Página Valdense - Noviembre 2020

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Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837

«...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20

Educación y vículos en pandemia 3 8 6 LA PROPUESTA PEDAGÓGICA DE JESÚS Noemí Geymonat

EDUCAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA: DESAFÍO Y POSIBILIDAD Karen Ettlin Frey

DEL «QUEDATE EN CASA» A «PERMISO, ¿PUEDO ENTRAR?» Graciela De Vita

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense -Noviembre 2020 - N° 264 - Afiliado a O.P.I. N° 837 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638

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Cnel. Suárez: Pablo Rafarelli.

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Gral San Martín - LP: Stella Maris Chambón.

La Paz - ER: Marisel Garnier.

Jacinto Aráuz - LP: Susana Tucat.

San Carlos C. - SF: Héctor Cotichini.

Villa Iris - BA: Ema Dalmás.

Reconquista - SF: Dardo Zanuttini S. Martín - SF: Edith Long.

San Gustavo - ER: Orfilia Barolin.

El Sombrerito - SF: Aurora Bertinat.

IERBA (Buenos Aires): Comunidad de IERBA. Gálvez: Rubén Gardiol.

López: Carina Tschopp.

Paraná: Equipo de Comunicación.

Flores Consistorio: Alberdi 2240 (CABA) San Nicolas: Helvecia Catalín.

Laprida: Delta Bertón.

Bahía Blanca: Natalia Coria.

Uruguay

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Carmelo: Ruth Soulier.

Cañada Nieto: Alba Charbonnier.

Colonia: Ethel C. Negrin.

Col. Miguelete: Ana Félix.

Col. A. Negro: Carolina Galván.

Col. Valdense: Secretaría IEV Colonia Valdense.

Cosmopolita: Milka Charbonnier.

Dolores: Nora Gallo.

Fray Bentos: Cristina Dalmás.

Juan L. Lacaze: Manuel Ávila.

Alférez Lascano: Nylia Gonnet.

Melo: Glenys Rameau.

Montevideo: Mario Pablo Ábalos O. de Lavalle: Juanita Bonjour.

Palmitas: Hilda Geymonat.

Paysandú: Ruben Dalmas.

Rosario: Andrea Montaña.

Mercedes: Natalia Gauthier.Carlos Dodino Tarariras: Consistorio de Tarariras.

Tres Bocas: María Fernández.

Young: Esther Malán | PÁGINA VALDENSE

Apuntes

de la Directora «La educación se rehace constantemente en la praxis.

Para ser, tiene que estar siendo» Paulo Freire Bien sabemos que hay mucho dicho y escrito sobre este tiempo pandémico, incluso desde Página Valdense en la edición de junio trabajamos sobre dos ejes: pandemia y redes de cuidado. Hoy, sabiendo que el tema no está agotado para reflexionar, volvemos a ponerlo sobre la mesa, pero desde otra perspectiva: la educación.

Como verán a lo largo de las siguientes páginas, hay varios testimonios, dos vinculados a la educación cristiana y otros de profesionales de la educación formal. En todos ellos hay puntos en común: conjugan sentipensares con preguntas profundas sobre pedagogía, estrategias y experiencias. Nos comparten las iniciativas que ensayaron, los obstáculos, las tristezas y alegrías que tuvieron al transitar estos meses.

Al comienzo de la editorial de junio, decía que la pandemia nos tomó por sorpresa; y por supuesto, el sistema educativo no fue la excepción, de hecho, fue uno de los aspectos más controversiales. Creo que Gisela, en su texto, describe la situación que tuvieron que atravesar todxs lxs educadores con gran precisión: «Desde siempre la escuela debe enfrentarse a cambios que desestabilizan, que estresan, pero siempre se dan en un espacio de tiempo prolongado, acompañados de resoluciones o decisiones burocráticas que ralentizan la puesta en práctica. Entonces, al momento de cambiar ciertas cosas, contamos con la tranquilizad de habernos preparado para ello. Pero, ¿cómo hacer cuando el cambio viene de golpe, sin aviso, sin tiempo para prepararnos?».

Los gobiernos de nuestros países rioplatenses tomaron medidas diferentes; y seguramente se verán reflejadas en esta edición; pero, como podrán notar, los desafíos e interrogantes que surgieron o tomaron especial relevancia en este tiempo, parecen tener una misma matriz: repensar la práctica pedagógica. Leerán que las preguntas que se hace Karen Ettlin Frey - ¿Cómo educar en este contexto? ¿Cómo generar un vínculo educativo sin presencia física cotidiana y sostenida? ¿Qué priorizar?

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¿Cómo generar una práctica educativa inclusiva? ¿Cómo sostener y sostenernos en un contexto que nos movió el piso y la estructura de forma tan abrupta? - aparecen en otros textos, con otras palabras, con otras expresiones; pero compartiendo esta misma línea.

Creo que la gran cuestión que desnudó la pandemia es cómo construir sistemas educativos que, además de tener una estructura de enseñanza, contengan – y no sólo a lxs niñxs, adolescentes-. Porque los espacios de educación formal son -o deberían ser- lugares seguros, donde lxs niñxs, adolescentes y docentes se sientan acompañadxs; pero, ¿qué pasa cuando la escuela se ‘traslada’ a la casa? Allí se desnudan las desigualdades, resulta mucho más complejo equiparar condiciones y posibilidades. Ahí es cuando se hace evidente que lxs docentes no sólo transmiten conocimientos, sino que también se preocupan y ocupan por el bienestar de lxs niñxs y adolescentes, se frustran, se sienten impotentes porque la realidad arrasa con mayor crudeza.

Ahí es cuando se vuelven más palpables las diferentes realidades de lxs niñxs y adolescentes, cuando el silencio y falta de respuesta se vuelve ensordecedora. Ahí es cuando, de manera urgente, es imprescindible que los contenidos se vinculen con una práctica pedagógica liberadora, que nos de herramientas para interpretar la realidad y transformarla.

Quizás sea tiempo de repensar.

Quizás sea el momento de construir más y mejores espacios donde la educación sea una herramienta para potenciar capacidades y dones; donde se constituya como un instrumento indiscutible para que todxs tengamos las mismas oportunidades. Quizás sea necesario resignificar y transformar las diferentes instancias educativas con el fin de acercarnos, de abrazarnos para que de manera sencilla, cercana y amorosa podamos aprender lxs unxs de lxs otrxs. Y seguramente, como dice Noemí, «nos toca educar con nuestras vidas comprometidas, para avanzar en la propuesta de plenitud que no excluya a nadie». Sobre todo, que no excluya a nadie.

Que Jesús, y su práctica pedagógica, nos guíen siempre.

Daiana Genre Bert

La propuesta pedagógica de Jesús Recordemos la historia de Jesús y la mujer sirofenicia -o cananea-.

Jesús y sus discípulos, judíos bien educados en su fe y costumbres, caminan con recato por tierra extranjera. Los sigue una mujer que grita: ¡en plena calle! Su formación les indica seguir como si no pasara nada.

Pero Jesús da a esta mujer la oportunidad de argumentar, y se convence: su mensaje es para la gente de su pueblo y también para los demás. No es rígido, no tiene respuestas preestablecidas. Puede escuchar, comprender y cambiar.

Aprovecha las situaciones de la vida cotidiana.

Cuando su mamá y hermanos lo buscan, explica que su familia la componen quienes hacen la voluntad de Dios.

Frente a la ansiedad, hace mirar las aves, que siempre tienen comida. Ante una pregunta, cuenta una historia donde quien interroga debe buscar su propia respuesta. Hace preguntas que descolocan. Respeta los dones.

Ayuda a la gente a «encontrarse a sí misma para salir al encuentro con Dios y desde él al encuentro fecundo con los demás», como dirían los estudiosos de la inteligencia espiritual. Vino a mostrarnos a Dios, y a mostrar todo lo bueno de que es capaz el ser humano.

En diálogos sencillos y profundos, actitudes serenas, parábolas; descubrimos a Jesús conocedor de la naturaleza, del mundo del trabajo, de la vida social de su tiempo y lugar. Bien actualizado, recorriendo caminos polvorientos, navegando en pequeñas barcas, siempre rodeado de personas atentas, expectantes. Agreguemos a nuestras imágenes del maestro por excelencia, al Jesús que ora en todo momento y lugar.

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En este tiempo de sociedades cerradas sobre sí mismas, que afrontan la irrupción de migrantes diversos, en que tantas veces se clasifican los seres humanos entre los que son «como nosotros» y los demás, nos hace bien recordar a Jesús, Maestro que se detiene a compartir la vida con la gente diferente.

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En los tiempos «raros» que nos toca vivir este año, oímos muy seguido las palabras educación, enseñanza, instrucción… instituciones educativas, maestras y maestros, profesores, leyes, presupuestos, controles, cuidados… de esto se habla. Está bien, de hecho, está muy bien que los cristianos nos sumemos a esta conversación.

Cuando hablamos de educación, nos referimos a transmitir saberes, aprender a aprender, ayudar a «sacar de adentro» lo mejor de cada persona, tener en cuenta la idea de vida plena incluyendo el ambiente que nos rodea. Nos educamos durante toda nuestra vida.

Es imperioso «soñar que es posible un mundo mejor, donde las personas podamos mirarnos a los ojos como hermanos y hermanas, no nos veamos como rivales, amenazas o enemigos. Soñar una educación alegre y pertinente, llena de sentido, orientada a formar gente autónoma, responsable y solidaria». ¿Hacia quién miramos para acercarnos a nuestros sueños? Hacia Jesús, «Maestro y Señor».

Mateo dice: «Cuando Jesús se enteró de que Juan estaba preso, volvió a Galilea, pero se retiró de Nazaret y se estableció en Cafarnaún, ciudad marítima en la región de Zabulón y de Neftalí.

Desde entonces Jesús comenzó a predicar, y decía: Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado».

Este relato está inmediatamente después de los del bautismo y las tentaciones. No por casualidad el evangelista lo colocó ahí. Para predicar hay que estar preparado. Para enseñar y educar se necesita capacitación.

Para Jesús, no significa solamente conocer la ley, los profetas, y la rica y significativa historia de su pueblo.

Necesita el reconocimiento de Dios, la imposición de su Espíritu en el bautismo, y la experiencia de las tentaciones. El negarse a usar su poder para gloria y comodidad personal, da autoridad a su mensaje. El contenido es claro: el reino de Dios se ha acercado. Dios está cerca de la humanidad; estamos invitados a aceptar su amor incondicional, a vivir gozosamente esta nueva realidad.

El mensaje de Jesús tiene palabras, pero no se queda solamente en ellas. Enfrenta el dolor de su pueblo con acciones claras y concretas. Sana. Alimenta. Da vida. Eso presta autoridad a su discurso. Porque vino a mostrar el amor de Dios, vive el amor en su cautivadora enseñanza.

Jesús se comporta como un maestro muy especial.

No tiene un salón de clase, un horario, un programa con contenidos ordenados lógicamente, ni un método único. La convivencia con sus discípulos, los encuentros ocasionales o provocados, las preguntas, la vida que transcurre a su alrededor van conformando los contenidos y formas de su hacer pedagógico: enseñanza y aprendizaje que desarrollan todo el potencial de cada ser humano y de la comunidad; enseñanza y aprendizaje recíprocos.

En tiempos en que nos desafían la violencia y los avances tecnológicos, Dios nos llama a remar contra la corriente. Seamos o no educadores profesionales, nos toca educar con nuestras vidas comprometidas, para avanzar en la propuesta de plenitud que no excluya a nadie.

Noemí Geymonat PÁGINA VALDENSE I 3

Experiencias de educación cristiana

durante este tiempo de pandemia A la Escuela Bíblica de Colonia asisten entre 25 y 30 niños, todos los segundos y cuartos sábados a la mañana.

Sus edades van de 3 a 13 años, por lo cual nos organizamos en tres grupos.

Cuando vino la pandemia del Covid-19, aún no habíamos comenzado las clases, y como la escuela primaria y la secundaria enviaban tareas virtuales, no quisimos hacer lo mismo. Es que es tan difícil vivir la fe sin la comunidad.

Durante ese tiempo, los/as maestros/as compartimos reflexiones, enseñanzas sobre el Evangelio de Lucas vía Zoom, con la pastora y el pastor recién llegados, Carola y Darío.

El 18 de julio nos animamos y realizamos el primer encuentro de sólo una hora, con los grupos separados, uno en cada salón, y con la consigna de asistir con tapabocas.

Preparamos juegos dirigidos, tratando de mantener el distanciamiento social - ¡qué difícil! -. ¡Qué triste no poder abrazarnos...! Aunque, debemos confesar que a veces nos olvidábamos. No tuvimos el encuentro grupal de canto, anécdotas y oración, cada uno/a se fue cuando terminó la actividad. Nos quedó un sabor amargo, porque nos faltaron los besos, los abrazos, la ronda grande tomados de la mano; pero habíamos dado el primer paso y teníamos a los y las niños en la escuelita. Nuestros encuentros son variados, incluimos manualidades, títeres, videos, música, canto, juegos, cocina, paseos en bicicleta, visitas a otras Escuelitas Bíblicas, y también colaboran las familias.

Aceptando la invitación para compartir los sentires de alumnas y maestra de Catecismo en tiempos de pandemia, trataremos de dar testimonio de cómo es esta única actividad de educación cristiana que se está desarrollando. Digo única porque no hemos podido iniciar las clases de Escuelita Bíblica respetando las disposiciones gubernamentales que restringen la cantidad de personas a reunir. En catecismo son tres adolescentes las que participan y respetando el debido protocolo de conservar distancia, gel, tapaboca, etcétera; llevamos adelante las clases en el comedor de mi casa.

Camila - 15 años - está en tercer año haciendo historia cristiana; Giuliana y Antonella - 12 años - iniciando con Antiguo Testamento. Y, en una de las clases, nos propusimos tomamos un recreo para para contarles como vivimos, desde este sur pampeano, esta actividad en tiempos de pandemia y también cómo lo vivíamos antes.

«Ahora es distinto porque llegamos y ya nos ponemos a trabajar, avanzamos mucho en el cuadernillo de estudio», nos dicen Giuli y Anto, Camila coincide totalmente diciendo: «Esta nueva dinámica nos permite avanzar, al no tener Escuelita todo el tiempo lo ocupamos para nuestras actividades». Ella ayudaba con la Escuelita, sobre todo cuando faltaba alguna maestra.

Recordando cómo era las clases en años anteriores Stella Maris Chambón, Camila, Giuliana y Antonella.

Antonella comenta «yo disfrutaba mucho de poder encontrarnos todos, jugar, ¡hacer actividades! ¡Qué lindo cuando nos pasaban videítos sobre la historia que estudiábamos ese día!», dice Giuli. «A mí lo que re entusiasmaba eran hacer afiches que luego dejábamos en el templo», recuerda Cami.

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Un sábado al mes, de tardecita, compartimos en el templo una celebración especial para toda la familia. Se vive la fe y se vivencian las enseñanzas de Jesús con actividades interactivas para todas las personas, juegos, dinámicas grupales, mucha música con instrumentos variados y las letras de las canciones proyectadas en la pared -se puede bailar mejor sin el cancionero en la mano-; también se decora el templo acorde al tema. Así que cuando fue el día del niño, había globos hasta en el púlpito, y una puerta muy chiquita que nos tuvimos que agachar para entrar. El día antes de la Fiesta de Gratitud, invitamos a los y las niñas de la Escuelita a preparar trufas para venderlas y obtener dinero para el campamento -que ya nos están preguntando si se suspende por la pandemia-.

Ahora, que pasó algo de tiempo, nuestros encuentros ya son de dos horas, pero parece que no alcanzara, hay ganas de estar juntos/as. Los/as niños/as se quedan jugando en el patio que también ayudaron a embellecer, y los padres y madres se quedan charlando, de sus hijos/as, de sus nuevos trabajos, guitarreando, mateando -cada uno/a con su mate, eso sí- pero juntos/as, haciendo comunidad.

Los/as Maestros/as de la Escuela Bíblica de Colonia, Uruguay.

Rosemarie Berger, Cristina González, Ruth Costabel, Rolando Janavel, Esther Armand Ugón, Liliams Barolín.

Les propongo contarles a los lectores de Página cómo era un día de Escuelita y Catecismo, a lo que aceptaron entusiasmadas y, esto escribieron: «Nos reuníamos los días lunes en el Saloncito y Templo, ¡era re lindo y alegre! porque éramos muchos entre 18 a 20, más las maestras. Jugábamos un rato, lo más divertido era jugar a la escondida entre los bancos o cuando no hacía frío en el patio. ¡Una tentación era tocar el armonio!, algo prohibido, aunque nos permitían tocar un ratito cada uno. También merendábamos, luego hacíamos la ronda para cantar, orar, mirar videítos, leíamos en la Biblia -cada niño/a tiene la suya, se le regala cuando ya saben leer-, nos distribuíamos en mesas, hacíamos las actividades y después volvíamos hacer la ronda cantábamos y cada uno agradecía o pedía algo y decíamos el Padre Nuestro y cada uno a su casa.»

En lo personal puedo decir que disfruto mucho compartir estas actividades con niños/as y adolescentes.

Siento que estoy devolviendo un poquito lo que otros mayores dieron para que yo conozca a Jesús y un poquito de todo lo que Dios me da día a día. Soy una convencida de que un mundo mejor es posible si ponemos en mentes y corazones las enseñanzas que Jesús nos dejó.

En estos tiempos de pandemia los extrañamos, pero tratamos de estar cerca de otro modo, tenemos un grupo de WhatsApp con las familias, enviamos mensajitos, canciones, recordamos y saludamos a los cumpleañeros, en fin, nos reinventamos como podemos.

Agradecemos a Dios porque, aún en estos difíciles momentos, nos sostiene con su infinita bondad.

La Maestra y catecúmenas de la Escuela Bíblica de General San Martín, La Pampa, Argentina.

¡Que no caiga la FE

que no caiga la ESPERANZA! El primero de marzo de 2020 comenzamos en Colonia del Sacramento con las clases escolares. La alegría y el nerviosismo de los adolescentes que comienzan con la etapa liceal -nivel secundario- se palpó desde el primer día al participar de las actividades iniciales de integración y conocimiento institucional.

Como docente, estaba cargada de energía y entusiasmo por conocer a mis estudiantes. Las sensaciones fueron iguales en intensidad: el alma plena y feliz por comenzar un nuevo año educativo.

Quince días después, todo cambió... todo se derrumbó… al menos así lo viví yo. Un cóctel de bronca, frustración, enojo, impotencia, incertidumbre y profunda tristeza bloqueó mi vida y mi desempeño docente.

No podía imaginar las infinitas situaciones por las que comenzábamos a transitar.

A los diez días de la suspensión de clases presenciales me dije: «Rosma, que no caiga la Fe que no caiga la Esperanza», frase potente que me conectó de nuevo con mi alma y con los demás.

Con la comunidad educativa nos adaptamos a realizar coordinaciones por Zoom y, en equipo, comenzamos a organizar nuevas formas de acercamiento y de trabajo virtual con los estudiantes.

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Nos reinventamos, la creatividad fue la gran aliada en todo este panorama. El trabajo en plataforma virtual no es fácil y mucho menos para un estudiante que recién comienza la vida liceal, por lo tanto, organizar el trabajo con ellos fue clave, no solo cómo abordar los contenidos sino también ayudarlos a que se organicen con horarios y rutinas de trabajo escolar productivo y, la parte más importante aún, cómo relacionarnos y construir el vínculo educativo desde la distancia.

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Y a esto último le dediqué mis energías. Necesitaba contactarme con cada estudiante - alrededor de 180 -, darle la seguridad de que estábamos ahí, a través de la pantalla y los mensajes, disponibles para lo que necesi-

taran. Gracias a Dios, el 85% de los estudiantes mantuvieron contacto por medio de la Plataforma Educativa de Plan Ceibal y el resto fue contactado por el liceo directamente. Nuestro objetivo primero fue mantener a los estudiantes vinculados con la institución educativa y se logró. No obstante, solamente el 60% completó las tareas asignadas y el 30% participó de las clases virtuales que organizaba cada semana. ¡Qué alegría era verlos y verlas!

La primera vez que me conecté por Zoom con los estudiantes, estaba tan feliz de verlos, poder hablar y trabajar con ellos, que le di entrada a la clase virtual a 10 estudiantes y después, me olvidé del resto, los dejé plantados sin darle ingreso. Disculpas mediante, hoy es solo una anécdota y con la evidencia que siempre, siempre estamos aprendiendo...Con el tiempo empezaron a aparecer las travesuras propias de la adolescencia. ¡Aleluya pensé! Entre tanta cosa nueva, surgieron expresiones nuevas también y cuando menos me lo imaginé estaba retando a un alumno por «mutearme», es decir por apagarme el micrófono.

Aprovecharon la clase para conocerse y hablar de sus intereses. En adelante, cada encuentro virtual fue primero para escuchar y compartir, y luego sí, estudiar y aprender algo más de Biología.

El 15 de junio retomamos las clases presenciales en subgrupos para respetar el distanciamiento social.

Gran alegría, pero a la vez, con la incertidumbre de saber cómo están y cómo se sienten.

A su vez, tuvimos que reorganizar cada salón de acuerdo al protocolo sanitario y establecer nuevos códigos de saludos y de trabajo. Además, consciente de la heterogeneidad de niveles académicos alcanzados en la virtualidad, el reinicio fue otro gran desafío al que tuvimos que trabajar todos juntos para nivelar el grupo. En eso estamos, adaptándonos, acompañando, aprendiendo…

El 2020 nos ha empujado a las comunidades educativas a transformarnos de manera continua... y espero que sea el comienzo de un cambio más profundo que la Educación Uruguaya necesita para estar a la altura del siglo XXI. Rosmarie Berger Profesora de Biología en Colonia del Sacramento, Uruguay PÁGINA VALDENSE I 5

Educar en tiempos de pandemia:

desafío y posibilidad Tiempos especiales, tiempos de «pandemia». El 2020 ha resultado ser un año de grandes desafíos, así como de oportunidades. Desafíos para habitar un confinamiento, una reclusión voluntaria en la que nos exhortan a «cuidarnos» manteniendo distancias, reduciendo o casi anulando los contactos físicos. Un año en el que se generó una importante tensión en el cuidado de uno/a mismo/a y de los seres queridos/as, pero debilitando las redes de contención, volviendo muy poroso y resquebrajando el tejido social, un tejido que ya se encontraba deshilachado.

Cada uno/a en su hogar, atravesando la situación con las herramientas y recursos que tenía a su alcance. En soledad, en parejas, con hijos y/o hijas, con educadores y/o educadoras, con abuelos y/o abuelas y el sinfín de variantes de configuraciones familiares y situaciones personales. ¿Cómo educar en este contexto? ¿Cómo generar un vínculo educativo sin presencia física cotidiana y sostenida? ¿Qué priorizar? ¿Cómo generar una práctica educativa inclusiva? ¿Cómo sostener y sostenernos en un contexto que nos movió el piso y la estructura de forma tan abrupta?

Una infinidad de interrogantes muy difíciles de responder, ya que gran parte de los mojones que orientaban nuestro camino como educadores y educadoras habían sido removidos de la noche a la mañana. Lo que permanecía inamovible, como una luz que irradiaba y alumbraba dicho camino, era el deseo de educar, la pasión frente a una tarea que tiene mucho de profesión, pero también de arte.

Así, poco a poco fuimos construyendo estrategias, generando prácticas nuevas, conformando junto a otros y otras comunidades educativas. Ensayando, generando aciertos y también errores, aprendiendo de ellos. En una búsqueda y construcción colectiva, progresivamente fuimos encontrando respuestas, formas de acompañarnos mutuamente, de enseñar y aprender en una nueva modalidad. Valoramos el equipo de trabajo, los compañeros y compañeras que ofrecían una palabra de aliento, compartían sus ideas, preocupaciones y experiencias, reían y contagiaban alegría.

Como parte de esa tarea, durante la cuarentena nos dedicamos a la elaboración y el reparto de canastas de productos de primera necesidad para las familias con más derechos vulnerados. Como colectivo de docentes comprometidos con la realidad de nuestros estudiantes y apostando a la solidaridad, desde los Sindicatos de la educación promovimos y llevamos adelante una campaña de donación, armado y entrega de canastas casa por casa. Tarea que nos demandó muchas horas, energía, recursos, organización y trabajo, pero que con gran satisfacción pudimos sacar adelante. La demanda creció mes a mes, llegando a atender la situación de 180 familias, incluyendo a estudiantes de los dos liceos y las dos UTUs de Colonia del Sacramento.

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Este proyecto solidario nos permitió profundizar en el conocimiento de las difíciles realidades que atravesaban varios y varias estudiantes, incorporándole posteriormente una campaña del abrigo y del libro para enriquecer nuestro aporte. Fue muy significativo el gesto de ir hacia el encuentro de los y las estudiantes, llegar hasta el hogar de cada uno y una. La gratitud con que fuimos recibidos y recibidas en muchos casos creo que no se puede expresar con palabras, pero desde lo más profundo de nuestro ser nos confirmaba que íbamos por buen camino.

Si bien el siglo XXI, en general, puede caracterizarse por una lógica de mercado, cuya temporalidad es la velocidad, la sustitución, la inmediatez; el presente año en particular ha estado fuertemente marcado por su dinámica en la que se conectan y desconectan inevitablemente lugares, mercancías, informaciones, personas, capitales, tecnologías, pero sin que dicha conexión tenga un sentido a priori.

Frente a esta realidad, la experiencia de educar, en principio a distancia y luego con espacios de encuentro presenciales acotados, nos dio como educadores y educadoras una oportunidad para revisarnos y repensar el sentido de nuestras prácticas. Así, pudimos revalorizar estrategias de subjetivación como desacelerar - construir pausas en un ambiente de velocidad y fluidez -, suspender - sustraerse de la lógica del evento institucional y la superioridad de los resultados - y habitar - forjar, construir una situación y sostenerla evitando la fragmentación-.

De esta forma, poco a poco, al menos en lo personal, fui reafirmándome en la noción de la educación como la construcción de condiciones para el lazo social, como acompañamiento, hospitalidad y acogimiento del otro en su radical alteridad, como natalidad y creación de novedad.

A medida que fuimos profundizando en el vínculo educativo, que se fueron diluyendo las barreras del miedo, el letargo y la desconfianza promovidas por distintos centros de poder, se fueron habilitando ricas posibilidades de experiencia.

Desde la presencia, la disponibilidad, la apertura a dejarse afectar –tocar- por el otro, a perder pie y transformarnos en una dirección desconocida, volvimos a habitar los centros educativos y a construir conjuntamente sentidos. Involucrándonos desde lo corporal, intelectual y emocional volvimos a emprender este hermoso, desafiante, apasionante y siempre desconocido camino de educar-nos.

Karen Ettlin Frey Educadora social y Prof. de Educación Física

GRUPO DOCE (2001) «Del fragmento a la situación. Notas sobre la subjetividad contemporánea» Buenos Aires: Gráfica México.

Escuela, pandemia y práctica pedagógica

Desde siempre la escuela debe enfrentarse a cambios que desestabilizan, que estresan, pero siempre se dan en un espacio de tiempo prolongado, acompañados de resoluciones o decisiones burocráticas que ralentizan la puesta en práctica. Entonces, al momento de cambiar ciertas cosas, contamos con la tranquilizad de habernos preparado para ello.

Pero, ¿cómo hacer cuando el cambio viene de golpe, sin aviso, sin tiempo para prepararnos? Guardamos nuestras carpetas, cerramos el armario, despedimos a nuestros alumnos sin que se nos cruzara por la mente que no volveríamos en un largo tiempo. ¿Y ahora? ¿Cómo nos comunicamos? ¿Tendré todos los números de celular actualizados? En ese primer momento, la tarea ardua del docente fue encontrar un canal de comunicación con cada uno de sus alumnos; rastreando teléfonos por todos lados: «sabemos que fulanito tiene un amigo que va al turno tarde», «una seño vive en el barrio de menganito». Recién cuando se pudo contar con la información completa, se comenzó a pensar en las posibles formas para incorporar contenidos.

Muchas y complejas horas de trabajo en conjunto lograron marcar los contenidos priorizados para cada grado. Desde un principio, resultaba absurdo pensar la posibilidad de que las familias, sobre todos los chicos, podrían encarar todos los contenidos y actividades que normalmente tienen en la escuela de forma autónoma.

A partir de ahí es donde comienza el gran desafío del docente, enfrentarse a metodologías diferentes, poniendo a prueba su capacidad para enfrentarse a nuevos aprendizajes.

«Lo tecnológico no es para mí», «usemos los libros porque las computadoras son complicadas», «no usemos drive porque voy a meter el dedo mal», frases que se escuchaban a diario en los pasillos de la escuela o sala de maestros. Y, a pesar de que estos miedos muchas veces se hicieron realidad, hay desaciertos a diario que complejizan la tarea, así como tenemos al que metió mal el dedo y borro una carpeta completa de documentación de la nube, tenemos a aquel otro que hace tutoriales para que esto no vuelva a pasar, u otro que trata de recuperar lo eliminado desde la papelera.

Hoy después de largos meses de trabajo las clases son por zoom, se explican operaciones combinadas por WhatsApp, se revisa YouTube de punta a punta para encontrar una explicación de fracciones y se comparte material de nube a nube. Se envían archivos en pdf, Word y hasta haciendo una captura para a aquellos que no pueden abrir los anteriores porque tienen un celular muy viejito.

Pero, ¿qué hacen nuestros alumnos? Lo que pueden. Mucho se muestran pendientes a las novedades en el grupo de WhatsApp, responden, envían fotos de las actividades que hacen en sus carpetas; algunos otros participan, pero no llegan a realizar la propuesta. En estos casos se hace notoria la falta de apoyo de un adulto que guie y organice el momento y espacio de trabajo.

Muchos disfrutan de las videollamadas, porque es el momento donde pueden tener contacto con sus compañeros y docentes, juegan y se disfrazan. Talvez esta sea la forma más cercana a lo que en otro momento llamaríamos recreo.

Por otro lado, y lamentablemente, están aquellos que no responden, aquellas situaciones donde los padres deciden no hacer actividades; prefiriendo la repitencia ante la imposibilidad de ser el soporte que sus hijos necesitan en esta etapa. Esto pasa por muchas cosas, ya sea por no contar con los medios para comunicarse -teléfono, internet- o por no tener el tiempo suficiente para acompañarlos. Ese soporte muchas veces, y en muchos niños, solo llega por parte de los docentes. Hoy, estos alumnos no van a tener las mismas oportunidades que otros.

No poder ofrecer la ayuda que necesitan en algunos momentos es abrumador, es frustrante. El cansancio se hace notar, el interés va decayendo, las actividades que se envían cada vez tienen que ser más simples y más cortas.

Todos estos aspectos llegaron como desestabilizadores de nuestras prácticas, repensar nuestra practica pedagógica debería ser una constante, pero muchas veces nos sentimos cómodos con nuestra forma de trabajo y dudamos en la posibilidad de cambiar o quedarnos donde estamos.

Llegando al final de este ciclo lectivo nos toca reflexionar sobre diferentes aspectos de los desafíos pedagógicos con los que nos vamos a encontrar, no solo en lo que queda de este año sino también en el que viene, ya sea de forma presencial o no.

Indudablemente el año, en muchas instituciones, se cerrará sin haber logrado que los niños adquieran los contenidos necesarios. ¿Es lo más importante? Lo mas importante es que, sea en la fecha que sea, volvamos a encontrarnos… todos.

Gisela Schwemmer Lic. en Psicopedagogía, docente en una escuela pública en Paraná, Entre Ríos.

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Del «quedate en casa» a «permiso, ¿puedo entrar?»

Apuntes pedagógicos y teológicos Que esta situación de pandemia nos cambia la manera de ver el mundo y nuestro lugar en él, es un hecho indiscutible. Me pasa en lo personal al repensar mis convicciones pedagógicas, me obliga a reflexionar.

Les propongo revisar una de ellas: siempre pensé que la mejor enseñanza es aquella que nos coloca en condición de hospedadores. Se trata de abrir nuestra casa, ya sea la escuela, el aula dominical, el patio de encuentros o la sala en la organización que nos reúne; los lugares que conozco bien y dispongo para la bienvenida. Y, además, abrir mi pensamiento, mis actitudes, mis sentimientos para recibir a los huéspedes que llegan o que invitamos para aprender juntos. Los filósofos y pedagogos hablan de la hospitalidad, acogida al extranjero1.

Justamente es este uno de los mandatos bíblicos fundamentales, amaréis pues al extranjero porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto - Deuteronomio10:19 -. Los maestros y maestras se dedican siempre a preparar el espacio con elementos, recursos visuales y de mobiliario que tienen en sí mismos valor estético y pedagógico, y planean cuidadosamente actividades de inicio y recepción que permitan «romper el hielo» y lograr el conocimiento mutuo, confortable y amistoso.

Sin embargo, hoy se presenta la paradoja de que, al no poder recibir a los otros en nuestros espacios, debemos entrar en sus casas. La tecnología aparece entonces, como el medio para llegar y adentrarnos en esa intimidad del otro, de la otra, en su vida individual y familiar. Ahora somos nosotros los extranjeros que nos adentramos en su identidad personal. ¿Cómo ser respetuoso entonces, de quien nos recibe, y sostener nuestra apertura sincera al encuentro? ¿Cómo conocer su necesidad, su inquietud, su dificultad para ofrecer el conocimiento sin parecernos a una pantalla que repite contenidos con sentido para quien lo dice - o un címbalo que retiñe -, pero que no entra en diálogo con quien escucha e intenta comprender?

¡Sorpresa! Lo leí decenas de veces, pero hoy el Señor Jesús me ofrece una respuesta en los evangelios.

Ahora, al volver a leer desde mi preocupación actual, resignifico la historia de Zaqueo - Lucas 19:1-10 -. El Señor entra a la casa de Zaqueo, come con él y enseña allí. Se acerca a ese personaje de dudosa ética para los judíos, lo conoce en su necesidad, entra a su intimidad y se produce la transformación completa de la vida del jefe de los publicanos. También entra a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro, y a la casa de Simón el fariseo, donde conoce a la mujer que enjuaga sus pies con el riquísimo perfume de nardos y los seca con sus cabellos. También entra a las casas de los samaritanos, que conoció luego del encuentro en el pozo con aquella mujer que lo reconoció como Mesías. Jesús se da el tiempo para llegarse hasta el otro y enseñar en su contexto. Se queda con ellos, comparte su vida cotidiana, y allí entrega su palabra y su bendición.

Uno de sus seguidores, Felipe, lo entendió muy bien - Hechos 8:26-40 -. Felipe sale al camino del desierto convocado por el Espíritu del Señor y se encuentra con un importante carro que vuelve de Jerusalén camino a Etiopía, y en él, un funcionario de la Reina de ese país que lee las escrituras. Y no tiene dudas, sube al carro que lo aleja de su lugar y establece con esa persona absolutamente distinta de él mismo - en nacionalidad, etnia, género y condición social y cultural - una relación que parte de la pregunta: ¿Entiendes lo que lees? Maravillosa actitud pedagógica, empieza con la pregunta, como nos recomendaba Paulo Freire. Y como el eunuco le dice que no comprende del todo y muestra su interés y necesidad, Felipe le enseña.

Esta pandemia nos enseña a los educadores que debemos disponernos humildemente a entrar sin invadir, al mundo de la otra persona para poder establecer una auténtica relación pedagógica. Y esta actitud, una vez asumida seguirá siendo un principio de nuestro trabajo educativo, aunque volvamos a recibir en nuestras casas con la mayor hospitalidad posible a aquel que llega. Mientras tanto, sigamos esmerándonos en preparar propuestas educativas que fracturen la soledad y el aislamiento con humor, empatía, juego, palabras y saberes que los destinatarios de nuestros desvelos esperan.

Como nos dice Philippe Meirieu.2: Reconocer a aquel que llega como una persona que no puedo moldear a mi gusto. Es inevitable y saludable que alguien se resista a aquél que le quiere «fabricar». Es ineluctable que la obstinación del educador en someterle a su poder suscite fenómenos de rechazo que sólo pueden llevar a la exclusión o al enfrentamiento. Educar es negarse a entrar en esa lógica.

Graciela De Vita Profesora En Ciencias de la Educación

Derrida, Jackes citado por Carlos Skliar en “La educación (que es) del otro. Argumentos y desierto de argumentos pedagógicos. Ediciones novedades Educativas – Buenos Aires - 2007 1

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Movimiento Juvenil Valdense | Año XX |Noviembre 2020 | conexionesvaldense@gmail.com

Conexiones

La clase en pantuflas

1

En este tiempo que nos aqueja, las y los estudiosos de las ciencias educativas han desempeñado una gran labor de investigación y análisis; tratando de encontrar respuestas ante los interrogantes y temores de la situación de la enseñanza en pandemia. Compartimos con ustedes, reflexiones de la pedagoga Flavia Terigi2.

El texto a continuación es un fragmento de «Aprendizaje en el hogar comandado por la escuela: cuestiones de descontextualización y sentido», escrito que se basa en la exposición realizada en la mesa panel «El desafío político de continuar enseñando con sentido inclusivo.

Las prácticas en contextos de distanciamiento» de las Jornadas Nacionales «Profesión docente y resignificación del sentido de educar: reflexiones sobre vínculos y continuidad pedagógica», organizadas por el Instituto Nacional de Formación Docente de la República Argentina, Buenos Aires, 21 de mayo de 2020.

«Desde que esta situación de aislamiento comenzó, me pregunto cuáles son las decisiones que podemos tomar en este contexto de tantas restricciones que no elegimos; cuáles son las decisiones que sí podemos tomar, las cosas que sí podemos elegir hacer o no hacer.

Quiero centrarme en una de estas decisiones: la de apoyarnos en el conocimiento profesional docente, no para celebrarlo como si fuera todopoderoso –no lo es–, pero sí para reconocer en ese conocimiento profesional un punto de apoyo.

Si algo hemos aprendido en estas semanas y, junto con nosotrxs, muchas personas que no son del mundo educativo, es que la enseñanza es una tarea especializada. A esa especialización pueden faltarle muchas cosas, pero está construida, está cimentada sobre una base de conocimientos que propongo poner en valor. Al mismo tiempo, propongo no plantearnos la exigencia de tener una propuesta pedagógica acabada en estas condiciones. Para la enorme mayoría de los docentes y las docentes en nuestro país –y probablemente en el mundo–, esta es una situación sumamente novedosa. Estas no son nuestras clases, solo que en la virtualidad: la virtualidad –insisto– no es una herramienta, es un contexto.

Lxs chicxs no están en la virtualidad; en el mejor de los casos, están en sus hogares. En este punto, planteo que la migración ha sido hacia los hogares, y solo una parte de quienes debieron dejar de ir a la escuela están en la virtualidad. Lo que tenemos es educación en el hogar –que se pretende sea– comandada por la escuela. No deberíamos trabajar pretendiendo que la virtualidad es solo una herramienta, o únicamente un canal. Nos plan-

tea otras condiciones; en estas condiciones, no puede hacerse lo mismo que si estuviéramos en la escuela.

Frente a la preocupación por enseñarlo todo, porque no se pierda nada, por cumplir con el currículum, por cubrir los temas –esos programas sobrepautados de los que hablaba Rockwell–, extremaría el argumento y diría: una experiencia por día, una pregunta interesante, explicaciones alternativas de cómo suceden las cosas, otras maneras de mirar contenidos ya repetidos al infinito, las ganas de volver a ver una serie siguiendo la pista de análisis planteada por los docentes. La lectura recomendada que no necesita ser en línea, que se puede hacer después, pero que la presentan lxs maestrxs o lxs profesores. Si fuera posible, tratando de que el aprendizaje al que se invita no sea predominantemente individual y solitario, generando al menos algunas experiencias de colaboración. En ese modo de mirar el conocimiento, en ese modo de producir aprendizaje, está la fortaleza de lo que puede plantear la escuela, en la presencialidad y también en estas condiciones.

Si el currículum es, como se ha señalado más de una vez, un medio para alterar la mente (Eisner, 2011), la pregunta que podemos hacernos es qué alteraciones podemos generar en las mentes de los sujetos con los que trabajamos en estas condiciones, en función de lo que lxs docentes sabemos sobre las formas humanas de crear significados y sobre cómo se aprende (Bruner, 1997). Y también preguntarnos qué alteraciones no seremos capaces de promover, qué alternativas no podremos poner a disposición ahora, sencillamente porque en este contexto no es posible y tendremos que esperar la vuelta a la escuela y la posibilidad de estar juntos.»

Bibliografía: Libro: «Pensar la educación en tiempos de pandemia» Entre la emergencia, el compromiso y la espera - Inés Dussel, Patricia Ferrante y Darío Pulfer (compiladores) Título del conversatorio virtual sobre educación en pandemia por

1

la historiadora en educación Inés Dussel 2

Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA). Magister en Cien-

cias Sociales con Orientación en Educación (FLACSO). Doctora en Psicología (Universidad Autónoma de Madrid). Especialista en Educación

Primaria y Tecnologías (Instituto Nacional de Formación Docente). Profesora para la Enseñanza Primaria.

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Relato de un

encuentro

Resiliencia,

palabra que ilustra

una historia

Corría septiembre de 1997 cuando una socia de Liga Femenina de Aráuz nos llama para hacernos saber que, aquí en San Martín, una joven mujer había perdido a su esposo quedando sola con varios niño/as y una beba recién nacida. ¡Imposible no sentirse movilizadas! Inmediatamente nos organizamos, compramos pañales varias cosas más que ya no recuerdo. Con todo esto, fuimos a su encuentro. Allí estaba Elvira, a quién no conocíamos -en ese momento, ni siquiera sabíamos su nombre- con su beba en brazos frente a la ventana y el resto de sus hijo/as alrededor que nos miraban asombrado/as. Una de ella era Carina, de tan solo ocho añitos -hoy tiene 31-, y es madre de cuatro hijo/as.

A ella le propuse ser parte de este espacio que nos brinda Página Valdense y aceptó de inmediato, intentando que su experiencia de vida sirva para entender que la palabra resiliencia no es una más en el diccionario. Pero también, es una muestra de que Dios escucha nuestras oraciones cuando lo hacemos con fe y esperanza. Así fue que nos permitimos un recreíto para hacer memoria y por WhatsApp fuimos conversando sobre las distintas etapas de su vida, con tono sencillo y cordial, y la confianza que nos tenemos.

Empezamos sobre su niñez y esto nos decía: «Podría decir que hasta los ocho años fue de una forma, y después del fallecimiento de mi papá hubo muchos cambios. Hasta ese momento, vivíamos en el campo y sólo en época de clases en el pueblo; aunque los fines de semana lo pasábamos en el campo donde trabajaba mi papá. Jugábamos mucho con mi hermano y hermanas, salíamos a juntar piquillín con una carretilla, jugábamos a la casita, mi hermano se trepaba a los tamariscos y con unas bolsas blancas y varillas armaba una carpa hasta el piso ¡Era muy divertido! Teníamos vecinos, íbamos caminando hasta la casa de familia Rostán que vivían muy cerca.

Mi papá conversaba largos ratos con el hombre... no recuerdo el nombre de la señora tendría que preguntarle a mi mamá» No quise interrumpirla, pero es la misma señora de Liga Femenina de Aráuz que mencioné al principio del relato. Luego, le digo... esta sería la parte feliz de tu niñez, después de la falta de tu papá ya nada sería igual, ¿verdad? ¿Cómo fue a partir de ahí?

«Fue muy difícil, muy duro. Ver la desesperación de

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mi madre, con tanta tristeza. Yo me propuse ayudarla, iba en segundo grado. Recuerdo que mi maestra era Carlota, ella nos ayudaba mucho, nos traía unos postres riquísimos que nosotras preparábamos. No teníamos nada, a veces ni para comer. Antes de cumplir nueve años empecé a trabajar» Enseguida me surgieron varios interrogantes, pero sólo pregunté cómo fue eso y qué tareas hacía; a lo que respondió: «cuando salía de la Escuela me iba lo de una Señora -que no tenía hijo/a-, dormía ahí, le hacía los mandados, limpiaba la casa, me pagaban cinco pesos el mes... recuerdo que la Señora era muy estricta, ¡tenía sus cosas! Igual yo la quería... me gustaba quedarme afuera sentada en el paredón, aunque enseguida me hacía entrar... no me trataba igual que a sus sobrinos-nietos que tenían la misma edad que yo, a ellos le hacía comidas especiales y a mí me daba lo que había sobrado del día anterior. Eso me dolía y a sus sobrinos también, no les gustaba esa actitud de ella. Sus sobrinas, mamás de estos chicos, eran muy buenas conmigo, me trataban como de la familia. Cuando la Señora falleció me regalaron muchas cosas de su casa. Ahora, cuando ellas vienen, siempre paso a saludarlas».

Trabajando siendo una niña, Carina terminó la escuela primaria. Hizo dos años más en el Instituto hasta que tiempo después dejó de interesarse en el estudio y abandonó, siendo ya una adolescente. Seguimos la charla y dejamos atrás su niñez. «Mi adolescencia fue muy linda, siempre fui muy independiente, andaba rodeada de amigas, muchas de esas amistades aún las conservo.

Siempre me relacioné con chicas mayores que yo porque me aburría con las de mí edad» En silencio, pienso: ¡claro! ¡Es que te tocó ser grande siendo una niña!

Avanzamos en la conversación y empezamos a conversar sobre la vida de fe, y me cuenta: «fui bautizada en Iglesia Católica, tomé la comunión y me confirmé también. Hubo un tiempo en el que prácticamente vivía en el teatro de la Iglesia, en el convento con las monjas. ¡Me encantaba ir! ¡Siempre creí en Dios! Hoy en día no me gusta ir a la Iglesia, tampoco creo que sea necesario, todas te enseñan algo diferente. Creo que, en realidad, hay un solo Dios. Prefiero creer a mi manera, cuando estoy mal le pido y cuando estoy bien agra-

dezco, cuando necesito hablar con Dios lo hago y me hace muy bien saber que me escucha» A los 16 años se puso de novia con el papá de sus hijo/as y cuando tenía 18 nació su primera hijita, Giuliana, al poco tiempo comenzaron los desencuentros de pareja. Entre esas idas y venidas: un nuevo embarazo.

Nace Gonzalo. Y más tarde, entre separación y encuentros, llega Zaira, con un embarazo complicado por una operación de vesícula al mes de gestación. «En ese momento supe que cuando Dios quiere que nazca un niño nace», dice Carina. Nació la niña y ella siguió sola con sus tres hijito/as. «Al principio pensé que sería algo pasajero y volvíamos arreglarnos, un tiempito todo bien y llegaba nuevamente el abandono. Estaba siempre sola con mis hijos, pasábamos semanas comiendo fideos blancos, o simplemente café o un té con leche. Me las tenía que arreglar para pagar el alquiler, los servicios.

Ya no tenía amigas, veía muy poco a mi familia, ya no creía en Dios, me enojaba cuando me hablaban de él.

Y... nuevamente las promesas de cambio y un embarazo más, ¡Me quería morir, creí morir! Hasta que un día me dije a mi misma: “si puedo con tres podré con cuatro”, el embarazo siguió adelante y nació Génesis. Poco tiempo después me adjudicaron una vivienda, ¡eso fue lo mejor! Aunque no teníamos casi nada para la casa, estábamos juntos y felices» La vivienda solucionó buena parte de la difícil situación, y como era una constante en su vida, la felicidad duró solo un tiempo hasta que la violencia también alcanzó a sus hijos. Ahí dijo basta y vino la separación definitiva. «Entendí que ni yo ni mis hijos merecíamos vivir así, me separé definitivamente y ahí me empezó a ir mejor. Mi familia me ayudó, mis amistades volvieron acercarse... conseguía changuitas, iba ganándome unos pesos... hasta que me agarró una fuerte depresión.

La psicóloga me dijo que viví tan mal durante tantos años que cuando me tranquilicé, el cuerpo y la mente me pasaron factura. Salí de eso también» Me dice con tono alegre, y aprovecho para preguntar: ¿Qué fue lo que más te ayudó a salir de todo esto? Su respuesta fue: «entre las charlas con otra persona que me hizo entender que la vida no termina en un solo hombre, también fue muy importante la ayuda de una chica que sufrió lo mismo que yo. Ella me ayudó a valorarme nuevamente, con ella no tenía vergüenza de contar lo que me pasaba, pues las dos pasábamos por la misma situación; nos apoyábamos una a la otra. Me influía mucho el ‘qué dirán’, ahora eso lo borre de mi vida. Vero me ayudó a levantar mi autoestima, me estimuló a arreglarme para mí; antes siempre andaba desarreglada, y en ese momento empecé a vestirme diferente. Entendí que una pollera corta, una remera con escote no era una provocación como me lo querían hacer ver. Mi vida cambió yseguimos siendo muy amigas» Cuando escuchaba sus palabras, no podía pensar en otra cosa más que un gran ejemplo de empoderamiento mutuo.

A todo esto, viene a mi mente preguntarle ¿Crees que de tanto pedirle a Dios te escuchó? «Creo que sí»,

me dice. Me intrigó saber cómo se fue transformando ese enojo con Dios en esperanza; y me dice: «No sé bien cuando. Creo que fue con los nenes. Cuando quisieron empezar la Escuelita». Ahí surge un nuevo tema, la participación de su hijo e hijas en la Escuelita Bíblica Valdense; y me cuenta que «les encanta... Les gusta aprender cosas de Dios. A mí me gusta que ellos conozcan a Dios, aunque no los obligo. Dejo que elijan a que Iglesia ir y ellos se sienten bien ahí». Personalmente, puedo decir que es muy lindo tener a Giuli en catecismo y compartir la Escuelita con los demás. ¡Son muy tiernos y respetuosos!

La vida de Carina cambió para bien, gran parte se la debe a su mamá que siempre la acompañó. «Siempre estuvo, siempre me apoyó», me dice. Entre las personas que están para ella, menciona a su nueva pareja.

«Juampi es muy sensible y re compañero, muy maduro. Su único vicio es el trabajo. Trata de ayudarme en la educación de mis hijos, de inculcarle cosas buenas... y a mí también me enseñó mucho, me cambió como persona. Puedo decir que tengo paz en mi hogar» Carina trabaja en un frigorífico de la zona, su hermana se ocupa de los niño/as. Le gusta mucho la lectura, el teatro, caminar, ir al campo y pasear al aire libre, disfrutar en familia y amigos/as.

Agradezco a Carina por compartir su experiencia de vida, este relato intenta reflejar la vida de una joven mujer que se sobrepuso a muchas dificultades y que deposita su confianza en Dios. Es mi deseo que también sirva de inspiración a quienes lean esta historia de vida y puedan comprender que: «No todo el que te mira puede verte, ni todo el que cree conocerte sabe quién sos» Stella Maris Chambón

Carina, Giuliana, Gonzalo, Zaira y Génesis

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Perspectivas y experiencias ecuménicas En este tiempo especial, condicionado fuertemente por la Pandemia, compartir experiencias, inquietudes, perspectivas del Ecumenismo es una linda oportunidad. Meditar, reflexionar, utilizando instrumentos que nos brinda la Red de Comunicaciones, es un desafío que tenemos que aprovechar.

Hasta el mes de diciembre pude vivir experiencias que hacen a la opción del ecumenismo. Por un lado, en la Iglesia Valdense en Tarariras donde cumplía tareas de acompañamiento. Allí, en varias oportunidades, nos juntamos con cristianos de iglesias evangélicas, católica romana, y las dos iglesias valdenses. Eran encuentros que requerían varias reuniones previas de líderes para acordar temas de reflexión, formas litúrgicas, lugares. Creo que es un ecumenismo que podríamos llamar «institucional», qué, en mi comprensión de lo ecuménico, contribuye a la visibilización por parte de la sociedad del compromiso de los creyentes en la búsqueda de formas de convivencia. Es decir, más allá de lo formal se dan señales para construir comunión Por el otro, participé en el Proyecto entre los pueblos originarios y especialmente en las comunidades de fe en Chaco- Formosa. El desafío constante de articular encuentros de lectura bíblica y compromiso comunitario buscando juntos vivir la fe en medio de divisiones, separaciones e historias duras de opresión. En varios de esos encuentros logramos también conversar sobre lo ecuménico. Temática que no era algo conocido o aceptado como desafío en medio de varios de los grupos evangélicos con quienes nos juntábamos a leer y meditar en torno de la Palabra. Quizá, lo que más pude atesorar es el sentido de hablar de lo ecuménico como «la Casa Común». Este gran mandato de vivir en ella, cuidándola, compartiéndola, disfrutándola y aceptando la diversidad de visiones, experiencias e inquietudes que nos surgían.

En términos de mirar globalmente lo que sucede en nuestras comunidades valdenses en el Rio de La Plata, considero que tenemos escasas manifestaciones a nivel de iglesias locales. Las razones por las que hemos perdido vivencias de manifestaciones ecuménicas en lo local, ya sea a nivel de encuentros como testimonio de la unidad en la fe en el Único Señor o en tareas concretas de servicio, deberemos buscarlas juntos y en primer lugar en cada Iglesia. Tal vez, comenzando por preguntarnos acerca de los motivos por los que nos dedicamos más a lo interno, a lo denominacional, dejando en otro plano lo ecuménico como el gran desafío del llamado de Dios.

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También podríamos preguntarnos si otra de las razones podría estar en que renunciamos a hablar, a capacitarnos para responder a ese desafío. Y una tercera pregunta, que personalmente me hago, tiene que ver con la «impronta» (orientación) que hemos dado al trabajo pastoral en las últimas décadas.

Creo también que tenemos que mirar si alguno de los proyectos – programas que compartíamos con iglesias hermanas, especialmente vinculadas con lo que fue el proyecto de capacitación Bíblico –Teológico -, fueron perdiendo fuerza o desaparecieron por el debilitamiento en la motivación ecuménica en lo local.

Y en esa perspectiva me cuesta entender-aceptar que no podamos continuar el proyecto de educación teológica con las /los hermanas/os metodistas. Especialmente si pensamos en las décadas de trabajo que afrontamos juntos en el Rio de La Plata. Y más teniendo como referencia la experiencia de nuestra Iglesia Valdense en Italia, donde hoy, quien Modera la Tavola Valdese es una laica metodista. No creo que sea válido pensar que son los demás los «difíciles» por lo que se hace imposible construir nuevas experiencias juntos.

Y quisiera también señalar en este escrito la necesidad de revisar nuestro documento sobre Ecumenismo, producido en el Encuentro de Referentes realizado en noviembre de 2015 y que hizo suyo la Asamblea Sinodal Rioplatense de febrero 2017. Del mismo quiero señalar donde dice: «…exige de nuestra iglesia una mayor intencionalidad e involucramiento en el quehacer ecuménico» Y menciono a titulo ilustrativo estos puntos entre otros: «- Priorizar espacios de participación; -mandatar a las delegaciones antes de su designación y realizar un acompañamiento constante; -Nombrar equipos de asesoramiento concretos para situaciones especificas; - fortalecer el rol y la tarea de la comisión asesora de ecumenismo». Solo menciono estas que podemos encontrar junto a otras en el documento que debería ser base de la orientación ecuménica de nuestra Iglesia Evangélica Valdense en El Rio de La Plata.

Hugo R. Malan T. Pastor Emérito. IEVRP

Comunicándonos Federación Femenina Evangélica

CAMPAMENTOS

en Balneario Conchillas

La Iglesia Evangélica de Ombúes de Lavalle tiene un predio en Puerto Conchillas, donde se realizan campamentos. Está situado a unas cuadras de la playa. Y como todo tiene principio, nada mejor que conocerlo con el relato que una líder nos brinda: «En los años 60, la Unión Cristiana de Jóvenes era muy activa. Los sábados y domingos de tarde, luego del culto se realizaban deportes: vóley, tenis, etc. Se juntaba bastante gente. Entre ellos había niños que venían a conversar y jugar. Entre las conversaciones, se destacó el hecho de que varios no conocían el río. Surgió entonces la inquietud de organizar campamentos para niños y proporcionarles buena alimentación, juegos, educación cristiana en plena naturaleza; en fin, mostrarles que había otra realidad. El lugar sería la playa más cercana, el muelle en Conchillas. El primer campamento de realizó en el año 1965, a cargo de los niños: Azucena y Noemí Geymonat, Evelio Plenc, Aníbal Blanco, Darío Berger, Nelly Felix, Wilma Artús, Estela Felix, Dely Pastre; en el predio de la Iglesia Bautista. El templo que había era pequeño, de madera y tenía un alero. Allí se colocaron las cocinas. Se dormía en el suelo, en las carpas de Turichar, niños y líderes (unos 20 por carpa). Los gastos se financiaron con donaciones. Se pidieron corderos, que se soltaban en un predio prestado. El asunto era que cuando se acababa la carne había que carnear y no todos eran prácticos, además había que correrlos entre el monte para agarrarlos. Era toda una aventura.

Los veraneantes, que muchos eran de Ombúes, observaban pasar la hilera de niños riendo y cantando, lo que era algo distinto y novedoso. Como en todo campamento se realizaban fogones, lo cual era un acontecimiento.

Se reunía público. Una noche recuerdo que vino una tormenta con viento y piedra, pero mucha piedra. Las carpas se cayeron, ahí vino la gente preocupada por los acampantes, a darles refugio por esa noche.»

En sus «memorias» Don Elbio Charbonnier, nos aporta más detalles: «El Sr. López Lobo donó un terreno a la Iglesia Valdense y ésta compró otro. Había que edificar. Empezamos por plantar algunos árboles. Antes de la construcción hubo que hacer los ticholos. Armando Berger nos prestó un galpón; fuimos varios fines de semana. Los bloques los hacíamos en el terreno de Leopoldo Artús pegado al de Armando -. Él nos ayudó muchas veces. El camión oficial que teníamos era el de Alfredo Talmón, comandado por Hugo. Pero había que dedicarse a cons-

truir salón, cocina, baños y dormitorios. Fuimos un sábado de tarde y domingo, como siempre, a hacer los cimientos. En la Semana de Carnaval se consiguió gente para trabajar toda la semana, tarea que le encargamos a Walter Charbonnier. Las damas eran las que preparaban la comida. En esa semana se levantó y techó con planchada salón, cocina y baños. A trabajar éramos como doce o quince personas. Ahí Boeri demostró sus dones para distribuir la gente. Todos según sus habilidades, con mucha alegría, siempre con alguna anécdota o cuento. Para los dormitorios se construyeron dos ranchos con techo de paja».

Con el tiempo se realizaron diferentes mejoras aumentando el confort de los acampantes, que año a año aumentaron en número: nuevos y mejores dormitorios, baños, cocina. Además del esfuerzo económico de la iglesia y simpatizantes, se contó con aportes del exterior como el «8 por mil». Destacamos también que, por el espíritu de solidaridad social de los valdenses, por su tradicional interés en la educación, sucedió que, por varias décadas hasta el año 2017 funcionó en sus instalaciones la escuela pública del balneario.

Actualidad

Una característica de estos campamentos es que son gratis para todos. Al principio se viajaba en camión: provisiones, líderes, cocineras, bolsos, corderos, etc.

Era un espectáculo. La financiación eran donaciones, y también se contaba con la venta de comestibles durante la Exposición Rural que se realizaba anualmente en Ombúes de Lavalle. Desde hace 14 años, la financiación se realiza a través de la fiesta anual de los campamentos, en el predio de la Iglesia en Ombúes.

La participación en los campamentos es abierta a niños y adolescentes de 6 a 15 años en verano, de jóvenes y familias en Semana Santa y vacaciones de julio. La participación de líderes y cocineras es abierta, notándose últimamente una apertura hacia personas de otras confesiones de fe o no practicantes. Juego, canto, fogones, reflexión, caminatas, abrazos, risas, llanto, trabajo compartido, son parte de la actividad campamentil, que sigue siendo desafío y oportunidad para vivir el llamado de Jesús: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Liga de Ombúes PÁGINA VALDENSE I 13

Memoria, resistencia y esperanza

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sociales configuraban el escenario de la época bíblica.

Por lo que la proclamación de la buena noticia no solamente implicaba una confrontación con el Templo en Jerusalén sino que también se conjugaba con las prácticas que sostenían Jesús y lxs discípulxs. Las acciones que llevaban adelante y que son testimoniadas en los Evangelios también dan cuenta de la interpretación que hacían del mensaje de la Ley y de los profetas.

En este tiempo cercano al día de la Reforma Protestante hacemos memoria del acontecimiento más importante del siglo XVI para la Iglesia Cristiana.

“

Recordamos los grandes aportes hechos por tantas personas que nos legaron una forma de vivir la fe desde la libertad personal, reivindicando el mensaje bíblico como palabra revelada al pueblo, proclamando el servicio mutuo entre las personas, entre otras muchas perspectivas que abrieron nuevos caminos pero que también denunciaban distintas formas de exclusión, represión y explotación que sucedían en ese entonces.

“

Evangelio de Mateo 22: 36-40 36 –Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?

37 Jesús le dijo: –‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ 38Este es el más importante y el primero de los mandamientos. 39Y el segundo es parecido a éste: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ 40De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas.

Estos versículos, tan fundamentales en el cristianismo, resaltan y resumen el mensaje de todo el Evangelio, de la buena noticia que anuncia Jesús y sus discípulxs.

El contexto en el que se enmarca este extracto del relato que compartimos aquí, está signado por una serie precedente de encuentros entre Jesús y diferentes representantes del Templo, de la religión judía, y algunos representantes políticos (ver capítulo 21 y 22).

Se relatan diferentes discusiones e intercambios sobre cuestiones religiosas y teológicas, en donde Jesús habla por medio de parábolas, a la vez que cita y reinterpreta la Ley y el mensaje de los Profetas.

En nuestro pasaje, Jesús da una respuesta -a la pregunta que le hiciera un maestro de la Ley unos versículos antes- en la que hace una síntesis de los mandamientos y de las enseñanzas de los profetas. De esta manera, por un lado, se aleja de la mirada meramente legalista y tradicional que generalmente se predicaba y sobre la cual se instruía al pueblo en aquella época. Y, por el otro, expone una forma distinta de comprender a Dios en relación con cada persona y de las personas entre sí, proclamando el amor, el amar, como parte fundante de estos vínculos pero también como acción vinculante.

Ama. No es meramente un imperativo moral sino que es una acción, lo que se pone en práctica, es lo que nos vincula con Dios y con nuestrxs prójimxs. Amar no es algo determinado, ni siquiera es aquello que “declaramos” sino que, fundamentalmente, es lo que hacemos. Por ende, está atravesado por las circunstancias que nos rodean a las personas en vínculo con otrxs, allí se conjugan diversas situaciones que desafían y condicionan nuestras acciones, emociones y decisiones.

Además, el mensaje de Jesús, y de la comunidad de Mateo en este caso, tiene aún más potencia cuando lo ubicamos en sus respectivos tiempos históricos.

La hostilidad, la vigencia de diferentes formas de exclusión y explotación perpetrada por los poderes imperantes, las profundas desigualdades económicas y

Hacemos memoria, rescatamos la contundencia de los mensajes que proclamaban al Dios liberador de la historia, reconocemos la potencia de las resistencias de distintas comunidades y grupos de personas que anunciaban la esperanza, pero que también transformaban con sus acciones la realidad de la que eran parte.

Hoy también sabemos lo que significa vivir, sobrevivir, en tiempos hostiles, conocemos las injusticias cotidianas e históricas que padecen tantas personas y toda la creación. Somos testigxs de la resistencia con fe y esperanza que se va tejiendo entre muchxs, que anuncia otra realidad posible. Seamos parte de quienes proclaman y practican cada día el amar a Dios y a lxs prójimxs.

Yanina Vigna Equipo editor

NO HAY HUMOR SIN GRACIA Sección de cuentos, anécdotas... y variedades en clave evangélica

MILAGROS DE CHIQUERO El teléfono sonó cuando Laura se sentaba a escribir. Debía preparar el sermón y había adornado su rincón con flores de jazmín paraguayo. Sentía que los aromas la ayudaban a prepararse mentalmente, y por eso sus tiempos de escritorio tenían un ritual: el limón le despertaba la creatividad, el clavo de olor la transportaba a la Pascua, toronjil antes de un bautismo, jazmín previo a Navidad. No había una explicación racional. Tampoco la buscaba.

Pero esta vez el jazmín quedó anulado por la voz del teléfono, que le contó a Laura algo extrañísimo.

Por eso se subió al auto paladeando la incógnita, hizo dos llamadas, puso el Gps y giró la llave. Desde la ventana del escritorio, el jazmín la saludó con sus pétalos de brisa.

Una hora más tarde la ‘comitiva pastoral’ de Los Ceibos entraba en jurisdicción ajena. Villa Honoria era un caserío rural sin parroquia y con una escuela venida a menos.

Un paisaje desolador, donde las casas parecían taperas y las taperas parecían trincheras.

-¿Es por acá? –pregunto el padre Ernesto consultando el mapa.

Laura sacó una mano del volante para señalar hacia la derecha. Al final de aquella loma podía verse un montecito verde triste, doblado por décadas de viento y polvareda.

Estacionaron a unos prudentes cincuenta metros, cuando vieron que un hombrecito rengueaba hacia ellos.

-¡Bienvenidos, hermanos! –gritó. Ernesto entrecerraba los ojos, como intentando descifrar si aquel cojeaba por defecto propio o por simple obra del viento.

No tuvieron que intercambiar muchas palabras, porque el dueño de casa enseguida los llevó al lugar de los hechos. Pasaron por la galería y continuaron hacia el fondo, donde la familia tenía algunas vacas y un chiquero.

Allí, donde uno esperaría encontrar chanchos y vacas, un ternero nervioso o algunas gallinas no había más que gente. Borreani evitó hacer la cuenta, pero pudo calcular unas cien personas de todo tipo y color, que retozaban sobre el pasto pisoteado o chapoteaban en el lodazal. Algunos habían levantado carpas, y las líneas de ropa y los fogones indicaban que tenían semanas de actividad.

-¿Pero qué es esto? –preguntó Ernesto viendo cómo una viejita iba de rodillas hacia el chiquero.

El dueño de casa se encogió de hombros. Habló de un milagro y nada más. Al centro del chiquero se veía una ronda de personas que se abrazaban y giraban. Lo hacían con tanta fuerza, que de vez en vez la rueda se rompía y algunas salían disparadas por el efecto centrífugo.

En uno de esos episodios, pudieron ver que al medio había una especie de piedra, semicubierta por una lona que se agitaba con el viento. Intrigados, se acercaron, para descubrir que la piedra no era tal, sino un rostro en bronce, algo desfigurado.

-¿Pero qué es esto? –repreguntó Ernesto reconociendo el bigote de aquella estatua.

-Y… ¡Cosa ‘e Dió’! -dijo el otro. Este santo apareció de la nada.

Yo mateaba con la patrona cuando vino algo com’ún rejucilo, pero sin tormenta. Llegó con fuerza así y se metió derechito al chiquero. Me mató chancho, gallina, todo…

El hombrecito movía las manos, y su relato parecía un viaje en el tiempo. Borreani se sentía nuevamente transportado a aquella noche de abril. Aparentemente, la caída de ese bólido había destruido parte del cerco y los animales que no habían muerto fulminados habían salido espantados, cayendo al tajamar. De ellos solo había quedado un chancho, algo perturbado, que se negaba a declarar.

-Pero lo importante acá fueron los milagros –dijo el hombre seriamente. Según él, después de este episodio no había pasado un día sin un milagro. Los sordos escuchaban un poquito más, los rengos emparejaban el tranco, los pelados se desinhibían y las solteronas quedaban embarazadas. Y hasta a veces llovía mejor. Obviamente, eso hizo que la gente empezara a peregrinar.

Conmovido, el hombrecito contó que el mismo día en que su hija cumplía quince años una combi de reparto pasó por allí. Tomó la pendiente con envión y acertó a dos pozos, con tan mala suerte que las puertas se abrieron de par en par arrojando todo el reparto. Él y sus hijos corrieron tan entusiasmados hacia la zanja, que el chofer huyó sin reclamar una sola botella.

-Eso no fue cosa ‘e Mandinga. ¡Eso fue el santo!

Los tres se miraron. No cabía duda de que el bronce del chiquero no era otra cosa que el busto de don Cósimo. Pensaron que nunca lo volverían a ver, pero entendieron que tampoco querían verlo otra vez.

-Y usted dígame –preguntó Laura sobriamente-. ¿Por qué nos llamó?

El hombre se sonrojó y miró hacia abajo.

-Bueno, yo no sé nada de religión y eso. Pero sé que esto que pasó es especial. Toda la gente acá ahora tiene esperanza. No sé bien qué es. Pero si es un santo, habría que ponerle nombre.

Borreani y Laura sonrieron mirando a Ernesto, que tragó saliva.

-Y… No sé. Esto es poco ortodoxo.

Es más popular. Yo diría que el nombre es cosa de usted. ¿No le parece?

El hombrecito lo meditó. Puso cara de obispo.

-Y bueno. Lo bautizo ‘San Chiquero’.

JJP - Equipo editor.

PÁGINA VALDENSE I 15

«Libres son quienes crean, no copian, y libres son quienes piensan, no obedecen.

Enseñar, es enseñar a dudar» Eduardo Galeano