

Escrito por: Jules Lacoste
La historia de la humanidad está llena de horrores indescriptibles, de brutales engaños, de guerras inútiles, de destrucciones masivas.
Afortunadamente, la historia de la humanidad está también llena de pequeños cuidados, de actos heroicos que salvan vidas, de gestos admirables de compasión, de iniciativas para proteger los más vulnerables.
¿Cuál es el origen del cuidado al otro? ¿Como apareció en nuestra Tierra este deseo de proteger el más débil, de sanar el herido, de consolar la viuda, de construir un mundo más justo para todos y todas?
Todo empezó hace 13.8 mil millones de años. El tiempo, el espacio y el universo. En su primer segundo, toda la energía/materia ya estaba presente. Las formas cambiaron, pero los 2 000 mil millones de galaxias, sus estrellas, sus agujeros negros, sus planetas, todas sus creaturas, e incluso nosotros, ya estaban. ¿Como llamamos los que nacen de la misma fuente en el mismo momento y en el mismo lugar? Mellizos. En el universo todos somos mellizos.
Todas las criaturas del universo compartimos la misma historia. Todas obedecemos a las mismas reglas del juego. Una de estas leyes es la “ley de atracción universal”, que atrae todos los cuerpos que tienen una masa. Desde los primeros momentos no solo somos mellizos, también estamos irresistiblemente atraídos los unos hacia los otros.
Ya estaban las primeras semillas del deseo de cuidar: mellizos de una familia universal, y un vínculo muy fuerte que les une.
Hace 4.6 mil millones de años, en un rinconcito de una galaxia, la Vía Láctea, una inmensa estrella explota en supernova, y crea otra estrella, el Sol, y ocho planetas. Una de ellas es la Tierra. Hace 3.8 mil millones de años, en la Tierra, aparece … la vida.
La vida, su origen y su naturaleza, es todavía un gran misterio. Pero gracias a Darwin, la evolución de la vida es un poco más clara, y se resume en dos principios: mutaciones que crean novedades y selección natural que define quien sobrevive. En otras palabras: el azar y la competición.

A primera vista, la vida no es muy a favor del deseo de cuidar. El azar es neutral, y la competición promueve el deseo de comer al otro, no cuidarlo.

Sin embargo, el mismo Darwin se dio cuenta que algo no calzaba, que la competición y el azar no eran suficientes para explicar la evolución. Su teoría tenía una piedrita en el zapato.
Esta piedrita molestó a la comunidad científica durante más de 100 años, hasta que a fines de los 1960, una bióloga inglesa, Lynn Margulis, descubrió en su microscopio un proceso sorprendente, una asociación mutualmente benéfica entre 2 organismos, que llamó simbiosis. Las células que constituyen todos los vegetales, champiñones y animales en la Tierra, son el resultado de una simbiosis. Todos los seres vivos no solo somos el fruto del azar y la competición, pero también de la cooperación. En las palabras de Margulis:
“La vida no conquistó el mundo mediante combates, pero tejiendo redes”. ¿Porque colaboramos? Porque nos conviene, porque en ciertas ocasiones, juntos vamos más lejos, juntos somos más fuertes. Es un “gana gana”.

Con la simbiosis avanzamos un paso más en la gestación del deseo de cuidar: somos mellizos de una familia universal, un vínculo muy fuerte nos une, y nos ocurre colaborar para nuestro bien y el bien común.
Más de 3 mil millones de años después, el universo explora una nueva experiencia sorprendente: la empatía emocional, la capacidad de ciertos organismos de tener y compartir sentimientos.
Las primeras formas de empatía aparecieron probablemente hace 200 millones de años en el cuidado maternal de los mamíferos. ¿Porque los mamíferos? Porque las crías nacen tan frágiles, tan vulnerables, que las mamás tuvieron que desarrollar su capacidad de percibir sus olores, sus ruidos, sus movimientos para que queden seguros, nutridos y con calor.
Rápidamente la empatía se volvió viral. Los papás se emocionaron también del frio y el hambre y de las amenazas a las guaguas, se fueron a buscar comida y cobijas y arriesgaron sus vidas para defenderles contra los predadores. Poco a poco, vieron que no solo las crías son frágiles y vulnerables, y empezaron a cuidar a los adultos mayores, los enfermos, y los más débiles.
Así fue como por primera vez en la Tierra, una tribu eligió proteger a sus miembros más vulnerables. Una verdadera revolución social que nos acerca del deseo de cuidar de los seres humanos.
Hace 300.000 años, ayer en el tiempo cósmico, llegamos nosotros, los supuestos homo sapiens.
A través de nosotros, el universo sigue profundizando el cuidado al otro, con varias innovaciones.
Con un cerebro más grande y complejo, el ser humano desarrolló una nueva forma de empatía, la empatía cognitiva, la capacidad de identificarse, de ponerse en el lugar del otro. Con esta empatía, no solo sentimos las emociones de los otros humanos, pero somos capaces de entender su alegría o su sufrimiento.
Como animales híper-sociales y racionales, con una propensión a crear vínculos y buscar soluciones, nuestras colaboraciones se vuelven cada vez más organizadas. Hoy en día, nuestra gobernanza mundial sufre de muchos limites, pero somos capaces de construir juntos un acelerador de partículas o elaborar una declaración universal de los derechos humanos.
Más sorprendentemente, con el ser humano (y unas otras especies) el universo extendió la empatía hacia no-miembros de su tribu. Nos parece natural organizarnos para salvar una ballena verada en la playa. El “otro” que cuidamos no es solo el parecido conocido, es también el extranjero diferente.

Last but not least, con el ser humano, el cuidado opera una doble transformación profunda. Con su consciencia reflexiva, su capacidad de mirar a si mismo, de reflexionar sobre sus propios valores, el ser humano no solo desea cuidar al otro, pero también desea cuidar el cuidado. We care about care. Nos importa cuidar la justicia social, nos importa fomentar el deseo de cuidar.
Y con nuestro libre albedrío, nuestra voluntad propria, tenemos la capacidad de decidir, en cada momento y en cada lugar, de cuidar el ciego en la calle, la vecina enferma, el refugiado ansioso, la colega deprimida, los niños de Gaza y Ucrania, las especies en peligro, los bosques nativos, las mares contaminadas, y los múltiples vínculos que nos unen a todos.

El ser humano no inventó ni tiene el monopolio del cuidado. Heredó de 13.8 mil millones de años de experiencias, de paciente trabajo universal. Desde el inicio, todas las creaturas del cosmos somos mellizos atraídos los unos a los otros. Aprendimos a tejer redes de colaboración, a compartir sentimientos, a entender las realidades del “otro”, a proteger los más vulnerables . A traves del ser humano, el universo entra en una nueva etapa, inventa una nueva experiencia: elegir libremente de cuidar al otro, humano y no-humano, con consciencia.
¿Qué estamos esperando?