CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS I. APERTURA Preludio Saludo: “el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.” Lucas 19: 10. Con la alegría que nos da este anuncio, invocamos al Señor, para que nos ayude a sentir su presencia en medio nuestro. Señor, invocamos tu ayuda; permítenos escuchar tu voz de Padre, tu asistencia fraterna en Cristo, el poder de tu Espíritu, en esta hora y en todo tiempo. Amén. Respuesta: Canto Salmo 27: 1, 3-5, 6b. Oración: Señor nuestro, nos reunimos en este momento, con nuestras experiencias, no todas positivas. En nuestro corazón, junto a tantos otros sentimientos, ay ansias, preocupaciones, miedos. Venimos a ti, porque tú viniste a nosotros, no para espantarnos con tu poder, sino para descubrir tu bondad. ¡Que la contemplación de tu majestad nos ayude a prestar atención, no a nuestras ansias y temores, sino a tus dones, comenzando con el privilegio de estar en condiciones de reunirnos en la presencia de Cristo, nuestro Señor, bendito en todo tiempo! Amén. Canto Confesión de pecado: Para la confesión de nuestras faltas, nos guiamos hoy por la parábola del padre misericordioso: Lucas 15: 11-13, 25-28. El Hijo menor: “Jesús contó esto también: “Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca.’ Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada.” El Hijo mayor: “Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: ‘Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo.’ Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera.” Oramos confesando nuestras faltas, reconociéndonos en los dos hijos de la parábola. Confesión en silencio Oración: Padre, nos presentamos ante ti porque tú nos ruegas entrar a tu casa. A nuestras espaldas queda la omisión de tus dones y nuestras vacilaciones en la relación contigo, como sucediera con los dos hijos de la parábola. Tú conoces nuestras vidas, sabes de qué situaciones nos salvaste. Vienes a nuestro encuentro y nos llamas, tú mismo nos ruegas que entremos, no sólo cuando pensamos que ya no nos podemos considerar tus hijas e hijos, sino también cuando nos disgustamos por tu atención puesta sobre aquellos que condenamos. Dejando atrás nuestros miedos y rencores, queremos aceptar tu invitación. Permítenos entonces, que al escuchar esa invitación tuya podamos dar testimonio de la renovación que opera en nuestra existencia. Escúchanos Señor, en presencia de tu Hijo Jesucristo. Amén. Canto Seguridad de perdón: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: ‘Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.’ Pero el padre ordenó a sus criados: ‘Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.’ Comenzaron la fiesta.” Lucas 15 20-24.