciones de sobremesa, en los comentarios del kiosquero... estableciéndose como verdad absoluta, sin dejar un lugar a la sospecha, al encuentro con quien piensa diferente. Sí, es difícil, pero también hay señales de esperanza... hay puntos en común, hay lugares de encuentro... quizás sea cuestión de potenciarlos, resignificarlos...

Que Dios nos siga dando paciencia, empatía y mucho amor para construir un mundo más justo, más equitativo y con más oportunidades para todxs, que también nos continúe dando señales de esperanza para manejar la frustración en el proceso, y que nos ayude a encontrar esos lugares de encuentro, a generar alianzas, tejer redes y tender puentes.

Daiana Genre Bert

Leer los signos de los tiempos

a la luz de la Confesión de Accra Poder leer e interpretar los signos de los tiempos es un desafío que los cristianos recibimos de la misma Palabra de Dios. Conocer el tiempo que vivimos es imprescindible para decidir el actuar, el testimonio y compromiso a asumir.

En nuestra memoria reciente, la Confesión de Accra es un buen ejemplo. Allí la familia mundial reformado-presbiteriana hace 16 años concluyó un trabajo de investigación y reflexión de casi 10 años, al hacerse eco del urgente llamamiento que la región del África austral, realizó en 1995. Se pedía la urgencia de reconocer la creciente injusticia económica mundial y la destrucción del medio ambiente.

Se pensó en una confesión, en la convicción de que lo que estaba en peligro, era la misma integridad del Evangelio, y por tanto exigía de las iglesias una decisión clara e inequívoca. Se dice expresamente: «Creemos que la integridad de nuestra fe corre peligro si guardamos silencio o nos negamos a actuar frente al sistema actual de globalización económica neoliberal.»(16) Precisamente, el documento, que incluye un análisis de la realidad en diálogo con el mensaje bíblico y las afirmaciones de fe, parte de esta constatación: «Hemos escuchado que la creación sigue gimiendo, en cautiverio, esperando su liberación (Ro 8:22). El clamor de las personas que sufren y las heridas de la creación misma nos están cuestionando. Observamos una convergencia drástica entre el sufrimiento de las personas y el daño hecho al resto de la creación.»(5) El sistema que causa tal daño y deterioro a la vida que fuera cuestionado en Accra, sigue en plena vigencia. Estas constataciones permiten afirmar que «esta crisis guarda relación directa con la implantación de la globalización económica neoliberal que se basa entre otros, en los siguientes principios: • La competencia ilimitada, el consumismo y la acumulación de riquezas y el crecimiento económico sin límite; • la especulación con el capital, la liberalización y la desregulación del mercado, la privatización de los servicios públicos y los recursos nacionales, el acceso sin restricciones para las inversiones e importaciones del extranjero, impuestos más bajos y el libre desplazamiento del capital; • Las obligaciones sociales, la protección de los pobres y los más débiles, los sindicatos y las relaciones interpersonales quedan subordinados a los procesos de crecimiento económico y acumulación de capital.» (9) Hoy podemos afirmar que este proceso está llevando a una cada vez mayor concentración del mercado global y de la riqueza. Es fácil constatar como en cada rubro de la economía mundial, ya se cuentan con los dedos de una mano, quienes son los que ejercen un dominio monopólico. Es fácil comprobar en nuestros países como marcas locales han ido siendo absorbidas

Según datos de la estadística de Credit Suisse, una de las más fiables, ya en 2015 el 1% de la población mundial, poseían tanto dinero líquido o invertido como el 99% restante de la población mundial. Esta enorme brecha entre privilegiados y el resto de la humanidad, lejos de achicarse, ha seguido ampliándose. Podemos ver que la pirámide de la distribución de la riqueza se ha convertido en una auténtica torre de Babel de nuestros días. Vivimos en un mundo controlado por un grupo muy reducido de banqueros camuflados en diversas empresas e instituciones financieras mundiales desde donde ejercen el poder incluso a buena parte de los mismos Estados. Controlan los mecanismos de creación de dinero, la energía, los alimentos, la sanidad, la educación, los medios de comunicación, el desarrollo tecnológico, las armas.

Este esquema además de las injusticias en el sistema de vida humano, está devastando los recursos naturales de forma que está poniendo en riesgo serio y a corto plazo la sustentabilidad del planeta. En estos años, precisamente la voracidad del sistema económico financiero está deglutiéndose los recursos del planeta en pos no del bienestar de la población, sino de incrementar las ganancias.

Ante esta realidad también tiene vigencia el hecho de asumir la propia responsabilidad. La Confesión de Accra invita a sabernos involucrados, responsables y coparticipes de la realidad, y por tanto asumir que también desde las iglesias nos sometemos al juicio de la justicia de Dios, reconociendo la complicidad de aquellos que consciente o inconscientemente se benefician del sistema económico neoliberal mundial actual; entre los que se cuentan iglesias y miembros de nuestra propia familia reformada; y que también nos ha cautivado la cultura del consumo, la codicia competitiva y el egoísmo del actual sistema económico que, con demasiada frecuencia, ha impregnado nuestra propia espiritualidad. (34) En este asumir la responsabilidad que nos toca es bueno recordarnos que: «Creemos en Dios, Creador y Sustentador de toda la vida, que nos llama asociados en la creación y redención del mundo. Creemos que Dios es soberano sobre toda la creación. De Jehová es la tierra y su plenitud» (Sal 24:1).

En consecuencia, debemos interpretar el tiempo que vivimos y asumir posturas personales, comunitarias y promover o acompañar procesos sociales que estén orientados a esto que creemos. De lo contario estaremos siendo cómplices de un modelo que pretende claramente ocupar el lugar de Dios, y que de hecho lo está haciendo. (17-19) No podemos olvidar que Dios nos llama a establecer relaciones justas, tanto entre las personas como con toda la creación.

Sergio Bertinat Una actitud y proceso similar se había llevado a cabo ante las situaciones de discriminación, genocidio racial y cultural, del apartheid en Sudáfrica. Los números en paréntesis indican el párrafo de la confesión.

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Marcos 12:41-44

La ofrenda de la viuda pobre como manifestación de injusticia social La ofrenda de la viuda

Jesús estaba sentado frente al arca de las ofrendas, y miraba cómo la gente echaba sus monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho, 42 pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor.43 Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, 44. porque todos han echado de lo que les sobra, pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, ¡todo su sustento!»

En este relato encontramos a Jesús en el templo de Jerusalén, quien está mirando el accionar de las personas.

Algunos espacios del templo permitían ser lugares de encuentro para todas las clases sociales. Jesús las puede identificar rápidamente, porque la ubicación de Jesús en el templo era precisamente frente al arca de las ofrendas.

Jesús conocía las leyes del Antiguo Testamento, así como las tradiciones y las prácticas religiosas de Israel.

Citamos como ejemplos los siguientes: «No afligirás a las viudas ni a los huérfanos.» Éxodo 22:22 «No tuerzas el derecho de los extranjeros ni de los huérfanos, ni tomes en prenda la ropa de las viudas.

Acuérdate que fuiste esclavo en Egipto, y que de allí te rescató el Señor tu Dios. Por lo tanto, yo te mando que actúes así. Cuando siegues el trigo de tu campo, y dejes algún manojo en el campo, no regreses a recogerlo; déjalo allí para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Así te bendecirá el Señor tu Dios en todo lo que hagas. Cuando sacudas tus olivos…, déjalas para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Cuando vendimies tu viña… déjalo para los extranjeros, los huérfanos y las viudas.» (Deuteronomio 24:17-21) Desde esa perspectiva y conocimiento por parte de Jesús, incorporados como preceptos y sensibilidad social, Jesús mira (reconoce) el aporte de las ofrendas. El texto relata que había personas que aportaban ofrendas desde su vanidad; pero la viuda dio todo lo que tenía.

Justamente un par de versículos antes del relato que nos convoca, leemos que Jesús estaba enseñando y denunciando a aquellas personas como los escribas que hacían largas oraciones pero se quedaban con los bienes de las viudas (¿corrupción?).

El concepto de viuda en hebreo es similar al de infante en latín: «sin voz» (Eliseo Pérez Álvarez: Marcos, 2007). Es por ello que surgió la práctica de designar a los escribas como representantes legales de las viudas para «una buena administración de sus recursos», o en su defecto, para obligarlas a contraer matrimonio por la misma razón. Todo ello era ocasión para que escribas inescrupulosos se aprovecharan de los bienes de las viudas para su propio beneficio; entonces, lo que debía ser un servicio a ellas terminaba siendo un «servicio» oportunista justificado por «largas oraciones»(v. 40). ¿Qué nos quiere enseñar Jesús al respecto? ¿No es 12:41

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tará viendo en estas circunstancias un abuso de autoridad? Recordemos que el concepto de ofrenda que se manejaba popularmente era que, a mayor valor, mayor bendición de Dios.

Pero Jesús nos presenta a esta viuda sin nombre ni voz que echa en el cofre dos monedas de cobre (de muy poco valor). Dejó todo lo que tenía para su subsistencia. Jesús, entonces, realiza por un lado una denuncia de quien da de lo que le sobra, esperando que los demás lo vean para que no pase desapercibido; y por el otro lado hace un anuncio: quien entrega lo único que tiene para vivir… ¿Dónde está la responsabilidad de la institución del templo en el cuidado a las viudas? Si su tarea era la de gestionar de tal manera que las viudas no pasaran necesidad, y el templo tenía el compromiso de velar por las viudas pobres (véanse los textos del Antiguo Testamento mencionados), ¿no se estaba ejerciendo un abuso de poder disfrazado de religiosidad? ¿No se explotaba así a las personas más empobrecidas?

El Prof. Néstor Míguez, explicando este pasaje (Estudios Exegéticos Homiléticos 44: año 2003), profundiza en el trasfondo socio-económico imperante en aquella época por el cual se usaba la religión para mantener un orden de sumisión de las clases más pobres a favor de las más pudientes. La ofrenda de la viuda, entonces, en la concepción de Jesús, no sirve tanto como modelo de ofrenda (Jesús no alaba esta actitud) sino como muestra de la explotación porque, haciendo esto, ¿quién ayudaría a la viuda en su subsistencia si los responsables de la religión instituida se negaban a protegerla? Esta ofrenda, por lo tanto, expresa sin decirlo que el régimen social en la práctica (aunque no en la teoría) impedía el cumplimiento de una ética solidaria para el rescate de las viudas pobres y de otras personas en estado de vulnerabilidad social y económica.

De aquí que, entendido este encuentro en el templo como enseñanza profética de crítica social, religiosa y económica, Jesús pone de manifiesto las desigualdades en medio de su pueblo que vienen refrendadas por una religión que las justifica. La viuda pobre es una víctima de las circunstancias por ser mujer, viuda y pobre sin protección social. Ella es la protagonista de su ofrenda pero, a la vez, no debe desconocerse su estado de víctima porque su práctica religiosa la lleva a quedarse en la indigencia. Y esto no es lo que Jesús quiere (para mayor claridad léanse los versículos 38-40). ¿Qué aprendo yo de este pasaje?

1) Que Jesús muestra con claridad las desigualdades sociales.

2) Que Jesús nos enseña cuál era en aquella cultura el rol de la mujer y cuál debe ser.

3) El mal uso de las leyes: mala interpretación y mala praxis.

4) El abuso de autoridad. ¿Y qué reflexión le deja a Ud., estimado/a lector/a?

Wilma E. Rommel Pastora

Justicia social a- El caso de la empresa Vicentin: una empresa que tuvo un origen familiar: fue creada por don Pedro Vicentin, en 1929, en la ciudad de Avellaneda (norte de Santa Fe), y desarrolló actividades textiles y oleaginosas. Luego devino en una de las cerealeras más grandes del país. Esta empresa está en un proceso de quiebra.

El presidente de la república, Alberto Fernández, propuso la expropiación de esta empresa, debido a la posición estratégica que ocupa, en el sector agropecuario.

El intendente de la ciudad de Avellaneda, Dionisio Scarpin, alegó -con el apoyo de muchos/as- que la empresa es un bien familiar y representa el progreso local. Y que el Estado no tiene el derecho de violar la «propiedad privada».

Lo cierto es que Vicentin es una corporación transnacional, que llegó a esa condición mediante la ayuda del Estado.

En los ’60: En el gobierno de Onganía, se le otorgó tierras en el norte de Santa Fe. En la dictadura de 1976, se estatizó su deuda, de 2 millones de dólares.

Y el 2019, recibió un préstamo del Banco Nación, por 300 millones de dólares, la cual no fue devuelta.

Mientras los dueños de Vicentin, viven en un mundo de yates y ensueños, hay una porción importante de la población que vive en la miseria más paupérrima y degradante. b- El femicidio brutal de Rocío Vera: Rocío era una adolescente de 14 años que fue asesinada por una «manada».

Ella, siendo una adolescente, vivía en pareja, en la casa de sus suegros. Esta es la opción a la que están condenadas muchas niñas, porque en su casa son bocas que sobran, y deben buscar el sustento a como dé lugar.

Los femicidas, algunos de ellos menores de edad, son personas que vivían en estado de degradación: tomando vino e inhalando pegamento casi todos los días.

Ellos habitaban una casa abandonada, que se usaba como «aguantadero», en donde se vendía drogas y se practicaba la prostitución. Allí, finalmente, asesinaron a Rocío Vera.

Estos dos sucesos, el de Vicentin, y el de Rocío Vera, son las caras de una misma moneda: una realidad en donde la desigualdad social es un problema grave para muchas personas. ¿Y qué rol debería jugar el Estado?

Sus políticas propician esta desigualdad.

A nosotros, ciudadanos/as, nos toca el compromiso de luchar por denunciar estas situaciones de injusticia, exigir del Estado políticas de equidad social, y promover alternativas para que estas atrocidades no vuelvan a suceder. ¿Pero cómo denunciar o exigir al Estado algo que no vemos? La pregunta surge porque una gran mayoría de nuestra sociedad no está pudiendo (o queriendo) ver esta realidad, estas injusticias y tantas otras. Me quedo con que no están pudiendo, para ponerle un poco de esperanza y positivismo a la cuestión. ¿Y por qué?

Porque se paran justamente en la vereda de enfrente: defendiendo al opresor, al que oprime económicamente, al que oprime ideas, al que oprime vidas. Se paran con banderas de «justicia», «libertad», «democracia»…

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Preguntémonos, entonces, qué es la Justicia. La justicia, principalmente es equidad, sobre todo si la pensamos en el ámbito de lo social. La justicia social es igualdad, igualdad de oportunidades, de derechos, de género, de distribución… y todo eso es libertad, y todo eso es democracia. Pero pareciera que, por el contrario, la igualdad molesta, enoja, incomoda y hasta genera violencia.

“

La ciudad de Reconquista se halla al norte de Santa Fe, a unos 120 kms del límite con la provincia del Chaco.

Es una ciudad de aproximadamente 90 mil habitantes, y cuenta con un polo industrial ligado a la actividad agrícolo-ganadera. Si bien Reconquista no es una ciudad grande para las dimensiones que tiene Argentina, fue sacudida por dos sucesos que han tenido relevancia nacional: a- El caso de la empresa Vicentin. b- El femicidio brutal de Rocío Vera.

Más arriba dijimos que como seres humanos, «nos toca el compromiso…». Eso es cierto, pero no siempre lo elegimos. Quizás podamos discutir si tenemos la libertad de hacerlo, en el ámbito de lo individual, pero ¿es igual cuando formamos parte de instituciones sociales?

No lo creemos o, en realidad, es contradictorio. Como parte de una institución educativa, de salud, política, jurídica, económica, laboral (sindicato) y eclesial, no hay opción. El compromiso se hace deuda, se hace deber.

Es nuestra obligación, como cristianas y cristianos, estar del lado del que sufre, del oprimido/a, del violentado/a, del estafado/a, el desocupado/a, el explotado/a… Parémonos en su vereda, abracemos sus luchas y hagámoslas nuestras.

Eduardo Obregón María Laura Zanuttini PÁGINA VALDENSE I 5

Justicia de Género:

¿semántica, buena voluntad o compromiso real?

La expresión «justicia de género» alude a la igualdad de acceso a los derechos civiles, políticos, económicos y sociales, entendiendo que las mujeres se enfrentan a barreras concretas al acceder a esos derechos.

Desde las teorías feministas en este sur no es un concepto muy utilizado; puedo decir que es considerado un término con mucha fuerza en el mundo anglosajón y nacido en el seno de agencias y organismos internacionales. Varias familias confesionales, mayormente las nucleadas en el Consejo Mundial de Iglesias, lo han adoptado porque referencia conceptos que sienten abarcan diversas aristas de la vida pública y privada.

Personalmente es un concepto que me resulta ambiguo ya que es válido para funcionar en un sistema consolidado por estados de derechos, democracias al estilo occidental, cuerpos de justicia siempre lideradas por hombres blancos, de clases formadas, patriarcales y capitalistas... etc. No es casual que seamos las mujeres las que estemos en línea de defensa frente a la sociedad «capitalismo, patriarcado y colonialismo», ya que somos quienes más sufrimos en manos de la explotación y saqueo de cuerpos, vidas y territorios. Por eso pienso que la «justicia de género», como concepto occidental blanco y académico, queda corto en lo que hace a la diversidad de los feminismos en nuestra región.

Donde la justicia de género tiene un peso específico es cuando hablamos de justicia restaurativa, en procesos de transición social y política en zonas de conflictos y sería realmente desafiante si, en ese sentido, tuviera responsabilidad para nuestras comunidades de fe. Es decir, pensar la justicia de género no solo como desafíos transformadores de realidades sino también restaurativos hacia las mujeres.

Siempre mi temor es que los conceptos políticamente correctos nos conformen en lugares supuestamente progresistas, pero sin la fuerza cuestionadora necesaria para «mover los avisperos». ¿Y por qué digo esto? Porque mucho de lo que se trabaja bajo el paraguas de «justicia de género» se elabora, piensa y ejecuta desde varones, y también mujeres, con buena voluntad, pero sin encarnación en la lucha feminista. Coincido y cito a la académica cubana Teresa Díaz Canals cuando dice: «No puede existir el género si no existe el feminismo; para desarrollar un proyecto con enfoque de género es imprescindible saber de feminismo.

La teoría de género es una categoría relacional que nace en la madurez del pensamiento feminista. Es un disparate apropiarse de un lenguaje, de una práctica y transmitirlo sin el alma de esas ideas. El desarrollo teórico de la perspectiva de género implica necesariamente una carga crítica y transformadora de la realidad social.»1 Personalmente prefiero usar el concepto de Equidad de Género, ya que pone un componente ético para asegurar una igualdad real, que de alguna forma compense la desigualdad histórica que tenemos las mujeres.

La justicia de género, de acuerdo a la definición de la Federación Luterana Mundial, implica la protección

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Claudia Florentin

y promoción de la dignidad de las mujeres y los hombres que, siendo creados/as a imagen de Dios, son administradores/as corresponsables de la creación. La justicia de género se expresa por medio de la igualdad y las relaciones de poder equilibradas entre las mujeres y los hombres, y la eliminación de los sistemas institucionales, culturales e interpersonales de privilegio y opresión que mantienen la discriminación.

La Confesión de Accra, haciendo una crítica de estos sistemas de opresión, dice: «Se trata de una ideología que aduce que no hay otra alternativa y exige una cadena interminable de sacrificios a los pobres y a la creación…»

No podemos hablar de los pobres, de las márgenes, sin hablar necesariamente de las mujeres como pobres, oprimidas, explotadas: como la mitad del planeta que sufre y de una manera diferencial por su condición de género.

Y podemos hablar y llenar carillas de proyectos con Justicia de género o Equidad de género, pero lo cierto en pleno siglo 21 es que estamos lejos de parar esa «cadena interminable de sacrificios» a las que se refería la Confesión de la Comunión Reformada.

La equidad, la justicia están puestas en el papel, pero en la realidad de cada una no está conseguida, «es un ejercicio del día a día, del aquí y el ahora», en el decir de la teóloga mexicana Marilú Rojas.

«Nuestras luchas feministas deben llevarnos a ser mejores personas, a construcciones horizontales, ejerciendo poderes para y no para poderes sobre»… dice Marilú, y tal vez ese sea nuestro mayor desafío en tantas comunidades de fe: repensar la antropología, las representaciones e imágenes de Dios que nos desafíen a construir nuevas formas de entender las relaciones con la otredad, con Dios, con la casa común.

Claudia Florentin Editora de ALC Noticias, Directora de Con Efe Comunicaciones. Hace parte de la Coordinación de la Red TEPALI- Red de Teólogas, Pastoras, Lideresas y Activistas Cristianas de América Latina y el Caribe 1

Teresa Diaz Canals, en Movimientos de mujeres y lucha feminista en América Latina y el Caribe / Magdalena Valdivieso ... [et al.]. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, 2016. Libro digital, PDF

Somos naturaleza toda que convive para vivir

El trabajar en un proyecto de vida buena y abundante para todas las personas no se puede pensar fuera del cuidado de la creación, del medio ambiente. La casa común es el todo que habitamos que nos permite vivir nuestras experiencias y da paso a todas las luchas sociales, una casa que nos protege y nos regala lo que necesitamos para vivir. Somos parte de la construcción de esta casa común, somos naturaleza toda que convive para vivir.

Esta casa común que habitamos no vive en armonía ya que ejercemos poder sobre ella. Vivimos en un sistema social y económico consumista que no es sustentable, nuestros consumos como seres humanos cada día son más elevados y eso hace que no podamos proyectar el planeta tierra como un espacio sano para vivir plenamente. Esta casa común en la que vivimos se encuentra contaminada generando violencias, enfermedades y alimentos poco nutritivos.

El sistema de vida actual arrastra un modelo productivo que genera una pérdida de la soberanía alimentaria, entendiéndola como el derecho de los pueblos a decidir sobre sus propias estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población (Centro Emmanuel, 2017) . Al pueblo el sistema le ofrece: productos elaborados a gran escala, de multinacionales, de cadenas de supermercados, lugares de comida rápida. Esto lo consumen las personas que tienen el poder adquisitivo para hacerlo, las demás, consumen lo que el estado tiene para subvencionar, que son por ejemplo, las canastas de alimentos.

Esta situación de crisis alimentaria que la sociedad viene arrastrando se ha visto agudizada ante la crisis social por la pandemia Covid-19. Por problemas económicos y de desempleo muchas familias comenzaron -y otras continuaron- a depender de canastas de alimentos, que son muy necesarias para que las familias puedan subsistir, pero traen alimentos con un elevado aporte de calorías y una escasa variedad nutricional, generando en las familias más afectadas un problema alimenticio.

Esta situación también golpeó en el sureste del departamento de Colonia, Uruguay. Alrededor del Centro Emmanuel, y de lxs que trabajamos allí, la crisis social, económica y alimentaria estaba afectando a familias de las ciudades cercanas. Como centro comprometido por la justicia socioambiental, y queriendo responder ante la coyuntura, generamos en abril de este año el proyecto «Vos podés plantar tu propia comida». Dicho proyecto se basa en entregar un manual de huerta, calendario de siembra y paquetes de semillas de estación para que las familias que están recibiendo canastas de alimentos puedan comenzar su huerta agroecológica familiar en casa. Estos alimentos agroecológicos cosechados por las familias serán complemento de las canastas de ali-

mentos que reciben y, simultáneamente, se revaloriza y resignifica el tiempo de las personas que experimentan los desafíos asociados a la «cuarentena» y/o del deterioro o pérdida de empleo: aislamiento, incertidumbres, afectaciones psico-emocionales. Si bien el proyecto sigue en curso, hoy en día son ochenta y cuatro las familias que comenzaron su proyecto de huerta agroecológica en casa. También nos contactamos con diferentes huertas comunitarias del departamento y comenzamos a trabajar colectivamente.

Las huertas familiares y comunitarias son espacios políticos donde las personas y grupalidades realizan estrategias sustentables de producción, distribución y consumo, adquiriendo alimentos sanos y nutritivos que garantizan el derecho a la alimentación. Hay que apostar a los espacios comunitarios desde invitaciones nobles y comprometidas, para entender que podemos plantar nuestra propia comida y así, poder garantizar el derecho a la alimentación para toda la población. Estas estrategias nos abrazan y sacan adelante en épocas de crisis, pero nos acompañan a lo largo de la vida, entendiendo que trabajamos en pos de una necesidad básica y de un derecho al alimento sano y de calidad para todas las personas.

Todas las personas desarrollamos estrategias de producción, distribución y consumo para alimentarnos y subsistir. Hoy invito a que podamos repensar nuestros consumos, a habilitar pensarnos como productores y productoras de lo que comemos y a poder distribuir alimentos de forma solidaria y amorosa.

Federico Sánchez Toniotti

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Tejer alianzas, acompañar y construir comunidad

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aspectos de su vida cotidiana. Es también la pérdida de un lugar identitario, como lo es un barrio y una comunidad donde puedan desarrollar sus potencialidades, y la ausencia de estos lazos es la que los lleva a habitar las calles, marcando una fuerte identidad: la situación de calle. Esta situación implica riesgos vitales, ya que persisten en muchos casos, el consumo de alcohol y drogas, lo cual refiere a una situación del sujeto que se construye en la calle, de desvalorización y pérdida de su subjetividad.

Como problemática se inscribe en un mundo globalizado, donde prima lo económico por sobre el bienestar de las personas, la injusticia, el egoísmo, la meritocracia, la inequidad, la desigualdad; de este modo, cualquier sujeto que se salga del molde impuesto por los modelos hegemónicos, se cae hacia los bordes hacia la marginación social, lo cual pone en tensión al mismo sistema.

Nuestro rol como comunidad de fe desde la RED, es el de tejer estas alianzas, con las organizaciones civiles y populares de la sociedad civil, alianzas que signifiquen un compromiso sostenido hacia la búsqueda de la justicia social, la inclusión, la igualdad de oportunidades. Eso significa reparación de derechos vulnerados, lo que no significa reintegrarlos al sistema que los ha expulsado, sino, aportar escucha, acompañamiento, seguimiento, para ir descubriendo las potencialidades de cada sujeto, respetando sus deseos y sus intereses.

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En un sistema económico que promueve la desigualdad, nuestra tarea nos convoca a la búsqueda de la incorporación de los sujetos hacia una vida plena, integral, promoviendo el ejercicio de sus derechos, respetando las libertades individuales, la singularidad en la intervención, desde la construcción colectiva y participativa de una sociedad donde quepamos todxs.

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La comunidad de Fe, Grupo Paraná-Santa Fe de la Iglesia Evangélica Valdense del Rio de la Plata, (IEVRP), cuyo acompañamiento está a cargo de la Pastora Claudia Tron, forma parte de la «RED Interinstitucional para la Atención a Personas en Situación de Calle» desde el mes de octubre del año 2019.

A dicha RED la conforman alrededor de 20 instituciones de la sociedad civil, gubernamentales y no gubernamentales, religiosas y universitarias, de la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos.

La misma surge como necesidad de motorizar respuestas urgentes a la problemática de las personas en situación de calle. En dicha RED, se ponen en juego los conocimientos y practicas institucionales así como también un fuerte protagonismo de las ONG con un cuerpo de voluntarios, que realizan recorridas y atención en la calle.

Nuestra comunidad de fe, aporta su representación en la misma a través de dos delegadas de la comunidad: Cecilia Barrios y Patricia Medina.

La problemática de situación de calle, nos interpela como creyentes, cuando vemos a estas personas pasar frio, hambre, desamparo, en otras palabras, en la búsqueda de sentidos, porque «al confesar nuestra fe, nos aliamos en obediencia a la voluntad de Dios como un acto de lealtad a la solidaridad mutua y las relaciones responsables» (alianza por la justicia -38-) Como comunidad de fe- grupo Paraná-Santa Fenuestra tarea en la RED es muy incipiente, es un salir hacia afuera en una ciudad cosmopolita, un primer paso que constituye todo un desafío. Por lo tanto, lo que estamos haciendo en principio es, acompañar los procesos en búsqueda de la reparación de estos derechos vulnerados, capacitarnos en la temática y estar atentxs todas las acciones que los demás miembros de la red realizan, como lo es la asistencia directa y la insistente búsqueda de compromiso por parte del estado, en este caso el municipal. Esto nos permite ir sumándonos a la participación activa en la construcción de un camino de alianzas estratégicas con los diferentes actores sociales que comprometen su accionar en la búsqueda de la justicia social.

La situación de calle es una problemática social, generada por la expulsión de los circuitos económicos impuestos por el capital a las sociedades modernas.

Una de las características fundamentales de esta problemática, es justamente, la marginalidad en el que se encuentran estas personas, expuestas a todo tipo de vulnerabilidad, siendo las más notorias la económica y social, ya que no se trata solamente de la ausencia de un techo donde refugiarse, es mucho más compleja. La misma remite a la ausencia de vínculos familiares que puedan ejercer contención amorosa para ellxs. Es la ausencia de trabajo estable que les permita el sustento diario, lo que precipita las carencias en todos los demás

Esta es la meta, que nos fue dada desde la perspectiva de la fe en un Dios amoroso, desde la perspectiva de la confesión de ACCRA. Para concluir, si La calle no es un lugar para vivir, porque implica riesgo de vida. ¿Cuál sería ese lugar?

Para pensar, entre todxs.

Lic. Patricia Indiana Medina Trabajadora Social Delega IEVRP a la RED Cecilia Barrios Delegada IEVRP a la RED Claudia Tron Pastora de la IEVRP

Movimiento Juvenil Valdense | Año XX |Octubre2020 | conexionesvaldense@gmail.com

Conexiones La Fe, puente para la liberación

«Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron. [...] Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.»

Mateo 25: 40 y 45 La Confesión de Accra: «Alianza por la justicia económica y la vida en la tierra».

Una declaración de fe que compromete a las iglesias a cumplir «un pacto de obediencia a la voluntad de Dios como un acto de fe en solidaridad mutua y en relaciones responsables»; a volver a un marco espiritual que desafíe la cultura del consumismo y el individualismo.

Las doctrinas económicas actuales niegan la soberanía creadora de Dios y rompen el pacto con él, excluyendo a los pobres, los vulnerables y a la Creación entera de la plenitud de la vida. Este pacto «nos une para trabajar por la justicia en la economía y en la tierra, tanto en nuestro contexto global común como en nuestras regiones particulares». Y manifiesta su rechazo a «toda forma de injusticia que destruya las relaciones por causa de género, raza, clase, discapacidad o casta».

«Las iglesias, escuchando el clamor de hermanos y hermanas de todo el mundo y mirando la amenaza al don de Dios de la creación, reflexionaron sobre el texto de Isaías 58:6 “…romper las cadenas de la opresión y los yugos de la injusticia, y dejar en libertad a los quebrantados”.»

La justicia es un asunto de fe

La libertad a través del encuentro con Dios es el requisito previo para una sociedad que respete la vida y la dignidad de los demás seres humanos y de la naturaleza toda. Sólo ampliando los horizontes para incluir los intereses de todos los individuos y grupos, se pueden establecer condiciones socialmente justas.

De acuerdo con la visión establecida en la Biblia, el ejercicio del poder totalitario siempre conduce a la injusticia social; se ha demostrado tanto históricamente como en la era moderna, no sólo por los sistemas neoliberales, sino también por los totalitarismos nacionalistas y comunistas que hemos visto derrumbarse durante las últimas décadas.

El sistema económico actual es extremadamente complejo e inmoral, defendido por una conjunción de poder que constituye una dominación dirigida por naciones poderosas para defender sus propios intereses a costa de todo. Por eso, desde la confesión de Accra se rechaza toda pretensión de imperio económico, político y militar que subvierta la soberanía divina sobre la vida y atente contra el justo reinado de Dios; se rechaza la cultura del consumismo desenfrenado, la avaricia y el egoísmo competitivos del sistema de mercado mundial neoliberal y cualquier otro sistema que sostenga que no existen alternativas. «Creemos que toda economía del hogar de la vida concedida por el pacto de Dios para sostener la vida es responsable ante Dios. Creemos que la economía existe para servir a la dignidad y el bienestar del pueblo en comunidad, dentro de los límites de la sostenibilidad de la creación.»

De jehová es la tierra y su plenitud, y es en Jesús en quien encontramos el modelo para nuestro accionar.

«En su cristología nos posicionamos, y al igual que él, optamos por el amor que se prodiga a la humanidad y a la creación entera. Amor que se convierte en paz con justicia y en dignidad para los pueblos. Amor que transforma a las personas hacia una mejor distribución de los recursos disponibles para satisfacer las necesidades dignas para el buen vivir. Amor que camina hacia una “teología de lo suficiente”.

Accra desenmascara explícitamente el ideal de “ser humano” desde el sistema capitalista excluyente, caracterizado por la explotación y el egoísmo, donde la humanidad representa un objeto o medio para rescatar la imagen bíblica del ser humano a imagen de Dios, sujeto único. Accra desenmascara tácitamente la ausencia de libertades y derechos en los sistemas totalitarios.»

Florencia y Nadia

Información obtenida en: http://wcrc.ch/wp-content/uploads/2015/05/AccraConfession-Introduction-Spanish.pdf “La Confesión de Accra. El Pacto por la Justicia en la Economía y en la Tierra”

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Relato de un

encuentro

Del baúl misterioso a la evangelización y… el feminismo Cuando recibí la invitación de Pagina Valdense para escribir esta columna, enseguida pensé en Noemí. Hacía rato le daba vueltas a la idea de conocerla un poco más. Había pensado hacer un reportaje para la radio, pero no tuve mucho éxito: «para hablar de educación hay gente más joven», me dijo. Como siempre, Noemí y su palabra justa, su inteligencia y su bajo perfil. Página me daba ahora la posibilidad de conocerla más y contarlo.

Pero claro, enseguida pensé que este no podía ser el ‘relato de un encuentro’ sino de muchos encuentros.

Nuestros caminos se han cruzado en muchas oportunidades. Seguramente, para muchas de las personas que participamos en la iglesia, en las comisiones o en los Sínodos; Noemí no es una desconocida. Posiblemente, muchos y muchas han tenido oportunidad de escucharla en conversaciones en grupos chicos, mano a mano y mucho mas raramente en plenarios.

Podría decir que uno de los cruces de nuestros caminos se dio en espacios muy queridos para mí: el campamento de Conchillas y la capacitación de líderes. Recuerdo que luego del taller, o curso como se llamaba por aquellos años; a la noche, se hizo un fogón y actuaron «lxs grandes». Nunca me voy a olvidar de esa mujer pequeña, tan sólida en sus conocimientos y en su testimonio de fe; pero también con tanta posibilidad de reírse, de divertirse tan sencillamente y en forma tan contagiosa.

Otros encuentros tienen que ver con el Centro Emmanuel y algunos espacios de capacitación, fundamentalmente en el tema educación cristiana. Otros fueron aún más íntimos, en la casa en la que vivía con su papá y su mamá. Un papá muy anciano y con muchas ganas de conversar, Geymonat Artus, igual que mi abuelo, ¡así que somos todos parientes! Su mamá, una mujer atenta y dedicada, hablaba con admiración de Noemí. Siempre me emocionó eso.

Antes de contarles sobre nuestro encuentro, quiero dejar algo claro: yo admiro a Noemí, y la considero una de esas personas fundamentales para mí y para la comunidad. Quizás podría definirla como una mujer de bajo perfil, aunque después de nuestra charla, no me

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convence del todo. Dice que perdió el pánico escénico a los 3 años cuando dijo una poesía en un festejo del día de la madre, en la iglesia; porque tuvo que empezar dos veces la actuación debido a que el telón no se abría. Paradita sobre una silla, en el escenario. Si, siempre ha sido una mujer muy pequeña físicamente, no me imagino cómo sería a los tres años. Nunca sintió miedo de hablar en público, comenzó a dar clases de la escuela dominical siendo apenas una adolescente, pero… si está callada es porque no tiene nada que decir y no entiende a la gente que habla, aunque, justamente, no tenga nada para decir. Y vuelvo a algo que esta entrevista me confirmó: ni bajo perfil, ni timidez, ¡una mujer muy inteligente!

Vivió toda su vida en el campo. Nació en la casa en que había nacido también su papá. Es la segunda de 4 hermanas y un hermano. En su casa siempre vivió su abuela, que falleció con 97 años. La diferencia de edad entre lxs hermanxs y la presencia de las abuelas –presencia que ella define como fundamentales- hicieron que en su familia siempre hubiera niños y niñas, y personas ancianas. Mucha gente que acompaña y a la que acompañar. La entrevista se fijo para las 17 horas porque pasaría todo el día con su sobrina nieta, Noemí siente que esto es algo muy bueno para ella, estar en contacto con niñas y jóvenes la mantiene bien. ¡Angelina tiene 6 o 7 años y Noemí 78! Y no me puedo imaginar mejor compañía para ambas.

Ese lunes me recibió en su casa, en Valdense. Preparó té para las dos, y es emocionante la sencillez y calidez, no por la estufa que se apagó durante la charla de tan entusiasmadas que estábamos, sino por los gestos, las palabras. Estar allí, con Noemí es tener todo lo necesario para estar bien, no sé cómo se define eso… ¡Basta decir que antes de entrar ya tenía una planta de regalo!

Me podría quedar una semana escuchándola, cuenta su vida como una atrapante historia, con distintos tonos, con misteriosos silencios, bocadillos muy críticos del pasado y de la sociedad y hasta con mímica: se pone de pie para imitar a un alumno de la escuela dominical, ¡de quien recuerda el gesto y su nombre!

A los 6 años comenzó la escuela en Valdense –unos

4 kilómetros de su casa- iba caminando junto a sus hermanas, ya sabía leer y su abuela le había regalado un nuevo testamento, tan pequeño que cabía en un bolsillito. Recuerda especialmente que muchas veces aprendían con los alumnos y alumnas más grandes, me cuenta cómo le enseño la suma con dificultad a una compañera de 6to. ¡Recuerda su nombre y pudo comentárselo 50 años más tarde! Con 12 años empezó el liceo, ¡ahora en bicicleta! Y cuando terminó, fue anotarse en magisterio. El Instituto todavía no era oficial y los exámenes los tomaban profesores de Montevideo, para 12 materias venían dos días y ¡se enteraban por radio el día anterior qué materias debían rendir!

Me cuenta muchas cosas de ese tiempo de estudio, es una pena, pero no hay tanto espacio en estás páginas.

Aunque sí les comparto que, como estudiante de magisterio, realizó un censo en el pastoreo para la práctica de sociología y, algunos años después, los datos sirvieron para el proyecto del Centro de Servicio Social.

A los 20 años se recibió de maestra y trabajó en Conchillas, en una escuela de la Iglesia Bautista por un año y allí recibe, vía Pastor W. Artús, una invitación para trabajar en Chile en un colegio de la iglesia Presbiteriana. Estuvo allí tres años, ¡con 23 años fue la directora de ese colegio! Por falta de fondos que venían de Estados Unidos, el colegio se cerró. Era el tiempo cuando Allende perdía las elecciones por tercera vez, a pesar de la gran movilización de la izquierda y también fuerte represión, según recuerda Noemí. En ese tiempo leyó a Makarenko y estuvo por revalidar el título para quedarse.

Volvió a Uruguay y trabajo durante 29 años en escuela pública. La dictadura fue un tiempo difícil, especialmente en los años 80 cuando los cambios de planes y los «ajustes» en la educación se hicieron sentir fuertemente. «Me enfermé», dice. ¡Concurre a la iglesia desde que empezó a caminar! Toda la escuela dominical, poesías incluidas, luego sin solución de continuidad: maestra. «Me encantaba, era muy chica pero ya podía ser maestra». Su papa les había hecho una suscripción de Arco Iris, leía también Mensajero Valdense, materiales del Ejército de Salvación… y las cosas que había en el baúl famoso.

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Es interesante cómo vivían la fe en su casa. Las abuelas marcaron mucho, pero también una mamá que explica el símbolo del arco iris: Dios nos quiere y nunca va a hacer algo malo contra nosotros. ¡Doña Argentina haciendo teología bíblica!

Incluso lo administrativo de la iglesia era parte de la vida familiar: el papá era parte del consistorio y recuerda una discusión muy vívidamente: «Papá vino muy contento porque se había decidido conseguir el órgano, sin embargo, mamá creía que ese esfuerzo sería mucho mejor usarlo para hacer por ejemplo una casa a alguien que lo necesitara». uando terminó el catecismo tenía muchas dudas, especialmente sobre la Santa Cena y decidió no confirmarse. Esto casi me pareció imposible, sin embargo el pastor era un joven Wilfrido Artús y las dudas fueron aceptadas, luego confirmó su fe más adelante.

La dictadura fue un tiempo difícil también en la iglesia, Noemí siguió dando clases, experimentando con «las etapas de eduación cristiana» -ella fue parte del equipo que las realizó-, haciendo reuniones de maestras, el pastor Delmonte apoyando este proceso.

La Escuela Dominical en el campo, la escuelita Félix fue también un respiro, una válvula de escape, ¡teníamos más libertad! Noemí me dice «y a los gurises si los dejas pensar y ¡hablar...! Era respirar aire fresco, aunque había que cuidarse… A veces, por ejemplo, saliendo de alguna reunión de consistorio pensaba: ¿volveré?»

Le pregunto por «los institutos de estudio en el Parque», y me dice «sí, claro, en algunos estuve. Eran muy discutidos, me acuerdo de algún viejo diciendo: “vos decís eso porque sos muy joven, vas a ver después… tata ta ta ta ta”».

La historia se va para otros lados, la charla sigue y de repente me sorprende una afirmación de Noemí: «yo todavía no descubrí bien como tenemos que evangelizar. Cómo hacer para trasmitir la fe y no una cultura, es la preocupación…» Noemí se sigue preguntando a los 78 años como respetar a las personas y trasmitir la fe. Se sigue preguntando… ¡y me deja pensando otra vez!

Para ir finalizando, le pregunto a boca de jarro: «¿sos feminista?» Y me dice: «Tal vez no me defino así, pero si adhiero y quizás si fuera más joven militaría mucho más. Ya no puedo oír hablar de los maestros o los niños. Le debo a algunas personas en la iglesia ver estas cuestiones, yo siempre trabajé en educación y allí, como somos mayoría, tal vez no lo sentí tanto. La importancia de educación para todos y todas, un importante número de mujeres haciendo cosas, como modelos nos ha permitido tal vez una iglesia un poquito menos machista, un poquito, ¡un poquito más evangélica!»

Es difícil conversar sobre la importancia de la fe en su vida. Pero siento que todo lo que ha hecho, y es mucho y muy importante, tiene que ver con la fe en el proyecto de Dios y en cómo ha vivido, y sigue viviendo, en medio «del mundo» para ese proyecto. Pero sí me dice que, aunque al principio no estaba muy claro, puede decir que ha recibido el llamado de Dios.

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Desafíos de este tiempo para el Ecumenismo «En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros» Enrique Pichon Rivière A la pregunta que me hicieran desde la Dirección de esta publicación, «qué viene pensando el mundo ecuménico», me atrevo a compartir algunas reflexiones.

El llamado «mundo ecuménico» tiene distintos niveles de organización, así como de reflexión y propuestas de programas. Desde el reconocido Consejo Mundial de Iglesias, movimientos ecuménicos regionales, el Consejo Latinoamericano de Iglesias, redes de teólogas más recientemente, redes de ambientalistas, redes para un abordaje de la niñez y la adolescencia desde sus derechos, y tantos otros que sería interminable enumerar. Movimientos y organizaciones regionales y locales que, en el Río de La Plata, surgieron en distintos tiempos de situaciones críticas de nuestros países, y que mayormente fueron orientados a la atención directa de personas y comunidades en riesgo, así como a la reflexión y desarrollo de programas de capacitación y acompañamiento a diferentes comunidades.

A modo de ejemplo de esto último podemos mencionar a la Junta Unida de Misiones, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, CAREF, Centro Ecuménico de Córdoba; que, desarrollando sus acciones a lo largo de los años, son desafío permanente para las iglesias que participan de los mismos.

Es así como a partir de estas y otras iniciativas, que tienen siempre a hombre y mujeres líderes de nuestras iglesias que van adelante, marcando el camino, hemos participado de encuentros, consultas y acciones sobre las temáticas relevantes y muchas veces urgentes de cada país, y de la región.

Hoy frente a la pandemia del coronavirus, toda la población en un mismo padecimiento, nos obliga como personas de fe a involucrarnos en acciones puntuales, la salud colectiva, la alimentación de todos y todas.

Los organismos ecuménicos no pueden abandonar sus objetivos originales, sin embargo, una y otra vez, como ahora, además de continuar en sus tareas y actividades ya establecidas, que en general no son pocas, tienen que repensar cómo responder a lo urgente: acceso al agua, a la comida, a la habitación, a la salud en tan compleja situación. Es necesario dar respuesta a las nuevas peguntas y demandas. Y darse el tiempo para reflexionar aún en la emergencia.

Un ejemplo de reconversión es la Comisión Argenti-

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na para Migrantes y refugiados, que nace en Argentina (CAREF) días después del Golpe de estado en Chile en 1973, que derroca el gobierno constitucional que presidia Salvador Allende e instala una cruel y sangrienta dictadura. Migrantes y refugiados cruzan la cordillera desde Chile a la Argentina, entre ellos, ciudadanos y ciudadanas uruguayas que anteriormente habían migrado a Chile por la dictadura en su país. Y a partir de la emergencia, CAREF se va conformando y estableciendo como una organización que, hasta el día de hoy, asiste y acompaña a refugiados y migrantes, desde la perspectiva de los derechos de las personas y en primer lugar, el derecho a migrar. Ayer fue el refugio, luego la documentación, después educación de los niños y toda la atención necesaria. Mientras tanto se fue involucrando con las redes de y para migrantes y refugiados de América Latina y el Caribe. Desarrolla tares de capacitación en derechos de migrantes e investigación. Hoy es el coronavirus. Y hay que responder. Nuevas demandas, nuevas respuestas.

El trabajo ecuménico implica no solo el acuerdo de un grupo de iglesias para responder a determinados objetivos, sino que necesariamente para completar su misión, requiere de articular con otras organizaciones «seculares» y con organismos del estado a fin de desarrollar un trabajo en forma integral.

La voz profética de la comunidad ecuménica debe estar siempre presente dando apoyo y contención a quienes están en la acción; desafiando a las iglesias a responder ante las nuevas situaciones que viven los pueblos.

No siempre es fácil que todos nos pongamos de acuerdo, aunque como dicen, estamos en la misma barca, símbolo junto a la cruz, del movimiento ecuménico.

En las demandas encontraremos la respuesta para ponernos en acción.

Decía Juan Wesley en uno de sus sermones «No me obligues a pensar igual que vos, como yo no pretendo que cambies tus ideas. Y… si es así, dame la mano».

Jesús no pregunta de qué iglesia sos. Solo nos pide gestos de amor.

«Y poderoso es Dios para hacer que abunde en ustedes toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas lo suficiente, abunden para toda buena obra; porque está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre» Segunda epístola de Pablo a los Corintios: cap. 9:8 y 9 Susana Matilde Jacob

Comunicándonos Federación Femenina Evangélica

Algunas noticias desde

El Hogar de Ancianos de Colonia Valdense

El Hogar para Ancianos está cumpliendo 87 años de vida y trabajo.

Mucho se ha hablado y escrito sobre su trayectoria, sus sucesivas ampliaciones, el cumplimiento de las exigencias en cada época y mucho habría que hablar todavía.

Puedo decir que asistí al acto de inauguración con mi mamá, el 14 de octubre de 1933, y que hace 1 año y medio que soy una huésped más de los cientos que han pasado por aquí.

Quisiera escribir algo de la vida en este lugar, recordando que la familia es numerosa; unos 80 funcionarios para atender a 90 ancianos; cada uno con su larga historia de vida, sus dolencias, su carácter, sus gustos, habilidades y dones.

Pueden imaginarse que la tarea es continua y compleja. Lo es para el personal directivo, administrativo y para el que trabaja en las diversas tareas de este enorme edificio. Pero también implica, de parte de los huéspedes, la colaboración, agradecimiento y comprensión.

Esto no impide que, si podemos pensar y observar, también podemos hacernos preguntas, emitir opiniones que ayuden y dialogar.

El taller de la memoria que dirige la psicóloga semanalmente, nos puede ayudar en la convivencia que se produce aquí. Para matizar un poco estas reflexiones, les cuento lo que sucede en horas del mediodía.

En la gran cocina, equipada y luminosa, se prepara la comida para todos los huéspedes y el personal de turno, considerando los distintos tratamientos: diabéticos, celiacos, sin sal….

A las 11 hs. más o menos, cuidadoras del sector geriátrico llevan todo lo necesario para el almuerzo, en un gran carro. Se distribuye en bandejas, en las mesas de los dos pisos; muchos ancianos necesitan ser estimulados para comer, a otros hay que darle pacientemente en la boca. Al mismo tiempo, en el sector de los más

autoválidos, varios con más dificultad, son traídos en sillas de ruedas a un comedorcito que comunica con la cocina. En un carrito de tres pisos se reparten las bandejas a los que, por variados motivos, permanecen en sus habitaciones. Y en el gran comedor, unos 45 más se distribuyen en las mesas ya preparadas, a las 12 hs.

Este movimiento se repite diariamente en cada comida, centralizando en la cocina el lavado de toda la vajilla. ¿Cómo se abastece esa gran cocina con sus exigencias? No conozco los detalles, pero mirando por mi ventana vi el otro día al joven que hace el mantenimiento, lavando una gran bolsa de zanahorias y hoy, acarreando dos enormes zapallos. ¡Cuántos viajes tendrá que hacer!

Para contar de todos los trabajos que se hacen aquí, no da más el espacio, pero tal vez habrá otra oportunidad; lo mismo pasa con los nombres; ¿cómo recordarlos a todos?

Sin embargo, me permito terminar este comentario diciéndoles que hay un amigo de la casa; lo llamamos Humbertito, «El Capitán», que pasa horas cuidando la puerta de entrada, ¡cuántos mandados habrá hecho en años pasados! Pues hace 31 años que vive aquí, estimado por todos por ser tan afectuoso y por su actitud servicial.

Saludos desde el Hogar Violeta Davyt de Bertinat

«No os canséis de hacer el bien» Tesalonicenses: 3,13.

En estos días que tanto se habla de la pandemia, tuvimos tiempo para pensar, meditar y reflexionar ante tanto cambio brusco en nuestro diario vivir, en nuestros hogares y como no dentro del Hogar para Ancianos. ¡Qué adaptación de huéspedes, personal de atención, administrativo y familiares! Qué esfuerzo de todas las partes para ir superando día a día esta nueva normalidad de grandes cambios, siempre atendiendo las necesidades de las personas involucradas, haciendo la convivencia lo más amena posible. Con Fe y alegría de todas las partes se están superando los cambios, distancias, encuentros, valorando cosas que habíamos dejado de lado.

Solo tenemos palabras y gestos de agradecimiento a todos los involucrados con el Hogar que ha puesto sus dones en servir a sus huéspedes. No vieron un obstáculo o una excusa para abandonar el servir. En cambio, fue una oportunidad para fortalecerse frente a la adversidad y seguir avanzando hacia la meta sabiendo que es Dios quien nos guía.

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La luz del mundo

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Es tiempo de comprometernos, de sanarnos como creación, de restablecer vínculos más justos y equitativos, de anunciar en los pequeños gestos cotidianos otras formas posibles de vivir. Por eso seguimos proclamando aquellas palabras del Evangelio: «… pero yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.»

(Juan 10:10)

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Leemos en el Evangelio de Juan 9:1-12 el relato de la sanación de una persona con ceguera. Seguramente nos resuena el texto porque evoca a una de las tantas menciones de Jesús sanando, haciendo «milagros».

La particularidad de este Evangelio está asentada en la profundización de los relatos de los sinópticos (Mateo, Lucas y Marcos), haciendo un desarrollo teológico de lo que se relata. Si repasamos los versículos nos encontraremos con una densidad de conceptos y de alusiones a prácticas sociales justificadas por el legalismo religioso.

Veamos algunas cuestiones que aparecen en este fragmento de Juan. Al principio aparece el dato que nos presenta a una persona que nació ciega e inmediatamente la pregunta de lxs discípulxs nos anuncia la creencia imperante aún en aquel tiempo respecto a que la causa podía ser por el pecado de su padre, madre o de su propio pecado. Y la respuesta de Jesús niega cualquiera de esas posibilidades pero además les afirma que es para que en él se demuestre el poder de Dios.

Seguido de esto Jesús habla de la noche y el día, para luego anunciar «mientras estoy en este mundo, yo soy la luz del mundo» (vs. 5).

A continuación se narra la curación de manera muy gráfica, los gestos son contundentes y además nos remiten al relato de la Creación en Génesis. Jesús escupe la tierra y con el barro que se forma unta los ojos de la persona con ceguera, luego lo envía a lavarse al estanque de Siloé. Al volver de allí, veía por primera vez. Había sido sanado por Jesús y se había hecho de día en su vida.

Es interesante notar cómo sus vecinxs que lo conocían se preguntaban si era él o no el que pedía limosna.

Aquel que era ciego de nacimiento, ahora era otro a tal punto que no le reconocían al verlo. Además ya no pedía limosna, por ende no solamente había conseguido ver sino que también podía vivir de otra manera. La curación no solamente cambiaba su capacidad física sino que a su vez rompía con la forma de socialización a la que se marginaba a las personas de las que se sospechaba que lo que les pasaba era a causa del pecado (propio o heredado).

El Evangelio anuncia la buena noticia para quienes creen en Dios, para aquellxs que pueden ver más allá y comprometerse con el Reino. Pero en ese mismo acto también se deja en evidencia, se denuncia de alguna manera, que el legalismo religioso condena a las personas a vivir en condiciones de exclusión social y económica.

Aquel que solo recibía la limosna, lo que le sobraba o se le caía de los bolsillos a quienes estaban en otra situación, ahora es el que anuncia la sanación de Dios.

No solamente es capaz de ver sino también de dar testimonio de la liberación, de gestar y construir otras relaciones, de dar cuenta que no se trata sólo de él sino de lo que somos como humanidad, como creación.

Reinterpretar este relato a la luz del anuncio de liberación y en perspectiva de «Re-Creación» nos posibilita soñar con otro mundo posible, con el Reino de Dios, con la reparación histórica de todas las relaciones de opresión y vulneración. No solamente de unxs humanxs para con otrxs, sino también los vínculos meramente utilitarios y extractivistas que reproducimos para con la naturaleza.

NO HAY HUMOR SIN GRACIA Sección de cuentos, anécdotas... y variedades en clave evangélica

PIEDRAS Y MANDARINAS (Continúa de mes anterior) Aquella tarde el cuarto intermedio era inevitable. El clima de la asamblea estaba caldeado, y cualquiera diría que la pintura del cielorraso burbujeaba al fragor de la discusión. Es que no todos los días se intervenía una iglesia.

Eran las seis y Bermúdez todavía lloraba sobre los restos de su tablet. Intentaba recomponerla, reunía los fragmentos astillados de la pantalla y los acomodaba con cuidado, como abrigando la ilusión de que el aparato volvería a funcionar mágicamente. Era graciosa y patética la imagen del asistente del interventor, lagrimeando desconsolado sobre el aparatito blanco. Ni Lázaro había sido tan llorado.

-A ese aparato no hay Jesús que lo resucite –dijo Marta con picardía.

Habían salido al frente de la iglesia para comer ‘la mandarina de las seis’, y desde allí contemplaban el campo de batalla. Alfredo seguía pensativo.

Su mirada iba más allá, como quien se abstrae para recordar la formación completa de Italia en el ‘90.

-Bueno, no demoremos más – dijo el interventor saliendo-. Tengo órdenes precisas de la Mesa Directiva para finalizar hoy. Con lo que ocurrió tenemos suficientes elementos para un dictamen.

-¡Pero si no tienen nada! –exclamó Marta con disgusto, viendo cómo todos entraban silenciosos, como ganado amansado por la incertidumbre.

Marta se quedó afuera unos instantes. Se recostó y contempló el sol ya algo bajo, aunque todavía calentaba e invitaba suaves brisas de primavera. Cerró los ojos y llevó las palmas al rostro, atrapada por la fragancia que las mandarinas le habían obsequiado. El aroma le devolvía los recuerdos de su niñez, pero también le despejaba la mente. Se imaginó a Jesús comiendo mandarinas cuando necesitaba meditar, y se sintió un poco infantil.

Cuando oyó que la asamblea re-

comenzaba abrió los ojos y se incorporó. Entonces vio una extraña silueta recortándose detrás de una persiana. Del otro lado de la calle el sol había comenzado a ocultarse tras la fachada de una casona, y su luz parecía atravesarla de ventana a ventana. En ese juego de fotones, los rayos se colaban hacia afuera por los agujeritos de la persiana, salvo en una parte. Era obvio que allí había alguien. Como polilla encandilada por la luz, Marta se acercó. Pero al hacerlo la silueta trastabilló y desapareció.

-¿Quién vive enfrente? –preguntó al regresar. Pero Alfredo levantó los hombros.

El viejo Valli asomó la cabeza.

-En esa casona viven y no viven. Era del abuelo de la alcaldesa.

Siempre cerrada, no la venden.

Alfredo y Marta se miraron.

-Digamé, intervenidor… ¿quién denunció a los pastores? –preguntó Marta.

El interventor pretendió no haber oído. Pero Valli, que era tan viejo como sagaz, insistió: -Sí, ¿de dónde vienen las denuncias? Esto es mucho misterio.

-Solo puedo decirles que son anónimas.

-¿De anónimos distintos o de anónimos parecidos?

-¿De anónimas y anónimos, o de la misma personita ‘anonimita’?

La gente empezaba a reírse.

-¡Bueno basta! –interrumpió el interventor-. ¿Algo para decir sobre eso?

-Sí, que no son denuncias. Son rumores de cartitas. –fustigó Marta.

-¡Usted se calla! ¡Ya dije que no tiene voz!

Alfredo, caldeado como termo pinchado, se puso de pie: -Si mi esposa no habla entonces hablo yo, que tengo voz. Ella me dicta. Pero se va a hacer largo…

Marta hacía trompita desde el banco, cruzando los brazos y sacudiendo la sandalia con una pierna en alto, en una actitud mussolines

ca. En el otro extremo de las emociones, el interventor parecía al borde de una crisis.

-Bueno, hable quien quiera. Bermúdez, tome nota.

Entonces empezaron a levantarse decenas de manos, blancas y regordetas, otras delgadas, gráciles, otras oscurecidas por el sol o la genética.

Todas esas manos eran testimonios.

Fue una hora intensa. El viejo Amaro habló de sus mandarinas agrias, y de las tristezas que Laura le había ayudado a comprender. Lidia y Perla contaron sobre la despedida de la Magdalestra. La señora Morris contó sobre el regreso de Borreani, y cómo su ‘protesta del Ombú’ le había hecho ver sus propios prejuicios.

Los hijos de doña Ada lloraban contando cómo la comunidad los había acompañado. También hubo manos que se levantaron para hablar de las comidas, los campamentos, la creatividad en tiempos de pandemia.

Los testimonios caían como una cascada, en la que cada gota empujaba a una más. Cuando parecía que corrían los últimos hilos de agua, un hombretón se paró.

-Yo fui un violento. La pastora Laura me ayudó a entenderme.

Aprendí a dejar ir. Aprendí a ser débil. Aprendí a ser otro papá.

Era Cabral. Uno de sus hijos lo miraba incrédulo. Su ex esposa asentía desde lejos. Sonreía con los labios apretados y los ojos llenos de lágrimas.

Había pasado una jornada larguísima y los interventores ya estaban lejos. En su casa, Marta volvía a olerse las manos, sorprendida por el persistente aroma.

Alfredo la miraba enternecido, sin saber qué amaba más de ella.

Era como ese olor, capaz de permanecer, obstinada y fresca a la vez.

La miraba recordando cómo había defendido a Laura y a Borreani. Y entonces pensó en Jesús, mostrando en sus manos mandarinas cuando todos esgrimen piedras.

JJP - Equipo editor.

PÁGINA VALDENSE I 15

¿Entonces para qué sirve la utopía?

Para eso, sirve para caminar.

Eduardo Galeano