Iglesias Evangélicas Valdenses de:
COLONIA / COSMOPOLITA / ROSARIO / TARARIRAS / VALDENSE
UNA MIRADA CRISTIANA A LA REALIDAD ACTUAL
AÑO IV / Nº 105 / MARZO 2018
El sueño del gueto propio
en la cabeza. Como entidad jurídica bastan las Cartas Patentes para deshacerla. Como realidad cultural, su modificación lleva generaciones. Es paradójico, pero en una sociedad hiper comunicada como la de estos tiempos, de fronteras aparentemente cada vez más franqueables, que flamea banderas de diversidad, tengo la sensación de que crecen los guetos en los que muchas veces encontramos refugio frente a una realidad demasiado amenazante. La condición de marginalidad muchas veces es impuesta, no por ley sino por imperio de la realidad y como un reflejo condicionado esa marginalidad se va incorporando en el pensamiento de quien es marginado de tal manera que se la vuelve natural. En ciudades como las nuestras, que no son grandes urbes, hay personas de barrios
perisféricos que no conocen el centro. Nada lo impide, excepto ellas mismas. En el otro extremo barrios privados que tampoco dejan de ser guetos, lujosos en este caso, en los que tienen per miso de ingreso quienes fueron hechos a su imagen y semejanza. Los planteos de sectores sociales que pueden ser legítimas búsquedas de mejorar la calidad de vida, quedan demasiadas veces encerrados en los getos corporativos que consideran al resto de la población una potencial amenaza antes que parte del mismo cuerpo social. Nuestros reclamos tienen la legitimidad de la que otros carecen. Y podemos seguir: dime qué música escuchas o cómo llevas puesta la gorra o los pantalones y te diré de qué gueto eres. Las hinchadas de fútbol llegan a festejar la muerte de los ajenos. Hasta me dio a pensar que existe el sueño del gueto propio. Las iglesias estamos tentadas de serlo cuando unos son hermanos y otros enemigos a combatir a menos que se conviertan a nosotros. Y frente a ella nos asiste sólo el primero y más importante de los mandamientos: «amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo». Si el prójimo es tal, el gueto ya no es.
Entre carnaval y cuaresma
Acción que brota de la oración
Ley, Evangelio y libertad
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La presentación de Javier Pioli, licenciado en Teología y recién estrenado profesor de Historia, el sábado 17 de febrero en Cosmopolita como parte de la celebración de la Fiesta de la libertad, me produjo el más saludable de los efectos: me hizo pensar. Y de algunos de esos pensamientos están hechas estas líneas de las cuales por supuesto él es totalmente inocente. El concepto y la realidad del «gueto» fue uno de los puntos de arranque de mis cavilaciones y tal vez con el único que me quede hoy. Entre las acepciones de diccionario para este término venido del italiano hay una que dice: «situación o condición marginal en que vive un pueblo, una clase social o un grupo de personas». Al momento de ser «admitidos a gozar de todos los derechos civiles y políticos» como dicen las cartas patentes de 1848, el pueblo valdense llevaba siglo y medio coincidiendo con esta definición. Una vida de encierro, aislamiento y prohibiciones que como consecuencia no buscada fue fortaleciendo su identidad y sentimiento de pertenencia. El gueto, le entendí a Javier, puede ser también una «zona de confort». Y esa apreciación se me quedó a vivir
COMPARTIMOS ESTA EDICIÓN CON: Equipo de redacción: Carlos Negrin, Ariel Charbonnier, Oscar Geymonat. Colaboran: Carlos Delmonte, Enzo Falcón, Jorge Malán, Elisabeth Lindemberg, Hugo Santos. Diagramación: Ana Paula Negrín. Impresión: Imprenta Ferreira Correo Electrónico: cuestiondefe@adinet.com.uy