UNA MIRADA CRISTIANA A LA REALIDAD ACTUAL
AÑO IV - Nº 104
Boletín FEBRERO 2018 Iglesias Evangélicas Valdenses de: COLONIA - COSMOPOLITA - ROSARIO - TARARIRAS - VALDENSE
HOGAR
ME VEN, ERGO EXISTO
NIMMO: CONTINUIDAD Y CAMBIO Página 2
17 DE FEBRERO EN LA HISTORIA Página 4 y 5
ASAMBLEA SINODAL Página 8
¿QUÉ NOS DICE ESTA VISITA? Página 9
BIBLIA Y PASTORAL: SECRETOS A VOCES Páginas 10 y 11
Mientras nos desperezábamos de algún examen en aquel diciembre de 1982 apareció un amigo con la foto. Una foto de sí mismo sentado frente al espejo con cara de otro apretando el disparador de la cámara que nos deslumbraba y que hoy mostrará a sus hijos y nietos para hacerles creer que había una vez un mundo en el que el celular no existía. Una pequeña excentricidad sin pretensión de trascendencia, una forma inconsciente de decir: el paisaje soy yo, algo así como nuestro preanuncio de la selfie. Autorretratos tenían Van Gogh, Frida Kahlo, Rembrandt, gente con nombre de peso como para ser ellos parte de su arte, o para soportar el tamaño del ego, depende cómo se mire. Pero la gente como uno tenía que tener un contexto que justificara su aparición en la foto; un grupo, un paisaje, una obra de arquitectura, un algo más que uno mismo. La «selfie» es hoy una señal de los tiempos de triunfo del yo. Vano culto al ego, dicen algunos. Otros defienden la igualdad de posibilidades de
multiplicar su imagen tantas veces como quiera sin necesidad de justificativo y alargar su biografía tanto como le dé la gana independientemente del interés que en otro despierte. «Yo y el papa Francisco» posteó un niño chileno con el candor y la sabiduría de los que son como niños. El palito de la selfie viene a ser expresión contundente de la libertad individual. Toda exageración es exagerada. La razón está suficientemente repartida para garantizar el derecho de la realidad a ser compleja. El yo y sus reclamos han crecido, para bien a veces y para menos bien muchas otras. Ganó el derecho a ser cada quien dueño de una individualidad que le fue dada por el creador y construida con la libertad que
él le dio. El riesgo es que crezca de tal manera que no quede lugar para el nosotros y se nos pase por alto que nos fue dada la vida para bendición de otros también. Como la selfie que copa la escena, el yo gana en pretensiones monopólicas. No había selfies cuando Narciso fue condenado a enamorarse de sí mismo, le alcanzó con un espejo de agua para perder la vida mirándose. Tampoco cuando Pablo, el apóstol, prevenía a su comunidad en Roma: «nadie piense de sí más de lo que debe» al contrario «cada uno piense de sí con moderación según los dones que Dios le haya dado…» (Romanos 12:3). Él sabía que la egolatría era y sigue siendo enemiga de la vida comunitaria. La tecnología es novedosa, la egolatría no. «Todo narcisismo es un vicio feo, y ya viejo vicio» dejó escrito Antonio Machado. Por eso Pablo nos sigue hablando, por eso escucharlo sigue siendo tan necesario en estos tiempos de selfies.
Compartimos esta edición con: Equipo de redacción: Carlos Negrin, Ariel Charbonnier, Oscar Geymonat Colaboran: Carlos Delmonte, Enzo Falcón,
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