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N
o es difícil que llegue a nuestros oídos sobre alguien que se deleitó comiendo en el restaurante “Siete sopas”, que cuenta ya con tres locales, en Lince, Surquillo y Plaza Norte. El creador de esta marca y gestor de este gran emprendimiento empresarial es César Taboada Valdiviezo, quien nos cuenta la evolución de esta ya tradicional punto de encuentro. Viene de una familia emprendedora y numerosa en su Catacaos querido, dedicado al cultivo de algodón pima, donde se comía muy rico, con bastante sabor norteño. “Soy el mayor de 11 hermanos varones. Mis tíos eran 14, siete mujeres y siete varones, mi papá fue el cuarto y primero en tener hijos, por eso yo soy el nieto mayor. Llegué a Lima a los 15 años y tuve la suerte de estudiar ingeniería mecánica en la UNI. También estudié contabilidad en la Universidad Católica. Ahora, luego de ser ingeniero y contador, ahora soy sanguchero y sopero. En qué terminaré”, asegura con esa sonrisa campechana de todo buen norteño. ¿Cómo fue la inspiración para crear Siete Sopas?, porque el emprendedor es un creador.
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“Siete sopas”: el gusto por comer con buen sabor César Taboada nos cuenta la historia de este popular restaurante, donde mezclan su preocupación por el buen sabor tradicional y su exigencia para dar buena atención al cliente g
Primero había que encontrar a las personas que tenían que preparar lo que nosotros proponíamos. Hace diez años nadie
conocía lo que era un chef. Muchos estaban intentando crear algo nuevo con lo antiguo, cocinando, llevando platos, pero muy gourmet, muy mediterráneos, mientras acá en Perú estábamos acostumbrados los sabores fuertes, a la buena sazón. Lo más importante eran los cocineros que nos podían ayudar. Así fue que nos unimos con gente antigua y gente nueva que también intentaba entrar en el mercado buscando trabajo. Por ejemplo, los de Chincha, de Chiclayo, de Piura, de Arequipa, de la selva. Logramos hacer nuestro primer restaurante. Teníamos de todo los sitios pero nos faltaba algo que nos pudiera sacar de ese marasmo del restaurante criollo que estaba en los barrios
o en las provincias. Había que buscar los platos, los cubiertos, las mesas, cómo adornarlos, etc. Como no había una idea total, tuvimos que experimentar. Mi socio en los sabores, el chef norteamericano Jay Michael Shehadi, con su espíritu emprendedor se junta conmigo, conversamos y decidimos poner un restaurante no solo para los nacionales, sino también para que los extranjeros lo disfruten. ¿Cuál fue el reto más importante? Lo más importante fue creer en nuestro sueño. No era como comíamos en mi tierra, en una olla de barro, en un mate, había que ponerle la pituquería, en platos tan hermosos, con mozos como en los grandes res-